Revista Pasá la Voz - Edición Nº 14

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Texto/ Isabella Ángel/Comunicación iangel83@javerianacali.edu.co

Me desperté con lo de poeta bien subido y lo primero que dije fue: si me van a dar flores, que sean gardenias. ¡Qué flores para ser complicadas de conseguir! Me pregunto si realmente existen o fueron obra del realismo mágico de Machín. A decir verdad, la única versión de la canción que he escuchado es la de Daniel Santos, y sí que la disfruto. Me puedo imaginar a mi abuelo en medio de su patetismo conquistando a mi abuela que, sin inmutarse, tenía el corazón arrugado. Sí que es de esperarse. ¿A quién no se le arruga el corazón cuando le prometen dos flores de ese tipo? Y más cuando las has buscado por todas partes y no las hay. No existen. Las gardenias no existen, ¿o sí? Tal vez existan pero están en los jardines de todos los abuelos enamorados que conquistaron más de un corazón con estas. ¡No es posible que en ninguna floristería tengan una gardenia! Yo las necesitaba. Sí que las necesitaba. Necesitaba las gardenias. Eran importantísimas. Pero no. Al florista no se le ocurrió pedírsela a su abuelo o cultivarla en su finca. Si tuviese yo un abuelo, de seguro que no las cultivaría, ni las olería, ni las necesitaría, ni las regalaría. ¡Cuán testarudos y secos eran mis abuelos! ¡Nunca me dieron una gardenia! La mañana termina en una crisis casi que existencial. ¡No conseguí gardenias.! Compré dos rosas y dos lirios (muchos se preguntarán por qué dos rosas y dos lirios en vez de una gardenia). Pues aquí va la razón: no encontré gardenias esta mañana. Las gardenias no existen. Estoy segura de que no, ¿o sí? Tal vez existan, tal vez en la tumba de los abuelos más románticos. Tal vez bajo su osteoporótico esqueleto. Pero aquí, en el mundo de los mortales, no se consiguen.

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Ilustración/Mateo Vargas/ Diseño de Comunicación Visual mlvp@javerianacali.edu.co


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Texto/María Paula Idrobo Comunicación midrobo15@javerianacali.edu.co

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Sigo sin comprender por qué algunos reconocidos autores se empeñan en utilizar palabras rebuscadas y en construir párrafos que, en lugar de ser concisos y prácticos, están llenos de adornos que no concretan una idea, sino que la dilatan hasta tal punto que el lector se aburre. La lectura debe generar pasión y no aburrimiento. Un escrito ameno logra desatar emociones en el leedor hasta llegar a involucrarlo tanto, que logra crear una postura personal, un aprendizaje y una experiencia agradable de este mismo. Con esto no busco decir que el lector tiene que tener una tarea fácil y que la finalidad de los textos es tener la estructura de un cuento infantil, solamente quiero expresar que ese tipo de autores no generan en mí una admiración, más bien me causan indignación y rechazo, pues solo escriben para sí mismos y se olvidan de que un escrito comunica, no incomunica. Muchos escritores asumen que su reputación se mide por cuán complejo sea su texto, por la cantidad de palabras rebuscadas y por las vueltas que le den a una idea, olvidando que su papel es el de comunicar y que comunicar es una tarea que entre más concreta y clara sea, el mensaje se comprende y se capta mejor. Estoy de acuerdo con Estanislao Zuleta cuando en su texto “Sobre la lectura”

Ilustración /Juan Camilo Castillo Diseño de Comunicacion Visual juancastillo@javerianacali.edu.co


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plantea la idea de que el lector tiene que rumiar el texto que está leyendo y que tiene que encontrar la esencia de lo que quiere decir el autor. Pero en lo que no estoy de acuerdo es que el escritor se preocupe más por crear un texto denso y que asuma que eso es sinónimo de un gran literato, por lo que va a ser considerado inteligente y culto. Esto me causa molestia, pues la educación no va ligada con el conocimiento de palabras extrañas y complejas; al contrario, una persona o un escritor que tenga la virtud de llegar a diferentes públicos de una manera muy concisa y entendible se considera un mejor transmisor de ideas. Generalmente, los que tienen pensamientos tan cerrados y cuadriculados son discípulos o condiscípulos de algunos maestros ególatras de esa misma condición. De allí, que se haya llegado al extremo de requerirse una obra aclaratoria o explicativa para poder entender a ciertos “sabios”: “¿Cómo leer a…?”. Con esto quiero enfatizar en que hay lectores buenos y malos y que es deber de cada uno desarrollar y plantearse una postura crítica acerca de lo que se está leyendo, pero pienso que no es necesario utilizar artificios idiomáticos que no le aportan nada al texto. Qué paradójico sería si un individuo llegara con hambre a un restaurante y la carta fuera tan compleja, gramatical y semánticamente, que la persona no pudiera pedir nada de comer, por lo que tuviera que llevar un diccionario en mano y a un asesor experto para que tradujera ese sancocho gramatical. Como estudiante de Comunicación, me enfrento a diario con la búsqueda de una estrategia para poderme comunicar adecuadamente y es mi deber crear un canal tan claro y comprensible que me pueda hacer entender. Me es difícil comprender cómo la esencia de la comunicación, la cual es expresarnos sin complejidad y sin muletillas, no es adoptada por muchos escritores que, en su afán de superioridad, olvidan esa importante lección. Mi consejo, entonces, es que no hay que complicarse ni tratar de sobresalir en el mundo de las letras con palabras extrañas que solo el autor y ciertos “privilegiados” entienden.


Texto y Fotografía/ Carlos Arce/Comunicación carlosarce@javerianacali.edu.co

Le propuse a mi alma escapar de la estolidez del mundo. Empaqué mis sueños dentro de mi carne, allí estarían sabiamente abrigados por la parábola del tiempo. Me di cuenta de que el mundo estaba plagado de exacerbación y decidí colgar mi alma en el primer árbol que se cruzara en mi camino, allí dejé las brújulas del tiempo. Caminé entre las multitudes sintiéndome invisible, abriéndome camino sobre la espesa luz de la ciudad y entonces me di cuenta de que mi sangre galopaba velozmente. Me escapé del mundo sin escaparme de él completamente. Mi cuerpo tímido se quedó con los esnobismos de la ciudad.

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Mi alma descubrió las barreras que impedían el paso a un mundo nuevo. Nadie más sabría que cuando se deja escapar el alma ya no se recuerda más los laberintos de la memoria.


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Texto/ Lina Uribe Comunicación lauribe@javerianacali.edu.co

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Don Mario no recuerda si tenía 13 o 14 años cuando hizo su primera cometa. Estaba de vacaciones en Palmira donde su tío el alfarero y un día se topó con alguien que elevaba algo hasta el cielo. Se sentó al lado de aquel hombre y observó cuidadosamente cada paso para la elaboración del prodigioso artefacto. Después de esa clase informal pudo construir su primera cometa, “de esas que llaman ‘tajada’, la que tiene solo dos varillas. Me tocó ponerle papel periódico porque no tenía del otro. Fue difícil elevarla, pero al final sí pude”, comenta mientras evoca lo que sucedió hace 64 años. Desde ese día, Mario Ernesto Torres, un payanés de 77 años, no ha parado de hacer cometas. De niño las hacía con cáñamo o con el hilo que usaba la esposa de su tío para tejer; les ponía papel periódico y las pegaba con almidón de yuca, “porque en esa época no existía el Colbón”. Y cuando no podía comprar el almidón, salía a la calle a recolectar una pepa negra que caía de los árboles y que le servía para pegar el papel. El nombre de aquel fruto ya se le olvidó. Llegó a Cali cuando tenía cinco años y todavía existía el ferrocarril. Los edificios que ahora invaden la ciudad no eran más que árboles de caimo, madroño, níspero, anón, mamoncillo y chirimoya. “Esto era un llano”. Se devolvió a Popayán

para iniciar el bachillerato y allá vivió con su abuelo, alfarero de oficio, quien intentó enseñarle cómo se hacían las ollas de barro. Pero Mario nunca aprendió. Cuando casi, casi las tenía listas, se le desplomaban por malos cálculos en la cantidad de los ingredientes. Sin embargo, esto hizo que se fuera enamorando del trabajo hecho a mano. Las vacaciones que los años siguientes pasó en Cali al lado de su madre las aprovechó para vender cometas en la galería. Se fijaba muy bien en las de los demás para copiar los diseños; de esta manera logró construir faroles, tajadas, cometas con coto y estrellas de seis puntas que vendía quizás a diez o quince centavos. En aquel tiempo transportarse en un bus costaba cinco. De la guadua ‘jecha’ a la cometa hecha En la mesa del comedor, don Mario extiende varias hojas de papel en las que tiene dibujados estilos de cometas que diseña cuando alguna idea llega a la mente. “Fíjese esta qué bonita, tiene muchos colores. Mire esta otra con estos ‘zumbambicos’ acá para que suene con el viento”, dice. Desde principios de junio compra la guadua entera para sacar de ahí los palitos y empezar a pulirlos. “La guadua tiene que estar ‘jecha’, o sea, madura y sin rotos para que no vaya a partirse fácil”. Luego consigue la piola y el papel celofán de distintos colores. Con todo listo, se puede demorar una hora en armar cada cometa, aunque él prefiere una producción por fases: hace primero los esqueletos, luego pega todos los papeles y por último acomoda todos los tirantes que tienen que mantener una distancia específica para que el vuelo de la cometa sea exitoso. Afuera de su casa hay un aviso de ‘Se venden cometas’ en una perfecta letra técnica. Debajo de este

cuelgan todos los ejemplares que llaman la atención de quienes caminan el andén. Hoy en día una de sus cometas cuesta entre cuatro y cinco mil pesos, “aunque el farol es más caro porque ese tiene mucho trabajo, ese vale ocho”, enfatiza don Mario. Aunque el costo de las cometas es más bien algo simbólico ya que no recompensa todo el trabajo que requiere elaborar cada una de estas piezas, la mayoría de la gente regatea para conseguir descuentos. El año pasado, dos jóvenes fueron hasta su casa para pedirle que les elaborara una cometa de dos metros. “¡Dos metros! Imagínese eso tan grande”, comenta don Mario. “Yo les pedí cincuenta mil y uno dijo que eso tan caro, a lo que yo respondí ‘pues entonces hágala usted’”. Luego fueron otros a cotizar una de un metro y medio. Cuarenta mil pesos no les pareció costoso y prometieron regresar, “pero llevan un año sin venir”, agrega entre risas.

Ilustración/ Juan David Moreno Diseño de Comunicación Visual jdiaz93@javerianacali.edu.co


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“Algo de uno volando en el cielo” Don Mario estudió hasta octavo grado y de ahí en adelante la misma vida se encargó de darle las mejores lecciones, como aquella de que la felicidad es mucho más importante que el dinero. Por eso ahora no lo piensa dos veces cuando un niño quiere una de sus cometas y no tiene el dinero suficiente: “Yo se la doy, que se la lleve. Es más importante ver a un niño feliz elevando su cometica que lo que me puedan pagar por ella”, asegura sin titubeos. Su sangre de artesano lo llevó a to-

mar clases de cerámica en los años 50 con un profesor español que llegó a la Universidad del Cauca en aquella época. “Fructuoso Del Río era un tipo muy inteligente, todo el día fumaba y tomaba tinto sin azúcar, pero hacía unas piezas hermosas en cerámica, unos muñecos con unos deditos pequeñitos, pequeñitos”, comenta mientras se sumerge de nuevo en sus recuerdos de hace más de medio siglo. Trabajó cuatro años con Del Río y lo aburrió su mal genio. Regresó a Cali e ingresó a la empresa Cerámicas del Valle, donde unos japoneses continuaron enseñándole sobre cerámica a cambio de que él les enseñara español. Allá llegó a ser jefe de modelado y se jubiló 28 años después. Sin embargo, sus ocupaciones de adulto y su rol de padre de familia no le impidieron nunca seguir elaborando cometas. “En las vaca-

ciones de diciembre yo seguía haciendo mis cometas. Con mis hijos menores iba a un cerro de Yumbo y allá las elevábamos, a veces la gente que estaba ahí me pedía que se las vendiera y yo les decía que sí”, cuenta evocando ya los años 70. Entre vuelos de imaginación, de cometas y de aviones, don Mario llegó a Estados Unidos en 1993. Durante once años se vio obligado a separarse de sus cometas “porque por allá no se ve eso”, pero retomó su oficio cuando regresó a Colombia. Recalca con certeza que ahora no lo hace por negocio sino por diversión, y que hacer cometas es algo que le encanta, lo entretiene y le despeja la mente. Hay algo en él que lo impulsa a continuar con esta tradición, porque está completamente seguro de que no se compara lo que hoy día ofrecen los aparatos tecnológicos a la emoción que se siente al ver “algo de uno volando en el cielo”.


