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Juan Sebastian Aragón

Por: Juanita Castañeda Soto

Un actor } en su propia interpretación

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Juan Sebastián Aragón comenzó su profesión como actor a los 9 años. Tiene estirpe ya que su tío es Jorge Alí Triana, uno de los directores más importantes del país, su madre es Gloria Triana, una antropóloga muy reconocida, directora de la película documental Yurupary. Juan Sebastián ha hecho 6 películas y actuado en 29 telenovelas, entre esas las más reconocidas son Pasión de gavilanes, el Oasis, el Cartel 2 y la Niña .Hoy a sus 48 años reconoce que lo suyo es el teatro. El año pasado dirigió “Uva pasa bajo el sol”, que es uno de los clásicos del teatro afro en Estados Unidos y ha actuado en producciones como Gorda, la Fiesta del chivo, la muerte de un viajante, entre otras. La actuación nace de la vocación, y que en algunas ocasiones es heredada, y va de generación en generación. Mediante esta entrevista Juan Sebastián Aragón devela su experiencia en el medio, expone logros, oportunidades, tristezas y debilidades de la profesión.

fotos : donadas por el entrevistado

¿En qué momento descubrió que quería ser actor?

Cuando era pequeño decía que me iba a dedicar a la actuación, porque era una forma de evadir clases, es decir de “capar colegio” con permiso de mi mamá, y además me pagaban. Soy un gran espectador, disfruto mucho cuando veo un dramatizado, ya sea en una obra de teatro, una película o una buena serie de televisión, me conmuevo mucho. La actuación te permite ganarte la vida jugando a ser otra persona en otras circunstancias y eso me ha generado gran empatía con los demás.

¿Cuándo comienza su carrera como actor?

Empecé muy niño. Cuando tenía 9 años, mi mamá me llevó a una audición para un cortometraje que iba a dirigir una amiga de ella; sus dos hijos iban a tener los papeles protagónicos y estaban buscando un tercer niño. En la historia, uno de ellos era secuestrado por una especie de ogro. Esa fue la primera audición a la que me presenté y la primera que gané; estamos hablando del año 1981.

¿Cuál ha sido su trayectoria en el cine colombiano?

Siempre he dicho que he hecho las cosas al revés, porque yo hice primero cine, después hice televisión, después hice teatro y después me fui a estudiar. Mi primera experiencia en cine fue ese cortometraje que hice a los 9 años, cuyo nombre no recuerdo. En 1995, con un guion de García Márquez y dirigido por Jorge Alí Triana, hice una versión de Edipo Rey, de Sófocles, y se llamaba “Edipo alcalde”.

A mi regreso de Estados Unidos, tal vez en 2003 o 2004, hago una película que se llama “Poker”; es la primera de Juan Sebastián Valencia y un combo de gente que se acababa de graduar de la Javeriana. Fue un experimento muy interesante.

Tuve participaciones pequeñas en dos películas; una que se llama “Buscando a Miguel”, dirigida por Juan Fischer, y” La Lectora”, dirigida por Riccardo Gabrielli.

En el 2006 hice otra que fue la más taquillera de ese año; se llama “Soñar no cuesta nada “. Es la historia de los soldados del Ejército colombiano que se encuentran unas canecas llenas de dólares y de pesos enterradas en la mitad de la selva, que muy probablemente pertenecieron a las Farc. Esto fue una historia real que surgió en 2003.

Me falta una, “El rey”, dirigida por José Antonio Dorado. Es la historia del primer gran capo del narcotráfico que hubo en Cali.

¿Qué significa para usted ser actor en Colombia?

Llevo 39 años de carrera y he visto a las personas que a mí más me inspiraron, a esos grandes actores y actrices colombianos, los he visto morir en la pobreza y en el olvido.

Me parece triste porque los artistas juegan un papel importante dentro de la sociedad, ayudan a construir esa memoria colectiva, esa identidad, de mirar de frente nuestros problemas y nuestros miedos. Me parece muy triste que los actores no podamos tener una seguridad económica y una seguridad laboral, para poder construir un proyecto de vida como el que uno quisiera.

¿Usted cree que las producciones que se han sacado y que se están sacando logran contar la realidad del país?

Una cosa es que una película toque un tema de actualidad o que toque un tema que consideramos relevante dentro de la sociedad (como el desplazamiento, la guerrilla o el narcotráfico), y otra cosa es que la película sea buena.

La gente nos dice que no hagamos más narco nóvelas, porque estamos haciendo quedar mal al país; al contrario, que hagamos producciones de cosas positivas que pasan en Colombia, pero yo creo que el arte no se debe censurar, cualquier persona que desee hacer algo, que lo haga con la temática que quiera.

El arte nos hunde el dedo en la llaga con aquello que nos duele, nos disgusta con aquello que quisiéramos que fuese distinto. Las buenas historias cuentan los grandes conflictos.

La gente que hace cine habla de lo que le interesa, cumple la función del entretenimiento y hace reflexionar sobre algún tema.

¿Cuál ha sido su mayor reto como actor?

