San Juan de Dios. Guía Crítica del Conjunto Hospitalario de Bogotá
CUNDIFARMA. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
ADRIANA URIBE ÁLVAREZ
JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ
PAULINA PONCE. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
ALCALDESA MAYOR DE BOGOTÁ
Claudia López Hernández
SECRETARIA DE CULTURA, RECREACIÓN Y DEPORTE
Catalina Valencia Tobón
DIRECTOR INSTITUTO DISTRITAL DE PATRIMONIO CULTURAL
Patrick Morales Thomas
SUBDIRECTORA DE DIVULGACIÓN Y APROPIACIÓN DEL PATRIMONIO
Camila Medina Arbeláez
EQUIPO DE INVESTIGACIÓN IDPC
Ana Margarita Sierra - coordinación
ASISTENCIA DE INVESTIGACIÓN
Yesid Humberto Hurtado
INVESTIGACIÓN Y TEXTOS
Adriana Uribe Álvarez, John Farfán Rodríguez
COLABORADORES / TEXTOS DE LOS ÁLBUMES
Eloísa Lamilla Guerrero, Alejandro Piñol Arévalo, Nicolás Morales Thomas, Manuel Vega Vargas, Eduardo Pereira (entrevista), Ana Margarita Sierra
COORDINACIÓN EDITORIAL Y EDICIÓN
Ximena Bernal Castillo
DISEÑO GRÁFICO
Yessica Acosta Molina
CORRECCIÓN DE ESTILO
Bibiana Castro Ramírez
GESTIÓN DE IMÁGENES
Alfredo Barón Leal
FOTOGRAFÍAS
Archivo General de la Nación, Biblioteca Nacional de Colombia
Biblioteca Luis Ángel Arango, Casa Editorial El Tiempo, Museo de Bogotá, Revista
Cromos, Revista Proa, Sociedad de Mejoras y Ornato, Adriana Uribe Álvarez
Ana Margarita Sierra Pinedo, Gabriel Rueda, John Farfán Rodríguez
María Elvira Escallón, Nicolás van Hemelryck
FOTOGRAFÍA PORTADA, CONTRAPORTADA Y GUARDAS
John Farfán Rodríguez
IMPRESIÓN
Multi-impresos
ISBN IMPRESO 978-628-95266-6-0
ISBN DIGITAL 978-628-95266-7-7
SELLO EDITORIAL IDPC
INSTITUTO DISTRITAL DE PATRIMONIO CULTURAL
IMPRESO EN COLOMBIA
PATIO Y CARRO ABANDONADO. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
CONTENIDO
12 PRESENTACIÓN
17 INTRODUCCIÓN
Historia breve del Hospital San Juan de Dios
Periodos constructivos
33 PRIMER MOMENTO: INICIOS
36 ▚ El antiguo claustro-hospital San Juan de Dios
40 ▚ Un lugar en la ciudad para los “vergonzantes”
44 ⋱ Asilos
46 ▚ La elección de La Hortúa
50 ● Aguas
64 ▚ El diseño original del conjunto hospitalario
68 ▚ El plan general para el Hospital
San Juan de Dios
70 ■ Administración
74 ■ San Roque y San Jorge
78 ● Escrito en piedra
90 ▚ Apertura del hospital en La Hortúa
94 ⋱ La ruta inaugural
98 ■ Cocina o Siberia
102 ■ Enfermedades tropicales
105 SEGUNDO MOMENTO: TRANSFORMACIÓN Y CRISIS
108 ▚ De la caridad barroca a la caridad ilustrada
112 ▚ La Beneficencia de Cundinamarca
116 ● Alegorías del cuidado
124 ▚ De la Beneficencia a la asistencia pública
128 ▚ Los proyectos de modernización del conjunto
134 ■ Laboratorio Samper
138 ■ Cundifarma
140 ■ Torre quirúrgica
144 ● Transpuestos
152 ▚ Nuevos paradigmas, nuevos retos
158 ▚ La toma de 1975
164 ● VOZ
170 ▚ Comunidad universitaria
180 ● Tableros
190 ⋱ La Hortúa y expansión urbana
195 TERCER MOMENTO:
CIERRE
198 ▚ Crisis de los noventa y cierre
204 ⋱ El conjunto tras el cierre
206 ▚ Una comunidad heterogénea
214 ■ Mantenimiento
220 ■ Capilla y convento
222 ■ San Lucas o Ángel Cuervo
224 ● Apropiación
234 ● Objetos
246 ■ Unidad de Salud Mental
248 ▚ Vecindad urbana
252 ● Rayones
260 ● Calendarios
268 ▚ Los próximos planes para el conjunto hospitalario: jardines y espacio público
274 ● Vacíos
285 INCONCLUSIONES
295 LÍNEA DE TIEMPO
304 REFERENCIAS
CONVENCIONES
▚ LECTURA
⋱ CARTOGRAFÍA
■ EDIFICIO
● ÁLBÚM
P→XX:Esta convención se presenta cuando se hace mención al nombre de alguno de los edificios destacados. Irá acompañada de un número de página para que el lector pueda remitirse a la información específica de cada inmueble.
LETRERO EN EL PABELLÓN SAN LUCAS. FOTOGRAFÍA JOHN FARFÁN, 2021
PRESENTACIÓN
En 2001 al Hospital San Juan de Dios le cortaron de forma definitiva el servicio de luz. Como un designio de ocultamiento, el gesto de desconexión del sistema eléctrico venía acompañado de una imposición de oscuridad. Como si fuera posible opacar los relatos, las vidas, los tratamientos, los decesos, las narrativas colectivas y las huellas materiales que brindan destellos —aun desde el abandono y el deterioro— de un hospital próximo a cumplir quinientos años de existencia en esta ciudad.
Dar luz a ciertos rincones de su historia, su función social, las marcas físicas y las voces que lo defienden como hospital y campo de lucha de derechos colectivos implica hacer visible lo que, por distintas circunstancias, ha dejado de serlo. Sacar esta multiplicidad de significados de una aparente oscuridad es una de las apuestas de esta guía, que se logra, entre otras formas, ampliando la mirada arquitectónica que ha dominado los estudios previos sobre el hospital.
El acto de develar lo oculto se encuentra presente en las páginas de esta publicación a través de la labor emprendida desde el año 2020 por el Programa de Investigación del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC). Se trata de una reflexión que genera conversaciones con el territorio, el contexto histórico y político, y el entramado social que aún sostienen al San Juan y sus edificios. En este proceso, se reconoce que el ensombrecimiento al que fue llevado el hospital tiene sus raíces en relaciones históricas de poder respecto a cómo se ha asumido la idea de minusvalía a través de modelos como los de la asistencia pública, la caridad y la beneficencia. En definitiva y a lo largo de su trayectoria histórica, estas ideas y modelos, junto con la búsqueda constante de un sistema de salud capaz de integrar los diversos actores y realidades del país, dieron paso a inicios del siglo XXI a un cúmulo de prácticas financieras y administrativas que resultaron insostenibles para el funcionamiento del conjunto hospitalario y que lo llevarían finalmente a su cierre.
La acción de develar también implicó, para el equipo de autores de esta guía, adentrarse en la sombra a la que quiso someterse al hospital y dirigir un foco de luminosidad a los vacíos, los vestigios, los corredores, los objetos y las huellas que han dejado el tiempo, el agua, el aire y las personas en sus paredes. En las páginas que comprenden esta publicación, esa acción se manifiesta a través de las fotografías y los textos de los álbumes que constituyen una invitación íntima a imaginar de una manera sensible y prácticamente táctil la vida que un día colmó estos espacios.
Los debates alrededor de la salud como derecho público y del valor patrimonial del conjunto, sumados a las memorias de los pacientes, estudiantes, médicos, investigadores, enfermeras y familias que habitaron este lugar, se mezclan con las preguntas que surgen acerca de cuál será el destino que le deparará al hospital.
El antecedente de 2002, cuando el San Juan de Dios fue declarado Monumento Nacional gracias a la iniciativa de trabajadores y trabajadoras que continuaban sin recibir una liquidación oficial por parte del Estado, habla de las apuestas colectivas que buscan impedir que el hospital y los debates sociales que lo rodean queden en el olvido. Luego de esa declaratoria, que bien podría entenderse como un primer logro en medio de un eslabón de decisiones presupuestales y burocráticas complejas, se concretó en 2015 la compra del hospital por parte del Distrito de Bogotá y, con ella, el inicio de distintas acciones de entidades locales y nacionales con miras a su reapertura.
Desde el ámbito del IDPC, la apuesta ha sido en estos últimos años por proteger y visibilizar los patrimonios del hospital. En esa vía, y como sus autores lo señalan, esta guía es “un medio, un acompañante, una excusa para que volvamos a reunirnos como ciudadanos en torno al conjunto hospitalario de La Hortúa”. Este recorrido propuesto que se abre como una guía posible es una oportunidad para adentrarnos a las zonas oscuras y menos visibles del Hospital San Juan de Dios, para así reconectarnos con este desde el destello de su propia luz.
Patrick Morales Thomas Director Instituto Distrital de Patrimonio
Cultural
TORRE QUIRÚRGICA. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
INTRODUCCIÓN
Es muy significativo el hecho de que todos nosotros tengamos una historia para contar alrededor del Hospital San Juan de Dios de Bogotá. Todos tenemos a un familiar que fue enfermero, doctora, trabajador o estudiante; o sabemos de alguien, tal vez nosotros mismos, que llegó hasta allí para tratarse un dolor, para hacerse una operación o para recibir cualquiera de los servicios médicos de primer orden ofrecidos a toda la población a cambio de pagar muy poco o nada. También todos hemos oído hablar de la situación en la que se halla el hospital desde hace unas décadas y nos hemos quedado perplejos porque ¿cómo es posible que se cerrara el hospital más antiguo, más importante de Bogotá? Entonces, todos nosotros tenemos algo que nos vincula con el Hospital San Juan de Dios, bien sea un recuerdo, una anécdota, incluso una mezcla de sentimientos como nostalgia, cariño o rabia por su estado ruinoso; pero, además, lo que nos vincula como comunidad con el hospital es justamente la capacidad que este tiene para acogernos en un “todos nosotros”, indistintamente de nuestra procedencia, y allí encontramos su valor patrimonial: en cuanto ocupa un lugar específico en nuestra historia común y nuestro tejido social. Muestra de esto es que el San Juan, desde su fundación en el siglo XVIII en el corazón mismo de Bogotá, se ha vinculado a la memoria capitalina como símbolo de garantía de salud pública para el Distrito y la nación, como ámbito de formación en medicina desde el siglo XIX, como epicentro de luchas sociales y de empoderamientos ciudadanos en los siglos XX y XXI y, finalmente, en síntesis, como contenedor de una diversidad de símbolos —tangibles e intangibles— propios de los bogotanos y de todos los colombianos.
El 27 de febrero de 2002 el Conjunto Hospitalario San Juan de Dios y el Instituto Materno Infantil de Bogotá fueron declarados monumentos nacionales por la Ley 7351, la cual, además, ordenó el restablecimiento de sus labores médicas y educativas. Esta ley es fruto de esfuerzos conjuntos liderados por las trabajadoras del hospital: es un punto de llegada de las múltiples luchas que han acompañado la historia de 458 años de
1 Congreso de Colombia, Ley 735 de 2002, “Por la cual se declaran monumentos nacionales, el Hospital San Juan de Dios y el Instituto Materno Infantil; se adoptan medidas para la educación universitaria y se dictan otras disposiciones”, Diario Oficial 44726, 1.º de marzo, 2002, http://www.secretariasenado.gov.co/ senado/basedoc/ley_0735_2002.html
ILUSTRACIONES DE LA TORRE QUIRÚRGICA Y EL EDIFICIO DEL INSTITUTO MATERNO INFANTIL, AL PARECER FIRMADOS “AMR 78”. AGN
la institución hospitalaria, pero está lejos de ser un punto final. La declaratoria ha permitido reconocer a nivel gubernamental la importancia del San Juan de Dios como patrimonio del país y ha sentado las bases de un andamiaje estatal para protegerlo; no obstante, para que el ritual social implícito en los valores patrimoniales del conjunto hospitalario continúe en movimiento, es necesario seguir sumando tanto a una ciudadanía activa y comprometida en torno a la preservación del hospital como a una institucionalidad pública que actúe en consecuencia con su relevancia social y su vocación histórica. El Instituto Distrital de Patrimonio Cultural de Bogotá se ha sumado a los actuales esfuerzos de reactivación del conjunto hospitalario, por lo que además de ejecutar acciones específicas para la protección material de las instalaciones, desde el año 2020 ha adelantado, por medio de su Programa de Investigación, una contextualización histórica, espacial y conceptual del conjunto que pueda servir de insumo para la reflexión en común sobre los patrimonios
IMAGEN SATELITAL DEL CONJUNTO HOSPITALARIO SAN JUAN DE DIOS, 2022. GOOGLE EARTH PRO
AVENIDA CARACAS
CARRERA DÉCIMA
CALLE1
culturales del hospital, entendidos estos como una instancia de naturaleza política conformada por la confluencia de diversos significados y narrativas colectivos. Este libro recoge entonces algunos de los resultados de este trabajo de exploración.
Comencemos por decir que el punto de partida de esta investigación fue el espacio mismo, ya que desde las primeras visitas exploratorias al conjunto hospitalario este se nos presentó con una elocuencia sorprendente: impresionan en la sensibilidad del visitante las paredes que recogen las marcas de todos los que han pasado por allí, los objetos antes activos y ahora en momentáneo reposo, los edificios que son en sí mismos cajas de tiempo. Pero no solo es el conjunto construido el que nos habla, pues el territorio geográfico también se dirige en voz alta a nosotros para contar la historia de la cuenca hidrográfica del río Fucha, el desarrollo de los extramuros de la ciudad, la periferia sur y su conjunto de casas asilo que hoy son hospitales. Luego entendemos que territorio y edificios nos hablan de asuntos colectivos, como las tensiones alrededor de la salud como derecho público y la pregunta persistente en el tiempo de qué hacer espacial, conceptual y políticamente con un otro enfermo. Todo al tiempo y en el mismo lugar.
Este libro se subtitula Guía crítica del conjunto hospitalario de Bogotá porque no habría mejor forma de aprehender todos estos significados elocuentes que desde la experiencia sensible del conocer y recorrer, al menos a través de estas páginas, el conjunto hospitalario. Hablemos ahora sobre el concepto de guía: el diccionario online de la Real Academia de la Lengua Española ofrece veintiséis acepciones de la palabra2; la primera de estas, la más general, es “Aquello que dirige o encamina” y la tercera es “Tratado en que se dan preceptos para encaminar o dirigir en cosas, ya espirituales o abstractas, ya puramente mecánicas”. El resto, o sea las veinticuatro guías restantes, se refieren a elementos o instrumentos que brindan su ayuda en un oficio o labor determinada. En conclusión, estamos ávidos de guías que nos ayuden a trabajar o a movernos en un terreno desconocido o lo suficientemente complejo. Pero tal vez de entre todas
2 Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, s. v. “guía”, actualización 2022, https:// dle.rae.es/gu%C3%ADa?m=form
las guías conocidas la más sonada en nuestros tiempos de grandes migraciones globales sea la guía turística. Esta nos dice qué sitios es obligatorio visitar y cómo llegar a estos puntos imprescindibles de la forma más rápida y práctica, sin perdernos o distraernos en lo que no sería valioso. Pero en realidad este libro no es un tratado ni en estas páginas se busca dar preceptos formulados desde una autoridad superior para encarrilar a un principiante en algún tipo de conocimiento específico. Tampoco buscamos hacer una declaración turística de lo que merece ser visitado porque es noble, bello y/o representativo de un valor institucional. Por el contrario, esperamos que el lector o lectora se pierda en las imágenes de los objetos perecederos que han quedado abandonados y que divague en los requiebres históricos y en los debates sociales que confluyen en el hospital.
El concepto de guía se usa aquí como un juego, una provocación o una subversión del término tradicional, y también como una invitación a volver al hospital. Es una guía “curva” porque no traza una línea recta, incorruptible, entre dos puntos de importancia, lo cual es la lógica básica con la que funciona toda guía turística. Es una guía abierta porque no concluye ni delimita un campo de lo conocible. Además, es una guía que en realidad se origina en un estudio histórico y esto le da un enfoque crítico, pues la decisión de tomar este primario informe de investigación y darle forma de guía de recorrido y no de lectura en prosa tiene que ver con el principio de que la historia de un territorio no es una compilación de datos curiosos o un requisito técnico para ser rellenado con una reseña hallada en internet, sino un acompañante práctico que nos permite interpretar lo construido, entender sus orígenes y visualizar lo que será, o debería ser, su futuro. Conocer la historia de un objeto o de un lugar nos ayuda a planear acciones sobre este, pues nos previene de percibir lo material —llámese en este caso conjunto de edificios hospitalarios— como simple existencia física susceptible de cualquier intervención. Por ello, aunque titulada como guía, para ser justos se trata de un documento heterogéneo: es un mapa de lugar pensado para caminar el conjunto e identificar los edificios, pero es también un inventario gráfico, una reunión de artículos cortos sobre la historia del conjunto hospitalario y sobre la salud en Colombia, y podría ser también un álbum de fotos.
Este libro conduce al lector o lectora (o mejor: le guía) por tres grandes momentos en los que se podría contar la historia del conjunto hospitalario en La Hortúa, identificados como “inicio”, “transformación y crisis” y “cierre”. Estos momentos son las tres secciones en que se divide este libro, que a su vez se componen de una serie de apartados de diversa naturaleza; la mayoría de ellos son lecturas breves sobre la historia del hospital, que van desde su origen en la calle 10.ª con carrera 10.ª hasta los nuevos planes de espacio público dentro del hospital. Hay también un grupo de apartados en los que se ubican y reseñan los edificios patrimoniales del conjunto, de manera que si alguien quisiera darle a este libro el uso de “guía” en su sentido más literal, podría hacerlo. También presentamos algunos ejercicios cartográficos sobre el territorio para entender mejor el sector y el conjunto. Por último, hay cada tanto una serie de “álbumes” o collages fotográficos que aproximan a la atmósfera del estado actual del hospital y que fueron conformados a partir del registro de aquellos elementos que serán susceptibles de ser intervenidos o de desaparecer por las obras de readecuación. A este ejercicio lo llamamos arqueología del espacio en el Programa de Investigación del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural y está acompañado por textos cortos en tono de ensayo, o incluso de narrativa, escritos por comentaristas invitados para esta publicación.
Valga decir que detrás de esta diversidad de contenidos no hay la intención de sentar unas narrativas definitivas sobre el Hospital San Juan de Dios. El hospital está en obra y esto aplica tanto para sus edificios como para su lugar simbólico: el San Juan lleva muchas décadas en construcción a varias manos como un nodo de agencias ciudadanas que reivindican el derecho a la salud pública, el justo saldo de deudas a sus trabajadores, y el reacondicionamiento y la reapertura de las instalaciones de La Hortúa, todo esto con el telón de fondo de la incertidumbre sobre la suerte administrativa de la institución hospitalaria. En este panorama confuso, ojalá que muchas más voces se sumen a la consigna colectiva, que aparezcan otras nuevas formas de narrar la historia del hospital y que aquel o aquella que aún no haya oído hablar del centro hospitalario más importante de Bogotá encuentre en esta guía una ayuda para ubicarse emocionalmente en el San Juan de Dios.
HISTORIA BREVE DEL HOSPITAL
SAN JUAN DE DIOS
El hospital de San Pedro fue el primero en la ciudad de Santafé. Su origen se remonta a 1564, cuando el arzobispo fray Juan de los Barrios donó las casas para su funcionamiento y se dio inicio a actividades bajo el patronato del obispo. El 2 de diciembre de 1595, el rey Felipe II concedió licencia a la orden monástica española de San Juan de Dios para fundar y dirigir hospitales en América; no obstante, solo hasta 1635 les fue entregado el hospital de San Pedro para que se hicieran cargo de este. Pronto las instalaciones del hospital se hicieron insuficientes para atender a los santafereños, en particular luego de la epidemia de tifo de 1663, por lo que se dio inicio al agenciamiento de un nuevo hospital que culminaría con la inauguración, en 1739, del convento-hospital de Jesús, María y José, luego llamado San Juan de Dios, en la calle de San Miguel (carreras 9.ª y 10.ª entre calles 11 y 12). De acuerdo con Romero, Zambrano y Cárdenas3, entre 1756 y 1767 el hospital atendió en promedio a 1.399 enfermos al año y contó con 24 religiosos para su atención.
Tras las gestas de independencia y la consecutiva renovación de las antiguas instituciones coloniales, entre 1835 y 1867 la gobernación de la provincia de Bogotá asumió la dirección del centro hospitalario que, desde entonces, pasó a llamarse Hospital de Caridad. En 1868 fue fundada la Universidad Nacional de Colombia y se instituyó al hospital como sede de los estudios de Medicina. Al año siguiente, en 1869, el Estado Soberano de Cundinamarca fundó, por medio de la Ley del 14 de agosto, la Junta de Beneficencia del Estado, a la cual se le asignó la dirección del Hospital San Juan de Dios. Para el servicio de este, en 1873 se incorporó la orden de las Hermanas de la Caridad de la Presentación de la Santísima Virgen de Tours.
3 María Claudia Romero, Mónica Zambrano y Miguel Darío Cárdenas, Historia del Hospital San Juan de Dios de Bogotá (Bogotá: IDPC, 2008).
Una vez más, las instalaciones del centro de salud quedaron obsoletas ante la creciente demanda de sus servicios. Había llegado nuevamente la hora de encontrar otra sede para el hospital. En 1911 el Gobierno cedió el lote del Molino de Hortúa, adquirido poco antes por este, al departamento de Cundinamarca para que allí la Junta de Beneficencia construyera un manicomio departamental. El 20 de julio de 1913 se puso la primera piedra (al parecer) del pabellón de Administración P→70 del manicomio y, poco después, se inició la construcción de dos pabellones más, uno de hombres y otro de mujeres; pero estando aún inconclusos estos y habiéndose construido las bases para un pabellón de Cocina P→98, mediante la Ley 47 de 19194 se autorizó al departamento de Cundinamarca para destinar el predio y los edificios para el Hospital San Juan de Dios. Ese mismo año se licitó la construcción de los primeros pabellones, ya no para el manicomio sino para el hospital, y en 1921 se convocó un concurso arquitectónico para el diseño de un plan general del conjunto hospitalario que siguiera los preceptos científicos e higienistas del momento. Este concurso lo ganó el arquitecto Pablo de la Cruz y las nuevas instalaciones en La Hortúa se inauguraron el 7 de febrero de 1926.
En las décadas siguientes y hasta mediados del siglo XX, el conjunto hospitalario efectuó transformaciones locativas en los diferentes edificios para modificar sus usos. Posteriormente, en la década de 1950 la construcción de la Torre Quirúrgica P→140 modificó el conjunto y cambió el funcionamiento del hospital al centralizar muchas de las especialidades médicas. De modo paralelo a los cambios físicos, también se presentaron múltiples transformaciones en el funcionamiento del hospital ligadas a temas administrativos y financieros que, por su parte, involucraban a la Beneficencia de Cundinamarca, la Universidad Nacional y los gobiernos distrital y nacional. El Hospital San Juan de Dios se convirtió en un escenario de discusión sobre el sistema de salud nacional, al tiempo que buscaba soluciones definitivas a sus problemas de administración y financiación.
4 Congreso de Colombia, Ley 47 de 1919, “Por la cual se modifica la Ley 63 de 1911, sobre autorizaciones al Gobernador del Departamento de Cundinamarca”, Diario Oficial LV, n.o 16939, 4 de noviembre, 1919, 1, https://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?id=1690523
Finalizando el siglo XX los problemas del hospital tocaron fondo. La entrada en vigencia de la Ley 100 de 1993 que rediseñó el sistema de salud, la difícil situación económica que arrastraba el hospital desde décadas atrás y los poco efectivos intentos de redireccionar su administración hicieron insostenible el funcionamiento de la institución. Finalmente, en septiembre de 2001 el corte de luz marcó el final del San Juan como hospital en servicio activo. A partir de entonces, pasó de acoger pacientes a ser la vivienda de los trabajadores que seguían cumpliendo sus labores por no haber recibido una liquidación ni despido oficial. Los esfuerzos liderados por distintos trabajadores y trabajadoras lograron que en 2002 se declarara Monumento Nacional al Hospital y se decretara su reapertura y funcionamiento como centro de salud. En el año 2015 se concretó la compra del hospital por parte del Distrito de Bogotá; tras ello se iniciaron procesos de readecuación con miras a su reapertura y, en tiempos más recientes, estrategias para proteger y visibilizar los patrimonios del Hospital San Juan de Dios de Bogotá.
ENFERMEDADES TROPICALES. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
PERIODOS CONSTRUCTIVOS
DEL HOSPITAL: 1913-19705
LOS EDIFICIOS FUNDACIONALES:
1913-1919
Con el objetivo de servir al Manicomio de Cundinamarca, se procedió a la construcción de los edificios de Administración P→70, de mujeres y de hombres con planos del ingeniero Ramón Cardona, quien tomó como referente un proyecto similar premiado en un concurso en Bélgica. Además, ya estaba en construcción el edificio inicialmente para hospicio, que hoy sería el Instituto Materno Infantil (IMI). Sin embargo, faltando poco para su conclusión, y apenas con las bases levantadas del edificio de Cocina o Siberia P→98, el predio se destinó ya no para manicomio, sino para el Hospital San Juan de Dios.
LICITACIÓN DE LOS PRIMEROS EDIFICIOS
HOSPITALARIOS: 1919-1926
Tras saberse el nuevo uso del predio, se convocó a una licitación para levantar los edificios hospitalarios, la cual fue ganada por los arquitectos Alberto Manrique Martín y Arturo Jaramillo Concha. El resultado fueron estos tres pabellones de factura idéntica, los primeros construidos específicamente para el hospital. Adicionalmente, se concluyó bajo esta licitación el edificio de Cocina o Siberia P→98
EL CONCURSO Y PLAN GENERAL: 1921-1936
En 1921, Pablo de la Cruz resultó ganador del concurso convocado por la Junta de Beneficencia para diseñar el plan arquitectónico general del conjunto hospitalario. En el plan de De la Cruz se contemplaba la construcción de dieciocho nuevos pabellones, más la intervención de los preexistentes, pero solo una parte del ambicioso plan se llevaría a cabo.
5 Luego de este periodo son escasas y de poco tamaño las edificaciones construidas en el hospital.
INSTITUCIONES ESPECIALIZADAS Y AUTÓNOMAS: 1936-1947
En las décadas de 1930 y 1940 aparecieron en el complejo instituciones especializadas que no dependían directamente de la dirección general del hospital, como Cundifarma P→138 y el Centro Dermatológico Lleras Acosta. Al tiempo que sus edificios introducían lenguajes arquitectónicos distintos a los de los diseñados por De la Cruz, pues estaban más próximos al art déco o prerracionalismo, su implantación en el recinto llevó a cuestionar la vigencia del plan general.
MODERNIZACIÓN DEL CONJUNTO, 1948 A DÉCADA DE 1970
La construcción de la Torre Quirúrgica P→140 a partir de 1948 significó la superación del edificio tipo pabellón y la llegada del bloque hospitalario multifuncional. Por su parte, otros edificios de arquitectura moderna, como la Unidad de Salud Mental o la Unidad Primaria de Atención (UPA) P→246, construidos entre las décadas de 1960 y 1970 respectivamente, incorporaron bloques arquitectónicos más pequeños que se implantaron libremente allí donde había espacio, con lo que se abandonó completamente el plan general.
Instituto Lleras Acosta
Rehabilitación psiquiátrica
Mantenimiento
Laboratorio Samper
Unidad de Salud Mental
Enfermedades Tropicales
Administración
Cocina
San Roque
Capilla y convento
Torre Quirúrgica
Cundifarma
Asilo San Pedro Claver
CALLE1CSUR
CALLE1
CARRERADÉCIMA
EDIFICIOS FUNDACIONALES (1913-1919)
LICITACIÓN (1919-1926)
CONCURSO Y PLAN GENERAL (1921-1936)
INSTITUCIONES ESPECIALIZADAS Y AUTÓNOMAS
MODERNIZACIÓN DEL CONJUNTO (1948 A DÉCADA DE 1970)
UPA
San Eduardo
San Lucas
Paulina Ponce
San Jorge
PRIMER MOMENTO/ INICIOS
El traslado del Hospital San Juan de Dios de su antigua sede colonial, en pleno centro de la ciudad, al predio del Molino de Hortúa, en las goteras del sur bogotano, coincidió con el cambio tipológico del edificio tipo claustro, percibido ya entonces como incómodo y obsoleto, al “moderno” edificio tipo pabellón. Si bien la ubicación del hospital dentro de un sistema ya existente de casas de asilo reprodujo en parte el típico confinamiento del sujeto enfermo fuera de la ciudad, la introducción de un edificio “higiénico” construido con base en cálculos y estándares científicos (y ya no el asilo o la cárcel reformados) fue señal de que comenzaba a gestarse dentro de las formas tradicionales de asistencia pública de la capital un cambio en la manera de entender y, por tanto, de amparar al sujeto enfermo.
Para que se diera este traslado, al Hospital San Juan de Dios se le asignaron los edificios del que iba a ser el Manicomio Municipal y que cambiaron de vocación antes de que algún enfermo mental los pisara; pero el nuevo uso obligó entonces a pensar (o repensar) la organización del conjunto en el territorio para que pudiera cumplir así con los servicios que de este se demandaban. Se convocó entonces un concurso para diseñar un plan general de edificios que contó con la participación de los más destacados arquitectos e ingenieros del momento, entre los cuales resultó ganador el arquitecto Pablo de la Cruz. El ambicioso proyecto no se llevó a cabo completamente, en parte por la constante falta de recursos que puede rastrearse desde el origen mismo de la institución, pero sí se adelantaron gran parte de las obras propuestas incluso hasta finales de la década de 1930. El complejo fue dado en funcionamiento en febrero de 1926 y tras este tuvo lugar en las décadas subsiguientes la consolidación de un complejo que, pese a las vicisitudes de financiación, fue insignia en la atención en salud, la investigación científica y la formación profesional especializada.
SAN LUCAS. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
▚ EL ANTIGUO CLAUSTRO/
HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS
En 1739 entró en servicio el hospital de Jesús, María y José, posteriormente llamado San Juan de Dios, en la manzana ubicada entre las actuales carreras 9.ª y 10.ª y las calles 11 y 12 del centro de Bogotá. Funcionaba en un claustro anexo a la iglesia de la misma orden de San Juan de Dios, es decir, en un edificio colonial con varios patios internos, cuya construcción fue impulsada por el prior de la orden, Pedro Pablo de Villamor, en lo que era entonces el límite al occidente de la ciudad de Santafé. En su inauguración, de acuerdo con el historiador Carlos Martínez6, el claustro contó con doscientas camas que ya para inicios del siglo XIX resultaban insuficientes, como lo señalan algunas comunicaciones y crónicas de la época. Desde entonces el conjunto fue sometido a varios procesos de reformas y ensanches, siempre limitados por la ubicación de la manzana ya en medio de la ciudad.
En 1921 se publicó el estudio de Cerbeleón Pinzón titulado Apuntes sobre higiene y reglamentación hospitalaria en Colombia que hace este recorrido por el hospital:
La portada principal está colocada en el costado oriental (carrera 9.a.). Tiene además, entrada por el costado norte a los laboratorios
y a los depósitos de cadáveres. Por la primera llegamos directamente a las enfermerías de mujeres, las cuales están distribuidas […] así: casi en la extremidad occidental del costado sur, encontramos una sala que se conoce con el nombre de Sala Chiquita, dedicada al servicio de la clínica dermatológica; sin división y continuándose directamente sobre el mismo costado, en la dirección Occidente a Oriente, llegamos a un gran salón dedicado a los servicios de las clínicas generales y de tropicales; después de un pequeño tabique encontramos otra sala, dedicada también a la clínica general y comunicada, por medio de un ancho pasadizo con la anterior […]
La mayor parte de las salas no tienen cielos rasos (en el sentido que a este vocablo debe dársele); enormes vigas atraviesan de un lado a otro los muros, guardando toda clase de polvos infectados y de materias contaminadas; las paredes son encaladas; los pisos en su mayor parte de ladrillo y el resto entablados, hacen que sea materialmente imposible el uso del agua para su aseo y desinfección, y la escoba que trae consecuencias funestas, levantando a veces epidemias de carácter absolutamente local que diezman los hospitalizados, y que debiera estar proscrita, no se la puede reemplazar debido a las condiciones ya anotadas de los techos, muros y pisos.7
6 Carlos Martínez, Santafé: capital del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Banco Popular, 1987).
7 Cerbeleón Pinzón, Apuntes sobre higiene y reglamentación hospitalaria en Colombia, 1921, citado en Francisco Samper, Informe que rinde la Junta General de Beneficencia a la Asamblea Departamental (Bogotá: Imprenta de la Luz, 1922), 10-12.
