RICARDO P. QUEZADA SOBRE EL ESCRITOR Ricardo Pérez Quezada nació en la ciudad de Santiago de Querétaro, Querétaro en diciembre de 1988. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad del Valle de México y desde hace poco más de dos años se dedica a la publicidad, producción audiovisual, escritura creativa y guionismo. Lo que en principio era un pasatiempo se convirtió en una necesidad latente por inventar historias y plasmarlas en papel. En 2013 se mudó durante un breve periodo a la ciudad de Chihuahua donde comenzó a tomarse el papel de escritor más enserio y a trabajar su primer novela de manera formal Autumn Falls (Par Tres Editores, 2015)
ÍNDICE
El corazón de los ciruelos Lobos Corderos Cenizas en el muérdago
El contenido de estos textos es propiedad y responsabilidad del autor, Par Tres Editores, S.A. de C.V. transmite estos textos de manera gratuita a través de su proyecto de difusión cultural y literaria denominada Biblioteca Digital de Escritores Queretanos. Los autores han seleccionado sus textos para permanecer en dicha biblioteca para su uso única y exclusivamente como difusión literaria, por lo que se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito del autor, quien es el titular de los derechos patrimoniales de los mismos.
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
El corazón de los ciruelos Antes de que los pinos, las sequoias y los olmos colmaran de tonos esmeraldas el horizonte y cuando el caudal de los ríos que nutren este sitio apenas alcanzaba a llenar un cuenco, existió Althea, una pradera de pastos cortos, veredas cenicientas y pequeñas lomas. Sus días eran terriblemente soleados y bochornosos mientras que sus noches transcurrían heladas y quietas con corrientes que quemaban la piel al acariciarla y sus estrellas apenas palpitaban en el firmamento. Dicen que cuando se creó el mundo, los ángeles descendieron a la superficie y sembraron todo lo que dios decía que era bueno y prodigioso, pero lo que hoy conocemos como titánico e imponente bosque de Althea tuvo un inicio menos divino. No se trataba de un caballero galante, mucho menos una persona segura de sí misma, pero había llegado lo suficientemente lejos como para detenerse antes de poder hurtar lo único que alguna vez anheló. Delineó el contorno de su cabello castaño y continuó la línea imaginaria hasta toparse el semblante que dibujaba un rostro sereno y amable, ella colocó la ciruela cerca de sus labios y con delicadeza desgarró el fruto. El chico sintió cómo el tiempo se consumía más aprisa, nunca en sus 16 años de vida sintió tanto apremio por ser un hombre valiente. Se acercó a ella tal vez para sonreírle, tal vez para besarla, sus acciones dependían totalmente de la manera en que ella respondiera. La ciruela cayó al suelo y con el tiempo la carne amarilla y brillante del fruto se fue desgastando y perdió su color. Al igual que las criaturas vivientes el tiempo erosionó su aspecto y la naturaleza arropó al corazón de la ciruela con polvo y tierra. De la misma forma en la que un cuerpo indefenso se nutre de otro y lo llama madre, la ciruela se alimentó de la tierra del cielo y de las lluvias hasta que con el tiempo, como nace el amor en los corazones honestos, la semilla eclosionó en una explosión de pétalos carmesíes que aleteaban como mariposas al ser mecidas por las corrientes cálidas de la primavera. Llegaron así cientos de amaneceres y puestas de sol, cada brisa trajo consigo abejas cargadas de polen de distintas orillas del mundo y semillas de árboles fuertes. Alisos, helechos, setas gigantescas, algarrobos, hierbajos, orquídeas, olmos, pinos, sequoias y algunas dalias comenzaron a nacer alrededor del ciruelo, convirtiéndolo en un cuerpo cada vez más grande que poco a poco llenó el Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
3
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
viejo las praderas de las cenizas y la convirtió en una masa verde resplandeciente donde las aves habían anidado y las luciérnagas palpitaban luz en el aire. Sus veredas se formaron delicadas como venas que llegaban hasta el ciruelo y los ríos que nacían del suelo estaban llenos de piedras pálidas y peces tornasolados. Pasaron varios años y como en todos los bosques jóvenes, de las entrañas de Althea nacieron cuatro criaturas particulares, Thunnen cabeza de calamar; guardían de los lagos y los ríos, una criatura pequeña y rechoncha con ojos grandes, alargados y oscuros como el ónix, tenía unos pequeños dedos alargados que en algún momento serían unas garras temibles pero en esa etapa joven de su vida parecían más salchichas que espolones, tenía el rostro lleno de tentáculos que colgaba de él como si fueran barbas y en vez de patas tenía una enorme aleta para recorrer el bosque de extremo a extremo y merodear en el lago. Rea la guardiana de las plantas, las flores y los árboles era una criatura encantadora no poseía una forma física consistente como los humanos o los animales , era una figura que se desplazaba entre la tierra y las raíces de los árboles, cuando debía mostrarse las flores, las ramas y las raíces se levantaban del suelo y dibujaban la silueta de una niña, no se mostraba un rostro, pero las facciones más delicadas se podían apreciar al ver la naturaleza con detenimiento, no tenía piel pero su superficie era tersa formada por cientos de pétalos de colores, no tenía huesos pero su cuerpo se erguía con la fuerza de las ramas que nacían del suelo y sus cabellos estaban formados de helechos, hojas y más flores. Opa, cabeza de zorro era un animal pequeño con orejas alargadas para percibir los sonidos, ojos vivaces para detectar los movimientos, nariz afilada para apreciar las esencias, colmillos afilados y pelaje rojo por que básicamente Opa era un cánido, pero no un animal cualquiera. Parecía un zorro de los pies a la cabeza, pero tenía dos cualidades extremadamente raras, la primera era una cornamenta que nacía como un par de ramas en cada extremo de su cabeza y la segunda era que al ser guardián de las criaturas del bosque Opa siempre estaba rodeado por mariposas de colores, insectos y aves que se postraban en sus cuernos. De entre todos los zorros que pueden vivir en un bosque Opa alcanzaría el mayor tamaño, las mandíbulas más fuertes y el corazón más salvaje, pero en ese momento el zorro apenas era un cachorro y sus cuernos eran como dos ramitas de arce. El ultimo guardián del bosque de Althea probablemente sea el ser menos incomprensible de todos, hasta donde mi experiencia me ha dejado entender en mis recorridos diarios por sus veredas nunca he podido verle mas, sé que ella custodia todos los rincones del bosque, Diin la que recoge el polen, no tiene una forma, pero es perceptible en su forma natural. La llaman la princesa de las corrientes de aire, es el viento que respiran los animales y el sonido que hacen todas las criaturas. 4
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
Cuando el bosque aún era joven, el ciruelo se había convertido en su corazón, a menudo daba frutos deliciosos, sus ramas frondosas daban una refrescante sombra y el olor de sus flores impregnaba el ambiente, a su alrededor crecían flores, nubes, setas, estrellas y sueños. Durante un día de primavera, una protuberancia extraña y afilada que desgarró el manto de las corrientes de viento que Diin paseaba por el centro del bosque llevando un cúmulo de polvillo y polen que brillaba en el aire. Esto llamó la atención de los guardianes, de inmediato Rea palpó la afilada espina y se dio cuenta que estaba bien afianzada al corazón del ciruelo, analizó el problema de distintos puntos de vista, intentó curar la herida con sabia y algas, pero la espina seguía bien afianzada, decidió dejar tranquilo al ciruelo aunque le perturbaba la idea de saberlo herido, prefirió esperar a que el tiempo secara el problema. No pasó ni siquiera una luna llena para cuando las espinas habían invadido todo el bosque, estaban entre las ramas y los arbustos, entre los caminos y las veredas, recorrían el río y floraban en el lago. Los guardianes se dieron cuenta que el problema se había vuelto más grande, Diin intentó atravesar el laberinto de espinas desde adentro, pero sus afiladas puntas disipaban las corrientes de aire. Las espinas impedían comer a los animales y el bosque comenzó a morir. Rea buscó en los límites del bosque la bruja de las cenizas grises, una mujer terrible y arrogante, pero muy sabia y sensata, la anciana tomó un racimo de espinas y le