La cruzada. La Orden de la Oscuridad II

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La cruzada

La Orden de la Oscuridad II


Gregory, Philippa La cruzada: (La Orden de la Oscuridad II) / Philippa Gregory ; traducción Gina Marcela Orozco Velásquez. -- Editora Margarita Montenegro Villalba. -- Bogotá : Panamericana Editorial, 2017. 324 páginas : ilustraciones ; 22 cm. -- (Narrativa Contemporánea) ISBN 978-958-30-5525-6 1. Novela inglesa 2. Viajes - Novela 3. Cruzadas - Novela I. Orozco Velásquez, Gina Marcela, traductora II. Montenegro Villalba, Margarita, editora III. Tít. IV. Serie. 813.54 cd 21 ed. A1565228 CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Primera edición en Panamericana Editorial Ltda., septiembre de 2017 Título original: Stormbringers (Order of Darkness II) © 2013 por Philippa Gregory, publicado en acuerdo con Simon & Schuster UK Ltd., 1er. piso, 222 Gray’s Inn Road, Londres, WC1X 8HB, A CBS Company © 2016 Panamericana Editorial Ltda., de la versión en español Calle 12 No. 34-30. Tel.: (57 1) 3649000 Fax: (57 1) 2373805 www.panamericanaeditorial.com Tienda virtual: www.panamericana.com.co Bogotá D. C., Colombia

Editor Panamericana Editorial Ltda. Edición Margarita Montenegro Villalba Mapas e ilustraciones © Fred van Deelen Traducción del inglés Gina Marcela Orozco Velásquez Diseño de carátula Rey Naranjo Editores Guardas Fra Mauro, monje de la Orden de la Camáldula, 1449. © DEA/F. FERRUZZI/ Getty Images Fotografías de carátula © ‘Image(s) licensed by Ingram Image’: 02A134EM/StockPhotoSecrets; 02A134EE/ StockPhotoSecrets; ING_19027_00396/ StockPhotoSecrets; 02E91949StockPhotoSecrets Diagramación Martha Cadena

ISBN 978-958-30-5525-6 Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso del Editor. Impreso por Panamericana Formas e Impresos S. A. Calle 65 No. 95-28. Tels.: (57 1) 4302110-4300355. Fax: (57 1) 2763008 Bogotá D. C., Colombia Quien solo actúa como impresor Impreso en Colombia - Printed in Colombia


La cruzada

La Orden de la Oscuridad II

Philippa Gregory Traducciรณn Gina M arcela Orozco Velรกsquez


M A PA DE PICCOLO


Castillo de Roma a Pescara Italia, noviembre de 1453



Los cinco viajeros, que cabalgaban por el sendero lleno de baches rumbo a Pescara, hacían que todos se volvieran para observarlos: la mujer que les llevó cerveza ligera en una posada del camino; el campesino que construía un muro de piedra tallada a un lado del sendero; el muchacho que salía de la escuela para ir a trabajar en la viña de su padre. Todos sonreían ante el resplandor de la pareja que lideraba la pequeña cabalgata, pues eran hermosos, jóvenes y, como era evidente, estaban cortejándose. —¿En qué crees que termine eso? —le preguntó Freize a Ishraq, señalando con la cabeza a Luca y a Isolda, que iban delante de ellos por el camino recto, en dirección este hacia la costa del Adriático. Había llegado el otoño dorado y, aunque los surcos profundos del camino de tierra serían intransitables en invierno, las cosas discurrían bien por ahora; los caballos eran fuertes e iban a buen paso hacia la costa. Freize, un joven de rostro cuadrado y propenso a sonreír, tan solo unos pocos años mayor que su amo Luca, no esperó la respuesta de Ishraq. —Está perdidamente enamorado de ella —siguió diciendo—, y si hubiera vivido en el mundo exterior y alguna vez conocido a una muchacha, sabría que debería estar prevenido. Pero mi niño flacucho solo ha estado en el monasterio y por eso cree que ella es un ángel del cielo, con