El cine es muy detallado, pues está diseñado para que uno lo vea en una pantalla enorme; entonces los planos son mucho más detallados técnicamente; para hacer una escena es necesario dividir esa escena en muchos planos y poder mantener la emoción, porque hay que cortar, reubicar luces, reubicar cámaras y retomar esa misma emoció. Yo creo que es una de las dificultades más grandes que uno puede encontrar en el cine y que requieren mucha concentración.

¿Cuál es el género en el que más le gusta actuar?

El drama me mueve mucho.

¿Usted cree que los estereotipos de actuación afectan su trayectoria?

Sí, yo creo que en Colombia se empezó a tener un gran éxito en poner todo en tono de comedia y que los grandes dramas ya no se hacen como anWtes, con algunas excepciones. Ahora, en las audiciones está la lucha por crear el personaje más chistoso y más llamativo que muchas veces es muy divertido y hay gente que lo hace muy bien, pero a mí personalmente no es lo que más me interesa; a mí me interesa más la verdad. a

A TRAVÉS DE LOS OJOS DE UN ANIMADOR

Por: Ángela Martínez

Aunque se sabe que la animación en Colombia comenzó en los años sesenta hasta ahora comienzan a verse los frutos de esta joven, mas no nueva industria. La creatividad nunca ha sido problema para los colombianos y eso lo tiene muy claro el animador Felipe Fierro. Es un profesional que lleva más años de los que aparenta en la industria. Con solo un cuarto de siglo el hombre ya cuenta con un premio del AOM Award de Autodesk (primer latinoamericano en lograr este premio). Dentro de su currículo de once años destaca su trabajo como director de efectos especiales y como conferencista y docente; además de, obviamente, ser el orgulloso dueño de Pigmalion Animation Studio.

Al tener tan corta edad y tantos méritos cualquiera esperaría un poco más de arrogancia, pero en realidad es de actitud alegre y amable. Con palabras que lanzan más bien a la crudeza de las situaciones explica desde su trabajo cómo es ser un animador en Colombia.

¿Cómo fueron sus inicios?

Comencé a trabajar con HBO en cosas pequeñas como cortinillas y cosas así, luego empecé a trabajar en Naska Digital (Bogotá), a dar clasecitas y me comenzaron a llegar más trabajos, incluso con Marvel para Transformers, la serie animada.

¿Cómo ha sido trabajar para marcas tan grandes como Marvel y Hasbro?

Es donde más he aprendido; cuando te enfrentas a problemas reales es cuando más aprendes; lo más

foto : donadas por el entrevistado

importante es eso, aprender y prepararte para futuros proyectos y saber abordarlos. Lo considero el plus más grande.

¿Por qué decidió abrir tu propio estudio de animación?

Ya viví el sueño de trabajar para otros y eso esta bien, pero yo quería tener libertad creativa; ese fue el motor más grande para crear empresa. Lo otro es que aquí en Colombia realmente no hay tantas opciones para aplicar a estudios de animación. Quería poner mi banderita de calidad aquí en el país.

¿Por qué en Colombia?

(Se ríe) Para mí no hay nada como la tierrita. Es muy personal, pero me gusta mucho saber que entiendo a la gente y cuando creo algo puedo anticipar cómo van a reaccionar; esas pequeñas cosas son importantes. En Colombia no hay exceso de oferta en la industria de la animación. Lo que pensé fue “bueno, yo voy a crecer junto con la industria y voy a aportar a la industria, entonces me va a aportar de vuelta a mí”. No me siento como un peón dentro de una gran masa que ya está funcionando; puedo ajustarme a eso.

¿Qué tal se ha desarrollado la industria para usted en los últimos años?

Bueno… aquí tenemos varios problemas con la industria, y en Latinoamérica en general. Por ejemplificar, muchos docentes que a veces terminan enseñando animación no son animadores, sino que aprenden en el camino, como haciendo tutoriales y no esta mal, pero

siento que eso hace parte de un problema técnico. Hasta ahora se ha empezado a ver un cambio porque hay muchos procesos que se aprendieron mal y se han replicado durante mucho tiempo. Hacen las cosas sin conocer su fundamento, y salen, pero es un chip que ha tenido que cambiar y eso es algo positivo. Aprender a resolver los problemas de manera correcta.

En las empresas hay mucha inexperiencia. Existen empresas grandes de animación con mucho potencial. Por lo menos acá en Colombia han firmado mal contratos o no han entendido cómo funciona el flujo de trabajo; eso es una falla grande. Hay empresas de aquí que han quebrado por firmar una cosa mal. Esos detalles y muchos otros son vitales y hay que tener mucho cuidado.

Hacer animación en Colombia es más barato para empresas extranjeras en cuanto a producción, y es de mutuo beneficio de a la inversión que hacen ya que posiblemente no de manera nacional no lograríamos hacer esas cosas. A veces pasa que por inexperiencia se firman cosas que no se pueden realizar; es un proceso de aprendizaje. Se han abierto espacios para la animación como el SOFA y gracias a eso se conoce la gente que se mueve en este medio.

¿Cómo y por qué se involucró en la docencia?

En la docencia empecé con Naska Digital; ellos fueron los pioneros en enseñar animación digital de manera profesional. Luego empecé a dar clases en Sae Institute y ahora soy docente en la Tadeo. Me parece muy chévere que la Tadeo por fin se haya animado a sacar la carrera como tal. Comencé dando conferencias en esa universidad para vincularme y ayudar a los estudiantes que estaban terminando las carreras en su tesis. Ser un poco esa conexión con el mundo laboral me motivó mucho

También ha sido conferencista ¿lo considera muy diferente a la docencia?

