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5. La oposición en el Cuzco

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Abreviaturas

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5. La oposición en el Cuzco

El recién nacido colegio de San Borja fue objeto de una protesta general de los vecinos y encomenderos que se oponían tajantemente a su fundación. Si bien el colegio de Lima tenía el apoyo del arzobispo, enardecido extirpador, y hubo una alianza tácita entre el Virrey, el arzobispo y la Compañía; en el Cuzco no fue lo mismo. Los vecinos encargaron su defensa al entonces joven abogado Antonio de Cartagena, que representó sus agravios ante la Audiencia (doc. 3 en anexo). Consideraban que no había ninguna necesidad de un colegio para los caciques en el distrito, puesto que los curacas eran todos buenos cristianos y los curas todos buenos «lenguas», por ser nativos. Por otra parte, sacar dinero de las cajas de comunidad era condenarlos a una tragedia: «y demas de que [los indios] han de padecer muchos trabajos en pagar sus tassas, los caciques los han de aprisionar y los corregidores oprimir a lo que no pueden, con que moriran ellos y los vezinos todos de hambre y desventura [...]». (doc. 3 en anexo) En esta carta los encomenderos disimulan sus propias motivaciones tras una defensa de los indios, poco acostumbrada de su parte. Usando en extremo la lítote, afirman que «si de todo esto fuera informado su Majestad y su Virrey primero aplicara para esto de su Real caja» y de otra parte que quitara este socorro y bien a los indios, lo que viene a acusar al Rey y a su representante de no cumplir con su deber de protección de los indios. Añaden, con toda razón, y «demás que el bien que en este caso se hiziere a los indios sera de su propia hazienda que no esta obligada a semejantes ministerios». Pero se olvidan de aludir a la realidad de sus propios intereses, que consistían en guardar el control de las cajas. A sus voces se sumaban las del obispo y del cabildo eclesiástico, que también protestaban contra la fundación del colegio de caciques en una casa cercana a la iglesia catedral, trayendo a colación que «es notable indecencia que este collegio esté tan cerca desta yglesia, porque las voces que dan jugando todo el día y pedradas que tiran se oyen tan claramente en el altar que divierten al Preste» (doc. 4 en anexo). Se quejaban de que los jesuitas fueron ayudados por el corregidor contra su aviso, y también pretendían defender los intereses de los indios arguyendo que por cuatro hijos de caciques se perjudicaba a todos. El cabildo eclesiástico, como los encomenderos, disimulaba en esta protesta sus propios intereses y motivaciones, que por una parte eran los mismos, y por otra no eran totalmente ajenas a las rivalidades entre clero secular y regular sobre la cuestión de los diezmos (Duviols, 1971; Lavallé, 1978). El obispo Pérez de Grado y su cabildo no apreciaban la presencia de los jesuitas en su distrito y pedían radicalmente la supresión del colegio de San Borja. Los padres habían recibido del príncipe de Esquilache la doctrina de Andahuaylas «la chica» en

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