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José de la Puente Brunke

Prólogo

Francisco de Toledo es quizá el virrey más controvertido de la historia peruana. Concebido, por un lado, como «supremo organizador del Perú» por sus admiradores, ha sido considerado, desde el otro extremo, como el gran «desestructurador» del mundo andino. Si intentamos dejar de lado las altas dosis de apasionamiento que ambas posiciones reflejan, podemos concluir que los dos enfoques son ciertos. En efecto, desde la perspectiva de la administración hispana fue Toledo el virrey que estableció el esquema organizativo a partir del cual funcionó el virreinato por muchas décadas; y desde el punto de vista de la organización social andina, dicho gobernante fue muy efectivo en su política de control de la población y de utilización de la mano de obra indígena, con la consecuente desintegración de los patrones andinos de organización social y de ocupación del espacio. Manfredi Merluzzi lleva varios años investigando la historia del Perú virreinal, y más específicamente el tiempo de gobierno del virrey Toledo. Es muy significativo el hecho de que esta importante obra tenga como autor a un historiador italiano, ya que a diferencia de estudiosos europeos de otras nacionalidades —franceses, británicos y españoles, sobre todo—, la historiografía italiana no había prestado hasta ahora una especial atención al Perú virreinal. Hay excepciones, por cierto, y una de ellas es precisamente la de Francesca Cantù, experta en el siglo dieciséis peruano, quien además ha sido la maestra de Merluzzi y la asesora de la tesis doctoral que fue el origen de este libro. Justamente no pocos aspectos novedosos de esta obra están relacionados con el hecho de ser su autor italiano, ya que la labor de gobierno de Toledo es presentada en el amplio contexto de los dominios de la Monarquía católica en diversas latitudes. La Península Itálica tuvo una importancia clave en la historia de la monarquía española, no solo por el prolongado

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dominio aragonés en Nápoles y Sicilia, sino también por el gravitante peso de las armas españolas en el desarrollo político de otras regiones de la Península. El propio Merluzzi es autor de varios trabajos en los que se busca entender la América española en el contexto más amplio de la Monarquía católica. Y por esto se trata de un libro especialmente sugerente para el lector peruano: nos presenta el gobierno del virrey Toledo como parte del esfuerzo que la España de Felipe II hizo por centralizar el poder sobre todos sus dominios, tanto americanos como europeos. Aparecen las disposiciones que el virrey fue adoptando en ese sentido, buscando siempre adaptarlas a las peculiaridades del virreinato. Por peculiaridades no me refiero solo a las características del territorio en términos de las riquezas que podían extraerse, o en función de las formas de obtención de la mano de obra indígena, sino también con referencia a las actitudes de los españoles establecidos en el Perú. En efecto, Toledo tuvo que lidiar con las expectativas de muchos descendientes de conquistadores que se resistían a perder el papel social y económico del que hasta entonces habían gozado. En definitiva, la aplicación de las normas que buscaban la centralización del poder tuvo que hacerse en medio de un «equilibrio inestable», dado que Toledo tuvo que ser muy cuidadoso en términos de no generar mayores contradicciones sociales, en un virreinato que en décadas anteriores había sufrido violentísimos enfrentamientos entre los propios españoles. El libro presenta la labor gubernativa de Toledo en relación con lo que fueron las disposiciones emanadas de la Junta Magna, que en 1568 reunió a las más importantes autoridades de la Monarquía para discutir el gobierno de las Indias. Es decir, queda claro que no estamos ante un virrey más, sino ante un gobernante que previamente a su llegada al Perú participó en esa decisiva Junta, y que arribó al virreinato decidido a poner en práctica sus conclusiones. Su tarea iba a ser muy compleja, ya que llegaba a un territorio caracterizado por ese «equilibrio inestable», y por tanto debía demostrar tino y prudencia en lo que debía ser una verdadera reforma del virreinato. Como gran estadista que fue, Toledo tuvo muy claro que ante todo debía dedicarse a conocer el territorio en todos sus aspectos; en este sentido, el libro estudia detalladamente —y a partir de las discusiones historiográficas en torno a ello— las diversas facetas del esfuerzo toledano por conocer el Perú: la Visita General del territorio; las Informaciones —que contienen descripciones de los más variados aspectos de la realidad peruana—; las Ordenanzas, es decir, las numerosas disposiciones que expidió para el gobierno del Perú; y, obviamente, el interesante conjunto humano de sus colaboradores, decisivos en el conocimiento de la realidad del virreinato. El hecho de que un vicesoberano