Si, es muy diferente. A veces las clases pueden abarcar demasiados temas y en cambio las conferencias son de cosas muy puntuales y se comparten experiencias entre artistas; disfruto mucho más una conferencia; yo también aprendo de ahí. Cuando eres docente debes adaptarte a los demás, a sus ritmos de trabajo entonces es diferente, pero ambas me gustan.

¿Su estudio ha sentido el impacto de la pandemia?

Al principio entré en pánico. Teníamos un proyecto con un inversor grande y se frenó por el tema de todo lo que estaba pasando. Luego, dos clientes prefirieron pausar los proyectos. Económicamente empezaron a frenarse proyectos y eso afecta.

De todos modos, en época de encierro se ha pautado mucho digitalmente, y algo que tiene mucho impacto es

la animación; por ese lado estoy un poco más tranquilo.

¿Cómo fue su experiencia dirigiendo efectos especiales en películas?

Ese siempre fue un sueño para mí. Los primeros proyectos fueron super difíciles porque uno siempre piensa que está preparado y cuando me enfrenté a algunos problemas de producción me di cuenta: tal vez no sabía hacer muchas cosas. Pero al final del día es como un rompecabezas donde tienes las piezas; es encontrar cómo lo armas para que funcione. Cuando estoy en producción es cuando más aprendo.

¿Cómo ve el talento y la creatividad de sus estudiantes en Colombia?

Veo un futuro en la industria. Pienso que hay muchas personas que venían con otras expectativas y se desmotivan porque no lo encuentran tan fácil. Es todo un proceso que lleva tiempo y habilidades artísticas, habilidades técnicas; inclusive la gente cree que no necesita dibujar y sí lo necesitas. Hay gente a la que le parece chévere y lo ve muy fácil, pero es como cualquier arte y requiere paciencia. Es como si de aquí a mañana me gustó como suena el violín y por eso creo que ya lo puedo tocar, cuando perfectamente puede llevar una década aprender a tocarlo. La animación no es de un día para otro; es algo de nunca terminar de aprender.

A veces se desmotivan porque aquí no hay una industria tan grande y no hay un Disney que contrate 10.000 animadores para un proyecto. Ellos hacen parte de construir la industria y deben aceptar el reto que se les viene.

Y para terminar ¿Cuáles son las 5 películas colombianas que recomendaría?

Alma de héroe, no porque yo haya dirigido los efectos visuales. La estrategia del caracol, Monos, Pájaros de verano y Abrazo de la serpiente, obviamente.

Esta pregunta me hace pensar en los incentivos del gobierno; creo que deberían ampliar sus objetivos. Los premios puntuales para cosas como guion o fotografía están muy bien, pero debería existir algo para empresas productoras o post productoras. a

cinemateca C Se viste de gala C uarenta y nueve años cumple la Cinemateca Distrital. Ahora, con la fuerza renovadora que su metamorfosis le ha otorgado, sopla las velas que desde 1971 comenzaron a ponerse alrededor de ese pastel gigante, tan diverso y variable, que es Bogotá. No es de extrañarse que los adultos mayores la recuerden con nostalgia (sí, esos mismos que pueden, desde 2018, entrar gratis a

Por: Luis Quevedo

las diez de la mañana un miércoles al mes) y los jóvenes apasionados por el cine vean en ella un segundo hogar.

Es imposible ingnorar su imponente edificación en Carrera 3 No. 19 – 10. Este edificio no siempre estuvo ahí, ni más faltaba. Su primera sede, lejos de lo formidable, más cercano a lo modesto, fue el Planetario de la Carrera 8 No. 15 – 46, en la sala Oriol Rangel, donde habitó durante cinco años en los que vio pasar a cuatro alcaldes, Carlos Albán Holguín, quien con el decreto 0631 del primer año de su mandato, 1971, anunció que Bogotá tendría su propia Cinemateca; Aníbal Fernández de Soto Valderrama, Alfonso Palacio Rudas y Luis Prieto Ocampo. Cinco años llenos de grandeza. Las muestras de cine comenzaron en octubre del primero y abordaron desde la edad de oro de la comedia americana hasta el expresionismo alemán. En 1973 el ciclo “Cine colombiano 1950-1973” se convierte en la primera muestra de cine nacional en la historia y la Cinemateca se consolida como protectora del patrimonio audiovisual nacional. Esta protección, de hecho, se encuentra dentro de las cuatro misiones que toda cinemateca debe cumplir: la preservación del patrimonio audiovisual, la investigación y el desarrollo de publicaciones, la formación de públicos y creadores, y la exhibición. Escritas así pueden encontrarse en la página web de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte.

En 1976, la Cinemateca empaca sus maletas y se despide del planetario para asentarse como inquilina en una sala alterna del Teatro Jorge Eliécer Gaitán, en la Carrera 7 con Calle 22.

