Resistencia en las montañas

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ISSN 1989-9750

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LA REVISTA DIVULGATIVA DE LA ASOCIACIÓN HISPANIA ROMANA

Resistencia en las montañas La anexión del norte de Hispania

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CARTA DEL CONSEJO EDITORIAL Edita: Asociación Hispania Romana.

Transformación

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ace cierto tiempo, organizamos una encuesta en Facebook para ver qué temas despertaban más interés entre los lectores. Hubo respuestas de todo tipo: temas transversales –la esclavitud, los espectáculos– y episodios muy concretos. En una competición muy reñida dos sucesos bélicos se disputaron el primer puesto y, finalmente, el sometimiento del norte hispano se impuso a la Segunda Guerra Púnica. La decisión del tema de Stilus 11 fue un hito en el carácter social y colaborativo de esta publicación. No en vano, Stilus ha tenido desde sus orígenes la vocación de ser un proyecto abierto a la participación de los interesados en la historia de Roma. Desde el primer número alentó a que los lectores diesen su opinión y aportasen propuestas y observaciones formuladas con rigor y voluntad de mejorar el conocimiento de una civilización apasionante. Hemos abierto los brazos a quienes se acercaron con humildad para echar una mano como si fuesen uno más del equipo. Quizá este carácter abierto es el responsable de que un proyecto, que nació sin más recursos que el esfuerzo y la buena voluntad de un pequeño grupo de personas, se haya consolidado. Adquirió el prestigio de albergar artículos de los expertos más reputados del panorama nacional, pero también se nutrió de la frescura de jóvenes investigadores y de apasionados de la historia de Roma. El camino descrito en estos seis años ha sido intenso y fecundo. Y el que se perfila por delante no está exento de grandes retos para mantener la trayectoria ascendente de la publicación. Por desgracia, la naturaleza altruista no alcanza a cubrir la dedicación y energía necesarios en esta etapa. El entorno tampoco estimula la motivación de los que estamos tras este proyecto. Llegados a un punto en el que el esfuerzo de elaborar cada número no se ve correspondido con la posibilidad de tener una estructura sostenible, la revista se enfrentaba a un periodo de estancamiento y decadencia que hemos querido evitar. Por eso, este

Dirige y maqueta: Roberto Pastrana.

número 11, asumido como un compromiso hacia los lectores que en su día expresaron sus preferencias, es un regalo que finaliza las andanzas de Stilus. El presente número no es, sin embargo, una despedida. Como nos enseña la Historia, los puntos finales nunca son tan absolutos como parecen. A menudo son el umbral hacia otro periodo en el que la realidad se presenta con ropajes más acordes con las nuevas circunstancias. En nuestro caso, la querencia por Roma y el Mundo Clásico no desaparece sino que se adapta a la era móvil. Desde el blog Tabula seguiremos compartiendo nuestra “fiebre”, al tiempo que nos aprovechamos un canal de comunicación más inmediato con todos vosotros. Nos encontraréis al otro lado. Alejandro Carneiro Roberto Pastrana Enrique Santamaría

Consejo Editorial: Alejandro Carneiro y Enrique Santamaría. Corrige: Paco Gómez. Escriben Helena Alonso García de Rivera, Alejandro Carneiro, Javier del Hoyo, Charo Marco, Alfonso Núñez Dopazo, Salvador Pacheco, Roberto Pastrana, David Pérez Sandoval, Antoni Ramos, Javier Ramos, Ildefonso David Ruiz López, Rubén Sáez Abad, Enrique Santamaría, Narciso Santos Yanguas, Marcos Uyá, Pau Valdés Matías, Alejandro Valiño y Miquel Vázquez Santiago. Correo: stilus@hispaniaromana.es Portada: Bajando de Collado Jermoso a Cordiñanes, de Francisco Domínguez. Stilus no comparte necesariamente los puntos de vista expresados por los autores, que son los responsables únicos.

la viñeta Por El Kuko.

¡TODOS CONMIGO! UN LEGIONARIO SUBIÓ AL MONTE, UN LEGIONARIO SUBIÓ AL MONTEEEEE. Y NO SABÉIS QUÉ VIO...

... AL OTRO LADO, OTRO MONTE TAN COMO EL ANTERIOR.

¡¡Por Júpiter, muchachos!! Que el mismo Imperator nos contempla. ¿Ese? Ese se ha pillado la baja y se ha largado a la Costa Daurada. Infantería de marina de Rávena. Ya lo decía mamá: “¡Alístate en infantería de marina de Rávena!”


rostra

Estudiar Humanidades RUBÉN MONTOYA GONZÁLEZ Graduado en Historia (Historia Antigua) por la

E

Universidad Complutense de Madrid

l pasado curso académico, el mercado laboral español recibió el grupo más numeroso de titulados universitarios de los últimos años. Las dificultades que encontramos los recién graduados son muchas –conocidas, en mi caso, desde el momento en el que elegí estudiar Historia–, además del escaso reconocimiento que los estudios humanísticos poseen en la sociedad actual. Los historiadores pertenecemos a uno de los sectores más afectados por la crisis: apenas se invierte en Cultura, muchos parques arqueológicos han sido cerrados, se ha retrasado años la apertura de importantes museos (como el Arqueológico Nacional)… La situación afecta también al mundo académico: se han reducido las becas destinadas al estudio, así como las ayudas a proyectos de investigación, mientras la universidad pública sufre una situación alarmante si nos comparamos con nuestros países vecinos de la Unión Europea. Aristóteles afirmaba que «la esperanza es el sueño del hombre despierto». Por eso aconsejo a los graduandos que su participación académica sea activa desde el primer día en la universidad. Además, para conseguir experiencia, la asistencia a cursos, seminarios de especialización, excavaciones arqueológicas es otro punto fundamental. Es ahí donde se entra en contacto con la realidad y con proyectos de investigación. En este punto he de resaltar el vergonzoso estado de las prácticas de campo ofertadas en la actualidad, ya que en muchas de ellas es el propio estudiante quien tiene que costeárselas. Además del trabajo diario dentro de las aulas y en la biblioteca, es muy importante la iniciativa del propio estudiante para completar la base teórica que ofrece el plan de estudios. Un factor adicional que aporta calidad a la formación es la movilidad internacional, otro pilar que en los últimos meses ha sido zarandeado por la crisis económica. Una vez terminados los estudios, debemos seguir formándonos en el campo en el que queramos especializarnos. El famoso Plan Bolonia obliga a cursar un máster que certifique nuestra especialización, bien en España, bien en el extranjero, pues siendo graduados, a pesar de poseer un título universitario, no somos aptos laboralmente si no poseemos un postgrado. ¿Qué salidas podemos encontrar en el arduo panorama que nos encontramos? A lo largo de toda la carrera las vamos conociendo: enseñanza, conservación de museos, gestión del patrimonio, arqueología, investigación universitaria, archivística o documentación... La situación económica de nuestro país y el sistema educativo, más que ayudar, hoy en día suponen un gran obstáculo que obliga a algunos alumnos a dejar de estudiar y a otros a hacerlo en países donde sí pueden permitírselo. Las oportunidades son escasas y el entorno sombrío, pero debemos seguir luchando por una educación pública y de calidad, así como por el reconocimiento de las Humanidades y por conseguir nuestro hueco en el mercado laboral.

en este número tema del número las huellas de las legiones

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Tácticas condicionadas por el terreno. Por Rubén Sáez Abad.

las crónicas dicen...

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el abastecimiento de las legiones. Por Pau Valdés Matías.

las crónicas dicen

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las estrategias de los pueblos del norte. Por Javier Ramos.

las crónicas dicen...

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la integración de asturias. Por Narciso Santos Yanguas.

religión

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de tileno a mitra. Por Marcos Uyá.

el rincón de esculapio

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conmoción: augusto muere en hispania. Por Salvador Pacheco.

enclaves hispanos

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BARCINO, ENCLAVE EMERGENTE DE LA LAYETANIA. Por Miquel Vázquez Santiago.

la entrevista

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Mauricio pastor. Por Ildefonso Ruiz y Marcos Uyá.

derecho

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la gran compilación jurídica. Por Alejandro Valiño.

etimologías interesantes

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y volver, volver, volver... Por Javier del Hoyo

noticias

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las tarraco viva. Por Antoni Ramos.

breviarium

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sabores de la antigüedad

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mustacei, un agasajo nupcial. Por Charo Marco.

entrevista breve

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carlos gonzález wagner. Por Roberto Pastrana

ludoteca

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tribuno: primus inter pares. Por Roberto Pastrana. total war: rome ii. Por Alfonso Núñez Dopazo.

la cinemateca de clío MIS QUERIDAS/ODIADAS SERIES. Por David P. Sandoval.

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lashuellasdelaslegiones

POLIORCÉTICA

Tácticas condicionadas por el terreno Las campañas cántabras exigieron del ejército romano el uso de artillería como esta catapulta del tipo scorpio. En la imagen Rubén Sáez hace una demostración durante las Jornadas Galoromanas celebradas en Lyon, en 2013.

Las legiones encontraron en el norte peninular un escenario de operaciones poco propicio para sus tácticas habituales de combate. Con todo, existen evidencias arqueológicas de que durante las Guerras Cántabras el ejército romano recurrió a unidades artilleras, cuya efectividad había comprobado y mejorado durante los siglos anteriores. Ciertos yacimientos han devuelto restos de catapultas que hablan de la tenacidad de la oposición de los pueblos oriundos de la zona.

Rubén Sáez Abad.

Las tácticas de combate desarrolladas durante las Guerras Cántabras se encontraron muy influenciadas por el marco geográfico en el que tuvo lugar el conflicto. Al tratarse de un terreno bastante accidentado, las legiones romanas tuvieron muchos problemas para desplegar todas las estrategias y recursos que solían emplear de forma habitual durante sus campañas militares, cuando estas tenían lugar en terrenos llanos. A causa de estas particularidades, las tácticas de expugnación sobre plazas fuertes serían minoritarias en relación a otro tipo de enfrentamientos. Tampoco las batallas campales a gran escala se darían en abundancia, pues se tiene constancia únicamente de una de ellas, acaecida bajo las murallas de Attica (Vellica). El hecho de resultar inferiores en campo abierto frente

a los invasores romanos, llevó a los cántabros a inclinarse por las escaramuzas de baja intensidad, buscando aprovechar su mejor conocimiento del terreno. En medio de este especial marco de actuación, el único asedio del que se tiene constancia en las fuentes escritas es el de la ciudad de Racilio (Aracillium). Si hacemos caso a Orosio, la plaza presentó una considerable resistencia durante mucho tiempo, aunque al final el enclave sería tomado y destruido (Orosio, 6, 21, 5). Con tan escasa información, es muy difícil precisar la estrategia empleada por las legiones para proceder a la captura de esta plaza fuerte. Se desconoce si se optó por el empleo de la estrategia de bloqueo o si se recurrió al bloqueo activo, combinando el aislamiento de la ciudad con el ataque sostenido sobre sus muros. Pasa a la página 6


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El scorpio, la pieza básica de campaña La catapulta tipo scorpio suponía la artillería básica de campaña, a causa de su reducido peso que se situaba entre los 30 y 40 kilos. Al mismo tiempo, existía la posibilidad de su desmontaje en tres piezas independientes, lo que facilitaba su traslado incluso en los más complicados escenarios. Los proyectiles disparados por esta pieza oscilaban entre los 70 y los 90 centímetros de longitud, y estaban constituidos por un vástago de madera y una punta de hierro muy afilada. El alcance de esta arma llegaba hasta los 500 metros, y podían acertar a una distancia de 350 metros sobre blancos individuales. El poder de penetración de los proyectiles que arrojaba les permitía atravesar chapas metálicas de 1,5 centímetros, lo que hacía inútil los escudos o protecciones corporales del enemigo.

Independientemente de que estuvieran diseñadas para lanzar flechas o piedras, el núcleo de las máquinas de torsión era un bastidor de madera de forma rectangular con dos largueros y cuatro postes.

Junto a cada extremidad de los largueros se ubicaba un orificio (foramen), tanto en la parte inferior como en la superior, que servía para alojar los resortes de cuerda. En cada uno de esos orificios se situaba un cojinete cilíndrico y hueco construido en bronce (modiolus), con una pequeña barrita de hierro (epizygis) que lo atravesaba diagonalmente y que se encajaba en las muescas de su parte superior. En el centro de cada uno de los resortes se insertaba un brazo de madera.

En la parte posterior de la caña se disponían los sistemas de gatillo y el torno. El gatillo tenía un dispositivo de balancín con una garra de pestillo bífido. El torno constaba de una rueda dentada, que era descorrida con la ayuda de palos.

Entre los dos postes del bastidor y de forma perpendicular, se situaba la caña. Consistía en una pieza de madera con una ranura longitudinal de sección en cola de milano en su cara superior. En esa ranura se encajaba otra pieza móvil conocida como corredera que, justo encima, poseía un rebaje destinado a guiar la dirección de la flecha.

Disponía de una base con un sistema de junta universal, que permitía disparar en un ángulo de 45º hacia arriba y otros 45º hacia abajo, al mismo tiempo que facilitaba el giro de 360º en la horizontal. Fotos: R. Sáez/Trebuchet Park Albarracín


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Tampoco se sabe con precisión las máquinas que serían utilizadas durante este asedio. El ejército romano había depurado sus tácticas poliorcéticas hasta extremos insospechados durante las últimas centurias, por lo que disponía de variados métodos para superar los recintos amurallados. Era posible superar las murallas por su parte superior, por medio del empleo de escaleras de asalto, grúas elevadoras o torres de asedio. Otra forma era rebasar los muros por medio del empleo de minas y túneles. Una táctica alternativa era la de atravesar las murallas después de haber procedido a su ruptura, gracias al

Las legiones optaron a menudo por copar al enemigo en cerros y asediarlos hasta vencer su resistencia empleo de arietes o piezas de artillería pesadas. Sin embargo, casi con toda seguridad, se debió optar por el empleo del bloqueo, pues las legiones ten-

drían problemas para desplazar por el territorio cántabro medios pesados de asedio, o incluso de construirlos in situ. Con la elección de esta estrategia también se preconizaban otras tácticas más ambiciosas, que llevarían la estrategia de cerco a su máximo exponente durante las Guerras Cántabras. Nos referimos al empleo, por parte de las legiones, de una versión del bloqueo a gran escala, pero no desarrollada sobre plazas fuertes, sino sobre lugares naturales dotados de especiales condiciones defensivas. Esta estrategia consistía en copar al enemigo en espacios abiertos, pero Pasa a la página 8

Los orígenes de la artillería romana Las piezas usadas por el ejército romano recibían el nombre de neurobalísticas, a causa de que la energía proporcionada para su funcionamiento la proporcionaba la torsión de haces de cuerdas en torno a un bastidor. De cara a la fabricación de los cordajes se utilizaban los tendones de animales, componente caracterizado por estar dotado de una enorme resistencia y elasticidad. A partir del término torsión derivaría el nombre de tormenta, con el que también serían conocidas estas máquinas. Para encontrar el origen de las primeras piezas de artillería de torsión debemos remontarnos hasta la Macedonia de Filipo II. El cuerpo de ingenieros de este monarca, tras estudiar a fondo las piezas de artillería de tensión, revolucionó la tecnología previa, proceso que daría lugar a la creación de la novedosa artillería de torsión. Gracias a la campaña desarrollada por Alejandro Magno contra territorio asiático, las nuevas máquinas alcanzaron buena parte del mundo conocido. Pero sería tras la muerte del caudillo macedónico, cuando se produjo la verdadera dispersión de esa tecnología, monopolizada hasta ese momento por Macedonia.

Resulta difícil saber con precisión cuándo aparecieron las primeras piezas de artillería de torsión en territorio romano. Se puede afirmar que hasta las Guerra Púnicas el ejército romano no dispuso de equipos artilleros propios. Las máquinas necesarias para cada campaña concreta debieran ser obtenidas por diferentes vías de abastecimiento. Como primera opción, era posible proceder a la requisa de las piezas de artillería presentes en algunas ciudades ocupadas o bien solicitar su préstamo a las ciudades griegas aliadas, que sí disponían de grandes arsenales. En el caso de optar por esta última solución, junto a las máquinas se trasladaban con ellas a los artilleros profesionales encargados de proceder a su manejo. De ahí que, el número de piezas disponibles en las primeras campañas resultara más anecdótico que práctico. Hasta fechas muy tardías, las ciudades itálicas no dispusieron de arsenales de entidad, al estilo de los existentes en muchas urbes de raigambre griega, como Pérgamo, Rodas o Alejandría. La asimilación de estos territorios por Roma llevó a que su tradición artillera termina-

ra en poder de los conquistadores. Aprendiendo sus conocimientos de los técnicos helenos, los ingenieros romanos comenzaron a crear sus primeras piezas. La disponibilidad eventual de piezas de artillería cambió a partir de César, con la instauración de máquinas armadas de forma permanente. Este general sería el primero en llevar catapultas de pequeño calibre con su ejército, casi con toda probabilidad del tipo scorpio (ver página siguiente). Las transportaba preparadas para entrar en acción de forma rápida, para poder extraer de ellas todo su potencial durante la Guerra de las Galias. Las tipologías de piezas de artillería empleadas durante el periodo republicano romano y las primeras décadas del imperial derivaban de las existentes ya a mediados del siglo IV a. C. Los tipos más comunes eran la ballista y la catapulta (dentro de la que destacaban diferentes modelos como la scorpio). Las ballistae, originariamente, eran las máquinas diseñadas para arrojar proyectiles de piedra, mientras que con el término catapulta se aludía a los ejemplares empleados para lanzar flechas.


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La reconstrucción de máquinas de guerra La forma más habitual con que los investigadores se acercan al conocimiento del pasado es el estudio de las fuentes históricas (textos, representaciones artísticas y restos arqueológicos). Pero, para el acercamiento a algunos aspectos de la Antigüedad, como la maquinaria bélica grecorromana, la información que proporcionan resulta insuficiente. Los tratados técnicos clásicos que abordan el tema –Filon de Bizancio, Biton, Heron, Vitrubio, Apolodoro de Damasco y Amiano Marcelino, entre otros–, a pesar de su notable interés, no proporcionan la suficiente información para la restitución integral de las máquinas. Y ello se debe fundamentalmente a que estas obras, que tan solo suponen unas pocas páginas, han llegado hasta nosotros en forma de manuscritos parciales y de difícil interpretación. Se trata, por tanto, de una información muy exigua para un periodo que abarca casi diez siglos de constantes innovaciones tecnológicas. En el registro arqueológico son muy escasos los restos conservados. De las máquinas de asedio, que estaban construidas mayoritariamente en madera, tan solo se conservan algunos escasos restos de las piezas de artillería. De este grupo de ingenios, únicamente se han

En la foto en blanco y negro aparece un detalle del relieve de la balaustrada del Altar de Zeus en Pérgamo (Museo de Pérgamo, en Berlín). Es posible apreciar el frontal de una pieza de artillería entre la panoplia militar. En la imagen pequeña, una vista frontal del capitulum reconstruido de una catapulta tipo scorpio (Trebuchet Park , en Albarracín, Teruel).

La arqueología experimental permite comprobar la veracidad de las crónicas clásicas encontrado parte de sus elementos metálicos, minoritarios en la fabricación. Dentro de los hallazgos, destacan los correspondientes a bastidores monobloque, que, al conservar sus piezas ensambladas, permiten restituir los elementos principales de las máquinas. Sirvan como ejemplo de estas conservaciones especiales los restos de la catapulta tipo scorpio de Caminreal (ver página siguiente). Respecto a las representaciones artísticas que aparecen en los relieves romanos, tan solo sirven para corroborar algunas de las evidencias que se mencionan en las fuentes documentales y arqueológicas. Teniendo en cuenta la parquedad de la información proporcionada por estas vías, es comprensible la im-

portancia de la arqueología experimental y reconstructiva para paliar las lagunas dejadas por las fuentes históricas. A través de ella es posible el acercamiento a la maquinaria bélica grecorromana en dos direcciones. Por un lado, hacia el conocimiento de los procesos empleados en la reconstrucción técnica de las máquinas, allí donde el resto de evidencias no llegan. Al mismo tiempo, tras la restitución íntegra de las piezas de artillería, la experimentación nos permitirá conocer si su alcance se corresponde con lo señalado por los autores grecorromanos, así como las mejoras que sería necesario introducir para hacerlas más efectivas. Sólo de este modo se podrá saber si la reconstrucción se ha realizado correctamente. Pero la arqueología experimental no se convierte solo en una mera reconstrucción de procesos, sino que ayuda a comprender la psicología de los combatientes. Reproduciendo las formas tecnológicas, los usos y costumbres del ejército, estamos comprendiendo y desarrollando nuevas teorías sobre el comportamiento de los grupos humanos en los enfrentamientos armados.


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delimitados, como pudieran ser cerros o montañas. En estos enclaves, se cercaba al enemigo hasta que se rendía por la falta de avituallamientos o era exterminado tras presentar batalla. En muchas ocasiones era necesaria la construcción de líneas de bloqueo, semejantes a las realizadas contra plazas fuertes. Si hacemos caso a las palabras de Floro, «acorralaba a aquella gente feroz como a un ojeo de fieras» (Floro, 2, 33, 48). Buena muestra de este tipo de estrategia es el asedio ejecutado por los contingentes legionarios contra el Monte Medulio: «Al final tuvo lugar el asedio del Monte Medulio, que fue rodeado por un foso continuo de 15 millas. Avanzando a la vez y por todas partes el ejército romano, los bárbaros al final se dieron cuenta de que estaban en una situación desesperada, y se vengaron en medio de un festín, dándose muerte a sí mismos a porfía, con el fuego, el acero y el veneno» (Floro, 2, 33, 50). Idéntica estrategia sería desarrollada contra el Monte Vindio. Se procedió a acorralar a los defensores en las cimas más altas, para cerrarles la posibilidad de descender hasta el valle. A causa de las inclemencias climatológicas y la falta de provisiones, los cántabros refugiados en el lugar terminarían por morir. Tan original táctica dio muy buenos resultados a los dirigentes romanos, que evitaron así que las legiones ascendieran hasta los lugares más altos del monte, donde los soldados no se sentían cómodos combatiendo. A causa de las limitaciones impuestas por el medio geográfico, así como por la peculiar estrategia empleada, los medios poliorcéticos utilizados en las Guerras Cántabras serían muy limitados. Debieron consistir, en su mayor parte, en piezas de artillería ligera destinadas a prestar fuego de cobertura en el desarrollo de las operaciones de expugnación. En esta estrategia predominante de bloqueo, estas piezas eran las preferidas para la protección de las líneas de circunvalación, que pro-

Un hallazgo excepcional Durante las excavaciones arqueológicas realizadas entre los años 1984 y 1985 en el yacimiento de La Caridad (Caminreal, Teruel), se produjo un hallazgo sorprendente: el bastidor completo de una catapulta tipo scorpio. La pieza estaba a la entrada de uno de los cubicula, dentro de la conocida como Casa de Likine, la más destacada del yacimiento. Junto a los restos de la catapulta fue hallado un amplio equipo militar compuesto por lanzas (pila), puntas de lanza, espadas, proyectiles de plomo (glandes), umbos de escudo y restos de cascos, entre muchas otras piezas de carácter militar. Los restos conservados del bastidor estaban compuestos por 12 placas de hierro, destinadas a proteger la estructura de madera del bastidor y a reforzarla, además de 4 anillos de hierro, 4 modioli de bronce y 4 epizygis de hierro, todos estos elementos pertenecientes a los dos resortes de torsión de la máquina. El material arqueológico se encontraba deformado a causa de un fuerte impacto y su choque posterior contra el suelo. Por la presencia de los modioli en su posición original, se deduce que la máquina se encontraba montada con los haces en tensión en el momento de ser enterrada. Del resto de los elementos, como eran los dispositivos de disparo o elementos de la base, no se halló ningún resto. Gracias al análisis de los objetos asociados a la catapulta se pueden extraer con bastante precisión las fechas de fundación y destrucción del yacimiento. Sus orígenes se remontarían a finales del siglo II a. C. y su abandono total en torno al 80-72 a. C., probablemente como consecuencia del conflicto sertoriano. Es en este último episodio cuando habría que situar el hallazgo. Sin duda alguna, el mayor interés del material arqueológico de Caminreal reside en su excelente estado de conservación, además del elevado número de elementos metálicos conservados, muy superior a cualquier otro resto hallado hasta la fecha. Su descubrimiento ha contribuido a aclarar de forma definitiva algunos puntos oscuros que rodeaban a las piezas de artillería romanas republicanas.

A la izquierda, la catapulta de Caminreal, en el momento de ser hallada. Abajo, los mismos restos tras ser restaurados. Museo de Teruel.


