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La obra: “Hago de esto relacion porque se entienda...”
dado en muchos años.” (1990: 85). Ondegardo nos habla de “séptima o quinta o décima parte”, y aun de vigésima parte, lo que confirma el fraccionamiento y la asignación de cuotas a cada parcialidad. Faltaría investigar cómo se representaban las unidades de las operaciones aritméticas y cómo se efectuaban esas operaciones con las “fichas”: piedras, maíces o frijoles.101 Estos objetos podrían estar tallados, pintados o marcados en alguna forma para representar diferentes cantidades o múltiplos. Eran de diferente color102 y seguramente habría de diferente tamaño o se combinaría color y tamaño para expresar las diferentes fracciones.
En el caso de la comunidad de Sacaca mencionada por Urton, al momento de pedirles cuentas a terceras personas, tienen que reunirse las dos parcialidades para dar la información completa, rehaciendo la distribución original: los productos tributados por cada parcialidad que registra el khipu y las cantidades totales que indican las piedras. Las operaciones aritméticas necesarias para consolidar estos datos eran la suma de fracciones. Se comprueba así la necesidad de ambas parcialidades de contar juntas, en parte para corroborar lo entregado y en parte para confirmar que se estaba entregando el total de cada provincia, sumando las fracciones que correspondía a cada parcialidad.
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Por lo que nos informa Ondegardo, el khipu sirve para “asentar” los resultados de lo ya contado, es el registro en el que está contenida la información: “[...] sería dificultoso creerlo ni darlo a entender como ellos lo tienen [el bastimento entregado] en su cuenta103 y por registros [...]” (1990: 85). Se trata, claramente, de dos actividades distintas: contar y registrar, que requieren de instrumentos diferentes, pero que realizan las mismas personas. Esto lo deduce Urton en su estudio, pero no lo puede probar por carecer de datos. Si lo registrado en el khipu de cada parcialidad se quiere “contar” o sumar, se hace necesario recurrir a otros elementos más apropiados para hacer los cálculos: “[...] por las cuentas pudiéramos averiguar la cantidad de las tierras que para esto se aplicó en cada parte [...]” (1990: 50). Se presenta una asociación de funciones entre el cómputo y el registro, necesaria por la complejidad de las dos tareas que exige el uso combinado de sendos instrumentos: la yupana para hacer los cálculos,104 y los khipu para registrar los resultados.
En este punto, interesa indagar sobre el significado de la palabra quechua yupay y sus derivados. La raíz del verbo es yupa_; añadiéndole el sufijo _y, tenemos el infinitivo. González Holguín (1989: 371) siempre nos brinda el verbo conjugado en la primera persona: Yupa_+_ni; esto es, raíz verbal + marcador de primera persona singular, y frases verbales ya construidas: “Yupani. Contar y hazer quentas. Yupay. Quentas. Yupachicupuni. Tomar quenta, o hazer que la de. Yupaycupuni. Dar quenta de lo recebido. Yupani ttiuspa. Sumar la quenta, o resumir en breve”; “Numerar. Yupani” (Anónimo 1958: 165). “Numerar, contar. Yupani” (González Holguín 1989: 603).
Sabemos que para formar sustantivos se le añade la partícula _na (Cerrón-Palomino 1987: 122) a la raíz, como en: “Yupana simi. Los números o nombres numerales. Yupana. Letra, los numeros de guarismo. Yupana qquellca, o qquipu. Las quentas por ñudos o por escrito” (González Holguín 1989: 371).
El autor nos ofrece yupay como sustantivo “quentas”, cuando debería ser yupana tanto el objeto para contar como la cuenta misma. Pero en los vocabularios consultados no encontramos la acepción de “yupana: objeto rectangular, de piedra tallada o de cerámica, con divisiones y niveles donde se colocan las piedras, maíces u otros objetos utilizados para contar o hacer las cuentas”.
