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Miradas de mujer
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La profe Blanquita Estudiar para ser libres
Juan Pablo Garcia Montero
“‘No profesora, ni robar me da tanto miedo como salir al pizarrón’, me dijo un alumno cuando le invité a pasar al frente”, recuerda entre risas Blanca María Tonconi Rada al hablar sobre sus anécdotas como maestra dentro del penal de San Pedro.
Blanca es profesora desde 1983. Por las mañanas, trabaja en el colegio San Ignacio y por las noches en el Mariscal Antonio José de Sucre B, un centro de educación alternativa que funciona dentro de la cárcel paceña, donde trabaja hace 22 años.
“Son dos mundos distintos. Dos realidades distintas. Los chicos de un colegio particular tienen todo al alcance y muchas veces no aprovechan. En el penal no tienen el material necesario para estudiar, pero lo que abunda es la voluntad, de esa manera son más pulcros en sus trabajos”, reflexionó Blanquita, como la llaman con cariño sus estudiantes de colegio.
En ambos lugares dicta la materia de Matemáticas, aunque en el centro penitenciario también se convierte en psicóloga y consejera de sus alumnos, a los que llama “participantes”.
“Para ellos, las clases son como terapia. Siempre existe un momento de conexión entre maestros y participantes. Cuando están deprimidos se desahogan. Se acercan a solas para contarme sus problemas o preocupaciones. Yo solo los escucho, a veces entre lágrimas”, expresó.
MIEDO
Blanca Rada aún recuerda perfectamente su primer día en el penal de San Pedro y cómo tuvo que familiarizarse dentro de ese contexto.
“El primer día temblaba. Cuando ingresé, el miedo se apoderó por completo de todo mi cuerpo, incluso mis ropas temblaban. Sin embargo, con el pasar del tiempo uno se familiariza y como si nada ya transcurrieron 22 años”.
Asesinos, violadores, estafadores, feminicidas, entre otros, están sentados frente a la docente y atienden sus clases siempre con respeto e incluso con el temor de ser elegidos para salir a la pizarra.
La profesora también confiesa que fue maestra de Jaime Benjamín Cárdenas, más conocido como ‘El Huarjata’, uno de los asesinos en serie más temidos del país, responsable de más de 30 muertes.
“A simple vista, uno ve a personas tranquilas que no parecen haber cometido delitos; sin embargo, no se los puede tratar mal ni discriminarlos. Ellos tienen ganas de aprender, tienen mucho interés y son nobles. Como son amables conmigo, a veces me pongo a pensar y dudo: no creo que hayan sido culpables”.
Una de las anécdotas que Blanca cuenta con mucho orgullo de sus alumnos del penal fue la vez que hubo un apagón de luz en plena clase. “Inmediatamente me sentí rodeada y una voz me dijo: ‘profe, nosotros la llevaremos’”, esa tensión se convirtió en calma, “me hicieron descender las gradas y me escoltaron hasta llegar a la puerta. En ese momento me sentí segura y protegida por ellos”.
Otra de las experiencias que la profesora cuenta de manera graciosa fue la vez que un participante le preguntó si — al estar rodeada de tanta gente que cometió delitos— sentía miedo, su respuesta fue: ya no, “entonces él me dijo: ‘debe saber que ahora nosotros le tememos a usted porque nos habla fuerte, es estricta y nos llama la atención’”.
Los temores con los que Blanquita ingresó el primer día hoy se revirtieron.
AULAS DE 2X2
Blanca dicta sus clases en pequeños espacios, “en cuartos de dos metros cuadrados, son celdas habilitadas como aulas. A veces también pasamos clases en la capilla. Son lugares que
1. ”Los alumnos del penal son más pulcros en sus deberes”, recalcó.
2. Blanca dicta sus clases en pequeños espacios que fueron habilitados como aulas. Fotos: Juan Pablo Garcia
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no cuentan con las condiciones pedagógicas para impartir las clases, aunque esto mejoró en los últimos años”.
