Pañol de la Historia # 5

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Pa帽ol

de lahistoria

Fasc铆culo No. 5 Direcci贸n de Acci贸n Integral Armada Nacional


Presentación A los Marinos de Colombia se dedica este trabajo de investigación sobre historia naval, plasmado en crónicas que resumen las hazañas de aquellos que combatieron por todas las causas, navegando cargados de ilusiones y tiñendo el mar con su sangre. El PAÑOL DE LA HISTORIA, es un homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado. Agradezco al señor Almirante Mauricio Soto Gómez, Comandante de la Armada Nacional, la deferencia de publicar en el periódico “A la Mar” los resúmenes de este modesto colaborador que desea llevar el mensaje de la historia a aquellos hombres de mar y de guerra, que fueron arrullados por las olas y embriagados con su encanto. Jorge Serpa Erazo

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Pañol de la historia

Lepanto y la Armada invencible -Victoria y derrota de la armada española-

Felipe II

Ocho siglos de dominación musulmana en España se terminaron con la caída de Granada, último enclave en la península ibérica de los árabes, en 1492, el mismo año que Cristóbal Colón descubrió a América, pero setenta y nueve años más tarde, cuando reinaba Felipe II, bisnieto de los Reyes Católicos, se presentó una sublevación morisca en la misma ciudad de Granada, acaudillada por Aben Humeya. Esta acción dio comienzo a una última cruzada cristiana, liderada por España a la cual se vincularon algunos estados que estaban bajo la directa influencia del Papa, con algunas dificultades, pues no se toman decisiones y no hay unidad en el mando para la guerra, aunque después de largas conversaciones, aparentemente sin fin, se logró, que las potencias navales cristianas del Mediterráneo: Venecia, Génova, los estados de la Iglesia y sobre todo de España reunieran sus flotas.

Los gritos de auxilio de Oriente se vuelven cada vez más urgentes y desesperados. A principios de septiembre, el gran sultán turco Alí Bajá lleva tan lejos su provocación que cruza por el Adriático con una impresionante flota de guerra de 300 naves y se acerca a Venecia, que yace desprotegida en su laguna. Y en tierra el turco está ya en Hungría, en Dalmacia, y en 1529 incluso ante Viena...

LEPANTO (1571) Finalmente don Juan de Austria, hermanastro de Felipe II de España, da la orden de hacerse a la mar. Hacia las diez de la mañana del 7 de octubre de 1571, las escuadras de la cristiandad formadas en amplio semicírculo aparecen ante el golfo de Lepanto, a la entrada del golfo de Corinto. Ahí tiene actualmente su base Alí Bajá. Blancas nubes de humo rodean la primera línea de las naves, las galeras gigantes venecianas a las órdenes del dux Veniero inician el ataque. En esta hora el soldado español Miguel de Cervantes está en la fortaleza agitado por la fiebre. Al igual que a muchos de sus compañeros, lo ha alcanzado la enfermedad en Messina, pero sólo la muerte podría impedir que los tardíos cruzados participaran en esta batalla tan decisiva para la cristiandad. Así está atontado tras el parapeto del castillo, aprieta la empuñadura de su espada y fija la vista, como otros diez mil, en los barcos turcos que se acercan, en las velas inclinadas rojas o amarillas, los mástiles con las ondeantes colas de caballos, los relucientes barcos impulsados a remo, escupiendo fuego, y de los que llegan gritos, ruidos y estallidos. Una nave turca clava su férreo espolón en el costado de una galera de los venecianos abriendo una vía de agua imposible de tapar. Entonces atacan también las unidades españolas. La “Marquesa”, en la que sirve Cervantes, acepta el combate cuerpo a cuerpo. Se lanzan los puentes de abordaje, una gente extraña, exótica, inicia el asalto, silban los alfanjes, el fuego de pistolas atraviesa la negra cortina de humo. Cervantes se lanza al combate. Lucha, avanza por el puente de abordaje, pierde de vista la rugiente lucha que se enfurece sobre el golfo azul. De repente ve un relámpago ante sus ojos enfebrecidos, algo cálido lo atraviesa y cae con el pecho deshecho y el brazo destrozado sobre el puente, en medio de otras numerosas víctimas.

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El que después sería autor de “Don Quijote” pierde en esta gigantesca batalla, la última realizada por galeras, su brazo derecho. Un día más tarde, el dux y almirante Veniero ocupa la cabecera de la mesa en que españoles, papistas y genoveses celebran la victoria sobre el turco y la final liberación del Mediterráneo. Pronuncia un estremecedor discurso sobre el papel de Venecia que se ha desangrado en esta batalla y que ahora caerá del dominio de los mares en el ocaso de la historia. Veniero, el dux y almirante veneciano cae entonces sin sentido, sangrando por muchas heridas. España es efectivamente la ganadora de la batalla y de la guerra. Es cierto que el Papa hace repicar las campanas en toda la Europa católica y renovar la «cruzada de oración», porque ha desaparecido la pesadilla turca de los estados cristianos del Mediterráneo; en algunas iglesias se construyen "púlpitos de Lepanto”, se representa la batalla en bóvedas y se la canta en largos poemas, pero, no obstante, la hegemonía española sobre el Mediterráneo, ganada en Lepanto, no basta para resolver los problemas esenciales de esta época contradictoria favorablemente al catolicismo y a la prepotencia española. El fiero Turco en Lepanto, tuvo en esta guerra revés, Y en todo mar el Inglés Tuvieron de verme espanto. Rey servido y patria honrada Dirán mejor quién he sido, Por la cruz de mi apellido Y con la cruz de mi espada. Lope de Vega

