Twilight David Morago
Edita Galería Paula Alonso Texto Carlos Delgado Mayordomo
Este catálogo se termino de editar en Noviembre de 2015 Paula Alonso Galería Lope de Vega, 29 28014. Madrid
Twilight David Morago
Texto Carlos Delgado Mayordomo
www.galeriapaulaalonso.com
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Cacatúa, 2015. Acrílico sobre madera. 120x120 cm.
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David Morago. La pintura como extravío de lo Real Por Carlos Delgado Mayordomo
La obra de David Morago tiene la virtud de construirse, sin demasiadas retóricas conceptuales, como una lúcida reflexión acerca de la posición de la imagen en esa compleja zona de fricción que se establece entre tradición y presente. Ajeno por descarte, que no por conocimiento evaluativo, a corrientes que apelan a un agotador desplazamiento del hecho pictórico a los márgenes de la creación actual, David Morago se enfrenta con audaz frontalidad discursiva a las posibilidades técnicas, formales y compositivas que sigue ofreciendo la especificidad del medio. De este modo, en su proceso de trabajo el punto de partida es la idea y su comunicación, y posteriormente, la búsqueda de la idoneidad de una morfología que es convocada para vehicularlas. Todo ello, elaborado en un contexto global de digitalización de la mirada y dominio capitalista del arte que parece conformar un tamiz demasiado saturado para establecer una relación contemplativa con el objeto artístico. De ahí, el carácter extraño, incluso disidente, de una obra como la de David Morago, tan densa en su construcción y enunciadora de problemáticas sutiles. Junto a los rasgos explícitos de la madurez que el artista ha alcanzado en los últimos años en el conocimiento técnico de la pintura, tal vez el rasgo diferencial del trabajo de David Morago resida en la codificación de un repertorio iconográfico, animales y paisajes, desde donde enunciar ideas acerca del extrañamiento plástico y, en consecuencia, del sentido ilusorio de toda representación. Sus pinturas desbordan su propio universo referencial para introducir una cuota de
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irrealidad que nunca es accesoria sino que convierte la realidad en presencia enigmática. Esta confluencia de enfoques y niveles no responde, por tanto, a un mero deseo de complejizar la imagen sino al compromiso de su autor con un relato propio acerca de la inconsistente veracidad de las cosas. El animal en el ámbito de la naturaleza se aleja de lo constituido por lo social y se muestra como temática recurrente para una mirada, la de David Morago, que se interesa por escrutar lo que no transita por los cauces normativizados. Si lo esperado es lo que ocurre todos los días sin transgresión, la institución de lo cotidiano que se desenvuelve en la rutina a través de un pacto social tácito, el territorio salvaje se constituye como un quiebro en lo cotidiano. La aventura está en la distancia que la mirada impone al tener que definirse en un contexto incognoscible y misterioso; ahora bien, la posición de David Morago no es la del científico que busca controlar y volver escrutable la alteridad, sino que, como en la enumeración borgiana del Emporio celestial de conocimientos benévolos1, establece un universo donde lo imaginario se cruza con lo real para establecer una rasgadura. Vinçent Oliver ha definido con lucidez a David Morago como “un amante del origen que nos invita a volver a nuestra naturaleza”2. Este viaje al origen tiene sentido para alguien que no está conforme con lo estático de la rutina, si bien su desplazamiento no implica tanto nomadismo como ansiedad de partidas, ni culminación
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Pag. 7: Garzas, 2015. AcrĂlico sobre madera. 195x150 cm. Foresta I, 2015. AcrĂlico sobre madera. 130x185 cm.