dijo a las criaturas que las espinas eran un mal y que el mal debía ser quemado. Los guardianes se lo pensaron mucho tiempo y convinieron que no había ningún mal tan grande como para arriesgarse a incendiar las espinas y quemar al ciruelo, al contrario la astucia de Opa lo llevó a internarse entre las afiladas plantas y buscar el corazón de las espinas, se coló entre el mar de punzones con agilidad y gracia, pero los caminos se hacían más angostos y sinuosos, pronto sus orejas y sus patas estaban sangrando. Opa la mordió con fuerza y tiró de ella con todas sus fuerzas, recargó su ornamenta y sus patas contra la base del ciruelo y tiró con más fuerza, apretó los dientes atravesando la espina y empujó hacia atrás, de pronto la espina comenzó a salir y un tronido retumbó en el ambiente, las ramificaciones que dominaban el bosque se secaron y un torbellino de Diin las disipo entre la hojarasca del suelo. Cuando el panorama se aclaró a un lado del ciruelo, estaba Opa con sus cuernos rotos. No pasaron muchos amaneceres cuando el ciruelo enfermó de nuevo, esta vez emanando un líquido oscuro y viscoso que empapaba todo a su paso y lo volvía pegajoso, Rea, Diin y el débil guardián de los animales intentaron sin éxito limpiar al bosque de la terrible marea negra, pero quedaron apelmazados en un cúmulo de pus negra, las corrientes de aire se detuvieron y Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
5
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
el bosque se estancó, eclipsando cualquier posibilidad de lluvia. De entre las aguas emergió Thunnen cabeza de calamar y arrastrando su cuerpo entre las viscosidades del bosque llegó hasta el ciruelo miró a su alrededor y contempló con tristeza que la foresta estaba muriendo, la vieja bruja de las cenizas grises le dijo que el ciruelo debía morir, pero a Thunnen le aterraba la idea, moviendo sus tentáculos comenzó a generar la música de las criaturas del mar, parecidas a los cantos de las sirenas y el agua de los ríos y el lago empezaron a recorrer todas las veredas y los caminos, escurrió en cada rincón, cada madriguera y cada copa de árbol hasta que por fin, después de muchas lunas el bosque quedó limpio de la suciedad. Cuando los demás guardianes despertaron Thunnen estaba en el suelo esforzándose por respirar, ya no había más lagos en el bosque y todos los peces estaban muriendo. Después de eso, el ciruelo apenas regalaba un puñado de flores y sus frutos se habían vuelto amargos, aun así permanecía rodeado de sequoias, pinos y olmos más grandes y fuertes que él, a los guardianes no les importaba, el corazón del bosque se había vuelto una naturaleza muerta de la que aún se tenían esperanzas de florecimiento. En la parte oeste del bosque abajo y a la izquierda, el rey de los lagos se había hecho pequeño y cabía en un cuenco, descansaba rodeado de un mar diminuto a un lado del quebrantado protector de las bestias. Diin los rondaba todo el tiempo intentando calmar sus angustias pero las corrientes de aire habían dejado de ser aromáticas y agradables, ahora sólo tenían un incesante olor a muerte y un temperamento frío que raspaba la garganta. Durante el otoño el ciruelo desapareció, dejó un enorme agujero vacío en el centro del bosque y al ser arrancado sus raíces habían removido la tierra que soportaba a varios árboles que se apelmazaban unos a otros como se acomodan las maderas antes de encender una fogata, el bosque de Althea era un cementerio forestal más pardo y oscuro que en sus días como pradera. Días tras día Rea levantaba los árboles y les afianzaba las ramas, pero el corazón del bosque había desaparecido y temían que todo Althea pudiera morir sin el ciruelo. La princesa de las corrientes de aire se elevó por los cielos abandonado el bosque en busca del árbol, recorrió todos los pueblos y todos los caminos, se topó con corrientes más fuertes que la debilitaban, con los fríos infernales de la tundra y los calores crueles del desierto. Cuando su corriente era más débil encontró una casa enorme cerca de los riscos nublados de Madeleine, se acercó a un huerto de calabaza cerca de un desfiladero para alimentarse de la corriente nororiental y notó a una gigante barriendo la puerta de su casa con una gran escoba, cuando la miró detenidamente se dio cuenta que la escoba era el ciruelo. Esperó durante varias noches para hacerse más fuerte, todas las mañanas veía a la gigante barrer el suelo con su amado ciruelo y le parecía intole6
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
rable, cuando se sintió capaz arrojó su corriente huracanada más fuerte, los vidrios de la casa del gigante se cernieron y el techo de teja salió volando, el gigante se acostó debajo de su cama temiendo la furia de la princesa pero tan pronto como empezó llegó la calma. Diin viajó cientos de kilómetros generando suficiente corriente como para poder transportar el pesado árbol, cuando por fin llegó a Althea plantó el árbol y su corriente se desvaneció. La bruja de la ceniza, se paseó un día por la foresta muerta liberando a sus cuervos de entre las ramas rotas, cuando sintió una brisa ligera y espesa la respiró jalando todo el aire con sus pulmones, cuando Diin estuvo dentro de la bruja ella la exhaló diciéndole que nunca debió haber buscado al ciruelo. Althea era un lugar terrible, hostil e inhóspito, no tenía agua, sobre sus brisas sólo flotaban cenizas y sus flores estaban congeladas y el ciruelo ahora era un trozo de madera rohído, roto y deforme que estaba en el centro. Durante el invierno Rea le dio toda su vitalidad al ciruelo para no dejarlo morir, pero las últimas sequoias, olmos y pinos, soltaron su últimas hojas, el cuerpo verde que alguna vez había sido ese bosque estaba muerto y poco a poco, como si se tratara de un sepelio la nueve comenzó a cubrirlo todo, los últimos animales se congelaron dentro de sus madrigueras y la última hoja se desprendió de un olmo. Olvidé decirlo, pero si alguna vez conoces a una persona que te pregunte cómo se crean los páramos fantasmas le puedes responder que de esa forma. Cuando mantenemos las cosas muertas en el centro de nuestro universo. La bruja de las cenizas caminó por el espectral bosque y encontró a los guardianes recostados casi muertos a un lado del terrible ciruelo, encendió su pipa y los miró con resentimiento. Comenzó a fumar y les dijo “A veces hay que dejar ir las cosas que más amamos cuando estas pueden matarnos” colocó un poco de brasa de la pipa en su mano y sopló con delicadeza, como si fuera una libélula resplandeciente la pequeña braza revoloteó en el viento hasta guardarse en el corazón del ciruelo. Un resplandor ardiente se extendió desde el suelo hasta la última rama del ciruelo y la columna de fuego se siguió elevando hasta que se levantó tan alto que casi alcanzaba las estrellas, el ciruelo ardió durante meses, pero por fin un día simplemente comenzó a llover. Las cuencas se llenaron de agua, los ríos se desbordaron y el lago se encontró con el océano de seda. Las plantas recobraron su tono verde y los árboles caídos se levantaron. Las bestias salvajes despertaron y otras llegaron desde todos los rincones del mundo, dientes de león, margaritas y girasoles brotaron del suelo y las corrientes se impregnaron del olor dulce de las dalias y los crisantemos, pasaron cientos de años. Los guardianes de Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
7
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
los bosques se volvieron criaturas inmensurables, una bestia del mar capaz de hundir un barco enemigo con uno sólo de sus tentáculos, un zorro gigantesco rodeado de mariposas de colores que cuida de las criaturas y los perdidos, las corrientes frescas que nos regalan el festival de los pétalos y las líneas que dibujan las libélulas en los cielos de otoño cuando emigran hacia Althea y flores hermosas llenas de pétalos tersos y frutos que provienen del bosque más frondoso de todo Meridi. Si visitas Althea un día te darás cuenta que el corazón del bosque está en todas partes y no en un sólo lugar, ni siquiera yo, que quemé el ciruelo recuerdo en donde estaba, porque con el tiempo nuevas flores llegaron, otras semillas estallaron y sus raíces desaparecieron, Althea nunca va a olvidar que alguna vez un ciruelo fue su corazón, pero no importa, porque lo dejó ir y desde entonces el brillo del bosque es cada vez más intenso y su nuevo corazón, que no sabemos dónde está pero sabemos que está ahí, palpita cada día con más fuerza.
