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Independencia del Perú?

Independencia de los países sudamericanos. En septiembre de 1822, el virrey La Serna escribió a las autoridades españolas desde el Cusco, “urgiendo a la Península no reconocer la independencia de América, como había oído que se estaba contemplando”, afirmando que todavía podía mantener su control sobre el Perú.80 Recordemos asimismo la difusión de la Doctrina Monroe en diciembre de 1823, por medio de la cual el gobierno de los Estados Unidos expresó el principio de no colonización contra las aspiraciones rusas a los territorios americanos Nor-occidentales y que representó, también, una advertencia a la Santa Alianza para que no interviniera en el Nuevo Mundo, en tiempos en que la Independencia de las naciones hispanoamericanas (salvo entonces la del Perú) tomaba un rumbo definido.81

En estas circunstancias, volviendo a un hipotético escenario posterior a una derrota patriota en Ayacucho, no habría sido resultado descabellado un desarrollo a la brasileña, que hubiese entrañado la constitución de una Monarquía independiente en el Perú, en la línea de la idea impulsada en un inicio por José de San Martín y Bernardo Monteagudo. Esta Monarquía independiente habría incluido lo que hoy son el Perú y Bolivia, y quizás también el futuro Ecuador, además de otros territorios.

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10.2 ¿Cuáles hubieran sido los escenarios ideales de la Independencia del Perú?

En la historiografía tradicional de los países sudamericanos –incluso la de origen peruano– la vacancia de la Monarquía española y la invasión francesa a la Península

80 Timothy E. Anna. La caída del gobierno español en el Perú… Op. cit., pp. 277 y s. 81 Gerhard Masur. Simón Bolívar. México DF: Biografías Gandesa, 1960, pp. 484 y s.

Ilustración número 38 James Monroe (Wikimedia Commons)

de 1808 han sido vistas como una especie de compuerta que abrió, primero, un sentimiento autonomista en Sudamérica y, después, una definida visión separatista e insurgente frente al poder español que concluyó con la Independencia política de los nuevos países del Continente. No obstante, para el caso específico del Perú, el proceso de 1808 abrió, primero, la posibilidad de buscar un retorno a la situación geopolítica y territorial previa a los Borbones. Ello fue evidente entre 1811 y 1815, cuando el viejo virreinato encabezado por Abascal consiguió, sin la intervención de una España sumida hasta 1814 en una grave crisis internacional, que Quito, Chile y, sobre todo, el Alto Perú, retornaran a la autoridad de Lima. No obstante, como se vio en los hechos, se trataba de una situación precaria, porque la represión y el autoritarismo instaurados por Fernando VII y sus fuerzas absolutistas a su retorno de Francia, en 1814, tanto en la Península (contra los liberales) como en América (contra los insurgentes) hicieron que la revolución patriota se reactivara con fuerza, ganando legiones de adeptos, tanto en el Norte (en Nueva Granada y en Venezuela) como en el Sur (en el Río de la Plata y en Chile). De haber existido un rey con mayor tacto político que hubiera actuado como conciliador logrando con su prestigio una solución pactada, no habría resultado extraño que se hubiera logrado preservar la unidad de la Monarquía en la América del Sur.82 No hay que olvidar que ese era el espíritu de la Constitución de Cádiz de 1812, que se puede resumir en la idea de forjar una suerte de Commonwealth constituida, en pie de igualdad, en base a los territorios habitados por españoles americanos y peninsulares a ambos

82 Guillermo Céspedes del Castillo. América Hispánica… Op. cit., p. 414.

lados del Océano. En este escenario, los logros territoriales de Abascal, conseguidos en beneficio del Perú, se hubieran consolidado. No obstante, dado que lo que primó en la realidad fue una situación represiva, sin duda irracional, que terminó impulsando el sentimiento insurgente y consolidando las corrientes sureña y norteña que convergieron, a la postre, en el Perú, el escenario ideal de la Independencia peruana hubiera sido un triunfo del levantamiento de los hermanos Angulo y Pumacahua en 1814. De haber logrado sus objetivos, hubiera surgido –como dice el historiador Basadre– “un Perú nacional, sin interferencias desde afuera y con una base mestiza, indígena, criolla y provinciana”.83

Ubicados en tiempo de la llegada de la Expedición Libertadora al Perú (o sea, ya habiéndose producido la primera intervención externa), tampoco dejó de existir entonces la posibilidad de una solución negociada. Recordemos el caso de las Conferencias de Miraflores, que tuvieron lugar entre septiembre y octubre de 1820. San Martín propuso en esa ocasión coronar a un príncipe español como rey de un Perú independiente, lo que fue rechazado por el virrey Pezuela, quien no había recibido instrucciones para dar este paso de parte del gobierno liberal español posterior a la sublevación de Rafael del Riego. En este caso, la estrechez de miras no fue protagonizada por un gobierno absolutista (como el que encabezó Fernando VII desde 1814), sino por un gobierno que, en teoría, debió haber tenido más flexibilidad para aceptar la Independencia como rumbo inevitable en esas circunstancias, y donde los bandos se habían radicalizado tanto que no cabía una solución transaccional como la

83 Jorge Basadre. El azar en la Historia y sus límites. Op. cit., p. 146.

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