MUNDO CANINO Y FELINO Año 26, Número 277, DICIEMBRE 2018
M.V.Z. Roberto Margáin Barraza
Calle Dr. Pesqueira #139, Col. Prados del Centenario. Tel 2139264
El dr. Otrebor termina el día como cualquier otro. Un paciente más, una receta más, y a cerrar el lugar para ir a casa a descansar. El día había sido bastante pesado. Dos clientes que vinieron por una sexta opinión, ya con el caso complicado por tantos tratamientos diferentes. Una señora que primero desconfió en dejar a su gatito para baño porque no sabía cómo se le trataría y finalmente, tardó horas en recogerle. Un sujeto que no dijo que quería corte de pelo a su mascota, pero se molestó porque solo se le bañó y le pareció caro, amenazando Sully con publicar su queja en las redes sociales. Otro cliente que no apareció Margáin para la radiografía programada de su mascota, en fin, lo típico de un día en la clínica. Suspira buscando paciencia y tranquilidad. Al cerrar la puerta de su clínica, le parece escuchar un ruido extraño, como un rechinido de cadenas. Sube a ver si alguna mascota se había quedado en alguna jaula, lo que sería muy raro, pues recuerda haber entregado a todas y cada una de las que habían hecho cita para estética y no tiene a nadie hospitalizado, aunque quizás la dra. Inaliel había olvidado decirle de algún caso. Sube lentamente las escaleras, no por precaución, sino por cansancio. Sus piernas apenas soportan ya moverse de haber estado subiendo y bajando estas mismas escaleras en numerosas ocasiones este día. “Y el anterior, y todos los anteriores” -piensa Otrebor con un esbozo de sonrisa. Nadie. Revisa cada rincón de la clínica, y nada ni nadie hay ahí. Se asoma por la ventana y ve pasar a una persona caminando por la acera de enfrente. La dueña de una pequeña schnauzer que ha dejado de ir a la clínica porque el señor que lava los carros le ha llenado la cabeza de tonterías, del coraje que porque no se le permitió subir al segundo piso de la clínica en una ocasión. No tenía a qué meterse ni entendió razones con lo que el dr. Otrebor se ganó un enemigo ese día. Al salir del cuarto de cirugías, una figura fantasmal aparece frente a Otrebor. Era Yeknom, su perro mestizo con el que había llegado a Hermosillo. Al verlo, Yeknom se mueve con mucha alegría y baila alrededor de Otrebor como solía hacerlo, con agilidad y mucha felicidad. Lleva un tubo chico en su hocico y se lo pone en la mano con mucha gentileza. Acto seguido, desaparece corriendo a toda velocidad. Otrebor se queda perplejo. No entiende lo que ha ocurrido ni duda que fuese cierto, pues tiene un tubo en su mano como prueba de que no estaba soñando. ¿O lo estaba? Examina el tubo y lo abre. Del interior sale un papel enrollado que pronto extiende con las manos. “Esta noche serás visitado por tres espíritus que te guiarán a través del pasado, presente y futuro. No temas, pues no te harán daño. Serán tus guías en cada viaje. Observa y aprende.” Otrebor lee y relee ese papel tantas veces que ya lo sabe de memoria, pero aun así, no encuentra sentido a su contenido. ¿Para qué querría él ir al pasado? ¿Qué viaje haría en el presente? El futuro le intrigaba, pues podría ser una oportunidad de ver qué es lo que va a suceder, pero no, de inmediato desecha la idea, pues es imposible viajar hacia el futuro.
