Pañol de la Historia # 39

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Fasc铆culo No. 39

ISSN 1900-3447

Direcci贸n de Acci贸n Integral Armada Nacional


Presentación A los marinos de Colombia se dedica este trabajo de investigación sobre la historia naval, plasmado en crónicas que resumen las hazañas de aquellos que combatieron por todas las causas, navegando cargados de ilusiones y tiñendo el mar con su sangre. Los PAÑOLES DE LA HISTORIA, son un homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado. Agradezco al señor Vicealmirante Álvaro Echandía Durán, Comandante de la Armada Nacional, la deferencia de mantener la edición de estos resúmenes. Este trabajo desea llevar el mensaje de la historia a aquellos hombres de mar y de guerra, que fueron arrullados por las olas y embriagados con su encanto. JORGE SERPA ERAZO Vicepresidente del Consejo de Historia Naval de Colombia

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Don Blas de Lezo legado y paradigma

Por: Jaime Obregón Puyana

1. Parábola vital de Don Blas de Lezo hasta su llegada a Cartagena Para que las realizaciones de Don Blas de Lezo en nuestro suelo sean comprensibles en toda su extensión, es conveniente presentar una síntesis sobre los hechos más sobresalientes que protagonizó antes de su arribo a Cartagena, no sin dejar de advertir que entre los escasos documentos dedicados al Héroe, sobresale por lo integral la reciente obra de Gonzalo Quintero Saravia1, quien fuera agregado cultural de la Embajada de España en Colombia, mereciendo además especial mención el compendio de Marco A. Gandarillas2, documentos en los cuales se basa fundamentalmente el recuento de los hechos, fuera de otras fuentes consultadas. Nació Don Blas3 en Febrero de 1689 en Pasajes de San Pedro o Pasaia en vasco (Guipúzcoa), norte de España. Fue el tercero de ocho hijos nacidos del matrimonio formado por Pedro Francisco de Lezo y Agustina de Olavarrieta. Su familia había ganado “expediente de nobleza” hacia mediados del siglo XVII, aunque se trataba de la llamada pequeña nobleza lugareña. Sin embargo, el origen remoto de la nobleza que se halla en los guerreros ocupados en la defensa de la sociedad frente a toda amenaza exterior, infundiría en Don Blas “el sentimiento de pertenencia a una clase que está llamada al servicio de las demás [convicción] que permeará toda su vida”. De ahí que, dada su condición, entre las opciones que se le ofrecían de cara al futuro: “Ciencia, Mar y Casa Real”, escogió las dos últimas, es decir, sería militar y en la mar. Entonces4, en 1702, salió del Colegio de Francia e ingresó al servicio como Guardiamarina en la Armada Francesa que estaba al mando del Conde de Tolosa, Luis Alejandro de Borbón, hijo de Luis XIV, y en 1704, durante la Guerra de Sucesión Española, en la feroz batalla de Vélez-Málaga, entró en combate en calidad de tripulante de la nave capitana enfrentada a las fuerzas de la Escuadra Inglesa del Almirante Sir John Rooke, apoyada por la Flota Holandesa, ocasión en la que perdió la pierna izquierda por una bala de cañón. Se recuerda que su impasibilidad ante ese primer desmembramiento impresionó al mismo Almirante de la Escuadra, quien alabó su comportamiento y dio parte del hecho al mismo Rey de Francia. La tenacidad del joven Blas, de apenas quince años, le permitió adaptarse a un apéndice artificial, con tal propiedad, que en breve pudo desenvolverse con soltura en los navíos e incluso montar a caballo. General Anka Motz, o pata de palo en vasco, lo llamarían sus hombres en años posteriores con afectuosa admiración. Su serenidad y coraje le merecieron el ascenso a Alférez de Bajel de Alto Bordo, por 1. QUINTERO, Gonzalo. Don Blas de Lezo: Defensor de Cartagena de Indias. Bogotá: Planeta, 2002. 309 p. Este libro, muy bien documentado, se recomienda ampliamente a quien desee profundizar en la vida y la época de Don Blas de Lezo. 2. GANDARILLAS, Marco A. El Almirante Don Blas de Lezo. Yahoo. 6 p. 3. QUINTERO, Op. cit., p. 21-29. 4. IBID., p. 45-118, p. 289-291.

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orden de Luis XIV y una “Merced de Hábito” concedida por el Rey Felipe V de España, lo cual implicaba “derechos honoríficos” que asimilaban al receptor a la “baja aristocracia”. Costoso pues, pero también glorioso, el bautismo de fuego de nuestro héroe. Hacia 1.705 ascendió a Alférez de Navío y apresó dos buques, y al año siguiente se le encomendó el mando de varios convoyes que, burlando a los ingleses, acudirían en auxilio de Felipe V en Barcelona. Incendió algunos buques enemigos sin perder ninguno de los propios, ascendió a Teniente de Navío y tomó parte en la defensa del castillo de Santa Catalina en Tolón donde perdió el ojo izquierdo. En 1.707 fue ascendido a Teniente de Bajel de Guardacostas y se le destinó al puerto de Rochefort. Llegó al grado de Capitán de Fragata en 1.710 y apresó once navíos ingleses entre los que se hallaba el emblemático Stanhope5 en cuya captura recibió otras heridas. Hacia 1.712 pasó a la Armada Española en la escuadra de Don Andrés de Pez y se le nombró Capitán de Navío al mando del Campanela. Dos años más tarde se halló en el segundo sitio de Barcelona, donde le quedó lisiado el brazo derecho, y luego intervino en la reconquista de Mallorca. Al terminar la Guerra de Sucesión, en 1716 se le entregó el mando del navío Lanfranco, que llegaría a ser su Buque Insignia. Combatió con éxito a los piratas y corsarios que asolaban las costas pertenecientes hoy a Chile y Perú, y en 1.723, a sus 34 años, es nombrado Jefe de la Escuadra y General del Mar del Sur. En esa época agregó a sus logros la captura de doce navíos holandeses e ingleses. Contrajo matrimonio en Lima (Perú) en 1725 con Doña Josefa Pacheco, hija de Don José Carlos Pacheco de Benavides y Solía, y de Doña Nicolasa de Bustos, Señora de las Villas de Ovieco y Cañal, y en el siguiente año nació Blas, su primer hijo. Regresó6 a España en 1730 y en Sevilla es felicitado por el mismo Rey. Al año siguiente tomó el mando de la Escuadra del Mediterráneo y luego, tras amenazar con bombardear la ciudad y exigir en desagravio rendir honores a la bandera española, cumplió con la misión de obtener el pago de 2.000.000 pesos adeudados por la República de Génova al Rey de España, que estaban retenidos en el Banco de San Jorge. En 1733, como segundo de la escuadra del Conde de Montemar y al mando del Santiago realizó una expedición a Orán con 54 buques y 30.000 hombres. Orán se rindió pero luego Bay Hassan sitió la ciudad poniéndola en grave peligro. En su auxilio Don Blas acudió con seis navíos y 5.000 hombres logrando ahuyentar al pirata argelino y persiguiendo su nave capitana de 60 cañones que buscó refugio en la bahía de Mostagán defendida por dos castillos y 4.000 moros. Sin importarle el fuego de los fuertes, Don Blas continuó la persecución logrando incendiar la nave argelina e infringiendo gran daño a los castillos. Patrulló luego durante meses en la zona combatiendo eficazmente la piratería, hasta que una epidemia de calentura le obligó al regreso a Cádiz. En 1734 el Rey premió sus servicios7 promoviéndolo a Teniente General de la Armada y nombrándolo Comandante General de la misma. Hacia 1737 regresó a la América Hispana con los navíos Fuerte y Conquistador escoltando ocho mercantes y dos navíos de registro, y el 11 de marzo llega a su nuevo destino, con la misión de: “Asegurarse que Cartagena de Indias nunca cayese en manos inglesas”. Tan pronto desembarcó se ocupó en fortalecer las defensas de la Plaza, labor en la cual desarrolló una Estrategia Preactiva8 como correspondía a las circunstancias y desplegó una febril actividad e ingenio para sacar el mejor provecho de los limitados recursos disponibles.

