PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA DE BOGOTÁ. TOMA DE DRON. SE OBSERVA EL PLANO DE LA SABANA DE BOGOTÁ EN EL SECTOR DEL JARDÍN INTERNACIONAL, 2021. FUENTE: FOTOGRAFÍA DE OSCAR DÍAZ-IDPC
ALCALDESA MAYOR DE BOGOTÁ
Claudia López Hernández SECRETARIO DE CULTURA, RECREACIÓN Y DEPORTE
Nicolás Montero Domínguez DIRECTOR INSTITUTO DISTRITAL DE PATRIMONIO CULTURAL
Patrick Morales Thomas SUBDIRECTORA DE DIVULGACIÓN Y APROPIACIÓN DEL PATRIMONIO
Angélica María Medina Mendoza *** AUTORA
Sandra Reina Mendoza ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN
Andrés Albarracín Salamanca COORDINACIÓN EDITORIAL Y EDICIÓN
Ximena Bernal Castillo DISEÑO GRÁFICO
Yessica Acosta Molina REVISIÓN HISTÓRICA, GESTIÓN Y CONSECUCIÓN IMÁGENES DE ARCHIVO
Alfredo Barón Leal CORRECCIÓN DE ESTILO
Bibiana Castro Ramírez FOTOGRAFÍAS
Camilo Rodríguez-IDPC Oscar Díaz_IDPC Carlos Lema-IDPC Hanz Rippe-IDPC Jorge Rodríguez-IDPC Archivo de Bogotá Archivo fotográfico de Sady González. 1938- 1949, Colección de archivos especiales. Sala de libros raros y manuscritos Biblioteca Luis Ángel Arango. Banco de la República Archivo General de la Nación Colección Álbum familiar de Bogotá-Museo de Bogotá Colección Museo de Bogotá Instituto Geográfico Agustín Codazzi Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá IMPRESIÓN
Buenos & Creativos S.A.S. ISBN
978-958-53758-0-2X AGRADECIMIENTOS
Andrés Albarracín, Angie Espinel, Paula Matiz, Claudia Montagut, Carlos Niño Murcia, Jorge Ramírez Nieto, Ana María Rojas Eraso, Diego Romero, Juan Pablo Rondón. IMAGEN PRIMERA PÁGINA: EVENTO CON OVEJAS EN EL PARQUE NACIONAL. 1965. COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: RAFAEL GONZÁLEZ SEGURA IMAGEN PORTADA: AEROFOTOGRAFÍA PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1955. IGAC, VUELO C-743, SOBRE 2857, FOTO 976 IMAGEN CONTRA PORTADA: PRÁCTICA DE PATINAJE EN EL PARQUE NACIONAL, CA. DÉCADA DE LOS SESENTA. FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ, MDB18352
EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA EN BOGOTÁ
Contenido 11/ PRÓLOGO 17/ PRESENTACIÓN
19 29 71 115 145 171 209
INTRODUCCIÓN 19/ Una mirada prospectiva, ecológica y significativa del parque LA INICIATIVA Y EL LUGAR 29/ La necesidad de un nuevo parque para la República Liberal 34/ Dígale al Ministro que si necesita un lote… 38/ El parque Nacional es la cuenca alta del río del Arzobispo: coser la ciudad 58/ La compra de terrenos para el parque Nacional EL PARQUE URBANO COMO INSTRUMENTO PEDAGÓGICO El diseño del parque Nacional 71/ Carácter del parque Nacional: modernidad, educación y vegetación 75/ Los técnicos y los primeros planos 81/ La obra y la inauguración EN CUERPO Y ALMA Deporte, embellecimiento y diversión, 1934-1964 115/ Ciudadanía y deporte 118/ “¡Bustos no, por la Virgen!” 132/ La Ciudad de Hierro 140/ El paseo de olla y la foto en el Parque UN PAISAJE RECONSTRUIDO El parque pierde su gracia, 1965-1995 145/ Parque arriba, parque abajo 160/ El Tanque, fin de la Ciudad de Hierro 163/ El zoológico LO NACIONAL DEL PARQUE NACIONAL ¡A protestar al parque Nacional!, 1995-2021 171/ La Declaratoria 184/ De los coleccionistas al cruising 200/ Rosa Elvira 202/ El parque Nacional como avanzada de la manifestación política EPÍLOGO 218/ BIBLIOGRAFÍA
VENDEDOR DE ALGODÓN DE AZÚCAR EN EL PARQUE NACIONAL, 2000. FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: WARDA SHAKER ARIAS
CIUDAD DE HIERRO. CARRUSEL DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1963 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: OLGA LUCÍA TRIVIÑO.
Prólogo En la geografía se constatan los hechos trascendentes de la historia. Esa afirmación guía la lectura del libro de Sandra Reina sobre el parque Nacional. El acercamiento al territorio como la base del estudio histórico, la comprensión y el análisis del lugar es fundamental para entender los hechos urbanos. Hace ya unas décadas fue ese el sustento de cursos académicos interdisciplinares sobre la conexión entre la ciudad y sus ríos. El territorio urbano, considerado desde la hidrografía, soporta la relación vital entre la sociedad, la naturaleza y la historia, que es de larga vigencia. Desde la comprensión de las huellas dinámicas de los cauces de los ríos es posible pensar, caracterizar y proponer espacios de uso colectivo con valores ambientales y culturales. Las huellas de los cauces y las rondas de los ríos, con sus direcciones, pendientes, paisajes, y vegetaciones ligadas, habitadas por diversas comunidades, generan marcas culturales. La permanencia en el tiempo histórico de ese vínculo induce temas de cultura patrimonial. En términos de análisis, es necesario entender los componentes de esa relación como un todo sistémico, que involucra espacios y tiempos multiescalares, que deben ser estudiados desde miradas interdisciplinares. Al observar las escalas amplias, los panoramas, nos acercan a la comprensión de los fenómenos ambientales. En la media escala surgen imágenes de los espacios construidos, que miramos y recorremos desde los espacios urbanos. La escala próxima, la que perciben con detalle nuestros sentidos, la constituyen los objetos arquitectónicos, los elementos de uso del mobiliario urbano, los detalles y texturas de los materiales y elementos que encuadran nuestros recorridos. La relación de escalas es parte inherente del mundo que nos rodea y, para su comprensión, podemos entenderlas como sistemas articulados, que se agrupan en un todo dinámico.
En sentido temporal, hay que considerar las diferentes duraciones, sus rastros y sus magnitudes. La larga duración refiere pasados geológicos lejanos, fenómenos de la orogénesis de muy lenta transformación. La duración media atiende a manejos antrópicos del territorio, cambios de coberturas naturales, elaboración de canales de irrigación y construcción de conjuntos habitables. La historia de la ciudad, en términos generales, narra la cronología de la construcción cultural de mediana duración. La corta duración, la que acompaña vivencias humanas, contrasta el actuar diferenciado de las generaciones, hace parte de los procesos de la habitación social y sus expresiones de comunidades contemporáneas.
LA CIUDAD VISTA DESDE EL PICO DEL ÁGUILA EN EL PARQUE NACIONAL. 2020. FUENTE: FOTOGRAFÍA JORGE RODRÍGUEZ-IDPC
Así, los cursos académicos que estudian los hechos urbanos en su relación con el despliegue de quebradas, escorrentías y ríos permiten ir decantando una metodología en la que lo físicoespacial, lo ambiental y lo simbólico se superponen en el análisis de los lugares que habitamos. En este ámbito, en experiencias conjuntas con grupos multidisciplinares, compartimos con Sandra Reina, desde su mirada que privilegia la profundidad de lo histórico, procesos de análisis de lugares urbano-patrimoniales; allí procuramos entender la cualificación patrimonial de lugares con riqueza ambiental singular: Lorica en Córdoba, Iza en Boyacá, los Cojines del Zaque en Tunja, Playa de Belén en Santander. En el análisis patrimonial partimos de la comprensión integral espacio-temporal del territorio. Desde la perspectiva urbano-ambiental, como método de indagación, hemos recorrido, paso a paso, con curiosidad, sin prisa, centros históricos, lugares patrimoniales, arqueologías míticas, que hacen parte de culturas expandidas, asentadas en amplios territorios geográficos. El parque Nacional es uno más de estos ejemplos trabajados en conjunto. Nos encargamos, hace ya un par de años, del proceso de diagnóstico del Plan Especial de Manejo y Protección del parque
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Nacional. Como en los anteriores, partimos del entendimiento de la unidad cerros-río-sabana como la escala que debía dar pie a la comprensión del territorio para su manejo, mejoramiento y conservación. El territorio integral del parque, el sistema hídrico y la cuenca del río del Arzobispo fueron elementos destacados para el estudio de este lugar urbano. La primera constatación fue determinar el límite real del área de estudio. Si bien la comunidad manifiesta su deseo de un enorme parque para la ciudad, aduciendo que el parque es la expresión natural de los cerros en la ciudad, en nuestro caso priorizamos la presencia definidora de la cuenca del río del Arzobispo. El diagnóstico se sustentó sobre el reconocimiento y valor de la superficie pendiente del cerro, en su secuencia de concavidades y convexidades, y la conformación telúrica de la cuenca hídrica. Se reconoció el parque en su extensión natural, no solo en la inmediatez del área del cerro que se extiende desde la carrera Séptima, como borde urbano, hasta las inmediaciones de Monserrate. Lo entendimos como sistema hídrico ambiental que se conecta con la suave pendiente oriental de la sabana hasta el cauce mismo del río Bogotá. Así, la cuenca del río del Arzobispo, sus afluentes y sus afluencias se extienden desde el cerro hasta el río y la sabana. La trama de la ciudad de Bogotá mantiene en su conformación y en los aportes de urbanistas como Karl Brunner las huellas del paso de los corredores hidroambientales del territorio.
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Los aportes históricos en el libro de Sandra Reina van más allá de los recuentos convencionales de la cronología del parque Nacional; ella lo presenta como un hecho urbano ambiental. La lectura del texto nos invita a entender que la escala de una pieza urbana no puede limitarse a la presencia de conjuntos vegetales, nativos y foráneos, entretejidos por bordes y caminos minerales para el recorrido casual de los ciudadanos. El parque Nacional, según la propuesta contenida en las
páginas del libro, es la construcción de un lugar donde se evidencia la articulación interescalar de la geografía con las diferentes duraciones de los tiempos registrados en la historia de la cultura. El hilo de Ariadna, que liga pasado y presente, traza una fisura, un ecotono dilatado, donde la naturaleza de las vegetaciones, faunas y floras se introduce por un corto trecho de tejido urbano, para luego brotar retornando algunos de sus atributos ambientales, en la amplia sabana, el río Bogotá y su ronda. Recorrer la ciudad de oriente a occidente, partiendo del límite alto del parque Nacional, es un ejercicio de memoria de tiempos y lugares que sintetizan la complejidad de la historia extensa de Bogotá y de un sector vital de la sabana. Un compañero imprescindible en este viaje es el libro cuya lectura iniciará el lector en las próximas páginas. Ana María Rojas Eraso
MAPA DE COLOMBIA, S.F. REEMPLAZADO POR EL ACTUAL MAPA EN RELIEVE DE LA SABANA DE BOGOTÁ. FUENTE: FONDO DANIEL RODRÍGUEZ. COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC
PARQUE NACIONAL. 2021. FUENTE: FOTOGRAFÍA CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC
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Presentación Cuando se hace referencia al parque Nacional, predomina la percepción de que su distribución se dispone en sentido sur-norte sobre la carrera Séptima de Bogotá. En esta ocasión, Sandra Reina nos invita a observar este lugar a partir de otra perspectiva espacial: la de oriente-occidente, en donde la cuenca del río del Arzobispo, que atraviesa el espacio desde los cerros, es la que define la forma, la configuración y las riquezas vegetal e hídrica del parque. Entender la disposición del territorio en su dimensión oriente-occidente resulta clave para transfigurar y ampliar la relación que se establece con este pulmón verde de la ciudad, dado que fue la cuenca del Arzobispo la que orientó el tejido de la traza de la ciudad colonial con la de las nuevas urbanizaciones que comenzaron a surgir en este tramo de la capital hacia la década de los treinta; y la que, además, ha permitido que la riqueza natural del entorno haya sobrevivido a los avatares de la expansión urbana. A diferencia de otros parques construidos por particulares y con la participación de intereses privados, el parque Nacional fue el primero concebido y desarrollado con vocación pública en la ciudad. El gobierno de la República Liberal de Enrique Olaya Herrera promocionó, a través de un proyecto pedagógico y salubrista alrededor de lo que significaba ser ciudadano, el acceso de las clases populares a espacios al aire libre en donde pudieran practicar deportes y actividades recreativas. Ahora bien, uno de los aspectos más notables en la trayectoria histórica del parque es la profundidad con que su impronta simbólica se instaló en los modos de habitar la ciudad, que se ha mantenido viva en la memoria y en el devenir cotidiano de bogotanas y bogotanos. Desde sus inicios, tal como puede verse en la gran cantidad de imágenes provenientes de archivos fotográficos y álbumes familiares que se presentan en las páginas siguientes, el parque fue el lugar que acogió los paseos, itinerarios y toda clase de prácticas para el esparcimiento de la ciudadanía, especialmente durante la época en que contó con su memorable ciudad de hierro.
Si bien las dinámicas colectivas recreadas en el parque Nacional han sufrido momentos de decaimiento, desde la década de los años noventa hasta hoy, este territorio ha sido escenario de múltiples reapropiaciones y asignaciones de sentido que han vigorizado su presencia en el contexto urbano. Además de seguir siendo uno de los sitios de encuentro emblemáticos de la ciudad, ha transitado a través de expresiones, emociones y designaciones que van desde la aprensión por asuntos de inseguridad y delincuencia, hasta la animosidad con la que se viste tras haberse convertido en uno de los lugares más importantes de concentración en el marco de las movilizaciones sociales de los últimos tiempos.
DOMINGO EN EL PARQUE NACIONAL. 2021. FUENTE: FOTOGRAFÍA CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC
En este sentido, quizás una de las demostraciones más relevantes de identificación y afecto por parte del colectivo ciudadano hacia este lugar —más allá de su declaratoria oficial como Monumento Nacional— es la de haber sido defendido con tenacidad por usuarios y vecinos hace apenas un par de años, cuando la integridad del parque se vio amenazada por el proyecto urbanístico que pretendía abrir paso al sistema de trasporte masivo Transmilenio sobre la carrera Séptima. Son estas algunas de las razones que animaron la edición de esta publicación desde el sello editorial del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural: dar cuenta de cómo un lugar, concebido como público hace más de ochenta años, ha permanecido en la memoria y en la cotidianidad de los habitantes de la ciudad bajo esa misma vocación, la de estar abierto a múltiples usos, nuevas relaciones y diversas prácticas que permiten que hoy el parque sea percibido como propio por parte de la ciudadanía. Motivación que se alía, además, con la de propiciar un cambio de perspectiva que nos permita otorgarles al río y a su cuenca el valor que les corresponde en tanto elementos que cosen, nutren y dan soporte a la existencia de este gran espacio en Bogotá. Patrick Morales Thomas Director Instituto Distrital de Patrimonio Cultural
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Introducción
Desde el punto de vista histórico, el origen del Gran Parque Nacional en Bogotá evidencia dos intencionalidades respecto del territorio urbano existente en los años treinta del siglo XX: el reconocimiento y valor de la cuenca hídrica del río del Arzobispo y la necesidad de “coser” un tejido urbano que crecía “a saltos” sin que se hubiera realizado un control municipal. Para la época de origen del parque (1934), ya estaba exacerbada la angustia por la falta de higiene y los peligros para la salud a raíz del mal manejo de las aguas a cielo abierto de los ríos que abastecían a la ciudad y que al tiempo desaguaban las inmundicias. La incompatibilidad entre río y habitación, más aún si esta era de baja condición social, había cobrado vidas y devaluado el espacio urbano. Los problemas de una cuenca sin control derivaban, ya lo sabían, en graves problemas sanitarios, sociales e incluso de índole moral. Esto en gran medida explica la ubicación del Gran Parque a lado y lado del cauce del río del Arzobispo, el cual no contaba con la misma intensidad de ocupación que había existido en otros ríos del centro, los cuales para esta época prácticamente ya habían desaparecido bajo una capa de pavimento.
Estaba además en medio de los dos crecimientos urbanos: la ciudad tradicional y Chapinero. “Coser” uno y otro lado, previendo cómo podía darse la urbanización en la zona al occidente, era una posibilidad que la Administración no estaba dispuesta a dejar escapar. Y actuó de inmediato.
ALAMEDA CENTRAL DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2020.
El parque Nacional constituyó uno de los más importantes proyectos del Gobierno liberal en los años treinta del siglo XX. Con este propósito se compraron tierras y se estableció un plan con un discurso claramente formulado, defendido y apoyado en los técnicos, a la cabeza de quienes estaban el ministro de Obras Públicas Alfonso Araújo, y el arquitecto Pablo de la Cruz. La construcción del parque representaba una apuesta por la intervención del espacio urbano de la capital en respuesta a la dinámica presión inmobiliaria por parte de urbanizadores. La decisión de ocupar los espacios aún verdes que se conservaban a lo largo de la cuenca del río del Arzobispo, que estaba a medio camino entre la ciudad tradicional y el ya consolidado Chapinero, envió un mensaje claro de control del suelo y de la posición oficial respecto de la imagen de ciudad anhelada y perseguida. La implementación del tranvía por la carrera 13 y del ferrocarril por la carrera 14 (luego avenida
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LOS CERROS ORIENTALES. AL FONDO, EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA DE BOGOTÁ EN LA CUENCA DEL RÍO DEL ARZOBISPO, CA. 1965 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO SAÚL ORDUZ, MDB-27086.
Caracas) fue un factor importante que facilitó la incorporación de grandes extensiones de tierra aledañas al río, una vez superada la imagen de “arrabal” que durante mucho tiempo tuvo el sector de San Diego, que de a poco pasó de ser un suelo de usos industriales o de explotación de chircales a un sector susceptible de ser urbanizado. Los nuevos barrios acogieron a una población burguesa, pero no de élite, sino más bien de profesionistas que se adaptaron a formas de habitabilidad de moda en busca de confort, sobre todo hacia el occidente de la Séptima, por lo abrupto del terreno oriental. Cuando el ingeniero-arquitecto austriaco Karl Brunner llegó a Bogotá en la década de los treinta y asumió la dirección del Departamento de Urbanismo, aportó una escala de actuación urbana que valoraba la experiencia peatonal, las perspectivas que conectaban espacios abiertos para el disfrute de las familias y los paseantes, los perfiles paisajísticos en los que la naturaleza tenía presencia en lo urbano, y la generación de proyectos que cosieran lo descosido que estaba dejando el crecimiento a saltos, por parte de los urbanizadores. La cuenca del Arzobispo constituyó así un eje paisajístico con enorme potencial en esos primeros años de la década de los treinta y el parque Nacional, que Pablo de la Cruz ya había modelado, encajaba en esa imagen que se consolidaría con el diseño de la avenida 39 y del Park Way. Hoy, en pleno siglo XXI y a casi noventa años de haberse fundado, la protección del parque es una necesidad urgente. Para ello es pertinente resaltar las vocaciones que le dieron sentido en su primera época y que aún hoy, a pesar de las a veces lamentables transformaciones, siguen teniendo vigencia y hacen del Parque Nacional Olaya Herrera una especie de parque particular, único en el contexto de nuestra ciudad. La primera de estas vocaciones es su carácter pedagógico asociado a la idea de la nación. No se pretendió imponer una forma de comportamiento
en el espacio urbano, sino que el parque se planteó desde su origen asociado a un deber ser ciudadano que condicionó la relación con el espacio público y la pertenencia a un orden alrededor del cual se buscaba un consenso. Esta mirada liberal del ordenamiento del territorio a favor de un común acuerdo social está implícita en los discursos y en las referencias que en la época se hicieron de este proyecto y de otros de su línea, como los edificios nacionales que se construyeron sistemáticamente en todo el país por esos mismos años. El proyecto del parque estaba entonces inmerso en un conjunto de intervenciones del Estado para ordenar su funcionamiento y su presencia en el territorio físico. Se estaba demostrando también que se había aprendido de las experiencias pasadas. El tormentoso caso del Paseo Bolívar, apenas resuelto a finales de los años veinte, permite delimitar las nociones de orden y de ciudadano a las que se refería el Gobierno liberal. La segunda vocación es la de paisaje construido: al tiempo civilizado, al tiempo agreste. En la parte baja del parque se presenta un diseño geométrico, con senderos, mobiliario y puntos focales muy marcados; con vegetación de tapetes verdes y arborización controlada, a la manera de jardines podados en un ambiente relajado y de desahogo de una ciudad que altera los sentidos. Al tiempo y acorde con un ambiente de cuenca hídrica, cuenta con una zona alta con vegetación abundante, que preserva lo existente (en su mayoría eucaliptos o acacias), para una experiencia de índole más natural. A lo anterior se suma una característica única: en el parque Nacional, tanto en la parte baja como en la alta, hubo un manejo de la topografía, movimiento de tierras, construcción de terraplenes, taludes o lo que fuera necesario para generar un ambiente que aprovechara al máximo la condición de piedemonte con vistas hacia la sabana[1].
1 Agradecemos esta visión de la topografía sugerida por el arquitecto Jorge Ramírez Nieto en su investigación sobre el arquitecto Pablo de la Cruz.
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VISTA PANORÁMICA DE LA CUENCA ALTA DEL RÍO DEL ARZOBISPO, 1934 FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, XVI-1314A.
GRAN PARQUE NACIONAL INAUGURADO EN AGOSTO DE 1934 FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-779B.
La tercera vocación tiene que ver con la inclusión de actividades deportivas en su programa. Esto no era habitual y lo diferenció claramente de los otros dos grandes parques de iniciativa estatal: el de la Independencia y el del Centenario. Está claro que cuando el parque Nacional se inauguró ya se habían terminado las canchas del costado sur y, ante la premura de su construcción, es muy diciente que se hayan priorizado también estas obras, por encima incluso de la escuela, del teatro o del Quiosco para la Música. Es de destacar que mientras que el plan de vegetación se diluyó y cambió muy rápidamente, el de los deportes no. A lo largo de sus 87 años de existencia, este es un uso que se ha mantenido con enorme fuerza, incluso hasta hoy.
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Finalmente, se encuentra su vocación referida al carácter de lo nacional. El nombre del parque determinó desde el principio su papel dentro de un proyecto estatal de nación, así como la gran
mayoría de obras emprendidas por el Ministerio de Obras Públicas (MOP) en esos años. Detectada la debilidad de la infraestructura del Estado, incluso en la capital, sin una red edilicia reconocible de lo público, se generaba la percepción de un Estado pobre y además retrasado respecto de la velocidad con la que los particulares estaban construyendo barrios y urbanizaciones. Cuando Pablo de la Cruz se refería al parque, insistía en la palabra ciudadanía y en cómo ejercerla. En este sentido, lo pedagógico estaba asociado a esta idea de nación. Esto es palpable cuando se pedían especies vegetales o animales a los departamentos para que hicieran presencia todos allí. O cuando se insertaron los novedosos mapas de Colombia en relieve y de gran tamaño dentro del parque, uno más temprano que el otro, a los que se sumarían después las placas de los departamentos en la alameda paralela a la Séptima, o monumentos con sentido de lo nacional como los dedicados a la Bandera o al general Rafael Uribe Uribe, entre otros.
A través de su historia, el parque ha definido también momentos de variables duraciones que marcaron la vida cotidiana, familiar, de varias generaciones de colombianos. Tal vez el más especial sea el correspondiente a la Ciudad de Hierro (1943-1985), con todas las actividades asociadas, como el paseo de olla y la práctica de juegos deportivos. La mirada nostálgica que muchos bogotanos aún tienen de esa etapa del parque es evidenciada en la proliferación de fotografías del lugar de álbumes familiares. El declive y la desaparición de la Ciudad de Hierro sin duda marcó un antes y un después en el uso, la apropiación y la imagen que se tiene del parque.
Una mirada prospectiva, ecológica y significativa del parque Al considerar el parque Nacional en su situación actual una vez visto su devenir histórico, se detectan dos condiciones que vale la pena resaltar, porque pueden contribuir a una mirada prospectiva del más significativo parque histórico de Bogotá: por una parte, que la carrera Séptima es solo uno de los componentes del Parque Nacional Olaya Herrera, no su eje estructurante. La excesiva lectura norte-sur del parque, derivada de concebirlo en función de esta vía, ha llevado a un segundo plano su orientación de origen, la que le daba sentido: el río del Arzobispo. El parque Nacional es la cuenca alta de uno de las más importantes escorrentías de la parte urbana de la sabana y cumple una función ecológica relevante que en rigor se da en sentido oriente-occidente. Por otra parte, la historia nos permite entender que una cosa es lo que pasa en el parque y otra lo que es el parque. La limitación de ver al parque Nacional como un escenario en donde ocurren cosas evita salirse de la dinámica de la administración coyuntural, del arreglo parcial, del mante-
nimiento sin un proyecto integral, de la siembra indiscriminada de especies vegetales sin una planeación previa o de la dificultad de establecer sus relaciones con el entorno, la mayoría de las veces en tensión o en incertidumbre. Su historia ha demostrado un deterioro de la idea original del parque y de su sentido pedagógico; sin embargo, su infraestructura y su disposición aún le confieren un enorme futuro como potencializador de buenos comportamientos frente al espacio público y su defensa, con base en la apropiación activa de los ciudadanos y no meramente en la nostalgia. La actividad deportiva, y las infraestructuras didácticas para enseñar asuntos como la geografía nacional, la división administrativa nacional, la diversidad ecológica del país y los símbolos nacionales se suman a una gran ventaja que no todos los parques de esta escala han consolidado en el país: ya es un territorio de referencia para muchas comunidades y grupos de toda índole. La cita habitual de los scouts, de los coleccionistas, de los marianistas, de los patinadores, de los teatreros, y de muchos otros que han anclado sus intereses a alguna u otra estructura o lugar dentro del parque Nacional, es un valor que no ha adquirido de la noche a la mañana, sino que es histórico y socialmente construido; de allí su fortaleza actual. Y es también del orden nacional; baste con mirar a lo largo de los últimos años cómo las marchas en el contexto de paros que llegan a la plaza de Bolívar tienen como punto de partida nada menos que al Parque Nacional Olaya Herrera. Por esta cualidad de trascendencia en el tiempo, la consideración del componente histórico en la valoración y protección del parque es ineludible. También por ello, la investigación histórica que a continuación se presenta incita a reflexionar acerca de los asuntos que explican los diferentes estadios de transformación del lugar[2]. Para ello se reconocen momentos de inflexión marcados por decisiones o 2 Una primera aproximación a esta investigación se hizo en el marco del diagnóstico para la elaboración del Plan
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ESQUEMA EN EL QUE SE PRESENTAN LAS ÁREAS EN HECTÁREAS DEL PARQUE NACIONAL Y QUE INCLUYE LA ZONA DE LOS CERROS ORIENTALES HASTA MONSERRATE. FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA A PARTIR DE NIÑO, 2019
actuaciones puntuales que incidieron de manera directa en la transformación de un parque de los años treinta del siglo XX en un centro de diversión, y luego en un monumento nacional con una intensa actividad deportiva, cultural y simbólica. En el proceso de investigación se profundizó en la historia de la cuenca alta del río del Arzobispo, por considerar, como ya se ha mencionado, que hace parte de la esencia fundante del parque: su condición de ser un elemento verde en medio de un espacio urbano. Para ello, se acudió a los planos históricos de Bogotá, a las aerofotografías que desde 1936 se tomaron del sector y a la bibliografía reciente sobre la historia de urbanizaciones y barrios. Luego se compiló y organizó la información disponible sobre los terrenos que se adquirieron con el propósito de construir el Gran Parque Nacional. Atención especial tuvo la historia del parque entre 1933 y 1934, momento de su inauguración, con énfasis en el carácter inicial que Pablo de la Cruz estableció y las circunstancias de la concreción de su proyecto. Posteriormente, se contextualizaron tres momentos en la cronología del lugar, cuyos límites temporales están dados por lo que desde el punto de vista histórico marcó un antes y un después, una transformación material o de actividad del parque, y que conllevó que se desencadenaran relaciones diferentes entre este y la comunidad. Las fuentes recopiladas y analizadas se dividen en documentales y gráficas. Las documentales incluyen las escrituras de compraventa de tierras, la correspondencia y los informes del MOP, el Registro Municipal, la prensa y una abundante bibliografía publicada. Se consideró de particular relevancia la información gráfica, abundante y muy completa, soEspecial de Manejo y Protección del Parque Nacional Olaya Herrera de Bogotá en 2020, dirigido por la arquitecta urbanista Ana María Rojas Eraso y contratado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. Posteriormente, para esta publicación se profundizaron algunos aspectos previamente identificados y que permitieron dar cuenta de las ricas y complejas relaciones del parque a lo largo de su trayectoria.
bre todo hasta los años sesenta y setenta del siglo XX, pues casi todos los sectores de las partes baja y media del parque quedaron registrados. Las fuentes son muy diversas; todos los grandes fotógrafos de mediados de siglo lo fotografiaron y su registro se conserva en las colecciones de fotografía de Bogotá del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) y el Museo de Bogotá. También se consultó el Álbum Familiar de Bogotá del IDPC, que dio especial riqueza a esta recopilación gráfica, porque es donde mejor se aprecia a las familias disfrutando su parque. A su vez, en el Archivo de Bogotá se encontraron interesantes documentos técnicos y algunos provenientes de la prensa[3]. Como se verá a lo largo de esta publicación, el Parque Nacional Olaya Herrera de Bogotá es para varias generaciones de bogotanos uno de esos lugares significativos que se han mantenido en el tiempo y que son muy reconocibles, siendo incluso aún, a 87 años de su construcción, uno de los referentes urbanos más importantes de la capital para propios y extraños. A través de este libro se quiere reiterar a la vez algo que tiende a ser desconocido, pero que como ya se ha expresado es fundamental para comprender los motivos que marcaron el origen de este lugar: a pesar de la generalizada lectura que se hace del parque con respecto al eje de la carrera Séptima (sur-norte), este espacio es parte de la cuenca del río del Arzobispo y conector entre los cerros y la parte plana de la ciudad, lo que marca una relación aún legible en el terreno.