Por su parte, Guamán Poma105 presenta en su lámina 360, Contador maior y tesorero ([¿1615?] 1993: 272) la asociación yupana-khipu. Se
101. “Y para saber lo que cabía a cada pueblo hacían las particiones con granos de maíz y piedrezuelas, de manera que les salía cierta su cuenta” (De la Vega [1609] 1995: 128). 102. “Los caciques e principales su oficio es holgar y beber y contar y repartir, que son muy diestros en esto, más que ningún español, y cuéntanlo de espacio y con sus piedras de munchas colores, que cierto es cosa de ver” (Matienzo 1967: 21). 103. Martín Alonso, en su Enciclopedia del idioma (1958: 1296), nos ofrece la siguiente información semántica sobre “cuenta”: “Cuenta: S XVII al XX: Cálculo u operación aritmética. S XVI al XX: Cálculo, investigación, conjetura. Libro de cuentas ajustadas, prontuario de contabilidad elemental. S XIII: Cantidad, número, cuenta. Cuento: S XIV al XX: Cómputo, cuenta o cálculo. S XVII: Cuenta”.
Según Corominas (1980: tomo III, 180): “Contar: Del lat. Computare, ‘calcular’”.
El Diccionario de autoridades (1969: 680 y ss.) nos dice lo siguiente: “Cuenta: Cómputo, cálculo o razón de alguna cosa, que se hace con operaciones arithméticas de sumar, restar, multiplicar o partir. Y por antonomasia se llama assi la razón que se da por escrito, con cargo y data, de los caudales y otras cosas que se han manejado. Viene del verbo contar”.
En este mismo diccionario: “Cuento: En lo antiguo vaía lo mismo que cuenta” (682)”;
“Contar: Numerar alguna cosa. Es formar cuentas, usando de los números y reglas que da la Arithmética para ello. Poner o meter en cuenta [...]” (546). 104. No deja de llamar la atención la cantidad de verbos relacionados con contar y, por extensión, sumar: yupay, huñuy, khipuy, huatuy.
105. Siguiendo a Garcilaso, véase también la lámina 358 (p. 270), y especialmente, la 335:
“Depocito del Inga. Collca” (p. 253).
trata de dos elementos diferentes asociados por la función de “sacar la cuenta” y “registrar” lo aportado; la yupana, que se utiliza como el instrumento necesario para contar (sumar o restar), y el khipu, sirviendo de registro, de soporte físico de la información. A falta de la yupana, quizás por no ser portátil, y en circunstancias especiales cuando quien cuenta no está en el ambiente apropiado o designado para ello, la cuenta se hace en el suelo. Para realizar las cuentas tanto en la yupana como en el suelo, se necesitan de las fichas representadas por las piedras, maíces y frijoles.
En ambos casos, el de Sacaca y el del repartimiento de Pava, los que hacen las cuentas lo hacen en voz alta. En el documento se especifica que luego de poner las piedras en el suelo “dixeron lo siguiente”. Por su parte, en la descripción de Ondegardo, dice: “[...] y puesto caso que dan sus voces con sus piedras y [maíces y frijoles] puestos en el suelo [...]”. Entonces, las cuentas se hacen a la vista de todos, en el suelo, y en voz alta para que todos oigan. Se trata de un acto comunitario y oficial, realizado ante las autoridades locales o “principales”. Con respecto a esta actividad, encontramos correlato léxico en González Holguín (1989: 459): “Contar llamando por ñudos. Qquipucama o manta huatucuni. Contados assi llamando. Huatucuscca”. Huatuvuni significa, entre otras cosas, “llamarle a bozes por su nombre por lista o padrón” (González Holguín 1989: 188). La lista o padrón a que se refiere el lexicógrafo es el khipu, en este caso. Presenta el verbo huatucupuni (González Holguín 1989: 190) y le da el significado de: “echar quenta, o contarlo otra vez a ver si falta algo”. Este verbo, entonces, también está relacionado con la actividad de “contar” y con el conteo en voz alta. Con respecto a esta última afirmación, González Holguín (1989: 371) ya nos ha explicado que yupana simi significa “los numeros o nombres numerales”, pero creemos que esa explicación corresponde solamente a lo que se dice al contar en voz alta. Para simi (1989: 326) como sustantivo, nos indica “boca, lenguaje [...] las nuevas, la palabra y la respuesta”. En el amplio espacio que le dedica, intercambia el verbo simiy con rimay (1989: 317). En una primera aproximación comparativa entre estos dos verbos, y después de analizar la frondosa fraseología que ofrece González Holguín para sendos verbos, proponemos que guardan entre sí más o menos la misma distancia que “hablar” y “decir”. Entonces, yupana simi se podría traducir más ajustadamente como “lo que dice la yupana”, “lo que indica la yupana” o “el número que indica el instrumento de contar”. La traducción que propongo describe mejor lo que tanto Urton como Ondegardo indican en sus textos que tiene lugar en la realidad. La lexicografía quechua de los siglos XVI y XVII está atestiguando las actividades que se realizaban en el pasado, tal como lo puede hacer la arqueología.
