Sé líder: 12 principios sobre el liderazgo en la iglesia

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SÉ LÍDER

12 principios sobre el liderazgo en la iglesia

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Sé líder: 12 principios sobre el liderazgo en la iglesia Copyright © 2021 por Paul David Tripp Todos los derechos reservados. Derechos internacionales registrados. B&H Publishing Group Nashville, TN 37234 Diseño de portada e ilustración por Ordinary Folk, ordinaryfolk.co Director editorial: Giancarlo Montemayor Coordinadora de proyectos: Cristina O’Shee Traducción: Gerardo Montemayor Clasificación Decimal Dewey: 303.3 Clasifíquese: LIDERAZGO/CLERO/ADMINISTRACIÓN DE LA IGLESIA Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida ni distribuida de manera alguna ni por ningún medio electrónico o mecánico, incluidos el fotocopiado, la grabación y cualquier otro sistema de archivo y recuperación de datos, sin el consentimiento escrito del autor. Las citas bíblicas marcadas NVI se tomaron de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, © 1999 por Biblica, Inc. ®. Usadas con permiso. Todos los derechos reservados. ISBN: 978-1-0877-3643-3 Impreso en EE. UU. 1 2 3 4 5 * 24 23 22 21


A todos los líderes que invirtieron en mí, me pastorearon, me confrontaron, oraron por mí y me mostraron la paciente, perdonadora y transformadora gracia de mi Salvador.

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ÍNDICE Prefacio........................................................................................ 9 Introducción: Crisis..................................................................... 13 1 Éxito.................................................................................... 31 PRINCIPIO 1: Una comunidad de liderazgo cuyo

tiempo está controlado por los negocios de la iglesia, tiende a estar espiritualmente enferma. 2  Evangelio............................................................................. 51 PRINCIPIO 2: Si tus líderes van a ser herramientas de la gracia de Dios, deben comprometerse a nutrir esa gracia en la vida de los demás.

3 Límites................................................................................. 73 PRINCIPIO 3: Reconocer los límites ordenados por Dios

en los dones, el tiempo, la energía y la madurez es esencial para dirigir bien una comunidad de liderazgo. 4 Equilibrio............................................................................. 89 PRINCIPIO 4: Enseñar a tus líderes a reconocer y equilibrar

los diversos llamamientos en su vida es una contribución vital para su éxito. 5 Carácter................................................................................ 103 PRINCIPIO 5: Una comunidad de liderazgo espiritualmente

saludable reconoce que el carácter es más importante que la estructura o las estrategias.

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6 Guerra.................................................................................. 117 PRINCIPIO 6: Es esencial comprender que el liderazgo

en cualquier ministerio evangélico es una guerra espiritual. 7 Siervos.................................................................................. 131 PRINCIPIO 7: Un llamado al liderazgo en la iglesia es

un llamado a una vida de servicio y sacrificio voluntario. 8 Sinceridad............................................................................ 147 PRINCIPIO 8: Una comunidad de liderazgo espiritualmente

saludable se caracteriza por la humildad de la accesibilidad y la valentía de la honestidad amorosa. 9 Identidad.............................................................................. 163 PRINCIPIO 9: El lugar donde tus líderes buscan

identidad siempre determina cómo lideran. 10 Restauración......................................................................... 179 PRINCIPIO 10: Si una comunidad de liderazgo es

moldeada por el evangelio, siempre estará comprometida con un estilo de vida de nuevos comienzos. 11 Longevidad.......................................................................... 195 PRINCIPIO 11: Para los líderes de la Iglesia, la longevidad del

ministerio es siempre el resultado de comunión en el evangelio. 12 Presencia.............................................................................. 211 PRINCIPIO 12: Solo te encargarás de la inevitable debilidad,

el fracaso y el pecado de tus líderes cuando los ves a través de los ojos de la presencia, el poder, las promesas y la gracia de Jesús.

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PREFACIO

E S UN O D E L OS D I S T I NG U I D OS e inmerecidos privilegios y deleites de mi vida. No entrené para hacerlo, no lo vi venir, y me sigue sorprendiendo hasta hoy. He sido llamado a poner las palabras del evangelio en una página tras otra en un libro tras otro. Me levanto cada mañana con entusiasmo y aprecio. Al principio, la escritura no me resultaba natural. Escribía con tanta confianza como una persona que, arrastrada por el espíritu invernal, patina sobre hielo por primera vez. Recibí de regreso mi primer manuscrito con las correcciones y comentarios del editor en rojo, ¡y parecía una carnicería! Pero me he mantenido en ello y estoy profundamente agradecido de que esto es lo que tengo que hacer con mi vida, mi tiempo, mis dones y mi conocimiento. Solo tengo una cosa que ofrecer: las verdades del evangelio del Señor Jesucristo. Todo lo que hago con cada libro es ponerme las gafas del evangelio y mirar otro tema en la vida de un creyente o en la cultura de la Iglesia. He dicho en broma que solo he escrito un libro; simplemente le cambio el título cada año. Debido a que el evangelio es tan infinitamente profundo, sé que podría seguir escarbando en él durante el próximo siglo y nunca llegar al fondo. 9

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Prefacio

También sé que las aplicaciones del evangelio a la vida cotidiana son tan amplias y variadas que nunca me quedaría sin cosas nuevas para examinar desde la perspectiva del evangelio. Verás, el evangelio no es solo un conjunto de hechos históricos. Sin duda es eso. Está basado en actos divinos de intervención y sustitución que si no son reales e históricos le robarían al evangelio su fiabilidad, promesa y poder. Pero el evangelio no es solo un conjunto de hechos históricos, sino también una colección de realidades redentoras actuales. Ciertas cosas son verdaderas ahora, y son verdaderas para cada creyente, debido a lo que Dios hizo históricamente y está haciendo actualmente a través de ellas. Hay más. El evangelio es una identidad viva para todos los que creen. Nos hemos convertido en algo en Cristo, algo que es glorioso y nuevo y lleno de un nuevo potencial. La buena teología del evangelio no solo te define quién es Dios y lo que ha hecho; también redefine quién eres como Su hijo. Una última cosa. Como dije antes, el evangelio está destinado a ser un nuevo juego de anteojos que cada creyente utiliza y a través del cual mira la vida. Déjame decirlo de otra manera. El evangelio de Jesucristo está destinado a ser la hermenéutica de tu vida, es decir, el medio por el que entiendes y das sentido a la vida. Esto es importante porque los seres humanos no viven la vida basándose en los hechos de su experiencia, sino en su interpretación de los hechos. Sean conscientes de ello o no, cada ser humano es un creador de sentido, un teólogo, un filósofo o un antropólogo, siempre considerando las cosas por separado para entender lo que significan. Como líder de un ministerio, estás haciendo un trabajo teológico no solo cuando predicas, enseñas o diriges, sino también en la forma en que piensas sobre ti mismo, entiendes tu ministerio y te relacionas con tus compañeros líderes. Cada libro que escribo tiene el propósito de ayudar a la gente a mirar algún aspecto de la vida o del ministerio a través de la lente del evangelio. 10

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Prefacio

A veces este maravilloso trabajo que se me ha dado fluye con facilidad; las palabras parecen salir volando de mis dedos y llegar a la página del libro. Pero otras veces parece que paso mucho de mi tiempo de escritura mirando la página no escrita, debatiendo cómo se dirían mejor las cosas y orando por la sabiduría y la capacidad que no tengo por mi cuenta. En esos días, no estoy seguro de si el problema soy yo y la variedad de distracciones y debilidades que traigo al proceso de escritura o si es el tema y todos los delicados equilibrios que necesitan ser expresados bien. No me desanimo cuando el trabajo es duro, porque estoy profundamente convencido de que he sido llamado a hacer este trabajo, no porque yo sea rico en dones y sabiduría, sino porque mi Señor es glorioso en todos los sentidos, y me encuentra en mi debilidad con una fuerza que solo Él puede dar. Escribo siempre como un pastor. Esto puede parecerte extraño, pero escribo con una congregación en mi mente. Escribo con amor por la gente que tengo en mente. Escribo con pasión para que conozcan la profundidad de lo que se les ha dado en la asombrosa gracia y el amor ilimitado de Jesús. Y sé que, debido a que la obra de Jesús a nuestro favor es completamente suficiente, puedo ser honesto. No hay daño que el pecado haya hecho o hará que no haya sido abordado por Su persona, Su trabajo, Sus promesas y Su presencia. Escribo convencido de que nosotros, la comunidad de creyentes, podemos ser la comunidad más honesta de la tierra porque no hay nada que pueda ser conocido, revelado o expuesto sobre nosotros que no haya sido cubierto por la obra expiatoria de Cristo. Al final, confío en que mi trabajo no solo dará a la gente una nueva forma de pensar sobre la información del evangelio que encuentran en sus Biblias, sino que en última instancia llevará a una transformación del corazón y de la vida. Escribo con la esperanza de que mis palabras estimulen la fe, el amor, la esperanza, la valentía, la alegría, la humildad, la perseverancia, la misericordia y la generosidad, y que encontremos estas cosas no solo en todos los 11

