LA FORMACIÓN HUMANISTA EN LA UPAEP Juan Louvier, Jorge Medina y Arturo Villanueva. Para fundamentar en forma sencilla y clara a la vez que sólidamente, la formación humanista, abordaremos este tema desde tres perspectivas: primero, desde la que impone la naturaleza específica de la Universidad; en segundo lugar desde el Ideario de la UPAEP, y finalmente desde la problemática que la sociedad contemporánea plantea a la Universidad. 1.- Fundamentación en la Naturaleza específica de la Universidad Tanto en el mundo natural como en el cultural, la esencia de los seres está determinada por la finalidad, la «razón de ser» para la cual fueron creados. La finalidad (asequible únicamente por la inteligencia) hace que tal ser sea lo que es y no otro. Por ejemplo, la finalidad de un reloj es «dar la hora», y sin ella el reloj pierde su «razón de ser», es decir, pierde su sentido. No debemos olvidar que las cosas «sin sentido» son un absurdo. Por lo que se refiere a la Universidad -una de las instituciones más nobles surgidas de manos humanas y obviamente mucho más compleja que un reloj- nos encontramos que su razón de ser, su sentido inmutable es la formación de los hombres. En efecto, la formación humanista constituye la finalidad esencial de la institución universitaria; sin esta finalidad no hay Universidad. La necesidad de formar a los hombres surge del hecho de que el ser humano recibe el «don» de ser, simultáneamente con la tarea de realizarse como tal. Dicho de otra forma, a diferencia de otros seres como los animales o las plantas, el hombre no recibe el ser en plenitud; el ser humano «es» pero no plenamente, y «debe» conquistar la plenitud. Así, ser persona es un don; pero la personalidad es una conquista. Como el ser humano es la unión de cuerpo y espíritu, debe «cultivar» todas sus realidades: cuerpo, inteligencia, memoria, voluntad, libertad, espíritu. Tal es la auténtica «formación integral». El niño al nacer es naturalmente «informe», y debe, poco a poco, adquirir una «forma», es decir, una «formación» que debe ser «integral», la cual se obtiene mediante un proceso que se inicia en la familia y continúa en la vida social. La Universidad participa en esa tarea, pero no al principio, sino en un momento en el cual la persona ha adquirido ya un cierto desarrollo (físico, intelectual, moral, espiritual) y está en condiciones de emprender la conquista de un “nivel superior”. La Universidad «es» pues el órgano superior de formación de la persona humana, formación que sólo puede alcanzarse por la investigación y la docencia (comunicación) de la verdad, empezando por la verdad sobre el hombre.
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