Sóngoro Cozongo No. 2

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RIO TA

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ARNAVA L UN C IV L

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ISSN 2248 - 6895



G. PÁ

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e d i t or i a l

Oscar Arturo Oliveros Garay

PERSONAJE 7

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e l d o c t or g a b r i e l a n t o n i o g oy e n e c h e

Catalina Bohórquez Mendoza

INTERCULTUR ALIDAD, IDENTIDAD Y CARNAVAL 10

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e x p e r i e n c i a e s t é t i c a e i m ag i n a r i o s d e l c a r n ava l

Julio Cesar Goyes

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zombis en la biciú

Sergio Andrés Castro Méndez

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c a r n ava l u n i v e r s i ta r i o r e f l e x i ó n p r ác t i c a

Natalia Flórez Rodríguez

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l a c a r ac t e r i z ac i ó n y p e r s o n a l i da d : c l av e s

e n l a i d e n t i da d d e n u e s t ro c a r n ava l

Jessica Lorena Izquierdo Merchán

CURSO: FIESTA POPUL AR, CARNAVAL Y ARTE 25

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c u r s o : f i e s ta s p o p u l a r e s , c a r n ava l ,

s o c i e da d y a rt e p o p u l a r

Jeysson Zamudio

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c a r n ava l : d e c a d e n c i a y r e s u rg i m i e n t o e n l o s

c o l o m b i a n o s e l v e r da d e ro c a r n ava l

Julisa Torres Acuña

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e l v e r da d e ro c a r n ava l

Ingrid Paola Castellanos Cristancho

MIR ADAS DEL CARNAVAL 36

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v u e l o s d e l i b e rta d

Jenny Alexandra Garzón Moreno

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p i t o n i sa

Carolina Patiño Cuéllar

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m i e x p e r i e n c i a d e l c a r n ava l u n

Vilma Andrea Moreno Segura

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ILUSTR A CARNAVAL

2011


Esta publicación es posible gracias al apoyo de la Dirección de Bienestar Universitario de la Universidad Nacional de Colombia. Permitida la reproducción total o parcial de los artículos publicados en la revista Sóngoro Cozongo, con el debido crédito a sus autores.

DIRECCIÓN DE BIENEST AR UNIVERSITARIO ÁREA DE ACOMPAÑAMI ENTO INTEGRA L PROGRA MA GESTIÓN DE PROYECTOS

Los escritos y opiniones expresadas en esta publicación no comprometen el pensamiento de la institución.

c omi t é org a niz a dor de l a publ ic ación

r ec t or

Elizabeth Moreno Domínguez Catalina Bohórquez Mendoza Andrea Fandiño Cardona

Ignacio Mantilla Prada edición v icer r ec t or de sede

María Clemencia Vargas

Catalina Bohórquez Mendoza Elizabeth Moreno Domínguez

dir ec t or de b iene s ta r

c or r ec ción de e s t il o

Oscar Arturo Oliveros Garay

Albalucía del Pilar Gutiérrez

jef e de á r e a ac ompa ñ a mien t o in t e gr a l

di agr a m ación y diseño

Cristian León Buitrago

Zulma Edith Cantor agr a decimien t o s c oor din a dor a progr a m a ge s t ión de proy ec t os

Elizabeth Moreno Domínguez c oor din a dor a grup o s e s t udi a n t il e s de t r a b a jo

Julio César Goyes Narváez Nelson Rueda Alejo Carlos Miñana Jeysson Zamudio Bernardo Rincón Escuela de Diseño Gráfico UN

Andrea Fandiño Cardona 500 ejemplares, segunda edición. c or r e o de c on tac t o

revistacarnavalun11@gmail.com

impr e sión

Gracom Gráficas Comerciales ISSN 2248-6895 Periodicidad anual

o r í g e n d e l n o m b r e d e l a p u b l i c ac i ó n

Sóngoro cosongo es un libro de poesía del escritor cubano Nicolás Guillén. Publicado tras Los motivos del son, le consagró como gran poeta. Se publicó en 1931. Pertenece a la poesía mulata en la que Guillén reelabora ritmos, léxico y formas expresivas del habla y la canción afrocubanas. Sus poesías unen el poema con el ritmo del son cubano (Tomado de Wikipedia).


Oscar Arturo Oliveros Garay 1

El carnaval es una expresión de diferentes grupos sociales. Como afirma Gabriel Restrepo: «Desde el punto de vista social es decisivo para estudiar, tanto el funcionamiento normal de la sociedad, como la crisis y el caos» (1997). Dado su carácter social y público, y teniendo como base la cultura, es en donde los símbolos expresan una relación e interpretación del mundo: los sonidos, los trajes, los gestos, la palabra, los gustos y sabores nos remiten a una significación de la experiencia. En el carnaval confluyen distintas expresiones artísticas. El escenario en el que este encuentro se re-crea es la calle o la plaza, lo que lo aleja de una producción de escuela y lo define como una expresión popular. Generalmente los protagonistas son comparsas de barrio, amigos de cuadra o individuos solitarios enmascarados. El carnaval es comunicación que, a partir de la expresión oral y escrita de un bando, se apoya en el sincretismo de objetos, música, danza, teatro y representación 1 Director de Bienestar Universitario, Sede Bogotá .

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de personajes que asumen la soberanía de la fiesta. Asimismo, es un hecho que nos permite expresar las ideas que conducen nuestras prácticas, nuestros valores, nuestra forma de interpretar el mundo y de relacionarnos con él. En el carnaval se evidencia la existencia de productos culturales que son históricos, susceptibles de ser modificados y generados nuevamente por el hombre, y, a partir de los cuales, da cuenta de su mundo y de su realidad. Como lo señala Clifford Geertz: «La cultura, la totalidad acumulada de esos esquemas o estructuras, no es sólo un ornamento de la existencia humana, sino una condición esencial de ella». El carnaval como expresión cultural es la oportunidad en la que el hombre puede sacar del fondo de sí aquello caótico de su existencia y transformar su entorno. Por lo tanto, la cultura y la variada gama de sus productos y expresiones, como el carnaval, conforman el entramado de autoconstitución del hombre y, siguiendo a Geertz, nos permite ser animales completos y creativos. En este sentido, el autor en mención señala: «De manera que esos símbolos son no meras expresiones o instrumentos o elementos correlativos de nuestra existencia biológica, psicológica y social, sino que son requisitos previos de ella. Sin hombres no hay cultura por cierto, pero igualmente, y esto es más significativo, sin cultura no hay hombres» Geertz (1973). Y, con todo esto ¿Para qué se construye un carnaval universitario? Podríamos recurrir a la historia para encontrar un antecedente que justifique su reinvención. Por tratarse de un Carnaval Estudiantil o Universitario responde a una dinámica social y cultural que le imprime diferencias. El carnaval universitario no se programa atendiendo al calendario lunar y a

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la cultura cristiana, como suelen realizarse aquellos que son tradicionales. A partir del 21 de septiembre 1921, el carnaval universitario se llevó a cabo

en el marco de la celebración del Día del Estudiante. Esta fiesta fue propuesta por la Federación de Estudiantes de Bogotá y surgió como un espacio de reflexión común que proponía una reforma política y social en el país, orientada, sobre todo, a la defensa de los estudiantes. Dos años de «recuperación» del carnaval en la Sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia muestran un desfile de diferentes propuestas artísticas, lúdicas y políticas. Nuestras comparsas pueden estar conformadas por grupos de estudiantes, compañeros de oficina, profesores que se suman al entusiasmo o egresados que atienden un llamado que los conduce a una experiencia sin memoria. El carnaval de 2010 y 2011 ha sido una posibilidad para que la comunidad universitaria presente, por medio de sus comparsas, una realidad deseada para la Universidad o el País, y una representación de elementos estéticos que incidan sobre nuestra sociedad. En estas ediciones se mostraron distintas formas de expresión de lo sociocultural, en donde la crítica a las problemáticas del mundo actual tuvo un escenario privilegiado para mostrar el deterioro ambiental, las dificultades de la vida rural, las consecuencias del actual sistema de salud, el financiamiento de la educación pública y otras relacionadas con la identidad de las Facultades y con el quehacer de sus diversas disciplinas. La celebración del carnaval pasó de las serpentinas de los años 20 al confeti, las pancartas, las máscaras y los disfraces. La música utilizada incluye desde ritmos festivos tradiciona-

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les hasta propuestas de stomp, con instrumentos construidos con materiales reciclables. Las danzas son la expresión de grupos culturales de la Sede: tango, salsa, cumbia. Y nuestro bando de apertura, mediante el cual se decretan días de gozo carnavalero, es construido como una propuesta colectiva del equipo de Dirección de Bienestar, mientras que el bando de cierre se encuentra basado en el del Carnaval del Diablo de Riosucio, Caldas. Como en todo carnaval está presente la representación de personajes que asumen la soberanía de la fiesta: Pericles Carnaval, del carnaval estudiantil de los años 20, y Goyeneche, un símbolo universitario que podría representar un personaje que le brinde identidad al carnaval de la Universidad Nacional en la actualidad. Asimismo, en la puesta en escena, se hacen visibles personajes particulares como reinas, actores de la historia de Colombia, héroes del cine, títeres y espontáneos; además de representaciones de animales. Para la comunidad universitaria que participa en el carnaval, éste representa una ruptura de la cotidianidad. Sin embargo, está precedido por un dispendioso proceso de preparación y construcción, que conduce a una puesta en escena única y con una temporalidad efímera. Así sea difícil de creer, la fiesta es una de las expresiones culturales que mayor trabajo de preparación requiere: los preparativos pueden tomar meses y la puesta en escena tan sólo unas horas. Se entiende entonces, la importancia de la generación de procesos de identidad, de recuperación de memoria histórica, de indagación sobre la participación y presencia de los actores sociales en la construcción de universidad a partir de dinámicas como el carnaval; paralelo a ello debe gestarse una acción de crítica desde diversas disciplinas científicas y artísticas que posibiliten ponderar al carnaval como un vehículo capaz de mostrar la situación del mundo y del país. Un carnaval universitario es una oportunidad para la emergencia de una amplia gama de subjetividades y presencias que evidencian la necesidad y urgencia existencial de un sujeto que, en el marco de construcción de su cultura, aboga por la creación de un mundo mejor.

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Catalina Bohórquez Mendoza 1

«¡Más pan y más leche, con Goyeneche! ¡Con Goyo salimos del hoyo!» decía a viva voz el profesor Nelson Rueda Alejo, a la vez que sus compañeros de comparsa, y una papayera de música tropical, rodeaban con sus bailes y canciones al proclamado Presidente del Carnaval Estudiantil de la Universidad Nacional de Colombia. ¿Bajo qué pretexto Goyeneche por fin porta la bandera tricolor? ¡Es carnaval! y por ser día de fiesta se decreta que en la Ciudad Universitaria se tiene la posibilidad de ser otro: los ricos serán pobres, los reyes serán súbditos y Goyeneche ¡Presidente! Después de haber sido candidato presidencial en varias oportunidades, desde la aparición del Frente Nacional y hasta la candidatura de Carlos Lleras Restrepo, Goyeneche —por fin— 1

puede hacer realidad su deseo de estar al frente de la presidencia del país. Este personaje entre excéntrico, curioso y disparatado —denominado por la revista Semana «El candidato inolvidable» y enumerado por el periódico El Tiempo como una de las «Curiosidades históricas de las Elecciones»— presentaba a los estudiantes de la Universidad Nacional, en unas hojitas, las propuestas de su candidatura. Como decía el profesor Nelson: «tenía unas ideas geniales y avanzadas» (Coloreando la ciudad blanca); proyectos de gobierno tan grandes y abrumadores que, si bien los estudiantes consideraban descabellados, representaban la máxima expresión de la creatividad política y, por eso, todos gritaban convencidos: «¡Goyeneche a la presidencia de Colombia!». Las promesas de la candidatura de Goyo, como amistosamente lo llamaban, presentaban soluciones en el ámbito de la educación y, por

Filosofa de l a Universidad Nacional de Colombia

y Especialista en Gerencia y Gestión Cultur al de l a Universidad El Rosario.