Aunque la tercera mudanza sería mucho tiempo después, Rito Alberto Torres, director de la Cinemateca entre 1993 y 1998, cuenta en la edición inaugural de la Revista Cinemateca que el teatro tuvo que entrar en etapa de remodelación, lo que los obligó a trasladarse al Cinema Azteca de la calle 22. La estancia, esta vez, duró tan solo un año.

En una not a del 2014 para la Radio Nacional, el periodista Juan Carlos Lasso Fuentes explica que el convenio para la construcción de la nueva Cinemateca lo firmaron Idartes y la Empresa de Renovación y Desarrollo Urbano de Bogotá el año anterior. A pesar de esto, el proyecto presentó diversos problemas. En Historia del Cine Colombiano y la Nueva Cinemateca, Julián David Correa, quien también estuvo al mando de ella en el período 2012-2016, deja ver la ineficiencia de la alcaldía de Enrique Peñalosa, al demorar en 2016 la firma del contrato de construcción de la obra por el Colectivo 720.

foto : math valbuena

Ante esta situación, cuenta Correa, se manifestaron importantes figuras de la cinematografía colombiana como Luis Ospina, Felipe Aljure y Ciro Guerra. El 22 de mayo, en medio de las protestas y plantones frente al Concejo de Bogotá, Guerra y la productora Cristina Gallego se dirigieron allí y la Secretaría de Cultura les informó que la construcción del edificio no iba a ser contemplada en el plan de desarrollo. Para las 6 de la tarde de ese mismo día, la decisión había cambiado. 2019 fue el año en que la Cinemateca abandonó el inquilinato y logró, por fin, tener un lugar propio, el ya mencionado edificio.

Rostros detrás de cámaras

El crítico de Cine Mauricio Laurens Tapias destaca la figura de Isadora de Norden y la declara madre de la Cinemateca. No solo madre, también su primera directora. Detrás de ella había grandes personalidades como la de su esposo Francisco Norden, director de la afamada Cóndores no entierran todos los días, y el cronista e historiador del cine Hernando Salcedo Silva. La propuesta de esta Cinemateca venía de la gran Cinémathèque française, fundada en 1936, que ya se había establecido alrededor del mundo como estandarte de la conservación y exhibición cinematográfica y cuyas instalaciones Isadora y Francisco, quienes cursaron estudios en universidades francesas, habían visitado ya varias veces.

Sin embargo, no fue Isadora la única mujer que dirigió la entidad. En 1980, Claudia Triana toma el cargo y dura en él hasta 1986. Adelfa Martínez y María Cristina Posada son otros de los rostros femeninos que estuvieron al frente de la institución y, por último, Paula Villegas, quien ejerce en la actualidad.

Cuando la vistieron de rojo

Tapias recuerda aquellos movidos años en que vio la Cinemateca pintada de rojo. Eran finales de los 70 y el gobierno de Julio César Turbay Ayala había impuesto el Estatuto de Seguridad para regular y prohibir la protesta social y actos que tuvieran asomo de insurgencia. Por entonces, María Cristina Posada era directora de la Cinemateca. Tras la aparición de unos panfletos con reclamos al gobierno en sus puertas, María se negó a quitarlas. Pronto, los espectadores se vieron sacados de las salas bajo instrucciones militares, quienes negaron la entrada de cualquier individuo por los siguientes días. Como era de esperarse, la gente reaccionó y las protestas no tardaron en llegar. De repente, las instalaciones de la cinemateca fueron pintadas de rojo en alusión al mal del mundo, el comunismo; igual de repentino fue el rumor que decía que aquella pintura roja era, de hecho, la sangre de estudiantes de la Universidad Nacional torturados.

Y un feliz cumpleaños a ti

Tantas cosas ha vivido la Cinemateca Distrital –ahora Cinemateca de Bogotá– que es imposible reunir toda su memoria en un texto de tan poca envergadura; su historia es la de generaciones, de sueños y esperanzas, vidas y muertes, hechas de celuloide Y está aquí para quedarse. Estos años que cumple no serán los últimos. a

Una de las pocas fotografías que existe del Gran Salón Olympia. Contrario a la confusión general, este es diferente al teatro del mismo nombre construido en 1957, en cuya estructura funcionan actualmente oficinas bancarias. El Salón Olympia se ubicaba algunas cuadras más abajo, al frente de La Rebeca. foto: andrés avila gómez y alfredo montaño bello

el Olympia Érase una vez

Por: Nelson Bernal

“P r ó x i m a m e n t e se estrenará un magnifico aparato cinematográfico de los señores Di Doménico Hermanos, último modelo, en un magnífico edifico estilo europeo, que con tal objeto se edificará en San Diego”.“Por fin tendremos en Bogotá un teatro al estilo de El Olympia de París o de la Alhambra de Londres”. Estos eran algunos de los titulares periodísticos que circulaban a principios de febrero de 1912 entre las calles frías y los santafereños que por allí caminaban.

El cinematógrafo de los Lumière ya había llegado a Colombia quince años antes, pero en todo ese tiempo nunca tuvo en el territorio un lugar propio y digno de semejante invención mágica: con improvisadas sábanas amarradas a postes en San Victorino, dentro de un camellón del Parque de la Independencia o en alguno de los pabellones que albergaba la ciudad por el centenario, se proyectaban las primeras cintas para la admiración de pocos (los que tenían para comprar puestos en primera fila) y la inteligibilidad de muchos (la entusiasta plebe). Para que el cine por fin tuviera su templo, tendrían que llegar dos aventureros fascinados por el continente latinoamericano cargando dos proyectores Pathé, un generador eléctrico y las últimas películas europeas: los hermanos Di Doménico.

