Paula García - Psicóloga

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PSICOPATIA La psicopatía se encuentra en el DSM V como trastorno antisocial psicopático, incluye el componente de desinhibición e irresponsabilidad, como el de mezquindad, es decir, los rasgos relacionados con la insensibilidad o la falta de remordimiento, la manipulación y la agresión depredadora; las personas que coinciden con el tipo psicopático son arrogantes y egocéntricas, buscan el poder sobre los demás y los manipulan o se aprovechan de ellos con el fin de infligir daño o para lograr sus objetivos, insensibles y muestran desprecio por los derechos y poca empatía con los demás, a menos que éstos sean coincidentes con sus intereses, no sienten culpa o remordimientos por el daño que causan. Pueden actuar de manera agresiva o sádica en pos de sus intereses personales y parecen obtener placer o satisfacción al dominar, humillar o degradar a los otros. Tienen encanto superficial y capacidad de agradar cuando conviene a sus propósitos; demuestran pocos principios morales convencionales y tienden a negar la responsabilidad de sus actos y a culpar a otros de sus propios fracasos.

Rasgos Descriptivos

Antagonism o

1

Insensibilidad

2

Agresión

3

Manipulación

4

Hostilidad

5

Engaño

6

Narcisismo

7

Irresponsabilidad

8

Imprudencia

9

Impulsividad

R. D. Hare se deriva de la descripción clínica de psicopatía realizada por Cleckley. El constructo de psicopatía, tal como se describe en el PCL-R, se define a partir de un conjunto de síntomas interpersonales, afectivos y conductuales. En cuanto a los primeros, los psicópatas son explotadores, pomposos, manipuladores, superficiales, egocéntricos y dominantes. En lo afectivo, muestran emociones poco profundas y volubles, difícilmente son capaces de vincularse afectivamente de forma estable con personas, principios u objetivos y carecen de empatía y verdaderos sentimientos de culpa y remordimiento. En lo conductual, son impulsivos, están necesitados de nuevas sensaciones y son inestables y muy


propensos a infringir las normas sociales y no cumplir con las responsabilidades y obligaciones, tanto explícitas como implícitas. El trastorno se define por una combinación de rasgos y conductas antisociales Autores como Cooke consideran que la psicopatía debe ser conceptuada como un constructo de tres dimensiones: interpersonal, afectiva y de estilo de vida irresponsable e impulsivo y que debe excluir la conducta antisocial, misma que debe tomarse como una consecuencia propia del trastorno. A causa de un fallo en el funcionamiento del procesamiento de los sentimientos, surgen individuos sin moral que a menudo acaban convirtiéndose en criminales de clase media y, en apariencia, normales. La psicopatía está presente en la población entre un 1% y 2%. Un asesino en serie es la máxima expresión de la psicopatía, aunque son los menos comunes.

Tipos de Psicópatas - Lykken Lykken describe tres tipos de psicópatas: el agresivo (primario), el desestabilizado y el retraído (secundario) 1. Psicópata primario Es aquel que más se ajusta más a la definición del término psicópata, que significa “psicológicamente dañado”. Su rasgo principal se encuentra en una desviación en su temperamento muy difícil de dominar desde la infancia. A pesar de lo


