JOSÉ MARTÍN HURTADO SOBRE EL ESCRITOR José Martín Hurtado Galves (Querétaro, Qro., 1962). Profesor normalista de Querétaro, licenciado en ciencias sociales (Escuela Normal Superior de Querétaro), licenciado en filosofía (UAQ), maestro en filosofía (UAQ), doctor en educación (UPN). Ha coordinado y publicado investigaciones (historia, filosofía y educación) con académicos de Francia, España, Cuba, Perú y México; dichos textos han sido publicados en México, España, Alemania y Francia. Es profesor investigador de la Escuela Normal Superior de Querétaro e Investigador del Archivo Histórico de Querétaro. En el área de literatura, es egresado de la Escuela de Escritores de Querétaro (SOGEM); ha estudiado varios diplomados en letras hispanoamericanas e iberoamericanas en la UAQ; ha impartido algunos talleres de poesía, iniciación a la literatura y aforismo; ; es colaborador de los periódicos Diario de Querétaro y Vuelta de hoja. Ha publicado en revistas estatales, nacionales e internacionales (impresas y en Internet).
ÍNDICE
En voz de sus autores Fragmentos del libro
Desde el eco Fragmentos del libro
Fragmentos del ser Fragmentos del libro
Nueva poesía hispanoamericana Fragmentos del libro
De la vida y otros excesos Fragmentos del libro
La luz como desengaño Fragmentos del libro
Filosofar desde la literatura Reflexiones desde la Hermenéutica Analógica
El contenido de estos textos es propiedad y responsabilidad del autor, Par Tres Editores, S.A. de C.V. transmite estos textos de manera gratuita a través de su proyecto de difusión cultural y literaria denominada Biblioteca Digital de Escritores Queretanos. Los autores han seleccionado sus textos para permanecer en dicha biblioteca para su uso única y exclusivamente como difusión literaria, por lo que se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito del autor, quien es el titular de los derechos patrimoniales de los mismos.
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En memoria de sus autores (Memoria del Segundo Encuentro Estatal de Escritores, 2004) La realidad nunca termina de ser ella La distancia no siempre existe. Ayer se me cayeron mis lentes. Se rompieron. Hoy estoy más cerca de mi imaginación. Los objetos, el espacio, la oscuridad, ya nada está lejos. Mis palabras titubeantes, a tientas, apenas si los acaban de acercar, los acomodan lentamente, frente a mí, objeto tras objeto, realidad tras realidad, al filo ingenuo de mis ojos casi ciegos. La realidad nunca termina de ser ella, la distancia siempre se está moviendo. Si tan sólo morir no fuera cierto Si tan sólo morir no fuera cierto, pero, qué va, esa palabra ya es parte de nuestro vocabulario infinito de silencios.
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En memoria de sus autores (Aproximaciones a una realidad difusa, 2005) Hay que desenterrar a las palabras que aun pueden servir. Limpiarlas del polvo de la muerte. Sacudirlas hasta revivirlas. Si es necesario, golpearlas contra los silencios para que recuerden que, algún día, quizás hasta Dios las pronunció.
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Fragmentos del ser (2005) La distancia se hunde El cielo es un abismo que se hunde entre mis ojos hay una extraña relación entre su infinito y mi mirada ambos se tejen en la distancia con hilos de viento al compás del volar de unas urracas. Hay palabras de sal Hay palabras de sal que saben a viento seco amarillas hojas de otoño reposando su último suspiro en recortes de mármol viejo un silencio que nos aturde cuando de morir la palabra asalta viento eterno de silencios y estatuas blancas palabras de fuego nuevo –amanecer de la existencia efímera, como reflejo de luna muerta– la sal se ha vuelto arena tormenta amarga de hombres ajenjo polvo encendido de palabras Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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que saben a viento seco. Una palabra sola perdida a mitad de la calle: silencio. La distancia nos convierte a todos en objetos La distancia nos convierte a todos en objetos palabras como espejos que se pierden repitiéndose constantemente como ecos dejando atrás silencios hechos polvo que empeñados insistimos en asir. Inundamos las razones con los mitos cazadores por las noches de sí mismos ah, perdida sensación que se nos queda como último recurso imaginar que somos el objeto que aun existe y que a pesar de todo siempre estamos en ese umbral de casi estar crucificados por ese otro que nos mira y vomitamos. No hay remedio: somos el eterno extraño de siempre. Infinito Aquél punto lo veo fijamente lo recorren mis ojos acariciando su piel de polvo que se dispersa. Mi mirada se pierde entre su cuerpo, me pierdo yo, se pierde la realidad. Veo aquél punto, voy hasta él sin moverme de mi sitio. Allá, en mí, está el infinito. 6
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Nueva poesía hispanoamericana (2007) Resignación Y mientras los demás griten yo seguiré callado en medio de este eco atroz que retumba y me cala hasta en los huesos del silencio. Mientras la vida siga recorriendo mi cuerpo con sus manos de tedio, esperaré en la distancia anemia que producen mis palabras el murmullo de a muerte cotidiana.