DETALLE DE PLANO DE BOGOTÁ DE 1894. EN EL CÍRCULO, LA UBICACIÓN DEL ANTIGUO HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ
IMAGEN SATELITAL, 2022. GOOGLE EARTH PRO
ANTIGUO HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS, S. F. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
VISTA DE UNA DE LAS SALAS DEL ANTIGUO HOSPITAL. “LOS HOSPITALES DE SAN JUAN DE DIOS Y DE SAN JOSÉ”, EL GRÁFICO 13, N.O 626, 2 DE DICIEMBRE, 1922, 411.
UN CORREDOR DEL ANTIGUO HOSPITAL. “LOS HOSPITALES DE SAN JUAN DE DIOS Y DE SAN JOSÉ”, EL GRÁFICO 13, N.O 626, 2 DE DICIEMBRE, 1922, 412.
PLANO DE LA PRIMERA PLANTA DEL ANTIGUO HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS. FRANCISCO SAMPER, INFORME QUE RINDE LA JUNTA GENERAL DE BENEFICENCIA A LA ASAMBLEA DEPARTAMENTAL (BOGOTÁ: IMPRENTA DE LA LUZ, 1922), “ANEXOS AL INFORME QUE RINDE LA JUNTA”, 11. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA.
o sala de internas que se hallaba a mano derecha de la entrada principal por la carrera 9.ª.
En este vistazo se resalta la capacidad de la sala para acoger a los pacientes: 28 catres y 43 colchones sobre el piso. Es decir, se albergaba a más personas en el suelo que en camas propiamente dichas. Otros documentos como, nuevamente, el de Cerbeleón Pinzón de 1921 tildaron a la antigua edificación de “insalubre y antihigiénica”, debido a que además no tenía ninguna orientación con respecto al sol, y sus vientos “llevan al pasar por San Juan de Dios, todos los gérmenes infecciosos a la plaza principal de mercado”8; por su parte, la revista El Gráfico n.o 626 de 1922 destacaba que “Hace tiempo que autorizadísimas voces vienen clamando en nombre del honor de Bogotá, contra ciertos males que ya se van presentando con caracteres verdaderamente alarmantes.
A todo esto se sumaba la notoria falta de espacio para atender a una población bogotana que en las tres primeras décadas del siglo XX se había duplicado con respecto al siglo anterior. El hospital desde mediados del siglo XIX había pasado a ser administrado por la Junta General de Beneficencia de Cundinamarca, una institución dependiente inicialmente del estado de Cundinamarca y luego del departamento de Cundinamarca y cuya función era hacerse cargo de las antiguas casas de caridad. En un informe de la Junta de Beneficencia de 1922 se presentó un plano que da un vistazo a la Sala de San José
Uno de ellos es la higiene de los hospitales urbanos”9. De manera que ya la Beneficencia de Cundinamarca desde tiempo atrás venía barajando distintas opciones sobre qué hacer con la institución, entre ellas, su traslado.
8 Cerbeleón Pinzón, Apuntes sobre higiene y reglamentación hospitalaria en Colombia, 1921, citado en Samper, Informe que rinde la Junta General de Beneficencia, 10-12.
9 “Los hospitales de San Juan de Dios y de San José”, El Gráfico 626, 1922, 410.
▚ UN LUGAR EN LA CIUDAD PARA LOS
“VERGONZANTES”
El escritor bogotano Francisco de Paula Carrasquilla publicó en el Papel Periódico Ilustrado, en el año de 1881, un artículo en el que caracterizaba a un personaje costumbrista capitalino llamado “La Vergonzante” como una anciana sin hogar que recorría las calles de la ciudad en busca de limosnas. Dice Carrasquilla: “A donde quiera que encaminemos nuestros pasos, hemos de tropezar seguramente con la Vergonzante, enseñando su flaca y estropeada humanidad, envuelta en sucia y rota vestimenta”10. La Vergonzante entonces no es un sujeto particular, sino que es la representación de la no poca población de mendicantes, muchos de ellos mujeres sin techo, que existía en la Bogotá de finales del XIX; pero además es una representación que se hace desde una mirada determinada: la de una intelectualidad de clase alta que ironiza sobre las condiciones de vida de los mendicantes. Así que en realidad el artículo nos habla no tanto de los pobres de la ciudad, como La Vergonzante, sino de la relación entre esos pobres y la élite en el espacio urbano. Escribe Carrasquilla que “fuera del catastro no hay salvación posible”, para señalar que la distinción social en la Bogotá del momento la daba el ser propietario de finca raíz, pero con ello además nos da a entender entre líneas que la ciudad pertenecía a quien podía pagársela, mientras que el lugar de ciudadanos
como La Vergonzante era el asilo, la mayoría de estos en la periferia. Sobre los lugares de asilo que entonces existían en la capital, Carrasquilla anota:
Las casas de asilo se han fundado no tanto para proteger y aliviar infelices, cuanto para ocultar idiotas.
A los mendigos se les asila muchas veces, porque hieren a la opulencia; si el espectáculo de la desventura humana en todas sus faces aterradoras no afectase, mecánicamente hablando, el ánimo de los acaudalados, ¡cuántos infelices morirían en negro desamparo!11
Hay que partir primero por entender que en la Bogotá de hasta el siglo XIX, en cuanto heredera de la tradición hospitalaria española, la población adinerada, para tratar sus padecimientos, recurría a visitas y consultas particulares de especialistas con alguna formación en salud (por lo general extranjeros) en su propia casa, mientras que otras fracciones más abajo en las clases sociales acudían a saberes tradicionales o curanderos. Solo aquellos con muy poco o ningún tipo de ingreso asistían al hospital para aliviar sus problemas de salud. Adicionalmente, estos primeros hospitales, asilos o casas de caridad tuvieron la tarea de confinar a los sujetos entendidos como “peligrosos” para la colectividad, tales como vagos y pordioseros, enfermos mentales y enfermos pobres. Esto queda ya claro desde el establecimiento mismo de los hospicios reales en 1767 cuando el virrey Guirior señaló que:
, 15 de noviembre, 1881, 78.
11 Carrasquilla, “La Vergonzante”, 79.
10 Francisco de Paula Carrasquilla, “La Vergonzante”, Papel Periódico Ilustrado
FRANCISCO DE PAULA CARRASQUILLA, “LA VERGONZANTE”, PAPEL PERIÓDICO ILUSTRADO, 15 DE NOVIEMBRE, 1881, 77.
MUJERES
EL
EN
ASILO DE LOCAS DE EL ASERRÍO, S. F. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
PILA EN EL ASILO DE MUJERES, S. F. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO. EL LAVADERO EN EL ASILO DE MUJERES, S. F. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
UN PATIO EN EL ASILO DE LOCAS DE EL ASERRÍO, S. F. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
El recogimiento de los pobres que vagan por las ciudades ha sido siempre acto no solo de caridad que dictan la religión y la naturaleza para socorro de la humanidad desvalida, sino también un cuidado propio del gobierno para separar los muchos holgazanes que con el disfraz de mendigos cometen excesos.12
Esta misma idea de reclusión se encuentra en el Hospicio de Santafé cuando en 1777 se encargó el proyecto de su edificio con un espacio para “cárcel para delincuentes de delitos menores” con su propio calabozo y cepo13. El mismo Hospital San Juan de Dios fue, hasta entrado el siglo XIX, un lugar de reclusión para enfermos agudos y contagiosos que eran aprehendidos por la fuerza pública “para preservar a la sociedad de los males que podían portar”14. A finales de ese siglo, la creciente presencia en la ciudad de una población necesitada, bien por la continua migración de un campesinado humilde o bien por el continuo agravamiento de la pobreza de las clases urbanas más vulnerables, fue la razón de que se diera en Bogotá un auge de instituciones de salud y beneficencia en las últimas décadas del siglo XIX. Surge ahora la pregunta por la relación de la ciudad con tales instituciones. Ya desde tiempo atrás aquel principio de confinamiento social fue correspondido con un movimiento centrífugo urbano de tales instituciones de beneficencia: desde el centro en donde se habían ubicado inicialmente —el
corazón de Santafé— hacia el exterior urbano. Lo notorio a finales del siglo XIX es que muchas de estas instituciones se asentaron en el entonces borde sur de la ciudad, en las inmediaciones del actual barrio de Las Cruces. No es casualidad, en cuanto heredero el hospital de este sistema de asilos del siglo XIX, que cuando a comienzos del siglo XX se planteó su traslado fuera de la ciudad supuestamente para ubicarlo en un lugar más “higiénico”, se le llevara al mismo sector sur bogotano donde ya había una tradición histórica de confinamiento del ciudadano indeseable.
12 Citado en Martínez, Santafé, 169.
13 Alberto Escovar, Margarita Mariño y César Peña, Atlas histórico de Bogotá 1538-1910 (Bogotá: Corporación La Candelaria, 2004).
14 Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan de Dios, 27.
SISTEMA DE ASILOS Y CASAS DE CUIDADO. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
1A. ASILO DE INDIGENTES
1B. ASILO DE LOCOS Y LOCAS DE SAN DIEGO.
2. ASILO SAN PABLO.
3. HOSPITAL SAN JOSÉ.
4A. CASA DE ASILO DE SAN JAVIER.
4B.HOSPITAL Y ASILO DE SAN VICENTE DE PAUL.
5. ASILO DEL BUEN PASTOR.
6. HOSPICIO HERMANAS DE CARIDAD Y CLÍNICA CAMPITO DE SAN JOSÉ.
7. ASILO DE LOS ALISOS.
8. ASILO DE SAN ANTONIO.
9A. ASILO DE LA SERPENTINA.
9B. HOSPITAL SANTA CLARA.
10A. ASILO DE SAN JUAN
10B. ASILO DE SAN JOSÉ .
10C.ASILO DE MUJERES INDIGENTES.
11. HOSPITAL DE LA MISERICORDIA.
12A. HOSPITAL MILITAR DE NINGUNA PARTE.
12B. ASILO DE ALIENADOS DE MIRAFLORES.
13A. ASILO DE INDIGENTES VARONES.
13B. MANICOMIO DE CUNDINAMARCA.
13C.HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS.
14. INSTITUTO NACIONAL DE RADIUM.
15A. ASILO DE ANCIANOS.
15B. HOSPITAL SAN CAMILO.
16. ORFELINATO JESÚS, MARÍA Y JOSÉ.
17. HOSPITAL DE LA SAMARITANA.
18A. ASILO DE LOCAS DEL ASERRÍO.
18B. ASILO CUALLA PARA MENDIGOS.
La historiografía en general ha explicado tradicionalmente la llegada de los asilos al borde sur de la ciudad por la búsqueda de “condiciones higiénicas y saludables” para los asilados y enfermos: buena iluminación, ventilación y campos abiertos fuera de la ciudad. No obstante, hay que hacer al menos dos consideraciones: la primera, la contradicción existente entre tal discurso y las condiciones precarias e insalubres que tuvieron los asilos ubicados en la periferia, pues finalmente en estos se reprodujo la misma tipología de claustro (“antihigiénico, insalubre”) que predominó en los años anteriores, pero ahora ubicado en los confines donde al parecer no representaba peligro para la sociedad en general. Por ello habría que destacar el carácter disruptor del Hospital San Juan de Dios que se asentó en una vocación de asilos en el sector, pero ayudando a su transformación a partir de la incorporación de nuevos elementos arquitectónicos como el edificio tipo pabellón. La segunda consideración sobre el argumento higienista es un cuestionamiento práctico: la búsqueda de amplitud, vientos frescos y buena ventilación explica bien la consolidación de este sistema de asilos en los campos abiertos fuera de la ciudad; sin embargo, ¿por qué se estableció tal sistema en la proximidad del barrio Las Cruces y no, por ejemplo, en la periferia norte de la ciudad? Si lo que se buscaba era un campo abierto, cualquiera de los bordes, sur, norte u occidente, serviría para ese fin, y la tenencia original del Gobierno nacional de tierras en este sector de Tres Esquinas fue solo otra respuesta parcial, ya que este mismo también había comprado varios predios destinados a asilos. Pues bien, tenemos que hablar de los numerosos cursos de agua que descendían por el territorio: si detallamos este plano en donde se ubican con puntos los distintos asilos entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, vemos que no coincidencialmente las concentraciones de puntos se ajustan a la presencia de quebradas y acequias, pues la gran mayoría, cuando no todos, se levantan sobre una de estas. Esto llevó a que algunos asilos acondicionaran los edificios de antiguos molinos para uso médico.
▚ LA ELECCIÓN DE LA HORTÚA
El Hospital San Juan de Dios se trasladó de su manzana en el centro de la capital al entonces borde sur de la ciudad, cuando en 1919 la Junta de Beneficencia de Cundinamarca decidió que el predio del Molino de Hortúa serviría mejor para alojar a este centro hospitalario y ya no al Manicomio de Cundinamarca, institución para la que había comenzado allí la construcción de algunos edificios. A su vez, el manicomio se habría de instalar en La Hortúa porque con este fin el Estado había donado la finca al departamento en 1911, motivado entre otras cosas porque ya en la casa del Molino funcionaba el Asilo de Indigentes, también dirigido por la Beneficencia de Cundinamarca, y porque en las cercanías había otros asilos de la Junta. Lo curioso de todo esto es encontrar a la Junta de Beneficencia deambulando entre antiguos asilos y casas prestadas en la periferia sur, cuando esta entidad había sido propietaria de buena parte del que fuera el borde norte, es decir, el actual Centro Internacional de Bogotá. La razón es esta: al fundarse la Junta de Beneficencia, el Estado le cedió los terrenos del convento de San Diego. En este claustro la Beneficencia estableció los asilos de locos, de locas, de mendigos y de mendigas, donde coexistieron todos juntos estrechamente hasta que en 1908 el Estado solicitó el edificio para un colegio religioso; entonces la Junta de Beneficencia le cedió a modo de préstamo espacios como el Molino de Hortúa al extremo sur de la ciudad.
Contrario a lo que comúnmente se piensa, estudios históricos como Los años del cambio15 indican que fue hacia ese costado sur donde primero se expandió Bogotá y no al costado norte, jalonada supuestamente por el caserío de Chapinero. La existencia de minas de carbón, cursos de agua y terrenos arcillosos en las laderas del cerro de Guadalupe fue la causa del temprano poblamiento de esta región por artesanos, labradores, carboneros, chircaleros y otros, además de la serie de molinos que se establecieron allí en busca de los numerosos cursos de agua. Justamente, varios de los edificios de algunos de estos molinos luego fueron aprovechados para acondicionar allí los primeros asilos, como sucedió con el del Aserrío o el mismo Molino de Hortúa. Entonces, al temprano carácter industrial se sumó luego una vocación de asilo, y también unos significados asociados a tales oficios; es muy diciente que, tras la llegada a este sector de los distintos asilos de la Junta de Beneficencia que se sumaban a las demás instituciones que ya estaban allí, como el Asilo de San Antonio o el Asilo del Aserrío, a esta zona se le comenzara a llamar, por ejemplo en guías de Bogotá, “el barrio de la beneficencia”.
Otra muestra de la imagen que empezó a formarse de este territorio cierta fracción de bogotanos y bogotanas se puede encontrar en la discusión de 1909, recogida en el diario La Gaceta Republicana, sobre a dónde llevar la exposición conmemorativa del centenario de la Independencia que sucedería el siguiente año. Justa-
15 Germán Rodrigo Mejía Pavony, Los años del cambio. Historia urbana de Bogotá, 1820-1910 (Bogotá: CEJA, 2000).
PLANO DEL MOLINO DE TRES ESQUINAS, 1911. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ.
EL TRANVÍA BAJANDO POR LA CALLE 1.ª. AL FONDO, LA CASA DEL MOLINO DE HORTÚA Y LOS PRIMEROS EDIFICIOS PARA EL MANICOMIO DE CUNDINAMARCA, S. F. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
“VIACRUCIS DE LOS ENFERMOS DEL HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS”. ANTES DE SU TRASLADO DEFINITIVO, LOS ENFERMOS DEL HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS OCUPARON MOMENTÁNEAMENTE LOS EDIFICIOS AÚN EN OBRA EN LA HORTÚA DADOS LOS DAÑOS DEL ANTIGUO CLAUSTROHOSPITAL EN EL TERREMOTO DE 1917. “ACTUALIDADES GRÁFICAS”, EL GRÁFICO, 8 DE SEPTIEMBRE, 1917.
mente, antes de llegar allí el hospital, el predio del Molino de Hortúa fue la primera opción, pero las élites bogotanas presionaron por llevar la celebración al norte (lo que terminó sucediendo) alegando que el sitio escogido por la Junta Organizadora es malo, requetemalo, pésimo; que aquello es imposible; que no hay calles, ni edificios elegantes, ni habitaciones decentes ni parques, ni monumentos, ni bulevares, ni alamedas, ni nada; y que la miseria abunda y el desaseo impera como dueño y señor; y hay desolación y tristeza, y las gentes desharrapadas y sucias no saben de civilización y de progreso; que por allí viven los locos y los enfermos de viruela, y el aire es infecto y las aguas cenagosas y miasmáticas; en fin, que a esa parte de la ciudad no debe llegar sino lo que se desecha, lo abandonado y miserable, pero jamás lo culto, lo aristocrático, lo elegante, y que si allí se hace la Exposición, todo el que fuera quedaría expuesto a muchas cosas, hasta a morirse de repente.16
En otros artículos sobre este mismo tema, es muy diciente que el territorio comenzó a ser descrito por esta élite bogotana con exactamente los mismos adjetivos con los que se renegaba de los pacientes y asilados que habitaban este sector: el aire era “infecto”, las aguas eran “miasmáticas”, la naturaleza allí era “infecta y dañada”, el sur era “una dolorosa úlcera en el cuerpo de la ciudad”… en suma, que el territorio era “enfermo” y “pobre” al igual que los asilados, lo cual resulta al menos paradójico ya que este territorio se
caracterizaba justamente por sus buenos vientos y su riqueza hídrica y natural que lo hacían propicio para las casas de asilo. Es probable que a partir de esta mirada, proveniente solo de una fracción de ciudadanos de comienzos del siglo XX pudientes y con acceso a medios de comunicación, se haya construido una percepción de lo que representa el sur bogotano que habría llegado hasta nuestros días.
16 Pío Cid, “Papel y tinta”, Gaceta Republicana, 15 de diciembre, 1909, s. p.
● AGUAS
*JOHN
FARFÁN RODRÍGUEZ SOCIÓLOGO E INVESTIGADOR DEL IDPC
Dos fotografías similares aparecieron entre enero y febrero de 1926 en los medios impresos bogotanos: la primera, titulada “El magnífico tanque para el agua”, que ilustra un artículo sobre el manicomio de Miraflores en un número de Cromos17. La segunda fue incluida menos de un mes después en el diario El Tiempo18 y muestra las máquinas autoclaves de lavandería del recién inaugurado Hospital San Juan de Dios en La Hortúa. Los artículos en que aparecen tienen una intención idéntica: presentar al lector los progresos materiales de los dos centros de salud que dirigía la misma institución benéfica. Por ello puede extrañar lo aparentemente modesto de los objetos fotografiados frente a, por ejemplo, los lujosos pabellones recién construidos, cuyas fotos se encuentran también en el artículo del Hospital San Juan de Dios. El mensaje es claro: tanque, por un lado, y autoclaves, por el otro, son muestras del desarrollo técnico de estas instituciones; pero sabemos que toda exhibición de desarrollo humano en realidad es el alarde de una capacidad de dominio. ¿De dominar qué exactamente en el caso de estas dos fotografías? De dominar las aguas que eran tomadas en parte de los cerros. Tales imágenes por ello se muestran como símbolos de victoria sobre el territorio.
1. "EL MAGNÍFICO TANQUE PARA EL AGUA".
REVISTA CROMOS, 16 DE ENERO,1926
2. EL TANQUE HOY, ÚNICO VESTIGIO DEL ASILO TOTALMENTE DEMOLIDO. ACTUALMENTE SE HALLA EN MEDIO DEL CONJUNTO CERRADO CAMPO DAVID. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
3, 5, 6, 8, 9, 13, 14. LABORATORIO SAMPER CARRIÓN. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
4. TORRE QUIRÚRGICA. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
7. DEPARTAMENTO DE LAVANDERÍA. EL TIEMPO, 7 DE FEBRERO, 1926
11. UNIDAD DE SALUD MENTAL. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
12. “EN SAN ANTONIO - CON GRAN POMPA Y CONCURRENCIA SE VERIFIÓ EL DOMINGO LA FIESTA DEL SANTO EN EL HOSPITAL DE NIÑOS, QUE DIRIGE EL DR. CAMARGO. LAS FOTOGRAFÍAS MUESTRAN: ASPECTO DEL EDIFICIO Y ESCENA EN EL PINTORESCO LAGO INMEDIATO A ÉL”. REVISTA EL GRÁFICO, 23 DE JUNIO,1917
17 “Una visita a la casa de Orates”, Cromos. Revista Semanal Ilustrada XXI, n.o 489, 16 de enero, 1926, s. p.
18 B. Duque Vanegas, “Hospital de San Juan De Dios de La Hortúa”, El Tiempo, 7 de febrero, 1926, 12.
El comienzo fue próspero: en los cerros tutelares brotaron los manantiales que más abajo llegaron a ser ríos y quebradas, y las gentes ávidas se establecieron en la ladera para hacer acequias con las cuales proveerse fácilmente de los hilos de plata. La tierra también fue generosa, pues de su interior se podía extraer arcilla, y en su faz había árboles que dieron maderas para alimentar hornos y levantar mediaguas. Así, la falda de la montaña se pobló de chircales y molinos gracias a los cuales los primeros pobladores se transformaron en rudimentarios obreros. Luego, alguien reparó en que las aguas no solo eran tan abundantes como para mover motores, sino también limpias, característica que había pasado desapercibida hasta que las gentes, adentro en la ciudad, conocieron de cerca las aguas sucias y las pestes. El territorio ahora era próspero y limpio, pero, además, otra cosa: lejano. Incluso de la lejanía se podía sacar provecho.
El paulatino proceso de domesticación del territorio para que la ciudad pudiera tener lugar allí encuentra su mejor representación en las sinuosas calles de Las Cruces que delinean los antiguos cursos de agua. Es decir: la expansión hacia el sur se ordenó a partir del agua y los edificios hospitalarios fueron a su manera los enclaves de conquista. No obstante, y en un giro inesperado de la historia, del agua como elemento base del higienismo, demostración de poder y motivo de orgullo, queda hoy a manera de testimonio en los edificios cerrados un conjunto de lavamanos, fregaderos, cunetas, pocetas, lavadoras, grifos, tanques, inodoros, carteles en los que se pide —por favor— ahorrar agua… de manera que el Hospital San Juan de Dios podría describirse como una secuencia casi interminable de ruinas relativas al agua. Pero, además de estos suvenires, ahora la presencia del agua irrumpe en el conjunto de otra manera: como filtración. El elemento subordinado finalmente se halla revelado: ya no es un bien explotado del territorio, sino un intruso. Ya no es un elemento modernizador, sino un problema que amenaza la estabilidad de los otrora modernos edificios. 4
▚ EL DISEÑO ORIGINAL
DEL CONJUNTO HOSPITALARIO
De acuerdo con Francisco Samper, presidente de la Junta General de Beneficencia de Cundinamarca de 1922, para la construcción del que sería el Manicomio de Cundinamarca, cuyos edificios aún en obra fueron cedidos para el Hospital San Juan de Dios en La Hortúa, el ingeniero Ramón Cardona proyectó un conjunto cerrado “tomando como base principal —según se me ha informado— un plano para hospital de pabellones que había obtenido premio en un concurso recientemente celebrado en Bruselas”19. No hay claridad de cuál sería este plano ganador que sirvió de guía, pero podría destacarse el parecido de la propuesta de Cardona con otros proyectos contemporáneos como, por ejemplo, el plano original para el Hospital de Bazurto en Bilbao, España, inaugurado en 1908. Este, al igual que el proyecto del manicomio, contaba con un eje de servicios en el cual el acceso principal se marcó por el edificio en forma de C de Administración P→79 (como en Cardona); luego de este hay un pequeño pabellón y luego un edificio de servicios que tiene una planta casi idéntica a la del edificio Siberia. En todo caso, de la propuesta de Cardona resultaron los cuatro pabellones iniciales —Administración P→70, San Jorge P→74, San Roque P→74 y Cocina o Siberia P→98 —; y, aunque no se conoce el plano original del proyecto de Cardona, hay evidencias de que este habría diseñado el manicomio como un sistema
articulado de varios pabellones más y no solo de los cuatro que fueron construidos.
Ya en los primeros informes de la década de 1910 de la Junta de Beneficencia, Cardona hablaba de la construcción de “ocho pabellones para enfermos” en el manicomio. Posteriormente, en el plano de Bogotá de 1915, arreglado por el ingeniero municipal Luis José Fonseca, puede verse ilustrado en el área correspondiente al manicomio el esquema de un gran complejo dentro del cual se identifica a los edificios de Administración P→70 , de hombres y de mujeres en el lugar en donde en efecto se construyeron; adicionalmente, estos son ilustrados en el plano con la particular volumetría que tuvieron originalmente, junto con las pequeñas porterías propuestas a cada lado del edificio de Administración P→70, tal como se ven en los planos presentados en el ejemplar de la revista El Gráfico del 16 de marzo de 191820. Al respecto de este plano de Bogotá de 1915, en el rótulo se lee que se levantó con base en los planos municipales, y “de otros que se han obtenido de los propietarios de los terrenos aledaños y de los que se han levantado expresamente para complementarlos”. Esto sería indicio de que el plan general para el manicomio fue incorporado en la elaboración del plano bogotano y que, según este último, los actuales edificios gemelos de San Roque y San Jorge P→74 en realidad se iban a replicar hasta llegar a ser dieciséis en total.
Luego de la cesión de los edificios para el Hospital San Juan de Dios, se convocó en 1919 una
20 “Manicomio de Cundinamarca”, El Gráfico, 16 de marzo, 1918.
19 Citado en Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan de Dios, 46.
licitación para construir los nuevos pabellones hospitalarios, la cual fue ganada por Alberto Manrique Martín en asociación con Arturo Jaramillo. Estos tres edificios (Paulina Ponce, San Lucas P→222 y San Eduardo) se levantaron siguiendo el estudio preliminar de Cardona, es decir, en donde originalmente se replicarían los pabellones de mujeres y hombres. Por otro lado, en el informe de la Junta de Beneficencia de 1922 se incluyó un “Plano general de la construcción”, que por su similitud con el proyecto mostrado en el plano de Bogotá de 1915 parece ser una segunda versión (¿o primera?) de este y que incorpora varias modificaciones, entre ellas, el diseño del edificio de Cocina o Siberia P→98 con la forma en la que en efecto inició su construcción.
PLAN GENERAL PARA EL HOSPITAL PRESENTADO EN FRANCISCO SAMPER, INFORME QUE RINDE LA JUNTA GENERAL DE BENEFICENCIA A LA ASAMBLEA DEPARTAMENTAL (BOGOTÁ: IMPRENTA DE LA LUZ, 1922), S. P. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA.
PRIMERA PIEDRA DEL HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS, 1913. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
PLANO DE BOGOTÁ, 1915. EN EL RECUADRO SE MUESTRA UNA VERSIÓN DEL PLAN GENERAL PARA EL MANICOMIO DE CUNDINAMARCA. EN ROJO SE SEÑALAN LOS EDIFICIOS EFECTIVAMENTE CONSTRUIDOS. MUSEO DE BOGOTÁ.
▚ EL PLAN GENERAL PARA
EL HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS
Las obras de los edificios pensados para manicomio y aquellos resultados de la licitación de 1919 se detuvieron en 1921 por falta de recursos, situación que la Beneficencia aprovechó para convocar a un concurso arquitectónico para diseñar el plan general que determinaría la organización del conjunto hospitalario. En este concurso participaron los arquitectos e ingenieros Benjamín Dussán Canals, la firma Jaramillo & Manrique (compuesta por Alberto Manrique Martín y Arturo Jaramillo Concha, quienes ya habían trabajado en los pabellones que estaban en obra) y Pablo de la Cruz.
De acuerdo con El Tiempo del 7 de febrero de 1926, el proyecto ganador fue el de Pablo de la Cruz porque cada uno de los restantes eran “una buena obra arquitectónica de gran valor, pero haciendo prescindencia de las edificaciones que había”21. Esto no es del todo cierto, pues tanto Jaramillo & Manrique como Dussán Canals incorporaron los pabellones preexistentes en sus propuestas con varias modificaciones; lo que sí podría decirse es que, según la memoria del proyecto22, De la Cruz limitaba la intervención en estos edificios solo para “corregir pequeños errores” y así les asignó los usos de administración, cirugía para mujeres (San Roque P→74), cirugía para hombres (San Jorge P→74), ginecología (San Eduardo), enfermedades generales
(San Lucas P→222) y enfermedades no clasificadas (Paulina Ponce). Adicionalmente, se proyectaron dieciocho nuevos edificios siguiendo el principio de “Distribución adecuada y científicamente comprobada de los pabellones”, para lo cual tomó como guía las cifras y estadísticas de funcionamiento del entonces claustro-hospital San Juan de Dios y de otras instituciones.
21 Duque Vanegas, “Hospital de San Juan de Dios de La Hortúa”, 13.
22 Samper, Informe que rinde la Junta General de Beneficencia
En líneas generales, la propuesta de De la Cruz superaba la división de Cardona del predio en dos zonas para hombres y para mujeres, para mejor plantear tres grandes áreas: al oriente estaba la zona de maternidad, para la cual el arquitecto acondicionó las bases en obra del hospicio; en el centro, la zona de hospitalización de no contagiosos y de servicios; y, un poco más alejada del resto, la zona de hospitalización de contagiosos o infecciosos. Posteriormente, a principios de la década de 1930, se conoció la segunda y definitiva versión del proyecto en la que se rompió algo de la simetría del conjunto central tras añadir nuevos edificios en apariencia implantados libremente, como el Laboratorio Santiago Samper P→134 o la capilla-convento P→220. Finalmente, el plan se abandonaría a mediados de la década de 1930; solo se construirían ocho edificios de los de los dieciocho propuestos (la razón de ello puede ser la constante falta de presupuesto, pero también el abandono relativamente rápido del proyecto) y los edificios preexistentes sí serían modificados de manera importante por el arquitecto. Los siguientes edificios que se incorporaron al conjunto ya no siguieron ningún plan general específico, sino que se ubicaron con arreglo a sus propios fines allí donde había espacio.
PLAN GENERAL DE PABLO DE LA CRUZ PARA EL HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS, 1921. FRANCISCO SAMPER, INFORME QUE RINDE LA JUNTA GENERAL DE BENEFICENCIA A LA ASAMBLEA DEPARTAMENTAL (BOGOTÁ: IMPRENTA DE LA LUZ, 1922), S. P. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA.
SEGUNDA VERSIÓN DEL PLAN GENERAL DE PABLO DE LA CRUZ PARA EL HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA. EN TURQUESA SE MARCAN LOS EDIFICIOS PROPUESTOS POR DE LA CRUZ QUE SÍ SE CONSTRUYERON.
▅ ADMINISTRACIÓN
La Administración hace parte de los edificios diseñados por el ingeniero Ramón Cardona para el Manicomio de Cundinamarca. Su primera piedra fue puesta según los medios el 20 de julio de 1913, aunque los trabajos comenzaron tres meses después23. El edificio cuenta con tres pisos, una planta en forma de C y una fachada con elementos propios de la arquitectura neoclásica francesa, por lo que en su momento fue criticado como “ostentoso” por algunos miembros de la Junta de Beneficencia. Decía Cardona sobre el edificio aún en obra: “La administración comprende: alojamiento para las hermanas de la caridad, despachos para el jefe médico y el síndico, Sala de fiestas y biblioteca, droguería, locutorio, capilla, cocina, comedores, graneros, roperías, baños y lavandería”24 .
A lo largo del tiempo ha tenido diversos usos como el de pabellón de rayos X, pese a que, por ejemplo, no contase con ascensor para pacientes con movilidad reducida. En 1982 se emprendió su remodelación y a partir de noviembre de 1984 fue la sede del Instituto de Inmunología de Colombia dirigido por Manuel Elkin Patarroyo. Fue uno de los pocos edificios que, tras el cierre del complejo en 2001, siguió operando como laboratorio de investigación.
UBICACIÓN DEL EDIFICIO. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
“VISTA ORIENTAL DEL PABELLÓN DE ADMINISTRACIÓN”. INFORME QUE EL PRESIDENTE DE LA JUNTA GENERAL DE BENEFICENCIA DE CUNDINAMARCA PRESENTA A LA ASAMBLEA DEL DEPARTAMENTO EN SUS SESIONES DE 1916 BOGOTÁ: IMPRENTA DE SAN BERNARDO. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA.
23 Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan de Dios 24 Informe que el presidente de la Junta General de Beneficencia presenta a la Asamblea de Departamento en sus sesiones de 1914 (Bogotá: Imprenta de San Bernardo, 1914), 23-24.
EDIFICIO DE ADMINISTRACIÓN RECIÉN TERMINADO. FRANCISCO SAMPER, INFORME QUE RINDE LA JUNTA GENERAL DE BENEFICENCIA
A LA ASAMBLEA DEPARTAMENTAL
(BOGOTÁ: IMPRENTA DE LA LUZ, 1922), S. P. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA.