Calle Dr. Pesqueira #139, Col. Prados del Centenario. Tel 2139264
Como ya es costumbre, llega tarde a su casa y la comida está en la mesa. Inaliel ha salido a andar en bicicleta con su hija, Ave de Mar, y Legna está sumergido en sus videos de youtube. Tras devorar lo que está en la mesa, Otrebor se va a descansar. Se pone su pijama, prende el televisor y se queda dormido antes del primer comercial. Pronto, está sumergido en un sueño profundo, donde corre con Yeknom frente a la casa de sus papás. ¡Cómo le gustaba ver correr a Yeknom! Era muy parecido a un pointer y se movía con tal velocidad, que todos se quedaban asombrados de verlo pasar. Lo llamó y de inmediato Yeknom se dio la vuelta para ir a sentarse frente a él. Su obediencia era impecable. Yeknom le comienza a lamer las manos y eso le parece muy extraño, pues él no solía hacer eso. Despierta de súbito y ve junto a él a Aviz, una doberman sepia que era de su hija y que solía quedarse dormida roncando en la cama, como si fuera una perrita chiquita. Era Aviz quien le lamía la mano. Aviz lleva un tubo amarrado a su collar y Otrebor de inmediato se lo quita y lo abre. “Vas al pasado, donde verás a tus clientes y pacientes de entonces. Cuídate de no quedarte porque Aviz es muy especial y quizás quiera retenerte en ese tiempo”
EL AYER. El cuarto comienza a girar y de pronto, Otrebor se halla en la clínica, cuando va entrando Recart, el rottweiler de un ingeniero convertido en leguleyo. Caminan igualito, con cierto “resorte” al andar. Otrebor siente pena por estar vestido con su pijama, pero ni Recart ni su propietario lo ven. Solo entran y platican con Inaliel sobre lo que está dando de comer, sobre el adiestramiento de Recart y finalmente, que le aplique las vacunas que le tocan. Recuerda que era muy puntual en los refuerzos de vacunas y sonríe al verlos andar. Pocas personas han disfrutado tanto a su mascota y pocas mascotas han disfrutado tanto a su dueño como este par. Acto seguido, todo desaparece y está en el parque de la colonia Pitic, rodeado de varios perros que corren de un lado a otro, mientras sus dueños están sentados platicando y viéndolos disfrutar de un domingo muy agradable. Otrebor fundó estas reuniones y también el club canófilo que años después le fue arrebatado por advenedizos que solo buscaban beneficios personales. ¡Qué divertidos se ven todos, perros y humanos! Pronto, todo se vuelve a esfumar y alrededor aparece la clínica original, donde empezaron Inaliel y él, solos, atendiendo, haciendo peluquerías y adiestrando perros. Era realmente chica, pero cómo se divertían aquí. Recuerda que en las noches, cuando cerraban la clínica para adiestrar a los perros de protección, el lugar se llenaba de mirones. Muchos, que en su vida habían visto cómo se preparaba un perro para que mordiera, compraban un helado en el negocio vecino y se sentaban en el cofre de su carro para ver todo. Otrebor se vio a sí mismo aparecer con su traje de protección, agitando a todos los perros. Recuerda que a veces daban las 10 de la noche y seguían ahí, todos muy entusiasmados. Entre los clientes, nota a uno que ahora sabe que tiene un negocio de adiestramiento canino y los empleados son agresivos con
Calle Dr. Pesqueira #139, Col. Prados del Centenario. Tel 2139264
los perros. “Lástima, piensa Otrebor, no aprendió lo que significaba adiestrar a un perro como compañero, como amigo”. Otrebor ve desvanecerse todo en una neblina y a Aviz mover todo el cuerpo, mientras brinca casi pegándole en la cara con el hocico. También empieza a desvanecerse hasta que no quedan más que sus huellas en todos lados.
EL HOY. Todo queda en silencio. Otrebor busca en la oscuridad, pero no ve nada. En eso, siente unas patitas recargarse en su pierna derecha. Es Iridium, el schnauzer de Inaliel. Entonces, ha de haber despertado, pero ¿dónde está la cama? Iridium le lleva un tubo y Otrebor comprende que es parte de todo, que no está en casa todavía. Otrebor recibe el tubo y lo abre. El mensaje dice: “Ya viste lo que dejaste atrás, ahora observa dónde estás, para que entiendas hacia dónde vas”. “¿Qué significa eso?” -dice en voz alta Otrebor, pero Iridium no se mueve, no ladra, solo lo observa. Ahora Otrebor se ve a sí mismo frente a la computadora. Está escribiendo un artículo pero no sabe bien cuál, algo de un cuento, pero no alcanza a ver el título del escrito. Una ventana se abre en un extremo de la computadora y aparece un mensaje de que alguien escribió un comentario sobre la clínica en una red social. Toca el mensaje y ve el comentario. Es de un tal Dr. Buelna, al que reconoce como el dueño del perro que solo se bañó pues no dejó instrucciones de que se le cortara el pelo. Se queja del servicio y califica a la clínica con una estrella. Otrebor se ve a sí mismo sentir desaliento por ese comentario. ¿Podrá alguien ir a una estética, sentarse y no decir nada para después quejarse de que no le cortaron el cabello a su entera satisfacción? ¡No dijo cómo ni nada! Suspira y quisiera contestar, pero sabe que eso solo daría pie a un pleito mayor, y con suerte, ese comentario, como su propietario, se perderá en la mediocridad. Otrebor se ve a sí mismo cansado, extenuado, tecleando con lentitud lo que antes podrían haber sido más de 150 caracteres por minuto. Suena el teléfono y es una americana que no quiere hablar más que con el doctor. Otrebor suspira y contesta. Es una cliente que durante años le ha llevado sus mascotas, pero ahora sólo habla para preguntar qué hacer y qué dar, pero no cuándo llevarlo. Otrebor le explica que no puede recomendar tratamiento alguno sin ver el caso, y la llamada se interrumpe. La clienta “fiel” le ha colgado el teléfono. Sube las escaleras una y otra vez, a revisar a las mascotas que están en estética y en cirugía. Las de adiestramiento están tranquilas atrás, en el terreno. Suena el sensor de la entrada, y baja rápidamente para encontrar en el umbral de la puerta a un cliente que hacía tiempo no veía, desde que le llevó a su mascota muerta cuando olvidó haberla dejado encerrada en el carro, solo a confirmar que ya no había nada más qué hacer por ella.