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supuesto, se encontraban altamente relacionadas con el bienestar de los niños. Se tienen evidencias de que uno de sus proyectos pioneros era la creación del diario El progreso, cuyas ganancias, en su totalidad estaban orientadas a la construcción de escuelas, al pago de maestros y lo mejor… a que cada niño tuviera «una muda de ropa, tanto interior como exterior para los tiempos lluviosos»2. El bienestar de los niños y las mejoras a la educación eran —como siempre— sus mayores prioridades. Se dice que Goyeneche llegó a la Universidad Nacional de Colombia en 1945, luego de haber estado internado 3 años en el manicomio de Sibaté, y vivía en lo que actualmente se conoce como Clínica de Grandes Animales, en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia. Se ofreció como profesor para enseñarle a escribir y a leer a los empleados de esta facultad, y, los 2

alumnos que aún viven y se encuentran pensionados afirman que hablaba varios idiomas. El profesor Nelson R. Alejo incluso afirma que Goyeneche «estudió en Europa y posiblemente se graduó como ingeniero» (Entrevista, 2012), todo esto fundado en el hecho de que este personaje fuera brillante en la resolución de problemas matemáticos y, porque en sus volantes de candidatura existían gran cantidad de cálculos, que le valieron recibir el calificativo de «genio de las finanzas». Alrededor del Doctor Gabriel Antonio Goyeneche, que falleció de viejo y no alcanzó la presidencia en vida, se ha tejido toda una serie de historias. Se dice, por ejemplo, que el candidato inolvidable propuso instalar una marquesina para Bogotá con el objetivo de evitar los días de lluvia, al mejor estilo de un bulevar europeo. También se dice que planteó la posibilidad de pavimentar el río Magdalena para construir una vía directa al mar, arguyendo que: «Es muy fácil y barato: como ya tiene agua y arena». Sin

Fr agmento tomado del comunicado No 147,

del doctor Gabriel Goyenche , dirigido al señor Emba jador de los Estados Unidos

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embargo, el investigador Nelson R. Rueda Alejo afirma que estas no eran propuestas reales del candidato, pues el mismo Goyeneche decía que eran «chismes de la oposición» (Entrevista, 2012) y no se encuentran especificados y analizados en los volantes de su candidatura. (Tal vez este personaje sí tenía algo de cuerdo). No se sabe con certeza la fecha de fallecimiento de Goyeneche. Algunos periódicos señalan el año 1978, otras personas afirman haberlo conocido en 1982. Lo único que se sabe con seguridad es que en el año 2011, por obra del profesor Nelson R. Rueda Alejo, actualmente docente especial de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, Goyeneche volvió a la vida. De este modo, el ilustrísimo Goyeneche reaparece con la firme intención de ser presidente y congregar a la comunidad universitaria en una sola fiesta. Lo logró con su vestido de paño azul, su corbata roja, su camisa de cuello, su gran cabeza de escasa cabellera y orejas prominentes; sus labios casi morados y sus ojos grandes y ojerosos. En un día de fama, en pleno carnaval, Goyo cautivó a estudiantes de diferentes facultades, gracias a la promoción que llevó a cabo el profesor Nelson —valga decir que llevaba meses preparando su aparición—. Inicialmente, al estilo de Goyeneche, planeaba la construcción de una marquesina para que el personaje se presentara públicamente, pero, finalmente, «el Doctor Goyo» entró en escena erguido sobre una zorra, exhibiendo un cuerpo y un rostro hechos de madera, engrudo, alambre y papel maché; junto con un traje de paño que exaltaba su diminuto cuerpecito y su prominente cabezota. Goyo apareció nuevamente ante la comunidad universitaria con sus espectaculares ideas.

Entre tanto, la comunidad educativa de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, encargados de acoger a este personaje, huésped antiguo de sus instalaciones; se encontraba en paro indefinido lo que dificultó la inusitada aparición. El profesor Nelson, adscrito a esta Facultad, decidió respetar el paro y con recursos propios y el apoyo de otras instancias como la Cooperativa de Profesores logró su espléndida puesta en escena. En vísperas de carnaval el profesor ya tenía su muñeco listo, muchas camisetas estampadas, antifaces, papayera contratada, pero un día antes del carnaval todavía se encontraba solo, sin estudiantes de apoyo. El día de la puesta, la comparsa de Goyeneche fue una muestra de un verdadero carnaval: la alegría que imprimía la papayera, la convocatoria por medio de volantes, el incentivo de recibir una camiseta en la que decía «con Goyo salimos del hoyo» o «incorrupto de día y de noche», logró integrar a los transeúntes. La barrera entre actor y espectador fue diluida y más de 50 estudiantes, de diferentes facultades, apreciaron la propuesta del docente y decidieron apoyarlo en su comparsa. Goyo más que un loquito más, en esta, su segunda aparición, es considerado por el investigador Marcos González Pérez como Personaje emblemático del carnaval estudiantil del año 2011; un símbolo de la Universidad Nacional de Colombia que en sus días fue representativo de la nación y que ahora merece ser posesionado año tras año mientras el carnaval estudiantil le dé la posibilidad de hacerlo… Así, todos gritaremos a viva voz «¡Más pan y más leche, con Goyeneche! ¡Con Goyo salimos del hoyo!»

Bibliografía Bohórquez Mendoza. C. (Agosto 10, 2012). Entrevista Nelson Rafael Rueda Alejo, Goyeneche en la Universidad Nacional, candidato emblemático y símbolo del carnaval estudiantil universitario 2011. Bogotá. Grupo Estudiantil Contestarte, Programa Gestión de Proyectos, Facultad de Ciencias Humanas. (2011). Coloreando la ciudad blanca [Video en línea]. Disponible: http://vimeo.com/47188838 [Consulta: 2012, agosto 6].

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Julio César Goyes Narváez 1

in t roi t o Si la imaginación es la facultad que ordena la representación entre lo sensible y lo inteligible, la imagen conocimiento perceptual y el imaginario dispositivo que modula la cultura en relación con lo Real, la experiencia es entonces un acontecimiento imprevisible, algo que surge espontáneamente y que simula estar propiciado «con la meticulosidad de quien se prepara extensamente para improvisar y no con la superficialidad de quien improvisa por falta de preparación» (Khoan; 2004:262)

les especializados tomados como oficios. A esta pregunta última, que no solapa las anteriores, sino que las incorpora, dedicaré esta reflexión. Richard Sennett, por ejemplo, designa la artesanía «como un impulso humano duradero y básico, el deseo de realizar bien una tarea, sin más» (Sennett, 2011: 20). No cabe duda, el ritual debe estar bien hecho por eso requiere de habilidad. De esto tenemos que el artesano o «artista del carnaval» –como se le denomina intentando dignificar esta experiencia en paralelo a la actividad artística tradicional– explora varias dimensiones, tales como la habilidad para el hacer, el compromiso ético con su comunidad y el saber crítico con la cultura que lo dinamiza. De allí que haya una estrecha conexión entre la mano y el cerebro, y de estos dos elementos humanos con el afuera social que los integra. «La civilización occidental –insiste Sennet– ha tenido un problema de honda raigambre a la hora de establecer conexiones entre la cabeza y la mano, de reconocer y alentar el impulso propio de la artesanía.» (Sennet, 2011:21). No parece necesario, entonces, ni estética ni políticamente, asimilar sin más el artesano al artista, porque se lo somete a los cánones, a las escuelas, a las poéticas y teorías artísticas; esta medida del pensamiento posmoderno impide ver en la cultura popular dispositivos y agenciamientos de emoción, sociabilidad y

l a m a no y el cer eb ro

La reflexión de qué es arte y qué artesanía no tiene lugar aquí y requiere otro espacio, aunque está en duda que tenga sentido seguir haciéndolo, pues hemos pasado de la pregunta por la esencia del arte, a la pragmática que se despliega cuándo hay arte, y quizá, involucrando directamente el territorio festivo del carnaval, esta pregunta sufra una transformación antropológica: ¿qué hacen los artesanos y/o artistas cuando dicen que hacen carnaval? No escribo arte carnavalesco ni arte del carnaval, porque sin duda eso es otra cosa. Entiendo la artesanía como una actividad humana mucho más amplia y compleja que los trabajos manua1

Docente investigador del Instituto de Estudios

en Comunicación y Cultur a-IECO de l a Universidad Nacional de Colombia .

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conocimiento propios y únicos. El carnaval no requiere ser tratado como «arte clásico», no necesita moverse en esa dimensión, pues tanto su dispositivo como su expresión han potenciado la cultura desde siempre. Ocupados en la alta cultura, el arte popular no pasó de ser festivo, arte degradado, creatividad masiva. Claro que un carnaval es artístico, pero no por las razones que se aducen; no es una pieza de museo ni de galería, menos de academia —por más que ésta lo estudie, lo encuentre digno de ser pensado en sus disciplinas, le abra espacio en su currículo visible o invisible—. Mal estaría, por ejemplo, que la universidad, que se dice universal, no acogiera los saberes y prácticas del carnaval, espacio legítimo para ejercer la inter-trans-disciplinariedad. Justamente, por negar esa diversidad y renombrarla degradándola, es que la educación perdió el contacto con la cultura popular, el bastión creativo y crítico de la vida, el lugar natural de lo público. Pero ¿de dónde viene ese temor de los sistemas educativos frente a la experiencia de la imaginación carnestoléndica? Sin duda se origina en la desconfianza de la ciencia moderna frente a la experiencia. Con razón Omar Kohan escribe en la línea de Benjamín: «Las pretensiones de objetividad, universalidad y certeza de esa ciencia son incompatibles con el carácter subjetivo, incierto, particular, de la experiencia. Por eso, la ciencia la instrumentaliza y la cuantifica a través del experimento. Con él, hace de la experiencia camino para el conocimiento. De esta manera la anula, de la misma forma que atomiza al sujeto individual en la objetividad del sujeto universal» (Kohan, 2001:270). De suerte que la experiencia carnavalesca no se da como el conocimiento científico, fuera de nosotros como un experimento que debe arrojar los mismo resultados, sino que es umbral de sentido en su triple acepción: dirección, sensibilidad y significación. De allí que, junto con la imaginación configuren un comportamiento y una máscara, una ética y una estética. Algunos agentes festivos solicitan un espacio para construir museos del carnaval, habrá que escucharlos y se tendrá que sopesar el grado de permanencia al de lo efímero, en el cual la fiesta popular tiene el más legítimo sentido.

¿Acaso la experiencia de estar allí en la senda del carnaval, de tomar fotos y grabar videos, no es ya un archivo poderoso de afecto y efecto? ¿No es en los archivos de familia, oficinas e instituciones culturales donde un investigador o inquieto indagador encuentra lo que busca? ¿No es en el disco duro de la vida donde está esa memoria con la cual una generación seduce, relatando la experiencia única e irrepetible a otra para que participe y haga presencia en el carnaval? Respetar las diferencias quiere decir no actuar como los demás, no desear las formas que las instituciones profesionalizan y aplauden; si sigue así el sentido de diversidad se quedará sin piso. No se obtiene respeto y reconocimiento porque alguien —llámese Unesco, por ejemplo—, lo diga; se tiene reconocimiento porque, en primera instancia, se genera una autoevaluación y un rehacer de la seguridad de lo que se expresa y comunica; y en segunda instancia, porque el Otro lo escucha y lo acompaña; porque hay acción propositiva al habitar o ser del territorio, porque se atiende a lo diverso y se configura como riqueza patrimonial el imaginar festivo. Los marchantes del carnaval no son los artistas y compradores de arte; los espectadores del carnaval son los vecinos, parientes, compañeros, visitantes de la comarca y aquellos viajeros periféricos y vectoriales. En cambio, si es prioritario balancear la mirada burguesa, elitista y económica para reconocer y comprender la imaginación popular y su creatividad y autenticidad visceral, ajena a la producción industrial y a la angustia consumista, ajena a la diatriba ideológica y al oportunismo políticocomercial. Es pertinente atender a quienes encarnan la dimensión carnavalesca como un lúdico pero complejo proceso de construcción de identidad, un devenir de diferencias que esculpe y da contenido en el diálogo al Otro, a los Otros; incluso a Lo Otro, que no es lo mismo. Atender las diferencias está lejos de las fobias y la animadversión, porque ese hacer-saber y saber-hacer va más allá del regionalismo perverso y la paranoia de grandeza que se afinca en el monumento, haciendo a un lado la historia efectiva que se arma y padece todos los días. Además de ser una manifestación popular,