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Prefacio

lugares típicos donde la gente vive y se relaciona, sino también en las relaciones y el trabajo de los encargados de dar liderazgo a la Iglesia. Es con esta esperanza que les ofrezco este libro. Escribo como un pastor que ama a los pastores y tiene un profundo aprecio y respeto por los sacrificios diarios que cada líder del ministerio hace por el bien del evangelio de Jesucristo y la salud espiritual del pueblo de Dios. Como todos los demás libros que he escrito, pienso en él como un libro sobre el evangelio. No es primero una crítica al liderazgo del ministerio, sino más bien un llamado a dejar que el evangelio de Jesucristo forme la manera en que nos vemos como líderes, la manera en que nos relacionamos unos con otros como una comunidad de liderazgo, y la forma en que hacemos nuestro trabajo de liderazgo en el ministerio. Este no ha sido un libro fácil, porque escribí queriendo examinar las cosas difíciles, pero lo hago de una manera que refleja la esperanza y el amor del evangelio. No quería que la honestidad disminuyera la esperanza o que la esperanza debilitara la honestidad. Mi esperanza es que, al leerlo, seas bendecido no solo con esperanza, sino con la esperanza que corrige, protege y establece nuevos objetivos donde sean necesarios. ¡Que Dios los bendiga ricamente a ustedes y a todo lo que hagan en Su nombre! Paul David Tripp 13 de mayo de 2019

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INTRODUCCIÓN Crisis

A M O A L A I G L E S I A . Amo su adoración, amo su predicación, amo su teología evangélica, amo su comunidad, amo su testimonio al mundo, amo sus ministerios de misericordia y amo a sus líderes. Cuando tengo el privilegio de estar ante una reunión de líderes de la Iglesia, siempre me siento lleno de honor y aprecio. Conozco bien el camino que cada pastor recorre porque yo mismo he recorrido ese largo camino. Conozco la carga de ser miembro del núcleo de la comunidad de pastores y líderes de la Iglesia. Tengo demasiado respeto por aquellos que responden al llamado de dar su vida al ministerio de la Iglesia. Sé que el pastor promedio trabaja demasiado, tiene poco personal y no está bien pagado, así que aprecio mucho a aquellos que han elegido vivir esa vida. Soy miembro de una iglesia maravillosa, con un liderazgo piadoso y dedicado y una predicación del evangelio que da vida. Ser parte de su comunidad es una de las alegrías de mi vida. El amor que tengo por la Iglesia es la razón por la que estoy preocupado por sus líderes. Mi preocupación se ha profundizado a 13

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Introducción

medida que he recibido llamada tras llamada después de mi libro El llamamiento peligroso. 1 La llamada que a continuación mencionaré provino del presidente del consejo de una iglesia local con la que me asocié para un ministerio. Estaba conmocionado, herido, enojado y confundido. Me pidió ayuda, pero no estoy seguro de que quisiera mi ayuda, al menos no la que yo me sentía obligado a darle. Mientras conversábamos, su ira se volvió hacia mí. Quería ayudarlo a él y a sus compañeros líderes a atravesar el oscuro y rocoso camino que recorrerían durante los próximos meses, pero su ira me dijo que no me invitaría a participar. Dejé mi celular después de nuestra charla y la tristeza se apoderó de mí. No era la primera vez, y sabía que no sería la última. Llevo esa tristeza conmigo. Me conduce a la oración, me hace celebrar la gracia de Dios, y me motiva a pensar que podemos y debemos hacerlo mejor. Lo que me preocupó en la llamada de ese día, y muchas otras llamadas similares, no es que mi amigo líder estuviera conmocionado, herido y enfadado. Debería estar sorprendido por la vida hipócrita de su pastor principal. Debería haberle dolido que su pastor amara su placer más de lo que amaba a la gente que había sido llamado a alimentar y a liderar. Quien me llamó necesitaba estar enojado por la violación de todo lo que Dios diseñó para Su Iglesia. Pero lo que me preocupó y me dejó triste después de la llamada fue que no había introspección, ni asombro sobre la naturaleza de la comunidad de liderazgo que rodeaba al pastor caído, y ninguna aparente voluntad de hablar de otras cosas que no fueran qué hacer con el pastor, quien era el foco de su ira. Desearía que esta conversación hubiera sido una excepción, pero no lo fue. Todos hemos sido testigos de la caída de pastores conocidos con una gran influencia y notoriedad, pero por cada 1.  Paul David Tripp, El llamamiento peligroso: Enfrentando los singulares desafíos del ministerio pastoral (Graham, NC; Publicaciones Faro de Gracia, 2019).

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caída pública, hay cientos de pastores desconocidos que han caído, han dejado tanto su liderazgo como su iglesia en crisis, o son solo cascarones espirituales de los pastores que una vez fueron. Hemos hablado de idolatrar la fama, de la inmoralidad pastoral y de la seducción del poder, pero escribo este libro porque, muy a menudo, detrás del fracaso de un pastor hay una comunidad de liderazgo débil y fracasada. No tenemos solo una crisis pastoral; estoy convencido de que, basado en conversación tras conversación con los pastores y su liderazgo, tenemos una crisis de liderazgo. ¿Podría ser que la forma en que hemos estructurado el liderazgo de la iglesia local, la forma en que los líderes se relacionan entre sí, la manera en que formamos la descripción del trabajo de un líder y el estilo de vida diario de la comunidad de liderazgo puedan ser factores que contribuyan al fracaso pastoral? ¿Podría ser que mientras los líderes estamos disciplinando al pastor, lidiando con el daño que ha dejado atrás y trabajando hacia la restauración, necesitamos mirar hacia adentro y examinar lo que su caída nos dice sobre nosotros mismos? ¿Podría ser que estemos mirando a los modelos equivocados para entender cómo liderar? ¿Podría ser que, al enamorarnos de los modelos corporativos de liderazgo, hayamos perdido de vista las ideas y valores más profundos del evangelio? ¿Podría ser que hayamos olvidado que el llamado a liderar la Iglesia de Cristo no se resume en organizar, dirigir y financiar un catálogo semanal de reuniones y eventos religiosos? ¿Podría ser que muchas de nuestras comunidades de liderazgo no funcionan realmente como comunidades? ¿Y podría ser que muchos de nuestros líderes no quieren realmente ser liderados, y muchos en nuestra comunidad de liderazgo no valoran la verdadera comunidad bíblica? Sabía que cuando escribí El llamamiento peligroso, que aborda las tentaciones únicas que cada pastor enfrenta, necesitaría escribir otro libro dirigido a la comunidad de líderes que rodea al pastor. He necesitado los años desde que se publicó El llamamiento 15

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peligroso, con todas esas tristes y difíciles conversaciones telefónicas, antes de emprenderlo. He necesitado sentarme cara a cara con decenas de pastores novatos y veteranos. He necesitado muchas horas de estudio y reflexión. Pero estoy emocionado de usar mi voz con la esperanza de que encienda una conversación que estoy convencido que necesitamos tener, pero que a menudo no tenemos. Este libro no es una crítica deprimente. Puedes ir a Twitter para eso, el lugar que nos ha revelado a todos que el juicio es mucho más natural para nosotros que la gracia. Quiero proponer un modelo de carácter positivo para la iglesia local o el liderazgo del ministerio. Se ha escrito mucho sobre el don de un líder, sobre tener a las personas adecuadas en los lugares adecuados, sobre las estructuras de liderazgo, y sobre cómo tomar decisiones e impulsar la visión. Todas estas cosas son importantes, pero no son lo más importante. Quiero dirigir tu pensamiento hacia el carácter fundacional y el estilo de vida de una comunidad de liderazgo de una iglesia saludable. Mi esperanza es que el resultado sea la perspicacia, la confesión y la transformación de la comunidad. Jim me llamó porque la vida secreta y sórdida de su pastor principal ya no era un secreto. Como tantas otras situaciones, la computadora era la herramienta que había expuesto el secreto. Al principio, Jim y sus compañeros líderes se negaron. Simplemente no podían creer que estas cosas estuvieran pasando en la vida del hombre con el que habían trabajado y en el que habían confiado durante años. Pensaron que tal vez su computadora había sido hackeada, pero cuando se acercaron a él, cambiaron de opinión, porque negó todo. Ahora tenían que trabajar a través de su incredulidad, así como todas las explicaciones plausibles que su pastor había dado y que, francamente, deseaban creer. Sin embargo, cuanto más cavaban, más incapaces eran de negar la verdad de lo que se había descubierto, y cuanto más descubrían, más tenían que confesar que había mucho 16

