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4. Opio y libre comercio
al propio tiempo que fuman opio. Como espectáculo no es a propósito para tener un teatro más central de la capital. La autoridfad debía [sic] mandar retirar a esos brebajeros o pildoreros siniestros a otro lugar donde el fatal perfume que emiten sus talleres no emponzoñe a los pasajeros, ni los fastidie»4 .
Unos pocos años después los diarios ya hacían mayores denuncias sobre el asunto: «OPIO. La calle de Zavala (que era parte del Barrio Chino limeño) es insoportable por el mal olor que exhala el opio que aderezan los chinos...»5. Opiniones similares sucedieron durante décadas: «Esos oscuros agujeros donde (los chinos) fuman opio amontonados sobre sucias tarimas...»6 . «La calle de Paz Soldán y la de Zavala (antes y ahora ambas son parte del Barrio Chino de ellas se decía que eran) intransitables por el nauseabundo olor a opio que despiden y que ahogan a los transeúntes...»7. En un informe sobre el famoso Callejón de Otayza, núcleo habitacional pleno de chinos, se precisa que dentro de él hay salones para fumar opio y se refieren a «las fumigaciones de opio que enervan y embrutecen»8 .
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Y no solo se trataba de la fetidez por el opio, también por la falta de costumbre entre los limeños de nuevos olores o aromas que despedían las comidas de los inmigrantes que ya estaban bien instalados en la capital, a eso se refiere la cita que sigue:
CRÓNICA LOCAL CALLE DEL CAPÓN. Todos los vecinos de esta calle claman al cielo para que la autoridad conveniente haga una visita á la tienda número 235 situada en esa cuadra y habitada por algunos asiáticos. Las composiciones que estos inquilinos preparan son infernales, sin duda; despiden un olor tan insoportable que causa la desesperación de los vecinos. Esto es pues un foco de inmundicia que debe extirparse a la mayor brevedad; máxime cuando ya tenemos el verano a las puertas.9
Un personaje con buen ojo para observar las actividades de la gente de la calle se refería a la del Capón diciendo «opio, chinos, mantequeros, chicharrones y encebados, calle mecha» (Gamarra, 1973). Y de manera similar podríamos señalar un sinfín de artículos y autores que hasta el siglo xx han sido redactados sobre esos raros olores; a los de la comida china ya nos hemos acostumbrado tanto que hasta la hacemos en nuestros hogares y su aroma lo reconocemos y nos atrae.
4. Opio y libre comercio
Antes del estanco estatal la venta era libre. Los comerciantes de este látex desecado eran reconocidos porque vender opio era un negocio más como vender zapatos, pianos o zanahorias. Y para hacer conocida su mercadería ponían avisos en los diarios limeños indicando las características y/o el lugar
4 El Comercio, Lima, viernes 28 de marzo de 1856, p. 3. 5 El Comercio, Lima, 9 de julio de 1860. 6 El Comercio, Lima, miércoles 23 de noviembre 1870. 7 El Comercio, Lima, lunes 23 de marzo de 1868. 8 El Comercio, Lima, 18 de diciembre de 1883. 9 El Nacional. Lima, lunes 21 de noviembre de 1870, año V, N.° 1673, p. 2.
donde podían hallarlo. Como Emilio Heynemann y Cía. que ofrecía opio de calidad superior amargo, legítimo de angostura, y daba como dirección calle de Carrera N.º 102 A10 (actual 4ta cuadra del jirón Lampa); catorce años después el mismo comerciante ofrecía lo mismo, en el mismo diario y en la misma dirección. Gregorio Sosa tenía un almacén en la calle del Muelle N.º 4 y una oficina en la calle del Arsenal N.º 5, ambos en el Callao, donde ofrecía opio en pasta que acababa de recibir11. También los socios Serra y Casanova que tenían una oficina en la calle de las Mantas N.º 43 en Lima (1era cuadra del jirón Callao, parte de la Plaza Mayor) y en Constitución N.º 67 en el Callao, avisaban que tenían en venta opio turco de primera clase12. Veamos un caso más:
¡¡¡OPIO-OPIO-OPIO!!! En el almacén del pórtico conocido bajo el N.º 27, se acaba de recibir una gran cantidad, de la mejor calidad…el conocido con el nombre de opio-compadre… y como se ha recibido en derechura [por el camino recto, no es de contrabando], se vende muy barato13 .
A pesar de la competencia entre este conjunto de vendedores de opio, demostraron tener cierto espíritu de cuerpo cuando fueron afectados por disposiciones normativas de la venta que hacían. En octubre de 1874 solicitaron a la municipalidad que se les concediera un plazo a fin de vender el opio que tenían en stock, y de esta manera ponerse a derecho con relación a una resolución del Concejo Municipal. Había sucedido que según ordenanza municipal se prohibía la venta libre de drogas medicinales y sustancias venenosas, especialmente el opio, y también el libre ejercicio de las ciencias hasta que el gobierno resolviera lo conveniente14, por lo demás había transcurrido el tiempo conveniente desde que se dictó la ordenanza y había transcurrido el tiempo suficiente como para los que reclamantes ya hubieran puesto a salvo sus intereses. La resolución como respuesta al pedido fue dirigida a representantes de las quince casas que habían hecho la solicitud: Calderone Schomolle y Ca., Joaquín Ortiz, R. de Rutte, Bianchi hermanos, Tomás Lachambre y Ca., R. Heyneman y Ca. Castillo Cast, R.Schhostein, Calderoni hermanos, Belloc hermanos, Ramos Roel y Ca., Bates Stokes y Ca., A.R. Hurtado, José N. Pérez y Costa Hermanos y Ca. Esa ordenanza ni otras disposiciones similares, en Lima y fuera de la capital, durante esas décadas de los años 60, 70 y 80 del siglo xix se deben tomar tan en cuenta: el consumo de opio era una necesidad intensa —casi preferentemente entre los chinos del campo y de la ciudad— y por tanto su comercialización en cualquiera de las formas (legal o ilegalmente) era inevitable. Y si bien hubo vendedores que actuaban en derechura, hubo otros que no lo hicieron de esta manera. Se vio contrabando, robo, clandestinidad y, por eso, no poca persecución policial. Por entonces el opio tenía una consideración ahora bastante olvidada, era también un remedio que podía ser medicado así como algunos de sus derivados como el láudano. Por lo dicho, la comercialización de este alucinógeno no era nada sorprendente y era a puertas abiertas. Los hacendados (o sus empleados) con chinadas y los mismos asiáticos libres establecidos en Lima o cuando eran trabajadores sirvientes para adquirir la droga acudían a los mercaderes.
10 El Comercio, Lima, 22 de agosto de 1870 y El Nacional, Lima, 23 de julio de 1870. 11 El Nacional, Lima, 21 de junio de 1870. 12 El Nacional, Lima, 4 de setiembre de 1888. 13 El Comercio, Lima, 31 de julio de 1865. 14 El libre ejercicio de las ciencias estaba referido a controversias en relación con los médicos chinos y a los medicamentos que recetaban.
Cf. Coello Rodríguez (2009).