palmi
guía Palmira, sus desafíos, su opinión.
Palmira, Valle del Cauca, Colombia. Edición especial. Abril de 2012. Número 06. ISSN 2248-7123
A la memoria de Gaitán «Y entonces habrá democracia cuando la minoría que siempre ha mandado tenga ideas cuyo contenido económico, ético, intelectual y social sea favorable a la gran mayoría».
Lo mejor de mi pueblo La mejor gente de Palmira no son ni sus dirigentes ni sus políticos, ni sus obispos. Han sido y seguirán siendo personas comunes.
El panorama de Colombia es trágicamente semejante al que se vivía a principios del siglo pasado y la violencia que vivimos es una réplica de la que siempre hemos tenido, porque los asuntos de fondo no han cambiado. Quienes prometen defendernos siguen traicionándonos, quienes suben al poder con apoyo de la multitud están legislando contra ella, quienes deberían gestionar inclusiones tienen prácticas excluyentes y, aunque nos cueste aceptarlo, los colombianos estamos expresando nuestras inconformidades ya no a través de grupos de peones, obreros, sindicalistas o guerrillas; sino de bandas criminales. Teresa Consuelo Cardona G.
CONTENIDO
A la memoria de Gaitán La vida de Jorge Eliécer Gaitán estuvo rodeada de acontecimientos mundiales que le ayudaron a formar sus criterios respecto de lo que debería pasar en Colombia.
Pág. 12
▪▪ A la carga, fue el grito de Gaitán. Pág. 3 ▪▪ La ley Vargas Lleras II: oscurantismo en el siglo XXI. Pág. 4 ▪▪ Tecnilatría. Pág. 6 ▪▪ Un día para las víctimas. Pág. 8 ▪▪ Lo mejor de mi pueblo. Pág. 9 ▪▪ Cadenas productivas perversas. Pág. 16 ▪▪ ¿Quién le teme a una flor del campo? Pág. 18
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Caricaturas
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Bulevar de los días
A la carga, fue el grito de Gaitán Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
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ace ya 54 años que una o tres o miles de balas mataron a Jorge Eliécer Gaitán. Eran tantos los odios y los rostros que lo aborrecían. Aunque detrás de él estaba la multitud que lo seguía como perro faldero. Gaitán fue algo así como un dandy, un galán criollo. Como pudo ser en Inglaterra Oscar Wilde. Elegante, de caminar erguido, de verbo fulgurante y puño cerrado. De ruana o de camisa blanca almidonada, de mirada limpia y sonrisa franca, con el pantalón de paño arremangado en una cancha de tejo. No importaba si estaba en el Hotel Temel o en el Granada, en la tienda de la esquina tomando una Bavaria o en el mercado dominguero de Soacha comiendo morcilla acompañada de chicha de maíz. Así, al salir de su oficina en la carrera 7.ª con 8.ª lo vio Roa, con el estómago listo para el almuerzo y los pasos decididos para el discurso en el Faenza. No tuvo compasión y le descargó por tres veces el cañón que tenía preparado. Como lo hacen los sicarios. Sin pensar, amaestrados para maldecir, voltear la espalda y salir corriendo acobardados. Gaitán, el abogado criminalista, el tribuno encendido e incendiario, el humanista cundinamarqués, murió por su pueblo a los 45 años. No le alcanzó la vida para brindarla en el plato de la Presidencia de la República a sus descamisados a quienes amaba. «El gobierno colombiano tiene la metralla homicida para el pueblo y la rodilla puesta en tierra ante el oro americano». «Ninguna mano del pueblo se levantará contra mí y la oligarquía no me mata, porque sabe que
si lo hace el país se vuelca y las aguas demorarán cincuenta años en regresar a su nivel normal». «El pueblo es superior a sus dirigentes». «Yo no soy un hombre, soy un pueblo». «El pueblo unido jamás será vencido». «Si avanzo, seguidme. Si me detengo, empujadme. Si os traiciono, matadme. Si muero, vengadme», fueron las oraciones que más predicó en sus giras y concentraciones en plazas y teatros. No fue arriero antioqueño ni fue herrero, pero llevó siempre en su mano el zurriago para fustigar a la oligarquía y para marcar la cara a quienes robaban el erario. Su garganta no tuvo descanso ni su voz calló para tronar contra la inequidad social y la explotación de los trabajadores o para defender el patrimonio colombiano, como en el caso de las Bananeras. Los políticos de su época lo apartaron de su compañía y lo vetaron para participar en la IX Conferencia Panamericana que se celebró en marzo, un mes antes de su sacrificio. Se estaba tramando ya el castigo mortal por estar de lado del pobre y hambriento. Después de tanto tiempo, hoy se están abriendo las puertas para la VI Cumbre de las Américas en Cartagena y las palabras y puño de Gaitán se asoman por entre las murallas: «Un pueblo no se construye con balas, pero si se destruye con hambre». Su gesto, su legado y su talante enhiesto seguirán siendo un símbolo vivo que recuerde que la sangre de un mártir que murió por salvar la democracia, no puede quedar en el olvido. Gaitán ahora sí debe ser invitado de honor en esta VI Cumbre panamericana y sus peticiones de equidad deberían ser postulados necesarios en las conclusiones del certamen.
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Columnista invitado
La ley Vargas Lleras II: oscurantismo en el siglo XXI Por Arvey Lozano S.