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el carnaval se impone como un auténtico acto artístico-estético, pues no hay carroza, comparsa, murga o traje individual que no contenga fuerza expresiva, intención emocional, aspiración alegórica, goce. Si el carnaval como fiesta sagrada es un retorno de Dioniso, tal como lo concibió Nietzsche en el Origen de Tragedia, este ritmo no se vincula con lo libertinoorgiástico de cuño bárbaro, sino al dios griego del arte y la fiesta, que como se ha observado «expresa la voluntad de poder como arte», pues «Dioniso es sublimación artística en el origen de la tragedia» (Costa, 2007: 200). No es lo individual perdido en lo colectivo, sino la ganancia individual y colectiva como reflexividad y goce público. La clave no está en la orgía, sino en la sociabilidad que incluye la dimensión artísticofestiva y trágica de la existencia. De suerte que lo festivo y artístico explica para el Carnaval «el proceso de sublimación comunitaria de impulsos que comporta el ejercicio cotidiano de la sociabilidad festiva, responsable de la construcción periódica del Evento Festivo» (Costa, 2007: 203). De manera que el Carnaval alcanza su apoteosis artística en las comparsas y carrozas, en el disfraz y la música, además su interacción festiva más allá de la ritualidad y la transgresión, rehace lo social comunitario y la identidad continuamente, año tras año, generación tras generación.

o utilizan mecanismos eléctricos que dan movimiento a las figuras alegóricas que montan en sus carros. Los talleres del carnaval son espacios singulares. La mayoría están conformados por amistades, colegas, compañeros y por comunidades con intereses similares; son tan amplios como sus carros alegóricos o carrozas; repletos de materiales y de figuras del pasado que constituyen una especie de cementerio nemotécnico de la fiesta. En ese aparente desorden pleno de afecto y humildad, luchan por expresar su interioridad. Y es que no hay obra sin apoyo colectivo, pues no es el creador romántico retirado en su soledad el modelo que los carnavaleros siguen, sino el acompañamiento comunitario, tal como ocurría en la alta Edad Media con la construcción de una catedral gótica, o como sucede hoy en la producción y realización de un audiovisual. El empleo de los materiales y las técnicas no es una receta o práctica unidimensional, sino el resultado de combinaciones y experimentos e incluso de múltiples expresiones, a la manera como se multimedia la cultura global. Y aunque muchos de estos carnavaleros han participado en talleres, o han heredado el conocimiento de otros más diestros, es la experiencia la que predomina como una constante formación donde el ensayo y el error conducen a la técnica, esa conciencia de los materiales clave para identificar el trabajo de los artistas del carnaval. Los participantes del carnaval, a medida que construyen figuras con sus manos, bastidores y adornos, traman un relato que respalda su hacer y argumenta su técnica creativa. Un relato multiexpresivo, multiétnico e intercultural. No es cualquier relato el que se parodia, reinterpreta, alegoriza e ironiza; es uno que, en su esencia, re-presenta los deseos inconscientes y conscientes de la colectividad. Se puede concluir que el modelado en barro es la más antigua y prestigiosa técnica del carnaval, hoy sepultada por los detritus industriales; no obstante, además del reenvío mítico-religioso y el acento etnocultural, hay una apropiación particular del arte como modo para acontecer la vida y tramarla a la tierra, al pueblo, al inconsciente. El retorno de lo que estaba escondido y

l a c oncienci a de l o s m at er i a l e s

Los carnavaleros trabajan con la materia, es decir con los materiales. Es esto los que distingue en primera instancia a una comparsa de otra, a una carroza de otra. Si unos utilizan el modelado tradicional en barro, revestido de capas de papel con engrudo, yeso o encolado, otros usan materiales livianos y sintéticos como el icopor o la espuma, de igual forma lo recubren de papel o de yeso; otros, en cambio, alejándose del papel buscan un acabado que proporcione resistencia a la intemperie, entonces procesan la fibra de vidrio para esculpir figuras de gran tamaño. No faltan los que mezclan todas estas técnicas, dependiendo de la necesidad creativa que los convoca. Las estructuras de «los monigotes» se hacen en madera y/o hierro, con el empleo de poleas y riendas,

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pulsa en el subconsciente colectivo, lo exponen en sus obras que, además, queda representado en la alquimia: mano, cerebro, goce. Es notable la ausencia de una política cultural festiva, ritual y performática, que incluya un dispositivo comunicativo con estrategias de medios masivos (orales, escriturales y audiovisuales). La recepción y uso que los espectadores y la comunidad hacen del carnaval, no es todavía un tema de investigación. Entonces, ¿qué hacen los sujetos cuando dicen que hacen carnaval?, ¿cuándo despliegan todo el potencial de sus manos y su cerebro? La respuesta puede parecer incompleta, pero no es más que una provocación: hacen un tipo de arte, crean técnicas, forjan artefactos e imaginarios culturales para que la fiesta no sólo sea espectáculo, sino un profundo ritual de renovación. Como estudió Andre Leroi-Gourhan en El Gesto y la palabra (1971), la mano libera la palabra, dispone la boca hacia la imaginación; el cerebro se beneficia de la actividad manual y la locomoción, no al revés; de la misma forma que la visión aumenta su campo y microfisicaliza lo no visible con la experiencia continua y discontinua del movimiento; así pues, la libertad, frágil elemento humano, reposa sobre la imaginación, y no en una cualquiera, sino en la lúdico-poética y simbólica.

lismo grotesco»: degradación de lo sublime, materialización del mundo por la risa. Y por otro, la sublimación del acto creador del artista que es capaz de situarse por encima del pueblo, representándolo. Mucho de tragicomedia barroca hay en todo esto, de topografía, sin duda: «Lo “alto” es el cielo; lo “bajo” es la tierra; la tierra es el principio de absorción (la tumba y el vientre), y a la vez de nacimiento y resurrección (el seno materno)» (Bajtín, 1974: 25). El cuerpo, entonces, en su relación cósmica tendría igual equivalencia: la cabeza representa lo alto y los órganos genitales, el vientre y el trasero, lo bajo. De suerte que el carnaval rebaja, acerca a la tierra, degrada predisponiendo la comunicación con el cuerpo y con una parte en especial, la inferior (vientre y órganos genitales), y en consecuencia con los actos como el coito, el embarazo, el alumbramiento, la comida y la satisfacción de las necesidades primarias. Qué otra cosa puede significar moldear con el barro o con cualquier otro material, que no sea celebrar la tierra, descubrir sus secretos, cuidar sus tesoros. Incluso manipulando otros materiales, sintéticos e industriales, es posible pensar el oxímoron: creación/destrucción. Pero, si la tierra como vientre cósmico representa la absorción y la resurrección, al manipular materiales con las manos, y luego darles forma, hay simbolización temporal del mundo que, por el acto creativo, la mano y el cerebro ordenan y entregan una obra alegórica al pueblo, es decir, una obra espejo, una fantasmagoría efímera.

l a s f uer z a s enc on t r a da s o el inc ons cien t e de l a m at er i a

A esta altura ya se pueden leer algunas de las fuerzas encontradas que pugnan en la celebración carnavalesca que, como ya dijimos, no es pagana, sino más bien sagrada, porque en su performance se trasgrede bajo la prohibición. Gorges Bataille, en Erotismo (1957), define lo «profano» como una realidad de prohibiciones: trabajo, acumulación y producción; y lo «sagrado» como otra realidad, alternativa y festiva, a través de la cual se vive una experiencia de transgresión contenida, una inversión de valores sostenido por el gasto y el dispendio (Arias, 2009). La fiesta carnestoléndica es subversiva de toda norma y toda ley, la exposición excesiva del cuerpo y los sentidos, algo muy cercano a lo que Mijail Bajtín (1974) denominó como «rea-

t r a dición e innovación

Acaso esta ambigüedad esencial, este oxímoron de mantener lo viejo y desear lo nuevo ¿es la experiencia que esperan quienes viven el carnaval? Los criterios y modos de pensar de múltiples carnavaleros arrojan contrastes que pueden contestar a esa pregunta. Si bien se referencia el barro por su tradición o por el valor que tiene para esculpir, muchos optan por trabajar con técnicas producidas por la industria, tales como el icopor, la espuma y la fibra de vidrio. Hay muchos elementos de la modernidad que se traman con la tradición, pues el carnaval es también un territorio cultural para innovar sin perder la mirada ancestral. El reciclaje y el

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detritus renuevan los materiales en función de una proposición estética. Hoy, los hacedores del carnaval se alejan del contacto con el barro, del homenaje directo y táctil a la tierra y encuentran como mediación un material con otra ofrenda, esta vez a la acción práctica y eficaz de la industria y tecnología moderna. Sin embargo, este gesto es irónico o mejor, alegórico, puesto que se perderá su significado primario y ganará otros. La industria trata el material como útil para la vida y el consumo diario, en cambio en el carnaval este mismo elemento se pone al servicio del arte popular, de la contemplación y el gusto; lo que allá es perdurable y rentable, acá es efímero y placentero; no obstante, hay una leve diferencia con la técnica de modelado en barro, cuyas figuras sufren deterioro casi inmediato, si bien la fibra de vidrio u otro material las vuelve resistentes, lo efímero de esas obras comienza a perder esencia. El sentido demiúrgico del acto creador pasa a ser diseño y cálculo, quizá por ello, esta técnica involucra temas prácticos, o mejor, pragmáticos. Los relatos que son imaginarios, son de igual manera reales, pues tienen que ver con el tacto, y en ellos se lee un intento abismal por conservar la tradición como una forma de no olvidar el pasado, pero al mismo tiempo en este intento se cifra el ansia de asumir la innovación: triunfo y angustia. Los artistas populares se someten al acto lúdico y bajo de tocar (manipular) la tierra, la materia, es verdad, más es desde ese magma amorfo y dionisiaco que ordenan el mundo en alegorías; su lucha es no dejarse vencer por el caos del barro y los materiales industriales. Acto ético y estético que modela, refigura y esculpe, hasta crear una obra monumental que muere y renace cada año, dimensión simbólica de su propio mundo interior. El acto ritual de guardar (arrumar) o reducir a cenizas su obra o parte de ella después del carnaval, remarca sin lugar a dudas lo efímero de la vida. Es esto lo que comparten a la sociedad en un gesto de dignidad y fortaleza. Ante esto, sólo los aplausos y los no menos conmovedores silencios.

ob r a s del im agin a r

En su estudio sobre los orígenes del drama barroco alemán, Walter Benjamin, observó cómo el clasicismo y el romanticismo tuvieron una postura crítica frente a la alegoría, considerándola inferior al símbolo, «una técnica gratuita de producción de imágenes» (Benjamin, 1990: 155), una especie de arrojemos al aire objetos a ver qué forman cuando caigan al suelo. Fondo oscuro y transitorio fue lo alegórico, sobre lo que brillaba la luz de lo simbólico, de lo inmutable. Lo que yace en el fondo es una concepción del tiempo. Si el símbolo se presenta como igual a sí mismo, como unitario en la medida que compacta lo sensible con lo suprasensible, la omnipotencia del presente eterno, la alegoría acompaña el suceder del tiempo, se percata de la transitoriedad, de la brevedad, de lo efímero, por eso hurga en lo que queda del pasado, en las ruinas y lo decadente. Si en lo simbólico hay redención, en la alegoría hay destrucción, culpa, no es posible salvación alguna, a no ser como redención pasajera, por ejemplo en el carnaval y en el arte popular que crea carros alegóricos y comparsas multitudinarias y multiexpresivas; de allí su repetición año tras año, experiencia que Susan Buck-Morss, releyendo a Benjamín vía Baudelaire, llama «el shock de lo nuevo y su incesante repetición» (Buck-Morss, 1995: 217). Para Walter Benjamin, la alegoría nunca fue menos que el símbolo; la tradición occidental vía Descartes-Platón, siempre tuvo reservas hacia la imaginación, una suprema desconfianza a la imagen. Es fácil comprender por qué la precaria atención a la cultura popular y al carnaval cuya acción creadora se da a través de imágenes. Este desprestigio de la imagen construyó prejuicios frente a su práctica y su uso: o son portadoras de realidad o son mentira. Lo cierto es que la experiencia audiovisual —a través de la fotografía y del cine—, cuando re-presentó la ciudad y con ella a la cultura popular en su compleja relación con lo masivo, cambió la concepción hegemónica en el discurso de la crítica que reducía la imagen a mera instrumentalidad, poniendo la atención en los nuevos regímenes

