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Capítulo VII: Séptima regla Estudió sistemáticamente la realidad física y social

Pizarro, el Rey de la Baraja riormente, con sus tropas en retroceso hacia el Cusco, la batalla de Cotabambas, hasta que en un último esfuerzo se enfrentó a Quisquís en Chotacaxas, donde fue tomado prisionero.

Por su parte, antes de su captura, entre julio y noviembre de 1532 y luego de ella, hasta agosto de 1533, en que fue ejecutado, Atahualpa impulsó las tropas de Chalcuchímac y Quisquís en el centro y sur del país para solucionar primero el problema de la legitimidad con su hermano y -eliminado ese peligro principal- después hacer frente a los extranjeros. Durante los ocho meses del cautiverio de Atahualpa, el conflicto en el sur continuó y solo culminó cuando ordenó la eliminación de su rival, hecho dramático que, sin embargo, tenía múltiples precedentes por cuanto, como hemos señalado, solo en la toma del Cusco por Quisquís, dicen las crónicas que se mató más de doscientos hijos de Huayna Cápac y ochenta y tres hijos de Huáscar, habiendo logrado fugar Paullu y Manco Inca.

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De todo esto fue consciente Pizarro, porque en esas ocho batallas producidas antes y después de su llegada puede calcularse en trescientos mil los muertos en ambos ejércitos indígenas. Cieza cifra en treinticinco mil muertos las bajas en la batalla de Coxabamba y en quince mil las de Ambato. Pero a ello deben agregarse las víctimas en la debelación de insurrecciones como las de Tumbes, Caxas, y las de los cañaris, jaujas, chachapoyas, etc. Todo ello muestra una alta proporción de combatientes caídos, pero también una gran reducción de la población masculina en edad de combatir en todo el territorio. Así se explica el desorden agrario y la gran hambruna existente a consecuencia de ese desorden. Si a ello se suma la silenciosa pero eficaz acción de la vanguardia bacteriana, que las crónicas no recogen, pues solo afectaba a los indígenas y que por el movimiento de los ejércitos debió difundirse activamente asolando todo el país, el debilitamiento económico y humano del Perú de entonces permitió a Pizarro cumplir la ya citada indicación de Maquiavelo: «la mejor forma de conquistar un reino es arruinándolo».

Alan García Perez

IX NOVENA REGLA

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