Petronella Fortuna. Historias de animales para niños

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Dorothea Flechsig trabaja desde hace muchos años como periodista para diversos periódicos y revistas. También escribe y publica cuentos para niños. Estudió guion cinematográfico y dicta talleres sobre escritura creativa para adultos y niños. Christian Puille estudió Diseño y Comunicación en Ausburgo y en la Universidad de Ulster (Belfast). Trabaja como ilustrador, desarrollador de viñetas y diseñador de producción. También dicta talleres en varias instituciones de educación superior.


Dorothea Flechsig

Petronella Fortuna Historias de animales para niĂąos

Ilustraciones de Christian Puille


Flechsig, Dorothea Petronella Fortuna. Historias de animales para niños / Dorothea Flechsig ; ilustrador Christian Puille ; traductor Luis Carlos Henao de Brigard. -- Bogotá : Panamericana Editorial, 2015. 108 páginas : ilustraciones ; 20 cm. Título original : Petronella Glückschuh Tierkindergeschichten. ISBN 978-958-30-4652-0 1. Cuentos infantiles alemanes 2. Animales - Cuentos infantiles 3. Suspenso - Cuentos infantiles 4. Detectives - Cuentos infantiles I. Puille, Christian, ilustrador II. Henao de Brigard, Luis Carlos, traductor III. Tít. I833.7 cd 21 ed. A1468277 CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Primera edición en Panamericana Editorial Ltda., 2015 Título original: Petronella Glückschuh © Dorothea Flechsig & Christian Puille © 2014 Panamericana Editorial Ltda., de la versión en español Calle 12 No. 34-30 Tel.: (57 1) 3649000, Fax: (57 1) 2373805 www.panamericanaeditorial.com Bogotá D.C., Colombia

Editor Panamericana Editorial Ltda. Edición Leonardo Realpe Ilustraciones Christian Puille Traducción del alemán Luis Carlos Henao de Brigard Diagramación María Paula Forero

ISBN 978-958-30-4652-0

Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso del Editor. Impreso por Panamericana Formas e Impresos S. A. Calle 65 No. 95-28. Tels.: (57 1) 4302110, (57 1) 4300355, Fax: (57 1) 2763008 Quien solo actúa como impresor. Impreso en Colombia - Printed in Colombia


CONTENIDO Petronella 7 El ciervo manso de Petronella

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El ratón en la aspiradora

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A los erizos también les gusta balancearse 33 Caracoles con mantequilla a las hierbas

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Gaticos en la cama

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La tortuga Charlie

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Lombrices en conserva y esqueletos de ratón en cordel 89

¡Petronella tiene más o menos tu edad! 5



Petronella Petronella quiere ser investigadora de animales cuando sea grande. Eso es seguro. Viajará al Polo Sur y atravesará desiertos. Con unos binóculos en la mano, se arrastrará como una serpiente silenciosa por las polvorientas praderas y descubrirá las más increíbles historias de animales que el mundo jamás haya escuchado. Navegará a través de los océanos y escalará las más altas montañas. Descubrirá insectos en las selvas húmedas y les pondrá un nombre. Quizás también enseñe a leer a los micos o al tigre a que dé la pata.

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Cuerda, su perra, ya puede brincar a través de las ruedas y contar hasta tres, gracias a Petronella. Petronella seguirá viviendo en el pequeño pueblo de Bergluch antes de que pueda viajar sola a tierras lejanas. Aquí ella conoce a todo el mundo y todos la conocen. Esto no es tan difícil, pues Petronella anda por todas partes. Todo el tiempo está yendo de un lugar para otro. No es raro que su padre tenga que salir tarde en la noche para ir a buscarla y llevarla a casa. Philine, la hermana mayor de Petronella, no preocupa tanto a sus padres. Philine es incluso la vocera de la clase y casi siempre obtiene buenas notas. Petronella, en cambio, suele faltar al colegio desde el primer día de clase. Eso es motivo de muchos disgustos. Petronella ama la vida y la libertad, pero lo que más ama es a los animales. Algunas veces se pone un poco triste por no haber nacido en un circo. Sin embargo, la vida de campo, en un pueblo tan bonito 8


como Bergluch, tiene también mucho que ofrecer. Pues si hay alguien que descubra cosas fuera de la común, esa es Petronella Fortuna. Siempre está allí donde hay algo para descubrir, con su cómica falta de un diente —que la ayuda a silbar estupendamente—, con su pelo alborotado, con sus orejas de Dumbo y su bicicleta atigrada de manubrios altos. ¿Y quién puede resistirse a sus enormes ojos negros?