3 Particular interés despertó la enorme cantidad de registros fotográficos que las personas comparten en Facebook, aunque la mayoría de ellos son subidos sin aportar información asociada a la foto o a su origen. A su vez, si bien se consultaron las fotografías tomadas por el fotógrafo Gumersindo Cuéllar hacia 1938 del parque Nacional, éstas no pudieron ser incluidas en la publicación por la imposibilidad de contar con la autorización de sus descendientes dentro de los tiempos de edición e impresión de este libro. La consulta de la colección fotográfica Gumersindo Cuéllar puede realizarse en el siguiente link: https://babel.banrepcultural.org/digital/ collection/p17054coll19
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LA INICIATIVA Y EL LUGAR
La necesidad de un nuevo parque para la República Liberal El desvanecimiento de la ilusión de la danza de los millones de los años veinte, seguido del impacto del crack del 29 y de la guerra contra el Perú de 1932, generó un ambiente de inestabilidad que requirió de medidas que reactivaran la economía y fomentaran la inversión de capitales. Una de ellas fue la que impulsó el gobierno liberal de Enrique Olaya Herrera (1930-1934) a través de la construcción de grandes proyectos como el parque Nacional en Bogotá. Para esta época era claro que la cuestión de la ocupación del espacio urbano llevaba consigo asuntos de gran impacto, como el derecho a la vivienda digna, el acceso a servicios o el control de la expansión urbana. El Gobierno además se hallaba en constante contrapunteo con los dueños de las tierras, urbanizadores y constructores que estaban abriéndose camino en la generación de riquezas a través de proyectos de urbanización, sin asumir las inversiones necesarias para garantizar la provisión de equipamientos para el bienestar, la higiene o el confort público.
“La protección de la salud y de la vida es, por ciertos aspectos, una obra de educación. Parece indispensable colocar en primer plan la organización de las campañas sanitarias que nos libren de los grandes flagelos que aniquilan las energías físicas y merman el valor económico de nuestra población”[4]. Preocupaba el aumento de la tuberculosis, lo que determinaba la prioridad de la higienización de las ciudades a través de la reforma a los regímenes municipales. Especial atención merecería la capital, “pues cuanto hagamos por mejorar sus condiciones de sanidad y de ornato es obra que tiene un carácter nacional”[5].
VISTA GENERAL DE LA QUINTA LA MERCED Y TERRENOS DEL PARQUE NACIONAL, 1932 FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-783.
En la presidencia de Olaya se facilitó la ejecución de obras públicas y se dotó al Gobierno de herramientas para realizar expropiaciones, compras o solicitar empréstitos con la sola anuencia presidencial. Además, se adicionó como causal de enajenaciones forzosas por utilidad pública el “embellecimiento o adelanto en general de la ciudad de Bogotá” [6], y no solo por razones de higienización o 4 “Discurso de posesión del Presidente Enrique Olaya Herrera”, El Tiempo, 8 de agosto, 1930, 8. 5 “Discurso de posesión del Presidente Enrique Olaya Herrera”, 8. 6 Ley 50 de 1931, Diario Oficial, n.o 21670, 1931, 1.
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LEY 50 DEL 17 DE ABRIL DE 1931, FIRMADA POR EL PRESIDENTE ENRIQUE OLAYA HERRERA FUENTE: DIARIO OFICIAL, N.O 21670, 1931, 145SS.
saneamiento, como había sido establecido desde 1919[7]. Desde su campaña presidencial, Olaya Herrera había anunciado que “no se puede contener el desarrollo de las obras públicas esenciales que la técnica aconseje”[8]. Sin embargo, la decisión de dotar a la ciudad de un parque de carácter nacional se dio en medio de una polémica. El representante por el Tolima Luis Restrepo citó a la Cámara de Representantes en agosto de 1932 a los ministros de Obras Públicas y de Hacienda, a quienes se refería como “empeñados en la construcción de parques en estas épocas de penuria”, para que dieran las 7 Ley 127 de 1919, que a su vez había modificado leyes de 1890 y 1905, las cuales hacían énfasis en graves motivos que justificaban una enajenación: cuestiones de defensa, de desastre natural, de cobertura de servicios básicos (como acueductos o telégrafo), de actividad de puertos o de caridad. Diario Oficial, n.o 8252, 1890, 1; n.o 15632, 1915, 3; n.o 17016, 1920, 1.
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8 “Declaraciones del Presidente electo, Dr. Olaya, sobre lo que será el gobierno de la Concentración Nacional”, El Tiempo, 13 de febrero, 1930, 1.
explicaciones sobre una obra a la que calificó de inconveniente e inoportuna: Debido a una situación muy grave del fisco nacional las obras públicas que interesan a las distintas regiones están paralizadas, las regiones carecen de lo indispensable y el problema de la desocupación toma caracteres alarmantes. La construcción de un parque para Bogotá en manera alguna puede tomarse como necesidad inmediata y primordial y el dinero que se destina a ese objeto bien podía invertirse en otro tipo de obras con las cuales darle ocupación a tantos obreros que actualmente no la tienen.[9]
Fue entonces la ocasión para escuchar la defensa desde el Gobierno sobre la conveniencia de llevar a cabo la obra. El ministro de Obras Públicas, Alfonso Araújo, explicó: 9 “Ayer se aprobó el contrato para otro parque en Bogotá”, El Tiempo, 3 de agosto, 1932, 9.
El parque no se trata de construirlo en Bogotá para que lo gocen las gentes acomodadas. Por el contrario, se busca con esto que los hijos de los obreros, las gentes que no tienen dónde pasar un día de solaz y de reposo, a quienes se niega el acceso a las fincas cercanas que rodean Bogotá, encuentren lugar apropiado, sano, atractivo, donde reposar los días de vacaciones, donde permitir que sus hijos respiren aire puro.
como una idea impulsada por el ministro Araújo que estaba en todo acorde con la Ley 50 de 1931 aprobada por el Congreso, la cual autorizaba el plan de obras para Bogotá en aras de su progreso y mejora. Se hacía así justicia al importante papel de capital de Bogotá, que hasta entonces había sido presupuestalmente tratada como cualquier villorrio, a pesar del aporte tan significativo que en materia económica hacía a la región y al país. La pertinencia del gasto la argumentó así:
El problema es aún más alarmante si se le considera con relación a los niños. Ellos no tienen a dónde salir. Los facultativos que tiene la Cámara pueden atestiguar que ellos mismos aconsejan a las madres de familia que no envíen a sus hijos al Parque de la Independencia, porque tan reducido como es, lejos de ir a obtener oxígeno, aire puro, solo van a recibir el contagio que produce el contacto con el resto de la gente que acude a ese espacio limitado de esparcimiento. Los niños de las escuelas públicas que permanecen en locales oscuros, sin luz, sin higiene, por largas horas, sometidos al contacto de la tuberculosis, no tienen siquiera dónde ir a pasar dos o tres horas en sitio apropiado para respirar aire, ensanchar los pulmones, renovarse. Teniendo en cuenta semejante estado de cosas y justamente alarmado por ellas, en su condición de padre, de ciudadano y de funcionario público [el ministro Araújo] quiso aprovechar una serie favorable de circunstancias especiales que se presentaba ahora para llevar a feliz realización la idea de dotar a Bogotá de un espacio abierto, suficientemente extenso y bien situado.[10]
En la vida de los pueblos corresponde a una de las necesidades fundamentales de los conglomerados sociales la adquisición de espacios abiertos en donde el aire circule sano y renovador de las energías vitales. Es por medio de ellos que se restablece el equilibrio fisiológico y moral para los habitantes de las ciudades y es en aquellos lugares donde las multitudes van a recuperar en cierta manera lo que han perdido por la falta de contacto con la naturaleza. […] no todos pueden ser hacendados ni todos tienen la comodidad de los vehículos para salir al campo en días de reposo a adquirir ese contacto benefactor. […] Es claro que para una pequeña aldea en donde los habitantes prácticamente viven en el campo no representa la factura de un parque una necesidad vital e imprescindible de su vida. Pero en una ciudad como esta, cercada por altos muros, ahogada por densas nubes de humo, con estrechas viviendas, donde el aire enrarecido contamina el ambiente, es un imperativo inaplazable dotarla de extensos espacios a donde los habitantes puedan ir a botar los microbios, a restaurar las fuerzas perdidas en la brava lucha que le toca en suerte librar cotidianamente a nuestro pueblo.[11]
La argumentación de Araújo había estado antecedida por la defensa a la inversión de compra de terrenos expuesta por Esteban Jaramillo, ministro de Hacienda, quien presentó el parque
Ciertos valores saltan a la luz en los argumentos de estos altos funcionarios del Gobierno liberal: el
10 “Ayer se aprobó el contrato”, 9.
11 “Ayer se aprobó el contrato”, 9.
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enaltecimiento de Bogotá como la capital del país que merecía más de lo que hasta ahora le habían reconocido; el apoyo a las clases populares, pero no en un sentido proteccionista caritativo o de asistencia, sino en la equiparación de las condiciones de vida, salud e incluso confort con respecto a los más favorecidos; y la importancia de cualidades ambientales en el ordenamiento, como el aire limpio, la luz del sol y la amplitud de los espacios públicos. Se trataba de una línea más técnica que política, que podría caracterizar una modernidad inserta en una realidad capitalista que requería del ordenamiento del espacio como mecanismo que garantizara flujos de capitales, inversión, y una actitud de acción y progreso que aseguraran el sano movimiento de la economía. Este panorama le permitiría al país insertarse en un sistema internacional y beneficiarse de él. En parte estas ideas se explican por la experiencia inmediatamente previa y extensa de Enrique Olaya Herrera en Estados Unidos antes de volver al país y ser elegido presidente de la República. Entre varios encargos, había ejercido como ministro plenipotenciario en Washington D. C. desde hacía ocho años, y en su campaña expresó abiertamente su convicción de que la base de la prosperidad norteamericana iba a ser el ejemplo a seguir para sacar al país de los sombríos tiempos que vivía. En el discurso que como candidato pronunció en Fontibón el 27 de enero de 1930 afirmó, refiriéndose a Estado Unidos: la aplicación estricta del principio de igualdad en virtud del cual todo ciudadano basa su propia elevación en el esfuerzo mismo del pueblo. […] Dentro de esa formidable democracia, el obrero desvalido de ayer, el trabajador humilde y recatado puede tener la seguridad de estar protegido por el principio de igualdad que le da el derecho para encumbrarse hasta las más altas posiciones, 32
porque su prosperidad interesa tanto a él como a la sociedad y a la patria.[12]
Más allá de una recurrente perspectiva racial para abordar el tema del ciudadano ideal por parte de algunas voces, las referencias que surgían de ese ideal norteamericano dibujaban una forma de ser ciudadano, de ejercer ciudadanía y, en consecuencia, de usar el espacio público urbano. Se hacía evidente que el ordenamiento espacial, y en particular del espacio urbano, era un instrumento para el ordenamiento social. Y esta visión podía ser incluso muy literal. En el mismo debate de la Cámara de Representantes de agosto de 1932, en lo que sí estuvieron de acuerdo los representantes fue en apoyar la moción según la cual la mejor manera de competir contra cantinas, lupanares y centros de corrupción eran los espacios libres dotados de suficientes atractivos. A estos lugares los obreros podían llevar a sus hijos en busca de aire puro, lo que habría de crear hombres sanos y robustos. Esta idea se concretó cuando se describía al potencial usuario del Gran Parque Nacional como el “funcionario” que necesitaba un lugar al cual acudir para descansar y relajarse después de su trabajo de ocho de la mañana a cinco de la tarde. Por ello la insistencia de Pablo de la Cruz para que se asegurara la iluminación del parque, de tal manera que pasear allí al final de la tarde pudiera ser una realidad. Esto explica el diseño tan detallado y elaborado de las luminarias art déco en la parte baja. También se insistió en rodear el triángulo de jardines con vías de acceso, porque se planteó el escenario de ese funcionario que iba al parque en su vehículo, a quien había que garantizarle que pudiera estacionar. Incluso podemos ir un poco más allá: la delineación de ese ciudadano ideal a quien estaba destinado el parque no seguiría una línea conservadora de culto a la personalidad, acorde con la decisión de no
12 “Texto del discurso del doctor Olaya Herrera”, El Tiempo, 27 de enero, 1930, 2.
ESTUDIO DE UN POSTE PARA EL ALUMBRADO DEL PARQUE NACIONAL, S. F. FUENTE: AGN, SECCIÓN MAPAS Y PLANOS, FONDO INVÍAS, MAPOTECA 1, PLANOTECA 11, BANDEJA 14, CARPETA 68, REF. 1649.
instalar ni un solo monumento, busto o estatua en el planteamiento original. Como se verá más adelante, la incorporación de este tipo de objetos se realizó en la década siguiente, con lo que se alejó de los preceptos iniciales. El tiempo se encargó de desviar algunos de estos postulados propios del proyecto liberal. La crisis norteamericana después del crack del 29 y el nacionalismo desencadenado por el conflicto de 1932 con el Perú fueron factores que redundaron en una política de protección a la industria nacional y que aplazaron la intención de atraer y aceptar ayuda económica exterior. Sin embargo, la sinergia entre orden urbano y orden social fue un mecanismo que se implementó con toda la intención de ser instrumentalizado, y llegó incluso a incursionar en el tema tan privado del uso del tiempo libre de ese ciudadano en la República Liberal.
Dígale al ministro que si necesita un lote… En agosto de 1932 se conformó la junta encargada de asesorar al ministro de Obras Públicas en la elección del terreno para el nuevo parque Nacional. Sesionaban en el despacho del ministro Alfonso Araújo, quien era miembro de la junta: Liborio Cuéllar Durán, gobernador del departamento de Cundinamarca; Luis Patiño Galvis, alcalde de la ciudad; Jorge Soto del Corral; Guillermo Herrera Carrizosa; José Restrepo Rivera; Enrique Enciso, director del Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública; y Luis Buitrago, secretario de la Sección Técnica de Edificios Nacionales, dependencia del MOP.
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En estas reuniones se ponían en consideración los pros y los contras de cuanto lote se candidateaba para construir el parque. Se trataba de terrenos que ya eran propiedad del Municipio o de la Nación, pero también, en muchos casos, de particulares
cuyos propietarios los ponían a disposición para la venta. Las noticias de esas ofertas llegaban por diferentes vías, o porque se dirigían cartas al MOP, o porque en corrillos de clubes se le ofrecía a un funcionario o a otro para que la oferta llegara a oídos de los miembros de la junta o del presidente de la República mismo. Más allá de la cuestión práctica de disponer del suelo necesario para llevar a cabo tan importante y grande proyecto de iniciativa estatal, estaban las prácticas de la época en materia de obras públicas que nos dicen mucho acerca del alcance y las limitaciones del Estado frente al control urbano, así como de las relaciones de poder y comerciales entre el sector público y los particulares. También es importante la cuestión de cómo se fijaban los criterios para decidir localizaciones e inversiones; en el caso del parque Nacional, en los años treinta del siglo XX, este aspecto arroja luces sobre el carácter que se le adjudicó a este lugar y su papel dentro de la morfología de Bogotá, pero también sobre cómo la obra pública era instrumentalizada para el control urbano. Los ofertantes resaltaban cualidades de su propiedad como el tamaño, la ubicación, las vecindades o el precio, aunque el ministro fue claro al establecer en la junta que el criterio de la localización debía primar antes que el de la economía. Esto debido a que interesados en vender su propiedad incluso ofrecían rebajas en el precio por vara cuadrada a fin de lograr ser elegidos. Tal fue el caso del señor Julio Calderón que ofrecía rebajada su finca del Bosque Calderón Tejada[13]. Muchos, en sus descripciones, incluían el dato de cuántos árboles estaban ya sembrados, lo cual indica que ya se sabía la vocación paisajística, natural, que se le quería dar al proyecto. Para el parque se descartaban ofertas que estuviesen en el 13 “Acta de la sesión del 12 de septiembre de 1932”, Archivo General de la Nación (AGN), Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1932-1934, t. 293.
sector del Paseo Bolívar, aunque no se desechaba el ofrecimiento porque al Municipio sí le interesaba hacerse a terrenos en esta zona. El 6 de junio de 1932 el ministro Araújo pidió al director de Edificios Nacionales y a Pablo de la Cruz un “concepto confidencial sobre el posible negocio para la compra de un lote que sirva para dotar a Bogotá de un gran parque”[14]. El ministro solicitó tener en cuenta si los lotes junto al Arzobispo eran propicios para la adaptación a un parque, a lo que De la Cruz respondió afirmativamente; también, si su precio era razonable, sobre lo que el asesor opinó que estaban sobrevaluados, por lo que sugirió esperar a que los precios se ajustaran a la realidad económica de crisis, y realizó cálculos de su valor según su potencial para ser urbanizados. Consideró, además, que los predios estudiados en más del 70 % permanecerían por mucho tiempo en el estado en que se encontraban, es decir, como campos abiertos. Solamente su cálculo coincidió con la valoración del lote Tejar de Alcalá, pero Las Mercedes y Arzobispo terminaron pagándose al doble de lo que había sugerido De la Cruz. También se le preguntó al asesor si sería posible encontrar otros sitios que reunieran las condiciones de distancia a la ciudad en un lote semejante, a lo que respondió que no, pero añadió que: El señor don Ulpiano Valenzuela me dijo hace unos cinco o seis días, en el Country Club, que si yo sabía si el Gobierno estaría en condiciones de comprarle un lote para destinarlo a parque. Yo le contesté que me atraía una conversación con él sobre el asunto, y que cuando terminara la ronda, hablaríamos. Cuando terminé de jugar ya había salido el señor Valenzuela, y no lo he vuelto
14 Carta de Pablo de la Cruz como arquitecto asesor del Ministerio de Obras Públicas al ministro, firmada el 22 de junio de 1932. AGN, Edificios Nacionales, Liquidaciones Contratos, Parque Nacional, 1931-1933, t. 311.
a ver. Si al señor Ministro le interesa, puede hablar con él.[15]
En la junta se llevó a cabo un debate que puso de manifiesto las posiciones respecto de lo que este proyecto debía aportar al desarrollo urbano de Bogotá. Logrado un acuerdo sobre que era más conveniente, por el tamaño de las propiedades, la compra de Las Mercedes y los predios aledaños como parte central del parque, los desacuerdos surgieron porque, dado que se quería incluir canchas deportivas en el diseño, la topografía de Bosque Calderón era más favorable que la del Arzobispo. El gobernador y el alcalde propusieron que se compraran los lotes de Las Mercedes, el Tejar de Alcalá, el Arzobispo y Nueva Urbanización (al oriente de los anteriores, colindante) como centro del futuro parque, y adicionalmente una porción de la finca de La Magdalena, al occidente, para ubicar allí las áreas deportivas. Su propuesta tuvo adeptos, incluido el ministro Araújo. Sin embargo, Soto del Corral y Herrera Carrizosa hicieron una contrapropuesta que cambió el rumbo de la decisión. Para ellos era más importante aprovechar la coyuntura de la inversión para hacerse a las tierras del cerro, que limitaban al sur con las del Paseo Bolívar, cuyos enormes problemas de invasión, hacinamiento, insalubridad e inseguridad apenas habían logrado amainar hacía unos años. El miedo a que ese fenómeno pudiera replicarse en otros puntos de los cerros estaba latente y fue evidente en las discusiones de la junta. Y era tan vívido que se dejó de lado la opción de trazar el parque hacia occidente y se decidió por unanimidad comprar tierras hacia arriba para que quedaran bajo el control y cuidado del Estado. En palabras de Soto del Corral: “se debe adquirir todo el terreno hasta la cima de la cuchilla para impedir que se formen barrios pobres
15 Carta de Pablo de la Cruz como arquitecto asesor del Ministerio de Obras Públicas al ministro, firmada el 22 de junio de 1932.
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LOTES DE ANTONIO IZQUIERDO EN CHAPINERO, TIPOGRAFÍA SALESIANA, DETALLE, 1900 FUENTE: ANTONIO IZQUIERDO, LOTES EN CHAPINERO CON GRANDES PLAZOS SIN PAGAR INTERESES (BOGOTÁ: TIPOGRAFÍA SALESIANA, 1900), EN LUIS CARLOS COLÓN Y GERMÁN MEJÍA, ATLAS HISTÓRICO DE BARRIOS DE BOGOTÁ, 1884-1954 (BOGOTÁ: UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA; ALCALDÍA MAYOR DE BOGOTÁ, 2019), 12.
y antihigiénicos en la parte oriental superior del parque”[16]. Y el alcalde Patiño añadió que: se debía procurar que el parque atraviese la ciudad para lo cual se podía tomar una faja de unos doscientos metros desde la carrera 17 hasta la carrera 13 de el lote la Magdalena, y procurar unirla por otra faja entre la carrera Trece y la Séptima a los lotes de Las Mercedes, el Arzobispo, Tejar de Alcalá y Nueva Urbanización y luego prolongarlo con el lote de los señores Vega O. hasta el Paseo Bolívar por una parte y hasta la cima de la cuchilla por la otra.[17]
El alcalde quería un parque de enormes dimensiones que atravesara de oriente a occidente, del cerro a La Magdalena, claramente siguiendo la idea de la cuenca del río, más que la designación de un lote u otro. Herrera Carrizosa defendía la idea de no tocar La Magdalena, lo cual apoyó el ministro, porque era un sector destinado a convertirse en residencial, en un “barrio-jardín de por sí adorno de la ciudad”[18]. Además, se tenía en mente la mala experiencia del Country Club, cuya tierra resultó infértil para lograr bellos prados y muy onerosa. En el caso del parque, las partes del cerro podían resultar más favorables para los propósitos paisajísticos que las de La Magdalena. Otras opciones para el parque Nacional descartadas fueron las 54 fanegadas de la familia Pardo Rubio, sobre la carrera Séptima entre calles 46 y 53; el parque Gaitán, que ya contaba con lago y atracciones; 50 fanegadas junto a la iglesia de la Peña; la finca La Merced, situada entre las calles 45 y 50, entre las carreras 14 y 26; la tierra donde estaba el buitrón de San Diego; y otras linderas del
16 Además, refirió la necesidad de que el Municipio comprara el Bosque Izquierdo como complemento indispensable del parque de la Independencia. “Acta de la sesión del 12 de septiembre de 1932”.
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17 “Acta de la sesión del 12 de septiembre de 1932”. 18 “Acta de la sesión del 12 de septiembre de 1932”.
Paseo Bolívar. Bernardo Izquierdo ofreció también 6 fanegadas bien arborizadas a espaldas del parque de la Independencia, frente a lo cual la junta conceptuó que, si bien no eran apropiadas para el nuevo proyecto, sí era conveniente su compra para complemento del parque de la Independencia[19]. A principios de 1933 se iniciaron las negociaciones para la compra de los terrenos del Gran Parque Nacional de Bogotá en la zona adjunta al río del Arzobispo, que se convertía en la columna vertebral del parque y en el eje que permitió coser la ciudad.
El parque Nacional es la cuenca del río del Arzobispo: coser la ciudad Los ríos Tunjuelo, Fucha, San Francisco, del Arzobispo y Torca y sus quebradas recogen las escorrentías de los cerros Orientales y materializan el vínculo sistémico cerro – sabana – río Bogotá. A medida que la ciudad construida fue creciendo, estos cauces fueron superados como obstáculos a través de la construcción de puentes, fueron canalizados o incluso desaparecieron. El curso del río del Arzobispo tuvo una permanencia larga en razón a que se hallaba en medio y distante de los dos focos de crecimiento urbano a mediados del siglo XIX: la ciudad tradicional de fundación colonial y Chapinero[20]. Atravesado solo por el antiguo camino a Tunja o de la Sal en la zona de piedemonte, para la segunda mitad del siglo XIX ya lo cruzaban el tranvía de mulas y el ferrocarril, y con ellos una población que recorría estos terrenos de manera habitual entre Bogotá y Chapinero. Paulatinamente, también 19 “Ofertas de terrenos para el Gran Parque Nacional”, AGN, Edificios Nacionales, Liquidaciones Contratos, Parque Nacional, 1931-1933, t. 311.
20 El origen del nombre “del Arzobispo” proviene de la propiedad de dos estancias en esta cuenca alta del río que a finales del siglo XVI estuvo en manos del segundo arzobispo de Santafé, Luis Zapata de Cárdenas.
CROQUIS DE LA CIUDAD DE SANTAFÉ DE BOGOTÁ Y SUS INMEDIACIONES, 1797, CARLOS CABRER FUENTE: SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO.
PERFIL TOPOGRÁFICO DE LOS CERROS ORIENTALES DE BOGOTÁ, 2017 FUENTE: COLECTIVO BOGOTÁ PINTA CERROS. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ.
VISTA DE LA CUENCA DEL RÍO DEL ARZOBISPO DESDE LOS CERROS ORIENTALES. A LA IZQUIERDA, EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1950 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
CARRERA SÉPTIMA ENTRE CALLES 36 Y 38. RANCHOS EN LA MARGEN DERECHA FUERON DEMOLIDOS PARA DAR LUGAR AL PARQUE NACIONAL, 1930 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO LUIS ALBERTO ACUÑA, MDB00102.
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entró en relación con los nuevos residentes del Arzobispo en busca de alquileres baratos y por su cercanía a zonas de explotación minera o a fábricas. Por ello, durante estas décadas predominaron imágenes de marginalidad, peligrosidad y desorden en la narración acerca del estado de la cuenca del río del Arzobispo. El proceso de ocupación de la cuenca del Arzobispo a finales del XIX y las primeras décadas del XX obedece principalmente a dos circunstancias. La primera, las transformaciones del arrabal de San Diego, en donde se había concentrado la vocación de trabajo de explotación de materiales de construcción y fábricas y que se vio desplazada hacia
el Arzobispo cuando San Diego se convirtió en polo de atracción para la inversión urbanizadora o de obras públicas, como el parque del Centenario (1883), la cercana plaza de mercado de Las Nieves (1893), mejoras al camino del Cementerio, la construcción del Ferrocarril del Norte o el Asilo de Indigentes. La necesidad de materiales para la construcción del creciente Chapinero y de obras como las mencionadas hizo que la explotación de chircales alrededor del Arzobispo siguiera siendo una oferta de trabajo para los más pobres. Propietarios de ambas márgenes del río arriba de la actual carrera Séptima permitieron e incentivaron la ocupación de familias arrendadoras que
PLANO DE BOGOTÁ, 1906, FRANCISCO JAVIER VERGARA Y VELASCO FUENTE: FRANCISCO JAVIER VERGARA Y VELASCO, ATLAS COMPLETO DE GEOGRAFÍA DE COLOMBIA (BOGOTÁ: IMPRENTA ELÉCTRICA, 1906).
además realizaran mejoras allí, como siembra de eucaliptos. Para la segunda década del siglo XX el barrio El Carmelo correspondía a un conglomerado de casuchas emplazadas sobre las márgenes del río, rodeado de un extenso bosque de eucaliptos, donde se alzaban explotaciones de cascajo, hornos para la combustión, curtiembres y, muy importante, un expendio de chicha, la afamada chichería La Cabaña, sobre el puente del río del Arzobispo.[21] 21 Diana Gómez y Adrián Serna Dimas, “El Carmelo: His-
La segunda circunstancia fue el cambio de expectativa de una burguesía que prefería vivir en casas en urbanizaciones a las afueras y no en el hacinado centro, con dificultades para acceder a agua potable y formas de vida supeditadas a las tipologías de las grandes casas coloniales con patios, vías estrechas y malos aires a los cuales se atribuían enfermedades. En el dibujo de 1900 que promocionaba la operación inmobiliaria en terrenos de Antonio Izquierdo, se resaltan los proyectoria de una antigua barriada bogotana en la cuenca del río Arzobispo (1900-1934)”, Historia Crítica (Universidad de los Andes, Bogotá) 47 (mayo-agosto 2012), 170.
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PLANO DE LA CIUDAD DE BOGOTÁ, OFICINA DE LONGITUDES, DETALLE, 1911 FUENTE: INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI.
PLANO TOPOGRÁFICO DE BOGOTÁ, CHAPINERO Y SAN CRISTÓBAL, LUIS JOSÉ FONSECA, DETALLE, 1915 FUENTE: MUSEO DE BOGOTÁ.
BOGOTÁ, MANUEL RINCÓN, DETALLE, 1923 FUENTE: MUSEO DE BOGOTÁ.
PLANO DE LA CIUDAD DE BOGOTÁ, SECCIÓN DE LEVANTAMIENTO, SECRETARÍA DE OBRAS PÚBLICAS MUNICIPALES, DETALLE,S 1932 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO INGENIEROS Y ARQUITECTOS.
SECCIÓN DEL PLANO DE BOGOTÁ, SECRETARÍA DE OBRAS PÚBLICAS MUNICIPALES, DETALLE, 1938 FUENTE: MUSEO DE BOGOTÁ.