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o sé a qué intereses responde el ministro Germán Vargas Lleras, lo cierto, es que a partir de hoy ya no será parte de mis conocidos de Facebook, así como lo eliminaré de mis contactos, le solicito a mis amigos que hagan lo mismo. No merece ser amigo de nadie. El ministro presentó para aprobación del Congreso el Proyecto de Ley 201 de 2012: «Por medio de la cual se implementan compromisos adquiridos por virtud del acuerdo de promoción comercial suscrito entre la República de Colombia y los Estados Unidos de América y su protocolo modificatorio, en el marco de la política de comercio exterior e integración económica», del cual analizo unos pocos artículos. En el artículo 2.º, el ministro y sus asesores plantean la siguiente perla: «Comunicación al público de una interpretación o ejecución o de un fonograma. Es la transmisión al público, por cualquier medio que no sea la radiodifusión, de sonidos de una interpretación o ejecución o los sonidos o las representaciones de sonidos fijadas en un fonograma. Para los efectos de los derechos reconocidos a los artistas intérpretes o ejecutantes y productores de fonogramas, la “comunicación al público” incluye también hacer que los sonidos o las representaciones de sonidos fijados en un fonograma resulten audibles al público». En ese orden de ideas, la “comunicación al público” hace referencia a cualquier modo de hacer oír una obra ante un público. Esto significa, que todo tipo de comunicación que difiera a la radiodifusión se convierte en “relevante” para efectos de esta
ley, como declamar un poema, cantar en público, contar un cuento o dictar una cátedra. Más adelante, en el artículo 5.º, se muestra la verdadera intencionalidad de la “Ley Lleras II” al prohibir: a. La reproducción de la obra bajo cualquier manera o forma, permanente o temporal, mediante cualquier procedimiento, incluyendo el almacenamiento temporal en forma electrónica. b. La comunicación al público de la obra por cualquier medio o procedimiento, ya sean estos alámbricos o inalámbricos, incluyendo la puesta a disposición al público, de tal forma que los miembros del público puedan tener acceso a ella desde el lugar y en el momento que cada uno de ellos elija. c. De acuerdo con ello, se tipifica como delito el simple hecho de almacenar, sea en servidores, sitios de hosting o en discos duros con acceso público, cualquier obra si el autor no lo autoriza expresamente. Simple y llanamente, nadie podría usar servicios como Youtube, Vimeo, Google Vídeo o Vevo, como tampoco portar discos duros con canciones, libros, poemas, fotos o cualquier tipo de contenido con derechos de autor, si no se tiene permiso expreso para ello. No me imagino a policías revisando los discos duros, computadores o memorias USB buscando infracciones a la Ley Lleras. Como si lo anterior fuera poco, en el artículo 13 ordena: «No obstante la posibilidad que tiene el Estado de establecer limitaciones y excepciones a los derechos exclusivos previstos en la legislación nacional sobre derecho de
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autor y derechos conexos, no se permite la retransmisión a través de Internet de señales de televisión, sean terrestres, por cable o por satélite sin la autorización del titular o titulares del derecho del contenido de la señal y, si es del caso, de la señal». El significado de este artículo es nefasto, porque no permitirá contar con servicios como AZBOX que son antenas y dispositivos para capturar señales incidentales de televisión por satélite. A pesar que está permitido por otra legislación, Vargas Lleras lo prohíbe. Las violaciones a los derechos de autor son señaladas por el proyecto de ley en su artículo 16: a quien «por cualquier medio o procedimiento, reproduzca una obra de carácter literario, científico, artístico o cinematográfico, fonograma, videograma, soporte lógico o programa de ordenador, o, quien transporte, almacene, conserve, distribuya, importe, exporte, venda, ofrezca, adquiera para la venta o distribución, o suministre a cualquier título dichas reproducciones». Más adelante el mismo artículo 16 a la letra dice: «Represente, ejecute o exhiba públicamente obras teatrales, musicales, fonogramas, videogramas, obras cinematográficas, o cualquier otra obra de carácter literario o artístico». En este sentido, se acaban también los teatreros so pena de ser sorprendidos en la calle interpretando una obra de teatro sin pagar derechos de autor, entonces los teatreros también serán delincuentes. Pero como si fuera poco, será perseguido penalmente quien «disponga, realice o utilice, por cualquier medio o procedimiento, la comunicación, fijación, ejecución, exhibición, comercialización, difusión o distribución y representación de una obra de las protegidas en este título». Finalmente establece que será punible todo aquel que «retransmita, fije, reproduzca o, por cualquier medio sonoro o audiovisual, divulgue las emisiones de los organismos de radiodifusión». En resumen, de todo el articulado se desprende lo siguiente: 1. Los cuenteros, declamadores y teatreros no podrán exhibir sus interpretaciones sin pagar derechos de autor.
2. Queda tipificado el delito de “cantar en los buses”, porque estas personas no pagan derechos de autor. 3. Es delito guardar copia de la música, fotos, libros y vídeos en el disco duro, memorias USB, CD o DVD, o en la Nube; porque en cualquier momento estos pueden ser revisados por las autoridades que confiscarán los elementos y llevaran detenido a su poseedor. 4. La radio por Internet solo quedará como medio de comunicación de RCN o Caracol, prohibiendo este ejercicio a otro tipo de personas y con “la misma pedrada” cercenando la libertad de opinión. 5. Tampoco se podrán compartir hipervínculos en las páginas web, porque se estaría infringiendo la Ley Vargas Lleras II, y, finalmente, será delito que los docentes “comuniquen por cualquier medio” conceptos, teorías o hipótesis de diferentes autores sin haber pagado los derechos. No sé si, al final de este artículo, el ministro Vargas Lleras inicie acciones penales contra mí por haber citado apartes de su proyecto sin su permiso, el cual es producto de su amplia intelectualidad (y de una inteligencia espontánea que nunca se valió del conocimiento de otros). ¡Es un genio! Las prácticas oscurantistas, medievales, cruzadas, que algunos pensamos estaban proscritas, vuelven a nacer de mentes que lo han tenido todo, como la de Germán Vargas Lleras y su familia, quienes han vivido de los impuestos de muchas generaciones de colombianos, equiparados a cualquier anacrónica monarquía. Hoy, esas personas que no han conocido otro trabajo que la política con todas sus suciedades quieren de tajo eliminar la posibilidad que la cultura y el conocimiento lleguen a aquellos discriminados socialmente. El preclaro ministro busca, a todas luces, censurar lo que nadie ha podido: la Internet.