2. Antecedentes y causas del ataque Inglés a Cartagena El “Florero de Llorente” que precipitó la declaración de guerra a España por parte de Inglaterra, aunque como se verá otro fue el caldo de cultivo, tendría lugar en el Caribe hacia 1.732. Robert Jenkins, comerciante y contrabandista inglés, lo cual para la época significaba “que hace sus negocios como Dios o el Diablo se lo indican”10, según Germán Arciniégas, fue sorprendido cerca de las costas de Florida transportando contrabando en su barco Rebeca, por el guardacostas español Isabel mandado por el Capitán Don Juan de León Fandiño, quien además de confiscar continente y contenido, le cortaría una oreja y lo liberaría con el siguiente mensaje: "Ve, y dile a tu Rey que haré lo mismo con él, si a lo mismo se atreve"11. No obstante que algunas circunstancias hacen dudar de la veracidad del supuesto hecho, como que Jenkins pudo perder la oreja en alguna gresca en Jamaica, pero la 5. El Conde James de Stanhope (1673-1721), fue Comandante en Jefe del Ejército Británico en España durante la Guerra de Sucesión Española, Primer Lord del Tesoro y Secretario de Estado (Microsoft, Enciclopedia Encarta). 6. GANDARILLAS, Op. cit., p.1-2. 7. QUINTERO, Op. cit., p. 149. 8. GABIÑA, Juanjo. Prólogo a la Edición Española. En: GODET, Michel. De la anticipación a la acción. Santafé de Bogotá: Alfomega, 1999. p. XVI- XVII. Como una de las dos modalidades de la Estrategia Prospectiva, “la Estrategia Preactiva es la que se anticipa a los acontecimientos y permite que uno se prepare mejor para afrontar el futuro”. 9. IBID., p. 194-198. 10. ARCINIEGAS, Germán. Biografía del Caribe. Bogotá: Plaza y Janés, 1984. p. 269. 11. LEMAITRE, Eduardo. Historia de Cartagena. Cartagena: Tempo, 1992. p. 31

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conservaría para lograr mostrarla en el Parlamento de Inglaterra, el asunto tendría su efecto, aunque la guerra se originó en causas más profundas. El tratado de Utrecht de 1.713, por el cual se terminó la Guerra de Sucesión por el trono español, que sobrevino tras la muerte del último de los Austrias, Carlos II “El Hechizado”, y el advenimiento del primero de los Borbón, Felipe V “El Animoso”, hacía significativas concesiones a Inglaterra como la posesión de Gibraltar y Menorca, el monopolio del tráfico de negros y el llamado “navío de permiso” para acompañar a las flotas españolas en las ferias, entre otras, de las cuales abusaron los ingleses aumentando su injerencia en la economía de las colonias españolas. Por su parte, Felipe V, haciendo honor a su mote de “El Animoso”, que ganó “por su desprecio al fuego enemigo y su insistencia en mantenerse en primera línea” de combate, propendió a la neutralización de tales concesiones y a una reorganización del Estado que le permitiría ejercer mejor control sobre su Imperio. Prueba de ello fue la implantación del exitoso servicio de guardacostas que se señala como el origen inmediato de la guerra. Sin embargo, se advierte que el factor que desencadenó el conflicto tuvo asidero en la política interna inglesa, en medio de la cual el Primer Ministro Robert Walpole del partido Whig, se veía atacado en distintos frentes, en particular por la tendencia más radical de los Torys, que tenían nexos con la South Sea Company, la cual poseía el monopolio del asiento de negros y cuyos corruptos directivos habían protagonizado escándalos financieros y debían una suma enorme al Gobierno Español. En ese estado de cosas apareció Jenkins exhibiendo su oreja, intervino en el parlamento, y la opinión encontró en su caso la ocasión ideal para suscitar la guerra. Walpole, quien consciente de la inconveniencia del conflicto, había logrado negociar un acuerdo con España en enero de 1.739, se vio en la obligación de declarar la guerra en Octubre del mismo año, la cual, debido al episodio en mención, se conoce en la Historia como “La Guerra de la Oreja de Jenkins”. Para Inglaterra12, el Objetivo de la Guerra en términos oficiales era atacar el comercio entre España y sus colonias en América, en represalia por las acciones de los guardacostas españoles. Con ese propósito se concibió un dispositivo de tenaza mediante la acción de dos flotas. Una al mando del Comodoro George Anson que actuaría contra el tráfico comercial en el Pacífico. La otra, confiada al Vice-Almirante Edward Vernon, debía concentrarse en el ataque de las posesiones españolas en el Caribe. Pero no debe pasarse por alto las órdenes secretas impartidas a Vernon en cuanto a que “estudiase la posibilidad de un desembarco en las colonias españolas con el propósito de fundar un establecimiento permanente bien defendido y guarnecido por tierra y por mar”. Y es en ese contexto donde cobra relevancia “tomar la ciudad donde confluyen las riquezas de las colonias españolas, Cartagena de Indias”. Cartagena14 era considerada de tiempo atrás como una de las “Llaves de las Indias”, por su importancia desde dos puntos de vista: Estratégico – Militar y Comercial. En relación con el primero, se le valoraba como la “clave geoestratégica de América del Sur” y como una de las piezas fundamentales del sistema defensivo español en el mar Caribe. De ahí que la Corona Española se ocupara de “fortificarla como a ninguna otra plaza de América”. Respecto del segundo punto de vista sobre la importancia de la plaza, el comercial, Cartagena fue de relevancia crítica para la “Carrera de Indias, basada en el sistema de flotas o conjunto de barcos protegido por una escolta armada”, que por más de doscientos años fuera el medio de transporte y comunicación con la Península Ibérica, hasta ser reemplazada por los denominados “navíos de registro”. Por si fuera poco, la plaza, además de su importancia para el comercio entre la Metrópoli y sus colonias en América, desempeñaba un señalado rol como centro de intercambios regionales. 12. QUINTERO, Op. cit., p.199-202. 13. TORRES, Alberto Enrique. Homenaje a don Blas de Lezo: El último biógrafo del Almirante Edward Vernon. Una versión inglesa de su asalto a Cartagena de Indias. Cartagena, Colombia: Casanalpe, 1955. p.14. En: QUINTERO, Op. cit., p. 201-202. 14. QUINTERO, Op. cit., p. 150-154.