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del percibir y del expresar. De allí que, la experiencia audiovisual del carnaval y con ella la creación de obras alegóricas, sean un acontecimiento estético y artístico, entre otras razones porque lo estético cobija no solo al arte clásico, sino a todas las formas de lo sensible. En el derroche de la imaginación, los artistas del carnaval narran más que comunican — en el sentido de la eficacia del mensaje— eso que la mayoría de las veces es incomunicable, porque es experiencia, sueño, trayecto del deseo de cumplir a cabalidad con una tarea. Los hacedores del carnaval, al tiempo que construyen artefactos con las manos, relatan lo que hacen e imaginan sus obras: un saber-hacer y un hacer-saber, pero además, un saber estar en el mundo, en un aquí y ahora concretos. Hablando desde espacios insondables, oníricos, subjetivos e inconscientes, construyen un relato barroco —recargado de materiales, cuerpos imaginales y significados—, una dimensión alegórica que transporta el sentido como dialogía

o plurivocidad, pues son sujetos que sufren el desgarro que resulta de enfrentar lo local a lo global en una sociedad que produce para el mercado, que es sustancialmente consumista; una civilización enfrentada a las catástrofes militares, ambientales, sociales. Sus preocupaciones temáticas tan míticas y humanas, tan esperanzadoras como siniestras, tan sociales como científicas, soportan las estructuras invisibles de sus imaginarios alegóricos tradicionales como «otro discurso» y «otro texto» que es preciso leer para encontrar de forma moderna el «discurso y texto del Otro», el lenguaje del inconsciente, la escritura del deseo colectivo. Lejos de la exégesis erudita y la regulación lógico-sistemática, las obras del carnaval se constituyen en textos mediante la práctica de la lectura y la experiencia de la escritura carnestoléndica, una donde los sujetos se toman en serio la fiesta que los simboliza en múltiples máscaras.

Bibliografía Bajtín, M. (1974). La cultura popular en la Edad Media y Renacimiento. El contexto de François Rebeláis. Barcelona: Barral editores. Benjamin, W. (1990). El origen del drama barroco alemán.Madrid: Taurus. Buck-Morss, S. (1995). Dialéctica de la mirada. Madrid: Visor. Costa, X. (2007). De la Orgía: Dioniso sin el bálsamo del arte y la fiesta de Grecia. En: Michel Maffesoli, Una sociología de lo actual y lo concreto. La emergencia de nuevos fenómenos de tribalismo (No. 215).Barcelona: Anthropos. No. 215. Kohan, W. (2004). Infancia entre educación y filosofía. Barcelona: Laertes. Leroi-Gourhan, A. (1971). El Gesto y la palabra. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Martín Arias, L. (2009). El toro de la vega: Fiesta e ideología. En Trama y fondo No. 27, segundo semestre.

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Sergio Andrés Castro Méndez 1

El carnaval universitario se realizó en el transcurso de la semana universitaria del 19 al 23 de septiembre de 2011. El evento que se va a describir y a analizar en el presente escrito fue el desfile llevado a cabo por estudiantes y profesores del departamento de Antropología el día miércoles 21 de septiembre, en el cual, con la ayuda de varios compañeros, efectuamos una comparsa titulada «Zombis en biciú». La comparsa se componía de dos personajes principalmente, los zombis y los estudiantes. Los primeros representaban a las multinacionales, lo oscuro, la homogeneidad, aquellos espíritus malignos que rondan a las universidades; los segundos, representaban el color, la diversidad, el pensamiento libre y la forma en cómo los estudiantes piensan en la universidad. Todo era un performance del momento coyuntural por el cual atraviesa la universidad, momento en el que se quiere capital privado, ayudas de multinacionales y que el mercado regule la vida universitaria de los estudiantes, pero ellos no quieren que esa situación se siga presentando y por eso se defienden con las únicas armas que tienen a su alcance: sus lápices y su pensamiento diverso. Los zombis tenían un arma y era la 1

locomotora del desarrollo del gobierno: una máquina grande, oscura, arrasadora y diabólica. Esta era una de las muchas comparsas que se presentaron ese día. El desfile duró aproximadamente tres horas y siguió la ruta que va desde la salida de la Universidad por el edificio de la rectoría hasta la plaza Che, pasando por las facultades de Ingeniería y de Artes. Entre las comparsas se mostraron algunas que criticaban situaciones problemáticas en particular, como un transmilenio que se desbarataba de lo lleno que estaba. Había otras que expresaban la diversidad de grupos en la Universidad, como danzas afrocolombianas o ritos indígenas. Los instrumentos artísticos empleados en todas eran innumerables y fueron resultado de un trabajo de meses. Mi papel en el carnaval fue participar en la comparsa de los zombis, una forma de observación participante que me permitió analizar el fenómeno del carnaval con mayor detenimiento. Por ello, describo aquí mi experiencia en la preparación y ejecución de la comparsa. La idea de la comparsa se venía planeando desde hace tiempo con iniciativa del profesor y algunos compañeros que lideraban el grupo. Se pasó la propuesta a la Facultad y posteriormente fue aprobado un presupuesto para realizarla.

Estudiante de Antropología . Universidad Nacional

de Colombia .

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Sin embargo, el trabajo empezó un poco tarde: una semana antes de la comparsa. Entre las labores por realizar estaba la compra de materiales: temperas, pinceles, papel, maquillaje, etc. Crear una locomotora que fuera lo suficientemente grande y llamativa; diseñar los lápices de los estudiantes, los antifaces, los escudos de los zombis y demás accesorios necesarios para que cada persona se inventara y pusiera en escena su personaje. El trabajo fue dividido en las distintas personas que iban a hacer parte de la comparsa, yo me encargué de los antifaces junto con otros dos compañeros. Dichos disfraces debían ser coloridos, por eso, primero tuvimos que armar un esquema con escarcha de colores, luego pegarle unas plumas que combinaran y ponerles un caucho que no quedara ni muy grande ni muy pequeño, pues esto permitiría que fueran usados sin ser dañados. También ayudé en la creación de los escudos, estos tenían que ser

pintados, pero ahora en negro y gris. Los lápices gigantes tenían que ser pintados, así como también dibujar sobre ellos unas líneas negras para que tuvieran su diseño. Todo este trabajo se demoró una semana, y aún faltaban muchas cosas por hacer, sin contar que varias ideas fueron desechadas por falta de tiempo para ejecutarlas. Pero el trabajo realmente grande sucedió el día de la comparsa. Teníamos que terminar todos los accesorios y además preparar el personaje propio, esa actividad incluía ponerse el disfraz, maquillarse y, lo más difícil de todo, sincronizarse con los demás participantes de la comparsa. En mi caso tuve bastante miedo, porque aunque todos los disfraces y todos los accesorios estaban listos, no habíamos ensayado una coreografía, no sabíamos que música iba a haber y, además, no me hablaba con muchas de las personas con las que iba a estar en la comparsa. No obstante, a medida que se acercaba

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la hora iba sintiendo como en el aire se respiraba una emoción y como de pronto, después de tanta preparación, me sentía más unido con las personas que se iban disfrazando, personas dispuestas a hacer el «oso»… si al caso, pero lo importante es que todos estaban comprometidos por un fin que era colectivo. Ese día me animé a ayudar con el maquillaje de todos los personajes. Al principio no sabía muy bien cómo, sin embargo, a medida que ensayábamos con otros compañeros, los diseños salieron y a todos nos fueron gustando. Nunca pensé tener un contacto tan cercano con personas con las que nunca me había hablado: tenía que cogerles el rostro y aplicarles base blanca, luego con pinceles hacerles el diseño en los ojos —de colores para estudiantes o, o cicatrices y marcas rojas o negras para los zombis—. Éramos cuatro quienes estábamos maquillando y todos en la misma posición de novato, tal como la mía. La gran responsabilidad que poseíamos y el sentimiento experimental y de incertidumbre nos llevó a reír mucho, a hacernos miradas a lo lejos, a chocar las manos una vez terminado el trabajo y, por último, a quedar con un sentimiento de satisfacción y de unión con estas personas. Muchas de ellas eran de mi semestre, pero nunca había logrado tener una relación estrecha; después de este evento, nos hablamos y salimos a tomar una cerveza de vez en cuando. Llegó la hora de salir a la comparsa. Mi papel era el de un zombi ejecutivo: muy bien vestido de paño, pero con la cara demacrada y mi escudo con la marca de la universidad de la hamburguesa. Como no preparamos ninguna coreografía, al principio no sabíamos cómo movernos. Además, entraban en juego cosas como la timidez y la vergüenza, en ese momento tuvimos la oportunidad de pensar si estábamos haciendo el ridículo o no. Pero éramos muchas personas, todas empezamos a crear el personaje a medida que avanzábamos y los pensamientos que nos inhibían desaparecieron. Experimentábamos caras, movimientos del cuerpo, frases para de-

cir e interactuábamos con otros personajes. Yo me encontré por casualidad unos billetes de mentiras y se me ocurrió seducir a los estudiantes con ellos, los estudiantes no hacían caso a la tentación y me sacaban corriendo con sus lápices; yo solo me podía defender con mi escudo y salir corriendo. Era toda una puesta en escena que se fue creando a medida que iba avanzando, teníamos claro que estábamos simbolizando el momento por el cual pasa la universidad pública, sin embargo, en esta historia, fueron los estudiantes quienes ganaron, quienes tenían toda la fuerza y quienes sacaron corriendo a los espíritus malignos —como debería ser en la realidad—. Mientras el tiempo transcurría y pudimos estar en escena, nuestro cuerpo fue asumiendo una serie de movimientos, nuestra mente estaba totalmente metida en la saga y cuando nos habíamos apropiado de nuestro rol, empezamos a crear pequeñas historias: capturábamos el búho que simbolizaba a la Universidad, los estudiantes lo rescataban. Nosotros los zombis armábamos trincheras de escudos, escuadras de formación para defendernos; los estudiantes, en su bullicio, bailaban creando movimientos corporales que se inventaron muy rápidamente. La fuerza de los estudiantes se podía sentir en la lucha simbólica en la que, nosotros los zombis, nos enfrentábamos contra ellos. En el momento en el que todo finalizó, quedó un sentimiento de satisfacción por la labor cumplida, todos nos la gozamos y nos reímos verdaderamente. Es innegable la unión que crea un evento como el carnaval universitario, por primera vez en mi historia en el departamento de Antropología, sentí que estábamos presentes, todos trabajando por un objetivo colectivo. Solo me queda por decir que quienes estuvieron en la comparsa, pudieron sentir todas estas emociones que se expresaban en cada parte de su cuerpo, emociones que después se convirtieron en cansancio, pero que, al mismo tiempo, crearon redes difíciles de separar.