PABELLÓN DE ADMINISTRACIÓN DEL MANICOMIO DE CUNDINAMARCA. “MANICOMIO DE CUNDINAMARCA”, EL GRÁFICO, 16 DE MARZO, 1918, 378.
COSTADO SUR DEL EDIFICIO. FRANCISCO SAMPER, INFORME QUE RINDE LA JUNTA GENERAL DE BENEFICENCIA
A LA ASAMBLEA DEPARTAMENTAL
(BOGOTÁ: IMPRENTA DE LA LUZ, 1922), S. P. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA.
FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
▅ SAN ROQUE Y SAN JORGE
Estos dos edificios, ubicados a cada lado del edificio de Administración P→70, inicialmente gemelos, fueron diseñados por el ingeniero Ramón Cardona como pabellones del manicomio para hombres y para mujeres, y su construcción inició desde 1913. Al edificio de San Roque, a la izquierda de Administración P→70, ya se le ve terminado en una fotografía de 1916 y por ello, durante los temblores de 1917, fue ocupado momentáneamente por doscientos enfermos del Hospital San Juan de Dios, el capellán y las hermanas de la Caridad25
Tras el plan general de Pablo de la Cruz de 1921, los edificios tuvieron importantes reformas para el nuevo uso hospitalario: los remates o “cabezas” que se hallaban en los extremos norte de los pabellones pasaron de ser de un piso a dos y los cuerpos se ampliaron hasta ocupar lo que originalmente era una galería exterior libre. Cada edificio tenía entonces cuatro salas para enfermos, cuartos de vigilancia y salas de cirugía. Algunos de los usos que han tenido estos edificios desde entonces son los de almacén general y sede del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA).
DE LOS PABELLONES. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
25 “Notas gráficas de los temblores”, El Gráfico, 1.º de septiembre, 1917, 119.
UBICACIÓN
PABELLONES DE MUJERES Y HOMBRES. FRANCISCO SAMPER, INFORME QUE RINDE LA JUNTA GENERAL DE BENEFICENCIA A LA ASAMBLEA DEPARTAMENTAL (BOGOTÁ: IMPRENTA DE LA LUZ, 1922), S. P. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA. FACHADA PRINCIPAL DEL MANICOMIO DE CUNDINAMARCA. “MANICOMIO DE CUNDINAMARCA”, EL GRÁFICO, 16 DE MARZO, 1918, 378.
PÁGINA DOBLE SIGUIENTE: EDIFICIO SAN ROQUE. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
● ESCRITO EN PIEDRA
*ADRIANA URIBE ÁLVAREZ HISTORIADORA E INVESTIGADORA DEL IDPC
Quiero aferrarme a este momento, quiero congelarlo en mi memoria y acariciar sus detalles una y otra vez para que no se me olviden. Quiero contarlo y que lo recuerden mis hijos, mis nietos, mis amigos e incluso los desconocidos.
Cuando siento la muerte cerca me aterra perderme en su olvido; siento que el vacío se traga mi vida, todos los pequeños y grandes aciertos que he vivido, todo lo que he construido. Necesito retener de alguna manera mi memoria, que no se pierda, que viva más allá de mi corta existencia.
Nombro, señalo, dejo mi huella en la piedra para que perdure lo que mi vida no puede. Sin embargo, el tiempo diluye hasta las marcas más sólidas. Mi nombre se vuelve uno más, mis actos heroicos van perdiendo sentido porque ya nadie recuerda sino su enunciado. Escribí en piedra mi legado para que nadie pudiera olvidarme, nombré con mi nombre edificios y lugares para que mi herencia atravesara el tiempo. Y la memoria ingrata vació de sentido mis esfuerzos. Llegaron nuevas formas de nombrar mis edificios; mi nombre en la puerta es uno más. Como si hubiera sido lo mismo que me llamara Tulio, Rafael, José o Clímaco. Me volví letras sin sentido porque olvidé que la memoria no se puede cristalizar, que el tiempo fluye y, con él, los relatos mutan, se llenan de nuevas voces, nuevas historias que reemplazan mis grandes hazañas que van volviéndose borrosas, sin sentido para estos nuevos tiempos.
IMÁGENES DE ESTE ÁLBUM (1-18)
PLACAS CONMEMORATIVAS EN DISTINTAS ZONAS DEL SAN JUAN DE DIOS. FOTOGRAFÍAS: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
Me vuelvo ruina, aunque las letras de mi nombre sigan intactas. La exaltación de mis grandes obras se vuelve un epitafio y es que ¿en qué se diferencia mi placa del cementerio de la que bautiza este edificio? Mis esfuerzos por ser inmortal se desvanecen y solo guardo la esperanza de que mi nombre, nada más que mi nombre, sea lo suficientemente provocador para que alguien se pregunte por mí y me haga renacer.
Guardo la esperanza de no ser un nombre más entre tantos otros, de resaltar entre la multitud como lo hice en vida y de que lo que escribí en piedra sirva para que de vez en cuando alguien visite mi historia y me reviva de este olvido que es la memoria.
▚ APERTURA DEL HOSPITAL EN LA HORTÚA
El 7 de febrero de 1926 fue dado en funcionamiento el Conjunto Hospitalario de San Juan de Dios en el lote del antiguo Molino de Hortúa. El mismo día, el diario El Tiempo presentó un amplio reportaje (a partir de un recorrido realizado días antes) que abrió en la primera página con una nota titulada “Lo que significa el hospital de La Hortúa”. En esta se lee:
Se ha hecho mucho y se ha logrado una gran victoria, pero es preciso hacer mucho más. Hay que seguir desarrollando la asistencia pública en todos los ramos; hay que dar al Hospital San Juan de Dios todos los recursos necesarios para que él llene su misión debidamente. Hay que seguir adelante, para que la sociedad cumpla cada día mejor el más sagrado e imperioso de sus deberes. Las obras de misericordia ya no son solamente buenas acciones, son también obligaciones sociales.26
La importancia que atribuyó el diario capitalino a la inauguración del conjunto es totalmente justa: soportado sobre la herencia de los asilos confinados en el borde sur de la ciudad, los cuales fueron sacados de la ciudad bajo la excusa del higienismo —pero que en general siguieron reproduciendo las mismas condiciones precarias del claustro colonial, solo que ahora alejados de la ciudad—, el Hospital San Juan de Dios
introdujo un nuevo modelo de hospitalización basado en el “pabellón”. Con este nombre se designa en general a un tipo de edificios que se separa de otros por zonas verdes, con amplios salones para camas de hospitalización, dotados con numerosos ventanales para proveer iluminación natural y ventilación, y que incluyeron espacios diferenciados de los salones de hospitalización para otras operaciones médicas específicas, como por ejemplo las salas de cirugía. Los edificios tipo pabellón no eran nuevos en Bogotá: el Hospital San José, cuyas obras iniciaron antes que el conjunto de La Hortúa, había sido construido como un sistema de pabellones interconectados, y dentro de otros asilos tipo claustro ya se habían levantado en sus áreas libres edificios similares. Lo que es notable en el nuevo conjunto de San Juan de Dios es la instalación de una planta física que cumplía a una escala sin precedentes en Bogotá con los últimos estándares de eficiencia hospitalaria. Como un pequeño ejemplo de esto está el edificio de Cocina P→98, hoy llamado Siberia, en donde, en el momento de su inauguración, había
instalada una enorme estufa, con capacidad para cocinar a cuatrocientas personas. En el mismo salón será instalada otra estufa, de la misma capacidad. […] Los alimentos son conducidos a los pabellones de enfermos por medio de carros-termos, capaces para conducir comida para ochenta enfermos cada uno, de tal manera que los alimentos llegan a los pabellones a la misma temperatura a que salieron de la cocina.27
26 “Lo que significa el hospital de La Hortúa”, El Tiempo, 7 de febrero, 1926, 1.
27 Duque Vanegas, “Hospital de San Juan de Dios de La Hortúa”, 12.
“LA INAUGURACIÓN DEL HOSPITAL DE LA HORTÚA”, EL TIEMPO, 7 DE FEBRERO, 1926, 9.
“PABELLÓN DE MATERNIDAD”, REVISTA CROMOS, 23 DE ENERO, 1926, 9.
“HOSPITAL DE LA HORTÚA”, REVISTA CROMOS, 23 DE ENERO, 1926, S. P.
INVITADOS A LA INAUGURACIÓN DEL HOSPITAL. “EN LA INAUGURACIÓN DEL HOSPITAL DE LA HORTÚA”, REVISTA
INVITADOS A LA INAUGURACIÓN DEL HOSPITAL. “EN LA INAUGURACIÓN DEL HOSPITAL DE LA HORTÚA”, REVISTA CROMOS, 13 DE FEBRERO, 1926, S. P.
De manera que, tal como lo reconoció la prensa, la inauguración de unas instalaciones físicas de estas características, destinadas exclusivamente para lo que en la época aún podía seguirse percibiendo como caridad, comenzaba a marcar el tránsito entre la perpetuación de un sistema caritativo colonial, en general muy precario, y el desarrollo de esquemas de asistencia social dignos para una población necesitada. Pese a que este tránsito ya se había dado, la Beneficencia aún tuvo que recurrir a la caridad privada para la financiación de la construcción del conjunto; por ello, entre los principales benefactores que hicieron posible la culminación del proyecto hay que mencionar a Concepción Villaveces, Francisco Samper Madrid, José Vicente Huertas, Pablo Llinás, José Alejandro Bermúdez, Eduardo Restrepo Sáenz y Gabriela Madrid de Samper.
CROMOS, 13 DE FEBRERO, 1926, S. P.
⋱ LA RUTA INAUGURAL
AVENIDACARACAS
RUTA INAUGURAL. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
FOTOGRAFÍAS
PUNTOS DE ENCUENTRO RECORRIDO
CARRERADÉCIMA
ENTRADA PROVISIONAL
San Roque Cocina
Mantenimiento
Paulina Ponce Laboratorio Samper
San Jorge
San Lucas San Eduardo Administración
Instituto Materno
Infantil (IMI)
“Mañana de sol. Mañana inundada de luz. Eran las siete. Un auto nos conducía, a velocidad, a través de la ciudad, en dirección a la Hortúa”28. Así inicia la narración de la visita guiada que ofreció el médico José Vicente Huertas, miembro de la Junta de Beneficencia de Cundinamarca, a un grupo de periodistas de El Tiempo y que se publicó en la edición de este diario del 6 de febrero de 1926, el mismo día de la inauguración del conjunto. En la nota, los visitantes se dirigen por la calle 1.ª a la entrada provisional del hospital, que no era otra que la histórica entrada al viejo Molino de Hortúa, pero antes de ingresar dice el médico: “Mire usted esas rejas. Las hemos tenido regaladas. Eran las que bordeaban al Parque Santander”29. Así el grupo, dentro del cual habría también un fotógrafo del diario, comienza un breve itinerario que parte del pabellón de maternidad, hoy Instituto Materno Infantil, y cruza por los edificios de enfermedades no contagiosas para terminar en el pabellón de Administración P→70. Al momento de la inauguración solo estaban concluidos cuatro de los dieciocho nuevos pabellones propuestos por De la Cruz, además de los siete preexistentes, más el viejo edificio del Molino de Hortúa que fue convertido de manera provisional en pabellón para tuberculosos. Con todo y estas ausencias, el conjunto ya lucía monumental y de esto dieron cuenta las varias fotografías publicadas en el artículo sobre la inauguración del complejo que presentó a la sociedad colombiana el nuevo Hospital San Juan de Dios.
28 Duque Vanegas, “Hospital de San Juan de Dios de La Hortúa”, 9.
29 Duque Vanegas, “Hospital de San Juan de Dios de La Hortúa”, 9.
2. INAUGURACIÓN. B. DUQUE VANEGAS, “HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS DE LA HORTÚA”, EL TIEMPO, 7 DE FEBRERO, 1926, 9. (DETALLE DE LA PÁGINA COMPLETA QUE APARECE EN LA PÁGINA 91 DE ESTA PUBLICACIÓN).
3
DE LA
1. INAUGURACIÓN. 1926-1927. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
1. AHORA. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
2. AHORA. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
. INAUGURACIÓN. “HOSPITAL
HORTÚA”, S. P. REVISTA CROMOS, 23 DE ENERO, 1926.
3. AHORA. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
EL
INAUGURACIÓN. “EL LABORATORIO ‘SANTIAGO
5. INAUGURACIÓN. B. DUQUE VANEGAS, “HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS DE LA HORTÚA”, EL TIEMPO, 7 DE FEBRERO, 1926, 9. (DETALLE DE LA PÁGINA COMPLETA QUE APARECE EN LA PÁGINA 91 DE ESTA PUBLICACIÓN).
5. AHORA. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
4.
SAMPER’ EN
NUEVO HOSPITAL”, REVISTA CROMOS, 6 DE MARZO, 1926, S. P.
4. AHORA. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
▅ COCINA O SIBERIA
Los cimientos de este imponente edificio se levantaron en 1918 con planos del ingeniero Ramón Cardona, pero su construcción cobró fuerza a partir de la licitación de 1919 y por ello al parecer habría sido concluido con planos de Alberto Manrique y Arturo Jaramillo. El edificio posee una sola planta casi de doble altura —donde se organizaban el comedor, las dependencias y la gran cocina— y un semisótano, el cual se empleaba para el almacenaje y conservación de los alimentos. Es ilustrativo de su importancia el que se ubique justo en el corazón del conjunto, en el eje principal marcado por los edificios de Administración P→70 y Mantenimiento P→214
Luego de su inauguración, fue sometido a una serie de reformas para dar respuesta a la creciente demanda hospitalaria, como la adición de dos alas en el costado sur y la ampliación del espacio de cocina propiamente dicho. Tras llevarse el servicio de cocina a la Torre Quirúrgica P→140, el edificio pasó a ser una extensión de la lavandería de esta, vivienda de servicio y almacén, antes de ser abandonado. Actualmente es uno de los edificios con mayor grado de deterioro.
UBICACIÓN DEL EDIFICIO COCINA. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
“COCINA”. B. DUQUE VANEGAS, “HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS DE LA HORTÚA”, EL TIEMPO, 7 DE FEBRERO, 1926, 12.
PABELLÓN DE COCINA. B. DUQUE VANEGAS, “HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS DE LA HORTÚA”, EL TIEMPO, 7 DE FEBRERO, 1926, 12.
(PROYECTO DE PABELLÓN DE COCINA DE A. MANRIQUE) [OPCIONAL]. FRANCISCO SAMPER, INFORME QUE RINDE LA JUNTA GENERAL DE BENEFICENCIA A LA ASAMBLEA DEPARTAMENTAL (BOGOTÁ: IMPRENTA DE LA LUZ, 1922), S. P. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA.
CONSTRUCCIÓN DEL PABELLÓN DE COCINA, CA. 1922. FRANCISCO SAMPER, INFORME QUE RINDE LA JUNTA GENERAL DE BENEFICENCIA A LA ASAMBLEA DEPARTAMENTAL (BOGOTÁ: IMPRENTA DE LA LUZ, 1922), S. P. BIBLIOTECA NACIONAL DE COLOMBIA.
PROYECTO DE CLÍNICA DEL DOLOR EN EL PABELLÓN SIBERIA, 1989. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN.
PABELLÓN DE COCINA O SIBERIA. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
PÁGINA OPUESTA: PABELLÓN DE COCINA O SIBERIA, VISTA INTERIOR ACTUAL. FOTOGRAFÍA: ADRIANA URIBE, 2022.
▅ ENFERMEDADES TROPICALES
Fue el único pabellón construido de los cuatro idénticos que habrían de levantarse según el plan general del arquitecto Pablo de la Cruz. Su construcción inició hacia 1933 y fue concluida en 1935 con dineros en parte obtenidos de la venta de una casa que la familia Arbeláez donó para este fin, y en parte con recursos de la Beneficencia de Cundinamarca procedentes de su lotería30
Son notables las intervenciones que ha experimentado este edificio, como la construcción de un segundo piso en lo que era originalmente la terraza-balcón de la fachada principal. En su fachada sur se abrieron varios accesos y se agregó un corredor descubierto en el segundo piso. Su último uso fue el de morgue, antes del cierre del conjunto hospitalario.
UBICACIÓN DEL PABELLÓN DE ENFERMEDADES TROPICALES. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
EL PABELLÓN DE ENFERMEDADES TROPICALES, CA DÉCADA DE 1930. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
30 Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan de Dios
PABELLÓN DE ENFERMEDADES TROPICALES. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN
RODRÍGUEZ, 2021.
SEGUNDO MOMENTO/ TRANSFORMACIÓN Y CRISIS
Tras la consolidación de la institución en su nueva ubicación, el hospital atravesó en las décadas siguientes por una serie de reformas no solo físicas, sino también urbanas que modificaron su relación con la ciudad y reestructuraron el sistema de edificios. En la década de 1950, la extensión de la carrera 10.ª desde el centro hacia el sur rompió en dos el predio, borró a su paso jardines y construcciones originales del plan de De la Cruz y transformó al hospital en una suerte de umbral entre la ciudad del siglo XX y los nuevos barrios. De otro lado, el conjunto experimentó un proceso de “modernización” que consistió en la construcción de nuevos edificios, tales como la Torre Quirúrgica P→40 o el centro de salud, que introdujeron modelos de atención más eficientes y una mayor capacidad de camas para hospitalización. Estos nuevos edificios se insertaron en el predio sin ceñirse a un plan general determinado y tuvieron poca articulación con los que ya estaban en el complejo. Así, por ejemplo, la Torre Quirúrgica P→140 absorbió en sus nuevas instalaciones los servicios que tradicionalmente prestaban otros edificios, como los de Cocina P→98 y lavandería, los cuales, por su parte, rápidamente quedaron obsoletos y en desuso, lo que aceleró su llegada a su actual estado de ruina. Adicionalmente, otros antiguos edificios fueron intervenidos con la intención de actualizarlos a los nuevos usos que de estos se requerían, lo que significó importantes reformas —incluso a costa de barrer con sus valores arquitectónicos originales—, como remodelaciones totales de fachadas, clausura o nuevas aperturas de puertas y ventanas, construcción de nuevos entrepisos, subdivisiones, demoliciones parciales, etc.
De manera paralela, mientras que el conjunto físico comenzaba a dar señales de desgaste, el sistema hospitalario nacional se iba posicionando en el centro de los debates gubernamentales desde la década de 1960. La búsqueda de un sistema integral que mejorara el cubrimiento de salud y lograra articular los diversos actores, públicos y privados, que ya prestaban servicios asistenciales se convirtió en una de las preocupaciones centrales de diversos Gobiernos. En ese marco, el Hospital San Juan de Dios y la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia fueron escenarios claves de debate sobre los proyectos de ley en medio de discusiones sobre financiación, funcionamiento y carácter del hospital y la facultad, mientras se buscaba consolidar un sistema nacional de salud. Como resultado, el Hospital San Juan de Dios comenzó a perfilarse como un epicentro de movilizaciones sociales que buscaban reivindicar su carácter original de proyecto público y en general el derecho de la población a la salud pública.
CUNDIFARMA. FOTOGRAFÍA DE JOHAN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
▚ DE LA CARIDAD BARROCA A LA CARIDAD ILUSTRADA
El Hospital San Juan de Dios es hoy un símbolo de la asistencia social de los ciudadanos y ciudadanas; pero para llegar a ello fue necesario que su concepción y los principios que guiaban la atención del paciente se transformasen de la práctica caritativa al ejercicio del derecho público. En este largo camino se requirió, como primer paso, que el gobierno local, en cuanto responsable de regular los derechos y deberes de cada ciudadano en la comunidad neogranadina, ganara terreno frente a una primigenia asistencia social que provenía casi en su totalidad de una esfera privada: la religión.
Por medio de la Cédula Real del 29 de julio de 1556, la Corona española autorizó la construcción de la primera casa de beneficencia en Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada, pero solo hasta 1564 entró en funcionamiento el lugar que correspondió al Hospital de San Pedro, ubicado a espaldas de la Catedral. Este hospital, en cuanto heredero del sistema caritativo ibérico, fue por esta razón primordialmente una “obra pía”, al igual que las instituciones de salud españolas, esto es: un centro de acogida y evangelización de ciudadanos en condición de pobreza y necesidad, donde además se les prestaba un auxilio médico, y que se sostenía económicamente por el patronato del obispo y por las donaciones de los vecinos de la ciudad, que con ello buscaban asegurar su salvación después de
la muerte, aminorar las penas en el purgatorio y alcanzar la gloria eterna31 .
No obstante que originalmente para este tipo de misión confesional no había un auxilio económico proveniente del gobierno local, la Corona española reconoció posteriormente la importancia de los hospitales como un elemento constitutivo de ciudad —tan importantes como la plaza o la iglesia—, a través del artículo 122 de las Ordenanzas hechas para los nuevos descubrimientos, conquistas y pacificaciones de 1573 que dice:
Señálese luego sitio y lugar para Real casa de Consejo y Cabildo, y Aduana y Atarazana junto al mesmo templo y puerto, de manera que en tiempo de necesidad se puedan favorecer las unas a las otras. El hospital para pobres y enfermedades que no sean contagiosas se ponga junto al templo y por claustro dél: para los enfermos de enfermedades contagiosas, se ponga el hospital en parte que ningún viento dañoso pasando por el vaya a herir en las demás población, y si se edificare en lugar levantado, será mejor.
32
Lo que sucedió en los siglos siguientes fue que, si bien los asilos de beneficencia seguían haciendo parte de la esfera religiosa en sus aspectos principales, hubo acciones concretas adelantadas por el gobierno virreinal para motivar su implementación. En Bogotá, por ejemplo, fue el caso del Hospicio Real, cuya construcción
31 Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan de Dios
32 Citado en Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan de Dios, 17.
RETRATO DE FRAY PEDRO VILLAMOR, FUNDADOR DEL HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
RETRATO DE VICENTE GIL DE TEJADA, FUNDADOR DE LA PRIMERA CÁTEDRA DE CLÍNICA EN EL HOSPITAL. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
INDALECIO LIÉVANO- COPIA DEL PLANO DE CARLOS FRANCISCO CABRER DE 1797. BAJO LA LETRA “T” APARECE INDICADO EL HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN.
fue promovida particularmente por el virrey Ezpeleta en 1777, para lo cual encargó la obra al ingeniero español Domingo Esquiaqui33. De hecho, este proyecto se comprende dentro de lo que autores como la historiadora María Himelda Ramírez han denominado el tránsito de una caridad barroca a una caridad ilustrada, impulsado por las reformas borbónicas del siglo XVIII. Estas reformas, de manera general, estaban inspiradas en los principios de la Ilustración y abogaban, entre otras cosas, por la prevalencia del rey sobre el papa en cuestiones de Estado, por una mayor presencia de la Corona en la administración de sus colonias americanas y por el fomento de la escolarización de los ciudadanos34. En el marco de estas reformas se dio entonces el paso de una caridad asentada principalmente en los valores de la pobreza voluntaria y la generosidad cristiana a una caridad observada por el gobierno, cuyo fin real era mantener el orden de la ciudad que se vería amenazado por pobres, mendicantes e indios “que por la ciudad vagaban sin oficio ni beneficio”35. El principio subyacente era la concepción del trabajo como motor del progreso de la sociedad y erradicador de la pobreza; el Hospicio Real, por ejemplo, además de ser un asilo de confinamiento de esos otros indeseables, era también un centro de formación donde por medio de la enseñanza de oficios se esperaba capacitar al menesteroso. Aunque en aparente contradicción con el orden religioso y el orden estatal en las formas de concebir al
ciudadano pobre, estas en realidad coincidían en unas prácticas comunes:
De esta manera, políticas reformistas como las instauradas por Carlos III y prácticas de caridad cristiana instituidas por el clero, que durante el siglo XVI fueron irreconciliables tal como lo testifican los escritos de humanistas, reformadores y clérigos, constituyeron en el siglo XVII una cierta alianza en torno a un mismo fin fundamental: la persecución y regeneración de los vagos, ociosos y mal entretenidos.36
En el caso local, los primeros hospicios bogotanos se establecieron en 1648 ante la necesidad de ampliar el albergue de menesterosos que ya tenía el Hospital de San Pedro, pero tras las reformas borbónicas recibieron un impulso particular, como lo muestra el establecimiento, mencionado atrás, del Hospicio Real y la misma fundación del Hospital de Jesús, María y José en 1739, luego Hospital San Juan de Dios37. Al igual que su antecesor, el Hospital San Pedro, el nuevo Hospital San Juan de Dios tenía el carácter de obra pía, aunque en su origen predominó el trabajo terapéutico sobre las otras prácticas caritativas tradicionales de este tipo de obras. En todo caso, el ahora convento-hospital cumplió en el siglo XVIII y una parte del XIX las funciones de asilo en la concepción borbónica y por ello en el plano de Bogotá de 1797, del español Carlos Francisco Cabrer, se identificó a la institución como el Hospicio de San Juan de Dios.
33 Martínez, Santafé
34 María Himelda Ramírez, De la caridad barroca a la caridad ilustrada. Mujeres, género y pobreza en la sociedad de Santa Fe de Bogotá, siglos XVII y XVIII (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2006).
35 Martínez, Santafé, 169.
36 Sandra Patricia Rodríguez Ávila, “De la caridad cristiana a la caridad ilustrada: educación y policía en el siglo XVIII”, Folios 19, segunda época (2004): 57.
37 Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan de Dios, 27.
▚ LA BENEFICENCIA DE CUNDINAMARCA
Las bases para la transformación de este naciente sistema de salud, que se hallaba aún anclado en la caridad, se sentaron con la revolución liberal en Colombia, la cual tuvo su apogeo en la toma del poder de Tomás Cipriano de Mosquera en 1861. Durante este régimen liberal, Colombia pasó de ser un Estado central a un país compuesto por estados independientes, al tiempo que Bogotá fortaleció su papel de capital nacional gracias también a las olas migratorias que llegaron a esta. Sin embargo, muchos de estos migrantes eran campesinos pobres que, como muchos otros antiguos capitalinos, tenían importantes necesidades de trabajo, comida y atención en salud. En este régimen se crearon entonces dos nuevas instituciones que serían decisivas para el Hospital San Juan de Dios y en general para la naciente ayuda social: la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional y la Junta General de Beneficencia de Cundinamarca.
El 15 de agosto de 1869 el Estado de Cundinamarca decretó la fundación de la Junta General de Beneficencia con el objetivo de resolver en una sola figura —para mayor claridad, una figura estatal— el asunto de la dirección de los distintos establecimientos bogotanos de caridad heredados de la Colonia. Así, la Junta asumió la tarea de administrar el Hospital San Juan de Dios, el Asilo de Locos e Indigentes y el Hospicio; no obstante, pese a la intención inicial del estado de Cundinamarca de institucionalizar bajo su dirección la prestación de una asistencia
SALA DE CUNAS EN EL HOSPICIO DE LA BENEFICENCIA DE CUNDINAMARCA. RICARDO MOROS URBINA. BOGOTÁ. SALA PARA NIÑOS EN EL HOSPICIO FUNDADA POR ALBERTO URDANETA. GRABADO EN MADERA A LA TESTA. PAPEL PERIÓDICO ILUSTRADO 11, AÑO V, 1.º DE MAYO, 1888, 293.
pública, la falta de personal técnico calificado y las tempranas dificultades económicas llevaron a que la administración de la Beneficencia en la práctica recayera, nuevamente, sobre las instituciones religiosas. Este fue el caso también del Hospital San Juan de Dios, pues en 1873 se llamó a las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación, procedentes de Francia, para realizar labores relacionadas con su dirección y organización.
Aunque el Gobierno liberal le había cedido a la Beneficencia por medio de la Ley 44 de 1873 los amplios terrenos del convento de San Diego y otras propiedades para su sostenimiento, pronto la institución se vio corta de recursos para atender a todas las instituciones que estaban bajo su dirección. Aquí comenzó entonces la persistencia histórica de la Junta de Beneficencia por conseguir financiación por parte del Estado. Si bien en los años posteriores se san-
PATIO EN EL ASILO DE MIRAFLORES. “EN EL ASILO DE ALIENADOS”, REVISTA CROMOS, 5 DE FEBRERO, 1921, 53.
UNA VISTA DEL ASILO DE MIRAFLORES, S. F. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
cionaron algunas leyes para asegurar partidas de financiación para estos establecimientos de Beneficencia, en 1911 el vicepresidente de la Junta, Lino de Pombo, señalaba que:
La causa principal, de la cual puede decirse que dependen todas las demás, de que la Beneficencia se encuentre en la poco satisfactoria situación en que se halla, a los cuarenta años de haberse establecido la Junta, es sin duda la crónica escasez de fondos con que siempre se ha luchado para su sostenimiento y desarrollo. Tanto el Gobierno nacional como el Departamental la han auxiliado continuamente; pero estos auxilios, que han sido y son la base principal con que cuenta, adolecen de dos grandes tropiezos: carecen de fijeza en su cuantía y en la oportunidad de su pago.38
Es probable que, a partir de este reclamo de Pombo, la Asamblea Departamental aprobara la Ordenanza 14 de 1911 que destinó la totalidad del impuesto de registro y anotación para la financiación de la Beneficencia del departamento, un ingreso que en adelante sería fundamental para el Hospital San Juan de Dios.
38
Lino de Pombo, Informe a la Asamblea Departamental de Cundinamarca (Bogotá: Imprenta de la Luz, 1911), 8.
● ALEGORÍAS DEL CUIDADO
*ELOÍSA LAMILLA GUERRERO
ANTROPÓLOGA E INVESTIGADORA DEL IDPC
Unas manos firmes y pacientes sostienen a la humanidad. Cada existencia, por más solitaria que parezca, tiene una historia de incalculables gestos de cuidado y protección. Nadie se salva a sí mismo; para sobrevivir hemos necesitado que otros nos sostengan. Al nacer somos frágiles e indefensos, como el cascarón de un polluelo que con la mínima presión se quiebra y sofoca la vida. Estamos aquí porque alguien protegió nuestra impalpable vulnerabilidad.
A pesar de su invaluable aporte sobre aquellos actos esenciales para el bienestar, reproducción y mantenimiento del tejido social, existe un velo de invisibilidad y opresión. El rol del cuidado se asume como una tarea irrelevante, sencilla y subordinada al género femenino. Las cuidadoras fueron y siguen siendo en su mayoría mujeres, sobre quienes han recaído las extenuantes y nunca acabadas tareas del cuidado. Este se asume como una responsabilidad principalmente femenina asociada al ser madre, esposa, abuela, hermana, hija. Incluso, en otros espacios por fuera del mundo doméstico como hospitales, asilos y albergues, son en su mayoría mujeres quienes se han consagrado a las labores de asistencia, amparo y dedicación a la salud.
No es casualidad que las alegorías sobre el cuidado y protección que imperan en el Hospital San Juan de Dios sean de la Madre Virgen cargando en brazos al Niño Jesús. Entre ellas está un mosaico de cerámica vidriada de cuerpos morenos, una escultura agrietada y descolorida de la Virgen María sosteniendo al niño y una pequeña Virgen sentada con un bebé en su regazo. La más sobresaliente es la obra
1,3.TORRE QUIRÚRGICA. FOTOGRAFÍA JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
2. MUJER Y NIÑO, ESCULTURA DE MIGUEL SOPÓ DUQUE, CUBIERTA EN BOLSAS PLÁSTICAS. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
4. MANTENIMIENTO. FOTOGRAFÍA JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
5. TORRE QUIRÚRGICA. FOTOGRAFÍA JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
6. TORRE QUIRÚRGICA. FOTOGRAFÍA JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
de tamaño natural del artista Miguel Sopó, quien esculpe en un único bloque de mármol la figura de una madre indígena, semidesnuda, con un niño —ya no tan bebé— sentado sobre su pierna. Esta, al ser forrada y empacada para su traslado, se transfigura en la Pietá o la Piedad, una de las obras de arte más populares que representan a la Virgen María como una madre que carga en sus brazos el cuerpo muerto de Jesucristo. Un juego de símbolos fortuito pero fulminante.
Aunque cada imagen evoca una relación distinta entre madre e hijo, es evidente que en todas se refuerza la maternidad como un valor femenino, haciendo explícitas las implicaciones que ello tiene en la configuración de una sociedad patriarcal. Pero estas imágenes también podrían ser dotadas de otros valores y significados.
¿No fue acaso la maternidad una de las principales causas de muerte entre las mujeres que llegaban al Hospital San Juan de Dios durante los siglos XVIII y XIX y la primera mitad del siglo XX? ¿No fue también la población infantil una de las principales víctimas de muerte durante bien entrado el siglo XX en la capital? Las imágenes exponen una realidad que de estar tan presente se normaliza. El embarazo, el parto o el posparto no definen lo que significa ser mujer, pero sí han encarnado, hasta hoy, un riesgo constante de muerte. Entonces, por muy virgen o por muy madre que se quiera presentar, la muerte tiene rostro de mujer.