SECCIÓN DEL PLANO DE BOGOTÁ, SECRETARÍA DE OBRAS PÚBLICAS MUNICIPALES, DEPARTAMENTO DE URBANISMO Y PROYECTOS, DETALLE, 1944 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO INGENIEROS Y ARQUITECTOS.
tados barrios El Mercado, Quesada y Sucre, este último en la margen derecha del Arzobispo entre la Séptima y la actual carrera 13, que se constituyen en las ocupaciones antecesoras de los barrios que en las siguientes décadas se ubicarían en los terrenos otrora rurales de las grandes propiedades de particulares. Ya en 1900, sin embargo, es de resaltar la presencia de construcciones en los alrededores, con una mayor concentración en el sector de San Diego, con una hilera de casitas a la vera de los caminos más importantes en sentido sur-norte que atraviesan el Arzobispo, además del velódromo al occidente del ferrocarril, el Polo Club, la hacienda La Merced y, unos años después, el edificio del Colegio del Sagrado Corazón al occidente de la Séptima. El impacto del parque de la Independencia, en donde se montó la Exposición de 1910 para la atracción de compradores de lotes para vivienda al norte de la quebrada de San Diego, y la presencia de la fábrica de Bavaria propiciaron desarrollos urbanos como el barrio Unión Obrera en 1912, luego renombrado La Perseverancia. Al final de la década se diseñó el barrio Marly y se emprendieron ventas en el barrio La Constructora (hoy Alfonso López), en 1926 en Santa Teresita y dos años más tarde Teusaquillo. Simultáneamente a la creación del parque Nacional, se fueron llenando los vacíos que los barrios enumerados iban dejando. Entre 1933 y 1943 se protocolizaron y urbanizaron por etapas los terrenos de la quinta de La Magdalena, en donde desde 1891 funcionaba un hipódromo —eran cerca de 15 hectáreas en el borde sur del río del Arzobispo hasta Teusaquillo—. En 1934 también se inició la ocupación del área libre que aún quedaba entre el Quesada y el Alfonso López al norte, y Santa Teresita al sur, con el nombre de barrio Palermo. Estos barrios, ya consolidados para 1938, por su cómoda topografía y acceso a servicios públicos, tuvieron la vocación de recibir familias de ingresos medios y altos con una arquitectura de moda, baja densi-
dad y buenos acabados. Su trazado, ya en la línea de Karl Brunner, buscaba coser lo preexistente a través de diagonales, parques estructurantes y una morfología despreocupada por la continuidad rígida de su entorno. Definido el espacio para la Ciudad Universitaria en 1936, a partir de entonces y con énfasis en los años cuarenta y cincuenta, se iría ocupando con barrios residenciales el resto de la cuenca alta del Arzobispo hasta el cruce con el ferrocarril del nordeste, en el sector del Hipódromo y del Estadio. Sobresale el barrio La Soledad (1945), que incluye el Park Way, diseñado en la oficina de Karl Brunner como una forma alternativa a las plazas o parques, que eran las soluciones habituales de resolución de las áreas de cesión de las urbanizaciones[22]. Este espacio público, que se sumó al diseño de la calle 39 cuando se regularizó el cauce del Arzobispo de la Séptima hacia el occidente, permitió el disfrute de un recorrido de larga distancia, en medio de las urbanizaciones, que brindaba paisajismo, arborización, relación con el agua, desahogo y priorizaba el bienestar del peatón por encima del vehículo sin restringir la movilidad en calzadas. Es interesante ver cómo, en el mismo momento en que se perseguía la idea de dotar a la ciudad de un gran parque urbano con una fuerte presencia paisajística, el Departamento de Urbanismo del Municipio asumió la elaboración de reglamentaciones específicas para los barrios y modificó los planos con los que los urbanizadores solicitaban las licencias. El Municipio, entonces, claramente representaba una posición de control previo de uso y ocupación del suelo con este tipo de exigencias, incluso de detalle, a los urbanizadores (antejardines, altura de las verjas, alturas según dimensión de los frentes, etc.), y también emprendiendo obras de espacio público de la envergadura del parque Nacional. 22 Luis Carlos Colón y Germán Mejía, Atlas histórico de barrios de Bogotá, 1884-1954 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia; Alcaldía Mayor de Bogotá, 2019), 192.
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CUENCA DEL RÍO DEL ARZOBISPO. AL FONDO, LA ARBOLEDA ES EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA. SE ALCANZA A VER LA IGLESIA DE SANTA TERESITA Y, EN PRIMER PLANO, LOS TERRENOS AÚN EN CONSTRUCCIÓN, 1950 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
VISTA PANORÁMICA DESDE SAN MARTÍN HACIA EL NORTE, CA. 1950 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO PAUL BEER, MDB24841.
PANORÁMICA RÍO DEL ARZOBISPO, SECTOR LA MAGDALENA, CA. 1965 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO SAÚL ORDUZ, MDB-26717.
PLANO DE BOGOTÁ D. E., 1960 FUENTE: INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI.
VISTA PANORÁMICA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA Y LOS BARRIOS HACIA EL OCCIDENTE, CA. 1965 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO SAÚL ORDUZ, MDB-26714.
CUENCA DEL RÍO DEL ARZOBISPO, VISTA HACIA EL NOROCCIDENTE. EN PRIMER PLANO EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA DE BOGOTÁ, CA. 1965 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO SAÚL ORDUZ, MDB07205.
La compra de terrenos para el parque Nacional Históricamente, las sucesivas ventas de los terrenos vecinos al río del Arzobispo, incluso a un cacique de Guatavita, llevó a que en 1832 las fincas de Las Mercedes y del Tejar de Alcalá fueran objeto de sucesión por la muerte del segundo y último marqués de San Jorge de Bogotá, José María Lozano y Maldonado, según el estudio de quintas y estancias de Juan Carrasquilla Botero. Su hija Francisca, a su vez, heredó a sus hijos y sobrinos, nietos del marqués: Clemencia, Manuela, Juana,
José María, Amador y Amalia. Juana Lozano y Clemencia Lozano poseerán la propiedad desde 1843 y en 1876 y 1850, respectivamente, realizarán ventas de sus partes. Habiendo tomado la decisión de los predios que iban a constituir el parque en septiembre de 1932, la guerra contra el Perú (1.º de septiembre de 1932 a 24 de mayo de 1933) aplazó el inicio de las obras hasta el 28 de agosto de 1933, fecha en la que se firmaron las escrituras de adquisición de los terrenos.
ACUERDO 17 DE 1933 (Junio 9) Por el cual el Municipio de Bogotá contribuirá con las siguientes cantidades anuales para la fundación del Parque Nacional y se derogan unos artículos del Acuerdo 26 de 1930 EL CONSEJO DE BOGOTÁ, ACUERDA: ARTÍCULO PRIMERO.- El Municipio de Bogotá contribuirá con las siguientes cantidades anuales para la fundación del parque que el Gobierno Nacional establecerá dentro del área del municipio, en los terrenos que han sido escogidos por el Ministerio de Obras Públicas, de acuerdo con la Gobernación de Cundinamarca y con la Alcaldía de Bogotá: Para pagar los intereses al 6 % anual de $ 300.000.00 que el gobierno Nacional quedará debiendo del valor de los terrenos que va a adquirir para el parte, así: En cinco meses, de agosto a diciembre de 1933 En doce meses, de enero a diciembre de 1934 En doce meses, de enero a diciembre de 1935 En doce meses, de enero a diciembre de 1936 En tres meses, de enero a marzo de 1937 En doce meses, de abril de 1937 a marzo de 1938 $ 225.000.00 por reducción del capital En doce meses, de abril de 1938 a marzo de 1939, $ 150.000.00 por reducción del capital En doce meses, de abril de 1939 a marzo de 1940, sobre $ 75.000.00 por reducción del capital b) Para completar el precio de los terrenos que adquirirá el Gobierno Nacional, para el mismo parque, destínase la cantidad de que se pagarán así:
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En enero de 1934
$ 2.500.00
En julio de 1934
$ 2.500.00
Para contribuir al arreglo del parque que se pagarán a razón de $ 416.66 mensualmente en doce meses, así: De agosto a diciembre de 1933
$ 2.083.30
De enero a julio de 1934
$ 2.916.70
$ 5.000.00
ARTÍCULO SEGUNDO.- Autorízase al Alcalde para que haga, en el Presupuesto del corriente año, los traslados que sean necesarios para pagar las partidas detalladas en el artículo primero de este acuerdo y que correspondan al año en curso, las cuales valen en total $ 9.583.30. Las partidas relativas a los pagos que hay que hacer de 1934 en adelante, se incluirán en los presupuestos anuales de gastos del Municipio para dar así cumplimiento al presente acuerdo. ARTÍCULO TERCERO.- Los intereses de que trata el artículo primero de este acuerdo, los pagará el Municipio, por trimestres vencidos, al Ministerio de Obras Públicas. ARTÍCULO CUARTO.- Derógase los artículos primero, segundo, tercero cuarto y quinto del Acuerdo 26 de 1930. ARTÍCULO QUINTO.- Destínase el lote de terreno, de propiedad del Municipio, situado en la Carrera 13 con la calle 40, para la ampliación del Parque Nacional de que aquí se trata. ARTÍCULO SEXTO.- Autorízase a la Junta Directiva de las Empresas Municipales para que descargue de la cuantía del capital de estas, el valor del mencionado lote de terreno. ARTÍCULO SÉPTIMO.- Autorízase a la Junta de Crédito Público Municipal para negociar a nombre del Municipio, con el señor Daniel Vega un lote de su propiedad adyacente a los terrenos que han sido escogidos para Parque Nacional, los cuales podrán temporalmente ser destinados a dicho parque, con la expresa condición de que el Municipio conserve la propiedad sobre ellos para que pueda, en cualquier momento, hacer el uso que más convenga a sus intereses. PARÁGRAFO.- Autorízase el señor Alcalde para hacer los traslados necesarios, en el Presupuesto de la actual vigencia, de una suma que en ningún caso podrá pasar de cinco mil pesos ($ 5.000.00), destinados a pagar, en caso que ello fuera indispensable en el presente año, un contado del precio de esta negociación. ARTÍCULO OCTAVO.- La cesión del terreno a que se refiere el artículo quinto, será a condición de que la Nación destine una zona de terreno dentro de parque para la construcción de la “Escuela Modelo” o “Escuela Tipo”. ARTÍCULO NOVENO.- Este Acuerdo regirá desde su promulgación. Dado en Bogotá, a nueve de junio de mil novecientos treinta y tres. SIXTO RODRIGUEZ V.
ABEL BOTERO
El Presidente
El secretario 59
PLANO DE LOTES ADQUIRIDOS PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL PARQUE NACIONAL. LEVANTAMIENTO DE 1932. L. J. ARCINIEGAS, SECCIÓN DIBUJO, MINISTERIO DE OBRAS PÚBLICAS FUENTE: AGN, SECCIÓN MAPAS Y PLANOS. FONDO INVÍAS.
CARRERAS DE CABALLOS EN LA QUINTA LA MERCED, ANTES DE LA CONSTRUCCIÓN DEL PARQUE NACIONAL ALLÍ FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-784A.
Mientras tanto, el Consejo de Bogotá expidió el Acuerdo 17 del 9 de junio de 1933 que estableció el presupuesto destinado a contribuir para el pago de los lotes y para la obra hasta julio de 1934. Además, se destinó el lote de La Cascajera para la ampliación del parque al occidente de la Séptima, siempre y cuando dentro del nuevo parque se construyera una “Escuela modelo” y se autorizara iniciar negociaciones para adicionar al parque los terrenos de los Vega al oriente. Los dineros para la compra de los terrenos del Parque provinieron del MOP y de la Gobernación de Cundinamarca. Las propiedades adquiridas con ese fin fueron[23]: Propiedad Las Mercedes, descrita como compuesta por una casa de habitación alta y baja con jardín y huerta, varias enramadas y un globo de tierra contiguo, dentro del cual “hay varias casitas para cuidanderos”, 5.000 eucaliptos y agua propia. Del terreno, 41 fanegadas[24] lindaban al norte con el río y con otra propiedad, con frente sobre la carrera Séptima a la altura de la calle 36, aunque también con linderos con casas y solares ajenos. Al oriente lindaba con el llamado “camino de los Vegas”. Firman la escritura[25] Alfonso Araújo, ministro de Obras Públicas; Esteban Jaramillo, ministro de Hacienda, y Germán Zea, personero municipal, quienes pagaron $ 135.416 por la propiedad a Arturo Posada; $ 31.250 a María Maldonado de Posada; $ 187.500 a la Sociedad Anónima Las Mercedes; $ 31.250 a Julia Maldonado de Corral y la misma cantidad a Emilia Maldonado de Pardo, para un total de $ 416.666, siendo así la adquisición más costosa para el parque. El Gobierno pagó de inmediato para recibir la finca en 60 días tras
23 “Trabajos ejecutados por la sección en los años comprendidos entre 1931 y 1934”, AGN, Fondo Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, Ministerio de Obras Públicas, Ministerio de Relaciones Exteriores, 1931-1934, ff. 23-25. 24 “Ofertas de terrenos para el Gran Parque Nacional”.
25 Escritura 1788, Notaría 4.ª de Bogotá, 22 de agosto de
la firma de la escritura. Pagó con tres libranzas a cargo del Consejo Administrativo de los Ferrocarriles Nacionales ($ 150.000, a $ 50.000 cada una) y los dineros restantes con una obligación a cargo del Banco Agrícola Hipotecario. Propiedad Tejar de Alcalá, de 10 fanegadas y 7.305 varas cuadradas, en donde existían dos casas, una de ellas con frente a la carrera Séptima, más tres hornos grandes. Se ubicaba con frente de 7,20 metros sobre la carrera Séptima, al costado oriental, a la altura de la calle 36. Al sur y occidente lindaba con la finca La Merced, propiedad de los jesuitas. Firman la escritura[26] Alfonso Araújo, ministro de Obras Públicas; Esteban Jaramillo, ministro de Hacienda, y Germán Zea, personero municipal, quienes pagaron $ 33.333 por la propiedad a Arturo Posada. Lote del río del Arzobispo, de 23 fanegadas y 8.406 varas cuadradas, ubicado con frente sobre la carrera Séptima entre calles 37 y 39, al costado oriental de la Séptima. Sus propietarios eran Magdalena Montaña de Izquierdo, María del Carmen Montaña de Rueda y Manuel Antonio Rueda Vargas. Firman la escritura[27] Alfonso Araújo, ministro de Obras Públicas, y Liborio Cuéllar Durán, gobernador de Cundinamarca, quienes pagaron $ 90.000 por la propiedad, $ 40.000 desembolsados de inmediato, y el resto en dos contados a uno y dos años. En este caso el dinero provino enteramente de la Gobernación. Esta propiedad contenía chircales, hornos para fabricación de materiales de construcción, enramadas, algunas construcciones y árboles. El antecedente de las propiedades al norte del río del Arzobispo fue la finca El Paraíso[28], propiedad 1933.
26 Escritura 1789, Notaría 4.ª de Bogotá, 22 de agosto de 1933. 27 Escritura 1359, Notaría 3.ª de Bogotá, 28 de agosto de 1933. 28 Gómez y Serna, “El Carmelo”, 166.
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TERRENOS ADQUIRIDOS PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL PARQUE NACIONAL FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA A PARTIR DE ESCRITURAS Y DOCUMENTOS DEL MOP.
TRADICIÓN DE PROPIEDAD DE LOS TERRENOS DEL PARQUE NACIONAL FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA A PARTIR DE ESCRITURAS Y DOCUMENTOS DEL MOP
de la familia Murillo hasta que entre 1904 y 1911 Francisco Montaña adquirió los terrenos adyacentes al río, y conformó el lote del río del Arzobispo. Por consecutivas sucesiones, en 1925 pasó a Benita Abad Montaña y en 1926[29], a quienes firmaron la venta para destinarlo al parque Nacional en 1933. Sin embargo, no fue sencilla la toma de posesión del terreno porque los arrendatarios de El Carmelo, a lado y lado del río, arriba de la carrera Séptima, ya superaban las 40 familias que exigieron el reconocimiento del pago de las mejoras que allí habían realizado como condición para irse. Poco a poco los habitantes fueron desocupando y se llevaron consigo los materiales de demolición, hasta que el 30 de octubre de 1933 fueron desalojados por Rueda Vargas acompañado de la policía[30]. También se hizo compra del lote denominado Nueva Urbanización, de 2 fanegadas en la parte oriental. Aparte de las propiedades que fueron utilizadas para la construcción de la primera etapa del parque Nacional, el 24 de agosto[31] también se recibió como cesión gratuita el predio La Cascajera en el cruce de la carrera 13 con calle 40 y arriba hasta la Séptima, al norte de los predios del Colegio del Sagrado Corazón, con la pretensión de ser destinada a la construcción de la entrada al parque. No llegó a emplearse para este fin, pero sí se utilizó luego para el diseño de la calle 39. Esta cesión gratuita constaba de 22.903 varas cuadradas y la hicieron la Nación y el Municipio con la condición de que la Nación adquiriese los lotes contiguos para la construcción del parque y que el Gobierno destinara una porción apropiada de terreno dentro del parque para la construcción de una escuela modelo.
29 Juan Carrasquilla, Quintas y estancias de Santafé y Bogotá (Bogotá: Banco Popular, 1989), 131 y ss.
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30 Gómez y Serna, “El Carmelo”, 183.
31 Escritura 1337, Notaría 3.ª de Bogotá, 1933.
Un par de años después, respecto de La Cascajera se informó que: El departamento de Urbanismo del Municipio, proyectó el arreglo de este lote, en plano que se halla en el archivo de la Sección Técnica de Edificios. Según este plano, se abriría una avenida central, canalizando el río del Arzobispo que pasa por allí, y el resto se repartiría en lotes que podrían venderse a muy buenos precios. Esta Dirección ha pensado que con el producto de esta venta se adquiera una zona de terreno de propiedad particular, que queda incrustada dentro de los terrenos del Parque Nacional y que tiene frente a la carrera 7ª.[32]
Después de iniciada la construcción del parque en septiembre de 1933, se hicieron otras compras para asegurar este espacio a cielo abierto y de grandes dimensiones para la ciudad. El objetivo era adquirir los predios con casas construidas cuyo frente daba a la Séptima entre las calles 36 y 39, la franja oriental perteneciente a la familia Vega que conectaba el parque con La Merced hasta La Perseverancia y el borde del Arzobispo arriba. En enero de 1934 Jorge Quiñones, director general de edificios Nacionales del MOP presentó un informe al ministro Araújo en el que sugería que era mejor hacerse a las zonas aledañas al río que a la de los Vega porque no consideraba conveniente la cercanía a La Perseverancia: Estuve viendo lo que venden los señores Vegas. No me gustó. Es una zona árida que no se presta ni siquiera para una avenida de parque. No se podría aprovechar para lotes de residencias porque pasa por el barrio de La Perseverancia, ya todo edificado, que está lleno de casuchas infelices. Esto sería motivo 32 Informe de trabajos adelantado por el MOP entre 1935 y 1936. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Ministerios Industrias, Obras Públicas, Relaciones Exteriores, 1935-1936.
CONJUNTO DE LOTES ADQUIRIDOS PARA EL PARQUE NACIONAL, INCLUIDA LA CESIÓN DE LA CASCAJERA AL OCCIDENTE DE LA CARRERA SÉPTIMA. PLANO DE BOGOTÁ, SECCIÓN DE LEVANTAMIENTO, SECRETARÍA DE OBRAS PÚBLICAS, DETALLE, 1933 FUENTE: MUSEO DE BOGOTÁ.
de un prospecto de grandes proporciones que requeriría muchísimo dinero. En cambio, el señor Ferré está dispuesto a ceder gratuitamente la zona que el parque necesite hacia el norte. Y estuve conversando con uno de los Amayas Fajardo para ver si nos hacemos por poco dinero a la zona del río hasta la cascada que llaman de La Ninfa. Esto sí es pintoresco y controlamos todo el río. Si estos señores venden en buenas condiciones, me parece muy importante hacernos a esa zona y, en tal caso, se les compraría a los señores Vegas una zonita para pasar a lo de los señores Amayas.[33]
De todos modos, más adelante fueron adicionados los predios de los Vega que lograban el objetivo 33 Carta dirigida al ministro Araújo, firmada por Jorge
de controlar el cerro, además del río. A través del Acuerdo 17 de 1933, el Concejo de Bogotá autorizó la negociación con Daniel Vega para adquirir el terreno. Cerca de allí había ocupación de vecinos que habían comprado a Daniel Vega lotes en la urbanización La Perseverancia, pero que temían ser expropiados, tanto que en julio de 1932 escribieron al presidente de la República para alabar la iniciativa de la construcción del parque, pero resaltaron que habían montado negocios e invertido “trabajo personal y las economías que representan días de angustias, muchos también de ayunos”: Un gran Parque que dará brillo y embellecimiento a la Ciudad Capital. Aplaudimos con todo fervor la iniciativa del Gobierno por obra tan laudable y solamente queremos Quiñones y fechada el 27 de enero de 1934. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1932-1934, t. 293.
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dejar constancia […] a fin de que al rematar la adquisición de la zona para el parque en proyecto, se tenga en cuenta los cuantiosos intereses que hemos vinculado a nuestros respectivos lotes.[34]
En el mismo informe de enero de 1934, Quiñones advierte: Es absolutamente indispensable comprar los lotes que quedan sobre la carrera 7ª, que nos dañan completamente el parque. Tenemos que ver qué se hace en este sentido. Ya hay aquí varias propuestas de venta de estos propietarios y quieren saber pronto si se les compra o no, pues realmente están perjudicados.[35]
Con la venta de los lotes o la permuta de ellos se puede resolver el problema de estética que tiene en su frente el Parque Nacional, porque es necesario comprar todavía o expropiar o cometer cualquier alcaldada para quitar el feo diente que quedó con frente a la carrera 7ª, interrumpiendo el paramento general que da a esa carrera y que es de unos 8.600 metros cuadrados.[36]
En su informe de salida del ministerio en enero de 1935 sugirió que, una vez se vendieran los lotes que se generaran con la construcción de la avenida calle 39 y la canalización del río, se recaudarían dineros para invertirlos en comprar los incómodos predios sobre la Séptima. Señaló que para esa fecha ya se habían iniciado negociaciones[37].
Solamente hasta 1938 fue posible demoler las construcciones de los once predios con frente sobre la Séptima que impedía completar el diseño del triángulo de jardines de Pablo de la Cruz. El mismo De la Cruz, en julio de 1934, a poco de terminar las primeras obras, se refirió a esos predios como un “feo diente” atravesado que impedía lograr un frente apropiado sobre la Séptima:
34 “Carta de los vecinos de La Perseverancia al Doctor Enrique Olaya Herrera”, AGN, Ministerios, Obras Públicas, t. 293, f. 8. Transcrito en: Gómez y Serna, “El Carmelo”, 175.
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35 AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1932-1934, t. 293.
36 Pablo de la Cruz, “El Parque Nacional”, Registro Municipal, t. IV, n.º 38, 30 de julio, 1934, 55. 37 Informe de actividades de Pablo de la Cruz, enero de 1935. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, Ministerio de Obras Públicas y Ministerio de Relaciones Exteriores, 1935-1936.
CARRERA SÉPTIMA ENTRE CALLES 36 Y 38. AL FONDO, EL COLEGIO DEL SAGRADO CORAZÓN. INUNDACIÓN EN LA ENTONCES LLAMADA CARRETERA CENTRAL DEL NORTE, 1930 FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-786C.
GRAN PARQUE NACIONAL RECIÉN INAUGURADO. AL FONDO SE OBSERVA EL COLEGIO DEL SAGRADO CORAZÓN. FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-777A.
PLANO DE PREDIOS CON FRENTE A LA CARRERA SÉPTIMA QUE EN 1934 SE CONSIDERABA COMO URGENTE COMPRAR. CORRESPONDE A LA ZONA QUE SE RAMPLÍA EN LA IMAGEN DE LA DERECHA, DETALLE FUENTE: AGN, SECCIÓN MAPAS Y PLANOS, FONDO INVÍAS.
PLANO DE PREDIOS DEL PARQUE NACIONAL. MOP. EN AMARILLO SE RESALTA LA ZONA DE PREDIOS CON FRENTE A LA CARRERA SÉPTIMA QUE EN 1934 SE CONSIDERABA URGENTE COMPRAR, DETALLE FUENTE: AGN, SECCIÓN MAPAS Y PLANOS, FONDO INVÍAS.
PREDIOS CON FRENTE A LA CARRERA SÉPTIMA QUE EN 1934 SE CONSIDERABA URGENTE COMPRAR. VISTA PANORÁMICA DE LA CUENCA ALTA DEL RÍO DEL ARZOBISPO, 1934, DETALLE FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, XVI-1314A.
AEROFOTOGRAFÍA. SE VEN LOS ONCE PREDIOS “INCÓMODOS” PARA COMPLETAR EL DISEÑO DEL PARQUE NACIONAL, 1936 FUENTE: INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI.
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EL PARQUE URBANO COMO INSTRUMENTO PEDAGÓGICO. El diseño del parque Nacional
Carácter del parque: modernidad, educación y vegetación La escasez de tiempo para el diseño y construcción del parque Nacional acabó con la idea de abrir un concurso para repartir los trabajos entre distintos profesionales, y Pablo de la Cruz, como director de la Sección Técnica del MOP[38], fue encargado de todo el diseño[39]. Su visión mezclaba un fuerte componente paisajístico, incluso agreste, que incluyera especies vegetales representativas de la nación, pero con un fin educativo de una ciudadanía que debía cuidar lo público. En junio de 1934, ya muy avanzadas las obras, afirmó que: Huyéndole a frases hechas y a lugares comunes, para mí el principal objeto de un parque no es de darle pulmones a la ciudad y demás 38 En el año 1933 la Oficina de Edificios Nacionales también se ocupó, entre otras obras, del Hospital de Muzo, el Palacio de Justicia de Bogotá, la Facultad de Medicina, el Instituto Técnico Central y los Edificios Nacionales de Medellín, Manizales, Cali, Tunja, Bucaramanga, Cúcuta, Neiva, Santa Marta, Ibagué, Quibdó, Arauca y Villavicencio.
39 Silvia Arango et al., Pablo de la Cruz (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia; Sociedad Colombiana de Arquitectos; Alcaldía Mayor de Bogotá, 2019), 142.
palabrerías, sino que debe tener un fin educativo. Por eso mi empeño y mi lucha, que al fin la gané, para que no se cercara el lote y mucho menos para impedir que se pusiera verja en su frente de la carrera 7ª. El parque es para el pueblo y el pueblo debe enseñarse a cuidarlo como cuida su propiedad.[40]
TOMA CON DRON, PARQUE NACIONAL. 2021. FOTOGRAFÍA OSCAR DÍAZ-IDPC
El componente paisajístico era también importante desde el punto de vista de la representación del territorio nacional, para lo cual se traían ejemplares de otros departamentos y participó el Ministerio de Agricultura. En marzo de 1934 el administrador del parque escribió a Quiñones, director de Edificios Nacionales, lo siguiente: Siendo el parque que estamos construyendo una obra Nacional, no cree Ud. que sería muy satisfactorio que los departamentos estuvieran representados en él? Además, no cree Ud. que sería conveniente escribir a los Gobernadores, Secretarios de Obras Públicas, Administradores de Edificios Nacionales en provincias, etc., pidiéndoles el favor de suministrar algunas plantas hermosas
40 De la Cruz, “El Parque Nacional”, 54.
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ARTÍCULO “EL PARQUE NACIONAL” FUENTE: EL TIEMPO, SECCIÓN “COSAS DEL DÍA”, 7 DE AGOSTO, 1934.
apropiadas para el Parque, de las que se den en los climas fríos de sus provincias? Yo creo por ejemplo, que el Administrador del Edificio Nacional de Neiva, nos podría enviar buena cantidad de orquídeas que aquí lucirían maravillosamente. De la misma manera nos podrían enviar de otras partes, arbustos o semillas.[41]
El manejo del terreno y la propuesta de un paisaje con construcciones para un programa bastante variado, lleno de posibles actividades que iban de lo pasivo a lo deportivo, indica la intención de realizar un diseño con objetivos novedosos en Bogotá, o por lo menos a una escala mayor que en los parques de la Independencia (1910) o del Centenario (1883-1959). En agosto de 1934, cuando ya el parque estaba dado al disfrute de los bogotanos, en la prensa se describió el aporte que se le reconocía al diseño, como se muestra en el recorte de la izquierda. Se resalta allí su condición de proveer al “hombre de la calle” un lugar aireado y amplio donde buscar el descanso físico y el reposo espiritual; donde liberarse del polvo de las calles, de los mil y un ruidos que acuchillan las horas de trabajo y del ambiente viciado y torpe de una ciudad sin pulmones. Se experimenta, dice el articulista, una sensación de urbe civilizada, de ciudad grande y moderna. Al tiempo se llama la atención sobre la importancia de continuar con las obras porque hacían falta campos deportivos para los obreros, que podrían alejarlos de las licorerías y, por ende, de guaridas de crímenes. La reseña está cargada de anhelos de la época y de lo que significaba una urbe en crecimiento y con problemas de índole social, más aún de moral social, y el urbanismo
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41 Carta del administrador Quiñones al director general de Edificios Nacionales, fechada el 7 de marzo de 1934. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1932-1934, t. 293.
ESTUDIANTES DEL COLEGIO DE LAS DOMINICAS EN EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1946 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: MAGDA RODRÍGUEZ.
podría contribuir al mejoramiento de esa condición humana.
piedra las bombas de cristal del alumbrado público de aquellos lugares.[42]
La Sociedad de Mejoras y Ornato, en su primera sesión de 1933, solicitaba al alcalde y al director de la Policía Nacional una mejor vigilancia de los parques y jardines públicos,
Pablo de la Cruz diseñó el triángulo principal en la parte norte del terreno, sobre la carrera Séptima. El trazado de los jardines llamados “abanico”, por ser un sistema de caminos peatonales radiados desde un centro que sería el Lago Panamericano, abarcaba la mitad sur del triángulo antiguo del parque. Dicho triángulo estaba dividido en dos mitades separadas por la alameda de acceso al parque, que coincidía con la antaño entrada a la finca Las Mercedes. Ese diseño original también incluía como remate oriental en el vértice del triángulo las
pues nuestro público en una buena parte carece aún de espíritu cívico, de comprensión, de bondad y misericordia para con las cosas puestas al servicio de este. Se registran con frecuencia daños en las plantas y en los prados de los parques, las mejores plantas ornamentales desaparecen de la noche a la mañana; los jóvenes incultos rompen a
42 “La Sociedad de Mejoras y Ornato realiza importantes labores”, El Tiempo, 4 de febrero, 1933, 8.