8 pelo dorado y hermosa como cualquiera de los frescos del monasterio. Esto va a terminar en lágrimas: le va a romper el corazón. Ishraq vaciló en contestar. Sus profundos ojos oscuros estaban clavados en las dos figuras que cabalgaban delante de ellos. —¿Por qué supones que es él quien terminará lastimado? ¿Qué pasa si él le rompe el corazón a ella? —preguntó—. Nunca he visto a Isolda comportarse así con ningún otro hombre; él también será su primer amor. Ella se crio como una dama en el castillo, de modo que no se permitía que los caballeros viajeros se quedaran, ni que los trovadores vinieran a recitar poemas de amor. No creas que su vida era puro romance, llena de cortesanas, caballeros y rosas arrojadas desde una ventana enrejada: fue criada con severi­dad. Su padre la educó para que fuera la señora del cas­tillo y esperaba que gobernara sus tierras, pero su hermano le robó todo y la desterró a un convento. Estos días han sido su primera oportunidad de ser libre en el mundo real, y la mía también. No es de extrañar que esté feliz. Igualmente, creo que es extraordinario que el primer hombre al que en verdad conozca sea Luca. Tiene más o menos nuestra edad, es el hombre más apuesto que hemos, es decir, que ella ha conocido; es amable, absolutamente encantador y no puede quitarle los ojos de encima. ¿Qué muchacha no se enamoraría de él con tan solo verlo? —Hay otro hombre joven y guapo al que ve todos los días —sugirió Freize—. Es práctico, amable, bueno con los animales, fuerte, dispuesto, útil… y bien parecido. Creo que la mayoría de la gente diría bien parecido; otros tal vez dirían que es irresistible.


9 Ishraq se deleitó con la idea de malinterpretarlo adrede; primero miró la amplia sonrisa en el rostro de Freize y, luego, se detuvo en sus ojos azules y sinceros. —¿Te refieres al hermano Pedro? —Echó un vistazo detrás de ellos para ver al veterano sirviente que los seguía, llevando el burro—. No, es demasiado serio para ella, y además ella ni siquiera le agrada. Él cree que nosotras los distraemos de su misión. —¡Es cierto! —Freize se desentendió de sus galanteos hacia Ishraq y retomó su principal preocupación—. Luca fue enviado por el papa en persona a investigar el fin del mundo. Su misión es indagar el fin de los días. Si el terri­ble día del juicio es mañana o pasado mañana, como todos parecen creer, no debería estar pasando sus últimos momentos en la tierra riéndose con una exmonja. —Creo que no podría estar haciendo nada mejor —dijo Ishraq con firmeza—. Es un hombre joven y bien parecido, en busca de su lugar en el mundo, e Isolda es una joven preciosa que acaba de escapar del señorío de su familia y de la autoridad de los hombres. ¿Qué mejor manera de pasar los últimos días del mundo que enamorándose? —Bueno, piensas eso porque no eres cristiana, sino una especie de pagana —respondió Freize rotundamente, señalando los pantalones que llevaba bajo su amplia capa y las sandalias en sus pies desnudos—, y desconoces lo importantes que somos. Él tiene que informar al papa sobre los indicios de que el mundo está a punto de acabarse, todas las manifestaciones del mal en el mundo. Es joven, pero es miembro de una orden muy importante; una orden secreta, una orden papal secreta. Ishraq asintió con la cabeza.


10 —Suelo desconocer lo importantes que son los hombres. Haces bien en reprochármelo. Freize percibió de inmediato el tono de burla en su voz, y no pudo evitar deleitarse en su acérrimo sentido de la independencia. —Sí, somos importantes —insistió—. Nosotros, los hombres, gobernamos el mundo, y debes tener más respeto por mí. —¿Acaso no eres un simple criado? —preguntó Ishraq en broma. —¿Acaso no eres…? —preguntó Freize—. ¿Una esclava árabe? ¿Una académica? ¿Una hereje? ¿Una criada? Nadie parece saber con exactitud lo que eres. Tal vez un animal como un unicornio, que según dicen es un ser muy extraño y maravilloso, pero que pocas veces se ha visto y que seguramente no sirve para nada. —Ah, no sé —dijo ella acomodándose—. Fui criada por mi hermosa madre de piel oscura en una tierra extraña, y ella se cercioró de que supiera quién era yo, incluso si nadie más lo sabía. —Eres un verdadero unicornio —dijo él. Ella sonrió. —Quizá. —Sin duda da la impresión de que eres una joven muy segura de sí misma. Eso no es propio de una dama. —Sí, pero también me pregunto qué será de nosotras —admitió con más seriedad—. Tenemos que buscar al hijo del padrino de Isolda, el conde Vladislav, y luego tendremos que convencerlo de que le ordene a su hermano que le regrese su castillo y sus tierras. Pero ¿si se niega a ayudarnos? ¿Qué haremos entonces? ¿Cómo regresará a casa?


