Sólo deseo ser un hombre de bien

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Sólo deseo ser un hombre de bien De momento llegan a tu escritorio o a tu computadora personal, documentos con un valor extraordinario. Son de esos que vas devorando con la lectura y a su vez sientes el peso de las palabras con un orgullo extraordinario, quizás un poco de regionalismo se ciñe a mi traje cotidiano al descubrir que de mi propio terruño (Holguín) llegan estas dos voces (entrevistador y entrevistado) que sin proponérselo hacen gala máxima del sentido intelectual del hombre, me refiero a esta entrevista realizada por Rafael Vilches Proenza a Manuel García Verdecia, ambos poetas y escritores cubanos, y que yo con un poco de atrevimiento (tomado desde la misma cima de la loma de la cruz) he decidido titular: Solo deseo ser un hombre de bien. A ustedes amigos lectores, les entrego íntegramente esta entrevista donde un hombre de la talla de García Verdecia, no deja espacio a la imaginación, porque su voz sincera y pausada, transcribe los matices que se necesitan para demostrar altura, autenticidad y sencillez. Pedro Pablo Pérez Santiesteban


Manuel García Verdecia Por Rafael Vilches Proenza 1. Háblame de tu infancia, los amigos de entonces y la familia Nací en Marcané, en el batey de un central, al oeste de Holguín (solo conocido por el estribillo del “Chan-chán” de Compay Segundo: “De Alto Cedro voy pa’ Marcané, llego a Cueto y voy pa’ Mayarí…”, era la ruta de los buscavidas de caña y, por tanto, de los soneros), de lo cual ni reniego ni me arrepiento. Esto me brindaba dos posibilidades: contaba con las facilidades básicas de una ciudad (escuela, hospital, cafeterías, cine, etc.) a escala de un batey y además, a unos pasos, ya estaba la naturaleza varia y estimulante. El batey estaba muy organizado, se fumigaba (lo que proporcionaba el juego de meterse en el humo), pintaban las casitas, arreglaban el camino todos los años, el tren pasaba puntualmente por la estación, el ingenio pitaba las horas y siempre ibas a su son… Todo el mundo se conocía y, sin que fuera un paraíso (había chismosos, pendencieros, borrachos y picapleitos, como en todas las viñas del señor) pues los vecinos te ayudaban y velaban por ti. Cada vez que alguien me veía haciendo algo supuestamente impropio, pues me decía: “Gallego, para la casa” y lo que decía un adulto no se discutía. Simplemente se ejecutaba, pues si renegabas y se lo contaban a tus padres, el asunto se volvía realmente feo. No es que siempre tuvieran la razón pero imponían límites. El hombre tiene que saber que existen límites, fronteras que no podrás cruzar sin consecuencias. La muerte es el último límite pero no el único. Es lamentable que eso se pierda pues uno tiende a pensar que se puede hacer todo, cuando quieras y donde quieras. Una comunidad de personas no funciona así. Y en el batey, de cierto modo, se lograba una pasajera armonía. Mi madre siempre fue muy estricta y no daba mucho margen para andar de mataperros. Pero esto te hace también buscar tus oportunidades y, además, apreciar inmensamente tus ocasiones. Cuando no podía ir a corretear o jugar los vaqueros o a la pelota, pues me iba al patio a imaginar cosas. Creo que ahí nació el escritor. No teníamos televisión, pocos tenían, ni libros que no fueran los de la escuela. Oía los episodios en la radio y


también obras literarias adaptadas, como Oliver Twist, Sherlock Colmes o Sandokan. Eso me daba combustible para mi imaginación en solitario. En el patio reproducía escenas y personajes, combates y viajes, y por supuesto siempre ganaba. En la barbería, que era un sitio fabuloso, como el salón de limpiabotas, oía las mil historias y chismes que se contaban, pero además, me entretenía – a veces corriendo el turno para demorarme – leyendo los muñequitos, comics, donde siempre los buenos ganaban y eso me gustaba, tanto que ha sido mi inclinación moral: ayudar a que siempre ganen los buenos. Tuve buenos amigos, con quienes jugué, aprendí dos o tres cosas, tomar riesgos, cumplir la palabra, tener sentido de fidelidad, compartir los primeros amores (nos enamorábamos de las mismas niñas y creo que nos iniciamos en el sexo con las mismas vecinas hatianas, bellas y jubilosamente generosas) pero la vida nos dispersó porque teníamos que buscar eso dorado de que todos hablan (sobre todo nuestros padres): un destino mejor. Ya te digo éramos una familia pobre, mi padre trabajaba en la bodega de un libanés –hombre generoso –, mi madre lavaba y planchaba para mejorar el presupuesto. Éramos cinco hermanos y había que proveer lo necesario. Pero se las arreglaron para hacernos estudiar, llevarnos cada mañana un pan con mantequilla a la boca y cada noche alguna golosina antes de dormir así como para calzarnos y vestirnos y hacernos saber que éramos pobres pero honrados. Mi padre era muy cariñoso, suplía financieramente y nos daba afecto. Nos sacaba a pasear y nos dormía en una mecedora silbando danzones. Mi madre imponía la disciplina y llevaba la casa cantando boleros, todo cubanamente musical. Con ella no se jugaba, pero nada te faltaba. Como buenos hermanos nos fajábamos pero nos divertíamos y queríamos bien. Esa fue una etapa ardua pero amable de mi vida. 2. ¿Crees que es una utopía el cambio, los sueños y la esperanza que te han acompañado durante años en este país sufrido y amado? Nunca me ha gustado la palabra utopía. Incluso, hay que recordar que su uso original era irónico, para hablar de cómo eran las cosas en un lugar que no existía (su etimología) de modo que por carambola se critica el statu quo del presente. Pienso que muchos terrores y excesos se han cometido en pos


