AGENDA HUERTAS URBANAS EN BOGOTÁ

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Descubriendo la siembra de la huerta. Fotografía: Fotografía: Camilo Camilo Rodríguez-IDPC Rodríguez-IDPC


Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC


ALCALDESA MAYOR DE BOGOTÁ Claudia López Hernández

IMPRESIÓN Buenas & Creativos S.A.S.

SECRETARIO DE CULTURA, RECREACIÓN Y DEPORTE Nicolás Montero Domínguez

ISBN 978-958-53106-9-8

DIRECTOR INSTITUTO DISTRITAL DE PATRIMONIO CULTURAL Patrick Morales Thomas SUBDIRECTORA DE DIVULGACIÓN Y APROPIACIÓN DEL PATRIMONIO Angélica María Medina Mendoza *** CONTENIDOS Y TEXTOS IDPC José Antonio Ramírez Orozco Alfredo Barón Leal Ximena Bernal Castillo Agrupación Buenas Hierbas. Proyecto ganador de la Beca para el Reconocimiento de los Oficios o Actividades Productivas Tradicionales en Bogotá del Programa Distrital de Fomento 2020 del IDPC Rosa Poveda / Maestra portadora de patrimonio cultural inmaterial María Toquica / Investigadora y directora Jennifer Duarte / Productora audiovisual Sara Forero / Fotografía, ilustraciones y manejo de redes sociales Agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos. Proyecto ganador de la Beca para la Documentación de Cartografías de los Alimentos en Bogotá del Programa Distrital de Fomento 2020 del IDPC Daniel Cantoni / Investigación, gestión y dirección Sofía Gaviria / Investigación y fotografía Ana Cantoni / ilustraciones Vanessa Valero / diseño y diagramación David Cantoni / Investigación y producción pódcast Bánfora Records / producción musical ILUSTRACIONES Sara Forero Ana Cantoni Vanessa Valero COORDINACIÓN EDITORIAL Y EDICIÓN Ximena Bernal Castillo DISEÑO GRÁFICO Yessica Acosta Molina CORRECCIÓN DE ESTILO Bibiana Castro Ramírez FOTOGRAFÍAS Camilo Rodríguez-IDPC Agrupación Las Buenas Hierbas Agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos José Antonio Ramírez Orozco Laura Ardila FUGA

Agradecimientos Franz Elías Rancheros, Junta de Acción Comunal, barrio La Cecilia, San Cristóbal Jhody Katherine Sánchez, colectivo Huertopía, barrio Laureles, San Cristóbal Johnny Ramírez, huerta Cobá, El Salitre, Suba Melba Castrillón, huerta Guerreros y Guerreras, Fontanar del Río, Suba Nathaly Jiménez, Red de Apoyo Paquerxs Bogotá Heliana Cardona, coordinadora del Área de Comunicación Educativa, Casa Museo Quinta de Bolívar Maribel Zamudio, mediadora, Área Educativa, Museo de Bogotá Disney Sánchez, Instituto Distrital para la Participación y Acción Comunal (Idpac) Parque Distrital de Montaña Entre Nubes Gina Rincón, Colectivo de Cuidadoras Ambientales de Rincón del Cerro Blanca Triana, gestora ambiental Jardín Botánico Natalia Sarmiento, coordinadora territorial Cerro Sur, Proyecto Agricultura Urbana Deisy Sánchez, profesional de apoyo territorial Cerro Sur, Proyecto Agricultura Urbana Angélica Díaz, profesional de participación ciudadana, Subdirección Educativa y Cultural Andrea Lozano, Proyecto de Rutas Agroecológicas, Subdirección Educativa y Cultural Eduardo Serrato, Proyecto de Rutas Agroecológicas, Subdirección Educativa y Cultural Lisset Gómez, Proyecto de Rutas Agroecológicas, Subdirección Educativa y Cultural José Luis Ortiz, Proyecto de Rutas Agroecológicas, Subdirección Educativa y Cultural


Huerta urbana de plantas comestibles y medicinales en la terraza de Gabriel Serrano de Cosmo-Ser en Bogotá. Fotografía: agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos



Huerta urbana en San Cristóbal sur. Fotografía: Margarita Mejía-IDPC




Yo siempre digo, soy un ser más de la naturaleza. Un ser que comparte con lo que existe. Mire este trino de los animales que lo despiertan a uno. Desde las cinco y media son pájaros que vienen a cantar. Son aves que no viven acá. Vienen solamente a cantar y se van, en el día vienen una o dos veces. Ellos no duermen acá, ellos duermen en la montaña. Pero madrugan a cantar acá; entonces, por alguna razón, ellos madrugan a cantar. Cantan por aquí muy cerquita. ¿ Entonces, yo por qué vengo a ser más que este ser que viene a cantarme ? Yo soy otro ser como él, como ese pajarito que viene a cantar. Como esa planta que uno todos los días la ve, que nace, crece, le da a uno sus frutos, sus flores. Entonces, ver esa belleza de la naturaleza, me hace parte de ella y no dueña de la naturaleza, que ese es el problema, la falta de sensibilidad, de amor, a todo este entorno que tenemos.

Rosa Poveda (en Rosa la hortelana. Pensar una ciudad DIFERENTE. Granja Mutualitos y Mutualitas. La Perseverancia. video realizado por la agrupación Las Buenas Hierbas https://www.youtube.com/watch?v=LzV3yk5Xxlc&t=235s)


El tema de cultivar un jardín tiene una metáfora, un correlato en la espiritualidad humana, es el medio a través del cual el ser humano se ha conectado a lo largo de la historia y en diferentes culturas del mundo con instancias superiores a su corporalidad terrenal; es decir, son medio para comunicarse con lo divino, con lo sagrado, y no solo con lo que esté arriba o abajo, o en los submundos o dimensiones, sino con lo sagrado que hay en el interior de cada uno de nosotros; y en la medida que reconozcamos lo sagrado que hay al interior de cada uno de nosotros, podemos reconocer lo sagrado que hay en el ser humano que tengo al lado y en cada planta. Eso nos cambia la forma de estar aquí en el mundo. Ese es el espacio que queremos abrir y los puentes que queremos cruzar entre las representaciones patrimoniales y esto. la vida misma. Constanza Toquica (en El cuidado de la huerta y el cultivo de las relaciones, Huerta del Museo Colonial Santa Clara, La Candelaria. video realizado por la agrupación Buenas Hierbas, https://www.youtube.com/watch?v=Kj8wMGFPIkY)



Huerta urbana en Suba. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC



Presentación La presencia de las huertas urbanas en Bogotá y su mayor estimación por parte de sus habitantes denotan, entre otras cosas, la necesidad de las sociedades contemporáneas por restablecer los vínculos entre los ciclos de producción y consumo en los ámbitos domésticos. La existencia de estos espacios implica, desde luego, la reintegración, en las maneras de habitar la ciudad, de conocimientos y prácticas asociados a la siembra, tales como los relativos al comportamiento de las aguas, los ciclos lunares y el cuidado de las semillas. Todo ello, además, representa la posibilidad de configurar espacios que garanticen la potestad de la ciudadanía sobre el suelo que ocupa en términos de soberanía alimentaria. Por supuesto, las áreas de cultivo existían en Bogotá desde antes de su fundación, y permanecieron vigentes en las maneras de leer y estar en la ciudad, aunque fueron desapareciendo paulatinamente, hasta la segunda mitad del siglo XX. Con el acelerado proceso de urbanización de la capital y el afianzamiento de un modelo de ordenamiento territorial a su servicio, que desencadenó el progresivo reemplazo de las casas por edificaciones en altura, sumados a la hegemonía de las lógicas económicas de producción y consumo masivos, la producción y obtención de alimentos provenientes de las huertas caseras se vieron disminuidas a su mínima expresión. Bogotá, sin embargo, es un crisol de formas de vida. Las migraciones a la ciudad nos hablan de las experiencias de cuidadoras y cuidadores de semillas, que persisten en su defensa de la biodiversidad a pesar de las restricciones y reglamentaciones que han buscado monopolizar los frutos de la naturaleza; de tal manera, las zonas rurales de la capital comparten su espíritu de plantar y abastecerse de forma autónoma, con muchos parques de barrio, terrazas y jardines verticales.