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como itinerarios abiertos; en definitiva, la suya es una actitud que, en el ámbito de su estudio y frente al lienzo en blanco, es capaz de transformar el deseo en otros imaginarios posibles que salgan de la circularidad de lo conocido. Este es uno de los motivos del carácter incómodo que presenta la obra de David Morago cuando pretende ser definida, sencilla y categóricamente, como realista. Es, para ser más precisos, una otredad figurativa que el artista ha construido desde una cartografía posible que le orienta por el camino de la belleza; término, este último, anatematizado por la modernidad y que para David Morago no se adapta a un canon hegemónico sino que es enunciada desde dispositivos híbridos que incorporan el orden y el equilibrio pero también la imperfección y la duda. La casa del árbol Todo proceso creativo es, en cierto sentido, un viaje que nace de un sentimiento de inconformismo y que lleva inevitablemente al descubrimiento de nuevos territorios. En la novela El Cielo Protector, Paul Bowles sugiere una diferencia esencial entre las figuras del viajero y del turista: mientras este último siempre se apresura a regresar al hogar, el viajero no pertenece más a un lugar que al siguiente y se desplaza con lentitud durante años. La guía y el souvenir frente al deseo de extravío y de encuentro con el Otro.
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En su compromiso con la búsqueda, con las preguntas y con el hallazgo transformador, David Morago se revela como un incansable viajero. Es cierto que su mirada no apunta tanto a un espacio físico como espiritual y que, precavido, “su trazo de niebla se adelanta a cualquier anticipación de movimiento”3. Pero también es cierto que su meditado avance le lleva siempre lejos del abrigo de cualquier puerto seguro, de cualquier certeza incuestionable. La creación, por tanto, es entendida por el artista como posición de riesgo al tiempo que propone una mirada capaz de convivir con más de una hipótesis, de asumir que la matriz del sentido nunca queda aislada del todo y, finalmente, de entender que lo no expresado sigue siendo parte del lenguaje. Tal es la pintura, un constante fluir que al tiempo permanece, como ya señalara María Zambrano: “Un río temporal que sin dejar de pasar, se queda; no es una forma del estar, sino del pasar, del pasar a ser o hacia el ser más que a la realidad”4. En las obras que componen Twilight, la última exposición individual de David Morago, hay algo que permanece y algo que avanza inexorablemente. Al primer grupo pertenecen sus temas recurrentes en torno a la fauna y el paisaje, ya que el artista, coleccionista de su propia obra, retoma de nuevo un universo de representaciones aproximadas. Pero también aquí surge, como en sordina, un camino para el avance que se concreta en nuevas relaciones entre figura y fondo. Se trata, sin duda, de una problemática sutil y estrictamente plástica pero que condiciona radicalmente
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Cacatúa II, 2015. Acrílico sobre madera. 120x120 cm.
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la densidad visual de la obra: por un lado, la descripción frontal, nítida en su verosimilitud, del animal; por otro, la naturaleza como mancha colindante con ciertos grados de abstracción. La mancha no es un descubrimiento original de la pintura moderna. Los tratadistas italianos del Renacimiento ya denominaron macchia al punto de partida que convoca la magia de una figura y que Leonardo encontraba incluso en la suciedad de muros5. Sucede, sin embargo, que en la pintura de David Morago el proceso es aparentemente inverso: es la realidad, la propia naturaleza, el punto de partida de esas manchas estructuradas que funciona como representación del follaje; pero una mirada atenta nos descubre que la fisonomía de las hojas y plantas no se corresponde con patrones de verdad: son pura invención y funcionan, más que como recurso figurativo, como dispositivo plástico. Este cruce de temperaturas entre mímesis e invención produce un cortocircuito en el entendimiento de la imagen como pura descripción realista. El extrañamiento entra en escena y la visualidad se vuelve compleja desde el momento en que un conjunto de indicios dotados de pleno significado conviven con el desconcierto de lo abstracto. Las casas que las aves construyen en los árboles suelen camuflarse entre el ramaje o en el interior de los troncos. Caso especial es el del Goofus Bird descrito por Borges en su Manual de Zoología Fantástica, un pájaro que construye el nido al revés
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y vuela para atrás, porque no le importa adónde va, sino dónde estuvo. No conocemos exactamente su fisonomía, pero estamos convencidos que está presente en alguna parte del inventario de aves que David Morago ha elaborado a lo largo de su trayectoria. También para el artista es más importante el trayecto recorrido, los lugares explorados y la tradición asumida que la agónica expectación ante la novedad y la moda. Su estrategia es peculiar: es el suyo un juego de dislocación, de tejer a contracorriente la trama y la urdimbre de su pintura para que nazca la posibilidad íntima de la duda. Y a partir de ahí, dar un paso adelante que sea realmente trascendental.