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El ciervo manso de Petronella Petronella pedalea con fuerza y Cuerda corre junto a ella. Cuando Petronella pedalea vertiginosamente, las largas y caídas orejas de Cuerda saltan cómicamente por el aire. Cuerda es un setter irlandés. Recibió su nombre cuando era un cachorrito. Siendo apenas una cría, le tuvieron que coger unos puntos en la cabeza. Un perro grande la había lastimado. Como el hilo de la sutura se le vio por varios días, decidieron llamarla Cuerda. El estrecho sendero es escabroso y el viejo cubo que lleva en la canasta se zarandea ruidosamente. Petronella voltea con frecuencia la cabeza para mirar si el cubo aún está ahí, pues lo necesita con urgencia. Entre los pueblos de Bergluch y Bern‑ heide corre un pequeño río en el cual ya ha encontrado de todo: una llave vieja y oxidada con adornos, piezas coloridas y piedras brillantes. Pero su hallazgo más hermoso fue una vieja canica de porcelana. 10


Trajo su cubo rojo de metal para poder llevar cĂłmodamente sus tesoros a casa. Ella sabe perfectamente dĂłnde tiene que buscar esta vez. En uno de sus lugares favoritos. AllĂ­ cuelgan sobre el agua las ramas de los abedules y la luz del sol se cuela por entre las hojas. Petronella baja de la bicicleta y acaricia a Cuerda entre las orejas. Deja su bicicleta acostada sobre la yerba al borde del camino, se quita los zapatos y las medias y corre descalza por entre el agua.

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Algunas piedras están peligrosamente resbalosas. Algunas veces hay también sanguijuelas, y cuando se adhieren al cuerpo hay que deshacerse de ellas inmediatamente. Mientras tanto, Cuerda husmea por el prado en busca de ratones. Esta suele ser su ocupación cuando Petronella se mete al río, pues Cuerda le tiene miedo al agua. Petronella examina cuidadosamente el suelo con los dedos de los pies para no pisar nada cortante. Levanta piedras y algunas veces encuentra pequeños animales acuáticos debajo de ellas. Entonces vuelve a soltar las piedras haciendo que el agua salpique con fuerza. Camina mirando siempre al fondo, atenta a cualquier movimiento en el agua. De ahí que inicialmente no se diera cuenta. Cuerda, sin embargo, aguza las orejas y comienza a ladrar y brincar de un lado para otro. Petronella la llama: —Tranquila, ¿qué sucede? —Y entonces ella también lo ve. En medio del prado hay algo, y se mueve. 12


“¡Una liebre!”, piensa Petronella. Silba con fuerza. —¡Cuerda, ven aquí! —dice, pero Cuerda no piensa obedecer. Petronella se acerca un poco más. No es una liebre. En medio del campo hay un cervato rumiando; tiene el pelo corto, de color marrón y con manchas blancas. Petronella sabe, por su padre, que no se debe tocar a los cervatos, porque si la madre llega a detectar olor de humanos, entonces podría no volver a aceptarlo. Así pues, se arrodilla a una distancia prudente y lo primero que hace es tranquilizar a su perrita.

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—Ya, ya, no es más que un pequeño ciervo —susurra Petronella al oído de Cuerda. Petronella no había visto, hasta ahora, a un cervato. El pequeño ciervo se ve muy débil y apoya la cabeza en sus patas delanteras. “Tal vez hace mucho que no come”, piensa Petronella y se pone triste. —¿Qué pasará con el pequeño ciervo de manchas blancas? —se pregunta—. ¡Ojalá no tenga rabia! Petronella escuchó una vez que los animales afectados de rabia tienen espuma en el hocico. Sin embargo, ese pequeño hocico negro se ve muy bonito. A Petronella se le ocurre una idea. Toma a su perra de la correa y se esconde detrás de un arbusto de avellanas. —¡Chist, Cuerda! ¡Miremos desde aquí! Quizás ocurra algo. Cuerda obedece, se sienta en el pasto junto a Petronella y jadea. El cervato mira hacia donde está Petronella y emite un sonido raro. Cuerda aguza el oído. Es la 14


primera vez en su vida que Petronella escucha ese sonido. —Seguramente está llamando a su madre —le dice Petronella a Cuerda, que justo en ese momento se rasca una oreja—. ¿Pero dónde estará? Petronella espera con paciencia, pero no aparece ningún ciervo. Y el cervato tampoco sale corriendo. Al contrario, se queda mirando hacia el arbusto de avellanas y bala sin parar. “Seguramente el pobre animal se siente totalmente abandonado”, piensa Petronella.