de la utopía, muchas energías y masas de seres se han dilapidado en su búsqueda. Entonces me he preguntado, ¿por qué el hombre debe esforzarse, dejar los huesos y los sueños en el camino hacia algo inalcanzable? ¿Qué tal si nos proponemos volar en vez de caminar o vivir en el agua como los peces o trasladarnos a la velocidad de la luz o, lo ambicionado, ser inmortales? Eso podría ser parte de la utopía sin embargo a nadie se le ocurre. Me parece que es mejor luchar por lo posible. No sabemos si hay luego otras vidas. Solo conocemos esta y quienes parten se guardan muy bien el secreto, no nos envían señas para alentarnos. Entonces, ¿por qué perder la vida luchando por lo imposible o, peor, lo inexistente? Me gusta pensar en lo posible inalcanzado, la posibilidad distante pero conseguible. Es necesario pensar alto, pero con la conciencia de nuestras facultades reales para lograrlo. Es más humano y estimulante. El hombre que se encamina hacia una meta que puede lograr y una vez allí se impone otra y luego que la conquista otra más y así continua y sucesivamente, conoce la satisfacción de la realización y la plenitud del despliegue de sus potencialidades. Vencer metas conseguibles le da al hombre no solo satisfacciones materiales sino éticas y espirituales. Ve un propósito para esforzarse y luchar. Hemos estado envueltos en fines que rebasan nuestras fuerzas y nuestras posibilidades. Hay que ser más humildes. Dice Paz en un poema, “el bien, quisimos el bien: enderezar el mundo. No nos faltó entereza: nos faltó humildad.” Es así, yo también me dejé llevar por el idilio de la sociedad perfecta, luego por el idealismo de revertir eso, y siempre fui apaleado, denigrado o apartado. Ahora me doy cuenta de que mi contribución al mejoramiento humano de que hablara Martí es mi mejoramiento personal. Trato de ser cada día una mejor persona con quienes me rodean y con el entorno donde existo. Y eso no es una utopía, es algo posible porque lo voy verificando. No pretendo ser un santo, pues para eso Dios dejó a aquellos el cielo y nos puso a nosotros en la tierra. Solo deseo ser un hombre de bien. 3. ¿Me gustaría saber de tus años universitarios? Fueron duros y a la vez hermosos. No pude ir a la universidad a tiempo completo. Tenía que trabajar y hacer los cursos para trabajadores. Eso te


resta muchos de los goces que la vida en el campus, entre condiscípulos, propicia: las aventuras, las complicidades, los pequeños goces de la irresponsabilidad. Yo tenía que trabajar y, en el tiempo que le robaba al sueño, pues hacer mis deberes. Pero ese rigor me impuso un ritmo de estudio, un sistema de lecturas, un orden de disciplinas. Tuve que leer mucho, asistir a clases que no siempre me interesaban pero que yo trataba de hacerlas favorables. Siempre he tenido la idea de sacar provecho a lo que no puedo eludir. Aunque fuera rebatiendo mentalmente a los profesores. Hice buenas amistades y, además, como faltaban profesores, ya desde segundo año me pidieron que fuera alumno ayudante. Tuve que impartir asignaturas tan difíciles y diversas como fonología, historia de la lingüística o literatura norteamericana. Pero esto me dio bagaje. Nunca aprendes algo tan bien como cuando te esfuerzas en explicarlo a otro para que lo entienda. Además, en eso soy lezamiano, mientras algo era más difícil, más me atraía, por vencerlo. Cuando me gradué –obtuve muy buenas calificaciones, así que fui el primer expediente de mi curso –, eso me abrió las puertas para trabajar en la universidad. Entonces fue que empecé a estudiar. 4. Perteneces a una generación muy violenta y disgregada por el mundo ¿Me puedes hablar de esos años en que se reunían en cualquier parte para hablar de literatura? De los años de mi generación se ha hablado bastante. Sufrí que me picaran el pantalón por estrecho, que me mandaran a pelar, que no pudiera oír lo que quería (aunque nos la arreglábamos, un amigo tenía un pequeño radio portátil y oíamos emisoras extranjeras con la música del momento), que tuviera que repetir ideas que no entendía, que no pudiera decir lo que pensaba sino lo que los otros querían oír… En fin, pero eso también te forja una manera de relacionarte con el mundo, estableces “universos paralelos”: uno en la calle, otro con la familia, otro con los amigos… La música y la literatura fueron los tutores de mi educación sentimental. Escribíamos cosas que generalmente nos leíamos unos a otros y olvidábamos. Iba a casa de Ramiro Gutiérrez, trovador beatlemaniaco, con Alcibíades Zaldívar, que ya habían hecho un combo, como se decía, y rasgueábamos la guitarra y cantábamos todo lo que oíamos: Beatles, Dylan, Serrat… Intenté entrar en la