dedicados que puedan ser los padres, éstos no tienen culpa de lo complejo que puede llegar a ser tratar con su vástago. Cabe mencionar además que existen sujetos que pueden considerarse psicópatas y sociópatas al mismo tiempo, ya que además de poseer estas características temperamentales de nacimiento, no cuentan con un buen soporte familiar ni con un entorno facilitador que les permita encauzar su conducta. Por lo tanto, su origen puede ser tanto humilde como de clase media. 2. Psicópata desestabilizado Aun pudiendo gozar de una socialización normal, padecen un trastorno orgánico que cuando se manifiesta les desequilibra hasta tal punto de llegar a ser considerados como menos responsables de la conducta antisocial en la que incurrirán durante la duración de dicho episodio. Equivalentes epilépticos Algunas lesiones cerebrales (tumores, por ejemplo) pueden provocar conductas anormales y hasta antisociales. David T. Lykken también sugiere en este apartado la idea de un “cortocircuito” que se produciría en los mecanismos del sexo y la agresividad del cerebro de estos individuos. Propone que las biografías de algunos asesinos en serie se inician con la obtención de placer sexual cuando de niños torturaban animales y sugieren de un modo claro la existencia de una especie de cortocircuito entre los sistemas motivacionales en la arquitectura cerebral. Tipo colérico Incluye a aquellos que sufren arrebatos de cólera. Se enmarcaría a los que ocupan el extremo superior de la distribución normal en relación a su predisposición a la ira y a la intensidad de la misma. A pesar de aventurarse a dar una taxonomía de la psicopatía y sus causas, el autor reconoce lo poco que se sabe acerca de la relevancia de las diferencias individuales en este tipo de cuestiones, preguntándose si la ira que experimentan las personas que se enfadan con mayor facilidad es más intensa, o si una mayor irascibilidad provoca también una explosión mayor de furia. Hipersexualidad De la misma manera que con la ira, existiría una tendencia hacia un apetito sexual más intenso. Pero también surgen interrogantes en cuanto a si la frecuencia de la excitación predice la máxima intensidad del apetito sexual; o si la intensidad en la excitación sexual durante el coito determinará el número de orgasmos que hacen falta para quedar satisfecho. Igual que pasaba con los miembros del subgrupo anterior, los que aquí encontraríamos también se hallan en situaciones de riesgo


constante debido a situarse en el pico superior de la distribución normal del apetito e intensidad sexual. Anhelos patológicos Sienten la necesidad de satisfacer placeres ilícitos o moralmente reprobables incurriendo en acciones de riesgo. Diversas situaciones de estrés estimulan la secreción de opiáceos endógenos que ayudan a soportar el dolor y también contribuyen a experimentar el llamado “subidón”. En individuos con mayor susceptibilidad, los delitos (y sobretodo, los violentos), estas endorfinas producen únicamente un estado placentero al no haber ningún dolor o molestia que mitigar. Por tanto es fácil concluir que para ellos, “el delito en sí es su recompensa. Tipo histérico La característica básica aquí radica en la dualidad entre la indiferencia entre las acciones cometidas por estas personas y el remordimiento o ansiedad que en otro momento pueden sentir. A pesar de estar bien socializado, un joven que piense en hacer algo prohibido y sienta malestar al reflexionar sobre las consecuencias, es también más vulnerable a ser tentado, porque puede llegar a reprimir este malestar. No obstante, esta acción represora es propensa al agotamiento, por lo que en los periodos en los que no esté activa, este tipo de psicópata sentirá resentimiento y culpa por lo que pueda haber hecho. 3. Psicópata secundario Similar a los primarios en cuanto a impulsividad, agresividad y baja socialización, pero con una marcada tendencia a la culpa y al retraimiento. De acuerdo con el modelo neurofisiológico de Fowles y Gray, la conducta impulsiva y psicopática puede deberse a un pobre ‘sistema de inhibición de la conducta’ (SIC) o a una activación desmesurada en el ‘sistema de activación de la conducta’ (SAC). El primer caso desembocaría en una psicopatía primaria, mientras que el segundo al de la secundaria. Estos últimos sienten agobio, estrés y están insatisfechos consigo mismo y con sus vidas. De igual forma que los del otro grupo, llevan a cabo delitos movidos por sus pulsiones, pero se diferencian en el remordimiento y el estrés posterior que sufren, que puede llegar a ser incluso más elevado que el de las personas corrientes.