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Baukará
Tecnilatría
Por Teresa Consuelo Cardona G.
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l plan de desarrollo público o privado es un ejercicio que les permite a los responsables del progreso identificar las debilidades, oportunidades, fortalezas y amenazas que se ciernen sobre sus intenciones y les permite definir claramente sus objetivos y su misión. También les ayuda a identificar cuáles son los actores críticos en relación con lo que podría ser su gestión y, más aún, es útil para definir las estrategias que garanticen la eficiencia de las tareas aplicadas. La teoría que respalda ese quehacer es el pensamiento estratégico, que se caracteriza porque se ejerce desde una búsqueda de interacción entre los deseos de los dirigentes del desarrollo y los actores que están en su entorno para que juntos puedan promover la competitividad. En el caso particular de los gobiernos locales, el plan de desarrollo sirve para mejorar la calidad de todos los servicios públicos que debe prestar una alcaldía (no sólo los servicios públicos domiciliarios como agua, energía y telefonía) y que garantizarán el bienestar de los residentes y visitantes bajo el liderazgo de una figura pública que trascienda la función puramente burocrática. Además, es bien sabido que las ciudades tienen potencialidades ambientales, sociales, culturales, productivas, que deben ser dirigidas y orientadas para lograr entre ellas el equilibrio necesario a fin de que no se produzca un proceso salvaje que deje al margen a los más débiles o aquellos que no puedan levantar su voz o manifestar sus deseos o necesidades. Dicho en otras palabras, un plan de desarrollo es una oportunidad que tienen los ciudadanos para participar de la construcción colectiva de una ruta que entre todos, gobernantes y gobernados, cumplirán y harán cumplir. Y que por su misma naturaleza servirá para medir la
gestión del líder, sus aciertos y sus equivocaciones que serán medidos cada vez que se haga la rendición de cuentas por parte del gobierno, que es la única forma real de legitimar su mandato. Los dos errores más frecuentes en la elaboración de los planes de desarrollo, residen en que, por un lado, los gobernantes no atienden las sugerencias de los sectores sobre los cuales ejercen su administración y, por otro, los ciudadanos no manifiestan sus deseos o inconformidades de una manera contundente o no vigilan que sus requerimientos sean incluidos en el texto definitivo. En el primer caso, los gobernantes suelen estar muy presionados por cumplir con el programa de gobierno inscrito con su candidatura y terminan haciendo monólogos insubstanciales en los que solo atienden su propia idea de gobierno y desconocen las nuevas relaciones de poder que se dan una vez ganadas las elecciones y que resultan con estridente frecuencia en ejercicios absolutistas de poder. En el segundo, cuando el gobernante empieza a ejercer las acciones, las obras o las normas consignadas en los documentos finales del plan de desarrollo, los ciudadanos no se ven reflejados y, por lo tanto, toman una actitud distante, que en ocasiones se enquista en la indiferencia y, en otras, en una oposición reaccionaria que se aplica rechazando al gobernante, a sus políticas y generando un ambiente de mala imagen que corre rauda hacia el fracaso de la relación gobernante-gobernados y que, a la postre, se convierten en inconformidades sociales dramáticas que van desde el rechazo a las políticas públicas hasta las manifestaciones violentas contra el gobierno, el gobernante o los ciudadanos. Otra situación frecuente en la historia de ciudades como Palmira, es que, pese a construir muy buenos planes de desarrollo, estos jamás se lleven a la práctica o, lo que es peor, al final del tiempo de gobierno, se tiene que fin-
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gir los resultados para coincidir con las metas y sus indicadores. Así que, lo fundamental no es construir un plan de desarrollo que coincida estrictamente con los modelos creados para ello, sino escribir a muchas manos uno que pueda reflejar los intereses y carencias de la mayoría de los implicados en su ejecución. No hay una manera de ver el desarrollo local sin atender el atraso social reflejado, entre otras muchas cosas, en la pobreza. Pero tampoco puede verse exclusivamente a través de la pobreza, ya que también hacen parte de la ciudad el sector productivo, el académico, los organismos de apoyo, y las diferentes comunidades como deportistas, mujeres, grupos de la tercera edad, profesionales, personas en situación de discapacidad, indígenas, empleados, estudiantes de diversos niveles, artistas, usuarios de diferentes servicios públicos y privados, desplazados, y, muy particularmente, las mixturas
entre estas categorías: deportistas en situación de discapacidad que han sido desplazados, mujeres estudiantes marginadas del acceso a agua potable, personas de la tercera edad que hacen deporte, artistas profesionales desempleados, en fin. Todos esos grupos generan complejidades a veces insospechadas y, en ocasiones, imprevisibles. Pero no por ello desechables. Y todos ellos tienen derecho a obtener beneficio y lugar en las potencialidades del municipio. Y todos ellos tienen el deber de construir la ruta común y, al mismo tiempo, vigilar el recorrido por esa ruta. Es preciso saber, de parte de todos los actores sociales de Palmira, que el plan de desarrollo no se expone para recibir el aplauso y el asombro de los ciudadanos. Ni tampoco para recibir el beneficio de la aceptación absoluta. La campaña electoral ya terminó y el júbilo del triunfo o el sinsabor de la derrota deben traducirse en observación detallada de cada una de las acciones del gobernante y de cada palabra del plan de desarrollo. El propósito de ese documento no termina con su aprobación, sino que empieza con ella. Y, por lo tanto, debe tenerse a la mano y a la memoria. No es un asunto de técnica en la elaboración del documento. Ya hemos tenido experiencias de planes de desarrollo pegados a la técnica. Pero rendir tributo al cumplimiento de los pasos, idolatrar el mecanismo, no resuelve el contenido. Si lo que pretendemos como actores activos es el avance de la ciudad, debemos tener muy en cuenta el uso que le damos a nuestros recursos naturales y vigilar si ese manejo tiende a multiplicar el empleo y el bienestar social o si, en cambio, está dirigido a enriquecer a los ricos y a marginar a los pobres. En todo esto es preciso saber también que el gobierno local se debe encargar de gestionar los medios para lograr el equilibrio. De lo contrario, el resultado será la ingobernabilidad que por sí misma se expresa en violencia. Ya fuimos la quinta ciudad más violenta del mundo y si revisamos el plan de desarrollo anterior y lo comparamos con la realidad y el seguimiento que los palmiranos le hicimos, podemos encontrar la razón.
