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El Libro de Maira Los Jardines de BardolĂn
Pierre M. DaboĂn M. 2015
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Palabras previas
Este pequeño libro, es un homenaje a una persona que ha sido un gran cimiento en el preciso momento de mi vida en que le doy vida a estas líneas. Una persona que me ha mostrado bondad, comprensión y sinceridad. Parte de mi familia, la que he reencontrado en el pasar de los años. Ella es médico de profesión, especialidad pediatría, por lo cual tiene ese ángel que tienen los niños, esa virtud de lo honesto, esa buena fe de creer siempre en el lado bueno de las cosas y de las personas. Este pequeño libro lleva su nombre: Mayra. En mi novela Los Jardines de Bardolín (Libro de Adelaida), el personaje principal, Luisa Adelaida Castelán Buendía, tiene la fortuna de encontrarse con un pequeño texto anónimo, maltrecha la portada, de hojas amarillentas y envejecidas. Pero ese pequeño libro, cambiará en ella muchas cosas en su corazón, enseñándola a amarse y a perdonarse, porque es la única forma de ser feliz. Ese pequeño libro es este, el que tienes en manos en este momento, en tu posesión. Ahora tienes la oportunidad de leerlo íntegro, en el orden que más necesite tu alma. El Libro de Maira, ahora es tuyo también.
El libro de Maira, es un compendio de filosofías breves sobre la vida y el amor propio, que buscan de manera humilde, encender la luz que brilla dentro de cada uno de nosotros. El libro está escrito, en principio, dirigido al corazón y entendimiento de una mujer; cualquiera que sea su nombre, su rostro, sus creencias sobre la vida. Está escrito pensado en esas mujeres que han sido lastimadas en el momento cuando más debieron ser felices: Cuando amaban. Mas sin embargo, un hombre puede sacar provecho de sus líneas de igual manera, puesto que el amor propio, la felicidad, el auto perdón, no tienen género. No sé cómo te llamas, no sé quién eres, pero tú quien lees estas líneas llegaste hasta aquí por alguna razón, buscando respuestas, buscando lo que quizá debes dejar de buscar tan lejos de ti. Maira te guiará al único lugar que 5
seguro no has recorrido en busca de tu felicidad, te llevará de la mano con amor y cautela directo al verdadero lugar donde mora lo más valioso que puedes tener en la vida: Tu propia alma. El destino eres tú. Por eso no importa cómo te llames, ni que seas, lo importante es quién eres.
Ámate y ama. Es el único camino a la felicidad.
A Mayra Malavé a mi Adelaida tangible, Fernanda y a ti, quien sea que seas.
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I
TU DOLOR, ES MI HISTORIA MI FELICIDAD, LA VUESTRA.
Si alguna vez habéis dudado de la voz de vuestro corazón, si las frías manos del desconsuelo han tomado las vuestras para llevaros por caminos inciertos, si habéis sentido que el amor es un fantasma escurridizo o un niño caprichoso que juega con vuestra alma, os invito a seguir por el sendero de estas líneas. Las sombras no se irán hasta que no se encienda la luz de vuestra lámpara, esa que ilumina desde el trémulo silencio de vuestras lágrimas. Puesto que esa luz debe volver a vuestra sonrisa, sigue estas líneas. Tú, quién quiera que seáis. Confía en mis palabras que sé que vuestra tristeza no se diferencia de la mía en el dolor, en la desesperanza; pero igual sabe, tú, quien lees, que de igual manera vuestra felicidad no es distinta de la mía en grandeza, en dicha, en el festivo latir de mi corazón amado. Yo, en horas de ensueños, donde mis días estaban llenos de las más grandes ilusiones, creía que el amor