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El décimo Inka: Alejandro el Grande de los Andes
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tÚPAC iNKA YuPANquE El décimo inka: Alejandro el Grande de los Andes
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Con Pachacútec fuera del poder, el Tahuantinsuyo tendría a un líder cuya vida marcial era su ardiente pasión, permitiéndole extender, consolidar y retener un Imperio que se expandía. Túpac Yupanque era más que un administrador, un guerrero.
“CunturSoul, yo ignoraba que mi padre tuvo problemas mientras estaba ausente. Por eso, él fue preciso con el tiempo que me asignó para mis expediciones, había hambruna y disensión política. En medio de esa calamidad muchos esperaban su muerte y también mi caída, quizás esa fue la razón por la que se deshizo de mis dos hermanos. Él está en Patallacta, le dejaré que pase sus últimos días en tranquilidad.
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“Tenemos un Imperio que no está bien solidificado, cualquier cambio del viento podría arrasar lo que hemos adquirido, la arena de nuestras incursiones en la costa todavía no se ha endurecido. Necesito crear un centro de poder en el Contisuyo, lo haré mientras Amaro esté vivo. No confío en nadie. Los cuzqueños me consideran un intruso por haber vivido en el Norte y a mi hijo un extraño, por haber nacido en el Ecuador.”
“Tópac Cápac, mi general de experiencia, tú irás a la región de los chinchas para asegurar el sur de la costa. Cuismanco, quien nos ayudó a derrotar a los chimús, se cree más poderoso que nosotros debido a su gran ídolo. Yo marcharé al santuario por los Andes y descenderé al valle del Rímac, donde trataré de renovar mi amistad con él. Si ofrece resistencia nos reuniremos para tomar Pachacamac.”
“Cuismanco, vengo a ofrecerte lo mejor de dos mundos. Tú serás el guardián de Pachacamac y yo construiré un templo para el Sol y nuestras vírgenes. Los santuarios llegarán a ser los principales lugares de peregrinaje en el Imperio, bajo la protección del ejército Inka.”
“Inka, hablas con sabiduría, pero también sé del espíritu maligno que albergan tus palabras. Sin embargo, me complacerá unir a nuestros ídolos con ese fin.”
“Túpac Yupanque, esa fue una gran hazaña de diplomacia. Pero pienso que una vez que traigas a los mitimaes, ellos cambiarán su modo de vida.”
“¿Por qué tienes que dudar de todas nuestras acciones? Los chasquis me acaban de informar que mi padre está enfermo, y él me necesita en el Cuzco. Nuestra victoria será un gran aliciente para él y así morirá como un guerrero triunfante.”
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Túpac llegó y encontró al moribundo Pachacútec hablando a sus hijos ilegítimos, que eran numerosos:
“Sé que he sido desconfiado con ustedes, porque sus madres solo pensaban en hacerlos señores. Pero les estoy dejando todo un Tahuantinsuyo que estará bajo el reinado de mi heredero.”
Dirigiéndose a su hijo legítimo, con voz casi imperceptible le dijo:
“Túpac Yupanque, como el único señor de un Imperio que se expande, tienes que ser severo con tus súbditos. Que nadie se atreva a levantar sus ojos contra ti, ni tus propios hermanos; porque la familia es como el escorpión, que curva su cola hacia sí mismo para clavarse, y debes pisarlos hasta que el veneno de la traición salpique.”
Con su mano temblorosa, Pachacútec se dirigió a su hijo mayor:
“Amaro Yupanque, en ti confío, deja que Túpac se encargue de la expansión y tú tendrás la administración.”
A medida que sus fuerzas disminuían y con voz menos audible, él seguía dando órdenes como si estuviera desafiando a lo inevitable:
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“Después de que me muera, quiero que mi momia se quede en Patallacta, para que mi panaca me atienda, como si estuviese vivo. Que los joyeros de Chimú hagan una efigie dorada de mí y la coloquen en el Koricancha al lado de Inti, para que la nobleza me adore. Mis uñas y pelos que se guardaron durante mi vida, llévenlos en una urna a las naciones que fui, para que la gente me conmemore.”