Subtipos de Psicopatía -Theodore Millon T. Millon (1998), en su investigación de la personalidad humana, describió nueve subtipos de psicopatía: el carente de principios, solapado, tomador de riesgos, codicioso, débil, explosivo, áspero, malévolo y tiránico. Millon resalta que ninguna de estas categorías es mutuamente excluyente, puesto que se puede tener un perfil compuesto de varios subtipos. 1. Psicópata carente de principios Normalmente se le asocia a sujetos con rasgos de personalidad narcisistas. Suelen mantenerse exitosamente fuera de los límites de lo legal mostrando sentimientos ególatras y desleales, indiferentes hacia el bienestar ajeno y con estilos sociales fraudulentos, acostumbrando a explotar a los demás. No suelen ser capaces de vincularse a un tratamiento y son muy buenos en crear fantasiosas y expansivas mentiras para conseguir sus objetivos. Carecen totalmente de sentimientos de culpabilidad y conciencia social, se sienten superiores al resto y además disfrutan del proceso de engañar a los demás. La relación con este tipo de psicópata durará el tiempo en el que él considere que tiene algo que obtener de la persona, pasado ese plazo sencillamente lo finalizará. Suelen demostrar una imagen fría, con actitudes temerarias, vengativas y crueles.

2. Psicópata solapado


Se le caracterizaría por la falsedad. Su comportamiento aparentemente es amigable y sociable, pero por dentro oculta una gran impulsividad, resentimiento y falta de confianza al resto. Puede tener una vida social amplia, dónde presenta una búsqueda persistente de atención anormalmente a través de la seducción, pero sus relaciones en mayoría son superficiales y fluctuantes. Normalmente exhibirán entusiasmos de corta duración, por lo que serán irresponsables e impulsivos, constantemente buscando sensaciones nuevas. Suelen ser insinceros y calculadores, no admitirán debilidades a los demás, siempre exhibirán una faceta de falso éxito; siempre parece que todo les va bien, se muestran como triunfadores. A pesar de que a veces este subtipo de psicópatas se intente convencer de que sus intenciones son buenas, solamente intenta obtener de los demás lo que le conviene a través de manipulaciones, no busca el bien ajeno. 3. Psicópata malévolo La mayoría de asesinos en serie y/o asesinos comunes encajan en este perfil. Son hostiles y vengativos y sus impulsos son descargados con fin maligno y destructivo. Gozan de una crueldad fría y deseo constante de venganza por traiciones y castigos supuestamente sufridos o por sufrir. Las características psicopáticas son muy similares a la de los sádicos ya que reflejan un profunda depravación, deseo de retribución compensatoria y hostilidad, como ya se comentó en el artículo sobre los “asesinos en serie sádicos”. Podrían ser descritos como rencorosos, viciosos, malignos y mordaces. Las sanciones judiciales harían aumentar más aún su deseo de retribución y venganza. A pesar de que comprenden racionalmente lo que es la culpa, el remordimiento, los conceptos éticos, la moral… no lo experimentan en su interior. No pierde la autoconciencia de sus acciones y no finaliza hasta que sus metas de destructividad y retribución hayan finalizado. 4. Psicópata tiránico Conjuntamente con el Malévolo, este subtipo es de los más crueles y peligrosos. Ambos son intimidatorios, abrumadores y destructivos. A diferencia del anterior, este parece ser estimulado por la resistencia o la debilidad, las cuales incrementan el ataque en vez de suavizarlo o detenerlo. Obtiene un placer especial en forzar la víctima a acobardarse. 5. Tomador de riesgos


