Palmiguía. Edición Especial. Julio de 2012

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palmi

guía Palmira, sus desafíos, su opinión.

Palmira, Valle del Cauca, Colombia. Edición especial. Julio de 2012. Número 09. ISSN 2248-7123

Imperio Vallecaucano

En nuestra comarca, hombres y mujeres empezaron a consolidar poderes absolutos, totalitarios y autocráticos, que con prácticas permanentes borraron lenta pero continuamente el rol de los poderes públicos, subordinándolos al ejecutivo.

La censura invisible La denuncia contra una organización criminal puede tener costos absolutos para los analistas y costos morales y económicos para toda la sociedad.


La censura y la autocensura son medios usados por las organizaciones criminales. Con estos medios compran el silencio de quienes tienen diariamente notable influencia en la sociedad; pero, al hacerlo, condenan a la misma sociedad al seĂąorĂ­o del narcotrĂĄfico y los tentĂĄculos renovados de quienes son los verdaderos enemigos de toda la sociedad. Fernando Estrada


CONTENIDO

Imperio Vallecaucano La historia del Valle del Cauca se parece a la de los pequeños pueblos arrasados por los grandes reinos en la Antigüedad. Entre más riquezas reales tuviera una población, más expuesta estaba a ser merodeada, saqueada y despojada hasta el límite.

Pág. 10

▪▪ La magia del gesto humano. Pág. 3 ▪▪ Voluntad delictiva. Pág. 4 ▪▪ La censura invisible. Pág. 6 ▪▪ La audacia de Gustavo Petro versus la tortura taurina. Pág. 8 ▪▪ Significado de la palabra sexo. Pág. 12 ▪▪ En el reino de prospería. Pág. 13 ▪▪ El sicario. Pág. 14 ▪▪ Palmirana, cómo te quiero. Pág. 16 ▪▪ “Vivir no es necesario, navegar sí”. Pág. 18

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Caricaturas

Super arma Por Cotudo

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Bulevar de los días

La magia del gesto humano Por Leopoldo de Quevedo y Monroy

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a imagen, el movimiento son poderosos imanes que empujan con su atracción a los ojos más castos y recatados. El hombre primitivo —y la mujer, por supuesto— tardó siglos en articular sonidos y signos escritos. Todo lo hacía por señas. Desde el piso de su cueva, para cualquier necesidad o peligro no tuvo otro medio para poder expresar sus deseos. Tal vez ni se le ocurrió imitar al chimpancé, a la oropéndola o al loro. Mucho menos a la ballena en sus escarceos de celo en la época de apareamiento. Sin embargo, creo yo basado en lo que hoy conocemos de la vida de perros, micos, aves canoras, felinos y lobos, que por nuestra sangre corren neuronas que nos invitan a seguir su ejemplo. Sin querer unas veces nos parecemos en los “gestos” que ejecutan los gatos cuando esconden sus fechorías, a los perros cuando escondemos la cola y corremos acobardados o reímos de medio lado cuando nos cogen en mentiras. O nos parecemos a las cacatúas cuando gritamos desaforados en una pelea o cuando adornamos con exceso la cama somos parientes de la exagerada oropéndola. Aunque el lenguaje humano ha progresado con el paso de sus experiencias y el avance de la tecnología, su comunicación básica y animalesca todavía hoy es abundante. No basta la palabra hablada y decente, no basta el iPad, el iPhone, el símbolo escrito, los grafitis en las ciudades, la radio, el cine, la TV. No. No nos bastan los vestuarios, los efectos radiales y cinematográficos. Añadirle más arandelas a los primigenios gestos con los cuales nació el hombre es inútil. Sus genes se los seguirán insinuando y no se

escapará un levantar la mano para detener un bus o un taxi, gritar para pedir auxilio, encoger el cuerpo para expresar dolor y rascarse la cabeza en caso de una duda o palmotearse la frente por una sorpresa grata. En la Eurocopa que nos tiene prendidos del televisor ahora, hemos visto a los entrenadores que hablan ruso o croata, inglés, francés, esloveno, alemán, magiar ordenar a sus jugadores por medio de unos gestos que no tienen idioma. Todos, jugadores, árbitros, quienes estaban en las tribunas y los televidentes entendíamos a la perfección los ademanes y actitudes de los entrenadores al pie de la raya blanca. Alzaban sus brazos, se sentaban nerviosos, se levantaban del banco, tomaban agua, señalaban un lugar de la cancha, se tomaban la cabeza con ambas manos, gritaban con la lengua afuera, manoteaban ante el cuarto árbitro y los jugadores al final corrían sonrientes y agitaban la camiseta como una veleta bandera o lloraban sentados o arrodillados en la grama. Todo un espectáculo de teatro mudo. Bien podíamos apagar el sonido del televisor y disfrutar de las escenas. Lo mismo que hicieron muchas veces el gran mimo Marcel Marceau y Charles Chaplin. El hombre sabe la fuerza, el dramatismo, la dulzura o la violencia que puede mostrarse con un gesto y a veces saca a relucir su empleo. Para burlarse y mofarse de algo una torcedura de la boca lo consigue, para ofender a alguien con una señal de dedos, para cortejar de lejos a una muchacha un beso soplado la hace sentir a gusto, para demostrar ternura con solo rozar la mano por la cabeza basta, una sonrisa es capaz de dominar a una fiera y una lágrima que asoma en los ojos del hijo conmueve hasta al tirano.

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Baukará

Voluntad delictiva Por Teresa Consuelo Cardona G.