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De la vida y otros excesos (2007) Duermevela En la mañana todo se olvida. Los sueños dormitan en la madrugada de la conciencia se interrumpen se golpean y de repente –como imagen del recuerdo– aparezco convertido en cadáver y la razón me da la duda el espacio la fe la sin–razón de volver a respirar el tedio. En la mañana, el que despierta no siempre soy yo.
Carroña Sentí mis huesos llenos de carne pero no dejé que me engañara la materia el olor denunció mi muerte (la putrefacción es inconfundible, sobre todo la nuestra) de qué sirve la carne Dios mío de qué sirve 8
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si alcanza solamente para disfrazar el dolor que no grita en el tiempo (la carroña humana es alimento de nosotros, los buitres). El hedor nos denuncia trae de golpe hasta vida que aun nos queda y permanecemos con el hocico lleno de viento petrificado mirando hacia la nada que rodea nuestras bocas empolvadas de tiempo.
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La luz como desengaño (2008) Sospechas de carne y hueso / 1 Sospecho que algo pasa quizá que estar vivo es algo más que respirar y estar aquí, viendo la tarde llena de silencios incompletos. Qué pasará mañana qué pasó ayer cuándo acabará de suceder este interminable presente que se ha anudado a mis manos de tiempo ido. Sospechas de carne y hueso / 5 ¿Y si en verdad fuéramos un número? o algo así difuso como la realidad ¿en qué estaría yo pensando que me surgió esta duda? Si todo es tan sencillo: sólo basta con aprender a ignorar o soslayar lo suficiente en cada día
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pero no tenía que nacer la palabra y con ella la interpretación ¿y si en vedad fuéramos u número? Huellas en el círculo De caminar hacia atrás un eco impertérrito se hace presente constante difuso ido que vuelve in–creciendo hasta convertirse en lo que no es un humano errante que sólo puede imaginar lo que son sus pasos en círculo en él en la levedad del ser. Monóculo Un ojo me ve es el mío el único que me queda me ve desde el espejo el espejo es la realidad que continuamente cambia el ojo me sigue viendo me sigue soy su presa el sentido de su existencia gris mirar a alguien es dejarse ir por un momento Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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pero cuando ese alguien es uno mismo el momento es la eternidad crucificada por la monotonía de la inseguridad.