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Se hace tarde y Petronella debe regresar pronto a casa. ¿Qué habrá de hacer? “No puedo dejarlo allí solo”, piensa. Petronella sabe que algunas veces los animales que viven en el bosque abandonan a sus crías cuando estas son demasiado débiles. Entonces toma la decisión de llevarse el cervato y de cuidarlo ella misma. Se acerca con cuidado donde el joven ciervo y extiende ambas manos delante de su hermoso hocico negro. El cervato comienza a lamerle los dedos, y Petronella está feliz, pues tiene la sensación de que el animalito solo estaba esperando ser hallado y salvado por Petronella Fortuna. El cervato está demasiado débil para ponerse en pie. “¿Pero cómo voy a hacer para llevarlo a casa en mi bicicleta? Es imposible”, piensa Petronella. Entonces esconde rápidamente su bicicleta y el cubo entre los arbustos y carga con cuidado el pequeño ciervo en los brazos. No es tan pesado. Petronella comienza a llevar al cervato a su casa. El camino es 16


largo cuando se va a pie. Pero el cervato se queda muy tranquilo en los brazos de Petronella. Y finalmente llegan a su casa. El padre de Petronella se encuentra cortando el pasto. —¡Papá, papá, he traído un cervato! —grita Petronella con emoción. No pasan siquiera cinco minutos, y toda la familia se encuentra sentada alrededor de Petronella. El padre y la madre están pensativos. Era de esperarse. Así son los padres.

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—Un ciervo no es un animal doméstico. Los ciervos no viven en jardines, sino en el bosque —dice el padre de Petronella. No obstante, él también piensa que el cervato es bonito. Entonces Petronella cuenta toda la historia y les explica a todos que su cervato se va a morir si ella no lo conserva y alimenta. —Pero tú no eres una mamá cierva —le dice su padre sacudiendo la cabeza en actitud pensativa—. Y ya casi tenemos aquí una granja —añade con gesto serio.

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El padre de Petronella es maestro, y con cada nuevo animal dice siempre: —¡No quiero volver a ver un animal más en la casa! —Pero después termina queriendo a los animales casi tanto como Petronella. Está oscureciendo, y el cervato puede quedarse por esta noche. Pero el padre de Petronella irá temprano por la mañana donde el guardabosques a pedirle consejo y solo entonces decidirá qué hacer. Entre todos desocupan la casita del jardín y ponen paja y heno en el suelo. Allí podrá descansar por fin el cervato. Inmediatamente comienza a mordisquear el heno, y Petronella está feliz de que se sienta bien. Al día siguiente, Petronella y su padre se dirigen en auto adonde el guardabosques. Por suerte, el guardabosques se encuentra en casa, y lo mejor de todo es que no tiene tiempo. —No puedo ocuparme de un cervato ahora —dice. Petronella contempla asombrada el escaparate en el que se encuentran varias armas. En la pared, arriba de la puerta, hay colgada 19


una enorme cornamenta de ciervo. Petronella toma con cuidado un arma del escaparate. El guardabosques está concentrado conversando con su padre. Petronella quiere sabe cuánto pesa un arma tan grande como esa y apunta. Pone el ojo en la mirilla. —¿Estás loca? —grita el guardabosques y se apresura a quitarle el arma a Petronella—. ¡Esto no es un juguete! —La vuelve a poner en el escaparate y cierra la puerta con llave. El padre de Petronella entorna los ojos de una manera bastante cómica. Lo hace siempre que va a regañarla, pero no se atreve, pues hay personas extrañas en el lugar. —¿Quieres intentar criar al cervato? —pregunta el guardabosques a Petronella. —¿Qué…? —Petronella está desconcertada—. ¡Oh, sí! —Apenas puede creerlo. El guardabosques entrega a Petronella una lata de leche en polvo y un biberón para que alimente al cervato cada dos horas. ¡Es verdad, entonces, que puede conservarlo! 20


Este es un día verdaderamente maravilloso para Petronella Fortuna. —Mi apellido siempre me trae suerte —dice Petronella y se despide del guardabosques con particular amabilidad, aunque le parece absurdo que tenga tantas armas. —¡Otro animal! ¡Ya no más! —murmura el padre de Petronella cuando van saliendo de la casa del guardabosques, pero Petronella está más que feliz y da brincos en el carro, pues quiere llegar lo más rápido posible a casa. Desde ese día el despertador que está junto a la cama de Petronella suena también de noche cada cuatro horas. Petronella, aún dormida, se levanta a prepararle el biberón al pequeño ciervo. Luego de varios días, Petronella está tan cansada que casi se queda dormida durante el desayuno. No le fue bien en el examen de Matemáticas. Con noches tan ajetreadas, no hay por qué asombrarse. —Tenemos que turnarnos —le propone el padre a Petronella—. ¡Tienes que volver a dormir como es debido! 21


