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del padre Bartolomé de las Casas
Síntesis de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, del padre Bartolomé de las Casas
Le tomó a Cristóbal Colón dos meses llegar al Nuevo Mundo y empezar uno de los más insólitos actos de crueldad, que opacan a cualquier otra exterminación humana en la historia mundial.
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Los holocaustos son eventos históricos, pero a los ‘Indios’ les sucedió y todavía les sigue ocurriendo. Hasta estos días nadie dice una sola palabra para erradicar esta aberración. Con excepción de algunos, como el padre Bartolomé de las Casas, quien tomó conciencia de la inhumanidad contra nuestros semejantes cuando él llegó a las Américas en el segundo viaje de Colón, y quien fue testigo de la destrucción de las Indias en los primeros años de su ocupación.
Como él describe, los españoles arribaron primero a Haití y se extendieron a las islas contiguas, llegando a la costa de Tierra Firme, para luego entrar tierra adentro desde México hasta Sudamérica.
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El holocausto de todos los tiempos
En sus interminables marchas destruían y creaban terror matando a hombres, niños, e incluso a mujeres preñadas, desentrañándolas como si fueran animales.
Quemaban vivos a millares de ‘Indios’ tan solo para sembrar el miedo, y con sus feroces perros mataban a más de los que ellos podían.
A los caciques y líderes los torturaban para que les dijeran dónde estaba el oro, luego los quemaban.
A los nativos los usaban como bestias de carga, llevando las anclas y su artillería pesada que les abría llagas hasta en los huesos de sus lomos.
Si no encontraban oro en una ciudad, aprendían a miles para venderlos como esclavos, pagando por un ‘Indio’ con aceite, vino o queso. Por cien de ellos les daban un caballo. Para hacer dinero llenaban sus barcos con más gente de la que podían llevar sin darles agua o comida, y a los que morían los echaban en ultramar. Eran tantos, que las embarcaciones que no tenían brújulas o mapas navegaban tan solo guiadas por el rastro de los cadáveres, llegando así a su destino.
En las profundidades de los océanos, los hacían bucear para que extrajesen ostras y puedan sacarles las perlas. Muchos perecían por la presión del agua y los tiburones.
Para los hombres sexualmente hambrientos, las niñas y mujeres jóvenes eran objetos para cometer sus más sádicos medios de consumar su perversión.
Los modos de exterminio fueron tantos que cualquier pensamiento diabólico de deshacerse de los ‘Indios’ era llevado a cabo sin ninguna impunidad o sentido de justicia.
Brevísima relación de la destrucción de las indias 15
Muchas veces hacían que lucharan contra sus peores enemigos. Como no les daban nada de comer se canibalizaban entre ellos mismos, asando a los niños y cortando la carne de los adultos.
Cuando querían obtener oro de la gente los acorralaban sin comida o agua. Para rescatarles mandaban a sus familiares a buscar oro. Una vez libres, los aprendían varias veces hasta que no tenían más oro que darles y así morían de hambre y sed.
Otro modo inhumano de exterminarlos era reunir a cientos de ‘Indios’ para dárselos de comer a sus perros hambrientos, que se los devoraban en vida.
En sus prolongadas marchas, llevaban a millares de ‘Indios’ encadenados de sus cuellos. Cuando se cansaban o enfermaban y no podían continuar les cortaban el cuello, para no desencadenarlos o demorar el viaje. La cabeza caía a un costado y el cuerpo al otro lado del camino. A aquellos que descansaban por solo un instante les quebraban los dientes con los pomos de sus espadas.
Quién podría recontar las barbaridades cometidas y quién negaría que lo que les pasó a los originales habitantes del Nuevo Mundo es la más burda parodia en la historia de la humanidad, que no tiene comparación con ningún infausto evento que se haya perpetrado y quizás ningún otro igualará a la depravación del espíritu humano.
Así, más de 20 millones de naturales murieron en los primeros 42 años de la ocupación de las Indias. Si tomamos en cuenta los 500 años de esclavización que siguieron, entonces estamos hablando del holocausto de todos los tiempos.
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El holocausto de todos los tiempos
Con este doloroso prefacio emprenderé mi viaje a la tierra de los Incas, a la que el padre Bartolomé nunca fue, pero, no obstante, abogó por la justicia para los ‘Indios’ del Perú hasta su muerte en España. Trataré de entender por qué ocurrió lo que nos pasó. Al final de mi encuentro resucitaré a este gran religioso, que ha sido olvidado. Pues no tenemos la voluntad de leer su libro, que debería ser nuestra Biblia, nuestro Torah o nuestro Corán y no lo es, ¿por qué no? Él merece ser el príncipe de los santos en todas las Américas. Esperemos que algún día sea canonizado por la Iglesia, porque él también trató de proteger a nuestros semejantes, como Jesucristo lo hizo.