LA ARMADA INVENCIBLE (1588) Como potencia profundamente católica España estaba endurecida, después de la victoria de Lepanto en cruzada contra los moros y después de la reforma, naturalmente a la cabeza de la contrarreforma. Los países occidentales navegantes, sobre todo ingleses y holandeses, se habían separado de Roma y convertido en adalides de la reforma. Eran sobre todo los ingleses, además de los holandeses, quienes acechaban en el «nuevo Mediterráneo de la historia», el Atlántico, los galeones con el oro español, los barcos cargados de plata y otros transportes. Los piratas de las Indias Occidentales, filibusteros del tipo de un Drake o un Raleigh, navegaban con patentes de corso de la corona de Inglaterra. Hacía tiempo que la guerra mundial por los mercados, países lejanos y el dominio de los mares se había mezclado con los enfrentamientos europeos por reforma y contrarreforma. Felipe II se había casado en segundas nupcias con María la Católica de Inglaterra, conocida allí también como «María la Sanguinaria». De ese modo quería ganar a Inglaterra para el bando católico. Pero María murió sin descendencia y subió al trono su hermanastra «hereje» Isabel, ilegítima a los ojos de los católicos. España apostó ahora a la heredera del trono legítima, según los católicos, de la doble corona de Escocia e Inglaterra: María Estuardo. La lucha por el predominio se llevaba en interminables guerras menores, casi silenciosas, en todos los océanos. Sir Francis Drake atacaba puertos españoles; filibusteros como Henry Morgan saqueaban las colonias españolas; los españoles colgaban de las vergas las dotaciones de los barcos ingleses. Entonces llegó de Bretaña la noticia de que la «reina virgen» Isabel había osado mandar decapitar el 8 de febrero de 1587 a su rival María Estuardo. Esto significaba el principio de la batalla final. España había concentrado ya la mayor armada de su historia. Entre sus hombres se encontraba como alférez el después poeta Calderón de la Barca y también el manco Cervantes, esta vez como maestro pagador. El duque de Medina Sidonia comandaba la gran flota cuando ésta zarpó el dieciocho de mayo de 1588 del puerto de Lisboa. La armada navegó pesadamente hacia el norte, para recoger en los Países Bajos al ejército de desembarco del duque de Parma y pasar después a

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Pañol de la historia Inglaterra. Pero la armada era una flota mediterránea, mandada en parte por capitanes sin experiencia y dotada de marinos acostumbrados a los más suaves mares del Mediterráneo. La amenazada Inglaterra, en cambio, llamó a todos sus traficantes atlánticos, a los filibusteros del océano, acostumbrados a la técnica naval y la maniobra libre en mar gruesa, y a los hombres habituados a los fuertes vientos de sus costas, pues comprendía que se trataba de su existencia. Ante Dunquerque, lord Howard aprovechó el viento que soplaba hacia tierra y envió ocho brulotes hacia la armada anclada. Los barcos españoles se salvaron separándose de la costa. En el canal de la Mancha, entonces, lord Howard, sir Drake y lord Seymour atacaron con sus ágiles veleros de todos lados, desperdigaron los pesados barcos españoles. La disuelta armada huyó rápidamente hacia el mar del Norte, mas cayó en seguida en medio de una tormenta que condenó a la desaparición a la mayor parte de sus unidades. Medina Sidonia consiguió con grandes esfuerzos llevar un resto de sus buques de guerra alrededor de Escocia, hacia el mar de Irlanda, donde, sin embargo volvieron a ser víctimas, entre islas y acantilados, de un nuevo huracán que los hizo encallar en playas enemigas. El resto lo liquidaron los filibusteros ingleses. La armada española había perdido sus mejores barcos y más de 10.000 hombres. Inglaterra triunfaba por primera vez en el mar y comprendió entonces dónde estaba su futuro. Un decenio después, en el año 1600, tuvo lugar la fundación de la compañía de las Indias Orientales; Inglaterra empezó a convertirse en una potencia colonial. Cuando el vencido duque de Medina Sidonia se presentó ante Felipe II para comunicar al rey de España las proporciones de la derrota, aquel monarca profundamente creyente dijo: «No envié a mi flota a luchar contra los elementos, sino contra hombres.» No sólo se había quebrantado el poderío español en el Atlántico, sino que también se había puesto en duda su preponderancia como gran potencia europea y de la contrarreforma. Menos de dos decenios después de la victoria de Lepanto comenzó la decadencia del imperio que continuó bajo los soberanos que sucedieron a Felipe II. Isabel de Inglaterra, por el contrario, hizo acuñar en conmemoración de la victoria una medalla que llevaba la siguiente inscripción: «Afflavit Deus et dissipati sunt» (Dios sopló y fueron dispersados). Mucho se ha escrito sobre la destrucción de la Armada Invencible en 1588. Felipe II quiso acabar de un solo golpe con la principal potencia protestante del mundo y con los piratas ingleses al acecho de sus auríferas naves, pero la gran derrota que sufrió ante las costas inglesas nos parece ahora inevitable: incapacidad de su almirante, desconexión entre los distintos contingentes de la operación, negativa de los católicos ingleses a rebelarse contra su reina al aparecer ante sus costas "los barcos de guerra del Papa", y pesadez de maniobra de las mastodónticas naves españolas contra las ligerísimas de los ingleses, que cañonearon al invasor riéndose de sus esfuerzos por emular sus piruetas marítimas. La eliminación de la hegemonía naval española fue beneficiosa para el comercio mundial y debilitó el monopolio católico de la verdad revelada. Y el Inri: los náufragos españoles que cayeron en manos de los herejes ingleses fueron tratados civilizadamente y los católicos irlandeses masacraron a los que les pidieron auxilio. La Gran Armada recibió el adjetivo jocoso de Invencible tras ser vencida por Inglaterra y los mares. No en bronces, que caducan, mortal mano, Oh católico Sol de los Bazanes Que ya entre gloriosos capitanes Eres deidad armada, Marte humano, Esculpirá tus hechos, sino en vano, Cuando descubrir quiera tus afanes Y los bien reportados tafetanes Del turco, del inglés, del lusitano. Solo el mar a tus velas destruyó, A tus navíos bajo temporal bravío, sucedieron de cosas tan extrañas. De la inmortalidad el brazo está cansado Pincel las logre, y sean tus hazañas Alma del tiempo, espada del olvido. Luis de Góngora y Argote, 1588 Resumen y adaptación de un capítulo del libro "Historia del imperio español" de Juan de Valadés