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l informe de la visita fiscal 004 de 2012, realizado por la Contraloría de Palmira, es, cuando menos, escandaloso. Once hallazgos evidencian una negligencia tal de un funcionario público, que podría interpretarse, sin mucho esfuerzo, como dolo. Sólo como un acto de mala fe, podría describirse lo que sucedió con el contrato MP-281-2009. El dolo es la voluntad deliberada y consciente, no coaccionada, de cometer un delito. Es la decisión de ignorar el hecho sabido de que con una acción se comete un ilícito. Si bien el desconocimiento de la ley no sirve de excusa, es un agravante que conociéndola, se le ignore. Y debería ser más reprochado por la sociedad y castigado por la justicia, alguien que demuestre que está tan convencido de que cometerá un delito, que busca un abogado para que lo defienda de las consecuencias de sus actos ilícitos. El dolo es culpabilidad pura. Es premeditación. Es intención manifiesta de contradecir la ley. Es voluntad criminal. El asunto es más que nada ético. Cómo un humano es capaz de hacer algo sabiendo que está tan mal hecho, que busca anticipadamente a los resultados de sus acciones, alguien que lo justifique. Y cómo ese humano, una vez aparentemente justificada su mala acción, decide

cometer otra acción dolosa, sólo porque no le cuestionaron públicamente la primera. ¿De qué hay que estar hecho? El caso, ampliamente difundido por este periódico, se refiere a que durante su gestión el exalcalde Arboleda firmó un contrato con el supuesto propósito de blindar al Municipio de las demandas que sobrevendrían tras la aplicación de su reforma administrativa. La pregunta obvia es ¿no era más correcto evitar esas demandas? El exalcalde Arboleda sabía que lo que estaba haciendo, al despedir a los empleados para hacer su histórica reforma administrativa, estaba mal hecho y, en lugar de corregir el error o evitarlo, contrató, con plata ajena, a un abogado que librara al Municipio de pagar por sus errores. Le puso un precio a la defensa imposible, y luego lo incrementó en un 358%, como si ello cambiara el origen del error que era su propia voluntad de cometerlo. Y no se molestó en verificar la efectividad del blindaje, sino en aplazar la sanción, que finalmente llegó. Demasiado descaro, si se tiene en cuenta que la ley es específica, como lo anuncia la Contraloría, en que ese tipo de contratos sólo pueden ser incrementados en máximo un 50%. ¿No lo sabía el alcalde, que es abogado? Y que por su condición de servidor público debería proteger los dineros de los palmiranos. Y, ¿no lo sabía su jefe de blindaje jurídico? Se supone que el principal ingrediente de la administración pública es El exalcalde Arboleda sabía que lo que estaba la legalidad que alihaciendo, al despedir a los empleados para menta la eficiencia y hacer su histórica reforma administrativa, la eficacia del goberestaba mal hecho y, en lugar de corregir el nante. Ninguno de los error o evitarlo, contrató, con plata ajena, que intervino hizo a un abogado que librara al Municipio de un alto en el camino pagar por sus errores. para revisar la dirección que le estaban PALMIGUÍA • EDICIÓN ESPECIAL • JULIO • 4


dando a su voluntad y libertad. Simplemente actuaron creyendo que podían engañar a toda la población y a los entes de control. Su desvergüenza demuestra su tendencia. Y demuestra también que creyeron consolidar poderes inmortales, inextinguibles, protegidos por la fuerza invencible de la aplanadora electoral. Se convencieron de que eran poderosos e inexpugnables. Se embriagaron entre adulaciones y complicidades. Pero es bien sabido que el poder nubla los sentidos, especialmente el sentido común. La Reforma Administrativa de Arboleda le ha costado mucho dinero a los palmiranos, tanto en su implementación como en sus consecuencias. La Procuraduría para la Vigilancia Administrativa suspendió e inhabilitó por 10 años a Arboleda Márquez por el despido a finales de 2008 de más de 30 funcionarios de la administración anterior que tenían fuero sindical. Era una decisión previsible, que, sin embargo, no castiga todos los delitos derivados de

su praxis política y ética. Todavía quedan cuentas pendientes por la reforma administrativa. Y muchas por otras acciones y omisiones en las que ha sido necesaria la complicidad de muchos palmiranos, que esperan silenciosos los informes de la Contraloría. Todavía falta mucho por visibilizar y castigar en varios ejes de esa voluntad delictiva. Ya han surtido su efecto las sentencias reconociendo los derechos de más de 250 funcionarios despedidos ilegalmente al estar en carrera administrativa, a los cuales han tenido que reintegrar a la nómina del municipio. Sentencias reconociendo los derechos de reten social de más de 25 funcionarios. Tutelas ordenando el reintegro de madres cabeza de familia. Ahora se conoce este contrato por más de dos mil millones de pesos que se perdieron, porque se contrató lo imposible: tapar el sol con un dedo. O, como dicen popularmente, tapar lo que no pudo el gato.

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La antorcha

La censura invisible Por Fernando Estrada

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l crimen es una venganza brutal, pero antes de asesinar a sus enemigos públicos, los narcotraficantes utilizan recursos del bajo mundo como la amenaza, la extorsión y el soborno. Los mafiosos amenazan “con o sin” armas de fuego, extorsionan dentro de convenciones “legales” de la sociedad y sobornan entregando dinero o tierras entre testaferros dispuestos a lamer sus manos. La censura es un mecanismo articulado a estas modalidades criminales, pero tiene características propias. La censura se manifiesta imponiendo silencio. El analista debe callar acciones y hechos ilegales: narcotráfico, paramilitarismo, juegos de azar, fraude electoral, lavado de activos (en sectores claves como bolsas de valores, inmobiliarias, concesionarias, etcétera); la censura usada por el mafioso opera sobornando a funcionarios del local: autoridades, fuerza pública, políticos, notarios y registradores. Con dinero efectivo o mediante su vinculación a la cadena del narcotráfico, alcaldes, concejales, comandantes y otros; cada uno va cerrando su boca frente al señor que domina la región y/o la ciudad. Sin embargo, mientras la amenaza contiene expresiones agresivas de comunicación, la censura opera amablemente. Narcos y paramilitares lograron después de los años ochenta explorar ventajas considerables manipulando los medios de opinión, sobre todo en municipios y ciudades pequeñas e intermedias. Bien pagando pautas publicitarias del medio a través de empresas fachadas o usando la intermediación de alcaldes, notarios y organismos del Estado. ¡Pagamos para que nos dejen trabajar! Muchas emisoras locales, propietarios emergentes de periódicos y locutores apostaron manteniendo estas alianzas hasta el presente.

