Una vida interior Revista Axxis - Número 104 - Páginas 20 a 24
Esta casa de arquitectura moderna tiene su columna vertebral en el vacío del espacio central, alrededor del cual se interrelacionan mediante niveles todos los espacios. El manejo del espacio es uno de los aspectos más interesantes de esta casa construida en 1979, en un área de 160m2 y en un lote de 3.200. Concebida como un todo, los distintos ambientes se demarcan a partir de sutiles desniveles. Así se señala en el libro La casa en la arquitectura moderna colombiana 1930-1990, al hacer referencia a este trabajo del arquitecto Jaime Vélez: “Los distintos espacios pueden convertirse en uno solo a través de multitud de cuidadas interrelaciones”. La casa irrumpe en la pendiente del cerro. La topografía es tan fuerte que antes de llegar a su nivel intermedio, donde se encuentra el acceso, hay que recorrer una calzada que se eleva 10 metros. Al entrar en la casa se arriba a un espacio central de doble altura en el que se hallan el comedor y la cocina, esta última trabajada como un espacio cerrado que no se comunica con el resto. Basta con descender varios escalones para estar en la sala o subir unos cuantos para llegar a la habitación principal, totalmente abierta, y a la de huéspedes, que no había sido concebida en un principio y es el único espacio que cuenta con total privacidad, medio piso arriba está el mezzanine destinado al estudio. Cuando Jaime Vélez se entregó a la tarea de construir esta casa que se encuentra a las afueras de Cali, revivió el eterno diálogo entre arquitecto-cliente, con la diferencia de que esta vez, él era el cliente. “Quería un lugar donde todos los espacios se comunicaran entre sí y nada estuviera oculto”. Por eso para Vélez lo más importante de su casa es lo que ocurre en su espacio central, donde los distintos ambientes se mezclan unos con otros y no se sabe dónde acaba uno y comienza el otro. Lograr privacidad no fue una consideración a la hora de diseñar, pues la
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casa estaba pensada para que la habitara una sola persona. “Cuando yo me acuesto se acuesta todo el mundo”, dice. Está concebida de tal manera que al situarse en cualquier punto de la casa es posible obtener una lectura del resto, tanto interior como exteriormente. Acabada la obra, el arquitecto vio cómo había logrado su cometido, la casa era una secuencia de espacios intercomunicados con los que él se siente muy compenetrado. “Esta es una prolongación mía, uan obra muy íntima”. Con certeza puede decirse que no hay nada más personal que el lugar donde se vive, por eso cada centímetro de esta casa deja ver mucho de este arquitecto egresado de la Universidad de los Andes, en 1965, que se formó en una facultad de ocho alumnos, que tenía como profesores al pintor Fernando Botero, a Marta Traba y a los arquitectos Bruno Violi, Leopoldo y Hans Rother, Rafael Serrano y Rafael Obregón, entre otros. En un ambiente de estimulante vida intelectual, que no se limitaba a las aulas y se extendía a barrios como La Perseverancia, donde vivía Vélez y algunos de sus amigos, Enrique Grau, Hernán Díaz y Eduardo Ramírez Villamizar, se formó este arquitecto. Como lo señala él mismo, fueron los mejores años de su vida. “Se compartía información sobre el panorama artístico y cultural del momento y se aprendía mucho con las experiencias de los demás. En mi caso, aprendí del rigor formal y estético de la obra de Ramírez Villamizar”. Su casa ilustra con claridad algunos de sus intereses como diseñador. Por ejemplo, en los movimientos de retroceso y avance a la hora de manejar los volúmenes y el color. “El color debe estar en los pisos y en los techos pero no en las paredes”. También es muy interesante la combinación de distintos lenguajes estéticos. Por un lado, el de las líneas rectas y puras que olvidan lo superfluo y se centran en lo fundamental, lo que se observa a través de los antepechos, y por el otro, el lenguaje de lo curvo, que se hace presente en el cielo raso elaborado en triplex de formaleta. Otros elementos de diseño que interesan a Vélez, como son el manejo de los patios y la prolongación de la vivienda hacia el espacio que la envuelve, no tuvieron en esta ocasión un gran desarrollo debido a lo escarpado del terreno. Aquí la compenetración de la casa con el exterior se realiza visualmente a través de múltiples ventanas que miran al valle y a los cerros.
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