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Marina de Guerra de los Borbones Siglo XVIII El siglo XVIII ha sido, sin duda, el más brillante para la Real Armada española. Frente a la opinión común de que el ocaso de España como potencia naval tuvo lugar tras la "Armada Invencible", lo cierto es que la presencia española, como gran potencia naval, se mantuvo en los siglos XVII y, especialmente, el XVIII. Para darnos una idea del poder naval español entre 1700 y 1800, baste señalar que en ese periodo la Real Armada tuvo en sus listas 229 navíos de línea entre comprados, capturados o construidos en los arsenales de la Armada de España y América. A ello hay que añadir 369 navíos auxiliares, entre fragatas, corbetas y otros navíos menores. Es decir, que durante un siglo sirvieron en la marina española 600 buques de guerra, lo que da idea del enorme esfuerzo realizado por España para mantener su condición de gran potencia mundial y asegurar el comercio con sus colonias. La llegada al Trono de la Dinastía de los Borbones, en 1700, significó una revitalización de la desorganizada Armada Real. Felipe V comprendió que la clave de la renovación nacional era la potenciación de las flotas mercantes y militares ya que de ellas dependía el comercio con América y las Islas del Pacífico. A partir de 1714, comienza la profunda reorganización de la Armada Real de la mano de Tinajero, el primer ministro de marina que tuvo España, y el almirante Gaztañeta, brillante ingeniero naval. Los modelos diseñados por éste eran sólidos y marineros y estaban destinados a la protección de las rutas comerciales con América que era el primer objetivo de la reorganizada marina de guerra, antes de pasar al segundo objetivo que era la adquisición del dominio del mar. Si bien sirvieron para mantener el tráfico mercante, no eran aptos para el combate con navíos de otras potencias dado su escaso armamento, 50 a 64 cañones, frente a los 80 ó 100 de los navíos ingleses, franceses u Holandeses. Ejemplo de esto, fue el combate de cabo Pessaro (1718) donde la flota inglesa derrotó a la española que protegía el desembarco en Sicilia de las tropas españolas del Marqués de Lade. A pesar de la victoria, los ingleses no pudieron impedir el desembarco y la ocupación de Sicilia. En 1720 fue nombrado Intendente General de Marina D. José Patiño que dio un mayor impulso a la Armada creando los Arsenales de Ferrol, Cartagena, Guarnizo (Santander), La Carraca (Cádiz) y La Habana. Aunque hasta 1734 continuaron construyéndose navíos de línea de 50 a 66 cañones, en número de 35, en este periodo comienza la construcción de 11 navíos de más porte y armamento, 9 de 74 cañones, 1 de 80 y 1 de 114, diseños de Autrán, basados en los modelos de Gaztañeta. Entre 1736, año de la muerte de Patiño, y 1743, en que se hizo cargo de la Armada el Marqués de la Ensenada, sólo entraron en servicio 14 navíos de entre 50 y 70 cañones. El Marqués de la Ensenada y el ingeniero, marino y científico Jorge Juan y Ulloa diseñaron un plan naval que permitiría la construcción de 70 navíos y 24 fragatas. A tal fin, mientras se acopiaba el material para ello y se repoblaban los bosques con millones de robles y otras especies para sustituir los talados, Jorge Juan se desplazó a Inglaterra para estudiar las técnicas navales inglesas. A la muerte de Felipe V, en 1746, el Marqués de la Ensenada dirigió un memorando al nuevo Rey, Fernando VI, en el que le recomendaba continuar el desarrollo de la Armada. Con el visto bueno del Rey, Jorge Juan, auxiliado por técnicos ingleses, comenzó a construir nuevos navíos y así, entre 1749 y 1754, entraron en servicio 2 de 64 cañones, 5 de 68 cañones, 1 de 70, 15 de 74 cañones y 2 de 80 cañones. La destitución del Marqués de la Ensenada, en 1754, debido a intrigas del embajador inglés, supuso la ralentización de las construcciones aunque, entre 1754 y 1759, en que murió Fernando VI, aún se construyeron 2 navíos de 60 cañones, 4 de 68 y 12 de 74 cañones.

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Pañol de la historia La llegada al Trono de Carlos III, significó el apogeo de la Real Armada. A su llegada la Armada se componía de 48 navíos de línea y 28 fragatas. En 1761 España entre en guerra, al lado de Francia, contra Inglaterra. En esta guerra que finalizó en 1764, se sucedieron las victorias y las derrotas en el mar y al final la real Armada se componía de 37 navíos y 18 fragatas. Esta guerra fue el acicate para reanudar las construcciones navales de forma que, en 1774, la flota se componía de 58 navíos, la mayoría de 74 cañones y bastantes de 80 ó más cañones, y 25 fragatas. En este periodo se construyó el Santísima Trinidad, de 120 cañones que, sucesivamente reformado, luchó en Trafalgar con 140 cañones siendo el navío de línea más grande de los construidos y el único en el mundo de cuatro baterías. A finales del reinado de Carlos III, en 1788, la Real Armada se componía de 78 navíos y 51 fragatas, además de innumerables buques menores, diseñados por Jorge Juan, Gautier y Romero Landa La muerte de Carlos III, en 1788, y la subida al Trono de su hijo, Carlos IV, no significó un declive de las construcciones navales ya que hasta 1796 entraron en servicio 8 navíos, cuatro de ellos de tres puentes y 112 cañones, y 21 fragatas. Sin embargo, la llegada al poder de Godoy, como primer ministro, significó la desorganización y disminución de la Armada que sufrió graves pérdidas entre 1791 y 1804, a lo que se unió la poca conservación de los buques y la disminución en el entrenamiento de las dotaciones por la desidia de los gobernantes. En este periodo (1796 a 1804) sólo se construyeron 2 navíos y 9 fragatas. Pero a pesar de todo, la tarea realizada en los reinados de Fernando VI y Carlos III permitieron que, en 1805, año del desastre de Trafalgar, aún hubiera en servicio 51 navíos y 23 fragatas, de los que, a duras penas, únicamente pudieron aprestarse 33. El siglo XVIII fue, sin duda, el más brillante de la Real Armada, en la que se creó el cuerpo de Oficiales, la Escuela de Guardias marinas y el cuerpo de Ingenieros Navales. En el lado oscuro había que señalar el problema de la falta de dotaciones. España era, en el siglo XVIII, un país escasamente poblado, de apenas diez millones de habitantes. Ya en 1746 el Marqués de la Ensenada informaba a Fernando VI que, aún cuando hubiera caudales para hacer una flota equiparable a la inglesa "no hay gente para tripularla ". En 1796 el Almirante Mazarredo informaba a Godoy que la flota necesitaba 90.000 marinos pero sólo había 53.000. Curiosamente este informe supuso la destitución y destierro de Mazarredo, uno de los pocos almirantes competentes que aún había y es que Godoy tenía la extraña habilidad de destituir a los capaces y rodearse de incompetentes. Desde entonces y hasta finales del siglo XX, salvo algún honroso paréntesis en época de Isabel II, España ha dado la espalda a su marina.