La censura utiliza el soborno. Los mafiosos consiguen el silencio cómplice del periodismo, ninguno se atreve a denunciar los lavados de activos en tierras, el fraude electoral o grandes inversiones en cadenas de la economía local: pescados, avicultura, porcicultura. Las plazas de mercado están plagadas de negocios del narcomenudeo y préstamos cuentagotas. Muchos comerciantes honrados venden barato o escapan desplazados hacia otras ciudades. Nadie denuncia. Con excepción de medios independientes cuando logran desentrañar a estos personajes, como es el caso del periódico El Espectador, Semana o Noticias Uno. Del mismo modo que el narcotráfico logró establecer una clase política que representara sus intereses, los paramilitares condicionaron los medios de opinión para que ocultaran las masacres y el rostro siniestro de sus autores principales. O bien los medios de mayor influencia los entrevistaron como héroes de la patria: Carlos Castaño, Mancuso y otros. Ahora algunos medios en municipios y ciudades pequeñas renuevan sus coaliciones con estas organizaciones al servicio del crimen dentro de una cadena de favores mutuos. La censura de analistas independientes en pequeños municipios es escandalosa, tanto que las mafias usan las alcaldías para pagar con nominas paralelas a los periodistas. Cuando la organización criminal es denunciada estructuralmente, es decir, cuando se descubren sus agentes principales, la censura adquiere poderes de alcance siniestro. Entonces los mafiosos sobornan directamente a periodistas ampliamente reconocidos, o bien a políticos que por su pasado sostuvieron negocios ilegales con el narcotráfico. Dentro de los medios estos gamberros denuncian a sus propios colegas, otros analistas. Cumplen para las organizaciones criminales el mismo oficio de Judas. El oráculo de la región se encarga del trabajo sucio de enlodar, calumniar e infamar

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con nombre propio. La finalidad de la censura es exponer públicamente al enemigo (analista, opositor o crítico); desde las novelas de Arthur Koetsler, Aleksandr Solzhenitsyn, los enemigos de la organización (Estado o mafia) deben ser ofendidos en público. Un ejército de periodistas de oficio o asistentes busca y rebusca en el pasado del analista. Se trata de conseguir cualquier información que contribuya a esparcir el rumor calumnioso. Y las mentiras a medias se añaden a otras mentiras dentro de una persecución que utiliza medios del mundo del hampa. En La broma, esa extraordinaria novela del escritor checoslovaco Milan Kundera, las calumnias adquieren tanta fuerza que se hacen realidad. El analista, escritor o crítico es mostrado como enemigo del pueblo, del régimen, del sistema y de la misma humanidad. La otra cara de la censura es la autocensura. En Palmira, por ejemplo, los pocos analistas o periodistas honrados deben mirar hacia otra parte. O bajar de tal manera sus perfiles que

terminan describiendo los salones de cine en planetas como Marte o Neptuno. La autocensura les hace tragar sus lenguas por físico miedo. En casos más vergonzosos, la autocensura lleva a los locutores a aplaudir inversiones y contratos de mafiosos reconocidos en la ciudad. El efecto acumulado de todo esto se traduce en un lamentable estado de silencio generalizado. Los mejores hombres muerden sus lenguas. Estos locutores se quedan callados cuando saben quienes son los personajes que manejan préstamos cuentagotas en las plazas de mercado, los casinos y moteles de mala muerte. Prefieren callar para salvar sus vidas. La censura y la autocensura son medios usados por las organizaciones criminales. Con estos medios compran el silencio de quienes tienen diariamente notable influencia en la sociedad; pero, al hacerlo, condenan a la misma sociedad al señorío del narcotráfico y los tentáculos renovados de quienes son los verdaderos enemigos de toda la sociedad.

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Columnista invitado

La audacia de Gustavo Petro versus la tortura taurina Por Arvey Lozano S.

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egún el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, el término tauromaquia proviene del idioma griego Ταûρος, taûros “toro”, y μαΧμαι, máchomai “luchar”, hace referencia al “arte” de lidiar toros, realizado tanto por las personas que ejecutan su tarea a pie como los que lo hacen montados en un caballo. Se trata de una bárbara tradición milenaria, en la cual los hombres mostraban su valentía enfrentándose a fieras, en ese caso toros bravos. Ya en la Época Romana, los coliseos eran utilizados para “echar”, literalmente, a los cristianos para que se enfrentaran a todo tipo de fieras como leones, tigres y toros. Era obvio que los cristianos llevaban la peor parte y eran “teloneros” de los famosos encuentros de gladiadores. Era el famoso circo romano de la época, en el cual los ciudadanos (civitas) encontraban una especie de macabra diversión a partir de la muerte de sus semejantes y de los animales. Esa tradición (o manía) se irrigaría por toda Europa y, por ende, a España, país que conquistaría (invadiría) a América, trayendo con su cultura, también muchos de sus vicios. De ese modo, llegó a Colombia y a varios países latinoamericanos una costumbre que permitía a las personas sublimar sus deseos de violencia a través de la representación de la lucha, siempre desigual, entre un toro y el torero. No sobra indicar que, además de las oprobiosas vejaciones a las que son sometidos los toros de lidia antes de salir a enfrentarse al torero, como que son mantenidos en un cuarto oscuro, sus pezuñas son introducidas en disolventes químicos, se les aplican drogas, se les mantiene en ayuno, entre otras cosas; también al toro durante la lidia se le “colocan banderillas”, las

