Hojas de Café N°6

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Bogotá, Colombia. Número 6. 2014

Edición de cuatro páginas

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Hojas de café Bogotá en un Café. Los cafés como elementos revitalizadores del centro tradicional.

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Publicación gratuita del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural Entidad adscrita a la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de la Alcaldía Mayor de Bogotá.

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www.patrimoniocultural.gov.co Calle 12 b no 2–58 3550800

Cuatro tazas de Café Diálogos en los Cafés tradicionales de Bogotá Entrevistas: Estefanía Almonacid y Nubia Lasso. Edición: Alfredo Barón y Olga Pizano

Guillermo Villarraga. Salón la Fontana. Fotografía Margarita Mejía-IDPC. 2014

Salón La Fontana “Hay que compartir mesa con quien sea”

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uillermo Villarraga es contador y tiene su oficina en el edificio Henry Faux en la avenida Jiménez con carrera Séptima. Tiene 85 años, viste traje oscuro, camisa blanca y corbata. Todos los días sale a hacer vueltas de trabajo y a tomar la merienda en el Salón La Fontana. Un sábado a mediodía accedió a hablar con Hojas de Café. ¿Cómo conoció el salón La Fontana? Casualmente, fue por un amigo, Carlos Duran Bazurto, que era amigo íntimo de don Carlos

Torres, el creador de La Fontana. El día en que don Carlos tomó el local vino Carlos Durán, pues él también lo quería. Pero cuando llegamos, se le había adelantado como por media hora don Carlos Torres. Desde ese día conozco yo eso. Yo iba muy de vez en cuando, ahora voy todos los días a tomarme un café. ¿En su juventud frecuentaba otros Cafés? Yo tenía un poeta amigo que era José Vicente Cristancho que cuando estaba inspirado iba

con un cachaco bogotano muy querido que se llamaba Gonzalo Pardo Bejarano y conmigo a El Cisne. Ahí hizo un poema que se llama La Rosa que en 1944 se ganó un premio en las páginas literarias de El Tiempo. Ese poema lo hizo en El Cisne, en presencia de Gonzalito Pardo y mía tomando tinto. Fui a otros como el Luis XV. Un amigo iba al Windsor y él y mi padre debieron conocer la Botella de Oro. Después al Pasaje y al San Moritz, a donde voy a veces cuando subo de la Cámara de Comer-

cio en la calle 16, donde entro a “peinarme”. Entonces el embolador cuando me ve me dice: ¿va a peinarse? Y le digo sí, por eso vengo de afán. A veces tomo perico. Ahora voy todos los días a La Fontana. Me tomo un perico con pan cuando me bajo del Trasmilenio antes de entrar a la oficina. Mi papá, José Antonio Villaraga, tomaba tinto en el Café San Marino que era por detrás del Palacio de Justicia. Mi papá era amigo de Frailejón, el pe-

riodista. El papá de Frailejón era Federico Rivas Fraile, él si fue de la Gruta Simbólica. Frailejón ya fue de El Automático. En La Gruta Simbólica, había unos tipos muy ingeniosos, como Clímaco Soto Borda. Una vez un señor que iba a las barras de la Gruta Simbólica, vio a Clímaco en Las Cruces molestando a una muchacha. El señor era muy serio, llevaba una capa y la muchacha se asustó. Darío era el viejo de la /véase página 2


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