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Los grupos humanos
Pizarro, el Rey de la Baraja lado a un «usurpador» sancionable que un Inca restituido.
Además, como anota el mismo Pedro Pizarro (25 v.), la unión de quiteños y huascaristas fue posible desde noviembre de 1532 aunque no se cumplió por cuanto después del «desbarate de los indios en Cajamarca, (el día de la captura) los que se escaparon fueron donde estaban los capitanes de Atahualpa que tenían preso a Guascar y les dieron la nueva de que Atahualpa era muerto por los cristianos (era una noticia falsa), por lo cual estos capitanes e indios estuvieron en gran confusión y no sabían qué hacer, porque habían tratado muy mal a Guascar en la prisión que le traían horadadas las islillas de los hombros y por ellas metidas unas sogas, y por esta causa no osaron soltarle y confederarse con él, que si no hubieran hecho esto con él lo hicieran».
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La vida de Chalcuchímac
Pizarro guardó además como elemento de negociación la vida de Chalcuchímac, que llegó a Cajamarca cumpliendo el llamado de Atahualpa, y pudo ser ejecutado junto con este como lo pedían los curacas costeños. Pero en palabras de Pizarro, según su secretario Francisco de Jerez, Chalcuchímac se convirtió en «la llave para el viaje al Cusco». Además, reteniendo e incomunicando a Chalcuchímac evitó la unión de los ejércitos de Jauja y del Cusco. Posteriormente, Chalcuchímac acompañó la comitiva de Francisco Pizarro hacia el sur, garantizando que ningún indígena pudiera atentar contra ellos, pues el jefe español sabía que era un viaje a través de desfiladeros al borde de abismos, en los que su tropa hubiera podido ser fácilmente diezmada mediante galgas o derrumbes, en un camino en el que ni la caballería ni la artillería podían desplegar su poder.
Además de la coronación del nuevo Inca, Túpac Huallpa le otorgó una seguridad adicional en el trayecto. Nunca se sabrá si en verdad fue Chalcuchímac quien ordenó su muerte o si esta fue causada por alguna de las nuevas enfermedades, pero en cualquiera de estos casos la muerte de Túpac Huallpa le permitió a Pizarro incriminar a Chalcuchímac, pues el nuevo Inca pertenecía a la panaca de Huáscar. Pero inmediatamente ofreció a Chalcuchímac nombrar como suce
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Alan García Perez sor a Taricoc, nacido en Quito y hermano más cercano de Atahualpa. Mas en la entrada del Cusco y después de dispersar a las tropas de Quisquis en Vilcaconga, la vida de Chalcuchímac dejó de ser útil y fue, por el contrario, su muerte la que se volvió necesaria. Por ello fue quemado a la vista de los enviados de Manco Inca, para que este confiara firmemente en Pizarro y le garantizara un ingreso triunfal a la ciudad del Cusco. Un detalle enaltecedor es que el jefe militar murió sin aceptar su conversión al cristianismo y afrontó el fuego invocando a Pachacamac, a diferencia de Atahualpa al que había servido y por el que había dado la vida quien, usurpador como fue, desvalijó su reino y abandonó a su padre el Sol para salvar su vida, sin lograrlo. Chalcuchímac, jefe del ejército del centro, es el más grande personaje indígena de esos años. Capturó y guardó el centro del Perú para Atahualpa y con él, el granero del Mantaro, su mayor despensa. Fue el más leal entre todos pues, a diferencia de Rumiñahui y de Quisquis, permaneció en el campo. Obediente a Atahualpa, se entregó voluntariamente a Hernando Pizarro en Jauja y es probable que lo hiciera para acercarse a su jefe en Cajamarca y organizar algún plan. Pero allí, Atahualpa participó en las torturas a las que fue sometido y por las que perdió el movimiento de las piernas. Tras la muerte de su jefe, desplegó una nueva estrategia, la guerra en la cordillera, a la que no respondieron los caciques ni las tropas quiteñas en retirada. Es muy factible que ordenara la eliminación del primer Inca títere, Túpac Huaripa, y esperó con seguridad pero infructuosamente una reacción colectiva en los cinco meses en los que fue prisionero. Su muerte, invocando a Pachacamac, es la voz más auténtica del Perú de entonces.
El poder para Manco Inca
En cuarto lugar, Pizarro guardó con Manco Inca un elemento fundamental de negociación. Le ofreció restablecer a través de él la legitimidad del Hanan Cusco. Así, este sector o Cusco inferior tuvo las manos libres para su venganza contra los orejones atahualpistas que todavía residían en la ciudad. Al ofrecer a Manco Inca una legitimidad subordinada, se comprueba que uno de los objetivos de Pizarro era superponer a la estructura indígena una legitimidad española racial, tecnológica y religiosamente diferente, pero mante