En sus últimos momentos, en este viaje al pasado, me acerqué a su lado. “¡Oh!, Inka Pachacútec, hasta tus huesos han envejecido, pero tu grandeza durará como las ruinas de tus construcciones. Gran señor del pasado, ¿qué tienes que decirles a tus descendientes que se encuentran en las cavernas de la desgracia?”
“¡Oh, CunturSoul!, tu venida a nuestros tiempos ha sido muy dolorosa. Empiezo a preguntarme sobre la severidad de mi existencia, porque al final de nuestras vidas todos terminamos en una soledad llena de preguntas. Contigo he caminado en el sendero del pasado y el presente, me entristece saber lo que nos ocurrió y lo que les está ocurriendo a nuestros descendientes. Desde el más allá de la nada les insto a que sean unidos, para proclamar lo grande que alguna vez fuimos. Porque si no lo hacen, ustedes reincidirán en los mismos precipicios en que caímos.
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Recuerden que una nación es la síntesis de sus virtudes y defectos, les corresponde cambiar lo malo que hicimos y honrar lo bueno que fuimos. Sé que ustedes lo harán porque han sobrevivido a los turbulentos tiempos.”
Al desvanecerse su alma, el Inka hablaba como si estuviera cantando:
“¡Oh!, Inti no brillará más sobre mí! Nací libre como el ichu en los campos de batalla, donde ni siquiera los chancas pudieron arrancarme. Pero con los años los pétalos de mi juventud se cayeron, los tallos de mi vida se secaron, la flor de mi alma se marchitó. A medida que el tiempo extinguía mi vida, envejecí como un agrio anciano.”
Mientras cantaba este verso para sí mismo, Pachacútec dio su último suspiro empañando las páginas de nuestro acerbo pasado.
“Orejones y sinches, no digan a nadie de la muerte de Pachacútec. Debemos estar vigilantes mientras Túpac Yupanque está ayunando para recibir la máxima investidura.” Días después, el Inka heredero, vestido con las prendas de su señorío, se sentó en sus doradas andas y lo condujeron a la gran plaza de Aucaypata. En medio de la ceremonia, un chasqui se le acercó y con tono desconcertado le dio la triste noticia de
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que su padre había muerto, lo que él ya sabía. A lo cual Túpac Yupanque contestó mirando a la gente:
“¡Oh, no; el gran Pachacútec ya está al lado de Inti!”
El flamante Sapa Inka se cubrió la cabeza con su llacolla, manto, mientras simulaba un profundo dolor. La transferencia del poder se había llevado a cabo sin ningún incidente. Los funerales se celebraron en todo el Tahuantinsuyo. El Cuzco era un lugar lúgubre y yo quería alejarme de la Ciudad de los Muertos.
Pachacútec murió a la avanzada edad de ochenta años, dejando la piedra angular para la Nueva Castilla, que más tarde sería la república del Perú.
Mucho se puede decir de este Inka, pero los eruditos de nuestra historia, como María Rostworowski, han escrito volúmenes acerca de las complejidades de este emperador. Yo solo quería llegar a su alma y espero que lo haya hecho, porque en mi ser llevo los genes de nuestros antepasados. Una idea no muy absurda para cualquier mestizo que hace un intento de aceptar lo que somos: descendientes de los Inkas.
“CunturSoul, esta ciudad en luto es también muy sofocante para nosotros. Mis generales me están exigiendo organizar otras campañas. Iré allá, donde Inti se levanta.”
“Oh, esa región me traerá recuerdos de mi infancia. En esos tiempos la selva era virgen y la ciudad donde vivía se llama Puerto Maldonado, en la provincia de Madre de Dios.”
“Amaro Yupanque, los antis se niegan a unírsenos. Si no los civilizamos siempre serán los mismos salvajes.”
“Sapa Inka, hermano, piénsalo bien antes de ir a esos bosques.”
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“Amaro, lo que más temo es la deslealtad de los que se quedarán en el Cuzco. Mientras estés vivo debo ir a esta campaña, estás viejo y el tiempo es mi enemigo.”