8
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
Lobos Se detuvo debajo del marco de la puerta y nuestras miradas se cruzaron, mi rostro ya no era el mismo, tampoco el de él, pero de alguna forma el momento en que nos volvimos a encontrar después de tantos años nos refrescó la memoria con tanta fuerza que de nuevo tuve esa sensación desagradable en el estómago. Inmediatamente recordé el día en que comprendí cómo funcionaba la naturaleza. Fue durante uno de los veranos en casa de mi abuela, cuando mis padres se iban de vacaciones hacia cualquier lugar del mundo y nos dejaban a mí y a mi hermano en un viejo chalet a orillas de lago Tahoe para que Gladis nos cuidara hasta que tuviéramos que regresar a la escuela. Las vacaciones con la abuela hubieran sido mortales para mí de haber estado sólo, pero mi hermano Curtis era 10 años mayor y con frecuencia tenía un plan para zafarnos del aburrimiento, así que todas mis vacaciones hacía lo que Curtis ordenaba, si tenía ganas de pasear por el bosque paseábamos, si quería ir a pescar pescábamos y si quería platicar con una chica yo me escondía. En el verano del 82, Curtis ya no pasaba tanto tiempo conmigo, tenía 17 y había conocido una chica linda en Truckee, todos los días tomaba la camioneta de la abuela y manejaba hasta el pueblo, nunca me llevó. La abuela se dio cuenta de esto y pensó que lo mejor que podía hacer era forzarme a tener un hobbie, intentó muchas cosas como enseñarme a pintar, a bordar y a hacer casas para pájaros, pero nada funcionaba, yo era un niño muy tranquilo y prefería pasarme las tardes viendo cómo el sol se ponía sobre las colinas pálidas de la sierra nevada o contemplar como las hormigas subían por las patas de la mesa hasta amotinarse en algún dulce, eso no la detuvo, alertó a mis padres de lo que estaba ocurriendo y ellos le prometieron hacer algo al respecto, así el primer día de verano recibí el primer regalo que cambiaría mi vida, una cámara de video. Los demás días de ese verano la pasé grabando pequeños documentales narrados, producidos y grabados por mí, usaba mi Betamovie para grabar todo lo que podía y la abuela no tuvo más remedio que comprarme una caja repleta de cintas para que no la molestara durante lo que restaba del verano. Mi primer proyecto consistió en grabar los juegos pirotécnicos el cuatro de julio, pero poco a poco los retos fueron haciéndose más compleBiblioteca Digital de Escritores Queretanos
9
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
jos, bajo recomendación de Curtis empecé a grabar vida salvaje y a hacer unos intentos de documental más formal con arañas y escarabajos que me encontraba en el camino. En la mañana del 12 Agosto, Gladis invitó a un viejo que había conocido en el Golden Nugget de Carson City, yo era muy joven para comprender las cosas que hacían los adultos cuando le pedían a los niños que fueran al pueblo y que no volvieran hasta bien entrada la tarde, así que tomé mi cámara y me interné en un sendero que estaba casi inexplorado, tenía que tener cuidado con mis movimientos para no caer y al mismo tiempo grabar cualquier material que pudiera servirme, yo no podía estar más emocionado, mi padre había prometido llevarme a un laboratorio de video para editar mis películas tan pronto regresaran de vacaciones, eso me dio la motivación suficiente para hacer trabajos más arriesgados. Ese día había sido particularmente sobresaliente, pude grabar una familia de castores, un grupo de hormigas acarreando los cuerpos de unos escarabajos y varias aves, pero tuve un encuentro que me cambió la vida. La abuela nos hacía atarnos un estambre a la cintura para poder dejar un rastro y volver a casa si la noche nos atrapaba en el bosque, yo siempre seguía sus indicaciones, pero esa tarde me sentí particularmente aventurero así que me solté y me interné más y más en la espesura esmeralda y el olor a pino. Mi grabadora había hecho un gran trabajo capturando los sonidos de la naturaleza, la hojarasca tronando en mis pies y los ruidos de las aves a mi alrededor, usaba los audífonos por que aumentaban de manera considerable mis capacidades auditivas, era como ser un súper héroe. Durante esos momentos yo me convertía en el rey del bosque, caminé suelto del estambre durante una o dos horas cuando un sonido me alteró. Escuché un eco a mi derecha y me giré, luego lo sentí aproximarse detrás, me tuve que quitar los audífonos para perturbarme menos, pero aún lo sentía rodeándome, me estaba asechando y yo no sabía qué hacer, inesperadamente escuché un ruido espantoso, dos criaturas peleaban entre la maleza. Podía distinguir los bramidos de un animal y los jadeos del otro, de pronto así como había empezado terminó y todo quedó en silencio, levanté la cámara y me atreví a usar el zoom para ver lo que sea que aguardaba dentro del bosque. De entre los arbustos se podía percibir dos esferas amarillas que me veían celosamente agazapadas desde un terreno alto, tenía el pelaje de un hermoso color dorado y el rostro cubierto de sangre de venado, me miró fijamente y yo no podía estar más aterrado, bajó la cabeza y continuó comiendo del otro animal y yo poco a poco me fui alejando, primero de frente para no perderlo de vista, pero tan pronto tuve una oportunidad de girar y correr lo hice. Cuando encontré el estambre una sensación de alivio invadió mi cuerpo, ahora me sentía emocionado por haber capturado a un puma alimentándose 10
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
con mi cámara, aunque estaba seguro que si mostraba ese material, todos incluso Curtis me dirían que estaba loco y que podría haber muerto, eso reduciría dramáticamente mis salidas para grabar un futuro, pero tal vez y con mucha suerte ese material podría llegar a las manos de las personas indicadas como un productor o una persona de la National Geographic, decidí no deshacerme del video y caminé complacido rumbo a casa de la abuela, imaginando mis aventuras alrededor del mundo como documentalista. Llegué a casa pasada las seis de la tarde y un terrible presentimiento dominó mi mente, el chalet de la abuela era un lugar hecho completamente de madera, tenía amplios ventanales y una sola entrada, era del tipo de casas que aparecían en los catálogos de bienes raíces como hogares para que la gente rica vacacionara, pero había algo extraño esa tarde, se veía más opaco, una de las puertas estaba abierta y el vidrio de la ventana que daba a la escalera estaba roto. Entré a la casa y comencé a grabar todo con mi cámara, el sonido de mis pasos sobre los vidrios rotos, las estanterías volteadas y un rastro de sangre, llamé varias veces a la abuela, pero ella no atendió, cuando entré al su recámara, vi que el rastro se convertía en una mancha carmesí que cubría toda la cama, comencé a respirar de manera agitada, mi vista se nubló y comencé a llorar, empecé a llamar a Curtis, pero no estaba en casa, recargándome en la pared para no desmayarme me llegué hasta el garaje y entonces vi a un hombre gigantesco o al menos así me pareció, usaba un smoking gris, unos guantes y llevaba el rostro de un animal terrible, era gris, con unas orejas puntiagudas, los ojos amarillos, las fauces alargadas y los dientes afilados como navajas. Clavó su mirada en mí y siguió trabajando en el cuerpo de la abuela, no lo estaba comiendo, estaba terminado de subir el cadáver a la camioneta, una guayín color ocre. No me moví, entonces me señaló con el dedo lo que llevaba en la mano y puso su mano sobre la frente, le confirmé que era una cámara, la levanté y comencé a grabarlo, se escuchó una risa y el tipo caminó hacia mí, yo retrocedí lentamente, pero la pared detuvo mi movimiento, cuando estuvo frente a mí, comencé a llorar y a pedirle por favor que me dejara en paz. Súbitamente movió el brazo y atrapó mis mejillas entre sus dedos oprimiéndolas con fuerza como si se tratara de una pinza, comenzó a jadear y a reír, podía percibir el olor hediondo que despedía la máscara que hacía que se me revolvieran las tripas, el lobo levantó un cuchillo y lo pasó cerca de mis ojos, vi el resplandor plateado del filo y unas sensación helada recorrió cada uno de los huesos de mi espalda, como si los estuvieran cubriendo con nieve. Aparté la cara con fuerza y apretó mi rostro con una fuerza terrible, empecé a sentir un sabor oxidado y tenía la sensación de la piel machacándose contra mis muelas, abrí la boca y como si se tratara de un médico colocó Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