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sobre este pastor que no conocían. Eran como diez personas en una canoa construida para cuatro y que se dirigía por corrientes rápidas hacia una cascada. Para añadir a su sentimiento de descontrol, esta crisis había destrozado su unidad. Tal vez sea más exacto decir que la crisis había expuesto cuán delgada y frágil era su unidad. Los hombres más leales al pastor discutieron y debatieron con los hombres que pensaban que se precipitaban a juzgar; los que organizaban discutieron con los hombres que tendían a ser más pastorales; y en todos estos debates había demasiado juicio sobre los intereses y motivos de los demás. Mientras tanto, una conmocionada y dolida congregación no obtenía de sus líderes lo que necesitaba. Mientras caminaba con estos líderes a través de su angustia y confusión, involucrándolos en una conversación tras otra, estaba claro que no estaban preparados para lo que estaban enfrentando. No era solo que no estuvieran estructuralmente preparados, sino que, lo que es más importante, no estaban preparados en términos de carácter y relación. El hecho de que faltaran cosas tan básicas complicaba y obstruía su vocación de guiar a su iglesia en ese momento tan difícil. Y en su falta de preparación, pasaron tanto tiempo debatiendo entre ellos como lidiando con la crisis y el hombre en el centro de ella. No son solo las pequeñas y desconocidas iglesias las que no están preparadas. Todos hemos visto a las grandes iglesias lidiar con crisis pastorales similares, y las hemos visto actuar y hablar demasiado pronto, solo para luego retractarse de lo que han dicho y hecho y luego sugerir otro punto de vista y otro curso de acción que pronto también modifican. Hemos visto a los líderes de estas iglesias mostrar su desacuerdo en público. Hemos visto que la lealtad, el poder y la división controlan las decisiones, en lugar de permitir que la sabiduría bíblica los guie. ¿Cuántos pastores más fracasarán, cuántas iglesias más serán dañadas, antes de que humildemente nos 17

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preguntemos cómo estamos dirigiendo la iglesia que el Salvador ha confiado a nuestro cuidado? Celebro las maravillosas, vibrantes y sanas iglesias con las que me relaciono en todo el mundo. Me encanta la energía que estamos vertiendo en la plantación de iglesias y la revitalización de la Iglesia. Me encanta que las iglesias centradas en el evangelio hablen cada vez más fuerte como defensoras de lo que es justo y correcto por los que no tienen voz. No estoy para nada deprimido; estoy emocionado. Pero me preocupa que las debilidades de la comunidad de líderes tengan el poder no solo de debilitar la función y el testimonio de lo que parece ser una iglesia muy saludable, sino que también pueden, en lo que parece ser un instante, arrojar a esa iglesia a un atolladero que puede dañar y desviar su ministerio durante mucho tiempo. En algunas situaciones parece que la gloria nunca volverá. Lo que me impulsa a abordar este tema no está basado en mi sabiduría o experiencia, sino en la presencia, el poder, la sabiduría y la gracia de mi Redentor. Al comenzar a escribir este libro, recuerdo una vez más lo que me dio esperanza y motivación cuando escribí El llamamiento peligroso: Mateo 28:16‑20: Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado. Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban. Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: —Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.

Los discípulos habían atravesado un torbellino de cosas inimaginables: el arresto nocturno de su Mesías en Getsemaní, el juicio y la 18

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tortura de Jesús, la crucifixión pública, el encontrar Su tumba vacía y Sus apariciones después de la resurrección. Intenta ponerte en su lugar. Intenta imaginar la confusión, los debates internos, el miedo, la duda y la expectativa ante el futuro. Imagina la alegría por Sus apariciones estrellándose contra las luchas por creer en los milagros y el misterio que las acompañaban. Considera lo que sucede a continuación en el contexto de lo que los discípulos enfrentaban emocional y espiritualmente. Jesús, sabiendo que había tanto duda como fe en la habitación, estaba a punto de encargar a este grupo de creyentes temerosos que llevaran el evangelio de la resurrección al mundo. Sí, Él les daría la Gran Comisión a estos hombres en este momento catastrófico. Probablemente yo habría pensado: No están listos, es demasiado pronto. Necesitan conocer mucho más. Necesitan llegar a un entendimiento más profundo de lo que acaba de suceder. Necesitan tiempo para madurar. Pero en medio del momento más asombroso, confuso y gloriosamente alucinante de la historia, Jesús no dudó; simplemente les dijo: «Vayan». Me encantan las palabras que siguen porque nos aclaran por qué Jesús estaba confiado en reclutar a estos hombres, en ese momento, para su misión evangelizadora mundial. Tenía confianza no por lo que había en ellos y por lo que sabía que harían, sino porque sabía lo que había en Él y lo que Él haría. Así que dijo: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra». Les dijo a estos hombres que no había ninguna situación, ningún lugar o comunidad fuera de Su autoridad y gobierno soberano. Quería que entendieran que todo en el cielo y en la tierra estaba bajo Su control. Considera por qué esto era tan vital para estos hombres que necesitaban desesperadamente Su gracia para llevar Su mensaje de gracia a las naciones. No sé si alguna vez has considerado esto, pero la fiabilidad de las promesas de Dios para nosotros es tan grande como el alcance de Su soberanía. Dios solo puede garantizar el cumplimiento de sus 19

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promesas donde tiene el control. Puedo garantizar lo que te prometo en mi casa, porque tengo cierta autoridad allí, pero no puedo hacer las mismas promesas para la casa de mi vecino, sobre la que no tengo control. Jesús está diciendo: «Mientras vas, puedes contar con todo lo que te he prometido porque yo gobierno cada lugar donde necesitarás que se cumplan esas promesas». Las promesas de gracia de Dios son seguras porque Su soberanía es completa. Pero Jesús tenía más que decir. Entonces miró a Sus discípulos, con la mezcla de duda y fe en sus corazones, y dijo: «Les aseguro que estaré con ustedes siempre». Estas palabras son mucho más profundas que si Jesús hubiera dicho: «Estaré ahí para ustedes». Jesús está tomando uno de los nombres de Dios: «Yo soy». Dice: «Sepan que dondequiera que vayan, el Yo Soy estará con ustedes, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, aquel sobre el que descansa toda la promesa del pacto, el que es el mismo ayer, hoy y siempre, el que es Alfa y Omega. Yo soy el Yo Soy, y nunca pensaría en enviarlos sin ir con ustedes en poder, gloria, sabiduría y gracia». Los discípulos encontrarían todo lo que necesitaban para lo que se les había encomendado en el poder, la presencia y la gracia del que los enviaba. Es con la misma seguridad que Jesús les dio a los discípulos que escribo este libro. Debido a la completa autoridad de Cristo, a que no podemos escapar de Su presencia y la seguridad de Sus promesas, no debemos tener miedo de examinar nuestras debilidades y fracasos. El evangelio de su presencia, poder y gracia nos libera de la carga de minimizar o negar la realidad. El evangelio de Su presencia, poder y gracia nos da la bienvenida para ser la comunidad más honesta de la tierra. No estamos atorados en nuestro historial. No estamos abandonados a nuestros limitados recursos personales. Porque Él es el mejor regalo para nosotros, nuestro potencial es grande y el cambio es posible. Y así es el evangelio de Su presencia, poder y gracia que me da el valor y la esperanza de escribir sobre 20

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un lugar muy importante donde el cambio debe tener lugar. Que la misma gracia te dé un corazón dispuesto mientras lees. UN MODELO

El fundamento de todo lo que se propone en este libro sobre la forma, el carácter y la función de la comunidad de líderes de la ­Iglesia de Jesucristo es este: el modelo de la comunidad que es la Iglesia, y lo más importante, su liderazgo, es el evangelio de Jesucristo. Ahora, sé que esto parece tan obvio como vago, pero estoy persuadido de que no es ninguna de las dos cosas, y que, si la principal fuerza que impulsa el liderazgo en las iglesias locales de todo el mundo fuera el evangelio de Jesucristo, muchas de las cosas tristes que hemos visto en las vidas de los líderes y sus iglesias no habrían sucedido. Quiero invitarte a examinar conmigo un pasaje que establece un fundamento evangélico para todas las relaciones en la iglesia, desde la persona promedio en el banco de iglesia hasta los líderes más influyentes, de mayor cultura y que establecen misiones. Permíteme decir, antes de que leamos este pasaje, que ningún modelo de liderazgo organizativo u orientado a las metas debe opacar los valores y el llamado del evangelio como el modelo estructural y funcional, ni la identidad de los líderes de la iglesia local y del ministerio cristiano. Mientras reflexionaba sobre este pasaje, mi mente estaba puesta en los miles y miles de pastores, líderes ministeriales, juntas de ancianos y juntas de diáconos de todo el mundo, y me he preguntado si las normas de este pasaje son su experiencia normal como líderes. Encontramos el pasaje en la carta de Pablo a los Efesios: Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos 21

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con otros en amor. Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz (Ef. 4:1‑3).

