de Lector vidas
miercolees
Pushkin: poemas para Selección de poemas el imperio
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leer más allá Casa Pushkin
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No. 32 Febrero 2018 Año III
Santiago de Querétaro, Querétaro OTRAS ARTES escritores queretanos Pushkin, Repin y Aivazovsky
Ana Georgina St. Clair
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Aleksandr Pushkin
Estimado Lector, este número presenta a uno de los máximos exponentes de la literatura rusa, si bien hay escritores rusos más conocidos, éste sentó el precedente para todos los demás por su notable estilo y sus obras literarias que permearon en la historia y en diferentes artes escénicas, se trata de Aleksandr Pushkin, poeta, dramaturgo y novelista, fundador de la literatura rusa moderna. Una vida corta pero intensa, muere el 10 de febrero de 1837; otras fuentes dirán que muere el 29 de enero de ese mismo año, sin embargo esa fecha data del calendario Juliano. En VIDAS, Roberto Delgado nos lleva por los pasadizos y altibajos de la vida de nuestro autor, con algunas anécdotas de la persecusión de un zar y el proteccionismo del zar subsecuente. En el MIERCOLLES te presentamos una selección de diversos poemas de Pushkin, en los que encontrarás la destreza de su pluma. En LEER MÁS ALLÁ, en suplencia de Valeria García, en esta ocasión escribo una anécdota sobre la Casa Pushkin y los diversos objetos que en ella encontré. En OTRAS ARTES, Addy Melba nos cuenta sobre diversas obras de arte realizadas por Aivazovsky y Repin, expuestas en el Museo Nacional de Pushkin. Dichas obras fueron inspiradas en la vida y obra del autor. En ESCRITORES QUERETANOS presentamos a Ana Georgina St Clair, escritora y editora queretana, con un par de cuentos Échale más ganas y En el rancho. En RECOMENDACIONES te presentamos Agnes Gray, de Anne Brontë, de la Colección de las Hermanas Brontë. Esperamos disfrutes de este número de L de Lector. PRT
Febrero 2018 Santiago de Querétaro, Querétaro Dirección editorial Patricio Rebollar
Vidas
pushkin: poemas para el imperio Roberto Delgado
MiercoLees
Selección de poemas Aleksandr Pushkin
Leer más allá
CASA PUSHKIN Patricio Rebollar
Otras artes
Pushkin, Repin y Aivazovsky: De plumas y pinceles
Addy Melba
Escritores Queretanos
ÉCHALE MÁS GANAS / EN EL RANCHO Ana Georgina St Clair
Asistencia editorial Diana Pesquera Relaciones Públicas Diana Pesquera Circulación y promoción Librerías Nuevos Horizontes, Librería Sancho Panza, Amadeus, Punta del Cielo, La Charamusca, Dipac, Moser Kafé. Colaboradores Patricio Rebollar, Diana Pesquera, Addy Melba Espinosa, Roberto Delgado Ríos, Ana Georgina St Clair.
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L de Lector. Febrero 2018, año III, No. 32. Publicación mensual editada por Par Tres Editores, S.A. de C.V., Fray José de la Coruña 243, colonia Quintas del Marqués, 76047, Santiago de Querétaro, Querétaro. Sitio web: www. par-tres.com, blogpartres@gmail.com. Editor Responsable: Patricio Rebollar. ISSN: 2448-5586 tramitado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor. Impreso por Hear Industria Gráfica, ubicado en Calle 1, No. 101, Zona Industrial Benito Juárez, 76120, Santiago de Querétaro, Querétaro, este número se terminó de imprimir el 31 de Enero de 2018 con un tiraje de 1000 ejemplares.