REAL FELIPE, Primero de este nombre (1732-1750) ,Construcción: 1732, en los astilleros de Guarnizo (Santander)

,Desplazamiento: 1.900 toneladas de arqueo y 3.700 de desplazamiento

,Eslora: 54 metros ,Manga: 16 metros ,Armamento: 114 cañones en tres puentes. 1ª Batería: 30 de 36 libras, 2ª Batería: 32 de 24 libras, 3ª Batería: 30 de 12 libras, Castillo y Alcázar: 22 de 8 libras

Construido según los modelos de Gaztañeta, sus planos fueron desarrollados por Autrán. La nota más característica era su robustez y potencia de fuego. El Real Felipe fue el primer intento de construir un navío de tres puentes y más de 100 cañones, aplicando los avances técnicos del siglo XVIII a las construcciones navales españolas. Una de las características era su popa redondeada que lo alejaba de las popas cuadradas de los galeones precedentes. Su ornamentación, como sería común en los buques de la Real Armada, era mucho más sobria que la de los galeones. La potencia de fuego y la robustez de la construcción se demostraron durante el Combate de Cabo Sicié, en el que resistió los ataques de cuatro buques ingleses, por dos veces, haciéndoles retirarse con graves averías. El Real Felipe, desarbolado, fue remolcado a Cartagena (España) por una fragata.

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REAL FÉNIX, (Conocido también como San Alejandro, 1749-1780) ,Gemelo: Rayo ,Construcción: 1749, en los astilleros de La Habana ,Desplazamiento: 1.750 toneladas de arqueo y 3.000 de desplazamiento

,Eslora: 53 metros ,Manga: 14,5 metros ,Armamento: 80 cañones. 1ª Batería: 32 de 24 libras, 2ª Batería: 30 de 18 libras, Castillo y Alcázar: 18 de 8 libras

Construido según los diseños de Jorge Juan, fue botado en los astilleros de La Habana en 1749 junto a su gemelo el Rayo. Construidos con excelentes maderas tropicales su casco era robusto, lo que explica la longevidad de algunos de estos buques. Sus condiciones marineras eran extraordinarias, razón por la que, a finales del XVIII, el Rayo fue convertido en navío de tres puentes de 100 cañones. El Rayo se batió con éxito en Trafalgar, salvándose de la destrucción, pero naufragó cerca del Coto de Doñana en la tormenta que siguió a la batalla.

SAN GENARO (2º de su nombre, 1766-1801) ,Gemelos: San Pedro Apóstol, Guerrero, Atlante, Serio y Septentrión

,Construcción: 1765, en los astilleros de Cartagena (España) ,Desplazamiento: 1.658 toneladas de arqueo y 2.900 de desplazamiento

,Eslora: 50,5 metros ,Manga: 14,5 metros ,Armamento: 74 cañones. 1ª Batería: 28 de 24 libras, 2ª Batería: 30 de 18 libras, Castillo y Alcázar: 16 de 8 libras

Fue uno de los primeros navíos de 74 cañones construidos por el sistema de Jorge Juan, denominado también como inglés. Esta serie se componía de los navíos San Genaro, San Pedro Apóstol, Guerrero, Atlante, Serio y Septentrión y alguno de ellos, como el Guerrero, estuvo en servicio hasta 1850. En algunas relaciones, esta serie aparece con un armamento de 68 cañones; ello es debido a que no se incluían en el armamento los dos cañones guardatimones, situados a popa, y los pequeños cañones aprestados en la cámara del comandante. Su puesta en quilla supuso el abandono de la construcción de navíos más pequeños (entre 50 y 66 cañones) para establecer, en la Real Armada, el navío de 74 cañones como estándar. Estos modelos fueron superiores a los construidos posteriormente, bajo los diseños de Gautier.

SANTÍSIMA TRINIDAD (Denominada La Real, 1769-1805) ,Construcción: 1769, en los astilleros de La Habana ,Desplazamiento: 2.200 toneladas de arqueo y 4.950 de desplazamiento

,Eslora: 60 metros ,Manga: 16 metros ,Armamento en 1769: 120 cañones. 1ª Batería: 30 de 36

libras, 2ª Batería: 32 de 24 libras, 3ª Batería: 32 de 18 libras, Castillo y Alcázar: 26 de 8 libras , Armamento en 1805: 140 cañones. 1ª Batería: 32 de 36 libras, 2ª Batería: 34 de 24 libras, 3ª Batería: 36 de 12 libras, 4ª Batería: 18 de 6 libras, 14 obuses de 24 y 6 esmeriles