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Filosofar desde la literatura (Reflexiones desde la Hermenéutica Analógica, 2011) Presentación 1 Dice Mauricio Beuchot que la hermenéutica es el arte y ciencia de interpretar textos, entendiendo por textos aquellos que van más allá de la palabra y el enunciado. Los llamados hiperfrásticos, es decir, mayores que la frase. En otras palabras, que con la hermenéutica se trata de entender el sentido o sentidos de un texto, partiendo de la idea de que el texto no tiene un solo sentido, por ser polisémico (Tratado de hermenéutica analógica. Hacia un nuevo modelo de interpretación, UNAM / Itaca, 2000). El mismo Beuchot dice que con la hermenéutica analógica se pretende superar la univocidad, evitar la equivocidad y lograr la analogía. Es pues el lector quien debe asumir un papel activo al interpretar el texto, buscar la analogicidad. Interpretar es contextuar, contextuar es leer desde la analogía que construimos a partir de las diferentes lecturas que hacemos de un texto. La verdad semántica se da en relación con la poiesis. Y toda poiesis se da en un marco de referencia espaciotemporal. Los diferentes modos y fines de conocer un texto dependen de la historicidad del sujeto, así como del contexto y características lingüísticas con que se defina a la realidad. No existe el texto unívoco. En todo caso, ha habido y hay formas unívocas de entenderlo y situarlo. La hermenéutica no podía constreñirse a una sola forma de estudiar al texto. Dependía incluso de acercamientos tales como intratextualidad cultural, intertextualidad semántica, incluso lo que podríamos definir como textualidad morfológicamente abierta. La hermenéutica no ha tenido una sola forma de esclarecer la realidad del texto. Un mismo camino puede conducir por diferentes caminos. La hermenéutica como idea esclarecedora del texto ha tenido diferentes intenciones. La hermenéutica analógica rebasa formas de comprender como fin. Se sitúa en la pregunta, en el asombro, en la multivisión (no necesariamente panóptica) sucedánea del texto y el lector. Es el método lo que se convierte en fin. La interpretación como pregunta, y la pregunta como reinterpretación. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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Constantes formas de ser y aparecer como sujeto existenciario. Preguntar no siempre para encontrar respuestas, sino para poder seguir preguntando. La reflexión es parte de la interpretación. Se ve desde diferentes enfoques, no para ver necesariamente todas las caras del objeto; sino para ver los diferentes objetos que hay en el mismo objeto. En ese sentido toda reflexión es creación. Y quien lee participa de una forma, por demás reflexiva, de hacer aparecer ante nuestros ojos la realidad. ¿Qué pasa después de leer? ¿Cómo dividimos lo racional de lo literario? ¿Queda lo primero rebasado por lo segundo, por el peso del uso de la imaginación? ¿No es acaso lo racional de suyo imaginativo? Dividir tajantemente a la literatura de la filosofía puede estar bien para ciertos fines, pero no para todos. En el caso de leer literatura desde la hermenéutica analógica, permite comprender la unión que hay entre ambas. Aunque esa comprensión es un hilo tan delgado que se borra de la mirada, se disuelve hasta construir un problema sorites. Decir dónde está la división es pervertir las diferentes realidades del sujeto, subsumiéndolas en una sola forma categórica de asir la realidad. Un aspecto que comparten tanto la filosofía como la literatura, es la metáfora. Hay, en ambas, la necesidad de comparar, de imaginar. No basta la definición unívoca, ni la descripción técnica del objeto. Se requiere del recurso literario para ubicar, a la vez que desubicar, al objeto. Se le ubica, al precisarlo por medio de la analogicidad que se logra al través de la metáfora; se le desubica, al posibilitar su doble interpretación, también proporcionado por la metáfora. 2 Después de leer por varios años libros de literatura (sin otra intención que el gusto literario), he descubierto, por medio de la hermenéutica analógica, que en ellos no sólo hay distintos contenidos y diferentes formas de conocimiento (sin que esto demerite su valor literario), sino también un método de construir preguntas filosóficas. Estas preguntas responden a las diferentes formas de ver y vernos en el mundo. La reflexión filosófica no se subsume en los campos formalmente filosóficos. La pregunta por el ser anticipa la existencia de un ser que vive en diferentes realidades discursivas, incluyendo la literaria. Entonces, las preguntas se formulan a partir de la palabra que va y viene por diferentes estadios interpuestos. La palabra tiene mucho que decir del ser, pero la palabra es muchas palabras, y el ser es muchos seres. Es decir, la definición que hagamos del ser siempre será una definición histórica, temporal, existenciaria. Preguntar por el ser desde la literatura permite atisbar desde un nuevo marco referencial. 14