11
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
el cuchillo dentro a manera de abate lenguas, detuvo las risas y con la otra mano separó mis párpados y me obligó a verlo, debajo de la máscara, en la profundidad que describía el abismo que dibujaban las sobras que hacía el latex y el peluche, se podían percibir dos ojos oscuros como ónix, llenos de vitalidad y alegría. Con un movimiento violento desplazó el cuchillo de izquierda a derecha, el sabor del hierro reclamó mi boca. El lobo soltó una carcajada terrible que taladró mis oídos y perforó profundamente mi alma, aún hoy en día me trae las peores pesadillas. Las puertas del garaje se abrieron y la Guayín se alejó. Nunca volvimos a ver a la abuela. Había salvado la vida dos veces en ese día, el puma no me mató y el lobo tampoco lo hizo, de todo lo que hasta ese entonces podía comprender sobre la naturaleza era que los depredadores rara vez se atacan, nunca vi a un tigre y a un león pelear. Por eso ninguna de las dos bestias que vi ese día se había atrevido a matarme, ambos percibieron en mí a otro depredador. El caso se volvió noticia durante un par de semanas, en gran parte gracias al video que yo había tomado donde se mostraba al asesino cínico y seguro de sí mismo, las siguientes semanas fueron de llantos y preocupaciones, hasta Curtis que era en ese entonces mi héroe lloró durante la ceremonia simbólica en honor a la abuela, entendí que había muy pocos depredadores, todos vivíamos tratando de convencernos que de que éramos buenos cuando la naturaleza nos decía que tomáramos lo que quisiéramos, que destrozáramos lo que nos estorbaba, que nos folláramos a quién quisiéramos y que matáramos cualquier cosa que nos impidiera lograr lo que queríamos. Mis padres, especialmente mi madre, se volvieron muy protectores conmigo y con Curtis, pero yo nunca acepté que se me tratara diferente por lo que había pasado o por tener una marca en el rostro, era algo que estaba destinado a pasarme, era mi bautizo de fuego. Yo nunca maté a nadie. Nunca hice daño físicamente, pero me abrí paso en la escuela mostrándome como un animal intimidante, nunca dejé que nadie me hablara mal, ni que me voltearan la cara, era un chico muy temperamental, muy respetado y a veces hasta temido. Curtis se convirtió en un padre de familia ejemplar y consiguió un estilo de vida íntegro rodeado de personas sosas con un trabajo aburrido que le da lo suficiente como para no quejarse pero nunca le permitirá comprobar quién es en realidad y con una mujer maravillosa que finge tener jaquecas para sólo coger una vez a la semana. Yo por otro lado descubrí que no era una persona ejemplar, no era conformista, no quería pertenecer al rebaño, muy a mi manera prefería ser un lobo, como el que se había llevado a mi abuela. Pese a que era muy bueno nunca me atrajeron las actividades físicas, me concentré en volverme un depredador ápex en mi materia, me esforcé todos los días por ser más 12
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
inteligente, por ser el primero y por no tener rival. Poco a poco fui escalando en los rangos escolares, era el chico más listo de las clases, pero también era capitán del equipo de lacrosse y era bastante popular. Cuando veía los reportajes sobre el lobo del lago Tahoe escuchaba decir a los reporteros y presentadores que se trataba de un tipo muy inteligente y a la policía decir que lo iban a atrapar por que ya había cometido errores, la verdad era que estaban celosos de él porque no se trataba de un loco o un cazador furtivo de personas, el lobo del lago Tahoe era una persona sumamente maquiavélica que sobre todas las cosas siempre se salía con la suya, como un depredador alfa, él era el principio de la cadena alimenticia y los celos alrededor de mí eran la primer señal de que estabas escalando los peldaños correctos. Nunca maté a nadie… una vez casi lo consigo, fue durante la fiesta de graduación, en ese tiempo volví a Nadine Summers mi novia, no era una chica brillante, ni mucho menos, de hecho era bastante estúpida y con aspiraciones simples, soñaba en convertirse en una maestra de preescolar, yo siempre le dije que eso era una idea sosa, lo decía enserio, pero ella siempre creyó que se trataba de una broma por el tono de mi voz. No la quería, era una decoración perfecta para mi coronación como rey de la preparatoria, nunca la toqué, no porque no quisiera, sino por su terrible reputación, parte de ser un gran lobo era no permitirme enfermarme y nunca lo hice. Terminada la fiesta en el auditorio del colegio nos invitaron a una fiesta en casa de un chico llamado Terrance, un aspirante a mi manada que tenía muy pocas probabilidades, pasadas las cuatro de la mañana mi querida Nadine estaba demasiado ebria como para levantarse y la dejé recostada en uno de los sillones y me salí de la casa para estar con otra chica, una que sabía estaba limpia. Nadine se dio cuenta pero sabía que montar un teatro frente a mí no funcionaría así que se comenzó a besar con Terrance, yo no lo podía permitir, en realidad no me importaba pero su actitud rompía mi código personal, como un caballero aparté a Terrance de la chica y lo dejé soltar el primer golpe, cuando fue mi turno tuve la sensación más placentera que jamás había experimentado, lo golpeé una vez en el rostro y la forma en la que los huesos de la cara se adaptaban a la forma de mi puño me pareció mágico, era como si esa naríz, boca y ojos hubieran estado esperando desde que él estaba en el vientre de su madre a que mi puño los impactara, me hizo sentir una alegría terrible era casi sexual cómo las formas de dos cuerpos se moldeaban para un solo momento de placer infinito, lo volví a golpear, esta vez en el estómago y mis nudillos sintieron cómo sus intestinos se acomodaron para recibirlo, era como si cada golpe nos hiciera más unidos, yo no me podía detener, estaba experimentando cada parte de su cuerpo, el pecho, la quijada, las bolas y la cavidad ocular. Nadine se arrojó Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
13
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
contra mi brazo y entonces entendí lo que hacía ser al lobo del lago Tahoe quien era, el rostro de la chica reflejó un terror indescriptible, era como ver una obra de arte en sus ojos, la capilla Sixtina, la monalisa, la sagrada familia, todo estaba en ese par de perlas con pupilas dilatadas. Me detuve y la tomé por la cintura, después comencé a besarla con unas ganas terribles de arrancarle el rostro a mordidas, me disculpé con Terrance y gasté parte de mis ahorros universitarios en su cuenta del hospital. Quedamos en buenos términos cuando me aseguré que fuera mi sucesor en la preparatoria, claro que nunca sería como yo, pero mi nombre quedó limpio Estudié la universidad para desarrollar todos los aspectos intelectuales que podía permitirme y rápidamente me convertí en un analista financiero para una de las firmas más importantes del mundo y la bolsa de valores es mi campo de caza, todos los días me enfrento a cientos de personas que quieren ser mejor que yo y a veces lo logran, eso me excita. De noche cuando no me puedo contener busco alguna persona solitaria o una prostituta para que mis puños se liberen, así conocí un grupo de personas terribles y maravillosas al mismo tiempo, justo como yo. Aún no sé quiénes son ni qué hacen, pero han prometido saciar mi sed, lo sé porque cuando vi a esa persona cruzar el umbral de la puerta se quedó viendo la cicatriz en mi rostro, es muy viejo ya, pero sus ojos color ónix son inconfundibles, le sonrío, el levanta sus manos y me hace una seña como si trajera una cámara de video, le contesto afirmando con la cabeza y él me sonríe de una forma tan familiar que me hace sentir amado.
