#Oct
Melanie Benyahya
Kate Shogun
Directora editorial, maquetación
Director de comunicación Relato
Andrea Toribio Jefa de redacción Relato
Freiya Bernárdez
Pablo Álvarez
Priscila Hernández
Poesía
Fotografía, collage
Álvaro Rodríguez Blasco
Lisa Palper
Relato
Collage
Carlos García Mera
Ana P. Requejo
Poesía
Fotografía
Álvaro Guijarro
Adrián Pons
Poesía, fotografía
Relato, apunte
Clara Harguindey
Miguel Sáez Martín
Fotografía
Collage
Community Manager
Portada y contraportada: Ana P. Requejo Isotipo: Melanie Benyahya Logotipo: Marjan Roshan
BÚSQUEDA Octubre 2016
Fotografía: Priscila Hernández
BÚSQUEDA
«Un hombre no es otra cosa que lo que hace de sí mismo», Jean-Paul Sartre.
Cada día nos despertamos, desayunamos, nos vestimos y salimos al mundo real, para aventurarnos en la rutina. O tal vez no. Tal vez nos quedemos en casa, sin asearnos siquiera, y nuestro día pase como si nada: ajeno a la realidad de ahí fuera. Lo cierto es que existe un circuito subterráneo de conexiones imperceptibles entre los mal llamados adentros y todo lo demás. Cada cosa que nos rodea, aporta un sentido personal e intransferible a nuestras vidas. Esas cosas -que responden al nombre de formas- median entre lo que creemos que somos y lo que creen de nosotros los demás. Por eso, lo que hagamos es lo de menos; lo importante es el porqué, el porqué de las formas. ¿Qué nos lleva a lanzarnos al exterior? ¿Qué nos aterra, qué nos paraliza y qué nos fuerza a encerrarnos? ¿Es, acaso, necesario buscar un sentido vital? ¿Es obligatorio buscar la redención siempre que descubramos en qué hemos errado? ¿Qué queremos hacer con nuestra vida? ¿Estamos viviendo todo lo bien que deberíamos? ¿Deberíamos? ¿Hacemos cosas para ser mejores y aprender o huimos, llenando nuestras cabezas de cosas inútiles para no pensar en lo que realmente nos obsesiona? Puede parecer estúpido pensar algo así, pero siempre que llegamos a una meta, aparecen otras nuevas para recordarnos que vivimos en la más absoluta carencia. Mientras tanto, salimos al encuentro de algo, que parece estar esperándonos para tener simple y mero cuerpo o forma; al encuentro de-lo-que-sea. Cuanto más sepamos, más conscientes seremos de todo lo que aún ignoramos e ignoraremos, tal vez, para siempre. ¿Es la búsqueda del sentido vital una batalla perdida, infinita, eterna? No lo sabemos, y tampoco sabemos si la búsqueda propia es válida o acertada, pero no queda otra: el no saber significa que es necesario seguir buscando.
ESTO ES (CASI) TODO
«El amor no puede ser si solo estás tú y tú solo eres lo que piensas». El hombre que se enamoró de la luna, Tom Spanbauer
a lo de bob dylan,
Hubo una época en la que podía escucharla horas y horas sin hacer otra cosa. Ahora se me aparece, casi sin darme cuenta. Me dice que mantiene su reinado intacto, que la atraiga hacia mí para poder encontrarnos de nuevo, y me siento invitada a recordar. Es una canción, a todas luces, imposible impensable. Recuerdo que, al deambular por sus palabras, me invadía una certeza. Ahora que las tengo en la boca soy capaz de imprimir su grafía en mi garganta, para que, quien quiera, no ya conocer, sino saber algo sobre algunas cosas del mundo, tenga que asomarse para poder tirar a la vez del mismo hilo, como si se tratase de un conjuro. A veces creía que la melodía se transformaba en un cuerpo habitable o en una cabaña dentro de un bosque, y que me abandonaba a mi suerte o me encerraba en ella para siempre. El mapa que me conducía hasta ella era muy difícil de encontrar. Solo lo intuía en sueños, y no siempre, porque dormir es proponer, no exigir, ni tener. Antes solía percibirla entre la gente, en el humo del tren o en una calle en la que no había nadie, y me quedaba paralizada, pendiente de las primeras notas. Estas también salían con especial fiereza cuando apretaba demasiado el bolígrafo contra el papel en blanco, o cuando me sentaba en un banco a mirar cómo caminan las personas o de qué hablan. Lo cierto es que, al sentirme tararear su secreto, regresaban rápidamente al origen, a un sitio que no conozco y que, como
he dicho cuando hablaba del mapa, es muy difícil de encontrar. Y me han preguntado, no diré que no, de forma reiterada por el nombre del autor, la fecha y el título del álbum. Suelo contestar que no, que no soy capaz de recordar, que tan poco es tan importante (aunque no sea así, naturalmente). Los héroes en las canciones –o en cualquier relato– evocan su melodía en soledad, lo quieran o no. Su batalla, que no es en realidad tal, es la búsqueda de un camino propio o el encuentro con su canción.