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QUIOSCO PARA LA MÚSICA. PABLO DE LA CRUZ, OCTUBRE DE 1934 FUENTE: AGN. SECCIÓN MAPAS Y PLANOS, FONDO INVÍAS, MAPOTECA 1, PLANOTECA 9, BANDEJA 10, CARPETA 107, REF. 2451.
llamadas pérgolas, en cuyo centro estuvo previsto construir el Quiosco para la Música, diseñado por De la Cruz, pero que no llegó nunca a realizarse. Cuando se logró adquirir la totalidad de los predios, el diseño se completó con los Jardines Internacionales, en la mitad norte del triángulo, con frente a la carrera Séptima. Pero el planteamiento de diseño abarcaba la totalidad del predio, hasta la parte alta del río, e incluía no solo paisajismo y ornamentación, sino redes, administración, vigilancia, sanitarios, fuentes e incluso puentes.
Los técnicos y los primeros planos Durante el gobierno de Enrique Olaya Herrera, fue clave para la realización de los planes de obras el ministro de Obras Públicas, Alfonso Araújo, quien ejerció su cargo entre 1931 y el 7 de agosto de
1934; Araújo conformó la Junta del Nuevo Parque, firmó escrituras de compra de los predios y asignó responsabilidades. Bajo su orden estuvieron Jorge Quiñones Neira, director de la Sección de Edificios Nacionales (entre 1933 y diciembre de 1934)[43]; su sucesor Eusebio Santamaría (entre 1935 y 1946), quien había sido subdirector de la misma sección desde 1930; Pablo de la Cruz, como director de la Sección Técnica del Ministerio (entre febrero de 1932 y enero de 1935[44]), y Jorge H. Vargas, como administrador del parque (hasta enero de 1935, cuando fue reemplazado por Jorge Quiñones Neira).
GRAN PARQUE NACIONAL, SECTOR DEL LAGO PANAMERICANO, S. F. FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-777B.
43 Carlos Niño Murcia, Arquitectura y Estado, 3.ª ed. (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2019), anexo. 44 En su carta de dejación del cargo menciona que unos cien proyectos estuvieron bajo su dirección en la Sección, incluidos tres “sin terminar”: el parque Nacional, la Biblioteca y el Museo Nacional y la Imprenta Nacional. Arango et al., Pablo de la Cruz, 138.
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Karl Brunner entró en escena en enero de 1934, cuando asumió la dirección del recién creado Departamento de Urbanismo dentro de la Oficina de Obras Públicas Municipales de Bogotá, y estableció diálogo con Pablo de la Cruz, quien se refirió a él en términos elogiosos. Le agradeció que en sus diseños de la calle 39 y de otros lugares alrededor del parque estuviera en sintonía con la idea de liberar de obstáculos y cerramientos el espacio que debía ser público. La participación de Brunner en el diseño fue muy tangencial: llegó al país a finales de 1933. El Acuerdo 42 del Concejo de Bogotá, que estableció los términos de su contrato y sus funciones, se firmó en diciembre, mientras que la obra del parque había iniciado en septiembre. Su nombre aparece relacionado en el diseño de la avenida 39, como director del Departamento de Urbanismo. Lo anterior se vincula con el parque Nacional, dado que el lote La Cascajera, que se destinó a la avenida inicialmente, fue adquirido para el parque, pero ello no sucedió. Después, en 1935, elaboró el Estudio de saneamiento del Paseo Bolívar, que pretendía concretar la vieja idea de conectar parques y bosques de los cerros Orientales, lo que incluía al parque Nacional. A su vez, fue importante en el planteamiento de obras para la celebración del IV Centenario de la fundación de la ciudad, a realizarse en 1938, pero para entonces el parque Nacional ya estaba inaugurado y su diseño, definido. A principios de septiembre de 1933 se anunciaba en El Tiempo que el ministro Araújo organizaba la Comisión de Estudios y Levantamiento de Planos del Gran Parque Nacional, y solo adelantaba el nombre del prestigioso ingeniero Carlos Arenas Ruiz, “quien hará el levantamiento de los planos y dará principio a los trabajos de la obra”[45]. En septiembre se procedió a hacer un levantamiento topográfico con curvas de ni-
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45 “Muy pronto se da comienzo al Gran Parque Nacional”, El Tiempo, 1.º de septiembre, 1933, 16.
vel cada metro, un estudio geológico y los estudios de servicios básicos: acueducto, lo que incluía la construcción de un tanque de agua, alcantarillado, y luz eléctrica de su propia planta, servida por una mina de carbón que estaba en sus predios. A pesar de un crudo invierno, en el último trimestre de 1933 se construyeron la mitad de la carretera de penetración y algunos caminos.[46]
También hay constancia de que laboró como maestro de obra del parque el señor Mariano Cárdenas, aunque fue destituido en noviembre de 1933[47]. Ese mes aparece mencionado en documentación del ministerio un señor de apellido Canovas como el encargado de las labores de horticultura, bajo la supervisión del técnico de Parques y Jardines de esta institución, que al tiempo estaba al frente de estas labores en el parque de la Independencia y lo había estado en el del Centenario. También se menciona al agrónomo Dr. José Fabi en la correspondencia del administrador Vargas, quien le asesora en los temas paisajísticos y lo acompaña a traer plantas de Fusagasugá, y quien en agosto de 1935 ejercía el cargo de técnico de Parques y Jardines Nacionales. Además, se conserva una solicitud para facilitar el viaje a Buenaventura del Dr. Enrique Pérez Arbeláez, quien iba comisionado por el ministerio para traer árboles y peces para el Gran Parque Nacional en abril de 1934[48]. Canovas fue recomendado por sus trabajos de horticultura y jardinería en Fontibón en terrenos difíciles y tenía experiencia en el Ministerio de Industrias. 46 Arango et al., Pablo de la Cruz, 142.
47 Carta dirigida al director de Edificios Nacionales, doctor Quiñones Neira, firmada por Mariano Cárdenas y fechada el 23 de noviembre de 1933, en la que pide explicaciones de por qué fue destituido. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 19321934, t. 293.
48 Carta dirigida al secretario del Concejo Administrativo de los Ferrocarriles Nacionales fechada en abril de 1934 y con firma a mano ilegible. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1932-1934, t. 293.
PLANO DE BOGOTÁ, SECCIÓN DE LEVANTAMIENTO, SECRETARÍA DE OBRAS PÚBLICAS, DETALLE, 1933 FUENTE: MUSEO DE BOGOTÁ.
En 1933, la Secretaría de Obras Públicas elaboró el Plano de Bogotá, en el que por primera vez se registra en el trazado urbano la presencia del parque Nacional. El tamaño de la mancha de color verde evidencia la envergadura del proyecto respecto de los otros dos grandes parques con los que contaba la ciudad: el de la Independencia y el del Centenario. Aunque, como ya se dijo, se trata de una zona con un número importante de familias que habitaban estos terrenos, el plano no lo refleja. Se lee, por el contrario, que es un gran parque de 47 hectáreas en medio de una zona libre de construcciones. El Plano topográfico del Gran Parque Nacional – sector sobre la carrera 7ª está fechado en agosto de 1934 y es de autoría de Pablo de la Cruz, quien detalla el trazado de los jardines llamados “abanico” y la pérgola. Los jardines al norte apenas están delimitados, pero sin detalle dado que, como también se dibuja en ese plano, había una sección
que aún no se había comprado y estaba ocupada por casas con frente a la carrera Séptima. El Plano general del Parque Olaya Herrera. Red de acueducto, alcantarillado y desagües, del MOP, contiene un levantamiento topográfico completo del parque, con curvas de nivel y localización de las construcciones y los recintos, al parecer ya terminados. No incluye la fecha en el original que se conserva en el Archivo General de la Nación; sin embargo, se puede deducir que es de la década de los cuarenta porque lo firma Eusebio Santamaría, como director general de Edificios Nacionales, cargo que ejerció entre 1935 y 1946. En el inventario ya se registran el monumento Homenaje a Rafael Uribe Uribe y el mapa de Colombia en el Jardín Internacional, ambos inaugurados en 1940. No está el monumento a Orellana, que es de 1942, por lo que es razonable establecer la fecha de este importante plano entre 1940 y 1942. 77
PLANO TOPOGRÁFICO DEL GRAN PARQUE NACIONAL, AGOSTO DE 1934 FUENTE: AGN, SECCIÓN MAPAS Y PLANOS, FONDO INVÍAS, MAPOTECA 1, PLANOTECA 11, BANDEJA 14, CARPETA 67, REF. 1633.
PANORÁMICA DEL GRAN PARQUE NACIONAL, CA.1934 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC.
PLANCHAS CORRESPONDIENTES AL TERRENO DEL PARQUE NACIONAL, COMISIÓN 1936 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO CARTOGRAFÍA, MDBP00255 Y MDBP00252.
PLANO GENERAL DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA. RED DE ACUEDUCTO, ALCANTARILLADO Y DESAGÜES, MOP, CA. 1940. FUENTE: AGN, SECCIÓN MAPAS Y PLANOS, FONDO INVÍAS, MAPOTECA 1, PLANOTECA 17, BANDEJA 21, CARPETA 36, REF. 177.
La obra y la inauguración La partida de presupuesto establecida en el Acuerdo 17 de 1933 evidenció que la intención fue inaugurar el parque Nacional en julio de 1934, antes de la terminación del periodo presidencial de Olaya Herrera. Iniciadas las obras el 28 de agosto de 1933 y finalmente entregado al público el 7 de agosto de 1934, justo el último día de la presidencia de Olaya, la obra de construcción tardó un poco más de once meses, lo cual se considera, para la época y dada la envergadura del proyecto, un ritmo de labor acelerado. En enero de 1934 el administrador Jorge H. Vargas informó al ministro Araújo las dificultades que enfrentaba porque aún no tenía los diseños de los jardines completos y los necesitaba para que el jardinero sembrara y se lograra mostrar algo de plantas crecidas en cuatro o seis meses. También sugería rellenar un lago existente “junto a los Jesuitas”, es decir, al sur, y construir allí canchas de tenis, como en efecto se hizo[49]. En enero de 1934 ya estaba lista la casa para el vigilante en madera, que fue la primera construcción del parque. Cuando fue necesario incluir en los presupuestos la continuación de las obras del parque Nacional, este fue registrado como una obra no incluida en el Plan Trienal del MOP, junto con la Biblioteca Nacional, la Imprenta Nacional y la Facultad de Medicina. La Oficina de Edificios Nacionales informaba el 4 de enero de 1934 que se iba a continuar con la ejecución de los jardines de la parte baja y se terminaría la carretera. “Además se iniciará otras obras a medida que se vayan proyectando”[50]. En febrero de 1934 ya estaba 49 Carta dirigida al director general de Edificios Nacionales, firmada por el administrador del parque, J. H. Vargas, fechada el 16 de enero de 1934. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1932-1934, t. 293. 50 “Memorándum para el Señor Ministro sobre el Plan de trabajos del presente año en el ramo de Edificios Nacionales. Enero 4 de 1934”, AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1930-1934.
contratada la construcción de bancas, faroles y quioscos diseñados en la Oficina Técnica del MOP. “En estas construcciones, así como en los sardineles, andenes y escaleras, se reciclaron ladrillos viejos que sobraron de la obra de la Facultad de Medicina”[51], la cual se adelantaba al mismo tiempo. Gustavo Beaumé se comprometió a construir los faroles en cemento blanco y a instalarlos. En marzo siguiente, Jorge H. Vargas informó que en el vivero estaban sembrados “8.000 pieces [sic] de rosas finas surtidas, 201 sietecueros en tarros, 32 geranios finos en taza, 1 caucho grande, 10 cauchos pequeños en cespedón, 20 capas de cespedón, 5 caimitos en tarro y 1 fucsia grande en taza”; de Fusagasugá se trajeron 22 plátanos pequeños, 150 mantos de la Virgen, 2 sietecueros, 1 quinde de monte y 2 carbucos de monte, todo esto en la parte media de la antigua finca Tejar de Álcalá[52]. Curiosamente, también se sembraron ejemplares donados por varios ciudadanos, como 3 araucarias finas. La siembra se estaba realizando para esa fecha en el camellón de entrada, según el informe de Vargas.
SIETECUEROS-TIBOUCHINA LEPIDOTA. ILUSTRACIÓN DIEGO BOHÓRQUEZ
ARAUCARIA HETEROPHYLLA. ILUSTRACIÓN DIEGO BOHÓRQUEZ
Al principio de las obras en 1933 hubo preocupación porque no había mucho movimiento de obreros, porque no se tenían los planos y porque se temía que los árboles no alcanzaran una altura suficiente como para lucirse en la inauguración. Pero el informe de finales de abril de 1934 de Vargas evidencia un avance significativo. Se había adelantado mucho de la carretera, construido un puente sobre el río en la parte alta de 25 metros de largo por 6 de ancho en pilotes de madera, se habían instalado 30 llaves para facilitar el regadío de los jardines, se había preparado el terreno para las canchas de tenis; se había afianzado el vivero y se estaban realizando siembras y regadío de
51 Arango et al., Pablo de la Cruz, 145.
52 “Memorándum al director de Edificios Nacionales, 8 de marzo de 1934”, AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1930-1934.
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ROYECTO DE CASA PARA EL VIGILANTE DEL NUEVO PARQUE NACIONAL. ARQUITECTO PABLO DE LA CRUZ; CONSTRUCTOR: J. OSPINA Y CÍA., SEPTIEMBRE DE 1933 FUENTE: AGN, SECCIÓN MAPAS Y PLANOS, FONDO INVÍAS, MAPOTECA 1, PLANOTECA 17, BANDEJA 20, CARPETA 35, REF. 175.
CASA FUNDACIÓN ALMA EN EL PARQUE NACIONAL, ESTADO ACTUAL DE LA CASA PARA EL VIGILANTE FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2021.
DETALLE DE LAS BANCAS Y CORTE DE LOS PRADOS, ENERO DE 1934 FUENTE: AGN, SECCIÓN MAPAS Y PLANOS, FONDO INVÍAS, MAPOTECA 1, PLANOTECA 15, BANDEJA 14, CARPETA 68, REF. 1643.
PRESUPUESTO PARA LOS FAROLES, 22 DE FEBRERO DE 1934 FUENTE: AGN, EDIFICIOS NACIONALES, CORRESPONDENCIA EDIFICIOS NACIONALES, MINISTERIO DE OBRAS PÚBLICAS Y MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES, 1932-1934.
semillas. “Se recibieron de EE. UU. 425 arbolitos ornamentales y 150 matas de rosas finísimas y 80 de otras flores, las cuales salieron de Nueva York en refrigeradores el 31 de marzo y llegaron a Bogotá el 10 de abril. Llama la atención cómo llegó el embarque; hasta ahora no se ha perdido ni una sola mata, habiendo ya varias floridas”[53]. Se había removido mucha tierra de los abanicos, construido sus sardineles y el estanque, las bases para las bancas y se iniciaban las bases de las pérgolas. El alumbrado también estaba muy adelantado, con 17 postes ya construidos, el tendido de alambre ya hecho y colocadas 30 lámparas en el centro del parque. Aparte de la casa del vigilante ya terminada, se realizaba el segundo piso de la casa de administración, con almacén de materiales. Informaba Vargas: “se están aserrando los árboles que se han talado y las maderas se han consumido en las construcciones, quedando una existencia en depósito”. Como se puede deducir, la obra se concentró en consolidar la mitad sur del triángulo de jardines, el sector de la pérgola; al sur, arriba, hacia La Merced, se establecieron el vivero y las primeras canchas deportivas. Estas obras, sumadas a la casa para los vigilantes y a la casa de la administración, en la parte aún más alta, fueron concluidas para la inauguración. La casa de la administración era la residencia del administrador y su familia. Su diseño incluía un balcón redondeado desde donde podía divisarse el parque. Fue una de las construcciones que se realizaron en la primera etapa y junto a ella se ubicaron los almacenes de materiales. Hoy funciona en el mismo edificio la Casa de la Juventud de Chapinero. Mucho se había hecho y desde mediados del año el parque ya estaba a disposición de los bogotanos, pero había preo-
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53 Memorándum al doctor Quiñones Neira, director general de Edificios Nacionales, fechado el 24 de abril de 1934, firmado por el administrador del parque, Vargas. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1932-1934, t. 293.
cupación por el aspecto ralo de la vegetación. En junio, ad portas de la fecha de terminación y entrega de los trabajos, Quiñones se enteró de que al Ministerio de Agricultura habían llegado unas semillas de pastos finos “y como hemos pedido un cargamento de semillas iguales para el Parque, pero que no llegan todavía, mucho le sabríamos agradecer si usted se sirviera ordenar nos fueran prestados unos 400 kilos de dichas semillas de pastos finos, para prados, comprometiéndonos a devolvérselas de la primera remesa que llegara de las pedidas para el Parque”[54]. En el artículo que Pablo de la Cruz escribió para el Registro Municipal en julio de 1934, describe lo que ya está hecho y lo que falta por terminar: Si se siguiera el pensamiento general del proyecto ideado por mí y del cual están ejecutados los planos en más de un setenta por ciento, la carretera trazada por el ingeniero Director Jorge Quiñones Neira, y los caminos para peatones, ya en forma de zig-zag, que suben a las colinas, ya en el de graderías y lo mismo en los de grandes avenidas, deben conducir a los habitantes del Parque, primero, en el frente que da a la carrera 7ª, al parque inglés propiamente dicho, compuesto de prados, flores, fuentes, jarrones (¡bustos no, por la Virgen!); luego, más adelante, hacia el rosedal y la pérgola, que también es una forma de rosedal que servirá para que se paseen los amantes de la música en las audiciones que se darán en kiosko proyectado para este fin y que no alcanzó a hacerse por falta de tiempo y de dinero. Si se sale de la pérgola y se continúa hacia la izquierda buscando el puente sobre el río del Arzobispo, que le da paso a la ca54 Carta dirigida al ministro de Agricultura, firmada por el director general de Edificios Nacionales y fechada el 23 de junio de 1934. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1932-1934, t. 293.
VISTA PANORÁMICA DEL PARQUE NACIONAL, 1935 FUENTE: IGAC, VUELO 13.
AEROFOTOGRAFÍA PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1938. FUENTE: IGAC, VUELO A-27, SOBRE 403, FOTO 56.
LAGO PANAMERICANO, FOTOGRAFÍA DE 1938 FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, XVI-1277A
SECTOR LAGO PANAMERICANO, PARQUE NACIONAL, O LAGO DE LAS AMÉRICAS O ESTANQUE CENTRAL. FUE UN ESPEJO DE AGUA DURANTE VARIOS AÑOS, PERO SIN AGUA. FUE ESCENARIO DE RETRETAS O PRESENTACIONES ARTÍSTICAS. EN SU PISO DESDE EL ORIGEN SE DIBUJÓ UN MAPA PANAMERICANO, Y LA BANDERA COLOMBIANA ADORNÓ EL BORDE SUPERIOR, EN: CARLOS NIÑO MURCIA, LINEAMIENTOS PARA EL PARQUE NACIO-NAL OLAYA HERRERA DE BOGOTÁ (BOGOTÁ: INSTITUTO DISTRITAL DE RECREACIÓN Y DEPORTE, 2019), 11. CA. 1958-1960 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: NÉSTOR BOGOTÁ CASTILLO.
PÉRGOLAS, 1938 FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-777C.
PÉRGOLA AÚN CON LOS JARRONES, 1950 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: FABIO LÓPEZ.
PÉRGOLAS EN EL PARQUE NACIONAL FUENTE: FOTOGRAFÍA DE HANZ RIPPE-IDPC, 2019.
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rretera de salida, se podría ir a un gran lago formado por una represa que alcanzaría más de 300 metros de longitud y que, en mi concepto, podría ser de gran efecto. Esta represa se proyectó, pero tampoco se hizo. Hacia la derecha, buscando los antiguos chircales de “Alcalá”, se proyectó, y esto sí alcanzó a estar casi completamente concluido, un campo de golf en miniatura, una casita para un guardabosque, tres canchas de tenis, un campo de juegos para niños, una toilette para señoras y niños y un vivero para el sostenimiento del parque. Continuando la carretera de penetración, está construida ya la casa para la Administración y luego más adelante, más o menos en el kilómetro 1,050, está proyectado el Gran Casino, precisamente en todo el eje de la entrada principal para peatones, que es esa que tú ves más o menos en la calle 37, con faroles amarillos a lado y lado, que se pusieron de ese color para llamar la atención de los críticos o para colgarlos, si te parece. El Gran Casino sería una obra verdaderamente arquitectónica y en su construcción no van a emplearse menos de cincuenta mil pesos. Algo así como la casa del Country Club, pero en estilo moderno y no tan mal distribuido. Si se sigue por la carretera, te puedes bajar antes del puentecito que atraviesa el río del Arzobispo y meterte por camino de cabras hacia la derecha a buscar otras casitas de guardabosques y, en el extremo sureste, una gran escuela municipal, cuya situación está fijada en una planada lo suficientemente extensa para reemplazar con ventaja el lote de “La Cascajera” cedido por el municipio a la Nación y el cual estaba destinado antes para la construcción de una escuela. La carretera se vuelve por la margen izquierda del río del Arzobispo, porque nos fue imposible haberlo hecho como quisimos, por la margen derecha, debido a insuperables inconvenientes geológicos. Unos
quinientos metros antes del puente de que te hablé al principio, desde el cual comenzaría la gran represa, se encuentra el edificio para la planta eléctrica con una capacidad para unos mil quinientos focos y que, si mis cálculos no me engañan, antes de que tú publiques estos datos ya estará al servicio. […] Para terminar, quiero manifestarte que si fuera yo quien tuviera en mis manos la responsabilidad del parque Nacional, lo dejaría abierto de día y de noche, con unos cuantos vigilantes y bastante luz.[55]
Añade en el mismo artículo De la Cruz que en el futuro deberían hacerse piqueteaderos, “pequeños deportes”, “enamoraderos” y un zoológico. Su relato se complementa con el informe de obras realizadas por Edificios Nacionales en el parque Nacional entre septiembre de 1933 y julio de 1934: Perfeccionadas las negociaciones de compra de los terrenos necesarios, se dispuso la iniciación de los trabajos para la construcción del Parque, que tuvo lugar en la segunda década de septiembre. Se principió por hacer el levantamiento topográfico de toda la propiedad con curvas de nivel de metro a metro, consiguiendo así un plano total que reproduce fielmente el terreno con todas sus ondulaciones. Posteriormente se hizo un estudio geológico también de toda la región ocupada por el parque y ya se cuenta con el plano geológico de este. El proyecto de las obras que se han venido ejecutando ha sido objeto de numerosos estudios […] entre otros: estudios de carreteras troncales, proyectos de acueducto,
55 De la Cruz, “El Parque Nacional”, 55-56.
LA CASA DEL GUARDABOSQUE Y EL PEQUEÑO CAMPO DE GOLF
ENTRADA AL GRAN PARQUE NACIONAL, POR SU COSTADO SUR
ENTRADA PRINCIPAL DEL GRAN PARQUE POR LA CARRERA 7A Y LA CALLE 36
PUENTE SOBRE EL RIACHUELO DEL ARZOBISPO EN EL EXTREMO NOROESTE DEL PARQUE NACIONAL
EL ROSEDAL Y LA PÉRGOLA CON LAS OLLAS CHIBCHAS TRABAJADAS POR EL MAESTRO BARBA
FRENTE AL PARQUE SOBRE LA CARRERA 7A CONTEMPLADO DESDE UNA DE LAS COLINAS INTERIORES
FUENTE: PABLO DE LA CRUZ, “EL PARQUE NACIONAL”, REGISTRO MUNICIPAL, T. IV, N.º 38, 30 DE JULIO, 1934, 52-56.
alcantarillado, explanadas, jardines, sanitarios, planta y distribución eléctricas, y varias construcciones así: Casa de Administración – área 200 m2. Una construcción de dos pisos, en estilo moderno; consta de los servicios necesarios para administración, almacén, herramientas y vivienda para el administrador. Casa para planta eléctrica – área 84 m2; un piso, capacidad para dos generadores de 40 y 60 kilowatios con todos los servicios, tales como tableros, controles, combustible, etc. Kiosko para tocador de señoras – área 23 m2; un piso, estilo moderno. Casa para vigilante – proyecto y construcción, en un área de 33 m2. Tiene dormitorios, cocina, servicios sanitarios, etc. Las obras que se llevan a cabo en el periodo de septiembre de 1933 a julio de 1934 se pueden enumerar brevemente así: Una carretera troncal de más de tres kilómetros de longitud, debidamente afirmada, que permite recorrer en automóvil casi todo el parque; Una casa para el Administrador, con dependencias de almacén, sala de dibujo, etc.; Adelantados los jardines de la parte baja con un estanque central y algunos motivos de ornamentación, con sus paseos macadamizados;
Un vivero, que cuenta entre otras cosas, con doce mil matas de rosa; Una planta eléctrica con dos grupos de motores de vapor y generadores eléctricos que suministran más de cincuenta kilowatios con su distribución eléctrica canalizada y con faroles en concreto armado. Esta planta funciona en edificio construido al efecto; Un local para sanitarios; Prados artificiales en una extensión de tres hectáreas para juegos de niños; Tres campos de tenis; Equipos de juegos para niños; Un paseo de más de 300 metros para niños, debidamente afirmado y ornamentado; cercas en todo el contorno del Parque y en una buena extensión del río del Arzobispo, fuera del Parque; Demolición de un gran número de viviendas que existían en el terreno del parque; y otras muchas obras pequeñas. […] Merece mención la traída de los Estados Unidos de un gran número de plantas ornamentales, que se requerían para producir ciertos efectos de colorido que no se pueden conseguir con las plantas del país. Vinieron meples, pinos, tilos, aspireas, retinospora plumosa, azaleas y otras bellísimas plantas. Todas estas obras se terminarán con una inversión inferior a $ 80.000,00.[56]
Construido un servicio completo de alcantarillado, con sus desarenadores, y cajas de inspección, en la parte plana; Una red de acueducto que permite el riego de todos los jardines y viveros; 92
56 “Edificios Nacionales. Trabajos ejecutados por la sección en los años comprendidos entre 1931 y 1934”, AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, Ministerio de Obras Públicas y Ministerio de Relaciones Exteriores, 1932-1934, ff. 25-27.
CARTA FIRMADA POR PABLO DE LA CRUZ AL MINISTRO ARAÚJO PARA PROGRAMAR LA INAUGURACIÓN DEL PARQUE NACIONAL EN LA AGENDA DEL PRESIDENTE OLAYA FUENTE: AGN, EDIFICIOS NACIONALES, CORRESPONDENCIA EDIFICIOS NACIONALES, MINISTERIO DE OBRAS PÚBLICAS Y MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES, 1932-1934.
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ARTÍCULO QUE ANUNCIA LA INAUGURACIÓN REALIZADA FINALMENTE FUENTE: EL TIEMPO, 7 DE AGOSTO, 1934, 1.
ARTÍCULO QUE ANUNCIA LA INAUGURACIÓN FALLIDA FUENTE: EL TIEMPO, 6 DE AGOSTO, 1934, 1.
La primera intención fue inaugurarlo el 20 de julio. Luego se sugirió hacerlo en el marco de la celebración del aniversario de la fundación de la ciudad, el 6 de agosto, un día antes del fin del periodo presidencial de Olaya Herrera. El 31 de julio el ministro solicitó apoyo de la policía para dos ceremonias de inauguración con asistencia del presidente Olaya el lunes 6 de agosto: a las 10:30 a. m., la de la Facultad de Medicina, y a las 12, la del parque Nacional. La de la mañana se realizó, pero la del parque no y en prensa se invitó a la inauguración a las 11 a. m. del día siguiente, cuando Olaya entregaría la presidencia a Alfonso López Pumarejo.
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En la inauguración hablaron tanto el presidente como el ministro de Obras Públicas salientes. La prensa reportó que, a pesar de la lluvia, una muchedumbre acudió al último acto oficial del presidente Olaya a quien ovacionaron. Al final del acto
el presidente y sus acompañantes, entre los que estaban varios de sus ministros y el director de la Policía, hicieron un recorrido por el parque. En esos mismos días Araújo y De la Cruz publicaron clasificados en los que anunciaban su disponibilidad profesional, una vez finalizara la presidencia de Olaya, aunque De la Cruz continuó hasta enero del año siguiente. El 11 de agosto siguiente, en la sección “Cosas del día” de El Tiempo, se exaltó como un “auténtico adelanto urbano” el parque Nacional. Sin embargo, se criticó la directriz de prohibir el acceso vehicular después de las cinco y media de la tarde, pues el columnista opinaba, como De la Cruz, que de cinco a ocho de la noche eran horas claves en las que los bogotanos salían a disfrutar de la ciudad y en todas partes del mundo era el momento
REGISTRO DE LA INAUGURACIÓN DEL 7 DE AGOSTO A LAS 11AM EN PRENSA. PRESIDENTE OLAYA Y MINISTRO ARAÚJO; AL FONDO, LA PÉRGOLA FUENTE: EL TIEMPO, 8 DE AGOSTO, 1934, ÚLTIMA PÁGINA.
en que este tipo de espacios tenían mayor animación. De a poco la ciudadanía y sus gobernantes se apropiarían de su parque y establecerían las rutinas que harían de este un gran lugar de esparcimiento, contemplación y recreación en Bogotá. Cuando en 1938 se logró la compra de los predios con frente a la carrera Séptima, se emprendió la construcción del Jardín Internacional que contiene el mapa de Colombia (1940), luego reemplazado por el actual de la sabana de Bogotá.
En el mismo año se insertó en el abanico el monumento Homenaje a Rafael Uribe Uribe, del escultor Vittorio Macho y del arquitecto español Alfredo Rodríguez Orgaz: Los relieves fueron esculpidos por el maestro Bernardo Vieco Ortiz, en estilo Art Decó, representando las mujeres que despiden a los hombres en memoria de la gesta libertadora. Su construcción fue posible gracias al artículo primero de la Ley número 41 de
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PLANO GENERAL DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA. RED DE ACUEDUCTO, ALCANTARILLADO Y DESAGÜES, MOP, CA. 1940, DETALLE FUENTE: AGN, SECCIÓN MAPAS Y PLANOS, FONDO INVÍAS, MAPOTECA 1, PLANOTECA 17, BANDEJA 21, CARPETA 36, REF. 177.