14
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
Corderos Hay mucho vapor para poder ver siquiera mi mano o mi cuerpo desnudo, no hay necesidad de nada por que sé lo que he hecho, cómo he llegado hasta aquí y de ser sincero debo aceptar que no hay lugar que aprecie más que el baño, no un baño turco, no un sauna, ni el vapor de un gimnasio, el simple baño de mi casa con sus canceles y azulejos blancos. Es mi lugar especial, por decirlo de alguna forma. Lo encuentro muy relajante y alejado del ajetreo diario, para mi entrar al baño es ponerle pausa a tu vida y darte unos segundos para apreciar detalles insignificantes cómo la impermeabilidad de la piel, las arrugas que se hacen en las yemas de los dedos o sensación del agua a distintas temperaturas golpeando contra el cuerpo me hace sentir muy ajeno a este mundo y fuera de mí. El baño empieza con un chorro de agua fría para despabilar las neuronas y alertar la mente, poco a poco el agua se va calentando para dilatar los poros y los vasos sanguíneos, es un momento idóneo para pensar y meditar, cuando la mente está más abierta y más sensible es a mitad de una ducha. Mentiría si no dijera que las decisiones más importantes de mi vida las hice tomando una ducha o sentado en la taza, hoy no es la excepción, me concentro en el chorro del agua golpeando el cuero cabelludo que deja ver mi calva, la siento recorrer por vi barba grisácea y escurrirse por mi pecho y panza hasta arrastrar todo lo impuro que hay en mí y llevárselo por la coladera. Cierro los ojos con fuerza y no paro de llorar, el agua de la regadera oculta el llanto y me hace sentir de nuevo en el útero de mi madre, a salvo y protegido, dentro de los canceles me formo una matriz que me protege de los terrores del exterior y de los dolores del recuerdo, sólo pienso “hoy termina todo”. Salgo de bañarme, pero no me visto inmediatamente, me quedo desnudo frente al espejo y me pongo nervioso ¿Cómo debo verme? Sé que la senectud me sienta bien y me permite verme de la forma que yo quiera en la calle, si mi barba es muy larga soy un sabio y si me rasuro soy un galán de cine retirado; entonces no puedo decidirme porque la cita que tengo hoy es tal vez la más importante de mi vida. Empiezo a recordar de lo que le pasó a mi querida Greta y de cómo odio a esos chicos cool que manejan los autos que les compraron sus padres a toda velocidad en zonas escolares y caminos trepidantes. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
15
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
Decido que debo rasurarme y perfumarme, es una ocasión especial y es lo menos que puedo hacer para tapar un error que cometí hace ya tanto tiempo. Terminando de asearme me visto de manera formal con un traje de color oscuro, una camisa azul y una corbata roja, tomo un peine y delineo mi cabello un poco para ocultar los estragos de mi edad en el cráneo, camino hasta mi cuarto, una habitación grande de color blanco muy elegante con sábanas color marfil y muebles de madera fina y metales pulcros. Me acerco al lado izquierdo de la cama y me siento un momento, volteo a ver hacia el buró donde la foto de Juniper me espera para que le dé los buenos días, la tomo en mis manos y le cuento “Hoy es el gran día querida” beso su foto y una sensación de inmensa soledad me devasta por dentro, tal vez si hubiera sido lo suficientemente fuerte mi familia nunca hubiera pasado una tragedia que nos volviera tan lejanos, me doy una revisada en el espejo antes de salir, mis ojos parecen más negros que de costumbre, como si no tuvieran brillo o se trataran de una mirada muerta, talvez sea eso, a veces pienso que tener un compromiso tan importante sin cumplir nunca me ha dejado morir en paz. Bajo las escaleras que son amplias y en caracol hasta el vestíbulo principal de mi casa, veo el piano, las fotografías y los muebles que están todos cubiertos con sábanas blancas. Estoy listo para decirle adiós a todo esto, descubro una de las fotos sobre la chimenea, mi pobre Greta ¿por qué no podías ser como esos chicos cool? Tu deberías haber ido en el auto, eras guapa e inteligente ¿por qué eras tan aislada? Eso te pudo salvar la vida. Llego a la cocina, tiene un comedor pequeño para empleados y hay muchísimas herramientas de acero plateado que no conozco su uso colgando de un armatoste metálico que sirve como tendedero, me acerco a la estufa, bajo la puerta del horno y giro todas las perillas, me acerco al refrigerador que sólo contiene una lata de cerveza Turnbull, es igual a la misma que me tomé cuando conocí a Juniper, pero aquella tenía un sabor más dulce. Camino con la lata en mano hasta mi estudio, un lugar lleno de libros y sillones cómodos, me doy prisa y dejo una veladora encendida y la puerta abierta. Sólo espero que la compañía de gas no me cancele el servicio. Antes de salir tomo de mi escritorio mi cuchillo, una herramienta recta en la base y curveada cerca de la punta para poder descarnar, el mango es de cuero con un trabajo de talabartería exquisito que le da forma de rombos, la guardia y la cola del mango son de plata y les doy una pulida rápida con mi camisa, abro mi armario y lo encuentro ahí, con sus ojos color miel y su suave pelaje, toco el esmalte de sus dientes y compruebo que siguen tan agudos como la primera vez que la usé, palpo la textura de piel y los pelos del rostro canino que yo mismo me encargué de confeccionar. Le doy un último vistazo y me despido de él, en unas horas le estarán celebrando su sepelio. 16
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
Me termino la lata, la dejo exactamente en el centro de mi casa y salgo a la calle, camino por la onceaba y cuando tomo un taxi me despido de mi amado barrio de Chelsea. El taxi me deja en un edificio grandísimo en el distrito financiero cerca de Wall Street, subo hasta el piso 60 donde se veo que la gente ya me está esperando, cuando cruzo el umbral de la puerta él me mira fijamente, no con rencor, ni terror, el muy idiota me está sonriendo, dudo un momento pero veo el Anna Grin que le dibujé en la cara, aun así necesito asegurarme, levanto las manos simulando una cámara de grabación y que tipo asiente con la cabeza. Siento mi cuerpo acalorarse rápidamente, como si algo estuviera a punto de hacer ebullición, mi corazón palpita tan rápido que me doy cuenta que tengo que tener cuidado para no desplomarme aquí de un infarto, me acerco a él y casi llorando me dice “Gracias. Por favor déjame ser tu sucesor”. Las palabras me golpean fuertemente el rostro abofeteándome e impactando mi realidad, no esperaba esto en mi mente, cada vez que me daba un baño me imaginaba como sería, me lo imaginaba aterrado y con una vida miserable, pero de alguna forma es un hombre ambicioso y exitoso. Nada está saliendo como debería, la reunión es una farsa, pagué mucho dinero para encontrar a este bastardo, siempre imaginé que sería en una bodega en un lugar jodido, esto parece más bien un cocktail de negocios, uno de mis asociados se acerca y me pregunta sobre mis planes para con este chico, yo le digo que lo entrevistaré para saber si tiene lo necesario para ingresar a la sociedad. Sólo necesito dos minutos a solas con él y todo habrá terminado, por fin, por Greta. Fue durante el invierno del 79 que en muchacho llamado Curtis atropelló a mi nieta, era una chica inocente como un cordero, no hablaba con nadie, no molestaba a nadie, no era una chica popular, ni cool, ni malcriada, era una chica simple que no le debía nada a nadie. El chico tenía 14 años e iba a tarde al colegio, eso fue lo que la versión oficial dijo, pero estaba ebrio cuando la atropelló todas las declaraciones decían eso, pero sus padres movieron todos los hilos de una sociedad corrupta para que su hijo fuera cargado con homicidio imprudencial, la noticia devastó a mi hija y a su familia, los separó y ella nunca lo toleró, se mudó al Reino Unido después de firmar su divorcio y vive con un tipo terrible que la golpea y maltrata cada noche, nunca supero la muerte de Greta y tal vez por eso acepta los castigos. Mi Juniper también se sumió en una depresión terrible y falleció de pulmonía al año siguiente. Cuando mi esposa murió me di cuenta que no podía seguir viviendo en un mundo tan impune, alguien debía pagar, estaba cegado por algo terrible, una fuerza incontenible y una sed insaciable de ver a alguien sufrir. La primera persona que maté era un vagabundo, lo vi asaltar a una mujer Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
17
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