“Anda al Antisuyo, yo te estaré esperando. Si no retornas, tu heredero tomará la mascaypacha.”
“Lo haré y formaré un ejército con jóvenes que necesitarán más de sus reflejos que de la fuerza bruta, porque estarán luchando contra los fantasmas de la selva. Llevaremos pocos suministros y aprenderemos a vivir como los chunchos. Esta incursión será más para adaptarnos a su ambiente, que para dominar a ellos.” Túpac reunió a sus generales:
“Sinches, Paucartambo es el principio de la jungla, nos dividiremos en tres facciones: yo iré al Norte por el río Manú y quizás encuentre al legendario Paititi, que dicen es una ciudad de oro. Otorongo Achachi, tú te dirigirás al Noreste. Chalco Yupanque, tú navegarás por el río Inambari, al Sureste, que son las selvas conocidas por el Hombre del Futuro.”
“Túpac, tú has escogido ir a los lugares más desconocidos y como tus predecesores te perderás. Ten cuidado, en la selva se está más cerca de la muerte con cada paso que uno da y con cualquier cosa que uno come o toca. Consigue guías chunchos, ellos conocen este desierto verde.” Días después, Chalco llegó a un caserío, ahora se llama Quince Mil. Recuerdo que era una sola calle y el último lugar adonde los carros llegaban, si es que podían hacerlo sobre enlodados y peligrosos caminos, para luego internarnos en los bosques profundos volando en una avioneta.
“Hombre del Futuro, tú que viviste en esas selvas, dime, ¿los chunchos todavía son incivilizados?”
Selva amazónica recorrida por el autor. Lugares y ríos.
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“No, Inka, ellos ya no son los salvajes a quienes hay que tenerles miedo, porque ya no son los amos de su ambiente.”
Navegando aguas abajo en el río Marcapata, que desagua en el río Inambari, Chalco llegó a un pueblo en el corazón de la selva, hoy Puerto Maldonado.
“Chalco, ha pasado buen tiempo y no hemos escuchado de Túpac. Él debe estar perdido en las vírgenes florestas del Manú.”
Desde un inmenso árbol, las huestes de Otorongo escucharon los pututos de los guerreros Inkas, sabían que Túpac estaba luchando su última batalla y fueron a socorrerle de la invisible furia de los chunchos.
“Sapa Inka, ahora sabes por ti mismo que estos espantosos lugares son inconquistables.”
“Otorongo, ¿qué sabes de Chalco y CunturSoul?”
“Pienso que están bien, porque están navegando en ríos conocidos y no están enfrentando a los chunchos.”
“¿Por qué no luchan contra los salvajes?”
“Porque el Hombre del Futuro solo está recorriendo los viajes de su juventud. Él parece respetar a los chunchos más que a los Inkas.”
“Él podría tener razón. Pues los salvajes siguen siendo chunchos. Mientras nosotros ya no somos Inkas, sino ‘Indios’.”
“Sapa Inka, Coaquiri se ha nombrado el Pachacútec de los collas y está pregonando que tú has muerto. Tienes que regresar al Cuzco para formar un ejército e ir a silenciar a ese colla.”
“Otorongo, continúa a la región de los Mojos y pon nuestras demarcaciones. Si te encuentras con Chalco vengan a Paucartambo y espérenme, para que juntos entremos al Cuzco.”
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“Túpac, mi hermano, ¿qué te pasó en los antis? Pareces ser un fantasma de lo que eras. Deja que nuestros chamanes te exorcicen contra los demonios de la selva y los curanderos sanen tu cuerpo de los gusanos de la muerte.” El Inka se recuperó bajo el cuidado de Amaro Yupanque. Días después salió con su imponente ejército a la gran fortaleza de Pucará, donde derrotó a los hijos de Chuchi Cápac.
“Coaquiri y Chucachucay, los salvé de la muerte. A pesar de mi generosidad, se levantaron mientras estaba perdido en la selva. Por eso y por haber usado el nombre de mi padre en vano, el pellejo de ustedes vibrará en nuestros tambores que harán eco en las montañas, para que el mundo sepa que solo hay un Pachacútec.” Los Inkas persiguieron a los fugitivos collas hasta el sur del lago Titicaca, creando terror en los altiplanos.