Por su parte, la ciencia del cuidado, como se le conoce a la enfermería, es una profesión que tuvo sus comienzos en Colombia de manera empírica entre jóvenes y mujeres adultas, muchas de las cuales ejercieron su vocación en alguno de los hospitales San Juan de Dios que había por todo el país. En Bogotá se destaca el grupo de Las 40, enfermeras que trabajaron y cuidaron durante años el conjunto hospitalario del San Juan, expectantes de una futura reapertura, liderando iniciativas ciudadanas, tratando de conservar las edificaciones y cuidando el hospital como su propio hogar. El cuidado implica intimidad y retribución. Sin embargo, todavía falta mucho para lograr su reconocimiento y valoración desde lo histórico, económico y social. Porque el cuidado es, sobre todo, un acto político.
▚ DE LA BENEFICENCIA A LA ASISTENCIA PÚBLICA
Para Lino de Pombo, vicepresidente de la Beneficencia de Cundinamarca, la explicación al porqué de la crónica falta de recursos del Hospital San Juan de Dios y de las demás instituciones bajo su dirección era la ausencia de unas políticas sociales reales por parte del Gobierno central:
Los Gobiernos no le han podido prestar al Ramo de la Beneficencia toda la atención que demanda, debido principalmente a la falta de fondos suficientes con qué hacerlo, y a la creencia en que generalmente han estado de que los auxilios que le conceden no son obligatorios, sino actos voluntarios de caridad, que se cumplen con lo que buenamente se puede o con lo que sobre, como lo puede hacer un particular. Este es un concepto errado de la Beneficencia oficial, que es una función gubernativa como cualquiera otra, y que requiere la misma, si no mayor atención que el servicio diplomático, el de correos, la instrucción pública, el ejército o cualquiera otro Ramo de la Administración pública.39
Y continúa más adelante:
En todas partes del mundo este organismo que aquí llamamos Beneficencia se llama Asistencia Pública, y funciona organizado como un ramo muy importante del gobierno. Aquí se
debe empezar por hacer lo propio: darle a la Junta el nombre y las funciones de dirección de la Asistencia Pública y dejar al cuidado de la iniciativa privada todo lo que sea beneficencia y caridad. El nombre de Beneficencia que aquí le hemos dado a esa dependencia oficial, y la manera despreciativa con que se le ha mirado y administrado, perturban el criterio con que se le juzga, haciendo creer que es asunto de caridad y filantropía, y que debe tratarse como tal lo que es simplemente administrativo.40
Este reclamo de Pombo es ilustrativo de cómo hasta entonces la asistencia al ciudadano en temas de salud era asumida por el Gobierno como una forma de acción caritativa, lo que recuerda las obras pías de los siglos anteriores, y no como un derecho en sí mismo de la población. La transformación de la Beneficencia en un verdadero sistema público de salud ya había comenzado a darse con la creación en 1886 de la Junta de Higiene Central. Si la Junta de Beneficencia fue paradigmática del régimen liberal federalista, la Junta de Higiene Central sería entonces la hija insigne del nuevo régimen republicano conservador pues, fundada en el mismo año en que se instauró la Constitución que abolió los estados independientes e instituyó la república, su función era la de “obtener los datos científicos necesarios para resolver las cuestiones que se rocen con la salubridad pública”41, coordinar el trabajo de las recién creadas juntas departa-
39 Pombo, Informe a la Asamblea, 13.
40 Pombo, Informe a la Asamblea, 13.
41 Congreso de Colombia, Ley 30 de 1886, “Que crea Juntas de Higiene en la capital de la República y en las de los Departamentos o ciudades principales”, https://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument. asp?id=1787392
“LA CARIDAD EN BOGOTÁ”, EL GRÁFICO, 30 DE JUNIO, 1917, 38.
“FIESTA DE CARIDAD”, EL GRÁFICO, 23 DE JUNIO, 1917, 23.
mentales y apoyar en otras tareas relacionadas con el proyecto político centralista. Ya en las primeras décadas del siglo XX es visible el interés del Gobierno por regular a las instituciones asistenciales que funcionaban de forma autónoma: la Junta se transformó en el Departamento de Higiene y se tomaron medidas como la Ley 99 de 192242 que prohibió la construcción de hospitales y asilos, ya fueran públicos o privados, sin la aprobación tanto de sus planos de construcción como de su ubicación por el director del departamento.
Finalmente, fue en la década de 1930 cuando se dio la confirmación de la asistencia pública como una función del Estado y la adscripción del antiguo ramo de Beneficencia a un temprano intento de sistema nacional de salud, con la transformación del Departamento de Higiene en el Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión Social43. Este organismo, antecesor del actual Ministerio de Salud, trabajaría para que a la Junta de Beneficencia de Cundinamarca, como directora del Hospital San Juan de Dios, se le garantizaran unas subvenciones estatales permanentes, pero también por hacer cumplir por parte de tal Junta unos estándares en el servicio de salud. En la práctica, a la Junta General de Beneficencia se le puso en una situación apretada: por una parte, tenía la presión por parte del Gobierno nacional para que las instituciones
bajo su resguardo cumplieran con unas pautas de la Dirección de Higiene; pero, por el otro, a veces era insuficiente el apoyo real del Estado central y era clara la carencia de un músculo económico y administrativo propio y autónomo para afrontar los retos que este paso hacia la asistencia social implicaba44
42 Congreso de Colombia, Ley 99 de 1922, “Por la cual se adicionan las leyes sobre higiene pública”, https://www.funcionpublica.gov.co/eva/ gestornormativo/norma.php?i=12339
43 Carla Bocchetti, Juan Manuel Arteaga y Marco Palacios, Hospital universitario desde el San Juan de Dios hasta la construcción de un nuevo proyecto (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2005).
44 María Teresa Gutiérrez Márquez, “‘Pobres los pobres’: debates políticos alrededor de la Beneficencia en Cundinamarca en 1910 y 1920. Una aproximación desde el Estado colombiano”, Historia y Sociedad 26 (2014), https://doi.org/10.15446/hys.n26.44391
▚ LOS PROYECTOS DE MODERNIZACIÓN
DEL CONJUNTO
Hacia la década de 1930 el panorama del Hospital San Juan de Dios era optimista. La creación de la Lotería de la Beneficencia de Cundinamarca en la década anterior, las subvenciones del Gobierno, el ingreso por el impuesto al registro y anotación y las rentas propias del hospital lograron que se registrara un saldo positivo en las cuentas de este45. Así mismo, un artículo de El Tiempo de abril de 1936, titulado “El intenso desarrollo de los servicios en el hospital de La Hortúa”46, presentó con orgullo algunas de las novedades en la planta física del centro médico: la instalación en 1935 de una sala de endoscopia, la inauguración en 1936 del pabellón de Enfermedades Tropicales P→102 y de dos más para clínicas médicas y semiológicas, la ampliación del pabellón de maternidad, la instalación de un museo de reproducciones de cera… No obstante, a esta satisfacción general con el conjunto de La Hortúa, en el interior de la gerencia del hospital ya era claro que la planta física requería cambios para ajustarse al aumento de la demanda de atención y a la necesidad de nuevos servicios no contemplados originalmente. Mientras que, por ejemplo, en 1926 se atendió a 9.351 pacientes internos y 15.311 por consulta externa, en 1933 hubo 14.986 pacientes internos y 66.377 por consulta externa. Es decir que las hospitalizaciones
aumentaron en ocho años más de un 60 % y los pacientes de consulta externa se cuadruplicaron y más47. Justamente, un edificio adecuado para consulta externa era la necesidad más apremiante según el informe de la Junta de 1934, pues esta funcionaba en un lote anexo a maternidad donde se acusaba la incomodidad para el traslado de los enfermos. Otro ejemplo es el edificio originalmente destinado para Administración P→70, que pronto cambió su uso para rayos X ante la necesidad de prestar este servicio, aunque este fuera “completamente inadecuado para este fin, pues los enfermos que acuden allí con fracturas y lesiones traumáticas de cualquier naturaleza sufren horrorosamente para subir las escaleras y poder llegar hasta donde están las instalaciones”48 .
En las décadas siguientes la denuncia de los distintos problemas físicos ya identificados se repetiría con pocas variaciones, solo que esta vez se percibía que el sistema de pabellones, antes motivo de orgullo, era ahora causante de gran parte del problema. En el ejemplar número
1 de la Revista del Hospital San Juan de Dios, de enero de 1953, se lee:
En el año de 192549, al darse al servicio, en cambio del viejo Hospital, el que ahora estamos en vísperas de sustituir con esta inmensa fábrica, la técnica hospitalaria —si técnica puede llamarse— consistía en agrupar a enfermos de una misma dolencia en pabellones separados,
45 Informe que rinde la Junta General de Beneficencia a la Asamblea Departamental en sus sesiones de 1934 (Bogotá: Imprenta de La Luz, 1934).
46 “El intenso desarrollo de los servicios en el hospital de La Hortúa”, El Tiempo, 8 de abril, 1936, 12.
47 Informe que rinde la Junta General de Beneficencia
48 Informe que rinde la Junta General de Beneficencia, XXIV.
49 En realidad, el conjunto fue inaugurado en 1926.
“HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS, ANTEPROYECTO DE LA CONSULTA EXTERNA, INSTITUTO MATERNO
INFANTIL, UNIDADES ESPECIALES”, BOGOTÁ, 1974. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, SECCIÓN ARCHIVOS PRIVADOS, FONDO ARQUITECTO HERNÁN HERRERA
MENDOZA, F. 10.
“HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS, ANTEPROYECTO DE LA CONSULTA EXTERNA, INSTITUTO MATERNO
INFANTIL, UNIDADES ESPECIALES”, BOGOTÁ, 1974. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, SECCIÓN ARCHIVOS PRIVADOS, FONDO ARQUITECTO HERNÁN HERRERA
MENDOZA, F. 1.
“HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS, ANTEPROYECTO DE LA CONSULTA EXTERNA, INSTITUTO MATERNO INFANTIL, UNIDADES ESPECIALES”, BOGOTÁ, 1974. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, SECCIÓN ARCHIVOS PRIVADOS, FONDO ARQUITECTO HERNÁN HERRERA MENDOZA, F. 1.
circuitos de jardines. Así se construían a la sazón los hospitales en otros países, y así hubo, pues, de construirse hace 27 años el nuestro.
Andando el tiempo se echaron de ver los inconvenientes de tal sistema: la comida había que llevarla desde una cocina central por largos trayectos hasta las camas de los pacientes; y los enfermos tenían que recorrer interminables distancias para ir a las distintas salas de operaciones en medio del frío y de la lluvia.
[…]
[…] el sistema adolecía de otros dos inconvenientes muy graves para la administración: el personal de trabajo doméstico se fue aumentando hasta llegar a 270 sirvientas; y en punto de especialización de la medicina se avanzó de tal modo, que llegó el momento en que habiendo camas desocupadas en unos pabellones, en otros los enfermos estaban hacinados en el suelo, con el aumento natural de pacientes, estas dificultades lejos de atenuarse crecieron más todavía.50
Entonces, la solución era solo una:
En la disyuntiva de refaccionar lo que entonces existía o emprender la reconstrucción total, se resolvió hacer lo último, siguiendo así el sabio consejo que dice que es mejor y menos costoso construir de nuevo que remendar.Díose,
50 “Discurso del presidente de la Junta General de Beneficencia, al inaugurarse el nuevo edificio del Hospital”, Revista del Hospital San Juan de Dios 1 (enero-marzo 1953), 11-12.
pues, comienzo a la edificación de un hospital vertical, de acuerdo con la técnica moderna.51
Señala la revista Proa, en su número 39 de septiembre de 1950, veinte años después de la inauguración del conjunto en La Hortúa:
los pabellones allí construidos no se acomodaban a las necesidades numéricas, ni a las exigencias higiénicas y técnicas; se decidió entonces la construcción de un gran pabellón que sirviera de desahogo a los actuales y que además prestará los servicios quirúrgicos y clínicos, conforme a los últimos adelantos. […]
Las construcciones actuales del antiguo hospital se reemplazarán paulatinamente por nuevas, más cómodas e higiénicas edificaciones.52
Esta breve cita ejemplifica cómo la construcción de la Torre Quirúrgica P→140 habría detonado un movimiento “modernizador” por el que se buscaba extender el mismo tipo arquitectónico del edificio compacto a todo el resto del complejo, aun a costa de los edificios originales del conjunto, ellos mismos en otros tiempos concebidos como paradigmas de la modernidad y el higienismo. Entre los primeros proyectos de reforma total del conjunto podrían citarse los bocetos formulados por la Universidad Nacional en 1967 en los que, tras transformar al hospital en un complejo de torres hospitalarias, se daría cabida a la Facultad de Ciencias de la Salud de esta institución, residencias estudiantiles y varios centros de investigación. El ambicioso
51 “Discurso del presidente”, 11-12.
52 “Hospital San Juan de Dios Bogotá”, Proa 39 (septiembre 1950), s. p.
“CONJUNTO HOSPITALARIO”, BOGOTÁ, 1965-2000. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, SECCIÓN ARCHIVOS OFICIALES, FONDO HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS, CARPETA 2, F. 24.
“CONJUNTO HOSPITALARIO”, BOGOTÁ, 1965-2000. AGN, SECCIÓN ARCHIVOS OFICIALES, FONDO HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS, CARPETA 2, F. 31.
proyecto no se llevó a cabo, pero la Universidad Nacional sí realizó en los años siguientes importantes obras en el centro hospitalario, como las remodelaciones de los edificios de San Eduardo y Administración P→70 para albergar allí, respectivamente, la Clínica de Odontología y el Instituto de Inmunología. Adicionalmente construyó, adosada en el costado sur de la Torre Quirúrgica P→140, la llamada “torre docente” con planos del arquitecto Alberto Estrada53
En el fondo de liquidación de la Fundación San Juan de Dios, que custodia el Archivo General de la Nación, se halla una serie de proyectos de remodelación del conjunto, algunos sin fecha ni autoría, que son evidencia del constante intento que hubo para la transformación del hospital, y del poco aprecio y respeto que se tenía, ya en la segunda mitad del siglo, por los primeros pabellones.
El preproyecto de la firma de arquitectura Rubio Medina Herrera Ltda. de 1974 propuso, por ejemplo, la demolición de los edificios de San Eduardo, San Lucas P→222 y Paulina Ponce para la construcción de una plataforma de tres niveles que funcionaría como una extensión de la Torre Quirúrgica P→140. En el mismo preproyecto, el jardín entre los edificios fundacionales se transformaría en un parqueadero y en el lugar del pabellón de Cocina o Siberia P→98 se levantaría un nuevo edificio de rehabilitación. En otro plano sin fecha, posiblemente de la década de 1970, y titulado como “Plan de desarrollo”, la propuesta era, por su parte, demoler a San Lucas P→222, Paulina Ponce, San Jorge P→74, Cocina P→98 y Administración P→70 para hacer espacio a lo que se rotuló como “clínica privada”, con su correspondiente zona de parqueaderos.
53 Universidad Nacional de Colombia, “Diagnóstico histórico del Plan Especial de Manejo y Protección del Hospital San Juan de Dios” (documento no publicado, 2014).
▅ LABORATORIO SAMPER
Hace parte de los edificios concebidos dentro del plan general de Pablo de la Cruz y por ello su construcción posiblemente inició en 1921. A este edificio se dio el traslado del antiguo laboratorio de los hermanos Samper Martínez que funcionó en Chapinero. Su inauguración en 1926 se registró en prensa así:
Es un pabellón aislado situado al suroeste del grupo de pabellones para enfermos, las ventanas de este pabellón y demás anexidades fueron dispuestas especialmente al estilo de los laboratorios europeos. Son del estilo llamado de guillotina. El Doctor Huertas se halla muy satisfecho de la labor de los carpinteros que esta obra efectuaron. El laboratorio Santiago Samper pudiera decirse en dos secciones principales piso alto y piso bajo, un grande y espacioso salón, el laboratorio de servicio del hospital: otro salón más pequeño, destinado al laboratorio de enseñanza. Se han dividido esos dos laboratorios según nos lo explicó el Doctor Huertas con el objeto de evitar que en el laboratorio de servicio se efectúen demoras perjudiciales, consecuenciales de un laboratorio de enseñanza: Una sala de espera, un Salón de consulta, un bestiario, sala de botiquín, un amplio salón semicircular con su gradería correspondiente para conferencias, un anfiteatro, un salón de anatomía patológica, una cámara mortuoria. En el segundo piso habitaciones para seis practicantes internos: amplios cuartos de baño y W. C y una tizanería. Piso Alto. Salón de Sesiones de la sociedad Médico Quirúrgica; habitaciones independientes para cuatro médicos internos, salones de baño y retretes,
UBICACIÓN DEL LABORATORIO. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
EL LABORATORIO POCO ANTES DE CONSTRUIRSE, S. F. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
cada salón de baño tiene tina y regadera, salón de billar comedor; cuarto de sirvientes, baño para estos.54
También recibe el nombre de Laboratorio Carrión, en honor al científico peruano Daniel Carrión, quien se inoculó para su estudio la bacteria Bartonella bacilliformis, lo que le produjo la muerte. Curiosamente, el primer Laboratorio Carrión fue inaugurado en 1944 en el edificio de al lado, el pabellón de Enfermedades Tropicales P→135
Ya desde el año 1934 se encuentran comunicaciones en las que se pide su renovación55, pero fue en la década de 1960 cuando fue sometido a profundas transformaciones que alteraron algunos de sus valores arquitectónicos originales, como el cubrimiento con pañete de la mampostería en su fachada.
EL LABORATORIO POCO ANTES DE CONSTRUIRSE, S. F. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
PÁGINA SIGUIENTE: LABORATORIO SAMPER.
FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
54 Duque Vanegas, “Hospital de San Juan de Dios de La Hortúa”, 11.
55 Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan de Dios
LABORATORIO SAMPER. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
▅ CUNDIFARMA
Este edificio fue construido en 1945 para el Instituto Farmacológico de la Beneficencia, y su diseño y construcción estuvieron a cargo de la Sección de Ingeniería y Construcción de la Beneficencia de Cundinamarca.
Este inmueble marca, junto con los edificios del Instituto Dermatológico Lleras Acosta y del Instituto de Radium, no solo el abandono del plan general para el complejo hospitalario de De la Cruz, sino además la incursión de nuevos lenguajes arquitectónicos más próximos al estilo geométrico moderno de los años 1930 y 1940, lo que significó el comienzo de la modernización de la planta física hospitalaria.
Tras el cierre en el año 2001, el edificio fue apropiado como lugar de vivienda, en el segundo piso, y parqueadero público, en el primero, por lo cual fueron demolidos varios muros internos. Asimismo, se demolieron los cuerpos semicirculares que unían las tres alas principales del edificio y el acceso original fue modificado con la construcción de un local comercial.
UBICACIÓN DEL EDIFICIO CUNDIFARMA. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
EDIFICIO CUNDIFARMA. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
CUNDIFARMA, PLANO DE FACHADA. EN MARÍA CLAUDIA ROMERO, MÓNICA ZAMBRANO Y MIGUEL CÁRDENAS, HISTORIA DEL HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS DE BOGOTÁ (BOGOTÁ: IDPC, 2008), 119.
▅ TORRE QUIRÚRGICA
El diseño de este edificio corrió por cuenta de Cuellar
Serrano Gómez, firma arquitectónica que ya había desarrollado en Bogotá una notable arquitectura hospitalaria moderna, como los hospitales de San Carlos y San Ignacio. En este caso, el edificio se organizó mediante el tipo arquitectónico torre-plataforma: en el semisótano y los primeros pisos se ubicaron urgencias, recepciones, servicios generales y salas de cirugía, mientras en los pisos superiores se encontraban las habitaciones de reposo.
Su construcción se inició el 14 de agosto de 1948, día de la fiesta de la Beneficencia de Cundinamarca, con una ceremonia religiosa y la colocación de la primera piedra. Para su construcción, que se financió en parte con la Lotería de la Beneficencia de Cundinamarca, tuvo que suprimirse lo que era la zona central de jardines del complejo. Con el objetivo de que se alcanzara a inaugurar el 14 de agosto de 1952, solo se pusieron en funcionamiento los servicios externos56
De acuerdo con El Tiempo del 3 de noviembre de 195457, para esta fecha aún faltaban por concluir los pisos octavo y noveno.
Lo que va a inaugurarse:
Entendido que el Hospital tiene una capacidad para 800 camas, lo que se va a inaugurar comprende los servicios externos con algunas salas de cirugía, consulta externa, laboratorios, farmacia, roperías,
56 “Cuatro millones y medio invertidos en el Hospital de San Juan de Dios”, El Tiempo, 1.º de agosto, 1952, 3.
57 “Grandiosa es la obra del hospital quirúrgico de San Juan de Dios”, El Tiempo, 3 de noviembre, 1954, 10.
UBICACIÓN DE LA TORRE QUIRÚRGICA. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
LA TORRE QUIRÚRGICA EN CONSTRUCCIÓN, S. F. ARCHIVO DE LA BENEFICENCIA DE CUNDINAMARCA.
PLANTA PRIMER PISO. “HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS BOGOTÁ”, PROA 39, SEPTIEMBRE, 1950, S. P.
PLANTA BAJA - SEMISÓTANO. “HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS BOGOTÁ”, PROA 39, SEPTIEMBRE DE 1950, S. P.
control médico, subestación eléctrica, bombas y sala de máquinas del sótano, etc. Se encuentran bastante adelantadas, como para estar concluidas a principios del año entrante, las siguientes obras: otras salas de cirugía, la cocina, avaluada en trescientos mil pesos, los comedores, los sanitarios, la sala de autopsia, lavandería y calderas, los pisos tercero y cuarto y dos ascensores. Para la financiación de ellas el síndico cuenta con el aporte de un millón de pesos que recibirá la institución por concepto del sorteo extraordinario de Navidad de la Lotería de Cundinamarca.58
El edificio ha experimentado gran número de reformas, entre las cuales las más notables son las adiciones de pisos en su plataforma, la anexión de la torre docente en su costado sur y la construcción de habitaciones para médicos residentes en el área libre del noveno piso, la cual originalmente era una terraza. En el año 2015 se hicieron algunas intervenciones en los primeros pisos con miras a la apertura del servicio, pero quedaron inconclusas.
58 “Cuatro millones y medio invertidos en el Hospital de San Juan de
Dios”, 3.
“TODO PARA EL HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS”, EL TIEMPO, 13 DE AGOSTO, 1952, 7.
ENTRADA PRINCIPAL. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
TORRE QUIRÚRGICA. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
● TRANSPUESTOS
*ALEJANDRO PIÑOL ARÉVALO
ARQUITECTO Y PROFESOR UNIVERSITARIO
El diseño de un edificio usualmente se remite a un arquetipo: un modelo original a partir del cual se proyectan innumerables variaciones. El conjunto del hospital está diseñado a partir de pabellones y patios y es una variación de un arquetipo hospitalario inventado en el siglo XVIII en Francia, que perduró hasta el siglo XX, cuando fue reemplazado por los altos y compactos bloques que colonizaron la imaginación de la arquitectura moderna.
Aparte del bloque moderno forzosamente implantado en el centro del Hospital San Juan de Dios, las otras intervenciones sobre el conjunto son un laberinto de huellas que reflejan decisiones cotidianas y pragmáticas alejadas de cualquier discusión sobre el canon del arquetipo.
El álbum señala algunas de estas intervenciones que añaden una pátina de vida al conjunto del hospital, apañado con toda clase de remiendos y parches. Cuando se trata de responder a requisitos sanitarios o actualizaciones técnicas, usualmente no hay tiempo para enredarse con soluciones complejas; las urgencias no dan espera y el sentido pragmático siempre vence al estético: una gotera se resuelve con un balde, el frío se resuelve tapiando una ventana, la escasez de área se resuelve agregando entrepisos, el antihigiénico piso de ornamentadas baldosas hidráulicas se resuelve sobreponiendo unas anodinas pero asépticas baldosas cerámicas, etc.
Estas soluciones son gestos desarticulados entre sí y a primera vista aparentan un puñado de urgencias resueltas a la carrera. Vistas ahora en conjunto no son muy diferentes de las soluciones caseras que se encuentran en la gran mayoría de las viviendas populares en el país. Son la estética de la arquitectura vernácula latinoamericana contemporánea, una arquitectura informal que ha construido ciudades enteras y que aquí, en el conjunto del hospital, parece una arquitectura invitada, cuando es todo lo contrario: son precisamente gestos de apropiación y cuidado de personas que habitaron el lugar, que lo adaptaron y repararon para asegurarle una supervivencia.
1. SAN LUCAS
2. PAULINA PONCE
3. PABELLÓN SAN EDUARDO
4-5. LABORATORIO SAMPER
6. SAN EDUARDO
7. MANTENIMIENTO
8. PAULINA PONCE
*FOTOGRAFÍAS DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
▚ NUEVOS PARADIGMAS, NUEVOS
RETOS
Así como las transformaciones físicas eran síntoma de la modernización del hospital, estas también involucraban un cambio en el paradigma médico que guiaba la enseñanza y prestación de los servicios de salud en el San Juan. De esta manera, la construcción de la Torre Quirúrgica P→140 llevaba de la mano unos cambios fundamentales en la concepción de la prestación de servicios de salud, influenciados por la medicina norteamericana, que se hacía evidente en la separación de las diferentes especialidades médicas dentro del edificio.
Para la década de 1950, cuando se inauguró la Torre Quirúrgica P→140, el hospital y la Facultad de Medicina estaban atravesando una serie de cambios estructurales que venían de la mano de una alianza binacional entre Estados Unidos y Colombia. Esta cooperación respondía a la política del “buen vecino”, instaurada por el presidente Roosevelt en 1933 como un “plan de salubridad y saneamiento con las 21 Repúblicas americanas en pro de la defensa del elemento humano y para crear condiciones higiénicas y sanitarias en los diferentes países”59. Aunque la influencia de Estados Unidos había empezado a permear el campo de la medicina desde las primeras décadas del siglo XX, fue hasta mediados
de siglo que estos planteamientos se vieron materializados en el Hospital San Juan de Dios.
El cambio más notorio fue la construcción de la Torre Quirúrgica P→140 que seguía el modelo monoblock usado en Estados Unidos. Pero, más allá de su estilo arquitectónico, la Torre constituía un paradigma de atención médica y funcionamiento administrativo de la salud que se distinguía del modelo francés que se había usado en la construcción del hospital en La Hortúa. A diferencia de los pabellones, la Torre separaba claramente las especialidades médicas y abogaba por un servicio más individualizado con el uso de las habitaciones personales. Estos cambios estaban relacionados con la concepción médica que traían los especialistas norteamericanos a Colombia, y que recomendaron abiertamente en las dos visitas técnicas realizadas en 1948 y 195360, en las que apostaron por fomentar la especialización de los médicos como estrategia para mejorar la calidad del servicio y las condiciones laborales de quienes ejercían esta labor.
Aparte de estos cambios en la concepción de la atención médica, las visitas técnicas también emitían recomendaciones para el funcionamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional. Entre ellas, la división por departamentos que respondía a la especialización de la educación y la creación en 1961 de los programas de residencias que se realizarían en el Hospital
59 Juanita Olaya Ruiz, “La medicina norteamericana en Colombia 1945-1960: discursos y prácticas en la salud pública, la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional y el Hospital San Juan de Dios” (tesis de grado en Historia, Pontificia Universidad Javeriana, 2013), 55.
60 En 1948 se realizó la Misión Humphreys que buscó reformar la educación médica y la atención hospitalaria. Para 1953, la Misión Lapham revisó la situación de la salud y la medicina en el país. Olaya, “La medicina norteamericana”.
"GRANDIOSA OBRA ES LA DEL HOSPITAL QUIRÚRGICO DE SAN JUAN DE DIOS", EL TIEMPO, 3 DE NOVIEMBRE, 1954, 10.
"TODA LA RIQUEZA DE LA BENEFICENCIA, UN MITO", EL TIEMPO, 28 DE ENERO, 1970, 8.
San Juan de Dios. Adicionalmente, se fundó la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina (Ascofame) que hacía seguimiento a la acreditación de los hospitales y los programas de posgrado61
Mientras el hospital y la facultad vivían esas transformaciones en su funcionamiento y orientación médica, el Estado, también de la mano del Gobierno norteamericano, buscaba estrategias para construir un sistema de salud integral que respondiera, entre otras necesidades, a la prestación de una asistencia pública que era su obligación, según se había definido en 1936 en la reforma constitucional. Para esto se realizaron propuestas clave en la década de 1960 encaminadas a superar el déficit fiscal y de infraestructura del sector salud en el país, y que ayudaran a mejorar la cobertura y garantizaran el acceso al servicio a los habitantes de escasos recursos económicos. De esta manera, en 1963 se presentó y aprobó el Plan Nacional Hospitalario que buscaba una “integración preventivo-asistencial, una clasificación y zonificación y una coordinación entre los sub-sectores público y privado de la salud”62. A este se sumó en 1969 un segundo plan que se enfocaba en la integración de los servicios de salud y asistencia, además de la construcción y dotación de algunos hospitales en el territorio nacional priorizados por el Ministerio de Salud Pública, y que se apoyaba en la consolidación del Fondo Nacional Hospitalario de 1969. Dicho fondo funcionaba como un ahorro estatal que provenía del “10 % de las reservas de
invalidez, vejez y muerte del Instituto Colombiano de Seguros Sociales”63; de esta manera se daba un sustento financiero al Plan Nacional Hospitalario. A las propuestas realizadas por los dos planes de 1963 y 1969 se sumó en 1970 el Sistema Nacional de Salud como punto de llegada que unificaba los esfuerzos de ambos planes y proponía una estructura gubernamental que sustentaba el funcionamiento orgánico del sector salud. Para esto se creó el Ministerio Nacional de Salud como ente controlador de todo el sistema, seguido por 33 seccionales que daban origen al esquema de regionalización para Bogotá y el resto del país64 .
En medio de estos cambios gubernamentales y científicos, el Hospital San Juan de Dios se enfrentaba a una crisis administrativa ligada a todas estas transformaciones y a la presión de iniciar un proceso de modernización que cargaba aún con problemas irresueltos de su funcionamiento de antaño. Por un lado, el cambio de paradigma médico hacia la medicina norteamericana implicaba un cuestionamiento al funcionamiento del hospital en su planta física y su estructura organizativa. El inicio de los programas de residencias, la división por especialidades médicas, la fundación del Departamento de Enfermería y la creación de las asociaciones de facultades65 obligaron a la Universidad Nacional a pensar en la necesidad de tener un control más claro del devenir científico y administrativo del hospital, en tanto hospital universitario. Por
61 Bocchetti, Arteaga y Palacios, Hospital universitario, 48.
62 Bocchetti, Arteaga y Palacios, Hospital universitario, 50.
63 Bocchetti, Arteaga y Palacios, Hospital universitario, 52.
64 Bocchetti, Arteaga y Palacios, Hospital universitario, 57.
65 Como la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina (Ascofame).
su parte, la Beneficencia de Cundinamarca, como dueña del hospital, respondía a intereses políticos de la Gobernación y administraba la institución con una mezcla de recursos privados, y públicos del Estado, del Distrito y de la Universidad Nacional, que hacían del funcionamiento y la adscripción al sistema de salud un reto administrativo.
La situación financiera del San Juan y las tensiones entre la Facultad de Medicina y la Beneficencia empezaron a mostrar su envergadura al inicio de la década de 1970. Los temas más álgidos eran la administración del hospital y el impacto que tenía en la enseñanza de medicina el funcionamiento de consultas privadas como estrategia de financiación. Sobre el primer punto, desde 1971 empezaba a sonar la posibilidad de trasladar la administración del Hospital San Juan de Dios de la Beneficencia de Cundinamarca a la Universidad Nacional66. Esta propuesta fue impulsada en 1975 por el recién nombrado decano de Medicina, Guillermo Fergusson Manrique, quien lo presentaba de la siguiente manera:
los profesores no tienen por qué sorprenderse de que seamos amigos de conseguir para nosotros el Hospital de San Juan de Dios. Eso estaba incluido en mi programa cuando se me ofreció la decanatura en noviembre y yo me posesioné en febrero sobre esa base. El deseo es convertir al San Juan de Dios en un verdadero hospital universitario manejado por la Universidad, pero que el Estado tenga la
obligación de garantizar los servicios de salud a todos los colombianos que no se benefician de los sistemas del Seguro Social y de las cajas de previsión, y además que sea un verdadero centro docente.67
El segundo punto, sobre la situación financiera del hospital, estaba ligado a nuevas formas de generación de ingresos que estaban funcionando en el San Juan y que afectaban tanto al servicio médico como a la labor educativa. Para la década de 1960, en los últimos pisos de la Torre Quirúrgica P→140 se habían acondicionado habitaciones para el llamado servicio de pensionados, que era el nombre con el que se designaban las consultas privadas realizadas por los mismos médicos que trabajan en el hospital. Así, el carácter público empezaba a convertirse en un sistema mixto que afectaba la calidad del servicio médico que recibían los más pobres, además de generar tensiones en el cuerpo médico y los estudiantes.
Los médicos residentes se niegan sistemáticamente a atender las llamadas de emergencia por considerar que son sus profesores los que devengan los honorarios y tienen la responsabilidad de los pacientes; tampoco dicen, se hace ninguna docencia sobre estos enfermos y hay secciones del Hospital que no están vinculadas a ellos.68
67 Guillermo Fergusson Manrique, en Óscar Alarcón, “El paro de residentes. La búsqueda de un hospital universitario”, El Espectador, 21 de mayo, 1975, 12-A.