era eso que dentro de mí hacía su hogar. Creía que nunca podría caer de los altos pedestales de mis propios sueños. Pero no dudéis que hasta las aves pueden caer de su vuelo, a por culpa de la puntería del cazador, a por culpa de la puntería caprichosa del destino. ¡Oh que ilusa fui en el espiral ligero de mi vuelo! ¡Oh, yo, confié en la mano de mi propio acechador! No fue a mí a quién devoró en mi caída, sino a todos mis sueños, sino a todo lo que creí que yo era. Belleza, inteligencia, juventud, libertad, grandeza. Todo ello fue devorado de un momento a otro, en brazos de mi propia confianza... más no te lamentéis por mí, que el reloj de arena ya se ha dado vuelta y cada grano se vierte hoy en sentido contrario. ¿Vuestra alma en horas de altos luceros, mientras el mundo duerme no os ha atormentado con incesantes preguntas sobre el amor? Sabe que mi alma igual me atormentaba, hasta que cansada de cargar con la tristeza mía, dejé de buscar respuestas y di por hecho, ¡Oh desgracia mía! que el amor por no existir, no tiene respuesta. Y no supe qué tristeza fue peor, la que me trajo el destino, o la que yo misma elegí. Huí, huí lejos de todo aquel que mirara en 9
mí un rastro de belleza. Huí, me aparté lejos de todo aquel que encontró en mi inteligencia. Huí, le di lejana distancia a todo aquello que era propio de mi lozana juventud. Huí, hacia una idea nueva de libertad, para hacer de la misma una celda. Huí, me alejé de mi misma, tanto como el cuerpo y el alma me lo permitieran en su insospechado estrechamiento. Sí, así huí de todo lo que creía, o porque estaba mal seguir creyéndolo, o porque me dolía que fuese real lejos del alcance de mis manos llenas de tanto miedo. Pero estoy aquí en vuestra presencia para contaros la historia de mi corazón. Sabe que la esperanza se pierde con la llegada del Amor ¿Acaso tendréis que esperar algo más cuando haya llegado? Os te digo, que el Amor es no tener que esperar más. Pues el Amor es la certeza de que todo ha llegado a vuestra vida, solo basta ir a por ello, por aquello que vuestro menester deseo pida, puesto que ahí está. Así que os pido vuestra atención para iniciaros mi confesión, tú, que si has llegado hasta estas líneas, sé que vuestras alas están quebradas. No te angustiéis, no las necesitarás más para volar, mas os juro, volaréis. Nací en un pequeño poblado, de pocas calles y dispares casas, donde por sabe Dios qué costumbres, solían llamar a todas las niñas María, por aquello de la Madre del Redentor y aquello de la pureza. Mi madre, mujer nacida para hacerle frente a la vida, decidió que yo no sería otra María más del pueblo, que muchas de puras tenían poco. Aun así, vuestra comprensión entenderá, que en el fondo mi rebelde madre temía de su Dios, como buena creyente. Así que, no fui otra María más, pero en fin por aquello de la pureza, terminé bautizada con el nombre de Maira. Otra manera de decir María. Del resto os confieso que fui criada como las demás Marías, mis hermanas y vecinas, aunque sentía, o por capricho mío, creía que mi destino sería mejor por tener otro nombre. Igual aprendí, que el dolor de todas ellas, fue mi mismo dolor. No importa por eso vuestro nombre, sino reconocéis quien eres en vuestra alma. Mi infancia fue como el de todas las flores en la primavera, llena de vívidos colores, con los pétalos abiertos al sol. Más feliz no se podía ser. Y en mis acariciadas ilusiones creía que todo aquello de llamarme distinta me llevaría por caminos distintos. De seguro diréis, que apuesto que sois más inteligente que yo, que son cosas de chiquillas, que las edades mozas son para eso, para malgastarse en sueños escritos a la orilla del mar de la inocencia. Sin embargo, os confieso, llegué alcanzar mis años de señorita con dicha idea como un tesoro. "Maira hallará el Amor como ninguna María lo hizo jamás" 10