Para la agenda 2022 del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, hemos seleccionado doce huertas de distintas zonas de Bogotá. Cada una tiene rasgos particulares que permiten ver un conjunto diverso pero cohesionado alrededor de la apuesta por integrar, a la vida de la ciudad, conocimientos y rasgos culturales que giran en torno al cultivo de la tierra. Sus historias hablan de zonas comunes en barrios y edificios; de proyectos de mediación en museos; de terrazas, patios, emprendimientos locales y defensa de derechos. Por su parte, el calendario nos muestra los ciclos lunares, equinoccios y solsticios, y se acompaña de algunas recomendaciones para el cuidado y el mantenimiento de las siembras. Quisimos, además, proponer una serie de ideas que puedan alimentar las iniciativas de creación de huertas, así como presentar a un grupo de mujeres y hombres dedicados al cuidado de semillas, jardines y cultivos, que están en disposición de transmitir su experiencia. Agradecemos a la agrupación Buenas Hierbas y a Redes y Relatos de Agricultores Urbanos, ambos ganadores de las becas de investigación para el Reconocimiento de los Oficios o Actividades Productivas Tradicionales en Bogotá y para la Documentación de Cartografías de los Alimentos en Bogotá del Programa Distrital de Fomento 2020 del IDPC, así como a todas las personas que permitieron que nos acercáramos a sus hortalizas, sembrados, árboles frutales, historias, conocimientos y proyectos; son estos vínculos los que posibilitan nuevas maneras de habitar el territorio y expandir la noción del patrimonio cultural. Patrick Morales Thomas Director Instituto Distrital de Patrimonio Cultural


Las huertas urbanas:


Las formas de vida asociadas a lo urbano suelen pensarse alejadas de las prácticas rurales como la agricultura. Pero, en diferentes tipos de asentamientos que se encuentran en las urbes, es posible encontrar esos espacios donde, además de salvaguardar el alimento, se han garantizado prácticas y rituales que han dado sentido al sujeto y a la colectividad. Los huertos (hortus), según indica su etimología, han implicado la acción de echar raíces y cercar, han estado relacionados con el imperio, el dominio y la propiedad, así como con la búsqueda del vínculo con la tierra, el origen, la familia y la comunidad. Chagras, ejidos, eras, terrazas, granjas, entre muchos otros espacios, han dejado huellas en los paisajes y sistemas alimentarios forjados en medio de encuentros y desencuentros de diferentes cosmovisiones. Las huertas, al igual que los jardines, son viejas compañeras de los seres humanos, han adquirido varias formas a lo largo de la historia y han dejado testimonios de las maneras de habitar el territorio bajo la influencia de migraciones, colonizaciones, proyectos sociales y resistencias de diferente tipo. Las ciudades contemporáneas aún conservan huellas de las grandes visiones victorianas o de los experimentos de la ciudad jardín que marcaron las trayectorias del urbanismo moderno y propusieron cordones sanitarios, donde se designaban espacios para cultivos de huertas y jardines. Los movimientos autogestionados, las cooperativas, los grupos étnicos y las guerrillas urbanas que reclamaron espacios públicos desde mediados del siglo XX también han dejado sus rastros. Los cultivos comunitarios barriales en muchos casos han permitido recoger la biodiversidad que traen las migraciones a la ciudad y han potenciado nuevos sentidos de pertenencia al territorio y la defensa o emergencia de derechos. En la gran mayoría de casos no se trata de espacios planeados deliberadamente, sino de remanentes o de bordes, resquicios de capas verdes que han sido apropiados, activados o resignificados. Por cada proyecto que ha buscado controlar, dar dirección y escala a la


agricultura urbana, subyacen una multiplicidad de lugares que dan nuevos sentidos y adaptaciones. A pesar de que el proceso de urbanización creó obstáculos ambientales y regulatorios para el cultivo en la ciudad, los espacios institucionales o consuetudinarios destinados para este uso persistieron, tanto en la esfera familiar como en iniciativas institucionales (religiosas, educativas, hospitalarias y de beneficencia), y en zonas comunitarias que sobrevivieron a la división pública y privada. La práctica y la disciplina de cultivar también fueron valoradas por generar autonomía o experiencias que contrarrestaban la anomia, los trastornos y la pérdida de identidad causados por la modernización y la intensidad frenética de la vida urbana. Desde el mundo precolombino y colonial, las huertas han sido parte del territorio donde hoy se ubica Bogotá. Aún hoy los cabildos indígenas mantienen cultivos que proveen alimento, salvaguardan sus cartografías sagradas y su forma de relacionarse con el territorio. Al cuidar las semillas de sus plantas en malokas y qusmuys, se preservan lazos ancestrales. Algo similar pasa con los kilombos en donde se mezclan plantas sagradas y medicinales en la herbolaria. Estas prácticas también nos conectan con otros momentos. A lo largo de la historia, las formas y normas de cabildos, colonias, quintas, barrios obreros, ciudades jardines y conjuntos residenciales también han sostenido su relación con la práctica de la agricultura. Bogotá no ha estado exenta de la irrupción y multiplicación que han tenido los espacios huerteros en la esfera pública y en el paisaje de las ciudades contemporáneas. La agricultura urbana se ha posicionado como una práctica de activación territorial y las huertas se han constituido en un activo social y patrimonial de instituciones, grupos sociales, comunidades, familias e individuos.


Jornada de paca digestora silva en el centro histórico de la capital. 2019. Fotografía: cortesía Red de apoyo Paquerxs Bogotá

El campo de la agricultura urbana y periurbana ha ganado terreno en el gobierno de la ciudad desde 2005 con acuerdos y políticas públicas que han registrado la preocupación por seguridad alimentaria en su relación con derechos colectivos, sociales, ambientales y culturales. De un lado, se encuentra que las huertas han logrado adaptarse a unas posibilidades y determinantes territoriales: desde la agricultura periurbana que colinda con espacios rurales y combate la especulación del desarrollo urbano, hasta la agricultura que se encuentra en terrazas de edificios, espacios comunitarios o en las casas autoconstruidas que predominan en la periferia urbana. Desde las huertas que se encuentran en la montaña, hasta las que se erigen en zonas llanas, incluyendo parques, reservas, humedales y cuencas que componen la estructura ecológica principal de Bogotá. Desde las que se hallan en las centralidades urbanas y barriales que disputan palmo a palmo las capas verdes con el cemento, hasta las más periféricas que gozan de extensión y escala al encontrarse cerca a las zonas rurales. Las huertas se ligan a su entorno y se han


articulado con prácticas como ollas comunitarias, trueques de semillas, bicirrecorridos, pacas digestores silva, mingas y mercados campesinos. Los puntos verdes que ubican las huertas en los mapas y directorios del Jardín Botánico de Bogotá y otras organizaciones proliferan y se expanden por todas las localidades de la ciudad. De otro lado, se encuentra el rol de cuidadores/as (custodios/as, portadores/as) y la gestación de espacios donde hay saberes y conocimientos, tanto para la siembra y el mantenimiento de huertas como sobre prácticas y servicios complementarios (generación del suelo, cuidado de las plantas, manejos de calendarios lunares, usos medicinales o gastronómicos, bancos de semillas). La transmisión de estos saberes no solo posibilita la salvaguarda de manifestaciones netamente culturales, sino de prácticas que inciden en el entramado que compone la diversidad cultural y biológica de la ciudad. El espacio huertero es labrado también por interpelaciones, complicidades, dificultades y conflictos. La agricultura urbana en espacio público, en conjunto con el uso de pacas digestoras, tal vez es la que más fricción social ha generado, y muestra la importancia de la pedagogía y la mediación. No puede ignorarse que la agricultura urbana también da evidencias de las desigualdades sociales y ambientales de la ciudad. El acceso a capas verdes; suelos urbanos en general; espacios públicos; elementos de la vida como la luz, el agua y la tierra, o los insumos para transformarlo, muestran que reverdecer la ciudad también implica acciones de restauración social y redistribución de recursos. Las huertas urbanas encarnan preguntas sobre la seguridad y soberanía alimentaria, el abastecimiento de la ciudad, la relación entre reforma urbana y rural, el futuro global y la justicia intergeneracional. Al adentrarse en la práctica de la agricultura y comenzar a


interactuar con el suelo, las semillas, las plantas y los organismos, se cultivan preguntas de fondo que parasitan nuestra forma de ver y habitar el mundo. Esto adquiere su significación y conecta al ser urbano con un mundo del cual se pensaba alejado. Las plantas de las huertas urbanas están cultivando las nuevas formas de habitar la ciudad. Las huertas son lugares densos de sentidos en Bogotá. Los valores patrimoniales de las huertas son cada vez más evidentes en colectividades que sostienen un vínculo profundo con el territorio. La referencia a la herencia, implícita en el término patrimonio, en este caso no se relaciona tanto con el vínculo con el padre-patria, sino con la madre-tierra, lo cual sirve para resaltar el marcado rol de las mujeres huerteras que han cultivado saberes y espacios al tiempo que han tejido el vínculo social. Las huertas crean vínculos entre formas de existencias, de habitar y de pensar el mundo. Son espacios emergentes donde se activa y da sentido al territorio. Ocupan un lugar significativo en un enfoque de patrimonios integrados que conecta el patrimonio natural con el cultural, el material con el inmaterial; que busca potenciar los diálogos y la activación plural de sentidos patrimoniales; y que piensa el patrimonio no solo en su relación con el pasado, sino como un activo sobre el cual se entiende el presente y se vislumbra un futuro basado en el cuidado del territorio y de la vida. Al invitar a pensar las huertas urbanas bajo el lente de los distintos patrimonios que las conforman y activan, también se hace énfasis en la forma como estas han contribuido a la construcción del vínculo social y territorial, y al hacerlo han ido redefiniendo lo que entendemos como patrimonio. José Antonio Ramírez


Intercambio de plantas y de saberes. Fotografía: Sara Forero - agrupación Buenas Hierbas



Hortaliza de una huerta urbana en Bogotá. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC



ideas para hacer un

huerto urbano*

* Paso a paso, recomendaciones e ilustraciones de la agrupación Buenas Hierbas y de la agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos.