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No es de extrañar entonces que el Vice-Almirante Vernon15, en cumplimiento de las instrucciones secretas que recibió de su Rey, en el sentido de establecer una base permanente en territorios de la América Hispana, hubiera escogido para tal propósito a Cartagena de Indias, haciendo uso de la discrecionalidad que se le otorgara para la selección del sitio del asentamiento. Prueba de ello son las informaciones, por demás valiosas en el desarrollo de los acontecimientos, que se recibían de parte del espía español en Jamaica conocido como “El Paisano”. Baste una: “Que esta plaza la tiene por importante la Nación Ynglesa, pues tomada esta plaza, cogían la llave del Reyno”16. Así pues, las intenciones de Vernon implicaban un alcance de trascendencia única, no comparable en nada con lo que fueron los ataques de los piratas (Francis Drake, el Barón de Pointis, Jean Baptiste Ducasse, entre otros), que habían sucedido en el pasado, los cuales, por devastadores que hubiesen sido se limitaban al saqueo.

3. Síntesis biográfica de otros protagonistas del sitio de Cartagena Por parte de los defensores españoles es oportuno precisar que si bien Don Blas de Lezo era el Comandante del Apostadero o “puerto en que se reúnen varios buques de guerra bajo un solo mando”, la jefatura de la Plaza estaba a cargo del Virrey Don Sebastián de Eslava y Lasaga. Nació Don Sebastián18 en Navarra en 1.685 y murió en Madrid en 1.759. Estudió en la Real Academia Militar de Barcelona y tuvo una destacada trayectoria militar con amplia experiencia en combate que le permitió acceder al grado de General de los Reales Ejércitos. Fue Caballero de la Orden de Santiago y Teniente de Ayo del infante Don Felipe, cargo este que le permitió la proximidad al Monarca, lo cual sería determinante para que en 1.739 fuera nombrado primer Virrey de Nueva Granada tras la reinstauración del Virreinato, con amplios poderes y la orden real expresa de defender su territorio. Durante su mandato (1740-1748) se ocupó en reforzar las defensas, fomentar las misiones y el poblamiento, así como organizar la administración y el recaudo de la Real Hacienda. Cuando regresó a España se le nombró Capitán General, Gobernador de Andalucía y Secretario de Estado de Guerra. Su conducta con Don Blas de Lezo durante el sitio de Cartagena en 1.741 es en gran medida inexplicable, así como reprochable es, por decir lo menos, el parte adverso a Don Blas que hiciera llegar a la Corona, el cual produjo la injusta destitución del héroe vasco y le permitió al Virrey cosechar en solitario los laureles del triunfo. Por este, además del reconocimiento y otras distinciones se le confirió póstumamente en 1.760 el título de Marqués de la Real Defensa. A Don Sebastián y a Don Blas les seguían en jerarquía el Mariscal de Campo Don Melchor de Navarrete, Gobernador de la ciudad, a quien se le confió la parte administrativa y el abastecimiento de víveres, y el Coronel Don Carlos Des Naux, Ingeniero militar, quien se desempeñó con valentía como Castellano de San Luis de Bocachica y más tarde como Castellano de San Felipe de Barajas. Se aprecia que, a pesar de las fuertes discrepancias de criterio en materia estratégica y táctica que se presentaron entre Don Blas de Lezo y el Virrey, desde el momento mismo del arribo de este último a Cartagena en abril de 1.740, “los cuatro hombres lograron por fin unificar su acción baja la dirección de Eslava y resistir a pie firme el embate inglés”19. En cuanto a los atacantes ingleses20, sobresale la figura del Vice-Almirante Sir Edward Vernon, quien nació en 1.684 en Westminster (Inglaterra). Su padre, James Vernon, se desempeñó como secretario del Duque de Monmouth y del 15. IBID., p. 213. 16. ZAPATERO, Juan Manuel. La guerra del Caribe en el Siglo. XVIII. Madrid: Servicio Histórico Militar y Museo del Ejército, s.f. P. 37 y ss. En: QUINTERO, Op. cit., p. 154. 17. QUINTERO, Op. cit., p. 176. 18. IBID., p. 190-194, 279-280. MICROSOFT CORPORATION, Enciclopedia Encarta. 2003. 19. GANDARILLAS, Op. cit., p. 3. 20. QUINTERO, Op. cit., p. 202-207, 220-221, 264-265.

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Virrey Don Sebastián de Eslava y Lusaga


