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Consideraciones finales
En abril de 1991 se organizó el simposium «Gobernar el mundo. El Imperio español desde el siglo XV al XIX» en colaboración con la Sociedad Italiana de la Historia Patria, cuyas actas fueron publicadas por Massimo Ganci y Ruggiero Romano. Después de años hemos querido reanudar esta empresa, aceptando —al menos en parte— el reto lanzado en aquella ocasión y tratando temas de interés «hispanoamericanista» en el marco de un contexto más amplio y del que forman parte estos temas por estar vinculados a través de una pertenencia común a la Monarquía hispana. El propósito de este estudio es el de establecer un diálogo entre distintos sectores de las disciplinas históricas, porque se ha detectado una continuidad y una identidad que no hay que descuidar. Hemos querido remarcar el trayecto de elaboración y de actuación de una serie fundamental de reformas que la Corona concibió hacia finales de los años sesenta del siglo dieciséis y que puso en práctica en uno de sus dominios extraeuropeos: el virreinato de Nueva Castilla, mejor conocido como Perú, el cual correspondía a un territorio que abarcaba distintas entidades geográficas latinoamericanas actuales, desde Panamá a Colombia, desde Ecuador a Bolivia, de Uruguay a Argentina y Chile. Reanudar el tema tratado a comienzos de los años noventa del siglo pasado en la obra recopilada por Ganci y Romano significa intentar sacar provecho de las nuevas tendencias historiográficas y de los resultados de las investigaciones realizadas en esta última década, repleta de estudios, gracias a las ideas ofrecidas por una serie muy seguida de conmemoraciones, siendo la primera de todas la de 1992, por el V Centenario del «Descubrimiento» —o «Conquista»— del continente americano (y su consabido corolario de polémicas), seguida por el aniversario de la muerte de Felipe II en 1998 y, por último, en el año 2000,
por el V Centenario del Nacimiento de Carlos de Habsburgo. Estas circunstancias han dado impulso a una larga serie de congresos, estudios y publicaciones, por lo que podemos decir que hoy el panorama historiográfico ha cambiado notablemente, aunque habida cuenta de la inmensa cantidad de temas tratados en cada sector, no es posible atreverse a establecer un balance definitivo. Nos hemos limitado a utilizar las herramientas que a lo largo de nuestras pesquisas han resultado ser de máximo interés, con la esperanza de poder contribuir al desafío que Massimo Ganci expresaba en los siguientes términos: «tratar de comprender cómo se formó, cómo se impuso y cómo se desgajó ese conjunto político-social-cultural-económico que se aglutina bajo el nombre de “imperio” español. Cómo funcionó; cuáles fueron los distintos obstáculos que se le opusieron; qué significó —en lo bueno y en lo malo— para los pueblos conquistados»1 . Se trató, pues, de analizar una «periferia» del Imperio, por utilizar una feliz expresión acuñada por Giuseppe Galasso, incluso más periférica aún con respecto al sur de Italia, por lo menos desde un punto de vista geográfico, pero sin dejar de ser central respecto al difícil sistema de equilibrios sobre el que se mantenía el complejo mosaico de dominios de la Monarquía hispana. Desde un punto de vista cronológico, ha sido elegido el período que nos ocupa porque presenta una serie de características únicas en la historia del virreinato peruano y, en nuestra opinión, incluso de todos los dominios hispánicos del área americana. El último tercio del siglo dieciséis representó un momento delicado de transición entre la fase inicial de conquista y rapiña y la de la creación de un auténtico régimen colonial, un «historical watershed», según la definición que Steve Stern dio al gobierno de Toledo. Por lo tanto, hemos decidido dedicarnos a su labor de gobierno, conscientes de que las difíciles etapas de transición son los terrenos más fértiles para percibir no solo el cambio, sino también el clima, las resistencias, el cuadro global de una sociedad. Nuestro objetivo no era la reconstrucción de una imagen global de la sociedad colonial hispanoamericana a partir del gobierno de Toledo, sino recoger, a partir del análisis de su actuación política, ideas y sugestiones reveladoras de muchos aspectos del mundo peruano del siglo dieciséis, de sus relaciones con la Madre Patria y de los intentos de la Corona por fortalecer su control sobre los territorios de Nueva Castilla estableciendo nuevos entramados y nuevas alianzas.