Os juro, que llegaron las hora que quise llamarme o no llamarme de ninguna manera. Recuerdo mi primera tristeza, las lágrimas de mi madre junto a la partida de mi padre. Mujer de fortaleza, la que no fui yo en mis tiempos de tormenta. Mi madre alzó el rostro al ver a su amado partir, caminó de frente al mundo, y yo seguí su ejemplo, incluso, en aprender a llorar a solas, en el claustro de mis aposentos, lejos de la mirada de las buenas y de las malas intenciones. Mi vida dio su primer aviso de tormenta, más mi esperanza quedó en su mismo lugar, inamovible. Yo sería feliz. ¿Habéis visto algo más hermoso que una rosa? Si vuestra curiosidad os acosa, os confieso que para mis ojos no hay nada más hermoso que un rosal. En un rosal, solo pueden suceder cosas buenas. Claro que me apremio a recordaros de las espinas, pero perdonadlas, no son maldad de las rosas. Tú, quien leéis, apuesto lleváis vuestras espinas a flor de piel y ¿eso te hace menos hermosa? Ya aprenderéis del rosal, como yo, que vuestras espinas están en el tallo para defenderos del mundo, pero vuestros pétalos y hermosura están arriba en la rosa. Así sea el tallo vuestro cuerpo, y la rosa vuestra cabeza. Entenderéis que lo que hace bello al rosal, es la cabeza y no el cuerpo del rosal. Os juro que creo, firmemente, que en algún tiempo lejano, las rosas no tenían espinas, como no las tenía yo. Una belleza frágil de alcanzar. Fácil de arrebatar. O amáis a la rosa y la dejáis florecer en el rosal, o para llevarla tendréis que soportar unas cuantas estocadas. Hábil el amante jardinero que aprende a tomar sus rosas sin lastimarlas a ellas, sin lastimarse él. Os estaréis preguntando dentro de vuestras cavilaciones, porque hablo de rosas y rosales, es que en mi pueblo hay tantos como marías hay, y pocos jardineros. Esto sin atreverme a hablar de los buenos, que menos eran en proceder. Fui muy pretendida y yo muy selecta. Dios fue generoso en darme hermosura. No me mal juzguéis, si os sueno vanidosa. Una bendición y una victoria fue lograr reconocerme en el reflejo del espejo como algo digno de amar, en esos días en que tenía mi corazón fracturado como una roca partida metida en el pecho. Cuantos amantes me ofrecían las estrellas, otros la Luna y los más desesperados el cielo mismo con todo su contenido. Y yo creía que aquellas cosas eran el amor mismo rondándome. Mas os digo que el Amor no ofrece nada, porque ya todo lo ha dado cuando aparece. Mas, sin embargo, yo aun no lo sabía. Entre todos los pretendientes que rondaban mi corazón, había un caballero que ganó mi cariño y mi respeto, con sus dulces atenciones, con sus ojos alertas ante mi más mínimo tropiezo. Nunca llegó a decirme que me amaba con palabras vacías, jamás me ofreció la Luna, ni 11
cosa que estuviera más allá; sin embargo nunca me faltó su mano para apoyarme en los momentos que necesitaba de alguien para no hundirme, cuando descubría de otros que al prometer la Luna, estaban ofreciéndome algo que jamás podrían darme. Se llamaba Juan, como tantos otros juanes, suponía yo, así como tantas marías había. Pensaréis que yo le di mi corazón a tan atento hombre, lamento os decepcionaros, pero pasé de largo en mis aspiraciones. No me he llamado Maira para terminar atada con un Juan más de este pueblo, solía escuchárseme decir. ¿Qué es un nombre en la tapa de un libro si sus páginas