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porcionan el soporte artillero necesario para su salvaguarda. Este recurso ya se reveló de la mayor utilidad en el asedio de Numancia, durante el asedio de Escipión. Hay que tomar en consideración que los pueblos hispanos carecían de pieza de artillería alguna, por lo que no se requería de armas pesadas para obtener la superioridad táctica. Dentro de este tipo de armas ligeras de campaña, las catapultas tipo scorpio serían las piezas dominantes en los campos de batalla cántabros. Al mismo tiempo, suponen las únicas piezas de las que se han encontrado evidencias arqueológicas en los yacimientos que protagonizaron el conflicto. Este tipo de piezas acompañaban a las legiones como artillería de campaña desde la época de Julio César, y pudieron emplearse tanto en campo abierto como para el asedio de plazas fuertes. Su enorme versatilidad hizo posible su participación en una campaña tan complicada como la de las Guerras Cántabras, donde las legiones romanas tendrían muchos problemas para el traslado de piezas más pesadas, como las ballistae. Evidencias del uso de artillería En el contexto de las Guerras Cántabras, son varios los yacimientos que han aportado evidencias del uso de piezas de artillería. Al norte de la Cordillera Cantábrica se encuentra la fortaleza de la Espina del Gállego. Se trata de un yacimiento que dispone de una ubicación excelente, en un estrechamiento que controla la vía natural de acceso desde el Alto Ebro hasta la zona costera de Cantabria, entre los ríos Pas y Besaya. En él se han encontrado dos puntas piramidales de

hierro de pilum catapultarium, que podrían ponerse en relación con el asalto al poblado por el ejército romano o con el posterior establecimiento de un contingente militar. La primera de ellas se halló en 1996, entre un grupo de bloques de piedra ubicados en el muro oeste del barracón militar de la acrópolis. Sus dimensiones eran de 92 mm. de largo, 24 mm. de ancho en la base de la punta y de 20 mm. de diámetro en el enmangue, y cuentan con sección cuadrada y enmangue tubular. La otra punta es de sección piramidal triangular y enmangue tubular. Sus dimensiones son de 85 mm de largo, 26 mm de anchura máxima en la base de la cabeza y de 15 mm de anchura máxima en el enmangue. Ambas piezas evidencian la presencia de contingentes militares legionarios en la Espina del Gállego y de catapultas tipo scorpio entre las unidades acantonadas en el lugar. En el yacimiento de La Carisa (Asturias), escenario de un fuerte enfrentamiento entre el ejército romano

y los contingentes locales, han aparecido restos que podrían pertenecer a una catapulta. El hallazgo consiste en una plancha de hierro de pequeñas dimensiones, perforada en su centro y con dos brazos que salen en direcciones opuestas, uno terminaría en un extremo aguzado, que no se ha conservado. Es probable que esta pieza forme parte del mecanismo de disparo, y más en concreto, del gatillo de una catapulta tipo scorpio. Las piezas descritas anteriormente, tan solo suponen una muestra de todos los restos vinculados con la presencia de la artillería en territorio cántabro. Continuamente, y a medida que la investigación progresa, aumentan los descubrimientos vinculados con este aspecto de la guerra. Aunque a día de hoy las evidencias no son excesivamente abundantes, esperamos que durante las próximas décadas los trabajos que actualmente están en marcha ayuden a ampliar la visión que tenemos acerca de la presencia de máquinas de asedio en este peculiar conflicto. ◙

PARA SABER MÁS: • MARSDEN, E. W. (1999): Greek and Roman Artillery. Historical Development. Oxford University Press, London. • MARSDEN, E. W. (1999): Greek and Roman Artillery. Technical Treatises. Oxford University Press. • PERALTA LABRADOR, E.; SÁEZ ABAD, R. y FERNÁNDEZ IBÁNEZ, C. (2009): “Proyectiles de catapulta romana procedentes de

la fortificación de La Espina del Gállego (Cantabria)”, en Estudio y tratamiento de conservación, Sautuola, XV. Instituto de Prehistoria y Arqueología Sautuola, Santander. • VICENTE REDÓN, J.; PUNTER, M. P. y EZQUERRA, B. (1997): “La catapulta tardo-republicana y otro equipamiento militar de La Caridad (Caminreal, Teruel)”, en Journal of Roman Military Equipment Studies, 8. Editorial Board, London.

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LASCRÓNICASDICEN...

LOGÍSTICA DE GUERRA

El abastecimiento de las legiones Las necesidades materiales de un ejército suelen ser tan ingentes como imperiosas. Por esta razón, los tratadistas han prestado siempre mucha atención a la logística. Por ejemplo, Vegecio consideraba que la mejor forma de acabar con el enemigo era privarle de recursos. Pese a la continuidad de ciertas prácticas, la creación de un ejército permanente y la ascensión de Augusto al poder introdujeron numerosos cambios en el sistema logístico romano. Por Pau Valdés Matías.

Tanto un ejército actual como uno romano tenían una serie de necesidades básicas idénticas, como el agua o el alimento para los soldados. Por el contrario, en lo referente al equipamiento y sus requerimientos, esta similitud entre el presente y épocas pretéritas derivaba en mayores exigencias. En cualquier caso, nos encontramos ante una gran variedad de necesidades muy complejas de satisfacer. La diversidad quedaba patente en la diversidad de términos con los que contaban los romanos para designar la acción de conseguir algunos de los recursos que requería el ejército. Tenían términos específicos para designar las tareas vinculadas a la recogida de madera (lignari), de forraje (pabulari), trigo (frumentari) y de agua (aquari), un claro indicativo de la importancia que le otorgaban a la logística.

Foto: Andesina

El ejército romano solía establecer almacenes fortificados en lugares estratégicos. Arriba, recreación de los almacenes que existieron en Lugdunum (Lyon). A la derecha, dolias que se encontraron in situ.

El primer elemento de peso dentro de la alimentación es el agua. Una persona puede resistir más tiempo sin comer que sin beber. Sin embargo, en raras ocasiones aparecía mencionada en los autores clásicos, pese a ser un recurso con una demanda muy elevada. Si bien es posible que los ejércitos transportasen una parte de la cantidad necesaria diariamente, la mayor parte debía de ser obtenida sobre el terreno, pues la magnitud requerida a diario era inviable de transportar con los medios de la época. Seguramente, esto hacía que los soldados llevasen con ellos pellejos con agua que eran rellenados de forma periódica.

Foto: Tyler Bell

El agua no era el único líquido que ingerían los soldados, el vino y el vinagre aparecen como ingredientes de la dieta básica de un soldado. Incluso Catón, un modelo de austeridad, tomaba vino como soldado, aunque solo cuando estaba débil, pues para calmar la sed empleaba vinagre. Tenemos noticias del envío de vino por parte de la República al ejército romano que luchaba contra Antíoco III (Livio, XXX-


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VII, 27, 1-4). El vino, además, también era un elemento que podía ser usado para curar heridas o enfermedades. Así, Aníbal curó con él las pezuñas de sus caballos después de cruzar los Alpes (Polibio, III, 88, 1-3) o, según Plutarco (Vida de César, 41, 6-8), los legionarios de César, al ingerir de forma copiosa el vino tomado de Gonfos, se curaron de sus males. El paso de la República al Imperio marcó un cambio rotundo en la disponibilidad de recursos a los que puede acceder un soldado. Una capacidad administrativa muy superior a la republicana permitió el desplazamiento de grandes cantidades de recursos. Pese a todo, el trigo era el elemento básico de la alimentación. Contamos con referencias a los envíos de este y a su obtención por parte del ejército, además de las evidencias arqueológicas como los almacenes (horrea) ya presentes en la Península Ibérica des-

Además, hay que tener presente que los soldados estacionados en una zona buscaban obtener cuantos más recursos diferentes les fuese posible. También, en función de sus contactos o medios, buscan pequeños caprichos o comidas fuera de la dieta militar por medio de amigos, parientes, compañeros o simplemente de lo que ofrecían los alrededores. Tenemos referencias a marisco, pescado, frutas, verduras además de carnes especiales de la zona, obtenidas por medio de la caza. Por su parte, los animales que acompañaban al ejército necesitaban alimentarse. Un ejército llevaba consigo caballos para la batalla y mulas que acarreaban el equipo de los soldados. Si se considera que los legionarios consumían carne, lo más seguro era que el ejército contase con una nutrida presencia de ganado. En cualquier caso, todos esos animales necesitaban comer diariamente. Cargar el forraje

Foto: R. Pastrana

El cuero era básico para las legiones, pues se usaba en las tiendas, las sillas de montar o el calzado. Arriba, resto de una carbatina expuesto en el campamento de Saalburg, Alemania.

de el asedio de Numancia. Pero no era el único alimento que ingerían los soldados. La carne era otro elemento presente dentro de su dieta. La mayoría de esta se debió de obtener por medio del saqueo del ganado del enemigo durante las campañas, aunque los campamentos estables en época imperial contaban con zonas donde pastaban los animales destinados al consumo. Otro caso lo encontramos en aceite que, a partir de época imperial, pasa a ser un producto constante dentro de la alimentación de los soldados, especialmente a partir de la explotación de zonas como la Bética.

era un proceso laborioso y que requería un considerable esfuerzo. Por eso se cree que la mayor parte era obtenido sobre el terreno. Materiales para el equipo Hasta ahora hemos considerado lo que pudo ser la alimentación de un ejército pero este tenía más necesidades para poder combatir de forma efectiva. El equipo básico de un legionario romano había dependido de su riqueza en época republicana. La mayor capacidad de época imperial llevó a una progresiva estandarización del uniforme que permitiría una producción masiva. En cualquier caso, una parte del equipo estaba sujeto a sufrir daños o, en el caso de los proyectiles, a perderse o quedar inutilizados. Dentro del pago de los legionarios, ya estaba contemplada una deducción por la reparación de su equipo.

Aun así, había ciertos elementos, como los proyectiles, que tenían que ser fabricados cada cierto tiempo para poder emplearlos en la próxima batalla. En el caso de los glandes de la honda sucede algo parecido. La arqueología experimental ha puesto de manifiesto que tanto las puntas de flecha como los glandes de plomo eran fáciles, rápidos y baratos de hacer. Tal como han puesto de manifiesto los hallazgos en Velsen donde se han encontrados glandes en forma de dedo, producto de haber sido hechos en moldes que eran los agujeros que hacían los soldados en la tierra con sus dedos. La vestimenta de los soldados también era un elemento importante que les proporcionaba una cierta protección frente al medio y sus efectos, como pudo ser el frío. Sin embargo, hay muchos aspectos que desconocemos. Parece que durante gran parte del período republicano e imperial la ropa la proporcionaban contratistas privados. De hecho, no tenían que ser de la misma zona donde se encontraba el ejército estacionado, ya que se podían enviar destacamentos (vexillationes) para recoger las entregas. Nuestro conocimiento sobre las necesidades de cuero del ejército también tiene grandes lagunas. No sabemos con exactitud el gasto requerido, aunque algunos autores sugieren 18.000 pares de zapatos anuales. Un coste al que añadir otros productos como las piezas necesarias para fabricar sillas de montar. Como ya hemos resaltado, dentro de un ejército había caballos y mulas. Los primeros servían para la caballería y eran un cuerpo básico para la exploración y otras funciones en el campo de batalla. Las mulas, que transportaban los bagajes de la legión y de los soldados, eran animales resistentes que incluso hoy en día se siguen usando por los ejércitos modernos para llegar a puntos inaccesibles. Sin embargo, ambos requerían una dieta específica que dificultaba su cuidado y condiciona su presencia. Los generales debían llegar a un delicado equilibrio para no exceder un número a partir del cual su presencia no era rentable en el ámbito de la logística.


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Además, los caballos, como las mulas, podían morir o sufrir enfermedades que los incapacitasen. El envío de animales era problemático y lo más factible para un ejército era obtenerlos del enemigo. Pese a todo, contamos con noticias de estos envíos, como los que recibe Germánico durante su campaña contra Arminio procedentes de la Galia (Anales, II, 5, 3). Por el contrario, cuando Aníbal obtuvo un botín de cuatro mil caballos en el 214 a. C., lo reparte entre sus soldados para reponer las pérdidas que han tenido durante la guerra (Tito Livio, XXIV, 20, 15-16). Otro de los recursos básicos dentro de la logística y con escasa mención en los autores clásicos es la madera. Más allá de servir para la construcción del campamento, su principal cometido era servir para encender el fuego, elemento necesario para que los soldados puedan cocinar y calentarse. También era un componente imprescindible en los asedios. Así, César tiene que traer madera desde Sicilia para su campaña en África durante la Guerra Civil (Guerra de África, 20, 3-4). En Hispania, los pompeyanos talaron los bosques cercanos a Munda para dificultar su asedio (Guerra de África, 41, 4-6). Métodos de obtención Todos los recursos reseñados hacen necesario un abastecimiento estructurado. Queda claro que las grandes cantidades y la diversidad de suministros que se necesitaban hacía inviable que un ejército no preparase de forma cuidadosa su logística. Los abastecimientos necesarios podían ser obtenidos de formas muy diferentes y todas ellas con sus ventajas y desventajas. Por norma general, un ejército buscaba contar con la mayor cantidad posible de fuentes de recursos. Era una máxima estratégica básica, pues la dependencia de una sola fuente de proviLa logística era importante en las legiones, como lo demuestra la existencia de personal íntegramente dedicado a estas labores. Estela de Claudio Víctor, frumentarius de la Legión VII Gémina, expuesta en Colonia (Alemania).

Roma solía enviar las provisiones a sus ejércitos por vías marítimas y fluviales, ya que eran más rápidas y seguras siones era una debilidad y la convertía en un objetivo para el enemigo. De este modo, los britanos atrajeron a las tropas de César quemando todas las zonas donde se puede abastecer, excepto una, con el fin de tenderles una emboscada (Guerra de las Galias, IV, 32, 4-5). De los métodos que detallaremos a continuación, lo normal era que un ejército emplease todos los que fuesen factibles a la vez. Así, en caso de fallar uno, podía contar con la seguridad de seguir aprovisionándose. Una máxima que quedó muy bien reflejada durante la Segunda Guerra Macedónica cuando el cónsul Sulpicio hizo a sus soldados saquear los territorios del enemigo para obtener trigo, con el que alimentar a sus soldados mientras estos cargaban con raFoto: Mediatus

ciones para diez días. De este modo, privaba de recursos al enemigo y no gastaba los suyos propios mientras su ejército avanza. El primer método de abastecimiento para un ejército romano eran los propios envíos de Roma, que los obtenía por medio de tributos o los compraba a algunas comunidades. Ese fue el caso de Etruria en el año 212 a. C. durante la Segunda Guerra Púnica (Tito Livio, XXV, 15, 4). Una práctica habitual era transportar los recursos hasta puntos concretos, algunos fortificados, para su posterior redistribución. Fue el caso de la campaña de Décimo Bruto contra los lusitanos (137 a. C.) que fortificó Olosipon (Lisboa) para poder enviar por el río sus abastecimientos (Estrabón, III, 4, 1). La pérdida de uno de estos centros podía ser un problema grande. Por ejemplo, la toma de la ciudadela de Cannas puso en una situación complicada a los romanos antes de la batalla homónima (Polibio, III, 107, 2-5). Si el ejército luchaba fuera de la Península Itálica, se solían enviar provisiones por mar. Las flotas de transporte podían llevar a cabo viajes sin necesidad de realizar paradas técnicas. Los barcos de guerra sí que necesitaban escalas para abastecerse, pero en cambio, eran menos vulnerables a ataques (Tito Livio, XXII, 11, 6-7). Por esta razón, los transportes solían viajar junto con los barcos de guerra. Es de suponer que se aprovechaba el momento de mandar refuerzos para enviar las provisiones (Tito Livio, XXII, 22, 1-4). La creciente creación de asentamientos fijos del ejército de época imperial hará que se estructure un sistema de abastecimiento por medio de la producción en las diferentes provincias. Es lo que algunos autores han llamado la interdependencia provincial. Así, cada zona suministraría diversos productos, como parte de su pago a Roma, para abastecer al ejército. El segundo método consistía en ser mantenido por los aliados. Estos, en función de los acuerdos a los que habían llegado con los generales romanos, podían aportar recursos para mantener a los soldados. El máximo exponente de esta práctica fue Hieron


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II de Siracusa que, no solo mandó trigo en diversas ocasiones como regalo a Roma, sino que jugó un papel clave en el abastecimiento del ejército romano durante la Primera Guerra Púnica, especialmente en el asedio de Agrigento (Polibio, I, 16, 10; 18, 7-11), papel que repetiría en la crisis del 215 a. C., al suministrar dinero y trigo a los soldados estacionados en Sicilia (Tito Livio, XXIII, 21, 1-6). César durante gran parte de sus campañas en la Galia contó con los abastecimientos de los heduos y otros pueblos galos (Guerra de las Galias, I, 48, 1-2), aunque en diversas ocasiones esto le supuso un problema (I, 16, 1-4; VII, 17, 2-4; VII, 34, 1). El tercer método era el saqueo. Esta era una constante en la época clásica. No solo por sus funciones logísticas sino porque era una fuente de riquezas y de botín, tanto para los soldados como para los generales. Sin embargo, también era una práctica con importantes ramificaciones en el plano estratégico y político. La siega de los cultivos del enemigo proporciona recursos para el ejército y privaba de ellos al enemigo. El saqueo también provocaba una huida de las poblaciones rurales hacia las ciudades donde esperaban estar seguras. Esto suponía aumentos de población para los que no tenían por qué estar preparadas. En Agrigento, durante la

Primera Guerra Púnica, esta situación provocó problemas al ejército púnico que era asediado por los romanos (Polibio, I, 19, 7). También era una práctica que tiene unos efectos duraderos sobre el territorio. La destrucción del trigo significaba la pérdida del principal elemento de la dieta de la mayor parte de la población. Lo mismo sucedía si, además, era el ganado el objeto del pillaje. Todos estos aspectos explican las reacciones de enfado de los legionarios romanos al ver que Fabio no pensaba actuar mientras Aníbal saquea la Campania (Tito Livio, XXII, 14, 1). Una de las particularidades del saqueo era que requería una gran cantidad de soldados para tener éxito. Exigía una gran dispersión, para afectar la mayor área posible, lo que hacía a un ejército vulnerable a los contraataques del enemigo. De este modo, exigía la presencia de un importante contingente que protegiese a los que lo llevaban a cabo. Aníbal empleó una tercera parte de su ejército en las cercanías de Gereonio para cubrir a los que están saqueando y recogiendo trigo y pasto en los alrededores (Tito Livio, XXII, 23, 9-10). Como ya hemos visto, había una serie de recursos necesarios que, por volumen y medios, era inviable desplazarlos con el ejército. De este modo, elementos como el agua o el forraje se

obtenían del campo enemigo, en lo que se suele conocer como “vivir sobre el terreno”. Ahora bien, esto implicaba que el ejército tenía que tener un buen conocimiento del territorio para poder acceder con continuidad a estos recursos. El desconocimiento podía tener consecuencias terribles. La necesidad de conocer las rutas era enfatizada por los autores clásicos (Polibio, III, 48, 1-3; IX, 13, 6; Vegecio, III, 6, 4; Tito Livio, XXXI, 2, 7-11). No nos debe extrañar que uno de los principales consejos en la instalación de campamentos fuese que estos estén cerca de lugares donde los soldados puedan abastecerse de agua. Finalmente, no era extraño que el ejército romano exigiera al vencido que se hiciera cargo de una parte de los gastos de la guerra. Esto era una herramienta que les permitía obtener una gran cantidad de recursos para su mantenimiento. De este modo, el castigo para el vencido constituía, al mismo tiempo, un ahorro para el erario. Tenemos numerosas referencias, como la exigencias de túnicas, capotes, trigo y la paga de los soldados a los ilergetes al ser vencidos en el 205 a. C. o los suministros que debe entregar Antíoco III al firmar la Paz de Apamea (Tito Livio, XXXVIII, 13, 8-11). ◙

Foto: R. Pastrana

PARA SABER MÁS: • DAVIES, R. W. (1971): “The Roman Military Diet”, Britannia, Vol. 2. • REMESAL RODRÍGUEZ, J. (2002), “Military supply during Wartime” en De Blois, L. y Rich, J., (eds.), The Transformation of economic Life under the Roman Empire, Amsterdam.

Los legionarios llevaban entre su bagaje raciones de comida para varios días, por si tenían que alejarse de las rutas de abastecimiento.

• ROTH, J. P. (1999): The logistics of the Roman Army at War (264 BC- AD 235), Columbia Studies in the Classical Tradition, Brill. • SIM, D. (1992): “The manufacture of disposable weapons for the Roman Army”, en Journal of Roman Military Equipment Studies, 3.


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PRÁCTICAS BÉLICAS

Las tácticas guerreras de los pueblos del norte La eficacia de las tácticas empleadas por los cántabros, perfectamente adaptadas a la lucha en terrenos abruptos, dificultaron mucho el sometimiento de este pueblo. La formación cerrada (cuneus) de la infantería pesada o la abierta (concursare) eran comunes a varias culturas celtibéricas, y pueden rastrearse disposiciones similares también en otras partes del orbe. Algo parecido sucede con el “círculo cántabro”, que hacía muy temible a su caballería.

Por Javier Ramos.

La táctica militar del círculo cántabro, empleada frente a las legiones romanas desde el año 26 a. C., resultó tan provechosa en la resistencia de las tribus norteñas, que los propios romanos la adoptaron para su ejército. Se continuó empleando hasta la Edad Media debido a su utilidad contra arqueros e infantería pesada. Fue tal su éxito en el campo de batalla que obligó a Augusto a personarse en el norte de Hispania para comandar las legiones frente a las belicosas tribus. La estrategia de los cántabros consistía en una aguerrida embestida de la caballería ligera en dos hileras Escultura del conjunto de los guerreros de Osuna. Este, en concreto, se protege con una caetra, el pequeño escudo redondo típico de muchas tribus iberas.

paralelas. Cuando los jinetes estaban a punto de acometer, cada fila giraba hacia los costados formando una media luna. Entonces los jinetes arrojaban las jabalinas al adversario mientras se protegían con los escudos. Cada hilera llegaba a conformar un semicírculo, que se cerraba en un círculo completo para que ambos flancos actuaran en combate. Los jinetes cántabros se armaban de la misma forma que los infantes cuando guerreaban: con espada recta, cuchillo curvo, varias jabalinas, caetra (el escudo ibero redondo), armadura y yelmo de cuero. Este recorrido circular de la caballería cántabra permitía romper la unidad de las filas romanas y entorpecía el reemplazo de efectivos. Asimismo, desgastaba y desmoralizaba al rival cuyos soldados, por más que se empeñaban, no podían alcanzarla cuando se replegaba por los laterales. La acción de los ágiles jinetes se repetía sucesivamente contra los arqueros y la infantería romana que, al ser cerrada y compacta, le confería pesadez y lentitud de movimientos en campo abierto. El punto atacado sufría así un notable desgaste y quedaba desorganizado. El círculo cántabro se asemejaba a la táctica del disparo parto que, usada por las tribus nómadas del norte de Irán y algunos pueblos del sur de Armenia, consistía en un retirada fin-


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gida de los arqueros a caballo disparando flechas tras apuntar por encima de sus hombros. También encuentra un paralelo con los germanos, cuya caballería avanzaba y giraba a la derecha para formar un apretado círculo desde el que arrojaba dardos. El circulus cantabricus podía ser empleado para acosar y causar bajas al enemigo. El entrenamiento para ejecutarlo consistía en subir por un talud, desde cuya cima había que arrojar al otro lado una nube de dardos con la mayor dispersión posible. Los jinetes cántabros desempeñaron un papel fundamental en las rápidas incursiones de saqueo, en los asaltos por sorpresa y en el corte de las comunicaciones y vías de aprovisionamiento de los ejércitos romanos durante las Guerras Cántabras. A tal fin habían desarrollado modalidades específicas de lucha, muy apropiadas para el terreno montañoso en el que se movían. Algunas tácticas y estrategias de lucha de los cántabros no se diferenciaban de las que ejercían los lusitanos o los celtíberos en cuanto a armamento, e incluso de las de los galos y germanos. Los cántabros estaban especialmente vinculados a las formas de lucha de los pueblos de la Meseta Norte de la Península, sobre todo a las de los celtíberos. Los cántabros disponían de tropas especializadas en diferentes tipos de lucha, se sometían a un entrenamiento regular y realizaban auténticas maniobras militares. Tal entrenamiento de la juventud corría a cargo de las fratrías masculinas de cada populus cántabro. Todo ello implicaba necesariamente que tuviesen caudillos que organizasen y dirigiesen a las tropas, elegidos por la asamblea de guerreros y que, en caso necesario, pudieran presidir una confederación de tribus para enfrentarse a un enemigo común. Los cántabros también emplearon otras estrategias como la caterva, que hacía alusión a una tropa en formación de cuña, como las que describe el historiador Tácito entre los germanos. Se lanzaban a paso ligero contra las filas enemigas e iban mandadas por capitanes que daban ejemplo con

El círculo cantábrico, según Flavio Arriano El ala prominente de los jinetes está dispuesta en formación cerrada en la parte izquierda en el sentido de la marcha, a excepción de los dos jinetes encargados de recibir los dardos disparados sobre ellos. Y se lanzan desde el lado derecho, como antes, inclinados sobre el venablo, y mientras avanzan tiene lugar otra carga iniciada en el lado derecho de la marcha, girando en círculo. La precisión de la maniobra se basa en que, al acercarse al máximo de los que cabalgan cerca, el jinete situado dentro de este círculo dispara su venablo lo más cerca posible al centro del escudo y al caer sobre aquél resuena o incluso lo atraviesa de parte a parte. El estruendo aterrador hace bajar la guardia, y el despliegue en giro en esta maniobra resulta vistoso.

su valor, ocupando los puestos más arriesgados. El ataque en cuña se hacía en formación cerrada y estaba destinado a abrirse paso en la formación enemiga mediante un choque frontal. Otra táctica que fructificó fue la que los romanos bautizaron como concursare, que hacía referencia a una guerrilla compuesta por infantería y caballería que iniciaba el ataque a la carrera y combatía a distancia en formación abierta. Estrabón llama a tal acción «guerra de terreno» porque consiste no en batallas en campo abierto, sino en la defensa encarnizada en las montañas y fortificaciones. Procuraba, asimismo, cortar convoyes y atacar al enemigo en los desfiladeros, aprovechando la dificultad de los romanos para maniobrar en tales terrenos, mientras las tribus locales se beneficiaban de su movilidad y las armas arrojadizas. Como sabemos por el historiador Dion Casio, los cántabros evitaban enfrentarse a Augusto en una batalla

decisiva y se emboscaban en las hondonadas y estrecheces boscosas por donde había de pasar una columna romana. La táctica de la huida simulada tampoco fue ajena a las tropas celtíberas. Todas estas estrategias y ardides guerreros daban a los cántabros indudable ventaja frente a los pesados movimientos de las legiones en terrenos de montaña, pero a la larga las victorias parciales conquistadas en escaramuzas eran insuficientes para aniquilar a un gran ejército y evitar la ocupación del territorio. Todo lo más que podían hacer era retardar el avance romano y hacerlo lo más penoso posible. Sabemos por Floro y Orosio que los cántabros se atrincheraron en la ciudad de Aracelium y allí se defendieron tenazmente por mucho tiempo. Augusto hubo de trasladarse a Segisama (actual Sasamón, en Burgos) para dirigir en persona la campaña. Después la continuó en Tarraco, donde, aquejado de una enfermedad, tuvo que ceder el mando a Agripa, su colaborador más directo. La exitosa táctica del círculo cántabro y otras estrategias militares contra las legiones romanas hicieron adoptar al Emperador una cruel política de exterminio de todo cántabro capaz de llevar armas, lo que supuso casi la extinción de esa cultura. Dos años después de comenzada la contienda se produjo la nueva división administrativa de la Península Ibérica en tres provincias. La zona cántabra pasó a formar parte de la provincia de Hispania Citerior, bajo el control directo del Emperador, presente en tierras cántaras en el 26-25 a. C. ◙ PARA SABER MÁS: • PERALTA LABRADOR, E. (2000): Los cántabros antes de Roma. Real Academia de Historia. • QUESADA SANZ, F. (2006): “Los celtíberos y la guerra: Tácticas, cuerpos, efectivo y bajas”. En F. Burillo (coord.), Segeda y su contexto histórico. Entre Catón y Nobilior. Zaragoza.


