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5. La doctrina cristiana
5. La doctrina cristiana
La doctrina, a cargo del rector, se enseñaba como materia aparte con el manual del jesuita Jerónimo de Ripalda, pero como lo hemos visto estaba omnipresente en todas las materias. En la lectura se deletreaban frases del catecismo, en la escritura se copiaban, todo era pretexto para repetirla con el maestro. Las lecciones consistían en «decorar» o sea recitar de coro el catecismo dos veces al día, en romance y en su lengua, y en contestar las preguntas del maestro al respecto. Además, tenían pláticas y conferencias, acomodadas a la edad y capacidad de los alumnos (Arriaga, 1968: 260b). Estas pláticas de doctrina y moral eran parte de la enseñanza. Sin embargo no siempre se hacían: en una carta de 1625, el general de la Compañía pide severamente que se reforme «lo que se dize del Cercado [...] [que] ni aun a los caciques se les haze una plática» (ARSI, Peru: 2). El Catecismo de la doctrina cristiana de Ripalda5 fue el manual de referencia. Conoció múltiples ediciones. Consistía en una exposición clara de las obligaciones del buen cristiano: las témporas, las fiestas de guardar para los indios, las velaciones*, los días en que tienen obligación de ayunar, la obligación de tener devoción a la cruz, santiguarse haciendo tres cruces, explicando por qué en la frente, en la boca, en el pecho, etc. Las cuatro oraciones, los diez mandamientos de la ley de Dios, los mandamientos de la Santa Madre Iglesia, los sacramentos, los artículos de la fe, etc. Y una parte de preguntas y respuestas que retomaban lo enseñado y a las que los alumnos debían contestar recitando exactamente las respuestas previstas, para averiguar si sabían la doctrina. También se leía en este manual el modo de ayudar a misa según el ritual romano en latín y en castellano. Por otra parte el número importante de cuadros y grabados mencionados en los inventarios permite pensar que eran un apoyo a la enseñanza. En particular llaman la atención 148 estampas a humo y buril que se encuentran en el de Temporalidades y parecen ser fruto de una técnica de reproducción poco conocida (AGN, Temporalidades: leg. 155). En 1641, un jesuita criollo, Pablo de Prado, publicó un directorio espiritual que retomaba a Ripalda en la lengua española y quechua general del Perú (Rivet, 1956, IV: 108aK). Este manual pudo ser utilizado ya que los alumnos tenían que recitar el catecismo en las dos lenguas. Pero, desgraciadamente, ningún documento permite afirmarlo. En cuanto a la utilización del teatro, no queda huella tampoco de que se hayan representado autos u otras piezas edificantes en los colegios de caciques. Sin embargo, como sabemos que varios indios alumnos actuaron en el colegio
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5 Véase la bibliografía. Lamentablemente no pude conseguir una edición con la traducción al quechua.