Nueva Trova y quedé de candidato, pues no dominaba bien la guitarra aunque cantaba sin dar espanto. Fui conociendo a la bohemia holguinera. Noctámbulos de los parques, que bebían y leían. Las cafeterías no trabajaban de continuo, así que había unos “tiros” de refresco a granel y medallones –algo espantoso pero entonces con el fuego del hambre era maná – y en espera de esos tiros pues hablábamos de literatura, música, cine. Esto muy importante, los cines aún funcionaban y había un Cine Club Universitario donde vi todo el cine, los grandes momentos –expresionismo, neorrealismo, nouveau vague…– pero también lo mejor del cine socialista: Fabry, Jancsó, Wajda, los Konchalovsky, Tarkovski… Eso nos dio una tremenda impulsión estética, sobre todo de cómo nombrar lo innombrable. Los fines de semana íbamos a “motivos”, les llamaban, pequeñas fiestas familiares con alcoholes caseros, donde se bailaba y se pasaba el rato. Lo importante era que ibas relacionándote con los inquietos. Como había nacido fuera de Holguín no conocía a muchos de los escritores. Conocía bien la ciudad y tenía amigos, pues veníamos todos los veranos a pasarlos con mi abuela materna en una paupérrima casa de guano de un barrio marginal, Pueblo Nuevo, pero ellos estaban muy distantes del ambiente fáustico de la creación. De modo que en aquellas incursiones nocturnas nos fuimos relacionando. Conocí a Carlos (Carlín) Jesús García, Pedro Ortiz, Orestes Madrigal, Gilberto Seik, Alejandro Querejeta… Venían entonces autores de La Habana, que no estaban en buenas estaciones con los burócratas de entonces, entre ellos Eliseo, Cinthio y Fina, Manuel Díaz Martínez, César López, Pablo Armando, José Soler Puig (de Santiago) y estos escritores ya hechos nos daban consejos y abrían espacios. Lo peor era que si no escribías de lo que se escribía no te publicaban ni te daban un premio. En todo libro debía haber textos dedicados a la epopeya. Además, a uno le hacían ver ciertos nombres como los grandes modelos –después supimos que no lo eran – y eso creaba confusión, desgaste y un poco de desaliento. Pero ibas escribiendo y probando fuerzas. Yo escribía poesía, pero como sabía que había una batería fuerte de poetas, pues no la mostraba. Me establecí a través del cuento, con menos aprendices, y el ensayo, aún más deshabitado. Obtuve premios en encuentros de talleres literarios municipales y provinciales y algunas menciones en los nacionales.


Ya era menos desconocido. Hasta que en el año 1986 se hace la primera convocatoria al Premio de la Ciudad y ahí, bajo el impulso de Alejandro Querejeta, me lanzo en ensayo y tuve la suerte de que me premiaran. Fue mi primer libro. Cuando salió publicado, que Carmen Mora organizó la presentación en los corredores de la ciudad, por primera vez me sentí escritor. Ya no estaba jugando. 5. ¿Escritor, editor, traductor, profesor, crítico, cómo se define Manuel García Verdecía? Un curioso persistente e insatisfecho. 6. ¿Cuándo y por qué comenzaste a hacer tus primeras lecturas, y cuales fueron esos libros y esos autores? Como te decía, mi familia era pobre y no había lugar para libros. Lo que más veía era la Bohemia, muy buena entonces. Pero tuve una madrina, una verdadera hada, Carmucha Villegas, que tenía una posición solvente, pues su esposo, mi padrino Rafael Rodríguez, tenía un buen puesto en la oficina del central. Ella tenía una heterogénea pero surtida biblioteca. Allí deletreé con la sensación de quien roza los grandes misterios, nombres como los de Cervantes, Dostoievsky, Balzac, pero también Salgari, Vernes, Dumas, Rice Burroughs, Doyle… Mis primeras lecturas, creo que como todos, fueron las de la escuela y las grandes novelas de aventuras. Veinte mil leguas…, Sandokan, Los tres mosqueteros y, sobre todo Robinson Crusoe. En la soledad de mi patio, me sentía, yo era, Robinson. Creo que es la gran metáfora de la autosuperación. Esos libros echaban combustible a mi imaginación. El despertar de la imaginación es principal para alguien que algún día se dedicará a la creación, sea de una nave cósmica o un libro de poemas. Mi mundo interior siempre ha sido más inabarcable que el exterior. 7. ¿Cuándo y dónde escribiste tu primer poema? No lo sé exactamente. Supongo que fue en mi adolescencia y en algún trance de enamoramiento imposible. Tal vez todo poeta comienza por un mal de amor incurable, con poemas cursis y llorones pero, después que te


pica ese arácnido hipnótico, ya nadie te cura y vas asomándote a mayores y más complejas zonas de averiguación. 8. ¿Por qué la poesía, el cuento y la novela? ¿Por qué el hambre, la sed, el sueño? ¿Por qué el día, la noche, la madrugada? ¿Por qué la primavera, el verano, el otoño y el invierno? ¿Por qué el olfato, el oído, el tacto, el sabor, la vista? La vida es infinita y multitudinaria. Donde puedes entrar por el cuento no puedes por la poesía o por la novela o el ensayo y así. Voy donde me dicte mi curiosidad y con los mejores medios a mi disposición. No me importan los géneros sino explorar la vida. 9. ¿Sobre qué te interesa escribir? Creo que todo escritor tiene un solo gran tema: el sentido de esta increíble e inexplicable experiencia que es vivir. El tiempo, lo que hacemos con él, los anhelos, los afanes y posibilidades, nuestro sitio en el universo, la manera en que nos entretejemos con los otros, la búsqueda de la felicidad… Descubrir lo oculto y suplir lo inexistente. 10. ¿Qué problemas te ha ocasionado ser un intelectual? En primer lugar una inagotable cifra de angustia. Todo intelectual se alimenta de su angustia. No hay en la historia de la humanidad un genuino intelectual feliz, pues el que está conforme y en paz con su tiempo y su contexto no necesita mortificarse pensándolo y tratando de transformarlo. Además de esto, una buena porción de incomprensión, de arrinconamiento, de enfrentamiento, aunque a veces, se dan momentos de simpatía y relumbra una sonrisa. He perdido muchas oportunidades de hacer lo que el común, compartir con mi familia ciertos goces triviales pero amables, tener más descanso y menos raptos de ira. Pero no escogí ese camino. Creo que alguien nos da ese destino. Solo lo asumo con responsabilidad pues no se puede hacer mal lo que se acepta bien. Y así será hasta el día de las cenizas.


