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ARMAR LA DEMANDA

Aprovechar cada gota de agua disponible

EL OBJETIVO FINAL ES ADAPTAR LA DEMANDA DE LA AGRICULTURA A LA VARIABILIDAD DE LA OFERTA HÍDRICA UTILIZANDO MODELOS FUNCIONALES. PLANIFICAR LA TRANSPIRACIÓN DE LOS CULTIVOS PERMITE REDUCIR RIESGOS Y GENERAR UNA SERIE DE EFECTOS POSITIVOS.

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Interesa especialmente que el agua que ingresa al sistema salga del mismo mediante la transpiración de los cultivos, responsable del rinde.

Jorge Mercau es investigador del INTA San Luis y coordinador del Proyecto Interacción de

Agroecosistemas y Napas

Freáticas. Habla de adaptar

la demanda de la rotación a

la oferta de agua. Eso requiere conocer la variabilidad climática esperable, monitorear el agua en el suelo e integrar todo en un diseño

estratégico que defina ventanas para decisiones críticas que ajusten la demanda a la oferta, con el objetivo de mejorar los rendimientos y el manejo del ambiente.

La integración de los componentes de la oferta hídrica con la ecofisiología de los cultivos mediante modelos funcionales permite estimar

distribuciones esperables de rendimientos y

de evolución de los stocks de agua. Para apoyar decisiones agrícolas, los modelos deben simular al menos 2 m de suelo y la napa freática, cuando se halla a menos de 4 m. Dada la complejidad del sistema, la asimilación de mo-

delos funcionales de datos de sensoramiento

remoto de stock de agua, especialmente de todo el perfil y napa freática, conforma un área promisoria que podría mejorar la precisión en la descripción espacial y temporal del estado hídrico de los sistemas agrícolas, y alertar sobre amenazas y oportunidades.

DATOS NECESARIOS

“El tema es evitar perder agua, aprovecharla a fondo. Y obtener beneficios de la napa cuando está cerca, así como evitar riesgos de seca por

un mal manejo cuando se halla lejos de la superficie”, enfatiza Mercau. De tal modo, conviene minimizar los fenóme-

nos de pérdidas de agua de lluvia y maximizar la salida por transpiración, que es la que genera el rendimiento y la biomasa, o bien la

cobertura, que puede reducir algunos de esos procesos negativos, fijar nutrientes o rescatarlos en profundidad, mejorando la nutrición del sistema de producción y logrando una adecuada competencia con las malezas. La planificación de la transpiración de los cultivos en función de la oferta es la que por un SENSORAMIENTO

Recientemente han aparecido herramientas como el sensoramiento remoto. El uso del radar permite una estimación directa del agua en superficie. La Conae ya está poniendo en su página un producto que permite una estimación del agua en los primeros 50 cm de suelo. Con la misma idea hay un satélite que hace posible monitorear una variable mucho más interesante, que es el stock total de agua, incluyendo la napa freática.

Integración en modelos funcionales de toda la información útil. Apunta a ajustar la demanda de los cultivos a la oferta hídrica disponible.

lado permite reducir los riesgos mencionados y por el otro aprovechar los efectos positivos citados. Eso sí, la estrategia adaptativa implica algunos desafíos. El primero es conocer la variabilidad esperable de las lluvias. El promedio y la distribución de las precipitaciones son distintos según la zona considerada; al momento de armar el plan debemos tener en cuenta la distribución probable. Incluso el cambio de distribución esperable que se asocia a un fenómeno como El Niño o La Niña tiene mucho valor en la Región Pampeana. Esto nos permite, por ejemplo, conocer a principios de septiembre si la distribución de lluvias que esperamos se parece a la histórica o hay una chance importante de tener años del tercio más húmedo o del tercio más seco. Conviene chequearlo con datos locales. El segundo desafío es monitorear la recarga del perfil. Palpando el suelo y viendo su apariencia es posible identificar cuatro clases de humedades entre la capacidad de campo y el coeficiente de marchitez. No solo sirve ver cómo está arriba, por ejemplo para determinar si sembramos o no, sino que además posibilita ver la oferta de agua en profundidad. Hacerlo cada 20 cm nos permite tener más precisión: el suelo se humedece o se seca de arriba hacia abajo.

Es importante diferenciar el segundo metro del primero; esto empieza a usarse general-

mente cerca del periodo crítico. Si al inicio del cultivo sabemos que el segundo metro está moderadamente seco o húmedo, tendremos una diferencia de 65-80 mm en el periodo crítico según la textura. Otro punto muy importante es monitorear la cercanía de la napa. Cuando está lejos, más allá de los 4-5 m estamos sujetos a la variabilidad hídrica. Interesa usar freatímetros para monitorear cuando la napa se halla por encima de los 4 m.