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PREPARACIÓN DE COMPOSTAJE Y HUMUS

Compostaje

Es un proceso biológico que transforma material orgánico en nutrientes para las plantas. A. Separa y reserva tus residuos de alimentos crudos. B. Recolecta palos secos, material vegetal (poda de jardín, hojarasca

o aserrín) y ceniza vegetal o cal dolomita.

C. Cuenta con dos baldes plásticos de 12 o 20 litros:

Balde 1: se usará para recoger el lixiviado. Balde 2: deberás hacerle unas perforaciones en la parte inferior para permitir que fluya el lixiviado1. En el balde 2, dispones por capas palos secos, material vegetal, residuos de alimentos y, por último, tierra.

Importante: Agrega ceniza o cal dolomita sólo si no usas lombrices

D. Espera entre 6 y 8 meses. E. Revisa la humedad de la tierra: debe estar moldeable y sin gotear.

Limpia el compost de residuos que aún no estén descompuestos.

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1 Líquido residual de la descomposición del material orgánico. Disuelto en agua (1 lixiviado x 4 de agua) es fertilizante.


Humus: Es un abono rico en nutrientes, generado a partir de la digestión que hacen las lombrices de los desperdicios de alimentos. El proceso de preparación es el mismo del compost, pero hay que tener en cuenta este paso a paso. Importante: Si quieres hacer humus, no uses residuos ácidos, como cáscaras de limón, naranja o piña.

A. Consigue lombrices rojas californianas. B. Agrega las lombrices a la tierra de compostaje, el cual debe per-

manecer húmedo. C. Espera entre seis y ocho meses. D. Para usar el humus, debes sacar las lombrices así: * Ubica una malla sobre el humus. * Encima de esta, distribuye residuos de alimentos crudos para atraer a las lombrices. * Espera un día, retira la malla con las lombrices y ubícalas en un nuevo balde para iniciar el proceso de nuevo.

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ELECCIÓN DEL LUGAR DE SIEMBRA * Elige el lugar con mayor captación solar. * Recuerda que la tierra o suelo es igual o más importante que las plantas. Lo ideal será preparar una mezcla con tierra abonada, cascarilla de arroz (40 %) y añadir el compost o el humus que hayas preparado.

Opción a. Jardín: no hay que excavar. Si el terreno tiene pasto, puedes colocar un cartón para que no crezca la grama, cercar con tablas y aumentar la altura de la tierra. Opción b. Interior/apartamento: debes preparar un cajón de made-

ra, con una altura mínima de 25 cm. También hay que contar con una bandeja para recoger el agua. Los jardines verticales son otra opción interesante para lugares con poco espacio.

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3 4 PREPARAR PLÁNTULAS

Opción a. Desde semilla: puedes disponerlas en cualquier recipien-

te reciclado. Lo ideal es conseguir turba para la germinación de las semillas. Debes procurar mantener húmeda la tierra. Cuando la plántula alcance más de 3 cm estará lista. Opción b. Compra de plántula: muchos proveedores venden las

plántulas listas para la siembra.

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SIEMBRA

Haz el agujero en la tierra y ubica allí la plántula cubriendo las raíces. Es importante comprimir la tierra alrededor del área sembrada. El concepto de alelopatía (colaboración y buena vecindad) para la distribución de las plantas es clave para que sean ellas las que ejerzan el control de plagas.

Riego

El primer riego es indispensable: debes realizarlo inmediatamente después de haber sembrado la plántula. Es importante saber que el riego es un proceso diferenciado, dependiendo del tipo de planta y de su ubicación, por lo que es recomendable que conozcas un poco acerca de las necesidades de cada una de las plantas sembradas.


5 Protección de la tierra

Si la superficie recibe mucho sol, lo ideal será poner sobre la tierra una capa de material orgánico que mantenga la humedad. Puede ser hojarasca o cualquier otro sustrato orgánico.

COSECHA

Es la etapa del proceso en la que obtenemos los frutos de las plantas: alimento y semilla. * Observa continuamente el estado de tus plantas y el nivel de la tierra. * Revisa si hay semillas en tu huerta. De ser así, recógelas y almacena las mejores. * Cuando coseches hortalizas, no retires la planta. Deshoja solo lo que necesites, para que esta siga creciendo y así puedas mantenerla hasta seis meses con cosecha continua. * Ten a mano el humus o el compostaje que preparaste.


6 7 A LA BOCA

Formas de disfrutar la cosecha: * Prepara ensaladas. * Comparte con la vecina o el amigo, la tía o el primo. * Haz encurtidos.

RESIDUOS ORGÁNICOS

Lo que no se use se puede reutilizar bajo un principio de economía circular en: * Un compost casero (solo residuos sin cocinar). 2 * La paca digestora del barrio. * Emprendimientos de reciclaje.

2 Para mayor información sobre las pacas digestoras silva y ser parte del encuentro sobre La Paca-Aula, donde se comparten las estrategias para empezar con el ejercicio paquero, los interesados pueden contactarse con Paquerxs Bogotá. Se trata de un colectivo ciudadano que se reconoce como custodio y gestor del sistema de descontaminación ecológica en Bogotá-Región. Paquerxs Bogotá promueve que cada persona sea responsable del uso y manejo de sus residuos orgánicos de manera colectiva y sin ánimo de lucro. El grupo procura generar y propiciar un ambiente sano en el entorno de manera autónoma y colaborativa. Instagram: @paquerxsbogota. Facebook: Paquerxs Bogotá. Canal de YouTube: Paquerxs Bogotá. Correo electrónico: pacadigestorabogotaregion@gmail.com


8 SEMILLAS

Son parte del fruto que da origen a nuevas plantas y permiten su propagación. Si la planta florece, pronto se verán las semillas y estas iniciarán su propio proceso de secado. Cuando estén secas, se podrán retirar y ser almacenadas. A. Para saber si las semillas están en buen estado, debes revisar que no tengan huecos. B. Cuando estén secas las semillas, guárdalas en un envase seco con tapa. Puedes guardarlas con un sustrato como la ceniza, pues este ayuda a protegerlas del gorgojo. C. Siembra o rota las semillas antes de que cumplan los seis meses de estar guardadas. D. No te comas todas las semillas, selecciona y reserva las más grandes y bonitas para sembrar. E. Lava muy bien las semillas que seleccionaste y ponlas a secar durante dos semanas.

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9 RESIEMBRA

El compost producido vuelve a la tierra, solamente hay que disponerlo como una nueva capa. No es necesario mezclarlo, ya que los microorganismos lo harán por sí mismos. De esta forma se dispondrá de suelo renovado para sembrar de nuevo, alrededor de seis meses después.

Importante:

a. Cambia de ubicación las plantas que se encuentran en la huerta. b. Renueva la huerta retirando las plantas, con la precaución de no

estropear la raíz. c. Retira la hierba y remueve la tierra agregando el humus y el compostaje. d. Vuelve a sembrar dando espacio a cada planta. e. Saca las plántulas del invernadero para trasplantarlas a la huerta. f. Cubre la tierra con la hierba que retiraste. Así conservaras los microorganismos propios del terreno y la humedad.

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Semillero del Museo Colonial. Fotografía: Sara Forero. Agrupación Buenas Hierbas


Ajos de una huerta urbana en Bogotá. Fotografía: agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos



La diversidad de semillas


Las semillas nativas: el ADN de nuestra identidad* “Los pueblos que conservan sus semillas, gozan de una soberanía alimentaria”. Fabriciano Ortiz Don Fabriciano Ortiz proviene de una familia dedicada ancestralmente a la conservación de las semillas nativas en peligro de extinción. Gracias a su labor constante, actualmente cuenta con más de trescientas variedades de semillas criollas de diferentes alimentos, como frijol, maíz, haba, arracacha, lenteja, arveja, papa y aromáticas. Para realizar el proceso de preservación de las semillas, anualmente debe sembrarlas en su terreno en el municipio de Boyacá. Algunas son especialmente delicadas, pues solo se conservan guardadas durante un año, antes de perder su capacidad de germinación. Otras, en cambio, pueden guardarse hasta cinco años. Este es un sistema rudimentario, ya que no cuenta con la implementación tecnológica para conservarlas en sistemas de refrigeración. ¿Por qué están las semillas criollas en peligro de extinción? Según él mismo nos explica, las políticas gubernamentales han favorecido el cultivo de semillas transgénicas, modificadas genéticamente, que son comercializadas por multinacionales como Bayer, Monsanto, Syngenta y Aventis, entre otras. Además de ser dañinas para el consumo humano y el medio ambiente, estas semillas son estériles, es decir, sirven solo para una siembra. Una vez cumplen su ciclo, deben ser reemplazadas por unas nuevas. Esto supone un riesgo

* Crónica realizada por la agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos


Fabriciano Ortiz con las distintas semillas que cuida. Fotografías: agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos




