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sobre la región amazónica peruana
anunciando que se autoexiliaba porque así lo “exigía su honor”. Según el historiador ecuatoriano Jaime Rodríguez, en los meses que siguieron a ese año 1822, funcionarios provenientes de Colombia y de Venezuela sustituyeron a las autoridades locales.50 Quito y Guayaquil, libres de España, habían caído ahora bajo la dominación colombiana. Por otro lado, cuando fueron conocidas en el Perú, las maniobras de Bolívar con relación a Guayaquil dejaron una impresión muy negativa en su opinión pública por lo menos desde los últimos meses de 1822.
Es interesante observar que la exacerbación de la política exterior bolivariana movida por criterios de equilibrio de poder, que buscaba fortalecer la posición internacional de la Gran Colombia, tenía lugar en el mismo año en que, al otro lado de Sudamérica, en la cara del Atlántico, se declaraba la Independencia del Brasil y Pedro I era proclamado como su Emperador (septiembre-octubre de 1822).
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9.6 Apetencias de las autoridades de la Gran Colombia sobre la región amazónica peruana
Aunque su prioridad era Guayaquil, Bolívar intentó despojar al Perú de la inmensa hoya Amazónica que le había sido devuelta merced a la Real Cédula de julio de 1802, vale decir, antes de los años de referencia del principio del Uti Possidetis americano (1809-1810). Con fecha 3 de agosto de 1822, desde Guayaquil, Bolívar escribió una carta al vicepresidente de la Gran Colombia, Francisco de Paula Santander, en la que aparecían las siguientes líneas: “Tenga Ud. presente que el corregimiento de Jaén lo han ocupado los del Perú; y que Maynas
50 Jaime E. Rodríguez O. La independencia de la América española… Op. Cit., p. 391 y s.
Ilustración número 24 Pedro I, Emperador del Brasil (Wikimedia Commons)
pertenece al Perú por una real orden muy moderna y que también está ocupada por fuerzas del Perú”. Al hablar de Maynas, Bolívar se refería al territorio ribereño de los ríos bajo Marañón y alto Amazonas, vale decir, de manera esencial, a la vastísima región selvática del Perú, a la que se tenía tradicional acceso desde el Norte peruano. Cuando Bolívar aludía a la “real orden muy moderna” se estaba refiriendo a la Real Cédula de 1802 que, como dijimos, había reintegrado este territorio al Perú. En su carta a Santander, Bolívar empleaba un tono confidencial y hasta preocupado porque describía una situación que, de hecho y de derecho, favorecía al Perú. Sin fundamento alguno, ni siquiera el de una ocupación de facto, Bolívar consideraba a la región amazónica peruana como la “espalda” del superestado que había fundado. De manera paradójica, en medio del caos administrativo de ese tiempo, los hombres públicos peruanos desconocían el título de 1802, o en todo caso no eran conscientes de sus alcances. Esta situación fue explotada por los sucesivos negociadores de la Gran Colombia a la hora de intentar fijar la frontera con el Perú de manera insistente aprovechando, sobre todo, el ambiente de desorden y de falta de cuadros que dominaba la vida pública peruana. No obstante, estas acciones no tuvieron éxito. El 18 de diciembre de 1823 el Perú y la Gran Colombia firmaron un tratado de límites, conocido como la Convención Galdeano-Mosquera, donde la parte peruana sólo se avino a convenir en la aplicación del principio del Uti Possidetis de 1809, pero no aceptaba que la ciudad costeña de Tumbes –desde donde se pretendía trazar la línea fronteriza hacia el Oriente hasta el Brasil– quedara fuera de su territorio. En la práctica, el Perú mantuvo sus derechos. Pero como los hombres públicos de la Gran Colombia creían que la Real Cédula de 1802 nunca sería conocida por sus contrapar-