Palmiguía. Edición Especial. Junio de 2012.

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guía Palmira, sus desafíos, su opinión.

Palmira, Valle del Cauca, Colombia. Edición especial. Junio de 2012. Número 08. ISSN 2248-7123

Monumento a los gobernantes y políticos caídos De nuevo Palmira sometida a un robo por cuenta de sus políticos. Tanto Ritter como Arboleda se lavan las manos, mientras todos los palmiranos contemplan las ruinas de la Ciudadela Deportiva.

Medios y miedos En esa fábrica de miedos, a la que hemos estado sometidos por muchos años, han jugado un papel muy importante los medios de comunicación, los comunicadores y la tecnología.


En el comienzo del siglo XXI el panorama del comportamiento de algunos seres humanos no parece distanciarse de los primitivos en su usanza como ocurre en el tiempo. Los tiempos de historia inmemorial nos cuentan que estos primigenios habitantes luchaban a muerte por la supervivencia, por el fuego, el agua y el alimento. Esas comunidades sin historia parecían crecer en medio de la maleza sin mucho utillaje y con alguna moral. Hoy estamos ante un escenario que parece peor. Las noticias de los últimos días deberían asombrarnos más de lo que ocurre, no sólo por la gravedad de los hechos mismos, sino porque están evidenciando que el desarrollo moral, tecnológico y científico parece haber servido poco para el mejoramiento del ser humano, tal como se predicaba por los misioneros de la modernidad y del progreso. Pablo Moreno


CONTENIDO

Monumento a los gobernantes y políticos caídos La Ciudadela Deportiva es la crónica de un desastre anunciado. El alcalde suspende la obra, los contratistas incumplen, los interventores son incompetentes y la contraloría esconde.

Pág. 12

▪▪ La esencia del placer. Pág. 3 ▪▪ Mi reino no es de este mundo. Pág. 4 ▪▪ Sindicalismo en Palmira: de los verdugos no se puede reclamar compasión ni piedad. Pág. 6 ▪▪ De violaciones, ácidos y otros géneros. Pág. 7 ▪▪ Lágrimas de metal. Pág. 8 ▪▪ Costos de Transacción en el Mercado de Biotecnología. Pág. 10 ▪▪ Medios y miedos. Pág. 14 ▪▪ Descartes y su teoría. Pág. 18

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Caricaturas

Terror en Las Delicias Por Cotudo

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Bulevar de los días

La esencia del placer Por Leopoldo de Quevedo y Monroy

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l placer. Ahhh, el placer… Palabra que invita a la saliva a salir de las papilas como cascada, a la imaginación a darle alas a los deseos, a remover los sentidos como un hormiguero de sensaciones, a la sangre para que llegue hasta las neuronas y a las sienes a que retumben como redoble golpeado por mil manos. ¿Qué es el placer sino deleite que inicia y no termina, júbilo supremo que no calma sino que excita todas las células del cuerpo, hervor de la sangre igual que erupción del Popo, punzada brutal de gozo, explosión de vida y muerte en las venas y en la aorta, soplo inagotable de fruición que abraza cada fibra y poro, música de violín y bombo, de trompetas y cornos que sacuden por entre piel y huesos del que es tomado como por un torbellino de frenesí y azogue? ¿Acaso usted lo ha sentido tocar a su ventana, lo ha visto llegar por debajo de la almohada a media noche a cuando el alba nos llama con su vestido trasparente? Porque el placer llega cuando uno lo necesita. No se hace rogar ni es huésped que pida caviar o cien sirvientes. El placer es un personaje generoso igual que el vino que sale de la botella y llena la copa con buqué para dejar la garganta más sedienta. No exige nada cambio. Acude cuando el cuerpo en paroxismo grita auxilio. Llega sin tocar sirenas ni anunciarse por mayordomos con levita y corbatín y se incrusta entre cabeza, costillas, pecho, espalda, brazos, vientre bajo y piernas. Cuando ya está adentro de su cliente parece poseído de un terremoto. Tiembla, quieren saltar sus ojos de contentura

fuera de su órbita, todo su interior crepita como zarza en incendio, los miembros no caminan ni aciertan a abrazar giran y parecen padecer de sambenito. Más es un espectáculo de muerte y de locura que paz de lago en quietud y noche callada. El placer es como una enfermedad que el ser humano quisiera muchas veces padecer. Tal vez ni las gacelas y venados, o los toros de miura y sus vacas que los apacientan, o las mirlas y sus mirlos también lo han experimentado. Mas nunca lo podrán narrar. Tal vez los perros y sus perras de ocasión gocen sin tino pero jamás lo podrán repetir como lo puede hacer el hombre y la mujer, afortunados. Porque el placer es un manjar que estará siempre a la entrada, detrás de la puerta, en el desván, en la sala, en la mesa, en el momento de mirar el arrebol, en la cocina, en la alcoba o en el prado. No tiene precio ni tiene envoltura o marca que lo haga distinguir en una tienda de olores o de alquimia. Lo han gozado por igual los truhanes, los pobres de tugurio, los ricos y sibaritas, el monje y la religiosa, los esposos y maridos de todos los tiempos, el don Juan, el avaro, la ninfómana o el sátiro. Hazañas se han sabido y muertes han ocurrido por buscar el placer y desfigurar su esencia y su figura. El placer se puede hallar cuando se degusta una comida, se asiste en el palco o en platea a una obra de teatro o un recital o una gala de ópera o a un concierto de un tenor o de una soprano o se asiste a un museo de arte. Mas nunca será mayor que la unión corporal con la persona amada. En ella se cumplen los requisitos de sabor, olor, pasión, alborozo y aguijón que causan la explosión, sudor, y sensación de caer el abismo donde todo es derrumbe y olvido de las pequeñeces de la vida.