Cabe señalar que la primera aplicación de las verdades del evangelio, que Pablo acaba de exponer para los Efesios, es para recordarles que son esas mismas verdades las que deben moldear la forma en que piensan sobre sí mismos y sus relaciones con los demás. Esas verdades serán el fundamento de cualquier estructura comunitaria que construyan. Existen pocas aplicaciones más importantes de las verdades del evangelio de Jesucristo que considerar cómo estas establecen las directrices para la forma en que vivimos, nos relacionamos y trabajamos unos con otros como miembros del cuerpo de Cristo. Y permíteme señalar que no hay ninguna cláusula de excepción para los pastores, ancianos y ­diáconos o algún modelo diferente de comunidad para ellos en este pasaje o en cualquiera de los pasajes similares. El evangelio, que es nuestra esperanza en la vida y la muerte, también establece las directrices para la forma en que vivimos, nos relacionamos y conducimos entre el «ya» de nuestra conversión y el «todavía no» de nuestro regreso final a casa. Mi propósito aquí no es hacer un estudio detallado de ­Efesios 4:1‑3, sino proponer cómo sus valores evangélicos pueden comenzar a moldear la forma en que pensamos sobre cómo funcionamos y nos relacionamos como líderes de la iglesia. Quiero sugerir que si realmente quieren que sus relaciones sean dignas del evangelio que recibieron, entonces valorarán la humildad, la bondad, la paciencia, el amor compasivo y la paz, y si valoran estas características del evangelio, se preguntarán: «¿Cómo sería mi comunidad de líderes si realmente valoráramos estas cosas más que los puestos, el poder, los logros, los aplausos o el éxito?». Permítanme responder a esta pregunta sugiriendo seis características que marcarán una comunidad de liderazgo formada por los valores del evangelio. 22

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1. Humildad

La humildad significa que la relación de cada líder con otros líderes se caracteriza por la aceptación de que no merece el reconocimiento, el poder o la influencia que su posición le otorga. Significa saber, como líder, que mientras el pecado siga viviendo dentro de ti, necesitarás ser rescatado de ti mismo. La humildad significa que amas servir más de lo que anhelas liderar. Significa ser dueño de tu incapacidad en lugar de presumir de tus habilidades. Significa estar siempre comprometido a escuchar y aprender. La humildad significa ver a los compañeros líderes no tanto como instrumentos para alcanzar el éxito, sino para servir a quien los llamó. Significa estar más entusiasmado con el compromiso de tus compañeros líderes con Cristo que con su lealtad hacia ti. Se trata de temer el poder de la posición en lugar de anhelarlo. Se trata de estar más motivado para servir que para ser visto. La humildad es estar siempre dispuesto a considerar la preocupación de los demás por ti, confesar lo que Dios revela a través de ellos, y comprometerse a un cambio personal. La humildad es desatar a tu abogado interior y estar abierto al poder continuo de la gracia transformadora. 2. Dependencia

La dependencia significa vivir, como líder, como si realmente creyeras que tu andar con Dios es un proyecto comunitario. Significa que, debido al poder cegador del pecado, renuncio a la creencia de que nadie me conoce mejor que yo mismo. La dependencia significa no tener más miedo a la exposición, porque realmente creo que no hay nada que pueda ser conocido, expuesto o revelado sobre mí que no haya sido ya abordado por la persona y la obra de Jesús. Significa vivir como si realmente creyera que el cristianismo aislado, individualizado e independiente nunca produce buenos frutos. Significa 23

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reconocer que cada líder necesita ser dirigido y cada pastor necesita ser pastoreado. La dependencia significa reconocer que la comprensión teológica, la alfabetización bíblica, los dones del ministerio y la experiencia y el éxito en el ministerio no significan que ya no necesites el esencial ministerio santificador del cuerpo de Cristo. Significa confesar que mientras el pecado permanezca en ti, y que alejado de la gracia restrictiva y el ministerio de rescate de los que me rodean, sigues siendo un peligro para ti mismo. 3. Espontaneidad preparada

Si reconoces la presencia, el poder de seducción y engaño del pecado, también reconocerás que todos los miembros de tu comunidad de líderes siguen siendo susceptibles a la tentación y continúan en peligro. Sabes que los pecados, pequeños y grandes, infectarán a tu comunidad y obstruirán y desviarán su obra. Vives con el conocimiento de que todos en tu comunidad de liderazgo aún necesitan una gracia rescatadora y santificadora. Así que ponen en marcha planes para hacer frente al pecado, la debilidad y el fracaso que inevitablemente se asomará. No se sorprenderán por negar o minimizar lo que Dios, en Su gracia, revela, sino que lo tratarán con franqueza en un espíritu de amor y gracia. No se preocuparán más por defender la reputación de su comunidad de líderes que por lidiar con sus fracasos. La espontaneidad preparada significa que, debido a que has tomado en serio lo que el evangelio dice sobre las continuas batallas espirituales en el corazón de cada líder, te has preparado para tratar con el pecado que Dios expone, aunque no sepas de antemano lo que Él, en Su gracia, expondrá.

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4. Revisión

La revisión significa que invitamos a la gente a traspasar los límites normales de las relaciones de liderazgo para mirar en nuestras vidas y ayudarnos a ver cosas que no veríamos por nuestra cuenta. ­Significa invitar a los compañeros líderes a mirar nuestras almas. Significa invitarlos a interrumpir nuestra conversación privada con conocimientos bíblicos que nos protejan y verdades restauradoras del evangelio. Significa reconocer que la auto examinación es un proyecto comunitario, porque todavía podemos engañarnos a nosotros mismos pensando que estamos bien cuando estamos en peligro y necesitamos ayuda. Así que todo líder debe estar dispuesto a vivir bajo una revisión bíblica amorosa, llena de gracia, paciente y perdonadora. 5. Protección

Todos pecamos, pero no todos pecamos igual. Por razones de historia, experiencia, dones, biología, y un sinfín de otras cosas, no somos tentados de la misma manera por las mismas cosas. Tú puedes ser susceptible a las tentaciones del poder, mientras que alguien más puede ser susceptible a las tentaciones del placer, mientras que yo puedo ser tentado por la atracción de las cosas materiales. Esta comprensión de las diversas seducciones del pecado y la diferente manera en que afectan a cada uno de nosotros es vital para la salud a largo plazo y la prosperidad del evangelio en cada comunidad de liderazgo de la iglesia local. El verdadero amor bíblico no se limita a aceptarte, bendecirte con paciencia y saludar tus fracasos con el perdón. Junto con todas estas cosas, trabaja para hacer todo lo posible para protegerte de las eternas debilidades del corazón que te hacen susceptible a la tentación. Las palabras de Hebreos 13:17 hablan con una claridad motivadora: «Obedezcan a sus dirigentes 25

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y sométanse a ellos, pues cuidan de ustedes como quienes tienen que rendir cuentas». Los líderes son responsables de proteger las almas de aquellos que están bajo su cuidado. Las palabras aquí son específicas y provocativas. No dice que los líderes están comisionados para tomar nota de su comportamiento; por supuesto que eso es cierto, pero hay algo más profundo y fundamental que se ilustra aquí. Son las almas lo que los líderes deben proteger. El alma señala a la persona interior, sus pensamientos, deseos, motivos, debilidades, fortalezas, nivel de madurez, susceptibilidades, etc. Significa conocer a alguien a nivel de su corazón para poder predecir dónde puede traspasar los sabios límites de Dios. Lo que se describe aquí es un nivel de liderazgo protector que solo se dará en el contexto de una relación profunda. Si esta protección está destinada a ser la experiencia de todos en el cuerpo de Cristo, ¿no debería estar presente en el núcleo de la comunidad de liderazgo? Me ha entristecido la cantidad de veces que me han contactado para ayudar a una comunidad de liderazgo a tratar con un líder caído, solo para descubrir que, desde hacía mucho tiempo, había indicadores de debilidad y susceptibilidad particulares que nadie en su comunidad de liderazgo parecía haber notado. Debido a que nosotros, como líderes, no siempre nos vemos con exactitud, y a que no siempre nos percatamos de las áreas en las que somos débiles, todos necesitamos una comunidad protectora que nos vigile, incluso cuando no estamos tan vigilantes como deberíamos. Si vamos a ser protegidos, necesitamos ser conocidos en el nivel donde la tentación es más poderosa, el corazón. 6. Restauración

Uno de los más bellos, esperanzadores y alentadores temas del evangelio a través de las Escrituras es el de los nuevos comienzos. Los nuevos comienzos son un sello del poder rescatador, perdonador, 26

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restaurador y transformador de la gracia de Dios. Para Moisés, un nuevo comienzo fue una voz desde un arbusto ardiente que lo llamaba a volver a Egipto para liberar al pueblo de Dios, esta vez mediante el poder de Dios. Para David significó ser confrontado por un profeta, confesar el horror de lo que había hecho, y continuar su reinado. Para Jonás significó ser vomitado a la orilla del mar y enviado por segunda vez para llevar el mensaje de Dios a Nínive. Para Pedro, un nuevo comienzo ocurrió en la orilla de Galilea, ya que el Mesías al que traicionó lo perdonó y lo envió de nuevo a servirle. Para Pablo, un nuevo comienzo fue una luz cegadora en el camino a Damasco y palabras de perdón llevadas por un mensajero bastante temeroso. La gracia significa que no estamos estancados en nuestro peor momento ni somos condenados por nuestra peor decisión. La gracia significa que, desde las cenizas del pecado, los líderes pueden levantarse porque el Salvador tiene poder de resurrección. Me pregunto, si utilizamos la forma en que pensamos sobre los líderes y la función de la comunidad de liderazgo, ¿habríamos restaurado a alguno de estos personajes bíblicos? ¿Qué hay de diferente en la forma en que vemos el pecado, la debilidad y el fracaso de un líder y la forma en que Dios mira lo mismo? En ninguno de los casos que he citado se negó, ocultó o minimizó el pecado. En cada situación parece como si lo que se hizo fuera tan grave que no había esperanza para el futuro del pecador. Nuestra tendencia en tales situaciones es pensar que mientras el perdón de Dios demuestra una gracia asombrosa, también dirá: «En cuanto a la utilidad en Mi reino, estás acabado». Pero en esas situaciones bíblicas, cada uno fue restaurado a una posición de liderazgo espiritual. Profundizaré más en este punto en otro capítulo, pero lo que quiero preguntar aquí es: ¿nuestras comunidades de liderazgo funcionan con una mentalidad evangélica y de restauración? Conozco a muchos líderes caídos que fueron desechados y están manteniendo 27