Se involucra en situaciones de riesgo para sentirse vivo, son personas impulsivas e irreflexivas. Son individuos que se muestran temerarios e insensibles en situaciones que cualquier persona normal sentiría miedo. Son capaces de imponerse autodisciplina y hábitos de vida rutinarios, siempre querrán cambios. Este subtipo sería una mezcla de personalidad de base tipo antisocial e histriónica. No le preocupan las consecuencias de sus actos sobre terceros, solamente prevalece su necesidad de estimulación. 6. Codicioso Su gran motivación en la vida es engrandecerse, de tener retribuciones. Sienten que “la vida no les ha dado lo que merecen”, por lo que a través de actos criminales compensarían el vacío de sus vidas y compensarían la “injusticia” que ellos han vivido. Ellos racionalizan sus actos a través de la idea de que restauran un equilibrio alterado. Les satisface estar por encima de los demás y perjudicarles en la vida (en el ámbito que sea), sintiendo que son sus peones. Tienen además pocos o nulos sentimientos de culpa por lo que hagan a los demás, nunca lo consideran suficiente. Además, son tremendamente envidiosos, codiciosos, agresivos, celosos… se sienten bien con el dolor ajeno y les enrabia los éxitos de los demás. Exitosos empresarios podrían encajar en este perfil, considerando objetos a los demás para satisfacer sus deseos. Lo peor es que nunca logran un estado de completa satisfacción, siempre ansían más. 7. Psicópata débil Este subtipo tendría una base de conducta de tipo evitativo y dependiente. Muestra a los demás una imagen de falsa seguridad y confianza en sí mismo que en realidad esconde todo lo contrario. Sus agresiones suelen ser para demostrar su falta de miedo y adoptar el rol de agresor y nunca de víctima. Suelen resultar caricaturas de pequeños tiranos, mantienen una actitud intimidatoria, mostrando al mundo que “es peligroso meterse con ellos”. 8. Psicópata explosivo En este caso habría muchos componentes del trastorno explosivo intermitente (t. de control de los impulsos, código F63.8 según DSM-IV-TR). Su característica principal es la súbita y repentina afloración de extrema hostilidad. Su conducta “explota”, de manera que no da lugar a tiempo de contención. Estos ataques de furia se caracterizan por cólera incontrolable hacia los demás, que suele provocar sumisión y pasividad en la víctima.


9. Psicópata áspero Este subtipo muestra su rechazo a los demás de forma pasiva e indirecta. Suelen tener discordias de manera incesante con los demás, magnificando hasta la acción más pequeña para estar enredados en amargas y constantes disputas con las personas que le rodean. Tienen pocos remordimientos o sentimientos de culpa sobre las molestias que causan en los demás. Suelen ser amargados e irónicos, compartiendo rasgos de personalidad con trastornos negativistas y paranoides de la personalidad. Siempre creen tener la razón en todo y los demás siempre están equivocados y les es especialmente placentero contradecir a los demás. Les causa menos satisfacción la lógica y legitimidad de sus argumentos que el uso que le dan para frustrar y humillar a la otra persona.

Causas: El desarrollo de la psicopatía depende de varios aspectos en distintos niveles: 

Genética. Existe un gen al que se vincula con la psicopatía, se conoce como el gen del guerrero.

Biológica. Falta de conexión entre la amígdala y la corteza prefrontal.

Ambiental. El ambiente tiene poco peso en este trastorno, aunque podría influir el pasar por una infancia traumática.

Educacional. La educación tiene también mucho que ver con la psicopatía, de hecho ésta aparece entre los 3 y los 5 años.


El psicópata ante la ley, consecuencias sociales: La psicopatía es asumida ante la ley de distintas formas en diferentes países, sin embargo existen tres posibilidades que la ley ofrece (en teoría) en los tribunales mundiales: 

Responsabilidad Total: Se castiga del mismo modo aun individuo anormal que a uno normal.

Responsabilidad Atenuada: No hay solución plausible, ya que después de una corta estancia en prisión, encuentran mejores condiciones para volver a delinquir.

Exención de la responsabilidad: equipara al psicópata a un enajenado mental que requiere ingreso en hospital psiquiátrico. En EEUU, el tribunal supremo afirma en 1988 no considerar ya la psicopatía como una desviación del comportamiento, sino como una anomalía estructural de la personalidad, considerándola como una auténtica enfermedad mental así como lo hace la organización mundial de la salud. Entre las consecuencias nos encontramos con una reducción de la pena por homicidio.