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ANEXIÓN DEL NOROESTE

Tras el enorme esfuerzo bélico de conquista, Roma

La integración de Asturias

emprendió un plan para integrar Asturias en el Imperio. Dicho plan modificó la sociedad y la economía indígena, al imponer el traslado y concentración de la población al llano, así como el probable reparto de tierras.

Estela funeraria de Nicer, en la que se le intitula princeps Albionum. Museo Arqueológico de Oviedo.

Por Narciso Santos Yanguas.

La anexión romana del Norte peninsular, en las guerras astur-cántabras, se comprende como colofón a la integración del territorio ibérico en su totalidad en el marco de la administración romana. En el desarrollo de los principales avatares de las guerras astur-cántabras apenas se constata la presencia de cántabros, astures y galaicos que habitaban el suelo de Asturias. La política romana de anexión conllevaba unos objetivos prácticos muy claros, de modo que difícilmente se adentraban en aquellos espacios en los que la explotación y aprovechamiento de los recursos económicos en los años posteriores no compensara los esfuerzos militares previos; esto explica tal vez el hecho de que al norte de la cordillera Cantábrica los indicios de presencia militar romana sean escasos (al menos hasta la fecha), al tiempo que parte de dichos ámbitos territoriales quedarían en manos de los antiguos jefes de las comunidades indígenas, quienes, con la anuencia de Roma y transformando sus antiguas funciones administrativas en las romanas, seguirían controlando estos territorios. Nos hallamos ante casos tan explícitos como el del princeps Cantabrorum (de la región montañosa de los cántabros), que controlaba buen número de los pasos de la cordillera

entre León y Cantabria, o el del princeps Albionum, en la zona galaica del occidente de Asturias. Frente a ello solo disponemos de ciertos indicios de posibles enfrentamientos bélicos entre astures y romanos en el límite que separaba a los astures transmontanos de los augustanos entre León y Asturias (sierra de Curriechos, en el cordal de La Carisa). Aunque no podamos afirmar que en dicho enclave estuviera acampada ninguna unidad legionaria, si añadimos a ello que la escuadra romana del Cantábrico (classis Cantabrica) contribuiría al sometimiento de las poblaciones septentrionales –como nos documentan las Aras Sestianas de la Campa Torres– es posible llevar a cabo una recomposición de la situación creada en el momento de la llegada de Roma. Tal vez, y al igual que sucedería con Cantabria y Galicia, aunque en estos dos casos de forma menos pronunciada (sobre todo en el segundo), el control romano del territorio se llevaría a cabo a través de dos zonas estratégicas, una terrestre y otra marítima, es decir, desde la línea de cumbres de la cordillera Cantábrica y desde el mar. Esto supondría que únicamente la franja costera (unos 25-30 kilómetros aproximadamente desde el litoral) se hallaría bajo la supervisión real y directa de Roma, mientras que el resto de los astures transmontanos camparían con total libertad.


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Núcleos urbanos y vías del noroeste peninsular

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Lucus Augusti

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Brigantium

Portus Blendius

Lucus Asturum

Juliobriga

Portus Victoriae

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Bracara Augusta

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De esta manera, el control de dicho suelo se ejercería (y en muchas ocasiones de forma más teórica que práctica) desde los campamentos romanos asentados entre los astures augustanos, aunque sin suponer que las unidades militares que los ocupaban contarían entre sus objetivos con la supervisión directa sobre todo el espacio territorial de la actual Asturias. Además, desde esos enclaves castrenses las tropas romanas controlarían las vías de penetración hacia los astures transmontanos. El camino hacia la costa cantábrica, la vía de La Carisa, es el que nos ofrece los mejores ejemplos de la presencia romana. En los siglos posteriores no sólo encontraremos en los aledaños de dicho trazado algunos de los restos epigráficos más significativos –lápida dedicada a Júpiter hallada en Serrapio (concejo de Aller), villa de Memoriana (Lena), inscripciones de Ujo (Mieres)– sino también algunos topónimos de posible raíz militar (Priorio, derivación de praetorium; Tudela, equivalente al término latino tutela...). La vía llegaría a la costa, hasta Gijón (Gigia), donde es posible que, coincidiendo con sus orígenes, haya que contar con la presencia de un destacamento de la legión IIII Macedónica unas décadas después de la conquista. Los testimonios de la etapa asturromana posterior nos descubren una realidad similar: la preocupación esencial de los romanos estribaría en controlar, explotar y aprovechar el occidente asturiano, rico en recursos auríferos (y por ello la presencia en dicha región se haría más continuada y numerosa), enlazando su explotación desde la región del Bierzo. Desde el punto de vista de la documentación epigráfica, la mayoría de las inscripciones de Asturias se conectan con la franja litoral, donde los contactos comerciales y de todo tipo serían más intensos, así como con las vías de comunicación. Además del camino que conducía a Gijón, hay que destacar el que ponía en conexión Lucus Asturum (Lugo de Llanera) con Lucus Augusti (Lugo), cuyo trazado discurriría por el interior del territorio asturiano y no por la costa.

Clunia

Septimanca Uxama

Foto: Aboraq

Roma estaba muy interesada en el rico occidente asturiano, cuya explotación enlazaría con la del Bierzo. En la foto, panorámica de Las Médulas.

De esta manera hallan explicación las inscripciones de Valduno (Las Regueras), Castiello en la Doriga (Cornellana, Salas), Santiago de Tuña (Tineo) consagrada a los Lares Viales, Ablaneda (Salas) y Naraval (Tineo), estas dos últimas aparecidas en contextos mineros, así como la de los Lares Viales de Comba (Allande), además de la dedicada a estos mismos dioses descubierta en Lucus Asturum. Por ello es posible afirmar que la presencia de militares entre la cordillera y el mar Cantábrico durante los años de conquista del Norte peninsular no esta constatada, por lo que difícilmente se puede asegurar que destacamentos romanos (legiones o unidades auxiliares) ocuparan la zona durante los años de anexión; el interés romano se centraría básicamente en la línea de montaña, lo que explicaría la concentración de tropas (con sus respectivos campamentos) en dicho es-

pacio geográfico, como se ha demostrado en el caso del frente cántabro, aunque en modo alguno se pueda realizar esta misma corroboración en el caso de los astures (muy improbable campamento romano en La Carisa). En última instancia tales recintos campamentales ejercerían un control desde lo alto de las montañas sobre los habitantes de la franja costera hasta la cordillera, pero sin necesidad de desplazarse en gran número ni de manera continuada por el suelo que se extendía desde la falda de los montes hasta el litoral cantábrico. Para el Estado romano la conquista del territorio de Asturias (correspondiente a los astures transmontanos, así como en parte a los cántabros en la zona oriental de la región y a los galaicos en la occidental) no equivalía a ocupación de todo el espacio geográfico habitado por dichas poblaciones sino únicamente al control. ¿Y por


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qué motivo? Porque a los romanos tampoco les interesaba dicho suelo en su totalidad sino solamente las áreas estratégicas y las zonas susceptibles de ser aprovechadas desde el punto de vista económico (minería del oro y agricultura en gran medida). En el fondo, por tanto, lo que el Estado romano perseguía era clausurar el ciclo que se inicia con la anexión del territorio, continúa con su administración y se cierra con el aprovechamiento de sus recursos económicos más destacados (lo que supone la romanización del suelo y de sus habitantes). Ciudades y caminos La conquista romana se iba a convertir en un importante elemento modificador de las estructuras organizativas astures, la cultura castreña prerromana. Coadyuvó a dicho proceso la posterior reorganización administrativo-territorial (creación de provincias y conventus jurídicos), así como la presencia de un sistema socio-económico diferente y nuevas formas ideológicas. Ante todo se produciría la evolución de los grupos gentilicios inferiores hacia unidades sociales más amplias, así como su urbanización y romanización, que influyó sobre la desaparición de los desequilibrios socio-económicos en el marco de tales comunidades. La presencia de los romanos en suelo hispano y sus ataques sobre las poblaciones que habitaban el valle del Duero incidirían en el crecimiento demográfico de los centros urbanos y en la alianza entre varias de estas comunidades contra su enemigo común. La existencia de caudillos (jefes de comunidades o principes) que aglutinan fuerzas en torno a su persona confirma las uniones de varias agrupaciones gentilicias con el fin de prestarse ayuda militar y aprovisionarse de trigo y otros cereales, lo que traería consigo la configuración de unidades sociales de grado superior. En cuanto a la acción directa de los romanos sobre la organización astur, se pone de manifiesto tanto en las dos reorganizaciones administrati-

Roma inicia con la anexión del territorio un ciclo que busca el aprovechamiento de los recursos a través de su administración

Los conquistadores construyeron una red viaria –inicialmente con fines militares– que se sirvió probablemente de los caminos indígenas anteriores. En la foto, restos de la calzada romana que pasa por el concejo de Miranda.

vas y territoriales de Augusto como en las modificaciones del espacio indígena a través del asentamiento de poblaciones en el llano y el reparto de tierras, unido todo ello al trazado de una red viaria de comunicaciones. Esta red viaria, que se configuraría en un primer momento con unos objetivos eminentemente militares (base de

operaciones para las legiones, y ejes de penetración que favorecían el traslado de tropas y alimentos) se serviría en muchos casos del trazado de los caminos indígenas anteriores. Referencias arqueológicas y literarias avalan la existencia de estos caminos anterromanos, a lo que hemos de añadir la necesidad que las

Astures en las legiones La romanización de los astures abrió a estos pueblos la puerta al ejército romano. Si la presencia de elementos indígenas de dicha procedencia resulta muy escasa con anterioridad al Imperio, disponemos de diversos testimonios para el Alto Imperio, momento en que se haría continuada, sobre todo en tiempos de Augusto y de los emperadores de la dinastía julio-claudia. Esta participación se llevaría a efecto de acuerdo con dos procedimientos distintos: soldados aislados destinados a cubrir las bajas producidas entre las tropas romanas asentadas en suelo hispano como ejército de ocupación, y cuerpos militares reclutados entre los astures para su traslado a otras fronteras del Imperio.

Réplica de la estela del legionario astur Pintayo, que sirvió en el limes germano en el siglo I. Museo Arqueológico de Asturias.


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unidades gentilicias inferiores de relacionarse entre sí o con grupos sociales más amplios. La presencia de caminos prerromanos en zonas mineras y la hipótesis de que abundantes vías romanas se trazarían sobre estos senderos nos viene corroborado por el hecho de que muchos de esos tramos se hallan flanqueados por establecimientos castreños, habitados igualmente después en tiempos romanos. El trazado originario de esta red viaria en el Norte peninsular, realizado en el transcurso de las campañas militares, partiría del valle del Ebro, uniendo a continuación Segisamo (Sasamón), cuartel general de Augusto, con los campamentos asentados junto al río Astura (Esla) y la ciudad de Asturica Augusta (Astorga), base de las operaciones contra los astures; seguidamente, esta vía de penetración romana se desplazaría en dirección a Bracara Augusta (Braga), que constituiría el centro de referencia militar más occidental del ejército romano en su lucha contra los galaicos. Sería necesario el trazado de otros caminos de comunicación, que en un primer momento servirían también como ejes para las operacionales bélicas. En consecuencia, en la región nordoccidental de la Península Ibérica se delinearían dos vías principales: la que uniría Asturica Augusta con Bergidum y posteriormente con Lucus Augusti, a través de la cual se producirían los avances militares contra los astures y galaicos orientales. Había otra vía que iba de Bracara a Brigantium pasando por Tudae (Tuy). Esta vía ya habría sido trazada, o perfilada al menos en algunos de sus tramos, en el transcurso de las campañas de Décimo Junio Bruto y Julio César en territorio galaico y cuyo recorrido definitivo se establecería durante las guerras astur-cántabras. Probablemente se trazaría también en aquellos momentos otra vía, con unos objetivos militares evidentes, con vistas a la puesta en conexión de las tierras leonesas con Lucus Asturum y la zona de Gijón, así como la que uniría Lucus Asturum con Lucus Augusti, que, arrancando de los años de las guerras, se configuraría en las décadas posteriores.

Augusto y, después de él, Agripa (en la foto) llevaron a cabo una redistribución de las poblaciones en los llanos para pacificar la zona conquistada.

Además de estos ejes de comunicación más significativos existiría toda una serie de ramales secundarios que conectarían núcleos de población existentes fuera del recorrido principal y que, sin duda, se servirían de la infraestructura representada por los caminos indígenas anteriores. Sin embargo, los trazados viarios surgidos al amparo de las guerras de conquista del Noroeste peninsular no sólo cumplirían unos objetivos militares, sino que pondrían en comunicación a poblaciones distintas, enmarcadas ya en el sistema administrativo romano. Al mismo tiempo contribuirían a una ordenación clara de su territorio y, casi desde un primer momento, serían utilizadas con unos objetivos económicos. La acción directa de los romanos Uno de los motivos principales de la urbanización y romanización de las comunidades astures lo constituye el asentamiento de las poblaciones en el llano a medida que las tropas romanas avanzaban en la anexión de su territorio. Sobresale, en primer término, la actividad desplegada por César respecto a los lusitanos (Plutarco, Vida de César, 12) o por Augusto tras sus primeros años de estancia en territorio hispano (Floro, Compendio de Historia romana, 2.33.51-53).

Al considerarse finalizadas las guerras astur-cántabras se procedería a este tipo de actuaciones, dándose paso a asentamientos que, en un primer momento, serían realizados en centros de carácter exclusivamente militar o, cuando menos, vinculados a la presencia de destacamentos de tropas en número significativo (Floro, Compendio de Historia romana, 2.33.5759); esta política desarrollada por Augusto sería retomada por su yerno Agripa en el año 19, quien, tras derrotar a los cántabros, ordenaría ejecutar a los hombres en edad de combatir y obligaría al resto de la población a establecerse en el llano (Dion Casio, Historia romana, 54.11.5). Sin embargo, en ninguno de estos ejemplos reseñados se hace mención expresa a repartos de tierras, hecho que parece haber constituido una consecuencia lógica del establecimiento de las poblaciones astures en enclaves de la llanura. Esta distribución se encontraría, de cualquier forma, en la base del intento por superar las causas promotoras del bandolerismo existente entre los grupos indígenas del Noroeste peninsular. Desde una perspectiva demográfica los combates de la década de anexión del suelo de los astures (básicamente del 29 al 19 a. C.) mermarían considerablemente la población; a este respecto tenemos conocimiento de que Agripa exterminaría a cuantos hombres en edad militar logró hacer prisioneros, al tiempo que un gran número de cántabros y astures serían vendidos como esclavos (en su mayor parte en Galia). Augusto habría hecho con anterioridad


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lo propio con un amplio contingente de jóvenes de ambas poblaciones, añadiéndose además la condición de que no fueran puestos en libertad antes de 20 años (buscando así debilitar cualquier tipo de insurrección). La intención de tales acciones estaba totalmente definido: se pretendía introducir a estas comunidades indígenas en la superestructura administrativa romana, y por ello, se les obligaba a habitar en los campamentos o en sus proximidades, que pasarían a convertirse con el paso del tiempo en centros urbanos. Asturica Augusta, Bracara Augusta y Lucus Augusti constituyen los ejemplos más representativos, sin olvidar las fundaciones de colonias que se llevarían a cabo con los soldados veteranos de los cuerpos legionarios que habían tomado parte en los combates del Norte peninsular, entre las que destacan Emerita Augusta, Caesaraugusta y Acci.

Desde el punto de vista económico el objetivo principal perseguido por los romanos consistiría en acelerar la explotación del suelo, tanto en lo que se refiere a los recursos agrícolas como a los mineros, con el fin de generar un excedente que sería apropiado por ellos. Así el testimonio de Floro, en el que se hace mención de la fertilidad en minerales del territorio de los astures (Compendio de Historia romana, 2.33.59-60), nos lleva a pensar que las poblaciones augustanas serían asentadas preferentemente en el valle del Duerna, la hoya del Bierzo y la confluencia de los ríos Sil y Cabrera, regiones que nos ofrecen la mayor concentración de epígrafes astur-romanos, así como una explotación intensiva del subsuelo y una agricultura próspera, según se deduce de las abundantes villae que se establecerían en dicha región. Vinculado a esta política de asen-

tamiento de poblaciones en regiones llanas se halla, posiblemente, el establecimiento de luggones en las tierras llanas de León y norte de Zamora (valle del Vidriales). Dicha referencia se nos documenta, por ejemplo, en dos de los hitos terminales (termini augustales) referentes a la cohorte IIII de los galos, que servían para separar los campos asignados a dicha unidad militar (prata legionis) del territorio de la civitas Luggonum. Puesto que los asentamientos de poblaciones del Noroeste en el llano arrancan de la época de Augusto y estos hitos terminales se fechan en tiempos de Claudio, es posible concluir que, desde la década de los 40 del siglo I d. C., había unos luggones entre los astures augustanos. Así pues, este establecimiento de poblaciones septentrionales hispanas en zonas llanas, unido al reparto de tierras que traería consigo, conduciría

Narciso Santos Yanguas

“A los trabajadores de las minas y los terrenos de las legiones se les abría probablemente la puerta a la ciudadanía” proceso de romanización que se da con César en las Galias y que Augusto reproduce en Hispania.

—¿Las minas eran el objetivo prioritario de Roma a la hora de decidirse a invadir Asturias? ¿Qué importancia tenía la pacificación de la zona, frente al continuo hostigamiento de los pueblos del norte? —La campaña cierra la conquista del Noroeste peninsular como paso previo a la reorganización administrativa. Augusto tiene en mente este objetivo, pero es obvio que también pesaban los fines económicos de las riquezas mineras. La romanización, a mi modo de ver, obedece a una triple A: anexión, administración y aprovechamiento de los recursos económicos. Ese es el

—¿Cómo se llevó a cabo la romanización de la cornisa cantábrica? —El hallazgo de inscripciones en las zonas mineras de Cangas de Narcea, Pola de Allande, Tineo es muy revelador. Pero, sobre todo, el hallazgo de las dedicatorias a los lares viales –las divinidades protectoras no solo de los caminos, sino también del comercio y la minería– nos está indicando que el aprovechamiento de los recursos se realizó gracias a la articulación de tres elementos: vías de comunicación, centros de hábitat (castros) y centros de aprovechamiento minero. En este sentido, el trazado de las vías está orientado a que la mano de obra, que habitaba en los castros, pudie-

se ir a trabajar a las minas. Esto no invalida que se construyesen otros tipos de residencias de madera de tipo temporal para albergar a los trabajadores en la etapa estacional de explotación, así como los utensilios de trabajo. —¿Cuáles fueron los principales centros de romanización? —La asimilación de la cultura romana difiere según el territorio. Podemos hablar de una zona muy romanizada a lo largo de la costa. Existieron numerosos centros urbanos en la actual Asturias, algunos de ellos aún por localizar. Sabemos que hubo un centro en Gijón, en la península de Somadevilla, llamado entonces Gigia; en Lucus Asturum dentro de la línea de costa, la capital de los astures; otro centro en la desembocadura del Nalón, que era el río más importante de la zona.


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a una transformación gradual de los sistemas indígenas tradicionales de propiedad, tanto del suelo como del cultivo, así como en todo lo relativo al aprovechamiento de los recursos económicos. De este modo se daba paso entonces, al igual que en otras zonas de la Península, a la expansión de la propiedad privada de la tierra. La importancia de los prata Contribuiría igualmente al desarrollo de las poblaciones indígenas y a su evolución interna la configuración de espacios territoriales de cultivo (prata) para los cuerpos militares: se trata de parcelas de suelo provincial, cuya posesión concedía el emperador a los destacamentos, bien fuesen de una legión o de cohortes (las utilizarían como terrenos de cultivo cerealístico y/o pastizales). Este tipo de tierras laborables de carácter militar destinadas a la producción agro-

Con todo, el contacto con los conquistadores fue más intenso en los centros económicos. En relación con las minas, tenemos la civitas de los pésicos, mientras que en la zona oriental estaban las civitates de los latinienses –aún sin identificar– y de los organomescos, próxima a la costa también. En estos centros no tendría que haber necesariamente grandes edificios públicos, sino que simplemente podían servir para articular el territorio circundante en sus aspectos económicos, políticos, sociales e incluso religiosos. En resumen, la romanización se produce en relación con el litoral y es más intensa en el occidente debido a la actividad minera. —Las últimas investigaciones apuntan a que la mano de obra de las minas y de los prata que avituallaban a las legiones procedía de las comunidades locales prerromanas. ¿En qué evidencias arqueológicas se sustentan estas teorías? ¿Cuál sería el régimen

Las unidades militares destacadas en la zona recibían tierras que cubrían ciertos gastos de su mantenimiento pecuaria (con predominio del sector agrícola) lo hallamos confirmado en otras provincias del Imperio, como las del Danubio. En territorio hispano, los ejemplos más abundantes corresponden a la legión IIII Macedónica, asentada en el valle del Pisoraca (Pisuerga): disponemos de 15 términos augustales, que delimitarían los prata de dicho cuerpo legionario y el ager (campo

jurídico de estos trabajadores? —Evidencias arqueológicas no existen hasta la fecha, pero, dado el sentido práctico de los romanos, lo lógico sería recurrir a la fuerza de trabajo indígena más próxima, al igual que habían echado mano en los siglos anteriores de estos astures para formar parte de las unidades de tropas auxiliares. Su régimen jurídico sería posiblemente el de personas libres sin derechos, abriéndoseles la posibilidad de lograr tales derechos, al igual que sucedía con los auxiliares tras el desempeño de su servicio militar, después de haber prestado su fuerza de trabajo durante varias campañas en las actividades mineras.

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propio) de la ciudad de Segisama (en un caso) y del correspondiente a Iuliobriga (en el resto). Los de esta última civitas parecen extenderse a lo largo de un territorio aproximado de 30 a 35 kilómetros, a medio camino entre dicho emplazamiento en Retortillo (Reinosa) y Aguilar de Campoo. En estos ámbitos espaciales es posible observar parcelas de terreno, de no muy amplias dimensiones, sustraídas al suelo de las unidades gentilicias (agrupadas por Roma en civitates) o bien tomadas del ager publicus para servir a un cuerpo de tropas definido (o a alguna vexillatio) como lugares de pasto para la caballería y como campos de cultivo para un más regular servicio de las necesidades de intendencia. De esta manera, los destacamentos romanos, tanto si se trataba de cuerpos legionarios como de tropas auxiliares, a través del aprovechamiento de dichos terrenos de cultivo cubrirían una parte de los gastos ocasionados por el mantenimiento de sus soldados, y de de los animales (caballos y otras acémilas) que les acompañaban. Además de paliar, al menos en parte, dichos gastos, la mano de obra utilizada en tales actividades, constituida en gran medida por los indígenas de las poblaciones cercanas, generaba nuevas relaciones sociales y contribuía a la subsistencia de dichas comunidades. ◙

PARA SABER MÁS: • SANTOS YANGUAS, N. (2006): Ejército romano, administración y vida civil en territorio de los astures. Astorga. • SANTOS YANGUAS, N. (2009): Asturias, los astures y la administración romana durante el Alto Imperio. KRK. Oviedo. • SANTOS YANGUAS, N. (2011): Asturias, los astures y la minería romana del oro. KRK. Oviedo.


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vidacotidiana

LA RELIGIÓN CÁNTABRA-ASTUR

De Tileno a Mitra Poco se sabe del panteón previo a la llegada de Roma al norte peninsular. Poco más de una docena de inscripciones han conservado los nombres de deidades de advocación confusa. Con la llegada de los conquistadores latinos se inició un proceso de sincretismo por el que las antiguas divinidades fueron adquiriendo nuevos atributos. Aunque Júpiter fue bien recibido, las entidades protectoras de los campos mantuvieron su raigambre indígena mucho tiempo. Por Marcos Uyá.

Uno de los aspectos más interesantes sobre la cultura cántabro-astur, lo presenta su organización religiosa. No obstante, nos enfrentamos a un problema que por ahora es difícil de resolver: la falta de documentación que nos permita conocer mejor las

creencias religiosas de estas comunidades. Sin embargo, el conocimiento que poseemos, aunque limitado, nos permite al menos esbozar un cuadro medianamente completo no solo de la organización religiosa, sino de los mitos, creencias, cultos, su panteón y las principales divinidades y, por último, su asimilación y derivación al

mundo romano, donde la pervivencia de lo indígena en el nuevo orden imperial subsiste. Es lo que conocemos por el fenómeno denominado sincretismo religioso. Las fuentes existentes son muy exiguas y lo que más abundan son inscripciones de carácter epigráfico posteriores a la conquista romana, en las que se constatan el nombre de ciertas divinidades y su posible representación. Teniendo en cuenta que los cántabro-astures no dejaron para la posteridad textos propios, se considera, por tanto, una sociedad ágrafa. En cuanto a las fuentes literarias, estas son también escasas y a veces algo imprecisas, realizadas por autores griegos y latinos como por ejem-

Foto: Miguel Ángel González

El sol se oculta tras el monte Teleno, que con sus más de 2100 metros, domina los montes de León. Esta cima posiblemente tuviese una gran significación espiritual relacionada con el dios Tilenus.