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La Antorcha

Mi reino no es de este mundo Por Fernando Estrada

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ientras el alcalde Ritter nombra reina por decreto, las bandas criminales coronaron a Palmira como su centro de operaciones. El sucesor de Arboleda deshoja margaritas y la ciudad anda convertida en un cementerio que va desde Zamorano hasta el Sesquicentenario, pasando por Las Delicias y los barrios Villa Diana y Simón Bolívar. Los morbosos de la radio describen el corte franela que presenta la víctima, mientras la prensa de Cali (porque Palmira no tiene prensa) describe como causas de los homicidios “el cobro de cuentas”. Según los reporteros, las víctimas de Las Delicias “algo debían”, y el criminal del Simón Bolívar que degollaba tranquilamente a su hermano parecía “poseído por un demonio”. ¿Dónde están la policía y el ejército? Respuesta: en consejos de seguridad con el alcalde (o durmiendo en los cuarteles). Se ha explicado la criminalidad con base en la victimización de los barrios y las comunas. Asimilando a los habitantes de Las Delicias como expendedores del microtráfico, mientras los vecinos del Simón Bolívar y Villa Diana (barrios fundados por concejales) como negros asesinos llegados de Ruanda y Sierra Leona. El estigma social margina y excluye a nuestros hermanos cristianos. Y, claro, le es cómodo para la fuerza pública, al alcalde y los reporteros cerrar así la explicación: todo muerto era delincuente, marihuanero o ladrón, etcétera. Sin embargo, estas voces claman desde el cielo y sus madres reclaman justicia en la tierra. La fuerza pública (tapándose los ojos) afirma los crímenes como vendettas. Y todos juntos —con el alcalde— regresan a sus cuarteles, a dormir. Las atrocidades deben explicarse mejor. Nadie parece percibir el impacto que han tenido los desplazamientos entre los victimarios de la guerra insurgente o paramilitar. Hace dos

años llegaron los Rastrojos y hace tres años miembros activos del Bloque Calima se disputan posiciones en la ciudad (ordenan el sicariato). Pero el señor presidente de la Cámara de Comercio no se inmuta por la extorsión generalizada. Ni la Diócesis denuncia las confabulaciones entre miembros de la policía con los criminales. Palmira ha sido ciudad receptora de renegados paramilitares. Y los crímenes en masa (masacres) han dado paso a homicidios selectivos. ¿Una guerra ajena? No, porque mañana pueden tocar las puertas de su casa. Sin duda que los victimarios paramilitares (e insurgentes), renovando nombres: Bacrim, Rastrojos, Urabeños influyen en la cantidad de crímenes que tiene la ciudad. Así como las atrocidades determinan su nueva división política. El mapa convencional de las comunas ha cambiado, ¿o no, señor alcalde? Por otro lado, los asesinatos en serie (como viene sucediendo en San Pedro, Las Delicias, Villa Diana y Simón Bolívar) tienen causas estratégicas; el contra-

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tista del Observatorio que cuenta los muertos no ve que los grupos que vienen actuando en Las Delicias salen del Simón Bolívar o Villa Diana. Y al revés. Parte del negocio es organizado desde la misma cárcel. Pero quienes ordenan los crímenes están a salvo en barrios de estratos superiores. Muy cerca de los cuarteles de la fuerza pública. Necesitamos una geografía espacial que explique los crímenes selectivos. Y no el absurdo método sobre cuáles días de la semana escogen los asesinos, o las pasiones de venganza que llevan a las víctimas a su propia desgracia. En lugar de afirmar que los muertos “la debían”, las atrocidades son reflejo de guerras extraídas de la guerra. Es decir, la delincuencia común se articula perfectamente a los intereses de las bandas criminales que dejaron las falsas negociaciones con paramilitares; de modo que con el paso del tiempo la escala de empleo en organizaciones al servicio del crimen puede ofrecer mejores salarios que los 500 empleos temporales que promete don Pedro Gómez. Una geografía espacial cumple mejores funciones que la explicación dada por el Observatorio. O los métodos usados por los locuto-

res de Radio Chisme (Palmira) que presentan a los muertos como átomos flotando en Marte. ¿Dónde están las universidades y los centros de investigación? Respuesta: haciendo lo mismo que hace el alcalde y la policía. O graduando profesionales en marketing en una ciudad sin empresas, sin economía productiva y sin inversiones diferentes a la suntuosidad de más centros comerciales. Con el levantamiento de cadáveres Palmira pierde la memoria de los muertos. La casa de la cultura puede recordarnos estos hechos, pero me imagino que los funcionarios temen perder sus puestos. Porque la cultura también depende del presupuesto municipal, como el pago a los locutores de Radio Chisme. He observado con detalle los métodos para contar los muertos. En ninguno se identifica el fenómeno de migración paramilitar, ni desplazamiento de victimarios de la guerra contrainsurgente. Se tienen a los habitantes de estos barrios, estigmatizados, se les separa como si fueran una variable independiente (un parásito). Por el contrario, estos migrantes del conflicto violento son un factor que influye intensamente en la propagación de las atrocidades. Muchos excombatientes son la mano de obra barata que reclaman comerciantes, propietarios y personas que no confían en la policía. Mejor aún, de los barrios estigmatizados por el gobierno salen quienes se creen justamente gobiernan la Villa de las Palmas. La cantidad de muertos en Las Delicias o Villa Diana, la cantidad de miembros reinsertados (renegados de falsos procesos de paz), y la cantidad de muertos entre familias, tienen una influencia descomunal en la explicación sobre la criminalidad en Palmira. Obviamente, en la inseguridad reinante. Por esto la reina no vive en Palmira. Son también las razones por las que los consejos de seguridad sirven para tres cosas: (1) para que el Alcalde salga en fotografías. (2) Los agentes de policía (con el coronel) duerman en sus cómodos camarotes y (3) para que el señor Obispo y las iglesias mantengan su reino apartado de este mundo.

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Columnista invitado

Sindicalismo en Palmira: de los verdugos no se puede reclamar compasión ni piedad Por Arvey Lozano S.