están vacías? Mas recordáis que era una ilusa, como solo puede serlo un alma a la que nadie le enseñó a vivir. En aquellos días, la última vez que le vi entonces, no dijo palabras, solo dejó ir de sus ojos una silenciosa lágrima. Me despedía de él, me iría junto a otro caballero que apareció en mi camino el que igual que otros me juró estrellas y lunas, al que por una guía ciega de mis anhelos, le di mi amor. Incluso os ruego, no olvidéis a Juan, llevaros en vuestra memoria un rato más. No sigáis mi ejemplo, el Amor ni se busca ni se da a ciegas. Llegará su hora en que vuestro entendimiento traduzca estas palabras en cosas útiles para vuestro corazón. El Amor no le pertenece al sinuoso camino de los anhelos, ni de los deseos, ni de las ilusiones; todos estos son hijos del reino de la mente. Al corazón lo suyo, como suyo a lo de Dios. Y el Amor es del corazón. En el más profundo sentir de mí ser, juré haberme sentido amada. Creí ser dichosa en brazos de aquel a quién yo misma había elegido con tanta presuntuosa precaución. Fui una rosa sin espinas en sus manos. Hizo con mi belleza lo que salió de su antojo. Lo supo mi corazón antes que yo, me advertía doloroso en cada latido, y yo intentaba acallarlo acercándome aun más a aquel que se alejaba acercándose vacío de amor. Culpaba a la distancia de su alma por el dolor que había en mi pecho, pero era su cercanía lo que le dolía a mi corazón. Dejadlo ir a tiempo, os aconsejo, si eso el corazón os grita. Una tormenta no os la podéis detener con el simple deseo. Haced lo que las aves hacen, vuela lejos, buscad el refugio de un lejano y cálido nido. Tú, quien leéis, no sé tu nombre, pero si has leído hasta aquí, eres como yo. No importa cómo te llames. Solo sé que merecéis la fortuna del Amor en tu vida. Creedlo algún día, aunque hoy no lo creáis. Encended la llama dentro de vuestra alma, que la luz con que se alumbra la lámpara procede de ella misma y no de afuera. No creáis en promesas de amor, que cuando el Amor 12
haya llegado habrá traído todo lo prometido, sin prometerlo. No importa cuál sea vuestro nombre, hoy os llamas como yo y yo como tú. Por eso, sí hoy te llamas como yo, os aseguro que ya habéis encontrado al Amor, solo tenéis que mirar hacia Maira, que eres tú en este preciso momento. Y yo miraré hacia mí y veré vuestra tristeza y sabré que encontraréis el Amor algún día, porque yo lo encontré en todas las marías, en todas las mairas, en todas los corazones, en todas las almas que han querido amar y ser amadas alguna vez. Os suplico, no me toméis en vano, que yo en vano me tomé. Y mis lágrimas y mi ganada dicha habrán de ser útiles para almas como la vuestra. Leed aun más lo que he de deciros en las próximas páginas, os juro que seré mejor guía.
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II
LA FELICIDAD
No la busquéis. Creedme. No la hallaréis. No tiene sentido buscar lo que ya tienes. Dejad la búsqueda. ¿Recordáis que ya la habéis encontrado? ¡Amor y Felicidad son distintas cara de lo mismo! Sólo cuando dejéis de buscarle le encontraréis, pues no tenéis que iros a ninguna parte, ni tenéis que encontrar nada, ni nadie os podrá decir dónde está. Mirad en el espejo la felicidad y veréis que ya la lleváis a cuestas. Tú eres la felicidad, no hay nada que encontrar, os juro. Sin embargo, todo habéis de sentiros dentro de vuestro ser. Vivid dentro de vuestro propio reino que es vuestra alma. Alegraos de vuestra alegría, os digo la verdad. Cuantos caminos recorrí para perderme en la tristeza. Acepté mil promesas, por no escuchar lo prometido por mi corazón. Sé, porque