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plo Estrabón en su Geografía, Plinio el Viejo o Silo Itálico, pero apenas nos ofrecen datos fehacientes sobre la organización y prácticas religiosas. Y si acudimos a la arqueología, tampoco se resuelve el problema, ya que hasta ahora se cuenta con escasos vestigios arqueológicos y los pocos que existen, pertenecen a la época cristiana. Debemos, por tanto, atender a los estudios realizados por diferentes historiadores españoles, que a lo largo del siglo XX han arrojado algo de luz sobre el estado de la cuestión. Los estudios de Caro Baroja y José María Blázquez, y posteriormente de Narciso Santos Yaguas, Mauricio Pastor o Julio Mangas entre otros, nos dan un esbozo e interpretación sobre las creencias religiosas de estas poblaciones indígenas. Es difícil de precisar cronológicamente la aparición de la religión prerromana en el área cántabro-astur. Lo que sí sabemos es que fue independiente de la religión celta que imperaba en gran parte de la Península Ibérica. Tuvo sus propias creencias y formas religiosas, parte de ellas recogidas por Estrabón. En su Geografía (III, 4, 16) constata que los cántabros y astures no hacían representaciones de sus dioses. Asimismo, «daban culto a una divinidad sin nombre en las noches de plenilunio» –Caro Baroja ve en ella a la Luna– en las que parece que se celebraban danzas y cantos en su honor. También parece ser que existía un culto al Sol vinculado –según Blázquez– con el caballo, este último asociado al mundo funerario. Con el paso del tiempo fueron apareciendo una serie de divinidades indígenas, según recoge la documenta-

Representación del dios Cernunnos, que adorna una de las placas del caldero de Gundestrup. Esta obra de arte, datada hacia el siglo II a. C., hace referencia a las creencias de la Europa celta.

ción epigráfica. El problema es que, a pesar de las numerosas menciones, nuestro conocimiento sobre estas entidades es escaso e incierto. Los estudios de F. Diego Santos apenas identifican con total seguridad algo más de una docena de estelas votivas alusivas a ellas con un campo epigráfico ciertamente definido. Del resto, solo se plantean hipótesis que en muchos casos dejan lugar a dudas sobre su posible interpretación. Deidades indígenas A pesar de esa independencia mencionada anteriormente, algunas divinidades, no obstante, tienen un origen celta, caso de Taranis/Taranus o Teutates, también llamado Esus o Cosus, cuya peculiaridad estriba en que su nombre no está documentado en fuente literaria alguna. Parece relacionarse con el Marte romano, según Santos Yanguas; es decir, a una divinidad relacionada con la guerra, si bien Julio Mangas la relaciona con Júpiter, que recibía su

culto en montañas o colinas sagradas. Esto es debido a que en ciertas inscripciones Teutates se relaciona con Marte y Taranis con Júpiter. También existe una divinidad llamada Tilenus relacionada con Marte, cuyo nombre viene dado por un monte próximo a Astorga, llamado Teleno, que sería equivalente al Cosus indoeuropeo. No obstante, existen otras divinidades indígenas relacionadas con Júpiter –y recogidas por Mauricio Pastor– tales como Candamius –venerado en el monte Candamio–, Candiedo y Ladicus. A pesar de que estas dos últimas se encuentren en territorio galaico, muestran la asimilación, como veremos, de los cultos cántabro-astures con la religión romana. En cuanto al dios Aramo, se relaciona con el cruce de caminos o de vías, similar a los Lares Viales romanos. No era extraño encontrar un pequeño santuario o ara destinada no solo a la protección de los viandantes, sino también como elemento de


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orientación. En lo que se refiere a Cernunnos, de claro origen celta, aparece caracterizado por unos cuernos de ciervo sobre la cabeza, que aluden sin temor a equivocación a la caza. Otra divinidad de la que tenemos constancia es una de nombre desconocido, pero que se relacionaría con el culto a Vulcano, protector de la forja de metales, haciendo referencia a las actividades metalúrgicas y mineras que sin duda fueron importantes en la zona cántabro-astur. También sabemos del dios Lug, bien documentado en la toponimia con nombres como Santa María de Lugas, Lugones o Lugo de Llanera. Parece ser una de las principales figuras del panteón celta de la Galia y podría ser venerado como una de las divinidades más importantes por parte de los pueblos celtíberos asentados en la Península Ibérica, cuya función sería la de proteger a las autoridades políticas bajo un aspecto mágico y militar. Existen otras divinidades menores, por ejemplo las relacionadas con la fecundidad como el ídolo de Peña Tu o la placa de Las Panaciegas e incluso aparecen en estelas funerarias como la de Beleño o la de El Forniellu, cerca de Ribadesella, con una representación de senos femeninos. Todas ellas son figuras pequeñas antropomórficas, con forma ovoide y poco marcadas en su contorno. Por último, existen una serie de divinidades relacionadas con el término Deva, que podría equivaler a “diosa” adscrita al agua, especialmente a algunas corrientes fluviales o ciertos lugares asociados con el líquido elemento. Por ejemplo encontramos la isla

En Peña Tu ha llegado hasta nuestros días la representación de una figura antropomorfa cuyo significado no se ha logrado desentrañar. Algunas fuentes lo consideran un ídolo protector de la fecundidad.

En los ritos religiosos públicos los fieles danzaban al son de flautas y trompetas Deva y Peña Deva, casi en la desembocadura del río Nalón, que nos hacen pensar que esta serie de pequeñas divinidades estarían presentes en lugares sagrados cercanos al agua, ya fueran arroyos, fuentes, manantiales, cascadas e incluso ríos o riachuelos. Rituales y lugares de culto La escasa información que poseemos apenas nos permite dilucidar si realmente existían espacios dedicados al culto, santuarios o recintos de carácter sagrado. No obstante, sí hubo de existir lugares denominados mágicos en donde las gentes irían a rendir culto a la divinidad: montañas, ríos, cruces de caminos, manantiales, rocas, etc. En estos sitios debieron de existir personajes considerados intermedia-

rios entre los fieles y la divinidad, que conocían los ritos y fórmulas necesarios para el culto. La no probada existencia de una “clase” sacerdotal dificulta nuestro conocimiento de una hipotética estructura religiosa equiparable a la de los druidas de la Galia o de las Islas Británicas. Puede que los pueblos indígenas del norte y centro de la Península Ibérica no experimentasen aculturación ante las sucesivas oleadas celtas y mantuviesen su situación original, en la que no habían constituido un sacerdocio propio y profesional. Poco sabemos de los tipos de rituales, aparte de que se dividían en públicos y privados. De estos últimos, por desgracia, no conocemos casi nada; de los primeros, las escasas referencias aluden a ritos relacionados con la danza, en los que se tocaban flautas y trompetas. Estrabón alude a estas danzas, posiblemente relacionadas con Taranis o Teutates, el dios de la guerra (Geografía, III, 3, 7). También se celebraban competiciones guerreras y sacrificios de machos cabríos y bovinos para estudiar sus entrañas. Estas prácticas, quizá relacionadas con las actividades ganaderas de dichas poblaciones, incluían también caballos como conductores del alma del difunto tras la muerte. Tampoco puede descartarse el sacrificio de cerdos y jabalíes. Muy probablemente, todos estos sacrificios se


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celebraban también en honor a Taranis o Teutates. No está demostrada la existencia de sacrificios humanos, que sí están especificados en el ámbito de comunidades indígenas celtas del norte peninsular. Es complicado precisar, debido a la falta de fuentes arqueológicas,

No hay pruebas de que en la zona se practicasen ritos con víctimas humanas

si en el área cántabro-astur hubo ritos que implicasen víctimas humanas. Si las hubo, posiblemente serían ofrendas –individuales o en grupo, junto con animales– de carácter ritual para aplacar a las divinidades y saber si su voluntad era propicia a la comunidad. El influjo romano Tras las Guerras Cántabras, que tuvieron en jaque durante diez años al emperador Augusto, se produjo un débil proceso de romanización entre los cántabro-astures. La zona que habitaban se incluyó dentro de la provincia Tarraconense y administrativamente se la denominó Conventus Asturum, con capital en Asturica Augusta, la actual Astorga (León). Como ya sabemos, Roma se mostró casi siempre flexible en el respeto de los cultos indígenas, ya que consideraba que era una de las bases para el dominio y el control de los pueblos sometidos. Son contados los casos de represión religiosa, como

la destrucción del santuario druida de la Isla de Mona (Anglesey) por la rebelión de Boadicea en el año 60 d. C., o el episodio judío, tras sus sucesivas sublevaciones en el siglo I de nuestra era que culminó con la Gran Guerra Judía y la destrucción de Jerusalén por Tito en el 70. En el caso cántabro-astur, no hay constancia de que los romanos interviniesen en contra de las creencias y prácticas religiosas indígenas. Lo único que Roma debió de prohibir, si es que existieron, fueron los sacrificios humanos. Pese a todo, sí se dejó sentir cierto sincretismo religioso debido a la propaganda imperial de los dioses romanos. Al igual que en época previa a la conquista, la documentación existente es escasa y los restos arqueológicos, muy fragmentarios. A pesar de estos exiguos datos, podemos reconstruir de manera más o menos fidedigna cómo penetró la religiosidad romana entre estos pueblos, cómo fue su asimilación y asociación con las divinidades indígenas y qué grado de veneración alcanzaron. Normalmente, los cultos eran realizados por sectores romanizados o colectivos que aspiraban a romanizarse y en lugares donde existía la concesión y el grado de municipio o colonia. Según Julio Mangas, las divinidades que tuvieron más raigambre fueron aquellas vinculadas con el poder político, caso de Júpiter junto con Juno y Minerva que componían la Triada Capitolina. Estas divinidades fueron adoradas de manera desigual. Mauricio Pastor aventura la existencia de una divinidad indígena de caracteres

Divinidades exclusivamente indígenas cántabro-astures aparecidas en la epigrafía - Abia Eiasuarega. Posible divinidad acuática según J. M. Blázquez. Quintana Prieto la relaciona con un dios masculino de carácter tutelar. - Aegiamuniaegus. Indefinida. - Aernus. J. M. Blázquez lo considera una divinidad de la vegetación. - Bandua. Diosa de carácter tutelar y protector. - Bodus. Podría considerarse como el dios de la Victoria. - Camenius. Naturaleza indeterminada. - Caraedudius. No sabemos su atribución. - Caulecus. Desconocida aunque podría apuntarse a una divinidad guerrera. - Coleiegus. Divinidad desconocida. - Cosiovus Ascannus. De carácter guerrero, se identificaría, según J. M. Blázquez, con Marte, aunque su apelativo de Ascannus nos es desconocido. - Cossuenidoiedius. De carácter guerrero como la anterior. - Cossuesegidiaecus. Según A. García y Bellido, lo divide en tres partes, la primera, Cossue, se refiere al dios Cossus, divinidad guerrera, las otras dos, Segidi y Aecus, serían topónimos de origen céltico. - Charus. J. M. Blázquez lo sitúa entre los dioses de la fecundidad. - Deganta. Diosa posiblemente protectora o tutelar. - Dulovius Tabaliaenus. Blázquez lo catalogó como un dios asimilado a Júpiter, pero autores como A. Alarcos Llorach o S. Lambrino lo enclavan en una divinidad protectora de caballos. - Evedutonius Barciaecus. Posiblemente una divinidad protectora de la vegetación y de la fertilidad de los campos. - Mandica. J. M. Blázquez lo clasifica como una divinidad tutelar. - Mentoviacus. Dios de los caminos según J. M. Blázquez. - Navia. Divinidad acuática. - Nimmedus Seddiagus. Desconocida. - Reveana Baraecus. Posiblemente de carácter acuático. - Vacocaburius. Probablemente se trate de una divinidad de origen guerrero tal y como lo plantean autores como J. M. Blázquez, F. Fita o A. Quintana Prieto, aunque no se sabe con certeza. - Vacodonnaegus. Blázquez la sitúa entre las divinidades funerarias, pero pudo ser una divinidad agrícola o incluso una representación de un genio o una ninfa. PASTOR, Mauricio (1981): La religión de los Astures, Granada.

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similares a Júpiter, que propició una asimilación que, poco a poco, borrase el sustrato indígena. En Astorga, aparece un mayor número de inscripciones a la suprema divinidad romana, normalmente realizadas por miembros de la alta administración romana. En la zona norte, entre los astures transmontanos, no parece que hubiese un gran culto a Júpiter, al contrario que en la zona sur, denominada de los astures augustanos. Más tardíamente, hacia finales del siglo II, se realizó un culto asociado a Júpiter, con la advocación de Jupiter Optimus Maximus, en el que tomaron parte las comunidades indígenas. Respecto a las otras componentes de la Triada Capitolina, las inscripciones aparecidas en honor a Juno son de carácter romano y no indígena, lo que parece indicar que los cántabro-astures no sintieron gran veneración por ella. Caso diferente es el de Minerva, que sí recibió adoración por parte de estas gentes. El resto del panteón romano corrió una suerte desigual. En el caso de Diana, hay testimonios de un ara erigida cerca de León bajo todos sus epítetos: diosa de la caza, de la luna y de la fecundidad. Los hallazgos de aras dedicadas a Apolo, la diosa Fortuna bajo diversas advocaciones y Marte muestran cierta reverencia en la zona, pero hemos de tener en cuenta que en muchas ocasiones fueron realizados por romanos o indígenas romanizados que asimilaban divinidades foráneas. Del mundo funerario, arraigó el culto a los dioses Manes cuyo testimonio aparece en numerosas lápidas de los

La dedicatoria aparecida en el Cabo Torres es la inscripción romana más antigua que se conoce en en territorio de los astures. Consiste en una dedicatoria a Augusto.

Los cultos indígenas a los entes que protegían el campo y el ganado pervivieron durante siglos cántabro-astures. El culto a entes de ultratumba ya existía antes de la conquista, pero posteriormente se asimiló con los Manes, sobre todo a partir del siglo II. Las divinidades indígenas fueron siendo asimiladas poco a poco por las romanas o pasaron a ser eminentemente locales. Siguió existiendo un culto de raigambre local relacionado con la protección de ganado, de las aguas, de los campos y de otros elementos rurales. Presentes durante siglos, estos cultos impidieron que el sincretismo penetrase en todos los ámbitos religiosos. También los cántabro-astures acabaron adoptando el culto al empera-

dor. Tal adoración se extendió por la zona durante el reinado de Vespasiano, si bien ya desde tiempos de Augusto tenemos noticias de ello a través de la inscripción de Cabo Torres, en Gijón, fechada en torno al año 9 o 10 d. C. y que es la más antigua conocida en este territorio. A lo largo del Alto Imperio existen otros testimonios fehacientes, sobre todo en la etapa de los Antoninos. De esa época han aparecido un buen número de lápidas conmemorativas en honor a diversos miembros de la dinastía. El fenómeno es común a toda la Península Ibérica, en un momento en el que el culto al emperador alcanzó su máxima expresión. Ya en el siglo III hemos de suponer que las muestras de adhesión y respeto decayeron en la zona, debido a las invasiones bárbaras. Las dedicatorias, promovidas sobre todo por militares, surgían en un contexto de crisis social y económica que no propiciaba esta práctica. La influencia oriental El sincretismo religioso abrió las puertas a las divinidades orientales, que particularmente –pero no de forFoto: Carole Radato

Júpiter recibió la adoración de los astures augustanos gracias, quizá, a la existencia de un dios indígena de características bastante parecidas. En la foto, placa del siglo II en la que está representada la Triada Capitolina, con Júpiter en la edícula central. Staatliche Antikensammlungen, Munich.


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ma exclusiva– fueron adoptadas por muchos miembros de las legiones. La expansión de estos cultos –a cargo también de comerciantes, esclavos y sacerdotes– no contó con apoyo o el patrocionio oficial, aunque es evidente que el Estado lo toleraba. En la zona cántabro-astur, existe algún testimonio epigráfico al respecto, si bien no fueron realizados por indígenas. Sin embargo, todo hacer pensar que el elemento local acabó adoptando también las influencias orientales, al igual que sucedió con los ritos romanos.

La principal divinidad con presencia en el territorio fue Mitra, ente supremo del mazdeísmo. Esta religión, procedente del territorio de los partos (lo que hoy conocemos actualmente como Irán), estaba muy relacionada con el ejército romano. Mitra, representado como el dios Sol y dominador del cielo, fue venerado y adorado por los legionarios destacados en el Norte de la Península, que le levantaron aras y monumentos votivos en su honor. Su implantación debió de producirse a finales del siglo I. Conocemos una lápida encontrada en La

A la izquierda, lápida dedicada a Zeus Serapis, datada en el siglo III y custodiada en el Museo de León. La mano abierta, gesto inequívoco de humanidad, simboliza la aspiración de inmortalidad por medio del contacto con lo divino y es, además, un signo universal de concordia, hospitalidad y amistad. Abajo, típico taurobolio mitraico. La escultura está hoy en el Museo del Louvre.

Isla (Colunga), fechada en el siglo III, en donde este culto alcanzó cierto arraigo y estuvo relacionado con las clases populares más bajas, fueran comerciantes, mineros o incluso soldados. De Egipto provinieron Isis, conocida como la diosa madre y protectora de la fecundidad y la maternidad, y Serapis, patrono de Alejandría. Ambas divinidades greco-egipcias aparecen mencionadas en documentos epigráficos que permiten concluir que los cántabro-astures les veneraron. Hay un testimonio de Zeus Serapis en Quintanilla de Somoza, cerca de Astorga, donde quizás debió de existir un templo o Serapeum del que por desgracia no tenemos constancia arqueológica. También existen tres documentos en los que se asocia Isis y Serapis a otras divinidades: Esculapio y Salus, en una inscripción precedente de León; en compañía de Mitra y relacionadas con otros dioses indígenas, romanos y orientales. Otras divinidades presentes, en menor medida, fueron Némesis, diosa griega de la justicia, atestiguada en una inscripción procedente de Astorga; y Core-Perséfone, hija de Zeus y Deméter, también encontrada en la misma ciudad, aunque no parece que fuera venerada por los indígenas y sí por los romanos. ◙

PARA SABER MÁS: • DIEGO SANTOS, F. (1985): Epigrafía romana de Asturias. Oviedo. • MANGAS, J. (1985): “La religión en el área cántabro-astur”, en Historia 16, Las Guerras Cántabras, n.º 58, pp. 84-90. • PASTOR MUÑOZ, M. (1981): La religión de los astures. Universidad de Granada. Granada. • SANTOS YANGUAS, N. (1996): Asturias hasta la época medieval. Ediciones clásicas. Madrid. • SANTOS YANGUAS, N. (2006): Asturias, los astures y la cultura castreña. KRK Ediciones. Oviedo.


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ELRINCÓNdeESCULAPIO

Conmoción en Roma: ¡Augusto muere en Hispania! EL PODER DEL AGUA

El año 26 a. C. iba finalizando cuando un rumor asolaba Roma: Augusto había muerto combatiendo a los cántabros, a consecuencia de una enfermedad. La noticia estuvo a punto de ser cierta, pero la intervención de un galeno salvó la vida del Príncipe. El método milagroso se basaba en las propiedades curativas de las aguas frías. Este éxito propagó esa terapia... y las tiritonas de los pacientes.

Por Salvador Pacheco.

La salud de Octavio no fue buena. A lo largo de toda su vida sufrió de males frecuentes que lo atormentaban. Las dolencias se manifestaban a lo largo de todo el año, aunque era en verano, durante el mes de su aniversario, cuando se mostraban especialmente virulentas. Problemas digestivos en primavera y frecuentes resfriados en los meses invernales lo mortificaban. Soportaba tan mal las inclemencias del tiempo que debía abrigarse en invierno con cuatro túnicas sobrepuestas sobre las que cargaba una pesada y gruesa toga de lana. Tampoco soportaba el sol, e incluso en invierno llevaba siempre la cabeza cubierta. Todo esto le obligaba a estar permanentemente pendiente de su salud. Se bañaba muy raramente, incluso cuando precisaba de los baños medicinales en Albula, cerca de Tívoli, o de baños de mar. Incluso en estas ocasiones se limitaba a introducir brazos y piernas, alternativamente, en las aguas. Antes que las abluciones prefería las fricciones con aceite y la sauna, para luego refrescarse con agua tibia que vertían sobre él. Suetonio nos indica que Augusto sufrió durante sus 76 años de vida

Pequeño retrato de Augusto en ágata roja. Fue encontrado en Tarazona, la antigua Turiaso, donde algunos ubican el lugar de la sanación de su “fluxión renal”.

varias graves enfermedades, alguna de las cuales hizo peligrar su existencia. Cuando en 46 a. C. su tío abuelo César partió hacia Hispania el joven Octavio –que por aquel entonces rondaba los 18 años– le siguió estando aún convaleciente de una grave enfermedad, lo que le granjeó la admiración y agradecimiento de su tío. Igualmente flaqueó su salud en los momentos decisivos de la guerra contra los asesinos de César, hacia octubre y noviembre de 42 a. C., durante la doble batalla de Filipos. Pero si hacemos caso a Suetonio y Dion Casio, fue en torno al final del primer episodio de las Guerras Cántabras, en el undécimo consulado de Augusto –esta vez junto a Calpurnio Pisón–, cuando más peligro corrió su vida. Sucedió hacia octubre o noviembre del año 26 a. C., durante el asedio de Aracillum (actual Aradillos), a cinco millas al norte de Juliobriga. Según Dion Casio (53, 25, 2), a consecuencia de las «grandes fatiga y preocupaciones de aquella campaña», Augusto enfermó y tuvo que dejar el mando de las operaciones a Cayo Antistio, que más tarde tomaría la plaza. El Príncipe se vio forzado a emprender camino hacia Tarraco (Tarragona), lugar donde se encontraban establecidos sus cuarteles de invierno (Floro, II, 33; Dion Casio, 53, 25, 2). Es de suponer que tomara el camino mas rápido y corto, siguiendo el curso del Ebro. No solo sus acompañantes, sino también Augusto pensó que su muer-


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te era inminente. Llegó incluso a propagarse por la capital del Imperio el rumor de su fallecimiento, lo que produjo una gran alarma entre los ciudadanos (Horacio, Canto Secular, III, 14). Lo cierto es que el proceso morboso lo había dejado reducido a «no poder realizar las funciones más elementales de su cargo y ya había tomado todas las disposiciones que debe tomar un hombre antes de morir». Había convocado a los personajes más importantes, senadores y caballeros principales para ultimar los asuntos públicos mientras se pensaba en Marcelo como sucesor. Medidas desesperadas Es difícil saber cuál fue el mal que lo aquejó debido a la parquedad de las fuentes. Suetonio lo define como una fluxión (constipación) hepática (Augusto, 81). Dada la referencia a las reiteradas recaídas en sus problemas digestivos en primavera y otoño, sus empeoramientos en situaciones de estrés e, incluso, el beneficio del frío en su tratamiento, podemos conjeturar una posible úlcera gastro-duodenal. Los médicos de Augusto le dispensaron los remedios considerados más apropiados en la época para su mal. Sabemos que entre ellos se incluían los fomentos –la aplicación de remedios mediante paños calientes y secos–. Sin embargo, la salud del Príncipe se hacía cada vez más preocupante. Entonces, por consejo de su médico Antonio Musa, se intentó una medida desesperada: el método de los contrarios. Si los fomentos calientes no habían sido apropiados, debía probarse con los fríos (Suetonio, Augusto, 81), junto a baños y pociones frías (Dion Casio, 53, 30). Los consejos de Musa tuvieron éxito, lo que le granjeó grandes recompensas y reconocimientos. El lugar de la sanación ¿Dónde se produjo la curación de Augusto? Realmente las fuentes no nos indican el lugar. Muchos han dado por supuesto que se produjera ya en su lugar de destino, en Tarraco. Pero

Los remedios no funcionan y Augusto empeora. El médico propone el “método de los contrarios”

no todos piensan así. Ya Schulten supuso que podía haberse producido en el balneario «pirenaico» de Aquae Tarbellicae, que se ha querido identificar con el actual Dax, en las Landas francesas. Sin embargo, debe suponerse que este autor confunde dos momentos distintos de la vida de Augusto: el de su curación y una posterior toma de baños en su regreso a Roma. Este segundo episodio en su retorno a Roma sucedió en un balneario «pirenaico» según se deduce de la versión de Crinágoras (Antología Palatina, 9, 419), el epigramista de Mitilene coetáneo de Augusto y protegido de su hermana Octavia. Tampoco hay acuerdo sobre dónde pudo tomar estos baños en su regreso a Roma. Ángel Montenegro (1982) y Enrique Gozalves Cravioto (1997) los sitúan en Aquae Tarbellicae. Otros, como José María Blázquez y M.ª Paz García-Gelabert (1992) rechazan un emplazamiento francés para situarlo en la propia Hispania. Por su parte, Robert Étienne (1952), basándose en la repercusión que hubiera tenido la presencia de Augusto, junto a unas palabras de Suetonio y otras alusiones, especula con que los baños pu-

Musa, introductor de los baños fríos Antonio Musa es considerado el introductor de los baños fríos en la terapéutica romana. Si bien otros antes que él siguieron este método, Musa consiguió la fama por curar a Augusto, que estaba al borde de la muerte en el 26 a. C. Este episodio le brindó el agradecimiento y una generosa recompensa por parte del Príncipe, igualada por el Senado. Además, se añadió el gran privilegio –ya que era un liberto– de acceder al orden senatorial y portar anillo de oro. A todo lo anterior, se añadió la inmunidad para él, que Augusto hizo extensiva a todos los de su profesión que ejercían en Roma en ese momento o en el futuro (Dion Casio, LIII, 30). El suceso otorgó a Musa gran fama como médico. Su reputación no sufrió menoscabo a pesar de que poco tiempo después Marcelo, el sucesor de Augusto, enfermase y muriese tras aplicarle los mismos medios terapéuticos. Musa tuvo entre sus pacientes a personajes como Horacio, que sufría la gota y problemas oculares. Este, durante ciento tiempo, acudió a los afamados baños de Baia. Más adelante dejó estos baños, por consejo de Musa, para sustituirlos por baños de agua fría, incluso en los más fríos días del invierno (Horacio, Epístolas, XV, v. 1-5).

Marco Claudio Marcelo era el principal candidato a suceder a un Augusto, que se debatía entre la vida y la muerte en Hispania. El remedio que salvó la vida al Príncipe, sin embargo, fue infructuoso para la enfermedad que le aquejó a él poco después.