Se debe observar la diferencia entre los delitos ejecutados por psicópatas y distinguirlos de los delitos ejecutados por personas comunes o por otras afectaciones mentales. La ley establece claramente las normas a seguir en el Código Orgánico Integral Penal COIP: Artículo 34.- Culpabilidad.- Para que una persona sea considerada responsable penalmente deberá ser imputable y actuar con conocimiento de la antijuridicidad de su conducta. Artículo 35.- Causa de inculpabilidad.- No existe responsabilidad penal en el caso de trastorno mental debidamente comprobado. Artículo 36.- Trastorno mental.- La persona que al momento de cometer la infracción no tiene la capacidad de comprender la ilicitud de su conducta o de determinarse de conformidad con esta comprensión, en razón del padecimiento de un trastorno mental, no será penalmente responsable. En estos casos la o el juzgador dictará una medida de seguridad Podemos observar el error humano y pensar que toda persona puede caer en el


cometimiento de un acto criminal, nadie está exento de aquello, y con unos años de cárcel puede reflexionar y responsabilizarse por su error y aprender a no repetirlo. Puede ocurrir esto en personas comunes que comenten con un crimen (emoción violenta, por ejemplo), incluso en delincuentes comunes. En estos casos se pueden aceptar los atenuantes que prevén las leyes, la sociedad debe dar una segunda oportunidad. Pero, antes de otorgar estos beneficios, debemos analizar “la forma del crimen” y la personalidad del criminal. Tanto la psicología que trabaja con criminales, como la psiquiatría forense han establecido una premisa que aún no se ha plasmado en las leyes: los asesinos no son todos iguales, existen los psicópatas.

El asesino psicópata. El asesino psicópata es distinto en su accionar del asesino circunstancial u ocasional y del asesino por emoción violenta. El asesino circunstancial es aquel que en medio de una acción delictiva (robo, por ejemplo) ejecuta un crimen no previsto por él: en medio de la violencia que ejerce por su delito aparece una situación que resuelve con un crimen. Estaba preparado para esa eventualidad (llevaba arma), pero no era algo deseado por él. Para él, el crimen es una complicación a su objetivo primario que es el robo. Dejamos de lado explicar el crimen por emoción violenta (cegado por la pasión), y el crimen culposo (sin intencionalidad), por ser demasiado conocidos. Así, creo que el asesino circunstancial puede acceder a los beneficios atenuantes de la ley. Pero el psicópata no. En la personalidad del psicópata criminal está la necesidad de matar, y con el crimen satisface esa necesidad. Y esa necesidad la tendrá siempre, no se atenúa o pasa por un asesinato. Al cabo de un tiempo, generará otra acción que implique una muerte. Podemos saber si el crimen fue ejecutado por un psicópata o por un asesino circunstancial por el estudio de la escena del crimen (por la forma del asesinato), por la falta de una motivación proporcional al hecho; por la intensa cosificación del otro, por el mero placer de matar; por la planificación del crimen; por el intento de zafar de la responsabilidad; por la “frialdad afectiva” al ejecutarlo; por la falta de un “arrepentimiento genuino” por el hecho criminal; por la repetición de asesinatos y


por la personalidad previa al hecho. Algunos de estos puntos no le son accesibles al investigado en lo inmediato. La ley debe distinguir a los psicópatas para impedir que luego del acto criminal psicopático vuelva a la sociedad, porque es muy probable que reincidirán. Debe tener establecimientos diferenciados para estos psicópatas, para evitar que ejerzan su acción distorsionante sobre los reclusos comunes; y deben contemplar un tipo de reclusión que impliquen tareas laborales: la mente del psicópata ocioso es doblemente peligrosa.

Isabel Bathory, la condesa sangrienta Este caso resulta muy interesante para la historia del crimen en serie, partiendo del hecho de que fue una de las pocas mujeres que haya asesinado de una manera tan cruel a cerca de 650 niñas.