1930, que ordenó instalar en la capital de la República una estatua en bronce del General Rafael Uribe Uribe (1859-1914). Fue inaugurado el domingo 27 de octubre de 1940.[57]
En 1937 se construyó además un tanque de agua para 35.000 litros y 620 m de tubería de distribución; en 1938 se construyó un palomar, una casa para animales, un teatro al aire libre y nuevos kioscos; en 1939 se canalizó el río Arzobispo, desde el puente de la carretera troncal hasta la carrera 7ª, y en la avenida de La Cascajera se hizo un puente en madera sobre el río. […] En 1940 se levantó la pared que separa el parque de la propiedad de los padres jesuitas, se cercaron las pistas de juego, se hizo un puente en concreto sobre el río Arzobispo y un invernadero.[58]
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57 Niño Murcia, Lineamientos, 39.
58 Niño Murcia, Arquitectura y Estado, 214.
En enero de 1935, en su informe final de funciones, Pablo de la Cruz actualizó el estado de obras del parque: Al presente tiene una casa de administración, casa para planta eléctrica, cinco kioscos para sanitarios: 3 para hombres y 2 para señoras y niños; dos casas para vigilantes; una carretera troncal de cerca de 4 kilómetros, que permite recorrer en automóvil todo el Parque, caminos para paseos entre los cuales se cuenta un camino para caballerías y peatones, de 4 kms.; un vivero con cerca de 60.000 matas para trasplantar; una pérgola central con una rosaleda; prados en una extensión de unas 10 hectáreas; gimnasio para juegos de niños; campos de deportes: tenis, golf y basket ball; todo con su red de acueducto, alcantarillado y electricidad.
CRONOLOGÍA DE CONSTRUCCIONES DEL PARQUE NACIONAL FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.
ESCULTURA DEL MONUMENTO HOMENAJE A RAFAEL URIBE URIBE FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CARLOS LEMA-IDPC, 2019. PÁGINA OPUESTA: MONUMENTO HOMENAJE A RAFAEL URIBE URIBE, 1940 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO SAÚL ORDUZ, MDB-27358.
VISITANTES DEL MAPA EN RELIEVE DE BOGOTÁ Y LA SABANA, EN EL LUGAR DONDE ANTES ESTABA EL PLANO DE COLOMBIA FUENTE: FOTOGRAFÍA DE HANZ RIPPE-IDPC, 2019. MAPA DE COLOMBIA, REEMPLAZADO POR EL ACTUAL MAPA EN RELIEVE DE LA SABANA DE BOGOTÁ, S. F. FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC.
MAPA DE COLOMBIA REEMPLAZADO POR EL ACTUAL MAPA EN RELIEVE DE LA SABANA DE BOGOTÁ, S.F. FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. FONDO DANIEL RODRÍGUEZ , MDB 18873.
AEROFOTOGRAFÍA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1943 FUENTE: IGAC, VUELO C-335, SOBRE 1374, FOTO 727.
AEROFOTOGRAFÍA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1955 FUENTE: IGAC, VUELO C-743, SOBRE 2857, FOTO 976.
PANORÁMICA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1942 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: KURT WODAK JR.
VISTA PANORÁMICA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1960 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ, MDB17567.
SECTOR JARDÍN INTERNACIONAL Y AVENIDA 39, SECTOR LETICIA, S. F. FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC.
ALTOS FUNCIONARIOS DE LA EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ EN EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA. AL FONDO, A LA DERECHA, EL QUIOSCO RESTAURANTE, 1965 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
TEATRO INFANTIL, 1938 FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-804A.
TEATRO INFANTIL FUENTE: FOTOGRAFÍA CAMILO-RODRÍGUEZ-IDPC, 2021.
INTERIOR DE LA BIBLIOTECA DEL TEATRO INFANTIL, S. F. FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-804B.
Actualmente se construyen la salida del Parque sobre la carrera 7ª, entre calles 38 y 39; una pequeña biblioteca; un kiosco para paseo, con una fuente ornamental en estilo sevillano; se arregla el morro que domina esta parte, cuidando además de los prados, viveros y demás. Como esta obra no cuenta sino con una partida bastante exigua, el pensamiento de la Dirección es terminar las obras que ya están iniciadas y dedicar el resto a la conservación y aseo.[59]
Aunque con escaso presupuesto después de 1935, las obras continuaron. Para junio de ese año, por ejemplo, ya se encontraba totalmente terminada la red de acueducto y alcantarillado y se había avanzado en la construcción de los carreteables. En convenio con el Ministerio de Educación se construyeron el teatro y biblioteca infantil con diseños del arquitecto Carlos Martínez en 1936, por solicitud del secretario del Ministerio de Educación, Jorge Zalamea. Es reconocido por la historia de la arquitectura en Colombia como uno de los primeros edificios en Colombia que siguieron las reglas de la arquitectura moderna racionalista, con volúmenes rectos, muros blancos y libertad en los ritmos de los vanos de las fachadas porque la forma sigue a la función. Fue construido en la misma época de la Ciudad Universitaria, en donde se llevaron a cabo también estas experiencias precursoras en el ámbito colombiano. Si no en lo constructivo sí en lo formal, estos edificios se desprendían de la tradición ornamental neoclásica y más aún neocolonial. Fue declarado Monumento Nacional mediante el Decreto 1802 del 19 de octubre de 1995. 59 Resumen de proyectos elaborados por la Sección Técnica de Edificios Nacionales desde febrero de 1932 hasta enero de 1935, entregado por Pablo de la Cruz al director de Edificios Nacionales y fechado el 11 de enero de 1935. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, Ministerio de Obras Públicas y Ministerio de Relaciones Exteriores, 1935-1936.
La presión por ampliar el área del parque continuó, pero ahora hacia las partes altas. En 1943 se pretendía con ello entregar para protección ecológica los cerros a actividades propias del parque y no de explotación de canteras y tejares: La obra está comenzada con el Parque Olaya Herrera, creación del gobierno Nacional. El Municipio, por su parte, es propietario de algunas hoyas hidrográficas y de una parte de la zona del Paseo Bolívar. Se requiere, pues, que continúe el esfuerzo conjunto entre los gobiernos nacional y municipal, para completar la adquisición de los terrenos que faltan e iniciar la obra de su repoblación y embellecimiento.[60]
Años después, en 1959, se intentó adicionar 132 hectáreas del cerro al parque, pero no hubo acuerdo en el avalúo por las partes involucradas. Era un objetivo importante porque para el ministerio: “Puede decirse que este es el único parque que hay en la ciudad de Bogotá, para recreo de las clases populares. Los otros sitios, llamados parques, de propiedad del Distrito, son tan solo unos pequeños jardines que no alcanzan a cumplir con cabalidad sus funciones”[61]. En las memorias del MOP de 1960 se sugirió entonces que se estudiara la posibilidad de expropiaciones por parte del ministerio, sustentándose en la Ley 50 de 1931 que había facilitado la idea del parque en su origen. Finalmente se logró un juicio de expropiación en 1974 que permitió extender el parque.
60 Registro Municipal (Bogotá, Imprenta Municipal), 1943, 518-521, citado en Observatorio de Cultura Urbana y Fabio Zambrano, Construcción del espacio público. Tres parques de Bogotá: Nacional, El Tunal, Simón Bolívar (Bogotá: Observatorio de Cultura Urbana, Instituto Distrital para la Recreación y el Deporte; Instituto Distrital de Cultura y Turismo; Alcaldía Mayor de Bogotá; Centro de Investigaciones de la Facultad de Arquitectura (CIFA) / Universidad de los Andes, 2002), 97. 61 Observatorio de Cultura Urbana y Zambrano, Construcción del espacio público, 98.
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EN CUERPO Y ALMA. Deporte, embellecimiento y diversión, 1934-1964
Ciudadanía y deporte En 1930 las voces liberales renegaban de un pasado reciente en el que la cultura del cuerpo había sido ignorada o al menos relegada frente a la vida del intelecto y del academicismo. En 1925 se había expedido la Ley 80, mediante la cual se creó la Comisión Nacional de Educación Física[62], que tenía el objetivo de organizar, auspiciar y fomentar el deporte. Sin embargo, terminando el año 1929, se hizo un balance de la actividad deportiva en el país, lo que evidenció una precaria posición en relación con otros países, la falta de escenarios deportivos, la frecuente vinculación de la práctica profesional a clubes sociales de las élites y una escasa diversificación de opciones deportivas. Fútbol, tenis, golf, hockey, polo, basquetbol, béisbol, ciclismo, automovilismo, motociclismo, tejo y 62 “En 1927 se realizaron los primeros Juegos Deportivos Nacionales en Bogotá con el patrocinio del Ministerio de Instrucción Pública y Salubridad Pública. Si bien llegaron pocas delegaciones y se limitaron a unos cuantos partidos de fútbol y a algunas pruebas atléticas celebradas en el estadio del Instituto de La Salle, hay que registrar este hecho como el primer esfuerzo por emplear el deporte como instrumento de integración nacional”. Fabio Zambrano, “De la Atenas suramericana a la Bogotá moderna. La construcción de la cultura ciudadana en Bogotá”, Revista de Estudios Sociales 11 (febrero 2002), 13.
carreras de caballos fueron dignos de aparecer en dicha reseña, así fuese en la mayoría de los casos con muy puntuales actividades en el país. Algunos de ellos se encontraban arraigados a escenarios en Bogotá como el Country Club, el hipódromo de La Magdalena o el Gimnasio Moderno[63].
FAMILIAS EN EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, S. F. FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ, MDB16453.
El tejo, actividad registrada con asiduidad en la prensa, remitía a una cierta imagen de deporte nacional por su condición autóctona, así como el tenis se consideraba como el deporte favorito de las damas. Pero el deporte de moda era el motociclismo, que hacía uso de las calles de la ciudad, en particular la Carretera Central de Norte, luego carrera Séptima, por la competencia Usaquén-Bogotá de 10 kilómetros con participación de nacionales y extranjeros, y que atraía a un numeroso público de todas clases sociales y géneros[64]. Durante el gobierno de Olaya Herrera hubo un impulso desde el Ministerio de Educación al fomento 63 Las élites habían importado de sus viajes a Europa la práctica del polo, el tenis y el fútbol desde 1890. Los primeros clubes fueron lugares exclusivos para hombres y socios de los clubes, lo que muestra que el deporte era un reflejo de las jerarquías sociales. Zambrano, “De la Atenas suramericana”, 12. 64 “El movimiento deportivo en 1929”, El Tiempo, 1.º de enero, 1930, 12.
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de la educación física en el país. En febrero de 1933 Agustín Nieto Caballero, inspector nacional de Educación, destacaba que sus correrías por el país le habían demostrado “la existencia de una sana tendencia de la juventud colombiana hacia los deportes”[65], auspiciada por la disposición de canchas deportivas y campos de juegos para todas las clases sociales. Estaba de acuerdo con el ministro Julio Carrizosa Valenzuela en que con algún esfuerzo se podría emular la experiencia europea, que consideraba como los principales factores de una formación sana la educación y el deporte, lo que redundaba en el entusiasmo por alcanzar la gloria deportiva. Dicha política estuvo acompañada por la decisión de crear la Sección Nacional de Educación Física, en la que estarían representadas las organizaciones deportivas y atléticas siguiendo el modelo europeo y norteamericano. Antes de esta iniciativa solo existían tres asociaciones deportivas, entre las que sobresalía la Asociación Colombiana de Tenis, y con el tiempo se crearon y consolidaron las de otros deportes, así como comisiones departamentales de deportes que buscaron ampliar los programas no solo a las clases sociales más pudientes, sino a clases trabajadoras y obreras. Hubo que esperar hasta 1938 para superar la reiterada lamentación por carecer de un estadio de fútbol en Bogotá. Cuando el parque Nacional era planteado, funcionaba también la Asociación Femenina de Deportes cuya misión era el fomento del deporte femenino en los clubes y la facilitación de la práctica de este en los colegios. Se ve entonces que había un vínculo institucional entre la educación en las escuelas y el deporte. Mientras se incluían en el pénsum escolar asignaturas como Educación Física y contenidos de anatomía y biología, el ordenamiento urbano veía la necesidad de coheren-
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65 “Tendrán una organización oficial todos los deportes”, El Tiempo, 20 de febrero, 1933, 3.
cia en el espacio urbano, para lo que se requería la dotación de estructuras en donde lo aprendido y fomentado en la escuela fuera incorporado como práctica cotidiana y democratizada (diversidad de clases sociales, diversidad de género). En julio de 1933 dicha asociación sugirió que le fuera cedido dentro del nuevo parque un lote de 100 por 50 metros para canchas de baloncesto y así darle el lugar que se merecía a la práctica deportiva femenina. Su presidenta, Beatriz Concha, resaltaba que los torneos que organizaban los realizaban en Girardot por falta de escenarios en Bogotá para este propósito[66]. El parque Nacional contaba con ocho pistas de tenis en polvo de ladrillo, tres canchas de voleibol, dos canchas de baloncesto, una pista de hockey, una cancha de fútbol, una cancha de microfútbol, una cancha de futsal, un muro de tenis, una pista para patinaje recreativo y una pista de patinaje artístico. A mediados de 1934 se documentó la instalación de once aparatos de gimnasia y calistenia de diversos estilos[67]. De estos se construyeron antes de 1940 los campos de tenis, de baloncesto y de patinaje. Habría que resaltar que en la etapa más crítica de la construcción, ad portas de la inauguración, contra el tiempo y con los recursos agotándose, se priorizó terminar estas canchas antes que los jardines o los quioscos, lo cual denota que lo deportivo era parte esencial del objetivo.
66 Carta de la Asociación Femenina de Deportes de Cundinamarca al ministro de Obras Públicas, fechada el 31 de julio de 1933. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, Ministerio de Obras Públicas y Ministerio de Relaciones Exteriores, 1932-1934, t. 293. 67 Carta al Ministro de Obras Públicas fechada el 16 de julio de 1934 y firmada por Edilberto Córdoba. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, Ministerio de Obras Públicas y Ministerio de Relaciones Exteriores, 1932-1934, t. 293.
PRÁCTICA DE PATINAJE EN EL PARQUE NACIONAL, CA. DÉCADA DE LOS SESENTA. FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ MDB16684.
“¡Bustos no, por la Virgen!” Pablo de la Cruz había sido explícito al señalar que el parque Nacional no admitía ser decorado con bustos (“¡bustos no, por la Virgen!”, había exclamado en 1934). Cuando en mayo de 1935 el alcalde de la ciudad le informó al ministro de Obras Públicas que, en cumplimiento de la proposición aprobada por la Sociedad de Mejoras y Ornato, se debía trasladar el busto del prócer Cabal Pombo que estorbaba al tránsito y sugería que el nuevo lugar fuera el parque Nacional, el secretario del ministro respondió: “Uno de los puntos más importantes del programa que ha trazado este Ministerio para los trabajos de embellecimiento del gran Parque Nacional, es el de no permitir, por ningún motivo, la colocación de bustos o monumentos en el referido lugar”[68]. El rigor en el cumplimiento de esta premisa indica un rasgo del discurso liberal que exaltaba el reconocimiento del ciudadano y cómo se le podían inculcar valores de orden y respeto por lo público a partir de proveer ese espacio urbano con actividades, vegetación, calidad y elegancia, y no tanto con monumentos de personalidades de procesos tan distantes en el tiempo como la Independencia. Sin embargo, los bustos y también la Virgen llegaron y se instalaron en el modernísimo parque Nacional. Paradójicamente, la primera iniciativa de una estatua en el parque Nacional fue para homenajear al expresidente Enrique Olaya Herrera, mediante la Ley 33 de 1937 del Congreso, por gratitud y reconocimiento a un gran ciudadano que había muerto recientemente. Allí se estableció que: “en una de las colinas del Parque Nacional se erigirá una estatua que perpetúe su memoria y exalte
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68 Carta al alcalde de Bogotá firmada por el ministro de Obras Públicas y fechada el 4 de junio de 1935. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, Ministerio de Obras Públicas y Ministerio de Relaciones Exteriores, 1935-1936, t. 293.
sus virtudes”[69], además de un mausoleo en el Cementerio de Bogotá, un museo, una placa, un retrato y un busto en bronce en otros lugares ligados a su biografía. Todo indica que a partir de este momento el Gran Parque Nacional o parque Nacional pasó a llamarse Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé de Bogotá, aunque la estatua ubicada en el jardín frente al teatro y biblioteca infantil fue trasladada allí solo hasta 1959. Un primer objeto de importancia simbólica para el parque ha sido durante décadas el reloj suizo, donación de la comunidad suiza en Bogotá al Municipio en 1938, que se sumó a la celebración de los cuatrocientos años de fundación de la ciudad. Desde la primera etapa estaba el Monumento a la Bandera y en 1940, como ya se ha mencionado, se instaló en lugar privilegiado otro bello monumento: el Homenaje a Rafael Uribe Uribe, diseñado por Vittorio Macho, acompañado por una fuente. Este, junto con el reloj suizo, tal vez han sido dos de los lugares más emblemáticos y de referencia para los usuarios del parque durante varias generaciones. [El reloj suizo] consiste en una torre cuadrada construida en ladrillo y recubierta en piedra, con un mecanismo de cuatro tableros, que permite dar la hora en sus cuatro costados. Fue construido por la relojería FAGAV, instalado por el relojero Albert Jeanneret, e inaugurado el 6 de agosto de 1938. El constructor de la torre es anónimo. El reloj se mantuvo en perfecto funcionamiento hasta la década de los ochenta, cuando empezaron los fallos. A partir de 1998 este monumento ha tenido varios mantenimientos, sin embargo, actualmente no funciona. En 2008, se realizó un mantenimiento que estuvo a cargo de la embajada suiza, quien hizo entrega oficial del reloj restaura-
69 Ley 33 del 19 de abril de 1937, Diario Oficial, n.o 23491, 1937, 5.
EL RELOJ SUIZO DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA FUENTE: FOTOGRAFÍA DE HANZ RIPPE-IDPC, 2019.
ESCULTURA DEL MONUMENTO A LA BANDERA FUENTE: FOTOGRAFÍA DE HANZ RIPPE-IDPC, 2018.
ALAMEDA CENTRAL HACIA EL RELOJ SUIZO. FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2021.
do el 31 de julio del 2008. Esta restauración fue realizada por el relojero Jacques Roland Brodbeck, y por Lina María Uribe, restauradora de bienes muebles. Para el 2013, se realizó nuevamente una intervención que estuvo a cargo de La Embajada Suiza en Colombia, el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, el círculo Colombiano de Joyerías y la relojería suiza TAG Heuer.[70]
Al reloj y al monumento a Uribe Uribe se sumó un objeto realmente significativo: la fuente colonial que había estado desde el siglo XVII en el centro del Claustro de Santo Domingo de la carrera Séptima con calle 12; pero la desafortunada demolición del conjunto desde 1938 y en los años posteriores hizo que la fuente terminara en el lugar donde originalmente se había pensado construir el Quiosco para la Música, bello edificio diseñado por Pablo de la Cruz. Las pérgolas terminaron así abrazando la 70 Niño Murcia, Lineamientos, 31.
fuente y no la música, como se había pensado en un momento. Hay registros del ministerio en los que consta que se proponía trasladar, aparte de la fuente, rejas, escalones y alguna columna del claustro viejo al parque Nacional; sin embargo, las fotografías de la época demuestran que las pérgolas estaban terminadas antes de que Santo Domingo fuese demolido[71]. En las memorias del MOP de 1941 se registra que una de las acciones realizadas fue la instalación de la fuente en el parque[72]. En el antiguo sector Leticia, al costado norte sobre la Séptima, se hizo una intervención en 1935 del terreno que generó un conjunto cuya esencia estaba en la idea original de manipular la topografía a fin de lograr espacialidades interesantes y de disfrute. Se trata del terraplén que en su extremo norte recibiría en la parte alta el quiosco 71 Fundación Museodata, “Restauración de la pérgola sur del Parque Nacional ‘Enrique Olaya Herrera’. Estudios preliminares”, Bogotá, 2014. Inédito. 72 Fundación Museodata, “Restauración de la pérgola”.
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INAUGURACIÓN DEL MONUMENTO FUENTE HOMENAJEA A RAFAEL URIBE URIBE FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ, MDB18122.
para biblioteca diseñado por Alberto Wills Ferro, pero que no duraría mucho tiempo porque sería reemplazado por un altar a la Virgen, cuyo culto aún hoy se conserva. En el extremo sur de ese terraplén se construyó la Fuente del León que fue descrita así por Pablo de la Cruz en enero de 1935: Actualmente se construyen la salida del Parque sobre la carrera 7ª, entre calles 38 y 39; una pequeña biblioteca; un kiosko para paseo, con una fuente ornamental en estilo sevillano; se arregla el morro que domina esta parte, cuidando además de los prados, viveros y demás.[73]
La imagen de la Inmaculada Concepción que hoy permanece fue instalada allí por Luis Eduardo Barrera Vela, quien dijo haber tenido una visión de la Virgen en ese lugar. Luego mandó a hacer la escultura y la instaló. Desde 1990 Rafael Cruz, Juan de Jesús Cruz y su familia, habitantes del
73 Resumen de proyectos elaborados por la Sección Técnica de Edificios Nacionales desde febrero de 1932 hasta enero de 1935, entregado por Pablo de la Cruz al director de Edificios Nacionales, fechado el 11 de enero de 1935. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, Ministerio de Obras Públicas y Ministerio de Relaciones Exteriores, 1935-1936.
barrio La Perseverancia, se encargan del cuidado del lugar[74]. La ampliación de la carrera Décima desencadenó la desaparición del parque del Centenario en los años cincuenta, mientras que los viaductos de Mazuera en la calle 26 afectarían también al vecino parque de la Independencia al final de la misma década. Estas afectaciones incidieron en el Parque Nacional Olaya Herrera de diferentes formas. Por una parte, las actividades que se desarrollaban en aquellos parques se trasladarían al Nacional, lo que generaría, por ejemplo, la presencia de bustos y homenajes patrios, la instalación de fuentes que venían del parque del Centenario, como El niño abrazando el ave, escultura de 1926. E incluso, como ya se mencionó, la inserción de juegos mecánicos.
74 Testimonios recogidos por la antropóloga Claudia Montagut Mejía. Claudia Montagut Mejía, “Patrimonio intangible del Parque Nacional Olaya Herrera de Bogotá”, en Diagnóstico para el Plan Especial de Manejo y Protección del Parque Nacional Olaya Herrera de Bogotá, dirigido por Ana María Rojas Eraso (Bogotá: Instituto Distrital de Recreación y Deporte; Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, 2020).
MONUMENTO FUENTE HOMENAJE A RAFAEL URIBE URIBE, JUNTO AL LAGO PANAMERICANO, 1942 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: KURT WODAK JR.
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FUENTE DEL CLAUSTRO DE SANTO DOMINGO TRAÍDA AL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, S.F. FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ, MDB18552.
FUENTE DEL CLAUSTRO DE SANTO DOMINGO EN SU SITIO ORIGINAL, CA.1910 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO LUIS ALBERTO ACUÑA, AUTOR DESCONOCIDO, MDB000149.
LA FUENTE COLONIAL INSTALADA EN EL CENTRO DEL ESPACIO DE LAS PÉRGOLAS DEL PARQUE NACIONAL, ESTADO ACTUAL. FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CARLOS LEMA-IDPC, 2019.
FUENTE DEL CLAUSTRO DE SANTO DOMINGO EN SU SITIO DEFINITIVO EN EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, S. F. FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-780.
QUIOSCO PARA BIBLIOTECA, S. F. FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-778B.
PLANO DE DISEÑO DEL QUIOSCO PARA BIBLIOTECA FIRMADO POR EL ARQUITECTO ALBERTO WILLS FERRO, NOVIEMBRE 1934. FUENTE: AGN, DIRECCIÓN DE EDIFICIOS NACIONALES.
QUIOSCO DE LA VIRGEN Y FUENTE DEL LEÓN EN EL SECTOR LETICIA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1965 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO SAÚL ORDUZ, MDU-6603.
FUENTE DEL LEÓN, S.F. FUENTE: SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO DE BOGOTÁ, X-806A.
FUENTE DEL LEÓN, VISTA DESDE EL TANQUE, ENERO DE 1965 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
FUENTE DEL LEÓN FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2020.
PILA DEL NIÑO ABRAZANDO UN AVE. FUENTE: FOTOGRAFÍA DE HANZ RIPPE-IDPC, 2018.
ZONA DE CANCHAS DEPORTIVAS Y JARDINES DEL TEATRO INFANTIL, 1981. FUENTE: IGAC VUELO C1991. AÑO 1981
La Ciudad de Hierro Los parques del Centenario y de la Independencia tuvieron un carácter muy diferente al del Nacional en sus orígenes y en cuanto a su misión dentro de la sociedad bogotana. Para cuando el primero desapareció y el segundo se redujo, en los años cincuenta, no solamente eran lugares de paseo, sosiego, contemplación y admiración relacionados con asuntos nacionales, sino que habían establecido una serie de rutinas entre los capitalinos que involucraban algo más que ir a pasear al parque o a la alameda en medio de árboles y monumentos. El paseo dominical, la retreta, escuchar a la Banda Municipal, divertirse en la cámara oscura y subir al carrusel eran divertimentos que difícilmente se iban a desterrar de las costumbres de las familias después de la desaparición del parque. Por ello se trasladaron a otros lugares. Otros parques de Bogotá ya habían contado con este tipo de atracciones —la rueda de Chicago o los paseos en barquitos en Luna Park o en el Lago Gaitán son ejemplo de ello—, pero estaban lejos, mientras que el Parque Nacional Olaya Herrera estaba próximo a estas familias. Fueron ellas las que favorecieron la posibilidad de consolidar una verdadera Ciudad de Hierro en el borde derecho del río del Arzobispo, justo arriba del sector de Leticia, en donde apenas se había mejorado lo abrupto de la topografía y se contaba con un puente para salvar el obstáculo del río.
acuerdo exactamente cuánto se pagaba, porque el día valía 5 centavos y se daba el paseo en ese caballo alrededor de lo que es el Parque Nacional.[75] El álbum familiar me lleva al Parque Nacional, al carrusel de su Ciudad de Hierro, inútilmente desmantelados hace poco, ya muertos su propietario don Mauro Mortola y su administrador don Simón Campuzano; al Teatro Infantil y a sus funciones dominicales de marionetas; al restaurante vecino con sus empanadas y su salpicón, émulos de los Tout Va Bien; a la rotonda consumida del mapa de Colombia que nunca ha dejado de asombrarme; al conjunto escultórico en honor de Rafael Uribe Uribe Apóstol, Paladín y Mártir, para terminar con la retreta de la Banda Nacional, dirigida por el maestro José Rozo Contreras.[76]
La Ciudad de Hierro funcionó allí desde la década de los cuarenta, pero se afianzó y amplió en los cincuenta hasta que en 1965 fue trasladada a la parte de arriba del parque, cerca de donde hoy está la Universidad Pedagógica. Su desmonte definitivo ocurrió en 1985. El plan en el Parque Nacional Olaya Herrera era:
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Se montaba en caballitos, montar en la rueda. Había caballos vivos que prestaban un servicio pagando algunos centavos, no me
75 Entrevista a Eduardo Arenas (61 años), 13 de noviembre de 1999, citado en Observatorio de Cultura Urbana y Zambrano, Construcción del espacio público, 102. 76 Entrevista a Fernando Correa Muñoz, 1999, citado en Observatorio de Cultura Urbana y Zambrano, Construcción del espacio público, 104.
CIUDAD DE HIERRO, NOVIEMBRE DE 1964 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
CIUDAD DE HIERRO, 1964 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
CIUDAD DE HIERRO DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, S. F. FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: OLGA LUCÍA TRIVIÑO.
CIUDAD DE HIERRO DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, S. F. FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: OLGA LUCÍA TRIVIÑO.
CIUDAD DE HIERRO. CARRUSEL DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, S. F. FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: OLGA LUCÍA TRIVIÑO.
CIUDAD DE HIERRO. CARRUSEL DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1963 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: OLGA LUCÍA TRIVIÑO.
FAMILIAS EN EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, AÑOS CINCUENTA FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: OLGA LUCÍA TRIVIÑO
LA FAMILIA DEL FOTÓGRAFO SADY GONZÁLEZ POSA EN UNA FUENTE DEL PARQUE NACIONAL, S. F. FUENTE: ARCHIVO FOTOGRÁFICO 1938-1999. COLECCIÓN DE ARCHIVOS ESPECIALES. SALA DE LIBROS RAROS Y MANUSCRITOS. BLAA. BANCO DE LA REPÚBLICA-COLOMBIA. BRBLAA 1403180 SOBRE 1021-2
FAMILIAS EN EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, AÑOS CINCUENTA FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: WARDA SHAKER ARIAS.