Oriundos de Castelnuovo di Conza, Italia, y después de haber recorrido las Antillas y Venezuela donde exhibían lo que podían hacer sus aparatos deslumbrantes, Francisco y Vicente Di Doménico decidieron adentrarse en Colombia y mostrar sus propias producciones y las películas que llevaban consigo, hasta llegar a Bogotá (un sitio “bueno y sano”, como lo dijo Francisco). En 1910 decidieron establecerse definitivamente aquí. Aunque el negocio del cine no tenía la misma magnitud ni el peso que en los países australes del continente, varios empresarios cachacos quedaron cautivados con las promesas que podían ofrecer los instrumentos de los italianos (Nemesio Camacho, entre ellos).

Rápidamente, estos inversionistas se asociaron con los Di Doménico y se propusieron fundar el primer lugar dedicado exclusivamente a la proyección de películas, o en otras palabras, el primer cine de la capital y del país. Recordando a su tierra y al teatro del mismo nombre que estaba (y aún está) en el centro de Roma, los hermanos inauguraron el nuevo espacio como el Gran Salón Olympia. En la calle 25 con novena, justo en frente del otrora Parque del Centenario, se alzó el teatro, que con una fachada de setenta metros de largo al estilo republicano y unos diez arcos de medio punto que funcionaban como entrada, anunció una especie de llegada a la época del cine en la ciudad. Alfredo Montaño Bello, profesor de arquitectura de la Universidad Jorge Tadeo Lozano e investigador especialista en el Olympia, describe que “la fachada se configuraba a partir del ritmo marcado por columnas y arcos que constituían la galería de acceso (a manera de peristilo), rematada con detalles eclécticos e historicistas, con el uso de almohadillados, cornisas y tímpanos”

El 8 de diciembre de 1912 fue la fecha escogida para la primera proyección, y L’ultimo dei Frontignac, de 1911 y hecha por el italiano Mario Caserini, la película seleccionada para la velada. Ubicado entre el tradicional centro de la ciudad y el pujante norte en desarrollo, el Olympia se convirtió en el centro de todas las miradas. “Esa noche el teatro fue recibido con entusiasmo y casi con una formula celebratoria, especialmente pWor los cronistas de la época”, dice Diego Rojas, coautor de Tiempos del Olympia, la investigación más completa que existe sobre el sitio. b

En su telón blanco con cenefa negra transcurrían historias de otros mundos, especialmente de ultramar, francesas e italianas, que se imponían sobre cualquier oferta cultural diurna o nocturna que hubiera en la ciudad.

foto : el blog de gnhb ( blogspot)

“Este inédito edificio le dio vitalidad al sector al vincular el salón como un nuevo espacio de socialización de la ciudad, con vida nocturna y el uso de la energía eléctrica para una primera versión de alumbrado público. Todo esto dio más vida y seguridad al área circundante”, concluye Montaño. Las personas se ponían sus mejores trajes y sus más jubilosos aires para ocupar las sillas de madera que se desplegaban por la amplitud del salón (algunos hablaban de un aforo de entre 3.000 y 5.000 espectadores, pero un registro histórico indica un máximo de 1.680); como el telón estaba ubicado en medio de todo el recinto, el público era segregado en dos partes al llegar: los de buena fortuna, que podían pagar la mejor boleta, reservaban la mitad selecta donde se veía la proyección al derecho, y los otros, en la mitad opuesta, se conformaban con mirarla al revés. Para esto, nunca sobraba la ayuda, y un cúmulo de jóvenes versados en leer hacia atrás les hacían el favor de interpretar los subtítulos a quienes les pagaran (los espectadores más prácticos, en cambio, llevaban un espejo).

“El Olympia cambia la mirada desde la ciudad: de alguna manera, introduce una dosis de cosmopolitismo a una urbe muy provinciana, muy encerrada sobre sí misma. (La exhibición de cine) empieza a propiciar, como en el resto de países donde llegó, una mirada al mundo; es decir, muestra que el mundo no es solamente nuestras cuatro calles ni nuestros políticos locales, sino un lugar donde pasan cosas, donde hay animales raros, donde hay climas, donde hay costumbres”. Rojas ha testimoniado aquel cambio a través de los cuantiosos documentos y archivos históricos que ha utilizado en sus investigaciones. En las décadas siguientes a la apertura, tal como él encontró, pasaron por el lente proyector del

teatro los dramas de Dos nobles corazones, Ricaurte en San Mateo, El cronófono subiendo por los Andes, Procesión cívica del 18 de julio de 1915, La fiesta del Corpus y de San Antonio (1915), El drama del 15 de octubre (1915, el eslabón perdido del cine nacional, pues fue tan infame que tuvo que ser destruida), María (1922, infaltable), Aura o las violetas (1924), Bajo el cielo antioqueño (1925), y numerosos títulos más.