11. ¿Cómo enfrentas tu narrativa desde lo fantástico o la realidad? La realidad es tan inmensurable, dinámica e imprevisible que no alcanzamos a agotarla. Fíjate que las mayores fantasías y deliquios tienen una arista de relación real. Inventamos extraterrestres con tres ojos o sin ojos, que caminan con varias extremidades o ninguna, que hablan diversos idiomas e se sustentan en las más diversas sustancias…, pero siempre tienen el patrón de existencia y actuación de los humanos, todas estas características y acciones las tomamos de nuestra realidad. La fantasía y la imaginación operan con permutaciones y combinaciones de lo conocido. A mí me interesa la realidad pero digamos con una dosis de imaginación y humor. Siempre he pensado que en la narrativa cubana son esas dos asignaturas pendientes. Los narradores cubanos han sido muy apegados al realismo periodístico, sobre todo en estos últimos cincuenta años donde han querido suplir lo que no dice la prensa. Sin embargo, ¿qué pasará con toda esa crónica de marginales, drogadictos, putas y disidentes cuando esas condiciones no estén? No sé, no creo que mucho de eso persista. Los grandes libros de la humanidad disuelven el contexto inmediato en el tejido imaginal de los grandes conflictos y dilemas del hombre más allá de cualquier tiempo o lugar. Eso es lo que me interesa. 12. ¿Cuáles fueron y son tus deseos y aspiraciones como ciudadano cubano? Soy dialéctico, creo que encarno algún avatar griego. Los sueños de hoy no son los de ayer, ni las aspiraciones. Y es así porque de otro modo no hubiera evolución. El hombre no puede vivir en un universo cambiante con patrones mentales o espirituales permanentes. Al principio aspiré a ciertos logros sociales que la práctica posterior me ha demostrado no valían la pena. ¿Quién es nadie para arrogarse el derecho a decidir lo que es bueno o útil para otros? Los ingleses tienen un refrán que es toda una lección de pragmatismo social: One man’s meat is another man’s poison. Y sí, la buena carne de uno es el veneno de otro, cada cual debe decidir su propia felicidad así como su camino hacia ella. La sociedad mejor será la que organice las condiciones para que cada uno pueda hacer su destino de elección.


Me quedan algunos sueños, para los míos y para mí, en esas coordenadas fundamentales: Vivir en la verdad, tener posibilidades de autorrealización, vivir de mi trabajo, según mi poco o mucho talento, sin tener que depender de nadie ni afiliarme a nada para poder ser. Nunca me ha gustado la incondicionalidad, por extraña al hombre e inmoral. Soy un hombre absolutamente condicional: lo que va en contra de un ser humano, cualquier ser humano, no cuenta con mi participación. 13. ¿Hasta donde crees que se han cumplido? He tenido ciertos cumplimientos. He podido vivir decentemente en mi país, a pesar de muchos males y dificultades, y lo he hecho sin renunciar a mis conceptos y sin hacer daño a nadie. He alcanzado a tener una amable familia y a escribir y publicar algunos libros donde no rindo pleitesías a nadie ni inclino mi voluntad. Y sigo en la arena. 14. ¿Escribir te ha cambiado como ser humano? Me ha hecho más humano. Siempre vi como un singular misterio el hecho de que, según los Evangelios, Cristo escribiera en la arena solo una vez y lo borrar. Algo muy grande necesitó entender para ponerlo por escrito. Escribir es una posibilidad de ser más analítico, más profundo, más sistemático, más responsable, porque lo el plomo de lo escrito pesa y queda. Además porque no termina en lo que expones en el papel sino en lo que traduce el que lee. Entonces circulan ideas y eso me hace pensar que debo exponer lo que es sustancial y significativo para mí y los otros, para mi espacio y otros espacios, así como para mi tiempo y la posteridad. Todo esto te hace más humano, o sea, más racional y sensible. 15. ¿Cuál es tu antología personal de autores o de libros? Imposible decir. Son muchos autores y libros. Incluso entre autores que no han hecho una gran obra suele haber un libro interesante y aún entre los malos una idea deslumbrante por el azar. Sería un directorio telefónico de


Nueva York, con muertos y todos: La Biblia, el Bagavad Ghita, Homero, Shakespeare, Cervantes, Quevedo, Dante… el poema del joven que va al Café Literario y me conmovió con ese texto escrito a la sombra de un cerezo y animado por una tisana hecha por la amorosa abuela… 16. ¿Consejos a los jóvenes escritores? Dos: primero, verificar si de verdad necesitan, no pueden vivir sin, escribir (no por ganar premios o hacerse de “quince minutos de fama”). Segundo, si lo primero es afirmativo, pues hallar la voz que le dicta qué decir y que solo pueden decir ellos porque lo han sentido y vivido ellos, lo cual es irrepetible. Todo lo demás es paja. 17. ¿De quién fuiste discípulo? De todos los grandes conversadores (Samuel que hacía todas las despedidas de duelo en Marcané, mi abuela Julia con sus cuentos de aparecidos y ciguapas, mi madrina Carmucha que le viraba el forro a todo lo que decía la gente, el barbero que se sabía más chismes que los que hay en la Biblia…) y todos los autores: los grandes con sus alcances, los malos con sus limitaciones que dieron la oportunidad para percatarme y salvarlas. No puedes imaginar cuánto he aprendido de los escritores incipientes que me traen sus textos para que les eche un vistazo y les de una opinión. Enseguida mi mente se dispara a pensar en cómo lo hubiera hecho yo y eso es un gran ejercicio de aprendizaje. 18. ¿Crees que con la labor que realizas como traductor haces una obra de promoción de los escritores holguineros? En primer lugar lo hago como un ejercicio de lectura y apropiación. Por la traducción entro en la mente de los escritores a quienes traduzco y aprendo sus algoritmos de escritura y sus obsesiones. Además, les abro una oportunidad que quisiera que otros hicieran por mí. Mientras a más lenguas se vierte un texto hay más probabilidades de que alguien te lea. Creo que he