Taller de identificación de semillas. Fotografía: agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos


inmenso para los agricultores, pues los somete a una situación de monopolio económico que genera dependencia alimentaria. Esta problemática tiene implicaciones legales serias, ya que se han promulgado leyes que prohíben al agricultor cultivar sus semillas nativas y lo obligan a comprar las semillas híbridas. Es el caso de la antigua Resolución 970 de 2010 del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), que una vez derogada fue reemplazada por la actual Resolución 3168 de 2015 del ICA, aún más perversa, según explica Fabriciano. A raíz de esta rígida normativa, en el país ha habido varios casos de demandas contra agricultores y decomisos de semillas. Conocidos por Fabriciano, solo quedan alrededor de veinte custodios de semillas en todo el territorio nacional, en quienes recae toda la responsabilidad de conservación de este patrimonio genético de la nación. Ellos se encargan de realizar procesos de intercambio y divulgación, a través de encuentros liderados por la Red de Semillas Libres de Colombia. “Alrededor de las semillas no está solo el alimento, sino que también gira la tradición, las costumbres y hasta los ceremoniales de los pueblos. Un Estado o un pueblo que pierde su autonomía alimentaria, realmente pierde su cultura, su libertad y hasta su dignidad”. Fabriciano Ortiz


Palabras e historias de

algunas cuidadoras y cuidadores

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Rosa Poveda

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Una guardiana de semillas no solamente guarda semillas, sino, como su palabra lo dice, semilla, cuidadora de vida, porque las semillas son vida. Nosotros también somos una semilla de los na dia ancestros de los papás. Ellos murieron, uar G . a Rosa Poved ellos se fueron, pero dejaron la semilla en nosotros. Y nosotros dejaremos otras semillas y todo esto es una cadena. Esto de guardar la semilla, de proteger la vida, es mi oficio, y casi siempre la gente lo ve como la semilla de la comida, pero no es que somos semilla, esas semillas son las que guardamos, los jóvenes, los niños. Nuestras semillas criollas son patrimonio de la humanidad y lo hemos olvidado porque nos obligaron a consumir semillas transgénicas que a la larga no son semillas, y no es algo que nace crece y se muere. Entonces, nosotros hacemos esto de corazón porque eso tiene todo historia. Está la historia de la seguridad y soberanía alimentaria ancestral que son nuestras semillas. Estas semillas que nosotros tenemos aquí son semillas criollas que tienen más de 200 años, porque estaban en manos de mi abuela y mi abuela vivió 116 años, y eran de los papás y abuelos de ella, entonces, imagínate que tú tienes todo un patrimonio también y también tiene todo una historia. Poniendo las semillas en el corazón de cada una de estas personas que de una u otra forma se encuentran conmigo. La idea es dejar una semillita sembrada en el corazón de cada quien y esa semilla


sigue caminando. Porque a donde queremos llegar es realmente que volvamos a ser ese país agrícola, esa despensa nacional que somos nosotros. Colombia es un país rico en variedad de flora y fauna, alimentos de todo . (Rosa la hortelana. Pensar una ciudad diferente, video realizado por la agrupación Buenas Hierbas, https://www.youtube.com/ watch?v=LzV3yk5Xxlc&t=235s)

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María Elena Villamil

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María Elena llegó hace veinticinco años con sus tres hijas a esta vieja casona de paredes anchas, techos altos y puertas de dos hojas.

aV de illa Le arrancó el tapete gastado y lo reemplazó ora m il en su casa, cuidad por baldosa de gres. El dueño fue un próspero y generoso empresario que un día le entregó las llaves y se despidió, aunque con frecuencia venía a contemplar el solar y a llorar solo sus pesares sentado en una piedra. María Elena conserva esa roca cuadrada, en memoria suya, como si hubiera heredado un sillón de cuero. “Siempre me rogó que el jardín no se acabara”.

Pero ya no queda nada de ese jardín, excepto un gigantesco pino ciprés al que alguna vez un experto, a ojo, le calculó unos doscientos cincuenta años, y el tronco mutilado y seco de un cerezo. Donde hubo jardín ahora hay una huerta que María Elena cuida con esmero: lechuga, arracacha, manzanilla, papa, ruibarbo, quinua, ortiga, acelgas… En una percha cuelga un termómetro y en canastillas oxidadas hay semillas secándose al sol. A un lado los pimentones empiezan a coger color y al otro las flores lilas de tabaco comienzan a marchitarse. Una vez, cuenta, en un desagüe del techo creció trigo.


En su casa todo entra en un ciclo que renueva, reutiliza y da nuevos usos a lo que parece desperdicio. Las camas elevadas del vivero las hizo con tablas recicladas y el agua que rueda por los plásticos sucios del invernadero la guarda en tanques y baldes viejos de pintura. Con esa agua del cielo riega las plantas y baja los baños . (Lorenzo Morales Regueros, extracto de la crónica sobre María Elena Villamil y su casa, La Huertana, en el barrio La Perseverancia para la publicación Adentro. Vida en Bogotá [Bogotá: Ediciones Uniandes, 2020], 304-305).

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Y por último la huerta; después de ampliar la huerta, decidimos empezar a cultivar los granos que se encontraron en los antiguos graneros con el fin de seguir la tradición de esa época. En el año 1997 sembramos el manzano, el ciruelo, el árbol de pera y el laurel que aún se conservan en la presente huerta. Actualmente la huerta cuenta con una amplia variedad de aromáticas (menta arbusto, hierba buena, cedrón, manzanilla, toronjil y otras más específicas

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El jardín de la Quinta cuenta con varias especies de alelíes de varios colores (blanco, morado, rosado, azul); también ha contado con geranios, noad vios, fucsia, margaritas, bifloras, azaleas, ar or lív de Bo la h e d uerta e lirio de diferentes especies, sabilines, n la Quinta jazmín paraguayo, bella helena gigante, clivias, miosotis, hebes, cartuchos y entre otras más… En una época teníamos un gran vivero, donde nosotros mismos realizamos nuestros propios semilleros de varias especies presentes en el jardín. Este estaba ubicado en el sector donde se encuentra actualmente el árbol de garnica.

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Hugo Pedraza


en la bitácora), tubérculos (papa, arracacha, cubios, entre otros) y hortalizas (acelgas, espinaca, lechuga, entre otras). Lo que recuerdo de la huerta cada vez que trabajo en ella es que se regalaban aromáticas y lo que se cosechaba, a los visitantes, a los empleados del museo y a vecinos cercanos de la Quinta de Bolívar. También con la cosecha de maíz y arracacha realizamos en esos tiempos chicha para el público y el personal del museo . (Hugo Pedraza, jardinero y cuidador de los jardines y la huerta de la Casa Museo Quinta de Bolívar. Documento preparatorio para el texto escrito por Hugo para la publicación La vida privada de los parques y jardines públicos de Bogotá. 1886-1938 [Bogotá: Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, 2020]).

Diversidad de semillas. Fotografía agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos



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Huerta en la terraza de Gabriel Serrano de Cosmo-Ser en Bogotá. Fotogragía: agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos


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Resiliencia* Dirección: Ciudadela Colsubsidio. Vecina al humedal Juan Amarillo o Tibabuyes

localidad de Engativá

Fecha de inicio del huerto: marzo de 2020 Cultivo: hortalizas y plantas para polinizadores Cuidadores: entre 100 y 150 familias vecinas al humedal Redes: @huertaresiliencia

Tibabuyes en lengua nativa significa “tierra de labradores”. Hoy, quienes habitan esta zona de la ciudad no solo han iniciado procesos de siembra controlada, sino que se han organizado para la protección del humedal. Antes de las cuarentenas, en los espacios que ocupa la huerta había alguna preexistencia de jardines, sin embargo, fue a raíz de la pandemia que los vecinos, de manera voluntaria, se acercaron a trabajar en ella. En el caso de la Resiliencia, se involucraron entre 100 y 150 familias que se reúnen todos los miércoles y sábados. Allí, vecinos, cuidadores ambientales, líderes y población de todas las generaciones convergen en la construcción de un tejido desarrollado bajo intereses comunes en torno al encuentro con lo natural y a su defensa.