y correr hasta un callejón, caminé hacia él, el tipo ni siquiera se inmutó en verme, me notó hasta que lo amenacé con una pistola, el sonido del disparo rebotar contra los ladrillos de los callejones me aterró y salí corriendo, me tomó unos días darme cuenta que no me sentía tan culpable como debía por primera vez estaba haciendo algo por amor, por amor a lo que perdí y por amor a la justicia. Curtis debía morir, pero necesitaba exonerarme de todo así que utilicé mi máscara de Rómulo para atacar, se esparció la noticia de un asesino vestido de lobo que devoraba gente en los callejones neoyorkinos, El hombre lobo de Chelsea me llamaron. Pero tenía que cubrir mis huellas y expandirme, cuando maté al juez Morrison este ya vivía en Los Angeles así que tuve que amenazar a un par de vagos para que esparcieran la noticia, ellos se encargaron de matar aleatoriamente usando unas máscaras de plástico muy mediocres, los llamaron “los asesinatos de la luna llena” y yo sólo maté a una persona en el sur de California, al juez lo encontraron colgado sobre la H del letrero de Hollywood. A la abuela de Curtis Monroe la maté de manera imprudencial, sabía que la anciana frecuentaba los casinos y que no le caería nada mal un poco de compañía, la seduje siempre con los nervios floreciendo de cada uno de los poros capilares en la forma de un vello crispado. Era una persona amable y delicada, cuando digo que de verdad disfruté su compañía era cierto, si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias hubiéramos sido buenos amigos, pero las cosas ocurrieron como tenían que suceder y a pesar de sus buenos tratos yo sólo estaba enfocado en terminar con la vida de su nieto, planeé durante mucho tiempo todo lo que iba a hacer, ella me invitó a su casa de Lake Tahoe para conocer a sus nietos, pero cuando visite su chalet me di cuenta que la vieja no me presentaría a sus nietos, sólo quería parecer amable y que yo fuera su último amante, eso de verdad me molestó, cuando quiso obligarme, la empujé y la anciana se golpeó en la nuca. Nunca fue mi intención matarla, a ella no. Pasé toda la mañana intentando idear un plan para escaparme, me frustré tanto que apuñalé el cadáver un par de veces en la cama. No me podía retirar, necesitaba vengar la muerte de mi nieta así que dejé que pasara tiempo suficiente como para que sus nietos regresaran, mataría a Curtis y los desaparecería de la tierra, cargué el cuerpo de Gladis en un auto que compré para ese viaje y de pronto escuché un sonido, unos pasos delicados y pequeños, saqué del auto mi máscara me la coloqué, el chico cool cruzó la puerta, no era Curtis, era una versión más pequeña de él, traía una cámara y me estaba grabando, me acerqué al muchacho, no podía matar un niño, así que me contuve sólo me solté a reír, había tenido una oportunidad de vengar a Greta y la había desperdiciado, ahora era muy tarde. Le apreté las 18
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
mejillas con fuerza, quería que le estallara la cabeza pero no podía hacerlo, no encontraría paz matando a un niño. Me fui pero antes le tallé la cara con el cuchillo, si he de ser sincero debería aceptar que más no lo hice por gusto, fue un impulso terrible. Me llevé a la abuela y la incineré, sus cenizas deben estar ardiendo como mi casa en estos momentos, con el tiempo me contuve, pero mi ira nunca encontró paz, me faltaba una pieza del rompecabezas y tenía nombre: Curtis Monroe. Dejé que pasaran los años y un día me desperté decidido a matarlo, cuando lo encontré me topé con un hombre casado, con tres preciosos hijos y una esposa adorable, trabajaba muy temprano y se dormía muy tarde, de alguna manera me recordaba a mí cuando joven y no pude hacer nada, hablé con su esposa de manera casual un par de veces, ella sólo me confundió más, me aseguró que su esposo era una persona amorosa y lo vi con mis propios ojos negros, el chico cool de la escuela se había reformado, hacía caridad, era voluntario y tenía una familia feliz, mi odio no daba para tanto, lo dejé vivir, pero cuando la mujer comenzó a hablar de su hermano me di cuenta que si había alguien despreciable era él. Ahora estamos aquí, yo con mi víctima enfrente y un montón de personas que piensan que le voy a dar un trabajo en esta pequeña sociedad secreta de golpeadores y asesinos millonarios. Las cosas no pudieron salirse más de control, no lo miro, pero durante más de quince minutos noto cómo me observa, mientras las otras personas hablan de deportes y películas viejas él sólo me observa, entonces me preguntan sobre mi compañía y les digo que es un mal momento para invertir, el chico me interrumpe y con una sonrisa estúpida les dice que yo soy el mejor en lo que hago, en ese momento yo ya no sé qué pensar, ¿debería matarlo? Sacar el cuchillo y clavarlo en con fuerza en su pecho. Siento cómo todo se colapsa y no puedo seguir más, me empiezan a sudar las manos, mi ritmo se acelera, la visión se empieza a nublar y de nuevo siento esa maldita taquicardia que me recuerda que el corazón me va a explotar en cualquier momento, salgo inesperadamente de la reunión, siento todas las venas de mi cuerpo palpitar en de manera caótica, necesito respirar. Camino hacia el elevador y oprimo un botón que me lleva a una parte de la torre que aún está en construcción, me muevo entre las cintillas de peligro y los plásticos que envuelven las paredes prefabricadas y me detengo cuando llego a la orilla del edificio, siento el aire refrescar cabeza y llenar mis pulmones, entonces como si se tratara de una broma, el hermano de Curtis se acomoda a un lado mío y me dice “¿Qué se siente matar un hombre? ¿Qué sentiste al matar a mi abuela? Yo mismo quisiera hacer algo así, pero me temo que una vez cruzada esa línea no podría detenerme, me encantaría ser tu sucesor, cuando me dejaste vivir me tomó mucho tiempo darme cuenta que eso era lo que querías, que contiBiblioteca Digital de Escritores Queretanos
19
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
nuara tu legado como un depredador de la raza humana, quiero ser por quién se aterren en las noches, el producto de sus pesadillas, ser la persona por la que la gente se cubre la cara con las cobijas y reza para que nunca me cruce en su camino”. Lo miro con desprecio y a él parece encantarle, lo tomo del hombro con fuerza y con la otra mano lo guío hasta mi cuello, el empieza a apretar con fuerza y veo el rostro del diablo dibujarse en sus facciones, empieza a reír con tanta fuerza que se muerde la lengua y de su hocico empieza a emanar sangre. Está excitado y perdido en mis ojos que se empiezan a apagar, entonces me doy cuenta de que yo le hice nacer, el asesino que se encuentra asfixiándome es una máquina despiadada que nunca se detendrá, tiene los recursos suficientes como para cubrir sus huellas y su misantropía no conoce límites, pienso en Juniper mi mujer en Magnolia mi hija y en Greta mi nieta, ya no hay nada más que perder, lo tomo de las solapas del traje y con toda la fuerza que jamás he tenido nos arrojó al vacío. Entonces lo veo gritar de miedo y desesperación, ambos caemos y escucho el tronar de mis huesos contra el pavimento como el estallar de mil vidrios, siento cómo mis órganos se despedazan unos contra otros y cómo mi vida colapsa, todo se hace más oscuro, más oscuro y más oscuro, mis mujeres saben que lo hice por amor.
20
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