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a sus familias haciendo telemercadeo, construyendo casas o vendiendo computadoras. Nunca debemos minimizar el pecado de un líder, ni debemos apresurarnos a restaurar a un líder que aún no ha tratado con los asuntos fundamentales de su corazón, y ciertamente hay algunos casos en los que un líder nunca debe ser restaurado a una posición de liderazgo, pero tampoco debemos abandonar nuestra creencia en el poder restaurador de la gracia de Dios aquí y ahora. La Iglesia necesita desesperadamente una comunidad de liderazgo cuya función no solo esté estructurada para cumplir metas con eficiencia, sino que esté profundamente moldeada por los consuelos y los llamados del evangelio de Jesucristo. Como en cualquier otra relación de la vida humana, si miras a tu comunidad de liderazgo a través de los anteojos del evangelio de Jesucristo, transformará tus expectativas, tus compromisos, tu comportamiento y la forma en que respondes a las dificultades. No es solo un discurso bíblico confuso decir que el evangelio debe ser nuestro modelo para la formación y función de la comunidad de liderazgo que debe guiar a la Iglesia. El enfoque de este libro es el llamado específico del evangelio en la forma en que pensamos sobre el liderazgo. DOCE PRINCIPIOS DEL EVANGELIO

Me reúno individualmente de forma regular con diez jóvenes pastores y líderes del ministerio. No hay nada en el ministerio más importante para mí que esto, y hay pocas cosas que disfrute más en el ministerio. Existe una forma real en la que estos hombres son mis héroes del ministerio. Han dado sus vidas para vivir en las trincheras en medio de la batalla espiritual que es la Iglesia. Se enfrentan a toda la gama de alegrías y dificultades que son inevitables en el ministerio. Han sido llamados, como su Mesías, no solo a predicar el evangelio, sino también, como Él, a sufrir por Su causa. Me 28

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encanta caminar con ellos a través de los caminos retorcidos, las colinas y los valles, y los días brillantes y las noches tormentosas de la vida de un líder espiritual. Pero una y otra vez me entristece que carezcan del tipo de comunidad rica en el evangelio que todo pastor o líder necesita para estar espiritualmente sano y disfrutar de la longevidad del ministerio. Mis reuniones con ellos me han obligado a pensar en cómo debe ser esa comunidad. Así que este libro está formado por doce principios de liderazgo y comunidad evangélica. Estos principios están profundamente ligados a las relaciones, ya que el evangelio también lo está. Recuerda que el evangelio de la gracia de Dios nos enseña que el cambio duradero del corazón siempre tiene lugar en el contexto de la relación, primero con Dios y luego con el pueblo de Dios. Una forma en que pienso sobre los doce principios que impulsan el contenido de este libro es que son una carta de amor a estos queridos hombres con los que camino y a los que tengo tanto afecto. Mi esperanza es que no solo estos principios los protejan y los bendigan con una larga y saludable vida de ministerio, sino que hagan lo mismo para ustedes y las generaciones de líderes cristianos por venir.

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PR INCIPI O 1 Una comunidad de liderazgo cuyo tiempo está controlado por los negocios de la iglesia, tiende a estar espiritualmente enferma.

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T O D O S L O S L Í D E R E S G U Í A N mientras al mismo tiempo necesitan desesperadamente todos los recursos de la gracia de Dios. Esta realidad ineludible debe ser una gran influencia en la forma en que los líderes se ven a sí mismos, se conducen y hacen el trabajo al que Dios los ha llamado. No es solo el joven pastor quien necesita la gracia, el pastor que se encuentra en medio de la lucha o el pastor caído; la gracia es el ingrediente esencial en el éxito del ministerio de cualquier persona, en cualquier momento, a cualquier edad, en cualquier lugar y en cualquier tipo de ministerio. El próximo capítulo abordará lo que significa para una comunidad de liderazgo funcionar como la comunidad evangélica que fue diseñada por Dios para ser. En este capítulo quiero considerar cómo lo bueno, el éxito, puede convertirse en algo malo para el liderazgo cuando se ha convertido en algo dominante. Ahora, sé que el éxito no solo es una cosa maravillosa, sino que también es algo vital. La salvación se basa en el éxito. No habría esperanza de perdón, de ayuda para el presente, o de un nuevo cielo y una nueva tierra si 31

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no fuera por la imparable ambición del Señor de los señores de tener éxito en lo que solo Él puede lograr al extender Su gracia a Su pueblo y en redimir y restaurar Su mundo que gime. Pero hay más. La gracia salvadora de Dios enciende en los corazones de todos Sus hijos un cambio radical en la ambición. Donde una vez nuestros pensamientos, deseos, palabras y acciones fueron motivados y dirigidos por nuestra ambición de lograr nuestra definición de felicidad personal, por gracia ahora están moldeados por nuestra ambición de que el reino de Dios logre todo lo que Dios ha diseñado para que logre. Donde una vez fuimos ambiciosos por lo que queremos, ahora somos ambiciosos para hacer la voluntad de Dios. Además, Dios nos llama a ser ambiciosos para el crecimiento y la expansión de su reino entre el «ya» de nuestra conversión y el «todavía no» de nuestro regreso a casa. Los seres humanos son triunfadores, destinados a construir y reconstruir, a crecer y expandirse, a arrancar y plantar, a derribar y construir, a soñar y a lograr sueños. Pero toda ambición y todo logro debe inclinarse ante el señorío y la gloria del Señor Jesucristo. Por lo tanto, hay que señalar que el rescate y la reorientación del deseo de nuestros corazones en relación con lo que buscamos lograr es un trabajo en progreso. Desearía poder decir que lo que siempre me motiva a hacer lo que hago y decir lo que digo es una sincera ambición por la gloria de Dios y el éxito de Su reino, pero no lo es. Desearía que la forma en que gasto mi dinero e invierto mi tiempo estuviera siempre motivada por la ambición vertical, pero no lo está. Desearía poder decir que Dios siempre está en el centro de toda ambición de los pensamientos de mi corazón, pero no lo está. Desearía poder decir que siempre quiero que cada logro en mi vida sea un dedo que señale la existencia de Dios y Su gloria, pero no puedo. Así que hay que decir que, para mí, y estoy seguro de que para ti también, la ambición es un campo de batalla espiritual, y también hay que decir que en la comunidad de líderes de la iglesia, 32

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la ambición por la gloria de Dios y Su reino se transforma fácil y sutilmente en otra cosa. QUÉ GLORIA: UNA HISTORIA DE ÉXITO

Eran jóvenes y ambiciosos. Amaban el evangelio, y amaban su ciudad. Realmente querían lograr grandes cosas para Dios. No solo querían ser predicadores del evangelio; también querían ser hacedores. Creían que la gracia transformadora de Jesús tenía el poder de cambiar cada aspecto de la vida de las personas y las comunidades en las que vivían. Estaban decididos a ser exitosos en el reino y que Dios los usara para rescatar a miles de cautivos. No eran orgullosos; confiaban en la presencia, el poder y las promesas de Dios. En sus reuniones predicaban un mensaje claro y bien aplicado del evangelio e invitaban a la gente a una adoración que exaltara a Dios. Llevaban el evangelio a las calles, no solo proclamando la gracia, sino haciendo actos de misericordia que se dirigían directamente al gemido particular de su comunidad. Trabajaron duro, planearon en grande y confiaron en que Dios produciría resultados. Por supuesto, revisaron y volvieron a revisar su plan, pero a medida que lo hacían, comenzaron a ver resultados. Al principio fue algo monótono, pero al poco tiempo la gente empezó a venir a Cristo, y los ministerios comunitarios se notaron y fueron bienvenidos. Al poco tiempo, superaron tanto a su edificio como a su personal. Buscaron una instalación mucho más grande para albergar mejor lo que querían lograr y contrataron gente para asegurarse de que cumplieran sus objetivos. Nadie en el interior lo habría notado, pero se estaba produciendo un cambio. El agradecimiento a Dios por lo que había hecho había empezado a competir con el orgullo de los logros. Cada vez se invertía menos tiempo en el compañerismo y la adoración durante las reuniones de liderazgo, y cada vez se dedicaba más tiempo a analizar las estadísticas y a trazar estrategias 33