donde hoy te encontráis ya he tropezado yo, que tenéis miedo. ¿Pero que es el miedo sino una idea que no queremos que se materialice en nuestra vida? Escucha a vuestra querida Maira. No temáis. ¿Queréis ser feliz? No temáis. ¿Queréis ser amada? No temáis. En verdad os digo que el miedo solo es un pensamiento. La felicidad no. Tú eres la felicidad. Cuando pensáis en la felicidad o en la tristeza con miedo, te estáis negando a ti misma. No penséis, ni temáis, sed tu misma. Yo sé, porque he de saberlo por mis vivencias, que has sido lastimada, y el dolor aun te duele donde ya no queda herida alguna. ¿Recordáis que me entregué a brazos carentes de amor? Me entregué por miedo, porque fui engañada, me prometieron la felicidad cómo algo que no era mío. Como algo que debía atar y armar, construir y sostener para merecerlo. Nunca logró hacerme feliz aquel, que no sabía ser feliz él. Y tarde comprendí que Juan - conservadle aun más en la memoria - era feliz y por eso me amaba, porque su felicidad era mi felicidad y la mía la de él. Porque a su lado no había nada que buscar, nada que pensar, nada que hallar. Porque él era simplemente feliz estando cerca de 15
quien os escribe. Porque él no buscaba la felicidad en mi porque ya la había encontrado con solo estar. Así él vivía en mí y yo en él, pero yo tenía una idea, basada en la creencia que carecía de lo que era imposible ser desprendida. Y corrí en la dirección de aquel que buscaba con miedo como yo, lo que nunca encontraréis, porque la felicidad ya está cuando decides llegar, cuando dejas de buscar. No me toméis en vano, y detén tu travesía. Ni cerca ni lejos le hallaréis. Que cuando dejéis de buscar, veréis el por qué no le encontrabas. ¿Si buscáis por la habitación el vestido que lleváis puesto le encontraréis? Os aseguro que saldrás lejos de la habitación para buscarle y aun no le encontraréis en ningún lugar. Sin embargo el vestido nunca estará perdido, ni en necesidad de ser encontrado. Solo de ser entendido sobre las pieles, reconocido sobre vuestra propia belleza. Escucha a Maira, no os digo nada en vano. Mientras escribo estas líneas para vuestro corazón ya no busco la felicidad. Es mi deseo que mientras me leéis, tú detengas vuestra búsqueda. ¡Y corred hacia el Amor, hermosa, que nunca vuestros pies irán tan veloces! Solo los felices saben amar. Ama a aquel que es feliz en tu presencia porque no tiene que buscar en ningún lugar su felicidad, porque ya la ha encontrado en él, en su propio amor, y en el amor que vierte hacia ti. Los que tienen miedo buscan y buscan y nada o poco encuentran. Pero la felicidad no es a medias. Es o no es. Pero la buena nueva es que siempre es y siempre está. Escuchad lo que te dice el corazón que por sabio no usa de las palabras cómo la razón, que se pierde en lo relativo, en lo supuesto, en lo que puede tener distintos significados aunque la emoción sea una sola y ardiente en el latiente pecho. Sin embargo, hermosa, tú quien leéis, tenéis el derecho de no creerme. Pero me creeréis. Os aseguro. Mas sino me tomáis en vano, será breve el camino, porque no hay distancias que recorrer hacia uno mismo. Por eso no hay que ir a ningún lado ni encontrar nada. Solo reconocer que eres lo más hermoso que puedes mirar en cualquier reflejo porque eres felicidad que se reconoce a sí misma, viva, apasionada, generosa, eterna en dimensiones. ¿Comprendéis semejante presente de los Cielos? Feliz para amar y para ser amada. Amada por ser feliz. Feliz por ser amada. No busquéis más. Tú eres la Felicidad.
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III
LLORA.