66 Óscar Alarcón, “Viacrucis de un Hospital “La Hortúa”, ayer y hoy”, El Espectador, 1.º de junio, 1975, 12A.
68 Enrique Carvajal Arjona, Carlos Rey León y Fernando Gómez Rivas, Informe a la Junta Administrativa del Centro Hospitalario de San Juan de Dios, sobre el servicio de pensionados y algunas modificaciones propuestas al mismo (Bogotá, 1968), 1.
Para Fergusson, sin embargo, el sistema de pensionados era uno de los mayores peligros que afrontaba el hospital al introducir en la formación médica la noción de trato diferencial a los pacientes según sus recursos. Así lo venía denunciado desde la publicación de su texto Esquema crítico de la medicina en Colombia, publicado por primera vez en 1973, donde enfatizaba: “Los servicios de pensionado disminuyen las camas y el tiempo dedicados a la asistencia, crean en la mente estudiantil la idea inmoral de que es permisible, tal vez inevitable, hacer medicina de calidad variable según los ingresos”69 .
Y añadía:
La presencia de servicios de pensionados en los hospitales originalmente dedicados a los pobres, hace palpable la diferencia de atención y la acentúa cada vez más. Porque la vigilancia y el cuidado se desvían hacia ese sector, con mengua de la extensión y calidad de los servicios de “caridad”. Debe obligarse al Estado a cumplir su obligación de sostener esas casas de salud sin buscar esa fuente de financiación que tiene varios inconvenientes. Así hemos atestiguado cómo se opera al paciente pensionado con transfusión de la sangre que se le exige al de caridad para hospitalizarse, mientras este último ha de sobrevivir con solución dextrosada.
Desde luego que también contribuye a la dureza de esas condiciones el estado de nuestros desvencijados hospitales. El exceso de pacien-
tes, el recargo de trabajo para algunos, la falta de lo indispensable, hacen que la frustración y agresividad del personal se exprese contra el débil paciente de caridad, que gradualmente se va transformando en un número de autopsia.70
Los malestares que empezaban a evidenciarse en la década de 1970 eran muestra de un proceso de modernización que se había iniciado de manera fragmentada y sin resolver debates fundamentales sobre el funcionamiento y la articulación de los diferentes actores que se entrelazaban en el San Juan. Así, la prestación de un servicio médico moderno chocaba con la noción caritativa que había dado origen a la institución. Mientras la Facultad y el Estado se transformaban organizativamente, la Beneficencia y la Gobernación seguían viviendo con los problemas financieros y administrativos denunciados desde las primeras décadas del siglo XX por Lino de Pombo71. Así que varios ritmos, varios actores y problemas heredados de décadas atrás empezaban a emerger en forma de crisis, aunque este concepto no era nuevo para el San Juan.
70 Fergusson, Esquema crítico, 87.
71 Como se mencionó en el capítulo “La Beneficencia de Cundinamarca”.
69 Guillermo Fergusson, Esquema crítico de la medicina en Colombia (Bogotá: Fondo Editorial CIEC, 1983), 60.
▚ LA TOMA DE 1975
¡Solo cambiando el sistema habrá salud para el pueblo! 72
¡Se nos metieron!73
Los primeros gritos de arengas fueron reemplazados por los de temor. Entre el miércoles 28 y el viernes 30 de mayo de 1975 el Hospital San Juan de Dios cerró sus puertas para convertirse en el escenario de una discusión sobre el sistema de salud nacional. La idea de hacer una toma simbólica del hospital había surgido dos meses atrás, cuando los estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional iniciaron manifestaciones por la no aprobación de la residencia en otorrinolaringología del estudiante Alberto Ramos. La inconformidad sobre el proceso de evaluación y promoción se sumaba a otros reclamos administrativos que estaban generando malestar tanto en los estudiantes como en los directivos. Fue así como el recién nombrado decano, Guillermo Fergusson Manrique, que había iniciado su mandato en febrero de 1975, decidió apoyar las reclamaciones de los estudiantes. En los primeros meses del año se iniciaron las asambleas para discutir las peticiones y las estrategias para lograrlas, entre las que estaban un paro médico y una toma simbólica del Hospital San Juan de Dios que funcionaba como hospital de enseñanza y práctica de la Universidad Nacional.
72 “Parálisis en La Hortúa”, El Tiempo, 28 de mayo, 1975, portada.
73 Tomado de entrevista al Dr. Gabriel Rueda, Hospital San Juan de Dios, 24 de marzo de 2022.
De esta manera, el 14 de mayo se dio inicio al paro de 48 horas prorrogables organizado por la Asociación Nacional de Internos y Residentes de Medicina (ANIRM), apoyados por el decano Fergusson, quien personalmente solicitó “que los profesores, residentes y trabajadores de los tres hospitales74 deben suspender las admisiones, las consultas, los servicios de cirugía y de urgencias”75. El objetivo era posicionar las necesidades administrativas, financieras y profesionales que afectaban el funcionamiento de los hospitales y que se resumían en siete puntos:
a) Un nuevo contrato o estatuto jurídico que dé a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional el control del hospital limitando el papel de la Beneficencia a la contribución para su necesaria financiación que debe ser complementada por otras agencias del Gobierno que deben proveerlo de un presupuesto adecuado.
b) Constitución de una junta en que participen los diversos estamentos del hospital y de la facultad, acorde además con los decretos recientes que sobre organización hospitalaria ha emitido el ministerio.
c) Supresión de todo servicio de pensionado o explotación mercantilista del hospital.
d) Respeto a las conquistas laborales de los trabajadores de la Beneficencia con cumplimiento de las obligaciones patronales, mejores salarios y mejores condiciones de trabajo.
e) Homogeneización de la planta médica en cuanto a línea de autoridad y salarios sin la
74 Hospital San Juan de Dios, Instituto Materno-Infantil y Hospital de La Misericordia.
75 “Medidas para evitar toma de hospitales”, El Espectador, 16 de mayo, 1975, portada.
dicotomía impulsada al crear personal dependiente de la Beneficencia o de la Universidad sin interés académico aquellos, ni asistencial los últimos. La asistencia y la docencia han de ser función de todos los profesionales que trabajen en un hospital universitario.
f) Mejoramiento de las facilidades docentes, planta física, laboratorios, aulas, comedores, sanitarios, etc.
g) Cumplimiento de las normas de regionalización en el Distrito Especial con alivio de la enorme carga que los demás hospitales imponen al servicio de emergencias de La Hortúa que es un hospital de guerra que se debate en difíciles condiciones frente al exceso de pacientes de este tipo.76
En el día era frecuente que hubiera momentos en que reivindicábamos nuestras peticiones y lo hacíamos en grupo y gritábamos, eso era lo que hacíamos.77
Cuando llegamos nosotros a consulta externa, los que vamos entrando vamos cogiendo bancas para obstaculizar el ingreso, […] ahí la ley fue sálvese quien pueda […] yo corrí hasta el piso noveno y desde ahí lo que se oía eran las pisadas de los soldados y el ruido de los golpes. Son estrategias de la guerra psicológica que nos aplicaron a nosotros, como si nosotros fuéramos terroristas.78
76 “Medidas para evitar toma”, 13A.
77 Tomado de entrevista al Dr. Gabriel Rueda, Hospital San Juan de Dios, 24 de marzo de 2022.
78 Tomado de entrevista al Dr. Gabriel Rueda, Hospital San Juan de Dios, 24 de marzo de 2022.
Tras catorce días de paro, y con una mesa de negociación ya instalada, el miércoles 28 de mayo a las ocho de la mañana, los médicos, residentes e internos del Hospital San Juan de Dios cerraron las puertas de la institución y dieron inicio a su toma simbólica. Afuera, la policía bloqueaba las vías de acceso mientras desplegaba “más de 500 agentes de la policía militar y la fuerza disponible, provistos de escudos y gases lacrimógenos y con el apoyo de carros anti-motines”79 Mientras tanto, el grupo negociador conformado una semana antes, integrado por Mario Gaitán Yanguas, viceministro de Salud; Luis Carlos Pérez, rector de la Universidad Nacional; Guillermo Fergusson, decano de Facultad de Medicina de la Universidad Nacional; Hernando Zuleta Holguín, gobernador de Cundinamarca; Alfonso Miranda Talero, síndico de la Beneficencia; Alfonso Palacio Rudas, alcalde de Bogotá; Hernando Durán Dussán, ministro de Educación y Alberto Rey, director del hospital, continuaba el estudio de las peticiones y los posibles ajustes administrativos para el buen funcionamiento del San Juan de Dios.
El primer día finalizó sin acuerdo y sin enfrentamientos con la fuerza pública. Sin embargo, los ánimos en la mesa de negociación eran difíciles pues, por una parte, estaba la propuesta de modificar la administración del hospital para que pasara a manos de la Universidad Nacional, o por lo menos que fuera compartida entre la institución educativa, la Beneficencia y el Distrito; y, por otra parte, la postura de la Gobernación de Cundinamarca era la de denunciar la invasión del
79 “Parálisis en La Hortúa”, portada.
“LISTA DE CAPTURADOS POR INVASIÓN EN EL HOSPITAL DE LA HORTÚA”, BOGOTÁ, 1975. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, FONDO MINISTERIOS DE GOBIERNOS, SECCIÓN CORRESPONDENCIA DE CUNDINAMARCA, F. 1.
hospital que era de su propiedad por personas extrañas a las que se habían sumado estudiantes de medicina, y que hacían imposible adelantar un proceso de diálogo mientras no retornara a su funcionamiento normal la institución de salud80. La ANIRM divulgó un comunicado el día de inicio de la toma en el que informaba que dicha acción se realizaba dentro del marco del paro y que respondía a la actitud tomada por el gobierno departamental y nacional.
1º. Que se ha venido adelantando un movimiento por el hospital universitario para la Universidad Nacional;
2º. Que se ha mantenido una posición dilatoria frente al conflicto por parte del Gobierno […]
4º. Que se hizo efectiva la toma del Hospital de San Juan de Dios, no permitiendo el ingreso de nuevos pacientes, garantizando la atención de los pacientes que se encuentran hospitalizados y la integridad de la planta física y equipo del hospital […]
6º Decretar un estado de alerta a todas las seccionales para proceder en consecuencia de acuerdo con los hechos que se presenten.81
¡Abajo la prensa amarilla!82
Para el jueves 29 ya se rumoraba la posibilidad de que la policía allanara el hospital, pues continuaba su presencia en los alrededores e incluso habían empezado a impedir la entrada de víveres para los huelguistas. Ante esta situación, la prensa divul-
80 “Parálisis en La Hortúa”, 13A.
81 “Estudiantes ocupan ‘La Hortúa’”, El Tiempo, 28 de mayo, 1975, 5A.
82 “Parálisis en La Hortúa”, portada.
“DESALOJADA LA HORTÚA”, EL TIEMPO, 30 DE MAYO, 1975, 13A.
gó presunta información sobre el uso de ladrillos, recipientes de suero y piedras como mecanismos de defensa por los manifestantes dentro de las instalaciones. Afuera, en la mesa de negociación, continuaba la actitud dilatoria del Gobierno, mientras Fergusson —quien se volvió la cara visible de los intereses de la comunidad universitaria— aseguraba que pese a eso era imposible no llegar a un acuerdo83. Fue así como el mismo jueves se aprobó por los representantes de la mesa de negociación un acuerdo que permitía a la universidad el manejo administrativo y científico del hospital, aunque dejaban sin responder temas sobre las condiciones laborales, la regionalización y el servicio de pensionados. El acuerdo entonces contemplaba tres puntos:
1º. Asegurar a la Universidad Nacional la dirección y orientación del Hospital San Juan de Dios, incluyendo el Instituto Materno-Infantil, por su aspecto científico tanto docente como asistencial. En el organismo directivo del hospital deberá tener la Universidad una participación mayoritaria.
2º. Establecer sistemas conjuntos de administración del hospital para conciliar la unidad de mando con el mantenimiento de las garantías laborales y la situación sindical de que gozan sus trabajadores.
3º. Garantizar una financiación no inferior a la que tiene actualmente el Hospital y el pago inmediato y completo de las apropiaciones asignadas para este acto.84
83 Lucrecia Jaramillo, “Continúa bloqueo en La Hortúa”, El Tiempo, 29 de mayo, 1975, 11A.
84 Jesús Hernández, “Desalojados anoche de La Hortúa médicos residentes e internos. Por incumplir acuerdo de UN y el gobierno”, El
Según contó el rector Pérez, lo único que hacía falta era que el acuerdo fuera ratificado por el gobernador de Cundinamarca. Para esto, se había acordado un encuentro en el hospital a las 8:30 de la noche85. Sin embargo, a la hora pactada y tras la llegada del gobernador, las fuerzas militares intervinieron para solicitar que se cambiara el lugar de la firma, de modo que el acuerdo se suscribió en el Hospital Materno Infantil a las 9:00 de la noche. Después de esto el rector ingresó al hospital a informar el alcance del acuerdo a los huelguistas y solicitar la desocupación del lugar. Una vez iniciado el proceso de salida y entrega de las llaves, las fuerzas militares informaron que contaban con media hora para finalizar la desocupación.
Cuando regresé para acompañar a otro sector, se cumplía a toda máquina la invasión al hospital…86
Las fuerzas militares ingresaron mientras se realizaba el desalojo pacífico, tal como se había acordado, pero incumplieron los plazos para realizar su intervención. A partir de allí La Hortúa se convirtió en un escenario de guerra desmedida que intentaba no solo controlar la huelga de los médicos y estudiantes, sino aplacar y estigmatizar al movimiento estudiantil del área de la salud. La intervención de la fuerza pública terminó con 354 detenidos, que fueron llevados hasta las instalaciones del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), incluido el mismo Fergusson, quien estuvo retenido por dos días. Además, los huelguistas fueron culpabilizados
Espectador, 30 de mayo, 1975, 12A.
85 “Habla el rector Pérez: relata los hechos y condena la ocupación de La Hortúa”, El Tiempo, 30 de mayo, 1975, 6A.
86 “Habla el rector Pérez”, 6A.
por los daños a la planta física del hospital, avaluados por la Beneficencia en más de un millón de pesos87. Todo esto terminó por cuestionar y negar la puesta en marcha del acuerdo que incluía la entrega administrativa y científica del hospital a la Universidad Nacional. Ante la intervención militar y el no cumplimiento del acuerdo, la comunidad estudiantil a nivel nacional se movilizó por varias semanas para solicitar el cumplimiento de la negociación y la entrega del San Juan de Dios a la Universidad88
Cuando llegaron al noveno piso [de la Torre Quirúrgica] nos detuvieron y nos llevaron. Ahí caímos aproximadamente treinta. Yo quede en el grupo con Fergusson y él siempre nos decía que tranquilos, que no nos preocupáramos, que él era responsable. Y de ahí nos trasladaron a Paloquemao y nos dejaron detenidos en el DAS por 40 horas.89
Los hechos que rodearon la intervención militar al Hospital San Juan de Dios ponen en evidencia el carácter político del problema, más allá de la situación médica. La estigmatización del movimiento estudiantil incluyó las denuncias sobre infiltrados que se estaban armando dentro del hospital y que hacían uso de utensilios médicos para fabricar explosivos. Además, los culpabilizaban por los destrozos materiales a las instalaciones del hospital. Así mismo, uno de
87 “Más de un millón de pesos valen destrozos de La Hortúa”, El Tiempo, 31 de mayo, 1975, 6A.
88 “El caso de La Hortúa. Pugna entre el Gobierno y U. N.”, El Tiempo, 31 de mayo, 1975; y “Paro médico fue parcial en el país”, El Tiempo, 4 de junio, 1975.
89 Tomado de entrevista al Dr. Gabriel Rueda, Hospital San Juan de Dios, 24 de marzo de 2022.
los señalamientos más importantes fue el del presunto plan para secuestrar a alguno de los representantes del Gobierno, sin que fuera claro si el objetivo eran el gobernador o alguno de los ministros de la mesa de negociación. Según las investigaciones de la fuerza pública, se había construido un puente entre La Hortúa y el barrio Policarpa90 que servía como vía de escape, y para brindar insumos y alimentos a los huelguistas. Aunque, como lo recuerda Gabriel Rueda, si bien no hubo puente, la relación con el barrio Policarpa fue de solidaridad, pues ellos apoyaron las movilizaciones y los plantones en la calle 1.ª para ayudar a visibilizar la lucha de internos y residentes, y se encargaron de facilitar alimentos y bebidas a los estudiantes después de que la fuerza pública bloqueara la entrada de víveres91 .
En las semanas siguientes a la toma, el paro médico, ampliado a varias facultades del país, siguió su lucha por hacer respetar el acuerdo que entregaba la administración del Hospital San Juan de Dios a la Universidad Nacional. Las mesas de negociación también continuaron durante el mes de junio, pero fue hasta el año siguiente que se hizo oficial el traslado de la dirección del hospital de la Beneficencia a la Universidad y, con ello, los ajustes necesarios para estructurar el funcionamiento del Hospital San Juan de Dios dentro del Sistema Nacional de Salud.
90 Gonzalo Castellanos, “Puente entre La Hortúa y el Policarpa Salavarrienta”, El Tiempo, 31 de mayo, 1975, 6A. 91 Castellanos, “Puente”, 6A.
● VOZ
*NICOLÁS MORALES THOMAS POLITÓLOGO Y COLUMNISTA
Un sticker raído con un logo aún perceptible. La palabra tiene una tipografía muy concreta y, por lo tanto, reconocible para cierta generación. Se trata del nombre de un periódico de la época que hoy mantiene su circulación: Voz. Hace mucho se llamaba Voz proletaria. Cuando era chico me intrigaba este periódico comunista. Como mis padres eran suscriptores de El Tiempo, siempre que caminaba por ahí me preguntaba quiénes serían los lectores de ese periódico en forma de tabloide. Solía leer su portada --pues nunca lo compré-- y trataba de adivinar sus trazos políticos. Lo que decía era importante. Los titulares eran grandes y las fotos mostraban muchas veces huelgas, tomas, revueltas. Me recordaba a una revista de los ochenta llamada Alternativa, pero en un formato más aburrido. Una sola vez logré ver sus páginas internas. Creo que en los muros del Hospital San Juan de Dios puedo encontrar razones para pensar en la importancia del periódico. El primer asunto que intriga es: ¿por qué poner pegatinas en las paredes? Mi madre era profesora de la Universidad Nacional y recuerdo que en sus muros blancos algunas veces vi periódicos de izquierda pegados con cola, pero no stickers, para la lectura general. El sticker en el muro es la publicidad directa de otra época. Es como un anuncio de edicto para una comuna. De pronto Voz estaba pegado en el muro, seguramente, porque su información era relevante para un conjunto de personas que deambulaban por sus corredores.
1. TORRE QUIRÚRGICA
2. SAMPER CARRIÓN
3. LABORATORIO SAMPER
4-8. TORRE QUIRÚRGICA
*FOTOGRAFÍAS JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
En los ochenta, la prensa liberal y conservadora reportaba la movilización social como una anomalía o algo inconveniente; era una prensa muy oficialista. Así lo muestra el historiador Mauricio Archila en sus escritos sobre las revueltas del siglo XX. Durante las movilizaciones de los trabajadores del San Juan de Dios, el periódico Voz cubrió el asunto, y alguien aprovechó y pegó publicidad que quedó estampada para siempre. Durante meses fue legible --algunos curiosos y pacientes la leían-- y poco a poco se perdió, roída por el tiempo. En las películas que se vuelven a rodar sobre los países de la “cortina del hierro” siempre hay publicidades desgastadas en las paredes y las estéticas de los muros se parecen. Me gusta la imagen del muro en el que se conserva solo un pedazo del sticker, como si en un mundo invadido por zombis hubiera quedado eso y unos exploradores hubieran vuelto a levantar el estado de cosas. No se revela a través de esa marca que ocurrió un conflicto social en un hospital central de una ciudad andina, pero sí queda la marca de ese periódico revolucionario que, por cierto, fue siempre muy conservador en su ortodoxia general marxista, pero que dio cuenta de las crisis de mujeres y hombres concretos. Hoy solo nos queda inferir, ver muros con historias y evocar su pasado para entender el presente.
▚ COMUNIDAD
UNIVERSITARIA
Yo vivía en Fontibón y llegaba en transporte urbano por la carrera Décima y me bajaba en la calle Primera. Ingresaba con la bata colgando y entre la portería y la Torre me la ponía, y me dirigía al departamento donde tuviera clase. […] Los estudiantes estábamos todo el tiempo como esponjas, aprendiendo como niños chiquitos. Este era el templo del saber. Había debates entre los doctores de diferentes especialidades, se contradecían […] Este era el sitio de mayor formación en el país, acá llegaban todos los casos, las patologías más complejas. Nosotros no teníamos tecnología, era pura clínica, puro olfato. Siempre nos tocó trabajar en pobreza.92
Las memorias de quienes trabajaron y estudiaron en el Hospital San Juan de Dios en la segunda mitad del siglo XX nos transportan a un escenario de constantes transformaciones. La apertura de la carrera 10.ª y la construcción de la Torre Quirúrgica P→140 consolidaron una nueva cara del hospital en la ciudad, separaron físicamente al Instituto Materno Infantil y abrieron paso a un nuevo funcionamiento médico en el que todas las especialidades se encontraban en un mismo edificio. Darle tanto valor al espacio arquitectónico puede sonar un poco arbitrario, pero en realidad las memorias que acá nos vamos a encontrar nos hablan de la construcción
de un lugar (más allá de las paredes del hospital) que se forjó en el encuentro continuo, el diálogo y el intercambio de conocimientos y cotidianidades que propiciaba el San Juan de Dios. Así, su valor visto desde la actualidad reside no solo en los avances científicos y sociales, sino, desde una perspectiva más intangible y subjetiva, en la huella y el sentido de pertenencia que se gestó en las incontables horas de estudio y trabajo. Pese a condiciones no siempre amables, con precariedad y constantes reclamos, en esa adversidad se construyeron relaciones humanas que han sobrevivido más allá del espacio mismo y del destino del proyecto hospitalario.
Hoy en día quedan algunas huellas de ese entramado de relaciones personales en forma de placas de agradecimientos. Su materialidad, mucho más formal, nos acerca a la solemnidad del espacio de formación del hospital como “templo del saber”, como lo llamó el doctor Gabriel Rueda93 no solo en la Torre Quirúrgica P→140, sino en los pabellones Paulina Ponce, San Lucas P→222, la Unidad de Salud Mental P→246, el edificio de Enfermedades
Tropicales P→102 o el Laboratorio Samper P→134. En casi todos los edificios del conjunto hay vestigios materiales que recuerdan la importancia educativa que tenía el San Juan para la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional.
Este vínculo entre ambas instituciones había iniciado en 1868 por el decreto que regulaba la función educativa y científica de la facultad
93 Tomado de entrevista al Dr. Gabriel Rueda, Hospital San Juan de Dios, 24 de marzo de 2022.
92 Tomado de entrevista al Dr. Gabriel Rueda, Hospital San Juan de Dios, 24 de marzo de 2022.
FOTOGRAFÍA PERSONAL, DR. GABRIEL RUEDA, CA. 1970. ARCHIVO PERSONAL DE GABRIEL RUEDA.
FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
TORRE QUIRÚRGICA. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
SAN EDUARDO. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
PAULINA PONCE.
dentro del hospital94. Aunque con el correr del siglo XX la relación entre ambos actores se fue estrechando hasta llegar incluso a buscar que la facultad quedara a cargo de la administración del hospital, la realidad era que el San Juan de Dios, como espacio educativo, siempre fue un escenario de pensamiento crítico frente a la prestación de salud, pero también frente al papel social de los médicos y su compromiso ético y profesional.
Ese carácter social se convirtió en una suerte de identidad de la facultad y así lo recuerdan algunos de los médicos que pasaron sus años de formación y práctica en el hospital. Ese compromiso con el trabajo en condiciones de adversidad marcó el carácter propio del quehacer de muchos, pues las últimas décadas del siglo XX estuvieron caracterizadas por diversas discusiones sobre la idea de salud pública y las implicaciones de una posible privatización de la salud. La voz de Guillermo Fergusson, decano de la Facultad de Medicina en 1975, alertaba sobre el papel social de la medicina y la necesidad de inculcarlo desde los años de formación:
Siendo nuestra medicina más “asistencial” o “mórbida” que preventiva, no es de sorprender la distinción tajante que hay entre lo que consideramos, y actuamos, como “Salud Pública” y la medicina puramente clínica. Por lo individualista, por su aparente fisonomía clasista en todo sentido, por lo que pudiéramos llamar
su independencia epidemiológica, la medicina clínica es entre nosotros una antítesis, de la “Salud Pública”.
Esta última la vemos como función del Estado, considerándola como algo ajeno a nuestro quehacer clínico. La mayoría de los médicos que estamos dentro del campo de la actividad liberal independiente, o semi-independiente, la tenemos además en escasa estima. […] Eso explica por qué los intentos de los educadores médicos, tendientes a incrementar el interés de los estudiantes por la Medicina “preventiva” y la “comunitaria”, han sido de tan poco alcance.
A pesar del alargamiento de sus cursos y de los programas de integración con otras disciplinas, la inmensa mayoría de los jóvenes médicos tienden hacia la medicina clínica, más lucrativa y, además, independiente de los avatares politiqueros.
Dada nuestra formación socioeconómica, la medicina, como todas las actividades, se encamina primordialmente a satisfacer las necesidades de una clase social y solo da a las otras beneficios marginales reducidos, convirtiéndose en estructura de opresión.
La medicina colombiana solo logrará su fin esencial cuando sean armónicas sus actividades preventivas, curativas y rehabilitativas. La hipertrofia de las puramente clínicas limitará su extensión social, conservándola en el estado en que hoy se halla, así aumente el número de médicos como el de hospitales, y se dé a aquellos la formación que se quiera.95
94 Juan Carlos Eslava Castañeda, Manuel Vega Vargas y Mario Hernández Álvarez, Facultad de Medicina: su historia, t. II (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2019).
SAN LUCAS. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
En las palabras de Fergusson del año 1983 encontramos la clave para entender la nostalgia con que se suelen recordar los años de formación y trabajo en el Hospital San Juan de Dios. Hoy, ante los cambios que se dieron en la última década del siglo XX en la prestación de salud con la entrada en vigencia de la Ley 100 de 1993, recordar a una comunidad médica que tenía al paciente como centro de su labor es reivindicar la importancia humana y social de ejercer la medicina, casi como si el San Juan fuera la materialización del recuerdo de cómo era la atención en salud antes de 1993. De esta forma, las memorias sobre esa comunidad sanjuanera se llenan de anécdotas sobre el cuidado a las relaciones humanas que se vivían incluso en medio de años convulsos por problemas financieros y administrativos.
Ejemplo de eso son las cartas que enviaba el doctor Pablo Gómez, urólogo del San Juan, al resto de su equipo mientras hacía viajes académicos por Estados Unidos y México. En su correspondencia hay una atención de profundo cariño hacia el trabajo en el hospital y las condiciones de los pacientes —“que me informe como siguió el Sr. Gerónimo Padrón. Que si ya se le cerró la fístula”96—, sus colegas —“Cuéntame si ya salió la resolución que me prometió el Sr. Reyes, para arreglarte el asunto de tu sueldo. Si todavía no ha salido, avísame para echarle un recordéis desde aquí…”— y los estudiantes, esos “alegres muchachos”.
Además, en sus cartas aparece una de las claves para entender la importancia del Hospital San Juan de Dios en términos académicos y médicos en el país. La innovación científica, la investigación y la docencia se construían a partir del esfuerzo de todos, a pesar de las condiciones económicas. Era en esos viajes en los que se presentaban avances médicos y estudios que surgían de la diversidad y complejidad de casos que llegaban al hospital. Por otra parte, en tales salidas también se buscaba y gestionaba la compra de maquinarias y nuevas tecnologías, incluso pagadas por los mismos médicos:
Dile que le hice la diligencia del panendoscopio. Vale $270,00 dollares [sic], completo, con 2 fundas, una #20 y otra #24 y cordón, óptico de trabajo, y bombillos de repuesto. Puedo conseguirle uno National, igual al A.c.m.i por $235,00. Esta es la única marca que da descuento. Si, haciendo cuentas, le sale más barato que lo que le piden allá, yo tengo mucho gusto en llevárselo. Que me mande el dinero.97
Quizá en esos pequeños gestos germinaban el aprecio y el esfuerzo conjunto por seguir construyendo un lugar donde el trabajo era una vocación y no una obligación. Ese templo del saber se construía en comunidad, en un continuo encuentro de saberes que pasaba por la formación médica, pero también incluía ese valor ético y esa complicidad humana de trabajar en condiciones difíciles y tener que apelar
96 Pablo Gómez Martínez, Correspondencia personal a Gladys Pinedo, carta del 12 de octubre de 1962, archivo personal de Ana Margarita Sierra Pinedo.
97 Pablo Gómez Martínez, Correspondencia personal a Gladys Pinedo, carta del 12 de octubre de 1962, archivo personal de Ana Margarita Sierra Pinedo.
CORRESPONDENCIA DR. PABLO GÓMEZ MARTÍNEZ, CARTA A GLADYS PINEDO DEL 12 DE OCTUBRE DE 1962. ARCHIVO PERSONAL DE ANA MARGARITA SIERRA PINEDO.
FOTOGRAFÍAS PERSONALES DR. GABRIEL RUEDA, CA. 1970. ARCHIVO PERSONAL DE GABRIEL RUEDA.
AUDITORIO SAMPER CARRIÓN. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
continuamente a la creatividad. Las memorias, teñidas de nostalgia por el espacio perdido, nos dan cuenta del sentido de pertenencia y ese profundo aprecio por la institución, más allá de su espacio físico. Esto explica, en parte, la pervivencia del San Juan pese a todas las adversidades.
Hacer parte del San Juan de Dios y de la Universidad Nacional es como tener un tatuaje en el corazón, es permanente y para el resto de la vida. Grandes compañeros, una gran familia.98
El hospital tenía una característica muy importante que era tal vez la que yo más apreciaba y que nunca la he visto en otros hospitales, que era la enseñanza desde la parte más sofisticada de la sabiduría académica que daban los profesores instructores a los residentes, los residentes a los internos, los internos a los estudiantes y los estudiantes de acuerdo a la escala iban dándolo a los inferiores. Allá todos aprendíamos y enseñábamos, a pesar de las rivalidades que no dejan de existir y de las diferencias personales que también había. Una cosa nos unía, era la hermandad académica […] y esa es una cosa que siempre la llevo grabada y que nunca he podido ver en otros hospitales.99
Ese espíritu sanjuanero es más importante que el mismo edificio. Y tal vez ese espíritu sanjuanero, que fue el que vivimos y tomamos nosotros en nuestro corazón, es ese espíritu de amor y de pasión por lo que uno hace y por sus pacientes. Entregarse a ellos, a la gente más necesitada […] ojalá algún día […] sientan lo mismo que yo sentí cuando roté en San Juan de Dios y es que amé tanto la institución, amé tanto lo que hice y amo tanto mis pacientes que estudiar no es un sacrificio, es un gusto, porque tengo pasión por lo que hago y eso es lo que queremos transmitirle a las nuevas generaciones: amor, pasión por lo que se hace. Ser sanjuanero es eso, es también ser recursivo, no vararse ante las dificultades, las dificultades nos dan impulso, nos dan oportunidades, nos dan opciones para luchar, no rendirnos. Saber que hay cosas que pueden estar mal, pero de nosotros depende mejorarlas y eso significa pasar de simplemente soñarlo a actuar para que así sea.100
98 Facultad de Medicina Universidad Nacional de Colombia, Aniversario Hospital San Juan de Dios [video], 21 de octubre de 2022, https://www. youtube.com/watch?v=Mu_Lt-hNtsY
99 Facultad de Medicina Universidad Nacional de Colombia, Aniversario Hospital San Juan de Dios
100 Facultad de Medicina Universidad Nacional de Colombia, Aniversario Hospital San Juan de Dios
● TABLEROS
*MANUEL VEGA VARGAS
MÉDICO E INVESTIGADOR DEL IPDC
No es fácil saber en qué momento exacto nos hicimos médicos ni cómo sucedió. Sin apenas notarlo, fuimos mudando ese gesto de universitarios rebeldes y desarreglados a la pose adusta e impecable que tienen los doctores. Y ello iba sucediendo todos los días, en rituales cotidianos como ponerse la bata, llevar el fonendoscopio en el cuello o llegar a las siete de la mañana al hospital para revisar la evolución de los pacientes. Luego, en la tarde, completábamos el ritual tomando de aquellos viejos tableros, desplegados estratégicamente por el San Juan, los enigmas de la patología o de la medicina interna que habían sido fijados allí con tiza blanca y una genialidad deslumbrante por parte de nuestros profesores.
El valor adicional de esos garabatos en blanco y verde era que, del otro lado del tablero, en las salas, estaban los cuerpos de hombres y mujeres en los que se manifestaba una parte de ese fascinante conocimiento, que incluía enfermedades exóticas, y síntomas y signos solo descritos en las páginas de la medicina interna de Harrison o en la semiología de Surós. Sin embargo, había una parte de esos pacientes que era completamente indescifrable para nosotros: ¿cómo llegaron a ese estado?; ¿por qué tanta marginalidad, tanta pobreza, tanto abandono?