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de objetivos. Los líderes se separaron progresivamente del cuerpo de Cristo y se volvieron menos amables, accesibles y responsables. Miles de personas asistieron a múltiples reuniones cada domingo, y millones de dólares eran recolectados cada año. La comunidad de líderes se había convertido en una cultura muy diferente a la humilde comunidad basada en la gracia que una vez fue. Los ancianos ya no funcionaban como los pastores de los pastores o como los guías espirituales y consejeros de la congregación. No, funcionaban semana tras semana como la junta corporativa de una institución religiosa. Lo único que distinguía sus reuniones era un breve tiempo de devoción y oración antes de cada reunión. Los diáconos ya no eran una junta del ministerio de misericordia, sino más bien como los contadores ejecutivos y administradores de propiedades de la iglesia. El crecimiento y el dinero ahora dominaban sus discusiones y su visión. Cada vez más miembros del personal tenían miedo de hacer algo que se interpusiera en el camino del éxito corporativos. Pocos pastores y personal tenían el valor de confesar su lucha personal o el fracaso del ministerio. El personal que era poco exitoso o que cuestionaba las decisiones o los valores era despedido rápidamente. Gran parte del personal estaba desanimado y agotado, pero pocos lo confesaban. Los pastores y miembros del personal agotados renunciaron con pocas ganas de continuar en el ministerio. Nadie parecía preguntarse cómo podía ser la iglesia tal como se describe en el Nuevo Testamento si el liderazgo ya no funcionaba como la comunidad evangélica que debía ser. Nada de esto sucedió de una sola vez, y poco de ello fue intencional, pero cambios sutiles habían alterado radicalmente la cultura, la mentalidad y los valores de la comunidad de liderazgo. Todo estaba enmascarado por las hambrientas multitudes que aún venían y los muchos ministerios que seguían creciendo. La iglesia ya no era solo una interpretación mucho más grande de lo que había sido 34

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en sus primeros días; se había convertido progresivamente en algo muy diferente. A nivel del corazón, los líderes habían cambiado, y en poco tiempo, la comunidad de líderes cambiados destruiría, con orgullo de sus éxitos y con un espíritu inaccesible, lo que Dios había construido con tanta gracia. ¿Podría ser que, en tu comunidad de liderazgo, haya señales de que la gloria del éxito ha comenzado a reemplazar la gloria de Dios como el motivador más poderoso en los corazones de sus líderes y de la forma en que los planes de liderazgo evalúan y realizan su trabajo? El éxito orientado por el evangelio es algo hermoso, pero el deseo de lograr se vuelve peligroso cuando se eleva para gobernar los corazones de la comunidad de liderazgo. A continuación, muestro las señales que indican cuando el éxito se ha vuelto peligroso. Utilízalos para evaluar tu comunidad de liderazgo y para el propósito de una honesta autoevaluación como líder. 1. El éxito se vuelve peligroso cuando domina a la comunidad de liderazgo.

Permítanme comenzar reconociendo que Dios nos ha ordenado hacer ministerio donde el dinero es una preocupación necesaria, donde hay aspectos de negocios que son necesarios para lo que hacemos, donde la planificación estratégica es importante, y donde el crecimiento numérico de la iglesia requiere más propiedades, edificios más grandes, un mayor enfoque en el mantenimiento de las instalaciones, y una comunidad de empleados en crecimiento progresivo para dotarlo de personal. Ninguna de estas cosas es mala o peligrosa; son necesidades de una administración sabia de un ministerio en crecimiento. Pero estas cosas no deben llegar a ser tan dominantes como para que empiecen a cambiarnos a nosotros y a la forma en que pensamos sobre nosotros mismos y el ministerio al que hemos sido llamados. No podemos permitirnos pasar de 35

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ser pastores y líderes del ministerio a ser la junta directiva de una empresa religiosa. No podemos permitirnos pasar de ser humildes y accesibles servidores del evangelio a ser orgullosos y no tan accesibles hombres de negocios. Los planes para lograr el éxito en una iglesia local no son necesariamente enemigos del humilde ministerio evangélico, pero a medida que se experimenta el éxito del ministerio y el crecimiento numérico, son difíciles de mantener en un equilibrio adecuado. Cuando los pastores, predicadores y líderes humildes y apasionados por el evangelio se transforman con el tiempo en administradores o visionarios centrados en la institución, tienden a perder parte de su pasión por el evangelio, y la iglesia o el ministerio sufren como resultado. Sí, debemos ser ambiciosos para la expansión del reino de la gloria y la gracia de Dios, pero también debemos reconocer que mientras el pecado siga residiendo en nuestros corazones, el éxito es una zona de guerra espiritual que no solo está plagada de bajas de pastores o líderes, sino que ha dejado heridos a muchos que todavía están en el ministerio. Observa las advertencias para nosotros en la historia espiritual de Israel, mientras saboreaban el éxito y la prosperidad de la tierra prometida: Porque yo fui el que te conoció en el desierto, en esa tierra de terrible aridez. Les di de comer, y quedaron saciados, y una vez satisfechos, se volvieron arrogantes y se olvidaron de mí (Oseas 13:5‑6).

¿Se ha vuelto dominante la búsqueda de logros institucionales en tu ministerio? No respondas demasiado rápido.

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2. El éxito se vuelve peligroso cuando controla nuestra definición de liderazgo.

Los requisitos para el ministerio en la Iglesia de Jesucristo son radicalmente diferentes de la forma en que típicamente pensamos sobre la composición de un verdadero líder. Quiero escuchar lo que la gente en una iglesia o ministerio dice después de anunciar que alguien tiene verdaderas cualidades de liderazgo. Quiero escuchar lo que piensan que son esas cualidades. ¿Debería la gente recibir una posición, autoridad o liderazgo en un ministerio o iglesia porque han tenido éxito en el ministerio, porque tienen el impulso de hacer un trabajo, porque han manejado bien sus finanzas, porque son comunicadores persuasivos, o porque tienen un currículum impresionante? Considera, por un momento, la naturaleza radical de las cualidades que Dios dice en 1 Timoteo 3:2‑7 hacen de un líder ministerial fiel, el tipo de líder que toda iglesia o ministerio influyente necesita: •  Intachable •  Esposo de una sola mujer •  Moderado •  Sensato •  Respetable •  Hospitalario •  Capaz de enseñar •  No borracho •  No pendenciero •  No amigo del dinero •  Amable •  Apacible •  Gobierna bien su casa •  No un recién convertido •  Que hablen bien de él los que no pertenecen a la iglesia 37

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Quiero hacer dos observaciones sobre el éxito a largo plazo en el ministerio. Primero, en un sentido general, Dios quiere que los pastores y líderes tengan éxito porque ama a Su reino y a Su novia, la Iglesia, pero desde la perspectiva de Dios, la fidelidad a largo plazo que produce frutos en el ministerio está arraigada en el carácter humilde y piadoso. Una segunda cosa que esta lista de cualidades de los líderes enfatiza es que, en última instancia, Dios es el que alcanza el éxito; nuestra vocación es ser herramientas útiles en Sus poderosas manos. Debido a que no somos soberanos sobre la situación en la que ministramos, porque no tenemos el poder de cambiar los corazones de las personas, porque a menudo estorbamos en lugar de ser parte de lo que Dios está haciendo, y porque no podemos predecir el futuro, no tenemos la capacidad para lograr el crecimiento o el éxito del ministerio por nuestra cuenta. Somos llamados a la fidelidad que, por cierto, solo Dios puede producir en nosotros, y Dios es soberano sobre el milagro de la gracia redentora y la expansión de Su reino. ¿En qué parte de tu comunidad de liderazgo te has enfocado más en el hacer que en el ser? 3. El éxito se vuelve peligroso cuando moldea nuestra visión del fracaso.

Estoy persuadido de que cuando un enfoque en los logros domina una comunidad de liderazgo, tiende a tener una definición errónea de fracaso. El fracaso no es la incapacidad de producir los resultados deseados. Hay tantas cosas en el ministerio, en este mundo caído, sobre las que nunca tendremos control que influyen en los resultados. Si el trabajo duro, disciplinado, fiel, bien planificado, apropiadamente ejecutado y alegre del ministerio no garantiza resultados, entonces la falta de resultados deseados no debería definir el fracaso del liderazgo. Recuerden las palabras de Pablo en 1 Corintios 3:7: 38

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«Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino solo Dios, quien es el que hace crecer». El verdadero fracaso es siempre una cuestión de carácter. Está enraizado en la pereza, el orgullo, la falta de disciplina, la autoexigencia, la falta de planificación, la falta de gozo en el trabajo y la falta de perseverancia en las dificultades. El fracaso no es primero una cuestión de resultados; el fracaso es siempre primero una cuestión del corazón. Es un fracaso cuando no he invertido el tiempo, la energía y los dones que Dios me ha dado en el trabajo que Dios me ha llamado a hacer. La pereza y la infidelidad del ministerio son un fracaso. Sin embargo, si una comunidad de líderes se enfoca demasiado en los resultados o en los logros, tenderá a faltarle el respeto a un líder que no ha logrado los resultados deseados, aunque haya sido un fiel administrador de los dones y oportunidades que Dios le ha dado. En lugar de recordarse a sí mismos que dependen totalmente de Dios para cultivar las semillas que han plantado y regado, esa comunidad de líderes tenderá a pensar que han puesto a la persona equivocada en el trabajo, dejarán de lado a ese líder y buscarán a alguien más para hacer la tarea. No puedo decirle cuántos fieles pastores y líderes he aconsejado que han llegado a considerarse fracasados porque su trabajo no logró lo que ellos y la comunidad que los rodeaba esperaban que lograra. En el ministerio, el éxito y el fracaso no son una cuestión de resultados, sino que se definen por la fidelidad. La fidelidad es lo que Dios nos pide; el resto depende enteramente de Su soberanía y del poder de Su gracia. ¿Cómo define tu comunidad de líderes el fracaso, y cómo determina la forma en que se ve a un líder cuyo trabajo no ha producido los resultados deseados?