Cenizas en el muérdago Se detuvo frente a la puerta de vidrio de la cafetería en la estación central, según su último cálculo aún le quedaba suficiente tiempo, pero sabía que lo que pudiera encontrar dentro del establecimiento le podría robar su último aliento en cualquier segundo y entonces, como un disparo impremeditado, el corazón daría su última palpitación y comenzaría una asfixia que tenía varios años gestándose. Tomó el picaporte adornado con cascabeles y listones rojizos, la empujó y cruzó el umbral dentro del lugar, bajó la cabeza para concentrarse en los azulejos que componían un mosaico de grecas color ocre, acercó la mano a la barra y dejó que el guante lo guiara deslizándose hasta una esquina que se formaba con el límite del armatoste de madera y un ventanal desde donde se podía ver la estación del tren y el atardecer brumoso. Tomó una bocanada grande de aire olor a café y levantó el rostro, no tuvo que buscar ya lo habían encontrado, en el otro extremo de la cafetería, sentada en el cubículo debajo del muérdago donde se habían conocido estaba ella, como lo había prometido cuando la conoció hacía 10 navidades. El tiempo se detuvo en su mente, las luces navideñas que adornaban el sitio se detuvieron en un cálido amarillo creando la ilusión de flamas benévolas que resaltaban de manera divina el contorno de la corona de cabellos trenzados que rodeaba la cabeza de la mujer, se puso de pie y cruzó el cuarto dejando de lado el grupo de amigos detenidos al momento de chocar los tarros de cerveza caliente cuyas gotas brillaban en el aire pareciendo estrellas, pasó frente a la camarera que sonreía al saber que su hijo vendría a casa para pasar noche buena, removió a un pasajero petrificado y por fin se sentó frente a ella y acercó su mano a su rostro; el tiempo hizo estragos en su piel, ahora estaba empañada y con pequeñas salpicaduras del tiempo en forma de pecas trazaban constelaciones en su cara. Notó que veía un sitio en particular y giró la cabeza, en la ventana los copos de la noche reclamaban el firmamento y se estrellaban en los vidrios estampando su silueta helada. Se sentó frente a ella y se dio cuenta que el tiempo había retomado su caudal y ahora se movía implacable, ese momento de contemplación le costó demasiadas respiraciones, ahora tendría que contar sus palabras. –Era tonto, cuando me desperté me dije a mi misma que no tenía nada que hacer aquí–. Él sólo sonrió en un gesto de agradecimiento–. No sé por Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
21
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
qué, tú y yo no tenemos nada que platicar, nunca debimos conocernos y aun así me atreví a mentirle a mi familia. Mi esposo y mis hijos piensan que estoy haciendo compras de último momento, debería estar con ellos, pero estoy aquí frente a una persona que ya no amo y no sé por qué lo hago- Él agrandó el pecho, años de padecimiento lo habían educado a concentrar y manipular las respiraciones en los pulmones para que empujaran los intestinos hacia abajo y tuvieran una mayor capacidad pulmonar, con la caja torácica hinchada era capaz de hablar por más de tres minutos sin tener que respirar de nuevo. Comenzó a Exhalar palabras. –Y aun así viniste, no porque no me ames, sino porque algún día lo hicimos, estás aquí porque tal vez aún recuerdas ese beso debajo del muérdago. Prometo ser breve, así puedes volver a tus compras emergencia qué, aunque aceptara que en realidad no hay nada más que decir y te dejara ir para hacerlas, sé que no existen, tú y tu forma de planear las cosas nunca te permitirían tener compras de emergencia- Ella hizo una mueca arqueando la comisura de los labios en desaprobación –Ya no soy la misma persona que conociste- él interrumpió –Y tal vez la persona que conocí nunca existió, tal vez era una ilusión cómo el árbol de plástico emulando un pino, pero para mí eras real y sé que mientras duró para ti también- Ella se acomodó en el sillón y lo miró repasando cada una de sus facciones, el rostro estaba agrietado y se veía demacrado la complexión robusta que conoció había hecho una metamorfosis terrible generando un cuerpo escuálido que quedaba rebasado por las ropas invernales. Algunos recuerdos estaban reprimidos y le ardían en los ojos al intentar observar las manos que ella alguna vez sintió, los labios que besó y las pupilas en las que se reflejó. El hombre frente a ella era un cascarón vacío. “¡No!” pensó para sí misma, debía salir de ahí, estaba siendo acosada por el espectro de una persona que ella quebró, agachó la mirada y se dio cuenta que sus manos estaban entrelazadas, el continuaba hablando –Te conocí hace diez años, en esta estación durante una noche buena, nos dejamos hace seis en un San Valentín y como si se tratara de una tumba, prometimos vernos diez años después sin importar los rumbos que tomaran nuestras vidas; sin importar con cuantas personas nos abrazáramos durante la navidad o con cuantas nos acostáramos en San Valentín. Aun no sé si estoy imaginando esto o de verdad estás aquí- De pronto, sin estar segura si era totalmente voluntario ella apretó sus manos y el corazón le tembló aterrado por saber si la urna de cristal en la que depositó sus sentimientos estaba por quebrarse. Pensó en soltarlo, pero las falanges de sus dedos estaban aferradas a no dejarlo ir. Se obstinó en dar un motivo fulero –Estoy aquí porque lo prometí, es sólo eso- Él sonrió y el tacto se volvió cada vez más cálido –Te conocí en esta estación de trenes y cuando te perdí me costó un par de 22
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
años entender que la vida era un juego de estaciones, compartimos vagones con personas y permanecemos con ellas en ese vagón durante un tiempo indefinido, a veces el amor de tu vida simplemente se baja en otra estación, eso lo entiendo, puedes soltarme aun cuando nuestros corazones laten de nuevo en armonía y puedes irte, no te voy a culpar, o puedes hacer algo por mí y quedarte, eso sería darme el mejor regalo de navidad que nunca un par de ex amantes pudieron haberse dado para que pueda morir feliz- Ella soltó una risilla burlona, pero cuando vio que la expresión en su ex amante no cambió recuperó la compostura –Escuché que estabas enfermo, pero nunca me atreví a investigar- Él hizo de nuevo una respiración profunda –Enfermedad de Dekoekkoek, cuando el aire que respiras se convierte en diamantes pulverizados que desgastan poco a poco las paredes de los pulmones. No tenías porqué saberlo, lo que tienes que saber es lo que ocurrió hace una navidad- Ella se mordió los labios e interrumpió –De verdad lo lamento, pero no hay mucho que pueda hacer por ti, cumplí mi promesa de verte, ahora debo regresar a casa, con mis hijos. –Entonces vete- Las palmas de las manos le empezaron a quemar y los ojos se le llenaron de lágrimas –No puedo- apretó los dientes –Por favor déjame ir- Él le sonrió de vuelta y los ojos le brillaron – Te dejo ir- Abrió los dedos y dejó que sus manos se separaran para siempre, pero antes de que él pudiera alejar la manos ella lo tomó de nuevo –Por favor no me sueltes, no te mueras- El hombre levantó y miró el muérdago en el techo, le besó las manos y le contestó – Hace cinco años me detectaron Dekoekkoek, desde ese momento supe que mi suerte estaba echada, intenté vivir mi vida al máximo, pero durante un San Valentín comprendí que no debí haberte dejado ir por que no importa dónde ni con quién estuviera, no importaba si mi corazón ardía o mi pecho se inflamaba no me dolía tanto como me dolió perderte. Dejarte había sido como respirar bajo el agua. Pero nunca te busqué, prefería pensar que eras feliz y me da gusto saber que lo eres, pero la navidad pasada me dijeron podía morir en cualquier momento, eso me destrozó, no la idea de morir, sino el que nunca tendría la oportunidad de saber si vendrías a la estación diez años después. Acepté que iba a morir gasté todo mi dinero intentando prolongar mi vida, pero nada resultó. Sólo quería sobrevivir otra navidad, pero era imposible. Fue durante la ventisca de año nuevo que una mujer se acercó a mi hogar debajo del puente, era una dama de cabellos oscuros que serpenteaban en el aire y ojos completamente negros como la obsidiana- Ella lo miró preocupada le apretó los dedos con tanta fuerza que parecía que se podrían tronar como ramas -¿Qué hiciste?- Le preguntó –Aún quedan algunas- Tomó aire –Mi muerte era algo certero, pero me ofreció una oportunidad, vendí mi alma para poder saber cuántas respiraciones me quedaban antes de poder verte, 3 144 960 me dijo y se desvaneció en forma Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
23
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
de ceniza entre la nieve de la ventisca. Así inició mi guardia de ardores en el pecho y respiraciones profundas, mi cálculo nunca ha sido exacto, sé que queda poco tiempo y es todo- Ella movió la cabeza de manera negativa – Nadie vale el infierno ¿por qué hiciste eso?- Él la soltó, el tiempo se detuvo de nuevo, caminó hacia la puerta y salió de la cafetería, ella titubeó, pero se convenció de seguirlo -¿Por qué?- Preguntó de nuevo –Sólo quería saber si vendrías- Sintió entonces cómo sus pulmones se desmoronaban con cada pulsación, era como lo había imaginado, respirar bajo el agua, caminó hacia el sol del atardecer y dio una última mirada, ella estaba justo detrás, lo tomó del brazo –No debí dejarte en San Valentín, no me dejes en Navidad- Le tomó el rostro y besó sus labios con la calidez que sólo puede tener un beso que permaneció en el tintero durante tantos años y los sintió desvanecerse en el viento, cuando abrió los ojos el tiempo se había recuperado y el hombre había desaparecido, en el suelo metálico de la estación sólo quedaban cenizas y restos de muérdagos que se disiparon con el viento que hizo un nuevo vagón de tren cuando arribó al andén.