Se permite la reproducción parcial de esta obra en lo concerniente al texto del Autor del Mes en virtud de encontrarse libre de Derechos de Autor, en cuanto a las demás secciones de la publicación, se prohíbe su reproducción parcial o total, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito de los titulares de los derechos correspondientes.
vidas Pushkin: poemas para el imperio “Más vale quedarse aquí y esperar, a lo mejor se calma la tormenta y se despeja el cielo, y entonces podremos encontrar el camino por las estrellas” Pushkin. Cuando hablamos del Imperio Soviético, usualmente lo relacionamos con los Zares, con su famosísima revolución y con el temible dictador Stalin. Pero hubo alguien que logró que la sangre asociada al inmenso país compartiera el protagonismo con las hermosas ganas de vivir al leer poesía. Ese hombre fue el escritor Alexandr Sergeyevich Pushkin. Este poeta, novelista y dramaturgo nació en Moscú un 26 de mayo de 1799 en el seno de una familia aristócrata. Su abuela materna y su “Aya” (campesina al servicio de la familia), le transmitieron el amor por los cuentos y la poesía popular. De igual forma, tuvo una formación escolar sólida basada en la literatura francesa. Comenzó a ser un lector voraz teniendo a su merced una biblioteca compuesta por más de 3,000 libros. Entre 1811 y 1817 estudió en el Liceo Imperial (que curiosamente a su muerte fue rebautizado con su nombre). A los quince años salió del anonimato literario con el poema Al amigo poeta que tuvo buena crítica. Al cumplir veinte, publicó su primer poema largo Ruslan y Luidmila que rompió con el estilo neoclásico y provocó gran admiración. En esas fechas, convertido en un joven poeta aclamado, se mudó a San Petesburgo donde trabajó en el Ministerio de Asuntos Exteriores donde publicó Oda a la Libertad, mismo que estuvo a punto de provocarle un exilio a Siberia por la molestia del Zar Alejandro I. Pushkin no se detuvo, comenzó un periodo fecundo con El Cautivo del Cáucaso
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Por Roberto Delgado
producto de su experiencia militar, los poemas Gabrielada, Los Hermanos Bandoleros inspirado en Shiller, La Fuente de Bajchisarai y varias extraordinarias poesías. En la capital de Moldavia, teniendo apenas veinticuatro años, escribió el primer capítulo de su obra cumbre: Eugenio Oneguin, una novela en verso que comenzó a entregar hasta completar ocho capítulos. De este libro se han compuesto óperas (Chaikovsky), ballets (Eifman), obras de teatro, películas y es considerada un clásico de la cultura rusa. Pushkin siempre fue opositor al Imperio y por sus afinidades con grupos rebeldes como el de los soldados llamados “decembristas”, su obra de teatro más trascendente de nombre Boris Godunov tardó cinco años en obtener el permiso correspondiente de las autoridades. Una vez depuesto Alejandro I y a la llegada de Nicolás I, Pushkin logró regresar a Moscú bajo la protección del nuevo Zar quien lo promovió hasta lograr que fuera un éxito de ventas. En aquella época, en 1830, conoció a Natalia Goncharova con quien se casó al año siguiente. En la década de los treintas, hizo amistad con Niclas Gogol, fundó una revista, publicó novelas, poemas, obras de teatro y en 1833, a los 34 años, fue elegido como miembro de la Academia Rusia. Sin embargo, a raíz de enterarse de un coqueteo de un militar con su mujer, se batió en duelo y falleció el 10 de febero de 1837 en San Petesburgo a los 37 años. El Zar pagó las deudas y las pensiones de la familia del poeta y el mundo estuvo de luto pero a la vez agradecido por la magnífica obra recibida de alguien que le imprimió el sello romántico al sangriento imperio.