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Texto/ Felipe González Comunicación fgonzalez80@javerianacali.edu.co

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Hace poco los rockeros sufrieron un golpe bastante bajo cuando salió en la prensa que el Cali Underground, uno de los festivales más grandes y “emblemáticos” de la ciudad de Cali, fue cancelado por la poca demanda que tuvo este año. Se suponía que iba a ser realizado en septiembre del 2012, pero debido a inconvenientes fue aplazado para febrero del 2013 y, finalmente, fue reaplazado para septiembre de este año. Luego de tanto trajín, el festival estaba listo para realizarse entre el 13 y el 15 de septiembre. Cada día contaba con una gama de diferentes géneros para darle oportunidad a toda la “escena underground” de Cali. El primer día estaría dedicado a géneros como rock fusión, ska, reggae, y contaría con la presentación de bandas como Skapimedia, Liquidelic y Raíz Urbana; el segundo día dedicado al indie, rock alternativo, punk, hardcore, con bandas como Electric Sasquatch, JDHK, Monkys y Null; y el tercer día sería dedicado al metal y al rock pesado, incluyendo bandas como Helicon y Depressor. El festival contaba con una tarifa bastante económica, $10.000 un día, $15.000 dos y los 3 por solo $20.000. Por desgracia,

el festival no tuvo otra opción y anunció a través de su página de Facebook que no se realizaría por la poca demanda. ¿Qué es lo que pasa con el rock en la ciudad? Es imposible que este sea un género detestado por toda la ciudad unánimemente como para que la acogida sea tan pequeña. Hubo gente que rechazó la propuesta del Cali Underground y muchos decidieron no comprar boletas como descontento. Como espectador es muy agradable oir música sin tener que pagar un peso, pero como músico es una maldición, no hay ni para el vaso de agua

que uno “canalea” en las oficinas. Los artistas no comen aplausos, a pesar de que uno lo haga por amor al arte sería bueno que, considerando las horas de ensayo, de grabación (todo festival exige como mínimo dos canciones grabadas profesionalmente), presupuesto para los equipos y otras cosas, se recibiera una ganancia a cambio, así como cuando uno le paga a un técnico para que instale el wifi. Entre otras cosas, descubrí que hay personas que sí les gusta el rock y que sí disfrutarían un concierto así tengan que pagar una boleta de


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Por otro lado, me atrevería a decir que Cali es la ciudad donde está el mejor rock de todo el país. Desde el sonido ‘bluesero’ de Big Mama Blues, hasta el sonido grunge sucio de Immodium, pasando por el shoegaze medio-indie de Paranoia. Tenemos desde el hardcore agresivo de Holy Family y Fallen Titans hasta el black metal de Erzebeth y el death metal de Iconoclast. En la senda del progresivo tenemos el progresivo rayador de los Desnudos en Coma, los experimentales Electric Sasquatch y los no tan conocidos Polychrome.

$20.000. Pero lo más interesante es que estas personas estaban contentas de que el gobierno promoviera espacios culturales para que el rock tenga un medio donde manifestarse libremente.

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Me parece muy curioso que, a pesar de que en la ciudad haya un círculo de rock tan amplio y que sí estén los espacios para el rock, la gente no muestre interés por este tipo de actividades culturales. Para mí, entonces, el problema recae en que tal vez la gente no soporta pagar una boleta. Por lo general el espacio se llena para un concier-

to gratuito, ya sea en la Tertulia, en Cristales, o donde sea; no hay límites para el “gorrero profesional”. Sin embargo, cuando hay cover, hay visaje y aparecen todos los problemas del mundo: no hay plata, muy lejos, no hay cómo ir, es muy caro, etc. Un caso muy particular fue el del Festival Batalla por el Rock, donde tocaban 18 bandas, cada una con 40 boletas y se esperaba un mínimo de 270 personas; no obstante, yo sólo vi alrededor de 120 personas y más triste fue saber que hubo bandas que entregaron todas sus boletas para que el espacio se llenara.

Mi punto es que Cali es una ciudad donde sí se respira rock, y hago la invitación porque debe ser la misma gente que tenga las pelotas u ovarios de pagar una boleta. Si el concierto es bueno, áspero; y si no, pues suerte, disfrute lo que pueda. Ir a un concierto no se trata de ir a farandulear con sus amigos en las afueras de un bar donde esté tocando una banda conocida para estar con la supuesta “gente de la escena”, se trata de ir a escuchar lo que está gritando la ciudad y apoyar todo este ecosistema que hace lo que puede para probarle al mundo entero que Cali es Underground y escucha rock… y rock del bueno.


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Texto/ María Jimena Fernández/Ciencia Política mjfernandez@javerianacali.edu.co

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ace un tiempo, la sociedad se ha ido rejuveneciendo. Los adultos mayores que, anteriormente en cada parque, en cada encuentro con algún contemporáneo, hablaban, dialogaban y encontraban soluciones al conflicto colombiano, al menos por la vía oral, están desapareciendo. Esas eran charlas con tintes políticos, cargadas de interés, de conocimiento y en las que se podía hasta vislumbrar gestos de cambio. Pero hoy en día, la sociedad naciente poco sabe y, peor aún, poco le importa lo que pasa; no existe ningún interés por lo que suceda con el sistema político colombiano. Quizá, y por no juzgar a nadie, el problema radica en el cansancio colectivo de una nación que de Ciencia Política pasó a politiquerías baratas, discursos de medio pelo, promesas y más promesas, clientelismo y corrupción. Año tras año, cada gobierno sube a llenar

sus arcas, mantener su estatus y dictar leyes que llevan, cada vez más, a la inminente desaparición de la clase media, la clase trabajadora de este país. ¿Y qué sucede con esto? Que la brecha entre ricos y pobres es cada vez más grande. Que mientras las mismas cuatro familias de siempre cuidan sus haciendas, pulen sus carros y viajan a educarse al extranjero, los demás colombianos, los de a pie, siguen sin por lo menos tener resueltas sus necesidades vitales, sin tener ese estado de bienestar que tanto pregona la democracia. Ahora, no muchos de los jóvenes que empiezan a formar parte de la actual y futura sociedad tienen clara la importancia de ser actores participativos, activos en el ejercicio de la vida política. No se trata de llenar el aula de futuros presidentes, no. La necesidad radica en la

importancia de crear una nueva sociedad, pensante y doliente por aquello que sucede, de jóvenes capaces de educarse con la proyección de ser los médicos, abogados o ingenieros que Colombia necesita, que asuman la educación como la base fundamental del desarrollo social. Esos mismos jóvenes capaces de votar y elegir, libre y conscientemente, al timonel del barco colombiano. No más juventud pasiva y desvinculada de las nociones políticas y sociales. No más juventud sin proyección. Estudiantes que cumplen por notas finales y no por su formación integral. Colombia necesita la participación de todos. Jóvenes, en nuestras manos está el futuro de Colombia. Actuemos. Vinculémonos. Responsabilicémonos de elegir bien, de entender lo que nos proponen y no nos dejemos llevar por falsas ideas. Llegó la hora de rejuvenecer para embellecer el Estado colombiano.


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Fotografía /Andrés Guerrero Diseño de Comunicación Visual aguerrero@javerianacali.edu.co


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Texto/Juan Sebastián Rojas Psicología jrojas62@javerianacali.edu.co

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Ochenta. Recuerdo cuando pasaba la calle después de ir al colegio. Mi madre me recibía con un abrazo que quizás expresaba el sentimiento más puro, acariciaba mi cabeza, seguido de la típica pregunta –¿Qué hiciste hoy? Y la misma respuesta –Nada. Continuaba el camino hacia mi cuarto mientras pensaba en Victoria, la niña que había conocido aquel día después de que se acercara y con su mirada tan profunda, que sin dificultad intimidaba y enamoraba, me pidiera el color amarillo. Obviamente no se lo presté, me los había dado mi abuelo, no entendía por qué debería prestárselo; me tenía confundido. El mismo día, durante el descanso, mientras disfrutaba de mi columpio apareció de nuevo, ya me daba miedo, era más grande que yo, pensaba que en cualquier momento me podría atacar. A mis ocho años, era consciente de lo duro que era la vida, y ahora más con Victoria asechándome. Setenta y cinco. Estoy en mi viaje favorito donde por primera vez conocí el mar, tropecé y caí de cara sobre la arena; creo que hasta en el lugar menos pensado hubo rastros de ella. El mar por poco me hace perder en sus brazos, siempre tan engañoso. Siento a mis padres

felices, pienso que su felicidad es producto de mi buen estado en este viaje. A mis nueve años aprendí que cualquier experiencia hay que disfrutarla como si fuera la última. Setenta. Llegaba la imagen de mi primer amor, el que consideraba verdadero. Estaba ella tan pura como si estuviera de nuevo a mi lado, siempre despertando esa cantidad de placeres inexplicables en una persona. Pero no olvido que cuando me brindaba su mano me sentía atado, era un límite que quizás por ceguera esperaba tener de por vida. Hasta ahora no me siento cómodo estando de la mano con alguien. A los diez años, guiado por caprichos, pensaba que la lógica de la vida estaba alrededor de un sentimiento. Qué estúpido. Toso muy fuerte. Ahí va un poco de mi ventilación. Sesenta y cinco. Veo desde la ventana del salón a mis amigos jugando, corriendo en dirección a la felicidad, lo digo por sus risas. Después de mucha concentración, encuentro mi reflejo en aquel cristal vacío, creo que el gorro me queda grande. A mis once años entendía que compartir la vida con los que te rodean puede llegar a ser más gratificante. Pulso menor de sesenta, de afue-

ra ingresa un poco de aire a mis pulmones, no sé qué esperan. ¿Y ahora? La presión que tengo sobre mi pecho me recuerda a un parque de diversiones, la razón la ha de tener este sentimiento de irme a un vacío. Este vacío se presenta frente a mí con mi familia, abraza a mi mamá y le cuenta lo que hizo en su día, se acerca a Victoria, ahora un poco más grande y le pinta una realidad en amarillo mientras empuja su columpio. Supongo que la cara de mis padres no es la misma de cuando conocí el mar, pero si lo piensan bien, tal vez él ya había advertido que no me tendrían para siempre. Si mientras me brindaban una mano me sentía atado, espero que en este momento sin tener opción de elegir, esté yendo justo a la libertad; reconozco que muchas manos quisieron ayudarme. Ahora cambiaron los papeles, del otro lado de la ventana me observan mis amigos, corriendo en dirección a la muerte, lo digo por el sonido constante, un pito que quiebra el sentimiento de muchos. A mis doce años entendía que la vida era un conjunto de pasiones y recuerdos que llegaban a la mente justo antes de partir.

Ilustración/Juan Camilo Ramírez Diseño de Comunicación Visual juancramirez@javerianacali.edu.co


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Texto/ Juan Camilo Ortega Comunicación jucaorre@javerianacali.edu.co

En pleno siglo XXI, o el más conocido siglo de las apariencias, el narcisismo se ha convertido en el pan de cada día de los estudiantes universitarios. “Fitness” es la palabra de moda y la vemos por todas partes. Los gimnasios en Cali se convirtieron en un negocio potencialmente rentable y hasta en las redes sociales cada vez se ven más perfiles de motivación física, donde muestran a un montón de personas con abdominales marcados y glúteos firmes. Tristemente, a los no tan dedicados, que preferimos dormir y deleitarnos con los manjares de la comida chatarra, que preferimos invertir el tiempo en cosas más productivas, nos han dejado de lado por hombres y mujeres vanidosos, con dietas llenas de almendras y ensaladas, que de seguro no tienen tiempo para leer un libro porque lo más probable es que estén ocupados dentro de un gimnasio cumpliendo su rutina de ejercicios.

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Así, en nuestros días es más valioso un par de bíceps marcados que una conversación amena y fluida a la hora de cortejar a una mujer. La sociedad perfecta sería donde no se trabajaran tanto en los tríceps, sino más bien en el cerebro. Donde las preguntas más comunes en una conversación no sean ¿cuántas libras alza en pecho? sino ¿cuántos libros se lee por semana? Desafortunadamente estamos lejos de una sociedad de esas, pero muy cerca de ser una sociedad netamente plástica, donde priman las apariencias: un buen cuerpo, un carro y una buena chica plástica con quien pasar el rato, como lo dice una famosa salsa de Rubén Blades:“en medio del plástico también se ven las caras de esperanza que trabajamos por una sociedad diferente”.

Ilustración /Pilar Contreras Diseño de Comunicación Visual mariap@javerianacali.edu.co

Lettering/ Simón Londoño -Le monsta Diseño de Comunicación Visual simonl@javerianacali.edu.co


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Fotografía/ Carlos Arce/Comunicación carlosarce@javerianacali.edu.co


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Texto/ Luis Miguel Tróchez /Comunicación ltrochez55@javerianacali.edu.co

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Qué magnífica es la vida, qué hermoso sería si todos sacáramos el espacio para pensar qué hemos hecho en el tiempo que hemos vivido. Qué lindo sería sentarse cada noche a hablar de lo que se hizo en el día, ya sea acompañado de tu sombra ante el fuego de la hoguera o simplemente ante el reflejo de tu cara en el espejo. Sí, sería magnífico si lo intentaras. Créeme, lo he hecho y realmente me veo como un idiota, riendo solo, riendo de mi risa, pero también créeme, se duerme o se despierta más tranquilo y renovado que nunca; ese momento de reflexión te lleva a querer vivir la vida de una manera más emocionante, no me refiero a ir y saltar a la alberca de algún vecino, jugarle bromas a gente desconocida o hurtar chocolates de alguna dulcería . No, no me refiero a eso, me refiero a hacer lo que de verdad desearías hacer, a hablarle a esa persona que te gusta o con la que peleaste, no calles, ríe, corre, salta, pega, cae, no importa, sólo hazlo, verás cómo se sonríe con facilidad, cómo entra en el cuerpo esa satisfacción de placer, el placer de lo soñado. Pienso que la vida de cada cual no Lettering/ Simón Londoño -Le monsta Diseño de Comunicación Visual simonl@javerianacali.edu.co

es solo una, la vida está resumida en cada segundo que pasa, que ante su condición de irrepetible, simplemente no será el mismo, cada segundo es un conjunto de oportunidades, de errores sin cometer y que esperan que caigas en ellos, esperan que en el siguiente segundo te levantes y logres lo que quieres, así sea simplemente observar la hoja que cae, el pájaro que canta, a tu madre o a la foto de un recordado difunto. Sí, qué grande sería vivir sin ataduras, sin creencias, sin dinero, sin pobreza o riqueza, qué grande sería simplemente vivir; vivir para vivir, para ver, escuchar, probar, llorar sin razón, reír sin parar o percatarte de cuán perfecto eres que lo puedes hacer. Vivir.