Este tipo de iniciativa continúa creciendo, especialmente a raíz de la pandemia, como resultado de un cambio de conciencia sobre la relación de las personas de la ciudad con la naturaleza y con el alimento. También ha desencadenado otras prácticas derivadas, como el aprovechamiento de los residuos, el uso de semillas nativas, la práctica de técnicas agrícolas sostenibles y la construcción de tejido social. “Como forma de resistencia a la creación de un parque metropolitano en el humedal, la comunidad creó huertas urbanas. En este momento hay ocho huertas urbanas en todo el territorio de la Ciudadela Colsubsidio. La huerta la Resiliencia forma parte de ese resistir de la comunidad, de amar a la madre tierra y de tener

* Entrevista, textos y fotografías de la agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos.



ese sentido de pertenencia y de luchar. De esta huerta se benefician un promedio de 100 personas. Se creó la conciencia de manejo de residuos a través de la paca digestora… Los días miércoles y domingos a las 9 a. m. todas las familias traen su compost. En ese momento toda la gente viene, pesa y lleva su registro de cuánto está manejando de kilos en compostaje semanal. Estamos viniendo 130 a 150

familias. Este no es solo un espacio de siembra de alimentos, es un espacio de sanación. Este es un espacio que ha acogido a todo aquel que lo necesite. El día domingo cosechamos y se hacen atados y más o menos salen entre 80 o 90 ataditos. Porque hay de todo: zanahorias de colores, 7 tipos de lechugas, 7 tipos de papa”. Patricia Hoyos (vecina y cuidadora de la huerta)



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Las Delicias* Dirección: calle 61 n.o 2-49, localidad de Chapinero Fecha de inicio del huerto: marzo de 2020 Cultivo: hortalizas como kale, lechugas, tomate, cebolla, zanahoria, apio, acelga,

espinaca, tomillo, cilantro, y árboles frutales como papayuelo, tomate de árbol, feijoa, uchuva, brevo, curuba y granadilla

Cuidadores: el grupo familiar de Martha Zabala Molina, Felipe Dávila Zabala y Ricardo Dávila Ladrón de Guevara Redes: marthazabalamolina@gmail.com, fdavilaza@gmail.com

Martha Zabala y Ricardo Dávila son habitantes de Chapinero desde hace treinta años. Iniciaron trabajos comunitarios desde los años ochenta en los vecinos barrios marginales de los cerros Orientales. Vieron en la integración social la respuesta a los problemas de seguridad producto de las migraciones internas del país. Estos proyectos condujeron a la protección ambiental de la quebrada Las Delicias, iniciativa que continúa hasta el día de hoy. Cuentan con la fortuna de tener un jardín escalonado en casa, que inició con la construcción de un sistema de recolección de las aguas lluvias. Su aprendizaje ha sido sobre todo empírico, del que destacan el aprender haciendo y la urgencia de crear redes comuni-

tarias solidarias para afrontar los cambios culturales que estamos viviendo. Con la pandemia y las cuarentenas crearon la huerta Las Delicias y empezaron a producir hortalizas. Encontraron en su huerto un nuevo espacio de interacción familiar, fortalecimiento de relaciones y reconexión con la naturaleza. Martha y Ricardo destacan la importancia de iniciar las prácticas educativas desde casa y en el jardín. Con su hijo Felipe se reparten las diferentes tareas del huerto. Mencionan la necesidad de continuar los aprendizajes positivos de la pandemia, la recuperación del tiempo para actividades como la agricultura urbana y su relevancia de cara a la soberanía alimentaria, las redes

* Entrevista, textos y fotografías de la agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos.



comunitarias y la independencia de intermediarios. “En el prado de la casa siempre hubo árboles frutales; un cerezo, curubo, papayuelo, tomate de árbol, brevo, feijoa, uchuva. Y en su inicio se sembraron coles de Bruselas, y yerbas dulces para controlar plagas. En 2017 decidimos dar un paso más fuerte, orientado hacia la agricultura urbana: iniciamos un plan de mejoramiento de la huerta y preparamos un sitio para procesar los desperdicios y generar compost para mejorar

los sembrados. Comenzamos a realizar actividades de jardinería y huerta, de manera conjunta. En este año [2020], culminada la fase de mejoramiento del jardín y del entorno de la huerta, dimos paso a un plan para ampliar la huerta casera. Para ello contratamos una asesoría con un experto en el tema de la agricultura urbana [Gabriel Serrano, a través del proyecto que lidera: Cosmo Ser]”. Martha Zabala (cuidadora de la huerta LAS DELICIAS)



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Jardín Itzatá* Dirección: carrera 70F n.o 117A-24, localidad de Suba Fecha de inicio del huerto: marzo de 2020 Cultivo: hortalizas y plantas para polinizadores Cuidadores: comunidad de vecinos de los barrios de San Nicolás y Pontevedra Redes: @huertajardinitzata huertaitzata@gmail.com

Itzatá significa “dominio sagrado de Itza, Princesa del Agua”. Esta huerta se conforma por una comunidad sólida, amplia y diversa, que se potenció a través de procesos de fortalecimiento y crecimiento comunitario durante las cuarentenas de la pandemia en 2020; y además surgió junto con la defensa del humedal con el que colinda: el Córdoba.

ciudad. Hoy, después de varios meses de trámites, cuentan con un permiso emitido por la Secretaría de Ambiente que les permite intervenir el espacio público de manera controlada, reglamentada y sin afectar el humedal. Bajo el término de jardín biodiverso, puede cultivarse un cierto porcentaje de hortalizas y otro mayor de plantas para polinizadores.

Allí, vecinos, cuidadores ambientales, líderes y población de todas las generaciones convergen en la construcción de un tejido, desarrollado bajo intereses comunes en torno al encuentro con lo natural. En el caso de jardín Itzatá, se reúnen alrededor de unas treinta personas.

Itzatá tiene como objetivo ser un piloto de huertas-jardín reglamentadas en los espacios públicos de Bogotá, ya que una de las dificultades que enfrenta este tipo de proyectos es la rigidez de la normativa actual. Los colectivos de agricultura urbana, que no tienen ánimo de lucro, defienden la siembra como una práctica comunitaria que promueve la seguridad alimentaria y genera espacios de participación.

Uno de los logros más relevantes ha sido la consolidación de jardín Itzatá como pionero de las huertas-jardín con licencia en la

* Entrevista, textos y fotografías de la agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos.



“Iniciando la cuarentena en marzo de 2020, entre varios vecinos realizamos un intercambio de semillas en la zona de cesión del sector III del humedal Córdoba. A partir de este encuentro vimos una serie de espacios en este lugar que habían sido habilitados como jardines polinizadores, pero que se encontraban sin mantenimiento. Al realizar la limpieza, encontramos que quedaban libres algunas áreas al interior de cada redondel en donde empezamos a sembrar algunas hortalizas que hemos cosechado oportunamente para

evitar que puedan generar algún tipo de afectación al humedal en su funcionamiento natural. Al día de hoy somos cerca de veinte personas vecinas del sector de diversas edades (veinte a ochenta años o más) que cada semana nos encontramos en estas huertas-jardín. Nuestro objetivo es ser un proyecto piloto en huertas-jardín, agricultores comunitarios, constructores de tejido social, defensores y cuidadores ambientales”. Natalia Serna (vecina y cuidadora de la huerta)



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Museo de Bogotá* Dirección: Casa de los Siete Balcones (calle 10.ª n.o 3-61); Casa Sámano (cra. 4.ª n.o 10-18), localidad La Candelaria Fecha de inicio del huerto: 2019 Cultivo: árboles frutales, aromáticas, y hortalizas y verduras Cuidadores: Área Educativa y equipo de mediación, Museo de Bogotá Redes: https://www.instagram.com/museodebogota/ https://www.facebook.com/museodebogota/

Desde 2019, gracias a un trabajo liderado por el Área Educativa y mediadores/as como Marcela Tristancho y Juan Camilo Escobar, el Museo de Bogotá comenzó a reactivar un área del solar o patio trasero de la Casa Siete Balcones y a destinar un espacio para una huerta. Esta fue pensada para conectar una red de intercambio, tanto en el entorno inmediato como con los diferentes grupos que visitan el museo. Como parte de estas acciones, se propuso un semillero para fortalecer el trueque. Las visitas y talleres fueron dando forma a la huerta, permitieron establecer diálogos con diferentes sectores de la ciudad y nuevos repertorios fueron emergiendo. El espacio se extendió a Casa Sámano, sede de exposicio-

nes temporales del museo donde, a raíz de la muestra “Formas de vida en Bogotá”, se amplió el área de la huerta con camas elevadas y áreas para compostaje, por la intervención de María Elena Villamil. La huerta se mantiene gracias a jardineros como Hugo Pedraza, y ha permitido crear una red de cuidado y solidaridad dentro del museo y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, a la que bien podemos denominar “el parche de la huerta”. La huerta combina árboles frutales (curuba, tomate de árbol, breva, guama, uchuvas), aromáticas (mejorana, tomillo, romero, menta, caléndula) con hortalizas y verduras (acelga, espinaca, kale, col, arveja, aguacate Hass y brócoli, entre otros), y genera

* Texto de José Antonio Ramírez. Fotografías de Camilo Rodríguez-IDPC



reflexiones sobre seguridad y soberanía alimentaria. Cada sección de ese espacio interior o privado se abre a un mundo que teje historias y paisajes de la ciudad y da sentido a las disputas del presente; abre nuevas posibilidades para pensar el futuro, sobre todo en su conexión urbano-rural. La huerta se ha convertido en parte del recorrido y del guion interpretativo, tanto de la exposición permanente como de la temporal.