Relato: a.t.
(el arte de la caligrafía: mirarse a uno así, un todo mirarse)
INSTANTE
Estoy disuelto, el cuerpo piensa, cuadrado es el hada de mi fábula en temblor cuando la orquesta ríe embarazando el escaparate innato de mi afecto, y no es complejo: blanco sí, negro sí, y dos el terreno de mi hondura.
Fotografía y poesía: Álvaro Guijarro
Hace segundos que no lloro en los trapecios, vasto sueño ígneo con grietas al confín tan pacífico como el silencio nuevo, tan avaro que dudas nunca son las causas de mi flexo azul, y no he llorado, ya que mis lágrimas existen por salvarme, y que toda harta presunción descanse en los anillos de un planeta con animales en mudo flotar, gestos que sinteticen la existencia, vocabulario rasgado por diamantes o mi alfabeto aprese al sentir de la nostalgia viva, ya atleta de otras lágrimas y no tan a favor de la constancia sin concepto del fin. Hogar, y muebles con altares insinúan mi paso por las páginas en el principio de las flores, que hoy inflo desde un tren con carisma de pájaro rumiante y lúcidos enseres modulares, hinchados en el albor de mi mente para reunir su excelencia escondida y parecer un hombre más, una sombra más provocada por la luz tras el virus del manzano mortal.
LA BÚSQUEDA
Tan solo busco, sin tener idea de dónde, cómo ni cuándo. Solo busco, sin saber en qué kilómetro del camino se encuentra, qué lo rodea ni qué lugares frecuenta. Ignoro si debo hacerlo entre pares o impares, entre sueños o recuerdos; bajo la luz o sobre las tinieblas, a ras de suelo o a la altura de las cimas. Tampoco sé a qué nombre responde o a cuál de los tantos no lo va a hacer. Desconozco su silueta, su fragancia y su manera de andar. Cómo me alejo o cómo me acerco. Qué considera felicidad y qué tristeza. No sé si ya ha nacido o lo hará. No tengo ni idea de si debe dar forma a una respuesta física, metafórica o espiritual. Ni si quiera sé si la búsqueda comienza por fuera o por dentro de mi piel. Tan solo busco y busco… Sin recordar ya el qué…Pero seguro de que, cuando
Relato: Adrián Pons
lo encuentre, lo reconoceré de inmediato.
Collage: Lisa Palper
Collage: Priscila Hernรกmdez
¿QUÉ BÚSQUEDA?
