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10. La salud
suponer que no fue el primero en hacerlo: la vida de Gerónimo de Limaylla, por ejemplo, revela que no se quedó mucho tiempo y lo más verosímil es que se haya escapado para irse a México. Una serie de colegiales apellidados Flores llama la atención y confirma la poca estabilidad del alumnado: dos hermanos, Dionisio y Pablo, salieron el 13 de julio de 1718 (no sabemos cuándo entraron) y volvieron los dos después de una ausencia de tres años. Pablo volvió a salir en 1722 y entonces se le pierde la pista a Dionisio. Otros dos hermanos Flores muestran la misma inestabilidad, no se sabe si son de la misma familia: Lorenzo, entró en mayo de 1721 y salió «a su tierra» el 21 de octubre. José, su hermano, entrado el 15 de agosto de 1723, se fue a curar el 15 de octubre. Volvieron los dos hermanos juntos el 6 de agosto de 1724, pero el 25 de octubre del mismo año los dos se fueron otra vez y el 2 de julio de 1725 volvió José para irse de nuevo el 20 de noviembre. Para resumir este último caso, que dista mucho de ser único, entre 1721 y 1725, uno se quedó en total 7 meses 25 días y el otro 9 meses 7 días. Ambos suman 17 meses 2 días de estancia en un plazo de cuatro años. Complicadísimo sería el ajuste de cuentas con las cajas de censos y dado el poco rigor con que se llevó el libro de las entradas, se entienden las reticencias de los jueces para pagar. Cuando la administración borbónica se hizo más apremiante, por los años sesenta, el juez de la caja de censos fue a visitar el colegio de caciques y declaró en su relación no haber visto a ningún colegial de los matriculados (BNP: ms. c1167, fol. 60).
10. La salud10 El principal motivo que se da a tantas ausencias —cuando se da— es la salud. En el caso de los hermanos Flores, no siempre se da el motivo pero, cuando es el caso, el que se da es: «se fue a curar a su tierra» y corresponde al final del invierno costeño. Vemos además que los plazos de su estancia en Lima son cortos (cinco meses a lo más) y que corresponden a la estación invernal. Siempre salen a su tierra a fines de octubre. Pero muchas veces vuelven también en pleno invierno limeño. No se puede descartar que otros motivos que la salud expliquen estas ausencias repetidas en octubre: tal vez la fiesta de su pueblo11. En cuanto al alumnado global, las fechas de salida son muy variadas: unos enferman en invierno y otros en verano. Otro ejemplo, también revelador, es el de Ignacio Songo, que entra en julio de 1725, sale a curarse en diciembre, vuelve en enero de 1726, sale otra vez a curarse al año siguiente, en abril, para volver a principios de marzo del año 1728. Pero en abril de 1729 otra vez sale a curarse, vuelve en
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10 Véanse sobre el tema de la medicina en el periodo colonial: Arias (1972) y Lastre (1956). 11 Agradezco a Scarlett O’Phelan esta sugerencia.
La educación de las elites indígenas en el Perú colonial
agosto y en noviembre sale a curar a su madre, enferma él también en aquella ocasión, y vuelve en febrero de 1731. En el espacio de seis años este colegial enfermó gravemente por lo menos cuatro veces, saliendo a curarse en verano. «Los meses de febrero y março y abril ay muchos calores en esta ciudad de los Reyes y en razon de esto y de comer mucha fruta los indios serranos enferman y mueren como se me ha dado aviso». (Lisson, 1946, IV: 459) Tanto el excesivo calor del verano como la humedad sin lluvia del invierno limeño parecen haberles sido fatales. Ahora bien, recordemos que normalmente los estatutos de los colegios prohiben que los alumnos salgan del colegio sin permiso del gobierno. También se estableció que tenían que ser curados en el colegio con gastos de médico y farmacia propios. Los jesuitas poseían chacras* en la sierra, donde podían mandar a los enfermos a curarse o a convalecer, pero se presenta el caso solo una vez en 1732 (Inca: 816). El cambio de altura siempre fue nocivo para los indios y los incas lo sabían, que nunca desplazaban las poblaciones sin respetar las condiciones climáticas de su lugar de origen. El arzobispo Loayza en 1572, en una carta al Rey sobre el hospital de indios afirma que: «no solo es charidad lo que se haze sino tambien deuda y de ordinario por los muchos que