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BUSCANDO A LA CHECH Y LA COMUNICADORA A la Chechy Baena se la puede encontrar en las redes sociales. Tiene Twitter e Instagram. Otra cosa es tratar de conseguirla personalmente, pues es alguien que anda por los cinco continentes. Ser campeón mundial en cualquier deporte es una hazaña, lograrlo 24 veces, es un privilegio… La encontramos en Cali durante los Juegos Mundiales. Estaba acompañando a sus colegas que disputaban medallas. Cecilia Baena, más conocida como La Chechy, puede darse el lujo de decir que ha hecho vibrar al país en 24 ocasiones, pero también, y a pesar de tantos triunfos y reconocimientos, sigue manteniendo su humildad y sencillez.

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Aunque este año se ha mantenido lejos de las competencias y no estuvo en Juegos Mundiales ni en el Mundial de Bélgica, Cecilia afirma que aún no es hora de su retiro. Solo le está dedicando tiempo a otra de sus grandes pasiones: la Comunicación Social, carrera que cursa en la Universidad de la Sabana en Bogotá.“No he pensado en el retiro. Este año he tenido otras prioridades con mi estudio y con mi trabajo. Uno cumple ciclos y

no puede dejar los otros proyectos de vida que se tienen. Tengo 24 títulos mundiales y pensé que era la oportunidad de hacer algo más, quise darme el tiempo de tomar un nuevo aire y dedicarle más al estudio”. Y es que Cecilia lleva la comunicación en la sangre. Su padre, Eugenio Baena, lleva muchos años dedicado al periodismo deportivo, y como ella misma reconoce, su contacto desde temprana edad con los medios ha hecho que poco a poco se fuera enamorando de esta profesión. “Siempre he estado detrás de los micrófonos, siempre he estado de este lado, siempre he sido yo la entrevistada. Esta profesión me gusta mucho, es muy bonita y es la que quiero ejercer”. Si de gustos se trata, en medio de risas, La Chechy acepta que le gusta la televisión porque “siempre he tenido mayor afinidad, porque los medios televisivos son los que me han dado más la oportunidad de aprender muchas cosas”, pero también le gusta la radio. “Siento que se puede ser más uno, no se tiene que ser tan acartonado, se puede hablar mucho más, es más

relajado, además, es muy difícil transmitir con palabras a alguien que no está viendo lo que está sucediendo, los hechos, entonces eso le pone un grado de dificultad más interesante, lo hace más bonito”. Su proximidad a los medios de comunicación le permite tener una postura sobre lo que es el periodismo deportivo en Colombia, al que le reconoce virtudes, pero en el que también encuentra sus puntos desfavorables. “Entre las cosas buenas está que es la manera en que los deportistas se pueden dar a conocer, como se pueden saber nuestras hazañas, nuestros triunfos, las alegrías que uno le puede dar a un país. En cuanto a lo malo, los medios son los primeros que te suben y los primeros que te bajan cuando las cosas no salen bien, es algo que hay que saber manejar, porque estando uno de este lado, siendo uno el protagonista a veces eso influye mucho en nuestra personalidad, en nuestro carácter al momento de una competencia”. Y si de forjar el carácter y saber manejar a la opinión pública se trata, Cecilia tiene experiencia en esto. Ser campeona del mundo por primera vez a la edad de 13 años,


HY, LA PATINADORA Texto/Katherine Martínez Egresada de Comunicación kmartinez@javerianacali.edu.co

siendo la campeona más joven de la historia del patinaje, la puso desde muy temprana edad en el foco de las cámaras, y la ayudó a formar a la mujer que es hoy en día. “Siempre hay que mantener los pies sobre la tierra” fueron sus primeras palabras cuando le pregunté por cómo llevaba el haber pasado su adolescencia entre pistas, cámaras y patrocinadores. Sin embargo, toda la gratitud se dirige hacia su familia.“Mis padres y mi familia siempre tuvieron un buen control de cómo manejar la situación, ellos siempre estuvieron ahí, para mí ellos siempre son el principal patrocinador, un apoyo muy grande. Con mucha paciencia y mucha calma se manejaban las cosas, porque había que aprovechar esas oportunidades que me presentaba la vida, pero con mucha responsabilidad y cautela porque era muy pequeña”.

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Entre los múltiples frutos que le ha dejado el patinaje, está la pista de Arjona, municipio de Bolívar, que lleva su nombre y al que ella considera como “un honor,un orgullo y un privilegio, porque es un legado para todos los niños y jóvenes de nuestra tierra para que practiquen el patinaje”.

En cuanto a sus frustraciones, tal vez una de las más grandes es no haber conseguido que el patinaje fuera considerado deporte olímpico.El pasado mes de de mayo, Cecilia hizo parte del grupo de delegados de la Federación Internacional de Patinaje que asistió a la reunión del Comité Olímpico en Rusia para defender las razones por las que este deporte debería ser parte del programa olímpico para el 2020.“Lastimosamente lo de Rusia para mí fue muy doloroso, una frustración muy grande, porque hemos peleado muchos años por eso. El patinaje ya cuenta con muchos de los requisitos para ser considerado como un deporte olímpico, es muy buen espectáculo, es correr más rápido que atletismo y un poquito más despacio que ciclismo, pero me di cuenta que hay mucho poder político que también influye en esa toma de decisiones del Comité Olímpico Internacional, y que lastimosamente nos perjudica a un país como nosotros que no tiene esa fuerza política”. Cecilia se considera una mujer muy bendecida con un don muy grande, quien no solo ha dedicado su vida a correr sobre sus patines por el mundo y a ganar todo lo que ha

podido en el patinaje, también ha querido devolverle un poco de lo que este deporte le ha dado, creando su escuela de patinaje CMB, en la que enseña a más de 230 niños la disciplina, la constancia, pero sobre todo el amor con el que se corre para ser un campeón. Ella se declara admiradora del patinaje colombiano, “porque a base de esfuerzo ha dado mucho de qué hablar, hace ocho años que es el mejor patinaje del mundo y eso se debe a un gran trabajo planificado y a un gran esfuerzo de los deportistas por siempre darle mejores resultados al país”. Como su mayor apoyo en todo momento reconoce a Dios, a quien le agradece la salud, las oportunidades que ha tenido, su familia y su novio, Andrés Felipe Muñoz, otro múltiple campeón de patinaje, con quien comparte todo, y al lado de él luchan juntos por sus sueños. En un futuro, Cecilia se ve en su escuela de patinaje, ejerciendo el periodismo y esperando otras cosas, porque como ella misma dice, aún le quedan muchos sueños y muchas cosas por cumplir.


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Texto/Juan David Gómez Comunicación jgomez41@javerianacali.edu.co

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Estoy seguro de que si la paz en Colombia ha sido tan esquiva y tantos han sido los procesos de paz fracasados es porque la están buscando con egoístas convicciones en lugares donde no se encuentra. Porque se equivocan rotundamente los que piensan que la guerra llega a su fin cuando se dejan de disparar las armas. Se equivocan también los que intentan construir la paz con ansias de fama y reconocimiento. Al final, tal vez sea yo el que me equivoque al intentar tocar un tema en el que muchos pretenden tener la verdad y conocer el camino. Esa es la razón por la que no pienso involucrarme con profundos análisis políticos. Seré muy conciso. Nuestro conflicto se ha desarrollado durante medio siglo, ha dejado aproximadamente 220.000 muertes y, sobre

todo, la enseñanza de que las acciones tomadas en busca de la paz han sido erróneas o, al menos, insuficientes. Innumerables serían las propuestas que surjan a partir de la necesidad de cambiar la realidad sangrienta de nuestro país y seguramente los importantes y reconocidos asesores políticos tengan planeadas sofisticadas estrategias. Yo no necesito de eso. Para mí la paz está en un lugar en el que no hemos buscado. Es un lugar olvidado compuesto por la perjudicial falta de reconocimiento y tolerancia. Decía Pepe Mujica en su último discurso ante la ONU, “la tolerancia se precisa para con aquellos que son distintos y con los que discrepamos”. Antes de buscar salidas egoístas, de establecer acuerdos y proponer referendos. Antes de buscar reconocimientos, hono-

res y reelecciones. Antes que todo, necesitamos reconocer que tenemos raíces cercanas, a lo mejor muy distintas, pero finalmente colombianas. Cada minoría que ha sido víctima del conflicto y se siente marginada exige que sea tenida en cuenta, al menos escuchada, observada, aunque sea mínimamente entendida. Allí, en ese lugar, radica una porción muy pequeña pero importante de la paz. No hemos forjado la capacidad de reconocer con igualdad a los que han sufrido y a los que nos han hecho daño. Pero llegaremos a ese lugar, sin necesidad de otros 50 años, el día en que seamos capaces de escuchar al criminal y abrazar a la víctima, y sobre todo, el día en que nos demos cuenta de que durante 50 años hemos recibido razones, más de 220.000 razones que nos demuestran lo absurdo que ha

sido tratar de erradicar a quien piensa distinto. Al final, tal vez sea yo el que me equivoque al intentar cargar tanta utopía, pero prefiero concebir la realidad de este país como un simple ciudadano común y no como un protagonista ostentoso que esconde intenciones oscuras. Si aquellos que discuten la paz en las mesas y los recintos cerrados, no van a ser capaces de llegar a ella, dejen que nosotros, los ciudadanos comunes, intentemos encontrar ese lugar en el que nadie ha buscado.

Le- ttering/Andrés Rengifo Diseño de Comunicación Visual andres.rengifo@javerianacali.edu.co


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Por la ruta de la Acreditación

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El pasado 1 de octubre se llevó a cabo el lanzamiento del proceso de Autoevaluación con miras a la Acreditación de Alta Calidad de la Carrera de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, un momento ideal para conocer lo que somos, evaluar cómo estamos y proyectarnos a lo que queremos ser. Para cumplir la meta de ser acreditados como una carrera de Alta Calidad, es importante la participación de todos los miembros de la comunidad académica, estudiantes, profesores, personal administrativo y egresados. Esta es una invitación a creer en lo que tenemos, de sentirnos orgullos de lo que somos y pensar que si queremos seguir por el camino de los mejores, debemos proponer, participar y ser parte de este proceso que nos permitirá crecer como carrera y como comunicadores.


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Así es el proceso de Acreditación Para entender el proceso de Autoevaluación con miras a la Acreditación de Alta Calidad se debe tener en cuenta que en Colombia existen unos mecanismos utilizados por el Gobierno para certificar, fomentar y fortalecer la calidad de la educación superior, entre ellos, el Registro Calificado, la Acreditación Institucional de alta calidad y la Acreditación de programas académicos.

Comunicación en cifras -Fecha de inicio del programa: julio de 2002 -252 estudiantes. -466 egresados. 12 profesores de planta. -3 énfasis: Producción Audiovisual, Comunicación en las Organizaciones y Producción Multimedia. -6 líneas de investigación: Comunicación en las Organizaciones, Comunicación y Ciudad, Comunicación y Educación, Estudios de Audiencias de Televisión, Historia Social de Procesos y Medios de Comunicación y Procesos de Producción y Recepción Cultural.

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-Nuestros laboratorios: Un estudio de televisión. Una cabina de radio. Un máster de televisión. Ocho cámaras mini DV HDRHC9. Cinco cámaras profesionales PMWEX1R. 20 cámaras fotográficas. 10 equipos de edición en AVID. 9 equipos para animación 3D. Cinco equipos para trabajos en Pro Tools. Dos salas de nuevos medios con 23 computadores MAC cada una.

En este momento la Pontificia Universidad Javeriana de Cali se encuentra acreditada como una Institución de Alta Calidad, y el programa de Comunicación ha decidido comenzar el camino para ser reconocido por el Consejo Nacional de Acreditación como un programa de Alta Calidad. A continuación se explican algunos conceptos básicos:

Acreditación Es un proceso voluntario que tiene como fin el reconocimiento del Estado de la calidad de las instituciones de educación superior y de programas académicos. Su objetivo es la autoevaluación permanente y el mejoramiento continuo.

Fases de la Acreditación La Acreditación de Alta Calidad consta de cinco fases: - Cumplimiento de condiciones iniciales. - Autoevaluación. - Evaluación externa o evaluación por pares académicos. - Evaluación final por parte del Consejo Nacional de Acreditación. - Reconocimiento público de la calidad que se hace a través de la Acreditación.


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Grupo de profesores del Departamento de Comunicación y Lenguaje que prestan sus servicios al programa de Comunicación en la Pontificia Universidad Javeriana Seccional Cali.

Autoevaluación Es el primer paso hacia la Acreditación de Alta Calidad. Es un proceso riguroso donde se evalúan todos los aspectos del programa, mediante un ejercicio permanente de revisión, reconocimiento, reflexión e intervención y en el que se requiera la activa participación de toda la comunidad académica.