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i bien es cierto que Colombia ha ratificado el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo sobre la libertad sindical y la protección del derecho de sindicalización, 1948 (núm. 87), y el Convenio sobre el derecho de sindicalización y de negociación colectiva, 1949 (núm. 98), es evidente que cada vez el ejercicio sindical se convierte en una actividad de alto riesgo. Las noticias no cesan haciendo referencia a amenazas, desapariciones y asesinatos contra sindicalistas. Justamente, antes de celebrarse el Día Internacional del Trabajo, cayó asesinado el compañero Daniel Aguirre Piedrahita, de Sinalcorteros, quien fue masacrado vilmente y, al respecto, las autoridades, que deben proteger la vida de los ciudadanos, manifestaron de inmediato y al unísono que se trataba de un crimen por razones personales. Cabe preguntarse: ¿cómo es posible que con una agilidad monumental estas personas, que deben velar por la vida de los sindicalistas, desliguen el hecho de la labor sindical como causa de la muerte del compañero? Los sindicalistas en Colombia, con la complicidad de autoridades y medios de comunicación, de modo reiterativo, son calificados, sin pruebas fehacientes, de tener nexos con grupos al margen de la ley. Esta situación coloca a quienes ejercen la digna tarea de defender los derechos laborales, ajenos y propios, en blancos del conflicto interno. Hoy por hoy, para muchos medios de comunicación y miembros del Gobierno, ser sindicalista es sinónimo de terrorista. Si se realiza una marcha de protesta, se dice siempre que está “infiltrada”, entonces, se califica a todos los marchantes como auxiliadores o permisivos con los subversivos. Quienes son los débiles y víctimas terminan siendo acusados y convirtiéndose en verdugos.

En nuestra patria colombiana, ser sindicalista es una actividad que se paga con la vida. A este respecto, El Tribunal Mundial de Libertad Sindical–Colombia se realizó durante los días 23, 24 y 25 de mayo de 2012 en el aula máxima de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá D.C. Esta institución, cuasi judicial por su conformación, ejercicio y objetivos; dirigida contra el Estado colombiano, sus autoridades o agentes que lo representan y contra los particulares o empresas nacionales o extranjeras, de quienes por queja o demanda se investigue y a quienes comunicará o notificará las decisiones que formule el Tribunal para que asuman las responsabilidades legales a que hubiere lugar. En esa instancia, los representantes de las organizaciones sindicales Sintraestatales, Sindepal, Sintraempal y asociaciones de jubilados y pensionados de Palmira formularon quejas respecto de las reiteradas violaciones de la libertad sindical, consistentes en despidos injustos, discriminación laboral y amenazas de muerte a que han sido sometidos. Además, dieron a conocer en organismos internacionales la total indiferencia e inacción que tienen la Fiscalía General de la Nación y la Procuraduría General, en las cuales hay investigaciones desde el año 2009, sin que se resuelvan sanciones para exfuncionarios públicos que violaron la libertad sindical y cuyos procesos duermen en los anaqueles de quienes, por disposición constitucional y de acuerdos internacionales, tienen el deber de proteger uno de los bienes más preciados, como lo es el Derecho de Asociación. Finalmente, el ejercicio de una loable labor, como es la de los defensores de los derechos laborales, no es ni será, como lo dicen los determinadores de crímenes de sindicalistas, un peligro para la sociedad. Solo resta la solidaridad de toda la comunidad, porque de nuestros verdugos no se puede reclamar compasión ni piedad.

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Pensare

De violaciones, ácidos y otros géneros Por Pablo Moreno

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n el comienzo del siglo XXI el panorama del comportamiento de algunos seres humanos no parece distanciarse de los primitivos en su usanza como ocurre en el tiempo. Los tiempos de historia inmemorial nos cuentan que estos primigenios habitantes luchaban a muerte por la supervivencia, por el fuego, el agua y el alimento. Esas comunidades sin historia parecían crecer en medio de la maleza sin mucho utillaje y con alguna moral. Hoy estamos ante un escenario que parece peor. Las noticias de los últimos días deberían asombrarnos más de lo que ocurre, no sólo por la gravedad de los hechos mismos, sino porque están evidenciando que el desarrollo moral, tecnológico y científico parece haber servido poco para el mejoramiento del ser humano, tal como se predicaba por los misioneros de la modernidad y del progreso. No nos vamos a dar garrote diciendo que esto sólo ocurre en Colombia, porque no es cierto, pasa en todas partes sólo que los medios no cuentan a todo el mundo lo que pasa en el mundo y aunque lo hagan no se lee ni se comenta lo que ocurre en otras latitudes. Pero eso no debe ser consuelo de tontos, por el contrario, debería despertar nuestra sensibilidad racional para hacer una reflexión profunda sobre el nivel de degradación al que hemos llegado. Que a uno lo roben, pues pasa en un país donde la seguridad y la democracia no superan el nivel de la retórica y la politiquería, pero que además de robarlo lo chucen, lo dejen para o cuadripléjico, es no tener ya la más mínima consideración con la víctima, a quien si no se le respetan los bienes, al menos que no se le deshonre su integridad. Que a alguien la violen, no es de esperarse en una sociedad inteligente y madura; pero, que además de que ocurra tal tragedia, la maten

y se ensañen con el cuerpo, es ir tan lejos y tan bajo que no será posible reponer el daño moral de la familia ni fácil un perdón social para el delincuente, dando paso a la acumulación de más odio para el futuro. Que a otro, además de robarlo, le echen ácido en la cara, es como castigarlo por dejarse robar, como si se le exigiera hacerse matar para no tener que sufrir la pena de esa cicatriz imborrable de por vida. Parece que no tocamos fondo, sino que rompimos el fondo y seguimos derecho sin saber a dónde vamos a llegar. Es la extralimitación de cualquier criterio o principio moral, por mínimo que este sea, pues ha sido ignorado, vaciado y borrado de una mente que, seguro, estuvo expuesta a la formación moral cristiana que predomina en nuestro paisaje, a las reformas de educación ensayadas por décadas y a las políticas de seguridad que tanto enarbolan como si hubiera sido verdad y no una simulación. Atribuir las causas al mal gobierno, a la Iglesia y la religión, al modelo educativo, a la crisis económica o la falta de ciudadanía ayudará poco, aunque seguramente allí se encontrarán explicaciones y muchas razones. Pero, a más de esto, hace falta reaccionar, confrontar y actuar, porque no es posible continuar así sin que alguna de esas acciones toque a nuestra puerta, y cuando eso ocurra, quizá sea demasiado tarde para reaccionar o pedir por la solidaridad. Decir que este comportamiento es primitivo y salvaje, es hacer injusticia con los antepasados inmemoriales, porque ellos y ellas no tuvieron ni el uno por ciento de las condiciones, herencia y bagaje que hoy poseemos para vivir mejor. Pero nosotros que lo hemos logrado casi todo, en comparación con ellos, no tenemos ni excusa ni justificación para seguir tolerando la maña a que nos hemos acostumbrado en los tiempos del nuevo milenio.