vienen y hazen venir a trabajar en esta ciudad ay a la continua ochenta enffermos arriba». (Lisson, 1943, II: 617) Cuando el virrey Toledo dio provisión para fundar dos colegios de caciques en 1578, distinguió a los serranos de los de los llanos. Volvería sobre esta decisión a último momento por falta de tiempo y para asegurar la fundación del colegio de Lima, sin más consideraciones sobre los riesgos de enfermedad y de muerte. Consultado sobre la fundación de la Universidad, el obispo Lartaun no aconsejaba que fuese en Lima por: «La gran destemplança de calor que tiene el sitio donde la ciudad de Lima esta fundada y toda su comarca, por cuya causa todos los que biven en ella, viven con flaqueza de espiritu y sin aquella bivez que es [roto] para bien estudiar, lo otro que es tierra muy enferma que en breve tiempo casi se renueva toda la gente de tantos como fallecen, y especialmente para con los que de la sierra an de venir y bajarse al estudio que pocos escapan de los que desta manera vienen de la sierra, quienes el año primero no pasen su peligro, o mueran [...]». (AGI, Lima: 305) Además de la presunta «flaqueza de espíritu» que el clima cálido produciría según teorías muy compartidas en la época12, el obispo insiste en la mortalidad
12 El virrey Martín Henriquez retoma las mismas consideraciones en 1583 (Eguiguren, 1939: 359).
que amenaza a los jóvenes. Son bastantes las advertencias en este sentido, hasta plasmarse en la provisión de 1619 del Príncipe de Esquilache: «[...]Y que porque si se trajesen al colegio de esta ciudad los hijos de los caciques, segundas personas del distrito y comarca del Cuzco, Charcas y Quito, lo sentirian mucho ellos por la gran distancia que hay y riesgo que tendria su salud por ser el temple contrario [...]». (AGI, Lima: 305) El Virrey retoma entonces las disposiciones de Toledo que había previsto lugares distintos para cada obispado, reduciéndolos en un principio a dos: uno para los serranos en el Cuzco y otro en la costa en Lima por las mismas razones. Pero la geografia de los obispados hacía que el de Lima contara con tantos serranos como costeños. Los indios temían el cambio de altura, incluso el de la puna para ciertos serranos como el cacique Hernando Hacas Poma que murió con otro «de los trauajos que auian padeçido en dos meses que abian estado en la carçel presos y auer pasado por la puna estaban tan achacosos» (Duviols, 2003: 535). El hecho de bajar a la costa además de representar una gran diferencia de altura y la inversión de las estaciones, ponía a los serranos en contacto con microbios y enfermedades a los que no estaban acostumbrados, puesto que la población europea y africana era allí mucho más densa. La tuberculosis, el sarampión, el tifus y otras dolencias los tomaban desprevenidos. En cambio, los colegiales de San Borja en el Cuzco no conocían un cambio de altura tan importante. Tenemos pocos documentos relativos a la salud de los colegiales del Príncipe en el siglo XVII. Sin embargo, en los procesos de Cajatambo, el mismo don Juan de Mendoza que había sido acusado de practicar ritos para que su hijo don Alonso salga buen letrado y herede el cacicazgo, también lo fue de curar, en otras ocasiones, «con supersticiones al dicho su hijo» porque lo había traido muy enfermo de la ciudad (Duviols, 2003: 384). Las constituciones del colegio de caciques preveían que los jóvenes debían ser tratados como nobles y que, por tanto, se debían curar en el colegio y no en el hospital de Santa Ana, reservado a los indios del común de Lima. Para ello un médico recibía un salario regular de 130 pesos que tenía en cuenta su desplazamiento desde Lima. Una suma de 225 pesos estaba reservada para médico, cirujano, barbero y medicinas. La casa del Cercado tenía una buena farmacia y los jesuitas cuidaban la salud de sus colegiales. El colegio tenía una enfermería con un muchacho a quien se pagaba para cuidar de los enfermos. En realidad tenía dos, como se advierte en el inventario de Temporalidades, supuestamente una para los indios13. Sin embargo algunas veces desconocían la enfermedad como lo lamenta el padre Frías Herrán que, en 1623 protesta contra la decisión del Real Acuerdo de reducir los gastos de los colegios de caciques y denuncia:
13 En el plano (fig.1) solo aparece una enfermería de esclavos.