ampliando las probabilidades de lectura para los escritores holguineros y eso me da alegría. 19. ¿Qué es para ti la escritura juego y placer o un compromiso? Es todo eso. Tienes que escribir con el compromiso de ser verdadero, honrado en lo que dices y en cómo lo dices, pero con el placer de que hacer algo que te gusta y que disfrutas. Es, pienso, como el dolor del parto: un sufrimiento disfrutable por el fruto que rinde. 20. ¿Crees que para el escritor como para el artista un deber de honestidad es disentir, o somos unos perturbadores por oficio? Disentir es como todo, un acto y un derecho humano. No hay que disentir por disentir, pero sí tiene que haber la posibilidad de disentir cuando no se opina igual. De las grandes disensiones surgen los mejores consensos. No me interesa andar buscándole la pulga al perro. Mi interés es de mayor horizonte, la vida, el hombre, el tiempo, las relaciones de aquel con este… Pero si hay algo que entorpece mis empeños y posibilidades o los de mis prójimos pues debo disentir. Es mi deber y mi derecho 21. ¿Qué criterio tienes de los críticos y la crítica literaria escrita en Cuba hoy? Desgraciadamente en todos estos años se ha estimulado más la exaltación de lo que debe ser que la crítica de lo que en verdad es. Todo está bien. Eso es un aspecto de la vida general que se ha infiltrado en todo. Se dice lo que los demás quieren oír. De modo que también se ha pasado a la crítica. Todo el mundo es bueno o, al menos, solo se habla de lo que se puede alabar. He visto en otros países amigos que se dicen las cosas más duras sobre temas de la vida diaria y luego siguen siendo amigos y compartiendo como si nada hubiera sucedido. Incluso, lo ves en tu familia. A veces te enfadas con tu hijo y lo amonestas con acrimonia, pero ¿lo dejas de amar por eso? Eso en nuestra cultura actual no se entiende así. Si expones un criterio que contrario sobre la obra de un amigo, inmediatamente te ponen en el círculo de los enemigos. Entonces no hay una crítica como pensamiento analítico


honrado y sustentado que ayude al escritor y al lector a establecer sistemas de valores. Hay alianzas y compromisos, de modo que distinto del aforismo, los exponentes son más amigos de Platón que de la verdad. Realmente tenemos divulgadores, reseñistas, apologistas, pero contados críticos. Además, si los hubiera tendrían que ser orales, pues no hallarían medios que los circulen. Ojalá todo fuera como en la pelota. Es donde único existe critica de verdad en el país. 22. ¿Qué es para Manuel García Verdecía el acto de escritura? Un misterio, una epifanía y una vocación. Para mí es un acto que queda entre lo religioso y lo erótico, pues acudo a él con elevado temblor de entrega y a la vez con esperanzado gozo. 23. ¿Alguna vez has sentido sin nada que decir ante la página en blanco? No. Muchas veces me he sentido sin nada que decir, pero entonces hago otra cosa. Cuando me enfrento a la página en blanco es porque ya he avanzado mucho en mi mente. Es como la oración, cuando voy a la iglesia ya llevo en mí lo que me empuja a orar. No se puede ir vacío de espíritu al templo. Tampoco a la página en blanco. Es que hay escribidores que todos los días a todas horas se empujan hacia el abismo de la página en blanco. Yo voy por necesidad y con placer. 24 ¿Cómo pasaste de la poesía a la narrativa y a las otras formas genéricas que escribes? No lo sé. La vida me lo impuso. Nunca me hallé diciendo quiero hacer poesía, cuento o novela. Simplemente surgieron asuntos y motivaciones en mi interior que cuando los volqué en papel fueron unas y otras cosas. Es la vida siempre la que dicta. Lo demás no es arte sino artificio.


25 ¿Te atreverías a definirme críticamente el momento por el que atraviesa la literatura cubana hoy? Me atrevería pero no sé si podría. Mucha gente por vanidad habla de la literatura cubana de hoy, la poesía cubana de hoy el cuento… ¿Qué por ciento de la literatura cubana de hoy conozco? ¿Es la literatura cubana de hoy la que se publica, la que se divulga, la que se exalta? ¿Cuánta excelente literatura cubana de hoy no duerme en gavetas o está en las colas de las editoriales? De lo entre lo que se publica y alcanzo a conocer, opino que hay piezas notables. En general los autores se han hecho menos dependientes del padrinazgo y de la autocensura resultante de la censura. Los autores se atreven más. No obstante creo que nos faltan audacias, más profesionalidad, más cultura. El lenguaje se ha vuelto tautología de la conversación de esquina. Pero hay autores y obras notables. En poesía te pondría como ejemplos El tercer libro de la ciudad, de César López, Sinergos, de Manzano, la obra de Lina de Feria, la obra de Reina María. En narrativa, la obra de Ena Lucía, de Jorge Ángel Pérez, de Padura. Ya te digo, solo conozco un fragmento de la literatura cubana actual. Soy un lector, no Dios ni tan siquiera Eliot. 26. ¿Por qué han cedido terreno en el mundo editorial la poesía y el cuento ante la novela? Creo que aquí hay dos factores. Uno subjetivo, el ser humano necesita adentrarse por ese bosque misterioso que es la experiencia humana, le encanta meterse por las vidas de otras personas y eso lo proporciona la novela con sus historias. Esto lo corrobora el triunfo de las telenovelas. El otro es objetivo, las editoriales sabedoras de esta avidez de historias, pues dedican campañas de marketing muy bien aceitadas a promover novelas y autores. De aquí la bonanza del género. 27 ¿De tus libros publicados cuál fue el de aprendizaje? Todos, pues el aprendizaje no cesa, solo cambia de materia. Si uno pensara que ya aprendió pues muere el explorador y con él el escritor.