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Baukará

Lágrimas de metal Por Teresa Consuelo Cardona G.

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omo si no tuviéramos motivos para llorar en Colombia, a finales del mes de mayo verificamos que la violencia contra las mujeres se arrecia, que los sistemas cuya integralidad deberían protegerlas o sanarlas, no funcionan y que todo lo que le sucedió a Rosa Elvira Cely no son casualidades o hechos aislados, sino una constante que se presenta en todo nuestro país. Una serie de situaciones fueron evidenciadas en torno a la muy trágica muerte de Rosa Elvira Cely. Su sacrificio evidenció que los miles de millones de pesos que invierte el Gobierno en seguridad, no lograron protegerla. Las multimillonarias cifras que se destinan a la salud no pudieron garantizarle un servicio oportuno. Y los enormes recursos que invierte en el sistema judicial no pudieron mantener en la cárcel a un violador, reincidente, que abusó hasta de sus propias hijas. Ya he dicho en esta columna que para que a las mujeres se les respete mínimamente, es necesario escribir, proclamar, exigir y protestar el derecho a ser respetadas. No es un derecho automático como debiera serlo. Cuando la mujer obtuvo el derecho al voto (como si fuera una concesión especial), apenas nos pusimos en condiciones de igualdad de un derecho político, que debería haber existido desde siempre. Sobra anotar, que pasaron décadas antes de que, en realidad, la mujer decidiera por quién votar. Su derecho al sufragio, multiplicaba el voto del hombre dominante de su familia. La violación de los derechos y de los cuerpos de las mujeres es tradición en Colombia. Según cifras publicadas por Profamilia, en 2007, ¡hace cinco años!, unas 721.246 mujeres, entre 13 y 49 años, habían sido violadas en Colombia y en el 76% de los casos, las vulneraciones a sus cuerpos se había hecho por parte

de personas conocidas. De ellas, el 6%, más de 43.000 mujeres habían sido violadas más de una vez. Como si este informe no fuera preocupante, también se supo que las mujeres violadas habían sufrido, además, golpes con objetos y heridas con armas de fuego y cortopunzantes, mordeduras, patadas, y muchas de ellas habían padecido intentos de estrangulamiento por parte de sus victimarios. Y solamente el 23% de los casos había sido denunciado ante las autoridades, porque, según lo afirman las víctimas consultadas, nadie les garantizaría la vida y la honra, después de acudir a las autoridades. Pasaron cinco años desde cuando se publicó este informe que, seamos honestos, pasó inadvertido. Las denuncias que en ese sentido se hacen en Colombia, cuentan con la complicidad tanto de leyes permisivas como de una tramitología insoportable para quién ha sido víctima de la peor profanación del templo que es su cuerpo. Tuvimos que ser testigos mediáticos de la brutalidad con la que fue tratada esta mujer de 35 años, madre soltera, cabeza de familia, estudiante de bachillerato, es decir, una mujer común y corriente, para que la violencia contra la mujer fuera un asunto que nos conmoviera. Pero sigue sin ser un asunto urgente. La responsabilidad directa del crimen cometido contra Rosa Elvira Cely, recae sobre el violador y torturador que se cruzó en su vida. Sobre eso no hay discusión. El problema es que aunque un patrullero hizo ingentes esfuerzos por encontrarla viva y lo logró, a Rosa Elvira todavía le faltaba que la ineficiencia de los sistemas del Estado le propiciaran el resto de la tortura. Tras ser trasladada a un centro de salud, tuvo que esperar por cuatro horas la atención médica urgente que requería. Algunos dirán que tras las brutales lesiones que sufrió Rosa Elvira, hubiera muerto de todos modos. Nunca lo sabremos. Pero una urgencia, es una ur-

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gencia. Y en relación con violencia sexual, una urgencia debería ser inaplazable por ningún motivo. Pero en toda esta trágica historia, lo que nadie comprende es cómo su agresor, que había sido condenado por homicidio y había violado a su propia hija, estaba en las calles buscando víctimas. Tal vez la explicación esté en que por incesto el castigo es cárcel por seis meses a cuatro años. Así lo contempla el Código Penal, en su Título IX, Delitos contra la Familia, Capítulo Primero. Me dirán que el agresor fue capturado en tiempo récord. Era obvio. Las autoridades sabían de él, tenían registros de sus antecedentes y sólo se necesitaba que cometiera otro crimen para capturarlo. Me parece que la explicación técnica deja por fuera la posibilidad de evitar el crimen. Poco ha avanzado el país en el tema en los últimos cinco años, pese a las alarmantes cifras que le dan contexto a una evidente vulneración de derechos contra la mujer. Cómo pudieron los legisladores deducir que un hombre que viola a sus propias hijas es menos peligroso,

que uno que comete delitos contra la Libertad y el Pudor Sexuales, y, por lo tanto, su pena es menor. Cómo pudieron ignorar a las más de 500 mil mujeres violadas en este país por un conocido. Cómo pueden ignorar la reincidencia de los violadores. Legisladores, fiscales y jueces tendrán una explicación convincente, que tranquilice su conciencia. Pero las mujeres que estamos expuestas cada día al ultraje y la vejación que significa el viacrucis de denunciar, no quedamos satisfechas. Y no podemos callar, como si nada hubiera pasado. Rosa Elvira Cely, tal vez, sea una víctima más. De nosotros depende que sea el principio del fin de esta práctica brutal, tan frecuente, que nos hemos acostumbrado a ella. Tan nuestra, que tiene que ser agravada por actos feroces, para poder sacarla del estándar y llamar la atención. Haber ignorado el informe de Profamilia del 2007, refleja un sexismo moderno que se materializaría en ignorar o retirar el apoyo a las demandas de las mujeres, o a subestimar sus reclamos. Es una negación de la discriminación que padecemos las mujeres.