Pero a veces del olvido y de la caducidad del tiempo no se libra a nada ni nadie, y siendo uno entre tantos emporios del cine a mediados del siglo anterior, cuando las construcciones e inauguraciones de estos eran desaforadas 1 y comenzaban a ofuscar su exiguo brillo, el Olympia se vio arrojado a la merced

1 Jairo Andrés Ávila y Fabio López denominan, en el análisis histórico de los teatros de cine bogotanos expuesto en su libro Salas de cine, el periodo que comprende entre 1940 y 1969 como la “Edad de Oro”: 112 teatros fueron erigidos durante estos años.

de la modernidad. En 1945, sus paredes fueron derrumbadas para dar paso a la calle 26, tal cual se encuentra hoy en día. “A eso es a lo que nosotros nos referimos como ‘la piqueta del progreso’ — afirma Rojas —, la convicción de que el progreso significa ‘pasar por encima’. El Salón Olympia arquitectónicamente no tenía una gran relevancia, era un galpón grande (a diferencia de otros teatros, como el Faenza), pero sí tenía una importancia histórica. Ojalá hoy ese gran galpón existiera, pero bueno, es una visión romántica y casi que hasta ingenua.” Algunos hablan de recuerdos asesinados, de memorias arrebatadas; otros señalan que ese es el reflejo de la falta

crónica de memoria en el país. Una cosa sí es cierta: el Olympia fue una de las tantas salas de cine icónicas y preciadas que

Cultura o por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. Los pocos estudios realizados aportan a su valoración y divulgación, pero es el Estado y sus instituciones los llamados a imponer límites para su mutilación o destrucción definitiva. Siempre hay argumentos frente al poco presupuesto que tienen para adelantar estudios de valoración y para, mucho menos, intervenir y conservar.” Recomendados: a

foto : el blog de gnhb ( blogspot)

se perdieron antes de que el siglo acabara por el descuido estatal y la falta de una política eficiente de conservación patrimonial.

“Esto es un fenómeno desafortunado pero muy común con el patrimonio arquitectónico moderno —confirma Montaño —. Son muy pocas las salas de cine que están protegidas por el Ministerio de

Tiempos del Olympia (1992), Diego Rojas

Salas de cine (2006), Jairo Andrés Ávila y Fabio López

Los italianos de la maquina, como se les conocia a los hermanos Di Doménico en la capital (sentados, de izquierda a derecha): Vincenzo y Francesco. En el centro, su primo Giovanni. foto: wikimedia collage: nelson bernal

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foto : donadas por daniel bejarano

Por: Juanita Castañeda Soto

Con la idea de plasmar historias, realidades y sueños a través de producciones audiovisuales, el cine comunitario ha llevado el arte a diferentes ciudades del país, con la finalidad de abrir espacios de expresión, reflexión, participación e integridad entre niños, niñas, jóvenes y adultos pertenecientes a comunidades de bajos recursos.

“Ojo al Sancocho” es una organización comunitaria fundada por Alba Yaneth Gallego, Alexander Yosa y Daniel Bejarano. Ha trabajado por 20 años en Ciudad Bolívar, como una alternativa de educación y comunicación por medio de cortometrajes y largometrajes; en estos se da a conocer al país la diversidad política, cultural y social que existe en este sector del sur de Bogotá.

Distrito de Aguablanca es un proyecto de cine comunitario en Cali, que ha trabajado por 12 años en la zona periférica del oriente de la ciudad, donde habitan personas de muy bajos recursos. Le apuntan al arte para representar la memoria y la cultura del Valle del Cauca en diferentes escenarios.

La propuesta de Ojo al Sancocho y de Distrito de Aguablanca es realizar un cine para la comunidad y que sea hecho por la misma comunidad. Busca que quienes hagan parte de este proyecto puedan representar roles como actores, actrices, guionistas, directores, camarógrafos etc. La meta es poder fortalecer las comunidades locales y los barrios, para tener espacios de convivencia e ir construyendo con los integrantes escenarios propicios de paz, para que la resolución de conflictos sea de manera creativa y pacífica y no a través de los golpes o las armas. El cine, como dice Daniel Bejarano, es convivencia.

Los cortometrajes o largometrajes que se desarrollan en el cine comunitario generalmente son sucesos que hacen parte de la realidad de las personas, y de su vida cotidiana en temas como la drogadicción, pandillas, violencia intrafamiliar, conflictos sociales, robos y las desigualdades sociales. “Estas son algunas de las problemáticas fehacientes que se apropian de una comunidad cuando no se tiene acceso a la cultura y a una educación de calidad, porque no hay procesos equitativos de conocimientos a nivel social”, dice Bejarano.

“La gente que está con nosotras ya tiene sus ideales establecidos, ya saben cómo van a trabajar. Quienes participan ya vienen con unos saberes culturales tradicionales, gente guerrera que ha sabido escoger qué

camino llevar frente a una sociedad que los ha discriminado y los ha tildado”, dice Erika Flor, integrante del Distrito de Aguablanca.