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Selección de poemas Por Aleksadr Pushkin
Se apagó el astro del día
Se apagó el astro del día; el mar azul cubrió la niebla de la tarde. ¡Restallad, restallad, dóciles velas! ¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano! Contemplo las orillas apartadas, el mágico confín del mediodía; Voy hacia él con emoción y angustia, embelesado por recuerdos tantos… siento que afloran lágrimas de nuevo hasta los ojos, y me hierve el alma y deja de alentar; en torno mío Un sueño familiar revolotea. Recuerdo mi amor loco del pasado, todo cuando sufrí y cuanto fue bueno, torturador engaño de esperanza y deseo… ¡Restallad, restallad, dóciles velas! ¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano! Vuela, bajel, condúceme a lejanos parajes, al capricho de los mares, engañosos, mas no a las tristes costas de mi brumosa patria, de mi tierra donde por vez primera mis sentidos ardieron inflamados de pasión, donde las tiernas musas me sonrieron en secreto, donde entre tempestades Se marchitó temprano mi perdida juventud, donde alígera alegría me traicionó, y el corazón helado entregó al sufrimiento. En búsqueda de nuevas sensaciones de vosotros huí, paternos lares, de vosotros, alumnos del deleite, efímeros amigos de mi efímera juventud; y vosotras, confidentes de mis pecaminosos extravíos, a quienes sin amor sacrificara reposo, gloria, libertad y alma, y vosotras, a quienes he olvidado, jóvenes traicioneras, misteriosas amigas de mi áurea primavera, y vosotras, a quienes he olvidado… Pero del corazón la antigua herida,
la honda llaga de amor, nada curó… ¡Restallad, restallad, dóciles velas! ¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano!
Ya vagué por las calles bulliciosas Ya vagué por las calles bulliciosas, ya penetre en el templo populoso, ya me rodeen alocados jóvenes, en mis ensueños sigo estando absorto. Me digo: pasarán raudos los años y por muchos que aquí nos encontremos, todos iremos a la eterna fosa y para alguno ya llegó su tiempo. Cuando contemplo el roble solitario, este patriarca de los bosques -piensosobrevivió al cruel siglo de mis padres y sobrevivirá a este siglo nuestro. Cuando acaricio a una tierna criatura pienso que es hora ya de despedirme: te cedo el puesto, florecer te toca, y para mí ya es hora de pudrirme. Cada día que pasa, cada hora, me he acostumbrado a ejercitar la mente, e intento adivinar cuál de entre ellos será el aniversario de mi muerte. Y ¿dónde me enviará la muerte el Hado? ¿En la guerra, en la mar, como viajero? ¿O si acaso será, el valle vecino el que reciba mis helados restos? Y aunque para mi cuerpo inanimado dónde se descomponga igual le sea, yo, más cercano a mi solar querido, de ser posible, reposar quisiera. Y que a la entrada misma de mi tumba una juvenil vida jugar pueda, y que Naturaleza indiferente
con su eterna hermosura resplandezca. Mañana de invierno Hielo y sol: ¡prodigioso día! Aún dormitas, encantadora amiga. Vamos, hermosa, despierta: Abre los ojos cerrados por el placer, ¡estrella del norte, acude al encuentro de la aurora norteña! Ayer tarde, recuerda, silbaba la nevasca, por el turbio cielo se arrastraba la bruma; la luna, como una pálida mancha amarilleaba entre sombrías nubes y llena de tristeza te mostrabas. Pero ahora… Mira por la ventana: Bajo los cielos azules, como una alfombra suntuosa, yace la nieve y el sol la dora; la oscuridad sólo reina en el bosque, el abeto verdea a través de la escarcha y el arroyo reverbera bajo el hielo. Una luz ambarina ilumina toda la estancia. Alegre chisporroteo crepita en la estufa encendida. Es agradable pensar junto al fuego. ¿Por qué no hacemos enganchar la yegua al trineo? Deslicémonos sobre la nieve de la mañana, querida amiga, abandonémonos a la carrera del impaciente caballo y recorramos los campos vacíos, los bosques recién expoliados, y esa ribera que tanto amo. A mi Aya Compañera de mis días austeros, mi decrépita paloma, sola en la espesura de los pinares, hace ya tiempo que me esperas. Triste, junto a la ventana de tu buhardilla, te apostas como un centinela. En tus manos surcadas de arrugas, la labor de las agujas se retarda. Contemplas la olvidada cancela sobre el sendero negro y lejano: la tristeza, los presagios, los afanes oprimen tu pecho a todas horas. Ahora te parece que…
En la profundidad de las minas siberianas En la profundidad de las minas siberianas conservad la altanera paciencia, vuestro penoso esfuerzo no se perderá ni la elevada inspiración de los pensamientos. Fiel hermana en la desventura, la esperanza despertará en el sombrío subsuelo el ánimo y la alegría; la hora anhelada está al llegar. El amor y la amistad os alcanzarán a través de los sombríos cerrojos, como llega mi voz libre a la madriguera del presidio. Caerán las pesadas cadenas, se derrumbarán las prisiones; la libertad os conducirá alegre a la salida y los hermanos os restituirán las espadas. Yo la amé Yo la amé, y ese amor tal vez, está en mi alma todavía, quema mi pecho. Pero confundirla más, no quiero. Que no le traiga pena este amor mío. Yo la amé. Sin esperanza, con locura. Sin voz, por los celos consumido; la amé, sin engaño, con ternura, tanto, que ojalá lo quiera Dios, y que otro, amor le tenga como el mío.