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El pensamiento filosófico tiene mucho de literario, y viceversa. La razón expuesta sucinta y llanamente puede ser atractivamente literaria. Lo literario puede conducirnos a razonamientos lógicos, ontológicos, estéticos, etcétera. ¿Cuáles son las barreras del pensamiento? Los límites son históricos, diacrónicos y sincrónicos. Humanos, demasiado humanos por donde se les mire. No pueden subsumir al ser humano en la univocidad de la realidad. No existe ser humano que viva una realidad solamente racional. La filosofía de la literatura, y la literatura de la filosofía, son medios; formas de construir el discurso, de acercarse al sujeto creando una proximidad ontológica. No pretenden asentarse en terrenos de materialidad diferente. Los medios se cruzan, los fines no. En la filosofía encontramos, sobre todo, a un sujeto ontológico; en la literatura, a un lector y a un escritor como simbiosis necesarios en la intencionalidad del objeto: el libro. Pero el lector que lee literatura no se subsume a la realidad literaria, muchas veces atisba en el umbral de la filosofía. En ese sentido, va construyendo un sujeto reflexivo sui generis. No profundiza en la filosofía, pero rebasa el sentido de los textos literarios. ¿En qué lugar de la racionalidad está este lector? Me parece que deja de ser sólo lector, para convertirse en sujeto literario. Su ontologicidad se da desde la literatura. Su estar en el mundo racional se abre a la posibilidad de ser desde la literatura. El sujeto literario no es ser de una sola realidad. Responde a diferentes discursos. Atiende a la realidad desde la imaginación, y a la imaginación desde la constante posibilidad de ser racionalmente literario. Asumirse desde la literatura que se lee, posibilita la creación de distintas formas de aparecer en la realidad. El goce literario se comparte con la reflexión filosófica; y, en ese sentido, el goce literario se transforma al sentirlo desde una nueva forma de estar siendo analógicamente. La racionalidad del sujeto literario hace aparecer a un nuevo sujeto. A diferencia del sujeto ontológico que busca definirse para ubicarse, el sujeto literario pretende des-definirse para des-ubicarse y aparecer en diferentes realidades discursivas. No es la univocidad lo que lo motiva, sino la dispersión y el laberinto lo que le incita a leer. En la lectura se encuentra, pero también se pierde. El sujeto literario no es un ser que interroga por su propio ser; sino un ser que descubre que es varios seres. Su pregunta no puede formularse o encerrarse en una sola enunciación ontológica o metafísica. Se sitúa en la metáfora, en la posibilidad constante de ser y no ser. La racionalidad del sujeto literario abre la posibilidad de ingresar al terreno virtual de la existencia difusa. La analogicidad le es una posibilidad de acercamiento a lo que podríamos llamar racionalidad poiética. Una racionalidad creadora, una creación por demás reflexiva. Donde la metáfora es más que lo opuesto a la metonimia. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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Todo texto literario puede ser leído de manera analógica. La pregunta es si ello conduce a la creación de un nuevo texto. El descubrimiento analógico de lo literario, como pragmaticidad ontológica, puede conducir a un estar siendo literario. La metáfora como materia, la realidad como discurso, el ser como sujeto literario. En este libro se reflexiona sobre textos literarios desde la hermenéutica analógica. El objetivo es inquirir por el sujeto que lee, no sólo por el contenido del texto. Leer es un acto infinito. No acaba en la que podría ser la intencionalidad primigenia. Los vuelcos que obtiene el sujeto que lee abren diferentes voces, construyen distintos silencios. Se descubre una nueva sustancia del texto. Se recorren nuevas contingencias existenciarias. La palabra aparece con una nueva voz. La pregunta como reflexión e inflexión filosófica es parte del constante deambular por el texto. La literatura se convierte en un medio para hacer aparecer al sujeto literario: ese ser difuso que se construye en y desde la palabra. 3 No busco, con estas reflexiones, la salida del laberinto-pensamiento, sino la entrada a ese laberinto. Hurgar en el pensamiento, porque en él puedo aparecer de distintas maneras. La reflexión literaria como condición existencial del sujeto literario. Rebasar al sujeto ontológico que pretende situarse en la realidad. Buscar diferentes realidades que puedo construir. Partir de la idea de que no hay una sola idea; tampoco un solo ser, mucho menos una sola lectura de la literatura. La filosofía y la literatura se cruzan en mis pensamientos. La hermenéutica analógica es un medio para distinguir a cada una de ellas, posibilitando su desarrollo en nuevas formas de ser y no ser. ¿Hasta dónde puedo construir una existenciariedad (no sólo existencialidad) analógica? ¿Hasta dónde puedo llegar con un pensamiento ontológicamente literario? La diversidad es parte de la reinterpretación. La sectarización de la racionalidad inhibe el cruce de lo literario a lo filosófico y viceversa. Pero nuestra logicidad está en constante movimiento. Y toda palabra que se mueve posibilita nuevos enlaces, crea nuevas nervaduras, nuevos sístoles y diástoles en los caminos que se entrecruzan. Somos sujetos literarios, constantes sujetos que se crean a partir de diferentes realidades discursivas. La racionalidad no es absoluta ni inmortal. Nace, crece, se modifica, se reproduce, muere, resucita, vuelve a morir y a renacer una y mil veces. Está sujeta a la historicidad del sujeto, a su forma literaria de ver y hacer el mundo. Una forma de estar en el mundo es al través del ensayo. La palabra que se escribe es poiesis, constante creación reflexiva.