Su nombre auténtico era Erzsébet (Isabel, en castellano) Báthory, pero la historia la conoce como La Condesa Sangrienta, por su afición a secuestrar y torturar a muchachas de los alrededores, cuya sangre se bebía para conservar la eterna juventud. Al menos eso testificaron quienes siguieron el proceso contra ella en unos tiempos convulsos. Isabel nació en 1560 en Byrbathor, una ciudad de la región de Transilvania, en la Hungría profunda, "el país más salvaje de la Europa feudal", según la escritora francesa Valentine Penrose, autora del libro La Condesa Sangrienta. Un país salvaje y, como casi siempre en su historia, dividido, con una parte ocupada por los turcos y la otra en manos de los Habsburgo austriacos. Isabel pertenecía a una de las familias más adineradas y poderosas del país. Era sobrina de Istvan Báthory, príncipe de Transilvania y rey de Polonia entre 1575 y 1686. Pasó su infancia en el castillo de los Ecsed, la rama más extravagante de los Báthory, repleta, como consecuencia de los matrimonios consanguíneos, de locos y tarados. Se dice que a los cuatro años Isabel sufrió ataques de epilepsia o algún otro trastorno neurológico, pero remitieron pronto y no parecen tener relación con su comportamiento posterior. También existen antecedentes esotéricos entre los miembros de su familia, como pueden ser un tío adorador de Satán y otros familiares adeptos a la magia negra o la alquimia, entre los que se puede contar a la propia Báthory, ya que desde su infancia había sido influida por las enseñanzas de una nodriza que se dedicaba a las prácticas brujeriles. Fue educada con esmero, algo inusual para su tiempo, cuando muchos nobles ni siquiera sabían leer y escribir. Pero Isabel hablaba húngaro, latín y alemán, y además era


guapa. A los 15 años fue obligada a casarse con el conde Ferenc Nadasdy, que tenía 26 años, gran guerrero conocido conocido como "El Héroe Negro", se van a vivir en un solitario castillo Ecsed en los Cárpatos; tuvieron tres hijas y un hijo, vivieron con la madre de Ferenc, su odiada suegra Úrsula. El conde no tarda en ser reclamado en una batalla, por lo que se ve obligado a dejar sola a Elizabeth por un tiempo. Al cabo de muchos momentos en espera de su marido, ésta se aburre por el continuo aislamiento al que estaba sometida, y se fuga para mantener una relación con un joven noble al que las gentes del lugar denominaban "el vampiro" por su extraño aspecto. En breve regresa de nuevo al castillo y empieza a mantener relaciones lésbicas con dos de sus doncellas. Desde ese momento, y para distraerse de las largas ausencias de su marido, comienza a interesarse sobremanera por el esoterismo, rodeándose de una siniestra corte de brujos, hechiceros y alquimistas. A medida que pasaban los años, la belleza que la caracterizaba se iba degradando, y preocupada por su aspecto físico pide consejo a la vieja nodriza. Ésta, le indica que el poder de la sangre y los sacrificios humanos daban muy buenos resultados en los hechizos de magia negra, y le aconseja que si se bañaba con sangre de doncella, podría conservar su belleza indefinidamente Además de una perversión sádica y sexual, la Condesa Elizabeth Báthory sentía especial atracción por la sangre, y no sólo se contentaba de beberla, como es habitual en los llamados asesinos vampíricos, sino que se bañaba en ella con el fin de impedir que su piel envejeciese al paso de los años. En esa época, la Condesa tuvo su primer hijo, al que siguieron tres más, y si bien su papel maternal le absorbía la mayor parte del tiempo, en el fondo de su mente seguían resonando las palabras tentadoras de la nodriza: "belleza eterna". Al principio intentó alejarlas de sí, posiblemente no por falta de deseo o valor, sino por temor a las consecuencias de cara a la aristocracia, pero años más tarde cuando su marido fallece no tarda en probar los placeres sugeridos por la bruja. Una primera muestra de la crueldad de Isabel aparece en la correspondencia que sostuvo con su marido ausente, en la que ambos intercambian ideas sobre las técnicas más apropiadas para castigar a los criados. El caso es que la condesa administró el castillo con mano de hierro y brutales palizas a las sirvientas, a las que golpeaba con un pesado mazo o les pinchaba con agujas debajo de las uñas, por citar algunas de sus diversiones predilectas. Por otro lado, a Isabel le atraían sexualmente las mujeres, pero sus prácticas sádicas, siempre con golpes y


sangre, asustaban a las incautas que se prestaban inicialmente a sus requerimientos.