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Pensare
Un día para las víctimas Por Pablo Moreno
E
l 9 de abril ha sido escogido como día de solidaridad con las víctimas del conflicto interno que ha vivido Colombia desde hace más de cincuenta años. El Congreso ha decidido sesionar en pleno y el gobierno nacional ha realizado un evento en el Meta con la presencia de varios políticos y funcionarios públicos. Entre los participantes ha estado presente la directora de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, Paula Gaviria, quien ha declarado que “el camino hacia la paz y la reconciliación empieza con el reconocimiento del dolor de las víctimas. Es un propósito de la Unidad contribuir a superar los daños sufridos por cada hombre, cada mujer, cada niño, niña y cada sujeto colectivo en el conflicto armado. Con el acto de conmemoración en el Meta, el Estado colombiano acoge a las víctimas y ratifica su compromiso de acompañarlas en la reconstrucción de sus proyectos de vida”. (El País, abril 8 de 2012) Está bien que el Congreso sesione de manera especial pensando en las víctimas, no está mal que el Gobierno realice actos públicos para visibilizar esta tragedia que otros han pasado por alto, pero esos gestos son insuficientes para las víctimas del conflicto interno en Colombia. Lo que las víctimas requieren, primero que nada, es la reparación, restitución y reconstrucción de su vidas personales y colectivas en relación con la tierra que les fue arrancada de sus manos, con las condiciones de vida que fueron trastornadas violentamente con la complicidad, en muchos casos, de agentes del estado, sectores políticos y gremios económicos. Es insuficiente porque lo que se requiere del Estado es determinación y voluntad política para garantizar que los líderes de las comunidades organizadas para reclamar sus derechos
no sigan siendo asesinados como ha sucedido recientemente en el Chocó con Manuel Ruíz y su hijo de quince años, primero secuestrados y luego ultimados por grupos paramilitares (El País, marzo 28 de 2012). Es insuficiente porque las víctimas no necesitan más retórica, que puede ser utilizada para construir un discurso tranquilizante de la conciencia respecto a la gravedad de lo que nos ha ocurrido por décadas. Insisto en llamarla tragedia, porque así es como se llaman los azotes que la naturaleza nos ha dado en los últimos cincuenta años, tragedias que nos han hecho llorar, solidarizar, actuar en pro de las víctimas. Pues la del despojo de la tierra y de la vida de miles de familias y comunidades enteras no es menor que las otras. Lo que las víctimas requieren es aplicación efectiva de la ley, protección de los reclamantes, provisión de fuentes reales de empleo, subsidios y préstamos blandos para la creación de microempresas que les permitan subsistir de manera competitiva antes que no caigan presos en las garras de acreedores, grupos armados y multinacionales que los obliguen a vender la tierra que han recuperado a cualquier precio. Estas conmemoraciones deben tomarse con beneficio de inventario, porque pueden servir para distraer, aliviar livianamente el dolor, evadir reales compromisos que no se quieren asumir y confundir la memoria colectiva al mezclar eventos trágicos de nuestra historia que no deben tragarse enteros. La tragedia de las víctimas debería conmemorarse en un día diferente al 9 de abril que ya tenía “dueño”, la trágica muerte del líder popular Jorge Eliécer Gaitán. Estos hechos guardan semejanzas, correspondencias, pero son diferentes en significado y en significación, por lo tanto, no deberíamos pasar por alto el que ahora se quieran mezclar para que al final su reivindicación se diluya en el tiempo como ha sucedido con el asesinato del líder popular de los cuarenta.
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Crónicas y relatos
Lo mejor de mi pueblo Por Fernando Estrada
¿
Qué es lo mejor de Palmira? Sin duda su gente. Pero no toda. Quienes llegan a la ciudad pueden encontrar en el parque Bolívar a la negra Carmen, la vendedora de chontaduros. A la negra pueden escucharle narrativas de un cuarto de siglo sobre la ciudad. Su especialidad es la selección de pequeñas historias de vendedores ambulantes, prostitutas, ladrones e infidelidades. Aquello que denominan la microhistoria. Discrimina entre sus colegas de oficio, conoce las prostitutas prepago, aconseja honradez a los ladrones y guarda secretos de infidelidades de banqueros, secretarias, comerciantes, usureros, cambistas, chanceros y funcionarios de la alcaldía. Luego pida al cochero un paseo. Puede llevarle desde la calle 30 hasta el barrio Municipal, regresando de paso por el Bosque Municipal. José Saturnino se llama el mejor cochero de Palmira. Hasta que recuerdo, siempre conservaba tres caballos bien alimentados, fuertes, con mansedumbre heredada. La dirigencia que ha tenido la ciudad dejó morir la tradición de los cocheros. Melquiades, el mulato Ambrosio, don Misael y Jerónimo, cocheros con historias semejantes a las historias europeas del siglo XIX, murieron de pena moral cuando políticos mediocres se
confabularon con carteles del tránsito para sacarlos de circulación. El único que sobrevive es José Saturnino. Entre los colegios de la ciudad y el parque Bolívar puede encontrar a Harold Velasco. Jubilado del CIAT, desde entonces, Harold vende sus bolsas con papas, maduros, plátano y toda suerte de frituras que hacen las delicias de los muchachos durante sus ho-
ras del recreo. Este palmirano, de raíces antioqueñas, tiene los mejores atributos del alma generosa de mi pueblo. Su amplitud, su amabilidad, su generosidad no conoce límites. En términos prácticos, Velasco es capaz de alimentar a los niños que llegan sin desayunar. Los domingos se le encuentra en el Bosque Municipal, con esa sonrisa amplia, sus manos de campesino, abiertas, como las
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Crónicas y relatos
manos de los tenderos en las fondas antiguas del Valle del Cauca. Las vendedoras de La Abundancia o La Gitana, hasta hace poco las mejores panaderías de Palmira. Una historia de la ciudad debe incluir episodios del pandebono compartido con chocolate caliente, un delicioso jugo de guanábana o una gaseosa. Esas vendedoras embellecen la ciudad, alegran sus mañanas y hacen que las tardes sean menos dormilonas. Usted no se siente atendido, mejor, puede experimentar los deleites de rostros juveniles, frescos, amorosos, mientras prueba un postre o se come un paquete completo de las mantequillosas tostadas de La Gitana.