El paseo de olla y la foto en el parque El “piquete” que las familias bogotanas arman y trastean para comer al aire libre es una costumbre característica de los domingos que no se ha perdido, e incluye actividades como bañarse en un chorro o quebrada, los juegos y el descanso. Los paseos de olla, sin embargo, no siempre implicaron la salida de la ciudad y durante gran parte de su historia el parque Nacional era un escenario propicio para ello, por los cuerpos de agua en su parte alta y la amplia extensión de terrenos verdes que se prestaban para el banquete familiar, con la ventaja de no tener que pagar. Una guía turística de Bogotá publicada en 1948 establecía la diferenciación de clases sociales al referirse a las oportunidades y prácticas de diversión en el tiempo libre. Al hablar de la población obrera el autor afirma que el día domingo “sale de los barrios y se desparrama por los parques y por los pintorescos aledaños de la ciudad. El domingo es su día de paseo, de piquete y de fanfarria”. A continuación diferencia las actividades de tiempo libre de la clase media: “es la que llena los salones de cine, la que invade la plaza de toros, el teatro al aire libre de la Media Torta y las graderías de los estadios”. De los ricos menciona los paseos a tierra caliente, las fincas de recreo, los clubes, los restaurantes y los cabarés.[77]
Sin embargo, el llamado paseo de olla no era exclusivo de las clases populares, así como este
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77 Víctor Aragón, “Cómo se divierte Bogotá”, en Guía de Bogotá, Colección Sucesos Colombianos n.o 4 (Bogotá: Editorial Antena, 1948), citado en Óscar Iván Salazar Arenas, “Tiempo libre al aire libre. Prácticas sociales, espacio público y naturaleza en el Parque Nacional Enrique Olaya Herrera (1938-1948)”, Historia Crítica 33 (enero-junio 2007): 196.
plan no era el único que amenizaba los domingos de los bogotanos: como todo bogotano que se respete, tiene que haber un programa para distraer esas horas, de descanso para quienes han trabajado y también, cosa extraña, para los que holgaron durante los seis días anteriores. […] Y, claro, se va al parque donde por lo menos puede pasear o sentarse sin pagar nada. Allí se le puede ver de las dos a las seis de la tarde, leyendo un novelín de romance o aventura que le prestó el hijo del vecino, caminando a todo lo largo y ancho de los sembrados, en busca de coger una flor para molestar al vigilante. Al final se sienta en un banco como cualquier abonado permanente al teatro y duerme con la más perfecta de las tranquilidades. Pero no solamente este individuo ha ido al parque. La sirvienta bogotana es muy aficionada a distraer lo que llama muy seria “su domingo”, gastando un poco de energía sobrante a recorrer el jardín público. En el Parque Nacional o en cualquier pequeño de los barrios, se la encuentra con otras compañeras o con un galán arrabalero, comiendo caramelos y precisamente sentada en los prados donde hay un letrero que dice “se prohíbe pisar”.[78]
La típica foto en el parque ha sido la del disfrute al aire libre en familia, pero también de parejas y, en tiempos más recientes, de visitantes que están asociados a alguna de las actividades recreativas, deportivas y culturales que allí se han instalado. Son variadas las circunstancias para la realización de tales actividades. Están, por supuesto, las familias que por tradición continúan la práctica: “mis padres me traían de niño y ahora traigo a mis hijos”, incluso viniendo de barrios alejados, como
78 Paulo Forero, “¿Qué hace usted el domingo en Bogotá?”, Cromos, vol. LVI, n.o 1389, 21 de agosto, 1943, 52, citado en Salazar, “Tiempo libre al aire libre”, 197.
PASEO DE OLLA EN EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, S. F. FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ, MDB16388.
el caso de esta familia del barrio La Aurora entrevistada en 2009: Doña Carmen no debe de tener más de 50 años. La vi tomar el cucharón y meterlo entre la olla para sacar unas papas saladas; luego, una porción de arroz con pega y, en seguida, un pedazo de carne frita que puso sobre un plato de plástico desechable. Yo no había visto nunca una olla tan grande y en pleno uso en medio del parque. Había visto recipientes plásticos, ollas pequeñas en aluminio, termos, bolsas plásticas; pero no una olla de ese tamaño. La familia estaba reunida en uno de los kioscos de madera que se encuentran en medio de los prados y las zonas verdes del parque infantil. Debieron de llegar en carro; de lo contrario, sería imposible trastear semejante carga. Una olla grande para una familia grande. La olla reúne al grupo en torno a ella —podría decirse que la contiene simbólicamente—, mientras la abuela Carmen reparte los platos con la comida. El grupo estaba compuesto por tres de sus seis hijos, con sus respectivas esposas, y cinco niños. En total, 12 personas. A pesar de haber sido invitados, no todos los hijos de Carmen asistieron al paseo.[79]
Pero también es frecuente el caso de familiares que acompañan a los niños de los clubes que hacen sus prácticas en el parque, como los scouts, los zanqueros o los bailarines. Desde el origen del parque había oferta de comidas en los quioscos restaurantes[80] y después de haber sido cerra79 Etnografía realizada por Óscar Iván Salazar Arenas, “El paseo de olla. Etnografía mínima de una práctica social en el Parque Nacional Enrique Olaya Herrera”, Antípoda 8 (enero-junio): 44.
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80 En agosto de 1933 el Comité de Cafeteros de Cundinamarca expuso al ministro Araújo la posibilidad de construir un quiosco en el parque para la venta de café a un precio que pudieran pagar los obreros. Carta del presidente del Comité de Cafeteros de Cundinamarca al ministro Araújo, fechada el 22 de agosto de 1933. AGN, Edificios
dos en los últimos tiempos, se han suplido con la presencia abundante de vendedores ambulantes. Esta constituye una importante actividad económica y por ello son reconocidos algunos vendedores de larga tradición en el parque. Entonces, el plan “piquete” no necesariamente involucra la olla que se lleva desde casa. Incluso la modalidad del pícnic en el parque Nacional recientemente se ha puesto de moda. En 2013 la Secretaría de Ambiente convocó allí un pícnic por la tierra y en 2018 la Alcaldía de Bogotá, uno por el cumpleaños de la ciudad al que asistieron más de seiscientas familias a los más importantes parques de la ciudad, incluido por supuesto el Nacional. Hay empresas privadas que se dedican a ello en el parque. Entre 1935 y 1936 en el MOP se recibieron solicitudes de fotógrafos que pedían se les diera autorización y la correspondiente placa para tomar fotografías los domingos y así poder recibir ingresos. Fueron ellos Avelino Romero, Ernesto Rodríguez, Manuel Ortega, Rodolfo Patiño, Manuel Vélez, Emiliano Bayona, José Custodio Celis. Todos se comprometían con un buen comportamiento, con ayudar al mantenimiento de las instalaciones y con contribuir con su trabajo a la distracción de los visitantes. Para darles la autorización, los funcionarios exigieron una entrevista previa, antecedentes policiales, certificado de sanidad y mostrar dos fotografías realizadas por ellos[81]. La figura del fotógrafo ambulante con su “maquinita de retratar” hacía parte de la experiencia de ir al parque; se fue sofisticando con la “instantánea”, hasta la actualidad, cuando la posibilidad de que cualquiera pueda tomar sus propias fotografías con sus teléfonos móviles hace casi inexistente este oficio en el lugar.
Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, Ministerio de Obras Públicas y Ministerio de Relaciones Exteriores, 1932-1934, t. 293.
81 Cartas de fotógrafos independientes dirigidas al ministro de Obras Públicas entre mayo y julio de 1935. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, Ministerio de Obras Públicas y Ministerio de Relaciones Exteriores, 1935-1936, t. 284.
VENDEDOR DE GLOBOS. FUENTE: CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2021.
QUIOSCO RESTAURANTE AL FONDO, 1973. FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: FLOR STELLA CIPAGAUTA PINTO.
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UN PAISAJE RECONSTRUIDO. El parque pierde su gracia, 1965-1995
Parque arriba, parque abajo 1965 fue un punto de inflexión en la historia del parque Nacional. El traslado de la exitosa Ciudad de Hierro a la parte alta, además de disminuir su tamaño, afectó la calidad de la experiencia de ir allí: los usuarios se redujeron, el deterioro de las instalaciones se hizo evidente y se desdibujó el carácter que la atracción le había impreso al lugar. ¿Pero por qué se movió de lugar? Porque se tenía que disponer de este espacio, junto al río, en la parte baja, para el Tanque del Acueducto, una obra urgente que atacaría un mal mayor: la falta de previsión de almacenamiento de agua para garantizar una adecuada prestación del servicio a sectores del centro y centro-norte de la ciudad. Pero también fue un momento importante porque por primera vez se alteraba de una manera tan dramática el paisaje que Pablo de la Cruz y su equipo en el MOP habían diseñado con tanto detalle. Es usual encontrar descripciones del parque como la combinación entre jardines construidos en la parte baja, porque el lugar se prestaba para ello, y en la parte alta un ambiente natural, agreste, no toca-
do. Sin embargo, los planos que se conservan en el ministerio evidencian una intervención técnica que iniciaba con la topografía, pero que fue reconfigurada en los planos de diseño. De tal manera que incluso en las zonas menos tocadas, como en la cuenca del Arzobispo o en la parte alta del Tejar de Alcalá, De la Cruz hizo excavaciones y rellenos, movimientos de tierra que, atravesados por una serie de caminos y pasos, permitían una experiencia de disfrute de los diferentes ambientes dispuestos. También se crearon paisajes de terrazas sobre la Séptima, en el sector de Leticia, que dieron lugar al terraplén; este generó el espacio para la biblioteca para adultos (desaparecida) y en su extremo sur abrazó la Fuente del León. Fue necesario construir una serie de escaleras que permitieron un recorrido con una diferencia de varios metros respecto del andén sobre la carrera Séptima.
PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DEL TANQUE, VISTA HACIA EL SUROCCIDENTE, AL FONDO EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA Y LA CARRERA SÉPTIMA, FEBRERO 1964, JULIO 1964, NOVIEMBRE 1964, JULIO 1965. ARCHIVO DE BOGOTÁ. FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
El enorme Tanque alteró el paisaje original, a lo que se sumaría la apertura de las vías que hoy atraviesan el parque y lo fraccionan de mala manera, pues no solo desdibujan la continuidad paisajística de su origen, sino que además contribuyen a la inseguridad del lugar. Las fotos del predio La Cascajera y su frente sobre la carrera Séptima muestran esta ahora
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PLANO DE LOS PERFILES DEL PARQUE NACIONAL QUE MUESTRA LA INTENCIÓN DE HACER MOVIMIENTOS DE TIERRA DISEÑANDO EL TERRENO, DETALLE, ENERO DE 1934 FUENTE: AGN, SECCIÓN MAPAS Y PLANOS, FONDO INVÍAS, MAPOTECA 1, PLANOTECA 11, BANDEJA 14, CARPETA 67, REF. 1630.
AEROFOTOGRAFÍA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1967 FUENTE: IGAC, VUELO C-1202, SOBRE 23457, FOTO 032.
AEROFOTOGRAFÍA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1976 FUENTE: IGAC, VUELO C-1675-19, SOBRE 28238, FOTO 016.
AEROFOTOGRAFÍA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1984 FUENTE: IGAC, VUELO C-2161-9, SOBRE 32437, FOTO 100.
gran avenida como una reducida calle de escasos metros de perfil y solo dos carriles que daban hacia edificios de baja altura, casas señoriales y casuchas en la época en la que se construía el parque Nacional. Cuando en 1938 se completó el frente del parque, hubo una continuidad armoniosa marcada rítmicamente por los machones y antepechos en piedra que servían de delimitación entre el andén de la carrera y una especie de alameda paralela a los jardines que hacían parte de la experiencia de pasear y contemplar. En la segunda mitad de los cincuenta iniciaron cambios significativos en el costado occidental de la carrera Séptima: la Resolución 921 de 1955 de Planeación Distrital reglamentó las construcciones con frente a esta avenida a la altura del parque, que vendrían a reemplazar el edificio del Colegio del Sagrado Corazón de Jesús que databa de 1907 y que fue demolido en 1959. Las obras de urbanismo fueron recibidas en 1962 y se construyeron los primeros edificios modernos en altura, aumentó considerablemente el tránsito de vehículos por la avenida, que se había ampliado a una calzada con tres carriles en sentido sur-norte; aún destacaba la amplitud, los prados y la arborización de los andenes. El sentido vehicular norte-sur se realizaba por la carrera 13. En 1968 se llevó a cabo la ampliación de la Séptima a dos calzadas, cada una de tres carriles y un separador central. Tal ampliación a doble sentido de la vía exigió sacrificar área de los andenes, lo que generó una afectación en los andenes originales del parque, de 1933. Este es el perfil que se conserva actualmente. Otra de las transformaciones importantes del año 1965, con las obras de remoción de tierra para la construcción del gran Tanque del Acueducto, fue la apertura de la carrera 5.ª que atraviesa el parque de modo transversal. A medida que se requirió instalar las tuberías de abastecimiento de agua como las de salida del líquido, se hacían excavaciones, y poco a poco se iba regularizando el camino de entrada y salida de material y de maquinaria que terminaría definiendo la carrera 5.ª.
A través de un juicio de expropiación, el Distrito logró hacerse a las tierras del cerro para vincularlas al Parque Nacional Olaya Herrera en 1974, desde las faldas de Monserrate hasta el Paseo Bolívar, lo que había sido un anhelo del gobierno de la ciudad y de los urbanistas desde los años treinta, tras haber padecido las consecuencias del hacinamiento y la pobreza del Paseo Bolívar. En estas partes altas, en 1973 se construyó el monumento 16 torres, de autoría del maestro Eduardo Ramírez Villamizar, que consiste en una cuadrícula de 16 columnas dobles en concreto que forman un damero que se puede recorrer en su interior. Frente a esta escultura, en 1991 se construyó el tanque El Silencio que hace parte de los 55 tanques de la red matriz del acueducto de la ciudad, con el cual se descargó el bombeo a San Diego desde el antiguo Tanque del parque. Siete años más tarde se realizó el trazado de la avenida Circunvalar que atraviesa el parque de norte a sur con un perfil de 25 metros, y va desde la calle 92 hasta la avenida Comuneros. Como había sucedido con la cuenca del río del Arzobispo, en las tierras por donde se abrió la también llamada avenida de los Cerros, ya existían familias que habitaban de manera precaria con anuencia muchas veces de los grandes propietarios. La Circunvalar generó un interés urbanizador y, con ello, litigios largos por las propiedades y las indemnizaciones. En 1988 la Corporación Autónoma Regional (CAR) contrató la elaboración del plan general paisajístico, recreativo y de estructura funcional para la zona alta del Parque Nacional Olaya Herrera. Los diseños, a cargo del arquitecto Pedro Mejía, abarcaban 90 hectáreas y contemplaban 8 canchas múltiples, escenarios para eventos culturales y recreativos, infraestructura para una feria artesanal, servicios, y vías peatonales y para bicicletas; actividades compatibles con la vocación de este parque desde su origen[82].
82 Observatorio de Cultura Urbana y Zambrano, Construcción del espacio público, 99.
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CARRERA SÉPTIMA, ESQUINA CON CALLE 39. LA CASA DE LA IZQUIERDA CON EL TORREÓN AÚN EXISTE, S. F. FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO PAUL BEER, MDB24804.
PERFIL DE LA CARRERA SÉPTIMA A LA ALTURA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1960 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ, MDB17567.
CARRERA SÉPTIMA, VISTA HACIA EL OCCIDENTE DESDE EL SECTOR LETICIA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, MARZO DE 1965 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
1938
1938
1967
1960
1976
1968
2021
2021
TRANSFORMACIÓN DEL PERFIL DE LA CARRERA SÉPTIMA A LA ALTURA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA. AEROFOTOGRAFÍAS DE LOS AÑOS 1938, 1967, 1976 Y 2021. FUENTE: IGAC AEROFOTOGRAFÍAS; COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ, MDB17567; FONDO SAÚL ORDÚZ, MDU-4667, GOOGLE EARTH PRO
URBANIZACIÓN DE LOS PREDIOS FRENTE AL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, CA. 1966 FUENTE: CAMILO SANTAMARÍA, CONSULTORÍA PARA LA FORMULACIÓN Y ADOPCIÓN DEL PLAN PARCIAL DE RENOVACIÓN URBANA DEL CENTRO EMPRESARIAL ECOPETROL (CEE) (BOGOTÁ: ECOPETROL, 2018), 16.
APERTURA DE LA CARRERA 5.ª. COSTADO ORIENTAL DEL TANQUE DEL ACUEDUCTO, ABRIL DE 1964 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
PUENTE SOBRE LA CARRERA 5.ª, ABRIL DE 1964 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
PUENTE DE MADERA SOBRE EL RÍO DEL ARZOBISPO, NOVIEMBRE DE 1964 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
PUENTE SOBRE EL RÍO DEL ARZOBISPO, NOVIEMBRE DE 1964 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
TENDIDO DE TUBERÍAS PARA EL ABASTECIMIENTO DEL TANQUE EN EL CAMINO AL RELOJ SUIZO. A LA DERECHA, EL PUENTE SOBRE EL RÍO, OCTUBRE DE 1964 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
MONUMENTO 16 TORRES EN EL PARQUE NACIONAL FUENTE: FOTOGRAFÍA DE HANZ RIPPE-IDPC, 2019.
PANORÁMICA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA Y SU ENTORNO, 1981 FUENTE: IGAC, VUELO C-1991
El Tanque, fin de la Ciudad de Hierro Desde los primeros informes de la Sección Técnica del MOP y de la administración del parque, se vio la necesidad de incluir tanques e infraestructura del acueducto, para el manejo de la cuenca o su aprovechamiento, con el propósito de prever el almacenamiento de aguas para abastecer las zonas urbanas del entorno. En 1965 la Dirección de Ensanches de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá emprendió un enorme proyecto en los predios más al norte del Parque Nacional Olaya Herrera. Apenas arriba del sector Leticia, Cuéllar Serrano Gómez diseñó y dirigió la obra en hormigón armado de un tanque de grandes dimensiones, con capacidad para contener 54 millones de litros de agua. Se trata de un tanque de 108 metros de largo por 72 de altura y 7 metros
EL TANQUE DEL ACUEDUCTO EN EL PARQUE NACIONAL, CA. 1965. FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO SAÚL ORDUZ, MDU6603.
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de ancho, que en su interior tiene una sucesión de columnas en retícula que le dan soporte. La obra tardó 18 meses, estuvo a cargo de la empresa Construcciones Industriales y las tuberías, de la American Pipe Construction International. El diseño fue del ingeniero Antonio María Gómez. Una vez concluida la obra se hicieron mejoras en el entorno, que incluso implicaron la realización de movimientos de tierra adicionales, lo que modificó el aspecto del parque en el costado noroccidental y obligó al desplazamiento de la Ciudad de Hierro hacia partes más altas. En la cubierta del Tanque se adecuaron canchas deportivas, aún en uso. El Tanque fue complementado en los noventa con el tanque El Silencio, en la parte alta del parque. Sin duda, el desplazamiento de la mayor atracción del parque en aquellos años, la Ciudad de Hierro, afectó el éxito del lugar como centro atrayente para actividades de diversión. Las fotografías
PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DEL TANQUE. VISTA HACIA EL SUROCCIDENTE; AL FONDO, EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA Y LA CARRERA SÉPTIMA. DE ARRIBA ABAJO Y DE IZQUIERDA A DERECHA: FEBRERO DE 1964, JULIO DE 1964, NOVIEMBRE DE 1964, JULIO DE 1965 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DEL TANQUE. VISTA DEL MURO SUR, OCTUBRE DE 1964 FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DEL TANQUE. VISTA INTERIOR, SEPTIEMBRE DE 1964. HAY QUE IMAGINARSE ESTE INTERIOR LLENO DE AGUA FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ, FONDO EMPRESA DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO DE BOGOTÁ.
antiguas de Bogotá no van a dejar de mostrar un parque Nacional lleno de gente, familias, niños de toda condición y diversas edades, realizando variadas actividades. Durante varias décadas este era el más importante espacio recreativo de Bogotá. En los años sesenta hubo una inversión fuerte desde las alcaldías de Jorge Gaitán Cortés y Virgilio Barco, que ampliaron la oferta de espacios de parques de escala que iba más allá de lo barrial. Los parques el Tunal, Distrital del Sur, El Salitre y de la Florida absorbieron mucha de la atención que antes tenía el Parque Nacional Olaya Herrera, o por lo menos dotaron de espacios para estas actividades a la creciente población de Bogotá, para lo que el Nacional no hubiera dado abasto.
El zoológico Desde los primeros planteamientos de un gran parque para el disfrute de los bogotanos, estuvo presente la idea de incluir un zoológico. Se trataba de traer animales de otras partes del país para que en el parque Nacional hubiese una muestra representativa de Colombia, así como se hizo con las especies vegetales. Cuando el MOP comisionó al prestigioso botánico Enrique Pérez Arbeláez para traer árboles para el parque Nacional desde Buenaventura, también traería peces. Otro indicio de esta intención temprana es la carta que Jorge Quiñones envió a Alberto Borda Tanco, miembro de la Academia de Ciencias de Madrid, en junio de 1934, en la que aceptaba el ofrecimiento de Borda de dar al ministerio un ejemplar del libro Les jardins animés, porque “como es posible que, si se continúan las obras del Parque Nacional, se estudie la posibilidad de un jardín zoológico, al menos en una modesta escala, sería interesante poseer la obra que usted ofrece”[83]. Tal vez se refería al 83 Carta dirigida a Alberto Borda Tanco, firmada por el director general de Edificios Nacionales y fechada el 5 de junio de 1934. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1932-1934, t. 293. Quiñones escribe
libro del francés Paul Boulineau publicado ese año, cuyo título en español es Los bulliciosos jardines: estudio técnico y documental de los parques zoológicos. En varias ocasiones fue evidente la influencia extranjera en la estética y dinámica que se buscaba en el parque Nacional. El libro de Boulineau contiene consideraciones paisajísticas y urbanísticas sobre estética del género, modelos de parques y “casas de fieras”. Se explica que un jardín animado es un jardín donde hay animales: Jardín significa lugar delimitado, cerrado, arbolado, cultivado y florecido, mantenido por el arte y el cuidado de un propietario. Cuando se dice animales, quiere decir que están vivos, elementos de población, movimiento, por lo tanto, animación. Un jardín es una creación humana, la apropiación de un pedazo de la naturaleza. La presencia de animales, libres como los pájaros que lo frecuentan, o cautivos como los que puede encerrar, introduce en él una representación de la obra divina. El jardín en sí mismo responde a una necesidad. Es una reducción del universo que el hombre compone y reserva para sí mismo según sus propios sentimientos. Y si va allí para aislarse y descansar fuera de la agitación de la ciudad, o si tiene estable su residencia entre las arboledas, los prados y los parterres, saborea las satisfacciones de la tranquilidad al contemplar el ambiente de un paisaje ordenado según sus preferencias.[84] allí que pedirá se compre a Borda el libro “confiando en que usted habrá hecho una buena elección entre los tratados que se ofrecen sobre este ramo”. Borda Tanco responde que ha cotizado dieciséis ejemplares para repartirlos en varias entidades interesadas en equiparar a Bogotá con otras ciudades sudamericanas que cuentan con museos de historia natural, jardines botánicos y zoológicos. 84 Paul Boulineau, Les jardins animés. Étude technique et documentaire des parcs zoologiques (Limoges: Edmond Desvilles editor, 1934). Las traducciones de este texto son
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las cuales el cuarto suroeste está ocupado por un estanque, dividido en cuatro cuadrados por callejones cruzados. Sobre uno de esos cuerpos de agua se levanta una cabaña sobre pilotes; en otro, una isla rocosa para focas; en el tercero, una plataforma cubierta de hierba para aves acuáticas, para lo cual el cuarto también está reservado.
PORTADA DEL LIBRO LES JARDINS ANIMÉS, 1934 FUENTE: AMAZON.
Los osos polares ocupan, en el ángulo de la segunda cuenca, la parte trasera de la roca de los lobos marinos. A excepción del restaurante-salón de fiestas, la casa de invierno y otro restaurante en la esquina sureste, los edificios no son muy importantes. Su estilo es bastante elegante y las vallas de los potreros, rejas o rejillas elásticas, buenos modelos. El conjunto, bien compuesto, es suficientemente numeroso.[85]
En julio de 1934, Pablo de la Cruz afirmó que el zoológico podría ser un proyecto factible y acorde con el carácter del parque que se construía, porque atendía al objetivo educativo de la idea original y sería de agrado de los ciudadanos: Se entiende así el interés de Borda Tanco en recomendar la obra al director de Edificios Nacionales, que sería poco después el administrador del parque, para que pudiera contar con estos referentes europeos que insertaran el diseño en lo más actual e internacional, siguiendo lineamientos de orden, estética y contenido de un proyecto ambicioso y de tal trascendencia para la ciudad. Boulineau da más de cien ejemplos de este tipo de parques, de los cuales más de la mitad estaba en Estados Unidos y tres docenas en Alemania, además de otros lugares, solo a modo de comparación. El autor reseña varios jardines zoológicos; describe así, por ejemplo, el de Nuremberg: El parque, que data solo de 1909, tiene apenas nueve hectáreas en forma de rectángulo de 164
propias.
Son muchas las cosas que pueden hacerse en un parque, pero que solamente pueden llevarse a cabo con dinero en mano y con un estudio constante sobre el terreno de las necesidades y de los gustos del pueblo que lo ha de usufructuar. […] No debe olvidarse tampoco la construcción de casetas, cubiles o como se llamen para animales del país. Cada guardabosque podía ser un cuidador de aves raras y de bella presentación. Venados podrían correr por aquellas praderas y el pueblo se podría ir enseñando a no hacerles nunca daño, antes bien a cuidarlos. Como no me puedo despedir de ti sin citar países extranjeros, para que esto parezca técnico, te debo informar que, en varios parques de aquellos, 85 Boulineau, Les jardins animés, 338.
SADY GONZÁLEZ EN EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, CA. 1948 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: ESPERANZA GONZÁLEZ.
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EVENTO CON OVEJAS Y TERNEROS EN EL PARQUE NACIONAL, 1965 Y 1966 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: RAFAEL GONZÁLEZ SEGURA.
ciudadanos y familias enteras tienen la buena costumbre de hacerse cargo de un árbol, un macizo de flores o un animal doméstico para cuidarlo con su propio peculio.[86]
En octubre de 1934 Pablo de la Cruz incluyó en su listado de prioridades a realizar en la etapa a seguir, después de la inauguración del parque, el “traslado de la gran jaula de hierro que actualmente está en el Parque de la Independencia y compra de una malla para cubrir esta jaula con el objeto de dar principio a la formación del jardín zoológico nacional, en su sección de aves”[87]. En abril de 1936, el director municipal de Urbanismo, Karl Brunner, le escribió al director de Edificios Nacionales Eusebio Santamaría que: Recomendado por el Consulado Alemán en Cali, recibió la oferta de un técnico alemán, Albrecht Weigert, quien suponiendo que la obra del Jardín Zoológico se realice por parte del Municipio, dirigió su ofrecimiento a este despacho. […] se trata de un técnico muy experimentado en la organización y administración de jardines zoológicos, en la crianza, cuidado, alimentación y alojamiento de los animales.[88]
Brunner sugería traer al experto desde Cali, pero Santamaría respondió que no porque “la fundación de un jardín zoológico en el Parque Nacional es hasta ahora un proyecto cuya realización está bastante lejana”[89]. 86 De la Cruz, “El Parque Nacional”, 56.
87 Carta del arquitecto Pablo de la Cruz al director de Edificios Nacionales, fechada el 11 de octubre de 1934. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1932-1934, t. 293.
88 Carta dirigida al director general de Edificios Nacionales del MOP, firmada por Karl Brunner de la Dirección Municipal de Urbanismo y fechada el 15 de abril de 1936. AGN, Edificios Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 1935-1936, t. 284.
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89 Carta sin fechar en la que el director general de Edificios Nacionales responde a Karl Brunner. AGN, Edificios
Hay muy poca evidencia de la existencia de un zoológico en el parque Nacional. Sí lo hubo, pero en unas proporciones reducidas, con pocos animales, no tan exóticos como se sugería según el modelo francés, y esto se deduce porque no se conservan fotografías de familias o niños con algún espécimen, en contraste con la abundancia de fotos y relatos de la diversión en la Ciudad de Hierro. En el plano del parque de 1940 se incluyó la indicación de un zoológico en la parte alta, en la orilla derecha del río del Arzobispo, en una zona aislada. Otra hipótesis es que al parecer, cerca de la zona de arriba adonde se trasladó la Ciudad de Hierro, funcionó el zoológico entre 1956 y 1980. Se habla de unas veintitrés jaulas, aunque muchas no se utilizaron nunca, en el sector en donde hoy están los juegos infantiles. En ese año los animales que había fueron entregados al Zoológico de Santa Cruz, a las afueras de Bogotá[90]. En el libro documental de 1979 Diario de una devastación: carta abierta a un bogotano, del fotógrafo Hernán Díaz, se hace mención a la precariedad del zoológico durante una de las peores etapas del parque Nacional, cuando su gracia había casi desaparecido, sobre todo a ojos de los bogotanos cansados de la inseguridad, el desaseo y el abandono: Nuestro Parque Nacional alberga dos destartalados negocios de atracciones mecánicas y su último reducto de zona verde fue ocupado por un grotesco zoológico cuyas características ya fueron abolidas en todas partes del mundo civilizado, nuestro Parque es un predio privado del administrador de turno parcelado en viveros y jardines de mal Nacionales, Correspondencia Edificios Nacionales, 19351936, t. 284.
90 Investigación del artista plástico Gustavo Villa para el Museo Efímero del Olvido. María Rivas Serrano, “El zoológico escondido del parque Nacional de Bogotá”, Vice, 20 de agosto, 2015, https://www.vice.com/es_co/ article/bnqgmq/el-zoologico-escondido-del-parque-nacional-de-bogota
VISTA PANORÁMICA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 1960. FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO DANIEL RODRÍGUEZ, MDB17565.
gusto, sede de cocinas públicas, basureros indescriptibles y cruzado de peligrosas vías sin señales. Una pomposa valla lo anuncia como “varias hectáreas de zona verde, restaurante y varias atracciones”, pero es desde su límite con la carrera séptima a lo largo de toda su extensión hasta el cerro y hasta la Estación Funicular, nada más que un interminable botadero, incluyendo perros muertos empacados en plásticos que allí arrojan los veterinarios. Nuestro Parque está poblado
de atracadores y sometido a una tala espectacular de árboles centenarios.[91]
91 Hernán Díaz, Diario de una devastación: carta abierta a un bogotano (Bogotá, 1979). Información suministrada por Sergio Bravo, barrio El Paraíso.