En conclusión, tenemos que el texto de Ondegardo confirma que los khipu utilizados en contextos de distribución, acopio y tributación sirven como registro. Además, nos indica que la presencia de por lo menos dos khipukamayuq, uno por cada una de las dos parcialidades en que se dividía toda provincia tributaria, era requisito indispensable para realizar las cuentas. Estos representantes de cada parcialidad (khipukamayuq y/o markakamayuq) tenían que reunirse para dar un informe completo de lo registrado como asignado o tributado. Como el representante de Hanan tenía cierta jerarquía sobre el de Urin, las reuniones se hacían en su localidad y se le mencionaría primero en los informes. Asimismo, los khipukamayuq recurren a un segundo instrumento de contabilidad para realizar sus cómputos. Tienen una serie de fichas para hacer las operaciones aritméticas de división o resta y multiplicación o suma que requieren la obtención de sus subtotales y totales generales. Falta averiguar cómo obtenían esos resultados. La yupana fue utilizada como soporte adicional para realizar las cuentas. Estas cuentas tienen que haber sido de división o resta para establecer lo que le tocaba entregar a cada parcialidad y de multiplicación o suma para llegar al número total de lo aportado. El hecho de “contar juntos” y “concertar” las cuentas nos confirma que esta actividad tenían que hacerla simultáneamente los representantes de las dos parcialidades. El expresar en voz alta (¿en quechua o aimara general?) los resultados de la contabilidad contribuye a confirmar que estas actividades eran públicas y eran susceptibles de confirmación por los presentes.
Ya lo decía Garcilaso: “[...] muchas veces ha causado admiración a los españoles ver que los mayores contadores de ellos se yerren en su aritmética y que los indios estén tan ciertos en las suyas, de particiones y compañías que, cuanto más dificultosas, tanto más fáciles se muestran. Porque los que las manejan no entienden en otra cosa de día y de noche y, así, están diestrísimos en ellas” ([1609] 1995: 101). O, en palabras de Ondegardo: “[...] y así lo tienen [la distribución] tan por cuenta y razón por menudo que darán hoy la cuenta de todo cuanto se les llevó que no se yerre una gallina y en otra carga de leña que cierto es cosa que no se puede creer pero tienen de esto grandes oficiales [...]” (1990: 123).
CAPÍTULO 7
La historia como fruto del poder
La historia europea de la región andina
La lectura de los textos cronísticos nos lleva a percibir que ellos relatan la historia de los europeos en los Andes para otros europeos. Esta impresión es vaga al inicio pero va tomando cuerpo y adquiriendo fundamentos sólidos a medida que avanzamos en el análisis de esos textos. La historia europea de América invita a meditar sobre los subtextos nativos que los españoles utilizaron para redactarla. Interesa averiguar cómo los detectaron y por qué los estimaron de valor histórico, en qué código estaban registrados, y si esos códigos estaban al alcance de los redactores o si sus informantes e intérpretes los pusieron a su disposición.