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Pañol de la historia Inicialmente diseñado como un navío de 118 cañones para construirse según el sistema de Jorge Juan, su proyecto fue modificado en La Habana por Mateo Mullan. La modificación del proyecto provocó varias deficiencias en la construcción que hubieron de ser subsanadas en El Ferrol en 1770, a donde acudió para instalar el armamento. Las reformas no aliviaron los problemas, pues el buque siguió con tendencia a cabecear en exceso y a inclinarse mucho durante las viradas. En 1772 se incorpora a la Escuadra del Mediterráneo participando en el segundo sitio de Gibraltar. Interviene en los combates de Espartel y San Vicente donde está a punto de ser capturado. Dado que era el mayor navío de la época, el esfuerzo inglés se dirigió a su captura, lo que fue impedido por el fuego del propio navío y el auxilio del Pelayo. Quedó tan mal parado en este combate que se decidió su baja. Sin embargo, el prestigio de su nombre y el temor que suscitaba en la marina inglesa obligó a su reforma, convirtiéndose así, en el mayor navío de línea jamás construido y en el único de cuatro puentes o baterías. La reforma se hizo en contra de los criterios del Almirante Mazarredo que quería convertirlo en un buque de 90 cañones para mejorar su maniobrabilidad por la reducción de pesos. En Trafalgar fue confundido con el buque insignia franco-español por lo que fue atacado por cuatro navíos ingleses, en su mayoría de más de 100 cañones. Tras varias horas de combate, y con 312 muertos y 338 heridos, se rindió. Cuando era remolcado hacia Gibraltar, zozobró cerca de la Punta de Caraminal.

SAN JOSÉ (2º de su nombre, 1783-1797) ,Construcción: 1783, en los astilleros de El Ferrol ,Desplazamiento: 2.160 toneladas de arqueo y 4.700 de desplazamiento

,Eslora: 59 metros ,Manga: 16 metros ,Armamento: 112 cañones. 1ª Batería: 30 de 36 libras, 2ª Batería: 32 de 24 libras, 3ª Batería: 32 de 12 libras, Castillo y Alcázar: 18 de 8 libras

Abandonando el criterio de la construcción de navíos más pequeños, España aborda, en las postrimerías del reinado de Carlos III, la construcción de varios navíos de gran porte y más de 100 cañones para permitir disputar a Inglaterra el dominio del mar. Los "Meregildos" fueron diseñados por Romero Landa, sustituto de Gautier al frente de las construcciones navales. Los diseños de Romero Landa eran, sin duda, los mejores realizados en España y, probablemente, en Europa. Se trataba de barcos muy marineros, muy maniobreros, resistentes y con gran potencia de fuego. A partir del San José los navíos de 112 cañones se fabricaron por los gálibos de este buque.

BAHAMA (Conocido también por San Cristóbal, 1784-1805 ) ,Construcción: 1784, en los astilleros de La Habana ,Desplazamiento: 1.676 toneladas de arqueo y 2.800 de desplazamiento

,Eslora: 53,5 metros ,Manga: 14 metros ,Armamento: 74 cañones. 1ª Batería: 28 de 24 libras, 2ª Batería: 30 de 18 libras, Castillo y Toldilla: 16 de 8 libras

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El Bahama fue uno de los navíos construidos por el sistema Gautier. Éste era un ingeniero francés que sustituyó a Jorge Juan en la construcción de buques para la Real Armada. Gautier introdujo una nueva proporción entre la eslora y la manga, haciendo buques más largos y menos anchos con la finalidad teórica de que alcanzaran mayor velocidad. Sin embargo, este sistema adolecía de graves defectos ya que los buques, además de no ganar más velocidad, escoraban con facilidad, lo que aumentaba el peligro de que la batería baja se inundase durante el combate al virar. Estos buques fueron sometidos a pruebas comparativas con los construidos bajo el sistema de Jorge Juan y el posterior de Romero Landa, demostrándose que los de diseño español eran más estables y seguros, alcanzando además más velocidad que los construidos por el sistema francés. El Bahama participó en la Batalla de Trafalgar.

SANTA ANA (2º de su nombre, 1784-1816 ) ,Gemelos: San Hermenegildo, Mejicano, Salvador, Real Carlos, Reina Luisa y Principe de Asturias

,Construcción: 1784, en los astilleros de El Ferrol ,Desplazamiento: 2.112 toneladas de arqueo y 4800 de desplazamiento

,Eslora: 60 metros ,Manga: 16 metros ,Armamento: 112 cañones. 1ª Batería: 30 de 36 libras, 2ª Batería: 32 de 24 libras, 3ª Batería: 32 de 12 libras, Castillo y Alcázar: 18 de 8 libras

El Santa Ana fue uno de los navíos de 112 cañones construidos por España a finales del siglo XVIII e integrante de la denominada serie de los "Meregildos", llamada así por el "San Hermenegildo ". El Santa Ana se botó el 28 de septiembre de 1784. Salió de pruebas a la mar el 28 de febrero de 1785 al mando del Brigadier Félix de Tejada, resultando que navegaba bien de bolina y viraba por redondo y por avante con el sólo uso del timón, sin necesidad de maniobras con las velas. El Santa Ana participó en la Batalla de Trafalgar, izando la insignia del Duque de Gravina. Después de un duro combate logró llegar a Cádiz, sirviendo hasta 1816.

REAL CARLOS (denominado también Santiago, 1787-1801) ,Construcción: 1787, en los astilleros de La Habana ,Desplazamiento: 2.108 toneladas de arqueo y 4770 de desplazamiento

,Eslora: 58,5 metros ,Manga: 16 metros ,Armamento: 112 cañones. 1ª Batería: 30 de 36 libras, 2ª Batería: 32 de 24 libras, 3ª Batería: 32 de 12 libras, Castillo y Alcázar: 18 de 8 libras

Al igual que el Santa Ana, el Real Carlos pertenece a la serie de los "Meregildos ". Sin embargo, los construidos en La Habana resultaron con algunas deficiencias de estructura que fueron corregidas al llegar a España. La causa pudiera ser el empleo de maderas tropicales en su construcción, lo que no impidió que se tratara de buques muy aptos para el combate. El San Carlos, lo mismo que el San Hermenegildo, se perdieron en 1801 combatiendo entre ellos. Efectivamente, mientras navegaban de noche en formación y sin luces con otros navíos españoles, en dos líneas paralelas, una fragata inglesa se introdujo entre las dos líneas y disparó sus andanadas, dándose a la fuga. A oscuras, los dos navíos estuvieron cañoneándose durante la noche creyendo que eran atacados por buques ingleses. Al amanecer descubrieron su error, pero ya era tarde, y ambos buques se hundieron.