cuales son varillas de acero de punta de 15 centímetros que perforan su lomo y le restan fuerza para que represente menos peligro para el torero. Para agregarle más sufrimiento, un torero a caballo (rejoneador) introduce una lanza (rejón), que parece más bien un arpón, pues tiene una punta en forma de gancho, con la cual se desgarran los músculos del toro para hacerlo más débil. Después, el torero es “valiente” y trata de finalizar su faena clavando una espada que atraviesa la espalda del toro y rompe su aorta o su corazón y, por si todo eso falla, le clavan una “puntilla” (daga) en sus vértebras cervicales. Es una muerte lenta y aberrante y, ante todo, una crueldad contra el toro. En Portugal se desarrollan unas corridas de toros, en las cuales está prohibido el rejón y la muerte del toro, no obstante, se clavan banderillas en los animales. En los momentos previos a la corrida, se les realizan los mismos vejámenes que en España y, una vez lidiado, las banderillas les son quitadas a los animales aún vivos, algo que es doloroso para ellos, pues también son como anzuelos y desgarran su carne al ser retiradas. Después de este breve resumen de lo que alguna gente denomina “fiesta brava”, es importante reconocer que la medida adoptada por Gustavo Petro en Bogotá es audaz y pretende devolver un poco de humanidad a un pueblo colombiano que siempre ha vivido entre la violencia y el circo romano que representan las corridas de toros. Alejándose de los elementos jurídicos que se pueden desprender de la decisión tomada por el alcalde de los bogotanos, se trata de crear una cultura ciudadana antitaurina. De hecho, esto generará muchas reacciones de quienes viven del negocio como los toreros, los ganaderos y empresarios que camuflan el lucrativo negocio de la tortura con el nombre de “Fundación Taurina”, para pagar menos im-

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puestos. De algunos ganaderos de lidia, la historia ha demostrado que sus negocios han sido fachadas para otro tipo de actividades non sanctas. A estos mercaderes de la muerte y la tortura animal, el gobernante les dio un golpe de mano y, como quien dice, al que no quiere sopa se le dan dos platos, pues todo parece indicar que a finales de este año y comienzos del otro, no habrá corridas en Bogotá, ni siquiera dejando el toro vivo. Lástima que la intrepidez de Petro dure únicamente sus cuatro años de mandato, seguramente si triunfa otro candidato, regresará la barbarie. En ese tiempo habrá de esperarse que se construya una cultura ciudadana menos violenta y más humana. Mientras tanto, es plausible la medida tomada que debería ser adoptada por muchos de los mandatarios colombianos como un ejemplo digno de imitar.

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Especial

Imperio Vallecaucano Por Teresa Consuelo Cardona G.

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a historia del Valle del Cauca se parece a la de los pequeños pueblos arrasados por los grandes reinos en la Antigüedad. Entre más riquezas reales tuviera una población, más expuesta estaba a ser merodeada, saqueada y despojada hasta el límite. Sus líderes eran asesinados y los adalides potenciales eran cooptados en medio de tragedias sociales impensables. Una mezcla de la necesidad de supervivencia con la inmoralidad e indecencia de quienes quedaban en el pueblo, dejaba a la localidad postrada en una demoledora miseria que iba mucho más allá de lo económico. Tras las invasiones que se producían sobre sus antiguos territorios, todos los elementos generadores de riqueza se quedaban congelados en el tiempo. La vocación de sus tierras cambiaba, la economía se subordinaba a los nuevos amos, la sociedad se desbarataba, el arraigo se descomponía y su cultura se iba modificando mediada por la desesperanza y la desconfianza. En medio de esa perturbadora situación, nuevas castas hacían su debut, con la certeza absoluta de su escasa permanencia en el poder y de que su fortaleza podía estar basada únicamente en la superioridad económica, sin que los antecedentes o procedencia de sus

riquezas fueran importantes. A su vez, sus tesoros les permitían poderío militar y control político para favorecerse y alargar un poco la duración de su ejercicio totalitario y reforzar sus riquezas y señorío militar. El círculo se cerraba, pero no por mucho tiempo. Con técnicas cada vez más violentas y continuas, aparecían los nuevos poderosos, que arrancaban brutalmente a sus antecesores de sus lugares. Entre los Siglos I y IV, el glorioso y grandioso Imperio Romano decayó hasta su extinción. Fueron múltiples las razones que lo hicieron fracasar. Todos sabemos que su crisis era inevitable debido a las malas administraciones e ingobernabilidad reinantes. Los cónsules, algo así como la rama ejecutiva del poder y el Senado, algo así como la rama legislativa, habían sido remplazados por el emperador, a partir del año 27 a.C. Los primeros emperadores se sentaron en su trono por décadas, pero a medida que pasaba el tiempo, tenían historias fugaces. En la decadencia del Imperio, cada gobernante apenas si duraba unos meses, cada uno derrocado por el siguiente. En ese mismo tiempo, los pueblos seminómadas crecieron cada día y se fortalecieron mientras invadieron cada espacio en el que los romanos

cedían. Y no es que los romanos fueran buenos y su bondad e indulgencia los hubiera empujado hacia atrás ante su arremetida. Fue que los romanos perdieron su poderío al avanzar tras el sueño imperial autocrático que contradijo a la República con sus poderes repartidos y equilibrados en contrapesos. Frente a ese panorama, hordas de humanos, otrora desplazados, abusados y víctimas de la impunidad de la que gozaba el Imperio, retomaron algunos de sus antiguos territorios e invadieron nuevos. Lo hicieron porque entendieron que depredar y arrasar era aceptable y aceptado. Lo aprendieron, muy seguramente, de la expansión del Imperio Romano y gracias a la visible anarquía e innumerables guerras civiles que se vivían. A esos grupos humanos los romanos los denominaban bárbaros, una designación despectiva que se les daba a quienes habitaban fuera de las fronteras imperiales. Fueron más de cuatro siglos los que les tomó a los bárbaros aprender de sus maestros, los odiados romanos, lo necesario para enfrentarlos y derrotarlos. Las batallas fueron cruentas, continuas y sanguinarias y condujeron al continente europeo hacia la temida Edad Media. Como quien dice, salió peor el reme-