“Gran Túpac, estamos en la región de los charcas. Si continuamos llegaremos a la nación de los araucanos. Michimalongo y Tangalongo son sus aguerridos sinches, nadie los conquistará.”
“Por qué no intentarlo con mi hijo Sinchi Roca. Yo regresaré a Paucartambo a unirme con Otorongo y Chalco, para entrar al Cuzco.”
Con miles de guerreros, luego de haber cruzado el gran desierto de Atacama, Sinchi Roca divisó la cima del gran Aconcagua (22 834 pies de altura), el volcán más alto del Nuevo Mundo (Chile), donde se encontró con los indómitos araucanos:
“Michimalongo y Tangalongo, solo el río Maule nos separa. Túpac Inka Yupanque espera que sus aguas nos unan en paz.”
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“Díganle a su señor, que nosotros siempre seremos araucanos. Llévense todo lo que han traído como soborno, nuestra libertad vale mucho más. Crucen, si pueden, estamos listos para atravesarlos con nuestras picas.” Sinchi Roca puso un hito de piedra en la orilla norte del río, el final del Imperio. Los araucanos no solo detuvieron a los Inkas, también tratarían de hacerlo con los españoles, que eran atravesados por sus anos con palos engrasados. Quién sabe, si los usurpadores hubiesen venido por el sur no hubieran conquistado ni a ellos ni a los Inkas.
Túpac Yupanque llegó a las puertas del Cuzco con los hijos de Chuchi Cápac, quienes fueron decapitados. Con sus cabezas clavadas en palos entraron en la Ciudad del Sol, al sonido de los tambores hechos de sus pieles.
Túpac Inka Yupanque extendió el Tahuantinsuyo de volcán a volcán, hasta el activo Chimborazo (20 561 pies), en el Ecuador, una distancia de 2500 millas. Al Occidente ni el mar lo detuvo y se aventuró a islas distantes. Al Este, las selvas lo disuadieron de ir hasta el otro océano. Viejo y cansado de las guerras, el Inka decidió quedarse en el Cuzco.
“CunturSoul, Amaro Yupanque ha muerto. No tengo a nadie en quien confiar. Debes entender que no todos éramos crueles, como tratas de insinuar, y mi hermano no era uno de ellos.”
“Inka, sería absurdo pensar que todos ustedes eran iguales. Sin embargo, una nación es la representación de todos sus habitantes y no de unas cuantas personas. Tal vez, si tu hermano hubiese sido el Sapa Inka, él habría unido los territorios obtenidos. Tú estás siguiendo las mismas huellas de Pachacútec,
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el resultado final es la prueba de lo que nos pasó; de otro modo, cómo se podría explicar que unos cuantos invasores pudieran conquistar a un gran Imperio. Tuvieron que ser los miles de vasallos oprimidos que querían librarse de los Inkas. Nosotros no perdimos contra los españoles, sucumbimos contra nosotros mismos.”
“Hombre del Futuro, no profundices en tu historia que yo seguiré mi destino de acuerdo a las acciones de mis súbditos. Conmemoremos la muerte de mi hermano, después planearé la administración de este Imperio, mientras termino la fortaleza de Sacsayhuaman.”
“Orejones, mi padre nos dejó esta colosal construcción sin terminar la cabeza de esta ciudad-puma. Continuaremos lo que él empezó, moviendo esa inmensa roca que mil obreros no pudieron hacerlo. Nosotros lo haremos con más recursos y la avanzada tecnología que aprendimos de las otras naciones.
“Sapa Inka, es imposible mover este gran peñón. Es mejor que nos rindamos.”
“Maestros, en honor a los grandes arquitectos y a mi padre, déjenla donde está, esperemos que algún día nuestras futuras generaciones lo muevan.”
“Inka, en nuestros días ni siquiera transportamos adobes para el bien común. Esa piedra permanecerá donde está, como testigo de nuestro indomable espíritu.”