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1 Ganci, Massimo – Ruggiero Romano (eds.), Governare il mondo. L’Impero spagnolo dal XV al XIX secolo, Palermo, 1991, p. 5.
El enfoque de este estudio ha sido, pues, el de tener en cuenta las relaciones entre el «centro», o sea la corte de la Corona castellana, y la «periferia», o sea el virreinato peruano, y las evoluciones y tendencias historiográficas más recientes a lo largo de esas líneas que muy acertadamente Helmut Koenigsberger definió «the practice of empire»2 . Nuestro interés nació de la constatación, actualmente compartida por una parte importante de la crítica, sobre todo por Demetrio Ramos3, de la necesidad de la Corona en aquel entonces de mejorar su capacidad de gestión y control sobre las colonias americanas. El propósito de este trabajo ha sido demostrar que sin embargo esto no ocurrió solo en los dominios americanos y que la reforma americana puede situarse en una política de más amplio alcance. De hecho, creemos que esta tendencia de reforma, que abarcó tanto los aparatos administrativos centrales como los locales en un intento de mayor centralización del poder por parte de la Corona, constituyó una tendencia dominante también en otros territorios de la Monarquía, en una fase de reestructuración bien definida que empezó en la primera década del reinado de Felipe II. Hemos optado por interpretar en este sentido tanto los estudios acerca de la transición imperial entre Carlos V y Felipe II4 realizados por María José Rodríguez Salgado, como los de José Martínez Millán sobre la Corte del «Rey Prudente» y sobre los bandos políticos en que estaba dividida —que ponen de manifiesto que de los difíciles equilibrios políticos en la Corte y del control de las facciones políticas en lucha dependían también las orientaciones del soberano5—, y, por último, también los trabajos de Manuel Rodríguez Rivero sobre la actividad del gobierno español en Italia bajo el reinado de Felipe II6 (época en que las reformas actuadas presentan una notable afinidad, en cuanto a líneas de estrategia política, con la reforma peruana que hemos examinado). Hemos utilizado, además, la aportación historiográfica que recientemente ha intentado poner de manifiesto el proceso de evolución del poder del soberano y de los organismos centrales y periféricos en la época filipina en relación a las nuevas necesidades que iban asomándose al marco internacional, además del nacional, de la Monarquía.
2 Cf. Koenigsberger, The Government of Sicily under Philip II of Spain, cit. 3 Ramos Pérez, «La crisis indiana y la Junta», cit., pp. 1-63 e Íd., «La Junta Magna y la nueva política», en Floristán y otros, Historia General de España y América, cit., 7, pp. 437-453. 4 Rodríguez Salgado, Un Imperio en transición, cit. 5 Martínez Millán, (ed.), La corte de Felipe II, cit. e Íd., (ed.), Instituciones y élites de poder, cit. 6 Rivero Rodríguez, Felipe II y el Gobierno, cit.
Por tanto, detrás del intento de reforma que Felipe II emprendió mediante su estrecho colaborador, el cardenal Espinosa, había una compleja arquitectura de proyectos, una reforma que se realizó a lo largo de una serie de etapas sucesivas. Algunas de ellas tuvieron lugar directamente en la Madre Patria, en parte fueron de carácter político-administrativo —como la Visita del Consejo de Indias y la consiguiente reestructuración de su funcionamiento— y en parte estratégico, ya que se referían a la redefinición global de las líneas de acción política de la Corona española en las Indias, a través de la especial Junta Magna de Indias convocada en 1568.