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Columnista invitada

Costos de transacción en el mercado de biotecnología Por María Natalia Díaz

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l conocimiento económico contemporáneo enfatiza la idea de que un país no puede depender de manera exclusiva de los recursos naturales y sus características geográficas, es decir, de las denominadas ventajas comparadas, para generar riqueza. Si una nación desea estimular su crecimiento económico, acompañando la generación de empleos calificados con salarios altos, lo que debe hacer es producir bienes y servicios de alto valor agregado. Significa no limitarse a vender materia prima, sin que ésta sea transformada en productos innovadores y de mayor complejidad y, en general, desarrollar las denominadas ventajas competitivas. Por tanto, el desarrollo de conocimientos, bienes y servicios basados en ciencia y tecnología, capaces de satisfacer necesidades concretas del mercado, adquieren un valor significativo. Tales bienes permiten, además, obtener dominio en campos estratégicos y generar bienestar social. Frecuentemente se ha hecho referencia a la contradicción de la realidad colombiana, caracterizada por una enorme riqueza natural y una ubicación geográfica estratégica con acceso al Océano Atlántico y al Pacífico, que limita con once países y constituye la puerta de entrada a Sur América. Y en el otro extremo, las cifras de pobreza que para el 2012 indican un 44.4%, además el señalamiento de Colombia como uno de los países más inequitativos del mundo. ¿Por qué Colombia no sale del club de la miseria (Paul Collier) dado que su crecimiento económico es aún insuficiente para satisfacer la necesidades de su gente? Se responde a esta pregunta atribuyendo una única causa, bien sea: la corrupción, los bajos niveles de cobertura y la calidad en la educación, razones históricas, culturales, al conflicto armado, entre otras.

Pero estas respuestas únicas son equivocadas. La pobreza encuentra sus orígenes y su lógica en una compleja interacción de condiciones tanto estructurales como coyunturales. Si bien el elevado precio de las materias primas como el petróleo, el carbón y el oro constituyen los principales productos de exportación de Colombia, éstos han favorecido en los últimos años un crecimiento económico que bordea el 5% del PIB anual, lo que constituye un fenómeno coyuntural, cuya continuidad se encuentra en función de la oscilación de precios de materias primas y el comportamiento de la inversión extrajera en el sector energético que, a propósito, de todos los tipos de inversión extranjera, es el que menos genera empleo y transferencia de conocimiento. Colombia no puede confiarse en éste tipo de actividades como fuente de riqueza capaz de generar empleos calificados, con mayores salarios y un mayor nivel de bienestar social. La idea del paradigma económico concede relevancia a la generación de productos basados en alto valor agregado, y lo cierto es que en el conjunto de múltiples factores que inciden en el crecimiento económico de un país, uno de los que tiene especial importancia es a la generación de conocimiento, la innovación y el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Una razón por que vale la pena estudiar el desarrollo de la biotecnología en Colombia. La biotecnología es considerada como la “tecnología de frontera” después del invento de los chips y los computadores. Los ingresos que genera este sector constituyen uno de los de mayor crecimiento económico con ganancias de US$ 4.7 billones en 2011. Los desarrollos en este campo tienen aplicación en el sector agrícola, la medicina, diferentes industrias con el desarrollo de insumos novedosos, en el sector farmacéutico, de cosméticos y productos de aseo, para enfrentar el problema de la creciente demanda

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global de alimentos y para ofrecer soluciones alternativas a problemas ambientales. Desde hace dos décadas, agentes independientes, y años más tarde el Gobierno Colombiano, han adelantado labores institucionales orientadas al desarrollo biotecnológico en Colombia. Se han realizado diferentes formulaciones de gobierno con este propósito. Las más relevantes son la institucionalización del Programa Nacional de Biotecnología como componente del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología (Colciencias), la identificación por parte del Ministerio de Comercio Exterior de la biotecnología como sector clave y del Departamento Nacional de Planeación (DNP), como otros aportes han sido realizados por el Instituto Alexander Von Humbolt. La biotecnología se destaca también en el Plan Nacional de Desarrollo de 2002–2006 “Hacia un Estado Comunitario” y en los documentos Conpes 3527 de Política Nacional de Competitividad y Productividad, Conpes 3582 de Política Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación, y, finalmente, en el Conpes 3697 de Política para el Desarrollo Comercial de la Biotecnología a partir del uso sostenible de la biodiversidad. Dentro de las razones que han dado sustento a estos esfuerzos se encuentra la utilidad y el potencial de la biotecnología con la que Colombia: 1. Puede satisfacer necesidades globales y regionales. 2. Encontrar nuevas formas de posicionarse en el mundo. 3. Mejorar la competitividad económica. 4. Trabajar en pro de la sostenibilidad ambiental. 5. Generar ventajas competitivas para estimular el crecimiento económico. 6. Estimular la creación de empleos altamente calificados.

Sin embargo, dada la complejidad del sector, pues la biotecnología constituye una tecnología interdisciplinaria, que requiere de una correcta coordinación entre la academia, el Gobierno y el sector empresarial, su desarrollo es problemático, y requiere más estudio y análisis. Con este propósito, y con el objetivo de identificar los “cuellos de botella” que obstaculizan su desarrollo, he aplicado el reconocido Teorema de Coase y los Costos de Transacción,

para una mejor comprensión de las dificultades que afronta el sector. En mis investigaciones he advertido características del mercado biotecnológico con potencial para incidir de forma negativa sobre el beneficio social esperado. Pero también he podido explorar sus ventajas y alcances para el desarrollo de la economía. Tenemos dificultades asociadas al marco legislativo, a la capacidad de coordinación institucional, a la adquisición de activos físicos especializados, a la falta de coherencia existente entre proyectos de investigación y las necesidades del mercado y, por ende, dificultades entre el sector académico y empresarial, trabas burocráticas y exceso de requisitos exigidos por una fuerte estructura oligopólica, debilidades en los mecanismos de control y monitoreo, asimetrías entre los fondos de financiación de carácter privado y público, así como el actual esquema de patentes, estos constituyen algunos de los obstáculos principales asociados los costos de transacción. Su existencia deja ver problemas de riesgo, incertidumbre, problemas de agencia y riesgo moral, información asimétrica y racionalidad limitada, oportunismo, derechos y contratos incompletos. Son factores que impiden la inversión de capitales. La existencia de estos obstáculos, además de limitar el desarrollo del sector biotecnológico en Colombia, incide en los resultados de esfuerzos institucionales realizados. Estos no logran tener un impacto social significativo. Más aún, potencializan los riesgos ambientales y socioeconómicos inherentes a estas nuevas tecnologías. El estudio del sector biotecnológico en Colombia a partir del marco teórico de Coase, sugiere que el desarrollo del mismo sea socialmente incluyente y respetuoso con el medio ambiente, los esfuerzos institucionales deben exceder el ámbito comercial y privado, y trascender al manejo tanto de las limitaciones como de los riesgos identificados. En resumen, no obstante los avances dados durante los últimos años para estimular la biotecnología en Colombia, las labores realizadas son, en algunos casos, insuficientes y prematuras.