Sacsayhuaman es la cumbre maestra de nuestros antepasados y no sabemos quién la empezó o quien la terminó. Pero las huellas que quedaron en cada piedra son las marcas indelebles de los Inkas, los que ahora están clamando justicia para sus descendientes.
“Inka, en nuestros días ni siquiera transportamos adobes para el bien común.” Foto de autor en su misión médica a Ica, Perú.
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“Hombre del Futuro, pensé que estabas tratando de saber quiénes éramos y por qué fallamos. Veo que te estás perdiendo en los restos de nuestras ruinas.”
“Inka, sabemos lo que fueron por lo que nos dejaron, pero no entendemos qué nos hizo lo que somos.”
“Tú estás hablando de algo que no es palpable, por lo tanto, pertenece al ámbito de lo desconocido. Prosigamos. Expandirse fue fácil. Conservar lo que obtuvimos es lo difícil.”
Con ese propósito, su general Tópac Cápac salió con miles de guerreros y una multitud de mitimaes en dirección al Chinchaysuyo, para supervisar el norte del Imperio. Tópac empezó a actuar como un tirano, y ante cualquier insinuación de traición aplicaba la ley del Inka.
“Tópac, no puedo creer el gran respeto que te tienen en este pueblo de Yanayaco. Lo hacen como si tú fueras el Sapa Inka.”
“CunturSoul, soy mayor y más experimentado que mi hermano. Incluso, yo lideré las luchas en Quito y Tumbes, pero Túpac se llevó la gloria.”
“Tópac Cápac, con razón el gobierno de Túpac se preocupa de protegerse de personas como tú. Es posible que enviarte a los yanayacos sea para probar tu lealtad.”
“Hombre del Futuro, tú eres como un brujo que solo predice los malos augurios.”
“Sapa Inka, los yanayacos se están rebelando bajo el comando de Tópac.” Túpac Yupanque salió con un gran ejército a enfrentarlo.
“Tópac Cápac, te envié para que me ayudaras a vigilar el Imperio, y en vez de eso decidiste levantarte contra mí.” En su furia, Túpac, con su pesada macana, le destrozó el cráneo.
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Luego empezó a matar indiscriminadamente al inocente y al responsable. Mama Ocllo, su esposa, lo interceptó y le dijo que en lugar de deshacerse de los yanayacos los usara como sirvientes. Mentalidad que todavía existe entre el ‘Indio’ y el mestizo, donde uno es el amo y el otro el servidor; dependiendo de quién está en posición de usar al otro como un yanacona. Anecdóticamente, cuando estoy en el Perú, y como el resto, a veces de forma inconsciente tengo ese presentimiento al interactuar con alguien de escasos recursos; pero mientras yo me incomodo, otros se deleitan con esa relación simbiótica entre amo y servidor.
Túpac Yupanque regresó y entró en la Ciudad Sagrada como si hubiese vencido a un enemigo, cuando sus enemigos habían sido sus propios súbditos.
Los yanaconas fueron producto de una desafortunada situación. Los conquistadores abusaron de esa circunstancia, haciendo de todos los Inkas sus sirvientes. En efecto, los únicos que no eran sumisos a nadie eran los habitantes de la selva, los que nunca quisieron ser aliados de los Inkas ni sirvientes de los españoles. En nuestros tiempos, los llamados salvajes no confían en el mestizo, porque no ha cambiado ese complejo de superioridad racial desde hace quinientos años.
“CunturSoul, lo que dices es algo deplorable. ¿Es que nosotros somos responsables?”
“Inka, todos lo somos: ‘Indios’, mestizos y los supuestos blancos. Por eso tenemos que rehacernos espiritualmente, por el bien de nuestra supervivencia.”
“Hombre del Futuro, estamos llegando al final de nuestro encuentro. Siento que solamente he engrandecido el
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Imperio y no la esencia de mis súbditos. Quizás lo haremos con mi heredero legítimo, si es que él llega a ser el próximo emperador.”
“Mama Ocllo, esposa mía, quiero que sepas que tengo un hijo con la ñusta Chuqui Ocllo. Él es mayor que Titu Cusi Yupanque y a lo mejor tenga que dejarle el Imperio, porque él ha nacido en el Cuzco.”