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4. El éxito se vuelve peligroso cuando silencia la comunicación honesta del líder.

Debido a lo que Dios ha hecho por nosotros en la persona y la obra de Jesucristo, nuestras comunidades de líderes se han liberado para ser las comunidades más honestas de la tierra. Somos libres de confesar nuestra debilidad porque Jesús es nuestra fortaleza. Somos libres de confesar el fracaso porque todos nuestros fracasos han sido cubiertos por Su sangre. Somos libres de tomar el crédito por lo que solo Dios puede producir. Somos libres de estar respetuosamente en desacuerdo unos con otros porque obtenemos nuestra identidad y seguridad de nuestro Señor y no unos de otros. Somos libres de confesar actitudes erróneas y acciones en contra de los demás porque la gracia nos permite reconciliarnos. Somos libres del atractivo del poder y la posición porque nos hemos liberado de buscar horizontalmente lo que solo se puede encontrar verticalmente. Y somos libres, gracias a la obra de Cristo, de hablar de estas cosas y confesar cómo luchamos con ellas. Pero en las comunidades de líderes dominadas por el éxito basado en los logros, ese tipo de charla honesta tiende a ser silenciada. No es silenciada intencionalmente por una persona, sino por los valores de la comunidad de liderazgo. En las comunidades de liderazgo enfocadas en los logros, los líderes tienden a temer confesar sus debilidades o admitir el fracaso. Tienden a negarlo y a ocultar a sus compañeros líderes. Me ha dolido hablar con líderes que están en contacto regular con una comunidad de liderazgo, pero me dicen que no tienen a nadie con quien hablar de sus debilidades o confesar su miedo al fracaso en el ministerio. No es que hayan estado ministrando solos, pero los valores funcionales de su comunidad ministerial hacen difícil que piensen que pueden ser honestos en sus luchas y encontrar comprensión y gracia. Piensa conmigo sobre el peligro de un líder del ministerio que siente que no puede ser honesto con nadie. Ninguno de nosotros es 40

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independientemente fuerte. Todos arrastramos a nuestro ministerio un catálogo personal de debilidades, y lo haremos hasta que estemos en el otro lado. Dios nos ofrece su gracia capacitante porque todavía la necesitamos. La negación de la debilidad nunca es un camino hacia las cosas buenas. Todos fallamos de alguna manera, todos los días. A menudo el fracaso es el taller de trabajo que Dios utiliza en nuestras vidas para reformarnos para ser lo que necesitamos ser con el propósito de que seamos herramientas más exitosas en Sus manos. Y, por cierto, se nos ordena en las Escrituras que confesemos nuestras faltas unos a otros. Hablaré más sobre esto en el próximo capítulo. Ocultar, negar y tener miedo mantendrá a una comunidad ministerial sin salud espiritual, y la falta de salud espiritual prohibirá la longevidad del ministerio que es un ingrediente necesario para lograr resultados a largo plazo. ¿Tus líderes se sienten libres de confesar sus debilidades y fracasos personales, sabiendo que cuando lo hagan, serán recibidos con gracia? 5. El éxito se vuelve peligroso cuando hace que los líderes vean a los discípulos como consumidores.

Aquí está el peligro: en el ministerio de la iglesia local es mucho, mucho más fácil construir cosas relacionadas a la iglesia que edificar personas. Construir instalaciones, multiplicar ministerios y planificar un catálogo anual de eventos es mucho más satisfactorio en el corto plazo que el trabajo a largo plazo, a menudo frustrante y desalentador, del liderazgo que se entrega a la obra del evangelio de edificar una comunidad de discípulos de Jesucristo. Por lo tanto, es tentador definir el ministerio por las cosas de la iglesia que hemos construido, administrado y mantenido en lugar de por el número de personas que están en el proceso de tener sus vidas siendo transformadas por el trabajo progresivo de la gracia transformadora. 41

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Sí, hay instalaciones que necesitan ser diseñadas y construidas, hay programas que necesitan ser establecidos y dotados de personal, y hay eventos que necesitan ser planeados, pero estas cosas no deben ser vistas como el corazón del trabajo del ministerio al que hemos sido llamados como una comunidad de liderazgo, y no deben dominar nuestra energía, esfuerzos, conversaciones y decisiones ministeriales, y seguramente no deben definir la forma en que evaluamos el éxito del ministerio. Nuestra pasión y energía ministerial deben enfocarse en hacer todo lo que podamos para guiar a las personas confiadas a nuestro cuidado hacia un amor más profundo y un servicio a Jesús para que todo lo que hagamos sirva a este propósito de hacer discípulos. Cuando este llamado principal es reemplazado por la construcción de instituciones, los discípulos potenciales se convierten en consumidores. Tienden a ver la iglesia como un lugar con un conjunto de instalaciones y un catálogo de eventos, y compran lo que creen que satisfará sus necesidades o las de su familia. La iglesia no es una parte vital de sus vidas, como un órgano o una extremidad del cuerpo físico. En cambio, la iglesia es solo un evento al que asisten, saliendo de sus vidas para hacer cosas de la iglesia y volviendo a sus vidas cuando el evento termina. Un discípulo no tiene esa separación en su pensamiento. Para él, ser parte del cuerpo de Cristo es una identidad que no solo define un conjunto de reuniones a las que asiste, sino que redefine todo en su vida. Todo en él (sus relaciones, su trabajo, su tiempo, su dinero) está siendo transformado porque es parte de la comunidad transformadora de discípulos llamada «la iglesia». Este trabajo es mucho, mucho más difícil y requiere mucha más paciencia y gracia que alcanzar las metas de las instalaciones y programas, y el evangelio nos dice por qué. Tenemos el poder de construir cosas de la iglesia, pero no tenemos ningún poder para edificar a la gente. Cuando se trata de edificar a la gente, somos 42

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completamente dependientes de la gracia transformadora. El Salvador es el que edifica a la gente y nos usa como Sus herramientas, pero trabaja a Su manera y en Su propio tiempo. ¿Qué buscas construir y cómo sabrás que has logrado tus objetivos? Es cierto que el éxito del ministerio se vuelve peligroso cuando convierte a los potenciales discípulos en consumidores. ¿Cómo ha influido la forma en que han construido la iglesia y la forma en que piensan sobre su trabajo como líderes en la manera en que su congregación piensa sobre la iglesia y su relación con ella? 6. El éxito se vuelve peligroso cuando nos tienta a ver a las personas como obstáculos.

No podemos permitirnos estar tan empeñados en lograr grandes cosas para Dios que desarrollemos actitudes negativas hacia las personas desordenadas que están destinadas a ser los objetos del ministerio al que hemos sido llamados. Dios sabía que si colocaba Su Iglesia en un mundo caído sería ineficiente y un poco caótica. Pero el desorden del ministerio es el desorden de Dios, un desorden que lleva a los líderes más allá de los límites de su propia sabiduría y fuerza para confiar en la presencia, el poder y las promesas del que los envió. No puedo resistirme a repetir una historia que he escrito en otro lugar, porque es un ejemplo de este punto. Estaba enseñando una clase de ministerio pastoral y contando a mis alumnos historias de la gente desordenada y a veces difícil que Dios me llamó a dirigir, cuando un alumno me interrumpió y dijo: «Bien, profesor Tripp, sabemos que tendremos estos inconvenientes en nuestra iglesia; díganos qué hacer con ellos para que podamos volver al trabajo del ministerio». En su opinión, estas personas eran obstáculos en el camino del ministerio más que el enfoque de su ministerio. ¡Por supuesto que el ministerio es un desastre! La Iglesia es una 43

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comunidad de personas imperfectas que viven en un mundo caído y todavía necesitan la gracia perdonadora y transformadora de Dios. La Iglesia no está hecha para que los líderes o los que son guiados se sientan cómodos, sino para que sean personalmente transformados. Es importante que como líderes no perdamos de vista que hemos sido llamados a personas que necesitan un cambio fundamental de corazón y de vida, mientras que confesamos que nosotros, como ellos, a menudo estamos en el camino de lo que Dios está haciendo en lugar de ser parte de él. La Iglesia nunca será una comunidad de personas espiritualmente maduras si los líderes están tan ocupados buscando el éxito sin tratar a las personas inmaduras con paciencia y gracia. El liderazgo de la Iglesia es un ministerio para edificar a las personas; funcionar de cualquier otra manera es tanto antibíblico como peligroso. ¿La forma en que han definido el ministerio ha impactado negativamente la forma en que ven y dirigen a las personas imperfectas que están destinadas a ser los receptores de ese ministerio? 7. El éxito se vuelve peligroso cuando hace que los líderes tomen el crédito por lo que nunca podrían haber producido por sí mismos.