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CAR NAVAL UNIVER SIT ARIO REFL EXIÓN PR ÁCT ICA Natalia Flórez Rodríguez 1

El día 21 de septiembre del año 2011, estudiantes, maestros y demás funcionarios de la Universidad Nacional se reunieron alrededor de una sola causa: el carnaval universitario como una forma de expresar toda una serie de sentimientos generados por contradicciones, identidades, necesidades y críticas que surgían desde cada rincón de la historia de la institución universitaria. Desde el año 2009, a partir de diferentes iniciativas, se planteó la posibilidad de darle vida nuevamente al carnaval, organizado por los estudiantes desde los años 20 y 30 en Bogotá, como una manera de reinventar «un ambiente de integración, convivencia y creatividad artística, con la participación de toda la comunidad universitaria, como una apuesta a la construcción de un campus más amable dentro del principio de reconocimiento de la diversidad» (Agencia de noticias UN, 2010). De esta manera, el carnaval se consolidó como un constructo de todas las manifestaciones artísticas, culturales, políticas y económicas que concernían a los miembros de la comunidad universitaria, miembros que dejaron ver entre sus comparsas historia de Colombia, críticas sobre la ley 30, bailes, demonios, zanqueros, íconos representativos de la Universidad y de sus facultades; entre otras infinitas manifestaciones. Aunque no era la primera vez que hacía parte del carnaval universitario, si había algo de novedoso en mi participación en los procesos de formación de la temática de la comparsa del Departamento de Antropología, por eso, con gran energía, hice parte de algunas de las jornadas de preparación, pintura, diseño y confección de las herramientas de las que haría uso 1

dicha comparsa. La temática: reforma a la Ley 30 y el papel de la educación en el plan de desarrollo. Fue una comparsa constituida por estudiantes, en donde recurrimos a antifaces y lápices que promulgaban la defensa de la educación y a una horda de zombies, pintados y con escudos de multinacionales que simbolizaban la horrorosa idea de hacer de la educación un negocio, estos personajes se encontraban en una serie de juegos coreográficos que representaban la lucha que debería darse frente a las dificultades que por esos días tomaban fuerza en la realidad nacional, dificultades referidas, por supuesto, a las políticas de educación. Ahora, ¿cómo se articulan las propuestas rituales y festivas en el marco del carnaval universitario? Los eventos festivos y la efervescencia colectiva, que gira alrededor de los mismos, se constituyen como momentos espontáneos en los que se altera la cotidianidad, la regla, la norma establecida. El tiempo y las actividades desarrolladas cotidianamente sufren transformaciones radicales que generan todo tipo de intercambios entre los roles de quienes participan en esta. La fiesta surge como una iniciativa de la gente que está por fuera de los círculos oficiales y de la autoridad de la sociedad. Partiendo de dicha premisa y de conversaciones posteriores al evento con algunos de los estudiantes pertenecientes al curso Fiesta y Ritual, se evaluó el desarrollo del carnaval y la manera en que se ha fortalecido en algunos de los puntos claves que se escribieron dentro de las teorías generadas alrededor de los eventos festivos. Aún cuando los estudiantes y los funcionarios se apropian cada vez más de las iniciativas para la preparación del carnaval universitario, la intervención de los círculos

Estudiante de Antropología . Universidad Nacional

de Colombia .

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oficiales de la Universidad para el desarrollo del mismo no ha dejado de hacer presencia. La participación de la comunidad universitaria se fortalece, sin embargo, el carnaval no ha logrado establecerse como un evento espontáneo para una parte considerable de los estudiantes. En esa medida, la fiesta universitaria —pese a la participación de muchos— es para otros una suerte de espectáculo por el que se ven atraídos para ser participantes pasivos, que salen al recorrido del carnaval atraídos por la música, el baile, y la diferencia evidente del tiempo y las actividades que se reproducen durante el despliegue del mismo. Este tipo de participantes son espectadores que solo se hacen a un espacio de entretenimiento, y en esa medida están excluidos voluntariamente de este llamado al nuevo orden. El marco en el que se desarrolló el carnaval (este paréntesis del tiempo y de las actividades habituales), se vigorizó el llamado a la fiesta y se ordenó la suspensión de la actividad académica oficial durante los días destinados a la puesta en escena de cada una de las comparsas. Desde entonces, se involucró a la comunidad universitaria, que para estos días, abrió la posibilidad de creación de un vínculo desde cada facultad, desde cada departamento, desde cada uno de los roles ejercidos por los participantes, y a partir de todas las actividades que terminaron de construir la fiesta universitaria (presentaciones de danza, cuentería, coros, el carnavalito —realizado por los niños del IPARM—, entre otros). Ya dentro de las comparsas del carnaval, se hizo evidente el intercambio de los roles, la perpetuación de las contradicciones, los ideales y las identidades en medio de estudiantes que eran zombies o políticos; maestros que se hacían próceres, funcionarios bailarines, hombres que eran mujeres, estudiantes que se hacían búhos, y búhos que concentraban el sentimiento de la Universidad como ícono; caravanas que personificaban a celebridades, etc.

Finalmente, cabe resaltar que en medio de un evento festivo que buscaba rescatar la unidad, la identidad y la pertenencia a la institución, a través de la muestra de las problemáticas manifestadas artísticamente y asumidas como una crítica contundente, se abrió paso a una nueva conciencia sobre la materialización de los problemas de la educación, (vale decir que, en las semanas posteriores, las marchas en formato de carnaval en defensa de la educación dieron continuidad a lo que se inició en el carnaval universitario). Pese a que este artículo está orientado a hacer una reflexión práctica alrededor del carnaval universitario, no es posible desconocer que las actividades desarrolladas posteriormente por el movimiento estudiantil no están apartadas de ese sentimiento de efervescencia en la lucha por un replanteamiento del orden y las políticas que estaban determinando a la educación superior. Por otro lado, la decisión unánime de hacer este tipo de manifestaciones en un nuevo formato, que se alejaba de los mecanismos de protesta utilizados previamente, dio un nuevo enfoque al llamado de los estudiantes sobre la opinión pública y sus voces hicieron eco sobre muchas personas, que aunque no fueran parte de la comunidad universitaria, fueron partícipes de esta lucha y de esta celebración por la educación. Los colores, las danzas, la música, los abrazos salieron del campus universitario y se tomaron las calles de la ciudad de Bogotá (y de muchas otras), acción que se proyectó como parte de la identidad de sus ciudadanos. El carnaval universitario del año 2011, no duró un día ni dos de la semana universitaria, el carnaval salió de la Universidad por semanas enteras y los estudiantes hicieron extensivo el sentido festivo y el sentimiento de pertenencia, no a la Universidad Nacional, sino a la causa que a todos congregaba.

Bibliografía Agencia de noticias UN, 2010. Más de 500 años de historia en el Carnaval Universitario. Recuperado 16 de agosto de 2012. http://www.agenciadenoticias.unal. edu.co/nc/detalle/article/mas-de-500-anos-de-historia-en-el-carnaval-universitario/

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Jessica Lorena Izquierdo Merchán 1

in t roduc ción El carnaval es una manifestación social y cultural que nos permite entrar en un mundo donde las posibilidades de expresión son ilimitadas y se basan en la alegría y el jolgorio, en el querer ser lo que se siente, en dar a conocer lo que muchas veces está en nuestra esencia, pero la seriedad de la vida nos impide expresar. El carnaval es sinónimo de libertad, de sacar los prejuicios y temores, de adquirir una identidad que resulta de la apropiación del mismo carnaval y 1

de un pensamiento a partir de una construcción colectiva. Jaime Abello Banfi precisa el carnaval como «un juego de locura colectiva» (Abello, 2005:158), la Real Academia española define la locura como la privación del juicio o del uso de la razón y como la exaltación del ánimo producida por algún afecto o incentivo (RAE, 2012); lo que significa que vivir el carnaval es liberarnos de las limitaciones de la razón, entrar en un tiempo en el cual podamos destacar y demostrar lo que somos y lo que nos agrada, lo que

Estudiante de Farmacia . Universidad Nacional de

Colombia .

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nos causa felicidad y lo que reaviva el alma. Sacar lo que está en nuestro interior de la mejor manera es un indicativo de que el carnaval está cumpliendo uno de sus objetivos. La versatilidad del carnaval es impresionante; sin importar su tamaño o reconocimiento puede tener diversidad de temáticas, de personajes, de eventos culturales, de participación y de expresión; constituye un encuentro en el que se destaca la tradición, la historia, el folclor y la cultura de un pueblo o región. La participación en el carnaval desde las diferentes instancias se logra sin discriminar a ninguna persona; desde el más pequeño hasta el más grande puede desempeñar un papel en el transcurso de este, el único requisito es el deseo de disfrutarlo y de vivirlo con inmensa alegría; cabe destacar que el sujeto que celebra también hace parte del alma, vida y permanencia del carnaval, todos y cada uno juegan un papel significativo en el goce de un evento de este tipo. No existe diferencia entre clases sociales ni edad, cada persona muestra su «otro» yo: una vida libre en la que se dejan atrás las problemáticas que los influyen como individuos o grupos y con las cuales conviven a diario. En este sentido, aprender a aprovechar este momento puede significar una catarsis para una persona o población, porque el mundo carnavalero es el «mundo al revés» donde todo es fiesta. El carnaval comienza desde el momento en que las personas se apropian de él y aparece el deseo por transmitir esa alegría a los demás; el que sueña con vivir el carnaval se contagia de la ilusión y adquiere una capacidad creativa para desarrollar su propia imaginación, con el objetivo de influir en los demás, desafiándolos a que también pongan su imaginación a prueba. Dicha imaginación y creatividad se ven reflejadas desde que se comienza a organizar el carnaval hasta que este finaliza. La organización consta de una etapa pasiva y una etapa activa; la etapa pasiva incluye todos los preparativos para lo que se va a ver en el carnaval, la etapa activa depende de la anterior y a su vez constituye el propósito de la primera; las dos son complementarias.

el emen t o s del c a r n ava l

Dentro del mundo carnavalero es imposible dejar de destacar a esos personajes que nos trasladan del mundo real, aquellos que con su apariencia y efusividad nos conducen a un entorno mágico de sueños y alegría, combinados con el espacio y momento para compartir con los que caminan a nuestro lado; son esos personajes, que despiertan nuestro interés en revivir constantemente la emoción y en obtener nuevas experiencias, sujetos que en su personificación trabajan en unidad y actúan con base en la obtención de una satisfacción y alegría mutua. Las acciones van dirigidas por el corazón y los sentimientos. Dentro de esta fiesta se puede expresar a partir de burlas todo aquello que nos trae dolor e inconformidad, y de un momento a otro todo ese dolor se puede convertir en alegría y locura, en aquello que la mente nunca deja mostrar. El cuerpo y la imagen hablan más que las palabras y se convierten en instrumentos que acompañan la expresión de las más profundas emociones en total libertad. Quienes viven tras esos personajes son admirables: poseen el carácter y la personalidad para generar sensaciones que impactan al público, tienen la habilidad de transmitir a los demás la alegría y de incentivarlos a «liberarse» y a experimentar el carnaval por encima de lo que los rodea en su día rutinario. Es de admirar la forma en que son capaces de transformar a la gente cuadriculada y ponerla en blanco para que escriban a través de lo instintivo e inesperado. Juegan con su cuerpo y con el espacio disponible para realizar actos que permiten la interacción con los que observan; expresan talentos artísticos y sociales que se convierten en un gran aporte a la identidad cultural del carnaval, pues los personajes hacen parte de la diferencia entre un carnaval y otro, de acuerdo con cada población y estilo de vida. Un carnaval tiene la facultad de mostrar lo más destacado de su gente y de su cultura. Todas las personas que asisten a un carnaval son protagonistas por el hecho de apropiarse del mismo y su temática, a través de esto adquieren la habilidad de evocar las ideas base por las que se realiza esta fiesta y por las que se reaviva la tradición y cultura en el campo social.

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La personificación requiere de la disposición para convertirse en «otro» durante la permanencia del carnaval, el enriquecimiento de éste se logra con la expresión y con el uso de herramientas acopladas a lo disponible: La caracterización. La caracterización nos proporciona el poder para darle fuerza a un personaje a través de características físicas y psicológicas; se logra con el vestuario, con el maquillaje, las máscaras y el uso de objetos complementarios. Así como es posible predecir la personalidad de alguien a través de la observación de lo que viste, el vestuario y maquillaje adquieren gran importancia a la hora de identificar un personaje. Cabe aclarar que no es indispensable una alta inversión financiera para recrear a un protagonista del carnaval, así, vale más destacarse por lo que se comunica a los demás y lo que se aporta a la tradición como historia del carnaval que la calidad o cantidad de los materiales que se usan. En la actualidad, existen innumerables técnicas y materiales para otorgar realismo a un disfraz. El maquillaje es lo más usado, porque nos distingue y concentra fácilmente dentro de un grupo con características comunes. Un ejemplo de un personaje que le da identidad al carnaval es «El diablo» en el carnaval de Rio sucio en Colombia. Desde la teología, no es más que el autor de nuestras desgracias y de toda la maldad del mundo; es el antagonista de los sueños y del crecimiento de la sociedad. Desde la mirada filosófica, ha sido resultado de la búsqueda por parte del hombre de un culpable de sus malas acciones y de las situaciones que nos afectan como personas y como sociedad. Conceptos estos muy negativos a la hora de evaluarlo como personaje de este carnaval, pues el Diablo es símbolo de que llega la alegría y el gozo, la unidad y el tiempo de festejo para la población de Rio Sucio y sus visitantes. Esta población ha construido una imagen de Diablo a la que admiran por el contexto histórico en el que nació, ya que trajo unidad a dos pueblos que permanecían divididos y el carnaval surgió como conmemoración a esta unión. A la hora de caracterizar este personaje es muy notable ver que posee cualidades que se relacionan con los otros dos conceptos de «Diablo»

mencionadas anteriormente; los personajes de este carnaval y Su majestad El diablo (protagonista) están personificados con cachos, máscaras con expresiones faciales fuertes y con un característico color rojo. Esto demuestra que es necesario involucrarse en el surgimiento y vida de cada personaje dentro del carnaval; porque muchos de ellos no están ahí por lo que imaginamos, sino porque representan una tradición, un hecho histórico que es motivo de alegría y de recuerdo. En pocas palabras, hay que pasar de lo que se ve a simple vista a la observación juiciosa y al conocimiento del objeto. l a uni v er sida d n acion a l c omo en t e mult ic ult ur a l

Las posibilidades de crear un Carnaval en la Universidad Nacional con una identidad cultural significativa y enriquecedora son muchas, pues cuenta con muchos factores a su favor, factores como, por ejemplo, la diversidad que allí se presenta.