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Pañol de la historia SAN HERMENEGILDO , Gemelos: Santa Ana, Mejicano, Salvador, Real Carlos, Reina Luisa y Principe de Asturias

,Construcción: 1789 en los astilleros de La Habana ,Desplazamiento: 2.112 toneladas de arqueo y 4800 de desplazamiento

,Eslora: 60 metros ,Manga: 16 metros ,Armamento: 112 cañones. 1ª Batería: 30 de 36 libras, 2ª

Batería: 32 de 24 libras, 3ª Batería: 32 de 12 libras, Castillo y Alcázar: 18 de 8 libras ,Tripulación: 736 hombres

El bajel de tres puentes de primera clase San Hermenegildo, no fue un buque afortunado. Construido según los cánones de la época, era uno de los navíos más poderosos de la Real Armada. La madera empleada en su construcción era el roble que secado varios años se endurecía al fuego. Las cuadernas se construyeron aprovechando la curvatura natural de algunos árboles que se adaptaban perfectamente a las necesidades de construcción. Su aparejo era el clásico de la época, con tres mástiles con velas cuadradas y cangreja en el trinquete, además de cebadera y contracebadera en el bauprés. El 12 de julio 1801 navegaba con otros buques españoles en dos líneas paralelas cuando, de noche, una fragata inglesa que navegaba sin luces, se introdujo entre las líneas españolas y abrió fuego por ambos costados, dándose a la fuga. Uno de los atacados era el San Hermenegildo que, sin haber visto al inglés, creyó que estaba siendo atacado, al igual que el barco de la otra línea, el Real Carlos. Ambos barcos se estuvieron cañoneando toda la noche, creyéndose enemigos, hasta que, al amanecer y ya gravemente averiados, se dieron cuenta del error; ambos navíos se perdieron.

SAN TELMO 1788-1819 ,Gemelos: San Ildefonso, Intrépido, Pelayo, Conquistador, Paula, Europa y Monarca

,Construcción: 1788, en los astilleros de El Ferrol ,Desplazamiento: 1.640 toneladas de arqueo y 2850 de desplazamiento

,Eslora: 52,8 metros ,Manga: 14,5 metros ,Armamento: 74 cañones. 1ª Batería: 28 de 24 libras, 2ª Batería: 30 de 18 libras, Castillo y Toldilla: 16 de 8 libras

El San Telmo formaba parte de la denominada serie de los "Idelfonsinos ", así llamada por el ser el San ldefonso" el primero de esta serie de 6 navíos, de 74 cañones. Construidos con los diseños de Romero Landa, fueron, posiblemente los mejores buques construidos en los astilleros españoles por su velocidad, maniobrabilidad y estabilidad. Fueron sometidos a varias pruebas comparativas con los procedentes navíos de 74 cañones construidos por el sistema Gautier, resultando siempre mucho mejores en todos los aspectos. El San Telmo se hundió en 1819 durante una tormenta violentísima en el Cabo de Hornos, mientras intervenía en la Guerra de Independencia de los países iberoamericanos.

Resumen tomado de la Enciclopedia Buques de Guerra 1999- José Díaz y Díaz y Luis G. Muñoz León.

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Blas de Lezo y la

Guerra de la “Oreja de Jenkins” - 13 de marzo al 20 de mayo de 1741La vida del General de la Real Armada Española D. Blas de Lezo es poco conocida. Su nombre solo se vincula a la defensa de Cartagena de Indias, desde el fuerte de San Felipe de Barajas, cuando el Almirante Sir Edward Vernon la sitió en 1741; el resto de su vida y en especial su trayectoria como marino de guerra es ignorada.

D. Blas de Lezo nació en Pasajes (Guipúzcoa). En 1701 ingresó como guardiamarina y en 1704, ya iniciada la Guerra de Sucesión española, entró en combate como tripulante de la escuadra francesa que se enfrentó a las fuerzas combinadas de Inglaterra y Holanda en D. Blas de Lezo batalla librada frente a Vélez -Málaga- y en la que perdió la pierna izquierda por una bala de cañón, mostrando, en el terrible trance, tal sangre fría que admiró al mismo Almirante. Su intrepidez y serenidad en el combate fue premiado con el ascenso a alférez de navío y luego a teniente de navío. Participó en la defensa del castillo de Santa Catalina en Tolón donde perdió el ojo izquierdo, luchando con su espada. Ostentó el mando de diversos convoyes que socorrían a Felipe V en Barcelona burlando la vigilancia inglesa. En uno de ellos fue rodeado por fuerzas superiores, y apurado supo salir incendiando alguno de los buques que le seguían, lo que rompió el círculo que le rodeaba. En 1713 fue ascendido a Capitán de Navío, y un año más tarde fue destinado al segundo sitio de Barcelona donde perdió el brazo derecho. En esa época, y al mando de una fragata, hizo once presas a los británicos, entre ellas la del emblemático Stanhope, buque bien armado y pertrechado. Terminada la Guerra de Sucesión se le confió en 1723 el buque insignia Lanfranco y el mando de la Escuadra de los Mares del Sur,. limpiando de piratas las costas del Pacífico y capturando doce navíos holandeses e ingleses. Contrajo matrimonio en el Perú en 1725 y en 1730 regresó a España siendo ascendido a Jefe de la Escuadra Naval del Mediterráneo. Se trasladó a la Republica de Génova para exigir el pago de los 2.000.000 de pesos pertenecientes a España retenidos en el Banco de San Jorge, y que en desagravio se hiciera un saludo excepcional a la bandera española so pena de bombardear la ciudad. Ante tan enérgica actitud el Senado genovés cedió de inmediato. En 1732 y a bordo del Santiago hizo una expedición a Orán comandando 54 buques y 30.000 hombres. Orán fue rendida pero Bay Hassan reunió de nuevo tropas y sitió la ciudad poniéndola en grave aprieto. Lezo acudió en socorro con seis navíos y 5.000 hombres logrando ahuyentar al pirata argelino tras reñida lucha. Persiguió su nave capitana de 60 cañones que se refugio en la bahía de Mostagán defendida por dos castillos y 4.000 moros. Ello no arredró a Lezo, que entró tras la nave argelina despreciando el fuego de los fuertes incendiándola y causando además gran daño a los castillos. Patrulló luego durante meses aquellos mares impidiendo que los argelinos recibieran refuerzos de Constantinopla hasta que una epidemia le forzó a regresar a Cádiz. En 1734 el Rey premió sus servicios promoviéndolo a General de la Armada. En 1737 regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador y fue nombrado Comandante General de Cartagena de Indias, plaza que defendió de los embates del almirante inglés Sir Edward Vernon, página gloriosa de las armas españolas.