Te preguntareis por qué Maira os quiere hablar de vuestras lágrimas, después de haberos hablado de la felicidad. Porque sé, y sí que lo sé, que aun lloráis mientras sonreís al mundo. Puesto que sé que vuestra sonrisa es la máscara de tu dolor. ¡Oh, hermosa, nada de malo tienen vuestras lágrimas! Solo las muñecas no lloran cuando se les golpea. Sin embargo se rompen. No te fracturéis como las muñecas en silencio, llorad cómo tiene derecho hacerlo una mujer. No hagáis represas por donde pasa vuestro llanto dentro de ti, que el más inofensivo manantial puede derramarse por los bordes de vuestra alma y ahogaros de un momento a otro dentro de las cuatro paredes de la soledad. Hasta el más lujoso vaso de cristal se derrama cuando el agua llega a su cima. Tú, quien me leéis, eres más valiosa que incontables vasos de fino cristal. Un vaso se llena para vaciarse. No dudéis que vuestra alma ha de hacer lo mismo con vuestras lágrimas. Llora, hermosa, llora que tenéis derecho a ser libre de vuestras lágrimas. No confundáis la fortaleza con la represión de ti misma. No te hacéis más fuerte al poner cadenas a tu alma. Te hacéis fuerte al romperlas. Los que te llaman débil porque lloráis humanamente, os aseguro, lloran escondidos. ¿Acaso eso los hace más fuertes que tú? Llora, que una sonrisa triste es una mentira, aunque otros la crean. Yo lo sé. Aprendí a colocar sonrisas en el lugar de mis lágrimas, porque se me consideró un alma frágil al mostrar mi tristeza. Y levanté mi rostro risueño, mientras que detrás de mi sonora risa, se ocultaba el sollozo de mi corazón. O reís feliz, o lloráis triste, mas no finjáis. Que yo me quedé sola con mi dolor, mientras el mundo aplaudía mi risueño rostro. Aplaudía la máscara de mi pena y nadie me tendió la mano, porque decían: ¡Maira es fuerte, es una mujer hecha de férreos cimientos! Desdicha mía, mi fortaleza era mi represa, mis lágrimas mi caudal creciente. Mi refugio la soledad. 17
Lloré sobre mi almohada, extrañando un cálido regazo donde llorar, y terminé llorando más por el regazo, que por la razón de mi pena. ¿Habéis preguntado alguna vez a Dios por qué ante vuestra tristeza creó algo cómo las lágrimas? Hermosa, las lágrimas son el recordatorio que la tristeza debe salir, verterse, derramarse, escurrirse. Sin embargo, debéis aprender a llorar vuestra pena. No lloréis culpándote, no lloréis criticándote, no lloréis creyendo que sois menos. Llora porque vuestro dolor, duele, solo por eso; porque tenéis derecho a expresarlo. No eréis vuestro dolor, no eréis vuestras lágrimas, no eréis vuestra tristeza. No lloréis creyendo que vuestro llanto, es lo que sois. Sois la felicidad, jamás olvidéis esto. Pero sois humana, y tenéis derecho que te duelan las heridas. Llora sabiendo que después de la lluvia, el jardín reverdece. Tu felicidad es el Sol de tu alma que no se ha extinguido, solo está oculto tras la nube gris de tus lamentos. Deja que la lluvia caiga y que luego salga el Sol, que con su calidez secará el rastro de la tormenta. Llora, que reprimir vuestras lágrimas es llevarlas a cuestas para siempre dentro de ti. Y no lloréis por aquel que no te amó, sino habéis llorado por no haberte amado tú misma. Su amor no vale más que el vuestro. Su amor no te define. Ámate y veréis cómo cambian el significado de vuestras lágrimas. Ámate y veréis que también se puede llorar alegre; solo el Amor puede convertir lo triste en alegría. Por eso existen auténticas lágrimas de felicidad, pero ninguna autentica sonrisa de tristeza. Es que el Amor es lo único que puede ser lo contrario de sí mismo, mejorándolo. Entonces si estáis triste, se lo contrario de lo que ahora sois, amándote. Y lloraréis, hermosa, porque cuando hayáis conseguido tu propio amor, lloraréis de felicidad.