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La Universidad cuenta con diversos ambientes: el académico, el artístico, el social y el cultural; cada facultad tiene su propia identidad. La interculturalidad es otro factor importante dado por la presencia de estudiantes provenientes de otros lugares del país y del extranjero, lo que facilita un acercamiento a la riqueza étnica que poseemos y las herramientas para expresarlo a otras comunidades. Estas personas traen pensamientos y conceptos arraigados a su cultura y esto contribuye enormemente a que puedan ser transmitidos y dados a conocer desde el punto de vista artístico y socio-cultural. Algo que caracteriza a las personas que tienen algún vínculo con la Universidad es la sensibilidad frente al mundo y frente a lo que hace a otros tener valor; son personas sencillas, pero no simples, de mente abierta, dispuestas a aprovechar las oportunidades que la vida les ofrece y con la disposición para crear ambientes a partir de una construcción con ideas individuales, pero con el objetivo de lograr un bien colectivo. Además son sorprendentemente creativos: una habilidad significativa a la hora de organizar y llevar a cabo un carnaval donde predomina la alegría, la acción inteligente y contributiva y el contexto socio-cultural. El espacio universitario contiene diversidad de visitantes nacionales y extranjeros; ellos son los responsables de otorgar multiculturalidad y diferentes miradas de lo que es la vida universitaria, miradas que pueden ser expresadas a través de la transmisión de pensamientos e

ideales, de personajes y de representaciones de otra región del mundo y de otra cultura. Somos estudiantes con mirada crítica frente a lo que ocurre día a día; por qué no aprovechar y mostrar lo que nos tiene en desacuerdo e inconformidad a través de la burla y de personajes que traigan conciencia a la sociedad. En la Universidad cada año están presentes varias generaciones marcadas por un hecho histórico que hizo un buen aporte a nuestro país, es un motivo para hacer fiesta y destacar la obra de personajes que nos influyen para hacer la diferencia y para iniciar la búsqueda que nos lleve a hacer de este país un mejor lugar. c oncl usión

El carnaval es un mundo al revés en donde revive nuestro «otro» yo; ese personaje escondido, loco y libre para expresar lo que sentimos sin las limitaciones arraigadas a lo razonable. Es un tiempo en el que una comunidad actúa en unidad y olvida lo que la oprime, para pasar a vivir una fiesta en la que no hay diferencias sociales y todos tenemos la misma motivación y energía para disfrutar lo que nos une a la historia y a la tradición cultural. El Carnaval Universitario nos brinda la posibilidad de mostrar nuestros talentos, nuestra alegría, creatividad, inteligencia, pensamiento crítico. Nos da libertad para imitar un personaje y para expresar nuestra esencia fiestera influenciando a los demás para que se enriquezcan con lo mejor que ese mundo carnavalero ofrece.

Bibliografía ABELLO, J. (4 Febrero de 2005). El carnaval, una actividad saludable. Revista Huellas, volumen quíntuple (71, 72, 73, 74, 75), 158-162. Diccionario de la Real Academia Española. Definición de Locura. Consultado el día 30 de Julio de 2012 de la World Wide Web: http://lema.rae.es/ drae/?val=locura

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Jeysson Zamudio1

Con el carnaval, con la sola palabra, las sensaciones del cuerpo empiezan a verse modificadas. Sin duda es esta una de las manifestaciones más claras de los ánimos y la alegría en una sociedad. Cómo logran la fiesta y el espíritu carnavalero contagiar a una sociedad completa, y, durante un espacio de tiempo limitado, transformar a todos sus integrantes en elementos que transmiten con sonrisas y llantos fingidos el mensaje de una comunidad que se manifiesta.1 El curso Fiestas populares, Carnaval, Sociedad y Arte Popular, dictado por el Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura y dirigido por el profesor Jorge Londoño, durante los últimos semestres ha crecido y ha acompañado un proceso que busca crear un espacio de acercamiento a estos fenómenos y permitir de manera sencilla que cada estudiante empiece a ver desde distintos puntos todo lo que implican las manifestaciones carnavaleras. Ya sean carnavales, fiestas populares, reinados o fiestas patronales, 1

siempre hallaremos una cantidad abundante de elementos que incluso desde su preparación van orientando todo hacia un objetivo, dar espacio a la expresión artística y a la gozadera. Todas estas manifestaciones no son solo patrimonio y memoria histórica invaluable en nuestro país, sino que incluso a nivel internacional también encontramos muchas manifestaciones de este tipo. Pero sin duda alguna el más importante para abordar en un ámbito académico es el mismo carnaval universitario. Tradición de la Universidad Nacional de Colombia, y creado a partir de la comunidad misma, este evento carga consigo una historia y una memoria que definitivamente ha cambiado la manera en que percibimos las aulas y cada espacio del campus. Es por esto precisamente que un curso de este tipo no puede ser únicamente teórico, pues como bien lo dice el conocido eslogan del carnaval de Barranquilla «quien lo vive es quien lo goza», pues de esta manera, una vez que los estudiantes logran sentirse más familiarizados con todos los elementos de un carnaval, es tiempo de materializar el conocimiento y dejar

Estudiante de Español y Filología e Idiomas -

Fr ancés . Universidad Nacional de Colombia . Monitor encargado del curso: Fiestas popul ares , Carnaval , Sociedad y Arte popul ar .

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aflorar el espíritu de fiesta y celebración propio de éste. Por medio de talleres y espacios prácticos, los estudiantes empiezan a experimentar, a través de la vivencia, las implicaciones de participar en la preparación de cada uno de los elementos vistos en clase. A partir de este punto, en donde cada estudiante empieza la elaboración de su propio personaje, es cuando la parte teórica pasa a un plano de referencia y guía para apoyar las ideas, tanto individuales como colectivas sobre lo que se busca expresar. Y elaborar un personaje es mucho más que simplemente decidirse por un disfraz o un antifaz, consiste en preparar la mente para que haga catarsis por medio de la sátira y la personificación. Consiste en empezar a elaborar su propio discurso, que aunque vaya a ser transmitido por un personaje, es sin duda una muestra clara de las intenciones y deseos personales. Ya con todos estos elementos y luego de un proceso de preparación, cada estudiante esta a un paso de vincularse al carnaval en sí mismo. Fantasmas, monigotes, zombies, marimondas, mulatos, negros y un sinfín de personajes casi inimaginable empiezan a surgir como por arte de magia (la magia misma del carnaval) y comienzan a inundar el campus. Por un día el

campus se viste de los colores de la fiesta, y las aulas se convierten en espacios para correr libremente expresando cada idea por medio de las artes. El viento toma olor a fiesta y el ambiente se empieza a cargar con sonidos de tambores y música que hace mover los hombros. Todo está listo y el producto final sale a relucir: la vivencia única de un carnaval, la sensación de usar un antifaz o maquillaje, la sensación de que el ritmo inunda cada rincón del cuerpo. Y por ese único día la academia deja los textos formales, la sátira se vuelve la reina de la tarde y finalmente la alegría se transmite como un virus cuyos síntomas son las ganas de bailar, de expresarse, de dejar de lado el miedo y de regalar una sonrisa a todos los demás miembros de la comunidad. El espíritu carnavalero entra a la vida de los estudiantes, brindándoles una vivencia que marca, no solo la trayectoria académica y la vida profesional, sino también la manera en que se percibe la sociedad misma. Este es el deseo de cada uno de los que participamos, no solo dentro del curso, sino en toda la Universidad, en la preparación de esta fiesta, para que año tras año siga latiendo en los corazones de los estudiantes. El deseo del profesor Jorge Londoño y cada uno de los que facilitan los medios para el curso es regalar, más que un

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espacio académico, una experiencia de vida en torno al carnaval, fomentar en los profesionales del futuro un sentido de pertenencia por nuestro patrimonio cultural y por los distintos medios de expresión que este involucra. Porque finalmente en la Universidad no solo se forman profesionales, se forman personas, y nada más propicio para un futuro más amable que una sociedad consciente de sus tradiciones, de su arte, del motivo de su celebración, y que además sea consciente de que solo colectivamente es posible cambiar el mundo (así sea por una sola tarde), en un sitio donde las risas y las lágrimas son provocadas por la alegría de la fiesta, la emoción de sentirse aceptados en un mundo extraño, un mundo en el que bailar es ley, gozar una forma de vida y expresar un fin primordial.

Personalmente damos la bienvenida a las nuevas generaciones a esta tradición, esperando que, junto con los que han acompañado este proceso logremos proyectar la alegría que alberga el campus y la podamos contagiar al mundo en el que vivimos, mundo en el que no solo se necesitan profesionales, docentes e investigadores, sino que, indudablemente, también carnavaleras y carnavaleros que transformen la sociedad con sonrisas, cantos y bailes. Bienvenidos a la experiencia que transforma vidas y sociedades, bienvenidos al carnaval de la academia, bienvenidos al mundo donde los prejuicios y la tristeza no tienen cabida. Píntense la cara y difundan el mensaje del búho carnavalero. Vamos a transformarnos con pinturas y baile, para hacer más amable el campus y la sociedad en la que vivimos. Bienvenidos al carnaval.

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Julisa Torres Acuña 1

in t roduc ción Al parecer en Colombia se vive una fiesta cada día del año. El carácter festivo de los colombianos es notorio desde el Amazonas a la Guajira, sin importar la etnia, la cultura o las costumbres. La fiesta es el mandato nacional y orgullosamente se nos reconoce por nuestro carácter alegre. Pero Colombia es un país de contrastes, y no se puede separar el hecho de que permanezca en un conflicto interno que cada día cobra miles de víctimas. Los colombianos se enfrentan a una serie constante de violaciones a sus derechos, inclusive el de la libre expresión. Entonces, ¿cómo es posible que en un país donde la injusticia social impera, donde cada día se tienen noticias de secuestros, atentados terroristas, vandalismo, asesinatos y toda expresión de violencia, se celebren fiestas todos los días? Suena bastante contradictorio, incluso ofensivo, para algunas personas que consideran que se debe guardar un luto prolongado por los acontecimientos sucedidos. Entonces, surge otro interrogante: ¿Por qué la fiesta se mantiene viva a pesar de las injusticias?

encarar la problemática resulta muy complicado por las secuelas que genera el abuso —se entiende como abuso cualquier forma de atropello ejercido sobre una persona—, no sería muy preciso afirmar que los colombianos carecemos de memoria colectiva. Así que, se combinan la memoria y el «olvido» para crear un balance; y es ahí dentro del «olvido», donde se ubican la mayoría de las manifestaciones comportamentales de las personas (Freud, 1916). Porque precisamente lo que queremos olvidar es lo que tenemos más presente, y de allí surge la necesidad apremiante de suprimirlo. Concretamente, dentro de los mecanismos del «olvido», haré referencia a las fiestas, donde surge el goce como protagonista liberador y renovador, porque aunque la guerra ha robado la vida de miles de personas, la fiesta se la ha devuelto a millones. Así, la fiesta se constituye como un mecanismo de defensa saludable para la superación de problemas psíquicos, aunque esto implica, necesariamente, un encaramiento, de este modo no se trata solo olvidar por olvidar, es sanar, es realizar una catarsis. Entonces no es exagerado afirmar que Colombia ha sobrevivido en gran parte por la existencia de sus fiestas y carnavales. El espíritu que encierran las celebraciones toma el control de las vidas de los fiesteros, las quiebra, las quema, las moldea y las vuelve a forjar en el calor del baile, como una vasija de barro que se ha

l a f ie s ta c omo c ata r sis c ol ec t i va

Dado que el marco social en el que se desarrollan las fiestas en Colombia es tan complejo y 1

Estudiante de Geología , Universidad Nacional de

Colombia .

