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Según expertos, historiadores, y
Como bien indicó el Papa Francisco “detrás y antes de cada vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, está siempre la oración fuerte e intensa de alguien, de una abuela, de un abuelo, de una madre, de un padre, de una comunidad..”
Cuando hablamos de la vocación al sacerdocio, hablamos de un misterio de amor entre un Dios que llama por amor y un hombre que le responde libremente y por amor. También es un llamado a ser puente entre Dios y los hombres, un llamado a seguir en el mundo para salvarlo.
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Por último, la vocación al sacerdocio es la decisión de un futuro sacerdote que quiere dedicar su vida a ayudar a sus hermanos, a salvar sus almas y a hacer este mundo mas como Dios lo pensó. colaboradores del Obispo, sucesor de los Apóstoles. El sacerdote recibe el sacramento del Orden Sacerdotal mediante la imposición de las manos. Este gesto, realizado desde el principio por los Apóstoles, le une a una cadena sucesiva de hombres que han guardado la fidelidad a la tradición de la Iglesia; es decir, han querido ser fieles a los orígenes del cristianismo.
El sacerdote tiene en la comunidad tres funciones: Predica la Palabra, preside los Sacramentos y es Pastor y Guía del Pueblo.
Ser joven y católico en esta sociedad es un reto apasionante. Estamos sometidos a un bombardeo continuo que nos incita al consumismo, al placer efímero, a la apetencia del momento, la inmediatez prima por encima del esfuerzo y del sacrificio.
El ideal de la felicidad y su búsqueda queda desfigurado en la vorágine diaria del momento. Pero, ¿Dónde queda en todo esto nuestra docilidad a los planes de Dios? La verdadera vocación del hombre es la vocación a la felicidad plena vivida en Comunión con Dios. Por tanto, hoy quiero contaros una de esas historias de un joven católico que entrega su vida a Dios y al prójimo, una historia de vocación al sacerdocio:
Particularmente, el Señor le ha llamado a ser sacerdote, su Hijo Jesucristo para el servicio de su Iglesia. Por eso, el que el esté en el seminario no significa que haya sido una propuesta suya, sino que, más bien, ha sido su respuesta ante la iniciativa de Dios; pues ha sido Él el que le ha llamado primero para seguirle.
La verdad que ha tenido un ambiente favorable para poder descubrir la llamada que el Señor le había hecho. Su familia, sobre todo su madre, le había educado en un ambiente de cercanía a la Iglesia. Le llevaban todos los domingos a escuchar la Santa Misa y a mantener una relación con los sacerdotes de su pueblo. Con once años, un sacerdote le invitó a que fuera monaguillo. Al ver que también estaban algunos amigos suyos, aceptó esa propuesta.
Según pasaba el tiempo, veía que algo le estaba tocando el corazón y que no sabía que era. Sentía cada vez más la necesidad de ir a Misa todos los días y de estar cada vez más cerca de los curas. Éstos, notando su inquietud, le animaban para que fuera al seminario. Claro que él se negaba, como cualquier joven ante esta pregunta de ir al seminario.
Sin embargo, tal era ese sentimiento profundo del corazón que no sabía qué hacer. Tomó mucho cariño a los sacerdotes de su pueblo y vio en ellos un modelo de entrega y de generosidad con Dios y con el pueblo.
Llegó el tiempo en el que cambiaban a estos sacerdotes. Y al sentir algo que se conmovía en su interior, decidió plantearse el ir al seminario. Habló con los nuevos sacerdotes.