Diseños con espíritu Revista Buen Vivir - Número 42 - Páginas 33 a 37
Funcionalidad y estética son dos constantes para quien se ocupa de construir muebles, pero en el caso de Ceci Arango, lo que define con más fuerza su trabajo es haber encontrado la inspiración en la cultura prehispánica. Darle un contexto a su vocación creativa siempre ha sido una prioridad para Ceci Arango, quien no ha hecho más que mirar la vida en función de la creación estética. Entrar a Casa Maloca, el taller donde diseña sus muebles, es encontrarse con formas, materiales e intenciones constructivas que hablan de Colombia. La macana, utilizada por los indígenas para fabricar arcos, flechas y trompos, y que crece en todos los pisos térmicos colombianos, en sus manos se convierte en silla, cama, butaco y mesa. El cumare, fibra propia del Amazonas usada por los indígenas en trabajos de cestería, también se hace presente en el desarrollo de sus formas, lo mismo que el fique, utilizado en la zona de Guacamayas en trabajos de cestería. Inspirada en nuestras raíces, sus muebles hacen manifiesta su influencia. Se observa cuando Ceci Arango retoma la silla vernácula, como la de vaqueta que cualquier antioqueño lleva hasta la entrada de su casa para recostarse contra la pared, y la convierte en inspiración de su silla-escalera desarrollada para el vigilante de una biblioteca –en este caso la Biblioteca Luis Angel Arango- con la intención de que ésta ocupe el menor espacio y se integre a su entorno. La diseñadora también utiliza materiales naturales y reproduce técnicas de tejidos y trenzados tradicionales, como se ve en su silla-estera y en su butaco Corocora, en el que trabaja el tejido desarrollado en Vaupés para soportar el balay, una batea tejida. Recorrer Colombia desde niña la conectó con la manera en que nuestros indígenas se apropiaron de la naturaleza. Por eso no es gratuito que a los ocho años decidiera invertir sus ahorros en comprarse un collar de chaquiras indígenas, que como las esferas con aroma de café que se venden en sofisticados almacenes del mundo se convierte en un hecho estético, no sólo por su apariencia, sino también por los olores que éste trae consigo. La valoración que Arango hace de su cultura la llevan a decir que lo mejor que le puede pasar “es encontrarse, cara a cara, con un indígena para conocer sus formas de vida”.
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Prohibida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de este documento sin la previa autorización del autor - Patricia Ruan - 2015
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Su trabajo es como el perro que se muerde la cola, vuelve a sus raíces, se fundamenta en lo que ella es, en lo que ha querido buscar y efectivamente ha encontrado. Así lo dejó ver como estudiante de diseño industrial en la Universidad Javeriana, de donde se graduó con muebles desarrollados en guadua, material que abunda en Caldas, zona en la que nació. Y posteriormente, durante su experiencia en la Domus Academy de Milán, Italia, donde trabajó en la concepción de un espacio de trabajo a partir de un balcón y de lo que éste implicaba: asomarse, mirar, relacionarse con el exterior. Funcionalidad y estética son dos conceptos que rigen el trabajo de quienes se dedican al diseño de muebles, y el quehacer de Ceci Arango tampoco evade estas coordenadas, pero como ella señala, lo que les da más valor a sus piezas “es el contexto espiritual en el que éstas se gestan”. No importa que quien compre un butaco Tambor no tenga conciencia de su parentesco con el butaco chamánico, pues sentarse desprevenidamente a cierta distancia del suelo ya es estar sentado de una manera ancestral, y con eso Arango ya ha cumplido su cometido. Igual ocurre con su cama construida en macana, en la que quiso transmitir la placidez que siente un bebé mientras duerme. Así dio a luz a su cama “traslúcida”, concebida para que nada esté debajo ni detrás del sueño. Como esta pieza, la mayoría de sus muebles se exhiben desnudos, mostrando toda su hechura. La investigación que Ceci Arango viene desarrollando en torno a la cestería, gracias a una beca del Ministerio de Cultura, también le permite acercarse a lo espiritual desde otro contexto. “Tejer es meditar, es darle tiempo al tiempo, es enlazar ideas, es tener paciencia, es vivir el equilibrio y el ritmo entre las fibras”, dice Arango. Transmitir esta experiencia espiritual que se vive mientras se teje el metal es lo que pretende lograr Arango al elaborar canastos de gran tamaño que se alejan de su uso cotidiano y permiten explorarlos desde dentro. En sus manos el canasto se convierte en mueble, en una escultura. A través de una mesa, silla o cama construida en macana, cedro o fique por Ceci Arango, se observa cómo el diseño de un mueblo permite rastrear una cultura y evocarla.
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