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dieran estar en el Cabo Cerbère, Bear, o incluso en un lugar de la vertiente pirenaica española, tal vez Ayguafreda o Caldas de Montbuy. Algunos autores apuntan la posibilidad de que tras abandonar Aracillum la curación pudiera haber tenido lugar no en Tarraco sino en algún punto del

camino hacia la capital provincial. Un punto barajado ha sido Turiaso (Tarazona), donde debió de existir ya un uso medicinal de las aguas en periodo prerromano. Tenemos noticias de este aprovechamiento gracias a las monedas dedicadas a Silbis, personaje comparable a otras deidades acuáticas

hispanas como Bormanicus, Cohvetena o Edovius. Ya bajo Roma, y en especial en época de Augusto, Silbis es asociada a la más romana deidad Salus, lo que queda reflejado en distintas acuñaciones monetarias. Lo que singulariza el espacio hidroterápico de Turiaso en nuestra

La curación por el agua Los griegos atribuían a Hércules el descubrimiento de los tratamientos hidroterápicos, ya que se los prescribió la propia Atenea para suavizar las penurias de los doce trabajos que tuvo que afrontar. Desde aquel momento, los balnearios y las aguas minero-medicinales quedaron bajo el patrocinio del héroe. Es el caso de las Termópilas, consagradas a Hércules (Estrabón, Geografia, IX, 4, 13). Por este motivo, no es raro encontrar como sinónimo de balnea los términos herculea y herculana. Pero si los griegos en general fueron siempre partidarios de las aguas termales, la particular personalidad del pueblo espartano se caracterizó por preferir las frías aguas del río Eurotas. La medicina racionalista hipocrática no se detuvo especialmente en las consideraciones médicas del agua, si bien un libro del corpus hipocrático está dedicado a las propiedades del agua, los lugares y el aire. En este libro se considera a los balnearios y aguas termales un campo de la medicina teúrgica, basada en las creencias mitológicas. Ya en Roma a mediados del siglo I a. C., Asclepiades de Bitinia, en buena medida contrario a los preceptos hipocráticos, fue partidario de toda clase de baños, lo que le valió el nombre de Psychrolontes, el dador de agua fría. Más tarde, en el siglo I de nuestra era, Agatino de Esparta, fundador de la secta de los episintéticos, fue partidario de los baños

de agua fría, pero rechazaba los de agua caliente por los grandes inconvenientes que les atribuía. Según parece escribió un libro dedicado a la cura por las aguas frías titulado Balneis Aquae Frigidae. De la misma opinión fue Charmis, originario de Marsella y coetáneo de L. Anneo Séneca, quien fue testigo de la tiritona de algún anciano senador sometido a sus tratamientos, que no tenía en consideración ni los más crudos días del invierno (Plinio, Historia Natural, XXIX, 10). También en la obra de Celso (finales del I a. C – principios del I d. C.) aparece alguna referencia al uso terapéutico del agua fría. Celso debió nacer en fecha próxima a la del “milagroso” tratamiento de Augusto y en su libro hace referencia al uso del agua fría en algunas ocasiones, tanto bebida como aplicada externamente. Si nos centramos en el supuesto mal hepático de Augusto, para Celso el frío era totalmente contrario al hígado y debía evitarlo quien padeciera de él, si bien las abluciones frías en verano –y calientes en invierno– podían ser de alguna utilidad. Por el contrario, sí recomienda en su obra el agua

Busto de la Minerva Médica, cuya estatua presidía el balneario de Turiaso (Tarazona). Museo Provincial de Zaragoza.

helada para los procesos gástricos que cursan con ardor. Asimismo, se decanta por la aplicación de remedios mediante paños calientes y secos cuando hay inflamación. En otro momento aconseja para los problemas gástricos alimentos y bebidas calientes y no ventosos. Para este autor, cuando el estómago sufre de «relajación» (náuseas y vómitos por no retener los alimentos) no son de utilidad los baños –es de suponer que calientes–, pero sí las unturas, friegas y las afusiones frías. Así, recomienda nadar en agua fría y tomar duchas frías dirigidas hacia el estómago o, mejor aún, hacer que el agua descienda desde los hombros hasta la zona gástrica. Análogamente, considera positivos los baños en fuentes frías y medicinales como las de Cutilias y Sumbruinas, así como el vino frío (o, por el contrario, el vino puro muy caliente).


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busca del lugar donde pudo sanar Augusto es, además de su localización en el camino hacia Tarraco, el hecho de poseer fuentes de agua fría. Además, se le ha asociado primero a Silbis/Salus y más tarde con la Minerva Médica, en época ya de Trajano. En la imagen monetaria de Salus algunos autores han querido ver la representación de Livia, la mujer de Augusto, que incluso podría simbolizar la propia ciudad de Turiaso. Esta teoría es muy interesante, pues la aparición numismática de Livia en las cecas tarraconenses es más tardía. A todo la anterior hay que añadir los restos arqueológicos que relacio-

Fuente caliente de Dax, la antigua Aquae Tarbellicae. Schulten afirmaba que Augusto visitó este enclave para recuperarse de sus males.

nan este punto con la Casa Imperial y la figura de Augusto. Este vínculo se extiende a Domiciano (quien edificó y remodeló el santuario) y Trajano, en forma de acuñación de moneda y la producción de varios exvotos. Uno de los ellos, realizado en carneola (ágata roja) representa la cabeza de Augusto. ◙

Representación de la moneda con la efigie de la ninfa Silbis, protectora de las fuentes de Turiaso. Museo Provincial de Zaragoza.

PARA SABER MÁS: • ANDRÉ, J. M. (2006): La Médecine à Rome. Paris. Ed. Tallandier. • BELTRÁN LLORIS, M. (2004): “Las aguas sagradas del municipium Turiaso”, en la revista Caesaraugusta, n.º 76. Págs. 259-343. • ORÓ FERNÁNDEZ, E. (1996): “El balneario romano: aspectos médicos, funcionales y religiosos”. En Antigüedad y cristianismo: Monografías históricas sobre la Antigüedad tardía, n.º 13.


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asentamientoshispanos

ARQUEOLOGÍA

Barcino: el enclave emergente de la Layetania

Fotos: Anna Marco Ramell

Placa de mármol fechada en época ulpio-aelia y que permitió identificar el nombre completo de Barcino, dedicada por los séviros augustales a la colonia. Procede de las excavaciones de la plaza Sant Miquel (1970) y se conserva en el Museu d’Història de la Ciutat, MUHBA. Por Miquel Vázquez Santiago.

Cerca de 2000 veteranos de las Guerras Cántabras fueron asentados en una fértil planicie de la costa nororiental de la Península Ibérica. La fundación augustea mostró un gran dinamismo desde sus orígenes y, con el transcurrir de los siglos, superó en importancia a otras poblaciones más veteranas de la zona.

La fundación de Barcino (15-13 a. C.) fue debida, en parte, a la remodelación de la antigua Via Domitia, que recorría por el prelitoral catalán, y la construcción del tramo costero de la Via Augusta. De esta manera, Barcino formaba parte de un plan políticoadministrativo de reformas ideado por Augusto y que, seguramente, fue llevado a cabo por su general de confianza, Agripa. Las provincias de la Tarraconense y Lusitania se vieron beneficiadas con la fundación de una decena de ciudades. Así, Augusto inició su política edilicia con la fundación de la Colonia Julia Emerita Augusta (Mérida, 25 a. C.), a la que siguieron los asentamientos de colonos en la Colonia Caesar Augusta (Zaragoza, 14 a. C.) y la Colonia Julia

Augusta Faventia Paterna Barcino. Esta última será la única población con estatus de colonia entre Tarraco (la actual Tarragona) y los Pirineos. Las responsables de una construcción que pudo llegar a albergar hasta unos 2000 habitantes fueron las propias legiones (IIII Macedonica, VI Victrix y X Gemina) dirigidas por Augusto y Agripa, que batallaron en las Guerras Cántabras (27–19 a. C.). Con posterioridad, estas fueron un valioso elemento de integración territorial que erigieron numerosas obras públicas y generaron estructuras que podían integrar a las comunidades locales en la vida y cultura romanas. De esta manera, los primeros pobladores de la colonia augusta fueron los propios veteranos de las legiones y un grupo de itálicos oriundos de colonias de la Galia Narbonense,


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posiblemente de la Colonia Julia Paterna Claudia Decumanorum Narbo Martius (Narbona, 118 a. C.). Las legiones augustales diseñaron ex novo la modesta colonia en la costa central layetana y Augusto la dotó de pleno derecho romano. En pocas décadas, sus imponentes foro y muralla fundacional con ángulos achaflanados se convirtieron en centro político y administrativo de la Layetania en detrimento de otras poblaciones de época anterior como Baetulo (Badalona). En este sentido, la creación de Barcino mostró, desde su fundación y durante el periodo de la dinastía JulioClaudia, un dinamismo económico apoyado en su excelente situación geográfica, entre los deltas de los ríos Llobregat y Besòs, pero sobre todo, gracias al favor de Augusto y al fervor profesado a la familia imperial por parte de los barcinonenses. El rango adquirido desde época fundacional (colonia con pleno derecho romano) y el supuesto busto esculpido en mármol de Carrara de Agripina la Menor con datación de mediados el siglo I d. C. son algunas de las constataciones de la floreciente economía y del dinamismo comercial de Barcino.

Pobladores prehistóricos Desde tiempos inmemoriales la modesta planicie existente alrededor de Barcelona fue habitada por núcleos de población. Los deltas naturales de los ríos Llobregat y Besòs, los numerosos cursos fluviales y clima húmedo favorecieron los primeros asentamientos humanos durante el Paleolítico, Neolítico y la Edad del Bronce, anteriores a las fundaciones romanas en la costa layetana. La planicie barcelonesa, llena de marismas de agua dulce extremadamente fértil, quedaba comprendida entre la sierra de Collserola y el mar Mediterráneo. Allí Augusto pudo erigir su Colonia Julia Augusta Faventia Paterna Barcino. El punto más elevado de la planicie, denominado Mons Taber (16,9 metros) durante época medieval, fue elegido para la expansión urbana de la Barcelona romana.

Zona fértil y productiva A inicios del siglo I a. C., Barcino fue un punto de referencia desde donde reestructurar el sistema tardorrepublicano de caseríos (villae), eliminando las menos productivas y erigiendo otras nuevas. Se estableció como principal objetivo la reorganización de los recursos en favor de la máxima eficiencia de la fértil y productiva planicie layetana, denominada ager Barcinonensis. La totalidad de la reforma, como en otras partes del Imperio Romano, se completó con una reestructuración y potenciación de la red viaria terrestre litoral y prelitoral. La parcelación parece ser que partía desde el punto más elevado de la colonia, el Mons Taber, y se fue extendiendo a partir de las dos calles principales presentes en la mayoría de las colonias romanas de planta ortogonal: el cardo maximus (orientación NE-SO) y el decumanus maximus (orientación NO-SE). En Barcino, la peculiar orografía de la costa central layetana dotó de una orientación peculiar a sus calles principales, que a posteriori dieron origen a la centuriación romana del territorio barcinonense.

Busto correspondiente a Agripina la Menor, bisnieta de Augusto. De rostro ancho, boca fina dibujando una ligera sonrisa, la Agripinia Minor de Barcino muestra diadema imperial y data de mediados el siglo I d. C. Museu d’Història de la Ciutat, MUHBA.

El territorio bajo influencia de Barcino comprendía desde el macizo del Garraf (SE) hasta el río Besòs y el municipio romano vecino de Baetulo (NE), y desde la sierra de Collserola (NO) hasta el mar Mediterráneo (SO). A pesar de ello, hoy en día se tiene constancia de que el territorio dominado por la Barcino romana sobrepasaba los límites naturales, tal y como sucedía en otras urbes romanas coetáneas en Hispania como Caesar Augusta o Emerita Augusta, y afectaba a parte de las comarcas del Baix Llobregat, del Vallès Occidental y del Vallès Oriental. Sobre el río Llobregat, donde confluían los dos ramales de la Via Augusta, mostraba un importante punto aduanero y antigua mansio de Ad Fines (Martorell), mientras que en el Vallès Oriental se localizaba un punto limítrofe (terminus augustalis), que marcaba el linde entre Barcino y otros núcleos de población de esta comarca. A inicios del siglo I a. C., el motor económico de la planicie layetana evolucionó del cultivo del cereal, mayoritario, al cultivo vitivinícola, preponderante a partir de la reorganización parcelaria de Augusto. A pesar de que el principal puntal económico barcelonés no gozó de buena fama en el resto del Imperio Romano, sí lo tenían, en cambio, las ostras, la salsa de pescado (garum) y los salazones. Por otra parte, esclavos de propiedad imperial extraían principalmente hierro y plata del limítrofe macizo del Garraf.


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Las élites locales Durante todo el periodo altoimperial la colonia de Barcino formó parte de la provincia Tarraconense, mostrando un intenso vínculo económico, político y social con la capital provincial Tarraco. Estos lazos quedan patentes en la trayectoria de eminentes figuras locales como el liberto Lucio Licinio Secundo. Aún siendo el siglo II, con la gens Minicia, la Licinia y la Pedania, la época dorada y más influyente de la élite local, la epigrafía de los primeros representantes se remonta a época fundacional. Así, Cayo Coelio, duunviro quincenal, y Quinto Salvio, edil, duunviro y duunviro quincenal, fueron los primeros magistrados atestiguados en

actual. Este espacio público de unas dos hectáreas fue el forum, que probablemente mostró todas las edificaciones edilicias habituales en estos espacios altoimperiales, a pesar de que solamente se conservan restos arqueológicos del templo augustal de la calle Paradís. En el transcurso del siglo II y entrado el siglo III, momento de máximo esplendor socioeconómico de la Barcelona romana, la ostentación de magistraturas municipales acarreaba tal derrama económica que los mecanismos habituales de renovación o reelección de decuriones, ediles y duunviros dieron paso a nuevas fórmulas para ejercer la influencia política y económica en la colonia. La introducción de un patrón como protector de los

la epigrafía de Barcino. Desde sus inicios, la ciudad ostentó el ius italicum, que otorgaba a sus ciudadanos derecho a la propiedad e inmunidad tribunicia (tributum soli) y capital (tributum capitis). Bajo este contexto jurídico sucesivas generaciones de la élite local, a semejanza de Tarraco o Roma, ascendieron en la carrera política municipal (cursus honorum). El ordo decuriorum o senado local dominó la escena política, social y económica del territorio barcelonés. La posible situación del lugar donde se reunían el centenar de decuriones o senadores municipales, bajo el actual Consell de Cent, no ha desplazado ostensiblemente el centro político y administrativo de la urbe

intereses municipales y sus conciudadanos, constatados en Baetulo o Emporiae, podía haberse dado por aquella época en la creciente y dinámica Barcino. Lucio Minicio Natalis Quadronio Vero fue, probablemente, como lo fuera para los ciudadanos de Leptis Magna, patrón de la Barcelona romana.

LICINIOS Oriunda de la península Itálica (IV-III a. C.), la gens Licinia, desde su desembarco en Hispania en el siglo I a. C., mostró una influencia importante en la ciudad y sus territorios circundantes. Precisamente, en el origen la colonia debe encontrarse la esencia de la riqueza, importancia y patrimonio de la gens Licinia. El sector vitivinícola layetano fue copado por miembros de la familia, que se extendió de forma importante por el territorio durante el siglo II d. C. a partir del fundus Licinianus, en las proximidades de Lliçà de Munt. Sus exponentes, tal y como demostraron la veintena de pedestales barcinonenses, fueron Lucio Licinio Sura y su liberto Lucio Licinio Secundo, oriundos ambos de Tarraco.

PEDANIOS La gens Pedania (I-II d. C.) posiblemente estuviera emparentada con la importante familia senatorial de los Pedanios Salinator. En su mayor parte eran libertos o ciudadanos de la tribu Palatina con poca presencia en el resto de la península. En la costa layetana desarrollaron su actividad comercial en el sector vitivinícola, como la mayoría de familias influyentes de Barcino. Las inscripciones de la gens Pedania representan en la actualidad un 5% de las halladas en la ciudad. De estas, las erigidas a Lucio Pedanio Secundo Julio Pérsico y Lucio Pedanio Clemens Senior son las más significativas. En el yacimiento arqueológico de Veral de Vellmura, en la localidad vecina de Teià, afloró la finca (fundus) de los Pedanios Clemente.

MINICIOS Los Minicios tuvieron en las proximidades del río Llobregat el fundus Minicianus, cerca de la actual población de Sant Joan Despí. Esta importante gens, que pudo estar relacionada con algunos Minicios de Tarraco, mostró una relación estrecha y segura con un senador betulense Quinto Licinio Silvano Graciano Quadronio Próculo. Sus miembros más destacados fueron Lucio Minicio Natalis, duunviro en la provincia proconsular de África, y Lucio Minicio Natalis Quadronio Vero, su hijo que, según una inscripción, llegó a ser cónsul en Roma (139 d. C.), procónsul en la provincia senatorial de África (142144), propretor en Moesia Inferior (152-154) y vencedor en la 227.ª Olimpiada, en el año 129.


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Restos del templo que se conserva dentro del Centro Excursionista de Catalunya. A la derecha, cabeza de león que seguramente fue elemento decorativo del edificio romano. Datado en la época de la fundación (siglos I a. C. o I d. C.), está expuesto en el Museu Arqueològic de Catalunya (MAC Barcelona).

Una ciudad layetana altoimperial Pese a que el trazado actual de las calles es de época medieval y poseemos restos arqueológicos fragmentarios de la época romana, se puede aventurar cuál era la estructura altoimperial de Barcino a partir del centro administrativo (forum) y religioso (templum). Los estudios apuntan a que la colonia contaba con siete manzanas de casas abastecidas por dos acueductos, un amplio forum, dos complejos termales públicos altoimperiales y un sector industrial. A su vez, Barcino mostró una necrópolis de inhumación y cremación, en uso entre los siglos I y III d.C., situada en la actual plaza Vila de Madrid y que ha legado a los barceloneses un conjunto de enterramientos, cupae e inscripciones epigráficas. El foro romano barcelonés fue un espacio público rectangular situado al norte de la colonia, siguiendo los patrones estructurales no simétricos de época republicana que se asemejaron al usado por otras colonias peninsulares como Saguntum (Sagunto), Ta-

Foto: R. Pastrana

rraco y Emporiae. La hipotética pero posible basílica jurídica y el probable castellum aquae monumentalizado completaron, junto al imponente templo dedicado al fundador Augusto, el conjunto edilicio del punto neurálgico de la ciudad romana de Barcelona. Para culminar este espacio central de la vida urbana, núcleos romanos como Baetulo, Dertosa (Tortosa), Emporiae e Iluro (Mataró), y de especial manera Barcino y Tarraco, se engalanaban con inscripciones a benefactores locales e imperiales. Concretamente, durante el siglo II d. C., en los pórticos de Barcino fueron honrados ilustres benefactores locales con numerosos pedestales monolíticos coronados por imponentes estatuas de bronce Plano urbano de la colonia donde se puede observar el forum, templo, murallas conservadas (resaltado), posibles insulae superpuestas al entramado urbano actual, puertas romanas y acueductos. Tábula Imperii Romani (Barcino, TIR H/J-31).

y acompañados de inscripciones votivas y honoríficas que recordaban a los ciudadanos a quienes debían agradecer la monumentalidad marmórea de Barcino. La veneración a la triada capitolina (Júpiter, Juno y Minerva) y al emperador Augusto como pontífice máximo y benefactor de la colonia contó ya desde época fundacional con un templo. Este se encontraba en el punto más elevado del Mons Taber desde época fundacional, con la fachada encarada hacia el decumanus maximus, y se asemejó a los erigidos en Roma (San Salvatore in Campo) o al emeritense de Diana. Con planta rectangular, hexástilo (11 columnas por 6 columnas), períptero con escalinata central flanqueada por dos columnas corintias, fue un claro ejemplo de la devoción que sentían los barcinonenses hacia su benefactor principal, Augusto, y muestra del intenso dinamismo económico y social de la ciudad. A su vez, en torno al forum se dispusieron las no constatadas manzanas de casas, habitáculo para la plebe layetana; y el hospedaje de la élite local pudiente, la domus. Entre las calles de Barcelona existen numerosos pero parciales ejemplos de este último tipo de vivienda durante la época altoimperial. Ahí están las de la plaza Sant Miquel y Sant Iu, calle Avinyó y del Palau Arquebisbal que testimonian el estilo de vida, costumbres y gustos artísticos de la élite local durante las dinastías JulioClaudia, Flavia, Ulpio-Aelia y Antonina. Evitando la tediosa enumeración de restos arqueológicos hallados recorreremos algunas de sus estancias, que


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dan fe de cómo vivía y decoraba la élite local sus moradas, en una ciudad media del Imperio Romano. En las viviendas localizadas bajo las plazas Sant Iu y Sant Miquel, datadas entre los siglos I y II d. C., se pueden atisbar los restos de un peristilo porticado por tres lados y su jardín con estanques, en la primera; más un vestíbulo, un posible triclinium y unas termas privadas, en la segunda. Durante el siglo II en ambas se realizaron reformas. En Sant Iu, se instaló un mosaico bicolor donde se muestra una rica decoración interior y emblema floral envolviéndolo a modo de cenefa. Por su parte, en Sant Miquel fue añadido un complejo termal de carácter privado que acabó por invadir un cardo minor. La frenética vida comercial y el dinamismo económico de los dos primeros siglos de nuestra era no se vieron frenados por el complejo siglo III d. C., cuando algunas de las viviendas documentadas en la ciudad de Barcelona mostraron una mayor actividad. Este es el caso de las domi situadas en la calle Avinyó y el Palau Arquebisbal. En la primera de ellas, se conserva un supuesto triclinium en el que un mosaico del siglo II presidía los negocios del señor de la vivienda, mientras que en la segunda, se atisba una incierta estancia porticada (oecus) de estilo corintio o egipcio. Ambas son muestra del alto poder adquisitivo de algunos de los habitantes de Barcino, gracias en parte a su intensa actividad comercial. A pesar del bienestar alcanzado por la élite local, no hay constancia de complejo termal fundacional en Barcino. Y ciertamente, gran parte de las viviendas citadas anteriormente mostraron en época romana variadas reformas, en superficie o en número de estancias, incluso para albergar termas privadas (domus de la plaza Sant Miquel) donde poder asearse al final del duro día en el forum. Situado en las proximidades de la domus de la plaza Sant Miquel se encontró el primer complejo termal que, a inicios de siglo II (hacia el 125 d. C.), la familia Minicia Natalis donó a sus conciudadanos. Con una superficie aproxima-

da de 1400 metros cuadrados, una de sus estancias estuvo decorada con un mosaico de composición bicolor, datado de época bajoimperial. Coetáneo al donativo realizado por los Minicios Natalis, fue erigido un complejo termal extramuros de unos 1500 metros cuadrados, situado a ambos lados de la calle Regomir, y que dio servicio a numerosas generaciones de barceloneses hasta su abandono durante el siglo IV d. C. Comercio e industria Las principales actividades comerciales e industriales de la colonia romana de Barcino, posiblemente algunas de ellas dirigidas y dominadas por las gentes influyentes anteriormente mencionadas, se concentraban, según los restos arqueológicos, en el sector nordeste de esta. Destacaron, por restos e importancia, la lavandería (fullonica), la vecina tintorería (tinctoria), la factoría de salazón y garum (caetaria) y, la instalación vinícola (cella vinaria). Todas ellas pueden visitarse en el Museu d’Història de la Ciutat de Barcelona. De las dos primeras, aunque no se conoce la estructura en su totalidad, sí se conservan restos arqueológicos importantes como las piscinas de lavado (saltus fullonica) y desagües conectados al alcantarillado en la lavandería; o piletas y tuberías de plomo, en la tintorería. La totalidad de los procesos del lavado romano se pudieron llevar a cabo en instalaciones de la lavandería, teniendo en cuenta los materiales y residuos encontrados

Cubetas utilizadas en las instalaciones industriales de la antigua Barcino. Hoy todo el complejo es visitable en el Museu Arqueológico de la Ciutat (MUHBA).

en esta, datados de época flavia y antonina. Separada de la lavandería por una pared medianera, se encuentra la tintorería, que presentaría entrada por el intervallum. Las instalaciones de la tintorería barcinonense mostraron durante los siglos II y III, según los tintes vegetales encontrados, un uso destacado que sigue el proceso de tinción similar a los empleados en Pompeya, en Italia, Caesar Augusta o Asturica Augusta (Astorga). El sector pesquero estuvo también presente en la principal colonia romana de la Layetania. La factoría de salazón barcinonense, de 350 metros cuadrados, gozó de gran prestigio en el mar Mediterráneo, como denotaba su intensa actividad, reparaciones y reestructuraciones a lo largo del periodo comprendido entre los siglos III y V. Su prestigio fue debido a la fabricación de garum, a base de erizos de mar, en sus dependencias y grandes piletas, conservadas en el Museu d’Història de la Ciutat de Barcelona y situadas en torno a un patio interior. Dichos receptáculos seguían un diseño determinado que controlaba el tiempo de maceración y evitaba la putrefacción de la cotizada salsa mediante techados,


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supuestamente de madera. Por último, el incremento de producción en el sector vitivinícola, debido en parte a la reestructuración del territorio circundante durante el siglo I, acabó por convertir Barcino en centro neurálgico layetano del sector. Situada en el norte del área industrial barcinonense, en una de sus reformas, una bodega (cella vinaria) acabó invadiendo el intervallum para poder albergar unos 10000 litros, en 11 tinajas (dolia) de una capacidad aproximada de 880 litros cada una. Esta instalación de 600 metros cuadrados fue planificada a conciencia, como demuestran los depósitos de decantación, trasvase y fermentación conservados, así como las dos prensas constatadas. La importancia de Barcino, dentro del sector vitivinícola layetano, se documenta en la actualidad por el abundante material anfórico firmado perteneciente a las diferentes y poderosas gentes locales. La red viaria layetana El comercio layetano durante la dominación romana era realizado principalmente por vía fluvial mediante los ejes principales de los ríos Llobregat y Besòs, y vía marítima, más segura y económica, lo que permitía a su vez el intercambio comercial con el interior del territorio. Por otra parte, la vía terrestre por la costa y la planicie

interior prelitoral paralela, permitía una rápida y eficaz movilización de efectivos militares durante el siglo I a. C. y principios del I d. C., además de permitir el intercambio comercial entre la Layetania y el resto de regiones mediterráneas dominadas por Roma. Dentro de este último ámbito, Barcino fue centro de una red viaria de estructura triangular entre las actuales comarcas del Baix Llobregat, Barcelonès, Vallès Oriental y Occidental y Maresme, desde donde se pudo ejercer un dinámico intercambio comercial entre diferentes partes del Imperio. La Via Augusta en su ramal costero con Iluro, Baetulo y Barcino era el eje viario principal del territorio layetano, mientras que el ramal interior tenía mansiones donde poder apearse como fueron Ad Fines o Castrum Octavianum (Sant Cugat del Vallès), que permitían el descanso de los comerciantes y facilitaban la comunicación directa y rápida entre Gerunda (Girona) y Tarraco, capital de la provincia Tarraconense. A la altura de Ad Fines, el territorio controlado por Barcino finalizaba, y el ramal costero de la Via Augusta se unía al ramal prelitoral interior, mientras que por el norte ambos confluían a la altura de la actual población prelitoral de Hostalric, que remonta la vía fluvial del río Tordera. La comunicación con el interior

catalán se realizaba mediante los ejes fluviales anteriormente citados, priorizando el curso fluvial del río Llobregat que permitía el acceso directo a la obtención de materias primas como la sal de Cardona, primordial para saldar los pagos de las legiones estacionadas en Hispania; mientras que por vía terrestre, la calzada que unía Barcino con Ausa (Vic) en la mansio Semproniana le permitía alcanzar la pequeña planicie de Vic por el interior, a través del valle del Congost, y, probablemente, a continuación la cordillera de los Pirineos. La muralla, a través de los siglos Barcino nació como colonia amurallada, como los municipia tardorrepublicanos. La muralla fundacional fue erigida a la finalización de la campaña cántabra de Augusto, probablemente por mediación de Cayo Coelio. Entre los años 10 y 5 a. C., el duunviro quincenal y la mano de obra cualificada de las legiones cántabras erigieron las murallas, con sus 76 torres y sus cuatro puertas. Su extensión inicial es posible que variase con la reforma bajoimperial entre el siglo III y el IV, pasando de 1135 metros a unos 1315 al edificar el enigmático y posiblemente mal denominado castellum. De esta manera, el sistema defensivo de época fundacional mostró un paseo de ronda entre las viviendas y la muralla (intervallum), muralla (vallum) y foso (fossae) al seguir la distribución y estructura clásica de los campamentos militares romanos. El foso, con función clara de drenaje de las aguas residuales, también podía mostrar función defensiva, mientras que el intervallum, con unos 7,5 metros de ancho, aún no fue obliterado.