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roto y es restaurada por el alfarero. Porque el arte es vida, es una maquina que toma las malas actitudes y malos sentimientos y los transforma en alegría, baile y risas. Cuando una persona del común, que no tiene la oportunidad de pagar ciertos beneficios, vive el carnaval; siempre lo siente como si fuera el último, lo espera, lo sufre, lo trabaja y lo goza, es el actor y protagonista de la construcción de la festividad. Siempre alerta, con los cinco sentidos puestos en todo, aún si estuvieren nublados por el júbilo, júbilo que combina pasiones tan fuertes y cercanas tanto a la vida, como a la muerte. Y es que cada elemento del carnaval ofrece variadas y diferentes formas para reinventarse a sí mismo: el disfraz, las máscaras, los bailes, elementos que propician la ocasión para que el sujeto cree un personaje alterno a su realidad, un «héroe» que bajo ese traje sea capaz de hacer las cosas que normalmente no haría, se desinhiba y, sin llegar a extremos, constru-

ya una realidad paralela que sirva como terapia para sobrellevar la propia. Así, sin dejar de lado lo realmente importante de los problemas cotidianos, se toma un tiempo para poner las cosas en perspectiva y resolver con nuevos aires los inconvenientes. Se trata en realidad de una terapia psicológica que permite personificar al «enemigo», burlarse de él y vencerlo de forma simbólica. el c a r n ava l c omo l ib er a dor de l a injus t ici a

Pero este tipo de manifestaciones solo es posible que se den en un ambiente carnavalesco, ya que, las fiestas oficiales consagran la desigualdad, en contraste con el carnaval o la fiesta popular en que el hombre vuelve a sí mismo y se siente un ser humano entre sus semejantes, dado que «las festividades son una forma primordial determinante de la civilización humana» (Bajtin, 1989: 14), y siempre han teni-

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do un contenido esencial, un sentido profundo y expresan una concepción del mundo. Así, lo propio de la fiesta es la abolición de estos signos del sujeto social, como referentes sensibles de los comportamientos (Vernes Cf. 1978: 75). El sujeto se libera durante el carnaval. Una de las expresiones más liberadoras es el baile desenfrenado, que actúa también como catalizador de energía, restableciendo el cuerpo y relajándolo, preparándolo para un nuevo inicio, dotándolo de la capacidad de auto-sanarse. El baile es, para muchos, una pasión, la medicina que necesita el cuerpo para sanar, el medio de expresión más completo, dado que el propio cuerpo se convierte en el lienzo donde se plasman los sueños y se hacen realidad al mismo tiempo; no existe el tiempo ni el espacio simplemente se está en comunión consigo mismo y con el espectador que recibe el regalo de poder apreciar el movimiento y se deja contagiar por tan sublime danza. El cuerpo es tan libre como el viento, deja que sus ataduras sean libradas y se entrega al

frenesí de los tambores. El cuero que retumba hace hervir la sangre en las venas, y aunque se ofrezca resistencia se sucumbe finalmente al deseo del espíritu del carnaval. c oncl usión

De esta forma, el carnaval se constituye como un medio que propicia la catarsis, la inclusión social, la construcción de comunidad como lo dice J. J. Rousseau (1967), quién expone que la fiesta conviene a los pueblos —en una República— como un medio para organizar una especie de asamblea; crea entre sus miembros agradables lazos de placer y de felicidad, que los puede mantener unidos como comunidad. Además ofrece la oportunidad de descargar todas las tensiones y renovar cuerpo, mente y espíritu, lo que lo establece como un alimento esencial y completísimo en muchos niveles, un alimento del que debemos abastecernos para mantener la cordura imaginaria en medio de la locura real.

Bibliografía Bajtin, M. (1989).La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, Madrid: Alianza Editorial. Freud, S. (1916). Introducción al Psicoanálisis pp.2187-2188. Rousseau, J. (1967). Lettre a M. D´Alembert sur son article GENÉVE, Paris: Flammarion. Vernes, P, (1978). La ville, la fëte, la démocratie, Paris: Traces-Payot.

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Ingrid Paola Castellanos Cristancho1

in t roduc ción Los carnavales están profundamente ligados a la identidad personal y cultural de los lugares en los cuales se llevan a cabo, y hacen parte de una identidad intercultural, que permite que carnavales, tales como el de Barranquilla, nos pertenezcan a todos los Colombianos, y al mismo tiempo se conviertan en patrimonio cultural de la Nación y de cada uno de sus miembros o integrantes. Creo que en este particular hecho radica mucha de la riqueza y la gracia del carnaval, pues es una actividad en la que pueden confluir personas de diferentes regiones, ciudades e incluso visitantes extranjeros, que, en ocasiones, parecen valorar más nuestra riqueza que nosotros mismos, todas aquellas expresiones que nos hacen ser quienes somos y que reflejan tanto del país en el que vivimos. Al hablar de nuestra riqueza cultural y expresiva no me refiero solamente a los bailes, el jolgorio o la música que, sin duda, son muestra de nuestro invaluable patrimonio y sin ellos no habría carnaval, sino también a una gama más amplia de saberes y representaciones que hacen parte de nuestro acervo cultural y merecen tener cabida en los contenidos que nos muestran los medios de comunicación, pues quienes no tenemos participación directa en el carnaval, desde un televisor, en nuestra casa, no podemos conocer todo el trasfondo, la historia y el desarrollo de 1

cada una de las tradiciones más representativas del país. Lamentablemente, dichos medios están bastante lejos de informar y mostrar la verdadera esencia de la realidad carnavalera, pues hacen parte del mecanismo capitalista por el cual nos regimos, mecanismo que solo pretende configurar unas fiestas que se amolden a sus dinámicas. Considero como algo primordial que cada uno de los miembros de una determinada comunidad no solo se dediquen a la celebración y la alegría, pues la tradición oral y cultural es de gran relevancia en el proceso de los carnavales como fuente de sostenimiento, como historia narrada por quiénes la vivieron y, principalmente, como punto de partida para hallar ese sentido de las cosas y situaciones de las que a veces, simplemente, nos limitamos a vivir y a ver desde afuera, sin preguntarnos de dónde surgieron y, sobre todo, por qué existen. Es gratificante ver que hay personas que se encargan de ver todo esto, de investigar, de integrarse a las fiestas y carnavales como actores propios, como actores activos, para conocerlo desde adentro, no por medio de una revista o un televisor, sino teniendo como interlocutores a los protagonistas visibles e invisibles del espectáculo, todos con igual importancia. Cada uno de los actores del carnaval aporta elementos para hacer posible que algo que parece salido de los sueños se convierta en una realidad.

Estudiante de Psicología . Universidad Nacional de

Colombia .

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¿ qué

e s un c a r n ava l ?

El carnaval cumple funciones vitales en nuestra sociedad, prácticamente tiene una función de catarsis en las personas que lo viven. En distintos sentidos, generalmente en los carnavales encontramos un mundo paralelo al que estamos habituados, un mundo al revés que permite a las personas exorcizar sus demonios cada vez que este evento se lleva a cabo. El carnaval genera espacios en los cuales las personas se sienten completamente libres para expresarse, y tienen factores que facilitan esto, tales como el alcohol, los disfraces, la música y el ambiente en general y particular que cada lugar y persona se haga. El carnaval permite también una regresión a las etapas tempranas de la vida, la niñez, las incoherencias, la alegrías, el goce en cada cosa que se hiciera por pequeña o mínima que fuese, esa inexistente vergüenza y temor por lo que puedan pensar las personas y, sobre todo, deja que se exprese ese pequeño que aún está vivo en cada uno de nosotros, y que en ocasiones como los carnavales sale a gritos exigiendo ser quién se quiera, ser con quien se sueñe ser, sin limitaciones y ningún tipos de prejuicios. El carnaval permite que nos internemos en otra piel, nos permite ser quienes queramos ser sin temores ni arrepentimientos; el carnaval, como lo dice el profesor Zarama, es «la locura que cura», en ello radica la magia y el misticismo propio de este tipo de muestras culturales. Al hablar sobre qué es un carnaval, hace algunos meses simplemente hubiera dicho que es una celebración que se realiza en diferentes lugares del mundo, y que particularmente en Colombia existe gran cantidad, algunos pequeños, otros más grandes, que todos reflejan alegría, colorido y formando parte del comercio actual de variedad de regiones; hoy me refiero a un carnaval de un modo completamente diferente. Comprendí que más allá de la fiesta, la diversión y el alcohol existe todo un trasfondo en cada una de estas manifestaciones carnavalescas, y que cada una tiene una razón de ser. Una particularidad que poseen los carnavales es el hecho de que son una festividad a la cual no se está obligado a asistir, y mucho menos a prepararse para su desarrollo; sin em-

bargo, muchos lo hacen gustosos, otros tantos preparan actos por meses, trajes, música, escenarios, artesanías, esculturas… todo cuanto pueden para lucirse. Muchas veces, el pago es un simple aplauso, una sonrisa, y lo que más se busca es compartir, sin limitaciones ni restricciones, con otros, probablemente muy parecidos o muy diferentes, lo que para muchos pueden ser simplezas, pero para los protagonistas del carnaval son propósitos. Como ellos mismos lo dicen: es el mejor pago y agradecimiento a su esfuerzo y labor. c a r n ava l c omo c ata rsis c ol ec t i va

Los carnavales constituyen un modo de contrarrestar las situaciones que vivimos en la cotidianidad; son de gran utilidad, sobre todo en un país como el nuestro. Tal vez esto explique la cantidad de carnavales y fiestas que se realizan acá, tal vez sea una revolución silenciosa y llena de simbolismos para decir no más violencia, no más sufrimiento, no más exclusión, más igualdad, más libertad. Los carnavales son escenarios en los cuales la tolerancia se hace presente en gran manera y son, sin duda alguna, una protesta que, a pesar de no ser totalmente directa, logra llevar su mensaje a muchos, a todos aquellos que están dispuestos a ver más allá, a comprender y entender el carnaval, a aquellos que interpretan en él un rechazo hacía el orden regular de las cosas. El carnaval, tal como muchos creen, lejos de intentar que se olvide la realidad, busca todo lo contrario: la exalta, la remueve para que todos la tengamos más presente que nunca, para que no olvidemos nuestra historia y hagamos algo para modificarla. Resalta las problemáticas actuales para rememorar aquello que no se sabía o que, de forma consciente, muchos decidieron ignorar para siempre. l o s agr a do y l o profa no den t ro del c a r n ava l

Un elemento alegórico es ese mundo al revés, ese paralelo que tanto goce y libertad nos hacen sentir. Y es que en los carnavales se hacen presentes diferentes dualismos que dialo-