24
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
Atado alrededor del dedo Tal vez era por ser lunes o por el terrible clima que se dibujaba detrás de las ventanas asolando la ciudad con nubarrones grises que el lugar permanecía casi vacío. De las cuarenta mesas de diseño ochentero que componían el mobiliario central del restaurant sólo dos tenían comensales. La barra del bufete a un costado de la entrada era atendida por una chica de ojos rasgados que permanecía cautivada contemplando un juego de luces que salía de la pantalla de su teléfono y la hacía mover los dedos con velocidad, no mostró preocupación por los clientes ni por rellenar las bandejas de comida casi seca y fría que colmaban las bandejas de aluminio. En el extremo posterior del bufet chino de Ài yǔ qiū cerca en una de las cabinas que quedaban de espaldas a un papel tapiz que representaba la ciudad perdida se encontraba una chica acompañada de un vaso del peor té verde que alguna vez probó. En la televisión daban una telenovela por eso prefería distraerse viendo como las hojas que el otoño había secado eran arrastradas por la calle hasta una coladera o las pequeñas gotas de lluvia que escurrían por la ventana y trazaban líneas hasta toparse con otra gota, no sabía bien cuanto tiempo habría pasado en el restaurant pero los hielos apunto de fundirse con el té la hacían suponer que tenía más de una hora sentada en ese cubículo. No le daba importancia, su cita siempre era impuntual. Sorbió por fin los restos del amargo té y asomó su cabeza para buscar a la mesera, en ese momento se dio cuenta que era la única clienta en el lugar y no pudo evitar sentir lástima de sí misma así que buscó algo nuevo en qué distraerse. La patita del dorado felino japonés de la suerte se mecía arriba y abajo sin parar, no entendía la peculiaridad de la tradición asiática inclusive la parecía risible aun así no podía dejar de verlo. -¿Te gusta?- preguntó una voz familiar frente a ella. La figura de plástico la distrajo tanto que nunca notó llegar a su jefe. -Claro que no- Contestó la chica. –Creo que es tonto. Su jefe dejo entrever una sonrisa –Es una lástima, pensaba regalarte uno para tu cumpleaños, ya sabes para la buena suerte. -Gracias, pero no soy una persona supersticiosa. Antes de que él pudiera contestar algo, la chica asiática interrumpió para tomar la orden. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
25
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
-Un café está bien. -No café, sólo té- Replicó la mesera. -Un té y dos galletas de la fortuna por favor- Dijo él sonriéndole a la chica asiática. Su acompañante hizo una mueca con el vaso para que lo rellenara. Cuando la mesera se marchó los labios de él se estiraron haciendo un gran arco de comisura a comisura. -¿Por qué estás tan contento? -Cuanto tiempo tenemos de ser amigos ¿cuatro años? ¿Cinco? Los ojos de ella se levantaron intentando buscar una respuesta en el techo, no le tomó mucho, recordó el instante exacto en que lo había conocido, los modos, las formas y los lugares. -Seis de hecho, durante el cumpleaños de tu hermana, me había colado para conocer gente, tenía poco de haber llegado a la universidad y no era la persona más popular. Acababas de terminar con tu novia y tus amigos ya no te aguantaban, me acercaron a ti y te dije que te había dejado por que apestabas a viejo. Él soltó una risita y encogió los hombros. -Ya lo recuerdo ¿Siempre tienes que mencionar eso? Estaba muy deprimido, fue mi primera relación formal y hasta ese momento era el amor de mi vida. Ella recargó su cabeza en su mano y clavó su mirada en él mientras seguía contando. -Fue culpa de mi hermana, insistió en que dejara de estar deprimido pero me sentía muy mal, ella me obligó a arreglarme para la fiesta pero lo único que se me ocurrió fue usar loción para disimular mi olor a fracaso. Hurgué en los cajones de mi padre y encontré un frasco verde, nunca me di cuenta de lo mal que olía hasta que tú me lo dijiste. Ella soltó una risita disimulada que complementó con una sonrisa –No podía disimularlo, era como el olor a especias que tiene la gente que vive en el asilo con mi abuela. La mesera llegó con el vaso, una taza té y un plato con dos galletas de la fortuna. Tan pronto como desapareció de su vista ella levantó el vaso e hizo un brindis – Por las cosas rancias de la vida y por las que no nos arrepentimos- él chocó la pequeña taza y bebió un poco de té, inmediatamente su rostro se descompuso, bajó el té y abrió tres sobres de azúcar que vació por completo en el recipiente. -¿Segura qué no te arrepientes? -Así nos conocimos y creo que nunca el olor a viejo me había caído tan bien, hiciste que mi universidad fuera divertida y además me das trabajo. Sus cejas se arquearon y los ojos se le agrandaron como platos, entonces asintió con la cabeza y mientras revolvía con una cuchara la infusión contestó. 26
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
-Trabajo, de eso quería hablar. -¿No te gustó los arreglos que hice para tu último viaje? Él agachó la mirada y tomó un poco de aire –Nunca fui totalmente sincero contigo, cuando viajaba siempre te dije que era por negocios pero era mentira. La verdad es que estaba buscando algo. -Oye, soy tu agente de viajes, para mí no importa si viajas por placer o negocios, la verdad es que tardé en sospechar algo, pero bueno la empresa es de tus padres y si ellos autorizaban los viajes pues nunca encontré algo qué reportar. Aunque la verdad nunca supe que tendrías que ir a hacer a un lugar como Contessa. -¿Qué tiene de malo? -Nueva York, París, Tokio, todos parecen buenos lugares para hacer negocios, pero un lugar en Nuevo Mexico no era algo que encajara en tu estilo, después fue Omaha, Yukon, Ushuaia, Río Branco y Lafia. Parecía que cada vez querías ir a lugares menos populares. -La verdad es que estaba buscando en los lugares equivocados algo que siempre estuvo frente a mí. Ella se encogió en el asiento y titubeando le preguntó -¿Qué estabas buscando? -Por eso te cité aquí, aquí empezó todo. -¿A qué te refieres? Se acomodó en el asiento y puso sus manos en la mesa, tomó un sorbo del té endulzado y contestó. -Hace seis años estaba tan decaído que no encontraba un lugar que me dejara de recordad a mi ex novia y encontré este lugar se veía exactamente igual, la misma decoración los mismos gatitos de la suerte y el papel tapiz, todo era tan diferente a los lugares que frecuentaba con ella que me sentí… menos mal,- Soltó una bocanada de aire cargado de infusión y continuó -Siempre pedía este cubículo y ordenaba cualquier cosa, entonces encogía las piernas y me ponía a llorar ¿Por qué me había dejado? ¿Qué había hecho mal? Un día no supe qué ordené y el hijo del dueño me trajo una galleta de la fortuna, cuando la abrí el mensaje decía “Sigue el Hilo Rojo” no le entendí así que le pregunté. Me contó que si dos personas están destinadas a estar juntos nacen con un hilo rojo atado a la base de su dedo anular como si fuera una extensión de las arterias que llegan al corazón; se puede tensar o aflojar, pero nunca romper. Desde ese momento me di a la tarea de seguir mi hilo rojo, a menudo me imaginaba como una bola de estambre que se rodaba lejos de mi alcance. Cuando me esfuerzo mucho siento que lo puedo ver nacer desde mi mano y hacer figuras por encima de los muebles y los árboles como si Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
27
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
fueran telarañas. Por eso empecé a viajar, pensé que tal vez no estaba aquí y me decepcioné todas las veces, siempre encontraba una maraña de hilos que desprendían hacia cualquier lugar menos hacia donde debía. Hasta que me di cuenta que el hilo se tensaba y regresé. Ella se acomodó en el sillón y su corazón dio un vuelco cuando lo vio con los ojos radiantes de júbilo. -Me tomó mucho tiempo pero por fin lo sentí, sentí como algo jaló mi brazo con una fuerza imparable y dio un tirón en mi pecho. Ella se mordió los labios, apretó las manos y los músculos se le tensaron. -¿Y luego? -La vi, siempre a un lado mío, en la misma oficina, trabajando como secretaria desde hacía seis años en el despacho de mi papá. Sintió como el temperamento helado de una ventisca le recorrió la punta de cada uno de sus dedos, se extendió por los brazos, llego a la espalda y ocupó el torso hasta apagar lo que ardía en su pecho. -Wow, es increíble que después de tantos intentos y búsquedas por fin la hayas encontrado. -Sí, a veces creo que solo hay que darnos una oportunidad. -Supongo que esto acaba tus viajes- Dijo ella con la quijada trabada intentando mantener un semblante lo más sereno posible. Él la tomó por el hombro y con una sonrisa en el rostro le contestó –No te preocupes, deberías conocerla, es una mujer increíble, he salido pocas veces con ella pero creo que ella es la indicada. -Me da gusto oír eso. Por el trabajo no te preocupes, puedes seguir viajando, seguro te encantaría el polo norte- Terminó la frase y un puñado de emociones se le materializó en la garganta y los ojos se le enrojecieron, aun así con un esfuerzo sobre humano se atrevió a sonreír. -No va a ser necesario, encontré lo que buscaba. Ella metió la mano en su bolsillo y fingió hacer una llamada, tardó menos de un minuto en colgar. -Mi mamá quiere que le ayude con unas cosas, te manda saludos. Él sonrió –Dile que gracias y dale las buenas noticias por mí. Ella acomodó sus cosas en su bolso intentando no vomitar en su interior. Él sacó un billete y lo arrojó sobre la mesa. Se pusieron de pié y se abrazaron durante un instante. Tan pronto como lo soltó caminó hacia el exterior y sintió como algo la tomó por el hombro. El maquillaje se había mezclado con un par de lágrimas que delineaban las mejillas como si se tratara de acuarelas y tenía la mirada apagada, él no se atrevió a preguntar estiró la mano y le dijo -tu galleta- Ella estiró el brazo y tomó el bocadillo, sus dedos anulares se tocaron y él sintió como una 28
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
ESCRITOR QUERETANO: RICARDO P. QUEZADA
fuerza irresistible le jaló el brazo hacia enfrente como llamándolo y le dio un tirón en las arterias que conectan con el corazón. Se quedó ahí fuera del restaurante chino sin saber qué decir o qué hacer. Ella subió a su coche y a la luz roja de un semáforo tiró la galleta por la ventana y esta se rompió con el suelo. El papelillo que contenía se deslizó con el agua de lluvia hasta una coladera que estaba tapada por las hojas que el otoño había arrastrado, la superficie estaba empapada y la tinta se había corrido pero entre las manchas de color rojo aún se podía leer la palabra “Sigue”.
Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
29