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Jorge Luis Borges, en su ensayo El idioma analítico de John Wilkins, cita la siguiente clasificación de animales “encontrada” en cierta enciclopedia china titulada Emporio celestial de conocimientos benévolos: “a) Pertenecientes al emperador, b) embalsamados, c) domesticados, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sin dueño, h) incluidos en la clasificación presente, i) rabiosos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel muy fino de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper la jarra de agua, n) que de lejos parecen moscas”. 2 Oliver, V. “Anatomía destilada”, en David Morago. Territorio. Galería Aurora Vigil-Escalera, Gijón, febrero-marzo 2015, p. 46. 3 Ibídem. 4 Zambrano, M. Algunos lugares de la pintura. Espasa Calpe, Madrid, 1991, p. 66. 5 Señala Leonardo en su Tratado de la Pintura: “Si observas algunos muros sucios de manchas o construidos con piedras dispares y te das a inventar escenas, allí podrás ver la imagen de distintos paisajes, hermoseados con montañas, ríos, rocas, árboles, llanuras, grandes valles y colinas de todas clases. Y aun verás batallas y figuras agitadas o rostros de extraño aspecto, y vestidos e infinitas cosas que podrías traducir a su íntegra y atinada forma. Ocurre con estos muros variopintos lo que con el sonido de las campanas, en cuyo tañido descubrirás el nombre o vocablo que imagines”.
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Bisonte, 2014. Grafito madera. 170x250 cm.
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Flamencos, 2014. AcrĂlico sobre madera. 200x230 cm.
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Nenúfar I y II, 2015. Acrílico sobre madera. 30x30 cm.
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Foresta II, 2015. AcrĂlico sobre madera. 114x146 cm.
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Vanitas, 2012. AcrĂlico sobre tabla. 30x60 cm.
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Paisaje, 2012. Grafito sobre tabla. 130x170 cm.
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Pรกjaro I, 2011. Lรกpiz sobre tabla. 48x48 cm.
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Cuervos, 2011. Grafito sobre papel. 54x82 cm.
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Pag. 24 y 25: Vista de sala de la exposición Twilight en la galería Paula Alonso. Noviembre 2015 Tigre, 2015. Acrílico sobre tabla. 130x195 cm.
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Dark forest, 2011. AcrĂlico sobre tabla. 100x100 cm.
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Vista del taller del artista. Madrid, 2015
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Desierto, 2012. AcrĂlico sobre tabla. 130x195 cm.
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David Morago (Madrid, 1975) Estudios en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid. Morago ha realizado exposiciones individuales y colectivas tanto a nivel nacional (Madrid, Santander, Barcelona, Vigo) como internacional (Francia, Portugal, Canadá). Además de haber participado de manera activa en numerosas ferias como la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Singapur, la Feria de Arte Contemporáneo de Estrasburgo, Le Salon du Montreal y la Feria de Arte Moderno de Oporto, entre otras. Recibió en 2013 el Primer Premio del Certamen de Dibujo Gregorio Prieto.
Carlos Delgado Mayordomo (Madrid, 1979) es crítico de arte y comisario independiente. Sus proyectos se han desarrollado en museos e instituciones de España y América Latina, donde ha comisariado, entre otras exposiciones, Rare Paintings (2008); Agustí Centelles. La caja de la memoria (2009); Sinergias. Arte latinoamericano actual en España (2011); En ningún lugar. Una memoria alternativa de las torres Hejduk (2013); Objetos de deseo (2014) y Ciria. Las Puertas de Uaset (2014).
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