11 En serio, el que esté enamorada de Luca o no es la menor de nuestras preocupaciones. Delante de ellos, Isolda echó hacia atrás la cabeza y se rio con fuerza de algo que Luca le había susurrado. —Sí, se ve muy preocupada —comentó Freize. —Estamos felices, Inshallah —dijo—. Está más tranquila de lo que ha estado en meses, desde la muerte de su padre, y si el mundo se va a acabar, como piensa tu papa, entonces merece ser feliz hoy y no preocuparse por el futuro. El quinto miembro de la cabalgata, el hermano Pedro, hizo avanzar su caballo hasta quedar junto a ellos. —Llegaremos al pueblo de Piccolo cuando el sol se ponga —dijo—. El hermano Luca no debería estar cabalgando al lado de esa mujer. Es… —Hizo una pausa para escoger el reproche más adecuado. —¿Normal? —sugirió Ishraq con impertinencia. —Motivo de alegría —concordó Freize. —Inapropiado —los corrigió el hermano Pedro—. En el mejor de los casos parece un encuentro informal, como si no fuera un joven comprometido con la Iglesia. —Se volvió hacia Ishraq—. Tu señora debería viajar junto a ti, ambas con la cabeza inclinada y los ojos en el suelo como doncellas de mentes puras, solo deberían hablar entre sí, y eso raras veces y en voz muy baja. El hermano Luca debe viajar solo y en oración, o conmigo para entablar una conversación reflexiva. En todo caso, soy yo quien lleva las órdenes. De inmediato, Freize se llevó la mano a la frente. —¡Las órdenes selladas! —exclamó con ira—. ¡Cada vez que vamos tranquilos y despreocupados a algún lugar, hacia una posada agradable, tal vez con solo un par de días


12 libres para alimentar a los caballos y descansar, aparecen las órdenes selladas y nos dirigimos a indagar Dios sabe qué cosa! —Estamos en una misión de investigación —dijo el hermano Pedro en voz baja—. Por supuesto que tenemos órdenes selladas, y se me ha ordenado abrirlas y leerlas en determinados momentos. Por supuesto que nos enviaron a investigar. El objetivo de este viaje no es, como algunos creen, cabalgar de una posada agradable a otra y conocer mujeres, sino descubrir cuáles son los indicios del fin de los días, del fin del mundo. Tengo que abrir estas órdenes al atardecer de hoy y revelar a dónde vamos a ir ahora y lo que vamos a investigar. Freize se metió dos dedos en la boca y lanzó un silbido ensordecedor. De inmediato los dos caballos que iban adelante se detuvieron en seco, obedientes a su señal. Luca e Isolda dieron la vuelta y volvieron sobre sus pasos hasta donde los demás se habían detenido bajo la sombra de unos pinos frondosos. El aroma de la resina era tan penetrante como el perfume que flotaba en el aire cálido de la noche. Los cascos de los caballos crujían sobre las piñas caídas y sus sombras se proyectaban largas en el suelo arenoso y pálido. —Las nuevas órdenes —le dijo Freize a su amo Luca, señalando con la cabeza al hermano Pedro, quien sacó del bolsillo interior de la chaqueta un manuscrito color crema, laboriosamente sellado con lacre y cintas. Dirigiéndose al hermano Pedro, se volvió y preguntó con curiosidad—: ¿Cuántas más tiene ocultas ahí? El hombre mayor no se molestó en responderle al criado. Mientras el pequeño grupo lo observaba, rompió los