Con esta propuesta pedagógica del cine, se han llevado producciones a grandes espacios públicos, en canales de televisión nacionales como; Señal Colombia, TeleCaribe, TelePacífico y Canal Capital .Además el nacimiento de distintos festivales como: “El Festival Internacional de cine y video alternativo y comunitario Ojo al Sancocho y el Festival Nacional del Distrito de Aguablanca. Se trata de iniciativa para mostrar la cultura audiovisual y así poder visibilizar el trabajo de colectivos cineastas de las periferias nacionales e internacionales, integrar a la comunidad de Ciudad Bolívar y de Aguablanca con personas de otras culturas y países para conversar y armar proyectos futuros. Con estos festivales se ha logrado abrirle las puertas a muchas personas para que puedan participar en intercambios y relacionarse con otros colectivos de cine comunitario de barrios populares, con la finalidad de enriquecer a la gente de experiencias, conocer nuevas formas de expresión, contribuir a disminuir las desigualdades sociales y sobre todo aprender a vivir en entornos pacíficos estén donde estén. a

foto : donadas por daniel bejarano

Esta indisoluble simbiosis es tan Paris en 1900, tendrían que pasar los Lumière colombianos). Sin irresistible que en los primeros años décadas para que el sonido incorpoembargo, había más promesas del cine época sus creadores se nerado al cine fuera práctica y comerpuestas sobre aquel autóctono gaban a dejar sus obras bajo el sicialmente viable. invento de las que podía ofrecer, y lencio, y en los teatros y durante las A medida que los avances resultó no funcionando como se presentaciones, las hacían acomtecnológicos permitieron facilitar el esperaba. Años más tarde, en 1941, pañar de orquestas en vivo que, al proceso de grabación y amplificación, se presentó el primer largometraje igual que ocurre en una ópera, tocacomenzaron a aparecer filmaciones de ficción sonoro y parlante hecho ban mientras la pantalla mostraba con efectos y música. El primer en el país, Flores del Valle, dirigido la historia (desde que el sonido logró largometraje con diálogos sonoros por el español Máximo Calvo. Ya lo

¿Qué ha sido de la música de nuestro colombiano

El cine llegó a Colombia cuando aún era mudo. Los primeros regiscuna al sepulcro, hecha por Carlos Schroeder y Gonzalo Acevedo. Esta primera figura, Schroeder, ingeniero cine? tros fílmicos datan desde el último año del siglo XIX. Pasados los hechos colombiano de origen alemán, resalta en este breviario del cine P ensar en el séptimo arte sin la música es casi lo mismo que pensar en una manzana sin dulce. convulsionantes que ensombrecieron la entrada del país al siguiente siglo, se estrenó en 1915 en Bogotá lo que fue anunciado como “la primera película nacional”, titulada La sonoro por ser el inventor de un aparato único que definió la carrera nacional por obtener el sonido en la década de los treinta: el cronotófono. Y la otra figura, Gonzalo Acevedo, Es claro que se puede hacer cine fiesta del Corpus y de San Antonio. también lo hace por ser uno de monumental en completo mutismo, Entre otras obras inaugurales de las los hermanos Acevedo, la familia como alguna vez lo hicieron Sergei que se tiene registro están El drama prominente de cineastas pioneros Eisenstein o Buster Keaton, pero del 15 de octubre (1915, producida que se encargaron de introducir la despojar una tragedia, un drama o por Francesco di Domenico) y María mayor parte del nuevo arte al país y una comedia de su personificación (1922, producida por Máximo Calvo que, con el cronotófono, planeaban musical es despojar los momentos y Alfredo del Diestro). Aunque la pricomenzar a crear su propio cine en la pantalla de toda la sensibilidad mera exhibición de una película con sonoro1 (los Acevedo, como tantos que pueden hacer explotar. sonido sincronizado tuvo lugar en ya lo han dicho, fueron con eminencia

entrar al cine, ha sido también popuacoplados fue The Jazz Singer, lar musicalizar algunas reconocidas lanzado en octubre de 1927 películas mudas). dentro de los Estados Unidos, que

Por lo tanto, entender el cine cose volvió volátilmente popular. lombiano y su historia es entender Desde aquí hasta la llegada del la música que lo ha acompañado, a cine sonoro a Colombia ocurriría BANDAS SONORAS sus creadores y al impacto que esta ha tenido en la cultura nacional. Es paradójico entonces que en el país las investigaciones rigurosas o publicaciones que la intenten explorar se cuenten con los dedos de una mano, y con mucho esfuerzo de por medio. Aquí hay una pequeño recuento de las bandas sonoras de las películas colombianas más aclamadas y memorables, de las que tan poco se ha hablado y las que tanto han definido la historia de casi todo país con una cinematografía rudimental y periférica, y la misma que no deja de ser cíclica en la sociedad colombiana desde los primeros tiempos de la nación: la producción de obras fílmicas, que de 1922 a 1928 registra catorce largometrajes mudos, cesó abruptamente ante la irrupción del cine con sonido, el cual ya había alcanzado la masificación para finales de la la obra a la que pertenecen. Y antes década de 1920. Esta producción Por: Nelson Bernal de entrar en materia, lo elemental. nacional no llegaría a recuperarse sino largo tiempo después, tras

Breve historia del sonido unos años lentos e infructíferos, cinematográfico hasta la aparición en 1937 de De la

que sigue es historia, en la cual es Las escenas desgarradoras aparelas más enigmáticas y dicientes, extremadamente difícil puntualizar cen entre entradas sonoras fantashechas en solitario para acordeón y sobre las primeras obras musicales y males y melancólicas que resuenan cargadas de un delicado sentimenbandas sonoras del pasado siglo por en todo el encuadre y llenan de una talismo que recuerda las piezas de la brecha que deja la masiva escasez carga tremendamente emocional Yann Tiersten para Amélie. Si hay un de investigaciones históricas del no los rostros de los trabajadores y sus momento donde se puede contemBANDAS SONORAS obstante interesante tema.