Calle Dr. Pesqueira #139, Col. Prados del Centenario. Tel 2139264
“Lo pensé mucho en venir. Nada más de entrar aquí, me dan escalofríos pues recuerdo a mi anterior compañero” -dice el muchacho casi en lágrimas, cargando un cachorrito. “Pero ya es tiempo de dejar atrás aquel momento. ¡Qué bueno que te animas a tener otra mascota!” -le contesta Orebor, que esboza una pequeña sonrisa de ver renacer la canofilia una vez más. Iridium se pone inquieto a su lado y se mueve indicando que le siga. Otrebor lo sigue. Mientras va detrás de Iridium, sonríe de verlo caminar igual que su dueña y nota que se va desvaneciendo poco a poco junto con todo lo que hay alrededor. La oscuridad lo rodea pronto.
¿EL MAÑANA? Unos ojos aparecen a lo lejos. No se ve el cuerpo, pero los ojos denotan mucha felicidad y energía. Conforme se acercan esos ojos, se vislumbra el enorme cuerpo del perro. Esta vez es Otrebor quien corre a su encuentro, pues sabe que es Ulab, su schnauzer gigante. Ulab le brinca encima y lo atropella. Está feliz de verlo. Después de un breve momento de lengüetazos y manotazos, Ulab se sienta frente a Otrebor y le entrega un tubo. Otrebor lo toma de inmediato y lo abre: “Cosecha lo que sembraste”. “¿Qué…? -se pregunta Otrebor. Apenas unas cuantas velas iluminan débilmente el lugar. Todas las personas presentes están tristes y más de una lleva consigo a su mascota. Es un velorio muy inusual. Otrebor se acerca lentamente al féretro y prefiere no asomarse. Teme saber quién está ahí. Sentada muy cerca, está Inaliel muy seria y demacrada. Sus hijos le toman cada uno una mano. Algunas personas se acercan con todo y su mascota hasta el féretro y después de observar en el interior, acarician y abrazan a su mascota. Quienes están sentados, tienen en brazos a su mascota y sonríen levemente, con una lágrima escurriéndose por la mejilla. Ulab jala a Otrebor hacia Inaliel y se recarga en él. Siempre fue muy sensible y ahora, más todavía. Inaliel dice a sus hijos que va a cerrar la clínica pues ya no quiere saber más de todo esto. Sus hijos asienten. En eso, una pequeña niña se acerca a ella y le da una flor. Inaliel se le queda viendo, extrañada. “Mi abuelito siempre les llevó sus perros a ustedes. Mi papá también les llevó sus perros a ustedes. Y ahora yo tengo un cachorrito que quiero llevar a su clínica. Dice mi papá que aprendió mucho de cómo cuidar a su mascota y que ustedes son los mejores maestros. Mi abuelito me platica siempre muchas anécdotas de ustedes, cuando les llevaba sus perros. Mi tía dice que ustedes saben hablar con los perros y con los gatos. Yo quiero aprender”. Ulab toma de la manga a Otrebor y lo jala a un lado. Todo el escenario cambia, las personas desaparecen y sólo queda un enorme prado muy bien cuidado. Ulab brinca y ladra sin cesar, como invitando a Otrebor a jugar. A lo lejos, se ve un perro salchicha muy musculoso correr a toda velocidad hacia ellos. De otro extremo, una perra labrador negra se acerca trotando. A la derecha, un shih tzu de pelaje muy oscuro y recortado como cachorro, con la cola bien paradita, se aproxima, junto con una schnauzer miniatura blanca. Una bulldog
Calle Dr. Pesqueira #139, Col. Prados del Centenario. Tel 2139264
inglés muy inquieta se ve también a la distancia y poco a poco el prado se llena de mascotas: un harrier gruñendo; una bullterrier blanca muy contenta; un cobrador dorado con su pelota; un enorme gran danés arlequín; un pastor alemán muy elegante; un gato persa gris y blanco ronroneando; un cobrador de labrador amarillo corriendo como tren; y en un abrir y cerrar de ojos, el prado está repleto de perros y gatos, todos recibiendo a Otrebor con enorme felicidad. Otrebor apenas puede creer lo que está viendo. Son todas y cada una de las mascotas que alguna vez atendió o adiestró, pero con las que se encariñó muchísimo. Todas las mascotas se alinean, dejando pasar a Otrebor hacia una tumba recién cavada y rellenada. En el epitafio, Otrebor lee su nombre y Ulab se acerca con otro tubo, que deja al pie de la lápida. Otrebor lo abre: “Con cada amistad, el hombre se enriquece, así que aquí yace el hombre más rico del cementerio”. Ulab da un enorme salto y pasa por encima de la lápida para desaparecer en el horizonte, junto con todas las demás mascotas.