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IV
LA BELLEZA
Mirad al espejo. ¿Veis el hermoso rostro que tenéis en frente? ¿Veis tanta belleza junta? ¿Por qué negáis tu hermosura? ¿Por qué creéis que una piedra pueda ser preciosa, cuando el verdadero diamante eres tú? Lo que odiáis no es lo que miráis de tu reflejo, odiáis lo que pensáis respecto a él. Yo fui bendecida con la belleza de una musa; dentro de un rosal, era la envidia de las rosas. Era la codicia de los ojos atentos de los hombres. Y eso me hacía sentir hermosa, deseada, admirada. Pero incluso conservaba esa belleza cuando fui golpeada por el destino, seguí siendo la codiciada del deseo, la hermosa, la admirada. Sé que te sentís igual, sin belleza, aunque la tengáis, porque el desamor llenó tu corazón de ideas feas, sin gracia, amorfas, sobre ti misma. Y sé que descuidasteis el peinado, el pliegue en el vestido, la bella postura, el andar ligero. Y te volvisteis fea, solo por creer que lo sois, porque te trataron feamente. Y lo único sin belleza que tenéis realmente, es que dejasteis de amarte. Mirad la estrella que titila preciosa en la bóveda del cielo. ¡Su belleza radica en su destello! ¡Y su destello procede de adentro! Entonces la estrella es el destello que veis, y amáis. Mirad ahora al espejo y amad tu estrella. Amad tu propio destello. La luz que viene de adentro. Y por muy oscura que sea la noche, la estrella brilla, no deja de ser hermosa. Tú no habéis dejado de ser hermosa, un simple mortal no puede extinguir la luz de un astro, y por eso tu luz no puede ser apagada, sin embargo podéis odiarla, y eso es lo que hacéis. Odiáis tu destello porque pensáis que tu belleza atrajo al más malintencionado de los afectos. Odiáis tu destello, porque confundís lo que buscaron en tu cuerpo, con lo que no buscaron en tu alma. No les deis la razón a los agresores de tu amor. No eres lo que el mundo llama belleza. Tu belleza es la que hace tu mundo. Tu belleza es tu destello, que viene de adentro de ti, desde tu alma, desde el centro de tu ser. Tu belleza es la forma en que amáis, tu belleza es la forma en que miráis, tu belleza es la forma en que sonreís, tu belleza es la forma en que 19
soñáis, tu belleza es la forma en la que abrazáis la vida. Tu belleza eres tú, por dentro. Tu cuerpo es solo una lámpara para la luz hermosa que resplandece desde adentro de ti. Entended esto, y seréis amada por aquel que ame la luz de la lámpara, y por eso cuidará la lámpara. Y te alejaréis de aquel que no busque tu luz. Sospechad siempre de aquel que ama más el diseño de la lámpara, que el resplandor que emana de ella. Ese camina en la oscuridad y no en la luz de tu Amor. Se cómo un diamante. Que lo que lo hace hermoso no son los cortes del hábil joyero, sino su pureza traslúcida. Las cosas más hermosas, siempre muestran lo que está dentro de ellas. La rosa que crece, proviene de adentro del tallo del rosal. Cómo el hermoso bebé del vientre de la madre. Cómo el sonoro acorde de la guitarra, que reverbera en su caja y sale magnificado enamorando el alma de quién la escucha. Tú eréis rosal, madre y guitarra y tu hermosura será tu rosa, tu hijo, tu música. Ama lo que procede dentro de ti, que esa es vuestra belleza. Recordáis a la muñeca. Hermosa por fuera, hueca por dentro. No seáis un adorno de nadie, no seáis la muñeca de nadie, ni del destino, ni de tu propio miedo. No estáis hueca, porque lo que está dentro de ti, es vuestra verdadera belleza. Ahora, mirad de nuevo al espejo y mirad lo hermosa que sois. Amad tu propia estrella. Sonreíd e iluminad tu mundo. No hay nada más hermoso que un alma luminosa. Vuestra alma es luminosa. Sin duda alguna estáis llena de belleza. Eres digna de Amor. Ámate.
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Este solo es un fragmento de El Libro de Maira
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