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La invasión bacteriana

Pizarro, el Rey de la Baraja

La primera experiencia de Fernández de Córdoba, en la que estuvo Pizarro, lo llevó a Italia en 1495, en defensa del rey de Nápoles, Don Fadrique, ante las pretensiones de Carlos VIII de Francia. La segunda guerra, en ocasión del reparto de Nápoles entre Femando II de Aragón y Luis XII de Francia, concluyó en un enfrentamiento entre los dos países, pero en ambas obtuvo resonantes victorias, como la de Ceriñola

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Ylo más trascendente fue que, al propio tiempo, constituyó un ejército moderno mediante sus dos sucesivas reformas militares. Creó el concepto de la División con dos coronelías, cuya estructura permitió en adelante el mando directo e inmediato del general y dio, en ella, un rol esencial a la infantería por su capacidad de maniobra, desdoblándola en piqueros y soldados de armas cortas, muy útiles para herir en el vientre. De ello se aprovecharía Pizarro cuando, al frente de veinticuatro soldados de a pie, «haciéndole calle, avanzó entre cuatro o cinco mil nativos» hasta las andas de Atahualpa, atacó a los cientos de cargadores en los brazos y en el vientre.

Por la disposición de sus tropas, a una escala muy limitada por el número, se reconstituyó en Cajamarca la reforma del Gran Capitán en la proporción de arcabuceros, piqueros, armas cortas y caballería. Pizarro, que fue siempre un hombre de infantería, en parte por su humilde origen, en tanto que Hernando, el hijo legítimo, era capitán de caballería, aplicó el «escalonamiento en profundidad» de Fernández de Córdoba, con su disposición de tropas en la plaza cerrada de Cajamarca. En ella actuó primero la infantería, luego los dos cañones o»falconetes»de Candía, después la carga de tres secciones de caballería y finalmente la infantería otra vez, cerrando las salidas. Esta fue la ciencia militar de su tiempo que condujo, en 1534, a la constitución del «tercio español», el gran aporte de organización bélica del Imperio de Carlos V, como lo fueron la falange griega o la legión romana. Pero recordemos otra vez que, en la conquista, toda esa ciencia poco podría haber significado sin el escenario general construido y preparado por las decisiones políticas de Pizarro.

Antes de sus expediciones al Perú, Pizarro fue minero, dueño de la encomienda de la isla de Taboga, cazador de esclavos indígenas en las tierras de Veragua y de la actual Nicaragua, trabando desde allí alianzas políticas que le permitieron llegar al Perú con una abundante dotación de indios guatemalas y nicaraguas. Fueron cientos de estos y luego miles los que le servirían como una base firme para su legitimidad

Alan García Perez personal. Una especie de guardia pretoriana de Roma o guardia imperial francesa.

Pizarro, por su decisión y constancia, desarrolló una gran capacidad de persuasión y con esta pudo convencer a Alma-gro de trabajar junto a él cumpliendo el papel de subordinado y ganó la lealtad y la admiración de su tropa. Pizarro, siendo un profundo conocedor de la codicia y de la concupiscencia de sus acompañantes, pudo pensar como Maquiavelo que «los hombres son falsos y cambiantes y que son como niños que viven de sus fantasías». Este pesimismo social en la definición y en su conocimiento y manejo de los demás debió dar mayor fuerza a su constancia, a su frialdad para tomar decisiones y a su convicción para motivar a sus soldados.

Todos estos son elementos de la personalidad de Pizarro que explican muchas de las reglas políticas que estudiaremos: la constancia, la claridad en los objetivos para sí mismo y la presentación de los objetivos de manera confusa ante los demás; la búsqueda de la legitimidad legal, real y carismàtica y la construcción de un discurso motivador y cohesionante para sus tropas y aliados, el monopolio de la legitimidad para sí mismo y la construcción de un núcleo duro de personas de su confianza como centro de la élite y como fortaleza para sí mismo, lo cual derivará progresivamente en la construcción de una nueva legitimidad para el escenario creado. Además, reservar para sí la decisión y la ejecución dramática y teatralizada de los hechos que considerara trascendentales. También, su capacidad de estudio sistemático de la realidad identificando los puntos de equilibrio y promoviendo y multiplicando la confusión de los otros; adicionalmente el profundo estudio psicológico de los otros actores u oponentes y la acumulación de sus debilidades, impidiendo en todo momento la unión de los demás.

La técnica política de Pizarro también le exigió gúardar en todo momento elementos de negociación y además, ante los adversarios, practicar una paciencia y una serenidad imperturbables como imagen de fortaleza, tener como objetivo estratégico la captura de los centros de acopio y, finalmente, la habilidad de evadir la responsa- hilidad por los sucesos negativos, atribuyéndola a otros.

Todas estas son, como veremos, las reglas o elementos estructurales del comportamiento de Pizarro que analizaremos en los capítulos del texto.

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