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dio que la enfermedad. Nada más parecido a la historia reciente del Valle del Cauca. La grandeza regional se fue derrumbando tras la caída de sus ilustres gobernantes, que pese a su brillo, tampoco eran santos. Eran hombres, como los emperadores. Hombres que fueron cediendo su territorio, lentamente, ante las invasiones bárbaras de los gamonales inmorales, los narcotraficantes, los paramilitares, los narcoparamilitares y todas las demás combinaciones gestadas en los últimos tiempos. En nuestra comarca, hombres y mujeres empezaron a consolidar poderes absolutos, totalitarios y autocráticos, que con prácticas permanentes borraron lenta pero continuamente el rol de los poderes

públicos, subordinándolos al ejecutivo. Su decadencia no se hizo esperar, como tampoco las hordas que han ido tomando su lugar. Personas que con astucia saben sacar provecho para sí de una situación. Egoístas siniestros con ambiciones desmedidas, dedicados a la opulencia mediante la legalización de sus inmensas fortunas con dudosos orígenes. Promueven negocios que cumplen con la ley (hecha por ellos o sus amigos), aunque sean a todas luces inmorales. Se lucran de gangas como la salud que, aunque les está arrancando la vida a los usuarios que lo financian y lo justifican, les provee a los dirigentes la construcción de un puesto de salud que les genere dividendos, contratos o

burocracia. O como el de los biocombustibles que, aunque desplaza la seguridad alimentaria, goza de la protección del Estado, aunque cause un irreparable daño ambiental. La mayoría de quienes vienen dirigiendo el Departamento son personas que han dedicado sus vidas a ignorar los derechos de los demás y apropiarse de los espacios públicos en función de intereses particulares. Duran poco en el poder, pero el daño que hacen es irreparable y aunque son remplazados rápidamente, cada vez el perfil de quienes llegan al poder es más inmoral, torpe, atrevido, incorregible, licencioso, corrompido, viciado, embaucador, deshonesto y laxo. Emperadores de pacotilla deciden por nosotros.

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Lecturas

Significado de la palabra sexo Etimología de una separación Por Lord Aelfwine

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s extraño como algunas palabras se adaptan a nuevos conceptos, a nuevas formas de interpretar la realidad y las emociones. Cabe sospechar que este mecanismo de adaptación corresponde sólo a términos maleables, morfológicamente inestables; sin embargo, las metamorfosis de la lengua alcanzan a todas las palabras, aún aquellas que definen actividades que no han cambiado casi nada. Ni siquiera el sexo está libre de alteraciones. La etimología de la palabra sexo es, quizás, una de las más antiguas. Su pasado se re-

monta al protoindoeuropeo, e incluso más allá, en los inapelables balbuceos de las primeras tribus organizadas del Indostán. No obstante, si bien el sexo ha cambiado, es decir, sus formas y convenciones no son las mismas, el acto se conserva prácticamente inalterable, y sería reconocido por cualquiera de aquellos remotos polígrafos del pasado. ¿Por qué entonces si el sexo sigue siendo el mismo, o parecido, la palabra que lo define ha cambiado tanto? Es lógico asociar la palabra sexo a la unión de los cuerpos. Si hay algo difícil de imaginar, diría un filósofo anacrónico, es pensar en el sexo como una desunión, un desapego, una separación. Sin embargo, la palabra sexo significa exactamente eso. Sexo proviene del latín sexus, y éste de sectus, consignado por primera vez por Cicerón en su obra De Inventione. Literalmente significa “separado, cortado”, algo insólito si tenemos en cuenta su uso posterior. De hecho, sectus deriva del verbo sectare, “separar, cortar, dividir”. Pero es fuera del latín y sus aplicaciones formidables donde la palabra sexo, a medida que retrocedemos en el tiempo, adquiere formas más y más extrañas. El protoindoeuropeo sek, “cortar”, no difiere demasiado. Menos aún el inglés antiguo scythe; “seccionar”, de donde proviene la palabra saec, y, posteriormente, sword, “espada”; evolución que hace difícil imaginar las proposiciones lascivas de los antiguos anglos, cuyos receptores no sabrían diferenciar entre un lance amoroso y una invitación a la guerra. Resulta desconcertante que el momento de mayor unión física entre dos personas se defina mediante una separación. Sin embargo, el término sigue allí, por el momento, sin intenciones de revelar su irónica intrínseca.