mismo Rey Guillermo III. Su familia se ubicaba en las capas más altas de la gestión estatal y de la sociedad. Mientras permaneció en el colegio de Westminster fue consciente de su vocación de marino y en 1.700 se enroló en el Shrewsbury, buque insignia del almirante Rooke. Durante la Guerra de Sucesión Española estuvo en la toma de Gibraltar y participó en la batalla de Vélez-Málaga. Allí coincidiría con Don Blas de Lezo y también dos años más tarde en el sitio de Barcelona, cuando el marino vasco rompiera el bloqueo inglés para llevar pertrechos a la ciudad condal. En 1.708 fue enviado a Jamaica al mando del Jersey y sus cuatro años de permanencia en el Caribe serían suficientes para que se le considerara experto en la zona, lo cual constituiría factor determinante en el momento en que se le encargó de la expedición contra Cartagena. En 1.721 inició su carrera política al ser elegido para la Cámara de los Comunes, pero en 1.726 se reintegró al servicio activo y estuvo en el Báltico durante la campaña contra Rusia. Volvió a los Comunes dos años después y allí permaneció hasta 1.739. En esa época se casó con Sara Best, con quien tuvo tres hijos e instigó desde el Parlamento a la opinión pública para que se declarara la guerra contra España. Fue entonces cuando se le envió de nuevo al Caribe, no obstante ser adversario del primer Ministro Walpole, o mejor, precisamente por eso, pues el Jefe del Gobierno de su Majestad Británica, contrario a la declaración de guerra, consideró hábilmente que si Vernon fallaba en la misión encomendada, lo colocaría en entredicho y si salía airoso, ya vería la forma de inclinar el resultado en su favor. Así las cosas, se le notificó a Vernon su nombramiento como Vice-Almirante de la Escuadra Azul de la Armada, integrada por las tripulaciones de reserva, y como Jefe de la Flota que debía partir para Jamaica. Se advierte que “su ascenso al rango de Vice-Almirante, significó saltarse tres grados dentro del escalafón de la Armada, por lo que llegaba al puesto sin la experiencia de primera línea que le sobraba al que sería su oponente: El General de la Armada de su Católica Majestad, Don Blas de Lezo y Olavarrieta”. Al respecto, siguiendo a John Keegan21, sobre los tipos de mandos militares, se observa que Vernon se inscribía en el denominado “Generalato de Castillo”, que supone permanecer en retaguardia observando el desarrollo de los acontecimientos e intervenir sólo si se considera necesario, y por ende conlleva el peligro de distanciarse de la tropa y minar su moral. En contraste Don Blas ejercería el llamado “Generalato Heroico” que significa compartir el riesgo con la tropa, lo cual tiene claras implicaciones en términos del respeto que inspira el comandante y del elevado nivel de moral que se logra entre los subalternos. Por lo demás, Vernon, para contrarrestar su falta de prestigio y su poca inclinación al ejemplo, ejercería una tiránica disciplina a bordo, que le mereció el despectivo apodo de Old Grogram (Viejo Gorgorante). Tras el fracaso ante Cartagena intentaría otras acciones en general sin éxito. Retornó a Inglaterra con la derrota a cuestas y murió en 1.757. De otra parte, no puede dejar de mencionarse a dos hombres que actuaron en el ataque. En primer lugar, el Brigadier General Thomas Wentworth, Comandante de las fuerzas terrestres de desembarco. Parsimonioso y cauteloso. Sus desencuentros con Vernon, quien lo tildó de pusilánime, motivados en buena parte por diferencias de criterio sobre el papel que le debía corresponder a la Marina en el asalto, ahondaron una brecha insalvable que a la postre resultó fatal para la causa inglesa. En segundo término, Lawrence Washington, hermano medio del General George Washington, quien formó parte en calidad de voluntario de los 4.000 efectivos reclutados por los ingleses en sus colonias del este norteamericano, muchos de los cuales eran presos que se habían enrolado aprovechando el perdón, ofrecido a cambio, a quienes purgaran penas por delitos menores. Estas tropas eran para Vernon “poco fiables e inexpertas”, si bien las utilizó cuando fue preciso.

4. Organización y movimientos de la Fuerza Naval Inglesa El 12 de octubre de 1.739 llegó a Jamaica el nuevo Vice-Almirante inglés con su flota de nueve navíos22, apenas una parte de la fuerza que debía reunirse para que llevara a cabo su misión. Después de una fallida expedición a la Guaira, el 22 de noviembre logró tomarse Portobello (Panamá), jactándose de haber cumplido su promesa al respecto. 21. KEEGAN, John. La máscara del mando. Madrid: Ministerio de Defensa, 1991. En: QUINTERO, Op. cit., p. 207. 22. QUINTERO, Op. cit., p. 208-215.

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En Londres se organizaron celebraciones y se acuñaron monedas. Las mismas traían en latín la leyenda “Vernon siempre victorioso”, en el anverso, y en el reverso, “Portobello capturado con sólo seis barcos”. La verdad es que ese triunfo fue sobrestimado por los ingleses, pues entre otras razones, para entonces el papel de Portobello era de poca importancia en la defensa española del Caribe. Pero sirvió para que Vernon se sintiera dueño de la situación y en actitud caballeresca, propia, dicho sea de paso, del estricto protocolo que guardaron los contendientes que hicieron la guerra durante el Siglo XVIII, liberó una parte de los prisioneros con una carta para Don Blas, en la que le solicitaba a cambio hacer lo mismo. Este, viejo lobo de mar con 22 batallas y expediciones navales a cuestas, presentía que la verdadera intención de Vernon era la de hacerse a información sobre el estado de las defensas de Cartagena y así, en términos corteses, expresa no tener autorización para hacerlo. Sin embargo, en su respuesta, quisquilloso como fue en cuestiones de honor, retó al inglés con estas palabras: ''... Puedo asegurar a V.E. me obiera hallado en Portovelo para impedírselo, y si las cosas ubieran ido a mi satisfacción, aun para buscarle en otra cualquiera parte; persuadiéndome que el ánimo que faltó a los de Portovelo, me ubiera sobrado para contener su cobardía”23. El 13 de diciembre, Vernon, después de destruir a Portobello, salió rumbo a Jamaica para reunirse con sus demás fuerzas24, pero en medio de la travesía decidió enviar una parte de su escuadra con el fin de reconocer la zona que comprendía su siguiente objetivo: Cartagena de Indias. Tenía como propósitos recabar información, medir el alcance de la artillería española, provocar una salida de su flota, lo cual de haberse realizado hubiera mermado la capacidad de defensa de la ciudad, y por último, de paso, lanzar el guante a la cara de Don Blas. El consumado marino vasco cerró el puerto con cadenas y situó sus buques en Bocachica para enfrentar un eventual ingreso inglés, y al cabo de una semana que duró el duelo de artillería entre los atacantes y las baterías costeras, sorprendió al enemigo, haciendo fuego con base en un cañón de 18 libras de su nave capitana que hizo instalar en un lugar de las murallas considerado desguarnecido por los ingleses. Estos optaron por retirarse, dejando atracados los buques Windsor y Greenwich para estar atentos a la actividad española. Mientras Vernon esperaba impaciente los refuerzos que debían llegarle de la metrópoli inglesa, en cumplimiento de sus planes destruyó el fuerte ubicado en la desembocadura del río Chagres, que servía como base de guardacostas, y en marzo de 1.740 volvió sobre Cartagena. En esta ocasión Don Blas de Lezo desplegó un dispositivo de fuego cruzado, mediante la combinación del fuego de los barcos y el de las fortalezas, encerrando a los navíos ingleses dentro del campo de tiro largo y corto. Ante ese inesperado recibimiento el enemigo se enrumbó hacia Jamaica. Para tranquilidad de Sir Edward, por fin en julio de 1.740 zarpó de Inglaterra una flota al mando del Almirante Chaloner-Ogler. Y al cabo, agregando barcos y tropas de distintas procedencias, Vernon pudo contar con una fuerza impresionante: 8 navíos de tres puentes, 28 navíos de línea, 12 fragatas, 130 naves de transporte y 2 bombardas, que en su conjunto tenían más de 2.000 cañones e incluían una tripulación aproximada de 15.000 hombres. En cuanto a tropas de desembarco dispondría asimismo de 8.000 hombres equipados con artillería pesada de asedio, 4.000 reclutas norteamericanos y 2.000 esclavos negros macheteros de Jamaica. En números redondos, ¡180 barcos y cerca de 30.000 hombres!. Una flota superior a la famosa “Invencible” de Felipe II que se componía de 126 navíos. Sin embargo, obrando con su acostumbrada cautela, Vernon aún esperaría algunas semanas con su flota concentrada en la ensenada del cabo Tiburón, antes de dirigirse a Cartagena, hasta que pudo cerciorarse de que una escuadra Francesa de la que se había tenido noticia, no tendría el mismo destino.