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4 El ensayo se ha vuelto necesario para desarrollar y modificar la imaginación. Su ser histórico e historicidad los ha obtenido, quizá desde siempre, desde una identificación del yo real con el yo imaginario. La literatura y la filosofía han trastocado sus límites y, aunque siempre queda algún resquicio desde el cual las podamos identificar, la posibilidad de que se encuentren se hace cada vez más inminente. Y es el ensayo la tierra en donde pueden juntar sus simientes. Desde sus límites imaginarios, el ensayo ha sufrido cambios significativos. Inició como una posibilidad literaria más de expresión. Michel de Montaigne lo utilizó para decir lo que sabía o creía saber acerca de un tema, sobre todo cuando se refería a su propio cuerpo; con la libertad del que no es erudito, pero sujeto a la expresión racional (que no peleada con lo coloquial). Sin embargo, no podía escapar de ciertos límites de la comunicación: la lógica y la gramática le imponían el marco que formaría el escrito. Pero la imaginación es como un virus que crece, retoma lo sabido sólo para dar rienda suelta a nuevos síntomas en la medida en que se extiende por el cuerpo. Y el ensayo no pudo quedar exento a este virus. No le bastó la libertad que había adquirido con Montaigne, ha incursionado por nuevos derroteros, no siempre claros. Fue convirtiéndose poco a poco en una literatura de ideas, entendiendo por ello una forma de hablar no sólo en forma racional, sino de la racionalidad misma. El logos subjetivo de Montaigne tuvo un nuevo ethos y un nuevo pathos: el ensayo filosófico de Francis Bacon, en donde la objetividad racional sembró la nueva semilla discursiva. ¿Para qué la libertad de la palabra, si por medio de ella no se podía conocer la realidad? Los temas filosóficos cobraron nueva forma, el fondo ya lo tenían; pero, en ese sentido, la forma determinó el fondo. Ahora se podía reflexionar desde diferentes enfoques epistemológicos, ontológicos y –sobre todo– estéticos. Las lógicas aristotélica, modal, y matemática, dieron paso a la nueva forma de expresión humana, el ensayo de corte filosófico. Igual que las ideas, la imaginación siguió creciendo. El ensayo tuvo nuevas necesidades, diacrónicas y sincrónicas. Sus características cambiaron. A veces fue necesario poner a pie de página las referencias bibliográficas, para dar sustento a lo que decía el ensayista. No bastaban los argumentos propios si no se contaba con el “respaldo” de alguien conocido en el mundo de las letras o de la ciencia, sin caer en la falacia de apelación a la fuerza (argumentum ad verecundiam). En otras, en cambio, sólo se requería mencionar al autor, parafraseándolo con cierta libertad discursiva. La forma se movía y, en ese sentido, el fondo también. El ensayo empezaba a salir del cascarón primigenio. Parecía un ajolote construyendo su nueva identidad. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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5 En el caso de la literatura, el ensayo se ha desarrollado de una manera camaleónica. Ya Alfonso Reyes lo había llamado el centauro de los géneros, la literatura mitad lírica, mitad científica, el género ancilar. Pero, ¿por qué centauro?, ¿es acaso que tuvo otra intención que no ser desde su inicio una forma de expresión libre?, ¿por qué tendría que haber sólo géneros que se constriñen a tal o cual forma?, ¿acaso no se necesita de un género que pueda transitar sin ataduras por los linderos de la literatura, la ciencia, la filosofía o la religión?; y si es así, ¿cómo podría deslindarse de la metamorfosis al caminar junto a la poesía, al cuento, al guión, a la novela? De dicha relación nos han dejado varios ejemplos escritores como Alfonso Reyes, José Enrique Rodó, Pío Baroja, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Octavio Paz, Carlos Fuentes, entre otros. No se trata de practicar a diestra