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Bulevar de los días

En el reino de prospería Por Leopoldo de Quevedo y Monroy

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(…) Reposa no te gastes no muestres al muerto un amor muerto no! Ya no lo puedes asustar.

ubo una vez un fruto de los árboles y pesrey en un pedazo caban en lagos y quebrade tierra lleno de das con anzuelo y a veces riquezas. Vivía en medio podían llegar a la ciudad a de ríos con peces azules mendigar en las esquinas. (Berenice Pineda: No) y piedras verdes y amaLos enanitos se morillas, montes por donde vían como abejas, cargancorrían leopardos, guatines y venados en enor- do la tristeza en sus espaldas. De tiempo en mes selvas, había páramos con flores de tercio- tiempo, cuando el rey y sus ministros llegaban pelo cano y picos con sombrero de hielo, a lo hasta el pie de sus covachas, les lanzaba al aire lejos los montes escondían oro en sus entrañas unos cohetes pirotécnicos que los mantuvieran y platino, petróleo, uranio, carbón, níquel y es- con la boca abierta y distraídos y que saltaran meraldas. de esperanza sobre el polvo y la pobreza. Al rey lo rodeaban miles de sirvientes que El rey no tenía barba ni corona pero era el alimentaba con banquetes diarios de billetes, sucesor de unas dinastías y caudillos y reparembajadas, regalías, carros lujosos y puestos en tía entre sus delfines la prosperidad y a ellos les agencias y notarías. decía con gracia que eran los depositarios perLo defendían varios contingentes de po- petuos de la democracia. licía, ejércitos con uniformes nuevos, tanques, La tierra era rica, como queda dicho, y ak47s, helicópteros, cazas con truenos y tuca- producía regalías que se repartían entre sus nos supersilenciosos. El cuidado del rey por amigos y los vecinos y de lejanos reinos que vemantener este dominio tan eficiente consistía nían a invertir. en tener a raya a unos cuantos enanitos que Después de centenares de años, los enamuy de vez en cuando salían a flote en los te- nitos, por fin, vestidos con palos y bastones, rritorios más alejados de su mirada. Su afán y crecieron como gigantes y pintaron su cara con esmero era cuidar que ellos no llegaran nunca achiote como los indios que encontró el capihasta las puertas de su palacio y sus fortalezas. tán Colón en su carabela. Se enfrentaron a emPara ello sus vasallos se mantenían ocupados pellones y patadas con los hombres de casco, en hacer decretos y leyes para que no fueran a botas, caramañola y gases lacrimógenos, y no perjudicar sus intereses. lloraron ni se quejaron. Sólo pidieron que los Había unos cuantos millones de estos ena- dejaran tranquilos en sus cerros, con sus munitos que el rey veía con lupa desde su trono. jeres invioladas y su coca centenaria. Los tildaMuchas veces le llegó la noticia de que querían ron de bárbaros, incultos, violentos, atrevidos, clamar en público y llegar por trochas hasta el irrespetuosos, apátridas y malolientes. Todo centro donde gobernaba. Desde los pueblos sin porque habían dejado de ser pigmeos y enanos acueducto, sin escuelas y enterrados en la edad y habían descubierto su dignidad en medio de de hierro, ellos comían de la caza, recogían el la indolencia y el desprecio. PALMIGUÍA • EDICIÓN ESPECIAL • JULIO • 13


La Antorcha

El sicario Por Fernando Estrada

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n Palmira los sicarios son extraídos de sectores populares como Villa Diana, San Pedro, Loreto, Simón Bolívar o Harold Eder, generalmente de familias pobres, sin reconocimiento paterno, sin acceso a la educación, sin oportunidades. ¿Quiénes fomentan sus labores?, ¿cómo operan sus contactos?, ¿quiénes les entrenan en el manejo de armas?, ¿cómo se disputan la “vigilancia y seguridad” en las comunas?, ¿qué han hecho los alcaldes?, ¿qué puede hacer la sociedad? El niño sicario primero fue niño, luego sicario. Viven en hogares con bajos ingresos, sin padres responsables y en estratos sociales marginados de oportunidades. Los incentivos en su formación temprana dependen de contraejemplos que aprenden en el hogar. El abandono, la desprotección, los castigos y malos hábitos condicionan un proceso que culmina en el delito. La escuela del sicario es la calle donde encuentra condiciones de supervivencia, pero la desagregación de hogares, la carencia de lazos fraternales y la poca afectividad son factores que influyen en el estilo de vida del sicario. El sicario es miembro (menor) de organizaciones criminales. Sus formas de operar están condicionadas por cobros, venganzas, fa-

vores, trabajos o “vueltas” inmediatas. El sicario forma parte del incremento de homicidios, maneja armas, trafica drogas; pero sus operaciones están subordinadas al jefe inmediato dentro de la organización. El microtráfico en los barrios, expendios de marihuana o drogas relaciona negocios que vinculan también al sicario, ante todo, cuando se requiere ajustes de cuentas o poner socios por fuera de la cadena de los negocios. Obviamente, están quienes ofrecen incentivos al sicario. Desde el precio por una víctima que oscila entre $100 o $500.000.00, hasta pagos en especie por amenazas: droga, ropa o vehículos motorizados. Tras los incentivos se encuentra la cultura del dinero fácil. En el fondo, una sociedad mermada por la influencia del narcotráfico relativiza sus valores. Las generaciones después de los ochenta crecieron anhelando el consumo material: dinero, mujeres, lujos, motorizados y sexo. Con lo cual se fueron excluyendo valores como el esfuerzo propio, el trabajo, el estudio y la disciplina. Para jóvenes sin oportunidades los negocios del narcotráfico ofrecían una salida rápida de la pobreza y el anonimato. El sicario es también la expresión parasitaria del consumismo. No solo del narcotráfico, sino de una sociedad permisiva. Mientras los crímenes atroces son castigados con penas mínimas, los delitos menores llevan a la cárcel a jóvenes que terminan haciendo carrera en el delito; mientras la corrupción en El oficio del sicario se apoya en oscuros obras públicas es mostrada personajes, dueños de mercados como una proeza de contratisinformales que mueven capitales entre tas y políticos criminales, los vendedores ambulantes, chanceros, asalariados se ven alcanzados con sus deudas. Son señales casinos, cobros cuentagotas, moteles contradictorias con mensajes y bailaderos, así como expendios de equivocados para toda la sodrogas en los barrios. ciedad: matar no es un delito, robar no es malo, corromperPALMIGUÍA • EDICIÓN ESPECIAL • JULIO • 14