EPÍLOGO. El cuarto de Otrebor aparece a su alrededor. La luz del nuevo día se asoma por la ventana. Inaliel despierta y encuentra a Otrebor sentado en el borde de la cama. “¿Estás bien? ¿Te pasa algo? ¿No pudiste dormir? -pregunta. Otrebor la voltea a ver, se da cuenta de que está vivo y que la noche ha transcurrido de una manera muy especial. “Sí, estoy bien. Más que bien. Ahora me doy cuenta de que ha valido la pena lo que hemos estado haciendo. Aunque la gente hoy es más egoísta que nunca y no parece importarle lo que le hace a los demás, nosotros estamos con las personas que sí importan y con los seres vivos más valiosos” -le dice, esbozando unas lágrimas y abrazándola. “Toda la vida ha valido la pena, sigamos así.” -agrega con una sonrisa de satisfacción.
FIN
Pecas Ramírez, Juancho Herrera, Baco Quintana, Mila Kraus, Pepe Salcido, Dante Sámano, Miko Ponce de León, Luna Mendívil, Susy Romero, Corvey Navarrete, Baron Margáin y Midori Olavarría
Nota: Gracias por su paciencia al leer lo que para este mes escribí. ¿Se nota que me invadió el espíritu navideño? El mes que entra volveré a la normalidad… y la revista también.
Calle Dr. Pesqueira #139, Col. Prados del Centenario. Tel 2139264
Cumpleañeros de Diciembre Cumpleañero (raza) Fecha Bob Marcor (poodle) 1 Chicharito García (boston terrier) 1 Starr Edwards (pastor de shetland) 2 Mani Valverde (beagle) 3 Tito Peña (mestizo) 3 Astro Vázquez (schnauzer min.) 5 Expresso y Macciatto Ortega (yorkshire terrier) 5 Nerón Robles (rottweiler) 6 Kobe Armenta (pomerania) 7 Pistón Velázquez (staffordshire terrier americano) 7 Cindy Villegas (cobrador dorado) 8 Jäger López (husky siberiano) 11 Alfie Sainos (dálmata) 12 Carlota Corona (cobrador dorado) 12 Denver Platt (cobrador dorado) 12 Lucas López (husky siberiano) 12 Hopy y Shanty Lara (shih tzu) 14 Bianca Paz y Puente (chow chow) 14 Chasse Alvarez (pastor belga malinois) 14 Luna Coppel (border collie) 14 Princesa Baranzini (border collie) 14 Morgan León (Boston terrier) 15 Cricka Sanora (Lhasa Apso) 15 Rocky Ramírez (dachshund) 15 Princesa Arvizu (chihuahueño) 17 Bianco Muñoz (cobrador de labrador) 22 Hachiko Caballero (husky siberiano) 22 Fiona Baranzini (pastor ovejero australiano) 22 Choco Muñoz (cobrador de labrador) 23 Arwen Padilla (cocker spaniel) 23 Loupito Maldonado (pastor belga malinois) 23 Misty Morales (poodle) 24 Kimche Giannini (mestizo) 25 Oreo Cariño (shih tzu) 25 Corvey Navarrete (c/labrador) 26 Wallace Alvarez (pastor alemán) 28 Tita Runner (mestizo) 30 Bollo Romano (mestizo) 31 Jack Lizárraga (boston terrier) 31 Lady Lizárraga (pastor alemán) 31 Blanky Morales (shih tzu) 31 Choco Morales (shih tzu) 31
Edad 13 años 7 3 6 2 11 9 8 8 1 11 2 8 3 3 3 10 9 3 3 3 11 1 1 1 12 6 2 9 8 3 7 12 10 2 7 5 9 4 3 1 1
Olivia y Murphy Cázares, Cleo y Lilo Bravo, Jefe Dewar, Lizzy Wise, Hachi Madrid e Iker Ramírez
Calle Dr. Pesqueira #139, Col. Prados del Centenario. Tel 2139264
Consultas médicas Adiestramiento canino Estética canina y felina Pensión Cirugías Vacunaciones Hospitalización
Calle Dr. Pesqueira #139, Col. Prados del Centenario. Tel 2139264