y siniestra un eclecticismo difuso que se pierda en las aguas del Leteo, sino de que en vez de perder la memoria de su identidad, ésta sea el resultado de una interrelación con otras formas de escribir, de decir, de vivir. Esto, porque la escritura es una forma de vida que se da por medio de la estética. La realidad se mueve por medio de la palabra escrita, se conceptúa y se describe por medio de un diálogo entre el autor del ensayo y sus lectores. Es una forma de aprehender los sentimientos, las razones, las realidades. Ya no bastan el conocimiento por sí mismo ni los resultados de las investigaciones eruditas, es necesario saber cómo se dan a conocer dichos conocimientos y resultados; y, en el caso de la literatura como medio filosófico, ¿cómo quedarnos con la poesía, el cuento, o la novela como fragmentos aislados, si podemos acceder a un nuevo placer (placer como reflexión inacabada) que nos da la simbiosis entre estos géneros que en su simiente está latente la pregunta por el ser?, ¿cómo dejar de lado al ensayo, cuando éste es otra manera de acceder a la reflexión literaria y la creación filosófica?, formas por demás existenciarias de las que pueden gozar hasta los que no son especialistas ni profesionistas en la carrera de las letras ni de la filosofía. 6 No sé hasta dónde pueda llegar el ensayo. Sé que hoy tiene muchas posibilidades de seguir extendiéndose, sobre todo porque no hay muchas personas que lean este género, pero esto, en vez de parecer un revés, lo veo como una posibilidad de detener el paso y preguntarnos qué está pasando. Hoy tenemos que afianzar la postura personal del autor, la crítica, el compromiso, pero sin llegar a la disertación profunda y estricta del especialista científico. 18
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La creatividad es más importante que la erudición. ¿Por qué escribir ensayo?, ¿cómo hacerlo sin que se pierda entre los demás géneros?; o bien, ¿cómo escribir otros géneros en donde también quepa el ensayo? Si tomamos en cuenta que la estructura permite concebir nuevas formas de expresión, podremos seguir experimentando, si en cambio tememos perdernos en el camino, quedar en el laberinto sin el hilo de Ariadna, entonces no tendremos más remedio que ser destrozados por el Minotauro de nuestro temor. 7 Los retos a los que debemos enfrentarnos, se dividen, a mi juicio, en dos: primero, el texto en sí; y segundo, el ensayista como creador. El segundo (autor) necesita del primero; no así éste (ensayo) del segundo. Veamos, un escritor de ensayo –parece Perogrullo– escribe ensayo para ser ensayista, es decir, necesita de su obra para ser quien es; en cambio, un ensayo –como texto– no necesita necesariamente de su autor para ser lo que es, puede seguir su camino a partir de sus lectores; por ello, éstos serán quienes, al final, decidirán si lo que leen debe seguir así, o si es necesario modificar parte de su estructura. Y no me refiero a que se modifique materialmente el ensayo que se lea, sino a la forma en que se puedan escribir otros, los que le siguen. De esta interpretación, que podríamos llamar, con todas las reservas necesarias, semántica del ensayo, surgen preguntas como ¿qué pasaría si se escribiera de esta o de esta otra forma?, o bien, ¿por qué o para qué es así, de esta manera?, ¿tiene sentido seguir concibiendo al ensayo con esta estructura que lo limita? En fin, las preguntas podrían seguir creciendo en la medida en que los lectores se den cuenta de que la palabra escrita es una forma de estar siendo de ellos mismos. La imaginación no es cuestión de inventar a partir de las estructuras racionales o literarias dadas, sino pensar en la posibilidad de modificar dichas estructuras. 