se es de lo más normal. Los oficios del sicario se fueron adaptando perfectamente a la descomposición de la misma sociedad. ¿O no es así? Ciudades donde miembros representantes de la ley comparten el delito con organizaciones criminales, ¿son un ejemplo para las nuevas generaciones? Puedo recordarles un caso cercano. El sicario que asesino a H.E fue relacionado por un personaje oscuro que todavía maneja negocios de tierras, ganado y avicultura en el Valle del Cauca. A este personaje oscuro lo conocen las autoridades, pero no hacen nada en su contra, pues las tiene sobornadas. Es quien controla los préstamos gota a gota en las plazas

de mercado. Este personaje ha puesto votos en las elecciones de alcaldes y compra haciendas campestres en Rozo, La Buitrera y Potrerillo. Necesitaba saldar, y cobrar cuentas a sus deudores, entre ellos H.E. Un pequeño comerciante de pescado y aves, que sostenía su familia y educaba a sus hijos con sus pequeños ingresos. Aquella mañana H.E. llegaba como siempre a su negocio. Los saludos entre pequeños comerciantes cruzaban una que otra broma. H.E. se caracterizaba por tomar del pelo a sus colegas, amable y sencillo, un hombre bueno. Lo que no sabía era la maldad agazapada del sicario que le enviaron. Mientras abría uno de los candados de seguridad, el adolescente se dirigió por la espalda. Al agacharse H.E., veía de reojo a su victimario. No lo observó como enemigo, pues era un niño que se mostraba amigable, sin armas que revelaran sus terribles intenciones. H. E. no sospechaba que sonreía para pasar a la eternidad. Hasta aquel instante final. El sicario sacó el arma que le habían entregado, con pleno dominio de sus movimientos la colocó sobre la cabeza de la víctima, y disparo repetidamente. El pesado cuerpo de H.E. se desplomaba ante el pánico general de vendedores en la plaza de mercado. Y Mientras la humanidad del pequeño comerciante caía, el niño sicario devolvía el arma a su lugar, emprendiendo un camino que nadie quería seguir. Nadie, ni la gente del lugar ni las autoridades que llegaron veinte minutos después, ni sus familiares destrozados, nadie quería saber el camino del sicario. Acabó destruyendo con el tiempo muchas vidas, pero nadie entonces en la ciudad se dio por enterado. Con el montaje de Pablo Escobar, y todo el despliegue dado por los medios, debemos recordar que el sicario es uno de sus legados. No porque el sicario en la historia del crimen tuviese antecedentes (Sicilia, Roma, Nueva York o Deli), sino porque con los negocios del narcotráfico, Pablo Escobar le otorgaba un sello distintivo. En el bajo mundo el sicario seguirá operando mientras la sociedad y sus gobernantes no reaccionen contra sus tentáculos. Y sus padrinos.

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Crónicas y relatos

Palmirana, cómo te quiero Por Diego Andrés Rosselli Cock

“Este porrito suave cantaré a la mujer mas linda que amo yo.

L

Es una palmireña sin igual, nacida en este valle señorial.

a ciudad vaen su porro: palmillecaucana reña, cómo te quietiene el nomro. Por eso digo yo cuando la bre que no es, y El maestro no una canción que tenía por qué saveo pasar: Palmira señorial, tampoco. Un día berlo, claro, pero gracias te doy”. de finales de los esto de las confuochenta llegó una siones lo lleva Palinvitación a la casa mira en el nombre de José Benito Barros en El Banco, Magdale- mismo. Todos recordamos la antigua ciudad na. Al maestro lo invitaban con frecuencia para siria del camino de la seda, la de los más de que interpretara Navidad negra, La piragua, o dos mil años de historia, la de la mítica reina alguna de sus otras muchas composiciones en Zenobia. Pues esa Palmira nada tiene que ver algún festival de pueblo. Pero en esta ocasión con ésta. Ocurrió que en 1813, cuando en las se trataba de un homenaje especial, una dis- tierras neogranadinas soplaban vientos de intinción como ciudadano honorífico de Palmira. dependencia, los vecinos del pueblo de LlanoPor esos días la canción de Barros, Palmira se- grande se reunieron para proclamar la autonoñorial, era un gran éxito bailable, todo un him- mía de un territorio que Cali y Buga se habían no no oficial del pueblo. disputado por siglos. Pues ese día escogieron Las autoridades municipales, la Iglesia, el el nombre de Palmira por su eufonía con el de comandante del batallón Codazzi, y la sociedad la parroquia local: Nuestra Señora del Rosario palmirana en pleno habrían salido todos muy del Palmar. Y Palmira, la Villa de las Palmas, se contentos de este homenaje si el maestro Ba- siguió llamando. rros no hubiera decidido contar la verdad. Si de nombres mal asignados se trata, no La mujer que a él le había inspirado esa resultó muy favorecida tampoco la etnia ancescanción, dijo no era de esta Palmira, ciudad tral que habitó aquí en los primeros siglos de de la cual él si acaso había oído hablar. Esta la era cristiana. A esta cultura aborigen, conenamorada suya era de otra Palmira, allá en el temporánea con las de Tumaco y San Agustín, Magdalena. la terminaron bautizando Malagana por ser Tres Palmiras costeñas trae el Diccionario ésta la hacienda en cuyas tierras se hizo el priGeográfico de Colombia. Además, el gentilicio mer hallazgo. Su descubrimiento por el mundo correcto en este caso es “palmirana”, y no “pal- científico en 1994 habría podido ser el aporte mireña”, como lo repite una y otra vez Barros arqueológico más importante de los últimos PALMIGUÍA • EDICIÓN ESPECIAL • JULIO • 16