Pese a todas las dificultades, la profesora destaca la labor de los más de 15 educadores del centro, “aun así no nos negamos a cumplir con nuestro rol de maestros. Tenemos el deber de convertir ese ambiente en un lugar educativo y orientarlos de la mejor manera”.
En el centro educativo, los reclusos pueden estudiar desde primaria hasta secundaria, se pueden graduar como de cualquier otro colegio regular e incluso, los que no saben leer ni escribir pueden acceder a cursos de alfabetización.
El establecimiento también cuenta con ramas técnicas, como electricidad, zapatería, sastrería, gastronomía y demás actividades que les sirvan como fuente de ingresos para subsistir una vez que salgan de ahí.
APRENDER ENTRE REJAS
Los artículos 138 y 139 de la Ley 2298 de Ejecución Penal y Supervisión indican que el interno reducirá un día de su condena impuesta por cada dos días de trabajo o estudio. La modalidad de ingreso es voluntaria y varía de acuerdo con el caso.
“Por dos días de trabajo se les resta uno de su condena. Esa es su mayor motivación. Se les otorga un certificado que les permite argumentar que pasan clases o que trabajan. Hay semestres en los que tenemos hasta 20 participantes”, contó Blanquita.
Respecto a la calidad y los contenidos, la profesora explicó que no son tan distintos a la malla curricular de afuera e indica que también reciben el bono que el gobierno otorga a los mejores alumnos de cada colegio.
Señaló que en el penal hay muchos destacados. “El día de la graduación, como todos los abanderados del país, ellos también reciben los 1.000 bolivianos como en cualquier otra unidad educativa. Es otro motivo por el que existe competitividad entre ellos, están llenos de voluntad”.
En los últimos meses, debido al contexto en el que estamos viviendo, los internos dejaron de pasar clases por completo. “No estamos pasando clases ni siquiera de manera virtual debido a la restricción de la tecnología que existe, ya que está prohibido portar celulares o cualquier otro aparato tecnológico”, señaló Blanquita y argumentó que junto a la parte administrativa de la dirección se coordinará para que los internos se igualen en los temas de la mejor manera. “Creo que les enviaremos de manera escrita todas las lecciones”, indicó.
Blanca tiene cuatro hijos. Su esposo, al igual que ella, es profesor de Matemáticas y trabajó en el penal de San Pedro durante 10 años.
3. La maestra pasa la cuarentena junto con su familia. 4. Dicta clases virtuales a sus alumnos del colegio San
Ignacio. 5. Artesanía realizada por los internos del penal, uno de los regalos que conserva la profesora.
Fotos: Juan Pablo Garcia.
LA REMUNERACIÓN
A lo largo de su carrera, Blanca María tuvo muchas satisfacciones, una de las más grandes fue ver cómo algunos de los internos se convirtieron en personas de bien e incluso profesionales al terminar su condena.
“Ese momento en el que los veo en libertad, con una nueva vida y formados profesionalmente, es cuando me lleno de satisfacción por haber aportado por lo menos con un granito de arena en su formación”.
Otro de los momentos en los que Blanca se siente satisfecha de su labor es al ser testigo del talento que los participantes desbordan en el penal. “Declaman, cantan, forman conjuntos musicales o cuentan chistes. Demuestran todas sus aptitudes, es otra manera de desahogarse y más aún cuando los profesores compartimos con ellos, se sienten halagados”, contó.
En el Día del Maestro solían organizar pequeños agasajos, “sabemos que dentro del penal no tienen muchas posibilidades económicas, pero para ese día ellos ahorran y con ese dinero se dan modos para prepararnos por lo menos una cena. Para nosotros, recibir ese detalle ya era algo grande”.
Sin embargo, este 6 de junio no habrá horas cívicas ni cenas. Los maestros del penal no tendrán ningún tipo de agasajo y tampoco recibirán felicitaciones virtuales, pero de hecho será un día en el que la profe Blanquita será recordada por más de un interno que se refugia en el estudio con la esperanza de salir en libertad.