VENTANAS DE DECISIÓN

Acto seguido hay que integrar esta información y nuestro conocimiento agronómico respecto de cómo funcionan los cultivos en una estrate-

gia que contemple ventanas donde se toman decisiones críticas que ayudan a adaptar la

demanda a la oferta. Es un esquema planificadamente flexible. Mercau explica un plan para la zona de Marcos Juárez, Córdoba, que muestra dos ventanas de

decisión. Una sobre el final del verano/princi-

pio de otoño, donde en función de la profundidad de la napa y la recarga del perfil podríamos decidir incorporar o no un cultivo de servicio

Junto con el seguimiento de la napa, el monitoreo de la recarga del perfil conforma un aspecto sustancial. DECISIVA

La cercanía de la napa, a 1.5-2.5 m, prácticamente hace que algunos cultivos no tengan probabilidad de padecer déficit hídrico. Pero si está muy cerca, puede complicar al cultivo o al menos su cosecha.

(CS), un cultivo de invierno de cosecha o dejar el lote en barbecho.

Una segunda ventana estará a fin del invier-

no/principio de primavera, donde en base a los datos del freatímetro y la recarga podríamos tomar la decisión de secar la cobertura más temprano o más tarde, en caso de que hayamos sembrado un CS, y si vamos a cultivar soja o maíz, decidir si lo haremos tempranamente o más tarde. Incorporamos además la calidad de

los ambientes sobre los cuales estamos tomando decisiones, y se podría sumar la probabilidad de Niño o Niña.

¿Qué podemos hacer desde el punto de vista de la integración de la información climática

para asistir a la toma de decisiones? Es muy usada una herramienta que emplea las dos variables forzantes más importantes: demanda de agua por evapotranspiración y las lluvias. Es útil para un cultivo con cobertura completa, pero no es esperable la misma recarga en situaciones de barbecho. Efectúa un balance hídrico que no tiene en cuenta la napa. En el Grupo SEPA de INTA tienen un balance muy similar, al que le han incorporado la disponibilidad de agua en 2 m. La demanda no es la de un cultivo de referencia sino que se estima

con satélites a través de la temperatura de

superficie y el nivel de índice verde. Tampoco contempla la napa. Se pueden usar asimismo los modelos funcionales de cultivo: Ceres, Oilcrop o Cropgro, entre otros. Estos modelos no solo incorporan las variables forzantes de un balance hídrico, sino que permiten sumar la radiación en su aspecto ligado a la fijación de carbono y la generación de biomasa, la disponibilidad de nutrientes, el manejo de la estructura de cultivo (fechas de siembra, densidad, fertilización, riesgo) y también el genotipo.

DIFERENCIAS SUSTANCIALES

Veamos un ejemplo. El maíz temprano en Pergamino o Manfredi tiene un riesgo hídrico alto (con napa y perfil lleno, las ventajas son importantes), en tanto el tardío es un cultivo poco expuesto a esa instancia. En Mercedes, San Luis, la diferencia se achica mucho. En cuanto a soja al 1º de septiembre, momento de tomar determinaciones, con humedad suficiente (napa cercana y/o perfil húmedo), las siembras de octubre tienen ventaja respecto del resto; hacia el 10 de noviembre empieza a caer el techo de rindes. Con un perfil en condición de segundo metro seco, ya no está ese techo y por lo tanto no hay caída marcada. Eso sí, el piso de rendimiento sube.

Si se le agrega el efecto ENSO, con los 2 m húmedos, en las Niñas no se ven demasiadas diferencias, no parecería que convenga acelerar demasiado la fecha de siembra y es mejor distribuirla entre octubre y los primeros días de noviembre; en años neutros o Niños se exacerba la diferencia por adelantar la implantación. En cambio, cuando el segundo metro está seco, si estamos ante un Niño todavía podemos sembrar temprano, pero si es Niña deberíamos evitar la implantación de octubre y si no está claro el panorama deberíamos hacer una distribución de fechas, ni muy tarde ni muy temprano.

Existen modelos para incorporar el efecto de la napa proveyendo de agua al cultivo por capilaridad. Cuando hay lluvias tempranas excesivas y riesgo de acercarse demasiado a superficie, hay que recurrir a un CS. Una parte importante de las salidas por evaporación se convierten en salidas por transpiración con los beneficios que eso genera. Se profundiza la napa y se alejan los riesgos de siembras tempranas (reducir riesgos de excesos). Pero nos podemos equivocar y tener que secar temprano el cultivo de cobertura y sembrar más tarde la gruesa (reducir riesgo de déficit). Siempre conviene plantear estrategias adaptativas.

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