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Ahora los padres de Petronella también se turnan para alimentar al cervato, que con el paso de los días se va poniendo más fuerte y más manso. Petronella está orgullosa, y Claudia, su mejor amiga, reconoce que está un poco envidiosa porque Petronella puede jugar en casa con muchos animales. Pues además del ciervo, viven con ella su perra Cuerda; la gata Elsa; Persil, un conejo blanco; Piepsi, un hámster miedoso; y Pedrito, el perico. Claudia solo tiene a Hansi, una cacatúa ninfa que no hace más que morderla. Por eso Claudia puede visitar casi todos los días a Petronella, y también alimentar de vez en cuando al ciervo. Todos le han cogido cariño al cervato. Cuerda le lame la piel, lo cuida y juega con él en el jardín. Ambos incluso corren por toda la casa, y la gente del pueblo mira con asombro cuando Petronella sale a caminar por las calles con su perra y su ciervo, pues van sin correa. 23


“¡Esto puede continuar siempre así!”, piensa Petronella, pero ocurre algo. Un buen día, el padre de Petronella quiere llevarse a su ciervo adonde un granjero del pueblo vecino. Este ha cercado un pedazo de bosque detrás de su casa en el que ya conviven algunos ciervos y una cabra joven. Aquí tendrá el ciervo de Petronella un nuevo hogar y más tarde podrá volver a su hábitat. —¡Has criado a tu cervato con mucho cariño! —le dice su padre para reconocerle su buena acción—. ¡Pero ahora debe volver al bosque! Creo que tu ciervo ya echa de menos el bosque. —No lo creo —responde Petronella—. Él se siente feliz conmigo, y juega perfectamente con Cuerda. —¡Pero un jardín no es un bosque, y lo sabes muy bien! —Petronella es terca—. No quiere seguir hablando con su padre. Pero no sirve de nada. Al día siguiente debe ir con él adonde el granjero. 24


Durante todo el viaje, Petronella no hace más que acariciarle cariñosamente el cuello a su cervato. —Te dejo allí, pero si el lugar es realmente bonito —le promete Petronella a su ciervo. Cuando llegan, Petronella ve brincar y pastar tranquilamente a otros ciervos en el amplio cercado. Y el granjero también parece ser una buena persona. Acompañado de Petronella, conducen el ciervo hasta el cercado. Inicialmente los otros animales salen corriendo asustados, pero pronto se van acercando poco a poco con curiosidad.

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—¡Yo vendré a visitarte! —promete Petronella—. ¡Cada vez que pueda! ¿Le habrá entendido su ciervo? Sea lo que fuere, se siente totalmente seguro y mira ya con curiosidad hacia los otros. —¡Bueno, ahora tienes que despedirte! —le dice el granjero a Petronella—. ¡Tu ciervo tiene que adaptarse al grupo! El padre de Petronella la tira de la manga. Petronella se voltea para volver a mirar hacia el cercado. Allí está su ciervo, ahora en compañía de los demás, en medio de la fértil pradera. Petronella sonríe, pues en realidad ya no es más un cervato, sino un ciervo grande y orgulloso. ¡Todo gracias a Petronella!

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El ratón en la aspiradora —¡Ustedes piensan que yo debo estar ordenando todo su desorden! —dice la madre de Petronella regañándolos. Ha estado todo el día de mal humor, porque tiene mucho trabajo y durante los fines de semana tampoco puede descansar. Hoy por la tarde ha invitado a unos amigos, y aún tiene que ir de compras, lavar la ropa y limpiar. Cuando todos salen de compras, Petronella es la única que se queda en casa. Decide echarle una mano a su estresada madre limpiando un poco la casa. Petronella trae la aspiradora del sótano y la arrastra hasta la sala. Se pone el delantal de cocina e inicialmente ordena un poco. —¡Oye, Elsa, sal de debajo del sofá; es hora de limpiar! —le dice Petronella cariñosamente a su gata y la deja salir al jardín por la puerta de la terraza. A la atigrada gata no le gusta el ruido de la aspiradora. “Mamá se va a poner contenta cuando regrese a casa”, piensa Petronella y conecta 27


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