En el liderazgo de la Iglesia puede ser que el logro de metas sea más peligroso espiritualmente que lidiar con obstáculos en el camino del fracaso. Cuando una comunidad de liderazgo parece estar en una carrera exitosa, con números en aumento, ministerios saludables y multiplicándose, y gente creciendo, los líderes son fácilmente tentados a tomar el crédito por lo que solo Dios, en Su presencia, poder y gracia, puede producir. Esta tentación trae a la mente la advertencia de Dios a los hijos de Israel cuando entraron en la tierra prometida: El Señor tu Dios te hará entrar en la tierra que les juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Es una tierra con ciudades 44

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grandes y prósperas que tú no edificaste, con casas llenas de toda clase de bienes que tú no acumulaste, con cisternas que no cavaste, y con viñas y olivares que no plantaste. Cuando comas de ellas y te sacies, cuídate de no olvidarte del Señor, que te sacó de Egipto, la tierra donde viviste en esclavitud (Deut. 6:10‑12).

Si tomas el crédito como líder, en lugar de reconocer al que te envió y al único que produce el fruto de tus labores, alabarás menos, orarás menos y planearás más. Las comunidades de liderazgo tienen problemas cuando asignan más poder a su planificación que a su oración. Cuando te atribuyes el mérito de lo que no podrías haber producido por ti mismo, te asignas a ti mismo la sabiduría, el poder y la justicia que no tienes. Entonces empiezas a evaluarte como capaz en lugar de necesitado, como fuerte en lugar de débil, y como autosuficiente en lugar de dependiente. Tu orgullo por los logros no solo te hace un líder orgulloso, sino que también consume la vida de tu comunión personal con Dios y tu compañerismo con Su pueblo. Tu vida devocional es secuestrada por la preparación y la planificación, y eres menos dependiente y abierto al ministerio del cuerpo de Cristo. Además, debido a que tus éxitos te han hecho sentirte digno y con derecho, eres tentado a concederte un estilo de vida y lujos que pocas de las personas a las que has sido llamado a servir serán capaces de tener. (Por favor, detente aquí un momento y lee Amós 6:1‑6). Demasiadas comunidades de líderes en la Iglesia de Jesucristo están pobladas por líderes que, debido al éxito del ministerio, se han vuelto inaccesibles y controladores. Es triste cuando los proclamadores de la gracia de Dios han llegado a sentirse menos que dependientes de la gracia de Dios al cumplir con su llamado al ministerio. Dios ha usado la debilidad de mi cuerpo dañado por la enfermedad para revelarme que mucho de lo que pensaba que era fe en Cristo no era fe en absoluto. Era el orgullo por la experiencia, el 45

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orgullo por los logros, el orgullo por la fuerza física y la capacidad de producir. Esta es una tentación que toda comunidad de líderes enfrenta, particularmente cuando Dios le ha concedido a esa comunidad el éxito. Hay dos cosas que debemos considerar aquí. Primero, Dios no nos llama al liderazgo del ministerio porque seamos capaces, sino porque Él lo es. Segundo, como líderes no debemos temer a la debilidad, porque la gracia de Dios es suficiente. Son nuestros delirios de fuerza los que debemos temer porque nos impedirán buscar y celebrar esa misma gracia. 8. El éxito es peligroso cuando se convierte en el principal lente de la autoevaluación del líder.

Todo ser humano se autoevalúa constantemente y siempre busca algún tipo de estándar que lo ayude a medir los logros personales. Los que están en el liderazgo no son la excepción. A veces se evalúan formalmente, pero la mayoría de las veces lo hacen de manera sutil y no verbal. Los líderes revisan constantemente su historial, evalúan su desempeño actual y calculan su potencial. Nada de esto está mal, y todo ello forma parte de lo que significa ser un ser humano racional y productivo. Pero el éxito como medida dominante de liderazgo es un mal enfoque y da una falsa visión de la condición de aquellos en una comunidad de liderazgo. Una vida productiva y a largo plazo en el ministerio es siempre el resultado de la condición del corazón del líder. Los líderes piadosos, debido a la humildad de corazón combinada con una fe anclada en el poder de la gracia de Dios y la fiabilidad de Sus promesas, son capaces de manejar las tormentas, las derrotas y las decepciones que son la experiencia ineludible de la vida de todo líder. Debido a su humildad, se vuelven cada vez más agradecidos, abiertos y dependientes de sus compañeros líderes. Y debido al reconocimiento de 46

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su necesidad de la gracia de Dios, no toman el crédito por lo que solo Dios puede hacer. Sí, deberíamos evaluar si los líderes están haciendo su trabajo con disciplina, fidelidad y alegría. Y, sí, porque somos apasionados por el evangelio y la extensión del reino de Dios, deberíamos estar trabajando para lograrlo. Pero no debemos estimar más el hacer sobre el ser. Piensa en los amados líderes cuyos ministerios se derrumbaron; raras ocasiones se dejaron de lado estos líderes porque no lograron ciertas metas. Más bien, en la vida de un líder fracasado tras otro, el fracaso fue más una cuestión de carácter que de productividad. ¿La productividad del líder ha causado que no cuestiones la salud espiritual de tus líderes? 9. El éxito se vuelve peligroso cuando nos tienta a reemplazar la oración con la planificación.

Tal vez cada comunidad de líderes de la Iglesia debería consultar Santiago 5:1‑18 como un constante recordatorio y advertencia. El fruto en el ministerio no es el resultado de nuestra sabia planificación y diligente ejecución, sino de la amorosa operación de la gracia rescatadora y transformadora de Dios. Él produce el fruto; nosotros no somos más que herramientas en Sus manos redentoras. Él nos llama, nos recluta para Su trabajo, produce compromiso en nuestros corazones, da visión a nuestras mentes, nos capacita para ser fieles y disciplinados, pone a las personas bajo nuestro cuidado, suaviza sus corazones para escuchar el evangelio, produce convicción y fe en sus corazones, capacita su obediencia, transforma sus vidas y los llama a Su obra. Por supuesto que debemos planear, por supuesto que debemos trabajar para ser buenos administradores de las personas y los recursos que Dios nos confía, y por supuesto que debemos evaluar continuamente cómo lo estamos haciendo, pero al dedicar tanto 47

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tiempo y energía a estas cosas, no debemos dejar que la oración se convierta en un hábito superficial, ligado al principio y al final de las reuniones de liderazgo. Como dije antes, la falta de oración en una comunidad de líderes es siempre el resultado de poner el crédito donde no se debe. Tu comunidad de líderes está en problemas si los líderes están más entusiasmados con una reunión de planificación estratégica que con una reunión de oración. Un catálogo de logros del ministerio debería provocar que oremos más, porque queremos honrar a quien ha dado éxito a nuestro trabajo, queremos seguir reconociendo que no podemos hacer lo que hemos sido llamados a hacer sin la gracia capacitante, y necesitamos protección de las tentaciones que trae el éxito. ¿Qué tan apreciados son los momentos de oración entre tus líderes? ¿Con qué frecuencia se reúnen un día o un fin de semana solo para orar juntos? ¿La experiencia y el éxito del ministerio han hecho que tus líderes dependan aún más del Señor? ¿Tienen momentos de adoración juntos? ¿Se reúnen a veces con el único propósito de «contar sus bendiciones»? ¿El éxito produce la adoración de Dios entre tus líderes o la autocomplacencia? ¿En tu comunidad de líderes la planificación es lo principal y la oración es secundaria? ¿Es tu comunidad de líderes una comunidad agradecida, humilde y necesitada de oración? Deberíamos ser muy trabajadores, buscando lograr grandes cosas en nombre de Dios. Deberíamos ser líderes con una visión cada vez más amplia para la difusión del evangelio de Jesucristo. De todas las maneras posibles deberíamos buscar el reino de Dios y Su justicia. Deberíamos hacer planes radicales y tomar medidas radicales para el evangelio. Nunca debemos quedarnos satisfechos con los logros, porque siempre hay más trabajo del evangelio por hacer. Pero siempre debemos recordarnos unos a otros que el éxito es un campo de minas espiritual. El éxito tiene el poder de cambiarnos, de cambiar lo que creemos que somos y lo que creemos que somos capaces de hacer. Lamentablemente, el éxito puede convertir a los humildes 48

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siervos en dictadores orgullosos, controladores e inaccesibles. Pero hay una poderosa gracia, aquí y ahora, para esta lucha. El que nos llamó va con nosotros. El que nos llamó nos da poder. El que nos llamó nos redarguye. El que nos llamó nos protege. Abre los ojos de nuestros corazones a los peligros que no veríamos sin Él, pero no lo hace como nuestro juez, sino como nuestro Padre y amigo. Acerquémonos a Él con confianza, con clamores de ayuda, confesando nuestras debilidades y con el compromiso de ser buenos soldados en esta batalla. Recordemos que Él lucha por nosotros, incluso cuando no tenemos el instinto de luchar por nosotros mismos.

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