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4.1 Calles y cuadras
CAPÍTULO 4
HISTORIAL DE LA NOMENCLATURA URBANA
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4.1 CALLES Y CUADRAS
El plano de Lima desde su fundación estuvo integrado por sus islas o cuadras (por ser cuadradas), divididas por sus calles trazadas rectamente “a manera de los casilleros del ajedrez”. Mas, desde tiempo también remoto, se comenzó a utilizar, impropiamente, el vocablo ‘cuadra’ para señalar la extensión de calle comprendida de esquina a esquina, con lo que cada isla o manzana tuvo cuatro cuadras cada una con su propio nombre. ‘Calle’, igualmente desde lejana data, vino a ser una determinada sucesión de cuadras o de calles en línea recta. El término limeño ‘cuadra’ lo define y analiza certeramente Pedro Paz Soldán y Unanue (Juan de Arona) en su Diccionario de peruanismos. Dice que el Padre Terreros en su Diccionario castellano, del siglo XVIII, afirma que ‘cuadra’ llaman en el Perú a cualquiera longitud de una calle; que Salva, en el suyo, expresa que ‘cuadra’ es un provincialismo de Cuba, con que se define al frente que ocupa una manzana de casas; y que Pichardo, en su Diccionario provincial de voces cubanas, manifiesta que ‘cuadra’ es “la expresión de la calle de esquina a esquina comprendiendo una y otra acera”. Agrega Paz Soldán que todas estas definiciones son buenas, y muy prudente la de Terreros, porque si una cuadra de la ciudad de Lima tiene por lo general una longitud de cien metros, a veces sueldan las dos manzanas que la constituyen y empalmando una cuadra con otra hacen una cuadra doble, que no por eso dejar de llamarse simplemente una cuadra; de la misma manera que cuando solo hace a una media manzana, “cada una de éstas cuadras lleva su nombre propio de calle, habiendo por consiguiente tantos nombres de calles cuantas cuadras hay en la ciudad de Lima”. Como ejemplos del uso de tal vocablo, Paz Soldán cita estos versos suyos:
Andarse hasta diez cuadras en verano para oír; el señor salió temprano.
A media cuadra de Melchormalo y frente al Banco, ¡pues! del Perú, se hallaron Lucas y D. Gonzalo y así empezaron a tú por tú.
Las primeras nominaciones que se hallan para señalar calles son las de ‘calle real’ y ‘calle derecha’. Aunque se encuentra el caso de que la actual calle del Correo y las que le subseguían se denominaban calle real, lo exacto es que calles reales eran todas las de la ciudad, por su carácter y uso público, o sea porque se suponían de propiedad del Estado representado en ese entonces por el patrimonio de los reyes. También se utilizó el término ‘calle derecha’ para designar a varias de ellas; y ‘carrera’, a otra sucesión de las mismas. La primitiva clasificación genérica de calles es la que las diferenció en ‘calles rectas’ y ‘calles traviesas’ o ‘de travesía’. Las primeras eran situadas de oriente a poniente de la población, o sea a lo largo de ella; y las segundas, entre norte y sur, a lo ancho, aquellas por donde corrían las acequias provenientes del río y discursivas por el plano inclinado que terminaba a las orillas del mar. Ya a principios del siglo XVII se hace una distinción de ‘cuadras’ y de ‘calles’. Cuadras son en general todas las de la ciudad, con su nominativo individual; y calles un conjunto de estas, en orden sucesivo, que toman su nombre por correspondiente a un lugar o a un edificio público caracterizado. Así, vemos que en 1613 había las siguientes calles:
1. Calle del Cercado. La que se extendía desde la puerta principal del pueblo de Santiago del Cercado hasta la Plaza de Santa Ana, que comprendía a su vez las Calles Primera, Segunda y Tercera del
Cercado.
2. Calle de las Descalzas. Desde la esquina del Monasterio de las
Descalzas de San José, en la Plaza de Santa Ana, hasta la Plazuela del Santo Oficio o de la Inquisición.
3. Calle de Santa Clara. Desde la Plazuela de Santa Clara hasta la calle donde estaba el Colegio Real.
4. Calle de San Andrés. Desde la Plaza de Santa Ana hasta la calle que hoy se llama “de Presa”.
5. Calle de San Agustín. Desde la puerta principal del Convento de
San Agustín hasta la calle de San Sebastián.
6. Calle desde el Puente hasta la Iglesia de San Lázaro (después jirón Trujillo)
Hacia el siglo XVIII las calles, como se dijo ya, adquieren sus nombres particulares, nombres de improvisación popular que las ordenanzas municipales aceptan y fijan oficialmente. Eguiguren apunta que los nombres de las calles habían sido grabados desde el siglo XVII en azulejos, los que fueron después cubiertos por el blanqueo y pintura de las paredes, de lo cual se quejaba en 1807 el comisario D. Juan José Arismendi al hacer el padrón del barrio de Santa Ana. Que el virrey Caballero de Croix, que gobernó el Perú entre los años 1784 a 1790, hizo numerar todas las casas y puertas, poner en el frontis de ellas el número respectivo pintado en un azulejo y colocar en las esquinas una loza con el nombre antiguo de cada calle que se pudo descubrir con exactitud en los archivos de los escribanos. Que en 1785 se dio una instrucción para que a costa del vecindario se repusieran los números que faltaban en las fincas, y que el alcalde D. Francisco de Medina dijo en 1813: “Con motivo de ser muy pocas las casas que tienen numeración, no se ha podido formar el padrón bajo ese orden y ha sido necesario, para más claridad, formarlo por calles aplicando las que no tienen nombre conocido a uno de los sujetos más visibles que viven en ellas”. Que por los mismos fines del siglo XVIII, D. José María Egaña, teniente de policía nombrado por el visitador Escobedo, numeró todas las casas y puertas, y puso en el frente de ellas el número respectivo pintado en un azulejo. Y que al comenzar la era republicana las casas tenían números correlativos, con lo que se lograba saber cuántas tenía la ciudad. En 1861, como se ha expuesto anteriormente, se cambió la nomenclatura antigua adoptándose la de nominativos nacionales por series continuadas de calles o ‘jirones’. Nadie había definido hasta ahora el significado de primitivo vocablo nuestro de ‘jirón’. Si se mira un plano de la ciudad, se halla que entre el denso núcleo que forman las manzanas están unos espacios angostos, las calles, que aparecen a manera de los jirones o estrechas fajas o listas que se cortan a las telas. Las calles de la ciudad tomaron primero los nombres que correspondían a sus vecinos más conspicuos y notorios y los que tenían los edificios públicos, particularmente religiosos, ubicados en ellas. También dieron nominativos las artesanías concentradas en las mismas, así como otras