Al poco tiempo moriría su primera víctima: una joven sirvienta estaba peinando a la Condesa, cuando accidentalmente le dio un tirón. Ésta, en un ataque de ira le propinó tal bofetada que la sangre de la doncella salpicó su mano. Al mirar la mano manchada de sangre, creyó ver que parecía más suave y blanca que el resto de la piel, llegando a la conclusión que su vieja nodriza estaba en lo cierto y que la sangre rejuvenecía los tejidos. Con la certeza de que podría recuperar la belleza de su juventud y conservarla a pesar de sus casi cuarenta años, mandó que cortasen las venas de la aterrorizada sirvienta y que metiesen su sangre en una bañera para que pudiera bañarse en ella. A partir de ese momento, los baños de sangre serían su gran obsesión, hasta el punto de recorrer los Cárpatos en carruaje acompañada por sus doncellas en busca de jóvenes hembras a quienes engañaban prometiéndoles un empleo como sirvientas en el castillo. Si la mentira no resultaba, se procedía al secuestro drogándolas o azotándolas hasta que eran sometidas a la fuerza. Una vez en el castillo, las víctimas eran encadenadas y acuchilladas en los fríos sótanos bien por un verdugo, un sirviente o por la propia Condesa, mientras las víctimas se desangraban y llenaban su bañera. Una vez dentro de la pila, hacía que derramasen la sangre por todo su cuerpo, y al cabo de unos minutos, para que el tacto áspero de las toallas no frenase el poder de rejuvenecimiento de la sangre, ordenaba que un grupo de sirvientas elegidas por ella misma lamiesen su piel. Si estas mostraban repugnancia o recelo, las mandaba torturar hasta la muerte. Si por el contrario reaccionaban de forma favorable, la Condesa las recompensaba.


En algunas ocasiones, las víctimas que le parecían más sanas de mejor aspecto eran encerradas durante años en los sótanos para ir extrayendo pequeñas cantidades de sangre mediante incisiones afín que la dueña del castillo pudiera bebérsela. Por otro lado, las calaveras y los huesos eran también aprovechados por los hechiceros del castillo, convencidos que sólo un sacrificio humano podía dar buenos resultados para realizar sus experimentos alquímicos. Durante once años, los campesinos aterrados veían el carruaje negro con el emblema de la Condesa Báthory rastrear el pueblo en busca de jóvenes, que desaparecían misteriosamente dentro del castillo y que nunca volvían a salir. Los cuerpos sin vida eran sepultados en las inmediaciones del castillo, hasta que finalmente, sea por pereza o descuido, tan sólo los arrojaban al campo para que las alimañas acabasen con ellos. La muerte de Ferenc en 1604 fue el punto de inflexión definitivo en la espiral de violencia de Isabel, que al verse viuda dio rienda suelta a toda su psicopatía. De entrada echó del castillo a su suegra y al resto de parientes de su marido, y con la ayuda de su cómplice Darvulia, una supuesta bruja de la región, montó un siniestro laboratorio -más bien cámara de suplicios- en los sótanos del castillo y se dedicó a las prácticas de magia negra. Entre los aparatos de tortura que supuestamente guardaba en las mazmorras había un autómata llamado La Virgen de Hierro, una dama metálica con un mecanismo que clavaba puñales, además de diversos atizadores enrojecidos al fuego, ganchos y todo lo que la imaginación pueda concebir en estos casos. Tras la muerte de Darvulia Isabel olvidó de las precauciones y empezó a raptar también a jóvenes de buena familia. Los rumores llegaron pronto a la corte, donde la Báthory no contaba con muchas simpatías, y el rey Matyas ordenó investigar el caso al conde Thurzo, un primo de Isabel enemistado con ella. Thurzo y sus