1. CUNDIFARMA
2. UNIDAD DE SALUD MENTAL
3. ENFERMEDADES TROPICALES
4. UNIDAD DE SALUD MENTAL
5 Y 6. SAMPER CARRIÓN
7. SAN EDUARDO
8. SAMPER CARRIÓN
*FOTOGRAFÍAS JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
La magnitud de lo que vimos hizo que muchos compañeros se retiraran en ese momento y tal vez tenían razón. Al pasar del campus a la práctica hospitalaria, la enfermedad abandonaba los libros y los tableros para encarnarse, para revelarse con toda su dureza como una tragedia humana y social substanciada en lánguidos cuerpos que apenas podían respirar. Esa revelación nos atribuló y con el paso de los días fue evidente que los tratamientos consignados en el tablero eran útiles solo para salvar la vida de los enfermos, pero no para salvarlos a ellos de sus propias vidas.
Aunque lo sabíamos, nadie discutía si todo lo escrito en aquellos rectángulos verdes era verdad; suponíamos que sí y al principio esperábamos que ello fuese suficiente para salvar al mundo. Pero no. La experiencia cotidiana con la muerte, con la enfermedad y con el dolor, así como la crisis del Hospital San Juan de Dios de 1999, hicieron que todo ese conocimiento médico se fuera borrando de sus tableros. A cambio quedó una mancha blanca y densa sobre la que los trabajadores y los estudiantes escribimos nuestras demandas, enjuiciamos a los culpables de la crisis y trazamos planes, unos más osados que otros, para salvar al hospital. Nada de eso funcionó. Entonces la impotencia se hizo doble; ni todo ese conocimiento biomédico era suficiente ni la militancia estudiantil fue útil para hacer algo por aquella institución que nos acogió con generosidad, como acogía a todos, pero también con el cansancio de tanta indolencia, de tanta tragedia, de tanto país encima.
Entonces los tableros perdieron su función y ahora son ruina. Sobre ellos solo queda un recuerdo melancólico de la vida transcurrida, con toda su esperanza en juego, pero también, con toda su crudeza.
⋱ LA HORTÚA Y LA EXPANSIÓN URBANA
IMAGEN CARTOGRÁFICA DE ELABORACIÓN PROPIA CON BASE EN AEROFOTOGRAFÍA DE IGAC, VUELO C478-20, 1947.
1.BARRIO SAN BERNARDO - C.A 1920
2.BARRIO EDUARDO SANTOS - C.A 1930
3.BARRIO SAN ANTONIO DE PADUA - C.A 1950
4.BARRIO POLICARPA SALAVARRIETA - C.A 1960
● QUINTA DEL MOLINO DE LA HORTÚA
● QUINTA DE SAN JOSÉ DE FUCHA
● QUINTA DE SANTA CATALINA
● QUINTA DE NINGUNA PARTE
● QUINTA DE JACINTO CORREDOR
En los estudios historiográficos la anexión urbana del Molino de Hortúa podría enmarcarse típicamente en el proceso de expansión de Bogotá hacia el sur; pero, si se mira con cuidado, es curioso que al mismo tiempo el predio pareciera hacer una contención de tal expansión. Al revisar la cartografía histórica se ve que las tierras del Molino, que originalmente estaban ubicadas en un paraje alejado de la ciudad, ya desde los planos de la década de 1890 marcan el límite urbano de aquellas manzanas del barrio Las Cruces que se desarrollaron hacia la segunda mitad del siglo XIX. A comienzos del XX, planos históricos como el de 1913 de Gregorio Hernández y la Oficina de Longitudes del Municipio comenzaron a ilustrar el crecimiento urbano que ya se estaba dando desde décadas atrás, principalmente sobre los caminos que llevaban a San Cristóbal y que no propiamente configuraron manzanas en damero, sino, mejor, ejes de expansión que se ajustaron a la peculiar topografía del lugar. Al occidente de la línea que prolongaría la carrera 10.ª al sur, los terrenos de la quinta de Jacinto Corredor, la quinta de Ninguna Parte y el Molino de Hortúa, en cambio, limitan la expansión del entonces barrio Liévano sobre un terreno poco accidentado. Posteriormente, la barrera de las quintas de Jacinto Corredor y Ninguna Parte vino a superarse en la década de 1920 con la naciente urbanización del barrio San Bernardo; sin embargo, para entonces la extensa propiedad de La Hortúa ya estaba en manos del Hospital San Juan de Dios y esto impediría que se extendiera el trazado hacia el sur.
Debido a estas particularidades, el crecimiento de Bogotá hacia este costado sur se dio, además de hacia el oriente siguiendo el camino a San Cristóbal, por el occidente debajo de la futura avenida Caracas, en lo que hoy es el barrio Eduardo Santos. Finalmente, la urbanización a espaldas del complejo hospitalario y al occidente de la avenida Caracas se dio luego de la década de 1950, motivada principalmente por la prolongación de la carrera 10.ª, la cual partió en dos
el predio del hospital. Por otro lado, si damos una mirada al crecimiento del sector en el plano cronológico que lo resume, hallaremos que el predio del hospital parece situarse en medio de dos ciudades y dos momentos, por lo que sería más justo hablar del conjunto hospitalario como un umbral o una bisagra urbana que como un freno del crecimiento en la consolidación de la ciudad al sur: umbral porque las edificaciones a ambos costados de la carrera 10.ª conforman la puerta de acceso por esta avenida a lo que se entiende como el centro tradicional; y bisagra porque, al ser de las primeras expansiones urbanas a comienzos del siglo XX por fuera del casco consolidado, de alguna manera abonó las condiciones para las siguientes expansiones, de manera que funciona como un articulador, no solo espacial sino conceptual, entre la ciudad decimonónica y la ciudad de barrios del siglo XX.
76-77, 90-91, 100-101, 114-115, 140-141.
ELABORACIÓN PROPIA CON BASE EN LOS PLANOS HISTÓRICOS DE MARCELA CUÉLLAR Y GERMÁN MEJÍA PAVONY, ATLAS HISTÓRICO DE BOGOTÁ. CARTOGRAFÍA (BOGOTÁ: PLANETA, 2007), 32-33, 52-53, 68-69,
TERCER MOMENTO/ CIERRE
En la última década del siglo XX la crisis de la salud en Colombia tocó su fondo. Eventos como la instauración de la Ley 100 de 1993, por la cual se abrió el mercado de la salud a empresas privadas con el objetivo de mejorar la cobertura de salud en la población, hicieron que las instituciones públicas tuvieran que competir por financiación en igualdad de términos con las entidades privadas. En ese nuevo marco, el Hospital San Juan de Dios, que en 1979 había pasado a ser gestionado por la Fundación San Juan de Dios, fue asumido por el Gobierno como una fundación privada que no podía ser sostenida por el Estado y en quiebra debido a la acumulación histórica de sus pasivos. En 1999 se ordenó la liquidación de la fundación, muchos empleados dejaron de recibir sueldo y el hospital finalmente cerró sus puertas por falta de financiación en septiembre de 2001. Desde entonces, el Hospital San Juan de Dios, que fuera la principal institución en la historia hospitalaria de Colombia, volvió a ser símbolo de la falta de compromiso con la salud pública y de voluntad política para con los sectores más necesitados de la población.
A este escenario se sumó la problemática en la que se sumieron muchos de sus trabajadores: ante la falta de claridad laboral, varias familias y grupos de empleados se instalaron en los edificios del conjunto como una forma de hacer resistencia al cierre, pero también como una manera de sobrellevar su situación económica. Los consultorios, salas quirúrgicas y espacios en donde en otro tiempo se prestaron servicios especializados y se desarrolló investigación de punta, se transformaron en habitaciones, cocinas y salas de hogar. También se gestaron dentro del conjunto hospitalario otras formas de organización, como la del grupo de enfermeras que desde el antiguo convento continuó prestando su ayuda y servicios pese a todas las dificultades. Finalmente, estas mismas movilizaciones de los trabajadores y otros sectores de la población consiguieron que por la Ley 735 de 2002 se declarara Monumento Nacional al complejo hospitalario y se ordenara su reapertura, y que el fallo del Consejo de Estado del año 2005 reconociera el carácter público del hospital y determinara su administración por el gobierno departamental.
A la gestión particular de los trabajadores por salvar el San Juan de Dios se sumaron las iniciativas políticas para solucionar, aunque fuera en parte, las dificultades administrativas y burocráticas que llevaron a su cierre. Así, en 2015, tras catorce años de abogar por la compra del hospital, el entonces alcalde Gustavo Petro logró que el Distrito quedara como propietario del San
Juan de Dios y que la Gobernación de Cundinamarca pudiera, con el dinero de la venta, terminar de saldar las deudas con los trabajadores101. Desde entonces, el manejo del hospital ha estado en cabeza de la Empresa de Renovación Urbana (ERU), de carácter mixto, que se ha concentrado en adelantar los procesos de readecuación y licitación de procesos para la reapertura del hospital. Además, se han construido instrumentos públicos como el Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP), aprobado en la Resolución 0995 del 29 de abril de 2016102, y que involucra a otras instituciones públicas distritales y nacionales en el compromiso de protección del conjunto hospitalario.
101 “Solo falta firmar las escrituras y el San Juan de Dios será de Bogotá”, El Tiempo, 1.º de diciembre, 2015, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-16446515
102 Ministerio de cultura de Colombia, Resolución 0995 del 29 de abril de 2016, “Por la cual se aprueba el Plan Especial de Manejo y Protección del Hospital San Juan de Dios e Instituto Materno Infantil, ubicado en la ciudad de Bogotá, D. C., declarado monumento nacional, hoy bien de interés cultural del ámbito nacional”, https:// www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=72740
CUNDIFARMA. FOTOGRAFÍA DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
▚ CRISIS DE LOS 1990
Y CIERRE
La crisis vivida en el Hospital San Juan de Dios en la década de 1970 había dejado sin resolver los problemas administrativos y jurídicos del funcionamiento de la institución. Por ello, tras las protestas de los estudiantes y médicos de la Universidad Nacional en 1975, la Asamblea Departamental de Cundinamarca había aprobado la cesión de la administración del hospital a la universidad como una forma de centralizar en parte el funcionamiento administrativo y científico103. Sin embargo, el acuerdo firmado en julio de 1976 solo estuvo vigente por unos meses, pues la universidad devolvió la administración por falta de recursos para manejarlo. Ante esto, la Beneficencia se negó a recibir la dirección del hospital y el Ministerio de Salud quedó como responsable de su administración a partir de 1977, bajo la modalidad de intervención de la dirección técnica y administrativa. Esta decisión no significó la salida del hospital de la tutela de la Beneficencia; no obstante, la Asamblea de Cundinamarca autorizó la creación de una fundación en 1976 para manejar el Hospital San Juan de Dios y el Instituto Materno Infantil en asocio con otras entidades públicas104. Esta fundación corría con algunos de los gastos y manejos de personal, mientras que el Ministerio se encargaba de la administración y el nombramiento del director-interventor.
Bajo la intervención del Ministerio, que se extendió hasta 1998105, y con la creación de la Fundación San Juan de Dios se desataron cambios administrativos que afectarían el funcionamiento del Hospital en las décadas de 1980 y 1990. El primero fue la determinación del Gobierno de definir la naturaleza jurídica del hospital como privada, por corresponder a una fundación, con lo cual la financiación estatal debía ser restringida. El segundo fue la necesidad de crear una junta directiva conformada por el gobernador de Cundinamarca, el alcalde mayor de Bogotá, el arzobispo de Bogotá, el gerente de la Beneficencia y un representante de Presidencia. Sin embargo, esta junta solo se conformó hasta la década de 1990. Esto obligó a seguir extendiendo la intervención estatal del Ministerio, lo que prolongó la inestabilidad administrativa, financiera y científica del Hospital. Esto significó que durante los años 1980 siguieran perpetuándose las indefiniciones en el funcionamiento del hospital y que solo fueran resueltos coyunturalmente los problemas de salarios, presupuesto y administración en la medida en que iban siendo ineludibles.
Con la llegada de los años 1990 la crisis hospitalaria, no solo en el San Juan sino en todo el país, se había convertido en uno de los temas más álgidos para el Gobierno nacional. En respuesta a la necesidad de reorganizar el sistema de salud se emitió la Ley 10 de 1990106
105 “Crisis económica en la Fundación San Juan de Dios”, El Tiempo, 16 de abril, 1998, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM738525
103 Bocchetti, Arteaga y Palacios, Hospital universitario
104 Bocchetti, Arteaga y Palacios, Hospital universitario
106 Congreso de Colombia, Ley 10 de 1990, Diario Oficial 39137, https:// www.funcionpublica.gov.co/eva/gestornormativo/norma.php?i=3421
“SAN JUAN DE DIOS, ÚLTIMA CIRUGÍA”, EL TIEMPO, 10 DE OCTUBRE, 1999, 1F, 2F.
“LOS MÉDICOS RESIDENTES SALEN DEL S. J. DE DIOS”, EL TIEMPO, 12 DE OCTUBRE, 1999, 2C.
“DIJO AYER EL DIRECTOR DEL AGONIZANTE SAN JUAN DE DIOS ‘SINDICATO TIENE LA PALABRA’”, EL TIEMPO, 2 DE OCTUBRE, 1999, 2E.
“SAN JUAN DE DIOS, EN VILO”, EL TIEMPO, 2 DE OCTUBRE, 1999, 1E.
“SAN JUAN DE DIOS, ÚLTIMA CIRUGÍA”, EL TIEMPO, 10 DE OCTUBRE, 1999, 1F, 2F.
que delegaba a los gobiernos locales, en este caso al gobierno distrital de Bogotá D. C., la coordinación y supervisión de las entidades hospitalarias de la ciudad. Con esto se inició un pleito entre el Gobierno nacional y el distrital por la entrega del Hospital San Juan de Dios en medio de una crisis financiera. El Distrito se negaba a recibir el hospital hasta tanto no se liquidara la fundación y se saldaran las deudas con empleados y proveedores107. A esto se sumaron las demandas de personal, estudiantes y pacientes que vivían en continua situación de incertidumbre y crisis por falta de pagos de nómina, malas condiciones en la prestación de servicios e incumplimiento de los acuerdos de becas para los residentes e internos108 .
Todos estos debates y protestas fueron el escenario en el cual se implementó la Ley 100 de 1993109 que seguía la hoja de ruta de la Ley 10 de 1990 y las reformas constitucionales de 1991 para revisar el sistema de salud. La nueva ley partía de la necesidad de mejorar la cobertura de salud y generar un mecanismo de financiación y subsidio que integrara la labor del Estado con la de los prestadores privados que ya existían desde décadas atrás. Así, la Ley 100 respondía al modelo neoliberal del mercado de
libre competencia, que integraba ocho tipos de entidades públicas y privadas para la prestación de salud y seguridad social: el Instituto Colombiano de Seguros Sociales, las cajas de previsión, las cajas de compensación familiar, las entidades de medicina prepagada, las aseguradoras privadas, las empresas solidarias de salud, las clínicas privadas y las entidades de asistencia pública. Además, el Sistema General de Seguridad Social en Salud (SGSSS) articulaba dos tipos de regímenes, el contributivo y el subsidiado, como mecanismos de financiación para ampliar la cobertura en salud. Esta estructura afectaba directamente a las instituciones que, como el San Juan de Dios, tenían una vocación asistencial social, pues:
El régimen Subsidiado en Salud supone la abolición progresiva del viejo sistema de asistencia pública, lo cual en términos financieros significa sustituir los subsidios a la oferta, representados en las propuestas que tradicionalmente reciben los hospitales públicos, por el sistema de los subsidios a la demanda canalizables hacia las organizaciones encargadas de manejar el seguro social subsidiado.110
107 “Distrito no recibe a nación dos hospitales endeudados”, El Tiempo, 9 de julio, 1991, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM116922
108 “Protestas en los hospitales San Juan de Dios y Materno”, El Tiempo, 12 de julio, 1991, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/ MAM-118619
109 Congreso de la República de Colombia, Ley 100 de 1993, “Por la cual se crea el sistema de seguridad social integral y se dictan otras disposiciones”, Diario Oficial 41148, https://www.funcionpublica.gov.co/ eva/gestornormativo/norma.php?i=5248
El SGSSS creó entonces la figura de las entidades promotoras de salud (EPS) como intermediarias en el manejo y distribución de los recursos financieros y convertía a los hospitales, como el San Juan de Dios, en instituciones prestadoras de salud (IPS) que debían entrar a competir con entidades privadas y mixtas por la contratación de sus servicios por las EPS. Este
sistema de libre competencia y libre elección por parte de los usuarios dejaba al Hospital San Juan de Dios en desventaja frente a otras instituciones que no traían consigo el lastre de décadas de problemas financieros que afectaban la prestación de sus servicios.
Sin embargo, pese a la indefinición administrativa, los problemas de prestación de servicios y las reiteradas solicitudes de los trabajadores, la década de los 1990 también estuvo marcada por reconocimientos y reformas en el hospital que buscaban modernizar su funcionamiento, tales como las donaciones de equipos por parte de los Gobiernos japonés y francés en 1990 y 1995 respectivamente111, y varias obras de remodelación en edificios como el pabellón San Lucas P→222 o en el piso octavo de la Torre Quirúrgica P→140. Estas reformas se convirtieron en un aliciente que parecía resolver la crisis momentáneamente.
Finalizada la intervención del Estado en 1998, la crisis se terminó de agudizar. Al déficit financiero se le sumaban deudas con la empresa de energía (Codensa) que ascendían a 2.711 millones de pesos en 1997112 y la falta de pago a los empleados que llegaba a los 5.100 millones de pesos en 1999113. La atención había disminuido casi al 50 % en ese mismo año, lo cual, en un
111 “Equipos de Japón para hospitales”, El Tiempo, 25 de octubre, 1991, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-178961; “El San Juan de Dios estrena equipos”, El Tiempo, 15 de agosto, 1995, https:// www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-386928
112 “Le cortarán la luz al San Juan de Dios”, El Tiempo, 19 de junio, 1997, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-596761
113 “El San Juan de Dios en dura crisis”, El Tiempo, 27 de julio, 1999, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-939600
modelo de competencia de libre mercado, significaba menores ingresos. A todo esto se añadían las deudas que tenían las EPS, el Instituto de Seguros Sociales y la Secretaría de Salud con el hospital, las cuales ascendían a 24.000 millones de pesos en 1999114
Con la llegada del siglo XXI, el hospital se enfrentó a la necesidad de diseñar una propuesta de reestructuración que estuvo a cargo de la Fundación San Juan de Dios. Sin embargo, esta fue negada dos veces por parte del Ministerio de Salud y tampoco fue aprobaba por el Sindicato de Trabajadores de Hospitales y Clínicas (Sintrahosclisas)115. Ante esto, tres de los cinco miembros de la Junta Directiva de la Fundación y el director del hospital renunciaron, con lo que quedó en manos del Gobierno la toma de decisiones para definir el rumbo de la institución116. Sin director, sin un plan de restructuración, con más de 100 demandas en su contra, embargado por falta de pago a proveedores de insumos y con las constantes marchas y reclamos de los trabajadores por falta de pago, a finales de mayo del 2000 la Superintendencia de Salud ordenó suspender las remisiones de pacientes al San Juan de Dios y reubicar a los 42 pacientes hospitalizados en la institución117 .
114 “El San Juan de Dios en dura crisis”.
115 “Rechazan plan de ajuste del hospital San Juan de Dios”, El Tiempo, 16 de febrero, 2000, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/ MAM-1228315
116 “El San Juan de Dios es responsabilidad del estado”, El Tiempo, 24 de febrero, 2000, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/ MAM-1214528
117 “No más pacientes al San Juan”, El Tiempo, 30 de mayo, 2000, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1222300
Entre 2000 y 2001 el San Juan vivió en un continuo ir y venir de cambios que parecían traer esperanza momentáneamente. Pero la crisis había llegado a tal punto que en el 2001 todo empezó a colapsar. Una de las posibles salidas a la crisis financiera era lograr entregar la titularidad de los predios y los inmuebles del hospital para cubrir los gastos de las deudas. Sin embargo, los bienes estaban a nombre de entidades diferentes a la fundación, como la Beneficencia de Cundinamarca; ese manejo de figuras jurídicas dificultaba su traslado y con ello la última opción de salvar al San Juan118 . Además, los mismos miembros de la Junta
Directiva de la fundación aseguraban que la única salida era la liquidación, lo que dejaba sin dolientes el futuro del Hospital119 .
Finalmente, el 3 de septiembre de 2001 los plazos de Codensa al hospital se vencieron y se realizó el corte de luz a la institución120
Quedaron allí las cincuenta familias de trabajadores que habían empezado a llegar al hospital después de perder sus viviendas por la falta de pago de más de un año de trabajo, y las enfermeras y otros empleados que, al no ser notificados de su despido, siguieron cumpliendo con sus labores de cuidado a la institución para no abandonar sus cargos. Así, se cerraba un ciclo de casi veinticinco años de estar asociando la vida del hospital a la situación de crisis.
La constante indefinición jurídica y administrativa, sumada a la falta de planes a largo plazo y a la intrincada red de intereses políticos que se tejieron alrededor del manejo del San Juan, hicieron imposible salvarlo.
118 “Casallas no aguantó más”, El Tiempo, 16 de mayo, 2001, https:// www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-512638
119 “Al S. Juan de Dios hay que liquidarlo”, El Tiempo, 26 de julio, 2001, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-447736
120 “Eutanasia al San Juan de Dios”, El Tiempo, 4 de septiembre, 2001, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-476652
⋱ EL CONJUNTO TRAS EL CIERRE
INSTITUTO LLERAS ACOSTA
CONJUNTO HOSPITALARIO TRAS EL CIERRE. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
MANTENIMIENTO
UNIDAD DE SALUD MENTAL
ADMINISTRACIÓN
CAPILLA Y CONVENTO
ASILO SAN PEDRO CLAVER
PAULINA PONCE
TORRE QUIRÚRGICA
CUNDIFARMA
SAN LUCAS AVENIDACARACAS
CARRERADÉCIMA
La primera trabajadora que llegó a residir al conjunto hospitalario luego de su cierre en septiembre de 2001 fue la auxiliar de enfermería Carmen Rosa Chiquillo, luego de que no recibiera sueldo desde 1999 y perdiera entonces su vivienda por falta de pago. En 2003, según cifras de El Tiempo121, ya estaban habitando en el conjunto 65 familias de trabajadores que, como la de Carmen Rosa, habían quedado sin recursos tras el cierre, cifra que pudo llegar a duplicarse en la década de 2010.
La elección de los lugares para habitar obedeció a factores más bien lógicos: se prefirieron los espacios de hospitalización por ser más cómodos y biológicamente seguros que otros tantos como los laboratorios. Así, los lugares apropiados por las familias fueron los pabellones de Paulina Ponce, San Lucas P→222, San Eduardo, Salud Mental P→246, Cundifarma P→138 y algunos pisos de la Torre Quirúrgica P→140. Por otro lado, luego del cierre, otros espacios, como el Instituto de Inmunología dirigido por el científico Manuel Elkin Patarroyo, lograron seguir adelantando sus operaciones; mientras, en el Centro de Educación en Administración de Salud (Ceads), que funcionaba en el antiguo convento del conjunto P→220, se organizó un colectivo de trabajadoras que se hicieron llamar Las 40 de la Capilla y que se encargó, entre otras actividades, de llevar el inventario del equipo médico abandonado tras el cierre y hacer mantenimiento al conjunto.
121 Lucevín Gómez E., “El San Juan, un inquilinato”, 8 de octubre, 2003, https://www.eltiempo.com/ archivo/documento/MAM-1024975
▚ UNA COMUNIDAD HETEROGÉNEA
Tras el cierre del conjunto, algunas familias de trabajadores del hospital decidieron trasladar su vivienda a los distintos pabellones ante la crisis económica por la acumulación de la falta de pago de sus salarios y la imposibilidad de abandonar sus puestos de trabajo, ya que en realidad nunca fueron despedidos. Por su parte, un grupo de enfermeras conocidas como Las 40 de la Capilla, aun cuando el conjunto no estaba operando, diariamente ocupaban sus lugares de trabajo y velaban por la conservación del conjunto. Estos distintos actores que permanecieron durante años en el lugar no conformaron una comunidad homogénea ni tenían una misma mirada sobre el espacio que apropiaban: mientras que unos adelantaron procesos organizativos y una agenda política para la apertura del hospital, otros tenían por principal demanda el pago de sus sueldos; algunos desarrollaron estrategias para el mantenimiento de los edificios hospitalarios, mientras que otros sacaron provecho económico de estos y los alteraron perjudicialmente, como fue el caso del edificio Cundifarma P→138. Desde la década de 2010 algunos de los habitantes lograron llegar a acuerdos sobre vivienda y pago de sueldos con los gobiernos nacional y distrital, y dejaron entonces el complejo. Los últimos moradores, con los que no se llegó a acuerdo alguno, fueron desalojados en el año 2019. Este complejo escenario no fue indiferente para los distintos ciudadanas y ciudadanos que, desde afuera, motivados por algún vínculo pasado con el hospital o por solidaridad
con las luchas de los trabajadores, encontraron en medios como las artes una forma para que se pusiese de nuevo la mirada colectiva sobre el conjunto hospitalario.
Entre 2005 y 2007, la artista María Elvira Escallón realizó el proyecto titulado En estado de coma, un conjunto de fotografías, audiovisuales y esculturas que, como lo anota la crítica de arte Natalia Gutiérrez, oscilaban entre el testimonio del estado actual del hospital y el cuestionamiento sobre la salud como una “carga presupuestal”. La obra también reflexionó sobre el hospital como espacio y objeto de cuidado, le dio voz al San Juan a través de su propia materialidad y, de esta manera, llevó el arte al terreno de lo patrimonial, como lo resalta Gutiérrez.
Es un trabajo que reivindica el hecho de que el arte tiene muchas cosas que decir sobre el problema del patrimonio, tomando en cuenta que el concepto de patrimonio no es solo la suerte de una edificación, sino el testimonio y la experiencia de los directos afectados que la han mantenido en pie. El proyecto devela un hospital, el San Juan de Dios en Bogotá, con toda su carga arquitectónica, urbanística, histórica y social, que hoy se encuentra en el limbo.122
En este sentido, la artista reflexiona sobre la noción patrimonial que trabaja en la obra y destaca
122 Natalia Gutiérrez, “En estado de coma”, en En estado de coma: Hospital San Juan de Dios, por María Elvira Escallón (Bogotá: Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, 2006), 11.
PROYECTO “EN ESTADO DE COMA”, DE LA SERIE RECORRIDOS NOCTURNOS DE LA ARTISTA MARÍA ELVIRA ESCALLÓN.
la importancia social del San Juan de Dios por encima de su valor arquitectónico:
Pero, quizás no sean los edificios patrimoniales franceses o las valiosas obras de arte que el Hospital contiene lo que moviliza el proyecto. Desde el punto de vista del Patrimonio, quizás sería más bien ese derecho a la salud por parte de todos que ese Hospital representaba, el patrimonio con el que este proyecto se relaciona.123
Ese continuo diálogo entre el valor material y cultural del San Juan de Dios estuvo presente en las diferentes versiones de la obra que se produjeron entre 2005 y 2007, al integrar la reflexión documental y casi archivística sobre los bienes del hospital con los testimonios de las enfermeras que cuidaban del San Juan de Dios adentro y afuera de las instalaciones. Este entramado de capas buscaba construir un mensaje sobre la necesidad de abordar la enfermedad como
un problema social, de reconocer los múltiples valores patrimoniales del San Juan de Dios y de cuestionar la realidad del sistema de salud colombiano.
Entonces las acciones de romper, sustraer, desarticular, sepultar e inutilizar, son acciones que quizás replican otras, de consecuencias inmensas y paradójicamente poco visibles, a las cuales se ha sometido no solo el Hospital, sino ese espacio del que hablábamos, el espacio del paciente en el sistema de la salud pública.124
Dos años después, en 2009, el urbanista y documentalista colombiano Andrés Chaves inició un trabajo de fotografía que migró hacia el documental y en el que centró la mirada en la transformación y apropiación del espacio habitado por los trabajadores. Su obra nos acerca a la cotidianidad de las familias que una década después del cierre seguían habitando los edificios
PROYECTO “EN ESTADO DE COMA”, DE LA SERIE RECORRIDOS NOCTURNOS DE LA ARTISTA MARÍA ELVIRA ESCALLÓN.
123 María Elvira Escallón, En estado de coma: Hospital San Juan de Dios (Bogotá: Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, 2006), 66.
124 Escallón, En estado de coma, 46.
del hospital. La mirada de la cámara, al igual que en la obra de Escallón, evidenciaba la conexión entre el abandono y el cuidado, o, en su caso, la apropiación y personalización del espacio a través de las rutinas diarias. Su documental La Hortúa fue estrenado en el año 2011.
[…] cuando yo llegué al hospital me di cuenta que algunas familias, algunos trabajadores, se habían distribuido a lo largo de los edificios. Algunas personas estaban en el edificio de psiquiatría, algunas estaban en el edificio central, otras personas estaban en el edificio San Lucas P→222. Entonces yo fui recorriendo cada uno de esos lugares, cada uno era como el territorio y el espacio de convivencia familiar de cada una de esas familias. Entonces en el resultado de la película, el espacio como tal, se asocia a cada personaje porque ese es el espacio del cual ellos se apropiaron, era su bastión y su lugar de batalla, pero también de residencia. […] ellos fueron configurando un espacio y lo fueron personalizando.125
Fue también en 2011 que el fotógrafo bogotano
Nicolás van Helmeryck ganó el VII Premio Colombo Suizo de Fotografía por su serie titulada
San Juan sin Dios. Motivado por la historia de su hermana, quien decidió abandonar sus estudios de Medicina en la Universidad Nacional cuando se cerró el hospital en 2001, Helmeryck se adentró en el conjunto una década después para explorar la realidad del hospital y sus habitantes.
La serie documenta el deterioro de las instalaciones, pero también de los trabajadores… así como su resistencia. Volcadas hacia el interior, hacia el espacio íntimo, elocuentes son las fotografías donde salas de cirugías y consultorios se truecan en habitaciones y salas de casa, en las cuales los personajes, como entes fantasmáticos, parecen esperar pacientemente a salir del olvido social. Aquí entonces la ruina no se refiere únicamente al estado material de las instalaciones, sino a la lenta desaparición de la historia del San Juan de la memoria colectiva. En palabras de van Helmeryck:
Adentro es un escenario de terror. Afuera, no existe: el Hospital cayó en el olvido. La ruina lo ha ido consumiendo poco a poco. También sus habitantes. Sin embargo, lo que más me ha estremecido es la indiferencia. El Hospital San Juan de Dios es solo un caso más de esos olvidos que años [sic] tras año, y sistemáticamente, nos destruyen.126
El San Juan también fue un relato construido desde otras orillas como las artes escénicas. En el año 2013 la obra de dramaturgia de Juan Camilo Ahumada titulada Tiempo de Dios fue ganadora del Concurso de Dramaturgia del Instituto Distrital de las Artes (Idartes). La puesta en escena crea diálogos ficcionales de los habitantes del hospital en los que sus historias de vida y sus lides cotidianas se entrelazan con la lucha por sus derechos laborales y por la reapertura del conjunto hospitalario.
125 Cinemateca de Bogotá, #CineClubCinemateca: voces y diálogos por los espacios de La Hortúa [video], 17 de abril de 2020, https://www. youtube.com/watch?v=rOE3FhdX5eo
126 Nicolás van Helmeryck, San Juan sin Dios (Bogotá: Embajada de Suiza en Colombia; Ministerio de Cultura; BibloRed, 2011), 41.
Padre: ¿Qué pasó con lo del arriendo?
Hija: Ella llamó al viejo ese. Le dijo la verdad, que no habíamos alcanzado a completar la plata de este mes, que nos diera una esperita.
[…]
Papá: Díganle que lo de la pensión está por salir. El domingo tuvimos una reunión con los abogados. Dicen que hay que esperar, pero que seguro sale. Cuando eso me salga, lo primero que voy a hacer es comprarle una casa a su mamá. Y contratar una enfermera para que la cuide. He pensado en montar un negocito. ¿No le parece?
[…]
Hija: Que sí, papá. Cuando le salga eso. Ojalá todavía le quedé [sic] algo de vida a usted para ver ese día.
[…]
Hija: ¡Qué desgracia! Eso de que la esperanza es lo último que se pierde es tan desalentador, papá… Debería ser lo primero. La esperanza es la que no lo deja a usted mover, la que lo pone a rezar, la que lo tiene muriéndose aquí. Papito, usted no entiende que le están tomando del pelo hace años. ¿Cuántos años llevan todos aquí metidos?127
Mientras se producían estas obras, entre 2005 y 2013, la vida del San Juan de Dios seguía en ese continuo estado de indeterminación que había iniciado desde la década de 1990 cuando ya se temía el cierre del hospital. Las expectativas sobre la posible reapertura tras la compra del predio por parte del Distrito, luego de un
largo proceso que inició en 2012 con la alcaldía de Gustavo Petro, se sumaron a las generadas por la publicación de la Ley 735 de 2002; pero las difíciles negociaciones con los habitantes, los desalojos y los interminables pleitos legales creaban un panorama oscuro de promesas que no parecían llegar a cumplirse.