Yo te amé Yo te amé: el amor no se ha extinguido por entero en el alma todavía, mas no temas que vuelva a importunarte ni por causa alguna te aflijas. Yo te amé sin palabras ni esperanza, presa de celos y de timidez; te amé tan sincera y tiernamente como Dios quiera que te vuelvan a querer.
El profeta de 1826 Atormentado por la sed espiritual, me arrastré por un desierto sombrío. Y un serafín de seis alas apareció a mí en el cruce de los caminos. Me tocó los ojos con dedos tan ligeros como un sueño: Y mis ojos proféticos se abrieron como los de un águila asustada. Me tocó los oídos y se llenaron de ruido y de alaridos: Y oí el estremecimiento de los cielos, y el vuelo de los ángeles en las alturas, y el movimiento de las bestias del mar bajo las aguas, y el sonido de la vid que crece en el valle. Se inclinó hacia mi boca y arrancó mi lengua, pecador, decente y dado a la charla inútil; con la mano derecha empapada en sangre él insertó la lengua de una serpiente sabia, en mi boca adormecida. Él clavo mi pecho con una espada, y arrancó mi corazón tembloroso, y empujó un carbón de fuego vivo en mi pecho abierto. Como un cadáver, yacía en el desierto. Y la voz de Dios me clamó: “Levántate, oh profeta, mira y oye, estén llenos de mi voluntad, ir adelante sobre la tierra y el mar, y pon tu corazón en fuego con tu palabra”.
huye el Guadalquivir. ¡Quítate, ángel, la mantilla! ¡Cual claro día muéstrate! ¡Por la férrea barandilla enseña el divino pie! Del céfiro nocturno éter fluye. Bulle, huye el Guadalquivir. Te amaba Te amaba: tal vez el amor aún no se ha apagado todavía en mi alma; pero eso no será causa de tormento; no quiero que nada te entristezca. Te amaba en silencio, sin esperanza, atormentado por la vacilación y los celos. Te amaba con tal sinceridad y ternura como jamás serás amada por otro.
Datos Curiosos I
Fue pionero en el uso de la lengua vernácula en sus obras, creando un estilo narrativo –mezcla de drama, romance y sátira– que fue desde entonces asociado a la literatura rusa e influyó notablemente en posteriores figuras literarias.
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Su abuela materna y su aya, una humilde campesina, por las cuales sintió una devoción inmensa hasta el fin de sus días, le inculcaron un profundo amor por los cuentos y la poesía popular rusa, hecho de notar, ya que en su familia se hablaba francés, como era habitual en la aristocracia rusa.