28 ¿Háblame de tu experiencia como traductor y crítico? La crítica no la he cumplido mucho. Como soy cubano y no escapo a lo sucede en este campo, pues me limito a hacer reseñas de aquellos libros que me gustan. Sobre todo para entenderlos y disfrutarlos yo mismo y luego compartir mi aventura o ventura con otros. La traducción es otro mundo fascinante. Empecé a hacer traducciones para compartir lo que leía con los amigos. Pero quedé enganchado al percatarme de cómo el acto de descubrir lo que intentó decir un escritor en otra lengua y verterlo a la propia se vuelve también un acto de adentrarse en los mecanismos mentales y estéticos del autor. Uno aprende enormemente sobre la lengua propia y sobre los mecanismos de la creación traduciendo. Eso es impagable. Además, al traducir, eres también autor de ese texto pero en una nueva lengua. Es como los músicos: cada uno está ante una partitura de Bach o Bethoven pero la obra resultante depende de la particular sensibilidad, inteligencia y dominio técnico del intérprete. Este es el traductor. Lástima que en nuestro país no se le dé el mérito que merece. 29. ¿Qué otras pasiones tienes aparte de la literatura? Tengo muchas pasiones, menores y mayores, porque creo que todo lo hago con mucha pasión, desde escribir hasta fregar (esto último lo hago diaria y gozosamente). Está la pasión por contemplar la naturaleza y sus enigmas, la pasión por develar la magia de la belleza femenina. En cuanto a pasiones intelectuales, pues me gusta en primer lugar la música, la música clásica porque me sugiere mil mundos. Creo que hubiera preferido ser músico, pero uno es lo que es. Disfruto de las artes plásticas, me ayudan a ver de otro modo. Uno mira muy convencionalmente. También me gusta el cine, sobre todo el que cuenta historias sustanciales con mano diestra. Me brindan ideas de cómo estructurar tiempo y espacio para situar una anécdota.


30. ¿Por qué Holguín como el destino de tu vida cuando pudiste radicarte en otros lugares del mundo? No lo sé, pero soy muy fiel a mi memoria y mis amigos. En otros países he hallado muchas cosas y posibilidades. Pero los lugares y las cosas no me hablan ni dicen lo que estos que ya están habitados por el alma de mis antecesores, mis amigos, mi familia y la mía propia. Tal vez soy una animal de costumbres. 31. ¿Qué significado tiene para ti la familia, los amigos y el país? Empiezo de revés: el país es un espacio físico. Adquiere sentido en la medida que allí has transitado y has tenido amigos y familia lo que le insufla una significación peculiar. No soy patriotero. Como Martí, para mí, patria es humanidad. Creo que todos los países son iguales, pero en el tuyo has dejado sudor, sangre, saliva, semen y llanto. Te has segregado en él y ya él lleva una parte tuya. ¿Cómo abandonarlo sin abandonarte? Los amigos, los sinceros y honrados, que no te abandonan ni te juzgan ni te miden por otra cosa que por tus sentimientos y la familia son la verdadera patria. Una patria de los afectos y el espíritu. 32. ¿Crees en los grupos y las generaciones? No. Me siento más cerca de Shakespeare que de otros escritores de mi grupo etáreo. Antes surgían grupos con manifiestos, pero era más bien un intento de romper con lo que venía haciéndose, quebrar una tradición para imponer otra. Cuando ahondas en ellos ves más diferencias que similitudes. La verdadera creación es una voz en solitario. Muchas de esas agrupaciones son obras de profesores y académicos para tratar de entender mejor un fenómeno que los sobrepasa. 33. ¿Es la nostalgia una conducta para poder escribir? Es uno de los sentimientos que mueven a las personas. Para escribir no es, a mi manera de ver, ni mejor ni peor que otros. No son los sentimientos lo


más importante sino lo que puedes sacar de ellos. Con nostalgia puedes hacer una pieza lacrimógena o un poema revelador y luminoso. La creación es más una cuestión de percepción y manera que del sentimiento que te arrastra a ella. 34. ¿Existe algo que lesione la palabra y la amistad? La mentira y la traición. Nunca hubiera podido ser espía. Me costaría un enorme sufrimiento denunciar a alguien a quien he mirado a los ojos, con quien he compartido palabras o un vaso de agua. Para mi la honradez es una categoría vital suprema. 35. ¿Qué sentiste cuándo te enteraste que ganaste el Premio UNEAC de poesía en el 2007, y qué significó asistir al Festival de poesía de Medellín? Cuando recibí el primero me eché a llorar. ¿Por qué? Porque siendo como he sido, nada gregario ni dócil, y teniendo tantas dificultades para escribir, me daba un poco de lástima por el que hubiera podido ser en otras condiciones. Pero pensándolo a la serena sombra del tiempo, quizá entonces no hubiera hecho una obra con cierto interés humano, que es a lo único que aspiro. Con el segundo, honestamente, siempre pensé que lo iba a ganar. Cuando terminé el cuaderno “del tránsito de las almas” sabía que había logrado algo notable y me dije, Lo voy a manda para ganarme ese viaje. Toda la vida había oído hablar de las lecturas en Medellín y del fervor de la gente… La realidad, como siempre sobrepasa la imaginación, es la experiencia más hermosa de mi vida como escritor. Cuando leí en el cerro Nutibara, ante unas cinco mil personas que aplaudían con delirio, pude saborear lo que saborean las estrellas de rock. Es una inyección de fe y optimismo en tu obra y tu elección como poeta. 36. ¿Háblame de tu situación actual? Es de lo que menos me gustaría hablar. Se reduce a sobrevivir y tener algunos momentos gratos en esa “conversación con los difuntos” según