Pese a ello, como lo denunciaron los artistas acá citados, los trabajadores, los estudiantes y los vecinos, en últimas el San Juan, se resistían a desaparecer en el olvido. Su ruina física se conjugaba con la construcción de un símbolo que, más allá de sus linderos, resumía la lucha nacional ante la crisis de la salud en Colombia y la vulneración de los derechos laborales. En sus momentos más críticos, la reunión de la fuerza de muchos seguía manteniéndolo vivo porque, más que una causa personal, el San Juan es un cohesor de personas, de voluntades, y en ello radica su carácter de conjunto patrimonial.
Como persona, me dice que uno puede asumir retos. Uno puede pasar por la vida y hacer cosas no solo por uno —porque lo de uno lo soluciona con un negocio o con cualquier otra cosa—, pero hay cosas que van más allá del dinero, cosas de trascendencia que hay que solucionar y en las que hay que estar… hacer cosas en las que la plenitud de la vida se vea, en las que quede algo por todos.128
127 Idartes, Teatro al borde. Selección de dramaturgia (Bogotá: Idartes / Alcaldía Mayor de Bogotá, 2013), 18-21.
128 Jefe de enfermería Luisa Margarita Castro en entrevista con María Elvira Escallón, En estado de coma, 60.
EDELMIRA LE CORTA EL PELO A DOÑA ELVIRA. PABELLÓN DE SALUD MENTAL. FOTOGRAFÍA: NICOLÁS VAN HEMELRYCK, 2010.
RIGOBERTO, EDELMIRA Y MARLÉN CON VISITANTES. PABELLÓN SAN LUCAS. FOTOGRAFÍA: NICOLÁS VAN HEMELRYCK, 2010.
EDWIN CHAVES. SALA DE CIRUGÍA DEL PABELLÓN SAN LUCAS, 2010. FOTOGRAFÍA: NICOLÁS VAN HEMELRYCK, 2010.
▅ MANTENIMIENTO
Este edificio se construyó siguiendo el proyecto general de Pablo de la Cruz. También se le conoció como pabellón de lavandería y costura por sus usos originales. En las dos versiones del plan de De la Cruz el área de Mantenimiento se ubicó a espaldas del pabellón de Cocina o Siberia P→98 para conformar así, junto con el edificio de Administración P→70, el eje funcional del conjunto hospitalario. Mantenimiento posee dos bloques: uno frontal de dos pisos y uno trasero de un solo piso, originalmente comunicados entre sí por una crujía actualmente desaparecida. El bloque trasero también tenía un buitrón o chimenea hoy inexistente. Este conjunto comparte un lenguaje arquitectónico común con sus vecinos, los pabellones de Enfermedades Tropicales P→134 y Laboratorio Samper P→102, como la fachada en mampostería a la vista y los arcos rebajados en los vanos de puertas y ventanas.
Posiblemente luego de su inauguración, en 1926, el edificio fue complementado con un bloque en forma de herradura que lo rodeaba y en el cual había lavaderos y tal vez bodegas, construido sobre el cauce de la acequia acaso para depositar en esta las aguas residuales. Este último bloque luego fue demolido parcialmente y reemplazado por una edificación moderna que sirvió de bodegas y oficinas. El conjunto estuvo comunicado de manera directa con el pabellón Cocina o Siberia P→98 mediante una pérgola que tampoco se conservó.
En su inauguración recibió comentarios elogiosos por lo sofisticado de su construcción y acabados aun cuando era un edificio de servicios generales; por eso
UBICACIÓN DEL EDIFICIO DE MANTENIMIENTO. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
representa hoy uno de los mejores ejemplos de arquitectura dotacional de comienzos del siglo XX. Algunos historiadores han señalado que los bloques traseros corresponderían a cocheras o caballerizas dados los vanos altos de la ventanería; sin embargo, las distintas fotografías históricas y la detallada descripción en medios para su inauguración revelan que tales bloques eran el salón de autoclaves de lavado, lavaderos y bodegas. Tampoco se ha hallado ninguna evidencia histórica de una cochera en este lugar.
Uno de los últimos usos del lugar fue el de departamento de órtesis y prótesis. Al cerrarse el hospital en el año 2001, un ala del bloque en forma de herradura se
MANTENIMIENTO. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
PÁGINA SIGUIENTE: AEROFOTOGRAFÍA, CA. 1965. COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ.
DETALLE DE UNA AEROFOTOGRAFÍA DEL HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS. FONDO SAÚL ORDUZ, COLECCIÓN MUSEO DE BOGOTÁ, 1965.
adecuó como hogar para Teresa Díaz, antigua auxiliar de dietas del hospital: la sala donde se procesaba el material para realizar los moldes para las prótesis pasó a ser, por ejemplo, la cocina de Teresa. En la actualidad los bloques de este conjunto se hallan en estado de gran deterioro.
El doctor Huertas nos conduce luego a otro pabellón, algo más pequeño que los anteriores, en donde están situados los servicios de lavandería, costurería y depósito de tamo para los colchones; en el piso bajo están la lavandería y el depósito a que nos hemos referido. El departamento de lavandería es una moderna instalación de la casa American Laundry Co., y que consta de los siguientes aparatos, todos debidamente acondicionados en un amplio salón principal, y en uno más pequeño donde están las calderas: salón principal: un aparato de autoclave, el cual atraviesa el muro que divide el departamento de lavandería del salón en donde se recibe la ropa seca.129
FOTOGRAFÍA:
129
Duque Vanegas, “Hospital de San Juan de Dios de La Hortúa”, 9.
JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
▅ CAPILLA Y CONVENTO
De acuerdo con El Tiempo del 8 de febrero de 1926130 , la primera piedra de la capilla fue puesta y bendecida por monseñor arzobispo Ismael Perdomo el día 7 de febrero de ese año. No es claro cuándo fue el inicio de obras, cómo fue su desarrollo o cuándo concluyeron, ya que estas se desarrollaron por iniciativa particular de la orden de las Hermanas de la Caridad.
El diseño del convento y la capilla, a cargo del arquitecto Pablo de la Cruz, resulta poco convencional pues, contrario a anexar el convento a un lado de la capilla como es habitual en la arquitectura religiosa, en este caso el convento se implantó delante de la nave central del templo, de manera que el ingreso del público general se da por los costados laterales de la capilla. El convento, por su parte, se organiza en torno a tres semipatios que reelaboran de manera ingeniosa el concepto tradicional de “claustro”.
Esta construcción no se está haciendo con fondos de la Sindicatura, es empresa exclusiva de la Rda. Madre Pierre Clavert, Superiora del Hospital, quien trabajó constantemente, ayudada de las hermanas de la Caridad, con una generosidad sin segundo, para conseguir fondos para la obra, para dotar este grande Hospital de una capilla que haga juego con las demás edificaciones, fiestas religiosas, bazares, rifas y mil recursos a cual más penosos ha empleado para que la obra no se detenga, y es admirable ver la mano de
130 “La asistencia pública en Cundinamarca”, El Tiempo, 8 de febrero, 1926, 1.
EN EL PATIO DEL CONVENTO. S. F. SOCIEDAD DE
UBICACIÓN DE LA CAPILLA Y CONVENTO. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
CAPILLA DESDE EL JARDÍN. S. F. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
MEJORAS Y ORNATO.
Dios que quiere tener una casa propia en medio del dolor.131
En el edificio del convento funcionó por varios años el Ceads y fue desde allí, luego del cierre del hospital, que trabajó el grupo de Las 40: enfermeras trabajadoras del conjunto que cumplieron labores de cuidado del hospital, a la espera de su reapertura, y lideraron iniciativas para dar a conocer a la ciudadanía la situación de este, como los recorridos del programa “Siga, esta es su casa”.
131 Reseña inédita, existente en el Archivo Histórico Documental de la Comunidad de la Presentación, Casa de Bogotá, Colegio Sans Façon, citado en Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan de Dios, 104.
CAPILLA. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
▅ SAN LUCAS O ÁNGEL CUERVO
Este pabellón, junto con los pabellones Paulina Ponce y San Eduardo, hace parte del grupo de edificios idénticos diseñados por primera vez para el Hospital San Juan de Dios en La Hortúa y ya no para el Manicomio de Cundinamarca. Su construcción inició con la licitación de 1919 siguiendo los planos de Arturo Jaramillo y Alberto Manrique Martín, pero al adoptarse el plan general del conjunto de Pablo de la Cruz este pabellón, junto con los otros dos, fueron adaptados en 1921, cuando aún estaban en obra, con nuevas técnicas constructivas como los entrepisos en concreto realizados por la empresa Cementos Samper132. Su nombre original es pabellón Ángel Cuervo, en honor a uno de los benefactores de la construcción del complejo hospitalario.
El pabellón San Lucas fue también el hogar, luego de 2001, de familias como la de Marlén, trabajadora del hospital, su esposo Rigoberto y sus dos hijos. En el año 2018 los últimos habitantes del pabellón fueron desalojados luego de que no se llegase a un acuerdo con ellos, como sí sucedió con otros antiguos trabajadores habitantes del complejo.
UBICACIÓN DEL PABELLÓN. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
PABELLÓN SAN LUCAS. “LA EXPOSICIÓN DE MISIONES CATÓLICAS”, EL GRÁFICO, 23 DE AGOSTO, 1924, 8.
PABELLÓN DE ENFERMOS PARA EL H. DE SAN JUAN DE DIOS. ARCHIVO CEMENTOS SAMPER. PLANO ANEXO DEL PLAN ESPECIAL DE PROTECCIÓN HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS (IDPC, 2007, INÉDITO).
132 Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan de Dios
FACHADA ORIENTAL DEL PABELLÓN. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
PABELLONES SAN LUCAS Y PAULINA PONCE EN OBRAS DE PRIMEROS AUXILIOS. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
● APROPIACIÓN
* ENTREVISTA A EDUARDO PEREIRA EXTRABAJADOR Y HABITANTE DEL CONJUNTO HOSPITALARIO.
Noviembre de 2020
Habían transcurrido más o menos cuatro años [desde el cierre del hospital en 2001] y empezaron a aparecer los problemas de remate de vivienda por los créditos hipotecarios, y yo estaba con ese lío encima. El que iba perdiendo su apartamento y su casa iba llegando al hospital porque no tenía opción: ya la familia que había prestado plata ya no confiaban en uno. Hacíamos toma de la portería porque la compañía de vigilancia no dejaba ingresar. Yo perdí mi casa en el 2004 y ya había orden de no dejar ingresar más trasteos. Ya había más o menos unas veintitantas familias adentro. La cancha de fútbol estaba funcionando, la alquilaban para partidos. Yo tuve que contratar un furgón, que no se viera que llegaba un trasteo, y yo ponerme una camiseta de fútbol y llegar con un balón en la mano. Cuando me dijeron “¿Para dónde va?” yo dije “Voy para la cancha de futbol”. Dejaron ingresar el furgón y, cuando estuve adentro, bajé mi trasteo. Llegaron los vigilantes y hubo compañeras que me defendieron. Finalmente logré quedarme en la Unidad de Salud Mental P→246
En la Unidad de Salud Mental P→246 estaba la huerta, como un ambiente bonito por las plantas, […] y no había la contaminación que sí había en el edificio central donde había urgencias, hospitalización y salas de cirugía. Uno pensaba en los hijos: [que no hubiera] una infección, una espora, una bacteria. En la Unidad de Salud Mental P→246 no había contaminación. Ese edificio se cerró [para salud] entre 2002 o 2003.
1. UNIDAD DE SALUD MENTAL
2. TORRE QUIRÚRGICA
3,4. UNIDAD DE SALUD MENTAL
5,6,7. TORRE QUIRÚRGICA
8. SAN EDUARDO
9. MANTENIMIENTO
*FOTOGRAFÍAS DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
Ya había un conflicto por los espacios: en Salud Mental P→246 se daban peleas porque ya había alojadas como unas ocho familias para un espacio tan reducido, por los hijos de las familias, por falta de tolerancia, por mucho estrés, por muchos factores que generaban un ambiente muy tóxico allí adentro. Llegaba la policía, hubo agresiones físicas, se rompían los tubos del agua los unos a los otros… hubo peleas duras.
En Salud Mental P→246, por ejemplo, uno adecuaba un consultorio, sacaba todos los elementos, hacía un aseo e instalaba una cama. Como había cocinetas, uno habilitaba una cocineta como cocina. Como había terrazas, uno acondicionaba una piedra como lavandero. Así, uno acondicionaba rústicamente las cosas. Ahí se vivía y empezaba entonces la tarea de pedir solidaridad: ir a Abastos a pedir mercado, ir a sindicatos a pedir solidaridad. Empezaba una dinámica de recurrir a la solidaridad para poder suministrarles alimentos a las familias. Los trabajadores de Bavaria llegaron a donar un día de trabajo como solidaridad […] Porque todavía estaba la condición de permanecer en el sitio de trabajo y firmar la hora de entrada y la hora de salida. Uno temía que le aplicaran lo de abandono de puesto de trabajo. Uno no podía pensar “me voy a trabajar y llego solo a vivir acá”, porque a uno le asaltaba la preocupación de que aplicaran el régimen laboral.
La gente resistió un poco con parte de las cesantías que dieron. Eso duró para unos meses. Pero luego la gente comenzó a rebuscarse haciendo tamales, haciendo empanadas y saliendo a vender. Había pequeños rebusques y se lograba conseguir medianamente lo de la comida. Yo creo que llegaron a vivir unas cien personas que se fueron reduciendo porque la gente no aguantaba.
En torno a la olla comunitaria se socializaban los problemas y entre todos nos ayudábamos. Si había una familia en condiciones muy precarias veíamos cómo le hacíamos el paquetico con arroz, con chocolate… y de afuera llegaba solidaridad. […] La solidaridad fue muy grande, eso fue lo que nos ayudó a resistir. A veces llegaba un carro y pitaba: “Mire que les trajimos un mercado”. Cogíamos el mercado y lo repartíamos entre todos. Lo que llegaba era para todos. Todo se repartía equitativamente.
Ya estábamos en el año 2016. A esa fecha el deterioro había hecho estragos en las instalaciones del hospital. Ya empezó a filtrarse el agua lluvia y empezamos a usar materiales a la mano, como derretir icopor y tapar fisuras, hacer jornadas de saneamiento para tratar de reparar… pero eso con el tiempo nos ganó. Ya era cuestión de recursos: cambiar permeabilización era mucho dinero. Nos tocaba cambiar las cubiertas con tejas, con latas […] y empezaron a desocupar el hospital el proceso de liquidación. Estando ya en esas condiciones y tratando de no [dejar] sacar equipos se formó un conflicto muy jarto, porque nos tocaba hacer de celadores: de noche hacer grupos y hacer recorridos porque de noche era que estaban sacando los camiones llenos de equipos. Empezaron a chatarrizar camas, camillas, mesas hospitalarias. Era una dotación enorme, gigantesca, y la posición era la confrontación: llegaba la policía, [nosotros] tome fotos, denuncie, vaya de un lado al otro […] Toda esa guerra comenzó a desgastarnos mucho. […] Y la policía llegaba y siempre nos decía: “Ustedes no tienen por qué reclamar eso porque ustedes no son los dueños, eso que lo denuncie el dueño”, [nosotros decíamos] “Pero es que este es nuestro lugar de trabajo, este es nuestro hospital”. Todo eso llegó a un punto de desgaste cuando ya llegó la alcaldía de Petro, nos reunió y nos dijo: “Con la sentencia que sacaron ya los acabaron, mejor acepten un arreglo”. Y nos propusieron ayudas en salud, en educación para los muchachos, en vivienda y en trabajo. De todo lo que prometieron, lo que se logró fue la vivienda. Y como las condiciones estaban invivibles, eso estaba atentando contra la salud de todos, entonces nos tocó salirnos. Eso fue como a finales del 2017 que salimos de ahí. Los planes de vivienda estaban casi todos en la periferia de la ciudad. Nosotros cogimos para Bosa y allá vivimos actualmente.
● OBJETOS
*JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ SOCIÓLOGO E INVESTIGADOR DEL IDPC
Plataformas como YouTube, secuencias fotográficas, artículos de prensa de la época y otros productos gráficos ampliamente difundidos han ayudado a consolidar una particular imaginería del cierre del hospital entre 2001 y 2018, que tuvo por principal objeto documentar el estado físico de las instalaciones del San Juan de Dios en su abandono estatal, al tiempo que retrata a los personajes que en este lugar habitaron. Para un espectador desprevenido, sin contexto, tales fotografías y videos podrían pasar casi como un ensayo visual surrealista: en estos se representa a hombres y mujeres deambulando en medio de camillas, instrumentos quirúrgicos, archivos médicos, fotografías olvidadas, señaléticas hospitalarias, carteleras de campañas higiénicas y un montón de otros objetos que parecen ser abstraídos de su contexto original, un hospital, para ser ubicados “aleatoriamente” en algo que recuerda mucho a un hospital, como una especie de lugar disfrazado de sí mismo. Al cabo de un tiempo el espectador entiende de dónde viene esta extraña sensación de “hospital que recuerda a un hospital”; y es que, aunque son los objetos los que evocan ese uso hospitalario y, por tanto, son los objetos los que dan forma al espacio más que la arquitectura propiamente dicha, el lugar en cuestión había dejado de ser un centro médico para volverse, en cambio, un hogar. Por ello tampoco se puede decir que en este conjunto de imágenes los objetos registrados parezcan tener sobre ellos esa sombra del abandono: a lo sumo se puede decir que lucen desvencijados, viejos o rotos; pero lo notorio es que en tales imágenes los objetos son tan protagonistas como las personas que los han integrado en su cotidianidad. Dicho de otra forma: estas personas vivieron con los objetos y en los objetos del hospital. En un video disponible en la plataforma YouTube subido en marzo de 2012, un entrevistador de quien solo oímos su voz le pregunta a Edelmira Arias, una habitante del edificio de Salud Mental P→246, por qué no ha quitado de la puerta del consultorio que era entonces su habitación el cartel con el nombre del médico que allí trabajaba. Ella responde: “No, ¿por qué lo vamos a quitar? Si él vive… ¡el Hospital está vivo!”133
133 Diego Mauricio Cardozo, dir., Hospital “San Juan de Dios”, Crónicas Urbanas [video], 22 de marzo de 2012, https://www.youtube.com/watch?v=0byjDSZCUKo&list=PLhzlGi_pL2C2j3sZNBjJMSllrdjaXsbuW&index=4&t=24s
1. SAMPER CARRIÓN.
2. SAN LUCAS
3. MANTENIMIENTO
4. SAN LUCAS
5, 6. UNIDAD DE SALUD MENTAL
7. EQUIPO DE FÚTBOL FRENTE AL EDIFICIO SAN JORGE
8,9,10. TORRE QUIRÚRGICA
11. PAULINA PONCE
12. UNIDAD DE SALUD MENTAL
13,14. MANTENIMIENTO
*FOTOGRAFÍAS DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
Desde hace unos años ya nadie habita en el conjunto hospitalario y los objetos, antes incorporados en un espacio de cotidianidad y readecuados en función de esto, ahora han vuelto a su carril original en cuanto testigos del antiguo funcionamiento hospitalario, como si nada más que el tiempo hubiera pasado desde el cierre. Por eso esta narración, como testigos, esta vez sí se hace desde el abandono, pero también desde lo efímero, puesto que, entre otras cosas, las obras de restauración y readecuación de los edificios han tenido por tarea limpiar progresivamente cada superficie de las viejas huellas, adentro y afuera de los edificios. Entre el movimiento de las obras los objetos aparecen aquí y allá desperdigados, deteriorados y olvidados. Como ejercicio imaginemos el funcionamiento de la memoria como un espacio donde hay una serie de objetos, cada uno de los cuales se despliega más allá de sí mismo en forma de proyección; y tal proyección, en virtud de su fluidez, termina siendo más que un reflejo fiel del objeto, pues es capaz de vincularse con otras proyecciones e incluso dar forma a nuevos “objetos” que no están en el espacio. Aunque el objeto físico pareciera entonces ya no ser necesario, este quedará allí como un camino de vuelta o una necesaria ancla de origen. Imaginemos ahora un mundo que hubiera logrado por fin deshacerse completamente de sus objetos obsoletos: sabemos que muy probablemente la capacidad de recordar no quedaría comprometida, pues eso es lo que hacemos los humanos, pero no quedarían tampoco entonces las anclas donde repose lo recordado.
▅ UNIDAD DE SALUD MENTAL
De acuerdo con el estudio histórico del PEMP Complejo Hospitalario San Juan de Dios, este bloque fue construido en 1968. Fue uno de los edificios con los que se buscó modernizar el conjunto y por ello es contemporáneo con la Unidad Primaria de Atención (UPA), la torre docente y el almacén que luego se adaptó como Unidad de Rehabilitación Psiquiátrica.
Este edificio fue de los últimos en cerrar en 2001 y tras ello fue habitado por numerosas familias de trabajadores. Es el caso de personas como Eduardo Pereira, que vivió en una de las alas del bloque con su esposa, su suegra, sus tres hijas, una gata y una perra.
UBICACIÓN DE LA UNIDAD DE SALUD MENTAL. ELABORACIÓN PROPIA, 2022.
UNIDAD DE SALUD MENTAL, FACHADA OCCIDENTAL.
LA HUERTA DE SALUD MENTAL
La Unidad de Salud Mental implementó, como parte de la terapia para sus pacientes, una huerta en el costado sur del edificio. Luego del cierre, Edelmira Arias, una trabajadora que fue también habitante de esta edificación, se encargó de darle continuidad y durante un tiempo se vendieron allí huevos y miel, y se recibió a todo aquel o aquella que quisiera informarse de la situación de los trabajadores en el conjunto. Sin quién la mantuviera, la huerta ya se ha desdibujado por el crecimiento de la naturaleza, aunque las flores sembradas todavía siguen floreciendo como gesto de persistencia.
ASPECTO ACTUAL DE LA HUERTA. FOTOGRAFÍA: JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
▚ VECINDAD URBANA
Las primeras décadas del siglo XX habían dejado consolidado el imaginario del sector de La Hortúa como un territorio enfermo. Sin embargo, con el crecimiento de la ciudad y las transformaciones sociales de mediados de siglo, dicho imaginario también cambió. Para las últimas décadas del siglo XX la zona de La Hortúa seguía siendo el sector que más instituciones médicas albergaba en Bogotá, pero esto ya no era un sinónimo de enfermedad, sino, por el contrario, de salud. La consolidación de instituciones como el hospital de La Samaritana, el Instituto Cancerológico, el Instituto Lleras Acosta, el hospital de La Misericordia y el de Santa Clara, entre otros, había dado lugar lo que los médicos bogotanos conocían a finales del siglo XX como el “cordón de la 1.ª”134. Así se referían a las instituciones que se agrupaban en las inmediaciones de la calle 1.ª y entre la carrera 10.ª y la avenida Caracas.
Además de la llegada de nuevas instituciones de salud, la ciudad había crecido e integrado el hospital al tejido urbano, que para finales del siglo XX ya contaba con casi cinco millones de habitantes135. Con la consolidación del sector de La Hortúa aparecieron nuevos barrios y vecinos que complejizaron el imaginario social y político del hospital. Ejemplo de esto son los barrios San Bernardo y Policarpa Salavarrieta,
cada uno ubicado a un costado del Hospital San Juan de Dios.
Por el norte, colindado con la zona más antigua de la ciudad, el barrio San Bernardo comenzó su urbanización en la década de 1930, en los predios que habían pertenecido a la quinta de Ninguna Parte y a la de Jacinto Corredor136 . La vocación comercial y de vivienda del sector estuvo presente desde sus inicios y, como lo recuerdan pobladores y vecinos137, su economía se basó de manera importante en los servicios que prestaba al hospital. Restaurantes, funerarias, sobanderos y droguerías, entre otros, fueron los comercios en los que incursionaron los habitantes del San Bernardo aprovechando la vecindad de los distintos hospitales, incluido el San Juan de Dios.
Por su parte, el barrio Policarpa Salavarrieta, que se adhirió al muro sur del hospital, representa la realidad social, urbana y política de la segunda mitad del siglo XX. El barrio inició como una solución autogestionada y temporal de vivienda por parte de los inmigrantes desplazados de la violencia que no habían logrado obtener el apoyo de las instituciones gubernamentales como el Instituto de Crédito Territorial. Así, en 1961 se instaló la familia de Rosa Buenaventura que construyó una caseta adosada al muro sur
134 Tomado de entrevista al Dr. Gabriel Rueda, Hospital San Juan de Dios, 24 de marzo de 2022.
135 DANE, “Población y vivienda en el censo de 1993”, https://www. dane.gov.co/files/investigaciones/poblacion/poblacion_vivienda/poblacion_colombia.XLS
136 Juan Carrasquilla Botero, Quintas y estancias de Santafé y Bogotá (Bogotá: Banco Popular; Fondo de Promoción de la Cultura; L. Fas Producciones Editores).
137 Así lo recordaron Rosalba Wilches y Duvar Caicedo, en el recorrido realizado el 21 de agosto de 2022, y Gabriel Rueda, en el recorrido realizado el 24 de marzo de 2022.
VISTA BARRIO POLICARPA SALAVARRIETA DESDE LA TORRE QUIRÚRGICA. FOTOGRAFÍA: ADRIANA URIBE ÁLVAREZ, 2022.
VISTA BARRIO SAN BERNARDO DESDE LA TORRE QUIRÚRGICA. FOTOGRAFÍA: ADRIANA URIBE ÁLVAREZ, 2022.
del hospital138. La estrategia de ocupación del territorio “ocioso” fue atacada fuertemente en varias oportunidades por la policía, pero cada vez llegaron más habitantes que desplegaron ingeniosas estrategias para combatir la arremetida de la autoridad local139. Entre casas móviles y planes para evitar llamar la atención de las autoridades, lograron ocupar la totalidad del territorio que para la década de 1980 se ubicaba entre las calles 2.ª y 5.ª sur y las carreras 10.ª y 12.
Con estas vecindades, para finales del siglo XX el Hospital San Juan de Dios había logrado crear unas relaciones de amistad, solidaridad y dependencia. Cuando hablamos del cierre del hospital en 2001 debemos hablar también del efecto y las secuelas que esto dejó en sus vecinos, pues además del impacto para empleados, pacientes y el sector de la salud en Bogotá y el país, fueron también sus vecinos los que se vieron afectados y los que apoyaron, y aún hoy lo hacen, la reapertura y el cuidado de la institución. Si hoy una palabra define al sector de La Hortúa, el hospital y sus vecinos, es la resistencia; este concepto había empezado a aparecer en los relatos del sector desde mediados del siglo XX con la consolidación del barrio Policarpa y las protestas estudiantiles por el hospital en las décadas de los 1960 y 1970. A partir de estas protestas se generaron lazos de solidaridad entre el conjunto hospitalario y el barrio que se hicieron manifiestos en las luchas de los trabajadores por la rei-
vindicación de sus derechos laborales después del cierre en 2001.
Por su parte, el barrio San Bernardo también se ha unido a las consignas del hospital pues, como este, ha sufrido el impacto económico del cese de actividades y, con este, los efectos sociales y urbanos del detrimento patrimonial. Hoy la comunidad que aún hoy habita este sector discute activamente los proyectos de renovación urbana que buscan transformar el hospital y el barrio sin tener en cuenta el tejido social que allí se ha construido por años.
138 María Elvira Naranjo, ed., Barrio Policarpa Salavarrieta 50 años (Bogotá: Impresol Ediciones, 2011).
139 Naranjo, Barrio Policarpa Salavarrieta
● RAYONES
*ADRIANA URIBE ÁLVAREZ
HISTORIADORA E INVESTIGADORA DEL IDPC.
1, 2. CUNDIFARMA
3. SAN EDUARDO
4, 5, 6. TORRE QUIRÚRGICA
7. PAULINA PONCE
8. UPA
9. UNIDAD DE SALUD MENTAL
*FOTOGRAFÍAS DE JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
Desde la infancia sabemos que los muros son guardianes de nuestros secretos. Que una inicial escrita en la pared podrá recordarnos muchos años después el momento en que decidimos dejar marcada nuestra presencia en un lugar. Así, los muros del Hospital San Juan de Dios guardan recelosos los nombres de diferentes cohortes de graduandos, los dibujos infantiles de niños que crecieron en sus edificios, las peticiones de protestas que acompañaron años de lucha, y los poemas y desahogos de quienes quizá vivieron sus momentos más oscuros en el hospital. Esta galería recoge algunas de las huellas que con intención de recordar y desahogar dejaron quienes pasaron por el San Juan. Hoy las leemos como quien ojea un diario ajeno buscando alguna pista de lo que significó estar ahí estudiando, luchando, curándose o sencillamente viviendo. 1
● CALENDARIOS
*ADRIANA URIBE ÁLVAREZ
HISTORIADORA E INVESTIGADORA DEL IDPC
El tiempo es la materia prima de mi quehacer. Mi trabajo como historiadora no es otro que el de esculcar en el pasado y proponer un orden en el tiempo a todos esos rastros que encuentro desperdigados. Sin embargo, al pararme frente a los calendarios que todavía cuelgan de los muros del San Juan de Dios me paralizó. Esos artefactos para medir el tiempo me dicen mucho y a la vez no me dejan decir nada. Me hablan de unas personas que habitaron y usaron esos consultorios, salas y corredores quizá cuando habitaron el conjunto. Me hablan de los casi diecinueve años que duraron viviendo en el San Juan y, sin embargo, me siento incapaz de insuflar con vida esos calendarios. ¿Por qué no están rayados? ¿Por qué no hay señalada ninguna fecha, un cumpleaños, un aniversario, un recordatorio? ¿Serían acaso meros mecanismos para tratar de evadir la monotonía del tiempo, para hacerse a la idea de que un lunes debe sentirse diferente a un sábado o febrero diferente de noviembre?
2000, 2001, 2009, 2010 y 2018. Estos calendarios son, además, la huella de los momentos más difíciles del San Juan de Dios. Desde los últimos años de funcionamiento, con sus innumerables propuestas para afrontar la crisis financiera, la llegada de los primeros trabajadores a vivir en el hospital y la estocada definitiva del corte de luz ese lunes 3 de septiembre de 2001. Y lo que vino después, esa historia todavía no muy contada de la vida que transcurrió por diecinueve años en los que el hospital se convirtió en hogar o siguió siendo el lugar de trabajo, aunque fuera sin pacientes.
1. PAULINA PONCE.
2. TORRE QUIRÚRGICA
3,4. UNIDAD DE SALUD MENTAL
5. CASA CURAL
* FOTOGRAFÍAS JOHAN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
2001: me inquieta profundamente que sea el único calendario que aparece intacto en la pared, sin rasgaduras ni humedades. Además, es un calendario únicamente del segundo semestre del año, de esos meses en los que la Junta Directiva de la Fundación San Juan de Dios dijo que la única salida era la liquidación, en los que Codensa emitió su último plazo para saldar la deuda de energía que tenía el hospital. Esos meses en los que una a una iban cerrándose las puertas para la salvación del San Juan, en los que cada día había una nueva noticia en la prensa sobre el futuro incierto del hospital más importante del país; y, sin embargo, el calendario está impoluto. ¿Será que alguien lo cuidó? ¿Será que, aunque no esté subrayado, alguien pensó que era importante que permaneciera intacto en la memoria como el origen de una historia? Quiero pensar que así fue, para sentir la vida que está detrás de esas fechas que hoy parecen lejanas.
Como historiadora me rindo ante la humanidad del San Juan. Mis archivos, mi bibliografía, mis notas de prensa y mis horas frente al computador organizando esta historia no son suficientes para llenar de vida esos días que pasaron entre el 2001 y el 2020 los extrabajadores y habitantes del hospital. Ante algo tan frágil y tan sensible como la cotidianidad, siento que mi formación no alcanza. Puedo soñar y fantasear con la vida que sucedió allá adentro, puedo reunir testimonios y buscar a quienes vivieron ahí, pero esos calendarios solo me dejan rozar con las puntas de los dedos la inexplicable relatividad del tiempo vivido. Hoy parece lejano, hoy parece que pasó rápido, hoy parece que ya está superado. Y, sin embargo, esos años que puedo resumir brevemente son la vida entera de alguien más, que yo contemplo desde afuera, con asombro, llena de dudas sobre lo que sucedió en ese tiempo que no puedo tocar.