“Contamos la historia de la ciudad a través de las plantas. Por ejemplo, el brevo es una fruta típica de Bogotá que siempre ha existido en la ciudad, incluso cuando se remplazaron las huertas por los jardines en el siglo XIX. Cada planta tiene su historia en términos de la capital, las migraciones, la medicina, los usos alternativos, cómo se cuidan y cada cuánto dan frutos, entre otras”. Maribel Zamudio (mediadora, Museo de Bogotá)



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Museo Colonial Santa Clara* Dirección: carrera 6.ª n.o 9-77, localidad La Candelaria Fecha de inicio del huerto: 2018 Cultivo: hortalizas, verduras, aromáticas, ornamentales Cuidadores: Armando Gutiérrez, Constanza Toquica, Laura Emilia Fonseca Duque Redes: https://www.instagram.com/museocolonial/

https://www.facebook.com/MuseoArteColonial/

La huerta del Museo Colonial y Santa Clara abre una ventana a la historia de la vida cotidiana de las comunidades religiosas en el mundo colonial y nos da a entender las relaciones que estas tejieron con la naturaleza, la siembra y los jardines. Dentro de los recodos de los patios del otrora colegio de los jesuitas, y en medio de tesoros que hacen parte del patrimonio cultural, como el Mono de la Pila, se encuentran los espacios donde los religiosos cultivaban alimentos y plantas medicinales, al tiempo que alimentaban sus espíritus. Si bien los muros de la vida colonial generaban mundos interiores que en este caso procuraban el resguardo del cuerpo, existen evidencias de las transacciones que tenían con las boticas del entorno y que dan cuenta de largas tradiciones de conocimiento botánico. En este

sentido, la huerta se alinea con la misión del museo de generar espacios para el diálogo en torno al patrimonio colonial y su relación con el presente, a través de su protección, investigación y comunicación, con el fin de incentivar su apropiación entre los diversos públicos. La huerta se consolidó en el año 2018 en un proceso de colaboración con el entorno comunitario. El espacio se puso a punto y se erigió un invernadero que hace las veces de banco de semillas, en un trabajo comisionado a la casa comunitaria Casa B del barrio Belén. Esta adecuación le permitió abrir sus espacios para hacer encuentros e intercambios de semillas y realizar talleres con las lideresas huerteras del centro de la ciudad, como Rosa Poveda. Hoy en día las rosas fulgurantes,

* Texto de José Antonio Ramírez. Fotografías: agrupación Buenas Hierbas



cuidadas meticulosamente en tiempos remotos por sacerdotes y discípulos, se alternan con acelgas de todos los colores, lulos y enredaderas de pasiflora o gulupa, entre muchas otras verduras y hortalizas, aromáticas, y frutales. “Un museo en primer lugar es un espacio de memoria, y este lugar donde estamos haciendo la huerta urbana era el espacio de la del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, es decir, los jesuitas en el periodo colonial, y eso se ve perfectamente en el mapa de Juan Bautista Coluccini, pues tenían un espacio

dedicado a sembrar plantas. Esta calle que está acá atrás, que es la calle 9.ª, se llamaba Calle de la Botica, entre la carrera 6.ª y la carrera 7.ª. ¿Por qué se llama Calle de la Botica?, porque los jesuitas tenían allí su botica en la que vendían medicinas sacadas de las plantas que sembraban en la huerta”. Constanza Toquica (directora del Museo Colonial En Semillas criollas, conservación y propagación, video realizado por la agrupación Buenas Hierbas, https://www. youtube.com/watch?v=Zk3pf7_nMFQ)



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Casa Museo Quinta * de Bolívar Dirección: calle 21 n.o 4A-30 este, localidades Santafe y La Candelaria Fecha de inicio del huerto: data del siglo XIX Cultivo: en un área de 396 m2, se cultivan verduras y hortalizas, aromáticas y plantas condimentarias y medicinales, cereales, pseudocereales, leguminosas y frutales Cuidadores: Hugo Pedraza, jardinero de la Casa Museo Quinta de Bolívar; Heliana

Cardona, coordinadora del Área de Comunicaciones de la Casa Museo Quinta de Bolívar

Redes: https://www.facebook.com/quintadebolivar/

https://www.instagram.com/quintadebolivar/

Uno de los mejores ejemplos de cómo el paisaje de un museo pasa de ser contexto natural a convertirse en parte inherente de su texto o narrativa, se encuentra en la Casa Museo Quinta de Bolívar. El Jardín Bolivariano de la Casa cuenta con una declaratoria patrimonial por parte del Ministerio de Cultura, y el espacio de la huerta, que tal vez era apenas notado por los visitantes del museo, se ha posicionado bajo el nombre de huerta Mestiza. El entorno natural de la casa que lo conecta con el río San Francisco o Vicachá ha permitido realizar laboratorios de reflexión sobre el agua y jornadas periódicas de avistamiento de aves. Asimismo, la huerta de la Casa Museo es epicentro de mingas y talleres que invitan al cuidado del cuerpo y del territo-

rio, al tiempo que abren ventanas interpretativas a la historia y redefinen el recorrido por su interior: el vínculo entre la cocina de la casa y la huerta marca trayectorias en las prácticas alimentarias, y los conocimientos que las salvaguardaron o adaptaron. En medio de relatos de la historia del Libertador, se encuentra el de una crónica de comienzos del siglo XX de Cornelio Hispano que dice que para Simón Bolívar la huerta tenía un lugar especial, pues cuando contrató a José María Álvarez le dijo: “te harás cargo de cuidar huertas y jardines de esta Quinta, si es que entiendes bien el oficio”. Don José María planeó entonces sembrar zanahoria repollo y otras hortalizas, como las escarolas, que son una

* Texto de José Antonio Ramírez. Fotografías: agrupación Buenas Hierbas



variedad de lechugas que aún hoy se siembran en la casa. Hoy, y desde hace más de veinte años, Hugo Pedraza es el jardinero que ha continuado esta labor iniciada en el siglo XIX en la huerta y el Jardín Bolivariano de la Casa Museo Quinta de Bolívar. Es ejemplo de un portador dedicado obcecadamente a defender ese patrimonio natural-cultural de estos espacios. Al escucharlo o verlo trabajar, queda claro que el componente patrimonial de las huertas se relaciona con el vínculo que se construye y mantiene en el tiempo y se refrenda en la práctica. También nos deja ver la grandeza de un oficio cuya humildad comienza por el trabajo mano a mano con la tierra y la naturaleza.

“Podrías decir que esta es una de las primeras huertas urbanas de Santafé que nos habla de unas mezclas, por eso se llama precisamente la huerta Mestiza, porque no solo se cultivaban plantas propias de la región, sino también traídas de fuera. Por supuesto que hay plantas medicinales y hablamos del uso que se tenía de ellas desde el siglo XIX hasta hoy. No solo la huerta hace parte de este ecosistema, sino también los jardines y sus árboles patrimoniales. La casa tiene en este momento declarados ocho árboles patrimoniales”. Heliana Cardona Cabrera (coordinadora del Área de Comunicación Educativa, Casa Museo Quinta de Bolívar. En El cuidado de la huerta y el cultivo de las relaciones, video realizado por la agrupación Buenas Hierbas, https:// www.youtube.com/watch?v=Kj8wMGFPIkY)



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huerta mestiza

Qusmuy-cabildo* muisca de Bosa Dirección: transversal 87B n.o 79C-42 sur, localidad de Bosa Fecha de inicio del huerto: 2009 Cultivo: plantas medicinales y comestibles Cuidadores: comunidad del cabildo muisca de Bosa Redes: comunicaciones@cabildomuiscabosa.org

La huerta Qusmuy se encuentra ubicada en el barrio San Bernardino en la localidad de Bosa. Este sector, anteriormente conformado por veredas, hoy forma parte de la frontera urbana de Bogotá. Bosa fue un antiguo poblado indígena, luego pueblo de indios durante la Colonia y, finalmente, uno de los municipios anexados a Bogotá en la década de los cincuenta. San Bernardino era una de las más antiguas veredas de Bosa. En las últimas décadas del siglo XX y en lo que va del XXI, la ciudad absorbió lo poco de rural que quedaba de la vereda. A cambio de su notable verdor, la urbanización llevó la contaminación al río Tunjuelito. En medio de esta degradación ambiental se encuentra la población indígena de Bosa que, en reconocimiento de sus raíces y con identidad comunitaria, se levantó como por-

tavoz de una herencia ancestral. Ejemplo de esta resistencia por la supervivencia de la naturaleza en medio de la ciudad y como recuerdo de la antigua vereda, se dio la creación de la huerta para el cultivo de plantas medicinales. Es por esta razón que allí se levantó un consultorio donde los taitas y sabedores conservan su conocimiento ancestral y atienden a los enfermos con plantas extraídas de la huerta. Aunque este lugar tuvo inicialmente un objetivo netamente medicinal, la pandemia de la COVID-19 y sus respectivas cuarentenas llevó a quienes cuidan y trabajan en la huerta a abrir camas de cultivo para plantas comestibles. El lugar es tan importante para la comunidad que allí cuentan no solo con un lugar para la atención médica tradicional, sino también

* Texto de Alfredo Barón Leal. Fotografías: Camilo Rodríguez-IDPC



con un espacio para que los niños jueguen, mientras muchas personas que habitan cerca y sienten amor por sus antepasados trabajan en la huerta. Esta es la principal huerta de otras dos que hay en el sector, además de las familiares. La huerta del cabildo de Bosa ayuda a grandes y niños a generar conciencia sobre sus antepasados y el cuidado del medio ambiente. “Llevo seis años trabajando en la huerta, mi principal trabajo es sembrar plantas, arreglar las camas de sembrado y el cuarto de herramientas. Hace doce años este cabildo

desarrolló la huerta en un terreno aledaño a esta, su sede principal. Lo bautizaron con el nombre de Muscuy y construyeron un salón sagrado con materiales naturales, como barro y techo de paja, donde se realizan rituales. Aquí se cultivan principalmente plantas medicinales, como romero, ruda, yerbabuena, sauco, tabaco, caléndula, siete esencias, y otras comestibles, como lechuga, acelga, calabacín, cilantro, mazorca, espinaca, fresa, zanahoria, pepino y coliflor”. Víctor Alonso (miembro de la comunidad y trabajador de la huerta)