“Mi hermano y esposo, Chuqui Ocllo pertenece a otra dinastía. La nobleza no permitirá que tú le pases la mascaypacha a su hijo. Ten cuidado con esa mujer ambiciosa. Recuerda que nuestro matrimonio es por el bien del Imperio y no por amor. Tú puedes darle todo tu afecto a ella, pero excluye a su hijo de la sucesión.”
“Inka, el deseo de perpetuación e inmortalidad, que con los años tratamos de conseguir teniendo hijos con mujeres jóvenes, también te ha afectado. Muchos reinos han sucumbido por esta pasión, la más insidiosa de todas.”
“¿Qué puedo hacer? Quiero a Chuqui Ocllo. Solo legitimando a su hijo puedo demostrarle mi afecto.”
“Inka, los problemas del amor siempre causarán desolación en el corazón y los cactus de nuestras indiscreciones estarán con nosotros hasta el fin de nuestros días. Tu obsesión por ella no solo te traerá problemas a ti sino también al Imperio.”
“Chuqui Ocllo, la nobleza no quiere que tu hijo Cápac Huari sea el próximo Sapa Inka. No hay mucho que yo pueda hacer.”
“Túpac Yupanque, lo que tienes que hacer es deshacerte de tus detractores y de tu coya. Tú has perdido el control de ellos, por eso necesitas a nuestro hijo Cápac Huari.”
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Aunque todavía estaba dudoso sobre su sucesor, el Inka eligió a la hermosa Cusi Rimay Ocllo, hermana legítima de Titu Cusi Yupanque, para que fuera su esposa, un paso necesario para ser un futuro rey.
“Chamanes, soy la concubina preferida del Inka. Los orejones están impidiendo que Túpac pase la mascaypacha a Cápac Huari. Quiero que me den una poción de veneno para terminar con sus últimos días, antes de que ponga a Titu en el trono.”
“Chuqui Ocllo, no queremos ser parte de tan horrible traición. Túpac nos matará si descubre tus planes.”
“Chamanes, no teman por sus vidas, que yo seré la madre del próximo Sapa Inka.”
“CunturSoul, siento que mis fuerzas me están dejando. ¿Qué debo hacer?”
“Inka, el final de nuestros días no es siempre el más grato. Debes poner en orden la transferencia del poder. Si no lo haces el Imperio caerá.”
“Ya he decidido, Titu Cusi Yupanque será el próximo Sapa Inka, aunque preferiría que Cápac Huari lo hubiese sido.”
“Túpac, tú has legitimado la transferencia a Titu al darle a su hermana como su futura esposa, pero la gente no te ha escuchado decirlo de tus propios labios y tampoco estás planeando su coronación.”
“CunturSoul, Titu es demasiado joven, mis consejeros lo asesorarán hasta que él esté apto para tomar el trono.”
“Quizá ocurrirá así, pero Chuqui Ocllo y su panaca tendrán planes para que Cápac Huari tome el trono, después de que mueras.”
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“Hombre del Futuro, tú has viajado demasiado tiempo con nosotros y ahora sabes de lo que somos capaces.”
“Mama Ocllo, presiento que Inti ya me está llamando. Reúne a todos mis hijos y a los orejones.” En sus últimos momentos, con voz temblorosa, el Inka les dijo:
“Escuchen y oigan bien: quiero que mi sucesor sea Titu Cusi Yupanque. No dejen que las semillas de la discordia alteren su destino.”
“Inka, antes de que nos dejes, tus descendientes también queremos escuchar tus últimas palabras.”
“¡Oh, Hombre del Futuro!, tú no llegaste a mi alma, porque aprendí desde muy niño a no confiar en nadie. Les imploro que no sigan mis pasos y lleguen a confiar el uno en el otro.”
Túpac Yupanque expiró. Al llegar al final de nuestra historia confirmaremos que así fue nuestro pasado y así es nuestro presente. Nos corresponde cambiar esa trayectoria, la única clave para un mejor futuro.