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Ocaña despide a su Obispo y pastor
gar a Dios Padre Todopoderoso los restos mortales del Obispo de la Iglesia Particular de Ocaña. La celebración eucarística fue presidida por Monseñor Jorge Alberto Ossa Soto, Arzobispo de la Arquidiócesis de Nueva Pamplona y Metropolitano de esta provincia eclesiástica a la que pertenecen las Diócesis de Cúcuta, Ocaña, Tibú, Arauca y la Arquidiócesis de Pamplona. Así mismo, concelebraron las exequias, Monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos, anterior Obispo de Ocaña y actual Arzobispo de Tunja; Monseñor Jorge Enrique Lozano Zafra, Obispo emérito de Ocaña; y Monseñor Miguel Fernando González Mariño, de la Diócesis del Espinal. Por su parte, el Obispo de la Diócesis de Cúcu- ta, Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, no pudo asistir, debido a que en esos días se encontraba en su natal Caldas y no consiguió cambiar su tiquete de regreso; en su representación, asistieron sacerdotes del clero de Cúcuta. De la misma forma, participaron sacerdotes de las Iglesias Particulares de Tibú, Pamplona y El Banco.
Terminadas las exequias de Monseñor Luis Gabriel Ramírez Díaz, el féretro fue trasladado hasta la Diócesis de El Banco, su primera Diócesis, donde en la Catedral, ofrecieron la Sagrada Eucaristía. Posteriormente fue llevado a la parroquia San Sebastián, en el municipio de Margarita (Bolívar) donde según su voluntad, descansarán sus restos.
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Nuevo Administrador Apostólico para la Diócesis de Ocaña
Mediante decreto (Protocolo n.° 13/2023) expedido por la ‘Congregatio pro Episcopis’ (Congregación de los Obispos), el Papa Francisco designó el lunes 16 de enero como Administrador Apostólico para la Diócesis de Ocaña a Monseñor Jorge Alberto Ossa Soto, Arzobispo Metropolitano de Nueva Pamplona.
Monseñor Ossa acompañará a esta porción del pueblo de Dios, mientras la vacante de Obispo canónico es ocupada por otro pastor.
En una reciente Instrucción de la Congregación para la Educación Católica, ahora llamada Dicasterio para la Cultura y la Educación de la Santa Sede, se afirma que “la educación se encuentra hoy ante un desafío que es central para el futuro: Hacer posible la convivencia entre las distintas expresiones culturales y promover un diálogo que favorezca una sociedad pacífica” (La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo, n.27).
En otras palabras, se nos está diciendo que la educación que esté anclada en modelos individualistas producirá el aislamiento de los hombres y mujeres entre sí, y promocionará, seguramente, la proliferación de sociedades egoístas. Con una educación así, un mundo peor estaría más cerca de lo que parece.
De ahí que, quienes educan no pueden permitirse permanecer con los brazos cruzados, esperando que la solución les caiga de lo alto. Ahora más que nunca, se necesita mostrar y demostrar la presencia cristiana en la realidad multiforme de las distintas culturas. Es decir, hacerla visible, susceptible de ser encontrada, y con actitud consciente. “Hoy día, a causa del avanzado proceso de secularización, la educación católica se halla en situación misionera, incluso en países de antigua tradición cristiana” (n. 28).
El presente artículo, entonces, intenta reflexionar sobre la educación y el diálogo, sin olvidar la sinergia constante que debería existir entre ambos. Sabemos que la sana educación se propone la formación integral del ser humano; el diálogo, bien encauzado, en cambio, podría reforzar lo aprendido y abrir los horizontes de las personas, permitiéndoles salir de sí mismo y ayudándolas a construir la tan esperada fraternidad mundial.