Sobre la calle 30 se encuentran Las Córdobas. Mauricio Cappelli ha escrito una crónica inolvidable sobre su impacto en la vida de la ciudad. Enseguida queda La Fonda del Pollo. Hace medio siglo, cuando nuestros padres recibían sus pagos semanales o de quincena, nos enviaban los sábados en la tarde a comprar el mejor pollo asado de la ciudad. Esto sucedió antes de la llegada de Kokorico o Pollos Alabama, negocios que le imprimieron un toque de sabor a la competencia. A La Fonda del Pollo llegábamos los adolescentes desde distintos barrios: San Pedro, Zamorano, Prado, Barrio Nuevo, Sesquicentenario, Obrero, Danubio, Loreto, Mirriñao o la Bene-
dicta; llegábamos en bicicleta o corriendo. Nos encontrábamos con Antonio, el lotero, o con las putas que merodeaban en busca de adolescentes incautos. Aquellas imágenes de los hornos encendidos, el carbón, la grasa destilada por las patas de pájaros grandes (como les llamaba mi hermano), una fragancia exuberante entre colorantes y sabores orientales, y los obreros de la Fonda con sus guantes de cuero y barras entre sus manos. Cada pollo salía despedido hacia una bandeja en donde, después de unos segundos, quedaba convertido en ocho partes apetitosas. Mientras tanto, Antonio, el lotero, había vendido la mitad de sus billetes. Antonio
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el lotero vestía impecable y siempre creímos que entrenaba a diario en un gimnasio, pues sus brazos y sus hombros tanto como su perfil, semejaba un Atlas sobre la acera de La Fonda del Pollo. Pocos recuerdan el café Continental sobre la calle 29, pero varias generaciones recuerdan el café Luz. Se disputaban los mejores jugadores de billar, ajedrez y parqués de toda la ciudad. Los cafés de Palmira siempre fueron y han sido cafés de pueblo. Como se encuentran en Ansermanuevo, Cajamarca o Bello, Antioquia. Los cafés de pueblo expresaban la cultura popular, en algunos casos más cerca de cantinas que de aquellos que describe Joseph Roth en Viena, Austria, a mediados del siglo XIX, o Balzac en París. Las meseras del café Continental, algunas, prestaban varios servicios como consejeras, amigas, alcahuetas o compañeras de la noche. Todo dependía del cliente y de sus necesidades. Comenzando la segunda mitad del siglo XX, Palmira se encontraba distante de las ciudades de América o Europa; aún detrás del desarrollo de ciudades pequeñas de Argentina o México. Un pueblo, pueblito. Los aires de milonga o melodías del arrabal llegaban siempre en las tardes en los bares de las galerías o los barrios. En San Pedro, Modesto, uno de los bohemios más inspirados, tenía un bar con los mejores archivos de tango
de los alrededores. En su vieja rocola, Modesto dejaba escuchar las canciones de Francisco Fiorentino, Nina Miranda, Alberto Morán, Carlos Gardel, Agustín Irusta, Enrique Maciel o Argentino Ledesma. El viejo cantinero tenía fama de conseguir los mejores tangos y las mejores putas del pueblo. Luego llegaba a la ciudad Comindustria. Se instala durante los años setenta ofreciendo, además del supermercado, su piso de la biblioteca y la sala de espectáculos (cine, teatro y conferencias); por falta de biblioteca municipal o Cinearte como lo ofrecían Imbanaco en Cali, o el Museo Rayo en Roldanillo, los lectores encontramos en la biblioteca de Comindustria el depósito de nuestros primeros sueños o pesadillas; desde las obras completas de Durrell hasta los magistrales cuentos de Kafka. O en la sala de exposiciones, réplicas de Dalí o Picasso y los motivos surrealistas de Buñuel. Todos los palmiranos le debemos a Federico Botero Ángel, no sólo haber convertido un sueño en una realidad, sino el haber hecho de la dura realidad un sueño: en la literatura, las artes escénicas y la biblioteca escolar, muchos adolescentes encontrábamos la contraparte al oscuro mundo de la pobreza y las necesidades del barrio. Gracias al alma bendita de Federico Botero Ángel. La mejor gente de Palmira no son ni sus dirigentes ni sus políticos, ni sus obispos. Han sido y seguirán siendo
personas comunes. La vendedora ambulante de chontaduros, el cochero, las empleadas de las panaderías, los auxiliares de las bibliotecas, las profesoras de teatro, los docentes de los colegios, María “la Tabaquera”, una mujer a quien viejos y jóvenes fumadores recordamos con especial cariño. Las nuevas generaciones de bohemios no conocieron a Federico Estrada, el panadero que regalaba cantidades de tostados y panes entre las familias pobres de los barrios de Palmira. Ambrosio Espitaleta, el andariego. Tuvo fama porque, según las malas lenguas, se robaba los libros de la biblioteca para venderlos en la plaza Caicedo de Cali. Pero este rostro oscuro de su fama, contrastaba con su talento anacoreta. Ambrosio recorría semana a semana los pueblos cercanos a Palmira, Candelaria, Pradera, Florida, Cerrito, Guacarí, Yumbo, Vijes o Jamundí. El andariego tomaba en préstamo de la biblioteca los cuentos de los Hermanos Grimm o Andersen, cada que llegaba a las plazas principales reunía a los niños y adolescentes, y comenzaba a contar. Para muchos niños Ambrosio era Homero, nuestro Homero. En los pueblos del Valle no se le conocía por su nombre, sino por el apodo: “Ambrosio el Griego”. De modo que su nombre compuesto significaba una obra maestra de los palmiranos: Ambrosio el Griego Andariego.