La Alta Calidad El Consejo Nacional de Acreditación entiende la Alta Calidad como el esfuerzo continuo de las instituciones y programas académicos por cumplir en forma responsable con las exigencias propias de sus funciones.

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Principios de la Acreditación de Alta Calidad Son elementos valorativos que inspiran la apreciación de las condiciones iniciales de la institución y la evaluación de las características de calidad del programa académico. Estos son: universalidad, integridad, equidad, idoneidad, responsabilidad, coherencia, transparencia, pertinencia, eficacia, eficiencia y sostenibilidad.

Objetivos de la Acreditación de Alta Calidad El proceso de Acreditación de programas tiene los siguientes objetivos: - Ser un mecanismo para que las instituciones de educación superior rindan cuentas ante la sociedad y el Estado sobre el servicio educativo que prestan. - Ser un instrumento mediante el cual el Estado da fe pública de la calidad de los programas de educación superior. - Fomentar procesos de Autoevaluación y Mejoramiento Continuo hacia el logro de altos niveles de calidad en la Educación Superior. - Estimular el mejoramiento de la calidad de la Educación Superior. - Propiciar la idoneidad y la solidez de programas académicos de educación superior. - Ser un incentivo para los académicos, en la medida en que permita la credibilidad de su trabajo y propicie el reconocimiento de sus realizaciones. - Favorecer la movilidad y reconocimiento nacional e internacional de estudiantes y profesores. - Ser reconocido por organismos internacionales, instituciones de educación superior del exterior y sistemas externos de aseguramiento de la calidad.

- Favorecer la construcción y consolidación de comunidades académicas y científicas. - Fortalecer las funciones sustantivas en atención a los enunciados misionales institucionales y al contexto en el cual se insertan.

Factores Para la autoevaluación se tienen en cuenta 10 aspectos fundamentales para que un programa sea considerado de Alta Calidad. Estos son: -Misión y visión institucional y del programa. -Estudiantes. -Profesores. -Procesos Académicos. -Visibilidad nacional e internacional. -Investigación, innovación, creación artística y cultural. -Bienestar institucional. -Organización, administración y gestión. -Impacto de los egresados en el medio. -Recursos físicos y financieros. En Colombia hay 16 programas de comunicación acreditados. Información tomada del documento de lineamientos para la acreditación de programas de pregrado del CNA.


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Viviendo en un m Daniela Vaca Llano/ Egresada de Comunicación

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Se acercaba el momento de la tan esperada práctica profesional, el último semestre de la carrera en el que uno debe enfrentarse al ámbito laboral, y la cosa se pone confusa pues ya no se sabe si se es estudiante o profesional; digamos que se está en algún lugar en medio (según la academia, porque la vida real se rige por otras reglas sin tanta lógica). Así pues, entre el temor de terminar pegando carteleras y el anhelo por conocer otros mundos, Juanfe (mi novio) y yo, decidimos buscar oportunidades en el área audiovisual fuera del país, las cuales, cabe resaltar, son muy escasas en la Oficina de Prácticas de la Universidad. Así que, dejando las quejas atrás, nos pusimos en la tarea, y finalmente, gracias a contactos familiares en México, terminamos un inesperado 10 de enero aterrizando en la tierra del Cine de Oro. La cosa no pintaba tan bien. De repente, estábamos en uno de los aeropuertos más concurridos del mundo, dentro de una de las ciudades más grandes del mundo, y no sabíamos a dónde ir. Esa semana, mientras conseguíamos un lugar donde vivir, una amiga mexicana nos hospedó muy amablemente en su casa, y aunque a caballo regalado no se le mira el diente, y realmente nos salvó de los peligros en la grandísima jungla de cemento (o como algunos le llaman al D.F, el defectuoso), nos encontramos durmiendo con tres lindos gatos a los que para nada les agradó nuestra presencia. Así, entre las graves alergias de Juanfe, los maullidos y arañazos nocturnos, y los mo-

mentos de insomnio en los que uno abría los ojos y se encontraba de frente con los pavorosos ojos de los felinos, sobrevivimos a nuestra primera semana en México. Cabe decir que pese a tantos temores que traíamos sobre lo que significaría vivir en una metrópoli, la Ciudad de México nos sorprendió para bien: parques, ciclovías, museos, amplios andenes, envidiables bibliotecas, tacos de mil en cada esquina; y en una de esas esquinas fue que dimos con la residencia donde vivimos durante los seis meses de nuestra práctica profesional. Mi carácter escrupuloso puso algunos “peros” en mi cabeza mientras recorría el recinto, que

tenían todo que ver con el hecho de tener que compartir baños y cocina con otras muchas personas. Sin embargo, de eso se trataba, (me respondía mi otro yo aventurero), de superar tantos compliques y aprender de la experiencia. Eso sí, con la ayuda de un buen tarro de desinfectante del cual no me separaba, unas chanclas que ya parecían formar parte de mi cuerpo, un plato y un vaso sólo para mi. Así fue como conocimos de primera mano una residencia mexicana, tipo Chavo del ocho, en donde no faltaron los calzones rojos colgados en la terraza (que por cierto pertenecían a un personaje que de día era hombre y de noche


Revista Pasá la voz

undo defectuoso

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mujer), el humo de marihuana de los vecinos filtrándose por entre las ventanas, el típico paisa acérrimo uribista dando cátedra,el casero chismoso que se enteraba de todo lo de uno (y se atrevía a dar consejos no pedidos), la tienda de enfrente La rodita, o mejor, la gordita, en homenaje a sus dueñas, dos gigantonas que hacían tortas de jamón como las del Chavo, con bastante chile. Así pues, estábamos tan contentos de haber encontrado por fin casa y no tener que regresar una noche más donde los monstruosos felinos, que decidimos celebrar con una cerveza. Nos parchamos, como buenos caleños, en pleno boulevard, cuando de pronto se acercan dos policías alegando que no podíamos tomar en la calle y que debíamos irnos con ellos a la estación. Nosotros diciendo que no sabíamos, que era solo una cerve-

za, pero nada funcionó. De un momento a otro, nos encontrábamos dando vueltas en el carro por el D.F, mientras el policía nos decía que había dos opciones, la primera, pagar no sé cuantos salarios mínimos (no teníamos ni idea de cuánto dinero era, pero sonaba a mucho) o dormir unos días en la estación. Yo sólo me imaginaba lo peor, y pensaba que terminaríamos como los del programa de televisión Preso en el extranjero. Finalmente, y como era de esperarse, los policías empezaron a pedir dinero, y no tuvimos otra opción que torcernos y ofrecerles los únicos $40.000 pesos que traíamos en el bolsillo. “Termínense la cerveza antes de bajarse para que no los vuelvan a agarrar”. Fue lo último que nos dijeron, y yo pensaba ¿con qué ganas? Así y todo tocó embucharse lo que se pudo, y apenas nos bajamos del carro, muertos del susto, sali-

mos corriendo sin rumbo fijo. Y ni qué decir sobre la noche que pasamos transportando 3000 aguas, sobre el pavoroso temblor trepidatorio (es decir, de arriba hacia abajo), sobre cómo sobrevivimos a los llamados frentes fríos (dícese cuando, de un momento a otro y sin previo aviso, la temperatura baja de manera desorbitante ¡y uno no llevó el saco!), sobre los encuentros y desencuentros con las especias y el chile, y las eternos recorridos en un metro lleno de curiosos personajes.Y sí, aprendimos mucho a nivel profesional: hicimos videos, fotografía, estuvimos en un festival de cine, en obras de teatro, trabajamos en la producción de una película; pero aprendimos más sobre la vida, la cual, reitero, se rige por pautas sin mucha lógica, y que no se aprenden en las clases, ni en los libros, sino simplemente así, viviendo en este mundo defectuoso.


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La voz es la comunicación Verónica París Gutiérrez Egresada de Comunicación veritoparis@javerianacali.edu.co

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Cuando comunicamos usamos nuestra voz y nuestro cuerpo expresando ideas, emociones y sentimientos. Utilizamos varios medios y herramientas tecnológicas para hacerlo y llegamos a miles de personas,ya sea a lo largo de nuestra vida o en tan solo una emisión en algún medio masi vo o por qué no, con un concierto. Esta “corp-oralidad” también se refleja en las artes, y en mi caso particular cuando canto. Hoy en día soy una profesional de la comunicación, egresada de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, y puedo decir que los sueños personales y profesionales se cumplen si van de la mano: soy cantante y soy productora radial lo que me lleva a concluir que mi voz es comunicación. El campo de la Comunicación tiene muchas áreas en las cuales se puede

ejercer, y es precisamente este abanico de posibilidades el que permite que nuestros sueños personales se cumplan. Gracias al hecho de haber estudiado Comunicación en la Universidad Javeriana de Cali aprendí que comunicar requiere una gran responsabilidad no solo en los medios sino en el día a día. Hoy me siento muy afortunada de haber tenido el privilegio de vincularme a espacios muy prometedores dentro del campo de la comunicación y de la universidad ,pero que al mismo tiempo me permiten desarrollar mi sueño personal. El grupo Martina Pombo es, sin duda alguna, el espacio que encontré para realizarme como artista y cantante, pero a su vez me permitió adentrarme en la investigación de nuestro patrimonio cultural musical en una tierra casi inexplorada a la cual hemos llamado con mucha mística y respeto “El Cauca Grande”. Bajo la dirección y guía de Manuel Sevilla, (quien por cierto me dio mi primera clase en la universidad y de quien además fui monitora) Martina Pombo investiga, registra y divulga las músicas tradicionales del valle geográfico del Río Cauca y permite un acercamiento único a las tradiciones, historias y ritmos de estos personajes de antaño que luchan día a día por mantener su tradición viva a través de las


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nuevas generaciones. Sin embargo, nada de esto sería posible si el proyecto no se moviera en diferentes frentes. El programa Músicas del Río para el cual trabajo dentro de la universidad, no sólo cobija la propuesta musical y puesta en escena de Martina Pombo como banda, sino que ya cuenta con una serie compuesta de tres discos grabados con música tradicional de los municipios de Villa Rica, Puerto Tejada, Santander de Quilichao y Buenos Aires Cauca, este material ha sido fundamental para la divulgación a través de la radio. En el 2012 a partir de la idea original de Manuel Sevilla, desde el programa Músicas del Río de la Universidad Javeriana le apostamos a la radio trabajando con los miembros de Javeriana Estéreo: David Sánchez, Gustavo Recalde y Einar Criollo. Creamos una serie radial compuesta por cinco cápsulas radiales de cinco minutos cada una, en los quecuales aprovechamos el material compilado en los discos tradicionales previamente grabados. Bautizado bajo el nom-

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bre de “Compositores del Cauca Grande”, el nuevo Colectivo Radial de Occidente (CROC), compuesto por nosotros cinco, ganó la Beca de Radios Ciudadanas Mincultura comprometiéndonos a grabar diez programas más para la serie y además fuimos galardonados con el Premio de Periodismo Alfonso Bonilla Aragón 2013 en la modalidad radio. Es para mí un honor ver en retrospectiva y darme cuenta de lo afortunada que he sido al contar con el respaldo de una carrera tan amplia y el voto de fe de mis profesores, compañeros de banda y de trabajo. Mis sueños profesionales y personales van de la mano. Hoy en día ejerzo mi profesión y canto con el alma, no solo con mi propia voz sino con la de miles de personas y generaciones con las que luchamos por mantener el patrimonio musical vivo. Además haciendo uso también de mi voz a través de la radio, he podido llevar a oídos de otras personas las músicas del suroccidente colombiano. Este año no ha sido un golpe de suerte sino el momento de recoger

los frutos de muchas semillas sembradas en el pasado y que con mucho amor, trabajo y paciencia, hoy nos dan las garantías de seguir explorando, creciendo y aprendiendo para seguir generando productos de calidad y prestigio. Nada de lo sucedido es gratuito, llamo a esto el poder de la atracción, todo lo que decretamos con nuestras palabras y pensamientos se logra... y bajo esa lógica me atrevería a decir entonces que la voz no es solo comunicación ¡También es creación!

El profesor Manuel Sevilla, Verónica París, David Sánchez, Gustavo Recalde y Einar Criollo, ganadores del Premio de Periodismo Alfonso Bonilla Aragón en la modalidad de radio en 2013.


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El hijo de papel Lina Uribe / Estudiante de Comunicación lauribe@javerianacali.edu.co

Un día del año 2006, a un grupo de estudiantes de la Universidad Javeriana se le ocurrió la idea de crear una revista para producir algo más de lo que sus deberes académicos exigían. Nació así Pasá la Voz, publicación semestral que se ha mantenido por casi siete años y que hoy alcanza su número trece. El compromiso inicial fue el de crear un proyecto editorial que no se quedara en el primer número. Hubo que trasnochar, escribir, diseñar y convencer con argumentos. Finalmente, la Carrera de Comunicación dio su aval y nació Pasá La Voz con un número cero que fue muy importante para testear la opinión de los estudiantes. ¡Cómo dolieron esos primeros errores! esas tildes que no aparecieron, esos colores que no combinaron tan bien cómo inicialmente se vieron en la pantalla… De allí en adelante, nuestra revista es como una hija que se toma cuatro meses antes de salir del vientre; es el proyecto de unos jóvenes que le apostaron a hacer algo distinto y lo lograron; es un sueño que sigue vivo porque otras generaciones de estudiantes se han enamorado de él y han dado todo de ellas para sacarlo adelante; es el trabajo de un grupo de pelados cuya única recompensa es la satisfacción que produce tener la revista en las manos y recordar todo el proceso que hubo detrás de esas 48 páginas que al comienzo fueron 24.