13 sellos en silencio y desdobló el papel rígido. Lo leyó y todos percibieron que dejaba escapar un pequeño suspiro de decepción. —¡No de vuelta a Roma! —le rogó Freize, incapaz de soportar el suspenso un instante más—. ¡Dígame que no tenemos que dar la vuelta y volver a nuestra antigua vida! —Vio el gesto entretenido de Ishraq—. La investigación es una ardua tarea —se corrigió enseguida—, pero no quiero dejarla incompleta. Tengo un sentido del deber, de la responsabilidad. —Harías cualquier cosa con tal de no regresar al monasterio y ser cocinero de nuevo —dijo ella con tino—. Así como yo prefiero estar aquí en lugar de servir como dama de compañía en un castillo aislado. Al menos somos libres, y todos los días nos despertamos y sabemos que cualquier cosa puede pasar. —Les recuerdo que no estamos viajando por placer —dijo el hermano Pedro con severidad, ignorando por completo sus comentarios—. Se nos ordena ir al pueblo pesquero de Piccolo, tomar un barco que cruce el mar hasta Split y continuar el viaje hasta Zagreb. Tenemos que tomar la ruta de peregrinaje que lleva de las capillas de San Jorge y San Martín a la iglesia de Nuestra Señora en las afueras de Zagreb. Isolda ahogó un suspiro. —¡Zagreb! Un gesto involuntario también traicionó a Luca, pues extendió la mano hacia ella y luego la retiró rápidamente al recordar que no podía tocarla. —Vamos por el mismo camino —dijo, y todos percibieron la alegría de su voz—. Podemos seguir juntos.


14 La resuelta aprobación de los ojos azules oscuros de Isolda fue ignorada por el hermano Pedro, que estaba concentrado en las nuevas órdenes. —En nuestro camino debemos indagar sobre cual­quier cosa que parezca fuera de lo común —leyó—. Ten­­­­dre­­­mos que hacer un alto y abrir una investigación si encontra­­mos algo que parezca obra de Satanás, que despierte temores ocultos, que evidencie la maldad de los hombres o el fin de los días. —Detuvo la lectura y dobló la carta al tiempo que miraba a los cuatro jóvenes—. Ya que Zagreb está de camino a Budapest, y dado que estas damas insisten en ir a Budapest a buscar al conde Vladislav, tal parece que Dios quiere que recorramos el mismo camino que ellas. Isolda ya había logrado recuperar el dominio de sí misma cuando el hermano Pedro levantó la mirada hacia ella. La joven mantuvo la mirada baja, con cuidado de no mirar a Luca. —Por supuesto que agradeceríamos su compañía —dijo esta con recato—, pero esa es una ruta de peregri­ naje famosa y habrá otras personas que se dirigirán al mismo lugar. Podemos viajar con ellas. No queremos ser una carga para ustedes. La expresión radiante del rostro de Luca le indicaba que no era una carga, pero el hermano Pedro respondió antes que todos. —Sin duda, yo les aconsejaría que, tan pronto encuentren un cortejo de damas que viajen a Budapest, se les unan. No podemos ser sus guías y custodios. Tenemos que cumplir una gran misión y ustedes son mujeres jóvenes, que por más que intenten comportarse con modestia, no pueden dejar de ser una distracción y de causar confusiones.


15 —Nos salvaron el pellejo en Vittorito —observó Freize en voz baja, y señaló con la cabeza a Ishraq—. Ella sabe pelear y usar el arco, y también sabe de medicina. Es difícil encontrar a alguien más útil como compa­ñero de viaje. No creo que podamos hallar mejor compañía en un viaje tan peligroso. —Claramente son una distracción —repitió Pedro con severidad. —Como dijeron, van a tomar su propio camino cuando encuentren un grupo adecuado al que puedan unirse —dictaminó Luca. La alegría de saber que iba a estar con Isolda otra noche, y otra noche después de esa, aunque fuera solo por unas pocas noches más, era evidente para todos, en especial para ella. Los ojos azules oscuros de la joven se encontraron con los ojos almendrados de él y permanecieron allí en una mirada larga y silenciosa. —¿Ni siquiera me va a preguntar lo que tenemos que hacer en ese lugar sagrado? —le preguntó el hermano Pedro a Luca en tono de reproche—. ¿En las capillas? ¿Ni siquiera quiere saber que hay informes de herejía que hemos de develar? —Sí, por supuesto que quiero saber —dijo Luca rápidamente—. Debe decirme lo que nos espera. Lo analizaré y tendré que pensar en ello. Voy a realizar una investigación completa y usted escribirá el informe y lo enviará al líder de nuestra orden, para que el papa lo vea. Haremos nuestro trabajo con dedicación, según lo ordenan nuestro señor, el papa y Dios mismo. —Lo mejor de todo es que podemos pagar una buena cena en Piccolo —comentó Freize con entusiasmo mientras


16 miraba la puesta de sol—. Maùana por la maùana tendremos tiempo suficiente para ocuparnos de contratar un barco que nos lleve hasta Croacia.


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