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San Marcos estableció la Iglesia
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Su nombre era Fleming, un agricultor pobre de Inglaterra. Un día, mientras trataba de ganarse la vida para su familia, escuchó a alguien pidiendo ayuda desde un pantano cercano.
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Inmediatamente soltó sus herramientas y corrió hacia el pantano.
Allí, enterrado hasta la cintura en el lodo negro, estaba un niño aterrorizado, gritando y luchando tratando de liberarse del lodo. El agricultor Fleming salvó al niño de lo que pudo ser una muerte segura, lenta y terrible.
Al día siguiente, un carruaje muy pomposo llegó hasta los predios del agricultor inglés.
Un noble inglés, elegantemente vestido, se bajó del vehículo y se presentó a sí mismo como el padre del niño que Fleming había salvado.
-Yo quiero recompensarlo, -dijo el noble inglés-. Usted salvó la vida de mi hijo.
-No, yo no puedo aceptar una recompensa por lo que hice, -respondió el agricultor inglés, rechazando la oferta-, sólo hice lo que debía.
En ese momento el propio hijo del agricultor salió a la puerta de la casa de la familia.
-¿Es este su hijo? Preguntó el noble inglés. –Sí –Respondió el agricultor lleno de orgullo. –Le voy a proponer un trato, déjeme llevar a su hijo y ofrecerle una buena educación.
Si él es parecido a su padre, crecerá hasta convertirse en un hombre del cual usted estará muy orgulloso.
El agricultor aceptó. Con el paso del tiempo, el hijo de Fleming el agricultor, se graduó en la Escuela de Medicina de St. Mary ‘s Hospital en Londres, y se convirtió en un personaje mundialmente conocido. Algunos años después, el hijo del noble inglés, cayó enfermo de pulmonía.
-¿Qué lo salvó? La Penicilina. -¿El nombre del noble inglés? Randolph Churchill.
-¿El nombre de su hijo? Sir Winston Churchill, primer ministro británico durante la II Guerra mundial, y uno de los artífices de la resistencia inglesa, y del fin del nazismo. -El nombre del hijo del agricultor, Alexander Fleming, descubridor de la Penicilina.
Un solo acto “insignificante”, cambió la historia.
Nuestros actos como cristianos jamás pasarán desapercibidos; recuerden que Dios siempre estará presente para tornar nuestro granito de arena en grandes cosas. No olvidemos que la manera en que nos comportemos afectará a los que nos rodean y aún más a nosotros mismos. Refleja siempre a Jesús que vive en ti.
2 Corintios 9:6. “Esto empero digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segará”.
Gálatas 6:7. “No os engañéis: Dios no puede ser burlado; que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
La diferencia entre un día luminoso y un día gris, está en la forma en cómo decides afrontarlo. Esta mañana desperté emocionado con todas las cosas que tengo que hacer antes de que el reloj marque la medianoche. Tengo responsabilidades que cumplir hoy. Soy importante. Mi trabajo es escoger qué clase de día voy a tener.
Hoy puedo quejarme porque el día está lluvioso o puedo dar gracias a Dios porque las plantas están siendo regadas. Hoy me puedo sentir triste porque no tengo más dinero o puedo estar contento de que mis finanzas me empujan a planear mis compras con inteligencia. Hoy puedo quejarme de mi salud o puedo regocijarme de que estoy vivo. Hoy puedo lamentarme de todo lo que mis padres no me dieron mientras estaba creciendo o puedo sentirme agradecido de que me permitieron haber nacido. Hoy puedo llorar porque las rosas tienen espinas o puedo celebrar que las espinas tienen rosas. Hoy puedo autocompadecerme por no tener muchos amigos o puedo emocionarme y embarcarme en la aventura de descubrir nuevas relaciones. Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a trabajar o puedo gritar de alegría por que tengo un trabajo. Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a la escuela o puedo abrir mi mente enérgicamente y llenarla con nuevos y ricos conocimientos. Hoy puedo murmurar amargamente porque tengo que hacer las labores del hogar o puedo sentirme honrado porque tengo un techo para mi mente cuerpo y alma. Hoy, el día se presenta ante mí esperando a que yo le dé forma, y aquí estoy, soy el escultor que tiene que darle forma. Lo que sucede hoy depende de mí, yo debo escoger qué tipo de día voy a tener.
El gozo espiritual es el más asequible al hombre y el único que no dejará residuo de pesar.
“Que la palabra de Cristo habite y se sienta a gusto en ustedes. Tengan sabiduría para que puedan enseñar y aconsejar unos a otros; canten a Dios, de todo corazón y con gratitud, salmos, himnos y alabanzas espontáneas. Y todo lo que puedan decir o hacer, háganlo en le nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre que medio de Él”. (Col 3, 16-17)