23. IBID., p. 214. 24. IBID., p. 215-218, 221-222.

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5. Organización y dispositivo defensivo español El sistema defensivo de Cartagena26 se basaba es un conjunto complejo de cinco anillos concéntricos llamados de hierro y piedra, complementados por otros cinco denominados así: Dos de madera, dos de papel y uno de sangre. Al caso conviene recordar que, en su sentido más lato, un sistema27 es un conjunto de elementos que interactúan para lograr el objetivo general del todo en un entorno dinámico, y el enfoque de sistemas no es otra cosa que una manera de pensar sobre esos sistemas totales y sus componentes. Y en efecto, el concepto de sistema, tan en boga hoy en día, se aplica plenamente al complejo defensivo de Cartagena, puesto que sus elementos se refuerzan entre sí, con el fin de retardar el avance de los eventuales sitiadores, lo cual representa una admirable aplicación del principio de la guerra llamado de Seguridad en cuanto a sus modalidades Estratégica y Táctica. Definamos brevemente esos elementos. Los cinco anillos de hierro y piedra se van desplegando desde el primero que comprendería el casco urbano de la época, pasando por otros tres constituidos por castillos, fuertes y baterías, hasta llegar al quinto, “compuesto por todo el conjunto de fortalezas españolas en el mar Caribe”. ¡Todo fue pensado, calculado y construido por los hábiles ingenieros militares españoles! Los anillos de madera o “muralla de madera”, según indicó en su momento el Oráculo de Delfos para defenderse de la inminente invasión persa del rey Jerjes y que fue interpretado por Temístocles como la alusión a una flota de guerra, cumplían un doble papel. En primer lugar, cuando la Escuadra Española perseguía y combatía en el mar a la escuadra enemiga. El segundo, consistía en la utilización de los buques para reforzar las defensas de hierro y piedra, que incluso contemplaría el hundimiento de los mismos con el propósito de bloquear la entrada del enemigo en el interior de la bahía. Sin embargo, para la época del ataque, principalmente en razón tanto de la inferioridad numérica como en términos de calibre de la artillería disponible frente a los navíos ingleses, esa “muralla” no constituía el principal elemento defensivo de Cartagena. A la sazón se disponía sólo de seis navíos de guerra que contaban con 460 cañones: el Galicia que era la Nave Capitana, el San Felipe, el San Carlos, el África, el Fuerte y el Conquistador. Los anillos de papel aludían, por una parte, a la organización de la administración de la Corona Española, resultado del constante interés por su eficiencia que animara al primer monarca Borbón, Felipe V. El llamado “reformismo borbónico” perseguía, entre otros cometidos, el mejoramiento de las comunicaciones, con lo cual se generaron ventajas comparativas que fueron evidentes durante el ataque de Vernon, cuando se apreció que los españoles disponían de mejor información sobre el enemigo que la que en su caso poseían los ingleses. Por otra parte, el segundo anillo de papel estaba conformado por una extensa red de informadores y espías al servicio de España. Gracias a esa red se conoció con la debida anticipación los preparativos de la flota inglesa con destino a las Indias, y posteriormente, el plan de ataque inglés, este último a través de los datos entregados por “el paisano” al Gobernador de la Habana”. El último anillo es el de sangre, o sea el elemento humano, factor esencial de la estrategia defensiva, pues como observara Ernst Jünger: “lo importante no son los atrincheramientos gigantescos, sino el coraje y el vigor de los hombres que tras ellos se encuentran”28. La capacidad de este elemento depende de distintos factores como “el número de las tropas, su equipamiento y aprovisionamiento”, y sobre todo, “los principales poderes morales” reconocidos por von Clausewitz: “la capacidad del jefe, las virtudes militares del ejército y su sentimiento nacional”.29 No hay coincidencia entre las fuentes respecto del número de hombres disponibles para la defensa de la plaza. En teoría se contaría con cuatro regimientos, además de artilleros, milicianos, marinos e irregulares, lo cual daría un total aproximado de 6.000 hombres. Pero esa fuerza, diezmada por las enfermedades, se reduciría a cerca 22. GANDARILLAS, Op. cit., p. 3. 23. QUINTERO, Op. cit., p. 155-173. 24. CHURCHMAN, C. West. El enfoque de sistemas. México: Diana, 1979. p. 28. 28. JÜNGER Ernst. Tempestades de acero. Barcelona: Tusquets, 1983. p. 14. En: QUINTERO, Op. cit., p. 168. 29. CLAUSEWITZ, Karl. De la guerra. Barcelona: Labor, 1992. p. 184. 30. QUINTERO, Op. cit., p. 225-227.

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de la mitad, y así lo más probable es que los efectivos reales no pasaran de 1.800 regulares, 150 marinos armados, 500 milicianos y 600 indios flecheros traídos del interior. La situación pudo mejorarse con la llegada de la escuadra comandada por Don Rodrigo de Torres30 en octubre de 1.740, pero Don Sebastián de Eslava, haciendo caso omiso de las apreciaciones de Don Blas basadas en la información allegada por “el paisano”, que señalaban a Cartagena como el objetivo militar de la flota inglesa, lo había calificado de demasiado crédulo y opinando que el objetivo sería más bien la Habana, impuso su criterio y se procedió al desplazamiento de dicha escuadra hacia esta plaza. De otra parte se esfumó la esperanza de recibir apoyo de la aliada Francia a través de la escuadra al mando del Marqués D´antin, compuesta por 12 navíos, de cuyo próximo arribo se había tenido noticia en Noviembre del mismo año. Por si fuera poco, los recursos disponibles dejaban mucho que desear. “Se carecía de todo” diría Don Blas. De ahí que, una de las medidas iniciales que tomó, fuera la de proveerse de “cañones, balas, pólvora, atacadores, granadas, metralla, cureñas, ruedas y ejes”, además de procurar que se asegurara el abastecimiento de la ciudad en materia de víveres, al menos durante seis meses. Valga mencionar que a pesar de su celo, persistían muchas limitaciones31, pero lo que resulta injusto es que el Virrey Eslava al pasar revista de la situación, hiciera énfasis en estas últimas sin que le merecieran mayor reconocimiento las acciones adelantadas por Don Blas.