▚ LOS PRÓXIMOS PLANES
PARA EL CONJUNTO HOSPITALARIO: JARDINES Y ESPACIO PÚBLICO
La Empresa de Renovación Urbana (ERU) y la Sociedad Colombiana de Arquitectos convocaron en mayo de 2021 a un concurso privado “para el diseño de proyectos emblemáticos de espacio público y jardines interiores” del Hospital San Juan de Dios, cuyos ganadores fueron los arquitectos Jaime Eduardo Cabal Mejía y Jorge Emilio Buitrago Gutiérrez, de la firma De Arquitectura y Paisaje S. A. S. El planteamiento de un nuevo desarrollo de los espacios colectivos del conjunto es una buena excusa para formular algunas preguntas como, por ejemplo, ¿para quienes están pensados tales espacios? ¿Cuáles son las memorias que podrían subyacer en estos? ¿Cuál podría ser la mejor manera de aprehender estas memorias? ¿El resguardo de estas memorias es “compatible”, por decirlo de alguna forma, con la nueva imagen que se busca dar al conjunto? Para hacer estas consideraciones partamos de los orígenes y las particularidades del espacio público en cuestión. En primera medida, no hay constancia de la existencia de un plan maestro “original” de jardines y espacios públicos con el que se hubiera concebido al conjunto hospitalario. En la memoria del proyecto presentado por Pablo de la Cruz en 1921 no hay mención o comentario alguno sobre el para qué de los jardines y espacios abiertos, más allá de que el pabellón de tuberculosos tendría que aislarse del resto por medio de un muro y una arboleda. En general, De la Cruz estaba mucho más preo-
cupado por el diseño de los pabellones y la forma de separarlos, que por lo que debería suceder entre estos.
Ahora bien, en su plan general de 1921, el arquitecto estructuró el diseño del conjunto en torno a tres vías principales que atravesarían el predio en sentido oriente-occidente. Este trazado de vías da origen, a su vez, a tres franjas de terrenos; De la Cruz ilustra, en las dos últimas, varios caminos sinuosos que recuerdan el jardín tipo inglés; mientras que en la primera, que contiene a los primeros edificios del hospital, se representan tapetes geométricos regulares al estilo del jardín francés. Esta combinación de jardín inglés —irregular— y jardín francés —simétrico—, poco común para la época, será la misma que De la Cruz propondrá una década más adelante para el Parque Nacional Olaya Herrera en Bogotá. Esto ya es un primer indicio de la concepción que tenía De la Cruz de estos espacios: de forma similar al parque Nacional, estos serían trozos de naturaleza domesticada, al lado de la gran ciudad, para el paseo contemplativo. El principio promovido por esta arquitectura hospitalaria es que, así como la separación de los pabellones cumplía una función higienista, el paisajismo entre estos para la contemplación y el paseo prestaba a su vez una importante ayuda terapéutica a pacientes y visitantes. Finalmente, estos trazados no se desarrollaron tal cual el plano.
Para la inauguración del conjunto hospitalario en 1926, a las extensas descripciones sobre la planta física presentadas en la prensa se incluyó esta sobre los jardines del hospital:
JARDÍN CENTRAL O FUNDACIONAL, CA. 1930. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
JARDÍN CENTRAL O FUNDACIONAL, CA. 1930. SOCIEDAD DE MEJORAS Y ORNATO.
Flores geométricamente plantadas, artísticamente perdidas y confundidas entre los surcos paralelos a veces, caprichosos y anacrónicos otras, pero siempre entonando su himno de belleza y de arte al hermano cielo azul que les cubre. En el centro de cada jardín, alimentado por un tubo de dos pulgadas de diámetro, una alberca en forma de óvalo rebosa el agua transparente y misericordiosa, que se ofrece sin sala para alimentar el polen de las flores que la rodean. Hoy son unos jardines incipientes; dentro de un año será un parque majestuoso en cuyo centro ha de estar incrustado como un diamante entre esmeraldas y rubíes, el hospital de San Juan de Dios.140
Una aerofotografía de 1935 y algunas fotografías del mismo periodo que conserva la Sociedad de Mejoras y Ornato muestran el estado de las áreas libres antes de las masivas transformaciones de las siguientes décadas: jardines de elaborados tapetes geométricos compuestos por jardineras y arbustos bajos en el jardín fundacional (entre Administración P→70 y Cocina P→98) y, delante de la capilla P→220, un jardín con senderos un poco más irregulares frente a la gran explanada del pabellón de maternidad (hoy IMI), jardines de tapetes más sencillos entre los tres pabellones generales, una alameda paralela a toda la calle 1.ª y bosques de eucaliptos en la zona sur, en inmediaciones del Laboratorio Samper P→134 y el pabellón de Enfermedades Tropicales P→102. Este jardín urbano se complementaba con un sistema de pérgolas que cumplía en principio una función operativa, la de conectar los pabellones
al resguardo de la intemperie, y que además contaba en algunos puntos con quioscos para el encuentro o el descanso de los visitantes.
Las décadas siguientes, que se corresponden con la modernización física del conjunto y las transformaciones del modelo de atención médica, introdujeron un cambio significativo en cuanto a la definición de un espacio común: la prescindencia del jardín como espacio terapéutico. El principal signo de ello es la centralización de los servicios en un bloque hospitalario sin ningún tipo de espacio verde abierto, el cual además excluye al visitante como un actor en el territorio; adicionalmente hay que mencionar la construcción de este bloque sobre los antiguos jardines, la eliminación de la zona verde frente al IMI por la prolongación de la carrera 10.ª y la paulatina conversión de los jardines internos en parqueaderos y canchas de fútbol. Incluso, hay registro de la formulación de planes de remodelación del conjunto en los años 1970 que buscaban prescindir de toda área verde para transformarla en cupos de parqueo. Pues bien, en una nueva vuelta de tuerca, estos parqueaderos cumplieron de forma efectiva —en un conjunto entonces carente de espacios de encuentro— el papel de espontáneas plazas de reunión, lugares cruciales para la movilización y la protesta en los más críticos momentos de crisis y cierre. Algunas veces incluso fueron los lugares de reunión de los habitantes del conjunto. Por ejemplo, una conocida plaza de activismo tras el abandono estatal del hospital fue el parqueadero frente al pabellón de San Eduardo, sobre la carrera 10.ª. A la sombra del Che y de las consignas políticas grafiteadas en el muro de San Eduardo, en este
140 Duque Vanegas, “Hospital de San Juan de Dios de La Hortúa”, 11.
lugar se hicieron ollas comunitarias, plantones y otros eventos con los que se buscaba llamar la atención sobre la situación del San Juan. En una muy rápida síntesis, el espacio público del hospital podría narrarse entonces, pese a la intención administrativa de hacer de este un parqueadero, como el entronque histórico del espacio terapéutico con la plaza política.
Hoy el anuncio de reformas en el hospital es un motivo de tensiones que nos lleva a preguntar cómo se están concibiendo, y para quiénes, el recinto del conjunto hospitalario y sus áreas libres. Una anécdota corta: históricamente, las más de veinte hectáreas del predio del hospital han sido una dura barrera urbana para los barrios de sus costados, San Bernardo y Policarpa; por ello las bases del concurso de jardines y espacio público del año 2021 propusieron la integración de estos dos sectores a través de una alameda que atravesaría el hospital. En un evento de la Empresa de Renovación Urbana (ERU) relativo al concurso, un líder del sector, preocupado por la seguridad del conjunto, comentaba informalmente: “¿Para qué van a hacer una alameda? La gente siempre ha caminado, siempre le ha dado la vuelta al hospital y eso no es un problema”. Pese a aquellos actores que abogan por no modificar el carácter cerrado del hospital, la propuesta que resultó ganadora presentó como principal misión la proyección del hospital hacia el exterior. Se lee textualmente en la memoria del proyecto el objetivo general de “Reconciliar al hospital con la estructura urbana y de paisaje de Bogotá”, del cual se derivan las tareas de activación y permeabilización de los bordes del complejo hospitalario y la articulación del
gran predio con el tejido urbano de su contexto. En este caso, el equipo diseñador debe maniobrar con unos límites del conjunto hospitalario muy diferentes a aquellos con los que contó la propuesta general de 1921. En el proyecto de De la Cruz, por ejemplo, el conjunto daba la espalda al sur bogotano porque era allí donde la urbe terminaba. Tampoco existía el duro borde oriental de la avenida 10.ª, pues el terreno se cerraba por ese costado por la estructura del pabellón de maternidad que era anterior al proyecto de 1921.
Por su parte, de puertas hacia adentro, las tareas puntuales que plantea el equipo ganador son la instalación de un sistema polifuncional de pérgolas, la implementación de un plan de vegetación y el desarrollo de estrategias para “mantener una memoria viva”. A propósito de esto último, es significativo el hecho de que en el proyecto se cuestione de alguna forma la relación existente entre el espacio público y las distintas memorias contenidas en el hospital, en medio de un panorama donde el debate sobre qué hacer con los edificios parece eclipsar el resto de posibles reflexiones alrededor del San Juan de Dios. Ahora bien, ¿cuáles son las estrategias mencionadas en la memoria descriptiva del proyecto para mantener esta “memoria viva”? Estas son en esencia dos: “conservar las huellas de los trazados originales de los senderos y jardines”, y desarrollar dentro del conjunto una propuesta museográfica a cielo abierto sobre la historia del conjunto hospitalario.
Es curioso que los diseñadores no incluyan bajo su concepto de “memoria viva” los múltiples guiños que hacen a una cierta memoria espacial del
conjunto, incorporados estos en la conceptualización de los espacios planteados. En síntesis, la propuesta busca en particular desarrollar cinco espacios que son la alameda sobre la calle 1.ª; la plazoleta La Hortúa frente al edificio de Administración P→70; la plazoleta Concepción (por Concepción Villaveces, una de las benefactoras del hospital) frente a la carrera 10.ª —en el espacio que dejaría la demolición de la UPA—; el llamado “jardín fundacional”, entre el edificio de Administración P→70 y Cocina P→98; y los jardines terapéuticos, entre los pabellones sobre la calle 1.ª. Así, por ejemplo, la alameda propone, en vez de una reja o muro de seguridad, la construcción de un foso para limitar el acceso al predio y que recuerda la acequia que pasó por allí; la plazoleta Concepción perpetúa el carácter de espacio cívico que tuvo la explanada frente al pabellón de San Eduardo, mientras los jardines terapéuticos serían la reelaboración conceptual de esos primeros jardines paisajísticos con que se inauguró el Hospital. En general es un planteamiento interesante, pero ¿podría, adicionalmente, desarrollarse otras estrategias de memoria del espacio, además de la reproducción figurativa de lugares que ya existieron?
Una posibilidad que ya se planteó en el proyecto son los “itinerarios” museográficos que deben atravesar el conjunto hospitalario. Otra opción podría provenir de una de las zonas que, aunque hace parte del reto de activación de bordes, es una de las menos desarrolladas en la propuesta ganadora, como es el costado sur del predio. A este se le identificó en el proyecto como un borde recreo-deportivo, por su colindancia con el barrio Policarpa, y sobre él se plantearon, para
un posible desarrollo, las unidades de paisaje llamadas inicialmente como “bosque conmemorativo”, “jardín recreativo” y “jardín de huertas”. Justamente allí se halla la antigua huerta de la Unidad de Salud Mental P→246, un espacio que originalmente apareció vinculado a este edificio para actividades de rehabilitación mental y que luego, tras el cierre, fue apropiado por una de las trabajadoras que residió en la unidad. Durante el tiempo en que habitaron allí los trabajadores, la huerta aparece en las historias de los ciudadanos y ciudadanas que se acercaron para conocer la situación del San Juan de Dios: fue un lugar de visibilización y de discusión sobre la suerte del hospital. La huerta entonces puede entenderse como ese símbolo del vínculo entre espacio terapéutico y lugar político, como son los espacios públicos mismos del conjunto. Pudiera ser que, con motivo de los próximos planes de intervención del conjunto, sea posible aprovechar la vecindad con el barrio Policarpa para reactivar la huerta, no bajo el título de lo “recreo-deportivo”, sino como espacio de integración con la ciudadanía, de trabajo comunitario y, ante el actual esfuerzo de readecuación de las instalaciones a sus condiciones originales, como lugar donde se haga memoria de los años de cierre y abandono del San Juan de Dios.
● VACÍOS
ANA MARGARITA SIERRA PINEDO HISTORIADORA E INVESTIGADORA DEL IDPC.
Las paredes del San Juan siguen en pie; muchas de ellas, al menos. Y, en ellas, las marcas de unas vidas, hijas de un tiempo roto, aguardan. Rótulos, letreros descoloridos, dibujos, cenefas, carteles, avisos incompletos, apuntes y poemas integran, entre incontables huellas de distinto cariz, la colección de inscripciones que puebla las paredes y se despliega por cada edificio del hospital. Esta grafía de gestos abandonados, pero aferrados aún a los espacios, se entreteje con el rastro dejado por el éxodo de otras marcas, unas ahora ausentes, desaparecidas. El San Juan está cubierto tanto por los trazos que se quedaron en sus muros, como por las señas de la ausencia de otros tantos, es decir, por sus vacíos. Ambos, presencias y vacíos, componen una suerte de película o membrana que, adherida a la extenuada corpulencia de sus muros, los reviste enteros.
Ya no está lo que estuvo colgado, pegado o clavado en estas paredes. Lo que queda, entonces, es la composición de vacíos que cada uno de los objetos ausentes dejó al ser arrancado, descolgado, retirado. Algún nivel de estabilidad les debió ser conferida: la pintura cambió de color mientras ellos, los objetos, continuaron en su lugar cumpliendo su encargo y, revelándonos, a la postre, su paso por el hospital, o sea, su existencia en el mundo. Su permanencia quedó manifiesta y, asimismo, su ida y su falta devenidas vacío.
1. SAN LUCAS
2. PAULINA PONCE
3. TORRE QUIRÚRGICA
4. UPA
5. ENFERMEDADES TROPICALES
6. CONVENTO
7. SAMPER CARRIÓN
8. CONVENTO
*FOTOGRAFÍAS DE JOHN FARFÁN
RODRÍGUEZ, 2021.
Mencionar lo que parece evidente puede, a veces, ser útil para entrar en las regiones sombrías del pensamiento: dos rectángulos verticales gemelos en fondo azul celeste, otro par horizontal en fondos blanco y terracota, uno verde claro, un dúo desafinado en crema; pedazos de un afiche y un dibujo que no quisieron irse del todo, quitados de afán o quizás arrancados con rabia y tedio. Una X formada por la pantalla descolgada sobre su propia huella; cáscaras de tomacorrientes, hoyitos sin chazos ni puntillas que llenan las paredes de pecas (o de disparos). Un plano cartesiano fortuito que parece advertir las coordenadas del vacío, proyectar su envergadura y sus límites difusos.
El San Juan está lleno de presencias idas, de gente y de cosas que faltan. Está ocupado por pequeños vacíos encuadrados, delimitados, y por unos más grandes, pero vagamente perceptibles que, por ser tan hondos, se vuelven abismos. Me pregunto por la profundidad y el relieve de esos microvacíos individualizados y con límites bidimensionales claros: ¿de qué manera están ellos emparentados con el vacío primordial, con el vacío mayor, el ininteligible? Sean concretos y específicos, o bien misteriosos e indeterminados, los vacíos atraen la temperatura del entorno hacia su centro recóndito.
Imagino que el San Juan es un gran vacío en medio de la ciudad atiborrada. Desde su núcleo se ramifica lo que se fue y la ausencia grande de lo que ya no es produce un eco inaudible que nos circunda. Como todo vacío, el del San Juan se compone de una sustancia evasiva y secreta, pero poderosa y tenaz, de modo que no precisa ser llenado. Él no es, precisamente, llenable. La pretensión de llenar un vacío será siempre soberbia y prosaica. Los vacíos no se llenan, y menos aún con efectismos y simulaciones; ni tampoco se pueden sellar, aunque la cobardía propia del pragmatismo bienhechor y de la abyección le levante tapias y le cierre sus puertas para no verlo y para que no vea, para fabricar la ilusión de que no existe.
¿Sobre qué se puede hablar cuando hay que hablar del Hospital San Juan de Dios de Bogotá? Por ejemplo, sobre la constitución física de los edificios que componen el conjunto hospitalario, los lenguajes arquitectónicos o los periodos constructivos por medio de los cuales se ocupó progresivamente el predio de la calle 1.ª con carrera 10.ª. Hablar sobre esos magníficos pabellones que simbolizan hoy la empresa de comienzos del siglo XX de dotar a la ciudad de una infraestructura que respondiese a los adelantos de su época en el campo de la medicina: un esfuerzo de modernización de la planta física hospitalaria heredada de la Colonia que ha merecido que tales edificios se hayan ganado un lugar en la historia de la arquitectura en Colombia y se prevean estrategias para su recuperación material, como el Plan Especial de Manejo y Protección del año 2014. O hablar justamente sobre esa evolución en la forma de concebir y atender al ciudadano enfermo, desde los orígenes del hospital como institución religiosa y caritativa hasta el apogeo de la medicina higienista, y de cómo esas sucesivas transformaciones, no solo en lo referente a los procedimientos hospitalarios sino, además, en la conceptualización de la enfermedad, dieron forma a un sistema nacional de salud en el cual el hospital fue símbolo y estandarte. O hablar de los personajes que han vivido desde adentro estas mutaciones porque han sido precisamente ellos quienes han empujado los engranajes del cambio: el ciudadano necesitado en la Santafé colonial que debía ponerse en manos de la misericordia para poder aliviar la enfermedad, el asilado excluido en los extramuros de la ciudad, el personal médico que se formó y trabajó en el hospital, el trabajador que adaptó consultorios y laboratorios como lugar de vivienda, el grupo de enfermeras que cuidó con tenacidad al hospital tras su cierre…
Hablar sobre el Hospital San Juan de Dios supone actualmente enfrentarse a una multiplicidad de discursos, de símbolos, de significados que los ciudadanos han levantado alrededor de los edificios existentes y que desborda, justamente por su complejidad, todo intento de contenerlos en un estudio histórico o
arquitectónico. Ahondar en el tema pareciera que conllevara, paradójicamente, dejar cada vez más cosas por fuera; pero la tarea sigue estando presente, pues hoy se hace necesario hablar sobre el San Juan de Dios, aunque esto irremediablemente resulte en la incompletitud. Es de esta manera, desde la incompletitud, que conscientemente se ha asumido tal tarea en esta guía: en principio, se ha partido de descentrar la mirada de los aspectos arquitectónicos que en los últimos años han eclipsado las discusiones sobre el conjunto hospitalario para abordar también los procesos territoriales, los agentes sociales, los procesos colectivos que subyacen a sus aspectos materiales; pero con este interés de ampliar la mirada e incluir otros enfoques no se busca dar forma a un estudio definitivo, completo, cerrado, del hospital. Esto es así no solo porque es inabarcable en un documento la multiplicidad de significados contenidos en el hospital, como ya se dijo, sino además porque podemos decir que eso que falta, eso que complementa el relato del conjunto es aquello que debe aportar el lector o lectora. De ahí que este texto se haya pensado en términos de guía, es decir, un medio, un acompañante, una excusa para que volvamos a reunirnos como ciudadanos en torno al conjunto hospitalario de La Hortúa (al menos desde el papel).
En el 2002 el Conjunto Hospitalario de San Juan de Dios en La Hortúa, junto con el Instituto Materno Infantil, fueron declarados monumentos nacionales por la Ley 735, “en reconocimiento a los señalados servicios prestados al pueblo colombiano durante las distintas etapas de la historia de Colombia”. Esta declaratoria se da un año después de su cierre y en este contexto se entiende entonces que es en parte un mecanismo legal para posibilitar su reapertura; no obstante, se trata de un reconocimiento no solo necesario, sino, a pesar de lo tardío, muy merecido. Por otro lado, tal acción de “monumentalizar” no es otra cosa que grabar en piedra (como los primeros monumentos de la historia, como las placas conmemorativas del hospital), bajo el aparato estatal burocrático, lo que ya había nacido de forma fluida en la experiencia vital de unos ciudadanos de a pie que comparten un espacio en común. Los servicios prestados por el hospital a los que alude la
UNIDAD DE SALUD MENTAL. FOTOGRAFÍA JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021
mencionada ley poseen una importancia inconmensurable para la sociedad colombiana, desde la instalación de la orden religiosa en la Colonia hasta el cierre de la institución en el siglo XXI; pero lo que hoy le confiere un valor “patrimonial” al conjunto hospitalario no es exactamente la existencia por sí mismos de tales servicios, ni siquiera las características físicas excepcionales de los edificios, sino la transcendencia que hemos reconocido de dichos servicios y edificios en nuestra historia colectiva.
Ensayemos a desdoblar un poco el concepto de patrimonio. Nada es patrimonio por sí mismo. Aquello que hace patrimonial a lo que le damos este título es el valor que como miembros de un conjunto reconocemos en ello. Es decir que lo patrimonial habla esencialmente de un pacto colectivo, uno por el cual le transferimos a algo el poder de contener, como un objeto místico, nuestra propia historia en comunidad, y patrimonio es entonces tanto el mismo pacto como aquello en lo que se cristaliza; de ahí que sea tan difícil de resumir en las categorías tradicionales de patrimonio inmueble o arquitectónico, patrimonio mueble y patrimonio inmaterial. El Conjunto Hospitalario de San Juan de Dios en La Hortúa contiene nuestra memoria como ciudadanos que transitamos en torno a la necesidad colectiva de atención en salud, y es justamente esa posibilidad que el conjunto material nos ofrece tanto de identificarnos (y movilizarnos) con otros en esta misma memoria como de desarrollar una afectividad alrededor de esta materialidad, lo que lo hace portador de valores patrimoniales. Pudiera ser entonces que el papel que tiene hoy la protección del patrimonio fuera el de resaltar estos vínculos con los “objetos místicos” para que cada vez más personas —frente a unas lógicas de constante renovación/intervención material y aniquilación de todo valor precedente— puedan reconocerse dentro del pacto.
Ahora bien, hagamos un pequeño giro a la pregunta del comienzo: ¿sobre qué se habla, realmente, cuando se habla del Hospital San Juan de Dios en La Hortúa? Podemos decir sin dudas: evolución de las instituciones de salud, desarrollo de una arquitectura hospitalaria moderna, actores asociados a la historia del hospital,
etc…. todo esto que se ha expuesto hasta ahora en realidad es un pretexto para hablar de la esfera de lo público —representada en el Hospital San Juan de Dios— como una instancia de garantía de los derechos colectivos. Ante los progresivos devaneos del Estado con la empresa privada y, por tanto, la avanzada de las dinámicas de privatización en los ámbitos comunes, el reconocimiento de lo que para nosotros es patrimonial es también el esfuerzo, en mayor o menor medida fructífero, por construir tal conciencia de lo público: la conciencia de que el Estado tiene razón de ser en tanto nos pertenece a todos y todas. Es este principio el que está contenido en el conjunto hospitalario, no obstante que paradójicamente haya surgido en medio de unas lógicas privadas de la caridad perpetuadas por el Estado. La caridad per se no es negativa: gracias a esta se ha dado forma a grandes obras que tradicionalmente han brindado ayuda y consuelo a la humanidad; lo que es particular de esta son las relaciones de poder en que sitúa a sus involucrados, pues, de un extremo, implica a un sujeto concebido en minusvalía y, del otro, a un sujeto con poder (económico, social) al que nada lo une con el primero más que su buena voluntad. En la filosofía religiosa esto tiene su razón de ser porque de este ayudar al otro depende la salvación personal y además porque ese sujeto en posición inferior de alguna manera es responsable de estar allí; lo conflictivo viene cuando un Estado replica esta misma estructura en su relación con el ciudadano.
Desde que el hospital fue asumido por el naciente Estado colombiano en el siglo XIX, lo que será permanente en su historia es el constante forcejeo por recursos ante la desidia de las instituciones públicas, dirigidas tradicionalmente por opulentos hombres de bien, para las cuales auxiliar las miserias particulares de los humildes era un acto de buena fe, mas no una prioridad. El asunto es que, tanto en la Bogotá del siglo XVIII como en la del siglo XXI, la enfermedad se ha entroncado con la pobreza y, por ello, enfermedad y pobreza nunca más serán “miserias particulares”, es decir, situaciones individuales o aisladas, sino condiciones endémicas de una sociedad inequitativa que
conciernen al Estado. La enfermedad es también un fenómeno social, se comparte con otros, como lo es igualmente la pobreza. Estos mismos opulentos hombres de bien han reconocido esta transindividualización de la pobreza y la enfermedad cuando dieron un paso más arriba y, a comienzos del siglo XX, hablaron del “territorio enfermo” para referirse al sur bogotano. Es esta misma metáfora de “enfermedad” o “muerte” la que hoy típicamente se usa para referirse al actual deterioro del conjunto hospitalario; en respuesta, como contraparte, preferimos aludir en este texto al concepto de justicia y no de cura o de revitalización: hablamos de justicia social para con las mujeres y los hombres históricamente vulnerados en sus derechos colectivos cuando hablamos de San Juan de Dios.
CRONOLOGÍA
1739
◆
Se inaugura el Hospital Jesús, María y José, luego llamado de San Juan de Dios (HSJD). 1834
◆
Mediante un decreto de la Cámara de la Provincia de Bogotá se establece que los religiosos de San Juan de Dios no eran dueños del hospital, sino asistentes de este.
1867
◆
Se funda la Universidad Nacional de Colombia por la Ley 66 de 1867. El HSJD es adscrito a la Escuela de Medicina.
1869
◆
Se crea la Junta de Beneficencia de Cundinamarca por la Ley 15 de agosto de 18691. Esta estará encargada de la administración del HSJD.
1 Citada en Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan De Dios de Bogotá, 30.
1873
◆
Mediante la Ley 44 de 1873 el Congreso de los Estados Unidos de Colombia cede en favor “de los establecimientos de asilo de la ciudad de Bogotá los terrenos del alto de San Diego que pertenecían al extinguido convento de San Diego, los terrenos de Egipto que pertenecían a la capellanía de dicha ermita, i el área donde existió el ‘Molino del Cubo’”.
1878
◆
Por la Ley 15 de 1878 se auxilia anualmente al HSJD con $ 6.000, $ 2.000 al hospicio y $ 4.000 al asilo de indigentes.
1883
◆
Se anuncia en el Correo Mercantil que la Junta de Beneficencia aprobó un proyecto de acuerdo para la construcción de un hospital, como una forma de desaturar al HSJD, y de un asilo en el terreno de San Diego.
1886
◆
Se crea la Junta Central de Higiene.
1890
◆
Por la Ley 43 de 1890 se concede un auxilio anual al HSJD de $ 6.000.
1900
◆
El Decreto 18 de 1900 señala “1. Que conforme a lo dispuesto en el artículo 209 del Código Político y Municipal es obligación de los Distritos que tengan más de 25,000 habitantes establecer casas de asilo para mendigos, con el objeto de que pueda prohibirse a éstos la mendicidad en lugares públicos”.
1901
◆
El Decreto 1478 de 1901 concede un nuevo auxilio económico por el “cambio de billetes pequeños por grandes efectuado en Agencias establecidas por el Ministerio del Tesoro” al HSJD y otros establecimientos de beneficencia en Bogotá.
1906
◆
Se inaugura el Hospital de La Misericordia.
◆
El ministro de Obras Públicas, Francisco Manotas, en nombre de la Nación, compra el Molino de Tres Esquinas o de Hortúa.
1908
◆
La Beneficencia traslada a los mendigos hombres al edificio del Molino de Hortúa, luego de que el Gobierno nacional toma el Asilo de San Diego para transformarlo en colegio.
1909
◆
Se propone deparar el predio de La Hortúa para parque y celebración de la exposición del centenario.
1911
◆
La Ordenanza 03 de 19112 permite al departamento la construcción de un nuevo edificio para asilo mental, mientras por la Ley 63 de 1911 la Nación cede a perpetuidad al departamento de Cundinamarca el terreno y las construcciones del Molino de Hortúa.
◆
La Ley 65 de 1911 concede un auxilio anual a los establecimientos de auxilio y caridad de Cundinamarca.
◆
La Ordenanza 14 de 19113 de
2 Citada en Romero, Zambrano y Cárdenas, Historia del Hospital San Juan De Dios de Bogotá, 43.
3 En República de Colombia, Departamento de Cundinamarca, Compilación de leyes y ordenanzas de la beneficencia y asistencia social de Cundinamarca 1869-1942 (Bogotá: Talleres de la imprenta del departamento, 1942), 32-33.
la Asamblea Departamental determina el producto total del impuesto de registro y anotación para mantenimiento de la Beneficencia de Cundinamarca.
1913
◆
Primera piedra del Manicomio de Cundinamarca en el Molino de Hortúa.
1917
◆
Se escritura el traspaso del Molino de Hortúa al departamento de Cundinamarca acatando la Ley 63 de 1911.
◆
Por la Ley 16 de 1917 se autoriza el traspaso del Hospital San José, en construcción, a la Nación.
1918
◆
El Decreto 2198 de 19184 convierte a la Junta Central de Higiene en la Dirección Nacional
de Higiene, dependiente del Ministerio de Instrucción Pública.
1919
◆
4 En Pablo García Medina, Compilación de las leyes, decretos, acuerdos y resoluciones vigentes sobre higiene y sanidad en Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1920), 82.
Mediante la Ley 47 de 1919 se da la cesión de las construcciones del Manicomio de Cundinamarca para el HSJD.
◆
Comienza la construcción de los primeros pabellones expresamente para el HSJD (San Eduardo, San Lucas P→222 y Paulina Ponce).
1921
◆
Mediante la Ordenanza 23 de 19215 se autoriza el establecimiento de la Lotería de la Beneficencia de Cundinamarca. Se llama a concurso para el plan general del Conjunto Hospitalario de San Juan de Dios.
1925
◆
Se inaugura el Hospital San José.
◆
La Ley 15 de 1925 renombra a la Dirección Nacional de Higiene como Dirección Nacional de Higiene y Asistencia Pública.
◆
La Ley 76 de 1925 fija un auxilio para el HSJD de $ 18.000 anuales.
5 En República de Colombia, Departamento de Cundinamarca, Compilación de leyes y ordenanzas, 60-62.
1926
◆
El 7 de febrero se inaugura el Hospital San Juan de Dios en el predio de La Hortúa.
◆
Por la Ley 10 de 1926 se aumenta en “cuatro mil pesos ($ 4.000) mensuales la subvención nacional de que actualmente disfruta el Hospital de San Juan de Dios, de Bogotá”.
1931
◆
Por la Ley 1 de 1931 se crea el Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública.
◆
El Decreto 597 de 1931 fija un auxilio para el HSJD de $ 18.861,30 anuales.
1934
◆
Se inaugura el Instituto de Radium, hoy Instituto Nacional de Cancerología.
1935
◆
Se inaugura el Hospital de La Samaritana.
1937
◆
Tras la muerte del filántropo José Joaquín Vargas, en su sucesión se le asigna el 30 % de sus bienes al HSJD. Al no tener este para entonces personería jurídica, la Beneficencia de Cundinamarca administra la herencia.
1938
◆
Se da forma al Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión Social.
1942
◆
Se inaugura el Hospital Santa Clara.
1948
◆
Comienza la construcción de la Torre Quirúrgica P→140 o torre central en el HSJD.
1952
◆
Se inaugura la Torre Quirúrgica P→140
1953
◆
Se instituye el Ministerio de Salud Pública.
1974
◆
La Ordenanza 10 de 19746 de la Asamblea de Cundinamarca autoriza entregar en comodato el HSJD a la Universidad Nacional de Colombia.
1975
◆
Se da la toma del Hospital por parte de estudiantes.
◆
El Ministerio de Salud interviene el hospital.
1976
◆
El Decreto 56 de 1975 crea el Sistema Nacional de Salud.
1978
◆
Se crea el programa Madre Canguro en el Instituto Materno Infantil.
1979
◆
Se crea la Fundación San Juan de Dios, la cual tiene un carácter privado, para la administración del Hospital.
1993
◆
Se pone en marcha la Ley 100 que convierte a los hospitales en empresas oferentes de servicios de salud.
1998
◆
El Gobierno decreta que el hospital es una institución privada. Se da el paro de la salud.
2001
◆
En septiembre se da el abandono y cierre del hospital.
2002
◆
Por la Ley 735 de 2002 el Hospital
San Juan de Dios y el Instituto Materno Infantil son declarados monumentos nacionales, con lo cual se ordena su restauración y funcionamiento.
6 Citado en Bocchetti, Arteaga y Palacios, Hospital universitario, 73.
2005
◆
Se da fallo del Consejo de Estado en Sala Plena de lo Contencioso Administrativo que declara nula la Fundación San Juan de Dios y confirma el carácter público del hospital.
2006
◆
Inicia el proceso de liquidación de la Fundación San Juan de Dios.
2007
◆
Se elabora el Plan Especial de Protección del conjunto hospitalario.
2014
◆
El Distrito de Bogotá, por gestión de la Alcaldía, compra el HSJD.
◆
Se realiza el proceso de diagnóstico y formulación del Plan Especial de Manejo y Protección del HSJD.
2021
◆
Se convoca a un concurso “Para el diseño de proyectos emblemáticos de espacio público y jardines interiores” del HSJD.
2023
◆
La Presidencia de la República radica un proyecto del Plan Nacional de Desarrollo con el cual se busca adquirir a título gratuito el hospital para el Gobierno nacional.
LABORATORIO SAMPER. FOTOGRAFÍA JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.
REFERENCIAS
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ENTREVISTAS
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UNIDAD DE SALUD MENTAL. FOTOGRAFÍA JOHN FARFÁN RODRÍGUEZ, 2021.