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LO NACIONAL DEL PARQUE NACIONAL. ¡A protestar al Parque Nacional!, 1995-2021
La declaratoria La declaratoria del Parque Nacional Olaya Herrera como Monumento Nacional se llevó a cabo en 1996, pero en la enumeración de sus valores no aparece el carácter “nacional” de su origen, es más, se constriñe a su papel en Bogotá. En alguna parte del camino y seguramente más temprano que tarde, esa condición de representación de una nación, de lugar de encuentro de colombianos de toda procedencia, se perdió. La idea de un parque nacional encajaba muy bien en una ideología de búsqueda de una unidad nacional, necesidad apremiante para el primer presidente liberal después de una prolongada hegemonía conservadora, y que por supuesto debía en cada oportunidad convocar dicho consenso: El regionalismo es una palabra que no tiene sentido. Hay que mantener a todo trance un criterio colombiano para resolver los asuntos nacionales; hay que poner sobre los exclusivismos parroquiales el interés del progreso nacional, que debe ser armónico, ordenado y juicioso. Yo desearía contribuir a la formación de un criterio nacional esencialmente generoso y patriótico […] La
república es un organismo estrechamente fundido en ambiciones, esperanzas y necesidades comunes: hay que acentuar cada día más su unidad moral y material, ligándola […] por sentimientos de solidaridad y de afecto que la conviertan en algo como un organismo humano, en el cual nada es independiente ni ajeno al conjunto y cuyo bienestar se afecta con cuanto afecte a cualquiera de sus partes, lo mismo la más grande que la más pequeña.[92]
PANCARTAS EN EL PARQUE NACIONAL. PARO NACIONAL, 2021. FUENTE: FOTOGRAFÍA CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC
Con igual peso, esa idea de una nación unificada se asentaba en la posición de reconocerle a Bogotá su capitalidad, acorde con los esfuerzos que el Gobierno debía dedicar a hacerla magnánima, eficiente y moderna. Así lo manifestó el presidente Olaya en varias oportunidades, incluida su posesión: Como que Bogotá a más de ser el asiento de los altos poderes públicos y residencia del cuerpo diplomático acreditado ante el gobierno de la república, es el centro prin92 “Declaraciones del Presidente electo, Dr. Olaya, sobre lo que será el gobierno de la Concentración Nacional”, El Tiempo, 13 de febrero, 1930, 1.
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cipal a donde acuden miles de estudiantes de la nación entera y numerosos visitantes de todas las regiones del país. No es posible que nuestra capital continúe careciendo de adecuados servicios de agua, luz y otros, indispensables en una ciudad moderna. En la adopción de las medidas que pongan fin a tal estado de cosas debe estar interesado nuestro orgullo de colombianos.[93]
Cuando en 1932 fue necesaria la defensa de la iniciativa para dotar de un parque a Bogotá, el sentido de lo nacional contribuyó al argumento: la capital lo merecía porque acogía con los brazos abiertos a muchos migrantes desde las provincias, a quienes proveía refugio, trabajo y servicios. Bogotá necesita un parque. Lo necesita, con urgencia, porque las condiciones de vida de la capital de la República especialmente para las clases media y obrera ofrecen un peligro tan grande, por lo menos como la agitación de las provincias de García Rovira y Santander del Norte, en cuanto a número de víctimas de un estado social mortífero.[94]
El aumento de las enfermedades infecciosas se achacaba al aflujo de tantos provincianos. Es así que, bien fuera por convicción ideológica, por estrategia política o por miedo al inconformismo de los ciudadanos, es justo reconocer el carácter nacional de esta obra pública en Bogotá. El Parque Nacional Olaya Herrera de Bogotá fue declarado Monumento Nacional el 26 de septiembre de 1996, mediante el Decreto 1756 del Ministerio de Educación Nacional. Allí se incluyen otros bienes patrimoniales nacionales, que se habían puesto en consideración del Consejo de Monumentos Nacionales. En el caso del parque, la so-
93 “Discurso de posesión del Presidente Enrique Olaya Herrera”, El Tiempo, 8 de agosto, 1930, 7.
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94 “El parque para la capital”, El Tiempo, Sección “Cosas del día”, 3 de agosto, 1932, 5.
licitud abarcaba: “Parte baja del Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé de Bogotá comprendida entre las carreras 5 a 7 y las calles 36 a 39”[95]. En el Decreto se argumenta la declaratoria así: Que la parte baja del Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé de Bogotá es el primer parque proyectado a escala urbana para la ciudad, de acuerdo con los diseños de los arquitectos Karl Brunner y Pablo de la Cruz hacia 1930, paralelamente por poseer un plan que mezcla los conceptos del jardín francés, inglés y japonés, se mantiene históricamente como hito urbano y es punto de encuentro y recreación para la población capitalina. Que se comprende como área de la parte baja del Parque Nacional Olaya Herrera la comprendida entre las carreras 5 a 7 y las calles 36 a 39. Que el Consejo de Monumentos Nacionales propone como área de influencia de la parte baja del Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé de Bogotá, la delimitada entre la carrera 5 y la Avenida Circunvalar, es decir, el área original de dicho parque.[96]
El Consejo de Monumentos dictaminó que: “verificó que poseen suficientes valores históricos, arquitectónicos, documentales y ambientales para el Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé de Bogotá para ser considerados como Monumentos Nacionales”[97], y avaló la zona de influencia propuesta en el caso del Parque. La declaratoria fue firmada por la ministra de Educación, Olga Duque de Ospina.
95 Ministerio de Educación Nacional, Decreto 1756 del 26 de septiembre de 1996. 96 Ministerio de Educación Nacional, Decreto 1756 del 26 de septiembre de 1996. 97 Ministerio de Educación Nacional, Decreto 1756 del 26 de septiembre de 1996.
MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL DECRETO NÚMERO 1756 DEL 26 DE SEPTIEMBRE DE 1996 “Por el cual se declaran como Monumento Nacional inmuebles localizados en PalmiraValle. Medellín-Antioquia. Honda Tolima. Santafé de Bogotá y Lorica- Córdoba y para los dos últimos se delimita su área de influencia”.
EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA En uso de las facultades que le confiere la Ley 163 de 1959 y su Decreto Reglamentario 264 de 1963 y
CONSIDERANDO: Que el artículo Sexto de la Ley 163 de 1959 faculta al Consejo de Monumentos Nacionales previo estudio de la documentación correspondiente para proponer la calificación y declaración de otros sectores de ciudades, zonas o accidentes geográficos o inmuebles como Monumentos Nacionales. Que el Artículo Tercero de la Ley 163 de 1959 faculta al Consejo de Monumentos Nacionales para delimitar la extensión superficiaria de las reservas nacional que deban hacerse en los Monumentos Nacionales. Que se presentó la solicitud para que el Consejo de Monumentos Nacionales proponga al Gobierno Nacional la declaratoria como Monumento Nacional de: • Edificio de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional – Seccional Palmira – Valle del Cauca. • Palacio de Bellas Artes localizado en la carrera 42 No. 52-33 de la ciudad de Medellín Antioquia. • Edificio del mercado público de Honda – Tolima. • Parte baja del Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé comprendida entre las carreras 5 a 7 y las calles 36 a 39. Localizada en Santafé de Bogotá. • Edificio del mercado público de Santa Cruz de Lorica departamento de Córdoba [...]
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[...] Que la parte baja del Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé de Bogotá es el primer parque proyectado a escala urbana para la ciudad, de acuerdo con los diseños de los arquitectos Karl Brunner y Pablo de la Cruz hacia 1930, paralelamente por poseer un plan que mezcla los conceptos del jardín francés, inglés y japonés, se mantiene históricamente como hito urbano y es punto de encuentro y recreación para la población capitalina. Que se comprende como área de la parte baja del Parque Nacional Olaya Herrera la comprendida entre las carreras 5 a 7 y las calles 36 a 39.
Que el Consejo de Monumentos Nacionales propone como área de influencia de la parte baja del Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé de Bogotá la delimitada entre la carrera 5 y la Avenida Circunvalar, es decir, el área original del dicho parque [...]
[...] Que el Consejo de Monumentos Nacionales estudió las propuestas para la declaratoria como Monumento Nacional de los mencionados inmuebles, para el primero, en sesión ordinaria del 3 de octubre de 1995 y los restantes en sesión ordinaria del 7 de noviembre de 1995, según consta en las Actas Nos. 8 y 9 respectivamente del mismo año y verificó que poseen suficientes valores históricos, arquitectónicos, documentales y ambientales para el Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé de Bogotá para ser considerados como Monumentos Nacionales.
Que el Concejo de Monumentos Nacionales en sesión ordinaria del 7 de noviembre de 1995. Según consta en el Acta No. 9 del mismo año, aprobó la propuesta de delimitación del área de influencia del Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé de Bogotá y del edificio del mercado público de Santa Cruz de Lorica-Córdoba [...]
DECRETA: ARTÍCULO PRIMERO: Declarar como Monumento Nacional los siguientes inmuebles: • Edificio de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional – Seccional Palmira, localizado en Palmira– Valle del Cauca. • Palacio de Bellas Artes localizado en Medellín- Antioquia. • Edificio del mercado público de Honda, localizado en Honda- Tolima.
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• La parte baja del Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé comprendida entre las carreras 5 a 7 y las calles 36 a 39. Localizado en Santafé de Bogotá. • Edificio del mercado público de Santa Cruz de Lorica , localizado en Lorica- Córdoba ARTÍCULO SEGUNDO: Delimitar como área de influencia de los siguientes inmuebles: De la parta baja del Parque Nacional Olaya Herrera de Santafé de Bogotá, comprendida entre las carreras 5 y 7 y las calles 36 y 39. La delimitada entre la carrera 5 y Avenida Circunvalar, es decir, el área original de dicho parque [...] ARTÍCULO TERCERO: En aplicación por lo dispuesto por la Ley 163 de 1959 y su Decreto Reglamentario 264 de 1963, todas las restauraciones, remodelaciones y las obras de protección, defensa y conservación que deban efectuarse a los inmuebles relacionados en el artículo primero, deberán contar con el permiso previo del Concejo de Monumentos Nacionales ARTÍCULO CUARTO. El presente decreto rige a partir de la fecha de su publicación.
PUBLÍQUESE. COMUNÍQUESE Y CÚMPLASE
Dado en Santafé de Bogotá D.C. a los 26 SEP 1996. [firmado por el Presidente de la República Ernesto Samper Pizano]
LA MINISTRA DE EDUCACIÓN NACIONAL OLGA DUQUE DE OSPINA
TRANSCRIPCIÓN DE LAS PARTES DEL DECRETO 1756 DEL MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL, DEL 26 DE SEPTIEMBRE DE 1996, EN LAS QUE SE MENCIONA AL PARQUE NACIONAL.
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El texto de la declaratoria resultó ser un golpe asestado a la conservación del parque, por cuanto terminó de partirlo en dos, una decapitación que había iniciado con la construcción de las vías vehiculares que lo atraviesan. Aunque hay que decir que, después de inaugurado el parque en el último día de gobierno de un presidente que además moriría tres años después, al ser una obra con asuntos pendientes pero sin recursos, y con la atención del siguiente gobierno centrada en la construcción del campus de la Universidad Nacional y en las obras para la celebración del IV Centenario de la fundación de Bogotá, era previsible que la fuerza de su imagen nacional y de gran proyecto para la capital del país fuera en declive. En los años siguientes a su inauguración, las obras de adecuación del Parque Nacional Olaya Herrera continuaron a cargo del MOP, cada vez con mayores dificultades por la escasez de recursos. El mismo Jorge Quiñones fue nombrado administrador del parque en reemplazo de Jorge H. Vargas. Las gestiones para lograr la ampliación contaron con el concurso del Gobierno nacional y el Municipio, ambos interesados en terminar el plan original y extenderlo hacia las partes altas. Diversas empresas tuvieron participación dentro del parque, como la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá o el Ejército Nacional. En 1993 el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) asumió el manejo del parque, cuando el MOP entregó el cuidado de los parques al Distrito Capital[98]. “En dos años invirtió más de 2.000 millones de pesos en la recuperación de las instalaciones deportivas existentes tales como las canchas de tenis, de fútbol y en la construcción de otras nuevas como el patinódromo y las canchas de baloncesto, hockey y microfútbol”[99].
98 El Tiempo, 27 de noviembre, 1993.
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99 Observatorio de Cultura Urbana y Zambrano, Construcción del espacio público, 99.
El Acuerdo 18 de 1996 del Concejo de Bogotá, derogado en 2002, exoneraba de algunos impuestos a las cajas de compensación familiar que celebraran convenios con el IDRD para la administración y mejoras de parques distritales. Tras la nueva administración del Parque desde 1997, por Colsubsidio, el lugar protagónico que la Banda Nacional tuviera en años anteriores ha sido ocupado en la actualidad por ofertas a la vez más diversas y enfocadas a públicos distintos. Mientras los conciertos de la Banda Nacional eran escuchados con atención especialmente por los adultos, en una actitud contemplativa, la actual recreovía y las actividades recreativas organizadas por Colsubsidio se enfocan más a los deportistas, los niños y los jóvenes, lo que estimula una participación más activa. Ejemplos claros de ello son los aeróbicos y los recreadores que a finales de los años 90 se han vuelto usuales en varios parques y lugares de la ciudad durante los domingos y días festivos.[100]
Actualmente la Caja de Compensación Colsubsidio incluye al parque como parte de sus escuelas deportivas y hace uso de sus espacios para desarrollar actividades deportivas, pero el manejo está a cargo del IDRD. El parque cuenta con una administración y con diferentes frentes de inversión y acción en el lugar; alrededor de once entidades tienen algún tipo de incidencia en él, bien sea por labores de limpieza, mantenimiento, seguridad y vigilancia, uso de instalaciones, manejo silvicultural e instalaciones de redes. A ello se suma que el curso del río del Arzobispo, que está en medio del parque y lo atraviesa de oriente a occidente, es a su vez límite entre dos localidades de Bogotá, Chapinero y Santa Fe, lo que se ve reflejado en la
100 Observatorio y Zambrano, Construcción del espacio público, 105.
TRABAJADORES DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA. AL FONDO, LO QUE AHORA ES LA CARRERA 5ª, CA. 1937 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: MARÍA STELLA TRIANA, HIJA DE UN PLOMERO DEL PARQUE (JOSÉ TRIANA DE ARIMATEA) Y DE UNA TRABAJADORA DE LA OFICINA DE LA ADMINISTRACIÓN (MARÍA DEL ÁNGELES RODRÍGUEZ). SE CONOCIERON ALLÍ Y SE CASARON EN 1939.
TRABAJADORES DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA. AL FONDO, LO QUE AHORA ES LA CARRERA 5.ª, CA. 1940 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: MARÍA STELLA TRIANA.
EL GLOBO, PARQUE NACIONAL, 1982 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: LEONARDO HURTADO GUZMÁN.
FAMILIAS EN EL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, 2009 FUENTE: COLECCIÓN ÁLBUM FAMILIAR, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC. APORTANTE: FLOR DE LIBIA TORRES GARCÍA.
disposición de acciones y la inversión en las partes norte y sur. El IDRD realizó una remodelación al parque desde 1995 que incluyó la restauración de once monumentos, cuatro fuentes, mobiliario, canchas, instalaciones locativas y el teatro El Parque. Además, se adecuaron los dos relieves de la geografía, uno en la parte alta, de Colombia, y el otro de la sabana, en reemplazo del antiguo de Colombia, en la parte baja del Jardín Internacional. También se mejoraron las zonas de juegos infantiles y se reubicó y organizó a los vendedores ambulantes[101]. En 1998 y hasta el 2000 la Alcaldía Mayor realizó una remodelación del parque que contempló el cambio de pisos en la alameda paralela a la carrera Séptima, la inclusión de los relieves departamentales y de la escultura del maestro Enrique Grau denominada Rita 5:30, que hoy es uno de los referentes más significativos del lugar. También se hizo una ampliación del teatro infantil con diseños del arquitecto Simón Bright y se readecuó el sector central con infraestructura deportiva conectada a través de una red de senderos y un plan de manejo forestal[102].
lización: los vecinos, la Universidad Javeriana, los habitantes del barrio El Paraíso o los scouts. Dentro del proyecto que tenemos nosotros está cuidar el Río del Arzobispo, es una actividad anual y es hacer una limpieza en retribución a todo lo que el Parque nos da desde hace once años, ayudar en ese tema ecológico, entonces qué hacemos nosotros, preparar a los niños, desde el más pequeño hasta el más grande, nos articulamos con otras organizaciones, de hecho este año fue bastante masiva la convocatoria, aproximadamente 60 personas haciendo limpieza en el río, nos segmentamos, hicimos todo un tema de riesgos, estuvimos en compañía de la Alcaldía, de toda la parte de saneamiento de Bogotá, como que no quedó solo nosotros queremos limpiar el río, sino de todo lo que nosotros tenemos… cuidar la naturaleza, eso es lo que se les enseña desde pequeños a los niños.[104]
Diversos colectivos se han manifestado en defensa del parque Nacional. Ejemplo de ello son los grupos protectores del río del Arzobispo de iniciativa privada, que se suman a los programas y proyectos que buscan su mantenimiento y revita-
En 2018 se planteó el Plan Parcial de Renovación Urbana Centro Empresarial Ecopetrol para el área en frente del Parque Nacional Olaya Herrera, al otro lado de la carrera Séptima. A excepción del edificio de Ecopetrol, declarado Bien de Interés Cultural, y del edificio Teusacá, se pretende reemplazar el resto de estructuras existentes con un proyecto de edificios en altura que ofrezca usos de oficinas, comercio, servicios múltiples y vivienda. Se prevé un mayor control en la oferta de oficinas para entidades y de vivienda tipo universitario, para dar cabida a vivienda para familias, y oferta de comercio y oficinas empresariales.
101 Observatorio de Cultura Urbana y Zambrano, Construcción del espacio público, 99.
Dos iniciativas de particulares demuestran el marcado interés por la protección patrimonial de esta zona. La primera es la reacción al Plan Parcial Ecopetrol que incluía la demolición del
103 Fundación Museodata, 2014-2017. Proyecto ejecutado según Resolución 1221 del 12 de diciembre de 2014, del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural de Bogotá.
104 Entrevista con Natalia Rairan, jefe del grupo Scout, 30 de noviembre de 2019, en Montagut Mejía, “Patrimonio intangible”, 384.
El 16 de julio de 2014 un vehículo en retroceso golpeó la pérgola sur antigua y ocasionó el desplome de parte de su estructura, por lo que fue necesario realizar una restauración[103].
102 Observatorio de Cultura Urbana y Zambrano, Construcción del espacio público, 99-100.
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IMAGEN SATELITAL DEL PARQUE NACIONAL, 2021 GOOGLE EARTH PRO. 2021.
ESCULTURA RITA 5:30 DEL MAESTRO ENRIQUE GRAU EN EL PARQUE NACIONAL FUENTE: FOTOGRAFÍA DE HANZ RIPPE-IDPC, 2018.
DESPLOME DE LA PÉRGOLA SUR DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA, JULIO DE 2014 FUENTE: FUNDACIÓN MUSEODATA, “RESTAURACIÓN DE LA PÉRGOLA SUR DEL PARQUE NACIONAL ‘ENRIQUE OLAYA HERRERA’. ESTUDIOS PRELIMINARES”, BOGOTÁ, 2014, 6, FOTOGRAFÍA OSCAR GAONA.
PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA Y SECTOR DE LA AVENIDA CALLE 39. EDIFICIOS EN LA ZONA DE RENOVACIÓN DE ECOPETROL, S. F. FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO MANUEL H., MSB11985.
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edificio Teusacá (o Pan American Life Insurance), construido en los años sesenta del siglo XX por la firma Esguerra Sáenz y Samper. Dicha reacción desencadenó una serie de defensas en la prensa y por una parte del gremio de arquitectos que llevó a la decisión de no demolerlo. La segunda corresponde a la oposición al plan de la ampliación del perfil de la carrera Séptima frente al Parque Nacional para dar cabida a las estaciones del Transmilenio que se propuso adecuar en dicha avenida. Sectores de la comunidad aledaña o usuaria del parque, organizados en el comité ciudadano Defendamos la Séptima, presentaron una argumentación, basada en el valor patrimonial del lugar, para objetar el recorte que la troncal implicaría en la parte baja del antiguo parque Nacional. Esta objeción, sumada a otras dos, llevó a la suspensión de la licitación de dicha troncal por decisión de jueces de la República en 2018. La acción popular presentada exaltó como derechos asociados al parque: al patrimonio cultural, al espacio
público, al ambiente sano, al patrimonio público y a la moralidad administrativa. Se buscaba impedir recortarle 4.000 metros cuadrados en su frente occidental, la tala de 24 cauchos sabaneros y el traslado de tres palmas fénix. En noviembre de 2020 la alcaldesa Claudia López presentó el diseño conceptual de lo que sería el Corredor Verde Séptima, proyecto que incluye un corredor exclusivo para buses eléctricos, estaciones y ciclorruta, y que pretende centrarse en el componente verde del diseño. A la altura del parque Nacional, al reducir a un solo carril por sentido el espacio para la circulación del sistema masivo de transporte, no habría necesidad de afectar la alameda existente. Aunque, como ya se explicó, el andén, la alameda y la arborización actual del frente del parque por la carrera Séptima no son los originales de los años treinta del siglo pasado, no se puede dejar de reconocer que los espacios peatonales que hoy existen en esa
ILUSTRACIONES DE LO QUE SERÍA UN CORREDOR VERDE POR LA SÉPTIMA A LA ALTURA DEL PARQUE NACIONAL FUENTE: INSTITUTO DE DESARROLLO URBANO - IDU. ILUSTRACIÓN CONCEPTUAL
franja de alrededor de 26 metros entre el sardinel de borde con la avenida y el inicio del conjunto de jardineras, luminarias, bancas y escaleras del lago Panamericano o del Jardín Internacional, e incluso del sector Leticia, se han incorporado como parte importante del valor del parque, como lo demuestra el uso constante por parte de vecinos y transeúntes y el hecho de que es punto de encuentro de las manifestaciones populares. El derecho a la protesta requiere la defensa de los espacios públicos en donde la comunidad siente que su voz se escucha con mayor fuerza. A 25 años de su declaratoria como Monumento Nacional, el Parque Nacional Olaya Herrera representa para los colombianos esa potencia de representatividad ciudadana.
De los coleccionistas al cruising El sentido de lo nacional en el Parque Nacional Olaya Herrera, como un símbolo representativo de la búsqueda de unidad nacional, se fue transformando al ir adquiriendo el carácter de lugar de atracción, curiosidad y diversión, hasta el escenario actual del parque como un lugar de contemplación y disfrute cerca del centro de Bogotá y de sectores de gran actividad y oferta de servicios. La querencia que la gente ha construido hacia el parque, a través de varias generaciones de colombianos, sumada a su ubicación privilegiada y a la diversidad de espacios que ofrece para todo tipo de actividades, explica la indudable vitalidad del lugar, lo cual involucra tanto acciones y manifestaciones positivas como los aspectos negativos que en él se padecen con igual intensidad.
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No se trata, por todas estas razones, de un parque común y corriente. En busca de definir esa geografía afectiva que las personas, los colectivos y las comunidades han dibujado allí, la antropóloga Claudia Montagut Mejía realizó un trabajo etnográfico en el marco del Diagnóstico del Plan
Especial de Manejo y Protección del Parque Nacional, que dio como resultado un registro de sus más significativas manifestaciones culturales[105]. Se evidencia el variopinto destino que el otrora elegante y austero parque urbano ha asumido a lo largo de sus 87 años de historia. Algunas de tales manifestaciones son de vieja data, como el paseo de olla y consumo de alimentos, las prácticas deportivas, el culto a la Virgen, los scouts o el teatro al aire libre. Otras son más recientes u ocasionales, como las ferias de libros o de arte, la celebración de la Navidad o las lunadas. El día 13 de cada mes alrededor de treinta personas se congregan frente a la imagen de la Virgen en el sector de Leticia, cerca de la Javeriana y de la carrera Séptima, a rezar el rosario o a celebrar misa, cuando dicho día cae en domingo. Esta actividad se realiza desde 1990 por iniciativa de un habitante del barrio La Perseverancia y su familia, quienes se encargan del cuidado de la imagen: Ella estaba abandonada, ella no tenía rejas, no tenía nada, ya estaban los indigentes a dormir ahí y a fumar, de todo, la Virgen me llamó, era una cosa que viniera, que viniera, entonces yo vine y la vi toda abandonadita, le puse los vidrios, me ayudó mi suegra, más me demoré en ponerlos que en que los quebraran; entonces le dije a mi hermano, pedimos colaboración, le pusimos una reja, ya como no se podían entrar pues nos rompían todos los vidrios, esa reja que tiene ahora la pusimos hace como dos años… eso donde está ahí el jardincito, eso era ahí un mesón, pero entonces le dije a mi hermano para que no se nos hagan ahí hagamos un jardincito… nosotros le pusimos candado y todo, le dijimos a la administración pero ellos no le ponen cuidado, esto no parece que fuera parte del Parque porque usted mira todos los diciembres las luces son para allá, nada 105 Montagut Mejía, “Patrimonio intangible”, 450.
PRÁCTICA ACROBÁTICA EN EL PARQUE NACIONAL FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CAMILO RODRÍGUEZIDPC, 2021.
para acá, nada para la Virgen. Le teníamos luces, nos robaron el cable… vamos a hablar con el nuevo administrador porque con luz ella se ve muy linda… este año cumplimos treinta años. ¡Más! treinta y tres cuidando la Virgen… si no ya la habían destruido, el hijo del señor que la puso[106] la mandó a restaurar hace siete años, pero me dijeron que el señor está enfermo.[107]
Este tipo de rituales muestran el alto grado de apropiación del parque, y este no es el único caso de tal constancia y continuidad. “Una de las actividades más sorprendentes fue encontrar en el Parque un gran grupo de coleccionistas de láminas, caramelos o cromos de chocolatina Jet, así como otros álbumes y objetos, pero todo empezó
por la chocolatina”[108]. Láminas, tazos, billetes y monedas se coleccionan, intercambian o venden en la zona aledaña al reloj suizo, en donde se reúnen desde hace quince años, cada mes en fin de semana. Entre 2010 y 2019 se llevó a cabo el festival de lectura al aire libre Bajo los Árboles, organizado por la Administración distrital y que busca reunir libros y naturaleza con el fin de promover la lectura entre los bogotanos. Las lunadas, la Navidad o el Festival Jazz al Parque (desde 1996) también son ocasiones en las que la alcaldía realiza actividades culturales en los parques más importantes de la ciudad, que pueden incluir conciertos, iluminación o ferias gastronómicas. Uno de los grupos de scouts que acude al parque aproximadamente desde el año 2000 tiene un arraigo, incluso desde el ámbito familiar:
106 Se refiere al señor Luis Eduardo Barrera Vela, quien tras una aparición de la Virgen en el lugar instaló la figura en abril de 1948. 107 Entrevista a Rafael Cruz Ferrer, 11 de enero de 2020, en Montagut Mejía, “Patrimonio intangible”, 420.
108 Montagut Mejía, “Patrimonio intangible”, 393.
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En el grupo hay personas que vienen de toda la ciudad, desde muy al norte, muy al sur y muy al occidente, yo vengo al Parque desde chiquita, pero empecé a disfrutarlo más ahora adulta… acá estamos dos ramas, como si fuera dos momentos educativos, los Roberts que se organizan como clan y los Caminantes que nos organizamos como comunidad… Como Scouts hemos realizado actividades en la Casa de la Juventud, en la Biblioteca de Parque, hemos realizado bazares, ferias, eventos, relativamente grandes para nosotros… hay una fechas que se celebran cada año, que están definidas por la jefatura: el cumpleaños del grupo, el día de la familia, el día de los niños, el día de cada rama también… si hay alguna actividad en el Parque para la que nos pidan apoyo también… hemos tenido reuniones en otros espacios y en otros parques, solo que este es nuestro epicentro.[109] Yo soy Luz Estela Monguí. Para mí el Parque representa recuerdos de mi niñez, porque mi padre está fallecido, pero ellos se veían aquí desde novios, ya cuando nacimos con mi hermano las típicas fotos de poner el cobertor y los dos bebés ahí, todas esas historias que nos cuenta mi mamá desde su noviazgo, el domingo era venir acá, al Parque Nacional, eso es como muy simbólico y pues ahora tener la oportunidad de pertenecer a este grupo Scout, que mi hijo está aquí, eso como que siembra más y profundiza más la raíz. Vengo de Engativá del barrio Santa Cecilia.[110]
Antes se citaban en la parte alta, cerca del tanque de El Silencio, pero recientemente se reúnen en la parte plana todos los sábados. Se reportan manifestaciones culturales que vieron su origen en el parque Nacional, como es el caso del teatro callejero en la zona del reloj, que se presta para que los grupos se presenten de manera libre y espontánea, sin cobrar o rotando un sombrero como se hacía los domingos. Ahora es más difícil porque la administración debe exigir un plan de contingencia y un permiso que autorice el espectáculo que congrega a cierto número de espectadores. Estas nuevas condiciones las resienten los creadores del proyecto Teatro al Aire Puro, que surgió el en el Parque Nacional: El proyecto lleva 15 años, inició en el 2002 con unas pruebas que se llamaban Feria de teatro de calle, y luego se descentralizó a otros parques metropolitanos, donde la gente no tenía que pagar para ver teatro; se presentaban grupos profesionales de teatro de calle, entonces todo eso se va complicando con el uso del espacio público, en particular en este Parque que es el escenario predilecto del teatro de calle. En los setenta fueron las primeras presentaciones de teatro callejero acá, en este y en el Parque Santander, hay grupos de mucha trayectoria como el TEC, de 45 años, que tiene una sede abajo del Chorro de Quevedo pero siguen haciendo teatro de calle, hay muchos documentos que hablan del origen del teatro de calle acá, hay quince grupos de teatro de calle; en Bogotá, se hace el Festival de Teatro al Aire Puro, solo de teatro de calle internacional, se hace cada dos años en agosto o septiembre, este año no se pudo hacer.[111]
109 Entrevista con Paula Asencio, jefe del grupo Scout, 30 de noviembre de 2019, en Montagut Mejía, “Patrimonio intangible”, 384.
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110 Entrevista con Luz Estela Monguí del grupo Scout, 30 de noviembre de 2019, Montagut Mejía, “Patrimonio intangible”, 384.
111 Entrevista con Jhon Valero, 2 de diciembre de 2019, en Montagut Mejía, “Patrimonio intangible”, 389.
PRÁCTICA ACROBÁTICA EN EL PARQUE NACIONAL FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CAMILO RODRÍGUEZIDPC, 2021.