6. Desarrollo del sitio de Cartagena32 Adentrémonos pues en el desarrollo de los hechos de armas que protagonizaron atacantes y defensores, siendo necesario advertir que, dado el alcance previsto del trabajo, no es procedente analizar en detalle la manera cómo ciertos Principios de la Guerra33 fueron aplicados con notable acierto, particularmente por estos últimos, aunque con algunas falencias. Baste mencionar que el Principio de Objetivo, concretado en retardar lo máximo posible el avance del enemigo para minar su moral y acentuar las consecuencias que conllevó la proliferación de las enfermedades tropicales entre la tropa y la marinería inglesas, se logró finalmente. Y entre los principios causales no es difícil identificar en el relato de los acontecimientos, además del Principio de Seguridad sobre el cual ya se ha hecho alusión anteriormente, los de Masa, Economía de Fuerzas, Maniobra y Sencillez, mereciendo especial atención la combinación de los Principios de Sorpresa y Ofensiva, evidentemente aplicados en el momento crucial del ataque, cuando los defensores del Castillo de San Felipe de Barajas tomaron la iniciativa desconcertando en grado sumo al adversario. En cuanto al Principio de Unidad de Mando, si bien la actitud del Virrey Eslava fue sistemáticamente adversa al criterio de Don Blas de Lezo, éste, así expresara su inconformidad de manera no exenta de justificado malhumor, jamás puso en tela de juicio la autoridad del comandante. En efecto, su sentido de la disciplina fue con creces admirable. Caso contrario ocurriría en el bando inglés, donde las diferencias de opinión entre el Vice-Almirante Vernon y el General Wentworth, comandante de la tropa, fueron agudizándose con el paso de los días. De otra parte, viene al caso destacar la Estrategia Proactiva, segunda modalidad de la Estrategia Prospectiva, seguida por los españoles y muy especialmente por Don Blas de Lezo. Tal tipo de estrategia se define en la actualidad como aquella que “realizando un previo análisis del juego de los actores... permite crear requisitos para que el terreno o los campos de batalla se adapten a sus condiciones de juego”.34 Al amanecer del 15 de Marzo de 1741 apareció la flota inglesa, poniendo en vilo la ciudad de Cartagena ante su imponencia. El Vice-Almirante Vernon hizo un despliegue para bloquear la entrada al puerto. Arrasó las baterías de "Chamba", "San Felipe" y "Santiago" y procedió al desembarco de tropas y artillería. Luego ordenó un cañoneo persistente contra el Castillo de San Luis de Bocachica que duraría 16 días y noches con un promedio de "62 grandes disparos por hora". La defensa estuvo a cargo de 500 hombres al mando del Coronel Carlos Des 31. IBID., Op. cit., p. 193. 32. En este numeral y en la primera parte del siguiente, se utilizó como hilo conductor el documento citado de Marco A. Gandarillas (p. 2-4), complementándolo con base en algunos apartes de la obra de Gonzalo Quintero Saravia (p. 241, 250, 252, 255, 261-263, 277). Cabe advertir que existen algunas diferencias menores entre los dos autores. 33. GUTIÉRREZ, Eduardo. Guía para el estudio práctico de la Historia Militar. Santfé de Bogotá: s.n., 1993. p. 7-29.

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Naux. Don Blas, por su parte, ubicaría cuatro de sus navíos, el Galici, el San Felipe, el San Carlos y el Africa, en el lado interior de la bahía y en cercanías del Castillo, para brindarle apoyo con sus cañones. En medio del combate, el 4 de Abril, durante una junta de guerra que tenía lugar a bordo del Galicia, una bala enemiga hizo pedazos la mesa de reunión y algunas astillas se incrustaron en la carne de Don Blas, causándole graves lesiones que a la postre lo llevarían al sepulcro. Él, lacónico y estoico como era, sólo anotaría en su diario: “a las nueve de la mañana fui herido en un muslo y una mano”. La defensa de Bocachica fue heroica, con Don Blas y Des Naux peleando en primera fila, pero los defensores habrían de evacuarlo ante la abrumadora superioridad del adversario. Con el fin de obstruir el canal navegable, se tomó una medida dolorosa para Don Blas, barrenar e incendiar sus buques, lo cual sin embargo sólo se consiguió parcialmente pues el Galicia no cogió fuego a tiempo y sería capturado por los ingleses. No obstante, la singular resistencia dio sus frutos: Se logró retrasar el avance inglés en gran medida, factor que aceleraría la multiplicación de epidemias entre el enemigo. Así las cosas, los españoles decidieron replegarse totalmente a la Fortaleza de San Felipe de Barajas, reforzando sí la Batería de la Media Luna que cerraba la Ciudad desde San Felipe y desechando la posibilidad de resistir en el Castillo de Bocagrande. Se hundieron los dos buques que aún quedaban, el Fuerte y el Conquistador, con la intención de impedir la navegación por el canal de Bocagrande, lo cual se cumplió en contra de la voluntad de Don Blas quien finalmente acató la orden en aras de la disciplina. Y como éste lo había previsto, el sacrificio fue en vano, pues los ingleses remolcaron el casco del Conquistador, que no se había logrado hundir completamente, para permitir el paso y desembarcar luego en las islas de Manga y Gracia, dejando de lado el Fuerte de Manzanillo. Enseguida, un regimiento de colonos norteamericanos bajo el mando de Lawrence Washington se tomó la colina de la Popa, que ya había sido abandonada por los defensores, pues para la época carecía de valor estratégico, ya que la distancia entre La Popa y San Felipe hacía que el eventual fuego artillero estuviera fuera de alcance. Es cuando Vernon entró en la bahía con su Buque Almirante escoltado por dos fragatas y un paquebote, y convencido del inminente triunfo, despachó un correo hacia Jamaica e Inglaterra anticipando tan espléndida noticia. Cuán alto sería el precio que le costaría su vanidosa precipitación. Ordenó entonces el desembarco masivo de artillería y hacer fuego contra el Castillo de San Felipe desde mar y tierra para poner fin a la última resistencia. La defensa, que se ha comparado con la de Numancia contra los romanos, estuvo a cargo de a lo sumo 600 hombres bajo el mando de Don Blas y Des Naux. Al fin, Vernon, al considerar que la fortaleza había sufrido considerable daño, supuso que la infantería podía tomarla fácilmente y obró en consecuencia. La noche del 19 al 20 de abril ocurrieron los acontecimientos decisivos. Los asaltantes, bajo el mando del General Woork, avanzaron en tres columnas de granaderos y varías compañías de soldados, además de los esclavos macheteros de Jamaica que se ubicaron en la vanguardia. La aproximación fue lenta debido al pesado equipo transportado, el fuego de fusilería desde las trincheras y la altura de la fortaleza. Y cuando lograron llegar ante las murallas, el avance se detuvo, ya que por falta de la debida previsión, la longitud de las escalas para salvar el foso resultó corta y cundió entonces el desconcierto entre los atacantes, al no disponer de elementos apropiados para facilitar su acercamiento a la fortaleza. Los defensores por su parte arreciaron el fuego y la mortandad fue pavorosa. “Al alba un macabro espectáculo de muertos, mutilados y heridos vagando como espectros apareció alrededor de San Felipe haciendo evidente la hecatombe inglesa”35. Y es cuando la orden recibida, unida al ímpetu que animaba a la guarnición, produjo “la salida de los españoles que cargaron a la bayoneta calada provocando la huída desordenada de los asaltantes que perdieron cientos de hombres y todos sus pertrechos”36. Para capitalizar la 35. GANDARILLAS, Op. cit., p. 4. 36. IBID

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situación, Don Blas, que siempre se retiró hacia adelante, insistió de manera reiterada ante el Virrey para que se produjeran nuevas salidas, pero Don Sebastián prefirió más bien actuar con cautela. Si hubiera accedido la victoria se hubiera celebrado ese 20 de abril de 1.741. Pero en todo caso ya la suerte estaba echada. Durante todo el asedio, los ingleses habían perdido 4.500 hombres contra 600 de los españoles (si bien algunos autores estiman en un mayor número las bajas del agresor).