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Pañol de la historia Por una "oreja" la invencible armada inglesa ataca a Cartagena de Indias (1741) La derrota de la armada inglesa en Cartagena de Indias en el siglo XVIII es un acontecimiento silenciado en la historia inglesa y desconocido para la gran mayoría. La historia está hecha de muchas mentiras, silencios y exageraciones y ésta página gloriosa de la época colonial está injustamente olvidada y merece la pena contribuir a su difusión. En Octubre de 1739 Inglaterra declara a España la guerra de la "oreja de Jenkins" y planea tomar la ciudad donde confluyen las riquezas de las colonias españolas, Cartagena de Indias; dominar el comercio en el Caribe y, en una operación combinada con las fuerzas del Comodoro Anson que con el navío Septrention y dos buques menores acosaba las colonias del Pacifico Sur, aniquilar el imperio español en América. Aunque el origen de la guerra fue la rivalidad comercial entre las dos potencias, la causa inmediata de la conflagración fue un incidente cerca de la costa de Florida cuando el capitán de un guardacostas español, Juan León Fandiño, interceptó el Rebbeca al mando de Robert Jenkins y le hizo cortar a éste una oreja; después de lo cual le liberó con este insolente mensaje: "Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve". Este suceso enardeció a la opinión pública inglesa y dio lugar a que el Gobierno inglés, presidido por su Primer Ministro Mr. Walpole, declarara la guerra a España presionado por los comerciantes de la City que apetecían la conquista de nuevos mercados. El 13 de Marzo de 1741 apareció por "Punta Canoa", poniendo en vilo la ciudad de Cartagena, la mayor flota de guerra que jamás surcara los mares hasta el desembarco de Normandía: 2000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte. La flota, muy superior a la Invencible de Felipe II que sólo disponía de 126 navíos, está dirigida por el almirante Sir Edward Vernon y transporta 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica. En la expedición vienen 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador George. Las defensas de Cartagena no pasaban, en cambio, de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del interior más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra de los que dispone la ciudad: el Galicia que era la nave Capitana, el San Felipe, el San Carlos, el Africa, el Dragón y el Conquistador. Este pequeño contingente está dirigido por hombres decididos a defenderse hasta morir: el Virrey Sebastián de Eslava, Teniente General de los Reales Ejércitos con larga experiencia militar, y bajo su mando, pero en el mar, el celebre General de la Real Armada Española D. Blas de Lezo, lobo de mar que ya ha participado en 22 batallas y expediciones navales, perdiendo la pierna y el ojo izquierdo en Málaga y Toulon y la mano derecha en Barcelona. Seguían en la jerarquía el Mariscal de Campo D. Melchor de Navarrete, Gobernador de la ciudad, a cuyo cargo quedó la parte administrativa y el abastecimiento de víveres. El Coronel D. Carlos Des Naux, Ingeniero militar y Director de obras de fortificación, actuó primero como Castellano del Castillo de San Luis de Bocachica y luego como Castellano de San Felipe de Barajas. Aunque con algunas discrepancias de criterio en materia estratégica entre Blas de Lezo y el Virrey, los cuatro hombres lograron por fin unificar su acción bajo la dirección de Eslava y resistir a pie firme el embate inglés. Años antes Vernon ya había merodeado dos veces Cartagena, y trazando círculos de buitre se había presentado frente a la bahía, pero Lezo lo había puesto en fuga con maestría de consumado marino. En la primera ocasión cerró el puerto con cadenas y situó sus buques en Bocachica para que los ingleses no pudieran entrar sin batirse con ellos e instaló en tierra un grueso cañón de 18 libras de su nave capitana lo que sorprendió al enemigo al contestar con artillería por un lado de la ciudad que consideraban desguarnecido. En la segunda dispuso sus naves de manera que con su fuego se encerrará a los navíos ingleses dentro del campo de tiro largo y corto, los cuales de nuevo sorprendidos abandonaron la zona. Ahora Vernon, envalentonado tras una acción de rapiña en la mal defendida ciudad de Portobelo (Panamá), vuelve con efectivos considerables y escribe a Lezo cartas desafiantes. Éste, como buen vasco, es tozudo y quisquilloso en cuestiones de honor: ''Hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera Usted insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener su cobardía..."