tiempos en el país. Porque si los indígenas estuvieron de malas en llamarse Malagana, tuvo una suerte peor su legado orfebre. Fueron miles las piezas de oro que guaqueros de toda laya desenterraron en Malagana entre 1992 y 1993. La historia empezó el día en que un tal Pedro Tabares vio desde su caballo un brillo extraño en el piso. Y se “enguacó”. Con sólo escarbar a mano extrajo en minutos valiosas figuras en oro y tumbaga que cargó en su mochila. Antes de perderse para siempre -según reza la tradición local, don Pedro mostró a sus conocidos su pequeño tesoro. La noticia, claro, se regó, y en pocos días sobrevino la estampida. Centenares de guaqueros espontáneos negociaron aquí sus hallazgos al gramaje con coleccionistas privados. Se habla de monjas envolviendo entre sus hábitos las doradas piezas a poca distancia de donde escarbaba a pico y pala toda la planta de la alcaldía. Aseguran también que la fuerza pública, cuando llegó por fin a proteger aquel valioso patrimonio, cobraba cuotas para dejar pasar a los más insaciables entre los buscadores de guacas. Cuando los antropólogos llegaron era poca la tierra que quedaba por remover. Olvidado el capítulo de Malagana, la gloria de este valle volvió a estar en la caña de azúcar. Vale recordar que Sebastián de Belalcázar sembró por los lados de Jamundí sus propios plantíos. Pero fue en estas tierras de la “otra banda” donde surgieron los cañaduzales más extensos. También fue en esta ribera oriental del río Cauca en donde construyeron, en 1901, el primer ingenio azucarero tecnificado. En

José Benito Barros (1911–2007)

aquel proyecto empresarial de Santiago Eder, en su hacienda Manuelita, la pesada maquinaria industrial inglesa tardó dos años en hacer el viaje desde Buenaventura. Muy cerca también de Llanogrande hay otra hacienda, El Paraíso, hogar de infancia del escritor Jorge Isaacs, y escenario de su novela María. Sólo para cerrar una crónica musical y arqueológica con algunas ínfulas literarias, va una frase de María. Se trata de aquella que, por alguna de esas razones de la vida, terminó impresa en los billetes de cincuenta mil. Dice así: “Veíamos a la derecha en la honda vega rodar las corrientes bulliciosas del río, teníamos a nuestros pies el valle majestuoso y callado”. Callado como ese valle te debiste haber quedado tú también, José Benito, aquella noche palmirana.

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“Vivir no es necesario, navegar sí” Por Leopoldo de Quevedo y Monroy

E

sta frase que nos trae Plutarco como grabada en una nave griega en su Vida de Pompeyo hace ir la imaginación más allá de la fatuidad de lo que llamamos vida. Vivir, vivir y nada más, se oye en una canción. Dejar que las horas y las cosas pasen orondas por delante, por detrás de nosotros, como sombras o como relámpagos o como voces de Circes que nos llaman e ilusionan. ¿Llamamos a eso vida porque la sangre corre por las venas y levanta llamaradas unas veces y otras veces la desazón provoca frío y llanto? Ese vivir no es necesario, no es preciso, como puntualiza Pessoa. ¿Vivir es una línea recta y pacífica, es puerta abierta a la luz, es mano tendida que nos salva, es pan a todas horas, es cuerda lisa y segura y camino sin recodos ni curvas ni cansancio sin necesidad de brújula? Eso será bienaventuranza, ricura, banquete opíparo, hartura de gozo, epifanía que solo es precisa para el sibarita. Eso no es vivir y no es necesario. Bien lo dijo el argonauta anónimo: Navegar sí es necesario y lo dejó escrito en el lomo de su bajel. Navegar es el arte de salir de sí mismo y poner a prueba la vida misma. Es posar los pies como la mariposa en la verdura de la mar. Hundir el remo entre las aguas

y experimentar el zarandeo de las ondas que bajan hasta el abismo o se elevan como albatros. Sentir el viento a contracara, oír cómo la proa abre una herida de acero entre las espumas para cabalgar sin freno sobre el gran monstruo de lengua blanca. Navegar es buscar el otro lado, asomarse por encima del horizonte, dejar atrás la Luna, la Osa mayor y a cada estrella. Es meterse en el laberinto de la noche sin hilos que guíen y suplanten los radares. Es presentir cuando viene la tormenta precedida de los clarines de los truenos y de los cohetes de los rayos. Es saborear el azogue de fuego en la garganta cuando el miedo intente aparecer entre las fibras de los pulmones. Navegar es soltar las amarras en el puerto y olvidarse que existe el mundo. Tirar las cuerdas y tender las velas. Dejar que se hinchen con el aliento cálido del sotavento y acostarse en el fondo de la nave. Bailarán las ilusiones, saldrán volando los temores, entrarán por los oídos los silbos de los delfines y el aleteo de los cetáceos. Cantará, entonces, el coro de las olas dirigidas por el señor del viento, la sinfonía de la libertad y el frenesí del universo. Subir, bajar, mecerse sin hacer caso a una veleta o ver por los ojos de una brújula,

experimentar en las vísceras el ansia de mirar al fondo, al infinito y no desear apearse por el miedo. Esa suprema sensación de cruzar el océano, de ser una sola cosa nave y viajero, ese es el viaje que las neuronas y sentidos hace decir al ser humano que está viviendo. Solo quienes han tenido el corazón de Ulises podrán decir que han atravesado el piélago entre el puerto de salida y la felicidad de la llegada. Esa es la odisea que escriben quienes suben a la barca que es la vida en este mundo. Quienes demuestran miedo y se bajan a destiempo, quienes tiemblan cuando se acerca la tempestad o se devuelven porque la noche está oscura, no podrán dejar escrito que han surcado el mar de este mundo.


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