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La antorcha

Monumento a los gobernantes y políticos caídos Por Fernando Estrada La Ciudadela Deportiva es la crónica de un desastre anunciado.

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l alcalde suspende la obra, los contratistas incumplen, los interventores son incompetentes y la contraloría esconde. Cuando Arboleda y su gobierno proclamaba una inversión monumental de $14.777 millones los medios regionales declararon a Palmira como ciudad del primer mundo. Curiosamente esto sucedía mientras la banda criminal los Rastrojos aumentaba asesinatos y la extorsión se generalizada en contra de pequeños y medianos comerciantes. Arboleda realizaba juntas electorales para nombrar a Ritter como su inmediato sucesor. ¿Cómo perdieron la memoria? ¿Por qué ahora se comportan como Poncio Pilatos? Responsable es el alcalde. ¿Por qué descubre problemas de reforzamiento estructural dos meses después que caducara la fecha de entrega? Al anunciar quince días para un plan de contingencia, ¿no estaba tacando burro? De hecho, así sucedió, Ritter decide suspender los trabajos de la Ciudadela Deportiva mediante argumentos peregrinos: la plata no alcanzó, se destinarán recursos por $ 6.150 millones para su finalización; la obra se dejará en manos de nuevos contratistas. Como Arboleda, el alcalde Ritter sabía que esta falsa promesa era una carta electoral. Ambos tenían conocimiento que la Ciudadela Deportiva se convertiría en un elefante blanco. Con contratistas chimbos y una interventoría sin competencia en ingeniería, a los gobernantes nunca les interesaban los deportistas de Palmira, su objetivo eran los votos. Por esto se callaron ante semejante fraude. ¿Quiénes calcularon los refuerzos necesa-

rios? ¿Quiénes estudiaron los diseños adaptados a los manuales de sismorresistencia? ¿Sobre quien recae la responsabilidad? Respuesta: sobre la interventoría. Lamentablemente las declaraciones de estos señores están llenas de babosadas: “No es nada grave, simplemente que se harán unas observaciones a la estructura de la gradería y se están corrigiendo unas cositas y por eso se suspendió el contrato”. Las “cositas” terminaron en un elefante blanco. Sencillamente los interventores se confabularon con los contratistas. Como en casos de obras públicas durante los gobiernos anteriores. ¿Quiénes deben responder por este elefante blanco? Se trata de un escenario deportivo construido sin ajustarse a normas de ingeniería. Porque cuando se proponen remiendos, pequeños ajustes, mejoras o revisiones ex post, tales agregados ocultan graves vacíos fiscales. Nadie sabe cómo diablos pueden reforzar estructuras con materiales que no cumplen estándares de calidad. Es probable que el próximo anuncio sea la demolición del Estadio. Y la Piscina Olímpica como otros espacios serán el objeto de saqueo de ladrones callejeros. De nuevo Palmira sometida a un robo por cuenta de sus políticos. Tanto Ritter como Arboleda se lavan las manos, mientras todos los palmiranos contemplan las ruinas de la Ciudadela Deportiva. ¿Dónde están las pólizas de seriedad y estabilidad de la obra suscritas durante la firma del contrato? ¿Quiénes ordenaron iniciar una obra tan pésimamente planificada? ¿Cómo sucedió la licitación de este contrato y cuáles fueron sus términos de referencia originales? ¿A quienes beneficia las prórrogas de una obra que terminará inconclusa? Los palmiranos debemos levantarnos. En

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este caso hay dos clases de responsables y dos tipos de responsabilidad. Primero, la responsabilidad fiscal que compromete a quienes se beneficiaron directa e indirectamente. ¿Quiénes recibieron coimas, bonificaciones, adelantos y pagos? Tanto contratistas como interventores, ingenieros o firmas deben poner la cara ante los organismos de control. Este caso deben llevarlo a Bogotá. Al dejarlo en la contraloría de Palmira, nada sucederá. Segundo, la responsabilidad política. Comenzando por el exalcalde Arboleda y su administración, los diputados de Palmira, el concejo municipal, los directorios de los partidos y los políticos. Palmira debe negarles cualquier respaldo en las urnas, debemos hacerles frente mediante un ¡No más! El voto en blanco tiene que convertirse en la daga que tenemos los electores para rechazar a quienes han hecho de Palmira un moridero. Quienes comprometieron recursos fundamentales del presupuesto municipal en este elefante blanco.

El alcalde Ritter ha querido desligar su gobierno del requetemalo Arboleda. No puede, sin embargo. Con este monumento al desgreño administrativo ambos participaron, Arboleda para cerrar un período nefasto de la ciudad, Ritter para iniciar una alcaldía con los sobrados dejados por su antecesor. Los palmiranos experimentan los errores de dejar las llaves de la ciudad en semejantes manos. Palmira tiene como alcalde un doble de Arboleda. Propongo que sobre estas ruinas los palmiranos construyan un monumento a los gobernantes y políticos caídos. Esta obra inacabada es un símbolo de los peores gobiernos que ha tenido la ciudad. Al mismo tiempo, significa el rechazo a sus malos gobiernos, a un concejo municipal manipulado y una clase dirigente incapaz de responder por la grandeza de los palmiranos. Lo mejor que puede suceder es que la Ciudadela Deportiva sea destruida. Es preferible su pérdida a una prolongación del saqueo de Palmira.

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Especial

Medios y miedos Por Teresa Consuelo Cardona G.