Del céfiro nocturno Del céfiro nocturno éter fluye. Bulle, huye el Guadalquivir. Salió la luna dorada, ¡silen…! ¡chis!… guitarra al son. La española enamorada se ha asomado a su balcón. Del céfiro nocturno éter fluye. Bulle,
Tras terminar su formación académica se instaló en San Petersburgo, entrando III a formar parte de la vibrante y áspera cultura de la juventud intelectual de la capital donde su talento ya era ampliamente reconocido.
leer más allá Casa Pushkin El primer acercamiento que tuve a Pushkin fue al ver la ópera de Eugene Oneguin, de Piotr Ilich Chaikovski. Consta de tres actos con siete escenas, en las cuales Eugene, un joven egoísta vive lo suficiente para lamentar su rechazo al amor de una jovencita y termina retado a un duelo fatal a su mejor amigo, para al final quedarse solo. De allí adquirí en las librerías de viejo en la calle Donceles (Centro Histórico de la Ciudad de México) una copia del libro de Pushkin, de principios del siglo XX, perfectamente cuidada y conservada. Al leer los versos, quedé embelesado con la destreza del escritor para lograr en todos sus versos tetrámetros yámbicos (que descubrí que se llamaban así en internet cuya estructura de rima es “aBaBccDDeFFeGG” en los que se supone las letras minúsculas representan rimas femeninas mientras que las mayísculas representan rimas masculinas). Sin embargo mi acercamiento más próximo fue en agosto de 2016. Una mañana lluviosa, caminando junto a mi esposa por la Avenida Nevski, cruzamos el río Neva por el Puente del Palacio, vimos las columnas rostrales y dos calles más adelante nos encontramos con el Instituto de Literatura Rusa de San Petersburgo, anteriormente conocida como Casa Pushkin. Allí, un busto de Pushkin flanquea la entrada a este precioso monumento histórico, que data de 1905, como centro principal dedicado a los estudios sobre Aleksadr Pushkin en la Rusia Imperial, en el cual se conservan los manuscritos originales del autor, reunidos originalmente en París por Alexander Oneguin desde 1879 en adelante. Derivado de la Revolución Rusa entre febrero y octubre de 1917, muchas de las Instituciones no gubernamentales de la Rusia Zarista cerraron, sin embargo los encargados de la Casa Pushkin lograron convencer al nuevo gobierno de ponerla a disposición de la Academia de Ciencias de Rusia, con ello, la condición de conti-
7 Por Patricio Rebollar
nuar con la manutención y apertura del lugar, era que debía dársele cabida a todos los escritores clásicos rusos del siglo XIX; por ello es que la Casa Pushkin, en 1920, cambia su nombre a Instituto de Nueva Literatura Rusa. De allí, una búsqueda y recopilación implacable sucede hasta lograr obtener diversos manuscritos originales, primeras ediciones y artículos personales (escritorios, libretas, plumas, lentes, cigarreras, y un sinfín de cosas más) de los mejores escritores de la época como Mijaíl Lérmontov, Visarión Belinski, Iván Turguénev, Fiódor Dostoyevski, Chéjov, entre otros. El actual edificio en el que se encuentra, fue diseñado por Giovanni Francesco Lucchini entre 1829 y 1832, y está situado exactamente a un lado del edificio de la Bolsa y con vista al río Neva. Caminar dentro de aquel edificio fue una experiencia única, pues los muebles de madera separan con un cristal de pocos milímetros a la vista del tacto de aquellas espléndidas obras y artículos personales de héroes de la literatura, de esos que ya no hay hoy en día. Pushkin es un escritor que vivió en múltiples ciudades rusas, imperiales y socialistas, entre ellas: Moscú, Nizhni Nóvogorod, Kazán, Uliánovsk,Uliánovsk Laishevo, Uliánovsk Oremburgo, Sarátov, Penza, San Petersburgo, Chisnáu, Simferópol y Odesa. Todas en tan sólo 37 años que vivió.