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huerta el renacimiento

Casa de la Lluvia y Huertopía*

Dirección: calle 12B sur n.o 21A este-1 a 21A este-71, barrio Cecilia, Alto Fucha, localidad San Cristóbal Fecha de inicio del huerto: 2021 Cultivo: aromáticas, hortalizas, verduras y frutales de invernadero, como tomate, y plantas ornamentales Cuidadores: comunidades de los barrios La Cecilia, Laureles y ecoterritorio Alto Fucha Redes: https://www.facebook.com/groups/la-casa-de-la-lluvia-de-ideas-642884652405040/

https://www.facebook.com/colectivahuertopiafucha/

La palabra Huertopía, combinación de huerto y utopía, enuncia la conexión que se teje en la práctica de cultivar, la identidad política, la búsqueda de autonomía, y las formas de activismo y transformación socioambiental en el territorio. Cuando se habla de Huertopía en Bogotá, y concretamente en la localidad de San Cristóbal, se hace referencia a tres huertas ubicadas en el barrio Laureles, en el Alto Fucha (Huertopía 1.0, 2.0 y 3.0). En esta zona, la red de huertas cuenta al menos con doce espacios, por ejemplo huerta Tabanoy, huerta Sembrando Ilusión, Semillas de Conchita, huerta Suyai o Diosa Fucha, huerta Guacamayas, huerta La Roca, huerta Altos del Zuque y huerta El 8, ubicadas en los barrios de Aguas Claras, Los Laureles, La Cecilia, Gran Colombia, Manila, * Textos y fotografías de José Antonio Ramírez.

Montecarlo, San Cristóbal Alto, entre otros. Se habla de una red que se conecta con el nodo de biodiversidad del barrio Corinto y con procesos comunitarios de restauración de las quebradas El Delirio y Pozos Colorados, y es parte de un proceso social que ha resistido proyectos de reasentamientos e intervenciones de índole privada y pública sobre los cerros Orientales. Desde la red se cultiva el sentido de pertenencia y el reconocimiento alrededor de la ética del buen vivir y de cuidado de la vida, y se genera una forma de expresión y conciencia territorial en torno a las propuestas de ecobarrios o ecoterritorios. Huertopía surgió hacia el año 2014, cuando retomó un proceso de mejoramiento ambiental llamado Sembraluna que venía desde 2005.



Aunque las huertas que han recibido el nombre de Huertopía se ubican principalmente en el barrio Los Laureles, se destaca el rol que también ha desempeñado en el barrio La Cecilia la biblioteca comunitaria Casa de la Lluvia, construida de la mano del Laboratorio Arquitectura Expandida, donde, además de prestar servicios a la niñez del barrio, se ha constituido un epicentro de encuentros intergeneracionales, urbano-rurales y todo tipo de talleres culturales y ambientales, de reflexión y de memoria barrial. En medio de la pandemia, la comunidad del barrio, con la Secretaría Distrital de Ambiente, ha comenzado a diseñar e implementar la huerta El Renacimiento en el área contigua a la biblioteca, donde se cultivan hortalizas, aromáticas y algunos frutales en medio de las camas y el invernadero de guadua. “La huerta para nosotrxs, más que un espacio físico, es una excusa para encontrarnos, para dialogar, para pensar y soñar nuestro barrio… La

huerta posibilita aprender el principio del cuidado de la vida, es ese microterritorio de lo que nosotrxs soñamos como ese ecoterritorio del Alto Fucha, porque es ahí donde se transforman las relaciones con el vecino, con el hermano, con la hermana”. Jhody Katherine Sánchez Beltrán (bióloga, lideresa huertera de Huertopía)

“La huerta El Renacimiento significa mucho para la comunidad, porque es como volver a ver el renacer del campo en la ciudad, es como recordar esa parte de la tierra que tenían nuestros campesinos. El Renacimiento viene a hacer esa parte de recordar el trabajo que hacen ellos; protegiendo todo lo que está a nuestro alrededor y estando vinculado con los procesos de articulación, participación y resistencia, por eso se llama la huerta El Renacimiento. Y la Casa de la Lluvia significa muchísimo… La huerta y la Casa de la Lluvia para nuestras comunidades ya son un patrimonio barrial y local”. Franz Elías Rancheros (líder comunal y habitante del barrio La Cecilia)



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Guerreros y Guerreras. Unidos/as en Acción* Dirección: calle 144C n.o 147A-20, Fontanar del Río, localidad de Suba Fecha de inicio del huerto: 2004 Cultivo: en una extensión de 1.600 m2 hay gran variedad de especies frutales, aromáticas, plantas medicinales, cereales y hortalizas Cuidadores: Melba Castrillón y habitantes de la urbanización Fontanar del Río Redes: https://www.facebook.com/huerta.guerreros.

La huerta Guerreros y Guerreras es un proyecto comunitario ubicado en un área de manejo ambiental, aproximadamente a unos 400 metros del jarillón del río Bogotá. Es parte de la urbanización Fontanar del Río, que fue pensada principalmente para personas desplazadas y víctimas de la violencia a comienzos de la década del 2000. La huerta es fruto del cooperativismo, la asociatividad y la lucha comunitaria, que logró dejar zonas comunes destinadas para la agricultura urbana y prácticas ambientales y transformar un espacio que era usado como basurero. Melba Castrillón, la principal cuidadora y lideresa de esta huerta, la asocia a un proceso de restauración social, económica y cultural que ha permitido a

muchas familias no solo cultivar para el autoconsumo, mejorar su seguridad alimentaria y generar algunos excedentes para comercializar, sino también propiciar un punto de trabajo comunitario alrededor de la tierra, elemento clave de su identidad. Las manos que cultivan Guerreros y Guerreras contienen historias de resiliencia de familias desplazadas y víctimas de la violencia, pero también de unidad en la acción, de encuentro intergeneracional, de búsqueda de espacios de esparcimiento y aprendizaje. En esta huerta comunitaria participan 18 agricultores/as que se alternan las eras y cultivan más de 59 especies de verduras y hortalizas, aromáticas, condimentarias, medicinales, cereales, pseudocereales, leguminosas,

* Texto de José Antonio Ramírez. Fotografías: Camilo Rodríguez-IDPC.



frutales y plantas ornamentales. La huerta tiene manejo de aguas lluvias y el de los residuos orgánicos se realiza través de compostaje y lombricultivo; la fertilización es de manejo agroecológico e inorgánico, y se utilizan como insumos compost y humus de lombriz. La huerta, parte del piloto Sua-Sia, Ruta Agroecológica del Sol y el Agua, cuenta con parqueadero y acceso de transporte público, protocolos de bioseguridad, y sus cuidadores/as están en un proceso de fortalecimiento para realizar recorridos y talleres prácticos. “Para nosotros es una bendición, es una terapia. Amamos la tierra

y amamos lo que hacemos. La huerta nos ha ayudado a tener un mejor ambiente, más sano, nos ha dado seguridad alimentaria, sobre todo ahora con la escasez que hubo en pandemia, todo lo que cultivamos es nuestro alimento. También nos ha ayudado a fortalecer el tejido social, personas de distintos barrios y sectores de la ciudad que vienen a comprar productos orgánicos limpios. Nos ha ayudado también a recoger todos los residuos y de enviar menos cosas a doña Juana. Nos ha ayudado a tener más interacción con los vecinos. Tener la huerta nos da la alegría de volver a cultivar”. Melba Castrillón (lideresa y habitante del barrio Fontanar del Río)



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Cobá: el hogar de las abejas* Dirección: carrera 90 con calle 159A bis, barrio El Salitre, localidad de Suba Fecha de inicio del huerto: 2019 Cultivo: extensión de 2.500 m2 con cultivos de aromáticas, plantas medicinales y hortalizas. El proyecto combina agricultura y apicultura Cuidadores: Johnny Ramírez y familia Redes: https://www.instagram.com/cobahogardelasabejas/?hl=es

https://www.facebook.com/pg/cobahogardelasabejas/posts/

La huerta Cobá, el hogar de las abejas, está ubicada en el barrio El Salitre de la localidad de Suba. Consolidada en el año 2019, tiene una extensión de 2.500 m2 sobre un suelo blando en piedemonte, donde se cultivan más de 45 especies de plantas, incluyendo verduras y hortalizas, aromáticas, medicinales, condimentarias, leguminosas, frutales, entre otras. La cosecha de la huerta es para autoconsumo y venta a la comunidad en general. La creación y fertilización de suelos es de manejo agroecológico, y se utilizan como insumos compost, humus de lombriz, bokashi, biol supermagro, caldos minerales, fosfitos y harina de rocas. Johnny Ramírez, de 28 años, quien es el principal cuidador de la huerta, ha recogido la expe-

riencia de más de 30 años de su papá y su tío en apicultura para combinarla con agricultura y potenciarla con su formación como ingeniero ambiental. El nombre Cobá teje una relación con la cultura maya del Yucatán y hace alusión al templo del dios Abeja y a las ruinas arqueológicas que aún se conservan en Guatemala. La búsqueda de Johnny y otras huertas por la conexión con refrentes indígenas es constate en Suba, donde el legado indígena y su salvaguarda por el cabildo muisca han contribuido en casos como el de la huerta Mirador de los Nevados, para darle mayor densidad de sentido patrimonial a la práctica de la agricultura urbana. Cobá muestra también la conexión entre apicultura y agricultura, la reflexión sobre el rol de los polinizadores en las huertas y