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Se nos creció la audiencia Aunque los primeros números de Pasá la Voz contenían únicamente textos e imágenes realizados por estudiantes de la carrera de Comunicación, ahora alberga las creaciones de javerianos de distintas carreras: desde los relatos de ficción del más tímido ingeniero hasta las imágenes capturadas por el más ocupado médico. Visto de otro modo, estas experiencias estimulan una participación estudiantil que a futuro podrá convertirse en participación política, si es que esto no sucede simultáneamente. Y es que el pensamiento joven destila por entre las palabras y


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los párrafos dibujando realidades, sueños, expectativas, críticas y aspiraciones de una generación que quiere y pretende ser escuchada dentro y fuera de la Universidad. Como parte de su práctica profesional la estudiante de Ciencia Política de la Javeriana, Eliana Rojas, realizó un análisis del contenido de los primeros 10 números de la publicación encontrando que el discurso de los escritores de Pasá la Voz revelaba intereses por lo humano, lo creativo, los artístico, lo social, lo político y los temas de ciudad como gran telón de fondo. Con el tiempo la audiencia ha crecido, tanto desde el punto de vista de los lectores como de los escritores interesados en publicar. Eso ha implicado más trabajo para los responsables de la publicación por cuanto se debe hacer una rigurosa selección de lo que va en cada número. Hay que hablar con los autores, convencer a algunos que los textos se pueden mejorar, pedir

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más fotos, sugerir otros titulares… Una escuela para la vida La revista es también una oportunidad de aprendizaje que nace cada semestre cuando se inician las reuniones del Consejo de Redacción. En este sentido, el medio se ha convertido en una pequeña escuela de periodismo joven en el que hay roles y responsabilidades derivadas de las tareas de informar y opinar. El Consejo de Redacción propone y define algunos temas. Hace la convocatoria a todos los estudiantes de la Universidad y semana tras semana, hasta la hora del cierre, discute los artículos, las fotografías y las ilustraciones. No hay censura de parte de alguien extraño a este Consejo. El proyecto enseña a trabajar en equipo, a plantear y a cumplir unos objetivos, a valorar la creación ajena y a manejar todo el proceso que implica la elaboración de un medio impreso. ¿El premio? El premio es

toparse con mucha gente que quiere tener la revista, ver a los compañeros de universidad leyéndola en los pasillos y darse cuenta de que con cada edición publicada se mejoran muchísimas cosas. Al cumplir sus primeros cinco años, la revista convocó a todos sus editores, hoy profesionales de la Comunicación que ejercen desde distintas posiciones. Todos renovaron sus votos de amor por ese medio que ayudaron a crear. El olor a tinta aún los embriaga, pero también invitaron a los nuevos responsables a pensarse el medio en un ecosistema diversificado por las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Eso quedó planteado allí como un reto. El premio, cuando llegan los meses de mayo y octubre ver cómo cada vez es más bello ese hijo de papel que un día encarnó la voz de los estudiantes de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana.


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Investigar me impulsa de nuevo a cantar Claudia P. Marroquín Jiménez (“Abril”) Estudiante de Comunicación cmarroquin19@javerianacali.edu.co

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¡¡¡Québonitocantas!!!Teniendoun disco grabado…. ¿Por qué no te has hecho famosa? ¡Cuando sales en la tele?¿YaestásenYoutube?¿Cuándo te presentas? ¿Ya están sonando tus canciones en la radio? ¡Yo no he visto tus videos! Estas son algunas de las expresiones que he recibido de la gente cuando conocen mi faceta como artista. Sumida en el silencio por mucho tiempo, tuve la necesidad de enfrentarme a cada una de ellas, no sin una sazonada frustración y esperandodesenmascararlasauténticas motivaciones con el arte. Yo misma ya había intentado explorar y lanzarme indiscriminadamente a perseguir el sueño de la fama como quien se aferra a la ilusión de que hay un engranaje, un sistema automático, que se dispara cuando se es reconocido un talento. Al asumir en la Universidad la asignatura de métodos de investigación, fue inevitable experimentar con todos los cuestionamientos y darme a la tarea de escribir como doliente,una y otra pregunta de investigación, hasta encontrar aquella con la que pudiera comenzar el bosquejo de mi trabajo de grado. Significó aceptar que la disciplina académica representaba un instrumento obligado para desligarme de las emociones y transitar una vía argumentativa con otras he-

rramientas. Integrar mi quehacer artístico, en el espacio académico, fue tomar plena conciencia de que estaba atravesado por el campo de estudio de la Comunicación y desde este, la posibilidad de compartir mis experiencias, mi problemática, a una comunidad más amplia para quizás realizar un aporte a otros artistas parqueados en la misma zona. Las ciencias sociales proveen una alta gama de perspectivas que modifican la postura frente al mundo, la visión de todo aquello que nos acontece de manera sensible como seres humanos. Hacer canciones y ponerlas a circular parecía un reto fácil, pero no menos que afrontar mis propios interrogantes, investigar y acercarme reflexivamente a la compleja realidad de la industria discográfica, a los procesos mediáticos, a un modelo sociológico y a la indescifrable vocación artística, que contradictoria pero altamente simbólica, pondría

en marcha un esfuerzo que valió la pena: los avatares de una canción. Una mirada a las prácticas de divulgación, promoción y circulación entre un grupo de cantautores vallecaucanos desde la perspectiva de Bourdieu. Con este trabajo de grado se han ahuyentado algunas pesadas cargas, innecesarias para el disfrute de lo que escribo y canto, mientras de otro lado se revisualiza todo el proceso de producción cultural y musical. Descubro, inmersa en nuestra realidad social, la urgente necesidad del comunicador que desde la génesis misma del arte, profundice de manera realista pero auténtica y facilite un trabajo interdisciplinario y estratégico para no dejar al azar la proyección de las obras. Proponer, en últimas, una impronta significativa, que sea capaz de transformar nuestra propia realidad y disfrutar del lenguaje para hacerlo.


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Mi decisión de estudiar Comunicación en la Javeriana Cali Francisco Javier Marulanda C. Egresado de Comunicación franciscomarulanda@hotmail.com

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Han transcurrido seis años de haberme graduado en la primera cohorte de la Carrera de Comunicación de Javeriana Cali, un tiempo significativo para mi aprendizaje y desarrollo de competencias laborales que aún continua, donde personas y organizaciones han aportado en mi construcción como profesional y ser humano. Indiscutiblemente en la Universidad no todo está escrito; por supuesto se obtienen las bases del conocimiento de la disciplina, prácticas y metodologías, retos y/o desafíos a partir de las discusiones académicas, la posibilidad de perfilarse y hacerse competitivo para el mercado laboral. Sin embargo, los diversos contextos de la realidad de las empresas o instituciones nos movilizan y obligan a reestructurar y/o actualizar nuestros saberes, las formas de actuar, cuestionarnos a partir de los principios y valores que cada uno ha forjado. He ahí la importancia de ratificar con pasión valores, autodidactismo, creatividad y especialmente el carácter humano y social que conlleva la esencia de nuestro ejercicio profesional. En mi caso, desde un comienzo he estado inmerso en instituciones relacionadas con la educación, organizaciones en las que me desempeño desde lo administrativo y específicamente con Marketing, Comunicación y Relaciones Públicas. Actualmente asumo la Dirección de Mercadeo y Admisiones de Cañaverales International School, institución bilingüe de la ciudad de Cali y próxima a acreditarse como Colegio del Mundo IB adscrito a la Organización Bachillerato Internacional. Paralelamente continúo con

mi proyecto de emprendimiento, PiensaCreativo, Consultora y Productora de Comunicaciones (www. piensacreativo.tk), donde logro incursionar, aportar y aprender de otros sectores junto a un equipo humano y profesional magnífico. He explorado la música y el estudio de tendencias a través de las redes sociales como hobbie y curiosidad tecnológica. Todos son escenarios que me ofrecen experiencias de vida y que me permiten reafirmar que la Comunicación es y será de convicción mi mejor decisión. Es importante hacer claridad que la Universidad nos ofrece la base estructural de la profesión, pero cada quien es responsable de reforzar los cimientos, es decir quien no lee, comenta, discute, experimenta, se actualiza alrededor del conocimiento, fácilmente quedará obsoleto en el mercado laboral. El estudiante que le apasiona su disciplina es fácilmente recono-

cido por ser partícipe de actividades extracurriculares, diplomados, seminarios, talleres, y consecuente con esto tendrá más ventajas para alcanzar el éxito y la satisfacción profesional. Siempre será importante detenerse en el camino y reevaluarse. Es un ejercicio esencial para darle continuidad y superar la excelencia, alcanzar el “Magis”. Nuestra Carrera de Comunicación es muestra de ello, tengo la certeza que el proceso de autoevaluación con miras a la acreditación de Alta Calidad que se adelanta en el programa es un ejercicio sano e importante que permite a todos quienes hacemos parte del programa,involucrarnos revisando minuciosamente las características del mismo. Es una oportunidad de reencontrarnos y reafirmar el sentido de pertenencia que promulgamos orgullosamente al decir que somos javerianos.


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El territorio para la comunicación es el mundo

Sara Botero Gómez / Estudiante de Comunicación sbotero10@javerianacali.edu.co

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“Es que mi hermana es una verraca, puede hacer tantas cosas al mismo tiempo”…Y es verdad lo que dice Juana de mí, pero el costo es alto. Desde hace más de 13 años me dedico al deporte de corazón completo. En sexto grado levantaba a mi papá los martes y los jueves a las 4:00 a.m. para que me llevara a montar en bici. Luego llegaba a casa, me tomaba el desayuno al mejor estilo camionero boyacense

y corría al carro para empezar el colegio a las 6:45 en punto. Mientras mis compañeros llegaban con los ojos cerrados, yo ya había quemado por lo menos 500 calorías y sentía que el mundo me esperaba. Por hermosas casualidades, la vida me llevó al Tiro deportivo en el que estoy desde el 2004. Allí crecí, aprendí a defenderme entre los hombres, a hacerme escuchar y a trabajar en equipo.

En el colegio supe sortear mis mayores dificultades. A los 15 me fui de intercambio a Australia. Pospuse el deporte pero crecí y vi el mundo de otra forma, cambié los paradigmas de la educación como única opción para “ser alguien” y me empecé a enfrentarme en silencio a eso que había escuchado siempre: en esta vida lo que hay que hacer, es estudiar. En Colombia la realidad es una, el que no estudia, no es nadie, así que todo el mundo quiere ser profesional a costa de lo que sea, inclusive endeudarse para toda la eternidad… Cuando sale un profesional al mundo laboral pasa a ser parte de la lista de desempleados profesionales, y entonces sigue estudiando hasta que tiene un posgrado, dos maestrías y un doctorado, y para ese entonces ya no hay nadie que pueda aspirar a pagar los servicios de ese profesional porque es “muy calificado”… Claro está que ese panorama es para los que tienen más suerte. Muchos otros se emplean para sobrevivir y el resto hace una cosa totalmente distinta a la que estudió, pero eso sí: son profesionales. Por eso pienso que la Universidad, si es que no nos revelamos antes y decidimos no ser profesionales, debe ser un lu


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gar por el que nuestro paso no sea en vano, ni desconectado del universo en el que vivimos. Nuestros profesores están en la obligación de darnos todo y nosotros, por supuesto, de exigirlo. Mi primera pelea en una universidad fue cuando a un profesor se le ocurrió decir que yo tenía que escoger entre mi deporte –el tiro-–y la carrera. Adivinen qué hice… Cambié de carrera y de universidad, y no es que me sienta necesariamente orgullosa de eso, pero para mí está claro que ese límite no me lo puede imponer nadie… El límite de mis capacidades solo me lo pongo yo. Dediqué un año entero a entrenar. Ese año fue de goce total, extremo, tanto que me llevó a conocer al hombre de mis sueños: mi media naranja con la que hago jugo todas las mañanas. Y decidí retomar la Universidad por presiones sociales y familiares. Pero entonces le di un rumbo vertiginoso a mi vida, me matriculé en la Universidad de La Plata en Argentina. La educación universal y gratuita fue mi principal aprendizaje de ese viaje. Educarse por placer y por derecho, y entonces pensé que sin importar lo que pasara en el futuro, eso tenía que ser la universidad para mí: un disfru-

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te, una etapa que me acompañe a caminar mis propios procesos. Un día una profesora de la Javeriana nos puso de tarea escribir sobre un viaje, y a mí me salió esto: “¿Un viaje? Pensé, ¿cuál? ¿el que me arrastró lejos o el que me trajo de regreso a vos? Vos que odiás Argentina: con agallas, con ímpetu, y es Argentina lo que nos tiene juntos. Y entonces pensé, son el mismo, el mismo ir y venir, la misma búsqueda de encontrarme en algún lugar. No sé si alguna vez lo escuché literalmente de mis padres, pero siempre entendí que querían que voláramos, sí, las cuatros hijas, que hiciéramos el mundo un lugar nuestro e inmenso sin más límites que los de la imaginación con los ojos cerrados. Quizás por eso de chiquitas no veíamos televisión ni películas, pero nos leían los más hermosos cuentos, el último que recuerdo fue cuando tenía 10 años: Tras el sol, de la autora de las dos ancianas, Velma Wallis; era blanco y tenía un dibujo en fondo amarillo. La historia se situaba en los inhóspitos parajes de Alaska, un viaje y un amor. Después de eso viajé bastante, tres continentes: Australia, Estados Unidos y Alemania…”

Por eso ahora estoy casada, sigo estudiando Comunicación –ojalá para terminar- en la Javeriana de Cali– y soy Selección Colombia de Tiro. Además como no aspiro a graduarme y ser una desempleada profesional más de este país, entonces empecé mi propia empresa. Y así es mi circo: hago jugo de naranja por las mañanas, voy a clase, vengo a trabajar, peleo con los clientes, vuelvo a clase y termino el día con un entrenamiento de la selección departamental de Tiro.