Red viaria a finales del siglo I a. C. e inicios del I d. C. en las comarcas del Barcelonès, Vallès Oriental y Occidental, y Maresme. Reproducido por A. Aguilar, en 1989. En línea continua y discontinua, algunas de las calzadas romanas más destacadas del litoral y prelitoral central de Cataluña.


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La parte central de la obra mostraba ya las 76 torres y las respectivas puertas de acceso a la colonia. En la época fundacional todas las puertas son triforas, dispuestas en cada uno de los cuatro lados del recinto coincidiendo con la salida y entrada del decumanus maximus y el cardo maximus. En la actualidad, las puertas al decumanus maximus corresponden a los cruces de la plaza Nova y la calle del Bisbe Irurita (NO) y al de la calle Regomir entre el callejón Sant Simplici y la calle Correu Vell (SE); mientras que las correspondientes al cardo maximus se encuentran en la encrucijada de la plaza del Àngel y la calle Llibreteria (NE) y entre la calle del Call y la calle Ferran (SO). Des-

graciadamente, fueron derruidas durante el siglo XIX y para estudiarlas en la actualidad se debe compaginar el conocimiento obtenido de los escasos y fragmentarios restos arqueológicos de ambas épocas y las láminas y grabados históricos para obtener una idea clara de lo imponentes que eran las murallas tardoimperiales de Barcino. La muralla tadía, según las directrices del poder imperial, fue erigida aprovechando la obra fundacional. Así, la muralla exterior, yuxtapuesta a la existente desde los primeros tiempos de la colonia, mostraba probablemente un estilo arquitectónico de época aureliana. A pesar de su incierta datación, entre los siglos II y IV, la construcción

podía ser considerada una obra faraónica para la importancia relativa de Barcino en su entorno layetano. Para ello, se limpió el territorio circundante de necrópolis, monumentos funerarios y edificaciones de los suburbios colindantes, se elevó la muralla 10 metros y se aumentó la altura de las torres hasta los 18 metros, prescindiéndose del foso fundacional, y se levantó un parapeto en un amplio paso de ronda pavimentado para acabar con un remodelado de las puertas fundacionales de acceso. A todo ello se debía añadir la construcción de un saliente en el lado de mar, fechado en el siglo IV y mal denominado castellum, ya que solo se puede conjeturar su posible funcionalidad.

La Sagrera, suntuosidad bajoimperial El reciente descubrimiento y estudio del yacimiento de la villa romana de La Sagrera en el distrito de Sant Martí de Provençals (Barcelona), a raíz de las obras cercanas del tren de alta velocidad Madrid-Barcelona-frontera francesa (2011), ha puesto de manifiesto la importancia que ésta y otras villas romanas del territorio o ager Barcinonensis ejercieron en la gestión y explotación económica de la planicie barcelonesa durante la presencia romana, en época republicana e imperial. Durante la dominación romana una villa era la unidad estructural desde la que su propietario gestionaba y explotaba el territorio anexo (fundus) y cuya edificación estaba dividida en dos partes: la vivienda (pars urbana) y los edificios accesorios para su explotación (pars rustica). De este modo, el yacimiento de la villa del Pont de Treball Digne, con sus 1152 metros cuadrados excavados, gestionó un fundus indeterminado durante las épocas republicana (II–I a. C.) y tardoantigua (IV–V d. C.) que sufrió durante este último período importantes reformas. Del siglo I a. C. destacan las 16 recipientes (dolia) distribuidos en tres hileras, que denotan el carácter agrícola de la explotación. Pertenecientes a la época alto imperial (siglo I d. C.), se constatan un amplio atrio y un sistema de calefacción para la residencia (hipocaustum). Por lo que respecta al primer espacio, de unos 100 metros cuadrados, alberga una piscina (lacus) y pinturas murales policromadas con representaciones antropomórficas y vegetales. Durante la época tardoantigua (IV–V d. C.), y siguiendo la tendencia peninsular, la villa del Pont del Treball Digne no solamente perviviría sino que adquirió una suntuosidad notable. De esta manera, se realizaron reestructuraciones profundas en los espacios públicos de la villa que conlle-

varon el embellecimiento de los dos patios interiores, con una reforma en el patio norte del lacus y posteriormente la construcción de un peristilo, y el levantamiento de unas termas privadas (balnea) en el patio sur, con un posible espacio de letrinas. A su vez la villa adquirió un marcado carácter público como muestran las reformas realizadas en el vestíbulo y la importancia que adquiere la supuesta estancia principal (triclina). Los hallazgos más significativos encontrados en esta villa señorial son un fragmento de lápida funeraria (I a. C.), un busto (II d. C.) y un mosaico policromo (IV d. C.). De época augustal data la inscripción epigráfica que muestra los nombres en nominativo de dos difuntos, y que fue realizada con gres procedente de la importante cantera de Montjuïc. Por lo que respecta al busto de época altoimperial se trata probablemente de una deidad relacionada con la tierra. Por último, el mosaico policromo, formado por diversos motivos dispuestos geométricamente, muestra elementos figurativos (esvásticas, nudos de Salomón o flores de cuatro pétalos) y geométricos. Los dos fragmentos musivos encontrados, que suman unos 60 metros cuadrados, son similares a otros mosaicos romanos de Hispania realizados durante el siglo IV d. C. El estudio e importancia del yacimiento de la villa del Pont del Treball Digne, situado fuera de la centuriación del ager Barcinonense, viene a sumarse a los ya descubiertos del acueducto del Besòs o la villa romana de Can Nyau. Estos determinan la importancia de la zona en época romana al mostrar un aporte constante de agua, gracias a las proximidades de la riera de Horta y el acueducto del Besòs, y una posición y proximidad estratégicas al ramal de la Via Augusta, a medio camino entre Barcino y Baetulo.


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Entre las reformas, seguramente impresionaron la remodelación de torres y puertas de acceso a la ciudad. Por una parte, las torres predominantes en la estructura son de base rectangular (61) con ventanales cuadrados y puertas, salvo excepciones, que permitían la comunicación entre tramos del paso de ronda. Por otro lado, las puertas romanas mejor conocidas, de época bajoimperial, corresponden a las que unían el decumanus maximus (puertas NO y SE), intensamente modificadas por la presencia de los acueductos y el castellum. La remodelación de la puerta sureste conllevaría el desuso de una parte del complejo termal existente, incluyendo la otra en el recién erigido castellum. En la actualidad, se ha conservado el paso bajoimperial de viandantes. Por lo que respecta al castellum bajoimperial mostraba siete torres de planta rectangular en su mayoría que, erigidas durante el siglo IV, podrían alcanzar los 10 metros de altura. De su funcionalidad poco se sabe en la actualidad, pero a pesar de ello y, teniendo presentes diversos factores como pueden ser el plano ortogonal fundacional de Barcino, su localización en el recinto amurallado y el carácter monumental de los restos del criptopórtico constatado, es posible que esta construcción estuviese en estrecha relación con el puerto de la ciudad, situado en el delta del río Llobregat. El declive del Imperio Con la caída de la dinastía Severa (235 d. C.) y la entrada en el período denominado como anarquía militar (236-285), Barcino no vio alterado su dinamismo económico, a pesar de la incertidumbre causada por las incursiones bárbaras del norte y centro de Europa, y por el insostenible modelo municipal altoimperial. A su vez, el paulatino abandono de los núcleos urbanos por parte de la élite local, buscando la seguridad y el anonimato del ámbito rural, fue minoritario en Barcino a juzgar por la persistencia de casas señoriales y bien ornamentadas. Claro ejemplo de ello es la domus de la calle Sant Honorat o la de la calle Bisbe Caçador, habitadas entre los si-

glos IV y VI; y los mosaicos de motivo circense de la casa de la Comtessa de Sobradiel (siglo IV y coetáneo del mosaico gerundense de Can Pau Birol) o mitológico de las tres Gracias (siglo III o IV). En el resto de la provincia Tarraconense sí que se produjo el éxodo de las ciudades y las nuevas o reformadas villae rurales relevaron a urbes como Baetulo o Iluro como centros económico, político y social de amplios territorios. Sin embargo, Barcino, durante el siglo III fue adquiriendo un papel cada vez más preponderante dentro de la provincia, proceso que se fue acentuando gracias a las reformas iniciadas por Diocleciano y continuadas por la dinastía Constantiniana. Así, con el ascenso del usurpador Máximo (409-411), la ciudad de Barcino, por primera vez en época romana, poseyó ceca con la que acuñar moneda propia, en parte, para legitimar el gobierno del usurpador y, por otra parte, para buscar el favor de los habitantes barcinonenses. Posteriormente, visigodos como Ataúlfo dominaron económica y políticamente el territorio romano de la Tarraconense al hacerse, a su vez, el control político y administrativo de la ciudad. Oficialmente aún era territorio en manos de Roma, pero de facto la élite visigoda gobernaba Barcino y toda la provincia. ◙

Torre cilíndrica número 33, en posición angular de la muralla bajoimperial de Barcino. Está situada en la plaza Traginers. En la actualidad se están recuperando en las cercanías unos 40 metros de muralla romana, en la calle Sotstinent Navarro.

PARA SABER MÁS: • AA. VV. (1991): “La Ciutat Antiga”. En J. Sobrequés (dir.) Història de Barcelona. Barcelona. Enciclopèdia Catalana y Ajuntament de Barcelona. • BELTRÁN DE HEREDIA, J. (dir.) (2001): De Barcino a Barcinona (siglos I-VII). Los Restos Arqueológicos de la Plaza Del Rey de Barcelona. Barcelona, Museu d’Història de la Ciutat–Institut de Cultura. • PONS i SALA, J. (1994): Territori i Societat Romana a Catalunya: Dels Inicis al Baix Imperi. Barcelona. Edicions 62. • PUIG, F. y RODÀ, I. (2010): Les Muralles de Barcino. Barcelona: Ajuntament de Barcelona–Institut de Cultura y Museu d’Història de Barcelona.


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LAENTREVISTA

Mauricio Pastor Mauricio Pastor Muñoz es Catedrático del Departamento de Historia Antigua de la Universidad de Granada y ha escrito multitud de libros y artículos sobre ese periodo en la Península Ibérica, especialmente sobre epigrafía y personajes históricos como Viriato. También ha sido asesor histórico y científico de la serie “Hispania, la leyenda”.

Por M. Uyá e I. Ruiz.

—Sus primeras investigaciones trataban sobre los astures. ¿Qué relación tenía este pueblo con los cántabros? ¿Qué les llevó a sufrir tanto por defen-

condicionantes históricos, estudiarlos de forma conjunta. Contamos con una gran cantidad de fuentes e investigaciones que nos pueden ayudar a entender y comprender a estos pueblos del norte tan belicosos. To-

nos. En el territorio de los astures se diferenciaban claramente dos zonas: una la ocupada por los augustanos, con capital en Asturica Augusta, más romanizada y con mayor documentación romana, y la parte de

“A pesar de la conquista, las estructuras indígenas cántabras perduraron hasta el siglo IV” der su libertad? — Pese a que cántabros y astures son pueblos diferentes y tienen características propias, es posible, por sus

das las fuentes hablan de la dificultad para la conquista por parte de Roma debido al terreno y la ayuda de los aguerridos guerreros lusita-

los transmontanos, que es la más indígena, conocida mejor por la epigrafía, onomástica y toponimia y que pervivió frente a la ro-

manización hasta el Bajo Imperio. También entre los cántabros, como podemos ver en artículos de Vigil y Barbero, perduraron hasta el siglo IV las estructuras sociales indígenas e incluso la estructura religiosa como podemos ver en el ara del Pico de Dobra (399 d. C.). Por otra parte, sabemos que durante las guerras contra cántabros y astures (26-19 a. C.) estos pueblos no pudieron ser sometidos, e incluso el mismo Augusto tuvo que venir en persona y establecerse en el campamento romano de Rosinos de Vidriales, donde estaba asentada la Legión X. Finalmente, serían Agripa y Carisio quienes conquista-


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ran a estos pueblos. —¿Cómo afectó la romanización a estos pueblos? —Tema muy interesante. Cuando se conquista militarmente parece que la romanización empieza a marchas forzadas de una manera más amplia. Por ejemplo, cuando Augusto, en uno de sus decretos, dice que hay que trasladar a los pueblos de los montes a las llanuras, es para evitar su aislamiento y el apego a sus tradiciones antiguas. En definitiva, la romanización avanzó durante el Alto Imperio y es patente cuando a ciertas ciudades se le da el ius italicum como a Flavionavia. También la propia Asturica Augusta se va enriqueciendo con edificios públicos y privados, monumentos, etc. La ciudad de León, donde estaba acampada la Legión VII Gémina, también se va romanizando. Por tanto, este proceso romanizador se va extendiendo a grandes pasos, aunque también es cierto que no va a llegar a calar en todas las mentalidades de esa época ni más concretamente en todo territorio del norte peninsular. —Cambiando de tema hacia los lusitanos y su líder más carismático, usted ha publicado un libro sobre Viriato. —Efectivamente, yo escribí una obra básica sobre Viriato, una biografía histórica, no una novela como algunos han creído. Se trata de una biografía basada en fuentes clásicas como los textos de Apiano, Diodoro de Sicilia y muchos más autores. Hay

que tener en cuenta que en España nadie había investigado sobre Viriato desde los años veinte del siglo pasado, cuando Adolf Schulten escribió un pequeño artículo de unas cuarenta o cincuenta páginas sobre él. A partir de ahí, siempre ha sido mencionado en los manuales y libros históricos como un héroe que luchó contra Roma, teniendo en jaque a varias legiones, a pretores e incluso a cónsules durante varios años, quizás ocho o diez según los datos. La primera obra que escribí sobre Viriato me la encargó Federico Lara Peinado, quien coordinaba la parte de biografías históricas en la editorial Alderabán, se titulaba “Viriato: la lucha por la libertad”, fue más reducida y la hice gratuitamente. Esta obra fue

El proceso de la romanización avanzó a grandes pasos, pero no llegó a calar en todo el norte peninsular Viriato es uno de los personajes históricos en los que es más difícil separar ficción de realidad

traducida al portugués y recientemente, en 2009, al francés. Después, la obra fue ampliada con la introducción de láminas, fotografías, capítulos añadidos y una revisión completa de todos los textos para la editorial Esfera de los Libros, y se publicó con el nombre “Viriato: el héroe hispano que luchó por la libertad de su pueblo” y ya han salido dos ediciones. Esta publicación también tiene su traducción al portugués, que ya cuenta con siete ediciones. —¿Por qué eligió hacer un libro sobre este personaje? —Puedo decir que, posiblemente, Viriato sea uno de los personajes más importantes y emblemáticos que tenemos en la Historia Antigua de España. De Viriato tenemos muchas fuentes y datos por parte de autores griegos y, sobre todo, romanos. No debemos olvidar que a Roma le interesaba crear personajes que se opusieran a su dominio, y debían ensalzarlos porque las legiones romanas no podían ser frenadas en su conquista por un cualquiera. Así, personajes como Viriato debían tener una serie de virtudes naturales: tenían que ser grandes estrategas, con una gran personalidad y líderes destacados. De esta forma, la victoria tendría una mayor importancia. Según las fuentes, Viriato debió nacer sobre el año 190 a. C. y murió en el 139 a. C.; tendría unos 50 años cuando murió, como todos sabemos, con la traición de sus propios compañeros Audax, Di-

talco y Minuro. No dudamos de que hubiera otros héroes que lucharan por la libertad de sus pueblos, y tenemos ejemplos como el de Corocotta entre los cántabros y astures o Indíbil y Mandonio entre los íberos, pero ninguno alcanzó tanta fama ni es tan atractivo históricamente como Viriato. Todo ello convierte a Viriato en uno de los personajes en los que es más difícil separar la ficción de la historia. ¿Por qué? Quizás porque en él casi todo es mito y está envuelto en los albores de esa mitología que lo ha ensalzado hasta límites insospechados. Cierto o no, lógicamente hay algo de veracidad. Nadie puede escribir hoy sobre Viriato si no utiliza tanto los textos antiguos como la mitología que se ha creado en torno al personaje. Así es como yo trato de expresarlo en mi libro. Otro de los problemas actuales es que tanto los españoles como los portugueses nos identificamos con el personaje de Viriato y nos queremos apropiar de él, sin tener en cuenta que Viriato no era en realidad ni español ni portugués, ya que en la época en la que vivió ni España ni Portugal eran estados y la diferenciación entre uno y otro territorio no existía. Él era lusitano, no hispano como dicen, pero nació en lo que para Roma era Hispania, más concretamente, la provincia de Hispania Ulterior. ◙ Continúa la lectura en

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derechoromano

La gran compilación jurídica

LA ÉPOCA DE JUSTINIANO

El reinado de Justiniano I, que duró buena parte del siglo VI, estuvo orientado al intento de hacer resurgir el Imperio romano. En el plano jurídico, este emperador promovió un titánico esfuerzo compilador que pretendía reivindicar y actualizar una tradición de más de 1000 años de ley y jurisprudencia. Gracias a esta tarea, el Corpus Iuris sigue siendo el principal instrumento de conocimiento del Derecho Romano. Por Alejandro Valiño.

Justiniano, según el mosaico de San Vital, en Rávena.

La caída del Imperio romano de Occidente en el 476 trajo consigo que la producción de constituciones imperiales (ver Stilus10) quedara reducida a la cancillería de Constantinopla. El nuevo marco político en Occidente, bajo el control de los reyes godos, supuso una alteración en el cuadro de las fuentes del Derecho, advirtiéndose una doble dirección. Por un lado, una labor compilatoria del material normativo salido de la Cancillería imperial, que emprendió una labor de simplificación y alteración de las disposiciones originarias; por otro, la aparición de los primeros textos jurídicos germanos, que adoptaron la forma más modesta de edictos, que son una buena muestra de la mediatización política y cultural, especialmente visible en el campo del Derecho, que sigue ejerciendo el floreciente ambiente clasicista de la Cancillería de Constantinopla. En efecto, en Oriente se logró mantener

vivo el estudio de los textos clásicos gracias a la creación de bibliotecas y universidades como las de Berito y Constantinopla. En este período destaca, por tanto, una forma de enseñanza escolástica que, si bien se aleja del método casuístico de la jurisprudencia clásica, contribuyó notablemente a la conservación de los rasgos definitorios de las instituciones jurídicas romanas, manteniendo así una pureza relativa. Se han de mencionar como maestros más destacados a Cirilo y Patricio en el siglo V y, ya en el VI, a Teófilo, Doroteo y Triboniano, que tuvieron una participación destacada en la génesis del Corpus Iuris. Es este el gran legado del emperador Flavio Petro Sabacio Justiniano (527-565), que se enmarca en su deseo de restaurar la unidad y el esplendor del Imperio romano (renovatio imperii) en el plano político-militar, religioso y jurídico. De este modo, el Corpus Iuris, denominación acuñada en época medieval, vino a ser una recopilación general del Derecho


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Solo conservamos, gracias al Papiro Oxyrinco 1814 (en la imagen), un índice de las constituciones contenidas en algunos títulos del Libro I, donde se acredita la vigencia todavía de la Ley de Citas. Esta quedaría abrogada con la promulgación oficial del Digesto. En cambio, del Codex repetitae praelectionis conservamos diversos manuscritos. El más relevante es el Veronensis 62, que se conserva en la Biblioteca Capitular de Verona. En la imagen inferior, impresión realizada en 1620 en Lyon, custodiada hoy en la Universidad de Heildelberg.

Romano, que perseguía el doble empeño de homenajear la experiencia jurídica anterior, especialmente visible en las obras de los juristas clásicos, pero, al mismo tiempo, ofrecer una compilación acomodada a las exigencias del momento presente que pudiera ser de aplicación en el foro de Constantinopla. El Codex, la primera compilación Para acometer tan ingente tarea designó mediante la Constitución haec quae necessario una primera comisión presidida por Juan de Capadocia, cuyo encargo era reunir en una sola obra –el llamado Codex– las constituciones imperiales contenidas en los Códigos Gregoriano, Hermogeniano y Teodosiano, así como las llamadas Novelas postTeodosianas. El propósito programático de la acción de Justiniano, como se recogerá más tarde en la constitución Deo Auctore (por la Gracia de Dios) que introduce el Digesto, explicitaba que: Viendo Nos el caudal de todas las leyes, desde la fundación de Roma y los tiempos de Rómulo, tan difuso que no tenía límites, y no había capacidad humana que pudiera abarcarlo, fue Nuestra primera atención empezar por la [legislación de] los príncipes sacratísimos antecesores Nuestros, enmendando y dilucidando sus constituciones, para que, reunidas en un Código y depuradas de toda repetición inútil o contradicción intolerable, ofrezcan a todos los hombres una pronta garantía de autenticidad. (Traducción: A. d’Ors e. a., edición CSIC, Pamplona, 1968).

Tales constituciones debían ser distribuidas por materias en libros y títulos, siguiendo la sistemática del Edicto Perpetuo codificado por Salvio Juliano en tiempos de Adriano, que se había erigido así en paradigma clásico de la ordenación de la materia jurídica. Esta postura

veía, precisamente, en el edicto, la fuente viva del Derecho que nutría, mediante el ofrecimiento de medios judiciales de distinta naturaleza, el cuadro de derechos subjetivos que ostentaban los ciudadanos romanos. Dentro de cada título, la ubicación de las distintas constituciones seleccionadas se hizo cronológicamente, conservando cada una de ellas, a modo de inscriptio, la indicación del Príncipe que la dio, el destinatario y, ya en la suscriptio, la fecha y lugar de su emisión. Para hacer posible la acomodación del texto original a las concepciones imperantes en el siglo VI, Justiniano autorizó a los miembros de la comisión para que introdujeran en las constituciones todas las modificaciones que fuesen necesarias, bien para eliminar contradicciones, bien para actualizar su contenido. Las modificaciones que Justiniano autorizó a realizar, tanto en el Digesto como en el Código, son conocidas como interpolaciones. En el uso académico de los romanistas modernos suelen identificarse los pasajes sospechosos de haber sido intervenidos por los compiladores,

adicionando el acrónimo «itp», que no es sino una invitación a consultar el Index Interpolationum elaborado por Ludwig Mitteis, Ernst Levy y Ernst Rabel, y publicado en tres tomos, que es una obra que, si bien no puesta al día, es imprescindible para afrontar la crítica textual de los pasajes contemplados en el Digesto. Cumplida la labor de la Comisión, se promulgó oficialmente el Codex el 7 de abril del 529 (Constitutio Summa rei publicae), que fue redactado en latín, pese a que en el ambiente de la Constantinopla del momento se hablaba el griego, signo inequívoco de esa voluntad de ligamen con la tradición clásica. Una segunda versión de Codex La intensa actividad legislativa de Justiniano en años sucesivos con-


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dujo a la elaboración de una segunda edición conocida por ello como Codex repetitae praelectionis, que vio la luz cinco años más tarde, conservando la ordenación sistemática en doce libros y acompañada de la prohibición de manejo de la primera edición así como de las obras que sirvieron de base para su elaboración y donde se contenían las constituciones en su versión originaria. La razón de esta reelaboración, según se recoge en la propia obra, es debido a que: Tanto nuestras nuevas decisiones cuanto las constituciones que fueron promulgadas después de la formación de nuestro Código, vagaban fuera del cuerpo del mismo, y parecían requerir nuestra solicitud y resolución, pues algunas de ellas reclamaban por razón de hechos posteriormente ocurridos alguna alteración o corrección con mejor acuerdo. Nos pareció necesario (…) recoger aquellas mismas constituciones nuestras, y distribuidas en capítulos, colocarlas en los títulos correspondientes para la fijeza de constituciones perfectas, y agregarlas a las anteriores constituciones. (Traducción simplificada de la edición bilingüe del Código de Justiniano, de Ildefonso García del Corral).

Uno de los móviles para la génesis de la segunda edición fueron las llamadas Quinquaginta decisiones o resoluciones doctrinales sobre puntos jurídicos controvertidos o destinadas a derogar otras tenidas por anticuadas, que fueron acometidas al año siguiente de publicarse la primera edición del Código y que no han llegado hasta nosotros. El turno de la jurisprudencia clásica Al poco de publicarse la primera edición del Codex, otra comisión presidida por Triboniano emprendió la tarea de recopilar y editar una antología de jurisprudencia clásica.

La comisión responsable del Digesto revisó en tres años alrededor de mil quinientas obras escritas en los siglos anteriores

Recibió el nombre de Digesta, que significa ‘materia ordenada’ (como su equivalente griego pandectai). Siguió también el esquema sistemático del Edicto Perpetuo adrianeo: 50 libros divididos en títulos. En la composición de cada título, los compiladores agruparon fragmentos extraídos de obras de juristas clásicos, aunque no fueran los mencionados en la Ley de Citas de Valentiniano III (426 d. C.), con lo que en la práctica, la promulgación oficial del Digesto comportó la derogación de aquella disposición. Parece que la idea inicial era dar entrada únicamente a juristas que en su tiempo hubieran gozado del ius respondendi, pero lo cierto es que finalmente fueron objeto de selección juristas que no contaron con tal distinción, pese a la categoría que atesoraban, como es el caso de Labeón, contestatario del nuevo régimen político que se abría con el advenimiento de Augusto (ver Stilus9). La comisión, examinando en tan solo tres años alrededor de mil quinientas obras de juristas que van desde el siglo I a. C. al siglo IV d. C., procedió con idénticas facultades a las que tuvo la que elaboró el Codex. Sus componentes estaban

Triboniano, uno de los juristas más destacados, participó en varias iniciativas codificadoras de Justiniano. A la derecha, medallón con un busto ideal del jurista, en el Capitolio de los Estados Unidos.

habilitados para añadir, modificar y sintetizar –en definitiva, alterar– los textos de los juristas antiguos seleccionados en la medida en que su pensamiento pudiera no estar vigente en la Constantinopla del siglo VI. Según se afirmaba en el parágrafo 4: Disponemos, pues, que leáis los libros sobre Derecho Romano de aquellos antiguos prudentes a los que los sacratísimos príncipes dieron autoridad para redactar e interpretar las leyes, y los depuréis, de modo que toda la materia se tome de ellos y, en la medida de lo posible, sin dejar repeticiones ni contradicciones, pero tomando de ellos lo que valga una vez por todas, porque también hay otros autores que escribieron libros sobre derecho, cuyas obras, sin embargo, no fueron citadas ni usadas por nadie, ni tampoco Nos vamos a molestarnos en dar vigencia a sus libros.