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OTRAS ARTES
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Pushkin, Repin y Aivazovsky. De plumas y pinceles Dicen que una obra literaria siempre es más gratificante cuando se puede leer en el idioma original del autor. Desafortunadamente leer en ruso no es tarea fácil para los que nacimos lejos de aquellas heladas tierras, por lo que en la mayoría de los casos nos limitamos a las traducciones disponibles, confiamos en el trabajo de los lingüistas y editores y tratamos de pronunciar los nombres que muchas veces nos parecen imposibles, mientras imaginamos paisajes nevados y castillos imperiales. Por fortuna, el caso de la pintura es diferente y la universalidad de lo que transmite nos puede acompañar y alimentar nuestra imaginación cuando tratarnos sumergirnos en una de las etapas más representativas de la historia del arte en Rusia: el romanticismo. De esta manera, podemos combinar la apreciación de diversas artes y tener un panorama más completo. Aleksandr Pushkin, el autor que nos concierne en esta edición fue uno de sus representantes en el mundo de las letras y, el pintor Iván Aivazovsky hizo lo propio en el mundo de la pintura. Pushkin vivió intensamente, conoció diversos lugares y muchos de ellos no fueron por voluntad propia: en varias ocasiones fue desterrado, trasladado y enviado a prisión domiciliaria. Uno de estos casos fue su paso por Odesa, una ciudad ucraniana a orillas del mar negro que en aquel entonces formaba parte del Imperio Ruso. Pushkin llegó ahí tras haber agotado la paciencia de un general, quien había sido designado como su responsable para evitar un destierro a Siberia. Su comportamiento en Odesa ocasionó que le ordenaran un arresto domiciliario y antes de volver a casa de su padre compuso para su despedida el poema Al Mar en 1824.
Por Addy Melba
Este poema a su vez fue la inspiración de los pintores Ivan Aivazovski e Iliá Repin para el cuadro “El adios de Alexander Pushkin al mar” de 1877. El mar fue uno de los principales temas en la obra de Aivazovski, quien es considerado no solo un gran representante del movimiento romántico, sino un gran pintor en la historia y uno de los mejores cuando se trata de temas marítimos. Esta obra además permitió la colaboración de Aivazovski con Repin. Este último fue miembro de los llamados “itinerantes”, otro movimiento ruso del que se alejó con el paso del tiempo y la evolución de su obra. Ambos fueron destacados en el mismo tema, ambos son grandes representantes de la pintura rusa y ambos transmitieron a través de esta obra la nostalgia de Pushkin al dejar el mar en contra de su voluntad. El cuadro, una pintura de óleo sobre canvas, se encuentra actualmente en el “Museo Nacional de Pushkin” en San Petesburgo, Rusia. Un museo dedicado exclusivamente a la vida y obra de Pushkin. Dicho museo contiene más de 200,000 objetos dedicados a la vida y obra del autor, primero fue una exhibición y fue creciendo hasta 1999, cuando se estableció con el nombre y ubicación actual. La rebeldía de estos artistas mezclada con su acercamiento y protección de personajes políticamente influyentes ayudó a que sus caminos recorrieran diversos puntos del imperio, encontrándose los tres en Odesa y permitiendo que nosotros podamos encontrar esa parte de Rusia que va más allá de zares y nevadas. La belleza inmortal que podemos disfrutar sin importar nuestro idioma.
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escritores Queretanos
Échale más ganas / En el rancho Por Ana Georgina St. Clair
Ana Georgina St. Clair se crió en Hermosillo Sonora. Es hija de madre sueca y padre mexicano. Por causa amorosa llegó a Querétaro en donde ha vivido desde hace más de 20 años. Ha estudiado pintura, música, física, literatura y ciencias políticas. Se ha desempeñado como periodista, activista política y profesora. Actualmente combina sus actividades como escritora, editora y ama de casa. Se ha autopublicado en ediciones cartones y libros-objeto los libros Enamorarme de mí, De tejidos marítimos, viudas y tangas. Relatos y como ebook la novela corta La tormenta, disponible en Amazon.com Échale más ganas –Oye, ¿no te la puedes quitar y dejármela? No es la primera vez que me la pide. Eso de andarnos besuqueando y abrazando frente a los demás presos no es de mi agrado, pero todo compensa estar con él. –No, hasta que te la ganes –le digo, juguetona. Y como creo que le faltan varios meses para salir, evito tener que comprar otras. Lo conocí porque vine a ver a mi hermano, que me lo presentó. Salió mi hermano pero yo seguí yendo. Nos volvemos a besar. Me dice que le gusta así como la traigo, sucia. Si, es un cochino, tremendo distribuidor de droga y ladrón, pero es como me gusta. Hasta me hace temblar cuando se me acerca. Alto, con los músculos tatuados forrados en piel canela, delgadita, sus ojos morenos son cariñosos y amenazadores. –Ándale, que te quiero recordar. –No. Algo debo dejar para el gran agarre que nos daremos cuando salga. No me importa haberlo visto con otras viejas. Una de ellas, supongo, es su esposita, esa que le está pagando su fianza. Mensa ella, con un hijo chiquito, no sabe que este cabrón a quien desea es a mí. Incluyendo lo que traigo puesto. Caminamos entre otras visitas, me despide con otro beso que incluye una mordida suavecita a mi lengua, yo le correspondo igual. Volando de la cabeza pal cielo, me voy a casa, a esperar que sea día de visita otra vez.