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A la memoria de Gaitán Por Teresa Consuelo Cardona G.
A
la una y cinco de la tarde del 9 de abril de 1948, sonaron dos disparos de un revólver 32 corto, marca Lechuza. La víctima cayó al piso y el victimario huyó, aunque no por mucho tiempo. Al caer, el líder liberal ya estaba muerto, pero sus acompañantes trataron de reanimarle y le trasladaron a una clínica donde el médico de
turno anunció que ya no había signos vitales en ese cuerpo, que tan solo segundos antes, contenía la mente más amplia y democrática de la política latinoamericana de la primera mitad del siglo XX. La vida de Jorge Eliécer Gaitán estuvo rodeada de acontecimientos mundiales que le ayudaron a formar sus criterios respecto de lo que de-
bería pasar en Colombia. Aunque no había Internet o, tal vez por ello mismo, pudo conocer ampliamente los fenómenos de determinación histórica que lo formaron. Dado que Gaitán creció con el siglo, tuvo noticias de las dos guerras mundiales que se desarrollaron en territorio europeo y también de las revoluciones que se desarrollaron en Asia, como la revolución socialista soviética y la china. La información sobre la revolución mexicana no le fue ajena, como tampoco el comienzo de las intervenciones norteamericanas en varios países de América Latina. De la misma manera pudo observar a través de periódicos y revistas la caída de la monarquía en España, la posterior Guerra Civil Española y la dictadura feroz de Francisco Franco. También estuvo al tanto del movimiento revolucionario de Resistencia Pacífica de Gandhi, en la India, que sacó del poder a los ingleses. Vivió la guerra de Colombia contra Perú y alcanzó a conocer el gobierno populista de Perón en Argentina. Hay que tener en cuenta que 10 años antes de su asesinato, el gobierno mexicano había puesto en marcha la expropiación y nacionalización de las empresas petroleras y los brasileños se habían levantado y derrocado a su dictador. En todos los casos, los movimientos populares liderados
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por caudillos habían dirigido exitosamente las acciones hasta lograr la defensa de las garantías sociales y la libertad humana, principalmente. Eso pudo entusiasmarle. Pero no cabe duda de que lo que moldeara a este bogotano, fueron sus ideas unidas al conocimiento. No se trataba de un orate exhalando sus disquisiciones reumáticas. Se trató de un hombre capaz de entender que son las libertades y principios la base de la vida democrática y que la igualdad de los ciudadanos no era de carácter retórico ante la ley,
sino de temperamento palpitante ante la vida. Colombia se agitaba ante sus ojos. Desde la pérdida de Panamá, en 1903, muchas cosas venían sucediendo y todas ellas demostraban que algo andaba muy mal, especialmente, cuando en 1914 fue asesinado Rafael Uribe Uribe, y las reformas políticas y constitucionales aplacaban todo intento de proliferación de nuevos partidos políticos, como el Socialista Revolucionario, que hizo su mejor intento con base de campesinos, peones, obreros y mineros, en 1919. A partir de
1920, en Colombia se abrieron paso los movimientos sindicales que aglutinaban obreros de la industria textil, agrícola y de transportes, y que terminaron con la masacre de las bananeras en 1929 y el auge inmediato de industrias norteamericanas instaladas en nuestro territorio, que se beneficiaban de amplias exenciones tributarias. Y también pudo ver que la resistencia política colombiana, afincada en el partido liberal, al que Gaitán pertenecía, dio sus frutos al ganar las elecciones en 1933 e instaurar el gobierno de López Pumarejo
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Especial
(1934–1938), recordado como la Revolución en Marcha y que puso fin a la hegemonía conservadora que ya se tambaleaba ante el gobierno liberal de Olaya Herrera. Tal vez cada uno de esos acontecimientos y la interpretación que Gaitán hizo de todos ellos juntos, le permitió comprender que la democracia no depende de un sistema económico como nos lo han hecho creer. Los líderes del mundo se han empeñado en confundir el sistema económico capitalista con el sistema político democrático y hacen amplias disertaciones sobre
la felicidad en torno al dinero y de las infinitas posibilidades que el dinero puede ofrecer. Como si no supiéramos que el dinero, que representa la exclusividad, se empeña en la exclusión. Y que cuando un político, aparentemente democrático, abre las puertas a la ferocidad extranjera, no lo hace para que invadamos otros mercados, sino para que nos devoren los invasores. Tal vez Gaitán lo vio venir y por ello su célebre discurso de 1936, en el que se le oyó decir: «Y entonces habrá democracia cuando la minoría que siempre ha mandado ten-
ga ideas cuyo contenido económico, ético, intelectual y social sea favorable a la gran mayoría. Y tendremos una negación de la democracia cuando los hombres que dicen representarla y que se sientan en el Senado de la República, a pesar de que han sido elegidos por la multitud, estén luchando y votando precisamente contra los anhelos de la multitud». Le preocupaba, entre otras muchas cosas, que tras la revolución que permitió el ingreso de la izquierda representada en su tiempo por el partido liberal, sus argumentos terminaran siendo un discurso elevado a las masas con el sólo ánimo de ser “anzuelo electoral”, en lugar de mantenerse firmes frente a amenazas como la condición inferior del proletariado, la inmoralidad administrativa, la sujeción del Estado a fuerzas extrañas y el estímulo al imperialismo. Trataba de sacudir a sus pares congresistas anunciando que no podían descansar cómodamente en los privilegios de nuevas castas políticas, cuando su lugar había sido ganado con honor y sacrificio de hombres y mujeres que ya no estaban sobre la tierra, pero que habían entregado su vida a la izquierda, en el entendido de que «la izquierda no es anarquía ni falta de autoridad. No se crea que esa izquierda nuestra es el triunfo de la turbamulta sin orientación, sin conocimientos, sin normas sobre la fisonomía estructural del Estado. Lejos de eso.
