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6. La música

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Abreviaturas

Abreviaturas

La educación de las elites indígenas en el Perú colonial

de San Pablo en 1570 —antes que existieran dichos colegios (Martín, 2001: 55)— y también en la residencia del Cercado donde se dio en 1592 la tragedia de la muerte de la reina María de Escocia (ARSI, Perú: 12I). Es de suponer que, por lo menos al principio, los jesuitas siguieran con esta técnica pedagógica particularmente provechosa.

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6. La música

En la formación que los jesuitas recibían en Europa, la música entraba muy poco al principio. Solo fue en el siglo XVII (Guillot, 1991: 65-66) cuando empezó a penetrar en los colegios. La constatación de las dotes y aficción que los indios tenían para ello, el problema de la importancia de los bailes en las fiestas (Albó, 1966: 264-265; Estenssoro, 1992) les llevó a darle más importancia en América, considerando que era un modo eficiente de evangelización, por el atractivo que ejercía sobre los indios y la facilidad con que transmitía el mensaje cristiano en los cantos. El mismo Acosta lo manifiesta en una carta al general Mercuriano (15/2/1577) donde dice que en el Cuzco: «han aprendido [los muchachos] muchos cantares, assi en español como en su lengua, de que ellos gustan mucho por ser naturalmente inclinados a esto». (MP II: 216) Constatación que predisponía a la enseñanza de la música en los colegios que pronto iban a abrir. Hubo siempre cantores en las iglesias, exentos de tributo y que pertenecían, las mayoría de veces, a familias de caciques. Al principio, los textos que se refieren a lo que se debe enseñar o se enseña en los colegios de caciques mencionan casi todos la música y el canto, precisando a veces canto llano, canto de órgano y contrapunto. Sin embargo, se nota una evolución en el tiempo. En la distribución establecida por Gonzalo de Lira, visitador de la Compañía en 1625 para el colegio del Cercado, todos deben aprender a cantar y tocar sus instrumentos cotidianamente de nueve y media a diez y media, y de cuatro de la tarde a cinco y media, o sea dos horas y media diarias, obligatorias para todos. Efectivamente, en su carta, el hermano Sebastián precisa que los colegiales de San Borja «enseñanse en un clavicordio para el órgano». Y en cuanto al colegio del Príncipe, según Arriaga, al principio unos maestros de capilla enseñaban a cantar a los colegiales «porque hay en esta iglesia [del Cercado] muchos y muy diestros indios músicos, así de voces como de muchos instrumentos» (Arriaga, 1968: 360b). Pero cuando el visitador Diego Francisco Altamirano establece un reglamento nuevo en mayo de 1699, da menos precisiones de horarios pero, sobre todo, no menciona para nada la música que desaparece a favor de las letras.

Los dos curacas ya citados, don Luis Macas y don Felipe Caruamango, pretenden, en su carta de 1657, que sus hijos no aprenden la música que ellos aprendieron veinte años antes. Esto se confirma con el examen de los inventarios, donde se nota que tanto en Lima como en el Cuzco los instrumentos encontrados estaban en muy mal estado e inservibles. En el colegio del Príncipe, se menciona un solo monacordio maltratado y en otro inventario hecho en 1735 —en Cuzco a petición del nuevo rector de San Borja— no hay más que una guitarra y un arpa, los dos sin cuerdas. Este documento ofrece el interés de captar la realidad del colegio in vivo, sin la ruptura que representó la expulsión. El monacordio del colegio del Príncipe corresponde al clavicordio del que habla el hermano Sebastián en los primeros meses de San Borja, ya que Covarrubias da por definición: «instrumento músico conocido, el primero en que ponen las manos los que han de ser organistas [...] a este instrumento simple por ser de solas cuerdas lo llamaron monacordio». (Covarrubias, 1611) El rector Tomás de Figueroa, para quien se hizo el inventario y que quería poner orden en el colegio mejorándolo, y guardando registros precisos, manda hacer compras y reparaciones, pero en la lista no aparece ninguna referencia a instrumentos. La razón no parece residir en un desinterés ni en la poca capacidad de los alumnos sino en el contexto de degradación general de los estudios. Don Luis Macas y don Felipe Caruamango ya la señalaban en 1657 dando una explicación: «esto, señor se obçervó algunos años con alguna atención, oy no tan solamente les enseña gramática y muçica sino que este colegio lo a conbertido de españoles». Es relevante además que mencionen a la vez música y gramática, como las asignaturas más importantes. Por otra parte, en la distribución del tiempo establecida en 1697 por Diego Francisco Altamirano ya no se trata de una enseñanza común y obligatoria. Después de su visita se lee lo siguiente: «Las oras de enseñarlos a tocar y otras abilidades ha de ser sólo las dos ocasiones que señala la distribución y los asuetos y fiestas y no en otros tiempos, que les perturbe los exercicios». (Inca: 831) En las primeras constituciones la música estaba asociada al recreo, como una opción entre otras, y las dos ocasiones citadas en la distribución son precisamente los dos recreos del día. Se precisa que los colegiales entonces pueden jugar a las bolas o tañer algún instrumento u otras «habilidades», como bordar o pintar. Sin embargo, el hecho de precisar la restricción indica que aún se practicaba en San Borja en 1697, durante las horas de clase. Además, en una carta de 1724 del rector Sebastián de Villa a la Audiencia de Lima donde éste se defiende contra las acusaciones del juez de censos, afirma que: «los sabados ay su letanía con instrumentos musicos y dos choros» (ADC, Colegio de ciencias: leg. 21, cuad. 9). ¿Hasta qué punto se debe creer lo que dice

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