Este planteamiento evidencia el sentido pragmático de Justiniano que pretendía atender al propio tiempo las exigencias de la tradición y de la modernidad. El profesor Álvaro d’Ors lo expresó con estas palabras: «El Corpus Iuris supone un compromiso entre una rendida devoción por la tradición romana y otra no menos decidida voluntad innovadora». El Digesto se promulgó oficial-


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mente el 16 de diciembre del 533 y Justiniano impuso a los compiladores la prohibición de comentar los textos seleccionados en la versión adaptada así como la de recurrir a las obras originales de las que tales fragmentos habían sido tomados. De este modo, la jurisprudencia – expresión de un derecho privado cuyo valor práctico radicaba en la auctoritas de sus artífices– acabó por convertirse en materia legislada al contar con la sanción imperial. Solo se permitieron traducciones literales al griego, que era la lengua en boga por entonces. La contribución de la casi cuarentena de juristas seleccionados es desigual, entre los que destacan los juristas de la etapa clásica tardía mencionados en la Ley de Citas. Entre ellos, Ulpiano es el más destacado, pues es autor de un tercio de los fragmentos que componen el Digesto. El manuscrito más relevante para su estudio es la conocida como Littera Florentina, prácticamente coetáneo a su publicación. Un manual para estudiantes Al tiempo de la elaboración del Digesto, una pequeña comisión imperial integrada por los juristas Triboniano, Teófilo y Doroteo recibió el encargo de componer un libro destinado a estudiantes de primer curso. La entrada en vigor de esta obra, en calidad de texto oficial, tuvo lugar poco antes de la promulgación del Digesto, merced a la Constitución Imperatoriam Maiestatem. El modelo principal fue sin duda la Instituta gayana, de la que toma su articulación estructural en cuatro libros y la sistemática, en la ordenación de la materia: personas, cosas y acciones. Los libros se dividen en títulos y estos en parágrafos que se muestran como un texto continuo. Este proceder no deja rastro sobre el modelo del que viene tomado, que no siempre es el de Gayo, sino que también fueron tenidas en cuenta otras obras de Instituciones como las de Florentino y Marciano. El conjunto de Instituciones, Di-

Muchas de las compilaciones se realizaron en latín, probablemente para facilitar su difusión en el Occidente europeo

gesto y Código forman lo que desde época medieval fue conocido como Corpus Iuris, denominación a la que se añadió en época renacentista el adjetivo civilis para diferenciarlo del Corpus Iuris Canonicii, que constituye el otro gran bloque de disposiciones jurídicas, también de carácter universal por cuanto no ligada su vigencia y aplicación a un determinado territorio. Añadidos posteriores Después de la publicación de los anteriores bloques, se agregaron las nuevas leyes (Novellae) dictadas por Justiniano y sus sucesores tras la publicación del Codex Repetitae Praelectionis. Estas Novellae, en su mayor parte escritas en griego, fueron agrupadas en colecciones privadas. Entre ellas, destaca el Epitome Iuliani, elaborado por un maestro de Constantinopla y compuesto por 124 constituciones, todas ellas de época de Justiniano. Se redactaron en latín probablemente con vistas a su difusión en Italia, donde Justiniano, en su propósito de restablecer la unidad del Imperio, había logrado recuperar temporalmente el control militar, extendiendo por petición del Papa Vigilio (mediante la Pragmatica sanctio pro petitione Vigilii) la vigencia de la entera compilación justinianea. También hemos de mencionar la llamada Collectio Graeca, que es una colección de 168 Novellae, todas ellas escritas en griego y pertenecientes, no solo al propio Justiniano (161), sino a sus sucesores Justino II y Tiberio II.

Por último, hemos de mencionar otra colección denominada Authenticum, que es una colección de 134 novelas, la mayor parte escritas en griego, acompañadas de una rudimentaria traducción al latín, y unas pocas contempladas en su versión latina originaria. La denominación de Authenticum le fue dada por los glosadores, que abandonaron a partir de su descubrimiento el manejo del Epitome Iuliani. Sin duda, el Corpus Iuris, que incluye por razones de tradición las Novellae, constituye la fuente más importante para el conocimiento del Derecho Romano. Sin embargo, la decidida voluntad justinianea, plasmada en las constituciones introductorias de sus partes singulares, de alterar los textos de los juristas clásicos ponen al investigador moderno ante el reto de reconstruir, a través de la crítica de interpolaciones, su pensamiento originario. Todo ello con el fin de conocer la precisa evolución del cuadro de instituciones que conforman el Derecho Romano, cuyo carácter universal ha traído consigo su extensión espacial y temporal, erigiéndose sin género de dudas en la experiencia jurídica ejemplar por antonomasia. ◙

PARA SABER MÁS: • D’ORS Á. (1980): “La actitud legislativa del emperador Justiniano (1947)”, en Nuevos papeles del oficio universitario, Madrid. • COMA FORT, J. M. (2004): “S. v. Justiniano (Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus, 482-565 d. C.)”, en Juristas universales, 1, Juristas antiguos, Madrid. • VALIÑO, A. (2007): “Reflexiones sobre globalización y diversidad cultural a propósito del Corpus Iuris de Justiniano”, en Derecho, Historia y Universidades, Estudios dedicados a Mariano Peset, II, Valencia.


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etimologías

Y volver, volver, volver... Por Javier del Hoyo.

En este número de Stilus vamos a considerar una actividad de gran rendimiento en el mundo romano, la de ‘rodar, volver, enrollar’, que los latinos la expresaron mediante el verbo volvo, volvi, volutum, verbo que expresa el giro de un objeto en torno a sí mismo. Del infinitivo volvere tenemos el español volver y la vuelta, que es la acción de volver. No deja de ser curioso que una marca registrada en Suecia por primera vez por SKF el 11 de mayo de 1915, con la intención de utilizarla para una serie especial de rodamientos de bolas para el mercado estadounidense, tuviera el nombre de Volvo (‘yo ruedo’), marca sueca de automóviles bien conocida hoy día. (A modo de paréntesis y puestos con marcas latinas de coches, el nombre de la casa Audi, ‘escucha’, se debe al hijo de uno de los promotores, August Horch, que le puso como nombre el apellido de su padre, pero en latín, porque en alemán estaba ya registrado en otra actividad. Se unieron cuatro empresarios, y de ahí viene el símbolo que lleva el coche de los cuatro anillos enlazados). Y volvemos al tema, que nos enrollamos. De niño me regalaron un camión volquete, que duró lo que suelen durar estos artefactos en manos de un niño, quizás un poco más, que yo era niño bueno; hoy día existen medios más sofisticados para descargar la mercancía de un camión. Y sistemas antivuelco en los autocares de pasajeros porque, en las últimas décadas, varios han volcado por terraplenes o arcenes de carretera, sobre todo en trazados con muchas vueltas y revueltas, causando nume-

rosas víctimas. También hoy volcamos en un archivo informático los datos que tenemos en otro ordenador o que extraemos de Internet. Los gimnastas, acróbatas y volteadores dan vueltas sobre sí mismos, volteretas. Da gloria ver espectáculos como el del Cirque du soleil. Pero deben tener cuidado en sus entrenamientos, no sea que si dan un gran salto al voltear su cuerpo lleguen hasta las bóvedas (< volvita) del recinto donde se ejercitan y evolucionan, y puedan causar daños irreparables, por ejemplo golpeando o dejando marcas en las volutas y

Griegos y romanos escribían sus obras con el cálamo, lo hacían en papiros que más tarde se enrollaban sobre sí mismos para guardarlos en los anaqueles de la pinacoteca, eran los volúmenes. Una obra podía ser muy larga y no caber en un solo rollo, por lo que había que dividirla en varios volúmenes, como hoy las grandes enciclopedias, vaya, que a su vez se subdividen en tomos, es decir, ‘divisiones, cortes’. Esas obras resultaban, por ello mismo, voluminosas. A partir de ese primer significado adquirió el de grande, de mucho tamaño. Por ello dicen los expertos del arte

contravolutas de alguna columna o de alguna moldura. Voltean también las campanas, por más que por confusión se diga volean, porque las campanas no pueden volar, aunque digamos “echar las campanas al vuelo”. Y una canción popular comienza así: “Ya volean, ya volean / las campanas de Olivares, / porque dicen que se ha muerto / la condesa de Altos Mares”. Existe todo un lenguaje con ellas y los campaneros consiguen que el volteo, con sus diferentes cadencias y tiempos, llame a una función u otra: misa, funeral, incendio, toque de queda...

que, frente al románico, que expresa más volumen, como una serie de piezas que se van anexando unas a las otras, el gótico es más comprensible como espacio interior, como si fuera excavado en una cueva; el románico tiene, por tanto, volumetría. Y volviendo a los papiros, para poder leerlos era necesario desenvolverlos, desenrollarlos, poco a poco, con un leve giro de las manos. ¿Sabían ustedes que tras la desamortización de Mendizábal (1837), esa decisión que se llevó por delante la cultura encerrada durante siglos en


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los monasterios españoles, hubo lugares como Sangüesa en que algunos pescaderos envolvían los jureles con páginas de códices miniados provenientes del monasterio de Leire? Como lo oyen. Hemos hablado del arte románico; en geometría es fundamental la evolvente (término sin reflejo en el DRAE), curva plana que se obtiene cuando se desenrolla un hilo tenso de un carrete circular. El cilindro a partir del cual se crea la evolvente se denomina circunferencia base o evoluta de la curva en cuestión. Personas volubles son difíciles de tratar porque fácilmente se pueden volver alrededor, es decir, son de carácter inconstante. A veces son muy desenvueltas, por lo que tienen más peligro en la conversación, porque utilizan en su hablar tácticas envolventes, que no te dejan reaccionar. Estas personas pueden revolverse en un momento determinado ante una decisión que no les ha gustado y pueden jugarnos una mala pasada. Incluso, si son violen-

rios. Esta palabra sólo se usó en un principio en el lenguaje astronómico para indicar la vuelta, el giro que la Tierra hace cada año en torno al Sol, y solo a partir de la Revolución Francesa (1789) comenzó a usarse haciendo alusión al giro político que unos cuantos hombres pretenden hacer. Pero hoy día las revueltas han evolucionado mucho, han dado un vuelco completo, se ha conseguido una milagrosa simbiosis entre burguesía y espíritu combativo, por muy indignados que se presenten en sociedad. Ya nada es lo que era. Los revoltosos parecen estar de vuelta de casi todo, y no es extraño verlos pasar sus vacaciones en la playa, horas y horas, vuelta y vuelta en la arena. Metidos en politiqueos, es posible que en las tertulias escuchemos alguna vez la palabra convoluto, término que no aparece en el diccionario de la RAE. Viene a significar ‘resultado de la acción de enrollar, de envolver; embrollo’, en definitiva, corrupción. Estuvo de moda en los años noventa del siglo pasado

tas, podrían tomar un revólver (< ing. revolver, por su cilindro giratorio) y liarse a tiros con aquellos que están alrededor, como ya ha pasado alguna vez en Estados Unidos. A veces solo quieren darse un revolcón, que de todo hay. En ocasiones se andan con muchos rodeos o circunvoluciones para llegar al sitio que quieren. Normalmente, por su carácter narcisista, no se involucran en los problemas de los demás, pero a la hora de reclamar derechos para sí mismos, no se cortan. Incluso pueden resultar unos revoluciona-

por haberla utilizado el embajador de Alemania en España en lo que fue el canto del cisne del gobierno de Felipe González. Fue el momento en que se juntaron la Expo de Sevilla, Roldán, el Banco de España, el hermanísimo de Alfonso Guerra, el caso Filesa, etc. El embajador participó en una serie de asuntos de comisiones por conseguir favores para empresas alemanas, especialmente las licencias de obras para la ampliación de la fábrica Seat y el AVE Madrid-Sevilla con Siemens como protagonista; lo pillaron, aunque murió

antes del juicio. Y así, en convolutos andamos metidos desde hace años en todos los niveles: políticos, sociales, culturales, incluso religiosos. La misma raíz llega al lenguaje técnico, y así, a la oruga de la vid, de cuerpo amarillo verdoso y cabeza parda, se la conoce con los nombres de convólvulo o gusano revoltón, por las formas que adquiere enrollándose en círculo entre los pámpanos. A veces elegimos para nuestras vacaciones un pintoresco valle (< vallis), aunque desconozcamos que en su raíz está la idea del lugar “hacia el que ruedan las piedras desde las montañas”. Crucemos los dedos para que no nos arrollen. Decenas de topónimos comienzan en nuestro país con Val-, incluso con Bal-, como Balsaín, etc. Allá nos vamos con toda la familia en nuestro monovolumen. Es posible que en esas vacaciones tengamos que acudir a una boda, que suele abrir su baile con un vals (del alemán Walz, ‘baile en el que hay que girar’) con el que tan mal lo pasan a veces los novios a pesar de sus ensayos, que es el baile en el que hay que dar vueltas. Quizás hayamos entrado al restaurante atravesando unas puertas giratorias o valvas, de las que ya había en Roma con ese mismo nombre; y es posible que en el banquete, como entrantes, nos hayan puesto algunos mejillones, moluscos bivalvos, y algún revuelto de setas y ajetes. Los revoltijos gustan mucho en la cocina actual, donde hay avolvimiento o mezcla de distintos ingredientes, con el huevo como protagonista. Estos actos sociales son a veces auténticas válvulas de escape en momentos de especial tensión en nuestra vida. Ya termino. Una vez me robaron la cartera en la Universidad, en mi propio despacho, y hubiera dado un buen vaso de orujo (< borujo < voluclum, a partir del hollejo o envoltura de la uva pisado y fermentado) casero, de aquel que hacía mi abuelo de unos 50 grados, para quien me la hubiera devuelto. Pero aunque di muchas vueltas para dar con ella, y conste que revolví Roma con Santiago, nada conseguí. ◙


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NOTICIAS

Tarragona recrea el final de la República y recuerda a Julio César Por Antoni Ramos.

Tarraco Viva se consolida. El Festival Romano de Tarragona repitió éxito en la decimoquinta edición celebrada entre el 16 y el 26 de mayo, con más de 100.000 espectadores en los 450 actos celebrados durante los diez días de actividad. La repercusión mediática también fue destacada, con más de 100 medios de comunicación nacionales e internacionales acreditados. El director de Tarraco Viva, Magí Seritjol explicaba que «teníamos miedo que fuese una cosa efímera, pero hemos consolidado el crecimiento del año pasado y también el modelo de festival, que ahora tenemos que intentar hacerlo más grande». Y esto con 200.000 euros de inversión del Ayuntamiento, menos de la mitad que en el año 2011. En este sentido, Seritjol comenta: «No hay misterios, en tiempos de crisis hay que trabajar más. Todo cuesta más, pero con voluntad, ganas de trabajar y aplicando criterios de racionalidad consigues resultados. Nosotros hemos crecido». En la edición de 2013, Julio César y el final de la República fueron los elementos centrales en torno a los que se desarrolló Tarraco Viva. Así, durante los diez días de certamen se llevaron a cabo con-

Portaestandartes de los grupos de reconstrucción militar que fueron invitados.

ferencias, reconstrucciones y actividades relacionadas con la figura con la que se puso fin a la República romana. Una de las grandes novedades de Tarraco Viva fue la reconstrucción de la concesión, por parte de Julio César, del rango de colonia a la ciudad de Tarraco. A cargo del grupo Projecte Phoenix, esta representación explicó a los asistentes el proceso seguido, así como la importancia que tuvo en este hecho el senador Publio Mucio Escévola, deductor elegido por César

Magí Seritjol muestra una maqueta de la antigua Tarraco.

para convertir Tarraco en la Colonia Julia Urbs Triumphalis Tarraco. Entre las conferencias, hay que reseñar la del catedrático Joaquín Ruiz de Arbulo sobre el desafio de César al cruzar el Rubicón en el 49 a. C. El investigador Antonio Monterroso explicó cómo era la Roma de César y Pompeyo; mientras que el profesor universitario Oriol Olesti descubrió la figura del gran rival de César, Pompeyo. También hubo representaciones de marionetas sobre el asesinato

Formación de tortuga.


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de César, lecturas dramatizadas de literatura romana o la representación de la Fabula Clodiana, que relata la relación adúltera entre Clodio y Pompeya Sila, segunda mujer de César. El broche final de Tarraco Viva, el 26 de mayo, fue la reconstrucción del asesinato de Julio César, en un acto celebrado en el Auditorio Augusto del Palau de Congressos de Tarragona, ante más de 1.000 espectadores. La reconstrucción de los idus de marzo tuvo como hilo conductor la narración del director de Tarraco Viva, Magí Seritjol, y contó con la colaboración de todos los grupos que participan en el festival: Projecte Phoenix, Nemesis ARQ, Thaleia, Legio I Germanica, MV Arte, Aula de Teatre URV, Ludi Scaenici y Ars Dimicandi. Durante casi una hora, los asistentes conocieron las causas de la conjura contra César, quiénes participaron en ella, cómo fue su funeral y cuál fue el testamento, que dejaba de lado a su colaborador Marco Antonio, en beneficio de su sobri-

no Octavio. De manera didáctica y sencilla, los asistentes revivieron las últimas horas de César que ponían punto final a la República romana, dando paso al Imperio. Aparte de la reconstrucción de los idus de marzo, uno de los actos que año tras año agota las entradas es Seqvere me, del grupo Thaleia. Esta actividad hace un recorrido por el mundo de la prostitución en la Tarraco del siglo II. Guiados por Cicero, los asistentes realizan un recorrido por los bajos fondos de la ciudad, que lleva desde la tabernae de menos nivel hasta el burdel más lujoso, pasando por las prostitutas de la calle o una fiesta privada del duunviro de Tarraco, que ha alquilado a la mejor profesional del sexo del momento. Como es tradicional, las luchas de gladiadores volvieron a llenar la arena y las gradas del anfiteatro, reviviendo su esplendor de siglos atrás. El Campo de Marte fue uno de los centros neurálgicos de Tarraco Viva, al servir de escenario de múltiples re-

construcciones, como la de los vigiles, cuerpo de bomberos y seguridad de la Antigua Roma; los legionarios alto y bajoimperiales; o sobre el negocio del vino, así como talleres para grandes y pequeños. Además, durante el segundo fin de semana del festival, todos aquellos que se acercaron pudieron visitar un mercadillo artesano y la taberna libraria, que ofrecía un gran surtido de libros sobre Roma. La edición de este año tendrá continuidad temporal en 2014, ya que Octavio Augusto y el Imperio seran los temas centrales del XVI Tarraco Viva, que conmemora de esta manera el bimilenario de la muerte del primer emperador romano, estrechamente vinculado a Tarraco ya que residió en la ciudad en los años 27 y 26 a. C. Dada la relevancia de la efeméride, el planteamiento de la organización es ampliar a tres fines de semana el Festival Romano de Tarragona, que además contará con un aumento en la inversión del Ayuntamiento de la ciudad. ◙

Arriba, desfile de grupos de recreación con legionarios, líctores y magistrados. Abajo, ceremonia de clausura del evento.


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breviarium punto de lectura

GEOGRAFÍA (Libros III y IV)/Estrabón

Traducción, introducción y notas: M.ª José Meana y Félix Piñero

Biblioteca Clásica Gredos, 1991

Por Helena Alonso García de Rivera. Todos los hombres visten de negro, sayos la mayoría, con los que se acuestan también sobre jergones de paja. Utilizan vasos de madera, igual que los celtas […]. En vez de moneda, unos <…> y los que viven muy al interior se sirven del trueque de mercancías, o cortan una lasca de plata y la dan. A los condenados a muerte los despeñan y a los parricidas los lapidan más allá de las montañas o de los ríos.

Así describe el historiador griego Estrabón en el siglo I d. C. a los habitantes del norte de Hispania, los cántabros (junto con astures y calaicos), muchos años después del fin de las Guerras Cántabras y sin haber pisado si quiera la península Ibérica. Y es que, nuestro historiador, creó su obra a partir de los escritos y noticias que dejaron grandes especialistas en la materia y viajeros como Heródoto de Halicarnaso (siglo V a. C.), Polibio de Megalópolis (siglos III-II a. C.) y Posidonio de Apamea (siglos II-I a. C.), noticias que resultaban ser lejanas en el tiempo y que podían mostrar el estado del norte de la península Ibérica entre los siglos II y I a.C., pero ya no en su época. La importancia de las palabras que nos dejó Estrabón en este texto radica en que son prácticamente las únicas que conservamos sobre los pueblos del norte de Hispania ya en época romana. Además, nos muestra claramente la imagen que se creó alrededor de estos pueblos, que serviría para crear el binomio civilización-barbarie para todo el Occidente romano (para Oriente se

usaría la comparación con las poblaciones iranias, como los partos). Así, «los montañeses del norte» de la península Ibérica son el ejemplo máximo de salvajismo, agresividad, anarquía y falta de orden, cualidades que se demuestran en todas las facetas y características de su vida y sociedad. Por ejemplo, no se cortan el pelo –en contra de las costumbres clásicas–, beben habitualmente agua en vez de vino –el vino es la bebida que se asocia a la sociedad civilizada y que se consume en todas las comidas–, cocinan con grasa de animal (mantequilla) y no con aceite de oliva –una tradición que se toma directamente de la cultura griega, donde la oliva y

Estrabón describe el norte de Hispania a partir de testimonios con hasta tres siglos de antigüedad sus derivados eran considerados regalos de la diosa Atenea y, por tanto, rasgos propios de la civilización y sociedad clásicas–. Otras muestras de su atraso es que usan menaje de madera en vez de metálico y comercian mediante trueque y no mediante un sistema de pesos y monedas (rasgos arcaicos y tribales para la mentalidad romana). Las palabras de Estrabón apuntan a que la lejanía de estos pueblos y su hábitat determinan su carácter agresivo, salvaje y su falta de humanidad (ideas muy cercanas a las que tenemos hoy en día al respecto): Pero su ferocidad y salvajismo no se deben solo al andar gue-

rreando, sino también a lo apartado de su situación; pues tanto la travesía por mar como los caminos para llegar hasta ellos son largos, y debido a la dificultad en las comunicaciones, han perdido la sociabilidad y los sentimientos humanitarios.

Pero “como es natural” para los romanos, desde el siglo III a. C. la civilización debía llegar con Roma: Actualmente padecen en menor medida esto gracias a la paz y la presencia de los romanos, pero los que gozan menos de esta situación son más duros y brutales. Y por otra parte, existiendo como existe en algunos pueblos una miseria derivada de los lugares y montañas donde viven, es natural que se acentúe tan extraño carácter; pero ahora, como dije, han dejado todos de luchar: pues con los que aún persistían en los bandidajes, los cántabros y sus vecinos, terminó el César Augusto, y los coniacos y los que viven junto a las fuentes de Íber, los pletuisos, en vez de saquear a los aliados de los romanos, luchan ahora a favor de estos. Y Tiberio, sucesor de aquel, apostando un cuerpo de tres legiones en estos lugares por indicación de César Augusto, no solo los ha pacificado sino que incluso ha civilizado ya a algunos de ellos.

Desde el siglo I a. C., además de la civilización debía llegar la paz con Augusto porque eso simbolizaba el imperio de Octaviano en el Occidente bárbaro hispánico. Eso significaba la cultura clásica para los clásicos: imponer el orden donde existía el caos. ◙


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breviarium EL CAMPAMENTO MILITAR GRIEGO EN ÉPOCA CLÁSICA Mauricio Álvarez Rico CSIC, 2013

Una de las más importantes lagunas en nuestro conocimiento de la guerra en la Antigüedad es el estudio de la forma de acampar de los ejércitos griegos en campaña. Frente a los abundantes trabajos históricos y arqueológicos sobre los castra romanos, las normas que regían la organización de los campamentos griegos no habían sido analizadas con el mismo detalle. El origen de esta situación se encuentra en una interpretación parcial y discutible de un texto de Polibio (6.40-42), que por inercia se ha ido heredando y ha definido el juicio de los historiadores del a Antigüedad desde el inicio de esta disciplina en el siglo XVIII y hasta el día de hoy. Esta obra presenta un nuevo punto de vista. Partiendo de una explicación teórica y a través de numerosos ejemplos sobre el papel que un campamento juega en el desarrollo de una campaña militar y en la vida cotidiana de los soldados, se sostiene que es imposible que los ejércitos griegos (particularmente, atenienses o espartanos) no contaran desde época clásica, e incluso antes, con normas y costumbres detalladas para el gobierno del establecimiento de sus reales en campaña. A partir de ahí, y gracias al análisis exhaustivo de las fuentes griegas, se estudia con un detalle nunca planteado antes la forma en que los ejércitos griegos acampaban en época clásica. Además, las constantes referencias que a lo largo de la obra se hacen a otras tradiciones castrametales (desde Asiria hasta los ejércitos aliados de la primera Guerra mundial), permiten insertar el stratópedon griego dentro del a tradición militar occidental. ◙

LAS CECAS LATINAS DE LA PROVINCIA HISPANIA ULTERIOR Ildefonso David Ruiz López

Editorial Académica Española. 2008

Estudio exhaustivo sobre la circulación monetaria dehasta 41 ciudades que emitieron moneda con escritura, tipología y metrología propiamente latinas. Las cecas latinas se sitúan fundamentalmente en losmárgenes de los ríos Guadalquivir, Genil, Guadiana y Tinto, entre otros, en la zona costera de las provincias de Cádiz y Málaga y en la fachada atlántica portuguesa. Las monedas acuñadas por estas ciudades tuvieron una amplia circulación por la provinciaUlterior, aunque en algunos casos sus ejemplares tuvieron una mayor dispersión. TEMPUS VESANICUM Alejandro Carneiro Amazon, 2013

Un científico huraño y misántropo logra hacer realidad su sueño de viajar en el tiempo para recuperar unos viejos pergaminos. Sin embargo, un inesperado revés le lleva al limes germano, donde su destino se entrecruza con el de un desaliñado destacamento de legionarios que pretenden liberar a una patricia romana secuestrada por una partida de bárbaros. Con este planteamiento, Alejandro Carneiro urde una disparatada novela donde fusiona su amor por la ciencia ficción y la Historia de Roma. La obra posee ese mismo estilo socarrón y cuidado que el autor despliega en la sección de personajes secundarios de la Antigüedad del blog Tábula. Un divertimento recomendable ahora se puede disfrutar en formato electrónico, gracias a la versión digital editada por Amazon. ETIMOLOGICÓN Javier del Hoyo Ariel, 2013

El colaborador de Stilus, el profesor Javier del Hoyo, publica una obra sobre el sorprendente origen de nuestras palabras y sus extrañas conexiones. Partiendo de la fórmula que inspira la sección de etimologías sorprendentes, que esta revista empezó a publicar en 2010, el autor escoge una raíz griega o latina y a partir de ella va encadenando términos relacionados etimológicamente con ella. No se trata de un glosario, sino que el autor, para construir este engranaje, nos presenta de forma breve la historia de cada vocablo. Así, tirando del hilo, descendemos por un divertido laberinto de palabras en cuyos recovecos podemos admirar su significado original.