A los dos días me habla. –Ya salí, me ayudaron con la fianza. Madre santa, ¡y va a venir a verme! Horas después está en mi casa, listo para que terminemos lo que empezamos. Lo bueno es que mi hijo anda trabajando al otro lado de la ciudad. Lo paso, medio platicamos y empezamos con los arrumacos, los chupetes, otro mordisco, yo igual. Nos vamos desvistiendo. Yo primero me quito blusa y brasier. Me pellizca suavemente la cintura, le agarro el cuero del brazo y lo levanto, me muerde un pezón, le abro de un tirón el pantalón que le queda suelto. No, no trae calzoncillo, como si le hicieran falta, pero se bañó antes de verme. Su pene está tan erecto que apunta en un arco a su abdomen. Así quería yo verlo. Me desabrocho y bajo los pantaloncitos cortos con todo y tanga. Con nuestros cuerpos encimados, mis uñas largas inician recorridos feroces por su espalda, él se alienta a morderme una oreja, luego me penetra con tanta fuerza que me quita el aliento. Lo hace con gran fuerza, aunque rápido llega al orgasmo. –¿Qué, me la gané? –me dice después de que reposamos un rato. –No, tendremos que practicar más. Échale más ganas, corazón, mañana te espero. Ese mañana no me habla. Dos días después le hablo al número del que me marcó. Me contesta una voz de mujer joven, con un fondo de niño llorón. Me lleva la chingada, está con su vieja. Cuelgo sin hablar.
–¿Nos vemos en tu casa? –me habla a la semana. No puedo decirle que no. Está pendiente, siempre quedo tan pendiente de él que aunque me dé coraje que esté con su vieja. Me aliviana pensar que fue ella y no yo la que lo sacó, la que gastó el dinero para llevárselo a su casa. Lo que no sabe es que también a mí me tocó ganar. Llega a mi casa de noche. Casi no hablamos. En la salita nos quitamos la ropa después de habernos mordido los labios. Me rasguña la espalda, yo también. Me muerde los brazos, suave, yo me voy a sus nalgas. Otra vez su pene es una flecha directo a su barbilla, Dios. Lo tomo y con los dientes rodeo su glande como si lo fuera a arrancar, son puras probaditas de su miel salada. El me retuerce los pezones con sus callosas manos y yo contengo el dolor, pero mi placer lo acompaña. Sé que me quiere penetrar pero con un gesto lo contengo, ahora lo acuesto y me le subo. Con las piernas dobladas, froto mis labios y vulva sobre su hinchado miembro, es placer adelantado. El me suelta una cachetada que me hace querer regresársela con todo y uñas. –La cara no –me dice deteniéndome la mano, y pienso que este desgraciado se quiere ocultar de la otra. Mis uñas recorren entonces su plexo solar, se traen arrugaditos los restos de piel que lo cubren, con todo y el tatuaje de león azul. Ahora sí estamos parejos, el placer me invade y me levanto un poco para encajarme en él. Me muevo lenta, pausadamente mientras permito que me muerda las manos, yo me inclino sobre él y agarro su oreja con los dientes, quisiera arrancarle un pedazo, nomás se la lleno de saliva. Mi orgasmo se apodera de mí, bailo acompasada sobre su cuerpo mientras él se aferra a mis caderas, me encaja las uñas cortas en las nalgas. Esto sí que es vida. –¿Qué, ya me la gané? –me ve satisfecho a los ojos. Recojo mis pantalones del piso, les meto la mano y saco unos hilitos rojos adheridos a un triángulo. Se la doy. Nunca regresaría, pero eso ya lo sabía.