E

l miedo es una sensación de alerta o angustia por la presencia de un peligro o un mal, bien sea éste real o imaginario. Así lo define la Real Academia de la Lengua Española. Esa angustia derivada de la percepción de peligro tiene diversas manifestaciones, pero, tiene en común, que hace que los individuos que la padezcan reaccionen saliendo de la órbita normal. Es decir, cuando alguien tiene miedo, hace cosas que no haría normalmente. Las reacciones más comunes son atacar, huir, paralizarse, o entregarse sumisamente. Esta conducta que es normal, puede agravarse en cualquier momento, si las condiciones que producen el miedo se intensifican o se mantienen por mucho tiempo. Y si es así, las consecuencias suelen ser incontrolables y manifestarse aun sin motivaciones suficientes, generando miedo al miedo, falsas alarmas y, lo que es peor, un estado permanente de angustia que obliga a las

personas a que todo el tiempo estén atacando, huyendo, paralizándose o mostrando sumisión ante cualquier forma de dominación que se les presente. El miedo sólo puede ser neutralizado si quien lo padece puede racionalizar la fuente que lo produce. Pero racionalizar cualquier fuente de miedo, pasa por conocerla, entenderla y comprenderla. Pasa por el deseo desmitificante de pensar y contrastar la creencia contra la realidad. Pasa por saber argumentar para convencerse a sí mismo de que no hay razones para tener pánico. Esto último es lo más difícil en la lucha contra el miedo. Y los poderosos lo saben. Tal vez, por ello mismo, el miedo es el mecanismo de represión más utilizado en el mundo. Colombia lo sabe todo acerca del miedo. Y Palmira es experta. No ha habido una época en la que no se haya sentido miedo. Algunos son reales y otros implantados en

En esa fábrica de miedos, a la que hemos estado sometidos por muchos años, han jugado un papel muy importante los medios de comunicación, los comunicadores y la tecnología, cada uno a su manera.

el subconsciente colectivo. El racismo, por ejemplo, se masificó gracias al miedo. Se nos hizo creer que los negros eran peligrosos. Nunca nos detuvimos a pensar que un blanco, rubio, zarco, podría ser mucho más peligroso para la sociedad si se apropiaba de las tierras más productivas, hacía leyes para favorecerse, repartía los dineros del Estado entre los más ricos, no pagaba sus impuestos, formaba escuadrones armados para protegerse y esclavizaba a los no tan blancos, haciéndoles creer que les estaba haciendo un favor. Pese a todo, seguimos temiéndole a los negros y creyendo que los peligrosos son ellos. En esa fábrica de miedos, a la que hemos estado sometidos por muchos años, han jugado un papel muy importante los medios de comunicación, los comunicadores y la tecnología, cada uno a su manera. Sin proponérselo claramente, juntos, han facilitado el desvío de la atención de lo verdaderamente importante o han disimulado su trascendencia. Cuando un locutor dice que a la Administración Pública hay que ayudarle, está reconociendo que cambió la neutralidad de su actividad por la sumisión y, en consecuencia, está intentando empañar la información que traslada a la opinión pública, afirmando algo que no es totalmente cierto o

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lanzando noticias contradictorias que siembran confusiones y que arrastran a la población a la incertidumbre. Cuando un radialista anuncia con bombos y platillos que tiene una “chiva” y antes de contarla la colma de elogios, de bienaventuranzas, de predestinaciones, lo que está haciendo, en realidad, es manipular los procesos afectivos de sus receptores, creando un contexto ficticio, en el cual

demuestra una supuesta identidad y afinidad entre la fuente que le dio la “chiva” y sus receptores, que resulta en una aceptación de las decisiones del otro, aunque sean dañinas. Pero si alguna duda sobrevive, la tarea se cierra especulando acerca de las oscuras motivaciones que tendrían quienes dudan y conduciendo la turba contra ellos. Al fin y al cabo, los individuos hacen grandes y costosos esfuerzos por pare-

cerse a los demás. Nos asiste un profundo miedo a ser diferentes. O a decir las cosas de otro modo. Y es claro que los humanos (periodistas, locutores, redactores) que laboran en los medios (empresas de comunicaciones) también tienen miedo. Es apenas normal. Su existencia depende de poderes económicos y políticos en ocasiones fusionados, lo que les deja pocas opciones de su-

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Especial pervivencia. Recordemos que cuando el miedo agrede la supervivencia, la respuesta es atacar, huir, paralizarse, o entregarse sumisamente. Con esa garantía, los fabricantes de miedos avanzan triunfantes, apoyándose en una movilización ideológica que aplasta a la movilización popular. Las ideas se dan por sentadas, no hay tiempo para pensar ni para reflexionar. Las imposiciones son recibidas con aplausos rabiosos de quienes serán las víctimas, pero no se han dado cuenta de ello. Así sucedió con el anuncio de la instalación de un Esmad para Palmira. Se presentó el asunto en el marco de un Consejo de Seguridad en el que se estudiaban los crímenes brutales que se venían cometiendo en un barrio de esta pequeña población y el avance de la delincuencia común y organizada. La solución a esos problemas fue la “llegada de un nuevo componente de 35 hombres especializados, pertenecientes al Escuadrón Motorizado Antidisturbios, Esmad, para intervenir en sitios específicos de la ciudad, en donde la policía considere que haya afectación del orden público. La decisión fue tomada al término del Consejo de Seguridad regional celebrado en Palmira y presidido por el alcalde Ritter López”, según lo dice textualmente el boletín de prensa oficial. Este asunto ameritaba un análisis muy simple, ya que

la solución no resuelve el problema, en tanto, que el Esmad está diseñado para controlar multitudes, no para luchar contra la delincuencia. ¿Por qué necesitamos el Esmad en Palmira? ¿Por qué estamos preocupados de tener ajustado el orden público, que no es un problema actual? Aunque nadie ha visto al Esmad combatiendo a la delincuencia común, o persiguiendo ladrones por las calles, o interviniendo el microtráfico, que según las mismas autoridades son las fuentes de los homicidios en Palmira, el asunto pasó sin inconvenientes y con el aplauso del público tras la puesta en escena por los medios de comunicación. Esta parece la estrategia de ocultar mostrando. En cuanto se supo que un fiscal vinculó a Sigifredo López al secuestro y muerte de los once diputados del Valle, muchas personas se basaron en lo sospechosa que era su superviviencia y con esa sospecha, y muchos rumores, lo juzgaron y lo condenaron. No sería eso lo que programó alguien sabiendo que tras tanta desconfianza en la que hemos crecido y envejecido, sería muy fácil distraer al público de lo importante, con un asunto que se caería por su propio peso, pero que desató una avalancha de juicios precoces. Y, ¿qué era lo importante para los colombianos? ¿Qué hemos perdido mientras estamos