Este texto no tendrá un final alentador, siento romper con «el final»… Estamos todos enfermos, amigos y amigas, de una enfermedad que no tiene nombre, pues no podemos comprender quién, ni de qué forma la puso en nosotros. Esta enfermedad nos acompaña desde que somos muy pequeños. Es difícil imaginar el momento, una escena donde esta desdicha podría haber aparecido; sería en una de nuestras noches de infancia. Nos dejaban en la cuna, las luces se apagaban y nos quedábamos solos, solos como nunca nos encontraremos de nuevo en la vida. Este sentimiento límite, que nadie puede quitar a otro, nos dejará una huella, una impronta que nos hará buscar formas de realizarnos en los más altos niveles o de las formas más obscenas. Somos capaces de ingenios totalmente increíbles, y aun así, cuando llegamos a nuestro límite personal, aparece ese fondo del armario, oscuro y abstracto, que parece esconder un mensaje de atrás que, a veces, parece decir, simplemente, ¡vamos, date prisa! Y, como si fuésemos resortes, salimos disparados en otra dirección esperando acallar esa parte. El amor… El amor es una de las pocas luces que iluminará cuando la noche interior aúlle (todos los tipos de amor; a veces, no es necesario más que una chispa para devolvernos las fuerzas para seguir). Cuando nos encontramos ante el siguiente paso, pensar en quién nos preguntara, qué buscaremos, a veces, el reflejo del espejo nos devuelve una caricatura ofensiva. Nos despedazamos y necesitamos de ese amor, de ese recuerdo de la llama para recomponer la imagen que nunca estuvo rota, pero que, por falta de luz, nos hacía vernos rotos. Cuando el límite se rompe, cuando nos vemos capaces de cosas inimaginables, se lucha la oscuridad. Cuando buscamos consuelo o cuando damos paz a otro niño insomne, luchamos contra esa oscuridad. Cuanto más ayudemos, más
conscientes seremos, de un lado y del otro, y estaremos en la puerta de la habitación alerta de nosotros mismos. Nuestra luz visible se irá apagando, también la que dejemos en otros, y así sucesivamente; será como volver a aprender a andar. Nadie nos ayudará a cruzar el umbral de lo que no está dividido, y solo nosotros, cada uno de nosotros podrá entender en su forma su noche del alma. Como dijo un loco sin dios, «para renacer, primero, hay que convertirse en cenizas»; hay que creer que ya no hay fuego para que la oscuridad sea, de nuevo, sombra. Así una y otra vez. No hay consuelo; cualquier intento de eludirlo será otro modo de echarlo hacia un lado, hasta que vuelva a nosotros en otra forma, en otra ocasión. Si todo tenía sentido desde el principio ¿qué ocurre cuando entendemos que puede que sea todo un autoengaño? Y no hablo de cuestiones metafísicas, sino de la propia experiencia de cada persona al dar el trago amargo del mensaje de la vida: «Llegarás a tus cenizas».
Relato: Álvaro Rodríguez Blasco
Estás jodido/a. Es lo único que tienes seguro. Se van deshaciendo lazos que nos hacen olvidar cómo la vida de los otros era tan nuestra como lo es para ellos la nuestra, y, aun así, no podemos. Si versiones más ancianas de nosotros se acercaran a hablarnos, podrían ayudarnos en cuestiones emocionales, pero si les preguntáramos «¿sabéis ya qué estamos buscando?», cada uno daría su propia versión. Puede que se vayan puliendo las necesidades y elevando los deseos con una nueva forma de interpretar su visión de esa sombra acechante. No hay final, no hay frase que unifique el significado; hay que seguir buscando, hay que seguir intentando por todos los medios. Que la oscuridad es sombra… Que la oscuridad es solo sombra.
Collage: Miguel SĂĄez MartĂn
El casting.
RAMALLAH O EN BÚSQUEDA DEL MIEDO «¿Pueden así quemarse los frutos y las mieses, en tiempo de cosecha?» Fadwa Tuqan
Recuerdo la tarde en que llegaron; la casa tenía un pulso diferente, el silencio de las cosas que la habitan. Una voz hiriente recorrió el pasillo y se instaló en el centro de mi cuerpo. Mis hijos, que jugaban en el patio –¿qué sería de ellos?–, atravesaron temblando este dolor y escondieron su ahogado llanto detrás de mí. La voz se hizo carne: era un muchacho, pero residía en él un negro abismo. Tan pronto cayó la puerta, nos vimos rodeados por fusiles que apuntaban hacia nosotros –las cabezas de mis hijos– ¿Por qué? ¿Cuál fue la razón? Registraron cajones, maletas, Poesía: Carlos García Mera
armarios en busca de un vacío inmenso. Da lo mismo qué rompieron, qué se llevaron... Dejaron el miedo para siempre en esta casa.