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¿Quién era...

Damásipo Siglo I a. C.-I d. C. Por Enrique Santamaría.

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amásipo, o Damasipo, fue un personaje muy conocido en la Roma del final de la República y del principado de Octavio. Su extraordinaria trayectoria vital aparece reflejada en las obras de Cicerón, en una deliciosa sátira que le dedica Horacio y hasta en Juvenal. De lo alto que llegó da fe el estrépito producido por su caída, que aún resonaba nada menos que cuatro siglos después, en la obra de Macrobio. ¿Pero de quién hablamos? Empecemos por el principio, por la feliz e inocente infancia que raramente suele ser ni una cosa ni la otra. Según unos era hijo del senador Licinio Craso Damásipo y según otros del pretor urbano Lucio Junio Bruto Damásipo. En el primero de los casos estaría emparentado con Craso, el triunviro, y en el segundo con ‘ese’ Bruto, sí, el que mató a César. Tampoco importa demasiado, puesto que ambos eran dos verdaderos magos de las finanzas. De casta le venía al galgo. Sea como sea, desde muy joven parece que decidió olvidarse de la vida política y del cursus honorum, un verdadero deporte de alto riesgo en aquella época, y dedicarse a merodear por las Bóvedas de Jano, también conocidas como el “Mercado Griego” porque se decía que su funcionamiento estaba copiado del de Atenas. Se trataba de unos pasajes cubiertos situados en el Foro, donde se reunían los que traficaban con participaciones comerciales, activos financieros, materias primas, cosechas… Existían las opciones, el apalancamiento, las operaciones a crédito y

los futuros (Tales de Mileto se forró una pila de siglos antes apostando por que se produciría un cosechón de aceitunas). Nuestro hombre no tardó en destacar en ese ambiente y, a base de audacia, habilidad y suerte, llegó a amasar una inmensa fortuna, tan grande como para sobresalir en aquella época de megapotentados. Se convirtió en un personaje famoso y admirado, un ejemplo a seguir, hasta el punto de ser conocido entre la plebe como ‘El hijo de Mercurio’. Fueron días de vino y rosas, en los que sus fiestas eran el no va más del lujo y el derroche. Toda la alta sociedad esperaba con ansia su invitación porque si no asistías a alguna de ellas, ‘no eras nadie’ en Roma. No faltó quien criticó tanta excentricidad calificándola de absurda, de chabacana, de vulgar. Pero lo más probable es que el bueno de Damásipo supiera muy bien lo que estaba haciendo. Las fiestas eran, entonces y ahora, un lugar privilegiado para los negocios: muchas personas, que en otras circunstancias nunca hu-

Foto: Oxfordshire Churches

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bieran hecho tratos con él o los hubieran hecho en condiciones mucho más exigentes se mostraban extremadamente comprensivas con tal de asegurarse de que seguirían siendo convidadas. Fue poco a poco especializándose en el lujo: arte, antigüedades, productos exóticos, “pelotazos” inmobiliarios… No tardó en coincidir con otro especulador que operaba en los mismos sectores, un recién llegado de provincias que dedicaba el numeroso tiempo libre que sus negocios le dejaban a la abogacía, la política y la literatura: Marco Tulio Cicerón. No parece, sin embargo, que congeniasen demasiado. Sabemos que en una ocasión el famoso orador estuvo en casa de Damásipo y este le agasajó con un vino de Falerno de más de 40 años, detalle que él agradeció con un ambiguo «refleja bien su edad». Ambiguo e irónico, pues en una carta a Bruto se burlaba de aquellos que gustaban del Falerno muy añejo solo porque era el más caro, cuando en realidad la excesiva vejez le había privado de su suavidad y sabor y «realmente no se puede beber». ¿Era Damásipo un inculto patán? Puede ser. O quizás el conocido marchante de arte y antigüedades, miembro de alguna de las familias de más rancio abolengo de la ciudad, eligiera el vino en función de su huésped, al que solo vería como un presuntuoso arribista provinciano. Poco después intentaron un negocio en común, pero no llegó a cuajar. Conocemos los detalles gracias a la correspondencia de Cicerón y son bastante interesantes. En primer lugar nos revela cómo operaba un senador en el mundo comercial: Cicerón no es, en principio, más que un intermediario que se dedica a poner en contacto a “un amigo”, en este caso, a Fabio Galo, con “otro ami-


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go”, Damásipo, sin que oficialmente se lucre de ninguna forma. Al parecer, el Arpinate encargó al tal Galo una serie de estatuas de temas mitológicos —Baco, Marte, las Musas…— con la idea de vendérselas después a nuestro hombre, pero este se negó a comprarlas, y por muy buenas razones. Según el propio Cicerón, Galo había pagado a Aviano, el escultor, «por esas cuatro o cinco estatuas lo que no valen ni todas las del mundo» y con el precio de una sola «de mejor gana hubiera yo comprado una casa en Tarracina». Renuncia generoso, eso sí, a su comisión –«No me importa que de todas esas compras no quede nada para mí»–, pero se niega a hacerse cargo de las esculturas: «No sabría dónde ponerlas». Culpa de lo sucedido a uno de sus libertos, que parece ser el que había realizado el encargo a Aviano, por medio de un amigo suyo llamado Junio, en nombre de Fabio Galo. Resumiendo, al final Galo tuvo que desembolsar su costo y quedarse con ellas. Quizás en aquel momento Damásipo ya había empezado a experimentar las primeras dificultades económicas. La convulsa situación política que sufría Roma tuvo su repercusión en la economía y en los mercados financieros, un momento muy tentador para los que gustan de apostar fuerte, arriesgándose a ganarlo o perderlo todo. Y Damásipo perdió. Poco después sabemos, también por Cicerón, que puso a la venta su impresionante finca a orillas del Tíber, dividida en parcelas para facilitar su adquisición. Pero no fue suficiente. Agobiado por las deudas, que ahora le reclamaban sin tregua los mismos banqueros que hasta hacía nada se peleaban para ofrecerle dinero, su imperio se derrumbó. Y él lo perdió todo. Lo perdió todo de verdad, no como los magnates de ahora, que se cubren bien las espaldas mientras arruinan a cuantos dependen de ellos. Juvenal nos lo presenta tratando de ganarse la vida

Aspecto del puente Fabricio, en la actualidad.

Foto: Jastrow

como actor; él, que fue el más rico entre los más ricos, ante un público que acudía en masa para disfrutar burlándose del poderoso caído a lo más bajo. Hundido y avergonzado, terminó en el puente Fabricio, de donde acostumbraban a saltar los suicidas romanos para desaparecer discretamente arrastrados por el padre Tíber. Allí lo encontró el filósofo Estertinio, que solía frecuentar aquel lugar tratando que convencer a los desesperados para que no se quitaran la vida. Estertinio, del que sabemos muy poco pese a que escribió más de 220 libros, todos perdidos, pertenecía a la escuela estoica. Pero al contrario que Séneca y muchos otros pensadores de esta corriente que consideran el suicidio como una salida justa y honorable, él coloca el valor de la vida por encima de todo, afirmando que ningún mal que se pueda llegar a padecer justifica el renunciar a ese bien supremo. Más aún porque el verdadero estoico debe saber aceptar con calma tanto las desgracias como las alegrías que le depare el destino, sin darles a unas ni a otras una importancia que no tienen. Así, le invita a ignorar a todos aquellos que se burlaban de él y le llamaban loco, demostrándole que, a nuestro modo y manera, locos estamos todos. Y no solo evitó que saltase, sino que lo convirtió en su discípulo, y así dedi-

có el resto de su vida —bastante larga a juzgar por las fuentes— a predicar los principios de esa rama del estoicismo. Os invitamos a leer la encantadora segunda sátira de su tercer libro que Horacio le dedica por completo. Llena de suave ironía, e incluso de ternura, en ella el gran poeta se burla de sí mismo, del filosofo exfinanciero, del estoicismo, del epicureísmo y de todos nosotros. No podemos, sin embargo, resistirnos a dejaros, a modo de aperitivo, una cita que, sin duda, debería presidir la entrada a la sala de juntas de toda entidad financiera: Si administrar mal la hacienda es de insensatos y de cuerdos administrarla bien, mucho más desquiciada tiene la cabeza Perelio –el banquero–, cuando te dicta obligaciones –te concede créditos– que nunca podrás satisfacer.

Lástima que los dirigentes del mundo lean tan poco. ◙

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breviarium Sabores de la Antigüedad

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Mustacei, un agasajo nupcial Por Charo Marco.

En esta ocasión vamos a rendir un merecido homenaje a los cereales, con unos panecillos de harina integral y mosto cuya receta nos legó Catón (RR,121). Se trata de los mustacei, que venían a ser pasteles de harina, queso, vino dulce, anís y comino, cocidos y servidos sobre unas hojas de laurel. Etimológicamente el nombre de este plato podría deriar de los ingredientes que componen la receta. Una primera interpretación podría venir de mustum –mosto, vino nuevo, dulce– por el vino dulce que se empleaba para la elaboración de este plato. Sin embargo, mustaceus también podría venir de mustax, una especie de laurel usado en la cocina. Sabemos que el laurel era considerado un árbol sagrado, por estar vinculado al dios Apolo, por lo que era normal que en las puertas de las casas romanas

se plantara para ahuyentar y protegerse de todo mal. Por su parte, la harina utilizada para su elaboración era de trigo, símbolo de fertilidad y prosperidad, cosas necesarias para una pareja recién casada. Este dulce se ofrecía a los invitados al final del segundo banquete nupcial (repotia). Con este agasajo a los familiares y amigos, el recién casado correspondía a la cena nuptialis pagada por el padre de la novia. Juvenal narra cuándo se hacía entrega de los mustacei: Si no has de querer a esta con la que ahora te has prometido, y te has juntado a ella con documentos legítimos, no veo por qué te casas. Como no veo tampoco el motivo por el que has de malgastar la cena y los pasteles que se ofrecen, al final del banquete, a los convidados ahítos (sátira VI, 202).

El consumo de mustacei favorecía la digestión e higienizaba los dientes gracias al anís y al comino. A su vez, propiciaba la fecundidad, pues las especias se consideraban afrodisíacas. Dioscórides comenta que «el anís tiene, en general, virtud calorífica, desecativa, facilita la respiración; analgésico, resolutivo, diurético, sudorífico, disolvente, bebido quita la sed […]. Retiene el vientre y el flujo blanco, provoca la secreción de leche y anima al coito» (Plantas y remedios medicinales, III, 56). Por su parte, «el comino tiene propiedad calorífica, desecativa, astringente; conviene para retortijones y flatulencias, […] ayuda en las inflamaciones de testículos, […] controla también el flujo de las mujeres» (III, 59) Como podemos comprobar, el mustaceus era un dulce lleno de simbología que proporcionaba buena suerte a los recién casados y una buena digestión a los invitados. El mundo culinario es un puente entre el pasado y el presente, pues también hoy en día buscamos las mismas premisas en nuestras bodas.

ADAPTACIÓN DE LA RECETA Ingredientes:

-500 gr de harina de trigo integral. -Una cucharada de anís. -Dos cucharadas y media de comino. -250 ml de vino dulce o mosto. Elaboración:

SUGERENCIAS • Se pueden servir con algún tipo de mermelada. • Un buen vino dulce es perfecto como acompañamiento.

Poner a calentar el mosto o vino dulce en una cazuela. Disolver la levadura en el vino y dejarlo al fuego unos pocos minutos. Poner la harina en un bol, añadir el comino, el anís, el queso que habremos rallado previamente y la mantequilla. Amasar durante un rato. Después, añadir a la masa el vino con la levadura y continuar mezclando hasta conseguir una masa flexible; se puede añadir más harina si la masa se nos pega en exceso.

-Media cucharada de levadura seca. -70 gr de queso (mejor si es de tipo cheddar). -60 gr de mantequilla. -Aceite de oliva. -Hojas frescas de laurel. A continuación, tapar la masa con un trapo de cocina húmedo y dejarla reposar una media hora. Mientras tanto, untar un molde con un poco de aceite de oliva y poner las hojas de laurel como base. Extender la masa con un rodillo sobre el banco de la cocina, espolvoreando previamente harina en él para poder trabajarla bien. Cortar pequeños círculos de masa y colocarlos sobre las hojas de laurel. Hornear durante aproximadamente unos 40 minutos a 180 ºC hasta que estén dorados. Se sirven calientes.


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breviarium ENTREVISTA breve historiografía moderna porque, aunque Cartago es un reino helenístico, su organización no tiene parangón ni con el Egipto lágida ni con el ámbito seleúcida. Es una república con magistraturas que tienen sus paralelos con Roma y el mundo griego. La capacidad que tenía Aníbal de presentar una ley ante el pueblo era la misma que tenía un tribuno de la plebe en Roma.

Carlos González Wagner CATEDRÁTICO DE HISTORIA ANTIGUA DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID PRESIDENTE DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PÚNICOS

Por Roberto Pastrana.

—Sus últimos estudios abordan el periodo posterior a la II Guerra Púnica, en el que Aníbal es elegido sufete, uno de los magistrados de mayor rango en Cartago, parecido al rango de cónsul en Roma. Desde esa posición, acometió una profunda renovación política y administrativa. ¿Cómo fue?

estrategia de revancha como una reflexión acerca del futuro de Cartago. Me parece que llegó a la conclusión de que si no acometía una profunda renovación política, no iba a ser capaz de acabar con la corrupción, sanear las finanzas públicas y volver a levantar la ciudad, que parece ser lo que se produce según los indicios arqueológicos. —¿El hecho de que

las repúblicas de Roma y Cartago, ¿culturalmente qué diferenciaba a ambos pueblos en su forma de enfocar su rivalidad? —La mentalidad es totalmente distinta. Mientras

“Cartago iba a la guerra por fines políticos; para Roma la guerra era un fin en sí misma” —Tito Livio nos informa de que logró que la asamblea del pueblo ratificase una propuesta que limitaba la magistratura judicial a un año, lo que atentaba contra los intereses de una parte de la oligarquía que había hecho del ejercicio del poder una fuente de ingresos. —¿Estos planes pudieron estar motivados por un afán de revancha contra aquellas élites cartaginesas que no le apoyaron durante su invasión italiana? —No creo que fuese su principal motivación. Yo creo que no hubo tanto una

pudiese acometer esas reformas profundas implica que Aníbal era apreciado por sus conciudadanos? —Aunque eran aristócratas de muy larga tradición (solo hay que ver que su dios tutelar era Melkaart, el mismo dios que Tiro, frente a la advocación de Cartago a Baal Amón), la política que defendían los Barca era “muy del pueblo”. Las empresas marítimas que defendían, a favor del comercio, eran muy apreciadas por la gente de la calle. —Pese a las semejanzas del sistema político entre

para los cartagineses la guerra es un medio para conseguir un fin político, para los romanos la guerra es un fin en sí misma. Estos últimos no conciben un tratado sin antes derrotar totalmente al enemigo. Sin embargo, es verdad que políticamente las diferencias no eran tantas. Algunas veces se ha pensado en Aníbal como un príncipe helenístico, pero no es así en absoluto. Se decía que los Bárquidas se habían comportado así en la península Ibérica porque Asdrúbal se había construido un palacio. Eso es una exageración de la

—Si Cartago hubiese ganado la guerra, ¿el mundo hubiese sido muy diferente? —Cartago ejercía la hegemonía en su zona de influencia y gobernaba a través de unos pactos desiguales. De hecho, algunos sospechamos que lo que Atenas hace al frente de la Liga de Delos es copiar lo que puso en práctica Cartago en su momento. Si leemos el primer tratado entre Cartago y Roma se advierte una estructura similar a lo que hizo Atenas después: Cartago tiene la capacidad de hablar en nombre propio y en el de todos sus aliados. Aquel que tiene esa capacidad de alguna manera tiene el control de sus aliados. Ese sería el modelo que quizá se hubiese impuesto, de haber ganado la guerra Cartago. Pero eso es hacer historia ficción. ◙ tegra en Entrevista ín

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ludoteca

Lealtades en venta TRIBUNO: PRIMUS INTER PARES Creador: Karl-Heinz Schmiel. Distribuye: Edge Entertainment. Jugadores: de 2 a 5. Edad recomendada: a partir de 12 años. Tiempo de juego: 1-2 horas.

Por Roberto Pastrana.

La República romana es un campo fértil para los juegos de mesa. No es extraño, ya que las intrigas por el poder son una inmejorable fuente de competitividad. En el caso de “Tribuno: Primus Inter Pares”, cada jugador representa a una de las ambiciosas familias que compiten por superar en relevancia a las demás. Para conseguir este objetivo, los rivales tendrán que acumular poder y fama en forma de dinero, legiones, honores (laureles) y el favor de los dioses. Para ello, será necesario hacerse con la adhesión de los diferentes colectivos que se codean en la Urbe: patricios, plebeyos, senadores, gladiadores, pretorianos... Lo lograremos si utilizamos nuestras bazas con prudencia.

El planteamiento de juego se basa en disponer los peones por un tablero que representa los principales espacios de convivencia de Roma. Allí aparecen las Termas, el Foro, la Curia e incluso las Letrinas. En muchos casos, el aforo de estas localizaciones está limitado, por lo que los jugadores rivalizarán por ubicar a sus sirvientes allí en primer lugar, con el fin de ir acumulando cartas con las que sumar puntos y tratar de atraerse a las facciones urbanas. A medida que los grupos de poder apoyen a nuestra familia, se nos abrirán las puertas para lograr prevendas, favores y recursos. Pero no hay que confiarse: el hecho de que los gladiadores, por ejemplo, te respalden en este turno no quiere decir que en el próximo una oferta más atractiva de tus competidores te prive de su adhesión. En un rasgo que hace justicia al sistema republicano romano –y de los regimenes democráticos de todo tiempo–, las lealtadades se compran y se venden. Solo hay que asegurarse de tener el suficiente dinero e ingenio para atraerse la buena voluntad de los ciudadanos. En una situación así, más vale que te apresures a lograr tus metas mientras tengas los apoyos suficientes, antes de que los rivales socaben la fidelidad de tus bases.

Con “Tribuno: Primus Inter Pares” nos encontramos ante un ‘eurogame’ de dinámica bastante sencilla, que nos permitirá empezar a jugar rápidamente, sin necesidad de leer un interminable libro de reglas. En el aspecto formal cabe mencionar su cuidada factura. Merecen destacarse las vistosas ilustraciones de Jochen Eeuwyk y la calidad de los materiales de la edición de Edge Entertainment, que harán la delicia de los aficionados a este tipo de juegos. La competencia entre los jugadores está garantizada al tener que conseguir todos ellos objetivos similares. A lo largo de la partida, la tensión irá creciendo a medida que unos se acerquen más rápidamente que otros al éxito. Como sucede en los juegos de estilo alemán, la rivalidad llegará a su punto máximo en las últimas rondas, en la medida en que saber anticiparse a las jugadas de los demás nos dará esa pequeña ventaja para alcanzar nuestras metas primero. En el capítulo histórico, es reseñable la intención didáctica de las instrucciones, aderezadas por numerosas “píldoras” informativas sobre la política y la sociedad romanas, así como algunas de las personalidades más importantes de ese tiempo. No deja de ser encomiable que los responsables del juego rompan una lanza por la divulgación explicando, por ejemplo, quién fue la vestal Julia Aquilia Severa. Es una lástima, sin embargo, que en términos lúdicos no se saque más partido de un periodo tan apasionante, aquí someramente perfilado. En resumen, “Tribuno: Primus Inter Pares” es un juego entretenido y no excesivamente largo. ◙


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ludoteca

Batallas más espectaculares TOTAL WAR: ROME II Sistema: XP/Vista/Windows 7/ Windows 8. Procesador: 2 GHz Intel Dual Core/2.6 GHz Intel Single Core. Memoria: 2 GB de RAM. Disco duro: 35 MB de memoria.

Por Alfonso Núñez Dopazo.

Rome II es uno de los lanzamientos más esperados del año. No es ajena a esta expectación el hecho de que los creadores del popular juego hayan mejorado con creces el motor gráfico, que nos proporciona unas fastuosas batallas terrestres. Además, por primera vez en la saga Rome, asistimos a unas increíbles batallas navales en las que seremos testigos de los choques de titánicos trirremes, envistiéndose con sus espolones, tras lo que se producen fieras luchas de los marineros de las naves, espada en mano. Los mapas se han ampliado y enriquecido de detalles haciendo que la experiencia resulte mucho más vistosa. Y todo ello sin olvidar que, al instalarse el juego a través de la plataforma Steam, se nos abre todo el mundo de las modificaciones (‘mods’) que añaden al juego todo aquello por los que podemos sentirnos más atraídos y que los desarrolladores no han incorporado al juego (no se puede contentar a todo el mundo). Ejemplo de ello son los magníficos ‘mods’ que mejoran los uniformes de algunas unidades añadiendo más precisión histórica o, por el contrario, un carácter más cinematográfico. Como en la entrega anterior de Total War: Rome, el punto débil

del juego es la inteligencia artificial (IA), pero gracias a los ‘modders’ y a su ingenio, ya desde las primeras semanas del lanzamiento del juego pudimos disfrutar de desarrollos que mejoraron aspectos como el comportamiento de la IA en la batalla o en el plano estratégico-operacional del juego. La optimización de un motor tan potente se ha conseguido a través de varios parches que han ido saliendo sucesivamente desde el lanzamiento del juego. Estos parches incluso añadían contenidos gratuitos, como nuevas facciones seleccionables por el jugador. En cuanto a las novedades, nos encontramos con sucesos aleatorios que afectan a personajes vinculados a nuestra casa real o familiar. El juego contempla que, según la facción escogida, tengamos, o no, la opción de escoger dinastía. Así, al jugar con los romanos se puede elegir la familia de los Julios o los Cornelios. Si jugamos con los cartagineses, se abre la opción de pertenecer a los magónidas o los bárcidas, entre otros. A través de las conquistas, los personajes nos harán ganar imperium, cosa que nos permitirá ampliar el número de ejércitos disponibles y armadas, a la vez que el número de edictos que podemos dictar en nuestras provincias. Los edictos permiten ganar una serie de bonificaciones, como por ejemplo “pan

y circo”, un edicto que, entre otras cosas, mejora el orden público. A diferencia de la anterior entrega, en Rome II existen las provincias, lo que añade un interés aun mayor a la planificación estratégica de los terrenos a conquistar, puesto que los edictos dan bonificaciones jugosas en “nuestras provincias”. Los personajes que reclutemos, al igual que en el juego ambientado en el Japón medieval (Total War: Shogun II), ganan experiencia, lo que nos permitirá seleccionar determinadas bonificaciones para nuestros personajes. También tendremos que prestar atención a la investigación tecnológica en tres áreas: social, económica y militar. En definitiva, con Rome II podremos emular las epopeyas realizadas por nuestros héroes favoritos de la Antigüedad: Julio César, Aníbal, Escipión… Un lujo al alcance de nuestras manos. ◙


p re se n ta .. .

de a c e t a La cinem

Clío

Mis queridas/odiadas series Por David P. Sandoval.

PLAUSUS

Yo, Claudio (BBC, 1976) La serie, junto al “Espartaco” de Kubrick, es la que mejor ha transmitido al espectador los vericuetos del poder y el fasto de quien lo ejerce sin limitación. Retrata muy bien la Roma imperial que Graves acertadamente noveló. Impagables los escenarios –por teatrales no menos espectaculares–, las vestimentas, las situaciones, los diálogos, las inmensas interpretaciones, la cadencia que transporta a otros tiempos... Júpiter contemplaría esta serie ensimismado, sin cambiar el canal con sus rayos... catódicos.

Roma (HBO,2005) Ciaran Hinds es, probablemente, el mejor Julio César. Su muerte convulsionando, sorprendido, es magnífica. La inteligencia de él y la reinterpretación de Marco Antonio, el protagonismo del olvidado Bruto... La historia de los “grandes”, por encima de las increíbles aventuras de Voreno y Pulo, es de veras interesante. La ambientación tiene mucho de verosímil, pese a las muñequeras, silbatos y otras licencias.

Espartaco (DeKnight/Tapert, 2010) Serie estadounidense, rodada en Nueva Zelanda, que recoge con honestidad muchos aspectos de la historia: el culto al antepasado, la sacralidad olvidada de los juegos (ludi), la nula valoración de la vida del esclavo (y del resto)... Es un placer culpable ver todos esos cuerpos de gimnasio, la sangre y el sexo, las frases del estilo “Júpiter me metió la verga en la garganta”... Lástima de la estética inspirada en el film “300”.

ad feras

Hispania, la leyenda (Bambú Producciones, 2010) La peor. Me remito a un magnífico artículo del profesor Fernando Quesada en “La aventura de la Historia”: la demostración de cómo no aprovechar la asesoría histórica, y perderse en aventuras a lo Curro Jiménez, sin ninguna calidad…

Año 400, el Imperio se rompe (Gervasio Iglesias, 2008) Humor de sal gruesa con pretensiones, que hizo revolverse a Graham Chapman en su tumba. Un extraño engendro sureño cuya gracia no he logrado encontrar…

Imperium (Bambú Producciones, 2012) La continuación de la serie que encabeza la lista de condenadas a las fieras. Calificada como “Los Soprano” a la hispana. En realidad, la serie de mafiosos tiene más de romana que las anteriores: James Gandolfini tiene más de romano en camisa hortera, que Lluis Homar vestido... ¿de qué? ◙


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