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Lo que nos diferencia de los elementos conservadores de cualquier partido político es que para la mentalidad conservadora el orden es un fin absoluto y para la mentalidad de izquierda ese orden no es más que un medio para realizar otro fin, que es el de la justicia». Cualquiera diría que con un mundo así a su alrededor, un hombre con ideas y carisma puede cambiar el orbe. Pero la tarea de cambiar nunca es fácil, aunque se tenga un hervidero de acontecimientos que saltan a la vista. No hay menos acontecimientos hoy. Por el contrario, los que vivimos la transición del milenio hemos asistido a la matanza permanente del pueblo palestino por parte de Israel, a la
invasión de Estados Unidos a Irak y Afganistán, al fomento de golpes de Estado en Centro América por parte de fuerzas extranjeras, al avasallamiento de tecnología y basura tecnológica por parte de los países ricos a los pobres, a la hambruna de África y de América latina, a la reglamentación de la banca internacional sobre la soberanía de los países, a la amenaza nuclear, al aumento del paramilitarismo, al desplazamiento forzado, al exterminio de grupos sociales y culturales, a la degradación de todos los conflictos, al saqueo a las riquezas naturales, a las prácticas inmundas de los soldados en tierras ajenas, a la persecución de productores de coca y al perdón de los consumidores, aunque sean alcaldes
de capitales del mundo. Hemos visto demasiado. No nos podemos quejar por ausencia de sucesos. Pero lo que no tenemos es una consciencia clara y democrática como la que se empeñó en transmitirnos Jorge Eliécer Gaitán hasta el día mismo de su muerte. De lo que carecemos es de la voluntad necesaria y suficiente para no tragar entero. Y por ello es muy posible, que cuando vuelvan a sonar otros disparos que atenten contra la humanización de nuestro país, contra su salida libertaria, contra su democracia, estaremos ocupados viendo “Yo me llamo” o “Colombia tiene talento”, mientras otras naciones, sin nuestro apoyo, resisten heroicamente a las invasiones.
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Espiral
Cadenas productivas perversas Por Ana Milena López de Vélez
P
erversas en lo fundamental. Y lo fundamental es la redistribución equitativa de los recursos, en la búsqueda de una prosperidad para todos. Dentro de una Cadena Productiva hay unos eslabones mucho más productivos que otros. Mucho menos riesgosos que otros. Con mucho menos trabajo incorporado que otros. Unos eslabones que en vez de utilizar el recurso suelo, semilla, agua, utilizan el recurso Capital ($). Y así cada uno tiene sus características. El acertijo es: ¿cómo hacemos para que al finalizar la operación del Agronegocio —donde la rentabilidad no separa los eslabones— la redistribución de los recursos obtenidos sea equitativa? Lógico, el eslabón más rentable y con cero riesgos no quiere ni saber de compartir rentabilidad con el eslabón menos rentable y con un riesgo que hace palidecer de envidia los deportes extremos. ¿Por qué razón el inversionista que mueve su dinero en Bolsa de commodities a futuros va a tener siquiera que pestañear ante una fugaz imagen de un productor de maíz luchando contra mil enemigos como “la mancha de asfalto”? Para vivir en sociedad sin matarnos a piedra, desde la prehistoria dejamos aflorar algo que traíamos dentro sin saber de dónde, que llamamos ética. Y desarrollamos unas normas de convivencia muy bien pensadas pero… que muchos no han tenido nunca la intención de cumplir desde ese tiempo. Es lo que conocemos ahora como “La Ley del Embudo”: ancho para mí y bien estrecho para usted. O lo que en la Cadena Productiva podría ser el eslabón donde se ubican los inversionistas de Capital, el sector financiero y los Rothschild y sus amigos. Para desarrollar y hacer cumplir las normas de convivencia, a las que llamamos leyes,
elegimos unos guardianes que llamamos Gobierno, más precisamente el poder ejecutivo. El mensaje inicial para nuestros gobernantes era muy claro: intervenir para lograr una redistribución equitativa de los recursos en la búsqueda de una prosperidad para todos. Bueno... pasaron cincuenta mil años y desde el primer día aquellos de la parte ancha del embudo se las ingeniaron para escribir una normatividad que les fuera propicia para tener cada día un espacio más amplio. Y llegamos a la situación contemporánea muy bien descrita por la sabiduría popular: “La Ley es para los de ruana”. Sin embargo, si no hay mal que dure cien años, pues no es sino que pongamos cuidado a lo que está sucediendo ahora que ya cumplimos cincuenta mil. Hablando de Cadenas Productivas, por ejemplo, la del maíz y los alimentos derivados, encontramos que en 1987 el rendimiento promedio nacional era de 2.5 toneladas por cada hectárea. Veinte años después y con un promedio nacional de 4.0 tn/ha, donde se destacan departamentos como Risaralda con 6.9 tn/ha y Valle del Cauca con 5.9 tn/ha, las nuevas 3.0 toneladas adicionales son para pagar el aumento de los costos y no para la prosperidad, faltando aún una tonelada para el punto de equilibrio. Endeudado, el productor debe pedir plata prestada, y no a los bancos privados, pues estos consideran la agricultura una actividad de altísimo riesgo; la cosecha o la vende a pérdida o la almacena esperando un mejor precio, pero corriendo con los costos de la financiación. Todos lo felicitan anticipando el tamaño del mordisco que les tocará: entre más produzca mejor. Así es como se llega a una Cadena Productiva Perversa. Sin embargo, ya hay alternativa, y en este proceso de desarrollo sostenible estamos explorando una nueva forma: el Agronegocio. Los holandeses van avanzando con lácteos en Ecuador, donde sencillos productores reciben