La siguiente etapa de la reforma fue actuada en el territorio peruano por el virrey Francisco de Toledo y sirvió para plasmar una nueva sociedad colonial que fue puesta de forma estable bajo el control de la Corona. Según se desprende de la lectura de las fuentes, el aspecto central de la obra de gobierno de Toledo fue su voluntad de adquirir un mayor conocimiento del virreinato y de las realidades específicas de las provincias que lo componían. El hecho de que un virrey realizase personalmente una inspección, es decir, una visita general del virreinato de su competencia, representaba sin duda algo inédito y da fe de la seriedad y de la meticulosidad con que Toledo decidió cumplir su mandato y con que acogió e hizo suyo el espíritu de la reforma ovandina. Esta forma de actuar, concebida para adquirir mayores conocimientos sobre la realidad del mundo andino, le impulsó a realizar durante su visita importantes encuestas sobre el origen de los incas y su dominio. Sus encuestas y la Historia Indica, encargada a Sarmiento de Gamboa, fueron los dos principios básicos e inmutables sobre los que se fundamentaba aquella versión del pasado peruano que él había ensamblado y aderezado con los sellos notariales de la oficialidad, y que se había convertido en historia «verdadera» y, por tanto, exclusiva. Cualquier versión disconforme por axioma se convertía en falsa, constituyendo un peligroso ataque a los derechos de soberanía de la Corona. Lógicamente, semejante acción censora desembocó en la creación de una «historiografía oficial» y, en ese sentido, se puede adoptar el concepto de «escuela historiográfica toledana». Por tanto, las «Informaciones» terminan constituyendo la base de aquella arquitectura política centrada en el fortalecimiento de la soberanía de la Corona española; así, podemos afirmar que esta comparte ese «espíritu de modernidad» que se desarrolla en el Imperio español durante el siglo dieciséis7. En aquella
7 Gruzinski, La colonizzazione dell’immaginario, cit., p. 94.
época la Iglesia y el Estado español pusieron en marcha un proyecto colosal destinado a «someter poblaciones enteras a un control de “policía”, a una clase de vida uniforme». Como dice Gruzinski, «la modernidad de la España conquistadora» da fe de la voluntad del gobierno central de dar una forma racional al reajuste de las colonias, proyecto en el que se sitúa a pleno título la labor de Toledo8 . El proyecto de reforma imperial pensado en la Madre Patria se materializó a través de una serie de actuaciones políticas que caracterizaron los doce años de la labor de gobierno del virrey Toledo, una serie de pasos indisolubles los unos de los otros cuyo objetivo era reglamentar todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad del virreinato. De estos mismos ámbitos tratan los distintos capítulos de este libro, y se tratan de forma separada en los distintos capítulos para que su lectura sea más atenta. Se trataba de medidas destinadas sobre todo a la reafirmación política de la soberanía de la Corona, objetivo que el virrey Toledo trató de alcanzar a través de una labor de reapropiación de las prerrogativas regias, tanto a nivel ideológico —a través de una campaña de revisión historiográfica relativa a las premisas jurídicas de los derechos de la Corona sobre las Indias— como a nivel político, estableciendo un control efectivo de los territorios peruanos. A ello se le añadió una acción enérgica para redefinir la capacidad real de vigilancia e influencia del virrey sobre las Audiencias, sobre la estructura de la administración y sobre el territorio. Por consiguiente, Toledo intentó fortalecer las capacidades de gobierno virreinales y, en una óptica de mantenimiento del orden social, eliminar los focos potenciales de revuelta representados por el descontento extendido en distintos ambientes sociales y étnicos: desde la resistencia incaica en los reductos de Vilcabamba a las indómitas poblaciones indígenas de los territorios fronterizos, desde la sorda oposición de los oidores a la de la clase de los encomenderos y de los arrendadores de minas. A través de la reforma, Toledo logró frenar y debilitar a la clase de los encomenderos. Paralelamente, se actuó una renovación también en la esfera religiosa, que por un lado incluyó las metodologías de la evangelización y por otro acentuó el control sobre las conciencias tanto de los laicos como de los eclesiásticos,
8 Ibíd., p. 95. Con el término «policía», frecuentemente empleado en la correspondencia del virrey Toledo, se entendía «orden», «vida civil», que se contraponía a «barbarie»; en este sentido, Montaigne hablaba de «vie policée»: ab urbanitatem informare. Un interesante análisis del empleo del término y del de «civilisation», con las diferentes gradaciones semánticas, cf. Jean Starobinski, Il rimedio del male. Critica e legittimazione dell’artificio nell’età dei lumi, Turín, 1990, pp. 6-48. Para profundizar el empleo de la censura bajo Felipe II, cf. Francesca Cantù (ed. y estudio prel.), Pedro de Cieza de León e il «Descubrimiento y conquista del Perú», Roma, 1979, pp. 9-119.