Dicho justo lo necesario, aquí están las bandas sonoras de algunas de las mejores películas del cine colombiano:

Chircales (1972)

La tragedia social de este país aparece esta vez en forma de manos resquebrajadas y miradas agotadas que se mueven entre el barro, cargando consigo pilas altas de ladrillos por una pendiente. Laborar así es la niños. Esta sincronía se logra a través de melodías en sintetizadores y piezas breves orquestales, fundidas intermitentemente con la voz de la narración. La excepcionalidad de esta banda sonora fue hecha por los mismos documentalistas, Marta y Jorge, quienes se encargaron de pegarla con cinta y meticuloso cuidado al celuloide. Quizás eso lo explique todo.

Los viajes del viento (2009)

La cámara 16 mm que utilizó Marta

Rodríguez para filmar Chircales los mejores testimonios gráficos que foto: alcaldía mayor de bogotá tiene el país de su propia realidad.

El acordeón maldito de Ignacio foto: proimágenes

composiciones originales para la película (atribuidas a Weimar Rojas),

plar el gran contraste entre aquellas composiciones y la historia, es definitivamente la escena del duelo en el puente.

Rodrigo D: No futuro (1990)

Lo abrumadoramente icónico de Rodrigo D: No futuro recae tal vez en que es una obra que retrata fielmente la violencia asfixiante de Medellín y el resto del país durante los años ochenta, aquella que se volvió parte inseparable de la única opción de una familia pobre A través de la odisea de Ignacio historia colombiana y que ha sido que habita en el sur de Bogotá para Carrillo por devolver un embrujado retratada desde tantas miradas sobrevivir. Marta Rodríguez y Jorge acordeón a su dueño y la del joven convencionales posibles, a través Silva probablemente jamás se imaFermín por convertirse en juglar, de los insólitos ojos de la subcultura ginaron, en esos años entre 1965 y melodías que retratan el Atlántico punk. En una urbe que es ajena a 1972, que aquellas imágenes grabanorte colombiano muestran como este movimiento, Rodrigo se mueve das por ellos de la familia Castañesuenan las costumbres que tanto entre los atracos, el narcotráfico da y sus crueles jornadas de explotahan definido la historia y gente de y la pobreza que lo rodea con el ción laboral y social como alfareros la costa, y que también definen a único propósito de conseguir una de ladrillos, se iban a convertir en un los protagonistas y sus luchas. Los batería para cumplir su sueño de documental tan extensamente gacampanales, Puya guamalera, Sin ti formar una banda punk, el cual lardonado en el exterior, y en uno de y El amor amor son algunas de las alimenta con casetes y asistiendo tradicionales canciones que provieceremonialmente a los toques de nen de lo clásico y traen el sentir del su barrio. La diversidad de bandas vallenato original. También están las y la música que interpretan a lo largo de la historia (Mutantex, P-NE, Profanación, Mierda, Pestes, por nombrar algunas), todas con su estética desencantada y visceral, eran reales, pues en su momento hicieron parte de la escena subterránea paisa. Sus letras agresivas se transforman en el grito desgarrador que esos jóvenes

Las baquetas de Rodrigo

lanzan al mundo miserable que una ciudad derruida les impone. Décadas después de dejar el hito, la banda sonora de esta película fue reeditada para ser lanzada en formato vinilo en 2015.

Confesión a Laura (1990)

Entre las numerosas vidas que el 9 de abril de 1948 cambió para siempre, están la de Santiago Franco, su esposa Josefina y su vecina del frente, Laura. El matrimonio de Santiago lo oprime y lo condena a la rutina de su apartamento, en el centro de Bogotá, y a la insatisfacción perturbadora de Josefina. El caos que arrastra a toda la ciudad, desatado por el magnicidio, crea las circunstancias perfectas para que Santiago se vea a solas en la casa de Laura, y ambos empiecen a confesarse quiénes en realidad son. Aunque ficticias, sus historias revelan y dicen demasiado de los años en los que viven: tiem

pos convulsionantes, una sociedad puritana y una de las peores tragedias del siglo anterior. Las composiciones y arreglos musicales para piano de Gonzalo Rubalcaba parecen otorgarles vida a estos, a la exacta escenografía y al momento histórico condicionante de los tres persona

La torta arruinada de Sergio foto: película (vimeo)

jes solitarios, a pesar de que la obra los use solo fugazmente y deje a los

diálogos como el narrador único de los acontecimientos en casi todas las escenas (el guion, interesante y sentimental, fue elegido para participar en un taller del Sundance Institute en 1990). Los ritmos de tango son dramatismo y emocionalidad, y siempre parecen ser un reflejo de las fuerzas internas que afloran en cada uno de los tres protagonistas. a

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