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Vernon despliega la flota bloqueando la entrada al puerto, y tras silenciar las baterías de "Chamba", "San Felipe" y "Santiago" desembarca tropas y artillería. Es tan impresionante el despliegue de barcos en el horizonte que algunos vecinos consideran la situación perdida y procuran ponerse a salvo. Vernon ordena un cañoneo incesante que durará 16 días y noches al castillo de San Luis de Bocachica con un promedio de "62 grandes disparos por hora". El castillo está defendido por 500 hombres al mando de Coronel Des Naux. Por su parte Lezo coloca cuatro de sus navíos, el Galicia, el San Felipe, el San Carlos y el África del lado interior de la bahía y en las proximidades del Castillo para apoyarlo con sus cañones. Aunque la defensa de Bocachica fue heroica con Lezo y Des Naux peleando en primera fila los defensores han de evacuarlo ante la abrumadora superioridad enemiga. Lezo hace barrenar e incendiar sus buques para obstruir el canal navegable de Bocachica, cosa que consigue parcialmente ya que el Galicia no coge fuego a tiempo. Sin embargo, se ha logrado retrasar el avance inglés de forma considerable y ello favorecerá el desarrollo de epidemias entre los asaltantes. Los defensores optaron por replegarse totalmente a la Fortaleza de San Felipe de Barajas, motivo por el cual ni siquiera intentaron la resistencia en el Castillo de Bocagrande. Y muy contra la voluntad de Lezo, que trató de evitarlo hasta el fin pero se vio obligado por disciplina, se hundieron los dos únicos navíos que quedaban, el Dragón y el Conquistador, con el ilusorio objeto de impedir la navegación por el canal de Bocagrande. Pero al igual que en Bocachica, el sacrificio resultó en vano pues los ingleses remolcaron el casco de uno de ellos para restablecer el paso y desembarcaron en las islas de Manga y Gracia dejando a un lado el Fuerte de Manzanillo (lugar donde actualmente está la ENAP). Hecho lo cual, un regimiento de colonos norteamericanos al mando de Lawrence Washington tomaron la colina de la Popa próxima ya a San Felipe de Barajas y que había sido abandonada por los españoles. Vernon entró entonces triunfante en la bahía con su buque Almirante con las banderas desplegadas y el estandarte de General en Jefe escoltado por dos fragatas y un paquebote, y dando la batalla por ganada despachó un correo a Jamaica e Inglaterra con tan fausta noticia. Tras ello ordena el desembarco masivo de artillería y cañonear el Castillo de San Felipe desde mar y tierra con el fin de ablandar la resistencia final. La defensa está formada por sólo 600 hombres bajo el mando de Lezo y Des Naux. Éste ya había resistido en Bocachica e iba a batirse de nuevo contra el empuje inglés hacia la fortaleza de San Felipe. La defensa fue heroica y la batalla violenta. Al fin Vernon resuelve que la infantería tomará fácilmente la fortaleza pues se encuentra con daños considerables. La noche del 19 al 20 de abril se dan los hechos decisivos, los atacantes al mando del General Woork avanzan entre sombras en tres columnas de granaderos y varías compañías de soldados, además de los esclavos macheteros jamaicanos que van en vanguardia. Su progresión es lenta por el pesado equipo de guerra que transportan y por el fuego de fusilería desde las trincheras y lo alto de la fortaleza. El avance se frena ante las murallas ya que por imprevisión la longitud de las escalas para salvar el foso resultan cortas y los atacantes quedan aturdidos al no disponer de fajinas y materiales para facilitar la aproximación al fuerte. Los defensores arrecian en su fuego nutrido y certero desde lo alto, lo que origina una mortalidad espantosa. Al alba un macabro espectáculo de muertos, mutilados y heridos vagando como espectros aparece alrededor de San Felipe haciendo evidente la hecatombe inglesa. La salida de los españoles que cargan a bayoneta calada provoca la huida desordenada de los asaltantes que pierden cientos de hombres y todos sus pertrechos. El bombardeo inglés prosigue desde el mar 30 días más sin un objetivo claro, pero el cólera y el escorbuto comienzan a provocar decenas de muertos que flotan en la bahía lo que hace la situación desesperada. Vernon, altivo y malgeniado, recrimina al parsimonioso General Wentworth, Jefe Supremo de las tropas de desembarco, por el ignominioso fracaso y las desavenencias llegan a un punto insostenible. Al fin el Alto Mando inglés ordena la retirada, lo que se realiza de forma lenta y sin cesar de cañonear la ciudad hasta que "no quedó ninguna vela inglesa". Los

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Pañol de la historia últimos veleros parten el 20 de Mayo, pero los ingleses han de incendiar cinco de ellos por falta de tripulación. En el regreso a Jamaica hunden otro y cada barco parece un hospital. Mientras en Inglaterra se supone como cierta la victoria con arrogancia y orgullosa satisfacción. Aún se desconoce el infausto final y se acuñan medallas conmemorativas mostrando a Lezo arrodillado ante Vernon entregándole la espada con la inscripción "el orgullo español humillado por Vernon". En ellas el vencido aparece con dos piernas, dos ojos y dos brazos para obviar que es un hombre lisiado. En el reverso había seis navíos y un puerto, y alrededor la inscripción: quien tomó Portobelo con sólo seis navíos, Noviembre de 1739. Éstas medallas, de las que se conservan algunas todavía, fueron motivo de burla durante mucho tiempo por parte de los enemigos de Inglaterra, "debiendo ser en sus autores tanta mayor la vergüenza cuanto fue mayor su ligereza y arrogancia". Meses después Blas de Lezo malherido y extenuado por la batalla se hunde en las tinieblas del olvido. Sus últimos momentos se enmarcan dentro de la ingratitud y la amnesia de un camastro en algún hospital de Cartagena. En fecha desconocida fallece, su cuerpo cercenado se entierra sin honores y se ignora donde está su tumba. Vernon, sabedor de la muerte de Lezo, rondó de nuevo Cartagena en 1742 con 56 navíos, pero sus espías le informaron de la reparación de las defensas y de la presencia del Virrey Eslava en la ciudad por lo que no se decidió a atacar y partió a enfrentarse al juicio de la historia. Murió Vernon en 1757 repudiado y olvidado por su pueblo, y el rey Jorge II prohibió toda publicación sobre el asalto a Cartagena que quedó así sepultado en la historia. Inglaterra no volvió a amenazar seriamente al imperio español que subsistió un siglo más. España, en cambio, contribuyó años más tarde al desmoronamiento de las colonias inglesas en América, hecho que también ha tratado de silenciarse. Poco después de ello los ingleses promoverían la figura de Nelson para elevar la moral y el patriotismo ante la amenaza napoleónica. El asalto a Cartagena de Indias pasó así a ser un anecdótico episodio de mala suerte debido a enfermedades tropicales mal conocidas. El propio Nelson fue en cierto modo víctima de esta conspiración de silencio. Poco después de afirmar que los Dons sabían hacer barcos pero no pelear tuvo que retirarse humillado y sin su brazo derecho tras el intento de captura de Tenerife (Julio de 1797), cosa que también daba por hecha, y entregar su vida en Trafalgar ante los que pelearon de forma valiente bajo un inepto mando francés.

Resumido y adaptado de la biografía de Marco A. Ganderilla

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