Eliseo que es leer o escribiendo cuando me lo permiten las preocupaciones, los temores por el futuro de mi familia y los ruidos atómicos del vecindario. 37. ¿Has dejado de escribir en algún momento? Te decía que no escribo todos los días, como esa persona que se sienta sin nada en mente ante una página y se pone a armar algo. Pero sí, he tenido momentos en que no he podido escribir porque no tengo el ánimo. Esto me ha pasado sobre todo cuando las penurias económicas no me dejan la tranquilidad necesaria para concentrarme. Siempre trato de rebasarlas, pero son cíclicas como las pesadillas. 38. ¿Te ha dado alguna satisfacción la literatura? ¡Muchas! En primer lugar, sentirme dueño de un mundo donde nadie puede decidir más que yo. En segundo lugar, gente que me reconoce y me aprecia por lo que hago. En tercer lugar, me ha dado el dominio de la palabra y la imaginación, ¡eso es impagable! 39. ¿Te sientes un intelectual todo el tiempo? Si intelectual es el que obra con el intelecto y, sobre todo, en función de su tiempo, su espacio y su prójimo, pues sí. Hay gente que le dan un cierto sesgo esnob a esta palabra, lo cual es falso. El intelectual es alguien que sufre, precisamente, por su imposibilidad de dejar de pensar en cuanto acontece a su alrededor. Me gusta involucrarme, tener criterio, hacer ver mi punto de vista, rebatir lo que no creo adecuado. Sí, soy un intelectual todo el tiempo. 40. ¿De dónde salen las historias que has recreado en tus cuentos y tus novelas? Como todo, creo, salen un poco de lo vivido, que no es únicamente lo que yo he vivido, sino también lo que he oído y visto. Además de las múltiples vidas en que participo a través de las lecturas (¿quién no ha sido D’Artagnan o Robinson o Maqroll o Florentino Ariza?) y siempre con un


mucho de esa retorta milagrosa que es la imaginación. Me encanta imaginar personajes, situaciones, sucesos… sobre todo historias que no he podido leer. 41. ¿Eres parte de una generación perdida? No creo que perdida, sí frustrada, fastidiada. Nada se pierde, en eso soy un poco budista, pues nuestros fracasos alumbraran los alcances de otros. No lo veremos pero será. 42. ¿Se puede uno arrepentir de ser escritor? Solo si no eras en verdad escritor. 43. ¿Tienes algún compromiso como intelectual cubano con la sociedad o la política? Tengo un compromiso con mi tiempo y con mi obra. Mi tiempo porque nadie escapa a él y solo tienes esa posibilidad. Mi obra porque es la que me extiende y me defiende en el tiempo. Lo demás es circunstancial y circunstanciado. Claro que estoy atento a lo que pasa a mi lado y con suma honradez participo. Uno no puede evadir la sociedad ni la política. Te encierras en tu casa pero en un anuncio de la radio, un apagón, lo que te pertenece por racionamiento, lo que te limita por una resolución, siempre te alcanza la política. No puedes escapar. Entonces debes asumirla, pero no como un político, sino como un paciente, alguien que padece una enfermedad y quiere curarse. 44. ¿Cuál es tu concepción de la poesía y tu relación con ella? Esa es la pregunta que nadie inteligente se atrevería a responder. Yo, aunque no soy tan inteligente, no lo haré. Solo repetiré lo que muchos dicen. La poesía es creación a partir de las interrogantes que el misterio de vivir nos impone. Es una manera de entender la vida. Mi relación es esa, vivo en la poesía. Todo trato de hacerlo con la limpidez y la gracia que ella invoca.


45. Entre tus libros publicados tienes una novela que además fue Premio de novela José Soler Puig ¿Háblame de ella? Es un libro que disfruté mucho haciéndolo. Tenía en mente toda una gama de personajes, que representan un poco a las gentes que conoció en mi niñez y que, de cierto modo conforman el tejido humano de estas islas, la nuestra y las otras del Caribe. En el pueblo metafórico de La Cruz, en Isla Yagruma, doce personajes salen un día que consideran decisivo a definir su felicidad. Ahí empiezan los tropiezos, los encontronazos y los giros de la fortuna. Es una novela muy caribeña. No tiene une época histórica definida, sino un tiempo mítico. Además, hay varias circunstancias que han atravesado nuestros pueblos: los caudillos, el abuso, la pobreza, pero también los ritmos, las ansias de vivir, la sensualidad más abigarrada… Es una epopeya de la búsqueda de la felicidad. Me ha rendido muy gratos momentos con los lectores. 46. Por estos días se está celebrando por todo lo alto los 50 años del triunfo de la revolución cubana ¿Qué ha representado para ti vivirlos? ¿De cuál de ellas me hablas? Porque este no ha sido un proceso rectilíneo uniforme. Ha habido momentos que pueden considerar pequeñas revoluciones dentro de la revolución: en el 63, el 60, el 70, el 80, el 89, el 94, el 2006… Pues ha representado todo lo que soy, gracias a ella y a pesar de ella. No escoges tu tiempo y ese es el que me ha sido otorgado. Esa epopeya atravesó mi vida, tengo 56, ya imaginarás. Así que no puedo distanciarme de eso. Unas cosas fueron para bien, otras para mal. No tengo elección. Además, la revolución no es un grupo de dirigentes, somos todos los que buscamos una transformación positiva y verdadera. Ahora mismo hay un proceso de crítica muy necesario que tal vez nos vuelva a dar aire. He padecido, padezco, pero he sido y soy lo que soy. Espero que aún me queden cosas por ver y por hacer. Soy un transcurso. Todo es un transcurso.