LA REDENCIÓN DE LOS COBARDES
Son las 7:57; aún no ha amanecido y, muy a mi pesar, me encuentro en el tren correcto, en la dirección correcta: hacia mi futuro. Empezar un proyecto, o en un trabajo nuevo, siempre me produce ansiedad. Sobre todo, cuando el último se fue a la mierda por pura negligencia. Ayer estaba aterrado. Siempre pienso que lo más difícil es empezar, pero ese no es mi caso. Empiezo a funcionar poco a poco y voy cogiendo carrerilla, avanzando cada vez a pasos más grandes, forzándome a averiguar si lo que me había paralizado era algún tipo estúpido de miedo y a superarlo. Cuando comienzo a hacer las cosas bien, me obligo a ser optimista por encima de todo. Y me desdoblo en un alter ego hipomaníaco que se acaba derrumbando porque no termina de asimilar que lo que está haciendo es, en verdad, bueno. Repito eslóganes caseros como un mantra hasta que me hacen callo en el cerebro. Method beats chaos. Soy un robot propulsado por cafeína echando humo cada cinco minutos que tengo de descanso, pero, en realidad, hago todo esto en contra de mi voluntad. Paso de dormir tres horas de media, y que ni siquiera me importe, porque tengo cosas que hacer, a no salir de la cama en días y quedarme acurrucado, lamiéndome unas heridas que ni siquiera existen, que son solo quistes de un cansancio no asimilado. Por mucho que sea lo correcto, por mucho que me diga que todo lo que hago me dará algún día la libertad, lo único que deseo es que alguien se apiade de mí y, meciéndome en sus brazos, diga «No es un vago, no es un
Reato: Kate Shogun
mal chico. Sólo necesita cariño y apoyo para empezar a caminar él solo».
Collage: Lisa Palper FotografĂa: Ana P. Requejo
Tan solo el sentimiento que recorre tu cuerpo cuando llegas es capaz de
Fotografía: Clara Harguindey, Apunte: Adrián Pons
aclararte si esa era tu búsqueda.
BUSCAS UNHA FERIDA NUN VAL1
Buscas unha ferida nun val E non aprecias A gran ferida das montañas Nin o sangue En que te ves a ti mesmo
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Poesía: Pablo Álvarez
1
BUSCAS UNA HERIDA EN UN VALLE: Buscas una herida en un valle/ Y no
aprecias/ La gran herida de las montañas/ Ni la sangre/ En que te ves a ti mismo.
TIFERETH A Vicente Huidobro
1 Lúcido como un tres de oros En el azúcar de la vida Cuando las nubes se cierran Para adorar a la infancia Cuyo corazón se abre como un pescado Volando lejos de aquí La luna de oro El caos violeta La muerte en la sonrisa Dibujando una hinchazón de melodías Nada como aburrirse Fraternalmente De cara a la belleza Y al pan de los otros Esto me recuerda a ayer Cuando vine del mañana Para ilusionar el ahora Mi desvelo Duerme en el continente de tus ojos
2 Edificios como sombras Se tumban entre vidrios En el tiempo de la aurora (Ya la noche es un mendigo) Con alma de transeúnte En el telar de la distancia Tirada por niños de cometa Tu espera es mi memoria Mi razón tu eternidad No me dejan preguntar Por qué (Ya la noche se salva sola) Sin más vida que la luz Es que soy tu espera Cuando yo ya no
Fotografía: y poesía: Álvaro Guijarro
3 Mi máscara es de adobe Mi puerta es la sensible Los jardineros descansan en lo alto del mundo Cuando el amante aparece Con su corazón de tijera Dos cuerpos se columpian A través de los océanos Un trozo de película se deshace En la tripa del panal El pan entra en las bocas Como la lluvia en mi bolsillo Una nieve declina los vértigos Mi vida es una imagen Mi caída es imposible
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Fotografía y poesía: Álvaro Guijarro
Debajo del reloj Una mujer se abre En ascendencia Dan las doce Son los árboles El recuerdo se hunde Bestias blancas Charcos de miel (Vuelven huyendo) Bajo su mandato El amor crece como un adulto Los muertos cambian sus pálidas bocas por terrazas El dolor no vive en las rocas Bajo su tesoro Entre las nubes Una promesa dibuja El viejo futuro
Š Pineal Magazine. Madrid, octubre 2016. pinealmagazine@gmail.com ISSN 2530-1519