7. Retirada de la Armada Inglesa El bombardeo inglés continuó desde el mar por 30 días pero sin objetivo definido. El cólera y el escorbuto habían cumplido su papel y decenas de cadáveres flotaban en la bahía. Vernon, altivo y malgeniado, recriminaría al General Wentworth, Jefe Supremo de las tropas de desembarco, por el ignominioso fracaso, quien a su vez le replicaría “que en todo caso no se podía esperar nada positivo si la flota permanecía a la expectativa y se negaba a colaborar”37, como según él había ocurrido hasta entonces; y así, las discrepancias entre los dos llegaron a un punto insoportable. La verdad es que Vernon no contaba ya con más de 1.500 hombres que le fueran de alguna utilidad. Y al fin, ante la tozuda realidad, ordenó la retirada, “la cual se realizó de forma lenta y sin cesar de cañonear la ciudad hasta que no quedó ninguna vela inglesa". “Los últimos navíos partieron el 20 de Mayo, pero los ingleses habrían de incendiar cinco de ellos por falta de tripulación. En el regreso a Jamaica hundieron otro y cada barco parecía un hospital”39. Así terminó la incursión de “la mayor flota de guerra que jamás surcara los mares hasta el desembarco de Normandía”40, cuyo éxito, que los ingleses daban por descontado en un principio, se tornó en estruendoso fracaso. Varios factores se conjugaron para que se diera ese resultado: 1) La tenacidad de los defensores españoles, entre los cuales se yergue la figura de Don Blas de Lezo, quien impulsó a los soldados para que trabajaran más allá del cumplimiento del deber hasta llegar al heroísmo, con base en lo que Keegan llama “el imperativo del ejemplo”41 al mencionar las virtudes militares del jefe; 2) el sistema defensivo de la plaza; 3) la habilidad del mando español para utilizar de manera conveniente los recursos disponibles a fin de retardar lo más posible el avance del adversario (Estrategia Proactiva), con lo cual se lograría potenciar el impacto desastroso de las enfermedades que aquejaron al atacante; y por último, aunque no menos importante, 4) las profundas desavenencias entre el ViceAlmirante Vernon y el Brigadier General Thomas Wentworth, que dieron al traste con la preservación del principio de Unidad de Mando entre los ingleses.

8. Consecuencias de la victoria española y posibles no realizados del Triunfo Inglés Si se intenta un recuento diacrónico, difícil será encontrar en la historia de América un hecho de armas comparable. Pero sus consecuencias superan con creces el interés estrictamente militar que de todas maneras cobra el mismo. Digamos con sir Edward Creasy, que “el interés por algunas batallas está en que estas han servido para que seamos lo que somos... Porque los intereses de muchos Estados son a menudo afectados por los enfrentamientos de unos pocos ... y el resultado de estos enfrentamientos no se limita a una sola época, sino que puede dar un impulso que influencie los destinos de la Humanidad”.42 37. QUINTERO, Op. cit., p. 265. 38. GANDARILLAS, Op. cit, p. 4. 39. IBID., p. 4-5. 40. IBID., p. 2. 41. KEEGAN, Op. cit. En: QUINTERO, Op. cit., p. 172. 42. CREASY, Edward. Quince batallas decisivas del mundo. En: ESPINO, Antonio. La renovación de la historia de las batallas. Yahoo. p. 4.

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De otra parte, haciendo referencia a G. Stewart, profesor de Historia Militar en Berkeley, Espino López señala que “la importancia del momento cumbre de la batalla estriba, nada menos, en lo que el autor piensa que podría haber ocurrido si la suerte del combate hubiera sido distinta a como fue”.43 En ese orden de ideas, no resulta difícil ni aventurado deducir las consecuencias del hipotético triunfo inglés en Cartagena. Quizás toda Sudamérica hubiera caído, o al menos indudablemente el Virreinato de Nueva Granada, pues, entre otras razones, ya existía el Canal del Dique, que permitía llegar a través del Río Magdalena hasta el corazón del Nuevo Reino; además el Virrey, Don Sebastián de Eslava, dado que a la sazón se hallaba en Cartagena, hubiera sido muerto o apresado. Se consolidaría el dominio inglés en las Antillas, amenazando seriamente a las mayores (Cuba, La Española y Puerto Rico), y aún al mismo Virreinato de Nueva España, pues el Caribe sería un lago inglés. Paradójicamente si tales circunstancias hubieran sucedido, seguramente como en el caso de las 13 colonias del Este Norteamericano, España hubiera sido la aliada y no la enemiga en la respectiva guerra de independencia, que para el caso anterior, estaría apenas a 35 años vista de la historia. Y, en fin la Legión Británica que nos apoyó en nuestra gesta emancipadora hubiera combatido contra España, aun cuando defendiendo muy distintos intereses. Pero la más relevante consecuencia del eventual triunfo inglés, por lo cual incluso habría que matizar los posibles no realizados que se esbozaron anteriormente, es que se hubiera sembrado otras semillas en nuestra nación, cambiando nuestros referentes culturales (Religión, Lengua, Ethos, costumbres y cosmovisión), con lo cual nosotros sencillamente no seríamos. Sobre la sociedad que nos correspondió, surge como tema de reflexión el siguiente aparte de un artículo de Miguel Antonio Caro: “El año de 1.810 no establece una línea divisoria entre nuestros abuelos y nosotros; porque la emancipación política no supone que se improvisase una nueva civilización; las civilizaciones no se improvisan. Religión, Lengua, costumbres y tradiciones: Nada de esto lo hemos creado; todo lo hemos recibido habiéndonos venido de generación en generación...”44. Y por su parte, el consagrado historiador Jaime Jaramillo Uribe aporta la siguiente referencia: “No sólo por ser un país donde el celo religioso y la mentalidad de cruzada daban gran impulso al ímpetu colonizador, sino por razones políticas, demográficas y económicas, era España, en el Siglo XV, la nación más preparada para asumir la empresa del descubrimiento y colonización de América”45. A su vez Espino López hace causa común con Franco Cardini (1989), al resaltar que “un ejército desplegado en el campo de batalla no deja de ser un compendio de las características, cualidades, defectos, virtudes y límites de la sociedad que lo organiza”.46 Es en ese contexto que se yergue la figura de Don Blas de Lezo, aproximándose a la de tantos notables exponentes de la nación española como El Cid, Don Pelayo, Guzmán “El Bueno”, Fernández de Córdoba, Moscardó y... Bolívar, si nos atenemos a la sentencia de Unamuno, quien lo consideró “uno de los más grandes héroes en que ha encarnado el alma inmortal de la Hispania máxima, miembro espiritual sin el que la humanidad quedaría incompleta”.47 En suma, las consecuencias del acontecimiento bélico pueden sintetizarse así: Hacia el futuro no se concretaría una amenaza seria de Inglaterra contra el Imperio Español durante los largos años que todavía subsistiría; más bien España contribuiría años más tarde al desmoronamiento de las colonias inglesas en América; y en fin, no se menoscabaría la heredad cultural transmitida por España a sus legítimos legatarios, los nuevos países que surgirían con la Independencia.