soldados entraron en el castillo sin encontrar resistencia y allí estaban a la vista, según dijeron, los cuerpos desangrados, los instrumentos de tortura, el horror. Los pueblerinos empiezan a rondar por las inmediaciones del castillo, en dónde se encuentran con los restos de más de una docena de cuerpos sin vida. Éstos armaron una revuelta insistiendo que el castillo estaba maldito y era además una residencia de vampiros, quejándose ante el propio soberano, el emperador comienza por no prestar atención a las quejas de su pueblo, pero finalmente envía una tropa de soldados que irrumpen en el castillo en 1610. Al entrar, los soldados encuentran en el gran salón del castillo un cuerpo pálido y desangrado de mujer en el suelo, otro aún con vida pero terriblemente torturada, que había sido pinchada con un objeto para extraerle la sangre, y una última ya muerta tras ser salvajemente azotada, desangrada y parcialmente quemada. En los alrededores del castillo, desentierran además otros cincuenta cadáveres. En los calabozos, se encuentran a gran cantidad de niñas, jóvenes y mujeres aún en vida a pesar que algunos de ellos tenían señales de haber sido sangrados en numerosas ocasiones. Una vez éstos liberados, sorprenden a la Condesa y a algunos de sus brujos en una de las habitaciones del castillo en medio de uno de estos sangrientos rituales. Rápidamente son detenidos y conducidos a la prisión más cercana. Los crímenes sádicos de Báthory habían durado aproximadamente diez años. En el juicio, sobraban pruebas para condenar a Elizabeth Báthory culpable de los múltiples crímenes cometidos, pues no sólo se habían encontrado ochenta cadáveres sino que los guardias estaban de testigos para declarar que la habían visto matar con sus propios ojos, Isabel se negó a declarar, acogiéndose a sus privilegios nobiliarios, sin embargo confesaría haber asesinado junto con sus hechiceros y verdugos, a más de 600 jóvenes y haberse bañado en "ese fluido cálido y viscoso afín de conservar su hermosura y lozanía". Le seducía el olor de la muerte, la tortura y las orgías lesbianas. Decía que todo lo mencionado poseía un "siniestro perfume". Sus cómplices fueron condenados culpables, unos decapitados y otros quemados en la hoguera Condenada a cadena perpetua, tapiaron su habitación y allí vivió emparedada durante casi cuatro años, medio muerta de hambre y de frío, alimentándose de la escasa comida que le hacían llegar por una ínfima ventanita. Nunca mostró arrepentimiento ni llegó a entender por qué la condenaron. Murió el 21 de agosto de 1614, al anochecer, tenía 54 años, "abandonada de todos", según un cronista de la época.


Resulta curioso señalar un paralelismo entre esta mujer y otro vampiro histórico muy conocido: Gilles de Rais, pues aunque éste cometió sus crímenes dos siglos antes, procedían de manera muy similar: ambos pertenecían a la alta nobleza. Él era homosexual y ella lesbiana (de ahí que sus víctimas fuesen principalmente mujeres), y lo más sorprendente e inquietante es que tanto los sirvientes de uno como de otro participaban en los macabros baños de sangre

BIBLIOGRAFIA

https://www.alcmeon.com.ar/18/70/04_martinez_alc70.pd http://www.taringa.net/posts/info/4778771/La-peligrosa-ignorancia-sobrepsicopatia-en-las-leyes-penal.html http://www.muyhistoria.es/h-moderna/articulo/isabel-bathory-la-condesa-sangrienta http://www.tuotromedico.com/temas/psicopatia.htm https://tusintoma.com/psicopatia/#prettyPhoto https://psicologiaymente.net/clinica/subtipos-psicopatia-theodore-millon Lykken, D. (1994) Las personalidades antisociales. Barcelona: Herder. https://psicologiaymente.net/forense/tipos-de-psicopatas http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/practi cas_profesionales/820_clinica_tr_personalidad_psicosis/material/esbec.pdf Millon, Th., 1998. Subtipos de psicopatía (“Subtypes of psychopathy”, en “Psychopathy”, editado por Millon, Th. y otros, Guilford Press)



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