No sé si alguna vez lo escuché literalmente de mis padres, pero siempre entendí que querían que voláramos, sí, las cuatros hijas, que hiciéramos el mundo un lugar nuestro e inmenso sin más límites que los de la imaginación con los ojos cerrados.


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Cuenta regresiva para el g Natalia Guevara Bedoya/ Egresada de Comunicación natalia.guevarab@gmail.com

Primera promoción de la carrera de Comunicación

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Yo, como ustedes que me leen, también fui estudiante. Ahora, estoy en el limbo, esa delgada línea que hay entre tener los requisitos de grado cumplidos y estar a la espera de la ceremonia. Mientras eso pasa he estado en la tarea de preparar el tan anhelado día, he caminado tiendas enteras e intenseado a todo el mundo con el cuento de encontrar vestido. Sí, cual quinceañera. Lo bueno ha sido que a quienes he “sobado” con mi cuentico se han emocionado por aquello de…“La fecha tan esperada ha llegado”, “qué gratificante es eso”, “cómo pasa el tiempo”,“ahora sí se viene lo duro de la vida”, etc. Otros, un poco más reflexivos, me han cuestionado sobre qué será de mi vida y cómo me siento con el ciclo que está por cerrase. Sentir, verbo complicado que remite a cualquier cantidad de emociones. Esas que, según las circunstancias a las que te enfrenta la vida, tocan la mente y el alma con mayor o menor intensidad. Así que les contaré un poco sobre el top 5 de emociones en mi desarrollo

como profesional de la Comunicación, egresada de la Ponti. Sobra decir que dichas emociones están directamente relacionadas con lo que fue para mí la carrera, que para bien o para mal: ya la hice, ya la viví, ya la recorrí, y lo que fue fue. Como primera emoción tenemos la nostalgia. Y es que a que “cuasi egresado” normal –es decir, no de esos que necesitaron abogado para poder salir de la U– no le da melancolía dejar de ver a su parche académicosocial 24/7; hacer trabajos grupales (porque comunicador que se respete hizo el 99,99 % de sus trabajos así); las clases divertidas y memorables (como las de HTC de Sevilla o las de Radio con Silvio Voltio); los profesores vácanos y abrazables (tipo Victor Hugo o Sergio Chacón), la libertad de manejar el tiempo, que incluía administración de tres vidas para no caer en 18%; y la desfachatez con la que se podía portar el teni, los rotos, la blusa de tiras, las uñas de 10 colores, etc. Por otro lado, está la toma de conciencia. Pues la célebre frase de

Mónica Marión “un comunicador no puede andar por la vida sin…” es ahora cuando empieza a tomar peso. Si bien su lista de autores y temas es larga y ancha, es cierto que la Universidad da las bases y cada quien construye lo que quiere ser y hasta dónde. Eso implica leer, estar actualizado y valorar de algún modo las clases teóricas, sí esas largas de salas frías y lecturas tediosas, pues, según mis conclusiones, gran parte del sentido común del comunicador viene de ahí, y termina por ser lo que fundamenta nuestra argumentación. Aunque eso sí, nada más práctico que una buena teoría, que lo digan “Morris”, Manrique y las profes de organizacional.


grado en Comunicación

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Ligada a la emoción anterior está la gratitud. Esta a su vez se categoriza en agradecimiento por lo positivo y agradecimiento por lo negativo. En cuanto a la primera categoría, necesitaría una edición completa de la revista para poder nombrar lo que se me viene a la mente. Sin embargo, destaco la oportunidad de aplicar lo aprendido en las intervenciones con personajes y organizaciones reales, así como la de conocer de cerca las caras de nuestra sociedad en clases como las de Camilo Mayor; también es de resaltar el empeño de Violeta por lograr que a la escritura le demos la importancia que merece, y es de valorar la disposición de profesores como Jorge Manrique y

Ana López para escuchar a los estudiantes y trabajar con y para ellos. Ahora bien, los agradecimientos a lo negativo se los doy a esos profesores y compañeros que me mostraron claramente lo que no quiero ser nunca en mi vida, ni como profesional, ni como persona, porque como en todo lado, no falta el mediocre, chévere eso sí; o no falta el mala gente por no decir el #$%&$% a quien le queda grande saludar y ser cordial. Pero bueno, esas son cosas que se enseñan en la casa y que nacen. Igual gracias, finalmente fueron la preparación para afrontar los venenosos con los que seguramente habrá que lidiar en el mundo laboral. Ya que algo es claro, ustedes no son únicos en su especie. Por último tenemos el miedo y el reto. Dos emociones cuya tensión ha movilizado fuertemente mi vida como habitante del limbo. Ya que los vacíos e inconformidades con el pensum de la carrera y más que todo con su estructura, sumadas a las lógicas de un sistema “for-

mativo” que a veces se torna inconveniente para un aprendizaje significativo, hacen que a la hora del té, y en el mundo real, se sienta miedo. Miedo por lo que se ignora, por lo que no se aprovechó y por lo que pudo ser mejor. No obstante, como quejarse no cambia en nada las cosas, la opción más viable es asumir el presente con las fortalezas que la Carrera, junto con los buenos profesores y las experiencias gratificantes, me dejaron. Para así hacer de la experiencia profesional que comienza un reto, que no solo llene vacíos, sino que además trace metas muy altas. Esas que los javerianos, por deber y convicción debemos alcanzar. De este modo, y para contestar la otra pregunta reflexiva que me hicieron: ¿qué será de mi vida? No tengo cómo saberlo, pero sí tengo claras mis metas y la satisfacción del deber cumplido.


ACREDITACIÓN CARRERA DE COMUNICACIÓN

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Nuestra identidad javeriana

Visión

La Pontificia Universidad Javeriana es una institución católica de educación superior, fundada y regentada por la Compañía de Jesús, comprometida con los principios educativos y las orientaciones de la entidad fundadora. Ejerce la docencia, la investigación y el servicio con excelencia, como universidad integrada a un país de regiones, con perspectiva global e interdisciplinar, y se propone: - La formación integral de personas que sobresalgan por su alta calidad humana, ética, académica, profesional y por su responsabilidad social. - La creación y el desarrollo de conocimiento y de cultura en una perspectiva crítica e innovadora, para el logro de una sociedad justa, sostenible, incluyente, democrática, solidaria y respetuosa de la dignidad humana.

-En el 2021, la Pontificia Universidad Javeriana de Cali será reconocida por: -La excelencia humana y académica. -Su dinámica internacional y su articulación a la red mundial de universidades jesuitas. -La cultura de innovación y emprendimiento. -Su responsabilidad social.

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Misión

Nuestro objetivo de formación Buscar que el estudiante de Comunicación javeriano adquiera las competencias cognitivas, socio-afectivas y comunicativas necesarias para poder interactuar con otras personas, comprender los fenómenos y problemas comunicativos y proponer alternativas de solución, con un sentido ético y social.

Nuestro compromiso Formar integralmente comunicadores idóneos en el conocimiento, la valoración crítica y la aplicación de estrategias y competencias de comunicación donde prevalezca la ética, el compromiso social y una preocupación por la originalidad y calidad en procesos y productos de comunicación.

Perfil del egresado El comunicador javeriano es un profesional con excelentes habilidades para la planeación y liderazgo de procesos y proyectos de alto nivel y responsabilidad, caracterizado por comprender las lógicas de las organizaciones, medios de comunicación y plataformas multimediales.


Latinoamérica Texto/ Abril Montaña Artes Visuales abrilmontana@javerianacali.edu.co

En el peldaño de nuestros días, cultivémonos nosotros mismos. En el último peldaño de esperanza mantengamos firme la palabra arraiguemos nuestras costumbres. Porque soy sangre de mis ríos, Porque soy tradición y camino Porque soy hija, madre, indígena, mulata, criolla, porque soy mujer latinoamericana, columna vertebral de mi continente y abono natural de la semilla germinada. Jamás de espaldas, jamás de rodillas, n u n c a m á s.

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Ilustración/Camila Osorio Diseño de Comunicación Visual mosorio78@javerianacali.edu.co


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Texto/ Juan José Rueda/Comunicación juan.rueda@javerianacali.edu.co

Él nunca se vio bueno para la poesía, pero no porque no le gustara. Bueno... no, no le gustaba, pero era más bien porque nunca se animó a escribir un poema. Bueno... sí, sí escribió unos cuantos... unos cuantos miles, pero era más bien porque vio que en ellos había retratado lo más oscuro de su corazón. Bueno... no, no tanto. Muchos en verdad se referían a las bellezas que él veía en el mundo. Bueno... más bien a la belleza que veía en un par de ojos carmesí; pero era más bien porque siempre sintió admiración por los tintes rojizos. Bueno... no, su color favorito era el azul. Más bien sentía admiración por la dueña de esos ojos, razón verdadera por la que empezó a escribir; pero era más bien porque él sentía que de alguna manera debía rendirle culto para no agobiarse por esa letal lejanía que había entre ambos. Bueno... no, ella vivía en la casa de en frente, y ya habían entablado conversaciones desde hacía un tiempo, pero eso no quería decir que ella no fuera inalcanzable... Todo lo contrario. Él sabía que sus poemas no podían llegar a ella, y por ello nunca se atrevió a dedicarle ningún verso en persona. Jamás. Bueno... sí, sí lo hizo. Y fue entonces que dejó de gustarle la poesía. Y juró no volver a recordar nada, a no volver a escribir más. Bueno... sí, sí siguió escribiendo... y de esos poemas surgieron historias. Algunas felices, algunas tristes, pero todas catárticas. Y fue entonces que empezó a sentirse completo. Bueno... no, no tan completo, y por eso se dedicó enormemente a darle vida a un personaje, su personaje, su otra mitad, su bella protagonista: una musa que empezó a moldear solo a partir de sus fantasías... Bueno... no, era bien real. La primera vez que la vio fue en un parque. La primera vez que la conoció fue en un café. Y cuando hablaron, lo hicieron mucho más de lo esperado para haberse recién conocido. Y él no sabía muy bien por qué. Bueno... sí, sí lo sabía. Y es que esta vez ya no sentía ninguna lejanía, ninguna contemplación a distancia y ninguna sensación ensimismadora, pero era más bien porque en el fondo algo le tranquilizaba: por fin tenía la seguridad de que no volvería a cometer la estupidez de exponerse a sí mismo al vacío, dedicando un escrito suyo a otra persona viviente. Jamás. Bueno... sí... volvió a hacerlo.

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Y fue entonces que sin querer, dos personas hicieron poesía.


Revista Pasá la voz

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Ilustración/Cesar Hurtado Diseño de Comunicación Visual cesarhr@javerianacali.edu.co


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La Libertad Texto/ Carlos Eduardo Valdés/ Economía carlos.valdes@javerianacali.edu.co

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Había una vez una niña que tenía muchísimos problemas. Eran tantos que no podía acostarse en su cama, pues todos los problemas saltarían a su lado y el peso la rompería. Eran tantos que cuando trataba de salir de su casa los problemas se atoraban en su puerta y la obligaban a quedarse adentro. Eran tantos que era imposible ganarles en un juego de escondite, y eran tantos que a duras penas alcanzaba el tiempo para cuidarlos. Un día, la chica al caminar se encontró con un gran árbol lleno de trocitos de amor o de libertad, que es lo mismo. La chica quería uno y saltó para agarrarlo pero sus problemas testarudamente se habían aferrado a su pie y no la dejaban moverse. Desesperada sacudió su cuerpo, todos los problemas cayeron y la chica salió corriendo,

corrió muchísimo, hasta que los perdió de vista, volvió al árbol y saltó para reclamar su trocito de amor, pero por más que saltó no consiguió atrapar ninguno. En ese momento los problemas aparecieron de nuevo, pero esta vez la chica había tenido suficiente. Agarró una botella vacía, la rompió contra un muro y saltó sobre ellos blandiendo su letal arma. Uno a uno cayeron los cadáveres en el suelo hasta que no quedó nada más que una pila de problemas resueltos. Entonces la chica reunió los problemas muertos bajo el árbol, trepó en ellos y saboreó su libertad.


Revista Pasá la voz

Noche fría, noche oscura, noche sola llena de recuerdos espacio para sentir e ir a un lugar lejos de aquí. Donde se escucha el agua susurrando tu nombre, donde la tranquilidad se esconde y deja todo blanco, todo negro. Donde me expreso, soy yo, una mezcla de lo externo, con un pizca de lo más profundo de mis adentros. Tú. Tú mi anhelo, tú mi sueño, ¡suspiro!... ¡tus besos! suave algodón, agua pura con sabor a libertad! Del frío paso al calor, de la noche al día, de la luna al sol, de tristeza a alegría... He vuelto, así lo creo, he vuelto al lugar de los recuerdos. tu boca, una mano, cintura y pasión, una figura perfecta, tú y yo... de nuevo, otra vez en mi mente, en el mundo en donde siempre estás presente. Un mundo cercano, muy lejos de aquí... en donde siempre guardo lo más profundo de mí.