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dividendos de eslabones prósperos. El Agronegocio debe permitir a todos los miembros de la Cadena Productiva tener acceso a una rentabilidad ponderada, donde cada eslabón pueda encontrar con veracidad los costos de su actividad y ajustarlos hasta ser competitivos. En el caso de la producción agropecuaria, la cantidad de costos ocultos por tonelada producida son abrumadores. “Ssshhh... dejad que sigan ocultos…”. En el camino de la prosperidad para todos, el eslabón de Transformación de materias primas y su valor agregado debe respaldar con su rentabilidad otros de alto riesgo. El eslabón Financiero ha de irrigar su rentabilidad en toda la cadena. El eslabón de los Comercializadores lo mismo. Y el riesgo del productor agropecuario ha de repartirse en todos los eslabones de la Cadena. Eso es un Agronegocio en búsqueda de la prosperidad para todos. Acaban de reunirse cuatrocientos caficultores en Pitalito, Huila, con el señor Presidente. Hablaron de tecnología para adaptarse al cambio climático, de formalización de tenencia de
tierras y de un nuevo aporte de veintidós mil millones de pesos para asistencia técnica en el 2012. Muy importante. Y se sentaron a manteles con quince funcionarios de su organización gremial, la Federación Nacional de Cafeteros, creada en 1960 para desarrollar el Agronegócio del Café. ¿Cómo desconocer que en una maniobra a cuatro manos en el año 2002 esa misma Federación, comprando el 99% de la recién aparecida comercializadora APROCAFE, consiguió expropiar a los caficultores el eslabón que contiene la marca Juan Valdés para comercializar desde bebidas parecidas a la Coca–Cola hasta camisetas y cremas de belleza? ¡Colombia ha sido el primer país de Latinoamérica en bajar a un gremio de un hermoso Agronegocio del Café! Definitivamente, hacemos historia. Afortunadamente, llevamos cincuenta mil años aprendiendo. Ellos y nosotros. Esto está de coger asiento en primera fila para ver cuándo y cómo se equilibran las fuerzas hasta que la prosperidad llegue a todos.
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¿Quién le teme a una flor del campo? Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
¿
Ha sentido usted alguna vez que su cola tiembla, que el pecho se le congela y se le reseca la garganta? ¿Que ha tratado de hablar y apenas acierta salir como un ladrido de perro herido de su boca? Tal vez se hallaba en el otro lado de un oscuro callejón en medio de voces no muy amigas. O, tal vez, ocurrió en una pesadilla después de una cena que le produjo indigestión. El temor es un sentimiento innato de la fémina y el varón. No es propio de mujeres y también se sabe que muy hombres han padecido del miedo, por amenazas, deudas y venganzas. El temor sabe a hiel, a ruda, a vómito y se ve en la piel como un brote de viruela o un reguero de blanco arroz. Tiene un color entre amarillento y violáceo pálido, como el que adquiere el cadá-
ver entre las sábanas después de determinado tiempo. Y tiene un olor que lo siente el perro cuando se acerca al tímido y los asesinos cuando ponen el cañón sobre la sien. Pero… ¿quién le teme a una flor? ¿Cómo podría una flor asustar a alguien? Ni al león ni al cachorro de tacita de té ni al recién nacido en la cuna del andén. La flor nació para ser tierna, para alegrar la Naturaleza, para dar color al alba en primavera. Resplandece en los polos, se yergue como una señorita educada con las monjas y abre sus pétalos con la naturalidad del agua que corre por entre las piedras. Ni las dalias de terciopelo ni la orquídea que parece vivir siempre en palacios con sus orejas adornadas de zarcillos, ni las aves del paraíso con su apariencia de exotismo pueden infundir un tris de temor. Tal vez la bromelia puede producir temor de que va a morir tan pronto nace, como que tiene fama de ser flor de un día. Ese temor suena a compasión y despierta lástima por su suerte tan efímera. ¿Y… la flor del campo? ¿Ustedes han ido a oler la tierra donde nacen los ríos, que no ha sido hollada su placenta de donde brota la humedad y el musgo? ¿Ha estado cerca de la madre del manantial, de la laguna donde se ve nadar a los lotos como garzas o patos perpetuos? ¿Acaso no han
visto los cactus con sus flores heladas, los frailejones con su corona de frío? ¿No les ha provocado cubrirlas con un manto, alejarlas de la mirada de los mineros y protegerlas del hombre depravado? Son como niñas vírgenes con su túnica de terciopelo gris. Si han tenido el placer de haber dormido en el silencio de la campiña, recorrido las veredas surcadas por eras con siembras de papa, fríjol, habas, yuca y han paseado por caminos con sombra de naranjos, guayabos, mortiños pueden saber que de entre las hierbas se asoman muchas flores que agitan sus corolas. No. Nadie le teme a una flor del campo. Son sencillas en medio de su elegancia. Unas son violetas, lilas, amarillas. Unas son pequeñas, diminutas, casi hay que agacharse para verlas y tomarles una foto. No sacan la cara por entre el pasto y hacen poses ni dicen chiiis. Pero sí sonríen todo el tiempo. Otras son rojas, negras y verdes como los anturios, unas brindan su aroma como la azalea, la rosa y el lirio. Ninguna mujer olió jamás igual a una flor. ¿Quién no hubiera querido amanecer en su lecho con una flor que abre sus pétalos y deja salir de su interior el perfume de sándalo o de jazmín? Temor a que no fuera una flor, sino un sueño o engaño o no amanecer con el olor de la mujer amada.