Los subtextos nativos que los españoles aceptaron como fuentes históricas constituyen, a mi modo de ver, versiones locales de la historia indígena, elaboradas bajo criterios diferentes de los convencionales para los españoles. Los códigos en que fueron registradas también les fueron ajenos pero guardaron las similitudes necesarias para que los europeos las pudieran identificar como tales.
Esas otras versiones identificadas son, para el siglo XVI: las “tablas pintadas” que mencionan Pedro Sarmiento de Gamboa (1988: 49)1 y
1. “[…] habia y aun ahora hay particulares historiadores de estas naciones que era oficio que se heredaba de padre a hijo. Allegose a esto la grandisima diligencia del Pachacuti Inca Yupanqui noveno inca el cual hizo llamamiento general de todos los viejos historiadores de todas las provincias que el sujeto y aun de otros muchos mas de todos estos reinos y tuvolos en la ciudad del Cuzco mucho tiempo examinandolos sobre las antiguedades 381
Cristóbal de Molina, el Cuzqueño (1989: 49-50),2 los cantares compuestos a partir de información conservada en khipu parcialmente descritos por Pedro de Cieza de León (1984: 27-28),3 los monumentos calendáricos a que hace referencia Betanzos (1987: 73-74)4 y que han estudiado
origen y cosas notables de sus pasados de estos reinos. Y despues que tuvo bien averiguado todo lo mas notable de las antiguedades de sus historias hizolo todo pintar por su orden en tablones grandes y deputo en las casas del sol una gran sala a donde las tales tablas que guarnecidas de oro estaban estuviesen como nuestras librerias y constituyo doctores que supiesen entenderlas y declararlas. Y no podian entrar, donde estas tablas estaban sino el inca o los historiadores sin expresa licencia del inca” (Sarmiento 1988: 49). 2. “Y para entender donde tuvieron origen sus ydolatrias porque es asi que estos no usaron de escritura y tenian en una casa del sol llamada Poquen Cancha que es junto al Cuzco la vida de cada uno de los yngas y de las tierras que conquisto pintado por sus figuras en unas tablas y qué origen tuvieron y entre las dichas pinturas tenian asimismo pintada la fabula siguiente […]” (Molina 1988: 49-50). 3. “[…] mandavan llamar los grandes quipos camayos donde la quenta se feneçia y savian dar razon de las cosas que suçedido avian en el reyno para questos la comunicasen con otros que entre ellos siendo escojidos por mas retoricos y abundantes de palabras saben contar por buena orden cada cosa de lo pasado como entre nosotros se quentan por romançes y villançicos y estos en ninguna otra cosa entienden que en aprender y saberlos conponer en su lengua […] con horden galana contavan de muchas batallas que en lugares de una parte y otra del reyno se dieron y por el consiguiente para cada negoçio tenian ordenados sus cantares o romançes que viniendo a proposito se cantasen para que por ellos se animase la jente con los oyr y entendiesen lo pasado en otros tienpos sin lo ynorar por entero […] era permitido y ordenado por los mismos reyes que fuesen hordenados cantares honrados y que en ellos fuesen muy alabados y ensalçados […] y questos no sienpre ni en todo lugar fuesen publicados ni apregonados sino quando estuviese hecho algund ayuntamiento grande de jente venida de todo el reyno para algund fin […]” (Cieza 1984: 27-28). 4. “[…] Ynga Yupangue nombro en la manera que ya habeis oido a los cuales meses e diciendo a estos señores que cada mes de estos tenia treinta dias y que el año tenia trescientos y sesenta y porque andando el tiempo no perdiesen la cuenta destos meses y los tiempos en que habian de sembrar y hacer las fiestas que ya les habia dicho que habia hecho aquellos Pacha Unan Chac [pacha unanchaq] que dice relojes […] los cuales relojes hizo en esta manera que todas las mañanas e tardes miraba el sol en todos los meses del año mirando los tiempos del sembrar y coger y ansi mismo cuando el sol se ponia y ansi mesmo