47. ¿Puedes hablarme de los proyectos en los que trabajas ahora? Siempre ando como la lechera de la fábula, con mil adelantos en la cabeza, pero casi siempre se me rompen con el tropiezo de “la maldita circunstancia”. Más fermentados, pues tengo una novela en apuntes. Es sobre un hombre que espera, no tiene otra cosa que hacer. Además quiero escribir un ensayo sobre el erotismo en la novela cubana. Y poemas que vienen a mí como fogonazos que me envía el destino. 48. ¿Qué opinión te merecen los dictadores y los regímenes totalitarios? Una desgracia y una pérdida de tiempo para la humanidad en su marcha hacia el mejoramiento. 49. ¿Y la censura? Una impotencia para la cual no hay Viagra. Desdice mucho del censor y su entorno. Pero a la creación la estimula y la hace buscar cauces de expresión. Sería interesante estudiar cómo ayudó la censura a desarrollar los recursos del arte y la literatura. Lo que sí es definitivo y está sancionado por la historia es que siempre se imponen los censurados y se desechan los censores. Giordano Bruno es más visible que todos sus censores juntos. 50. Para concluir ¿cómo definiría Manuel García Verdecia a Manuel García Verdecia? Un hombre honrado que sólo quiere vivir en paz según sus ideas.


Sobre Rafael Vilches Proenza Premios recibidos: -Premio Nacional de Poesía Manuel Navarro Luna, 2004. -Premio Nacional de Poesía, De la Ciudad, Holguín, 2005. -Premio Nacional de Poesía, La Enorme Hoguera, 2006. -Mención Nósside Caribe, 2005 -Mención Premio Poesía UNEAC Julián del Casal, 2007. -Premio Nacional de Poesía, Centenario de Emilio Ballagas, UNEAC, 2008. -Premio Batalla de Guisa, (Poesía Guisa, 1995). -Premio 20 de Octubre, (Poesía, 1996, cuento, 1997 y Poesía, 2000). PUBLICACIONES: Antologías: -Al Sur está la poesía (Ediciones Bayamo, 1997).-De naciente fijeza (Ediciones Bayamo − Cuadernos Beth−el, Santa Clara. 1998). -De Cuba te cuento (Editorial Plaza Mayor, 2001, Puerto Rico).Historias recicladas (cuento, Ediciones Bayamo, 2001).-Antología de la poesía cósmica cubana. Tomo III (FAH, México, 2002).-La revelación absurda (cuento, Ediciones Bayamo, 2002). -Desde ninguna parte una palabra (cuento, Ediciones Bayamo, 2004). -Puente del tiempo (poesía, Ediciones Holguín, 2006). -Memoria de los otros (cuento, Ediciones la Luz, Holguín, 2007) -Alchemy of the Islands, (anthology of New Zealand and Cuban Poetry 2008) Revistas: -Revista Safo, Chile, 1997. Poesía. -Revista El pájaro de papel, España, 1997. Cuento. -Revista Norte, México, 2000. Poesía. -Revista Del


Caribe, 2001.Poesía. -Revista A Contraluz, 2001. Poesía. -Revista Universidad Veracruz. Cuento. -Revista Aguamarina. España. Poesía. Libros -Ángeles Desamparados, 2001 (Novela) Edc Bayamo. - Dura silueta, La Luna. 2002 (Poesía). Edc Bayamo. -El único hombre, 2005 (Poesía).Edc Orto. -Trazado en el polvo, 2006, poesía. Edc Holguín.

Sobre Manuel García Verdecía Manuel García Verdecía (Holguín, 1953) es profesor, escritor, traductor y editor. Licenciado en Lengua Inglesa y graduado de Lengua Francesa. Obtuvo el grado de Máster en Cultura Cubana con una tesis sobre la narrativa cubana de la década de 1930. Ha sido profesor en universidades de Cuba, Canadá, República Checa y México. Su obra ensayística incluye autores cubanos como Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Gastón Baquero, Eugenio Florit, Lisandro Otero, José Soler Puig, Roberto Fernández Retamar, César López y Antón Arrufat, entre otros, e incluye a autores hispanoamericanos como Carlos Fuentes, Otavio Paz, Miguel Hernández, Tomás Segovia, Max Aub, María Zambrano, José Saramago y José de la Cuadra. Ha publicado La consagración de los contextos, ensayo, Premio de la Ciudad, Ediciones Holguín, 1986; La mágica palabra, ensayos, Premio de la Ciudad, Ediciones Ámbito, 1991; Incertidumbre de la lluvia, poesía, Premio de la Ciudad, Ediciones Holguín, 1993; Hebras, poesía, Editorial Lunarena, México, 2000; Meditación de Odiseo a su regreso, poesía, Premio Adelaida del Mármol, 2001;


Travesías, cuentos, Ediciones Holguín, 2004; Música de viento, cuentos, Editorial Oriente, 2005; Saga de Odiseo, poesía, Editorial Unión, La Habana, 2006; Camino a Mandalay, poesía, Ediciones Holguín, 2007; Hombre de la honda y de la piedra, Ediciones Unión, Premio Julián del Casal 2007; El día de La Cruz, novela, Ediciones Oriente, Premio José Soler Puig 2007. En 2008 obtuvo el XIII Premio de Poesía La Gaceta de Cuba por su cuaderno “del tránsito de las almas” y en 2009 el Premio Internacional de Poesía, El Mundo Lleva Alas de la Editorial Voces de Hoy, EE.UU., por su cuaderno “Mundo de Gregorio Samsa”. Entre sus traducciones destacan Las musas inquietantes, selección de la poesía de Sylvia Plath, Editorial Holguín, 2002, Premio Nacional de Edición; Intimate strangers, antología de poesía cubano-canadiense, Editorial Hidden Brook Press, Toronto, 2004; Meridiana, novela de Alice Walker, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2004; Hojas de Hierba, de Walt Whitman, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2006 y El profeta, de Khalil Gibram, Editorial Arte y Literatura, 2006.


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