8 A propósito de lo que he expuesto hasta ahora, escribo ocho aforismos como premisas de un ensayo literario, desde la hermenéutica analógica. –No hay ensayo que no sea, o pueda llegar a ser, parte de la palabra en el tiempo; pues sólo se ha detenido para amamantar a su hijo: el siempre hambriento lector. –Cada ensayo tiene su historia, pero ésta, igual que los seres humanos, necesita ser vista con los ojos del tiempo, sólo así su cuerpo seguirá moviéndose, en tanto sus letras sigan siendo semillas (o espinas). –Y para qué el ensayo, si no para seguir imaginando que las letras, las Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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palabras, las ideas, no son sólo letras, palabras e ideas, sino el ser humano a través de ellas. –Los ensayos han mudado de piel, han empezado a usar la nuestra. –Si somos lectores de ensayos literarios, sabremos reconocer que no siempre podemos distinguirlos de los que no lo son. A veces creeremos que son poesía, otras veces cuentos…, pero siempre encontraremos escondida la pregunta por el ser. –El sujeto literario está siendo, no ha dejado de leer. –Ser y leer, dos maneras de decir lo mismo desde el barro y la tinta. –Un silencio que alza la voz, puede ser un sujeto convertido en palabra. 9 La lectura es una incitación a la escritura; sin embargo, desde hace años, el fenómeno de la lectura en México se ha abordado solamente desde la necesidad de que la gente lea. Esto, por un lado, está bien; pero, por el otro, ¿qué pasa con los que sí leemos? Claro, sería absurdo tratar de convencernos de leer a los que ya lo hacemos. No se trata de eso. Pero tampoco de que creamos que es suficiente con terminar de leer un libro. ¿Qué pasa después de que se terminó? ¿Se acaba el viaje al cerrar por última vez la pasta? Durante la lectura se mueven muchas estructuras: surgen ideas, se tambalean seguridades, nacen preguntas, se adquieren nuevos ojos y nuevas voces. Esto no sería raro si se tratara de libros exclusivamente de filosofía, científicos o teológicos, entre otros; pero, ¿qué pasa cuando son libros de literatura? Este libro es el resultado de algunas reflexiones e inflexiones a las que he llegado después de leer varios textos de literatura. No son reseñas ni apologías. Son breves ensayos que nacieron a la luz de ideas que construí después de leer algunos textos que me llamaron la atención más que otros. He utilizado a la hermenéutica analógica como medio, o hilo conductor metodológico, para inquirir por los diferentes discursos que hay no sólo en el texto, sino en mí como lector. Lo que encuentro en cada texto literario es un pre-texto para preguntar por lo que soy; y un pos-texto para volver a preguntar desde diferentes ópticas literarias a la vez que filosóficas por lo que estoy siendo; pregunta que me lleva necesariamente por lo que dejo de ser constantemente. Son, en otras palabras, ensayos en el más claro sentido del término: claroscuros después de leer. Formas imprecisas de verme como sujeto literario. Mis lecturas se mueven, reclaman diferentes ángulos. La luz nunca me es suficientemente clara, siempre termina por convertirse en una nueva oscuridad que reclama otro tipo de luz. Por último, la relación que hay entre los diferentes textos, sólo es el gusto que me produjeron al haberlos leído y reflexionado acerca de ellos. 20
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Son, en todo caso, parte de este estar siendo como sujeto literario, a partir de la reflexión y el placer de ser y no ser desde la literatura. Es necesario mencionar que muchos de estos ensayos fueron publicados en la columna Sextante del suplemento cultural Barroco, del Diario de Querétaro. Agradezco a Margarita Ladrón de Guevara Heresman, editora de dicho suplemento, por la confianza que tuvo en ellos, y por la confianza que me brindó y que me sigue brindando. Santiago de Querétaro, marzo de 2010 (Filosofar desde la literatura. Reflexiones desde la Hermenéutica Analógica, Editorial Académica Española, radicada en Saarbrücken, Alemania, 2011)
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