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Texto/ Stefany Vargas/Comunicación stephanyv@javerianacali.edu.co


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Eran las cuatro de la tarde y todos mis amigos de la comunidad Magis estaban esperándome en la capilla: ¡que ya estaban todos y que solo faltaba Andrew, que me moviera! La verdad es que nunca había podido asistir a un festival del Petronio Álvarez puesto que, por esas fechas, a mis papás siempre les daba por hacer algo importante. Sin embargo, ya eran tres agostos en los que el centro, las emisoras, los iPod de mis amigos y la ciudad en general, se ambientaban con el sabor de la música del Pacífico.En mi casa pasaba lo mismo, los domingos mi mamá cambiaba la salsa del Grupo Niche por despertarnos con Herencia de Timbiquí, el Grupo Bahía, Africali y hasta con el Aborrajado de Residuo Sólido. En general, la ciudad y mi vida tomaban otro tinte. Pues bien, tomamos un taxi entre todos y salimos directo a las Canchas Panamericanas. Ahí me llevé mi primera sorpresa: el orden. Habían habilitado tres grandes accesos, lo que me hizo sentir muy tranquilo pues no iba a tener que esperar horas para la entrada, como a veces pasa en los partidos

del Deportivo Cali y en los eventos de la Feria. Después me llevé mi segunda sorpresa: no todo era música,viche y arrechón. El comité organizador dispuso toda el área de las canchas, que quedan atrás de los cholados, para poner casetas donde las artesanías, los instrumentos, la gastronomía y la cultura afro del Pacífico también eran protagonistas. Claramente pudimos notar a los extranjeros desaforados degustando deliciosas comidas que tal vez en sus países nunca iban a conseguir. Obviamente, el olor no nos permitió continuar, así que nos detuvimos a comer unas empanadas de camarones, unos patacones con hogao y una fría y deliciosa aguapanela con limón. Al quedar satisfechos, pasamos debajo del túnel, caminamos por la pista atlética y llegamos a nuestro destino. He ahí mi tercera y última sorpresa: ¡miles de personas habían dejado de estar en sus casas, en sus trabajos y en sus labores cotidianas para experimentar el repique de la marimba y el retumbar de los tambores! Era increíble ver cómo una cultura había podido

reunir tantas personas, y lo mejor, como si todos fuéramos una familia de la misma raza. Es por eso que mis amigos y yo pudimos comprender por qué este festival fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación, al igual que la marimba de Chonta, instrumento típico del evento, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. La alegría, el baile, la música, la ausencia de los medios coactivos y la unión desinteresada de toda la ciudad y de sus vecinos, dejaron un claro mensaje al país y al mundo: sí se puede hacer un evento del pueblo para el pueblo. Así, con esta versión número XVII del festival Petronio Álvarez se contribuyó en la construcción de tejido social y en el incremento de sentido de pertenencia y de identidad local; pasos necesarios, en mi opinión, para la consecución de la paz. Por eso y por mucho más, de parte de todas las personas que gozamos de esta fiesta: GRACIAS, PETRONIO. Estamos a la espera de la próxima versión.

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Lettering/ Simón Londoño -Le monsta Diseño de Comunicación Visual simonl@javerianacali.edu.co


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Texto/Juan Alberto Zapata/ Comunicación jzapata82@javerianacali.edu.co

Jamás había escuchado un nombre más extraño en un profesor, pero después comprobé que sus raíces definitivamente no eran latinas. Se trataba de un caminante que atravesaba el mundo desde lugares inimaginables hasta un salón de clases, en donde transmitía sus destrezas y saberes a unos cuantos neófitos soñadores. El mismo que en tiempos pasados había traducido obras literarias del castellano a su natal alemán, que había estudiado al prosista de nuestra famosa “María” y que había entrelazado dos culturas a través del lenguaje.

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Un afamado y distinguido que al caminar por los emplazamientos de la universidad se le observaba platicando como buen humanista, con una tonada extranjera; departiendo del castellano con más propiedad de la que muchos suponen. Un idioma con orígenes germánicos que lo llevó a apropiar y a adaptar modelos pedagógicos como “la casa argumentativa” y “las claves retóricas”, esenciales para ilustrar y educar hablas inglesas, españolas, alemanas e inherentemente humanas.

Empero, más que un nombre extraño conocí a un maestro en su sentido más amplio del término. Un literato dotado con habilidades incalculables y un temperamento en ocasiones exclusivo, como expresa un conocido adagio, “le sacaban el apellido”algunos comportamientos, pero su finalidad, interpretada ocasionalmente con disgusto por algunos, no era otra que dejar un legado en nosotros sus aprendices. Aprendices que hace poco conocimos el destino del último de sus viajes. Aprendices que echaremos de menos sus enseñanzas más que académicas, humanas. Y aprendices que tuvimos el privilegio de conocerlo, a él, a un viajero soñador, al maestro Klaus Dieter Hebenstreit.


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¡Está bien! Texto/Juan David Naranjo Comunicación jnaranjo69@javerianacali.edu.co

¡Está bien! Si durante tu vida te has preocupado únicamente por lo que conseguirás en un futuro, por encontrar ese tesoro que tanto anhelas, estás olvidando que el futuro se construye a partir de lo que hagas hoy, que debes recorrer el camino que te llevará a encontrarlo.

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¡Está bien! Si te pasas la vida pensando en tener más y más, tal vez estás dejando de ver y valorar lo que tienes ahora. El tesoro puede estar frente a tus ojos. Muchas veces los piratas no se percatan de que la isla en la que han estado todas sus vidas es en donde hallarán el tesoro que le dará sentido a sus días.


Revista Pasá la voz

No quiero obligarte, pero deberías darte cuenta si estás en el camino correcto, buscando el verdadero tesoro. No esperes a que sea demasiado tarde. O si, por el contrario, vas a seguir codiciando lo que aparenta ser un tesoro, si vas a seguir navegando las aguas que aparentan no ser tan fuertes, es muy probable que no seas un pirata triunfante y el tesoro nunca estará frente a ti. Pero bueno, ¡está bien! Sigue así.

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Ilustración/David Saravia Diseño de Comunicación Visual dsaravia22@javerianacali.edu.co


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Fotografía /Carlos Arce Artes Visuales y Comunicación carlosarce@javerianacali.edu.co


Revista Pasá la voz

Texto/ Camila Lozano/Comunicación mlozano51@javerianacali.edu.co

Al fin en el Pascual, Colombia tiene la ofensiva, la tribuna se emociona y la ola recorre el estadio mientras nuestro equipo hace pases supremamente precisos. En medio de gritos, cantos y barras, hacen el último pase y en un fabuloso vuelo, Yina Cartagena alcanza el disco y ¡¡GOOOOL!! ¿Disco? Sí, disco, un frisbee. Durante tres grandiosos días, los Juegos Mundiales dieron la oportunidad de que por primera vez en el estadio Pascual Guerrero, el que se robara las miradas del público no fuera un balón de fútbol, sino un disco volador en medio de un partido de ultimate. Más de 16.000 personas, sin entender muy bien las reglas o conocer las jugadas, gritaron, alegaron y se emocionaron con este deporte. —¿Dónde está el árbitro?— decían algunos. No, el ultimate no tiene árbitros, todas las faltas o infracciones se dialogan en cancha, se llega a un acuerdo entre los jugadores y se respetan las decisiones ahí tomadas; lo que en el deporte se conoce como “espíritu de juego”. Aunque al inicio fue difícil y hubo confusión entre los espectadores, el público caleño logró entender finalmente que sin la necesidad de tener una tarjeta roja o amarilla las reglas se podían respetar.

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Lettering/ Simón Londoño -Le monsta Diseño de Comunicación Visual simonl@javerianacali.edu.co

No ganamos medalla, Canadá nos bajó del podio con el último gol; sin embargo, eso no importó mucho porque en tan solo tres días toda la comunidad “ultimatera” logró ganar reconocimiento, apoyo y respeto por parte del resto del país; algo nunca antes visto. ¡No solo lanzamos un frisbee. Jugamos ultimate! Y ahora Colombia, o por lo menos Cali, ya sabe eso.


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Texto/Natalia Vivas Comunicación nvivas28@javerianacali.edu.co

Y así, las miradas marcaron las doce. Solo una bombillita encendida, filamentos resistentes que me soportaron prendida; voltios y más voltios dando vueltas, pero en mi cabeza solo tú. Te escribía medio dormida y medio despierta. Trataba de reemplazarte y reinventarte, jugaba a olvidar el olvido u olvidar el recuerdo, pero sutiles voces murmuraban que el olvido era una acción involuntaria, espontánea y casi natural. Fue así como, entonces, decidí hacer de ti un olvido literario: con muchos puntos suspensivos y tinta indeleble. Recordé desde las vísceras, desde el ardor más profundo. Hubo ansiedad y se carcomieron las uñas. Incluso hice una lista de palabras que me sabían a ti, porque tenía ganas de retratarte, de abstraerte o de conceptualizarte en un rinconcito maldito. Después quise recordarlo todo: la última línea que nos delineó, la mirada profunda y los abrazos rotos. Recordé cuando vimos ese último cigarrillo que se consumía, cuando

entendimos que ese era el fin. Que el amor ya era sublime. Y la noche se hizo más fría, mis pies se helaron y me dejé conmover por dos tristes lágrimas. Me di cuenta de que tú y yo solo podíamos estar juntos en las nubes… Pero esta vez sin opio para embriagarnos en la levedad, en esa levedad que tanto nos extasiaba, que nos llenaba de vacío y conectaba nuestras almas. Tú y yo fuimos más que instantes y casualidades, fuimos inmortalidad. Por eso siempre te quedarás en un lugar donde la racionalidad sea la neblina y no el aire, te quedarás para siempre en mí, en esa región del cerebro que Kundera llama memoria poética, “la que registra aquello que nos ha conmovido, encantado, que ha hecho hermosa nuestra vida”. Y ahora… “ya no sé si es un recuerdo o el recuerdo de un recuerdo lo que me va quedando, ¿se da cuenta?”.

Ilustración/Diana Acevedo/ Diseño de Comunicación Visual dpacevedo@javerianacali.edu.co


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Texto/ Halim Morales/Comunicación halfranky@javerianacali.edu.co

“Y tan profunda es mi fe y tanto eres para mí, que en todo lo que yo creo sólo vivo para ti” Paul Verlaine Cada trazo que hago enmarcado en alfabeto, lleno el papel de significados y hablo de lo nuestro. El devenir arrebata mi pluma pero jamás mi estilo, se lleva la tinta y nunca el hilo, me trae el grafito y me pone a soñar. El lenguaje y sus manifestaciones no se quedan quietas, el caos, la brisa, la risa, el suspiro, el grito, el comunicar. La palabra como la mariposa se transforma con el tiempo, cambiando así la antropología que rige nuestra cultura. El lápiz es como el viento de las ideas que navegan en un mar de imaginación, cuya verosimilitud se encuentra en la profunda memoria de los sentimientos de cada autor, de cada hombre como especie y no como género, de mí. El arte al sentido, como la percepción al mismo. Mi vena comienza a vibrar, en un abrir y cerrar de ojos comienzo a expresar, a redactarlo todo sin parar, vicio que dona a Francia... mi más honorable pensar.

Entre rima, canción, letra, estrofa y verso hay todo un universo, uno mágico y extenso. A manera de homenaje pongo de manifiesto cada detalle de mi basto recuerdo. Escribir es mi momento, siempre, desde que despierto hasta que me acuesto. Soy meramente tranquilo, pero cuando bebo, un poco incierto. Soy el extremo de lo bueno... de lo malo también. Soy Jekill, soy Hyde, me relaciono diferente con cada ser, pero nunca al azar. La época, la ropa, las personas, los cafés, el ajenjo y las tetas. La pasión por tenerte cerca, la obsesión por escapar sin vuelta, por ir en busca de lo desconocido descifrando códigos, símbolos, palabras, letras, tu cuerpo, tu alma entera. Por viajar más allá del estigma, del pasado, de las burlas y de todo monstruo de allá afuera. ¡Qué alucinación tan cercana y ajena! Conmuéveme con tu carta, ven a verme, escribe conmigo, enloqué-

ceme, lléname de ira, venganza, amor... ¡Oh, Rimbaud date vuelta! Aléjate que nace, ¡amén! Poemas, llenos de aquel carácter del que siempre nos olvidamos, lo humano me sirve de antemano para declararte lo mucho que viví, vivo y desearía vivir contigo, a tu lado. Ni “la buena canción” sanará el dolor que te causé, de qué sirve mi antología, mis frases, mi literatura sin tu compañía eterna. ¡Déjame! Le escribiré a lo místico, a lo sagrado, a lo prostituto y vano. Total, ni con francos ni con ensayos volveré a vivir lo pretérito; en lo profundo y lejano sé que en tu memoria siempre me llamarás Verlaine porque hoy y siempre he muerto. (Inspirado en la vida de Paul Verlaine).