En el rancho Ofelia me invita al rancho de sus papás. Iremos con sus dos hermanos mayores, que acostumbran cazar. Mis padres me permiten ir. Después de unas polvorosas horas de camino en la parte de atrás de su troca, llegamos en la noche a una casita abandonada, en medio del desierto. Ofelia baja sus mochilita, yo también. Trini y Beto nos señalan el cuarto donde hemos de dormir Ofelia y yo. Es una cama con un colchón sin sábanas, todo gastado pero no roto. Yo lo observo y descubro con horror que está todo manchado. Me acerco y veo con al débil resplandor del foco de la entrada que son líneas gruesas y delgadas de sangre seca. No tienen cobijas y debemos acurrucarnos ahí. Ellos se irán de cacería y dormirán afuera. Yo no me puedo acercar, ni siquiera animada por Ofelia, que parece acostumbrada a dormir ahí. Beto, desde su imponente estatura, le dice a mis asustados diez años que la sangre seguramente la escurrieron vampiros de paso por la recámara. Me asusto más, pues no sabía que escupieran sangre y menos sobre los muebles. Me quedo pegada a la pared por mucho tiempo, hasta que el sueño me vence y me acurruco en la orilla del colchón, en donde hay menos rastros de sangre. Duermo mal, despierto seguido. Espero ver volar los vampiros por el cuarto, abierto por el agujero de la puerta hacia un amplio porche. Peor aún, escurrirme la sangre que me habrían de chupar mientras estoy dormida. Por eso quiero estar alerta a cualquier aleteo, rumor, viento o líquido que pudiera caer del techo. El desierto tiene ruidos extraños, me asusta hasta el cantar de los grillos. De mañana, Trini y Beto duermen en catres en el descampado, no sé si cazaron algo. Yo observo el colchón: se ve más horroroso de día que de noche. Cuántos vampiros, pienso, para tanta sangre. Y yo en medio de ella. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos Más textos de Ana La tarde empedrada se hunde Quiero enamorarme de mi misma Las anónimas de la Revolución Mexicana Fui por que me invitaron a un mundo feliz
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Recomendaciones Hija de un pastor quien, con la intención de darle lo mejor a su familia, cae en la miseria invirtiendo en un mal trato, Agnes Grey emprende una misión para lograr su sueño, y al mismo tiempo, ser capaz de aportar dinero a su casa. Así, inicia su travesía para convertirse en institutriz, alejándose de su hogar y de sus arraigadas costumbres pues, siendo la más pequeña, se le consentía y se le ignoraba cuando quería aprender a hacer las cosas por sí misma. La sorpresa que se lleva no es para nada grata y, obligada a regresar a su hogar, insiste en intentarlo una vez más. Sus experiencias revelan el infortunio de todas las jóvenes que en esa época buscaban algo más que ser la esposa de un hombre, encontrando en la enseñanza, una manera de mantenerse por sí mismas. Por esa misma razón y dispuesta a sacrificar su dignidad y su felicidad, con el propósito de lograr el bienestar de su familia y sobre todo de su padre, quien había caído enfermo después de los lamentables acontecimientos, la señorita, y ahora institutriz, Grey, crece de una manera insospechada de sus experiencias y comienza un proyecto que, finalmente, recompensará sus esfuerzos y le brindará la felicidad que tanto ansió al emprender su sueño.
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