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ocupados condenando a Sigifredo? Otro hecho que removió los más profundos miedos de los colombianos, fue el atentado contra Fernando Londoño, que revivió el fantasma de las Farc. El país abrió un paréntesis de amnesia en el que recogió los miles de millones que Londoño ha ganado mediante demandas al Estado, el desfalco de Invercolsa, cuya condena le impide ocupar cargos públicos, las amenazas contra campesinos y sus relaciones con el paramilitarismo. Sorprende que mientras en unos casos se justifican los crímenes con un “venganzas personales”, en otros, se acude al dolor colectivo para rechazar el crimen. En la última semana de mayo, fuimos testigos de un hecho inexplicable: un hombre es asediado por agentes que deberían protegerlo, lo abalean doce veces y las autoridades afirman lo contrario a lo que vemos. Dicen repetidamente que el ciudadano disparó primero, pero el video muestra lo inverso. ¿Cuándo fue el hecho? ¿Cuánto tiempo estuvo guardado el video? ¿El palmirano en mención iba a ser otro falso positivo? O, es mejor que creamos que armarse es el único remedio, porque, al fin y al cabo, este ciudadano sobrevivió a ese ataque porque se defendió disparando, huyendo y atacando. En otro aspecto de la información, el pasado 27 de

mayo el periódico regional de mayor circulación hizo un desglose sorprendente de lo negativo que puede ser el voto en blanco. Lo presenta como los pros y contras, pero sólo habla de los segundos. Si alguien se fija más detalladamente, la redacción del periódico en temas como el del conductor abaleado y otros recientes, es desastrosa y confusa. La del voto en blanco, en cambio, es limpia, unidireccionada, coherente con la idea principal de desvirtuarlo como herramienta útil para una movilización popular de rechazo. Y acude al temor que puede representar para los vallecaucanos perder mucho dinero haciendo nuevas elecciones y calla frente a las cifras de dineros que se han perdido por no haber votado en blanco, aplastando cualquier idea de movilización de rechazo a los individuos y partidos que han desangrado al departamento. ¿Será que están preocupados porque el voto en blanco va por buen camino y que descabezará a algunos de los líderes que representan la confianza y tranquilidad de minorías manipuladoras? Muy seguramente, los vallecaucanos le dedicaremos horas interminables a medios y miedos, para garantizar que quienes han tenido el poder y han despilfarrado nuestros recursos, lo sigan haciendo, bajo el pobrísimo argumento de que es mejor malo conocido que bueno por conocer.

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Descartes y su teoría Por Leopoldo de Quevedo y Monroy

H

oy he decidido contradecir a un antiguo amigo. Me lo presentó el padre Francisco Acosta cuando yo era joven y estudiaba filosofía en el campus monástico de El Cedro, en Zipaquirá. Ni sabía con certeza qué era una teoría o una hipótesis o una hipotenusa. Yo andaba aún en la región de Babias, donde da lo mismo ser o no ser, atrás o en las espaldas. Me dejé convencer que el buen Renato estaba en sus casillas cuando dejó salir su sentencia poética —por cierto—, que dejó atónitos a sus contemporáneos y puso a rodar tintas y discursos. “Pienso, luego existo”, espetó duro, como el primer estornudo de un acceso compulsivo. Lo dijo muy serio, sin demostrar duda. Es más. Lo puso a prueba con la teoría de la duda como método para encontrar la certeza. En efecto, no había nacido la medicina como carrera universitaria ni se hablaba de hibernación, ni se había inventado la cámara hiperbárica, Y ni habían nacido los creadores de la robótica o los ipads. No tuvo la posibilidad de encontrarse con Quevedo para que le hubiera dicho: “No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca, o ya la frente, silencio avises, o amenaces miedo”. Fue una época de muchas ideas, conceptos, divagaciones y agudezas mentales. Todos hablaban y no se oían.

Quien en su época sufrió un desmayo o por un gran susto perdió el habla y la capacidad de escribir, a juicio del gran Des Chartes, no existía. Era o equivalía a un fantasma, un gnomo citadino —un holograma 3D o tridimensional, se diría ahora—. Aunque hable, baile, mire y cante. Hoy la experiencia, los avances de la ciencia y la poesía nos han llevado a concluir que pensar, sí, es importante y de la esencia del ser humano. Pero que, puestas en la balanza, la capacidad de pensar y de sentir, ésta última es la “piedra de toque” para establecer quien se acerca más al corazón, a la necesidad y al remedio de los males que le sobrevienen a los descendientes de los primeros antropoides. Pensar sirve para desmenuzar algoritmos, cranear un crimen, distinguir entre lo turbio y claro, para encontrar la salida del laberinto y la solución del acertijo o la localización del código para acceder al tesoro o a la página de la Dea. Quien posea esa capacidad puede ir a Harvard fácilmente, ganarse una beca o un reality o un cupo en una empresa. Será como un ratón muy inteligente que sigue un olor, un rastro, una intuición. Difícilmente Aladino, si supiera hoy la importancia de sentir y lo pusiera el Genio de la lámpara a escoger un deseo entre pensar y sentir, se quedaría con este último don o premio.

Esta tarde me he encontrado a Ala–donna y me dictó a la oreja este epigrama:

Anticartesianismo I Por sentir existo qué tal que no tuviera piel ni que no me doliera amar que el aire no me tocara que Neruda no corriera por mis venas que el agua no calmara el llanto que el beso no se hiciera agua en mi boca que el abrazo no me amarrara a ti qué tal que no sintiera el bulto de tu pecho que tu mirada no me hiriera que tu ternura no me amilanara que no oyera tus pasos cuando llegas que el mundo no se derrumbara abismal cuando estás ausente II no valdrá la pena la filosofía ni ser ángel o una estrella que parpadee sin que exista otra estrella que le pueda decir que por ella brilla


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