4 minute read
Santísima Trinidad
De la cuestión social del trabajo al corazón del hombre trabajador
Afinales del siglo XIX, los obreros de Estados Unidos empezaron a reclamar trato digno y el trabajo justo frente a 18 horas de labores mal remuneradas, nacían los sindicatos y con ellos, las manifestaciones que lograron desde el 1 de mayo de 1886 que se establecieran 8 horas de trabajo.
Advertisement
No todas las empresas accedieron, después de ello, vinieron mayores protestas y vidas humanas perdidas, entre obreros y policías, específicamente en la plaza Haymarket de Chicago. Para el año 1887, se definió la situación judicial de ocho obreros sindicalistas: cinco condenados a muerte, dos recibieron la cadena perpetua y el último debió realizar trabajos pesados y forzosos durante 15 años. En el año 1889, el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional (organización que buscaba mejores legislaciones para las condiciones laborales), declaró el 1 de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores, para promover la reivindicación laboral en todo el mundo.
Después de lo anteriormente mencionado, no se detuvieron allí las injusticias, y peor aún, el enfrentamiento de clases sociales perjudicaba el tener una dinámica de paz, equitativa y productiva. Dentro de este contexto, la Iglesia Católica se ha preocupado por el bienestar del hombre, su estabilidad y rol dentro de la sociedad. Por ello, el 15 de mayo de 1891, el Papa León XIII se pronunció sobre el trabajo, el salario y las propiedades, a través de su Carta Encíclica ‘Rerum Novarum’, sobre la situación de los obreros, donde puso de manifiesto el peligro de suponer que una clase social es enemiga de la otra.
90 años después… sobre el trabajo humano
León XIII afirmó que, los “adelantos de la industria y de las artes” caminan por “nuevos derroteros” y “la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamiento de la contienda”. Explicó que es una pelea inútil, porque los ricos y pobres siempre se van a necesitar: “ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital”. El Papa invitó a restaurar las costumbres cristianas, teniendo en cuenta también las leyes de los hombres, porque los obreros tienen derechos, así como también los ricos y patrones tienen deberes.
‘Laborem Exercens’, sobre el trabajo humano, es la Carta Encíclica que el Papa Juan Pablo II publicó en su tercer año de pontificado. Corría el año 1981, el aniversario número 90 de ‘Rerum Novarum’, por lo que Su Santidad quiso retomar como tema de reflexión la importan“Afirma Juan Pablo cia del trabajo, desta-
II que «el hombre cando su fundamento debe trabajar, bien sea por el hecho de que el Creador lo ha ordenado, bien sea por el hecho de su propia humanidad, cuyo mantenimiento para la vida personal, familiar, social y su sentido más humano, porque “es una clave, quizá la clave esencial de toda la cuestión social”, la cual se hacía por ese tiempo más y desarrollo exigen compleja. el trabajo»”. Juan Pablo II hizo énfasis en que el valor del trabajo es el hombre, por esto la dignidad del trabajo, es la del hombre que lo realiza y que ante todo “el trabajo está «en función del hombre» y no el hombre «en función del trabajo»”. Las áreas del hombre deben unirse entre sí y compenetrarse entre sí, y dentro de ellas está el trabajo, como un derecho natural de la persona y una vocación, además, una vocación que ha aceptado el llamado de Dios a cuidar de su Creación, a someter la tierra, a que con su actividad productiva contribuya al desarrollo del mundo. Precisamente, en el libro del Génesis se explica que los recursos pueden ser descubiertos y oportunamente usados (Cfr. Gén 1, 28). Demostrando que la Palabra de Dios siempre vigente en todas las épocas. Han pasado 41 años desde ‘Laborem Exercens’ y 131 desde ‘Rerum Novarum’, el desarrollo de la civilización y la incursión de las tecnologías de la información y las comunicaciones, enriquecen de sobremanera el mundo laboral, abriendo nuevos espacios, nuevas formas de trabajo, también desaparecen algunas y se reinventan otras, pero como coincidencia particular, el fenómeno de la injusticia sigue presente. Las irregularidades salariales y las brechas en las clases sociales parecerían las mismas que una vez describió León XIII. Los temas políticos generan conflictos ideológicos cuyas víctimas terminan siendo los trabajadores, sus familias, las sociedades y los mismos empresarios. Además de ser un derecho natural, el trabajo es también un deber, afirma Juan Pablo II que “el hombre debe trabajar, bien sea por el hecho de que el Creador lo ha ordenado, bien sea por el hecho de su propia humanidad, cuyo mantenimiento y desarrollo exigen el trabajo”. Ahora bien, también está la problemática del desempleo, en parte por la negación a otorgar salarios justos y condiciones dignas.
La Iglesia Católica, siguiendo las enseñanzas de Jesucristo, ha estado y estará siempre presente para hacer un alto ante las degradaciones sociales del hombre como sujeto trabajador, es esta su misión y servicio, servir al pobre y estar de lado del desprotegido.
Finalmente, concluyó en su Encíclica, san Juan Pablo II que, “el cristiano que está en actitud de escucha de la Palabra del Dios vivo, uniendo el trabajo a la oración, sepa qué puesto ocupa su trabajo no sólo en el progreso terreno, sino también en el desarrollo del Reino de Dios, al que todos somos llamados con la fuerza del Espíritu Santo y con la Palabra del Evangelio”.