9. Epílogo El júbilo inglés ante la noticia de la victoria enviada por Vernon no tuvo límites. Todavía se desconocía el verdadero desenlace y se acuñaron medallas conmemorativas48 mostrando a Don Blas arrodillado ante Vernon en actitud de entregar la espada con la inscripción, en idioma inglés: "el orgullo español humillado por el Almirante Vernon". En ellas se quiso dar la impresión de que el supuesto vencido no era un hombre mutilado. Cabe apreciar que aunque Don 43. STEWART, George R. Pickett´s charge: A microhistory of the final attack at Gettysburg, July 3, 1863. Cambridge: Riverside, 1959. En: ESPINO, Op. cit., p.7. 44. JARAMILLO, Jaime. El pensamiento colombiano en el Siglo XIX. Santafé de Bogotá: Planeta, 1997. p. 113. 45. IBID, p. 107. 46. CARDINI, Franco. La bataglia di Campoldino. Milán: Electa, 1989. En: ESPINO, Op. cit., p. 9. 47. UNAMUNO, Miguel. Don Quijote Bolívar. En: Colombia al Libertador. Colección Presidencia de la República. Administración Turbay Ayala. Vol. VII. Bogotá: DANE, 1981. p. 195. 48. QUINTERO, Op. cit., p.246-247.

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Blas no era precisamente de los que se arrodillan ante los hombres, por razones obvias no estaba en capacidad de hacerlo, así lo hubiera deseado. En el reverso se grabaría: “Héroes británicos tomaron Cartagena. 1 -Abril1.741”. Ni qué decir que tales medallas fueron por largo tiempo motivo de burla, "debiendo ser en sus autores tanta mayor la vergüenza cuanto fue mayor su ligereza y arrogancia".49 El 7 de Septiembre, Don Blas de Lezo, malherido y extenuado pero sobre todo mortificado en lo más íntimo porque, en sus palabras: “Su estima no padezca las vejaciones que experimenta”50, entregó su alma al Señor. Tenía 52 años. Al poco tiempo, las quejas del Virrey Eslava contra Don Blas, que hiciera llegar al Consejo de Indias por supuesta indisciplina y desacato, le acarrearon una injusta reprimenda que incluía la destitución del puesto. Pero la disposición no lo encontró con vida. Según Marco Dorta, citado por Ortiz Cabrera, es posible que hubiera sido sepultado “en la desaparecida capilla de la Vera Cruz de los Militares, anexa al convento de San Francisco, cerca de donde estuvo el arsenal de los navíos”51. Más tarde, al justipreciarse la información contenida en su diario, respaldada en otros testimonios fidedignos, la Corona Española enmendó su equivocación y le confirió el título de Marqués de Ovieco que pasaría a su primogénito. Vernon, conocedor de la muerte de Don Blas, se aproximó de nuevo a Cartagena en 1742 con 56 navíos53, pero decidió no atacar al recibir información sobre la reparación de las defensas y la presencia del Virrey en la Ciudad. Cuando regresó a Inglaterra, logró en parte reivindicar su nombre a fuerza de presentarse como el chivo expiatorio de un gobierno que no lo apoyó y de achacarle toda la culpa a Wentworh. Estas ideas, reiteradas, tuvieron su efecto, y seis años después de su muerte le permitieron a su sobrino, Lord Francis Orwell, lograr que se le erigiese un monumento en la Abadía de Westminster, con la siguiente inscripción: “Sometió a Chagres y en Cartagena conquistó la victoria hasta el punto en que la fuerza naval puede llegar”.55 Don Blas de Lezo: Legado y Paradigma, lleva por título el trabajo. Al recapitular el primero podría decirse sencillamente que gracias a la actuación de este singular soldado, no hubo solución de continuidad en la apropiación de la cultura y los genes recibidos de la Madre Patria, permitiendo así que la heredad llegara hasta nosotros, haciendo posible nada menos que nuestra propia existencia y por ende, reservándonos el lugar que ocupamos en la Historia. En cuanto al segundo, no sobra destacar que el Arte de la Guerra se enriquece con la evolución, el progreso tecnológico tiende a la sofisticación del armamento, surgen nuevos enfoques estratégicos, operacionales y tácticos, la logística se perfecciona y lo propio ocurre con las actividades de inteligencia. Pero las virtudes que debe cultivar el soldado continúan vigentes desde antaño, y sin ellas, es alto el riesgo que se corre de caer en lo mercenario o en lo pretoriano, menoscabando lo esencial de cualquier cuerpo armado que es la integridad de los hombres que lo constituyen. La admirable tenacidad de los defensores que hicieron posible la hazaña que nos ocupa, se personifica más que en nadie, en la figura mutilada del General de la Armada Don Blas de Lezo y Olavarrieta, quien hiciera gala de singular abnegación, talento y heroísmo, escribiendo con sangre propia y enemiga una de las páginas más brillantes de la historia militar española y particularmente hispano-americana. Así, entendido el concepto de Paradigma en su doble acepción de “modo de pensar”, por una parte y de “ejemplo”, por otra, es apenas obvio que Don Blas de Lezo, puesto que encarna en grado superlativo el conjunto de virtudes que caracterizan al soldado integral, merezca ser propuesto a las sucesivas generaciones de militares colombianos como exponente digno de emular. Los ecos de esas memorables jornadas de 1.741, habida cuenta de sus trascendentales secuelas, no se han acallado con el tiempo. Se dice que “los fallos de la Historia tienen longevidad de siglos”. ¿Cómo negarle al egregio soldado español que nos ocupa, el tipo de fallo que en justicia se merece y en consecuencia, el compromiso de honrar su memoria como protector de toda la América Hispana y en particular de las raíces mismas de la colombianidad? Digamos con Tucídides que: “un conocimiento exacto del pasado es la mejor ayuda para comprender el futuro”.56

49. 50. 51. 52. 53. 54. 55. 56.

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GANDARILLAS, Op. cit., p.5. QUINTERO, Op. cit., p. 19. ORTIZ, Sergio Elías. Aclaración sobre la conducta heroica de Don Blas de Lezo. En: Revista de las Fuerzas Armadas. No. 63. Vol. XXI. (1971), p. 470. IBID., p. 466. GANDARILLAS, Op. cit., p. 5. QUINTERO, Op. cit., p. 276. IBID HANSON, Víctor. El regreso de la Historia Militar. Yahoo. p. 4.


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