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gan de un modo inimaginable en este tipo de eventos por medio de simbolismos, disfraces, bandos, canciones, actuaciones, y permiten la liberación de la culpabilidad por nuestra constante indecisión entre el bien y el mal, lo sagrado y lo que no lo es, lo correcto y lo incorrecto, ese mundo de opuestos en el que vivimos. Es una tradición que nos permite evaporar nuestros temores, por lo menos temporalmente, y evitar esa constante lucha entre lo que somos, lo que no queremos ser y lo que en realidad quisiéramos ser; nos libera y nos rescata de esa rutina insufrible en la que a veces nos vemos inmersos. Existe otro punto a tener en cuenta en esta liberación y es el social, que conlleva cierto alivio personal. Es la oportunidad perfecta para buscar reivindicaciones y crear pequeñas revoluciones, para hacer visibles problemas que aún no lo son para todos, mostrando visiones personales y particulares de la situación actual, creando protestas simbólicas por medio de diferentes implementos y simbolismos muy propios en los carnavales, invirtiendo el orden de las clases sociales en una mezcla en la que pobres, ricos, negros, blancos, niños y grandes disfrutan, vivencian y, sobre todo, crean sociedad dentro de la fiesta del carnaval, donde el orden social establecido se desvanece, donde muchos quieren ser el loco que regularmente rechazarían, pero que ahora quieren dejar salir. El diablo, al que en tantos lugares le temen en un país tan ferviente y con tanta devoción a hacía Dios, es una gran muestra de esto; en carnavales como el de Río Sucio y, muy especialmente, en el Carnaval de blancos y negros realizado en Pasto, este peculiar personaje es infaltable y característico. El carnaval es una fiesta colectiva, en la cual todos se convierten en protagonistas de diferentes modos y cada uno vive su fiesta de un modo colectivo, pero exhibiendo una profunda subjetividad, a diferencia de muchas otras festividades y actividades de este tipo en las que el actor y los espectadores se diferencian claramente o parcialmente, se separan por un escenario, protección, entre otros elementos. El carnaval hace que la comunidad se enriquezca por medio de compartir y de convivir en medio

de las diferencias. El carnaval, como muchas de las cosas que regularmente se rechazan o se ven poco probables, es una fiesta colectiva, tanto en las creencias que nos unen, como también en nuestras diferencias, es una fiesta donde muchas cosas se toleran y se generan diálogos que en la regularidad no se darían jamás o muy difícilmente. Es, por eso, un gran escenario de conversión de la comunidad, un escenario con características únicas que, con el compromiso de quienes participan, puede ser determinante en la construcción de la historia, la cultura y la sociedad. r e t or n a ndo a l a s r a íce s del c a r n ava l y p oniendo l ími t e s a l merc a n t il ismo

El carnaval es un espacio que continuamente está reconstruyéndose y redefiniéndose, siempre en constante transformación, jamás estático, adaptándose a la historia, a las personas, a sus requerimientos y, por supuesto, a las épocas en las que ahora vivimos, sin perder su encanto y su esencia, o por lo menos se supone que debería ser de esta manera. El carnaval es un espacio que posibilita la apropiación social de algo que realmente pertenece a todos quienes hagan parte de su gestión, desarrollo, o elaboración. En toda esta reconstrucción tan característica de los carnavales, sobre todo de nuestro país, se está generando algo realmente triste: debido a la comercialización de los carnavales, llevada en ocasiones hasta puntos críticos, estos han llegado a perder su esencia, su motivo de ser. Un ejemplo de esto es el Carnaval de Barranquilla, en el que la reivindicación social y el mundo paralelo no se dan, o tal vez jamás se dieron. Desde sus inicios se ha reflejado claramente la segregación de las diferentes clases sociales, de forma tal que cada clase hace su carnaval particular; cuando deciden unirse se logra algo bastante paradójico, ya que con figuras como el rey Momo y la reina del carnaval lo único que se consigue es profundizar la brecha que separa a unos de otros. Y no solo eso, pues además considero que se marcan aún más las diferencias, que se podría pensar tienen unos de otros, de un modo bastante irrespetuoso, al elegir como rey Momo a alguien gracioso, de

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clase baja, de los barrios populares y que genere risas, una especie de bufón, y como reina a una mujer de alta sociedad, hermosa, con mucho dinero e influencias. También se hace visible esta separación de estratos en el desarrollo de comparsas, danzas y, en general, en la organización del evento, en donde para poder estar bien ubicado o hacer parte del carnaval se necesita contar con un buen capital o un patrocinador que posibilite la realización de aquello que por mucho tiempo han preparado grupos de personas, y que ahora, para poder mostrarlo, deberán venderse, de cierta manera, ante algún patrocinador, pues el orden del desfile es dominado de inicio a fin por el capital económico invertido. El dinero se volvió lo esencial en este carnaval y dejó de lado las raíces y razones que lo mueven. El carnaval de Barranquilla, probablemente el más grande y representativo del país, hoy se ve empañado por todas las propagandas, las vallas publicitarias y todo el mercantilismo que gira a su alrededor. Lo más decepcionante es que en este carnaval no se da ese cambio de papeles tan liberador, o por lo menos no en la gran celebración; tal vez por ello, en los barrios humildes y por donde no pasa el gran carnaval, se crean los carnavales más pequeños, particulares de un barrio o una comunidad, con lo cual se rescata la esencia de cómo en realidad surgió el carnaval: en las calles, disfrutando, gozando cada momento, participando activamente del desarrollo carnavalero, y no mirando como un extraño desde las altas graderías, convirtiéndose en un actor pasivo que tanto podría aportar y disfrutar. Es importante hablar sobre la apropiación del carnaval por actores externos, lo cual veo como un punto crítico hoy en día, pues los medios de comunicación y los patrocinadores, entidades a las que solo les interesa su ganancia propia, no están pensando en el orden que debería tener una carnaval, ni en qué motivaciones tiene cada uno de sus participantes. Por ejemplo, los artesanos de las carrozas del carnaval de blancos y negros muchas veces hacen sus carrozas con su propio dinero: ellos trabajan todo el año en una pieza que, simplemente, les dará una inmensa alegría y el reconocimiento

de las personas a su trabajo emblemático dentro del carnaval, labor que muchos desconocen. Muchos, como los grandes medios de comunicación o los patrocinadores, solo se preocupan porque sea algo grande y llamativo, en donde su propaganda pueda ser lo suficientemente visibilizada; el artesano, en cambio, busca el reconocimiento que cada persona, cada fotógrafo, cada niño y cada asistente le regalarán al alabar sus obras de arte, su trabajo, al querer conocer cómo se pudo lograr tan majestuosa creación y por qué o desde cuándo surgió. Son este tipo de motivaciones las que mueven a los artistas del carnaval, que podrían pensarse como simples, pero que realmente son el alimento para su alma, su felicidad, sus futuros trabajos y creaciones. Lo anterior es primordial para la permanencia y la continuación de las tradiciones carnavalescas, las cuales, a su vez, son básicas para la permanencia de la identidad cultural con la que cargan y que debería fundamentarse de vuelta en los orígenes. La recuperación del carnaval como espacio de reivindicación colectiva, de rechazo simbólico, donde los papeles varían y donde el orden regular de las cosas es alterado para regalar unos días de locura y de desorden, en los que unos sienten lo que son otros y en donde todos se divierten sin pensar de más, pero, paradójicamente, pensando mucho a la vez, hallándole el sentido de por qué hace cada cosa, por qué tradiciones tan antiguas aún siguen existiendo, cuál es la razón de ser de su papel en el carnaval, pensar en lo que se busca rechazar, en todo aquello que duele, aquello con lo que no se está de acuerdo, aquello que hace daño. Creo que los mismos carnavales tienen en sus manos el poder y están en la capacidad de ser ellos mismos quienes propicien la consolidación de estas celebraciones, tanto locales como barriales, los verdaderos carnavales, permitiendo la existencia de patrocinadores y agentes externos, necesarios para engrandecer más el carnaval, de forma que llegue a más público y se logre que más personas asistan a él, pero respetando siempre los principios básicos de origen del carnaval, ya que esta es su esencia y su verdadera razón de ser y existir. Si esta esencia es olvidada o modificada al punto

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casi de la desaparición, el carnaval también se verá fracturado, en cierto modo, desde lo más interno, y dejará de ser lo que debe ser y de tener en la gente su identidad, y en la cultura el gran efecto, significado y valor del que aún en cierta medida goza. Es primordial que el carnaval vuelva a ser lo que fue antes en sus inicios, pero adaptado a la actualidad. Creo que esto es posible gracias a su capacidad de reinventarse y transformarse constantemente, pues el verdadero poder está en los actores participantes. ¿Qué tan activos y críticos podemos llegar a ser para hacer respetar nuestra identidad cultural? ¿A qué tanto estamos dispuestos?

cial y personal, y reflejan de modo ambiguo las dinámicas de la vida cotidiana, permitiendo y generando así una convergencia de elementos sociales e históricos. No solo eso, sino que junto a este gran contenido social y de reivindicación se conjugan elementos que olvidamos en ocasiones al estar inmersos en un mundo capitalista, afanado y que deja de lado cosas tan importantes como la alegría, la diversión, la locura y la libertad, las cuales se logran materializar en implementos como los disfraces en un carnaval. El carnaval nos contagia con su alegría, con su desparpajo, con la libertad temporal que nos regala, en la que el capital social y la construcción de identidad se enriquecen. El carnaval, simplemente, es invaluable. Nos permite vivir sueños en la realidad, despiertos, y hacernos cargo de cumplirlos, respetarlos y curarnos, mientras disfrutamos de la locura y el goce, esa «locura que definitivamente cura».

c oncl u sión

Finalmente, creo que los carnavales son parte de lo que somos, de nuestra esencia, de nuestra cultura. Desde tiempos inmemoriales han sido parte esencial de la construcción so-

Bibliografía Abello, J. (04 de agosto de 2012). El carnaval, una actividad saludable. En: Huellas Uninorte, Volumen quíntuple, 8, pp. 71, 72, 73, 74 y 75, 158-162. Arcila, M. (2011). Las fiestas religiosas en la producción de identidades locales. Fiestas y Nación en América Latina, pp. 69-78. González, M. (2011). El concepto de fiesta. Fiestas y Nación en América Latina. Intercultura: Bogotá. pp. 15-33.

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Jenny Alexandra garzón Moreno

Finalizado el Carnaval Universitario 2011, empezamos a buscar el tema, enfoque, personaje festivo, historia… Todo listo, entregado el proyecto, solo nos falta convocar, reunirnos, ensayar, acordar caracterización y teatralidad de los personajes durante la puesta en escena. ¿Duendes? seguramente fue la pregunta que trascendió en Bienestar de Derecho, la comparsa anterior del grupo Vuelos de Libertad tuvo hombres de múltiples caras y sentires, así que, duendes que se reencuentran con la naturaleza y conviven en armonía y respeto no era descabellado. Aunque faltó tiempo y espacio para retroalimentarnos se disfrutó y como dicen: «quien lo vive es quien lo goza»

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Carolina Patiño Cuéllar

El futuro por los tr ajinados pasillos y potreros de este pedacito de Colombia: incierto. Tranquilos hermanos, aquí llegué con el don del tiempo para salvarlos. Predigo lluvias; inicios de enamoramiento al calor de un tinto campesino; vacíos existenciales pos-pedrea ¿y ahora qué voy a hacer con mi vida?; 1820 rupturas en los lugares menos propicios, 2569 arrunches a lo largo y ancho de todo el campus, 69 expulsiones de la terraza de posgrados, ∞ estados de conciencias alterados, dos billones cuatrocientos mil besos (entre esquineados, picos y a la francesa) y claro… un Carnaval. ¡Iluminaos almitas nacho, la lucha continúa!

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Vilma Andrea Moreno Segura

Soy egresada de la Facultad de Derecho , pero trabajo en la Facultad de Agronomía. Gracias al Carnaval mis compañeros y yo hemos podido integrarnos, fortalecer el sentido de pertenencia hacia la Facultad y descubrir las capacidades y cualidades que tenemos para ponerlas en pro del Carnaval. Lideré una de las comparsas de la Facultad en el 2011 y con ella demostramos que a pesar de las dificultades se pueden lograr grandes cosas; esta es la mejor forma de motivación, ya que este año contamos con menos espectadores y más personas que por iniciativa propia quieren participar y mostrar cada vez una mejor comparsa.

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jur a dos : LEONARDO PARR A y Cristian León buitrago, Diseñadores DEL Programa Gestión de Proyectos - DIRECCIÓN DE BIENESTAR SEDE BOGOTÁ, y Frey Alejandro Español, profesional DE dirección de BIENESTAR - FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS.

* l a s obr a s pa rticipa ntes pertenecen a estudia ntes de l a univer sida d naciona l de colombia.

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PRIMER PUESTO. Cr isthia n Contr er a s.

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SEGUNDO PUESTO. Na ncy Za pata.

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TERCER PUESTO. Monica Bonill a.

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luca s ma rcel ca sta 単o.

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diego escoba r.

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Ja niet Giselle Pinz贸n.

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diego rodr íguez.

a na ma r ía pulido.

ca rolina her ná ndez.

Fr eddy Rol a ndo Cacer es Hueso.

Violeta Ospina.

javier muñoz.

jenneth sier r a.

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JOSÉ CORTÉS.

A LEJA NDR A posada.

DAVID A RCE.

JUA N MA NUEL PORTILL A.

A NA MA R ÍA CRUZ.

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fotos de Ba silio S谩 nchez. divisi贸n financiera y administrativa.


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