pero sobre todo de los religiosos disidentes, mediante la instauración del Tribunal de la Inquisición de Lima. La administración de Toledo marcó un punto de inflexión para el virreinato peruano también desde el punto de vista de la producción y de las relaciones económicas: poco a poco logró poner a la Corona en el centro de la gestión de todas las actividades productivas y pudo reorganizar económicamente de forma mucho más rentable tanto el sistema de impuestos como el trabajo indígena en las minas, con un fuerte incremento de la producción de metales preciosos, en particular la plata. Creó un sistema que habría de resistir durante todo el período colonial y supo resolver una serie de cuestiones que eran el origen mismo de la crisis de los años sesenta y que se referían a problemas económicos, de gestión de los recursos, de fortalecimiento de la soberanía de la Corona y de equilibrio entre los poderes institucionales. Toledo desbarató el sistema productivo anterior haciendo que la Corona desempeñara un papel medular en la repartición del acceso a los recursos y a su explotación, sirviéndose fundamentalmente de la mano de obra indígena. Toledo dio a los agentes de la Corona la autoridad para establecer los términos y definir los mecanismos de interacción entre la población indígena y los miembros de la sociedad española en el Perú. Con el declive de la encomienda, gracias a las reformas promovidas y aplicadas por él, fue el aparato estatal con su burocracia el que se convirtió en el principal agente en el proceso de «extracción de surplus» de la mano de obra indígena. La política indiana de Toledo se orientó hacia esta dirección y se desarrolló a través de una serie de medidas articuladas: reducciones, censo y redistribución de la mita. Lohmann Villena sostuvo que los objetivos esenciales que debían inspirar la acción de Toledo se reducían a dos: reorganizar desde sus bases la administración pública y articular la sociedad nativa, sumida en un estadio rudimentario de cultura y en un sistema económico de nivel primitivo, dentro de los modelos de una estructura cristiana occidental, todo ello sin quebrantamiento de aquellas instituciones atávicas que mereciesen incorporarse a la nueva morfología social9 . Se ha demostrado que los dos aspectos puntualizados por Lohmann seguramente eran importantes y el virrey se dedicó a ellos con ahínco, pero el eje de la política de Toledo, y por consiguiente de todas sus reformas, por lo que se desprende del
9 Lohmann Villena, «El Virreinato del Perú», cit., p. 533.
análisis de las fuentes, fue un elemento importante que Lohmann ha descuidado: la reafirmación de la soberanía de la Corona, fenómeno político e ideológico antes que administrativo cuyo origen estribaba en el cambio profundo que la Monarquía imprimió a la política indiana en los años 1567-1568. Semejante clave de lectura nos ha permitido orientarnos en el análisis de ese mare magnum de medidas que el virrey hizo efectivas a lo largo de su extenso mandato. Se han puesto en evidencia, además, los enlaces con las fuentes anteriores y las huellas de la influencia de los colaboradores más importantes de Toledo en la redacción de sus célebres Ordenanzas.
Casi al final de su mandato, con un toque de orgullo, Toledo se dirigía al soberano en un memorial de servicios, probablemente de 1578, ofreciéndonos una valiosa clave de lectura de su obra:
No se ha contentado con hacer lo que los otros ministros de S. M. sino para mejor cumplir lo que S. M. le fue mandado ejecutar. Lo ha querido ver todo y procurar de conquistar de nuevo este reino a S. M., pues en la plática de las leyes que tenían estaba para sentar la justicia espiritual y temporal no tiranizada de un tirano sino de muchos10 .
Por tanto, podemos afirmar que con su tenaz acción de gobierno Toledo ha rediseñado la sociedad colonial en todos sus ámbitos. La gran cantidad de actuaciones y medidas que adoptó no han de ser leídas como un exceso de normatividad formal, sino como hilos de un entramado que se entretejían para componer un proyecto político complejo que tuvo efectos de larga duración en la organización política, social y económica del virreinato.
10 AGI, Indiferente 1373, Toledo, «Memorial de Servicios de 1578», cit. en Hanke – Rodríguez (eds.), Los virreyes, cit., I, pp. 127-128.