Los espacios abiertos, amplios y diversos del parque han facilitado que algunos colectivos lo utilicen como espacio de instrucción, de entrenamiento o de práctica, como es el caso de los zanqueros, los practicantes de capoeira o los instructores de rescatistas y adiestradores de perros. Los cambios de administración tuvieron que ver también con las actividades que usan el parque como escenario. El IDRD y desde 1996 las cajas de compensación familiar atrajeron a público para la realización de actividad física deportiva, lo que
redundó en un mayor aprovechamiento de las canchas que están allí desde 1934 y que se han ido complementando con el tiempo. La carrera Séptima y la carrera 13, desde la calle 72 hasta el centro, fue el germen en 1974 de la práctica de ciclopaseos los domingos, que dieron lugar a la creación de la ciclovía en Bogotá en 1976, cuando se realizaban cuatro circuitos, uno de ellos desde el parque Nacional hasta el funicular de Monserrate. Un nuevo cambio se realizó en 1995, cuando la alcaldía incorporó la recreación aeróbica a la
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ciclovía y escogió la alameda del parque Nacional sobre la Séptima como el lugar para comenzar con esta iniciativa que se conoce como recreovía. La ciclovía es hoy una de las prácticas más exitosas en la ciudad, e incluso se realizan versiones nocturnas desde 1999. En la parte alta del parque, practicantes de diferentes modalidades de la bicicleta han encontrado las condiciones ideales para la competición extrema. Downhill, mountain bike o enduro son algunas de ellas. En noviembre de 2019 se llevó a cabo el Pink Bike Fest, con el que el IDRD busca incentivar el uso de la bicicleta, con especial participación de las mujeres. Además, cada 21 de junio, Día Internacional del Skate, practicantes de skateboarding en Bogotá realizan un encuentro en el parque Nacional. La cantidad de experiencias y encuentros que como visitante alguien puede encontrarse en el parque hace que tenga esa imagen de lugar lleno de vida y de contrastes. Parte de esa condición es también la construcción de un imaginario de miedo y peligro en ciertas partes del parque y en diferentes horas del día o días de la semana. Los usuarios y vecinos se quejan con razón de la inseguridad, el consumo de sustancias ilegales, el desaseo, la falta de mantenimiento e incluso la práctica del cruising en sus terrenos, esto es, la búsqueda de parejas sexuales en el espacio público en los alrededores de la Circunvalar y las partes altas del parque. También están los “parejeros”, personajes que van al parque a observar a otros que tienen encuentros sexuales. Ambas situaciones hacen parte de ese imaginario como territorio de inseguridad, generan rechazo por parte de los ciudadanos y han dificultado que el parque recobre su prestigio e interés.
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Las relaciones establecidas en este territorio de la cuenca alta del río del Arzobispo involucran también a los vecinos del parque. La Merced es su contemporáneo y el parque ha sido testigo y
partícipe de su transformación en el barrio que es hoy, con un marcado carácter institucional público y privado que ha relegado su origen residencial de alto nivel social. Sin embargo, en contraste se encuentran con frecuencia testimonios de residentes de otros barrios como La Magdalena, Teusaquillo e incluso más distantes, como Santa Teresita, La Soledad o Chapinero, que refieren en su cotidianidad familiar el paseo al parque Nacional en la memoria de sus abuelos y padres. La Universidad Javeriana inició su presencia en el costado norte del parque en 1941. Los mismos Montaña que vendieron los terrenos de la finca del Arzobispo en los treinta ofertaron estos terrenos al norte, lo que dio lugar al proyecto de la universidad que finalmente encontró su sitio después de contemplar otras opciones. Aparentemente, no hay relación entre el campus y la cuenca del río, como si le diera la espalda; sin embargo, ha habido durante décadas un vínculo entre ambas instituciones. No solo el evidente transitar de estudiantes, sino el aporte que la universidad ha hecho para el cuidado del parque, incluso cediendo algunas áreas para propiciar una cuenca del río mejor cuidada, vigilada y conservada. Especial mención merece su vecina al nororiente, la comunidad del barrio El Paraíso, grande defensora y protectora del parque que lo siente como suyo, vinculado a sus historias familiares, y lo reconoce como determinante en la mejora o degradación de sus condiciones de hábitat. Son varios los casos de trabajadores del parque o de los puestos de comida que allí funcionan que viven en El Paraíso. Según el testimonio de Sergio Bravo, un líder del barrio: El Paraíso es un barrio ubicado en la franja de adecuación de los Cerros Orientales; es un barrio que por ejemplo la gente está en el Parque y ve el barrio y lo primero que piensa la gente es que ¡ese es un barrio de invasión y debe ser un matadero! ese es un imaginario,
PAISAJES DEL RÍO DEL ARZOBISPO EN LA PARTE ALTA DEL PARQUE NACIONAL FUENTE: FOTOGRAFÍA DE JORGE RODRÍGUEZ-IDPC, 2020.
PAISAJE SONORO DE LA CUENCA ALTA DEL RÍO DEL ARZOBISPO. FUENTE: FUNDACIÓN ALMA. PEMP PARQUE NACIONAL-IDPC, 2020
EL RÍO DEL ARZOBISPO EN LA PARTE ALTA DEL PARQUE NACIONAL FUENTE: FOTOGRAFÍA DE JORGE RODRÍGUEZ-IDPC, 2020.
PAISAJES EN LA PARTE ALTA DEL PARQUE NACIONAL FUENTE: FOTOGRAFÍAS DE JORGE RODRÍGUEZ-IDPC, 2020.
RÍO ARZOBISPO CERCA DE LA CARRERA SÉPTIMA FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2020.
PRÁCTICAS DEPORTIVAS, 2020 FUENTE: FOTOGRAFÍAS DE JORGE RODRÍGUEZ-IDPC
DOMINGO EN EL PARQUE NACIONAL. 2021. FUENTE: FOTOGRAFÍA CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC
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pues resulta que ni de invasión es, es un barrio muy viejo, en el 37 los primeros caseríos, la Junta de Mejoras se organiza en el 47 y surge de que ahí había una cantera de piedra y arena de la familia Ferrer Catalá. Cuando hacen cerrar las canteras porque la ciudad se estaba ampliando hacia Chapinero; es decir se acaba la explotación con dinamita y los chircales de Pardo Rubio, entonces cerraron los chircales y la cantera del Paraíso, y los dueños de las canteras dieron como liquidación a los trabajadores los terrenos, o los propios trabajadores compraron los terrenos… entonces ahí empezó el barrio El Paraíso, entonces es un barrio con legalidad, bastante viejo y no es un barrio peligroso… o sea es un barrio donde tú vas subiendo y las puertas de las casas están abiertas… que el abuelito
está en la puerta, no hay ruido… de hecho es un barrio muy tranquilo. […] Las hermanas Forero llevan toda su vida viviendo en el barrio El Paraíso y trabajando en el Parque, su padre también lo hizo, trabajó en los juegos mecánicos, su madre y sus dos abuelas fueron fundadoras.[112]
PRÁCTICAS DEPORTIVAS EN EL PARQUE NACIONAL. 2021. FUENTE: FOTOGRAFÍAS CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC
PAISAJE SONORO DEL PARQUE, SIENDO DISFRUTADO POR VISITANTES Y DEPORTISTAS. FUENTE: FUNDACIÓN ALMA. PEMP PARQUE NACIONAL-IDPC, 2020
112 Entrevista, 12 de enero de 2020, en Montagut Mejía, “Patrimonio intangible”, 416.
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BARRIO EL PARAÍSO, COMUNIDAD VECINA AL PARQUE NACIONAL FUENTE: FOTOGRAFÍAS DE JORGE RODRÍGUEZ-IDPC, 2020.
Rosa Elvira Aún pasado el tiempo, a pesar de las transformaciones que el parque ha sufrido por cuenta de intervenciones como la construcción del Tanque, de la Circunvalar o de la carrera 5.ª; de haber sido recortado en su borde occidental; de la incorporación en diferentes tiempos de esculturas, fuentes y variado tipo de objetos, árboles y actividades, muchas veces a contrapelo del carácter original del parque, es valorable que se mantenga esa cualidad de elemento paisajístico de gran presencia e impacto en la imagen de la ciudad. Todavía se conserva como cuenca alta del río del Arzobispo con una efectiva conexión con los cerros Orientales de la ciudad. Ya se ha mencionado cómo, en medio de una historia tan convulsa, la naturaleza se ha afianzado; la vegetación, con su tamaño y variedad, le imprime una especie de respiro al centro. Incluso da la opción de contemplar una naturaleza con cascadas, fauna y aire puro de los cerros en plena urbe. Las presentes generaciones tienen en su haber la experiencia propia o testimonios de sus padres y abuelos sobre ese contacto con la naturaleza a la vuelta de la esquina. Así lo señala una habitante del barrio El Paraíso que describió la zona apenas arriba de la Circunvalar: Aquí llegamos al hato, era como un establo, tenía vacas y vendían leche con bocadillo veleño, era parte del plan de venir al Parque Nacional subir al hato; es que el Parque también se ha desruralizado, uno se tomaba la leche tibiecita, eso era cuando era niña… cuando la hija de Jorge Eliécer Gaitán era pequeña, nos contaba mi papá, él la traía aquí a tomar leche… yo alcancé a tomar leche calientica.[113]
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113 Entrevista con Mercedes Jiménez, 12 de enero de 2020, en Montagut Mejía, “Patrimonio intangible”, 414.
El otro lado de la moneda, sin embargo, evidencia que esa misma condición de arboleda amplia, solitaria, en pendiente y lejos de la mirada vigilante que caracteriza la ciudad soporta el mito de la peligrosidad del parque Nacional. El lugar de la libertad y el bienestar ha devenido territorio del miedo. Y es que el mito no lo es tanto. En efecto, la prensa ha dejado registros de muertes violentas y de todo tipo de acciones delictivas en el parque. Violaciones, suicidios, cadáveres abandonados al amparo de la noche entre las arboledas, incluso testimonios de víctimas que eran adentradas en la parte alta y allí rematadas en la época del narcotráfico y la violencia más recalcitrantes en el país. El primer recuerdo que llega a la memoria de Sergio es que el hueco del puente sobre la carrera Séptima fue la vivienda de el Calidoso un habitante de calle muy famoso de acá de la zona, que lamentablemente mataron, parece que lo mató otro indigente en una disputa y le pusieron una placa en el túnel de la Javeriana, en el acceso que da hacia el occidente; eso fue hace como diez años, pues lo incendiaron, fue acá en el río.[114]
El 24 de mayo de 2012 un caso de aberrante violencia se sumó a la historia de esta realidad del parque Nacional. Rosa Elvira Cely fue violada, torturada y abandonada en la madrugada en un recodo del río en la parte media alta del parque. Con las pocas fuerzas que le quedaban, logró comunicarse por celular y pedir ayuda. Encontrarla fue difícil. La única seña era que escuchaba correr agua. Tras horas de búsqueda fue rescatada y luchó cuatro días por su vida, hasta que falleció por la gravedad de los vejámenes a los que fue sometida. El repudio nacional a semejante hecho fue inmediato y las manifestaciones de solidaridad a Rosa Elvira y a su familia, junto con la exigencia de 114 Entrevista con Sergio Bravo, 12 de enero de 2020, en Montagut Mejía, “Patrimonio intangible”, 411.
LUGAR DE CONMEMORACIÓN A ROSA ELVIRA CELY FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2021.
justicia por el caso, incluyeron actos simbólicos en el parque Nacional, cerca del lugar en donde fue hallada. Con el tiempo, el lugar se convirtió en una especie de altar de enorme significación, en donde se instalaron placas en homenaje a las mujeres víctimas de violencia. En 2015 se promulgó la Ley 1761, conocida como Ley Rosa Elvira Cely, mediante la cual se configuró el feminicidio en Colombia como un tipo penal autónomo que reconoce el asesinato de mujeres por el hecho de serlo. Esto implica penas más altas y un menor margen de descuentos de pena u otros beneficios como la excarcelación. Con el lema “Ni una rosa más”, cada año, en el parque Nacional, se realiza un acto conmemorativo de este hecho que enlutó a un país y que lo unió en una voz que clama por que no haya más silencio e impunidad ante la violencia hacia las mujeres. En el lugar, a las placas iniciales con el tiempo se han sumado un jardín, cartas, flores y todo tipo de objetos que las personas dejan. El testimonio
de su hermana en el parque, siete años después de la tragedia, refleja la intensidad de este lugar para quienes lo visitan: La primera vez que estuve aquí fue ocho días después de lo sucedido, a cuatro días de la muerte de mi hermana en el hospital a causa de una peritonitis generada por el empalamiento. Vine para hallar respuestas y empecé recogiendo los materiales probatorios que no pusieron dentro de la cadena de custodia. Aquí encontré sus zapatos, aquí el pantalón, aquí su collar y aquí un esmalte. Más allá estaba el chaleco de la moto […], a pocos metros de donde comenzó el ataque y desde donde la arrastró para dejarla al pie del árbol, donde la encontraron. Posteriormente seguí viniendo y me mareaba, se me bajaba la tensión, se me tapaban los oídos, era terrible para mí. Pero en la medida que fui reparando la memoria de mi
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hermana, este espacio se fue convirtiendo en un lugar de paz. Vengo frecuentemente a hacer charlas con estudiantes o cada vez que necesito limpiar y volver a empezar. Claro, en mayo sucedió todo, en mayo es el Día de la Madre, el último día que estuvimos reunidos con ella como familia. Pero también en mayo, en este lugar, florecen las rosas, y eso tiene un significado importante en el tema de conmemoración, no solamente del caso de Rosa Elvira, sino de todas las víctimas de feminicidio, de mujeres que están desaparecidas, de otras que sobrevivieron y de los huérfanos que dejaron las que ya no están. En estas fechas nos sumamos siempre con actos artísticos, pedagógicos y de información, también para exigir al Estado que estos lugares dejen de ser un peligro para las mujeres y propicios para que vulneren nuestros cuerpos.[115]
El parque Nacional como avanzada de la manifestación política Ya está inserto en el imaginario de los bogotanos el parque Nacional como punto de encuentro para las marchas durante las protestas sociales. Ya sea como inicio de ruta, o como punto de concentración de manifestantes que pueden o no venir desde el norte por la carrera Séptima, lo más común es que se marche desde el parque y se emprenda camino a la meta final: la plaza de Bolívar. El carácter político del parque se ve así exacerbado y su carácter nacional adquiere una nueva dimensión.
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115 “Rosa Elvira Cely: siete años de un feminicidio que conmocionó al país”, El País (Cali, Colombia), 23 de mayo, 2019, entrevista a Adriana Cely en el parque Nacional.
Su papel como escenario de la protesta no es reciente. En los tiempos de construcción del parque Nacional, las marchas podían iniciar en el parque de la Independencia y se dirigían al sur. Fue el caso de la Marcha de la Paz, que se realizó el 8 de junio de 1933, y siguió al Palacio de la Carrera, y luego a la plaza de San Agustín, para entonces hacer un retorno por la carrera 8.ª hasta la plaza de Bolívar, en donde terminaba. En los años cuarenta, si tomamos como referente la paradigmática Manifestación del Silencio, dos meses antes del asesinato de su protagonista, Jorge Eliécer Gaitán, la ruta comenzó en la plaza de San Diego y por la carrera Séptima llegó a la plaza de Bolívar. La marcha de estudiantes de 1954 inició en la Universidad Nacional y subió al centro por la calle 26. O la trascendental Marcha por la Vida, del 25 de agosto de 1989, generada por la indignación tras el asesinato de un magistrado y del candidato presidencial Luis Carlos Galán, que movilizó a miles de personas que venían por la carrera Séptima y tomaron la calle 26. Que el parque Nacional aparezca como punto de encuentro en las convocatorias, es un fenómeno que se hará explícito en las marchas de la comunidad LGBT de la ciudad desde 1998, cuando estos grupos empezaron a recibir apoyo institucional y reconocimiento social. En junio de ese año se realizaron en el parque actividades como una carrera de observación; un evento de los patinadores de las canchas sobre los tanques de agua; una lunada; el Carnaval de la Diversidad Sexual, que consistió en un recorrido desde el parque, la carrera Séptima al norte hasta la calle 85, y luego por la vía a La Calera hasta el kilómetro 6. Salir a la luz para esta comunidad, a través de su presencia periódica en el espacio público, tuvo como escenario el parque Nacional. Antes de 2005 sus movilizaciones se hacían desde el parque hacia el norte; después de ese año también partían del parque, pero empezaron a marchar hacia el centro, a la plaza de Bolívar, evidencia de su posicio-
MANIFESTACIÓN TRIBUTO A JORGE ELIÉCER GAITÁN EN EL PARQUE NACIONAL, 8 DE ABRIL DE 1949 FUENTE: GONZÁLEZ, SADY. ARCHIVO FOTOGRÁFICO. 1938-1949. COLECCIÓN DE ARCHIVOS ESPECIALES. SALA DE LIBROS RAROS Y MANUSCRITOS. BIBLIOTECA LUIS ÁNGEL ARANGO. BANCO DE LA REPÚBLICA – COLOMBIA. BRBLAA1380529 SOBRE 545-6
namiento en la sociedad y del uso de su derecho al espacio público[116]. La alcaldía de Antanas Mockus de 2000 a 2003 redactó, implementó e impulsó, como parte de su programa de cultura ciudadana, ejercicios de resistencia civil pacífica como aporte a una salida del conflicto armado en el que el país estaba inmerso. Un capítulo importante de esa política fue el referido al derecho a la protesta, en donde se formalizó el escenario del parque Nacional con este papel político por iniciativa de la institucionalidad, el Estado, la Alcaldía Mayor. Se buscó mostrar escenarios de persuasión no violenta que simbólicamente les permitieran a los participantes generar identidad, sentido de pertenencia y sentimientos de afinidad con el dolor ajeno. En este contexto, varios de los eventos fueron realizados en el parque Nacional por la alcaldía: ruedas de prensa, un acto de rechazo a la violencia y protección de los lugares de productividad de la ciudad. El 17 de febrero de 2002 en el parque se pusieron cintas con la bandera de Bogotá a las herramientas de trabajo y a los asistentes se les entregó un escudo con el lema “Por Bogotá construcción”. El 21 de febrero se realizó una jornada de resistencia civil contra los violentos en el parque, en el marco del mismo programa.
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116 Claudia Hurtado Caycedo, “La marcha LGTB para ampliar el canon de la ciudadanía con las diversidades sexuales” (tesis de Maestría en Estudios Culturales, Facultad de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2010), 123.
La marcha contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que se realizó de manera multitudinaria el 4 de febrero de 2008, fue convocada a través de Facebook y logró una respuesta sin precedentes. Aunque un mar de personas marchó desde el norte por la carrera Séptima, el parque Nacional, por su configuración de andén amplio y alameda paralela ancha, se prestó para convertirse en una especie de estación en el ritual que se tomó el espacio urbano con un objetivo común. Recientemente, en las marchas estudiantiles de 2018 y 2019 y del Paro Nacional de 2021, se estableció el parque como punto de inicio de la ruta por la Séptima hasta la plaza de Bolívar. Así se ha consolidado como lugar protagónico en las manifestaciones populares en la capital.
MANIFESTACIONES, PARO NACIONAL 2021 FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2021.
MANIFESTACIÓN DE ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS EN EL PARQUE NACIONAL, PARO NACIONAL 2021 FUENTE: FOTOGRAFÍAS DE CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2021.
EPÍLOGO El río del arzobispo
Escucha, sólo escucha él está allí, alrededor, alrededor de mí de nosotros. Escucha, está disponible, abierto, atento es el río, nuestro río el único que queda, escondido, pero dispuesto.
Bastan solo quince minutos de camino desde la carrera Séptima, cuesta arriba por el Parque Nacional Olaya Herrera de Bogotá, para encontrar un paisaje sonoro de agua que cae en cascada, trino de pájaros, árboles mecidos por el viento. Estamos inmersos en un bosque de cauchos, robles, acacias, eucaliptos y trompetos; y aún golpea el silencio el ruido de los palos de hockey en disputa, de los gritos de capoeira, del vendedor de algodón de azúcar, de las llantas de las bicicletas en estrepitosa bajada desde no se sabe dónde; al fondo, todavía el silbido, ahora más molesto que hace quince minutos, de los carros y buses. ¿Cuándo será que los bogotanos volveremos a mirar hacia el río del Arzobispo, a reconocer su existencia a pesar de todos los intentos por amordazarlo con tuberías, canales y pavimento? Tal vez llegó el momento de devolverle una mirada
no por romanticismo, sino por supervivencia física y mental. El cambio climático es una realidad que ha motivado movimientos en el mundo preocupados por cuestiones como el paisaje, el cuerpo, y el equilibrio entre la vida natural y la ocupación humana en las ciudades. El aumento de las temperaturas y la creciente reflexión de los rayos solares facilitada por los edificios de vidrio, por los pavimentos o por los automóviles pueden ser mitigados o por lo menos contrastados con las superficies vegetales, cada vez más escasas en ciudades como la nuestra. El parque Nacional deberá ser protagonista de las discusiones en Bogotá sobre sostenibilidad ambiental, pero para ello es necesario dejar de visualizarlo como el jardín francés de la carrera Séptima, para pasar a entenderlo como la cuenca alta del río del Arzobispo. El giro de una mirada longitudinal del parque, norte-sur —que incluso es más norte-centro—, a una mirada transversal oriente-occidente es urgente. El parque Nacional es parte importante de un sistema paisajístico que va desde los cerros Orientales hasta la zona de humedales del Juan Amarillo y el río Bogotá. A diferencia de otros ríos del territorio de la sabana como el San Francisco o el San Agustín, conserva en buena parte su carácter a cielo abierto, lo cual le confiere una
RÍO DEL ARZOBISPO, PARTE ALTA DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA FUENTE: FOTOGRAFÍA DE CAMILO RODRÍGUEZ-IDPC, 2020.
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presencia aún vital, aún visible, aún reconocible, y ello le confiere el enorme potencial de convertirse en eje estructurante de un territorio irreversiblemente urbanizado. En su origen, el parque Nacional fue presentado con una vocación proteccionista de los cerros, sí. Sin embargo, lejos estaba entonces de un sentido ambiental como el que ahora urge. Pablo de la Cruz y el ministro Alfonso Araújo testimoniaron una preocupación por el aire limpio, por espacios de contemplación, por proporcionar a los bogotanos un ambiente aireado que los liberara de los vicios de lo urbano, pero rara vez se refirieron al curso propiamente dicho del río, a la calidad del agua o a la preservación de la cuenca; de hecho, Pablo de la Cruz en julio de 1934 se refirió a “darle pulmones a la ciudad” como “palabrerías”. El parque era un jardín, grande, pero aun un jardín, no una cuenca. Es cierto que el manejo deliberado de la topografía que realizó Pablo de la Cruz y la no intervención en la parte alta para que el bosque natural proporcionara ese paisaje agreste muestran una capacidad de ver el territorio del parque como un lugar en esencia natural que daría un beneficioso contraste a la ciudad construida; sin embargo, las entrelíneas dejan ver que es una valoración de lo natural marcada por lo político. El temor a la invasión de los terrenos altos de los cerros por familias pobres, el aprovechamiento económico que particulares pudieran lograr sin que el Estado controlara o participara, y la especulación de los precios del suelo que minaba el poder del Gobierno frente a las empresas urbanizadoras son algunos de esos intereses sobre los cuales descansó la decisión de la preservación de esta parte de los cerros.
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Esta visión práctica de ordenamiento del suelo urbano estuvo técnicamente sustentada en el plan para Bogotá que en 1931 recibió Enrique Olaya Herrera de la firma Harland Bartholomew. La creación de grandes parques urbanos estaba contemplada en las recomendaciones del plan,
pero en el marco de una visión de gestión del suelo urbanizable. La creación de un Departamento de Urbanismo dependiente de la Secretaría de Obras Públicas tenía en esencia la misión de armonizar la relación entre la Administración de la ciudad y los urbanizadores privados. Los parques urbanos mediarían en esa puja por el manejo del suelo y afianzarían a ojos de los ciudadanos el poder del Estado en el control de las tierras de la ciudad. Se hacía así contrapeso a lo que sucedía con los parques contemporáneos al parque Nacional, como el Lago Gaitán o el de Luna Park, promovidos y construidos por particulares, dueños de tierras algo lejanas al área urbana consolidada. Un parque era una estrategia efectiva para atraer la atención de potenciales compradores de lotes, quienes, a partir de la rutina de acudir a las atracciones que estos parques ofrecían los fines de semana, terminaban cambiando la percepción de lejanía que tenían y mejoraba la opción de que estas familias consideraran hacer la inversión en urbanizaciones lejos del centro. La historia de deterioro progresivo del parque Nacional es la historia del abandono del río del Arzobispo. De la lucha por saltarlo como si fuera un obstáculo, se pasó a darle la espalda. En gran parte de su trayecto el río es más un “problema” técnico a cargo de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado y menos una “oportunidad” de la Secretaría Distrital de Planeación. La visión del “obstáculo” lee el río como una barrera, como una cicatriz que obliga a tender puentes que permitan fluir de un lado a otro; ¿cuántas veces en Bogotá es un curso hídrico el límite entre una localidad y otra, entre una unidad de planeamiento y otra? En el caso del parque Nacional, el río del Arzobispo es el límite entre las localidades de Santa Fe y Chapinero. Los funcionarios que barren el parque al norte del río son diferentes de los que lo hacen al sur, con periodicidad diferente, solo por mencionar un aspecto anecdótico, pero que incide
CERROS ORIENTALES DESDE EL SECTOR CENTRO HACIA EL NORTE. AÚN ES LEGIBLE LA ARBOLEDA DEL RÍO DEL ARZOBISPO, 1969 FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO MANUEL H.
CARRERA SÉPTIMA DESDE LA CALLE 32 HACIA EL NORTE, S. F. FUENTE: COLECCIÓN FOTOGRÁFICA, MUSEO DE BOGOTÁ, IDPC, FONDO MANUEL H.
mucho en el mantenimiento y la imagen actual del lugar. En cambio, la visión de la cuenca hídrica como eje estructurante desencadena posibilidades enormes en términos, por ejemplo, de reivindicación con un componente de origen del territorio de Bogotá que es su geografía. El sistema cerros-piedemonte-sabana-río no desaparece del todo a pesar de la urbanización porque fenómenos como las escorrentías, los vientos y la composición de los suelos permanecen latentes. Se hacen palpables cuando sucesos como inundaciones o desprendimientos de tierra nos recuerdan que la naturaleza impone una fuerza por sobre lo extraño a la geografía, que es la construcción humana. A esto hay que sumarle que el río como línea estructurante también permitiría recuperar y crear nuevas conexiones urbanas, que podrían ser muy útiles en sectores cuya heterogeneidad ha devenido en imagen negativa, en deterioro, en desorden, en falta de apropiación e identidad. Abrir la ciudad en estos sectores se ha convertido en un discurso de movilidad norte-sur-norte; la vuelta al río supondría una alternativa valiosa de vínculos oriente-occidente-oriente, sustentada no tanto en asuntos como troncal-Transmilenio-metro, sino en el disfrute del espacio urbano: espacios públicos, arborización, agua, juegos, senderos. Tal vez la ciudad pueda llegar a ese punto en el que el debate automóvil-peatón no tenga sentido. Como no tiene sentido tener que escoger entre uno y otro en una ciudad de ocho millones de habitantes. La cuenca alta de nuestro río del Arzobispo, que es el parque Nacional, exige entonces una puesta a punto. Han sido 87 años de funcionamiento que justifican repensar la coherencia entre su infraestructura física, su paisajismo y las relaciones con su entorno. No bastarán un simple remozamiento o una reparación, porque el estado del parque requiere superar la estrategia de mantenimiento y refacción. Se parte, eso sí, de un
valioso capital: ¡el parque está vivo! Como pocos, el parque Nacional, que es la suma de su historia y sus devenires, ha tenido la capacidad para recoger tal variedad de actividades y significados que hace parte de la historia familiar de muchos de nosotros, de nuestros padres y nuestros abuelos. ¡Está en nuestros álbumes familiares! Por su tamaño, por su permanencia y tal vez también porque tiene ese carácter de inacabado, nunca completado, viejo pero transformado, es casa de todos. Encontramos nuestro lugar en el parque Nacional, porque su espacio permite esa multiplicidad de acciones que se pueden realizar en el espacio público. Es un espacio en ese sentido abierto, tolerante a la diferencia, a la mixtura, a la convivencia. Una intervención en él deberá ser capaz de atender a ese carácter de lo no resuelto, de lo no acabado que facilita la acción creativa, el uso espontáneo, la experiencia. El parque es su gente, que procede de diferentes lugares, que lo usa y habita para diversidad de actividades, lo que incluye a las comunidades que lo han tenido como vecino durante décadas. Los vecinos de La Merced, los estudiantes de la Universidad Javeriana, los oficinistas de Chapinero y en particular los vecinos del barrio El Paraíso, quienes describen su territorio desde el parque Nacional y tienen un vínculo con su espacio y con el río. Algunas de estas familias han tenido miembros trabajadores del parque por varias generaciones, han abierto sus propios senderos en medio de la naturaleza del parque, que es la puerta de acceso a su barrio, lo defienden, cuidan el río. Nuevamente, hoy la urbanización amenaza con despojar al parque de su comunidad originaria, arraigada y defensora de sus valores. Si las construcciones son reemplazadas, con ellas se irá su gente que se dispersará, quedará desarraigada del lugar que les hace comunidad: el parque Nacional.
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DIBUJO DE GERMÁN SAMPER DEL SECTOR DEL TEATRO INFANTIL DEL PARQUE NACIONAL OLAYA HERRERA . FUENTE: ARCHIVO DE BOGOTÁ.
VISTA AÉREA EN SENTIDO OCCIDENTE-ORIENTE DEL PARQUE NACIONAL, 2021. TOMA DE DRON. FUENTE: FOTOGRAFÍA DE OSCAR DÍAZ-IDPC
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RÍO ARZOBISPO. FUENTE: FOTOGRAFÍA JORGE RODRÍGUEZ-IDPC