miraba la luna cuando era nueva e llena e menguante los cuales relojes hizo hacer de canteria encima de los cerros mas altos a la parte do el sol salia y a la parte do se ponia segun do se ponia el cual se puso en cierto sitio en el cual estuvo seguro en pie en una parte de donde bien ver se pudiese y ansi como conociese desde aquel sitio do el se paraba el curso por do el sol iba cuando se ponia en aquel derecho en lo mas alto de los cerros hizo hacer cuatro piramides marmoles de canteria las dos de en medio menores que las otras dos de los lados y de dos estados de altor cada una cuadradas e apartada una de otra una braza salvo que los dos pequeños de en medio hizo mas juntos que del uno al otro habra media braza y cuando el sol salia estando uno puesto do Ynga Yupangue se paro para mirar e tantear este derecho sale y va por el derecho y medio de los dos pilares cuando se pone lo mismo por la parte do se pone por donde la gente comun tenian entendimiento del tiempo que era ansi de sembrar como de coger porque los relojes eran cuatro a do el sol salia y otros cuatro a do se ponia do se diferenciaban los transcursos y movimientos que ansi el sol hace en el año […]” (Betanzos 1987: 73-74). 5. “Según las usanzas de la tradición andina, corroboradas por variados documentos coloniales, cada grupo se distinguía de los otros grupos vecinos por un tipo peculiar de vestuario; si bien en los Andes meridionales las prendas de vestir tenían, por lo general, un formato único, eran sus detalles de colores y diseños y los atuendos usados en la cabeza los que permitían reconocer a cada persona como siendo originaria de un ayllu determinado” (Cereceda 1993: 7), “[…] entre […] estilos se establecen oposiciones a todo nivel; oposiciones que dan cuenta de la elección de categorías comunes, tanto sensibles como semánticas […] Entre grupos entonces, se establece una diferencia estructural […] se toman como referencia el uno al otro […]” (Ibíd.: 43). 6. El Tercer Concilio Limense de 1585 ordenó, por ejemplo, la destrucción de los khipu. Antes ya se había derrumbado edificios identificados como relacionados con el culto indígena, entre ellos monumentos vinculados a los calendarios.
LA HISTORIA COMO FRUTO DEL PODER
383 recientemente Bauer y Dearborn (1995: 67-100); las pinturas murales que incorpora Bonavía (1985: 93-94) al conjunto de expresiones plásticas; y los textiles, cuyas dimensiones comunicativas recién se están dilucidando (Cereceda 1993: 7, 43).5
Estos sistemas de registro de información, patrimonio de las culturas andinas, conservaron datos durante milenios pero los españoles los ignoraron parcialmente porque, aunque no eran códigos reconocidos por ellos para conservar hechos históricos, tenían ciertas semejanzas con elementos similares europeos: tapices, frescos, monumentos, etc. Los que no tenían semejanza alguna con los españoles no fueron detectados o fueron descartados. Las versiones identificadas como tales eran, en parte, incomprensibles para los colonizadores porque, además del tipo inusual del registro, daban cuenta de diferentes concepciones del tiempo y del espacio; de lo real y de lo imaginario; de lo concreto y lo abstracto; de lo animado y de lo inanimado. Muchos de esos registros que conservan información del pasado fueron destruidos antes de intentar su decodificación o su interpretación;6 otros lo fueron a pesar de ello y aun otros por ello, como los khipu.
La historiografía europea del continente americano nos trae lo que quedó de esos otros legados históricos nativos, ya pasados por el cedazo de la visión lineal y la lógica occidental y cristiana. Si la intención fuera integrar esas versiones a la historia de Occidente, tendríamos que registrarlas de tal manera que sus contenidos fueran accesibles a todos los miembros de esa cultura. Esa forma y tipo de registro sería, una vez más, la forma europea de conservar y transmitir la historia. Tal parece que no