* Texto de José Antonio Ramírez. Fotografías: Camilo Rodríguez-IDPC.



las posibilidades de producción y venta de miel: del trabajo de Johnny con las abejas Apis mellifera se produce bálsamo para labios, hidromiel (vino), propóleo (jarabe) y mielmelada. Además de ser un proyecto de agricultura y apicultura, Cobá es una granja, lo cual es común en los bordes urbanos, como lo es esta zona de la localidad de Suba, donde la agricultura se llama a sí misma periurbana y se ubica en medio de la ganadería, lotes de engorde, casas y restaurantes campestres, colegios entremezclados en las fronteras de los cascos de las otrora municipalidades sabaneras, asentamientos infor-

males y los primeros brotes del mundo suburbano. Pero, más que un legado del pasado que queda atrapado en un paisaje sabanero cambiante, Cobá es un proyecto emergente que combina saberes y técnicas, y que reclama su futuro productivo y su lugar como epicentro ecoturístico, al ser parte del piloto Sua-Sia, Ruta Agroecológica del Sol y el Agua. “Coba es una huerta autosustentable donde todos los organismos encuentran un equilibrio ecosistémico y donde cada organismo cumple su función contribuyendo con el medio ambiente”. Johnny Ramírez



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Girasoles, parque Entre Nubes* Dirección: Aula Ambiental Parque Ecológico Distrital de Montaña Entre Nubes (cra. 4.ª este

n.o 51B sur-1 a 51B sur-35, Bogotá), frontera entre las localidades de San Cristóbal, Rafael Uribe Uribe, y Usme Fecha de inicio del huerto: 2003 Cultivo: hortalizas, tubérculos y aromáticas sembrados en terrazas. Cuenta con invernadero, banco de semillas y composteras Cuidadores: Fundación Huerta Girasoles (Gregorio Romero, Teresa Cruz, Orlando López,

Marta Ríos); habitantes de barrios aledaños; gestores/as ambientales de la Secretaría Distrital de Ambiente, como Clara Triana, profesores/as y colectivos dedicados a educación ambiental, ecoturismo o trabajo comunitario

Redes: http://www.ambientebogota.gov.co/web/web-ninos/parque-ecologico-distrital-

montana-entrenubes

Hay huertas urbanas que se circunscriben a procesos socioambientales o de defensa del patrimonio natural y cultural, que han marcado de forma decisiva el paisaje de la ciudad. Ese es el caso de la huerta Grande, que hace parte del hoy llamado Parque Ecológico Distrital de Montaña Entre Nubes, fruto de una lucha continua de más de 30 años de movimientos del suroriente de la ciudad, que se concretó en el 2003 con el reconocimiento del parque y su posterior inclusión en el Plan de Ordenamiento Territorial. El parque hoy cuenta con una extensión de 626 hectáreas, un perímetro de 30 km y es conformado por los cerros de Guacamayas, Juan Rey y Cuchilla del Gavilán, de las

localidades de Rafael Uribe, San Cristóbal y Usme. La huerta Grande es una de las 10 huertas que, en conjunto, se articulan con el Aula Ambiental del parque, y suman 1.200 m2 de siembra trabajados por 57 familias de los barrios El Triunfo, Canadá Güira, Nueva Roma, Altamira, Santa Rita, Villa del Cerro, Rincón del Cerro, entre otros cercanos a la quebrada La Nutria. Algunas de estas familias o colectivos encuentran espacios que no tienen en sus casas; otros/ as tienen huertas, pero vienen a buscar plántulas e insumos, establecer intercambios, encuentros comunitarios o procesos de educación ambiental, como el que

* Texto de José Antonio Ramírez. Fotografías: Camilo Rodríguez-IDPC.



realiza la profesora Luz Marina Valiente con niños; o recorridos ambientales, como el que llevan a cabo Gina Rincón y el colectivo de cuidadoras ambientales de Rincón del Cerro. Huerta Grande se distingue por sus cultivos en terrazas, por su invernadero que también hace las veces de banco de semillas y por el entorno de biodiversidad que le da estar metida entre la montaña. Dentro de cultivos diversos que muestran el uso de alelopatía, el trabajo orgánico y el rescate de algunas semillas nativas, sobresale el pepino dulce o melón de árbol, cultivo andino más cercano a las solanáceas, como la papa y

el tomate, o el pepino verde, de la familia de las cucurbitáceas, que además de tener un uso gastronómico es empleado para tratar problemas renales. “El Plan de Manejo Ambiental ha buscado que grupos comunitarios se apropien y defiendan el parque a través de las huertas y el trabajo del Aula Ambiental, al tiempo que se dan a conocer esos conocimientos campesinos, se mejoran los hábitos alimenticios y se fortalece el diálogo intergeneracional”. Clara Triana (gestora de la Secretaría Distrital de Ambiente y residente del sector, quien ha recogido un trabajo realizado por varios gestores/as desde 2003)



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Miralta

Dirección: calle 59 n.o 4-56, localidad de Chapinero Fecha de inicio del huerto: 2018 Cultivo: cebollas, puerros, coles, hierbas y ruibarbo Cuidadores: Juliana Van Hemelrick Redes: @fermentandolotodo, @microcosmos.chapinero , www.microcosmos.com.co

Creada en una zona comunitaria de un edificio en Chapinero Alto, fue impulsada por Juliana van Hemelrick, arquitecta de profesión, cuyo interés se centra en explorar la parte comestible del paisaje (huertas urbanas, agricultura, frutales, bosques comestibles). Esta huerta es un ejemplo de cómo un área subutilizada puede convertirse en un espacio productivo, de intercambio y de experimentación. La huerta se organiza a partir de una serie de cajones dispuestos en una zona del jardín que se encuentra en pendiente. Allí cultiva frijoles nativos, habas y aromáticas, entre otras plantas, las cuales utiliza en la preparación de fermentos y conservas que alimentan su proyecto @fermentandolotodo, desde donde se crea una relación directa entre los microorganis-

mos de la huerta y sus productos. Como señala Juliana, “es una forma de relacionarse directamente con la tierra, de crear ecosistemas que son mundos entre mundos, en donde la fermentación es algo natural que sucede”. Para Juliana, el tener alimentos en el espacio público puede ser una forma de conocer cómo se producen estos y cómo se pueden implementar maneras más sostenibles de consumo. Afirma que la agricultura es una práctica que actualmente hace parte de muchos sistemas urbanos, por ejemplo, la Red de Ciudades Comestibles (Incredible Edible Network https://www.incredibleedible.org. uk/ ), que incluye regeneración y hábitos de consumo que no tienen que ver con el petróleo; ciudades kilómetro cero donde las cosas están a la mano.

* Texto de Ximena Bernal. Entrevista y fotografías de la agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos.



“Siempre he tenido mucho amor hacia las plantas, comencé en una oficina de paisajismo que era como una pequeña granja. Por el afán de no quedarnos sin frutas, comencé a conservarlas de distintas formas: al principio las congelaba, después comencé a hacer quesos, postres, panes, hasta que poco a poco me apasioné por el tema de los alimentos vivos, que va muy de la mano con crear una pequeña huerta. En una huerta uno crea un pequeño ecosistema perfecto. La agricultura no solamente es una actividad productiva, sino un

aprendizaje de todo el trabajo que está detrás. De la mayoría de los alimentos la gente no tiene la menor idea de cómo llegan a su mesa. Estas prácticas (agricultura) ayudan a tomar mejores decisiones de qué se consume, de dónde viene. Un buen ejemplo es la permacultura, que intenta estudiar los patrones y los fenómenos de la naturaleza para recrearlos y dejar el lugar donde uno está mejor de lo que estaba. Estas prácticas las podemos aplicar en la ciudad”. Juliana van Hemelrick



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Tomate de árbol. Huerta urbana en Bogotá. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC










Kale de una huerta urbana en Bogotá. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC








Huerta La Favorita en la localidad de los Mártires. Fotografía: Laura Ardila-FUGA










Huerta de Medea. Fotografía: agrupación Redes y Relatos de Agricultores Urbanos








Huerta Entrenubes. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC










Huerta urbana en San Cristóbal. Fotografía: Margarita Mejía-IDPC








Huerta Suba Guerreros y Guerreras. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC












Cannabis en medicinal en una huerta urbana. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC Planta de Cannabis de uso medicinal una huerta urbana en Bogotá.


Huerta urbana en una terraza en San Cristóbal sur. Fotografía: Margarita Mejía-IDPC



Los animales como parte del ecosistema en una huerta urbana en Suba. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC



Ají dulce en una huerta urbana en Bogotá. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC


Ají dulce en una huerta urbana en Bogotá. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC


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