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Lettering/ Simón Londoño -Le monsta Diseño de Comunicación Visual simonl@javerianacali.edu.co


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Texto/ María Paula Caicedo Derecho/ payares35@javerianacali.edu.co

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Vivimos en el mismo lugar; usted, 44,5 millones de habitantes y yo, en este país que se viste de fiesta para camuflar sus falencias, sus tristezas, sus dolores. Un país lleno de riqueza natural, cultural y étnica, un país que de cualquier forma siempre da de qué hablar en el mundo; sea por su delicioso café, sus talentosos artistas o por sus actos terroristas, sus narcotraficantes y escándalos de corrupción. ¿Cuál es el principal problema aquí? Se preguntan muchos, intentar responder podría tomarnos varias horas; todos sabemos que Colombia ya no cuenta con unos pocos problemas. Un país como el nuestro necesita de varios años para intentar sanar y reparar todas las heridas y golpes que por años le ha tocado enfrentar. El colombiano, los nacionalistas orgullosos, los chovinistas que utilizan su arma más letal, la retórica; para dar a conocer su repulsión hacia cualquier acto violatorio de los derechos, cualquier acto violatorio de nuestra muy bien hecha y no cumplida constitución; pero son precisamente ellos, nosotros, los que callamos cuando en nuestras naricesa saltan a nuestro vecino,

cuando somos testigos de un abuso de autoridad, cuando vamos hacia alguna de las hermosas playas de nuestro país y a alguna aerolínea se le ocurre pasar atrozmente encima de los pasajeros y utilizar un nombre para figurar la legalidad de los hechos, cuando un guarda de tránsito se le ocurre “cazar” a los villanos para “hacer justicia”, cuando en un hospital deciden no atender a un herido porque no cuenta con los recursos para comprar su vida… ¿Hasta cuándo, país? ¿Qué tiene que pasar para erradicar la violencia y acabar con el mal? ¿Por qué prefieres callar? ¿Por qué no alzar la voz fuerte y clara para gritar un largo “NO MÁS”? Cuando te des cuenta que tienes el poder de cambiar las cosas, cuanto te des cuenta que este país es de todos y no de unos cuantos, cuando te des cuenta que los políticos son nuestros representantes y no nuestros titiriteros, cuando decidas hacer un paro, cuando en serio decidas quedarte en este país porque lo amas y deseas morirte en él, porque sé que será mejor y no solo diferente; solo entonces dejarás y dejaré de ser un cobarde.


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NEGRA PALOMA Texto/ Daniela Salamanca/ Medicina dsalamanca95@javerianacali.edu.co

Vete a volar negra paloma, vete muy lejos de aquí. A un lugar donde ya no te puedan lastimar, a un lugar donde el vacío ya no pese y el silencio deje de gritar. Busca un nuevo corazón, virgen de heridas, cicatrices y lamentos. Pide a tu dueño que te libre del dolor. Libérate de las cadenas que te agobian. No caigas. Levántate. Rebélate. Eres fuerte y puedes luchar. Vuela lejos y no mires atrás. Abre tus alas al viento y descubre el nuevo horizonte frente a ti. No permitas que nada ni nadie te detenga. Deja que el sol ilumine tu camino y que nadie determine tu destino. Vuela tan alto que la sombra de tu cuerpo opaque tu pasado y oculte tu larga lista de penas.

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No te rindas jamás y has ver al mundo todos tus colores. Que no solo te crean una negra paloma.

Fotografía/ Johnatan Buriticá Negocios Internacionales johnatantorres@javerianacali.edu.co


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EL OLVIDO DE LO NATO Ø57

Texto/ Jhon Jairo Morales/ Medicina jmorales40@javerianacali.edu.co

Olvidé cómo se llora, cómo las personas sacan sus sentimientos. ¿De dónde sale ese dolor perpetuo que poco a poco toma su papel? ¿En dónde están las aguas saladas, los mudos chillidos, las intensas convulsiones, la sensación de olvido? ¿En dónde está lo que sigue de la muerte? De esa perpetua muerte que se siente siempre antes de abrir el grifo. ¿En dónde está? Porque estoy al borde del precipicio y no sé cómo saltar.


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Texto/Isabella Ángel /Comunicación iangel83@javerianacali.edu.co

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Y justo cuando pensé que no podía existir alguien peor que yo, lo conocí. Era como si el universo hubiese conspirado para que dos seres tan caprichosos y a la vez justos se conocieran. Le pregunté varias veces si entendía mi manía de escribir oraciones cortas y decía que no. ¿Cómo no entiende que soy concisa? Él decía que no era coherente. ¡Más coherentes eran mis oraciones acompañadas de puntos seguidos que su mala pronunciación del inglés! O la conjugación del español. Aunque, a decir verdad, nunca me disgustó su dificultad para pronunciar la “R”. Sigo sin entender. A veces me pregunto si realmente disfrutaba leer mis pequeñas oraciones. Pero de lo que estoy segura es que él es peor que yo. Se la pasaba recostado esperando a que el hada de los cigarros pusiera uno en su boca, y sí que lo hacía. Entre la cirrosis y el sueño se la pasaba escribiendo largas oraciones. Nunca escribía puntos. Incluso le amenacé un par de veces con dejar de amarlo. Le dije que un hombre ideal conocía bien las reglas de puntuación. ¡¿Cómo es que nunca pudo escribir un punto

seguido?! Definitivamente el destino había puesto en mi camino al peor de las calañas. El hombre que no puede poner un punto seguido, no puede poner el final. Y sí que es importante un punto final. Yo, por mi parte, disfrutaba de los puntos, aunque la puntuación no es lo mío. No sé más que poner puntos seguidos; soy mala para los finales. Pero sí, era definitivamente peor que yo. Los únicos puntos que conocía a la perfección eran los que están tatuados en mi espalda, cuello y cara. Incluso gustaba de contarlos, se entretenía mientras repetía la cuenta de estos. “A veces tienes 27 grains de beauté, a veces 30, pero nunca un grano. ¿Cómo es que se dice grain de beauté en español?”. Era divertido como asumía que la pubertad y su acné nunca llegaron a visitarme. Eso sí, el lunar con el que más se divertía era el de mi oreja, sin contar que el que más le gustaba era el que yace cerca a mi boca. ¡Pero sí que estaba loco! Se fumaba un cigarro y con su mala pronunciación decía: “qué mierda, sí que soy malo pa’ los puntos”. Y eso lo hacía un ser peor que yo. Mucho peor…


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Fotografía /Andrés Guerrero Diseño de Comunicación Visual aguerrero@javerianacali.edu.co


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Texto/ Sebastián Ávila Psicología savila00@javerianacali.edu.co

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En medio de un fogueo de éxtasis pasional, los besos, las caricias, los susurros, las miradas penetrantes, las pícaras y candentes risas hicieron imposible dar comienzo formal a lo que de manera romántica muchos dicen “hacer el amor”. Felipe, desdichado se dio a rendir cuando

de forma brusca alejó a su pareja que estaba encima de él, y tartamudeando logró decirle que era inútil hacerlo en ese momento, puesto que después de treinta minutos de estar sumidos en los besos y las caricias, su cuerpo no había entendido de qué se trataba esta situación. Envuelta en la co


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bija, Alexandra se paró de la cama y dirigió sus pasos al baño, mientras que Felipe quedó desnudo en la cama, recostado, cual fracasado sin trabajo y sin logro alguno. Ella llenó la tina con agua tibia y se sumergió. Las lágrimas viajaban a lo largo de su rostro, la tristeza y la impotencia abundaban su ser, los recuerdos se hacían imágenes patentes en su mente, sentía como si seis meses de relación se hubieran convertido en cinco o seis décadas. En medio de esta nublosa situación, ella todavía excitada, con sus manos inquietas, inició un auto coqueteo de caricias atrevidas que dieron pie finalmente al declive del umbral, provocándole de manera general un sin sabor, un inconformismo por tener que dar lugar a rituales tan infantiles para satisfacer algo tan simple como lo es el sexo. Por otra parte, mientras Alexandra desbordaba su tristeza en caricias de autocompasión, Felipe no hacía sino hablar solo, su mirada estaba fijada en su miembro; pareciera que estuviese entablando una conversación con el que hace unos minutos lo había hecho quedar como un zapato ante su actual novia. Sudoroso, no hacía más que tocar su pecho, todavía desnudo, sin vergüenza alguna no dudó en encender la televisión con el propósito de olvidar lo pasado hace unos minutos y darle un giro al momento impregnándole algo de paz. Después de una hora, Felipe entró en una terrible preocupación porque su novia no salía del baño. Enseguida dejó de ver la película un tanto erótica, que no fue factor

ascendente para sus potenciales sexuales. Continuaba despojado de ropa. En pasos contados llegó al baño y enseguida se resbaló de decepción por lo que escuchaba y le iba a ser mucho más infalible ver. Su mujer se encontraba susurrando para sí, tocando sus senos suavemente con la mano derecha y la izquierda a su perspectiva. Estaba sumergida acariciando otra parte de su sensual cuerpo. Él ingresó al baño y la mujer, embebida en su propio coqueteo, no presenció su llegada hasta que él abrió la puerta de cristal que encerraba la tina. Ella sorprendida, recurrió a un gemido de bienvenida. Estando él desnudo lo manoseó en sus partes, y ni así estas captaron la sensación primera para que fuera interpretada en un punto específico del cerebro y en instantes la respuesta se diera en una erección. –Guevón de mierda, por qué putas no te paras para que me hagas gemir como una fiera– enfurecida desahogó sus penas contra una parte de un ente que no tiene la más mínima posibilidad de comunicarse. Felipe rió, y sus manos se dirigieron a acariciar el bello rostro de Alexandra, se acuclilló y pidió perdón por no crear en ella esa constante satisfacción que solía impregnarle. Ella le correspondió su petición dándole un beso, un beso bastante sucio, como dicen hoy día, uno en el que la lengua se transformaba de punto clave para el aparato fonador a un juguete sexual bastante excitante y candente. Terminado el viaje húmedo en conjunto por el aparato bucal de cada uno, Felipe resolvió que lo mejor era ingresar en el juego que

hace sesenta minutos había iniciado su amante, así que entró en la tina y se inclinó hacía la cara de Alexandra e inició con leves caricias en sus ojos, nariz y lo más estremecedor fue cuando rodeó con sus dedos el contorno de los labios de ella. Así, abrió lugar a un nuevo intercambio de fluidos que gracias a la pasión y al impulso eléctrico estallido en el cerebro llevaron de nuevo a estos dos fogosos y excitados seres a un estado psicótico de exasperante agitación. Así las cosas, los roces de piel se hicieron más constantes y seguidos, y lo que no fue posible al principio se estaba haciendo justo en este instante. Alexandra perdió control de sí y se puso en posición cómoda para recibir lo que estaba esperando hace unas horas, Felipe por tanto no dudó en seguir a su novia. Entre el forcejeo de cuerpos, los balanceos, el cambio de posiciones, los besos, las miradas, los susurros y las mordidas, se fue el tiempo, y este no dudó en avisarle a Felipe el momento esperado. En medio de una exclamación dio cuenta de que había acabado y Alexandra con sus ojos escrutados en los de su amante le aseguró que había quedado plena, feliz, encantada con lo que acababa de donarle. Felipe exhausto cayó sobre el pecho de su amada, embebiéndola de sus toxinas liberadas en el sudor, combinando las suyas con las de ella, con una sonrisa la miró y todo terminó con un beso, uno tierno, uno en el que los labios solo se rosan mientras la sonrisa se roba el protagonismo del momento.


//14-Reinventando realidades

¿Quién soy yo? Ocurrió aquel día cuando por primera vez me vi al espejo y al encontrarme frente a él descubrí que el tiempo pasa rápido pero deja huella. En ese momento me puse a pensar ¿Quién soy yo? ¿Tengo respuesta a esta pregunta tan fácil? Claro. Realmente pensé en los sencillos adjetivos de cajón que estoy acostumbrado a decir: extrovertido, tierno, cariñoso, y uno que otro defecto para ocultar mi egocentrismo: perezoso. Pero la verdad es que no sé realmente quién soy yo. Un vago recuerdo de mis experiencias y vivencias son las que me hacen ser lo que soy. Creo. Sé que soy rubio, bajo y demás, pero eso no me hace una persona completa. La respuesta a la pregunta ahora parece más difícil, más compleja. ¿Quién soy yo? Si me cambio el color de pelo, si cambio la forma en que me rio o cualquiera de estos aspectos, no me hará una persona diferente. Una descripción de uno mismo no es quien soy en el presente. No se pregunta por el hoy, se pregunta por el siempre. Cuando pienso quién soy yo pienso no solo en mi presente, sino también en mi pasado y mi futuro. Lo que he sido, soy y seré, es la verdadera descripción de mí. Soy la mezcla de mi padre y mi madre, la influencia de mis hermanos y amigos, soy lo aprendido en casa y escuela, soy todo lo que el tiempo ha dejado huella.Todos los días cambio pero no cambio; me completo. Me vuelvo una persona más parecida a mí, a lo que al final debo ser. Sé además, y lo sé por lo que soy y he aprendido, que todavía falta un largo camino para ir moldeando lo que soy. Sé que mañana podré decir que ya no soy el mismo de ayer, y así durante lo que me resta de vida. Pero también soy consciente de que nunca dejaré a un lado lo que hasta hoy he sido. Una respuesta con poco sentido.

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Ilustración/Ángela Arias Diseño de Comunicación Visual aparias@javerianacali.edu.co


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Revista Pasá la voz

Ilustración/David Saravia Diseño de Comunicación Visual dsaravia22@javerianacali.edu.co



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