visitase personalmente buena parte del territorio bajo su gobierno era bastante inusual, y reveló la seriedad con la que Toledo asumió su tarea. Una de las grandes preocupaciones de Toledo fue la de terminar con los debates sobre la justificación de la conquista, y reafirmar la soberanía de la Corona pacificando el territorio, para lo cual se propuso —entre otras cosas— someter el reducto inca de Vilcabamba. Ese sometimiento, y la posterior ejecución de Túpac Amaru I, supusieron el origen de los mayores cuestionamientos de su gobierno, tanto en ese tiempo como después. El cronista agustino Antonio de la Calancha, por ejemplo, escribió en el siglo diecisiete que dicha ejecución había sido un acto de razón de Estado, y consideró a Toledo discípulo de Maquiavelo, por preferir la conveniencia política a la justicia. En su afán por legitimar el dominio de la Corona sobre el virreinato, Toledo se propuso «reescribir la historia», e hizo todos los esfuerzos posibles para que la Historia Índica de Pedro Sarmiento de Gamboa —uno de sus colaboradores— se impusiera como la versión oficial del pasado peruano; entre esos esfuerzos estuvo la «siniestra farsa» —en palabras de David Brading— que organizó en 1572 en el Cuzco, con la lectura pública de la Historia Índica ante representantes de los doce ayllus o linajes incas, a quienes a continuación se les exigió firmar una declaración, reconociendo la autenticidad de lo narrado por Sarmiento de Gamboa. Este afán de reescribir la historia y de extender su dominio sobre el pasado peruano —en frase feliz del mismo Brading— estuvo en la base de los principales afanes de Toledo: pacificar el territorio y reforzar su poder como virrey. Sin embargo, se preocupó a la vez por establecer formas regulares de obtención de recursos para la metrópoli, y vio claramente que para lograr su propósito debía reestructurar los patrones poblacionales andinos. Se formalizaron, así, tanto las reducciones —pueblos de indios, que facilitaban tanto la percepción del tributo como la evangelización— como la mita, el trabajo por turnos, que en el ámbito minero fue decisivo para garantizar la provisión de metales preciosos a España. Junto con su preocupación por controlar la «república de indios», Toledo hizo grandes esfuerzos por ordenar la «república de españoles» en un virreinato que en las décadas anteriores había sido escenario de los más violentos enfrentamientos, tanto de los conquistadores entre sí como entre los conquistadores y la Corona. Por eso, sus esfuerzos se centraron particularmente en someter a los encomenderos, muchos de los cuales eran los que veían con más recelo el afán de afirmación de la autoridad del virrey. La importancia de Toledo se ve muy claramente también en su afán por reforzar el Regio Patronato, por reformar el clero y por lograr una evangelización más eficaz.

La investigación de archivo de la que este libro se nutre es amplia y rigurosa, al igual que la bibliografía utilizada. Con estas sólidas bases, estamos ante una obra fundamental para entender el gobierno de uno de los virreyes más importantes que tuvo el Perú. Además, el libro tiene el valor agregado —reitero— de estar escrito desde la perspectiva de un historiador italiano, y de mostrarnos, en ese sentido, la labor del virrey Toledo en el Perú en el marco de lo que fueron los esfuerzos de Felipe II por afianzar su poder en todos los territorios de la Monarquía católica.

José de la Puente Brunke

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